V CONGRESO Galdosiano m
DEL ((NAZARENITO))
A NMAR~N
Leonardo Romero Tobar
¡(...uno de esos libros parasitarios que sitúan a Cristo en un bulevar, a
Hamlet en la Cannebiere o a don Quijote en Wall Street. Como todo hom-bre
de buen gusto, Menard abominaba de esos carnavales inútiles, sólo
aptos -decía- para ocasionar el plebeyo placer del anacronismo o (lo
que es peor) para embelesarnos con la idea primaria de que todas las épo-cas
son iguales o de que son distintas M (J. 1,. Borges, Ficciones, 1944).
Desde el momento de su publicación la novela Nazarín (1895) ha sido
leída ron iina atencibn singular referida a la correspondencia que man-tiene
con las tendencias espiritualistas del fin de siglo y a la función na-rrativa
que desempeña la figura de su personaje central, escindido e in-tegrado
por los modelos predominantes de Cristo y de don Quijote.
Galdós, a finales de mayo del 95, comunicaba a su amigo Tolosa La-tour
que la redacción de la novela iba muy adelantada '; las primeras re-acciones
de los comentaristas son de la segunda quincena del mes de
julio y, en ellas, los críticos señalaban la huella de Tolstoi -Mariano de
Cavia, 4edal~- o la feliz inserción de la obra en el horizonte de inquietu-des
que presentaba la Europa del momento. Eduardo Gómez de Baquero,
en su resena de La Espana Moderna, enumeraba las líneas más relevantes
del estado de conciencia que se dibujaba en aquel horizonte (budismo,
gnosticismo, panteísmo, magia negra) para explicar la muy oportuna apa-rición
de Nazarín. A esas tendencias volvería a referirse pocos años más
tarde en su glosa al canto de cisno narrativo de don Juan Valera (aquella
cosecha de todas sus experiencias en la novela Morsamor, de 1899) 2.
' Ruth SCHMICDaTr,ta s entre dos amigos del teatro: Manuel Tolosa Latour y Benito
Pérez Galdós, Las Palmas, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1969, 89. La carta es del
24-V-1895; el 27-VI-1895 el periódico La Epoca anunciaba la inmediata aparición de la
obra y el 8-VII-1895 se publicaba un iragrriento en El Imparcial. El S de julio Cialdós
comunicaba a Navarro Ledesma: '(Se pondrá a la venta el lunes, pero yo se lo mandaré
a V. hoy o mañana)] (C. de Zulueta, Navarro Ledesma ..., Madrid, 1968, 290-29 1).
Peter Bly (Nazarín, Valencia, Cirant and Cutler Ltd., 1991) ha dado noticia de las
reseñas inmediatas a la publicación: el comentario de GOMEDZE BAQUERO(c <Andrenio,aj)
Morsamor apareció en La Espana Moderna, CXXIX, 1899, 150-155, con el título de ,<La
última novela de don Juan Valera ¿Nuevo Persiles? El ocultismo en Morsamor y en otros
libros del señor Valerall.
m BIBLIOTECA Galdosiana
Y, justamente, si para la obra de Galdós podía exhibirse un indiscutible
modelo cervantino, no faltaba otro estímulo de la misma naturaleza para
la novela que cerraba la trayectoria de Valera. De modo que, entre los es-pejeos
del Quijote y del Persiles, cristalizaban algunos de los esfuerzos
destinados a situar la narrativa española de finales del siglo en la casa de
la ficción habitada por las novelas occidentales destacadas por su contri-bución
al progreso del moderno género literario.
1. Fre~isarrieritc,l a iritegracióri del rnodelo quijotesco y el evangéli-co
en la construcción del personaje Mazarín y la función del clérigo en la
novela ha sido uno de los centros de atención de los estudiosos de la
obra, al menos, desde que Joaquín Casalduero afirmara que el paralelis-mo
entre el clérigo manchego y Jesucristo era, en buena medida, inne-cesario,
pues uno sólo la novela no lo exige sino que hubiera ganado sin "7
D
él; pues fatalmente el peso del Evangelio puede más y arrastra a la nove- E
la))3 . Esta percepción crítica ha tenido prolongación en análisis impres- o
cindibles de IU obra que perfilan la vigencia de los dos modelos en la n B
novela de Galdós, y que dependen, en ultimo término, del sentido que E
quiera darse a la relación entre los textos religiosos canónicos y las for- E
2
mas literarias degradadoras como la sAtira y la parodla. Sln entrar en la -
discusión de cómo don Quijote asume dimensiones inequívocamente
cristianas -asunción que Dostoievski había advertido nítidamente en su 3
inolvidable príncipe Myshkin de El idiota 5-, y dejando al margen, tam- - -
0
bién, las posibilidades hipertextuales que pueden generar los evangelios m
E
en textos paródicos como la Ouerre d ~ dsk u x de Parny 6, o e n visualiza- o
ciones surrealistas, como la cena del filme de Buñuel Vjrjdiana, centraré g
mi actual pesquisa Galdosiana en la consideración de la figura del Cristo n a
evangélico como modelo del personaje Nazarín, modelo que -ndemhs L
de las innumerables figuraciones análogas que alumbraron las literaturas A
n
occidentales del siglo xix- tenía una tradición autóctona en la literatura n
n
espanola de la época y en el propio universo del novelista canario. 5
O
J. CASALDUEVRidOa. y obra de Galdós 11843-1920).M adrid. Gredos. 1970 (31, 126.
Ciriaco MORÓN ARROY~O(,N azariyn Halma: sentido y unidadi], Anales Galdosianos, 2,
1967, 67-81; Alexander A. PARKE.RN,a zarín, or the Passion of Our Lord Jesus Christ
According to Galdós~~A,n ales Galdosianos, 2. 1967, 83-10 1.
Peter BLY, ob. cit., pág. 94, aduce las referencias pertinentes para esta aproxima-ción.
Para un análisis de este poema dieciochesco, cf. Frank Paul BOWMALNe ,C hrist ro-mantique,
Geneve, Droz, 1973, Galdós debió de conocer esta obra ya que cn la biblio-teca
de la Casa-Museo se conserva incompleto un ejemplar de la traducción española
con el titulo de La Guerra de los Dioses Antiguos y Modernos. Poema cómico en diez
cantos, Leipzig (?), imprenta y encuadernación de Philipp Raumbach. s.a. Gustavo Co-
RREA (El simbolismo religioso en las novelas de Pérez Galdós, Madrid, Gredos, 1974, 166-
179) se ha referido a cómo los ideales de vida de Nazarin .se refractan con frecuencia
en el prisma disolvente de la burla y la parodia)>L. os tratamientos paródicos de los refe-rentes
evangélicos no son infrecuentes en la literatura moderna; por ejemplo, Theodore
Ziolkowski comienza su libro comentando la reunión que Peeperkorn ofrece al protago-nista
de la Montaña Mágica (Fictional Transfigurations of Jesus, Princeton University
press, Princeton, 1972, 5-61.
V CONGRESO Galdosiano m
Los rasgos de caracterización del personaje -nombre, aspecto físico,
edad-, y los accidentes más relevantes de su peripecia -andanza$ y
predicaciones, actuaciones numinosas, prendimiento e interrogatorio,
vejaciones sufridas en la cautividad- han sido puestos de relieve por los
críticos 7. Podría añadirse a este caudal de ~urrespondencias los abun-dantes
ecos verbales que repiten en la novela palabras evangélicas tal
cotejo no llevaría a otro resultado que a la reiteración del paralelo Cris-to-
Nazarin, establecido ya desde los primeros artículos de 1895.
Por otra parte, y buscando una lectura que integre la dimensión sim-bólica
del personaje en una estructura narrativa trabada y coherente,
cabe prolongar en novelas posteriores la apertura que pide su final, tal
como ha propuesto Peter Goldman 9, para quien Nazarín, Halma (1 895) m
y Misericordia (1897)f ormarían la trilogía de la plenitud espi~itualistad el E
novelista canario. Lo que este momento significa en el plano general del O
trabajo literario de don Benito y la correlación que mantiene respecto a -
las tendencias ideológicas del fin de siglo son hechos en los que no voy m
O
a insistir, salvo para reiterar la veta misoneísta que permea la cultura E
española del xix y que impulsaba a escritores tan poco casticistas como i
~íClaríno~ ~el propio Galdós a la atenuación d e los estímulos foráneos que
vinieran a desautomatizar las prácticas artísticas nacionales. Recuérdese 3
Además de los trabajos citados en nota 4, véase para este aspecto: Francisco Ruiz
R AM~ NT,r es personajes Galdosianos: Ensayo de aproximación a un mundo religioso y
moral, Madrid, Revista de Occidente, 1964, 174-195; Julián PALLEY<,c Nazaríny El idiota)>,
Insula, 258, 1968, 3 y la cuidada guía de Peter Bly, págs. 91-92.
Además de la fórmula .en verdad os digo.))o <fdev eras os digo])c on que Nazarin
suele iniciar sus aseveraciones, valgan algunos paralelismos verbales: {(Mafianar iu falLa-rá
tampoco el sustento: no hay dos días rematadamente mal os^^ (Nazarín, 1686a), ((no
andéis cuidadosos por el día de mañana, porque el día de mañana a si mismo se traerá
su cuidado21 (Mateo, VI, 34). aiQué ventura no cuidarse del calzado ni de la ropa, o por
si iba bien o mal pergenado', (Nazarín, 1719b), mo andéis afanados para vuestra alma
qué comeréis, ni para vuestro cuerpo qué vestiréis'! (Mateo, VI, 25). l~..Elp erdón de las
ofensas, el amor de los que nos hacen mal y la extinción de todo sentimiento rencoroso
en los corazones'>( Nazarín, 1743b), <<amaad vuestros enemigos, honrad bien a los que
os aborrecen y rogad por los que os persiguen y calumnian^^ (Mateo, V, 44). (<Nom atéis,
no blasfeméis, no levantéis falso testimonio ni seais impuros de obra ni de palabra)] (Na-zarín,
175Gb), cmo matarás, no adulterarás, rio hurLarás, no dirás falso testimonio^^ (Ma-teo,
XIX, 18-19). El clérigo dice de Beatriz que <¡abandone toda su hacienda, en lo cual
no hace un gran sacrificio, y que venda toda su hacienda y salga a pedir limosna^^ (Na-mrín,
17 17a), .vende cuanto tienes y dalo a los pobres,' (Marcos, X, 21). 6-0s quiero
como el pastor a las ovejas y si os perdéis os buscaré^^ (Nazarín,l746a), parábola del
buen pastor (Juan X, 11-16: Mateo, XVLII, 12-13; Lucas, XV, 4-6). cgQuedóse un rato
meditabundo el buen Nazarín, haciendo rayas en el suelo con un palo ... " (Nazarín), "Je-sús,
inclinado hacia abajo, escribía con el dedo en tierra]) (Juan, VI L 6-8). (<¿Poqr ué no
nos quedamos siempre aquí?') (Nazarín, 1373b), '<bien está que nos quedemos aquí'>
(Marcos, IX, 4). Los textos de Nazarín proceden de la edición de Obras Completas, Ma-drid,
Ayuildr, 1965 (4), que es la edici6n por lo que cito en este trabajo; los textos evan-gélicos
de La Santa Biblia traducida al español (...) por el Ilmo. Sr. D. Felipe Scio, Ma-drid,
Ciaspar y Roig, 1845 (el ejemplar bíblico existente en la Casa-Museo).
Peter B. GOLDMAN"G, aldÓs and the Aesthetic of Ambiguity: Notes on the Thematic
Structure of Nazarh, Anales Galdosianos, 9, 1974, 99-1 12.
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el fervoroso reclamo de la tradición mística nacional que formula el clé-rigo
don Manuel Flórez a propósito del pretendido rusismo de Nazarín:
~riImportación mística cuando tenemos para surtir a las cinco partes del
mundo! No sean ustedes ligeros y aprendan a conocer dónde viven y a
enterarnos de su abolengo. Es como si fuéramos los castellanos a bus-car
garbanzos a las orillas del Don11 lo.
Sin embargo, la crítica Galdosiana no ha atendido con la misma frui-ción
que los paralelos Cristo-Nazarín, las analogías que se pueden adver-tir
entre las novelas Galdosianas de la llamada etapa espiritualista y el
modelo narrativo que, desde los discípulos inmediatos de Zola, se esta-ba
aplicando al tratamiento del hacerse la conciencia de los personajes,
tanto en la forja de sus complejidades psíquicas como en los ensayos de m fórmulas narrativas que privilegiaban la concentración del espacio nove- -
lesco. Algunos modelos eran muy cercanos en el tiempo y en el espacio, E
por ejemplo, el duque des Esseintes en A rebours (1884), si no la figura nU más represerilaliva de las conciencias problemáticas sí la primera de un -- m
largo catálogo de personajes ficticios que desplegaron la exposición de O
E
sus angustias y perplejidades de conciencia. Galdós, desde sus primeras E
2
novelas, había ido manifestando sus propósitos de constructor de con- -
ciencias en tumultuoso conflicto con el medio social; y en la realización
de ese propósito había avanzado procedimientos narrativos que él inter- 3
pretó como la más feliz anatomía de los escenarios mentales: secuencias
- -
0
m
dialogadas y secuencias del discurso indirecto libre, que se configuran E
magistralmente a partir de La desheredada. 0
Por ello, la cuestión que se han planteado los comentaristas de Naza-rín
-valga como muestra la estimación de Francisco Ruiz Ramón: (~(Gal-dós)
no ha creado una gran novela pero nos ha dado un personaJe inol-vidablel-
podría quedar reducida a un falso problema si esta obra y, A
n
claro está, Halma y Misericordia, fueran puestas en relación con el pano- n
E rama de la novela europea contemporánea, en el que importaban mucho 5
más los reflejos del mundo en los espejos de las conciencias que los O
reflejos de las conciencias en los espejos del mundo. Ahora bien, en
Nazarín, la conciencia del clérigo protagonista no es una devanadera de
incertidumbres, como lo son las de los personajes más característicos en
la narrativa del fin de siglo; la ~or i~ier icdiae Nazarín es un sólido conti-nente
de certezas morales capaz de provocar reacciones terribles en los
representantes del orden vigente: ({iVaya con el Jesucristo nuevo... géne-ro
arreglado! iArderá el siglo cuando se entere de que andamos predican-do
la segunda salvación del mundo!^) "; lo que nos lleva, una vez más, a
la consideración de la figura de Cristo y su proyección en las transfigura-ciones
literarias.
En resumen, Nazarín es novela de conciencia y novela de personajes
en la que el espacio exterior no resulta desdeñable (bajos fondos madri-lo
Halma, Obras Completas, 1965 (4), vol. V, 1812a.
" Nazarín, ed. cit., pág. 1751a.
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leños que envían a la tradición picaresca, caminos manchegos que redu-plican
el caminar del QuUote, retorno a la cautividad que remite a la vía
dolorosa del Cristo); pero también, ficción construida en torno a un pro-ductivo
tema literario -en el sentido que da a esta noción Raymond
Trousson- es esta novela del clérigo Nazarín, que no prescinde ni de los
artificios constructivos de la ficción finisecular ni de uno de los temas
dominantes en la tradición literaria.
2. La vida y las enseñanzas de Cristo -o en términos de teología
dogmática, la didajé y el kerigma que se desprenden de los relatos evan-gélicos-
han penetrado los trabajos artísticos y las literaturas occidenta-les
desde la antigüedad; piénsese, por ejemplo, en el innumerable reper-torio
de textos que podrían serializarse desde el Diatesoron del sirio Ta- m
tiano (170 d. J. C.) hasta la muy reciente novela de Saramago Evangelho
segundo Jesus Cristo (1 99 1). Las virtualidades de todo orden contenidas E
en las biografías canónicas de Jesucristo han generado un inmenso océa- O
n
rio de ecos irilerlexluales en las más diversas lenguas antiguas u muder- O m
nas y en cualquiera de los formas y géneros literarios; ecos microtextua- EE les y reelaboraciones de una vida que se dice a sí misma como encarna- 2
ción de la divinidad redentora y que representa la más alta forma de rea-lización
moral. Por ello, los sinópticos y el evangelio de Juan constituyen 3 el fondo de inspiración artística y literaria más frecuentado por los crea- -
dores de todos los tiempos 1 2 .
- 0
m
Los estudios de literatura comparada han traído alguna luz y un míni- E
mo principio de ordenación a este innumero material literario, singular- O
mente el producido en los siglos xrx y xx, orden que permite determinar g
n
las tipologías y los diversos sentidos que el tema crístico ofrece en el a
curso de la historia occidental y, por supuesto, los matices diferenciado- &
res que presentan las contaminaciones que su tratamiento ha ido presen- n
tando. Como pieza representativa de la crisis finisecular, la novela de
Galdós no ha escapado a la atención de los estudiosos de este gran tema 5
literario; el relieve del autor y el de su &ngularísimo y aun no bien com- o
prendido personaje)) eran incitaciones inevitables a la hora de trazar un
mapa comprensivo del tratamiento literario de la figura de Cristo en las
literaturas europeas de la época. Y aunque un legítimo esfuerzo de lec-lura
de esta novela sugiere la gravila~iórid e vlros eslírnulus histúri~oso
lZ De la amplísima bibliografía dedicada al tema, ofrecen un tratamiento sistemati-zado
y una moderna orientación crítico-literaria: Hans HINTER~~ALJS[E(DRi, eC hristusgestalt
im Roman des Fin de Siecle., Archiv für das Studium der Neuren Sprachen und Literatu-ren,
1 13, 196 1, l -21 (trad. espaiiola en el libro del autor, Fin de siglo. Figu~asy Mitos,
Madrid, Taurus, 1980, 15-39); Elisabeth Frenzel, Stoffe der Weltliteratur, Stuttgart, 1962
(trad. española, Diccionario de argumentos de la literatura universal, Madrid, Ciredos,
1976, 26 1-265) donde s e puede ver referencias tocantes a las literatiiras francesa y
alemana; Edwin M. MOSLEY, Pseudonyms of Christ in the Modern Novel. Motifs and Me-thods,
Pittsburgh, University of Pittsburgh, 1962; Frank Paul BOWMA'cNon, the Definition
of Jesus in Modern Fictionlb, Anales Galdosianos, 2. 1967, 53-66, Le Christ romantique,
Geneve, Droz. 1973, y el libro de Ziolkowski citado en nota 6.
m BIBLIOTECA Galdosiana
literarios 13, a todos se superponen los modelos de las dos figuras de don
Quijote y Jesucristo 14.
La humanización del Cristo bíblico iniciada por la literatura de la Revo-lución
Francesa l 5 de la que derivo la transfiguración literaria del Cristo
socialista l6 (da más sublime encarnación del idealista puro, cuyos eleva-dos
fines tenían, necesariamente, que causar escándalo en un mundo
como el d e entonces))1 7 ) , confluye con las difusas corrientes del espiritua-lismo
del cruce de siglos y se sintetiza en la novela de Galdós, texto de
encrucijada en el que se interrelacionan la dimensión del revolucionario
social dominante en el Cristo romántico, la tendencia a la indagación en
lo patológico -O locura o santidad, como formula de interpretación naza-rinista
segun la propuesta don Manuel Flórez en Halma- y el interés por
lo numinoso que despertó el simbolismo francés del fin de siglo. Por su-puesto
que todo ello está presente en Nazarín y así lo ha ido señalando la
crítica; pero, sin atenuar nada de todo lo que se ha dicho al propósito,
puede dibujarse un panorama complementario sobre el tratamiento de la
figura de Jesucristo en la literatura española inmediata a nuestro autor,
que ofrece otro punto de referencia para la tradición moderna del tema y
su plausible asirriila~ibrip or paite del riuvelista canario.
3. Así pues, y dejando fuera de nuestra atención los escritos devo-tos
de la época y la difusión de libros indispensables como La Vie de
Jesus de Renan 18, no es impertinente recordar cómo los lectores hispa-nos
del xix leían un Cristo ficcionalizado bien en los relatos biográficos
en los que e1 Jesus de Nazareth era el centro de la invención -E/ Máltir
Leopoldo Alas ya había sugerido el modelo de San Ignacio de Loyola (Galdós,
Madrid, Renacimiento, 1912, 283-284): la reiterada huella de la literatura rusa se ha
particularizado en el estímulo que pudo ejercer el príncipe MySKhln de Doslolevshi (Ju-lián
Palley,llNazarin y El idiota)), Insula, 258, 1986, 3); muy plausible es el modelo real e
inmediato de Jacinto Verdaguer a quien Galdós conoció anos antes de la redacción de
la novela como ha mostrado Walter T. Pattison (.,Verdaguery Nazarín., C~iadernosH ispa-noamericanos,
84, 1970-71 , 537-45 (a quien amplia M. L. Boo) ~ d n ano ta acerca de Ver-daguer
y Nazarínb~, Anales Galdosianos, 13, 1978, 99-100); como figuras literarias que
pudieron provocar también la construcción del clérigo Galdosiano han sido apuntados el
Brand de Ibsen (W. T. PATTISONB,e nito Pérez Galdós, Boston, Twayne, 1975, 132) y el P.
Gil de la novela de Palacio Valdés La fe (Peter BLY", Laf e y Cialdós~~a,p ud Brian J. DENDLE
y Stephen MILLCR, Estudios sobre Armando Palacio Valdés, Ottawa Hispanic Studies,
Ottawa, 1993, b2-73 y también en su guía, 95-96).
l 4 La visión del personaje no sólo fue observada desde la proyección de estos ar-quetipos
por los críticos más próximos a la publicación de la obra, sino que también
fue atendida desde idéntica perspectiva por los personajes de Halma : fapues no hay
tanta gente como yo creía -dijo el otro chico de la Prensa, volviendo presuroso-. Está
un actor ... no me acuerdo de su nombre ..., que quiere estudiar el tipo del Cristo para
las representaciones de la Pasión y Muerte, en no sé qué teatrolb (tercera parte, cap. 1).
l 5 Cf. Prank Paul Bowman, Le Christ romantique, págs. 13-86.
lG Theodore LIOLKOWoSbK. Ic, it., 55-97.
l 7 Hans HINTERHAUSEoRb,. cjt., trad. española, 37.
l8 Plantea convincentemente la relación Ciriaco Morón, en artículo citado en nota 4.
Francisco Pérez Gutiérrez (Renan en España: religión, ética y política, Madrid, Taurus,
1988, 157-159) atenúa la posible influencia directa del texto francés en la obra galdo-siana,
cuestión replanteada desde otro ángulo de enfoque por Rubén Benitez (La litera-
V CONGRESO Galdosiano m
del Gólgota de Enrique Pérez Escrich 19- , bien en las figuraciones de la
persona bíblica que reelaboraban la lección romántica del revoluciona-rio
atormentado o de la víctima inocente que se inmola por la salvación
de s u s semejantes.
Repárese, por ejemplo, en la invención del ((varón de dolores~l que
Mariano José de Larra fue perfilando en sus artículos del funesto año
1836 -el escritor desiriteresadu que se viclimiza a causa de las turluo-sidades
de los políticos- y que culmina en esa vía dolorosa que es su
recorrido por las calles madrileñas en ({Eld ía de difuntos de 1836))2 0; un
fondo de cultura bíblica y algunas impregnaciones de ideología saint-si-moniana
explican la modalización de la crisis del escritor bajo la figura m de una víctima sagrada. Y, prolongando la visión de los personajes ro- -
mánticos como transfiguraciones laicas del Mesías, Russell P. Sebold ha E
propuesto la interpretación del Rugero en La conjuración de Vencia y don O n Alvaro c n cl drama del duque de Rivas 21. $
Otra variante de la inmolación del Cristo romántico ofrece José Zorrilla E
en un poema narrativo de 1876: el libro quinto de El drama del alma en
que el poeta imagina la acongojante animación de los relieves en La girola
de la catedral de Burgos. El texto -fechado en 17 de junio de 1867, cuan-do
posiblemente acababa de llegarle la noticia de la ejecución de Maximi-liano
de Habsburgo en Querétaro- superpone la impresionante figuración
de una tormenta fulminada sobre la catedral, el cortejo del [(varón de do-lores,)
c a m i n o d e l Gólgota que esculpió el artista austríaco Vigarny y la evo-cación
del príncipe austríaco conducido a su suplicio:
Esa imagen del Cristo que camina
por el ajeno crimen al suplicio,
de ese pueblo feroz que le asesina
y le escarnece audaz entre el hullicio
O
tura española en las obras de Galdós, Murcia, 1992, 161-17 l), para quien es más plau-sible
la presencia en Nazarín de Das Leben Jesu lvitlsch bearbeltet, de David Friedrich
Strauss, de la que existe un ejemplar de la traducción española en la biblioteca de la
Casa-Museo.
l9 El teatro de mitad de siglo fue especialmente frecuentado por el tema de Jesús:
dramas de Hartzembusch, José Zulueta, Perez Escrich.
Aunque no es este lugar para el desarrollo de la vivencia de la pasión de Cristo
en los Últimos artículos de Larra, pueden ser indicativas algunas referencias: "...acabará
el mundo algún dia, si hemos de creer las sagradas escrituras, las cuales añaden ha-blando
de eso, que Nuestro Señor Jesucristo vendrá a juzgar a vivos y mue r tos~((~( Bue-nas
Noches',, Obras, BAE, 11, 146b); ccada liberal es una pura y viva representación de
la pasión de Cristo, porque el que no anda azotado anda crucificado^^ ($'Tercera carta de
un liberal de acá a un liberal d e allálb, Obras, 11, 46a): (<enp unto a pasiones estoy jvive
Dios! por la de nuestro Señor Jesucristo)~(@ ígaro dado al Mundo)], Obras, 11, 303a).
21 Russell P. SEBOL Dnu, evos Cristos en el drama romántico español.,, Cuadernos His
panoamericanos, 43 1, 1968, 126- 132: M. "osé Alonso Seoane (ed. de La conjuración
de Vencia, Madrid, Cátedra, 1993, 106-1 07) minimiza la interpretación de Sebold, que
resulta muy coherente con el proceso transpositivo por el que los escritores románticos
trasladan a la expresión común, fórmulas consagradas en la tradición bíblica y en la
práctica religiosa cristiana.
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(...) Libre de culpa y de virtud ejemplo,
contempla al redentor m1 fe cristiana.. . ,
(...) esa escultura, ¡aberración insana!,
me hace acordar del buen Maximiliano
a merced del furor republicano (...) ".
Precisamente de Gabriel Espinosa, un personaje construido por el
popular escritor vallisoletano afirmaba Pérez Galdós que ([su figura es tris-te
y hondamente dramática, como que lleva en sí la nostalgia de la per-dida
realeza y un humorismo fino y vibrante, que es el oro puro de la
forma poética (...) Se salva por sus méritos: es un imitador de Cristo~2'.~
Ahora bien, tanto la figura del Cristo reencarnado en el presente de1
escritor como los modernos personajes que remiten metafóricamente al
Hijo del Hombre intensifican su presencia en los textos literarios de fi-nes
del xix, en una múltiple realización de funciones simbólicas y didác-ticas.
Con un valor traslaticio, el laico redactor de la Minrrta de rrn testa-mento
(1876) de Gumersindo de Azcárate o el clérigo protagonista de la
primera novela de Jacinto Octavio Picón -Lázaro (1882) 24- responden
al Lipu de ~wxdóriirrios de Cristo)) que estudió Edwin Mosley, así como
los cuentos morales de Emilia Pardo Bazan (Jesús en la tierra)! y de Luis
Coloma ((El primer baile)) 25 suponen una visita de Cristo a los tiempos
modernos, cuestión capital esta ultima segun la veían muchos escritores
del momento a los que compendiaba Clarín. en un fragmento del
artículo ((La novela novelesca^^ 26. En el cuento de la Pardo Bazan, por
ejemplo, planean las miserias de los tiempos finiseculares - los campos
de batalla, los centros de reunión social en las ciudades populosas, las
grandes fiestas de la clase aristocrática, la codicia abyecta de los misera-bles-,
que se difuminan sobre un fondo de vago lirismo en que se su-man
el motivo folclórico de las virtudes convertidas en perlas y un mar-co
de narraci6n referido al wiejo peregrino, cansado ya de recorrer to-dos
los caminos y senderos de este mundo*.
4. Pero regresando al taller Galdosiano es donde podemos encontrar
llamativos indicios relativas a la atracción que ejerció sobre el novelis-
22 Obras Completas, ed. de N. Alonso Cortés, Valladolid, 1943, vol. 1, 2046-2057:
en mi trabajo ~~Zorrilyla l as fiestas del imperio mejicano^^ (~~Zorrilyl al as fiestas del impe-rio
mejicano., Explicación de textos literarios, XXII, 2, 1993-94, 43-57), estudio con al-gún
detenimiento el significado que tiene este libro poético en la trayectoria del poeta
castellano.
23 B. Perez Galdós, nota sobre la muerte de José Zorrilla publicada en El Imparcial
(24-1- 1893).
24 Cito esta olvidada novela de Picón (ver, Nelly CLEMESiS<YL,á zaroL. a primera novela
de Jacinto Octavio Picón>), Cuadernos Hispanoamericanos, 3 19, 1977, 37-48) como
muestra de la serie temática lmovelas de sacerdote enamorado') que tanto éxito tuvieron
en las literaturas de la segunda mitad del xix y que suelen ofrecer algún tipo de contami-nación
con la figuracion literaria de Cristo.
25 publicadoen Lecturas recreativas; reed. en Obras Completas, ed. P. C. Eguia, Ma-drid,
Razón y Fe, 1952(3), 246-253.
26 Respuesta n una encuesta de El Heraldo recogida en Ensayos y Revistas, Madrid,
V CONGRESO Galdosiano m
ta la figura del Mesías cristiano. Akexander A. Parker estableció aguda-mente
que la aproximación fonética que se da entre el nombre del hijo
de Gloria Lantigua y Daniel Morton -Nazarenito- y el del clérigo man-chego
-Nazarin- no es sólo el resultado de una mera coincidencia
onomástica. El sombolismo de los nombres, siempre tan querido y
practicado por Galdós, en estos dos personajes separados por diecio-cho
años de incansable invención novelesca, responde a un interés
permanente por la figura de Cristo. Interés que, en muchos casos, sólo
se insinúa con leves alusiones microtextuales; en otros, parpadea en
guinos iconograficos con trascendencia narrativa 27 o en la caracteriza-ción
de personajes que reúnen algunos de los rasgos de la figura evan-gélicaZ8,
y en algunas novelas, como en Nazarín, construye una me-táfora
central que recopila los más estimables valores de su momento
histórico.
En la trayectoria que puntean los dieciocho anos que separan Gloria
de iYazarín, Galdós fue transformando una visión polémica de la figura
de Cristo -identificación insistente de su imagen con el aspecto del ju-dío
Daniel Moitoii 29- hasta llegar al inodelo del dulce Mesías, absoluta-mente
libre y plenamente entregado a la práctica del amor desinteresa-do
que es el clérigo Nazarín. Las analogías entre Daniel y Cristo y las
correspondencias entre la Semana Santa de Ficóbriga y la vía dolorosa
que han de recorrer Daniel y Gloria hacen de la juvenil obra Galdosiana
una de las piezas imprescindibles en la historia del tema literario de Cris-to
en la literatura española, El final de la novela, como tantas veces se
ha dicho, deja un horizonte abierto en el niño nacido de los amores del
judío y la cristiana: el flazarenito llamado a ser da personificación más
hermosa de la Humanidad emancipada de los anatgonismos religiosos
por virtud del amor)) 30. El vaticinio del narrador acerca del porvenir del
27 Repárese en las dos imágenes bíblicas que percibe el niño Lusito Cadalso en Miau,
la sosegada y paternal del 16enor de la baraba blanca), y la terriblemente unamuniana,
en la iglesia de Montserrat. de mn Cristo grande, moreno, lleno de manchurrones de
sangre, con enaguas y una melena natural tan larga como el pelo de una mujer, la cual
efigie le causaba tanto miedo, que nunca se atrevía a mirarla sino a distancia~l (Miau,
cap. XXIII). De Guillermina Pacheco dice Mauncia la Dura que ales prima hermana del
Nazareno,) (Fortunata y Jacinta, ed. de Francisco Caudet, Madrid, Cátedra, 1983, vol. 11,
179).
28 Angel Guerra y el clérigo Gamborena en Torquemada y San Pedro, novelas escri-tas
en los mios decisivos que van desde 1890 a 1895; las correspondencias entre per-sonajes
de ficción y la figura de Cristo habrían comenzado en las primeras novelas (J.
B. Hall, Kialdós's Use of the Christian-symbol in Doña Perfecta)), Anales Galdosianos, 8.
1973, 95-98).
29 La identificación entre las dos fi-a uras s e ~roduc eal comienzo de la novela -dilo-ria,
en aquel breve instante de observación, hizo un paralelo rápido entre la cabeza que
tenia delante y la del Señor que estaba en la Abadía dentro de una urna de cristab~
(Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1970, 1, 542a)- y se reitera en las observaciones
del narrador o de los personajes (cf. ed. cit. págs. 566b, 572a, 590b, 593b, 6lOb ... );
Rubén Benitez ha realizado un convincente análisis de las aproximaciones entre las fi-guras
del personaje novelesco y la de Cristo (ob. cit., págs. 55-57, 95-98, 154-158).
30 Gloria, ed. cit., 699.
m BIBLIOTECA Galdosiana
pequeño Nazareno con el que se cierra Gloria -dú, que en una sola
persona llevas sangre de enemigas razas y eres el símbolo en que se han
fundido dos conciencias, harás, sin duda, algo grande- no sólo suscitó
las expectativas de algunos lectores inmediatos de la novela 31 sino que,
además, provocó un paralelo semántica y estructural en el cierre de Na-zarín,
donde el Cristo soñado por el protagonista le asegura solemnemen-te:
({yo sé que has de hacer mucho más), 32.
Este final abierto de la novela de 1895 reclamaba, a su vez, una con-tinuación;
((Nazarín no es obra terminada, ni lo pretende)) escribía ~Cla-rín)~
e n su reseña 33. Y la continuación vino en la muy disputada Halma y
en la cumbre del espiritualismo Galdosiano que es la historia de Miseri-cordia.
Desde la bella imagen del Cristo que recorre las calles de Ficóbri-ga
en Gloria 34 O el agónico icono de la iglesia de Montserrat en Miau sur-ge
el Cristo de los tiempos modernos, el Cristo hecho hombre -o los
hombres travestidos en nuevos Cristos-, cuya vida y cuyas enseñanzas
(didajé y kerjgma) se desbordan hacia el reposado amor con los amigos
-((ese modesto cura no tiene que hacer más que conservarnos su pre-ciosa
amistad, que tanto ~stirnarnos,m, anifiesta Urrea en Halma- y, más
allá todavía, hacia la caridad universal que predica Benigna: ((y ahora vete
a tu casa y no vuelvas a pecar11 35.
5. Los estímulos para la figura del Cristo le venían a Galdós desde
las literaturas europeas y desde la española, desde algunos casos próxi-mos
que pudieron tocarle profundamente en sus inquietudes -Jacinto
Verdaguer- y, por supuesto, desde el taller de sus propias figuraciones.
Pero bien pudo intervenir también el impulso inmediato de un artículo
periodístico que se publico algunos meses antes de que él iniciara la
redacción de Nazarín.
Galdós no necesitaba documentarse con esfuerzo sobre el trabajo de
los periodistas y el ambiente de las salas de redacción: de lejos le venía
la familiaridad con los periódicos y la estrecha relación personal con los
periodistas. Es bien sabido que el inicio de su carrera literaria se situó
en las paginas de las publicaciones periódicas y que, como cronista o
como comentador, había sido testigo de algunos momentos estelares de
la Historia contemporánea española. Pasados los años, la experiencia
periodística juvenil se transformaría en materia novelesca: en La deshe-
- -
3' [(Ningún resplandor se percibe sino aquel que el autor nos señala al fin de su obra,
aquel niño Jesús que crece entre nosotros desconocido y que debe aparecer gloriosa-mente
un día. Yo le espero con ansia, yo confío que intentará algo grande y digno de su
prosapia. iCirande y hermoso será lo que haga si Galdós llega a contarlo!^^ (texto de
Palacio Vd l d t s rt-s~aladop or Noe l M. VALIS, 1dJna opinión olvidada de Palacio Valdes so-bre
Benito Pérez Galdós'l, Boleth del Instituto de Estudios Asturianos, 37, 1983, 691-
7 14.
32 Na7arín. Madrid, Aguilar, 1965, V. 1786b.
33 Recogida en el volumen Galdós, Madrid, Renacimiento, 19 12, 275-28 1 .
34 Gloria, ed. cit., 619b.
35 Ver Robert RUSSELL[~, TheC hrist Figure in Misericordia)), Anales Galdosianos, 2 ,
1967, 103-130.
V CONGRESO Galdosiano m
redada 36, en los apuntes satíricos del cronista que reproduce el discur-so
político de Torquerriada de Torquerriada eri el Purydlorio y, por su-puesto,
en los Episodios de la serie final: .él era un guanche y yo celtí-bero
(...). Ambos, en la época que llamaré amadeísta, matábamos el
tiempo y engañábamos las ilusiones, haciendo periodismo, excelente
aprendizaje para mayores empresas]] 37. Con todo, el universo periodisti-co
que había conocido Galdós en sus años jóvenes se había ido trans-formando
con los anos. Y si, por ejemplo, el Manolo Infante de La incóg-nita
todavía podía señalar a su corresponsal de Orbajosa que .si el repor-terismo
y la fiebre de la noticia los inducen (a los periodistas) común-mente
a explotar cualquier asunto que dé saborete y picor de escándalo
al papel de la mañana o de la tarde, basta una indicación amistosa he- -" ,
cha en estos pasillos para poner coto a las reticencias contra personas E
respetables]], pocos años más tarde, Emilio Castelar no podía decir lo O
mismo: (<terriblea buso el puesto en boga por los reporters, dominantes n hoy sobre la prensa, cuando comunican indiscretos, sin empacho ni es- B
E crúpulo, al público las conversaciones particulares y privadas, que nun- E
ca se aderezan y componen para tal publicidad^^ 38. El propio Galdós ten- 2
dria su arreglo de cuentas con los reporteros que redactaban las notas =
de los estrenos teatrales con escandalosa irresponsabilidad. El extenso 3
pi6logo que pusu d la edi~ibrid e Los Corideriados (1893) es el Leslirriu- --
nio más significativo que nos ha quedado de su conflicto. 0
m
E
Pero algunos periodistas influyentes de los años finales de siglo tuvie- O
ron siempre la confianza del novelista: uno de ellos era Julio Burell, no- :
table periodista político que resuena hoy en la memoria literaria por su n
presencia estilizada en la figura del gobernador toledano de La Voluntad a
L
o del ministro benefactor en Luces de Bohemia. Se recuerda menos su A
devoción hacia la figura de don Benito 39 y, hasta donde llegan mis noti- n
2
cias, nadie ha tenido en cuenta el que su famoso artículo <<Cristeon For-nos))
40 constituye un estimulante juego de intertextualidades Galdosianas 5
O
que, muy posiblemente, pudieron estar en el origen de la novela Maza-rín
.
El artículo de Burell (véase reproducido en APÉNDICE)d esarrolla el
motivo de la literatura moderna que sugiere la pregunta sobre cómo re-accionaría
Cristo si regresase a vivir en los tiempos modernos. Goethe.
3G El capitulo inicial de la segunda parte, titulado ,-Efemérides-, no es sino una apli-cación
de la técnica redactora de los sueltos y gacetillas periodísticos.
37 Amadeo 1, cap. 1.
38 Emilio CASTELA[KR,r ónica Internacional>',L a España Moderna, diciembre, 1893, p.
185.
3Y Chonon H. Berkowitz (Pérez Galdós: Spanish Liberal Crusader, Madison, Univ. of
Wisconsin Press, 1948, págs. 247 y 430) recuerda algunas intervenciones periodísticas
y administrativas de Julio Burell en favor del escritor admirado. En el archivo de la Casa-
Museo se conservan varias misivas del periodista, fechadas en 6-1-1910, 2-XII-1916 y
enero de 1917. " Fue publicado en un numero monográfico de El Heraldo de Madrid (111-1884) en
el que también aparece otro articulo, de José Cubas, sobre ~dialdós,a utor dramático>'.
BIBLIOTECA Galdosiana
Balzac, Dostoievski, entre otros, se había formulado el interrogante y
habían proporcionado su respuesta particular. En el texto periodístico de
Burell, una orgía muy ((fin de siglo^^ -<se anegaba en champagne y se
ahitaba de besos, de trufas y de ostras)- marca el escenario para el
homenaje Galdosiano. Los participantes en la loca fiesta celebrada en el
célebre café madrileño son personajes conocidos para los lectores de
Galdós, puesto que proceden de las n novelas contemporáneas)): Polito, la
Peri, Cisneros, Malibrán ... ; un extraño, al que la Peri confunde con Fede-rico
Viera, interrumpe la alagarabia de la fiesta y entabla un diálogo con
la mujer. l&oy la voz de todos los dolores, el eco de todos los torrentes,
la sombra protectora de todo lo que cae, la última esperanza de todo lo
que va muriendo (. . .))), y en estos términos sigue el monólogo del perso- m
riaje, que termina identificándose con Cristo. El rechazo que provoca su
E presencia impertinente sólo encuentra alivio en la prostituta que -otra
vez el productivo motivo decimonónico de la <(pecadora arrepentida)-
sale en su defensa: vera el rastro luminoso que, al alejarse, había dejado
el desconocido^^.
El periodista amigo había visitado la casa de la ficción Galdosiana para
galvanizar a sus personajes más abyectos, y Julio Burell contraponía a
esos personajes la figura religiosa de la conciencia del amor; Galdós no
podía menos que volver a vistar la misma casa y saludar a sus persona-jes,
aunque posiblemente prefiriera olvidarlos, una vez intuidas por él las
posibilidades que ofrecía la figura del Cristo fin de siglo, visitante del
cafk FOrnos; el Cristo que, como ha visto Hans ninterhauser, regresa al
tiempo moderno y se transfigura en la persona del sacerdote manchego w
n
o en la alucinación onírica que invita al sosiego y a la esperanza al prota- a
gonista de una novela de 1895, ya iniciada en el final de otra novela de
1877; desde el Nazarenito a Nazarín. n
V CONGRESO Galdosiano m
Bajaba hasta la calle, como catarata de la orgía, el estruendo de aquella dorada lo-cura,
que allá, en lo alto, en el confortable rincón del restaurant a la moda, se anegaba
en champagne y se ahitaba de besos, de trufas y de ostras.
-¡Que la Peri dé cuatro pataítas sobre la mesa, que Lucy baile con Gorito Sardona
el pas a quatre! gritaban como energúmenos los jóvenes alegres.
Y mientras Polito estampaba con sus labios un cómico beso sobre la frente de Matil-de,
y mientras Matilde pasaba su brazo por el talle de Susana, la voz del viejo Cisneros
dejóse oír, formidable y terrible.
-Hijos míos, exclamó adoptando actitudes tribunicias, sois unos sinvergüenzas; no
valéis para nada; viejo y todo, estoy seguro de que estas nobles damas me encuentran
más guapo y más fuerte que a vosotros ...
Un aplauso formidable, un ihurra! entusiasta respondió a las palabras del sátiro ... Y
Cisneros continuó:
-Si no fuerais gente que pierde la cabeza con cuatro copas de champagne: si su-pierais
respetar a las señoras y honrar con una compostura decorosa mis canas venera-bles,
os invitaría. ..
-¡Viva Cisneros!
¡Viva el amigo de la juventud y de los placeres honestos! gritó el distinguido concur-so.
Y el reverdecido Sileno acabó la frase diciendo:
... Os invitaría a vaciar una copa de manzanilla en casa de la Peri y a ganarnos hon-radamente
unos cuantos luises a un bacarrat tournant.. .
La última palabra determinó un verdadero delirio. El pobre Cisneros era abrazado,
estrujado. besado ... Malibrán, dejando el talle de Matilde, corrió al piano y tocó el him-no
de Boulanger. .. La Peri, tomando el brazo de Cisneros, hizo ademán de adelantarse
a la puerta, y con una graciosa reverencia dijo en tono de gran duquesa:
-Senoras y señores; espero a ustedes con mi real esposo, en nuestros augustos
salones ...
Chocaban las copas, chocaban los cuerpos, el piano arrojaba un vértigo de salvajes
ruidos ... De pronto, la Peri se separó de Cisneros y lanzó un grito terrible.
m BIBLIOTECA Galdosiana
-i Federico! ... iFederico! ...
Nadie había visto entrar a aquel hombre; la puerta no se había entreabierto siquie-ra
... El asombro fue general ... Cesaron en su vértigo los cuerpos, calló el endiablado
piano ... Circuló por el aire de bacanal una corriente de miedo ... Sólo la Peri atrevió a
acercarse al recien llegado ...-i Federico, Federico mío!, háblame, sácame de esta pesa-dilla
... Yo amortajé tu pobre cuerpo, yo besé tu cara, cien y cien veces, para darte ca-lor;
yo insulté a la muerte cuando te metieron en la caja; yo cubrí tu sepultura de flo-res..
. No eras nada mío, y eras la única luz de mi alma, te llamaba la gente perdido, y
sólo yo, la Peri, la pública, sabía que el corazón no te cabía en el pecho, y que eras
bueno, y leal, y noble ...
La noche de tu suicidio creí volverme loca ... No te mataste tú: te mató el mundo. el
mundo que aquí se emborracha con la Peri, diciéndole que baile, y después hace mil
reverencias a Currita, llamándola virtuosa; el mundo, que hallaba infame tu cariño y el
mío, y te llamaba tonto porque no explotabas a Augusta ...
El desconocido tendió la mano a la mujerzuela... -te equivocas. le dijo, no soy Vie-ra;
no soy tu Federico; mira esta mano atezada, mira este costado sangriento; deslum-bra
tus ojos en el místico nimbo que sobre mi frente resplandece ... Soy la voz de todos
los dolores, el eco de todos los torrentes, la sombra protectora de todo lo que cae; la
última esperanza de todo lo que va muriendo ... Soy también el amor que redime, soy la
humildad que perdona, la mansedumbre que no se cansa, la llama que conforta y no
quema ... Soy el que nunca muere, el que nunca pasa, el que se alegró en Galilea y sudó
en Jerusalén ... El que perdonó a la adúltera, el que curó al leproso, el que confundió al
fariseo, el que templó su sed en el cántaro de la Samaritana. El que dijo al rico codicio-so:
deja tu casa y tu heredad y sigue mis pasos. El que enseñó al pobre a vivir contento
con sólo el pan de cada día. El que perdonó las injurias, el que convirtió su cuerpo en
pan de las almas, el que dijo: <(perdónales, que no saben lo que hacen11 y redimió con
su sangre divina el pecado mortal del hombre ... Soy Cristo ... Abrázame ...
El estupor primero había producido, a su vez, un silencio profundo. El desconocido
pudo pronunciar en paz solemne, y casi religiosa, sus divinas palabras ... Pero pasada la
sorpresa, el ataque neurótico de aquellas gentes distinguidas alcanzó proporciones de
escándalo.
-iFuera!. . . iFuera!. . . iEmbustero!. . . flnarquita! gritaban todos como energúmenos.
-¡Ahí va eso! dijo tiorito Sardona arrojando sobre aquella sombra misteriosa una
copa de Champagne.
-¡Camarero! exclamó indignado Malibrán ... ¿Qué servicio es el de esta casa? ¿Cómo
pueden llegar hasta nosotros estos tipos?
El desconocido, sin inmutarse ni moverse, con expresión de paz sublime en el ros-tro,
volvió a hablar, lleno de dulzura:
-Yo perdono vuestros dellrlos; sois carne y sois pecado, pero también podéis ser
arrepentimiento y amor. .. La hora presente es casi igual a aquella terrible y suprema en
que fui llevado hasta el Calvario ... El orgullo, el egoísmo, la ambición, la soberbia, la
lujuria y o1 orgullo humanos so pasean frenéticos por el mundo ... Vuestros corazones
están mucho más fríos que el triste cuerpo de Lázaro. Los de arriba cabalgáis sobre los
siete pecados capitales. Los que están abajo sólo ponen sus esperanzas en el odio que
envenena y en la dinamita que mata. Mientras vosotros os prostituís en la carne y ori la
lujuria, a vuestro lado, sobre las aceras de la calle, hay niños que lloran de hambre y
frío; mientras que vosotros os indigestáis de lo superfluo, no lejos de aquí hay muchos
hogares sin lumbre y sin pan; mientras vosotros entonáis el himno de la locura envileci-da,
allí abajo hay otros locos que esperan la hora de suprimiros ... [Y es tan fácil tener
caridad, y es tan dulce sentir amor! ... Venid a mi, yo perfumaré vuestras almas con la
flor mística de Sión; yo trocar6 vucstra lascivia en suave llama del espíritu; yo fertilizaré
V CONGRESO Galdosiano m
la tierra seca de vuestros corazones agotados; yo daré de beber a vuestros labios sin
calor la sangre ardiente de mi costado herido ... Venid: ¡SOY la única esperanza! ...
-¡Fuera! ¡Fuera! volvieron a clamar los caballeros y las damas ...
-i Camarero, ponga usted a este anarquista en la calle! gritó Malibrán.
-iBahl Lo mejor es darle un puntapié, dijo Cisneros, y se lanzó hacia la sombra.
Pero la Peri le detuvo por el brazo ...
-Mira, viejo borracho, le dijo, si das un paso, te estrangulo ...
-Y al decir esto, llegó hasta ella una llama deslumbradora ...
Era el rastro luminoso que, al alejarse, había dejado el desconocido.
Julio Burell (Heraldo de Madrid, 1-11- 1894).
V CONGRESO Galdosiano m
ACERCA DE LA MUJER
(TRISTANA) : EL GALDÓS
DE MARÍA ZAMBRANO
Juana Sánchez-Ciey Venegas
E
R c a r d o Gu11Ón sostiene que: ((En O
n
Tristana no se vislumbra una tesis, ni voluntad de probar, nf manlpula-ción
autorial del personajell l; sin embargo, María Zambrano afirma que
({Está en ella, en Tristana, la paradoja intelectual casi de la obra de Gal-dós)~
y aún más: ((Es, entre todas las novelas de Galdós -me permi-to
decirlo- una de las más originales, preciosa casi, mimada por su
creador^^ ".
E1 motivo de este mimo se debe a que Tristana muestra con claridad
uno de los temas mas queridos por Galdós y María Zambrano: los
sueños y el tiempo. El porqué de esta querencia tiene un nombre: la re-velación.
Esta es la más peculiar de las formas humanas de ver y de co-nocer:
.El resto es, puede ser, conocimiento; más de otra especie11 '.
Para María Zambrano esta novela muestra un Cialdós que, además de
gran conocedor del alma femenina -como se repite insistentemente- y
del alma, da razón de la lucha de una mujer; o mejor, de una criatura,
por su liberación.
El modo no es iluso, como se ha dicho, ni pueril o fantasioso. Es la
convicción de que la verdad existe y todo el ser es su caja de resonan-cia.
Los sueños son su anuncio y, como Lázaro, sólo esperan la voz del
Amor para echar a andar. Y si alguien creyera que las muletas de Trista-na
no eran el instrumento más conveniente para emprender camino al-guno,
será más bien que no habrá caído en la cuenta de que el Amor,
como la paloma kantiana, no camina, vuela. Sus alas son para Tristana
el despertar al pensamiento, como la vía propiciadora de espacios sin
fronteras; y el arte, sede de la creatividad, de la voluntad, que lleva a
poner en acto los más hondos deseos, a realizarlos, según su profundo
sentido, es decir, a izar la realidad donde cada uno la crea.
- -
' PÉREZ GALDÓS, B., Tristana. Alianza, Madrid, 1992. Prólogo.
ZAMBRANMO,, ,L a Espada de Galdós. Endymión, Madrid, 1989, pág. 176.
Ibidem.
Ibidem, pág. 24.
m BIBLIOTECA Galdosiana
En la revelación se conoce el objeto y su horizonte, lugar privilegia-do,
que llena de vida aquello mismo que se aprende. La crítica de Gal-dós
y de María Zambrano al conocimiento formalista es debida a que
ambos han saboreado el saber que se adquiere por revelación. Y la pe-culiaridad
de éste no es el tema, sino el modo de acercamiento.
En dicho conocer no está vivo sólo el objeto, también el sujeto se
vivifica y queda transformado. Por el contrario, el saber que no transfor-ma,
la cultura que no ilumina, la experiencia que no enriquece, no es
más que pseudoinformación que de nada sirve. Aún más, la revelación
entrega un don moral: el compromiso, la decisión. En efecto, las cosas
dejan de ser sólo objetos para ser realidades vivas, que obligan a una
aventura y llenan de plenitud los instantes. m
Así María Zambrano dice que Galdós está del lado de la razón poéti- D
ca. Y ésta cae junto a la pasión. Ella acompaña el vivir de la realidad, el E
misterio que está dentro de la materia y que hace sentir y revivir lo que O
n
lienes y a lo que aspiias. Porque vivir no es un sumar sucesos; en la vida
-- m
hay siempre algo inverosímil, una atmósfera que parece no real y que, al O
E
I
serlo, trae a la memoria sueños presentidos, hilo explicativo de lo que 2
está acaeciendo. m -
Y hay secretos que un día serán revelados. Misterios más allá de la ver-dad
de ahora, que si por alguien son declarados pasan por mentiras. Y así,
nuestros sueños, nuestras esperanzas, pueden transformar la mentira en
verdad, pueden creer verdades, ((hayv erdades que han sido primero men-tiras~".~
Tristana se descubre real en sus sueños y vislumbra tenue, pero con
ElrmeZa, el camino que debe emprender y que lleva eri su interior; meta
de las aspiraciones que están en su corazón desde siempre, que recono-ce
como suyas, como lo más propio de sí misma. Ahora lo percibe por-que
la realidad se impone siempre, tarde o temprano; se presenta y se
revela.
Y es que la realidad necesita ser descubierta cada día. [(Vivir es bus-car
la realidad, perseguirla, hasta pordiosearla)^ 6. La realidad vive gracias
a los sueños. Vivimos, en primer lugar, ensonándonos y luego tocamos
lo real que habíamos presentido; por esta razón dirá María Zambrano que
la realidad vive de algo. Lo real se nos aproxima gracias al amor, amor-pasión,
emoción que llena de contenido lo que es porque hay un alguien
que así lo percibe. Después se da el reconocimiento.
Galdós expone dicho reconocimiento en la novela y María Zambrano,
desde la filosofía, medita acerca de este género literario. La novela, como
ningún otro, conforma la interpretación teórica a las vivencias y se cine
a dicha explicación, que resulta tan cotidiana como lírica. Esta es la hon-dura
de la vida: sueno-revelación en el tiempo.
Ibidem, pág. 137.
Ibjdem, pAg. 75.
V CONGRESO Galdosiano m
La Filosofía, personalismo, razón vital, existencialísmo, intenta ensanchar
el horizonte de la conciencia y del pensamiento para dar cabida a la inte-gridad
del hombre, es decir, al hombre que se suena e inventa a sí mis-mo.
Si logra el intento, la novela no comportará una condenación, será el
punto en que coinciden Filosofía y Poesía '.
EL AMOR: CREADOR DE CONCIENCIA
Tristana descubre la peculiaridad del amor: Horacio da miraba entera-mente)~
y ella s e sentía confortada, dispuesta a s u realización. Tristana
vivió sin realidad hasta que vio a Horacio. La realidad estaba allí, pero
no había sido descubierta, porque si el amor requiere conocimiento, es
ante todo generador de sabiduría.
... el amo1 os al derrierilu, por así decir, de trascendencia humana; prlme-ramente
fecundo, seguidamente, si persiste, creador. Creador de vida, de
luz, de conciencia
El contenido deslumbrador que se produce en el despertar de Trista-na
es, pues, el amor. Hasta entonces había estado dormida, en una ado-lescencia
inmadura, en la que no tenía acceso ni tan siquiera al tiempo
y la rutina era el único huésped de s u alma deshabitada.
Tristana no tiene ni tan siquiera acceso a su pasado, pues lo que le pasó
le ha cerrado el porvenir y sigue estando ya ahí sin pasar 9.
Al despertar descubre el tlempo y entonces vendrhn las razones, los
porqués que explican dónde estamos y se cae en la cuenta de hacia
dónde vamos. El amor realiza, y entonces se concibe la vida como un
proyecto que hay que acometer y que se entraña con la vida: ((Quien no
tiene pasión no puede ni quiere tener razón^^ lo. Por esto, el amor nos
reconcilia con el pasado y con nosotros mismos. Nos unifica. Y esta con-cordia
será la fuerza que impulsa el proyecto de vida, porque el amor es
explicación que da sentido al presente y enlaza el futuro con el pasado
... pues que todo amor, aunque no sea de casarse, se inicia como ritual-mente
con una invocación a los antepasados y a la tierra natal y al alba
de la vida l l .
Tristana y Horacio se vieron y al verse en el amor, reviven. Revivir es
exponerse su origen. Por esto Horacio le dice que al verla ha encontrado
su patria. Esto es, tratan de exponerse su origen y hablan de sus vidas
' ZAMBRANMO,. , Espana, suenoy Verdad. Edhasa, Barcelona, 1965, pág.32.
ZAMBRANOM, ., La Tumba de Antígona. Mondadori, Madrid, 1989, pág. 20.
ZAMBRANOM,. , La Espana de Galdós, op. cit., pág. 152.
'O Ibidem, phg. 99.
l 1 Ibidem, pág. 162.
m BIBLIOTECA Galdosiana
hasta la saciedad, para decirse quiénes son, puesto que ahora, gracias
al amor, descubren la explicación de sus vidas. q6ólo el amor tiene acce-so
a ese oscuro centro de la luz viviente* 1 2 . Galdós describe así el en-cuentro
entre Tristana y Horacio.
Fue Tristana en su busca: ... y al cruzarse su mirada con la de aquel suje-to,
pues en ambos el verse y el mirarse fueron una acción sola, sintió una
sacudida interna, ... 13.
La mirada en el amor no sólo es ver sino verse; en los ojos del ama-do
se descubre un saber que contiene un horizonte y en él se encuentra
la realidad presentida, nunca perfectamente acabada, que tiene por fin
alguien que la acoge y en quien recogerse.
Pues que decisivo en el amor es el ver, el verse, verse a sí mismo en otro,
el ver a ese otro en sí mismo, si a ello se llega, el verlo en otro medio que
cn el común, el verlo más allá y más alto y mas hondo, en otra luz nítida
y viviente. El ver del amor es el ver de la revelación lU.
En efecto, se vieron, y como el amor es fuente de conciencia, crea-ron
proyectos de vida. Pero tal vez en ambos surgieron proyectos dis-tintos.
Galdós traza con indudable acierto la línea divisoria entre los corazo-nes
de Tristana y Horacio. Aunque, como relata Ricardo Gullón, Emilia
Pardo Bazán se considere frustrada al creer que Galdós no trata acerta-damente
(da esclavitud moral de la mujer^^ 15; sin embargo, creemos que
Galdós expone con fina sensibilidad el despertar del pensamiento en
Tristana y su cruda lucha por autentificar su realidad personal.
En primer lugar, habría que decir que, a pesar de las ataduras de Tris-tana
desde su mocedad, Galdós toca su alma que siente y que piensa en
libertad. María Zambrano dice que (gen Tristana resuena la paradoja de
don Benito Pérez Galdós. ¿Quién era Galdós?~1 6~. En efecto, Tristana, tal
vez también don Benito, hubo de padecer su afzin de independencia, su
ansia de libertad, su escepticismo ante el matrimonio, que le hacía sentir-se
obligada y no libre. María Zambrano lo reitera: ((Se dio a querer ser
alguien, y a querer hacer algo para ello)) 17. Asi, el sentimiento por ser li-bre
se aviva en Tristana, claro y contundente.
lZ Ibidem, pág. 163.
l3 PEREZG ALDÓS, B., Tristana, op. cit., pág. 40.
l4 ZAMBRANOM,. , La Espana d e Galdós, op. cit., pág.
l 5 PEREZQ ALDÓS, B., Tristana, op. cit. Prólogo.
l6 ZAMBRANOM, ., La Espana d e Galdós, op. cit., pág.
" Ibidein, pág. 158.
V CONGRESO Galdosiano m
El despertar de Tristana a la independencia es fruto sazonado del
amor que siente por Horacio. Este, sin embargo, no concibe mas proyec-tos
que el dejarse arrebatar por la vida: casarse. Tanto Galdós como
María Zambrano describen con detenimiento el doble y hasta antinómi-co
proyecto de ambos, porque si es importante que el amor despierte
conciencia, lo productivo será la asunción de tales proyectos. Por una
parte, Tristana se ha puesto manos a la obra y estudia inglés, y lee a
Shakespeare: ((Y lo mismo le hinco el diente a un tomo de Historia que
a un tratado de Filosofia~la~. Y no solo son planes intelectuales, los de
Tristana serán también certidumbres acerca de su destino personal.
El problema de mi vida me anonada más cuanto más pienso en 61. Quie-ro
ser algo en el mundo, cultivar un arte, vivir de mí misma. El desaliento
me abruma. ¿Será verdad, Dios mío, que pretendo un imposible? Quiero
tener una profesión, y no sirvo para nada, ni sé nada de cosa alguna. Esto
es horrendo 19.
Galdós propone esta lucha social desde Tristana y desde Horacio, sólo
que este tiene un papel meramente pasivo: sucede. por tanto, que am-bos
la perciben de modo diferente. María Zambrano apuesta decidida-mente
por el novelista.
Cialdós es el primer escritor español que introduce a todo riesgo la muje-res
en su mundo. Las mujeres, múltiples y diversas; las mujeres reales y
distintas, ~~ontológicamenteigfiu)a les al varón 2 0 .
Tristana, qué duda cabe, es trasunto de un hondo sentimiento social
de su época: una mujer atada que ni la Revolución de 1868 logró liberar
de sus cadenas. Y aunque, al fin, Tristana ha de optar por el matrimonio
con don Lope, Galdós se encarga de hacernos ver que está más allá de
esta componenda. La libertad de Tristana, pues, no reside en las circuns-tancias
que rodean su destino, sino en la conciencia clara y cierta de que
tiene una misión que cumplir, aunque ésta se le desbarate.
Pues que la realidad verdadera se encuentra en una ascensión, no en una
brega 21.
Aunque brega fue, claro está, la lucha de Tristana por su libertad. En
este sentido, como hemos dicho, no estamos de acuerdo con las críti-cas
de la Pardo Bazán, ni tampoco con las manifestadas por Carmen Bra-vo
Villasante puesto que en ningún momento nos parece Tristana tuna
parodia del feminismo y el mayor alegato novelesco en contra de las teo-rías
de la emancipación femenina)) 22. NOS parece más lúcida e incisiva la
l8 PEREZ Cl~t.nÓs, R., Tristona, np. cit., pág. 1 12.
l9 Ibidem, pág. 104.
20 ZAMBRANOM,. , La Espana de Galdós, op. cit., pág. 188.
2' Ibidem, pág. 168.
Z' BRAVOV ILLASANTCE,. , Galdós. Mondadori, Madrid, 1988, págs. 87 y S S .
BIBLIOTECA Galdosiana
interpretación de María Zambrano que encuentra en Tristana un Galdós
<%infinitoin, acabable, hermético y dador,)2 3, como también era su perso-naje:
la Srta. de Reluz. Que no pudiera cumplir su destino es otra cosa,
pero no era ilusa, aunque sí era improbable el proyecto liberador en su
epoca porque, en erecto, la liberlad sentida por Tristana es inabar~able.
Así se descubre en eterno estado de dádiva, que quiere entregarse, sin
ataduras ni compromisos que le obliguen. Libertad que no tiene que ver
con las cadenas que le atan a don Lope, ni con las que ella misma se
ató a Horacio, o, por fin, con las que le atan a unas muletas que no son
más que circunstancias de este mundo y de las que ella en su corazón
se siente liberada.
Pues que solamente la libertad, cuando se acerca, hace visible la escla-vitud
24.
Este es el Galdós de María Zambrano. Por esta razón, resulta tan difí-cil
admitir que Tristana no sea un canto a la liberación de la mujer. En
efecto, Galdós manifiesta su preocupación social por este condiciona-miento
y Tristana responde con resolución. Que el destino discurra por
otros derroteros es otro asunto, pero el dolor sereno de Tristana, como
una nueva Antígona, deja claro por dónde deberían ir las soluciones.
Este mundo de la novela Galdosiana más que de novela es de tragedia:
de la tragedia de la individualidad 25.
Tragedia que se hace más intensa si el canto a la individualidad es
exaltado por una mujer. Contradicción que se percibe con dolor, y así
sucede que cuanto más individual, más se nota la carga de las depen-dencias.
Por esto, Tristana, sin querer, queriendo, mastica su tragedia y
le pesa su individualidad, se siente distinta.
Lo que he pensado de mí, estudiándome mucho, porque yo me estudio,
¿sabes?, es que sirvo, que podré servir para las cosas grandes; pero que
decididamente no sirvo para las pequeñas 26.
Si Tristana despierta al pensamiento podría decirse que el aldabona-zo
se lo da el arte. La vida le viene de la mano del arte que le descubre
espacios vitales: 11y comprendí que el alma d e la forma era el s u e n o ~27~.
Tristana asciende a la realidad verdadera y plenifica el sentido de su
23 ZAMBRANOM,. , La España de Galdós, op . cit., pág. 177.
24 ZAMBRANOM,. , La Tumba de Anágona, op. cit., pág. 37.
L5 ZAMBRANOM,. , La España de Galdós, op. cit., pág. 192.
26 PEREZ CIALDÓS. B., Tristana, op. cit., pág. 94.
27 ANDRÉSR UIZ,E ., <<Lpai ntura según María Zambrano)).C YAN, núm. 19, febrero-mar-zo,
1991.
V CONGRESO Galdosiano m
vida]). Vivir es un equilibrio entre el anhelo oscuro y la imagen que se
vislumbra sulamente~lA. sí Tristana va decidiendo. Observa que el arte le
humaniza: acude a la pintura, a la poesía y, por fin, a la música. Estas
artes producen en ella una visión clarificadora, le conceden humanidad
y el estar ávidamente inquieta.
La conjunción de los dos sentimientos es su humanarse, lo cual no
está exento de un ensimismarse y un enajenarse. La realidad que perci-be
en plenitud le obliga a abandonar su origen, que fue pobre y alicorto.
Ahora Horacio le estorba, pero en su ansia de comunicación le necesita
y entonces Tristana lo recrea. Así le dice en una de sus cartas a Horacio,
cuando la cojera empieza ya a apuntar.
Yo te engrandezco con mi imaginación cuanto quieres achicarte, y te vuel-vo
bonito cuando te empeñas en ponerte feo, abandonando tu arte subli-me
para cultivar rábanos y calabazas. No te opongas a mi deseo, no des-vanezcas
mi ilusión; te quiero grande hombre y me saldré con la mía 28.
Sin embargo, Horacio, que no ha sufrido transformación alguna, re-conoce
su propia cortedad de miras y la asume. Por el contrario, Trista-na
tras esta vivencia de auténtica catarsis, está dispuesta para la más
íntima reconciliación consigo misma. De aquí que llegue al silencio, don-de
transformación y plenitud se funden. La reivindicaci6n Galdosiana
queda clara, también la insatisfacción posterior de Tristana, y su apoca-miento
ante esta realidad cansina que esquiva y falsea.
Tal vez Tristana padezca el dolor de su invalidez como la convicción
de que el sueño no produce seguridades y sea, en fin, ese carácter pro-visorio
el único que ofrece paz. porque le permite profundizar en lo que
es y lo que quiere ser. Por esto, el final es oración, como en la obra zam-braniana
de Los sueños y el tiempo. Tristana se rinde ante la evidencia y
atesora la realidad en su regazo. Ya no le interesa ser entendida ni acep-tada:
ha traspasado ese lindero y, allí donde no hay más que una casa y
un jardín con gallinas -en que algunos verían, como dice María Zambra-no,
la vulgaridad Galdosiana- Tristana recupera su ser: tiene una concep-ción
mucho más equilibrada del lugar que debe ocupar cada cual en el
orden natural.
28 PÉREZ GALDÓS, B., Tristana, op. cit., pág. 130.