IV CONGRESO WDOSIANO
UN ENSAYO SOBRE Galdós
Y LA ILUSTRACION
Sebastián de la Nuez
A r.primcra-".ista dever
relación entre el pensamiento y la literatura del S. YVIII espaiiol o europeo, con la obra y el
pensamiento de Galdós es, cuanto menos, una empresa temeraria o baldía. Contemplando
la literatura: la faltadeciertosgeneros, como la novela, su prosaismodidáctico yracionalista,
su proyección afrancesada o su pensamiento cientificista y el rigor de sus reglas, que dieron
lugar al neoclasicismo, no podríamos encontrar nada más opuesto a la novela costumbrista
-reaIista o dramática-, a la concepción historicista y social de la novelística y dramaturgia
Galdosianas. Por otra parte, el mismo escritor se encargó de señalar la falsedad o frivolidad
de la poesía neoclasicista, lo artificioso de las tragedias y comedias, la inconsistencia de los
ensayos, el didactismo prosaico de los fabulistas, etc.
En donde cm más precisión expone D. Benito sus ideas sobre el S. xvirr, son unas
reflexiones insertas en su amplio ensayo sobre Ramón de la Cruzy su época (18701, en el
inicio de su obra creativa: La Fontana de oro (1867-68) y El Audaz (18711, sin contar con
las referencias que se hacen en sus cuentos y sus numerosos artículos. Allí encontramos, sin
duda, una primera valoración de aquel siglo polémico, en aquel momento ran poco estudiado,
a pesar de "estar tan cerca", como él mismo dice, Extrayendo los párrafos más significativos
podemos hacer una síntesis de las ideas Galdosianas en todos los aspectos de la sociedad y
de ~aLU~~ia&e&ihcs" -c\ a"a- m- n-ntnmhrnr. nnninraiAn Aol onntiAn m n r o l
C(J LtLL !C(D bVJ LUL l lVLC0 . ybl vLLYIVI i UIIUILL*.UV i ~ ~ v i\ +ra * )i, f ~ ! & d ~
dignidad, confusión de clases, sin igualdad, relajación de las creencias religiosas; b) en
política: confusión, falta de principios, empirismo, influjo de las camarillas (...), laudables
ernpeiios de adelantamientos materiales (...) y c) en las letras: domina la frivolidad y ci
amaneramiento, pérdida de la noción pura de la belleza, y de toda intuición artística; olvido
del carácter nacional y de la historia (...) muerte de la idea (...) impresión sensual (...)
violencia del lenguaje (. ..) imperio del preceptismo clásico y delas fórmulas convencionales"
(O. C. Ed. Aguilar, 1954, tomo VI, pp. 1.453-54).
De todos modos Galdós ha advertido, antes de mostrarse tan contundente en su juicio
desfavorable, que el "Siglo décimoctavo en nuestra historia, es una de las épocas de más
dificil estudio"; pues algunos de los impedimentos son la confusión, la heterogeneidad ... la
pequeñez relativa de sus hombres, son causas que 110 se muestran accesibles a la
investigación". Sin duda, hoy vemos exagerada o injusta la valoración que hace el Galdós
BIBLIOTECA GaldósIAIYA
primerizo, y la culpa no la tiene él, sino el largo silencio y el desprestigio que cayeron sobre
el neoc\asicismo de la Cpoca delaRevolucíón francesa, después de la edosión romántica que
trajo el dominio del sentimiento sobre el racionalismo y del yo sobre la colectividad. En
~s p a f icao incidió este período con la exaltación nacionalista exacervada por la Guerra de la
independencia y de las colonias americanas, por lo que la cultura y las ideas de la Ilustración
fueron rachadas de extranjerizantes, por ello, Galdós afirma, como muchos otros, que este
es un "siglo de transición en política, en arte, en literatura, en costumbres, que se presenta
como período de marasmo y debilidad, que sólo inspira lástima ..." (0. C. tm. VI, p. 1.453),
pero trmhikn, por !o rontrario, In ve "como época de elaboración latente de oculta fuerza
impulsiva, digna de admiración y agradecimiento" (ídem). Como se puede observar, a pesar
de los conceptos de transición y confusión, tan socorridos cuando no se encuentran otras
pa!zb:as para pnner c!arirl_~da un periodo oscuro. cosa aue puede aplicarse a cualquier
momento de una época histórica, y Galdós comprendió pronto que esa época podía tener un
especial significado como antecedente del pensamiento más importante del período histó-
:ic~, de !u rrvo!utiórt, de! !iherdirmo n 1. reforma de la sociedad y el establecimiento de los
derechos del hombre, como veremos más adelance en otras obras de D. Benito. Por ahora le
otorga al Siglo de las Luces el favor de la duda sobre una valoración positiva, pues, como él
íilisiil~d ice enot::, phrrufe: "Eudmnc si es causa de los males de todas clasesqueaún afligen
a nuestra sociedad, osi le debemoselno haber caido en otros peores." Y añade, también como
complemento a sus dudas, que para nosotros ya no lo son, cuando escribe: "Ignoramos si
fue é1 quien nos trajo a nuestra actual postración o si por el contrario, nos ha hecho seguír.
aunque algo resagados, la marcha de la civilización europea." (Idem.)
De todos modos, la inteligencia del joven Benito le llevaba a comprender que "hay una
repulsión infundada hacia todo lo acontecido en España desde 1680 hasta la edad presente.
No reconocernos en nuestros abuelos a los hombres de aquella España, cuya grandeza
estudiamos de niñas ... ". Sin embargo, -he ahí lo sorprendente-Galdós afirma que "No hay
época más digna de estudio: de ella procedemos, y aunque una observación superficial no
encuentre allí sino motivos de abatimiento y hasta de vergüenza, no conviene condenarla
con ligereza, ni prejuzgarla con una mira estrecha de intereses actuales o con el extraviado
criterio del partido político." Según Galdós, el sentimiento de confusión que experimentamos
ante este periodo hay que atribuirlo a "la falta de trabajos histbricos que lo iliistren y
aclaren", lo cual ha sido verdad hasta hace poco tiempo, cuando se comenzó a esclarecer su
historia y cultura por la investigación extranjera y española. Así entre la primera se
encuentran los nombres de Sarrail, Emerson, Schebol, R. Herr, etc., y en la segunda los de
Cotarelo y Mori, Domínguez Ortiz, José Caso, Aguilar Piñal, Carnero, etc.
E/ ínterés por la hisroria de los ihsrrados
Según Richard Herr, una de las características del S. xviii es su interés por la historia:
Felipe V creó la Academia de Historia (1 738), donde se formó el Diccionario histórico-critico
de España, y bajo el reinado de Carlos IIJ se presentaron trabajos históricos en más de veinre
ciudades. "Esta preocupación -dice el mismo investigador- refleja, en parte, el crecienre
nacionalisniode losespañolrs ilustrados. Jovellanos estaba convencido de la importancia de
popularizar la historia Con fines morales y didácticos." Y esta popularidad de la historia
mional también invadió al teatro (el mismo Jovellanos con Elpe[ayo, Moratin (padre) con
~ormesinda, cadalso con Sancho García, García de la Huerta con LaRaquel, etc.; lo cual no
era de extrañar debido a la larga tradición del Romancero y de las Crónicas históricas y los
dramas del siglo de Oro (Cervantes, Lope de Vega, Calderón, etc.) Pérez Galdós extraerá, no
de ese pasado lejano, sino del cercano, el estudio del espiritu nacional a través de la historia,
con el fin de educar y enseñar al pueblo el conocimientodel presente yde su pasado, que tiene
sus antecedentes ideológicos en el neoclasicismo. Sabido es el sentido histórico que Galdós,
durante 36 años, informa a su obra, LosEpfsodiosNacionaIee Este espíritu nacional y la
constitución y mantenimiento de España como país único será una constante en toda su
extensa obra, no sólo en los Episodios sino también en las Novelas contemporáne~y en el
mimo tc?a.trnr ñiinqiie; a veresi la narración o el drama deriven hacia objetivos más
concretos: sociales, económicos, políticos, preocupaciones típicas de la revolución y del D
N
liberalismo derivados de la ilustración francesa. Ya Juan Pablo Forner, comoseñala Herr, que E
en su "Disctirrn rnbre e! m~ d n dees crihiry mejmar!a hktnria d e ~ ~ p ñ nao" p ublicad-. decía O
que "ésta necesitaba de una historia que enseñase su constitución nacional, las diversas
-- m
O
alteraciones efectuadas en ella y sus causas" (1 787). Esto será justamente loque hará Galdós E
en los citados EpisodiosNacionales, desde Trifaigar (1823) hasta Cánovas (1912). en una E
2
E forma, unas veces histórico-novelesca y otras novelesco-histórica, pero también es lo que -
ocurre, de una manera global, en sus novelas y sus dramas de tesis, con base hbtbrica que 3
van desde La Fontana de oro (1868) hasta Santapana de Cartilla (1918). -
Una de las causas del origen de la tradición liberal, está indudablemente, en la visión de -
0
m
España en la búsqueda de la conciencia nacional que se inició entre los intelectuales
ilustrados del S. XVIII. De acuerdo con Forner, el investigador alemkn dice que "Se puede O
o
dudar si el reinado de Carlos V fue tan próspero para sus reinos como favorable a la gloria n
personal del príncipe." Pedía el autor español que s e escribiesen las historias exponíendo la -E
verdad sobre la época de la dominación de los Austrias durante la cual Felipe 11 había
a
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adelantado la decadencia dilapidando la riqueza de la nación por toda Europa, y el aumento n
del clero había acelerado la despoblación del país" (ob. cit., pp. 28687). Este es también el
8
pensamiento de ~ a i d ócso mo veremos, aunque respectü ii Caiius Y iCCOiiíXi !a ii;iaiidc~ud e 7
O
España de su tiempo, en otras lugares censura su comporramiento con las Comunidades de
Castilla, como en Santa Juana, donde lo censura abiertamente, pero que tenia como
antecedeiites en algunos poetas españoies como Marcheni y Quiniaiia. D ~"n.E Ee rr qüe "El
punto de vista de la historia de los hombres ilustrados no era nueva en España. Durante 200
años había habido españoles que condenaban la Casa de Austria y que volviendo los ojos
hacia el reinado de los Reyes Católicos, lo consideraban la edad de oro española. Por otra
parte, y desde otravertiente, ya en "De regendel P. Mariana había señalado como el poder
de los reyes estaba limitado por las leyes constituidas. "Es evidente que los escritores
ilustrados habían absorbido una buena dosis de pensamiento extran~ero c.) ei derecno
natural y de gentes, asignatura favorecida por los estudiantes progresistas, dentro y fuera
de las universidades de las reformas de Carlos 111 (entre estos estudiantes, un siglo más tarde
habría que incluir al joven Benito). MonIequieu no dice nada nuevo a los espanoles que
conocían al "De rece" pues la doctrina de Eiespiritri dc las lpes era parecida; ya que "el rey
debe goberriar a través de los poderes intermediarios i...c)u yas prrrrogatimc están
BIBLIOTECA Galdosiana
auefitadus en "!IE !eyes fnnrlamenta!ec de !a mnnarq~~íDa.e struir estos poderes que limitan
los caprichos del rey y violará la observancia de las leyes, y la monarquía se convertirá en
despotismo" (ob. cit., p. 207). Y sigue diciendo más abajo: "Mediante el libro deMontesquieu
y el derecho natural se Familiarizan con el concepto de ley fundamental o constit~m'ón(. ..)
los españoles no tenían más que unir ese concepto a sus conocimientos del pasado nacional
para producir la nueva interpretación liberal de su historia." Esta es, sin duda, la base
política, ideológica de lainterpretación histórica que Galdós hacc dcl liberalismo de principios
del S. xrx primero, y después del último tercio del mismo, pero en ias dos novelas citadas,
El Audaz y La Fontana de oro en la que se plantea la lucha por establecer las libertades y
por limitar los poderes del rey y de sus favoritos, y una vez establecidas, luchar por
mantenerlas. Mas Galdós crea estas obras, antecedentes de los Episodios Nacionales (véase
LacortedeCarlosZV), donde también se noveliza el mismo tema, están implícitas las mismas
luchas en su propio tiempo, al principio de su experiencia directa a su iiegaaa a Madria, y
vivir lo que va luego a novelar, proyectándola hacia la época de Carlos IV y de su execrado
hijo Fernando VIL
Estas mismas ideas sobre la nueva interpretación de la historia no oficial o tradicional,
propiade los ilustrados-como hemosvisto-tienesu reflejo en laliteraturade la transición
dieciochesca al Siglo decimonónico (donde se cuenta la acción de El Audaz), cuyo
pensamiento está dentro de la misma línea de un abate Marchena (1768-1821), quien,
Corno dice Herr desde Francia libre en su oda "A la nación españolan,.atribuía a la derrota
de los Comuneros por Carlos V la muerte de la libertad medieval espafiola, donde
aconsejaba:
Sea Cortes, Cortes el clamor universal.
Entre otros, José Manuel Quintana, el poeta del progresismo enciclopédico y científico,
h~rbic~~~prosc&anctoab, a tamhién ala l ih~r t ade n "Lnm ía "depan de Padilla, y en el teatro
tenemos a Martínez de la Rosa, poeta y político autor de La viuda dePadil1a (1 8 l4), donde
se defendía como ya hemos apuntado, los fueros de los Comuneros, garantías de las
libertades. Estas ideas son las que sustentaron, tanto los proyectos de la reforma social de
Jovellanos, del conde de Aranda, del marqués de Urquijo, y son también las que sirven de base
al resurgimiento de las ideas liberales, después del 19 de marzo de 1908 hasta la
promuigación, en ias Cortes de Cáciiz, de ia Constitución de iai2, y rio sbiu esa, siriü todas
las posteriores de la época isabelina hasta la moderada de 1867, que anunciaba la revolución
del siguiente año. El investigador alemán dice que, siguiendo el requerimiento de Marchena,
"la tradición liberal iba a resonar en los oídos de los progresivos al terminar el siglo.. ." Dicha
tradición mantenía que España había tenido una Constitución y un cuerpo legislativo, que
bajo ellas la nación había vivido sus días de mayor esplendor y que la Casa de Austria, para
establecer el despotismo había destruido la Constitución y llevado a España a la ruina.,. NO
era pues necesario ir al extranjero en busca de ejemplos para resucitar la libertad y la
grandeza: bastaba restablecer las instituciones medievales propias" (Ob. cit., p. 189).
Desgraciadamente esto sucedía cuando las energías del país se empleaban en establecer en
el trono a Fernando, el peor enemigo de estas libertades constitucionales y las reformas
iniciadas por los ministros ilustrados y por Godoy, el valido de Carlos IV. Sólo después de la
muerte de Fernando VII, y después de una serie de gobiernos moderados y de pactos, como
el estatuto real, se produjeron los hechos revolucionarios como el restablecimiento de la
constitución de 1837, levantamiento de O'Donell en Vicálvaro en 1954 y la Ley de
Desamortización (1855). Afirma López-Morillas, en su obraHaciael98 ... (1972), que "La
primera revolución española con pujos de ilustración es la de 1854, aquella Vicalvarada
(...) da pie a que salga a la palestra una bisoña compañia de universitarios, vanguardia
de los teorizantes ideólogos que dominan la vida espiritual de España durante la segunda
mitad de la etapa isabelina" (p. 15). Por lo tanto añade que "no es exagerado sugerir que
los años que median entre la Vicalvarada y la Septembrina la aparición de una elite
intelectual española, afanosa de ejercer una fiinción ilustradora, esto es de verter luz sobre
la realidad ambiente por medio de una doble labor educadora y critica" (idem). Precisa-mente
el desarrollo espiritual y la educación académica del joven Galdós se produce entre
el año 1854, en Las Palmas, y a partir de 1863, enMadridhasta la revoluciónde Septiembre
de 1968, en que comienza su producción literaria y creadora. Todo ello tiene sus raíces en
1- L id ~- AP- - U u1Lc- 1~i-a , l . ." .--:z-- ---- - *..-*- --- --:A A ---c""--, A-,." x*,.-, m " " .,-- uusLiauuLi, L U ~ Wh a V ~ L U ,C W ~~ L LIUCZ.:U , pLuLLau1 , . ,V~C.L-~YWI YLa LZL<UI~~>
dice: "Esta élite viene a representar un papel más semejante a la philosophie
prerevolucionaria francesa, que al de la contemporánea intelligentria rusa." Así pues no
es de extrañar que: "Los ideólogos españoles de la época isabelina son, en fin de cuentas,
racionalistas muy siglo xvrii, acedrados creyentes en la virtud humanizante de la razón
discursiva, linear y en la humana perfectibilidad" (idem).
En 1860, dos años antes de llegar Galdós a Madrid para comenzar sus estudios
universitarios, Sanz del Río publica una adaptación, sobre la traducción de lo más
representativo de la obra de Karl Krause que titulóIdeuldelahumanidad. SegÚnV. Cacho
Viu en su obra la Institución Libre de Enseñanza (1962) dice que "las interpretaciones
filosóficas en él contenidas orientan la labor renovadora universitaria de los krausistas y
potencian su influencia en el pensamiento español" (p. 72). Precisamente los interpretadores
de la doctrina alemana, Sanz del Río y Fernando Castro van a ser los profesores del joven
Benito en la Facultad de Derecho, entre 1862 y 1870, que abarca "el período de máximo
empuje inte!eci.lri! de! krzi~.sismn pañol". Siis ideales, su filosofía, su moral. su creencia
en la unidad de la ciencia y la religión, el concepto de las artes y su progreso ideal, revelan
paraLópez-Morillas "su anacroníaintelectual" y sus "candorosos entusiasmos racionalistas,
que "el &!aii;icfi:v c~!tü:u! & putri.". 61 "!Q $ipfiificativ~& &tn$
ideólogos es justamente el ser ideólogos, esto es, el tener el pleno convencimiento de que
pueden sujetar la vida a la soberanía de la idea, de que es posible y necesario dar forma
a ia informe realidad circundante". Así pues, no es de extrañar que, cl joven Galdós pueda
incluirse, en sus años primerizos, en la misma corriente del pensamiento ilustrado, que
se prolonga más allá de las teorías filosóficas del krausismo, que a su vez tendrá sus
continuadores en la "Institución Libre de Ensenanza". "Pero -como dice López-Moriiias-la
efervescencia intelectual anega la revolución, resultó por lo menos una toma de posición
ante la realidad española y una encuesta sobre el sentido y trascendencia de esa misma
realidad." Precisamente "la toma de posición y la encuesta son las que encarna Galdós,
cuya primera novela, ~aFontanadeoro(1 867-68) recibe los últimos toques poco después
de triunFar la causa revolucionaria en el puente de Alcolea" (p. 16).
BIBLIOTECA GaldósIAEYA
Vamos a proceder al examen de las novelas primerizas de Galdós, en función no del
tiempo en que fueron escritas, sino dentro de las corrientes ideológicas que sirven de base
a la historia, y su encarnación en los personajes para ejemplificar la enseñanza de sus vidas
como simbolÓs del tiempo que se no-veliza.
Comienza El Audaz con una carta-prólogo del conocido periodista y critico Eugenio de
Ochoa, donde se hace referencia a unas opiniones de Galdós sobre la época que aquí se
traslada a la ficción: "Bien hace -dice- el señor Pérez Galdós en esgrimir su pluma contra
la hipócrita sociedad (xviir) y principios del presente (xrx) sociedad devorada por una
depravación profunda bajó s u s apariencias santurronas; aquella sociedad que rezaba el
rosarin todas las noches y se arrastraba por las mañanas en las antesalas del príncipe de la
Paz (...) que abrigaba todos los vicios y todos los escándalos de la nuestra ... (O. C. tm. IV,
p. 231). Más abajo, habla el narrador para situar a sus personajes dentro del ambiente
i&&@:c en e! q ~see v i 2 &rarrn!!ar la ñccibn. Así manifiesta que "En los primeros años
del siglo presente, lo mismo que en los últimos del anterior, se habían extendido aunque
circunscritas a muy estrecha esfera, las ideas volterianas. La revolución filosófica, tarda y
perezosa en apoderarse de la masa general del pueblo, hizo estragos en los principales
centros de edÜcación: Madrid, sevilla, Salamanca" (idem, pág. 233). Y para confirmarlo
menciona algunos escritores pertenecientes a la región andaluza: Gallardo, Marchena,
Blanco White, primeros héroes y víctimas de nuestras discordias religioso-políticas, como le
va a suceder al protagonista de esta obra, Martín Muriel. Vemos como Galdós, en primera
persona, reconoce, en esa época, cierta nivelación cultural y otras virtudes, que sin duda son
hijas de la Ilustración del~reinado de Carlos 111 cuando dice: "Por mucho rencor que la
posteridad guarde al gobierno de Godoy, no puedo menos de conceder que fue tolerante en
materias de libertad intelectual, y que siempre lo hallaron poco dispuesto a secundar las
barbaras aspiraciones de la teocracia ... (idem, p. 234). También nos presenta Galdós todo
este ambiente rodeado de una atmósfera diabólica, propia de las hogueras del Santo Oficio.
Asi dice, hablando del volterianismo que se practicaba en la educación de las escuelas
españolas, que "La tradición y la historiaguardan el recuerdo de caracteres viriles aluciriados
por el diabólico espíritu de protesta...", o bien "No faltaron en esta corriente invasora las
doctrinas del más bestial y ridículo ateismo ..." con lo cual así se prepara el ambiente casi
diabólico, y el proceso clemencia1 que conciuce a ios principaies protagonistas a ia iocura y
a la muerte.
Montesinos -en su Galdós (tomo 1, 1968)- acierta al decir que aunque Galdós no
estuviese despistado por el S. xviii, y supiera en general a qué atenerse, al escribir ElAudaz
no se proponía hacer una novela histórica. "Lo sería sólo en la medida en que se propone
la evocación de un determinado ambiente; lo es mucho menos que La Fontana de Oro" (p.
67). Efectivamente la serie de novelas históricas comienza poco después con los Ep2~odios
Nacionales, y concretamente los que reflejan la época de EIAudm como La corre de Carlos
/V (abril-mayo, 1973). En aquella obra Galdós pone en la boca de un viejo diplomático,
enemigo de Gúdoy, la irresistible ascensión del Favorito, las intrigas palaciegasque le llevan
ni poder desmesurado de la nacibn, que debía ser, sin duda, la opinión del joven novelista.
As1 continúa hablando dicho personaje "En el ano de 1792 cayó del ministerio Floriddblaricd
que se habia propuesto poner coto a los estragos de la Revolución francesa. iAhl el vulgo no
conoció la mano oculta que había arrojado de la Secretaría de Estado a aquel varón insigne,
envejecido al servicio del rey ... Un joven de 25 años, a quien los reyes mirabancon particular
afecto, y que tenía frecuente entrada en palacio, y hastavozy voto en los consejos, influyó
en el cambio de ministerio y en la elevación del señor conde de Aranda ... (Ob. cit. p. 301).
El historiador germánico, Richar Herr, resume el mismo momento casi con las mismas
palabras de Galdós: "Godoy pretendía haber resucitado las luces en España en el reinado de
~ar los1V a partir de 1792. en que se asciende a primer ministro el conde de Aranda, en
sustitución de Floridablanca que habia perseguido toda manifestación de los ilustrados y
atajado la afición de las ideas revolucionarias" (Ob. cit., p. 209).
Eak!ando de !as f n ~ n t e cq i!p u!i!izá Cal?bc para PI rnnji~nroid eológico del s. xviri.
Montesinos dice que nuestro novelista "Tuvo una idea bastante clara, muy atenida a los
criterios del S xix, aunque siempre le fue adverso" (Ob. cit.. p. 66). Pero como hemos visto
escü riciesiii.íto :~:u!mentr, pese:: murkcs casos, E. Er r ? i ! v s e ~ d e ! ~ l n ts~ioa~-lns-av~ r- la- iinnr
juicios más certeros y moderados, comprendiendo al S. xvrir como base del pensamiento libre
posterior. Es verdad, sin embargo, como se ve "en su estudio sobre Ramón de la Cruz", que
para exponer sus ideas literalias" le bastaba con ojear los tres tomos de poesía publicada por
Cueto, tal vez algo de Jovellanos y Floridablanca, es decir, lo que ofrecía la Biblioteca de
Rivadeneyra. aunque añade: "Debió ver, talvez por puro azar (o suerte) otros papeles, entre
los que estaría, por ejemplo, aquella curiosa revista E2 Cermr (1781-89), hoy ya conocida
gracias a la edición facsimilar y al estudio realizado por el profesor Caso González. ¿NO leería
también alguno de los discursos de EIPensador, de su paisano, el ilustrado D. José Clavijo
y Fajardo?
El recuerdo de las primeras lecturas que hizo el joven Benito de las obras de Ramón de
la cruz, después de su estudio primerizo sobre este autor, perdurará siempre en la obra del
escritor canario. Así en uno de sus Episodios, Prim (1906), nos cuenta conlo el protagonlsra
Santiago Ibero (doble de Galdós) paseando por el Madrid castizo escribe: "No era la primera
vez que. trotando por aquellos arrabales, había yo tenido la visión del poderoso sainetero
madrileño don Ramón delacruz, que ha perpetuado lavidade los tiempos majosensus obras
inmortales. Era mi pesadilla: yo lo consideraba no como pintor, sino como creador de la
pintoresca humanidad que puebla lazona baja de Madrid, y cuando misestudios me llevaban
a intimar espiritualmente con entes imaginarios de aquel vecindario, evocaba el castizo
ingenio de don Ramón para que me asistiese y me ampararse prestándome algunos adarmes
dc su peregrina realidad y de su saladísirno desenfado."
Varios críticos y escritores han tratado de esclarecer la devoción de Galdós por los
s-a inetes de Ramón de la Cruz. El primero que lo estudió, en profundidad, fue el profesor cnriyut: Koreiiu s6c¿ en üii ;í&+ :i:U!udu "!n!luencia de !es s?jnetes ?P Ramh de la Cniz
en las primeras obras de Benito Pérez Galdós" (Ph. D. disertation Univ. of Minnesota, 1966),
que no hemos podido consultar. Más cercanos a nosotros se encuentran los estudios de
Stetten Muller y ae ~nconioñíoLs drrdi¿ii& Ei primeio, C 2 5 % ! k o~ t i !Xe~!~%<! . ld&?~!&:S& ?
T~oriat, radició~~e~y ol~iciócrnc ntl,'a tic1 pnstrniic~tws oci~lircnrrigoi ddosid~~too,m a el
ensayo de Gaidós sobre RamBn de la Cruz como la base de su "obsrrvací6n directa de la
BIBLIOTECA Galdosiana
sociedad nacional", ve en los sainetes el eslabón principal de lo que podemos llamar la
tradición socio-mimética de la literatura entre Cervantes, Lope y Calderón ... Mientras que
el segundo en su comunicación sobre "Ramón de la Cruz en la obra crítica de Galdós (actas
del 111 Congreso Inlernacional Galdosiano, t. 1), matizando esas idcas dice que ~ a l d ó sno
podía sustraerse a esta valoración costumbrista de los sainetes, "donde todo respira vida y
verdad" y señala el acierto "al incorporar al pueblo a la escena teatral frente a la tendencia
general de alejamiento del mismo, presente en la dramaturgia y la literatura dieciochescas"
según W. Shoemaker. Como dice José Antonio de los Ríos la crítica de S. Muller responde a
su interés de búsqueda estética de Galdós. Expone él mismo que la "opinión de Moratín y
sus coetáneos, incluida ala perdida del Fin moral en su obran, dice Muller con exactitud que
D. Benito piensa como Moratin, Martinez de la Rosa, Duran, Mesonero Romanos, etc., que
los sainetes demuestran un prurito de enseñar (pueril)", y también indica el investigador
americano que don Ramón es la interpretación social de lo que Galdós entendía por esta
"imitación de la naturaleza", que sin duda forma, con la labor educativa, los grandes
postulados de la estética ilustrada. que como veremos son fundamentales en las obras
críticas y creadoras del siglo xviii y en la obra de Galdós.
Al hacer el cotejo de la edición de ElAudaz, que se publicó en la "Revista de España" y
la edición en libro, se ve, observando las variantes, que muchos de los párrafos suprimidos
se refieren a las expresiones más radicales y ofensivas de la tímida sociedad burguesa,
temerosa de las ideas revolucionarias del joven Galdós. Asíaparece suprimido el párrafo que
comienza con la frase "Dios un pretexto para dominar el mundo. Dueño de la conciencia se
apoderan también de la voluntad y todo así les pertenece.
"Han inventado la inquisición para aterrar, y el culto primitivo, que era sencillo, lo han
hecho teatral y complicado para seducir. Son causa de todos nuestros males, y España
merece ser objeto de desprecio universal si pronto no se cura de esa lepra" (Ob. cit., pp. 65-
66).
Pero centremonos en ia figuraaei procagonisca ~ a r c í n ~ u r i eeni ,te de ficción, aemasiado
exaltado y extremista para encarnar al joven Benito, prerrevolucionario de la sublevación
septembnna o de la restauración, por su acción alocada, derivada de una personalidad
resentida o de una manía persecutoria, según quiere Montesinos. Nosotros pensamos, sin
embargo, que podría ser una especie de figura de catarsis, con el fin de eliminar todo lo
nefasto en las mentes de los extremistas, ya que tanto los ilustrados españoles, de Carlos
111 o de Carlos IV, como los liberales y los krausistas no deseaban laviolencia, como tampoco
el joven Galdós. Es curioso que el nombre de Muriel sea el de un profesor de teología e
historiador de estos años de transición de la época finesecular de ElAudaz. Andrés Muriel,
quien "recordaba-según dice Herr-que Voltaire y Rousseau eran más populares que nunca
+n el clero." (Herr, ob. cit., p. 301). El carácter del joven exaltado lo describe el propio
Galdós, mejor que cualquier crítico: "La imaginación arrebatada del joven Muriel fue una
tierra fecundísima en asombroso desarrollo. El espíritu revolucionario, explosión de la
conciencia humana se mostró en él, rudo, implacable sin la depuración que después han
traído el estudio y el mayor conocimiento del hombre. La abolición de los privilegios, la
negación del derecho divino, la soberanía nacional, los derechos del hombre." (O. C., Tomo
IV, p. 235.) Con ello Galdós quiere aclarar y disculpar al mismo tiempo los extremismos del
IV CONGRESO GaldósMO m
joven protagonista, marcando la diferencia del despotismo ilustrado y la crisis de losvalores
medievales frente a los avances producidos con la Ilustración y la Enciclopedia, que
preconizaban e imponían los rasgos que aquí definen la época moderna, o el momento de
la transición septembrina, desde cuya perspectiva escribía Galdós; por algo el título de esta
novela se completa, entre paréntesis: Historia de un radical de antaño. Galdós insiste en el
carácter revolucionario de su personaje, como heredero de los ateos y extremistas que
produjeron el terror en el periodo de la Revolución francesa, cuando dice: "Temblaba la
sociedad convulsa y herida bajo sus pies. Invocaba no sé qué fuerzas desconocidas y ocultas
en el seno de la sociedad misma, y traía a la memoria la combustión horríble aue. inflamando
al pueblo francés, revolvió y depurósuselernentos. Antelamajestad delaidea dedepuración,
no le mortificaba ver los maderos de un patíbulo que purgase su falta de humanidad
extraviada y corronipida." (0. C.. tomo IV? p. 237.) Más todo este irn~iikore vniiicinnario
y renovador, resulta un fracaso, que desemboca en una locura quijotesca, y la explica con
la del mismo Muriel, pues ya Montesinos ha observado al fijar la atención en el siguiente
párrafo: "He areptadn a riegas !a op~ra-rión(1 1 ro+ra p"."~p~&z~2 &&y) y !Q hararn-llevado
más bien por un sentimiento de encono, por una especie de crueldad nacida
intempestivamente en mi corazón, que por el calculo frío que debe preceder a todas las
grurdes ri?uo!iicivr?vs. " (G. C., k?m= N), y p:ecisamer,te "esto es !o qUe Ma:tin -se@ e!
eminente Galdosiano- no es capaz, de cálculo frío, por lo que hace un lamentable
revolucionario. Ni siquiera sabe bien lo que quiere" (Ob. cit., tomo 1, p. 73).
Pasemos ahora a comentar, aunque sea brevemente, los elementos dieciochescos
(costumbres, personajes, ideas, etc.), que Galdós tomó de los escritores de la historia y la
literatura de la época. En primer lugar, las costumbres y los personajes castizos o típicos los
tomó el novelista de los sainetes de don Ramón de la Cruz, sobre los que, como hemos dicho,
estudiaba y redactaba un trabajo en la misma fecha que escribía la trama de EIAudu. Así
tenemos el abate, tan característico de aquella sociedad y tan criticado por los escritores
ilustrados (Clavijo y Fajardo, el autor de El Censor). D. Benito lo describe de este modo:
"Dentro del tipo general de abates había una variedad considerable, pues mientras algunos
eran hombres licenciosos y corrompidos, que se valían de su traje, convencionalmente
respetable, para penetrar con cambiguedad enios estradosn, como dice D. Ramón de la Cruz,
cotros eranunos pobres diablos inofensivos ala moral públican." (0. C., IV, p. 248). "EI abate
Paniagua que nos presenta Galdós -era de estos Últimos-", y sigue una prolija y exacta
descripción del personaje. Posiblemente la génesis de éste estáen algunossainetes de Ramón
de la Cruz donde Galdós dice: "Cruz se ensaña con estos seres híbridos, a quienes presenta
siempre cargados de ridiculez desempeñando menesteres muy bajos y despreciables. En el
sainete de Las dos viuditas aparece el abate como esos amigos de las casas que se encargan
de mil cometidos oficiosos que hoy pertenecen a la competencia de criados y recadistas. El
abate lleva las cartas al correo, lee los precios del mercado, va por una vara de cinta, etc."
lo mismo que el abate Paniagua citado. (0. C., VI, p. 1.472.) Tambiénvemos surgir, en una
escena campestre donde se representa una égloga pastoril, al abate "coronado de flores con
su traje ncgro, su rara figura y la risa convulsa que le producía la agitación del baile y lo necio
del papel que estaba representando, parecía un verdadero payaso" (0. C., IV, p. 269).
significativo es también el pasaje que completa la figura del abate Paniagua. cuando
BIBLIOTECA GaldósWYA
representa el papel de Ulises en la figenia (que Galdós aprovecha para satirizar las tragedias
francesas adaptadas en las escenas españolas) donde le han hecho una caricatura, de lo que
sequejael ridículo personaje ante Martin Muriel: "Pero lo peor del caso -dice-es que la dichosa
caricatura la ha hechoel diablo de D. Francisco deGoya, y los versos Mora tín en persona. Ambos
son amigos míos; yo no me he de enfadar por eso. Pero no le gusta a uno ser comidilla de la
gente. ¡Si viera usted el dibujo de Goya. ..! Estoy pintiparado con mi peluca, mi coturno y mi
espada; pero tan grotesca que es para morirse de risa. Pues ¿y los versos? tanto los he oído
recitar que me los sé de memoria." (0. C., IV, p. 316.)
Otro tipo clásico de la época goyesca es la maja que Ramón de la Cruz presenta en El
jandargo del candii, en La maja mcyaüa y en otros sainetes. He aquí como ias aescri'oe
Galdós en el citado artículo: "Dos tipos descuellan en estos grupos inimitables: la maja y el
manolo. La primera es la figura más cracterística y pintoresca que ha ofrecido el buen pueblo
madrileño en sus evoluciones, y hoy no podemos formar de ella sino una idea muy inexacta
por las mujeres de los barrios bajos ... Aquélla era altiva, desenvuelta, de una audacia
si~gestivai~n genua en el vicio' con cierta firmeza de carácter y una especie de pundonor a
su manera, llevado al último grado de intransigencia." (0. C., VI, p. 1.473.) Galdós en los
capítulos XIII (La Maja) y XXXXIV (El baile del candil) de El Audaz parece que escenifica
!os suinrte:: m&sa rribacitdcs. En e! primero v m o c u na d~srripri6nm aestra de este popt!!ñr
personaje encarnado envicenta Garduna conocida por la Pintosilla, emperatriz de los barrios
bajos, que ejercía dominio absoluto desde las Vistillas hasta el Salitre, temida en las tabernas,
respetada en la sambra y Festejos populares ... Si su hermosura no era extraordinaria, su
gracia era tan picante que ocultaba todos sus defectos, razón por la cual era galanteada por
personas de todas jerarquías ... Era en extremo generosa y hacía alardes de favores a los
necesitados. Sus galanes, cuando los tuvo, gastaban más lujo del que correspondía a
humildes menestrales de la clase popular. Los que procedían de más altas regiones sufrían
sus desamores, pues cifraba todo su orgullo en humillar a los grandes señores." (0. C., 1V,
pp. 328-29.) Es pues, uno de los pocos personajes del S. xvrrr que tiene todas las simpatías
de Galdós, seguramente por ser una mujer típica de los tapices y las pinturas de Goya y por
ser un persona-¡e castizo que conocía Galdós en sus paseos por los barrios madrileños en su
época de estudiante ... Un pasaje oportuno por lo ficticio, que caricaturiza Galdós es el de una
tal Pepita, damita de la corte, pero que no "puede vivir sino en el campo, campo artificial y
verr~!!escc de !m sitios ~P- IPcoSm o Aranjiiez o La Granja donde recitaba versos pastoriles
y jugaba a los corderos". A continuación nuestro novelista echa manos de un recuerdo
cewantino como se ve en el siguiente párrafo, en el que se alude a la locura de don Quijote
y s~ fiiid proyecto de iiiitiisc a pastvr ~compüfiado de SU eccude:~ Sunchc. "Esti tai.
enfrascada en su manía que no hay quien la convenza de que todo eso de lo pastoril es pura
invención de los poetas ..." (0. C., IV, p. 341.) Y los poetas que censura son precisamente
los dei parnaso neociasico. En ia introaucción al citado ensayo sobre Ramón cie ia cruz,
Galdós escribe: "Todo se hace en forma pastoril y allí, en salones, no en los prados; en los
tocadores de las condesas, no en las huertas y selvas, fue donde más se fomentó la
empalagosay relamida poesía pastoril, que vivió todo el siglo hasta las puertas del presente,
animada con nueva savia por el talento de Meléndez." (O. C., VI, p. 1.458.) Cosa que se
confirma enElAudaz, refiriindose a la dama, que como tantos personajes de esta novela,
IV CONGRESO Galdosiano
se ha vuelto loca, aunque su locura sea más pacífica que la de Muriel. Y aquí se dice: "... con
la lectura d e~e l é n d eyz decadalso, se figuraque todo aquello es verdad, y quiere ser pastora
y hacer la misma vida que los personajes imaginarios que pintan, los escritores".
Finalmente, las ideas de Martín Muriel, que son el motor de la acción principal de la
novela, se van a poner en movimiento. En el capítulo 111 hay un diálogo entre éste y don
Buenaventura, uno de los conspiradores fernandinos, al que Muriel revela francamente sus
propósitos: "Lo que me ha preocupado noche y dia es un deseo muy grande de influir para
que este país se transforme por completo y cambie parte de su antigua organización por otra
más en armonía con la edad en que vivimos." De acuerdo con su racionalismo, afirma más
adelante que "Con el absolutismo no hay salvación posible. Es preciso que todo el edificio
venga a tierra y no por medio de la astucia sino por medio de la fuerza." Efectivamente, esto
ya lo había expuesto Galdós en La Fontana de oro (y más tarde en los primeros Episodios)
donde se desarrollan los hechos históricos posteriores alos de la Españade Carlos IV y Godoy.
Pero su interlocutor insiste en su objetivo: "El primer obstáculo que ha de echarse a tierra
es ese miserable e insolente favorito que nos deshonra y nos arruina (...) Carlos no puede
seguir en el trono. Es preciso hacerle abdicar, y que se vaya con su mujer y su Manuel a otra
parte. Es preciso acelerar el reinado del príncipe." Mas, Martín sigue con la misma idea: "El
absolutismo no abdica nunca hay que hacerle abdicar." Muy reveladora será también la
conversación con el padre Corchón, uno delos frailes conspiradores, que se muestra enemigo
de la Ilustración, cuandodice: "Como triunfe nuestracausayveamosenun patíbuloal inicuo
Guardia. .. Cuando reine el príncipe verá usted como se levanta la religión otra vez y tenemos
a los filósofos guardaditos en la cárcel del Santo Oficio para que expliquen sus teorías a las
ratas y a las telarañas." En este sentido la reacción de Muriel viene a convencernos
plenamente de que en este momento histórico coinciden las ideas de la época en que se
novelizan los hechos con las ideas del Galdós de la época en que éste escribe: transición de
la revolución septembrina, cambio de dinastía, posible cambio de régimen, etc., 'Pues si el
partido fernandistaesloqueusteddice-con~estMó uriel (Galdós)-será más aborrccido, más
bárbaro y más digno del desprecio universal que el de Godoy ... si viniera lo que usted ha dicho
era preciso creer que no había Providencia, y que vivimos al acaso en este mundo, sujetos
al capricho de una fatalidad absurda." Y más abajo expone ciaramenre su idea: "¿a causa
del príncipe (de la Paz) representa (...) la adopción de los principios de gobierno fundados
en la libertad, la extinción de los privilegios y el fin del mundo poderío de un clero fanático
y, por lo general, poco ilustrado, eterno obstáculo de nuestra prosperidad y esplendor.'' (0.
C., IV, p. 353.) Seguramente es el mismo Galdós el que ante un proyecto de absolutismo
despótico, no ilustrado, regido por camarillas reales, el clero ignorante y los tradicionales
mayorazgos, "lo que es peor complicar y extender más la horrenda máquina de la
Inquisición", encuentra "al príncipe de la Paz digno de amor y disculpables codos sus vicios"
esta opinión parece ser e~temib!e ñ todo e! perindn de la sepnda época de !a ilustración
española.
si, por último, queremos encontrar antecedentes del S. NI en esta obra de Galdós,
podemos ir a buscarlas en !os Discursos del Cermr (1781-1787), que corresponden a 12
última época del reinado de Carlos 111, periodo que podenlos Ilaniar pre-revolucionario. Alli
se pueden encontrar sátiras contra la ociosidad, contra los tipos iniitiles de la suciedad conlo
BIBLIOTECA Galdosiana
los abates, los cortejos, o discursos contra los fanáticos de la religión o contra los déspotas
del pueblo (jornaleros, colonos, etc.), censura de los libros y las costumbres. Veamos lo que
dice de los déspotas: "... es sólo dueño de todo lo que posee el colono. Si goza los frutos de
la tierra, es por indigencia suya; si permanece toda su vida en el campo, es por su favor; si
lo trasmite a su muerte, es por gracia suya." (El Censor, D. 22, p. 333). En cuanto a la sátira
contra los nobles, la clase privilegiada, El Censor es también un antecedente de la actitud
critica Galdosiana. Véase el siguiente párrafo: "Pero es evidente que la perpetuidad de la
nobleza en la forma que según está establecida entre nosotros, hace que los nobles
contribuyan, o menos puekdn si y uicieli ~üi i i i i ' jüi i5,1 bica dc! Estüdc X X C ~ Gm enos +%?
lo que perciben de él. Porque por una parte, nada absolutamente se exige de ellos, y por otra
es visible (...) esta perpetuidad de sus privilegios hace que necesariamente excedan al valor
de cualquier servicio que hayan hecho a la República sus ascendientes." En cuanto a los
sermones de las órdenes religiosas dice: "Los verdaderos cristianos, los cris tianos ilustrados,
los que no los menosprecian, precisamente porque lo han sido sus padres, o porque
quemamos a los que no lo son, estoy cierto, de que me creerán, y me daran ias gracias por
haberme atrevido a hablar claro y libremente en unas circunstancias tan críticas, en un
tiempo en que es herejía todo lo que noes una ciega deferencia a las opiniones más ridículas."
"Apenas vuelvo a decirlo, oigo un sermón sino una inventiva contra las máximas del siglo
ilustrado, contra la erudición dela moda, contra los philósophos del trabajo." (El Censor, D.
XLVI, pp. 28-29). Precisamente Galdós llama, repetidamente, aMuriel "el joven filósofo" que
'a pesar del predominio de la inteligencia (...) poseía en alto grado, según la escuela
revolucionaria de Rousseau, el sentimiento de la naturaleza.. . ", y sabido es que uno de los
postulados de la ilustración y el neoclasicismo era la verosimilitud, la verdad a través de la
realidad y de la naturaleza; de ahí cómo llegó a ser considerada peligroso el estudio del
Derecho Natural, en el período de Carlos IV y Floridablanca. Afirma Julián Marías, en su obra
La Españaposfbleen h'ernpos de Carlos 111 (1963) que "El reinado de Carlos IV es una fase
decisiva de nuestra historia, clave de casi todo lo que ha sucedido después y su esclarecimien-to
es una de las tareas mas urgentes, que tenemos que habérnosla ..." (p. 18). Ese
esciarecimiento es ei yue inicib GaidBs iüii SUS p i i i i i e i ~r~im elas scmi-histbiicas,
semisimbolistas y realistas: ElAudazestá precisamente situado en ese período de transición,
entre la España de Carlos IV y la de su hijo Fernando VII, entre el despotismo ilustrado de
Godoy y el despotismo absolutista de las camarillas del príncipe Deseado, que provoca la
desastrosaguerra de la Independencia, pero necesaria para encontrar la identidad de España
como pueblo, por un lado, y para asimilar así, dolorosamente, las ideas revolucionarias de
la República Francesa. Todo eso lo vio Galdós, perfectamente, en esta reveladora novela,
cuyas ideas ya había adivinado en LaFontana de oro; ElAudazviene a ser una explicación
de la primera: de los antecedentes ilustrados y revolucionarios de la época anterior. Pero
entre una y otra están los primeros EpisodiosNacionales: La corte de Carlos IV y El 19 de
marzo y Eldosde mayo, que vienen a confirmar el pensamiento de Marías en la obra citada
más arriba: "Una sociedad tiene siempre una ideade si misma, con arreglo ala cual interpreta
su realidad, y sobre todo, proyecta su futuro. " Y añade: "Nada es más dificil de descubrir para
lainvestigación histórica o para el análisis presente deuna sociedad determinada." Pues ello
es Iv q ~:icir7 z Ca!& hizc, Una -vez que fue ¿ir\nsciented e! zcier!o de Ln cnrk de CE~!OS/V
IV CONGRESO Galdosiano
que significaba la búsqueda de los orígenes de la historia y la sociedad presente. con lo que
a su vez le hizo comprender la importancia de las ideas del S. xviii, aunque no comulgara con
los gustos estéticos y artísticos del neoclasicismo y sus frívolas costumbres artificiosas. Lo
mismo que dice Marías del "tema intelectual del siglo" se puede decir de casi toda la
novelistica Galdosiana, que "se orienta hacia lo concreto con esa avidez y realidad que es un
rasgo de la época, y no se separa la reflexión de la transformación o reforma; es decir, que
sc cnticndc la meditación como una reconstrucción de lo realidad nacional" (Ob. cit., p. 21).
En resumen, pues, podemos decir que tanto la trama como la intencionalidad y la carga
ideológica que mueve la acción de ElAudazes el reflejo real de las ideas de la Ilustración y
de id i h i ~ i ~ p ~pduciSdil lb CII d¿¿ii)i~ por ids ideas de 13 olida cnpalisiv-ua de ki ñ~t9:Uiibii
francesa; pero en dicha novela hay también una galería de tipos y costumbres castizas de
la España de Ramón de la Cruz y de Goya, y finalmente, es un símbolo del fracaso de todo
intento ae renovación o transformación cie ia sociedad a ¡a europea, pues en Esparíd ~odu
desemboca en locura; ya que en ese momento, como en el momento en que viven Galdós y
~ u r i e il,a s fuerzas de la tradición y los privilegios de los conservadores y del clero eran
demasiado influyentes en la mayoría del pueblo.
~ I ' i dne l despotismo ilustrado: La corte de Carlos IV
Este segundo Episodio Nacional -el que los críticos están de acuerdo en definirlo como
la primera novela Galdosiana de corte histórico, o por lo menos con una gran veracidad
histórica- está escrito sobre todo para representar de una manera fiel el ambiente y la
realidad de los últimos años del antiguo régimen: el del despotismo ilustrado, que arrastraba
consigo las tradiciones y los gustos literarios (sobre todo los del teatro) del siglo xviii. Una
nueva estética se impone con las obras de Moratin (hijo), que representa las nuevas ideas
que refleja la realidad presente. sus costumbres y hasta sus sentimientos.
Pepita González, la comedianta de las malas comedias barrocas, gustadas por el
populacho, y ahora ama del protagonista, el pillete Gabrielillo el deTrafalgar, donde había
descubierto el sentido de la patria y del honor, se convierte de pronto en el narrador de estas
Memorias (que van a desarrollarse a lo largo de los Episodios de la primera serie), y en la
voz y pensamiento del propio don Benito. En su opinión la comedianta no se distinguía por
su gusto literario "ni en la elección de las obras dramáticas ni tampoco el escoger los libros
que daban alimento a su abundante lectura. Verdad es que la pobrecilla no había leído a
Luzán ni a Montiano, no tenía noticia de la sátira de uJorge Pitillasn (seudónimo de José
Gerardo Lobo, autor de la época de Felipe V, que compuso una uSBtira contra los malos
escritoresn, censurando, precisamente, la abundancia de galicismos), pues los que se
acercaron a ella tuvieron siempre más presente a Ovidio que a Aristóteles y aBoccaccio más
que a Despreux" (Ob. cit., p. 279). Pero, sigue diciendo nuestro narrador que la preferencia
por las comedias de Comella y sus imitadores "más consistía en tenaz obstinación contra los
moratinistas, que falta de luces para comprender la superioridad de la nueva escuela, y es
que mi ama, rancia e intransigente espanola por los cuatro cosrados, creía que las reglas del
buen gusto eran malisinias cosas, por ser extranjeras bastaba para abrazarse ... a los
BIBLIOTECA Galdosiana
despropósitos de los poetas calagurritanos". Con ello acaso insinúa Galdós que esta Pepita
pueda ser un doble de Francisca Muñoz Ortiz, novia de don Leandro, durante cierto tiempo, y
que luego al sentirse despreciada por su abandono, le cobró odio a la escuela que representaba
su amigo. En cuanto asu desprecio por las reglas del neoclasicismo francés puede encubrir una
sátira de Galdós, que no perdía ocasión de censurar aquella encorsetada preceptiva, aunque
reconociera su utilidad para atajar tantos despropósitos barrocos en nuestro teatro.
Enelestudio citado dice, variasveces, que este Episodio es "maravillosode ambientación"
(p. 77) y que en él se encuentran dos novelas, una novela larga y una corta, "el asunto
particular de este volumen, los amores de Lesbia, Maiquez y Mañara con la iniciación de la
novelade Amaranta; la primera es la que nos ambienta la época netamente dieciochesca con
sus personajes (autores de teatro: Pepita y Mainquez; autores de obras dramáticas: Comella
y Moratín, representando las dos vertientes en pugna: gente del pueblo, chisperos, toreros,
majas, barberos, abates, que es el abate don Lino Paniagua, que aparece por primera vez en
El Audaz) o ambientes como los salones de los cortejos, las representaciones teatrales, las
reuniones en la pradera de San Isidro, etc.; y los acontecimientos, más o menos históricos,
vistos por los personajes citados. Así, por ejemplo, vemos las dos corrientesde opinión: unos
los que defienden a Godoy y a Napoleón y otros que la atacan a favor del príncipe Fernando,
que luego los acontecimientos hacen cambiar por ideas opuestas. Un hortera de u1 tramarinos
le dice a Gabrielillo: "Napoleón es un hombre que me gusta. Quiere mucho a España y se
desvive por hacernos felices ..." "nos quiere porque sí, y sobre todo, ahora va a quitar de en
medio al señor Godoy que ya nos tiene hasta el tragadero". Y como el mozo le preguntara:
"¿qué ha hecho ese señor para que todos le quieran tan mal?, le contesta: "¿NO sabes que
es un embustero, atrevido, lascivo, tramposo, enredador? Ya se ha descubierto a qué debe
su fortuna y la verdad es que la culpa no la tiene él, sino quien lo consiente. Es cosa
averiguada que vende los destinos ... Los que tienen mujer guapa o hija doncella son los que
consiguen de su alteza cuanto solicitan. Pues, ahora trata de que se vayan a América los
príncipes para que quedase él de rey de España ... Pero no echó muy bien las cuentas, y a 10
mejor se presenta Napoleón para desbaratar sus planes ... (0. C. Tomo 1, p. 309). Si a esta
opinión se añade la del Padre Salmón -típico fraile conspirador y tradicionalista- nos
encontramos con el retrato que tenían del príncipe de la Paz las clases populares y el clero
en general, cosa con la que Galdós no podía estar de acuerdo a juzgar por las frases que decía
sobre la reforma de las órdenes religiosas al protagonista Gabrielillo cuando éste le pregunta:
"¿Por qué se le tenia por enemigo de la religión?" -le contesta: "Y si no ¿qué nombre tiene
el proyecto de reformar las Ordenes mendicantes, quitándole la vida conventual y obligando
a esos buenos religiosos a servir en los hospitales generales? También agita en su diabólica
mente el proyecto de sacar de las granjas que nos pertencen lo necesario para fundar unas
a modo de escuelas de Agricultura ... Pero no nos ocupemos de esto ... Fijémonos la vista en
el astro de las Galias, que cual divino campeón, viene a libertarnos de la tiranía de un necio
valido, poniendo en el trono al príncipe augusto en cuya sabiduría y prudencia fiamos." (0.
C. 1, p. 310.)
Mas, por otra parte, Pacorro Chinitas, "varón manso y discreto" amolador analfabeto,
esposo sufrido de la maja Primorosa, hermana de la Vicenta Garduña (alias la Pitusilla),
quien 110sd a In otra inertiented e opinión: los que simpatizan con Godoy y atacan a Napoleóii:
iV CONGRESO Galdosiano
"YO digo Y repito que todos estos señores parece que están bobos. Nosotros. los que no
Sabemos ni leer ni escribir acertamos mejor que ellos, y lo que ellos no puedenver ... lo vemos
nosotros desde abajo ... ¿No es preciso estar ciego para comprender que Napoleón no dice lo
que tiene pensado? (...) Dicen que vienen a poner al príncipe de Asturias y a quitar al
choricero. De eso me río yo. Sí, porque Godoy y él no están de compinche para hacer ninguna
picardía ... A mí con ésas. Lo que menos le importa a Napoleón es que reine Fernandito o que
prive don Manuel; lo que él quiere es cogerse a Portugal para darle un pedazo a Godoy." En
cuanto a éste dice el amolador: "Es verdad que ese hombre es un ambicioso que no va más
que a enriquecerse; pero si ha llegado a ser duque y general, príncipe y ministro ¿de quién
es la culpa sino de quien le ha dado todo eso sin merecerlo? ... Y aunque el hombre es una
buena pieza y ha hecho muchas maldades, la mitad de lo que dicen es mentira." (0.C ., 1, p.
313). En cuanto al príncipe tiene una acertada visión, aunque no era la de la mayoría, pero
que era la verdadera como lo demostró la historia: "YO me tengo tragado -dice- que el
heredero no vale para maldita la cosa, y esto no se puede decir ... Cuando vivía la señora
princesa. .. todos decían que Fernandito era enemigo de los franceses y de Napoleón. porque
éste adulaba a Godoy, y ahora resulta que los franceses son la mejor gente del mundo y
Napoleón tan bueno como el pan bendito, sólo porque parece arrimarse al partido del principe
de Asturias." (Ob. cit., p. 314.) No cabe duda que estas opiniones se acercan mucho más a
las de Galdós, que las anteriores, lo mismo que las que pone en boca del protagonista de esta
primera serie de los Episodios. Y así hay algunas frases y párrafos que lo concirman:
"Aquellas razones que me parecían encerrar profunda verdad hiciéronme pensar ..." O bien,
como dice más adelante, sacando una conclusión de todo lo que ha oído: "En cuanto a Godoy,
no habíadudadeque los comerciantes, los nobles, los petimetres, el pueblo, los frailesy hasta
los malos poetas (los comellas) anhelaban su caída, unos con razón y otros sin ella; unos
por convicción de la ineptitud del valido; bastantes por envidia, y muchos porque creían a
pie juntillas que habíamos de estar mejor cuando nos gobernara el heredero de la Corona."
Y termina situándose en el futuro pasado, al final de sus Memorias: "Fue singular cosa que
todos se equivocaran respecto a la marcha de los futuros sucesos, esperando el próximo
arreglo de tantos trastornos: Fue singular cosa que el optimismo ciego de la mayoría no
alcanzase a comprender lo que penetró con su ruda desconfianza, el buen juicio del
amolador." (Id., pp. 3 14-15.) Todoello apunta alos hechosde la historia inmediata posterior,
rrr?przzfirip,cr 12s r~x.n~&.~r eo~!nri~narias To!&, más n mmns Firtirias (EIAuda?l
o el motín de Aranjuez (El 19 de marzoy el 2 de mayo) en el que el populacho arrastra a
Godoy ante el Príncipe de Asturias, y obliga a Carlos IV a destituirlo de todos los cargos, y
a abdicar en su hijo, resultado de lo expuesto en La corte de ~ar loWs y d el que podríamos
llamar el pre-episodio de ElAudaz, que se puede situar al final del sentido histórico del siglo
xviii, aunque sus consecuencias y prolongación están en la Guerra de la independencia
(1808-1 8 14) y el reinado de Fernando Vil que iiega nasca 1833, comienzo ciei ñomanricismo,
con su preludio del bienio liberal de 1822-1824, que se noveliza en La Fontana dc oro, la
primera novela realista e histórica-social y política de Galdós.
Aunque el acertado estudio de Juan A. Ríos Carratalá de las Actas del 111 congreso
qaldosiano, trata de "Ramón de la Cruz en la obra critica de Galdós". coillo !'a h ~ l l l ~ ~
&linrado dice su autor que Galdós "Innierso en una época tan poco propicia a 1'1 aprtxiaci~n
BIBLIOTECA Galdosiana
positiva de 10s valores (del siglo xvirrj, se acerca con peculiar interés a la obra de Leandro
Fdez. deMoratín y de Ramón de la Cruz." Aunque en las notas cita varias obras como la de
P, Cabanas "Moratín de las obras de ~aldós':C ongreso de hispanistas de Nimega, 1967,
Carratalá dice que "Sus textos sobre ambos dramaturgos en especial el dedicado al primero,
no ha tenido demasiado eco en la bibliografía posterior acerca del s. xviii. Sin embargo como
Montesinos apunta recuerda "la excelente recreación del ambiente teatral dieciochesco que
se p im~ l ieín~ L a cwtc de !,d~!m!!Iy e! pape! que desempeñaron en su propia estética han
sido dos punros que ya han despertado una merecida atención en los especialistas".
Efectivamente, dicho episodio es muy interesante para conocer las opiniones de Galdós
de las escenas espafiolas del siglo neoclásico. Allí se encuentran, en los capítulos 11, XXII y
XXIII, los avatares de la escenificación Elsídelas niñas y una adaptación al teatro español
del Otelo de Shakespeare, junto a las referencias, en otros lugares, de las obras de don
Luciano Comella y otros semejantes. se nos presenta a este dramaturgo como un hombre m -
indigno que se muere de hambre en compañía de su hija Joaquinita, la jorobada, que pasa
en limpio las obras de su padre. He aquí como habla el propio autor: "Ya Joaquina ha escrito o
las primeras escenas que son preciosísimas. En primer término aparece ia cubierta dei --n m
SantzXma Wnida& a la derecha el navío de Nelson, y a lo lejos Cádiz, con sus castillos y O
truenos, etc." En cuanto la opinión del poeta barroco respecto a Godoy y Moratin, no puede f E ser más desfavorable. El primero es particularmente odioso porque, como dice, "lo que no -E
tiene nombre y prueba mejor que nada la corrupción de las costumbres, es que proteja a los
malos poetas, dando cordelejo (zumba) a los que son buenos y además nacionales, españoles 3
como yo; alos que no admitimos ese fárrago de reglas ridiculasyextranjeras con queMoratín
-
-
0
m
y otros partidarios de la polaina embaucan a los tontos." (0. C., 1, pp, 311-312.) Sin duda
esta caricatura literaria rcfleja el pensamiento de Galdós, y como contraste un poco más O
adelante, hace el retrato y la etopeya de Moratín, donde se muestra la simpatía y la estima o
=
de nuestro escritor por el dramaturgo del neoclasicismo. -e
Admirable es la narración y la casi escenificación del estreno, el día 24 de enero de 1806, a
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de El síde las niños. He aquí como fueron los preliminares de la famosa representación con n =
las opiniones de los amigos y enemigos de nuestro ilustrado dramaturgo: "La comedia de n
Moratín leída varias veces por éste en las reuniones ciei Príncipe de ia Faz y de Ti i i~us, e O7
anunciaba como un acontecimiento literario que había de rematar gloriosamente su
reputación. Los enemigos, en letras, que eran muchos, y los envidiosos que eran más, hacían
correr rumores alarmantes, diciendo que la tal obra era un comedión más soporífero queLa
rnoj&ata, más vulgar que El barón y más antiespafiola que El c@ Aún faltaban muchos
días para el estreno, y ya corrían de mano en mano sátiras y diatribas que no llegaron a
imprimirse. Hasta se tocaron registros de pasmoso efecto entonces, cuales eran exitar la
suspicacia de la censura eclesiástica para que se permitiera la representación: pero de todo
.L-I:I..U-I I ~I-.~.- -I+-m U -pA~l.L..~L,.1 ~l+id ~A..-,mU~,I,,.I,C,U,.~, .:IV .i.C'' ipe !wgo !a descripción pl~nt!iald e la puesta en
escena de El síde las niñas, con la participación de Gabriel en el bando de los "polacos" o
reventones de la obra, frente al pueblo ingenuo que asistía a la obra, que se fue
entusiasmando e interesándose por la trama de la pieza teatral. Está muy bien presentada,
por Galdós, el contraste entre las opiniones descabelladas del jefe de los polacos, organizador
del escándalo, y la primera representación realista y sencilla, didáctica y humana de la obra
IV CONGRESO Galdosiano
de Moratín, que deja bien a las claras la evidente simpatía del autor, justifica por el carácter
estético, realístaysatírico, característicasdel rechazo de donBenito tanto alaselucubraciones
barroquizantes ciei siglo xviii como a las fantasías sentimentales del romanticismo de la
primera mitad del siglo xix.
Pablo Cabañas en una ponencia presentada al segundo Congreso Internacional de
Hispanistas, celebrado en Burdeos en 1974, sobre el tema "Moratín en la obra de Galdós",
señala que su "recuerdo se extiende por roda laobra Galdosiana, incluso con más persistencía
que el otro autor dieciochesco, Ramónde la Cruz, ya tratado aquí. El mismo crítico nos indica,
aparte de las obras mas conocidas que estudiamos en este ensayo, como LaFontana de oro
(1868) y El Audaz (l870), escribe en una nora que el dramaturgo neoclásico aparece citado
en las siguientes obras de Galdós: LoyroiliMo, La incágnitu, El 19 demarzoyel2 de mayo,
Napoleón en Chamartín, Memorias de un cortesano de 1815, Lasegunda casaca, Elgrande
Oriente, Luchana, El terror de 1824, Montesdeoca, y en otras crónicas y ensayos.
Son interesantes las citas de Cabañas referentes a los retratos que hace Galdós de D.
Leandro Fernández de Moratín, para conocer la imagen directa y verista que tenía nuestro
escritor del gran autor neocl8sic0, sin duda, ante la contemplacióndel retrato Físico de Goya
7,> -1 ann:..i,...nl An Inn n*...n:nn nnrcnn A?. Ll,..."+!.. A ": -1 ..i\c"nc^ -..- P"11.L" .... ^L..".. i i ~ D ~ U L C U C U uc 1ui> ~ V ~ UCULLLUI O UL IYIVLULIII. LLUL I ~ ILC LLULV y UC;u a u w uuapla y uc IICILG
Gabrielillo el protagonista de la primera serie de los Episodios Nacionales. He aquí como lo
describe en Lacortede CarlosIV: "Era entonces un hombre como de 45 años, pálido y serio,
de mediana estatura, dulce y apagada voz, con cierta expresión biliosa en su semblante,
como hombre a quien amarga la hipocondria. En sus conversaciones era siempre mucho
menos festivo que en sus escritos; pero cenia semejanzas con éstos por la serenidad
inaicerabie ae ias sátiras mas crueies, por ei comeaimiento, ei aticismo, cierta urbanidad
irónica, solapada, y la estudiada y anexa de sus conceptos." (1, 357). Completa luego este
retrato con las apreciaciones personales y espirituales que hace Amaranta (la madre de la
joven Inés) en La batalla de los Arapiles, donde la marquesa viaja de incógnito en busca de
su hija, raptada por su padre. Allí, según Pablo Cabañas, "nos da una visión del Moratín
acobardado y falto de ilusiones durante los últimos tiempos de la ocupación francesa: "No
pertenece a éstos (a los que se hacen ilusiones) Moratin, al cual encuentro más triste y más
pusilámine que nunca. Ya no es Secretario de la Interpreración de Lenguas sino bibliotecario
mayor ... Pero el no está contento, tiene miedo a todo, y más que nada a los peligros de una
segunda evacuación de la Corte por los franceses. (.. .) Está enfermo yarruinado; mas trabaja
algo, y ahora nos ha dado La escuela de los maridas, traduccion del francés" (1, 1.055).
Señala también el profesor Cabañas que en Los Apostdlicos el padre Aleli "evoca la figura
de Moratín dos años después de su muerte y le recuerda cuando trabajaba en las platerías
y también como enamorado de Paquira Muñoz, suegra frustrada de don Leandro (p. 220).
P r r ~ e! propb UQR benire, qfiie?, &spu& de !:zcer revix~ir !u é p r , !U figdrl y !U
producción literaria de Moratín, a propósito de la representación de La Comedia nueva o El
C@, siente la neccsidad de dedicarle un ensayo a Moratín y su época (10-XI-1886). En
primer lugar, indica nuestro novelista que El Cg/Z no es "una comedia verdadera ..., y sin la
lección de estética, quedaría reducida a una trama insulsa..," afirmando que "en lo que tiene
de didáctico y docente, contrariando la índole del teatro, es lo que llaman hoy una obra
Lendenciosa.. .". Precisamente es lo que hará el propio Galdbs, primero con sus novelas de
BIBLIOTECA WDOSIANA
la primera época (DoñaPer$ecta, Gloh, etc.) y luego con sus obras teatrales (Realidad, La
loca de la casa, La de San Quintín, etc.), Sin embargo Galdós se asombra de que esta pieza
tenga una gran virtud: "La naturalidad esritica, virtud que en España no ha poseído nadie
como la poseyó Moratín. A ello hay que afiadir "la gracia, la bondad y el castizo corte del
diálogo." Características que se manifiestan también en los comentados sainetes de Ramón
de la Cruz. Todo ello apunta a los principales rasgos de la Literatura en general y del Teatro
Neociásicoen particular: eldidactismo estético o la doctrina de la docencia, o sea el criticismo
aplicado ala Literatura, que se proyectó ala sociedad y al pensamiento del hombre ilustrado,
a lo que hay que añadir la naturalidad y la verdad como características de la Literatura
neoclásica frente a la que no lo es como las ficciones de la Literatura pastoril, herencia de
las literaturas clásicas antiguas, queGaldós rechazaen algunos desus artículos críticos como
el citado sobre Ramón de la Cruz y en su novela E[ Audaz. Precisamente estas ideas las
expone mcsirü r~üv&ta ¿~a n d üpr eparaba JU ub;a, d i s t a y natwa!, de Mxkid prr !r
creación de Fortunatay/acinta, que presagiaba el decenio siguiente su gran producción
dramática, que tendría mas tarde su réplica en Jacinto Benavente, dentro de los mismos
cánones, que eran los que apiicaba Galdós en la interpretación de las escenas de
El CaJé, modelo de la comedia moderna cuya accibn se simplificaba con el dialogo
donde "intervienen las dos damas, don Hermógenes y don Eleuterio" que según
don Benito "son de lo más chispeante, Ingenioso y beiio que existe en ia prosa aei
teatro" (p. 23).
Vuelve aquí Galdós a defender, en aquel momento, y a justificar la implantación de "las
reglas teatrales" en aquellos tiempos de anarquía literaria, con lo cual aplica los principios
del "despotismo ilustrado" tan típico del s. xviii y del Neoclasicismo. Así afirma que "se
necesitaba contener tanta barbarie y garruleria" (como en las obras de un Comella, típicas
de la decadencia del barroco y del churriguerismo). "No había má remedio -dice- que
establecer la dictadura, y he aquí la razón de las famosas ureglasn, que no eran otra cosa que
11 &vxihn de! m e por el despotismn" (p: 24).
Después de presentarnos la magnífica descripción, en el episodio deLa Corte de Carlos
íV(1873) de la puesta en escena de El síde IasNiñus en 1806 en el teatro de El Príncipe,
Galdós vuelve a haccr, en el articulo que vamos comentando, una evocación de tal excelente
obra y se lamenta de que su autor perdiera tanto tiempo en las sátiras literarias al estilo de
EI cdé o de la Devota de lospedantes, sin pensar que este género era el apropiado de los
reforrnaaores iiusiracios, yut: üiiiizabari ia idztii y ia heiza de la critica para iilipüiici sus
ideas renovadoras. Afirma, finalmente Galdós, en este ensayo que "La vida de Moratín es
tan interesante como sus obras ..." Y que sobre todo ElSíde lasNiñas "tiene procedencia
efectiva y real", es decir autobiográfica, pues "el mismo fue Don Diego, y aquel acto de
renunciar a su novia, sacrificando un amor tardío en el altar de la juventud, fue suceso
anterior en la vida de don Leandro ..." (p. 28). Pero este argumento ha sido rechazado por
la moderna crítica (Lázaro Carreter, Moccuende), pues al parecer fue él, que después de
escribir esta obra, que nunca quiso de verdad casarse con Paquita Muñoz. Hoy se piensa que
e! antecedente puede estar muchomás lejos. en el fracaso de su amor adolescente por Sabina
Conti, protagonista real de El viejoy la niña (1786), superponiéndose también al amor por
Doña Paquita de El Síde las niñas (1 805).
IV CONGRESO GaldósJANO
Es curioso constatar que las características que señala Azorin en su artículo "A propósito
de Moratín" (O. C., t. IX, pp. 51 y SS.) como "un temperamento clásico conservador. Siente
profundamente a España" y "desde el primer momento ha sentido un hondoamor a la lengua
española" y "se extasia ante los paisajes de España", coincide todo ello con el que el propio
escritor alicantino admiraba en Galdós, y don Leandro según cuenta un biógrafo también
como el canario "solía ir por los mercados recogiendo, en las conversaciones de placeras y
labriegos, vocablos y giros expresivos y pintorescos", lo mismo que hacía Ramón de la Cruz
en su tiempo, cuyo conocimiento del habla castiza reconocía el propio Moratin a pesar de ser
de estética opuesta, y ya hemos visto como Santiago Ibero (Galdós) hacía lo propio según
su propia confesión. Recordemos lo que nuestro novelista decia del dominio del idioma del
autor de La Comedia nueva sobre todo en su Epistolario: "No se ha escrito -dice-en nuestro
siglo un castellano más rics, con tantos recursos para el estilo familiar, ni hay autor ninguno m
en quien la lengua sea instrumento tan flexible de tan variados tonos." (Art. cit. Póstumas.) D
E
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--n m
O
s e lamenta~aldósq,u e debido al carácter agriado de Moratín, en sus últimos afios, no
pudo asistir "al triunfo de su cstktica, y aún podría haber escrito otras obras dramáticas que
hubieran puesto el sello a la escuela del buen sentido". Pero aún así la proyección de su obra
llegó aún más allá, pues la crítica moderna, en parte comenzada por Galdós en lo que se
reficrc a reconoccr el acierto de los caracteres de los personajes, a la naturalidad,^ sobre todo
a la lengua, convierte a Moratin, como quiere Azorín, en un clásico de la comedia española.
Ya Lacra decía que "EISíde las niñas rebasa la limitación de un valor de época y alcanza la
condicibn de un modelo li~erarioc, usa que corruboia 1. L. Alborg cuando dice que "la comedia
moratiniana no muere con el siglo xviii (...) sino que da la fórmula para el teatro del futuro,
aún a despecho de las frondas -no huracanes- del romanticismo español", afirmación que
don Benito Pérez Galdós hubiera suscrito plenamente.
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