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298 EL «HUERTO FRONDOSO DE LOS RECUERDOS». LA EXPERIENCIA GALDOSIANA ANTE EL DEBATE ACTUAL DE LA MEMORIA HISTÓRICA THE “LUSH GARDEN OF MEMORIES”. THE GALDOSIAN EXPERIENCE BEFORE THE CURRENT DEBATE OF THE HISTORICAL MEMORY Manuel Moreno Alonso RESUMEN En el debate actual levantado al calor de la ley de la ‘memoria histórica’ se ha llegado a separar la historia de la memoria del tal modo que la preocupación por esta apenas si rebasa el marco cronológico de lo que se llama el ‘tiempo presente’ o ‘la historia actual’. Sin embargo, analizando la generalidad de la obra de Galdós, puede comprobarse cómo ofrece muchas y ricas observaciones defensoras de lo denominó «el huerto frondoso» de sus recuerdos. Sin ir más lejos, en las Memorias de un desmemoriado —título no baladí al respecto— en las que el recurso a ‘a memoria’ fue una tara tan elemental como importante. Este trabajo estudia la cuestión a la luz de los textos galdosianos para destacar cómo, en sí mismos y en su evolución, demuestran que Galdós, perfectamente consciente del carácter artificial y móvil entre el pasado y el presente, y entre la historia y la memoria, conjuga la apelación a una y a otra (la primera firme, la segunda desconfia-ble) en función de los tiempos históricos y su actitud personal hacia ellos; y que no duda en sumar la memo-ria de lo vivido a la hora de organizar, escoger, e inclu-so tomar partido en su novelización del pasado. PALABRAS CLAVE: Historia, Literatura, Memoria, Análisis crítico. ABSTRACT In the current debate raised in the heat of the law of ‘historical memory’ it has come to separate the history from the memory, thereby, the concern about it barely exceeds the chronological framework of what is called the ‘present time’ or ‘current history’. However, ana-lyzing the generality of the work of Galdós, it can be seen how it offers many rich defenders observations of what he called «the lush garden» of his memories. Without going any further, in the Memorias de un Desmemoriado —title not trivial in this regard— in which recourse to ‘a memory’ was as an elemental as an important task. This work studies the issue in gal-dosian texts to highlight how, in themselves and in their evolution, it shows that Galdós, perfectly aware of artificial and moving character between the past and the present, and between the history and the memory, combines the appeal to one and another (the first firm, the second unreliable) based on historical times and his personal attitude towards them; and it doesn’t hesitate to add the memory of lived experiences to organize, choose, and even take side in his novelization of the past. KEYWORDS: History, Literature, Memory, Critical Review. Entretanto, la vida interna permanece oscura, olvidada, sepul-tada, reposa la sociedad en el inmenso osario sin letreros ni cruces ni signo alguno; de las personas no hay memoria, y sólo tienen estatuas y cenotafios los vanos personajes… Pero la posteridad quiere registrarlo todo: excava, revuelve, escudriña, interroga los olvidados huesos sin nombre; no se contenta con saber de memoria todas las picardías de los mortales…(El equipaje del rey José).1 Resulta interesante imaginar qué hubiera dicho D. Benito Pérez Galdós sobre el debate actual que, desde hace unos años, se ha abierto en España sobre la Memoria Histórica, generalmente rechazada de plano por los historiadores.2 Un debate que, surgido en plena época postmoderna, se ha presentado como nuevo y que ha originado un gran enfrentamiento cuando no una gran confusión entre sus parti- Universidad de Sevilla. 299 darios y detractores. Quienes están en contra no aceptan que, por medio de un discurso que tiene mu-cho de metahistórico, una ‘memoria’, considerada incompatible con la historia, se apropie del pasado histórico. Lo que ha dado lugar a una agria polémica que, trascendiendo el debate meramente acadé-mico, ha sido politizada y en España, lo mismo que ocurrió previamente en Francia,3 ha dado lugar a una bien polémica ley de ‘memoria histórica’.4 Lo que ha llevado a no pocos historiadores, lo mismo en Francia que en España, a considerar que la historia es bien diferente de la memoria. De la misma manera que aquélla no es una religión, ni una moral, ni tiene por qué ser esclava de la actualidad. Por mucho que la generación actual, muy influenciada por el ‘pensamiento único’, se empeñe en buscar, individual o colectivamente, sus raíces de acuerdo con ‘sus’ recuerdos o quiera inventar la tradición a costa de la historia. Todo lo cual ha suscitado un verdadero alud de definiciones y teorías sobre la memoria en relación con la historia.5 Entre las cuales, como si se tratara de una tabula rasa más allá de la cual no se encuentran precedentes, la preocupación por la memoria apenas si rebasa el marco cro-nológico de lo que se llama el ‘tiempo presente’ o la ‘historia actual’. De donde la conveniencia de, en pleno fragor de tantas discusiones, mirar a la experiencia galdo-siana, que nunca se ha tenido en cuenta a pesar de la riqueza y polivalencia del «huerto frondoso de los recuerdos» del autor de Los Episodios Nacionales y de las Novelas contemporáneas, según frase de sus Memorias de un desmemoriado. Pues, como con tanta frecuencia habría de decir el propio Galdós al dar cuenta del cultivo de su «huerto literario», su recurso a la memoria fue una tarea tan elemental como importante: «En mi narración llego a los días en que se apodera de mí el sueño cataléptico; no sé donde vivo, evoco mi memoria y le hablo de esta manera: “Memoria mía, mi amada memoria, cuén-tame, por Dios, mis actos en aquella época de somnolencia”».6 MEMORIA E HISTORIA De no ser por la violencia y oposición suscitada por la polémica en los últimos años, la memoria en el sentido más elemental del término es, simplemente, la presencia del pasado o el recuerdo de éste en la historia. Es decir, cualquier reconstrucción (no necesariamente psíquica o intelectual) que suponga una representación selectiva del pasado; preferentemente, un pasado que no es nunca el individual solo, sino el de un individuo inserto en un conjunto familiar, social, nacional. El Diccionario de Auto-ridades del siglo XVIII decía, entre varias acepciones, que «se toma por lo mismo que monumento que queda a la posteridad, para recuerdo o gloria de alguna cosa».7 Lo que quiere decir que la historia de los historiadores no es más que uno de los modos de expre-sión de la memoria colectiva, toda vez que el historiador profesional no tiene el monopolio en el pro-ceso de este acercamiento. Razón por la cual los historiadores deben estar interesados por un buen conocimiento de la memoria para acometer una provechosa aproximación y tratamiento de los testi-monios ofrecidos por la memoria. De donde la frecuencia con la que los propios historiadores se aden-tran en la recogida de testimonios de toda índole ofrecidos por la memoria. Ahora bien, dada la ambigüedad de la propia palabra historia, el conflicto entre memoria e historia surge cuando ésta, en su representación del pasado, se halla movida por la ideología y la intencionali-dad histórica con el objetivo de construir una determinada historia, subjetiva y parcial, que se impone frente a ‘otra’ sin los requerimientos convencionales de la forma científica de estudiar el pasado. Lo que lleva en la mayor parte de los casos a un abuso de la memoria: «demasiada memoria aquí, dema-siado olvido allí», en palabras de Paul Ricoeur; para quien estas batallas de la memoria «no son una anécdota, tienen un significado, codificado en lenguajes simbólicos o en representaciones sociales, de conflictos larvados, de traumas no superados, de rupturas no bien señaladas, de añoranzas de poderes perdidos».8 Porque, en este sentido, el interés por la memoria nunca es inocente. En la actualidad, el problema de la memoria histórica es que se ha convertido en un ‘valor’ de nuestra época. Con la particularidad de que, independientemente del papel que juegan los medios de comunicación en la construcción de tales memorias, el pasado se presenta siempre en conflicto con el presente cuando no como una forma de ruptura entre ambos. Resultando siempre más que evidente que tras ello hay grupos sociales y políticos o, sencillamente, poderes e intereses empeñados en soste-ner argumentos bien conocidos o rebatidos por la propia historiografía. Máxime cuando tiende a crear identidades colectivas «dotándolas de un potencial de subversión contra un determinado orden so-cial».9 300 Lo que hace que, normalmente, los historiadores profesionales se opongan a este uso de la memo-ria. Es decir, al abuso de ésta, a la obsesión por un nuevo culto a la memoria, en el que «asombra la necesidad que manifiestan individuos y grupos de reconocerse en el papel de víctimas pasadas y que-rer asumirlo en el presente».10 En otros casos, la utilización de la memoria es, más que provocadora, preocupante, sobre todo cuando se ha convertido en una nueva y potente ‘industria’, que suscita el entusiasmo de sus seguidores. Welcome to the memory industry, ha escrito muy significativamente un autor en fechas recientes.11 Ciertamente, la memoria no es la historia. Pero, aunque entre memoria e historia pueda haber ten-sión e incluso oposición, la historia debe tener en cuenta la memoria, o mejor, las memorias si preten-de enriquecer el conocimiento del pasado, y si distingue convenientemente el relato mediante el análi-sis crítico propio de la historiografía. Lo que hace que, desde un punto de vista actual, las relaciones entre la historia y la memoria constituyan un tema innovador que abre nuevos planteamientos episte-mológicos, metodológicos e historiográficos. Si bien, en honor a la verdad, es necesario señalar que, a pesar de que la memoria sea un tema poco tratado por el historiador hasta tiempos recientes, sus posi-bilidades fueron consideradas ya hace mucho. Hasta el punto de que, suscitada la cuestión poco des-pués de la Primera Guerra Mundial por el sociólogo durkheimiano Maurice Halbwachs,12 algunas de sus consecuencias —la problemática de la memoria, su disección, sus relaciones con la historia, el desdoblamiento de los dos conceptos así como la ‘zona de sombra’ que produce su intercesión— fue tenida en cuenta por el gran historiador Marc Bloch, el fundador junto con Lucien Febvre de Anna-les.13 Independientemente del rechazo unánime de los historiadores profesionales a los abusos de la me-moria,14 el debate, sin embargo, ha enriquecido de forma considerable el aprovechamiento de la me-moria por la historia y la conceptualización de ésta por la memoria, como una forma nueva de aproxi-mación al pasado. En cuanto que la memoria puede constituir una valiosa construcción del pasado que tiene en mente los sentimientos y subjetividad para la construcción del discurso. Pues como hace ya varios lustros reconocía el historiador Jacques Le Goff, «la memoria es la materia prima de la histo-ria».15 En este sentido, para el caso de España, el historiador García Cárcel, tan crítico con los abusos de la memoria, no ha dudado en analizar la herencia del pasado desde el punto de vista de ‘las memorias históricas de España’. Partiendo de la base de que cada generación ha construido su propia memoria con los condicionamientos y perfiles de su momento, admite que la memoria histórica debe ser «larga y plural, porque son múltiples las miradas y las circunstancias de quienes hacen la historia». En su opinión, si la realidad histórica es compleja y la historia de España es plural, la memoria histórica es un material válido para la historia siempre que se eviten los riesgos de la simplificación y de su ins-trumentalización, lo que implica una voluntad crítica sobre los abusos de la memoria histórica recien-te, plena de tópicos inaceptables (desde la vieja memoria de los mitos fundacionales a la nueva que se focaliza en ‘determinados’ aspectos de la historia reciente).16 APELACIÓN A LA MEMORIA EN GALDÓS En ningún estudio que conozcamos sobre Galdós se ha recurrido hasta ahora a la epistemología, según el debate actual, de la memoria para explicar su aproximación a la historia. Cosa que no es sor-prendente, dada la proximidad de los nuevos planteamientos historiográficos sobre la relación entre la memoria y la historia. En la extensa bibliografía existente sobre la obra de Galdós, siempre su interés por el pasado se ha visto desde el punto de vista de la historia y no de la memoria. Independientemente del hecho fundamental de que su inmensa obra condicionara la memoria histórica de España, asunto también por estudiar, las diferentes aproximaciones a Galdós se han realizado desde el punto de vista de la historia: su conocimiento del pasado, su experiencia histórica o su interpretación de la historia. Cuando, verdaderamente, tanto el autor como su obra se entienden mucho mejor desde la memoria.17 Por supuesto, tampoco se ha apelado a Galdós cuando, particularmente desde los comienzos de la Transición, se ha pretendido rehacer y cuestionar el pasado de España ex novo en una explosión extra-ordinaria de publicaciones históricas que, desde el primer momento, sorprendieron hasta a los mismos historiadores extranjeros.18 Ni siquiera entre los historiadores contemporaneistas fue frecuente el re-curso a Galdós para enriquecer y mejor comprender la España de su tiempo, más allá de algunas pun-tualizaciones académicas.19 Poco frecuente es el caso de historiadores que, en una época en que desta-301 cados escritores ponían en entredicho la grandeza del novelista,20 reconocieron su magisterio, y se confesaron entusiastas y fieles lectores de los Episodios. Uno de estos fue el de José María Jover, quien no dudó en confesar que tenía a Galdós «por mi primer maestro de Historia, al cual debo —desde los primeros años de nuestra posguerra— el atractivo que el siglo XIX ha ejercicio y ejerce sobre mí».21 Y otro el Manuel Tuñón de Lara. Fuimos muchos, sin embargo, los que no abandonamos los “Episodios” que, en diversas se-ries, nos acompañaron durante todos los años de juventud y hasta ya entrada la madurez (y sabido es que el referente histórico de aquellos años no fue sencillo ni estático). Nuestra fide-lidad a los “Episodios” nos permitió pasar de la segunda a la tercera serie salvando en breves días el gigantesco salto que significaron en la creación galdosiana los diecinueve años que transcurrieron desde “Un faccioso más y algunos frailes menos” hasta “Zumalacárregui”. La lectura completa de los “Episodios” me hizo comprender que el don Benito de fines de siglo había superado con mucho algunas formulaciones esquemáticas y, sobre todo, que operaba con fuentes mucho más sólidas que en las dos primeras series que ahora hacían alternar con fuentes directas —orales, entre ellas— y con sus experiencias vividas en cuanto se entra en el decenio de los sesenta. Comprendí, sobre todo, que en la concepción de esta gigantesca obra suya, don Benito había pasado de una idea de pueblo-nación vertebrada por la clase media o burguesía a otra idea, a finales del siglo XIX, en la que el concepto de pueblo-trabajo… constituye la columna vertebral de la sociedad.22 Pero, en cualquier caso, una cosa es la apelación a la historia y otra a la memoria que, desde nues-tro punto de vista, explica mucho mejor el carácter y la originalidad de la obra galdosiana. A pesar de que en la fecha, ya lejana, de 1975, apareció un libro con diversos textos del propio Galdós con el título artificial de Recuerdos y Memorias.23 Sin embargo, no obstante ser cierta la presencia de tantos ‘recuerdos’ y ‘memorias’ en la gigantesca obra de Galdós,24 nunca se ha estudiado la experiencia galdosiana desde el punto de vista de la memo-ria, aun cuando ésta, desde la hermenéutica actual —la aceptada por los historiadores críticos— la explica mejor que la historia. Pues desde su primera novela, La Fontana de Oro —considerada como «la primera novela española moderna»—25 hasta sus Memorias de un desmemoriado, al final de sus días, la obra galdosiana se aproxima mucho más a la memoria que a la historia.26 LA INSUFICIENCIA DE LA HISTORIA PARA EXPLICAR LA OBRA DE GALDÓS Entre los estudios de Galdós, nunca ha habido acuerdo sobre su forma de aproximación y trata-miento de la historia. Conocida es la opinión de Joaquín Casalduero: Ni por contenido emotivo y sentimental, ni por la intención es posible confundir los Episo-dios con la novela histórica. Esta se siente atraída por el pasado, es la nostalgia de los tiem-pos que fueron, la añorante vivencia del pasado lo que la impulsa. Los Episodios, por el con-trario, se refieren al presente, trazan el panorama como una causa, como una explicación, como una raíz de la época que está viviendo el autor; el cual quiere comprender lo que está sucediendo y espera que sus compatriotas lo comprendan con él. No va movido por una emoción, sino en busca de la verdad histórica, conocimiento que cree de gran utilidad para la sociedad y para el Estado. Todos deben aprovecharse: clase media, pueblo, aristocracia; to-dos los estratos y organismos: clero, militares, oligarcas, ejército, monarquía y partidos polí-ticos.27 Opinión que, a duras penas, puede aceptarse en la actualidad. Pues, en lo que respecta a la novela, ésta no tiene por qué sentirse ‘atraída por el pasado’ exclusivamente, y, en el caso de Galdós, sus ‘no-velas contemporáneas’ pueden ser para los lectores posteriores un tipo de novela histórica, aparte de haber supuesto, como ya manifestó Clarín en su tiempo, la inauguración oficial del «pensamiento teó-rico en torno a la novela española». Y, en cuanto a los Episodios, decir, como sostiene el ilustre galdo-sista, que su autor buscaba la «verdad histórica», esto es demasiado. Mientras que, en cambio, todos los aspectos enunciados en su día por el gran experto en Galdós no son sino elementos característicos 302 de la construcción actual de la memoria histórica: 1) el pasado como «una explicación, como una raíz de la época que está viviendo el autor»; 2) conocimiento «que cree de gran utilidad para la sociedad y para el Estado», y 3) utilidad de este saber: «todos deben aprovecharse». Empeñado, como ha sido frecuente en los análisis galdosistas, en separar y definir de forma escolástica la historia y la novela, don Joaquín Casalduero, evidentemente, aplicó a aquélla las características que en el debate actual se consideran pertenecientes al territorio de la memoria. Al igual que Casalduero, otros destacados especialistas han tratado de aclarar si los Episodios Na-cionales son o no una novela histórica, cuestión que tanto ha interesado a Rodolfo Cardona. Mientras que otros han insistido en las diferencias usuales entre el canon lucasiano de la novela histórica, que huye del presente e idealiza el pasado, y los libros contemporáneos de Galdós,28 o en las relaciones evidentes que se daban en la literatura galdosiana y los principios de la novela histórica cuando Lukács era el gurú de la cuestión.29 Un asunto que, en relación a las diferencias existentes entre los Episodios nacionales y las novelas contemporáneas, sigue dividiendo a la crítica galdosiana aun en el supuesto de aplicar a toda la narrativa novelesca unos principios artísticos comunes.30 Pero no se trata ya de discutir si los Episodios son un tipo de novela histórica o no, o si es historia novelada o novela histórica.31 La cuestión es establecer si en la obra galdosiana, su aproximación al pasado se explica mejor desde la memoria que desde la historia. Afirmando que «la historia determina la estructura de los textos galdosianos» a propósito de El amigo Manso o de Fortunata, Blanco Agui-naga —que se quedó corto en su intención de «ir más allá del tópico de la “historicidad” de la obra de Galdós; precisar en lo posible qué función específica, concreta, cumple la historia en la estructuración de un texto galdosiano»— se preguntaba, sin embargo, si esto quería decir que «la lectura correcta de Fortunata y Jacinta, por ejemplo, ha de ser “histórica” en el sentido vulgar de que los personajes y sus peripecias no son tal vez sino símbolos, pretextos analógicos para un discurso socio-político?» A lo que añadía: «…Tal es el arte de novelar de Galdós que, si acaso, lo que ocurre es lo contrario…».32 Es decir, que podemos entenderlo mejor desde la memoria que desde la historia. Según un historiador, «todas las conquistas de Clío en el escudriñamiento de sus zonas más oscuras y en el análisis de algunas de sus claves interpretativas —patriotismo constitucional, revolución bur-guesa, pretorianismo, emergencia capitalista, urbanización se refractan en el cuadro, lleno de plastici-dad…» que ofrece la obra de Galdós.33 Todo un vademécum que, mucho más allá del territorio del historiador desborda su campo «tras haber allegado y contrastado las fuentes de sus diferentes capítu-los y episodios con arreglo a la más flamante o acrisolada metodología», según el autor del texto ante-riormente citado, porque la dimensión histórica se sobredimensiona con los espacios de memoria. Pues si, a la altura de los años 70, el historiador Carlos Seco señalaba que se había especulado mu-cho sobre las fuentes históricas de la obra de Galdós, y no sobre la obra de Galdós como fuente histó-rica,34 también podemos decir que ésta cobra mucho más fuerza en la dimensión no sólo de la historia, sino de la memoria.35 Partiendo de la realidad de que la historia ha estado siempre presente en toda la obra de Galdós, como tema, trasfondo o como materia, es evidente que el tratamiento histórico difiere también en unos y otros textos. Aun cuando en todos los casos su visión del pasado se enriquece con el recurso a la memoria, de forma que incluso analizando su obra desde el punto de vista histórico, su concepción de la historia es mucho más rica de lo que se le ha venido reconociendo. Pues en el entorno de su tiempo, ya es una novedad singular que su concepción de la historia —que ha sido considerada «como popu-lar, democrática o historia desde abajo»— reivindicó el papel del individuo corriente en la historia, cuando éste apenas tenía alguna significación en el marco de la historia de entonces. De donde el gran mérito que le corresponde a Galdós de haber rehabilitado como propiamente histórico el papel del «hombre desconocido, de esa figura anónima cuyos sentimientos, miedos, avata-res cotidianos tejen la historia».36 Pues como narrador subrayó lo privado, oponiendo lo individual a lo social o colectivo. De tal forma que la historia será solo un ‘contexto’, un ‘trasfondo’ dentro del cual, o frente al cual, ocurre «lo que de verdad importa: el desarrollo de vidas particulares, de problemas, de pasiones miserables y eternas».37 Algo muy diferente de la novela histórico-folletinesca al uso enton-ces.38 Bien diferente es el caso del narrador del episodio Bodas reales, por ejemplo, quien parece estar consciente de los procesos generativos de sus discursos históricos y ficticios.39 Pues este volumen final de la tercera serie sirve para revisar y reinterpretar la época delineada por la serie entera, e implícita-mente, la de las dos series anteriores también. Proceso ‘constructivo’ y ‘deconstructivo’ que se obser-303 va en los movimientos políticos, históricos, geográficos, emocionales y temporales del episodio. Con lo que, de este modo, Bodas reales cuestiona las convenciones de la historia. Incluso, como también ha sido puesto de manifiesto, el estilo de la novela crea un movimiento hacia atrás, debido a su intensa ironía.40 A partir de la tercera serie de los Episodios, se advierte un cambio importante en el estilo del autor, cuando su lectura se hace menos fácil. Que entonces es cuando, según un autor, «al lector se le exige que se convierta en cómplice de una escritura en la que las urdimbres de la historia y las de la ficción se unen y se separan para volver a encontrarse y volver a unirse y luego volver a separarse y nueva-mente volver a unirse». Lo que se acentúa en los últimos Episodios,41 que es cuando Clío, la musa de la historia, imponiéndole su «mágica péñola», para decirlo en palabras de este mismo autor, le impide escribir «mentira», porque «ella no le obedecería y pondría la verdad». Razón por la cual todo girará «en torno a la verdad y a la historia».42 De Cánovas —el último episodio de Galdós escrito entre Madrid y Santander en la primavera y ve-rano de 1912— se ha dicho que es el “más triste” de todos ellos. Un historiador actual dice de él que «el último episodio es, sobre todo, memoria personal y militancia política». De forma que, a la vejez, abandonando la historia, «busca en su memoria los registros desde los cuales narrar un tiempo vivido intensamente, y al que se acerca desde una militancia republicana perceptible de un modo constante a lo largo de sus páginas».43 Se trata de una actitud de ‘caquexia’ o parálisis, de que habla Mariclío, la musa de la historia, al final del episodio y que implica el cambio radical que se ha operado en la acti-tud de Galdós hacia la historia de España, manifiesta ya a partir de la 3ª serie, al ocuparse de la segun-da mitad del siglo XIX.44 Pues, evidentemente, el novelista no vio siempre ‘la vida’ de la misma mane-ra.45 EL RECURSO A LA MEMORIA Al señalar que «la memoria es la materia prima de la historia», el historiador Jacques Le Goff afir-maba que «el historiador debe estar ahí para dar cuenta de los recuerdos y de los olvidos, para trans-formarla en materia pensable, para hacer de ella un objeto de saber».46 Y esto fue lo que hizo Galdós, quien haciendo de narrador responsable de sus novelas —‘historiador’, en muchas ocasiones, al hispá-nico modo— no sólo recordó el suceso, sino también la experiencia del suceso, con el buen gusto, siempre como novelista, de no abusar ni de la historia ni de la memoria. Pues si, por una parte, captó la vida, abierta a la dialéctica del recuerdo —la memoria—, por otra, no dejó de construir la historia, pensándola, desvelándola, explicándola, al tiempo que problematizaba la memoria. La propia narración ‘libre’ le permite al autor cambiar de tono según los sucesos narrados, además de incluir abundante material de todo tipo, lo que hace que muchos aspectos, aun siendo históricos, pertenecen más bien al campo más vago de la memoria. Efecto al que contribuye el uso con toda liber-tad, por parte del narrador, de la tercera persona, que le permite ampliar la pluralidad de voces y visio-nes.47 Con toda probabilidad es a esta visión de la memoria galdosiana a la que, sin mencionar este término, se refería María Zambrano cuando escribió que «un monstruo nos parece la España que aso-ma su rostro en la novela de Galdós: la España del harapo y la locura, de la mezquindad y el disparate, de la prodigalidad y del absurdo». Y añadía: Por debajo de los hechos históricos sigue transcurriendo la corriente de vida que les dio el aliento; cohesión del ayer con el mañana a través del hoy; cohesión de todos los elementos que integran el hoy y que, trabados, fluyentes, vivos, forman la entidad que se llama pueblos, entidad a la vez humana y casi divina, puesto que no podemos inventarla y es ella más bien la que nos inventa a nosotros.48 Desde luego es una realidad que, en la última etapa de su vida, en los años de la ceguera, Galdós se compenetró mucho más con la memoria que con la historia. Muchas son las claves sobre este particu-lar que proporciona sus Memorias de un desmemoriado, sus recuerdos por entrega que Galdós publicó para el semanario La Esfera de Madrid en 1915.49 Libro de recuerdos que en los últimos años —los años de debate sobre la memoria histórica— ha conocido nuevas reediciones.50 Considerado como un trabajo menor,51 se trata de un texto al que nunca se le ha dado mayor relevancia, tal vez por su breve-dad y por su falta de sistemática, pero que da, particularmente, claves importantes sobre la considera-304 ción de Galdós acerca de la memoria —la ‘novela de la memoria’, podríamos decir— y su aproxima-ción al pasado, según hace en sus Episodios y novelas.52 Pues Galdós terminará construyendo sus no-velas como memoria histórica de un pasado —apoyada en un relato nacido al calor de unos sucesos y de unos protagonistas en los que, en muchos casos, hay una afirmación de identidad nacional— que debe comprenderse para la interpretación del presente. Autodefiniéndose desde el primer momento como «incapacitado para el orden cronológico por la rebeldía innata de mis ideas», todo el texto de las Memorias de un desmemoriado giran en torno a la memoria o quizás a su falta de ésta, que se repite con llamativa insistencia, lo que dice mucho de la obsesión del autor por ella: «aquí flaquea un poco mi memoria», dice cuando se refiere a sus recuerdos de la infancia. Y más adelante, cuando hace referencia, a la escritura de La Fontana de Oro, y a un viaje por Francia: «al escribir esto —dice—, surge en mi memoria una lamentable confusión». Y más adelante: «Para llenar estos vacíos de mi relato, evoco mi memoria y le hablo de esta manera: “Memo-ria mía, mi amada memoria, cuéntame, por Dios, mis actos en aquella época de somnolencia”». El novelista recuerda y evoca el pasado que noveliza a través de la memoria: «La memoria refunfuña, se despereza y me contesta…», o «diciendo esto, mi memoria inclinó la cabeza sobre el pecho…»; o «mi memoria despierta con sacudimiento convulsivo y exclama…». Por supuesto, como lo indica desde el propio título de sus recuerdos, Galdós es el primero que des-confía de la memoria, a pesar de, paradójicamente, basarse en ella: «Todo lo que sigue lo he referido en otras páginas; por consiguiente, no me ocupo de ello, pues en estas Memorias no hallaréis más que lo anecdótico y personal…». Aun cuando no dejará de señalar que es a través de la memoria como reconstruye sus vivencias: «sintiéndome abandonado por mi memoria, la llamo, la interrogo de esta forma….». Y más adelante en el mismo texto: «En el correr de aquel año 1888, diferentes aconteci-mientos embargaban mi memoria; no sé dar preferencia». O, «sin el auxilio de mi memoria puedo afirmar que fui solo a Edimburgo». Al igual que cuando se refiere a sus viajes por Italia: «Memoria: ¿se me ha quedado algo en Bolonia? Si tú llevas cuenta de estos olvidos, guárdalos para otra vez, vámonos a Florencia». Y más adelante: «Ya estamos en la ciudad de los Médicis. Ven acá, memoria, mía y ayúdame…». De las referencias innumerables a la memoria, a la que interroga continuamente («he preguntado a mi memoria, pero ésta se halla hoy tan distraída o volandera, que no ha podido sacarme de duda»), se deduce que el novelista desconfía de ella. No duda en modo alguno en reconocer el hecho de «mi ca-prichosa memoria, más fiel que en los hechos históricos, en lo anecdótico y familiar», acepción de gran interés a la hora de diferenciar la aprehensión del pasado a través de la memoria o de la historia, cuestión que sigue siendo clave en el debate actual de la reconstrucción del pasado. De donde la des-confianza que el propio autor siente, y que tan interesante se ofrece al debate actual, sobre la dudosa y escasa representatividad de la reconstrucción por el medio exclusivo de la memoria: «En el trayecto no hacíamos más que ordenar y catalogar nuestros recuerdos». A lo que añade —como elementos inte-grantes de la subjetividad histórica—: «En nuestra mente se entremezclaban, peleándose al verse jun-tas, las visiones pasadas y las que nos anticipaba nuestra imaginación». Que así es como prosigue la relación de «mis desconcertadas Memorias…». LA «NOVELA DE LA MEMORIA» En su último episodio de Cánovas, Galdós señala taxativamente que «al llegar a este punto —1879— advertí que no necesitaba la milagrosa pluma para continuar historiando, pues los hechos que ahora relataré fueron apreciados fácilmente por mi propio conocimiento, o por fidedignas referencias de los amigos». A lo que añade: «Guardé en lugar seguro el cálamo de la verdad, y con el mío, vul-garísimo y comprado en la tienda, seguí pergeñando los anales de la vieja España, sin distinguir lo interno de lo externo».53 Dos aspectos estos fundamentales —que lo siguen siendo en el debate actual sobre la recuperación del pasado para la representación del pasado—, sobre el que Galdós era plena-mente consciente. Entre el episodio de La Primera República y el Cánovas, Galdós parece haber dejado la historia para echarse en las manos de la memoria. Ya no es aquel que escribió en La Primera República que «la historia me ha llevado en sus brazos, en sus bolsillos y en su regazo adulto», hasta el punto de de-cir que «la llamo mi madre».54 Es evidente que el novelista, después de haberse interesado por la histo-305 ria —reconocible más objetivo— se interesa por lo que está de forma clara enteramente al lado de lo vivido. La evolución política que se advierte en la toma de partido del escritor, que de monárquico ama-deísta y partidario de Sagasta, con una actitud antirrepublicana le lleva después de un fervoroso repu-blicanismo en 1907,55 se corresponde con el giro experimentado por el novelista que le conduce a sus-tituir la apreciación aséptica de la historia por la más comprometida de la memoria, que es plena en sus años finales de escritor, cuando se refugia en ésta, aun sabiendo de sus caprichos y flaquezas. Lo que le hace aprehender el pasado en clave, en mucha mayor medida de sentimientos y memoria.56 Tendencia, observada ya por Leopoldo Alas, que le llevó a hablar de un tipo de novela que llamó con el nombre de «idealismo tendencioso». Una evolución en el giro a la memoria que es equiparable, en buena medida, a una de las deriva-ciones a que ha conducido en nuestro tiempo, cuando ha surgido el debate sobre la memoria histórica: la crisis de la historia, que en la primera década del siglo XXI no ha hecho más que acrecentarse. Que en este tiempo, sobre todo, ha sido cuando la memoria se ha presentado como un ‘producto cultural’ que, como resultado de una práctica social, ha contribuido a producir lo que, desde el punto de vista de la memoria histórica, se llama pasado.57 Proceso en el que el propio Galdós, con su confianza-desconfianza hacia la memoria, fue perfecta-mente consciente del carácter artificial y móvil de la frontera entre el pasado y el presente, y entre la memoria y la historia. Porque la memoria, a diferencia de ésta, se halla mucho más condicionada por el olvido, y se halla mucho más asociada a una conciencia colectiva, que el narrador puede construir a su modo sin necesidad de confrontarla con otras fuentes. Lo que hace que en los últimos Episodios, la ‘tendenciosidad del escritor’ se amolde, mucho más que a la historiografía, a la memoria o incluso al mito.58 Es decir, que al renunciar a la certidumbre que le proporciona la historia, se adentra en el cam-po de la incertidumbre, inherente al relato de ficción, fijando su atención en los pequeños detalles y en los hechos menudos frente a las «mentiras de la historia».59 Que así será también como dentro de la creatividad galdosiana, aparece, también entre la historia y la novela, la imaginación mitológica.60 Será entonces, bajo esta forma narrativa, cuando los héroes pertenezcan a las capas populares y su historia individual cobre una dimensión colectiva. Consciente en todo momento de que la memoria es difusa y borrosa, y frágil y manipulable, Galdós sabe de sus limitaciones y de su carácter selectivo. Lo cual no le impide sumar la memoria de lo vivido a la hora de organizar y escoger e incluso tomar partido en su novelación del pasado, lo que le lleva a pasar de lo singular a lo colectivo. Igualmente aprehende el pasado en función de las necesidades del presente. Y, como haría el historiador Marc Bloch, cuando reseñó la obra del sociólogo Halbwachs, tuvo en cuenta al escribir sus novelas lo que éste llamó la «memoria colectiva» en el sentido propio del término, «la conservación de recuerdos comunes a todo un grupo humano y su influencia en la vida de las sociedades». Es decir, que en su novelización del pasado, adaptó las imágenes de los hechos anti-guos a las creencias y a las necesidades del presente. Para él la memoria fue un instrumento fundamen-tal, aunque engañoso. Lo era para hacer el relato de sí mismo, particularmente de los relatos de viaje, cuanto más de las sociedades de otras épocas. De donde la imposibilidad de construir la historia exclu-sivamente con la memoria. Pero, ¿qué decir también de la historia?, cuando, según el autor, «nos com-placemos en desbaratar todo aquel catafalco de verdades y en edificarlo de nuevo a nuestro gusto».61 306 NOTAS 1 El equipaje del rey José, en Obras completas, Episodios Nacionales. Madrid, Ed. Aguilar, 1973, I, p. 107. Sobre la con-cepción de la Historia en Galdós: «¡Si en la historia no hubiera más que batallas; si sus únicos actores fueran las perso-nas célebres, cuán pequeña sería! Está en el vivir lento y casi siempre doloroso de la sociedad, en lo que hacen todos y en lo que hace cada uno. En ella nada es indigno de la narración, así como en la naturaleza no es menos digno el estu-dio del olvidado insecto que la inconmensurable arquitectura del mundo». 2 AYALA, F., Hoy ya es ayer, Madrid, 1972, p. 254. «No hay en verdad ningún hombre que posea memoria histórica» porque «nadie recuerda ni puede recordar lo sucedido fuera del ámbito de su propia existencia». 3 En Francia, en un Manifiesto titulado Liberté pour l’Histoire!, promovido en primer lugar por un grupo de prestigiosos historiadores, entre ellos Marc Ferro, Jacques Julliard, Pierre Nora, Mona Ozouf, Jean Pierre Vernant y Pierre Vidal-Naquet, que firmaron después cientos de profesores, se solicitó la abrogación de los artículos de las ‘lois de mémoire’, que pretendían imponer una verdad sobre el pasado, considerando que estas disposiciones eran «indignas de un régi-men democrático». Cfr. C. Delacroix, F. Dosse, P. Garcia, Les courants historiques en France, Paris, 2007, pp. 568-577. 4 SANTOS JULIÁ, “El retorno del pasado al debate parlamentario, 1996-2003”, Alcores. Revista de Historia Contem-poránea, 7 (2009), pp. 231-256. También Jordi Ibáñez Fanés, Antígona y el duelo. Una reflexión moral sobre la me-moria histórica, Barcelona, Tusquets, 2009, p. 263 y ss. 5 De gran interés sobre el particular es el estudio de CUESTA, J., La odisea de la memoria en España, Madrid, Alianza Editorial, 2008, p. 12 y ss. 6 GALDÓS, Memorias de un desmemoriado, en Obras completas. Novelas-Miscelánea, Madrid, Aguilar, 1973, III, p. 1434. 7 Diccionario de la Lengua castellana [1732], Madrid, edición facsímil de Ed. Gredos, 1990, II, p. 537. 8 RICOEUR, P., La mémoire, l’histoire, l’oubli, Paris, Seuil, 2000, p. 153. 9 PIPER, I., “Investigación y acción política en prácticas de memoria colectiva”, en VINYES, R., El Estado y la memoria, Barcelona, RBA, 2010, pp. 151-152. 10 TODOROV, T., Los abusos de la memoria, Barcelona, 2000, p. 49 y ss. 11 LEE KLEIN, K., “On the emergence of Memory in historical discourse”, Representations, 69 (invierno de 2000), p. 145. Cita en SANTOS JULIÁ, Elogio de Historia en tiempo de Memoria, Madrid, Marcial Pons, 1911, p. 132. 12 HALBWACHS, M., Les cadres sociaux de la mémoire, 1ª ed. De 1925, con ediciones posteriores, la última, La mémoi-re collective, Paris, Albin Michel, 1997, en ed. Crítica de G. Namer. 13 BLOCH, M., “Memoire collective, tradition et coutumes”, en Revue de Synthése historique, núms. 118-120, pp. 73-83, reeditado en Histoire et historiens, Paris, Armand Colin, 1995, pp. 191-199. 14 Según Juan José Carreras, «ninguna memoria puede reconocerse en el pasado construido por la investigación histo-riográfica», en “¿Por qué hablamos de memoria cuando queremos decir historia?”, en C. Forcadell y A. Sabio (eds.), Las escalas del pasado. IV Congreso de historia local de Aragón, Barbastro, IEA-UNED, 2005, p. 24. 15 LE GOFF, J., Histoire et mémoire, París, Gallimard, 1988, p. 10. 16 GARCÍA CÁRCEL, R., La herencia del pasado: Las memorias históricas de España, Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2011. 17 TUÑÓN DE LARA, M., Medio siglo de cultura española (1885-1936), Madrid, Tecnos, 1970, p. 20. Este autor rela-cionó el éxito y fama de Galdós con la publicación, a partir de 1881, de las Novelas contemporáneas —una serie que le convierte «en el escritor más leído de España y en una personalidad de primer plano en la vida nacional»— y el acta de diputado por Puerto Rico que ganó en 1886 y ocupó hasta 1890. 18 CARR, R., “La ruptura del dique”, en El rostro cambiante de Clío, Madrid, Biblioteca Nueva-Fundación Ortega y Gas-set, 2005, p. 264. A propósito de un libro sobre la cultura bajo el franquismo, comentaba este historiador en 1977 que España «está experimentando en este momento un proceso de autoexamen, obsesivo en su intensidad, que se manifies-ta en una plétora de opinión y en una avalancha de libros». 19 Más específicamente que en su Medio siglo de cultura española, 1885-1936, Barcelona, 1982, Manuel Tuñón de Lara se ocupó de la obra galdosiana en “Ideología y sociedad en las Novelas Contemporáneas de Galdós. Ensayo de aproximación historiográfica”, en Actas del III Congreso Internacional de Estudios Galdosianos, Las Palmas de Gran Canaria, 1989, TT, p. 537 y ss. 20 Tal fue el caso de Gonzalo Torrente Ballester, “La insuficiencia de Galdós”, Cuadernos para el Diálogo, núm. 23 (1970), pp. 9-12; o el de Juan Benet, “Reflexiones sobre Galdós”, Cuadernos para el Diálogo, núm. 23 (1970), pp. 13-15, quien reconocía que su «aprecio por Galdós es muy escaso». Conocidas son las opiniones negativas sobre Galdós de Francisco Umbral, quien decía de él y de Baroja: «A mí no me interesan nada. Escribían muy mal» (El País, 28 de octubre 1979). 21 Política, diplomacia y humanismo popular. Estudios sobre la vida española en el siglo XIX, Madrid, Turner, 1976, p. 38. 22 Manuel Tuñón de Lara, “Don Benito Pérez Galdós y la Historia”, en VV. AA, Historia y novela. Superación de un con-flicto, Las Palmas, 1991, p. 412. 23 PÉREZ GALDÓS, B., Recuerdos y Memorias. Introducción de Federico Carlos Sainz de Robles, Madrid, Tebas, 1975, 272 págs. Libro en el que, de forma miscelánea, se recogen de Galdós sus “Recuerdos de Madrid”, “cuarenta Leguas por Cantabria”, “La Casa de Shakespeare”, “Guía espiritual de España”. En suma, parte de los mismos textos publica-dos como “Miscelánea” en la edición de Obras Completas de Aguilar, Madrid, 1ª ed. de 1941, y última de 1973, Nove-las, III, p. 1196 y ss. 24 Un total de 46 volúmenes de los Episodios Nacionales, agrupados en cinco series, aparte de las novelas de la primera época (entre La Fontana de Oro y La familia de León Roch), mas las “novelas contemporáneas” y las obras de teatro. 307 A las que hay que sumar alrededor de cinco mil artículos en distintos diarios y revistas de España e Hispanoamérica y las incluidas en los diez tomos de Obras póstumas preparados por el escritor argentino Alberto Ghiraldo: Fisonomías sociales, Arte y crítica, Nuestro teatro, Política española (dos tomos), Toledo, Cronicón, Viajes y fantasías, Memorias de un desmemoriado y Crónica de Madrid, pp. 1865-1866. 25 LÓPEZ-MORILLAS, J., Hacia el 98: Literatura, sociedad e ideología, Barcelona, Ariel, 1972, p. 23. 26 Capítulo XVIII, “Diálogo entre ayer y hoy”, en La Fontana de Oro, Madrid, ed. Aguilar, 1975, Novelas, I, pp. 84-88. «¡Oh!, si la Libertad no fuera la cosa más buena, sería la cosa más bella con la memoria de tantos héroes» (p. 86). 27 CASALDUERO, J., “Historia y novela”, en Estudios de Literatura Española”, Madrid, Gredos, 1973, p. 34. 28 GOGORZA, F., “Galdós in the light of George Lukács’ historical novel”, en Anales Galdosianos, I (1966), pp. 101-105. 29 BOSCH, R., “Galdós y la teoría de la novela de Lukács”, Anales Galdosianos II (1967), p. 181. 30 RIBBANS, G., “¿Historia novelada o novela histórica? Las diversas estrategias en el tratamiento de la historia de las Novelas contemporáneas y los Episodios nacionales”, en Peter Bly (ed.), Galdós y la historia, Ottawa Hispanic Stu-dies 1, 1988, p. 167. En las Novelas contemporáneas, Ribbans ha relacionado lo que se ha llamado la ‘historia grande’ —los notables acontecimientos externos—, que tiene poca importancia comparada con la ‘historia pequeña o chica’, es decir, los incidentes cotidianos que revelan el espíritu de la época, con el erizo y el zorro respectivamente, según la bien conocida distinción que estableció Sir Isaiah Berlin en The Hedgehog and the Fox (p. 169). 31 RIBBANS, G., “¿Historia novelada o novela histórica? Las diversas estrategias en el tratamiento de la historia de las Novelas contemporáneas y los Episodios Nacionales”, en Peter Bly (ed.), Galdós y la Historia, Dowehouse, Canadá, 1988, pp. 167-186. 32 BLANCO AGUINAGA, C., La historia y el texto literario, Madrid, Nuestra Cultura, 1978, pp. 55-56. Según este autor, en el caso de Galdós, «la historia en cuyo contexto ocurren las cosas que ocurren en nuestra historia está siempre ahí como algo tan perfectamente conocido que no impide en absoluto que unos y otros vayan exclusivamente a lo suyo particular y privado» (p. 57). 33 CUENCA TORIBIO, J. M. “Galdós y la historia de España”, Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políti-cas, Año LIV, núm. 79, 2002, p. 434. 34 SECO SERRANO, C., Sociedad, Literatura y Política en la España del siglo XIX, Madrid, 1973, pp. 279-280. 35 Véase MORENO ALONSO, M., “La familia de León Roch y la historia de la familia en España en la época de la Res-tauración”. En Actas del IV Congreso Internacional de Estudios Galdosianos (1990). Las Palmas de Gran Canaria, 1994, I, pp. 228-239. 36 Véase SUÁREZ CORTINA, M., La sombra del pasado. Novela e historia en Galdós, Unamuno y Valle-Inclán, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006, p. 83. Desde un punto de vista estrictamente histórico, la presencia de la historia en las nove-las galdosianas, según este autor, se presenta bajo uno de estos tres formatos: «ya como resúmenes históricos pensados para dar al lector una síntesis de acontecimientos esenciales vinculados a algún personaje; como incidentes históricos de cierto relieve desarrollados dentro de la actualidad de la trama novelesca; o, en tercer lugar, como referencia a acon-tecimientos históricos de importancia, pero situados en el pasado, sin formar parte de secuencia cronológica alguna que esté en marcha» (p. 72). 37 Véase BLANCO AGUINAGA, C., La historia y el texto literario, p. 75. Sobre el papel del narrador en Fortunata dice este autor: «Es fundamental la función que cumple el narrador en Fortunata. ¿Quién nos cuenta esta compleja historia? El narrador se nos presenta a sí mismo desde las primeras palabras de la novela como amigo de quienes serán los ven-cedores; como amigo, ante todo, de Villalonga, el “compinche” tanto de Juanito Santa Cruz como de los diputados que apoyaron al general Pavía en el golpe que prepara “la Restauración vencedora”. No puede este narrador, por lo tanto, sino participar de la concepción del mundo de sus amigos de clase… Así es él y no alguno de sus más conservadores personajes quien, por eso, califica la Restauración de “restablecimiento de la vida legal”» (pp. 85-86). 38 Véase TIERNO GALVÁN, E., “La novela histórico-folletinesca”, en Idealismo y pragmatismo en el siglo XIX español, Madrid, Tecnos, 1977, p. 66. Según este autor, «los novelones históricos constituían una especie de literatura de la im-punidad, en la que no había compromisos reales con lo verosímil y lo cotidiano». 39 Interesante es la observación del propio Galdós de que «si la historia, menos desmemoriada que el tiempo, no se cuidase de retener y fijar toda humana ocurrencia, ya de las públicas y resonantes, ya de las domésticas y silenciosas, hoy no sabría nadie que…» (Bodas Reales, Obras Completas, 1973, III, p. 409). 40 Véase UREY, D. F., “La revisión como proceso textual en los Episodios nacionales: el caso de Bodas reales”, en Peter Bly, ed., Galdós y la historia, p. 114. 41 Fue entre 1907 y 1912 que Galdós compuso los Episodios de la 5ª serie, que giran en torno a la Revolución de 1868, la I República y los primeros años de la Restauración, al tiempo de sus principales novelas contemporáneas, y en particular Fortunata y Jacinta. 42 CAUDET, F., Clío y la mágica péñola, Madrid, Cátedra, 2010, 13, 403. 43 SUÁREZ CORTINA, M., La sombra del pasado. Novela e historia, p. 154. Según este mismo autor, en este Episodio, Galdós ha dejado de ser historiador: «Está sumido en una crítica política que es, a su vez, claramente biográfica. Sus reflexiones sobre la sociedad y el sistema político no están ya bajo el criterio de quien ha comprendido las claves del discurso histórico, sino de quien mira el pasado en función de su presente y de los objetivos políticos en los que en-marca su acción» (p. 162). 44 Véase CARDONA, R., Del heroísmo a la caquexia. Los Episodios Nacionales de Galdós, Madrid, Ediciones del Orto, 2004, p. 22. Este autor sostiene que el discurso de Ortega Vieja y nueva política, que es tan crítico sobre la Restaura-ción, tiene en cuenta, como trasfondo, la interpretación dada por Galdós en sus Episodios. 45 MILLER, S., El mundo de Galdós. Teoría, tradición y evolución creativa del pensamiento socio-literario galdosiano, Santander, Sociedad Menéndez Pelayo, 1983, p. 26. 308 46 LE GOFF, J., Histoire et mémoire, p. 10. 47 TRONCOSO, D., y otros, La historia de España en Galdós, Vigo, Universidad, 2012, p. 34. 48 ZAMBRANO, M., La España de Galdós, Barcelona, La Gaya Ciencia, 1982, pp. 117-118, y 125. 49 Tras la publicación por entrega en el semanario, las Memorias fueron reimpresas por la editorial Alambra en 1920 y en sus Obras inéditas, vol. 10, Madrid, Renacimiento, 1930. Con posterioridad fueron incluidas en la edición de Aguilar de Obras completas, Novelas y Miscelánea, Madrid, reimpresión de 1973, III, pp. 1430-1472. El texto volvió a ser pu-blicado en el libro, ya citado, de Recuerdos y Memorias, Madrid, Ed. Tebas, 1975, pp. 193-270, en edición de Federico Carlos Sainz de Robles. 50 Memorias de un desmemoriado. Crónica de Madrid. Prólogo de Juan Van-Halen, Madrid, Consejería de Educación-Visor Libro, 2004, 229 pags; y Memorias de un desmemoriado, Valencia, El Nadir, 2011, 150 pp. Esta última ed. con inclusión de una serie de artículos periodísticos “Ejecuciones”, “El general Prim”, “Estado de Madrid”, “Furor neo-católico”, “Puentes telegráficos de la Granja”, “Partida de la Corte a Zarauz”, “El Abolicionista”, “El príncipe Ama-deo”, “El Callao”, “Desastres”, “Conflictos dentro y fuera de España”. 51 Resulta llamativo que, cuando las entregas de Galdós aparecieron en La Esfera, el escritor Luis Ruiz Contreras, traduc-tor de varias obras de Anatole France, le escribiera para recordarle a Galdós que, con anterioridad el título de “Memo-rias de desmemoriado” había sido utilizado, primero por el escritor López Pinillos (Parmeno), que las dejó inacabadas, y, después, por el propio Ruiz Contreras, Memorias de un desmemoriado, Madrid, Sociedad General Española de Li-brería, Diarios, Revista, S.A. ¿1916?), que incluye la contestación del propio Galdós, en que le dice que, cuando hacía dos años, comenzó a publicar sus artículos en La Esfera con el título de Memorias de un desmemoriado, no tenía «la menor idea» de que Ruiz Contreras hubiera publicado un trabajo con este título. Véase también Juicio crítico contra don Luis Ruiz Conteras por la publicación de su libro “Memorias de un desmemoriado”. Se celebró el 31 de marzo de 1946 en la Asociación de escritores y artistas españoles, presidida por Sainz de Robles (BNM, VC/1870-14). 52 Véase POLIZZI, A., “Diálogo con la memoria: Memorias de un desmemoriado de Galdós”, en Atti del XXI Convegno dell’ Associazione Ispanisti Italiani, Salamanca, septiembre 2002, Vol. I, Messina, Andrea Lippolis Editore, 2004, pp. 199-210. Texto en el que vuelve a desarrollarse que el escritor aquí no habla de su ‘yo’ más auténtico, de las parcelas más secretas de su persona, ni del desarrollo y huella interior que le hubiera podido dejar su experiencia vital. 53 Cánovas, Hª 16, p. 158. 54 Primera República: «La historia me ha llevado en sus brazos, en sus bolsillos, y en su regazo augusto. La llamo mi ma-dre, no sé dónde se ha metido, y la buscaré por toda la redondez de este suelo ibérico, dejado de la mano de Dios». 55 ESTÉBANEZ CALDERÓN, D., “Evolución política de Galdós y su repercusión en la obra literaria”, Anales Galdosia-nos, XVII (1982), 7-23. En 1870, cuando colaboró con Albareda en la Revista de España defendió con entusiasmo de militante la posición conciliadora de Sagasta frente al radicalismo de Ruiz Zorrilla, a quien no dudó en considerar co-mo responsable del fracaso de la monarquía amadeísta. 56 MILLER, S., El mundo de Galdós. Teoría, tradición y evolución creativa del pensamiento socio-literario galdosiano, Santander, Sociedad Menéndez Pelayo, 1983, p. 15. 57 Véase SANTOS JULIÁ, Hoy no es ayer. Ensayos sobre la España del siglo XX, Barcelona, RBA, 2009, p. 335 y ss. Preguntado sobre este particular, el historiador Koselleck, respondió diciendo que «mi memoria depende de mis expe-riencias y nada más». 58 Véase LÓPEZ MORILLAS, J., “Galdós, la historia: los últimos años”, Anales Galdosianos, XXI, 1986, pp. 53-61. 59 VARELA OLEA, Á., Galdós regeneracionista, Madrid, FUE, 2001, p. 207. 60 SMITH, A. E., Galdós y la imaginación mitológica, Madrid, Cátedra, 2005, pp. 14 y 203. 61 “La reina Isabel”, en PÉREZ GALDÓS, B., Obras completas. Madrid, Aguilar, Novelas. Miscelánea, III, p. 1192.
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Título y subtítulo | El «huerto frondoso de los recuerdos». La experiencia galdosiana ante el debate actual de la memoria histórica / The “lush garden of memories”. The galdosian experience before the current debate of the historical memory |
Autor principal | Moreno Alonso, Manuel |
Entidad | Casa-Museo Pérez Galdós |
Publicación fuente | Actas del décimo congreso internacional Galdosiano |
Numeración | Congreso 10 |
Sección | Sección 3. Galdós y el debate político de una época |
Tipo de documento | Actas de congreso |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 2013 |
Páginas | p. 298-308 |
Materias | Pérez Galdós, Benito (1843-1920) ; Crítica e interpretación |
Enlaces relacionados | Casa Museo Pérez Galdós: http://www.casamuseoperezgaldos.com Benito Pérez Galdós en la Biblioteca virtual de Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com/bib/bib_autor/galdos/ |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
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Texto | 298 EL «HUERTO FRONDOSO DE LOS RECUERDOS». LA EXPERIENCIA GALDOSIANA ANTE EL DEBATE ACTUAL DE LA MEMORIA HISTÓRICA THE “LUSH GARDEN OF MEMORIES”. THE GALDOSIAN EXPERIENCE BEFORE THE CURRENT DEBATE OF THE HISTORICAL MEMORY Manuel Moreno Alonso RESUMEN En el debate actual levantado al calor de la ley de la ‘memoria histórica’ se ha llegado a separar la historia de la memoria del tal modo que la preocupación por esta apenas si rebasa el marco cronológico de lo que se llama el ‘tiempo presente’ o ‘la historia actual’. Sin embargo, analizando la generalidad de la obra de Galdós, puede comprobarse cómo ofrece muchas y ricas observaciones defensoras de lo denominó «el huerto frondoso» de sus recuerdos. Sin ir más lejos, en las Memorias de un desmemoriado —título no baladí al respecto— en las que el recurso a ‘a memoria’ fue una tara tan elemental como importante. Este trabajo estudia la cuestión a la luz de los textos galdosianos para destacar cómo, en sí mismos y en su evolución, demuestran que Galdós, perfectamente consciente del carácter artificial y móvil entre el pasado y el presente, y entre la historia y la memoria, conjuga la apelación a una y a otra (la primera firme, la segunda desconfia-ble) en función de los tiempos históricos y su actitud personal hacia ellos; y que no duda en sumar la memo-ria de lo vivido a la hora de organizar, escoger, e inclu-so tomar partido en su novelización del pasado. PALABRAS CLAVE: Historia, Literatura, Memoria, Análisis crítico. ABSTRACT In the current debate raised in the heat of the law of ‘historical memory’ it has come to separate the history from the memory, thereby, the concern about it barely exceeds the chronological framework of what is called the ‘present time’ or ‘current history’. However, ana-lyzing the generality of the work of Galdós, it can be seen how it offers many rich defenders observations of what he called «the lush garden» of his memories. Without going any further, in the Memorias de un Desmemoriado —title not trivial in this regard— in which recourse to ‘a memory’ was as an elemental as an important task. This work studies the issue in gal-dosian texts to highlight how, in themselves and in their evolution, it shows that Galdós, perfectly aware of artificial and moving character between the past and the present, and between the history and the memory, combines the appeal to one and another (the first firm, the second unreliable) based on historical times and his personal attitude towards them; and it doesn’t hesitate to add the memory of lived experiences to organize, choose, and even take side in his novelization of the past. KEYWORDS: History, Literature, Memory, Critical Review. Entretanto, la vida interna permanece oscura, olvidada, sepul-tada, reposa la sociedad en el inmenso osario sin letreros ni cruces ni signo alguno; de las personas no hay memoria, y sólo tienen estatuas y cenotafios los vanos personajes… Pero la posteridad quiere registrarlo todo: excava, revuelve, escudriña, interroga los olvidados huesos sin nombre; no se contenta con saber de memoria todas las picardías de los mortales…(El equipaje del rey José).1 Resulta interesante imaginar qué hubiera dicho D. Benito Pérez Galdós sobre el debate actual que, desde hace unos años, se ha abierto en España sobre la Memoria Histórica, generalmente rechazada de plano por los historiadores.2 Un debate que, surgido en plena época postmoderna, se ha presentado como nuevo y que ha originado un gran enfrentamiento cuando no una gran confusión entre sus parti- Universidad de Sevilla. 299 darios y detractores. Quienes están en contra no aceptan que, por medio de un discurso que tiene mu-cho de metahistórico, una ‘memoria’, considerada incompatible con la historia, se apropie del pasado histórico. Lo que ha dado lugar a una agria polémica que, trascendiendo el debate meramente acadé-mico, ha sido politizada y en España, lo mismo que ocurrió previamente en Francia,3 ha dado lugar a una bien polémica ley de ‘memoria histórica’.4 Lo que ha llevado a no pocos historiadores, lo mismo en Francia que en España, a considerar que la historia es bien diferente de la memoria. De la misma manera que aquélla no es una religión, ni una moral, ni tiene por qué ser esclava de la actualidad. Por mucho que la generación actual, muy influenciada por el ‘pensamiento único’, se empeñe en buscar, individual o colectivamente, sus raíces de acuerdo con ‘sus’ recuerdos o quiera inventar la tradición a costa de la historia. Todo lo cual ha suscitado un verdadero alud de definiciones y teorías sobre la memoria en relación con la historia.5 Entre las cuales, como si se tratara de una tabula rasa más allá de la cual no se encuentran precedentes, la preocupación por la memoria apenas si rebasa el marco cro-nológico de lo que se llama el ‘tiempo presente’ o la ‘historia actual’. De donde la conveniencia de, en pleno fragor de tantas discusiones, mirar a la experiencia galdo-siana, que nunca se ha tenido en cuenta a pesar de la riqueza y polivalencia del «huerto frondoso de los recuerdos» del autor de Los Episodios Nacionales y de las Novelas contemporáneas, según frase de sus Memorias de un desmemoriado. Pues, como con tanta frecuencia habría de decir el propio Galdós al dar cuenta del cultivo de su «huerto literario», su recurso a la memoria fue una tarea tan elemental como importante: «En mi narración llego a los días en que se apodera de mí el sueño cataléptico; no sé donde vivo, evoco mi memoria y le hablo de esta manera: “Memoria mía, mi amada memoria, cuén-tame, por Dios, mis actos en aquella época de somnolencia”».6 MEMORIA E HISTORIA De no ser por la violencia y oposición suscitada por la polémica en los últimos años, la memoria en el sentido más elemental del término es, simplemente, la presencia del pasado o el recuerdo de éste en la historia. Es decir, cualquier reconstrucción (no necesariamente psíquica o intelectual) que suponga una representación selectiva del pasado; preferentemente, un pasado que no es nunca el individual solo, sino el de un individuo inserto en un conjunto familiar, social, nacional. El Diccionario de Auto-ridades del siglo XVIII decía, entre varias acepciones, que «se toma por lo mismo que monumento que queda a la posteridad, para recuerdo o gloria de alguna cosa».7 Lo que quiere decir que la historia de los historiadores no es más que uno de los modos de expre-sión de la memoria colectiva, toda vez que el historiador profesional no tiene el monopolio en el pro-ceso de este acercamiento. Razón por la cual los historiadores deben estar interesados por un buen conocimiento de la memoria para acometer una provechosa aproximación y tratamiento de los testi-monios ofrecidos por la memoria. De donde la frecuencia con la que los propios historiadores se aden-tran en la recogida de testimonios de toda índole ofrecidos por la memoria. Ahora bien, dada la ambigüedad de la propia palabra historia, el conflicto entre memoria e historia surge cuando ésta, en su representación del pasado, se halla movida por la ideología y la intencionali-dad histórica con el objetivo de construir una determinada historia, subjetiva y parcial, que se impone frente a ‘otra’ sin los requerimientos convencionales de la forma científica de estudiar el pasado. Lo que lleva en la mayor parte de los casos a un abuso de la memoria: «demasiada memoria aquí, dema-siado olvido allí», en palabras de Paul Ricoeur; para quien estas batallas de la memoria «no son una anécdota, tienen un significado, codificado en lenguajes simbólicos o en representaciones sociales, de conflictos larvados, de traumas no superados, de rupturas no bien señaladas, de añoranzas de poderes perdidos».8 Porque, en este sentido, el interés por la memoria nunca es inocente. En la actualidad, el problema de la memoria histórica es que se ha convertido en un ‘valor’ de nuestra época. Con la particularidad de que, independientemente del papel que juegan los medios de comunicación en la construcción de tales memorias, el pasado se presenta siempre en conflicto con el presente cuando no como una forma de ruptura entre ambos. Resultando siempre más que evidente que tras ello hay grupos sociales y políticos o, sencillamente, poderes e intereses empeñados en soste-ner argumentos bien conocidos o rebatidos por la propia historiografía. Máxime cuando tiende a crear identidades colectivas «dotándolas de un potencial de subversión contra un determinado orden so-cial».9 300 Lo que hace que, normalmente, los historiadores profesionales se opongan a este uso de la memo-ria. Es decir, al abuso de ésta, a la obsesión por un nuevo culto a la memoria, en el que «asombra la necesidad que manifiestan individuos y grupos de reconocerse en el papel de víctimas pasadas y que-rer asumirlo en el presente».10 En otros casos, la utilización de la memoria es, más que provocadora, preocupante, sobre todo cuando se ha convertido en una nueva y potente ‘industria’, que suscita el entusiasmo de sus seguidores. Welcome to the memory industry, ha escrito muy significativamente un autor en fechas recientes.11 Ciertamente, la memoria no es la historia. Pero, aunque entre memoria e historia pueda haber ten-sión e incluso oposición, la historia debe tener en cuenta la memoria, o mejor, las memorias si preten-de enriquecer el conocimiento del pasado, y si distingue convenientemente el relato mediante el análi-sis crítico propio de la historiografía. Lo que hace que, desde un punto de vista actual, las relaciones entre la historia y la memoria constituyan un tema innovador que abre nuevos planteamientos episte-mológicos, metodológicos e historiográficos. Si bien, en honor a la verdad, es necesario señalar que, a pesar de que la memoria sea un tema poco tratado por el historiador hasta tiempos recientes, sus posi-bilidades fueron consideradas ya hace mucho. Hasta el punto de que, suscitada la cuestión poco des-pués de la Primera Guerra Mundial por el sociólogo durkheimiano Maurice Halbwachs,12 algunas de sus consecuencias —la problemática de la memoria, su disección, sus relaciones con la historia, el desdoblamiento de los dos conceptos así como la ‘zona de sombra’ que produce su intercesión— fue tenida en cuenta por el gran historiador Marc Bloch, el fundador junto con Lucien Febvre de Anna-les.13 Independientemente del rechazo unánime de los historiadores profesionales a los abusos de la me-moria,14 el debate, sin embargo, ha enriquecido de forma considerable el aprovechamiento de la me-moria por la historia y la conceptualización de ésta por la memoria, como una forma nueva de aproxi-mación al pasado. En cuanto que la memoria puede constituir una valiosa construcción del pasado que tiene en mente los sentimientos y subjetividad para la construcción del discurso. Pues como hace ya varios lustros reconocía el historiador Jacques Le Goff, «la memoria es la materia prima de la histo-ria».15 En este sentido, para el caso de España, el historiador García Cárcel, tan crítico con los abusos de la memoria, no ha dudado en analizar la herencia del pasado desde el punto de vista de ‘las memorias históricas de España’. Partiendo de la base de que cada generación ha construido su propia memoria con los condicionamientos y perfiles de su momento, admite que la memoria histórica debe ser «larga y plural, porque son múltiples las miradas y las circunstancias de quienes hacen la historia». En su opinión, si la realidad histórica es compleja y la historia de España es plural, la memoria histórica es un material válido para la historia siempre que se eviten los riesgos de la simplificación y de su ins-trumentalización, lo que implica una voluntad crítica sobre los abusos de la memoria histórica recien-te, plena de tópicos inaceptables (desde la vieja memoria de los mitos fundacionales a la nueva que se focaliza en ‘determinados’ aspectos de la historia reciente).16 APELACIÓN A LA MEMORIA EN GALDÓS En ningún estudio que conozcamos sobre Galdós se ha recurrido hasta ahora a la epistemología, según el debate actual, de la memoria para explicar su aproximación a la historia. Cosa que no es sor-prendente, dada la proximidad de los nuevos planteamientos historiográficos sobre la relación entre la memoria y la historia. En la extensa bibliografía existente sobre la obra de Galdós, siempre su interés por el pasado se ha visto desde el punto de vista de la historia y no de la memoria. Independientemente del hecho fundamental de que su inmensa obra condicionara la memoria histórica de España, asunto también por estudiar, las diferentes aproximaciones a Galdós se han realizado desde el punto de vista de la historia: su conocimiento del pasado, su experiencia histórica o su interpretación de la historia. Cuando, verdaderamente, tanto el autor como su obra se entienden mucho mejor desde la memoria.17 Por supuesto, tampoco se ha apelado a Galdós cuando, particularmente desde los comienzos de la Transición, se ha pretendido rehacer y cuestionar el pasado de España ex novo en una explosión extra-ordinaria de publicaciones históricas que, desde el primer momento, sorprendieron hasta a los mismos historiadores extranjeros.18 Ni siquiera entre los historiadores contemporaneistas fue frecuente el re-curso a Galdós para enriquecer y mejor comprender la España de su tiempo, más allá de algunas pun-tualizaciones académicas.19 Poco frecuente es el caso de historiadores que, en una época en que desta-301 cados escritores ponían en entredicho la grandeza del novelista,20 reconocieron su magisterio, y se confesaron entusiastas y fieles lectores de los Episodios. Uno de estos fue el de José María Jover, quien no dudó en confesar que tenía a Galdós «por mi primer maestro de Historia, al cual debo —desde los primeros años de nuestra posguerra— el atractivo que el siglo XIX ha ejercicio y ejerce sobre mí».21 Y otro el Manuel Tuñón de Lara. Fuimos muchos, sin embargo, los que no abandonamos los “Episodios” que, en diversas se-ries, nos acompañaron durante todos los años de juventud y hasta ya entrada la madurez (y sabido es que el referente histórico de aquellos años no fue sencillo ni estático). Nuestra fide-lidad a los “Episodios” nos permitió pasar de la segunda a la tercera serie salvando en breves días el gigantesco salto que significaron en la creación galdosiana los diecinueve años que transcurrieron desde “Un faccioso más y algunos frailes menos” hasta “Zumalacárregui”. La lectura completa de los “Episodios” me hizo comprender que el don Benito de fines de siglo había superado con mucho algunas formulaciones esquemáticas y, sobre todo, que operaba con fuentes mucho más sólidas que en las dos primeras series que ahora hacían alternar con fuentes directas —orales, entre ellas— y con sus experiencias vividas en cuanto se entra en el decenio de los sesenta. Comprendí, sobre todo, que en la concepción de esta gigantesca obra suya, don Benito había pasado de una idea de pueblo-nación vertebrada por la clase media o burguesía a otra idea, a finales del siglo XIX, en la que el concepto de pueblo-trabajo… constituye la columna vertebral de la sociedad.22 Pero, en cualquier caso, una cosa es la apelación a la historia y otra a la memoria que, desde nues-tro punto de vista, explica mucho mejor el carácter y la originalidad de la obra galdosiana. A pesar de que en la fecha, ya lejana, de 1975, apareció un libro con diversos textos del propio Galdós con el título artificial de Recuerdos y Memorias.23 Sin embargo, no obstante ser cierta la presencia de tantos ‘recuerdos’ y ‘memorias’ en la gigantesca obra de Galdós,24 nunca se ha estudiado la experiencia galdosiana desde el punto de vista de la memo-ria, aun cuando ésta, desde la hermenéutica actual —la aceptada por los historiadores críticos— la explica mejor que la historia. Pues desde su primera novela, La Fontana de Oro —considerada como «la primera novela española moderna»—25 hasta sus Memorias de un desmemoriado, al final de sus días, la obra galdosiana se aproxima mucho más a la memoria que a la historia.26 LA INSUFICIENCIA DE LA HISTORIA PARA EXPLICAR LA OBRA DE GALDÓS Entre los estudios de Galdós, nunca ha habido acuerdo sobre su forma de aproximación y trata-miento de la historia. Conocida es la opinión de Joaquín Casalduero: Ni por contenido emotivo y sentimental, ni por la intención es posible confundir los Episo-dios con la novela histórica. Esta se siente atraída por el pasado, es la nostalgia de los tiem-pos que fueron, la añorante vivencia del pasado lo que la impulsa. Los Episodios, por el con-trario, se refieren al presente, trazan el panorama como una causa, como una explicación, como una raíz de la época que está viviendo el autor; el cual quiere comprender lo que está sucediendo y espera que sus compatriotas lo comprendan con él. No va movido por una emoción, sino en busca de la verdad histórica, conocimiento que cree de gran utilidad para la sociedad y para el Estado. Todos deben aprovecharse: clase media, pueblo, aristocracia; to-dos los estratos y organismos: clero, militares, oligarcas, ejército, monarquía y partidos polí-ticos.27 Opinión que, a duras penas, puede aceptarse en la actualidad. Pues, en lo que respecta a la novela, ésta no tiene por qué sentirse ‘atraída por el pasado’ exclusivamente, y, en el caso de Galdós, sus ‘no-velas contemporáneas’ pueden ser para los lectores posteriores un tipo de novela histórica, aparte de haber supuesto, como ya manifestó Clarín en su tiempo, la inauguración oficial del «pensamiento teó-rico en torno a la novela española». Y, en cuanto a los Episodios, decir, como sostiene el ilustre galdo-sista, que su autor buscaba la «verdad histórica», esto es demasiado. Mientras que, en cambio, todos los aspectos enunciados en su día por el gran experto en Galdós no son sino elementos característicos 302 de la construcción actual de la memoria histórica: 1) el pasado como «una explicación, como una raíz de la época que está viviendo el autor»; 2) conocimiento «que cree de gran utilidad para la sociedad y para el Estado», y 3) utilidad de este saber: «todos deben aprovecharse». Empeñado, como ha sido frecuente en los análisis galdosistas, en separar y definir de forma escolástica la historia y la novela, don Joaquín Casalduero, evidentemente, aplicó a aquélla las características que en el debate actual se consideran pertenecientes al territorio de la memoria. Al igual que Casalduero, otros destacados especialistas han tratado de aclarar si los Episodios Na-cionales son o no una novela histórica, cuestión que tanto ha interesado a Rodolfo Cardona. Mientras que otros han insistido en las diferencias usuales entre el canon lucasiano de la novela histórica, que huye del presente e idealiza el pasado, y los libros contemporáneos de Galdós,28 o en las relaciones evidentes que se daban en la literatura galdosiana y los principios de la novela histórica cuando Lukács era el gurú de la cuestión.29 Un asunto que, en relación a las diferencias existentes entre los Episodios nacionales y las novelas contemporáneas, sigue dividiendo a la crítica galdosiana aun en el supuesto de aplicar a toda la narrativa novelesca unos principios artísticos comunes.30 Pero no se trata ya de discutir si los Episodios son un tipo de novela histórica o no, o si es historia novelada o novela histórica.31 La cuestión es establecer si en la obra galdosiana, su aproximación al pasado se explica mejor desde la memoria que desde la historia. Afirmando que «la historia determina la estructura de los textos galdosianos» a propósito de El amigo Manso o de Fortunata, Blanco Agui-naga —que se quedó corto en su intención de «ir más allá del tópico de la “historicidad” de la obra de Galdós; precisar en lo posible qué función específica, concreta, cumple la historia en la estructuración de un texto galdosiano»— se preguntaba, sin embargo, si esto quería decir que «la lectura correcta de Fortunata y Jacinta, por ejemplo, ha de ser “histórica” en el sentido vulgar de que los personajes y sus peripecias no son tal vez sino símbolos, pretextos analógicos para un discurso socio-político?» A lo que añadía: «…Tal es el arte de novelar de Galdós que, si acaso, lo que ocurre es lo contrario…».32 Es decir, que podemos entenderlo mejor desde la memoria que desde la historia. Según un historiador, «todas las conquistas de Clío en el escudriñamiento de sus zonas más oscuras y en el análisis de algunas de sus claves interpretativas —patriotismo constitucional, revolución bur-guesa, pretorianismo, emergencia capitalista, urbanización se refractan en el cuadro, lleno de plastici-dad…» que ofrece la obra de Galdós.33 Todo un vademécum que, mucho más allá del territorio del historiador desborda su campo «tras haber allegado y contrastado las fuentes de sus diferentes capítu-los y episodios con arreglo a la más flamante o acrisolada metodología», según el autor del texto ante-riormente citado, porque la dimensión histórica se sobredimensiona con los espacios de memoria. Pues si, a la altura de los años 70, el historiador Carlos Seco señalaba que se había especulado mu-cho sobre las fuentes históricas de la obra de Galdós, y no sobre la obra de Galdós como fuente histó-rica,34 también podemos decir que ésta cobra mucho más fuerza en la dimensión no sólo de la historia, sino de la memoria.35 Partiendo de la realidad de que la historia ha estado siempre presente en toda la obra de Galdós, como tema, trasfondo o como materia, es evidente que el tratamiento histórico difiere también en unos y otros textos. Aun cuando en todos los casos su visión del pasado se enriquece con el recurso a la memoria, de forma que incluso analizando su obra desde el punto de vista histórico, su concepción de la historia es mucho más rica de lo que se le ha venido reconociendo. Pues en el entorno de su tiempo, ya es una novedad singular que su concepción de la historia —que ha sido considerada «como popu-lar, democrática o historia desde abajo»— reivindicó el papel del individuo corriente en la historia, cuando éste apenas tenía alguna significación en el marco de la historia de entonces. De donde el gran mérito que le corresponde a Galdós de haber rehabilitado como propiamente histórico el papel del «hombre desconocido, de esa figura anónima cuyos sentimientos, miedos, avata-res cotidianos tejen la historia».36 Pues como narrador subrayó lo privado, oponiendo lo individual a lo social o colectivo. De tal forma que la historia será solo un ‘contexto’, un ‘trasfondo’ dentro del cual, o frente al cual, ocurre «lo que de verdad importa: el desarrollo de vidas particulares, de problemas, de pasiones miserables y eternas».37 Algo muy diferente de la novela histórico-folletinesca al uso enton-ces.38 Bien diferente es el caso del narrador del episodio Bodas reales, por ejemplo, quien parece estar consciente de los procesos generativos de sus discursos históricos y ficticios.39 Pues este volumen final de la tercera serie sirve para revisar y reinterpretar la época delineada por la serie entera, e implícita-mente, la de las dos series anteriores también. Proceso ‘constructivo’ y ‘deconstructivo’ que se obser-303 va en los movimientos políticos, históricos, geográficos, emocionales y temporales del episodio. Con lo que, de este modo, Bodas reales cuestiona las convenciones de la historia. Incluso, como también ha sido puesto de manifiesto, el estilo de la novela crea un movimiento hacia atrás, debido a su intensa ironía.40 A partir de la tercera serie de los Episodios, se advierte un cambio importante en el estilo del autor, cuando su lectura se hace menos fácil. Que entonces es cuando, según un autor, «al lector se le exige que se convierta en cómplice de una escritura en la que las urdimbres de la historia y las de la ficción se unen y se separan para volver a encontrarse y volver a unirse y luego volver a separarse y nueva-mente volver a unirse». Lo que se acentúa en los últimos Episodios,41 que es cuando Clío, la musa de la historia, imponiéndole su «mágica péñola», para decirlo en palabras de este mismo autor, le impide escribir «mentira», porque «ella no le obedecería y pondría la verdad». Razón por la cual todo girará «en torno a la verdad y a la historia».42 De Cánovas —el último episodio de Galdós escrito entre Madrid y Santander en la primavera y ve-rano de 1912— se ha dicho que es el “más triste” de todos ellos. Un historiador actual dice de él que «el último episodio es, sobre todo, memoria personal y militancia política». De forma que, a la vejez, abandonando la historia, «busca en su memoria los registros desde los cuales narrar un tiempo vivido intensamente, y al que se acerca desde una militancia republicana perceptible de un modo constante a lo largo de sus páginas».43 Se trata de una actitud de ‘caquexia’ o parálisis, de que habla Mariclío, la musa de la historia, al final del episodio y que implica el cambio radical que se ha operado en la acti-tud de Galdós hacia la historia de España, manifiesta ya a partir de la 3ª serie, al ocuparse de la segun-da mitad del siglo XIX.44 Pues, evidentemente, el novelista no vio siempre ‘la vida’ de la misma mane-ra.45 EL RECURSO A LA MEMORIA Al señalar que «la memoria es la materia prima de la historia», el historiador Jacques Le Goff afir-maba que «el historiador debe estar ahí para dar cuenta de los recuerdos y de los olvidos, para trans-formarla en materia pensable, para hacer de ella un objeto de saber».46 Y esto fue lo que hizo Galdós, quien haciendo de narrador responsable de sus novelas —‘historiador’, en muchas ocasiones, al hispá-nico modo— no sólo recordó el suceso, sino también la experiencia del suceso, con el buen gusto, siempre como novelista, de no abusar ni de la historia ni de la memoria. Pues si, por una parte, captó la vida, abierta a la dialéctica del recuerdo —la memoria—, por otra, no dejó de construir la historia, pensándola, desvelándola, explicándola, al tiempo que problematizaba la memoria. La propia narración ‘libre’ le permite al autor cambiar de tono según los sucesos narrados, además de incluir abundante material de todo tipo, lo que hace que muchos aspectos, aun siendo históricos, pertenecen más bien al campo más vago de la memoria. Efecto al que contribuye el uso con toda liber-tad, por parte del narrador, de la tercera persona, que le permite ampliar la pluralidad de voces y visio-nes.47 Con toda probabilidad es a esta visión de la memoria galdosiana a la que, sin mencionar este término, se refería María Zambrano cuando escribió que «un monstruo nos parece la España que aso-ma su rostro en la novela de Galdós: la España del harapo y la locura, de la mezquindad y el disparate, de la prodigalidad y del absurdo». Y añadía: Por debajo de los hechos históricos sigue transcurriendo la corriente de vida que les dio el aliento; cohesión del ayer con el mañana a través del hoy; cohesión de todos los elementos que integran el hoy y que, trabados, fluyentes, vivos, forman la entidad que se llama pueblos, entidad a la vez humana y casi divina, puesto que no podemos inventarla y es ella más bien la que nos inventa a nosotros.48 Desde luego es una realidad que, en la última etapa de su vida, en los años de la ceguera, Galdós se compenetró mucho más con la memoria que con la historia. Muchas son las claves sobre este particu-lar que proporciona sus Memorias de un desmemoriado, sus recuerdos por entrega que Galdós publicó para el semanario La Esfera de Madrid en 1915.49 Libro de recuerdos que en los últimos años —los años de debate sobre la memoria histórica— ha conocido nuevas reediciones.50 Considerado como un trabajo menor,51 se trata de un texto al que nunca se le ha dado mayor relevancia, tal vez por su breve-dad y por su falta de sistemática, pero que da, particularmente, claves importantes sobre la considera-304 ción de Galdós acerca de la memoria —la ‘novela de la memoria’, podríamos decir— y su aproxima-ción al pasado, según hace en sus Episodios y novelas.52 Pues Galdós terminará construyendo sus no-velas como memoria histórica de un pasado —apoyada en un relato nacido al calor de unos sucesos y de unos protagonistas en los que, en muchos casos, hay una afirmación de identidad nacional— que debe comprenderse para la interpretación del presente. Autodefiniéndose desde el primer momento como «incapacitado para el orden cronológico por la rebeldía innata de mis ideas», todo el texto de las Memorias de un desmemoriado giran en torno a la memoria o quizás a su falta de ésta, que se repite con llamativa insistencia, lo que dice mucho de la obsesión del autor por ella: «aquí flaquea un poco mi memoria», dice cuando se refiere a sus recuerdos de la infancia. Y más adelante, cuando hace referencia, a la escritura de La Fontana de Oro, y a un viaje por Francia: «al escribir esto —dice—, surge en mi memoria una lamentable confusión». Y más adelante: «Para llenar estos vacíos de mi relato, evoco mi memoria y le hablo de esta manera: “Memo-ria mía, mi amada memoria, cuéntame, por Dios, mis actos en aquella época de somnolencia”». El novelista recuerda y evoca el pasado que noveliza a través de la memoria: «La memoria refunfuña, se despereza y me contesta…», o «diciendo esto, mi memoria inclinó la cabeza sobre el pecho…»; o «mi memoria despierta con sacudimiento convulsivo y exclama…». Por supuesto, como lo indica desde el propio título de sus recuerdos, Galdós es el primero que des-confía de la memoria, a pesar de, paradójicamente, basarse en ella: «Todo lo que sigue lo he referido en otras páginas; por consiguiente, no me ocupo de ello, pues en estas Memorias no hallaréis más que lo anecdótico y personal…». Aun cuando no dejará de señalar que es a través de la memoria como reconstruye sus vivencias: «sintiéndome abandonado por mi memoria, la llamo, la interrogo de esta forma….». Y más adelante en el mismo texto: «En el correr de aquel año 1888, diferentes aconteci-mientos embargaban mi memoria; no sé dar preferencia». O, «sin el auxilio de mi memoria puedo afirmar que fui solo a Edimburgo». Al igual que cuando se refiere a sus viajes por Italia: «Memoria: ¿se me ha quedado algo en Bolonia? Si tú llevas cuenta de estos olvidos, guárdalos para otra vez, vámonos a Florencia». Y más adelante: «Ya estamos en la ciudad de los Médicis. Ven acá, memoria, mía y ayúdame…». De las referencias innumerables a la memoria, a la que interroga continuamente («he preguntado a mi memoria, pero ésta se halla hoy tan distraída o volandera, que no ha podido sacarme de duda»), se deduce que el novelista desconfía de ella. No duda en modo alguno en reconocer el hecho de «mi ca-prichosa memoria, más fiel que en los hechos históricos, en lo anecdótico y familiar», acepción de gran interés a la hora de diferenciar la aprehensión del pasado a través de la memoria o de la historia, cuestión que sigue siendo clave en el debate actual de la reconstrucción del pasado. De donde la des-confianza que el propio autor siente, y que tan interesante se ofrece al debate actual, sobre la dudosa y escasa representatividad de la reconstrucción por el medio exclusivo de la memoria: «En el trayecto no hacíamos más que ordenar y catalogar nuestros recuerdos». A lo que añade —como elementos inte-grantes de la subjetividad histórica—: «En nuestra mente se entremezclaban, peleándose al verse jun-tas, las visiones pasadas y las que nos anticipaba nuestra imaginación». Que así es como prosigue la relación de «mis desconcertadas Memorias…». LA «NOVELA DE LA MEMORIA» En su último episodio de Cánovas, Galdós señala taxativamente que «al llegar a este punto —1879— advertí que no necesitaba la milagrosa pluma para continuar historiando, pues los hechos que ahora relataré fueron apreciados fácilmente por mi propio conocimiento, o por fidedignas referencias de los amigos». A lo que añade: «Guardé en lugar seguro el cálamo de la verdad, y con el mío, vul-garísimo y comprado en la tienda, seguí pergeñando los anales de la vieja España, sin distinguir lo interno de lo externo».53 Dos aspectos estos fundamentales —que lo siguen siendo en el debate actual sobre la recuperación del pasado para la representación del pasado—, sobre el que Galdós era plena-mente consciente. Entre el episodio de La Primera República y el Cánovas, Galdós parece haber dejado la historia para echarse en las manos de la memoria. Ya no es aquel que escribió en La Primera República que «la historia me ha llevado en sus brazos, en sus bolsillos y en su regazo adulto», hasta el punto de de-cir que «la llamo mi madre».54 Es evidente que el novelista, después de haberse interesado por la histo-305 ria —reconocible más objetivo— se interesa por lo que está de forma clara enteramente al lado de lo vivido. La evolución política que se advierte en la toma de partido del escritor, que de monárquico ama-deísta y partidario de Sagasta, con una actitud antirrepublicana le lleva después de un fervoroso repu-blicanismo en 1907,55 se corresponde con el giro experimentado por el novelista que le conduce a sus-tituir la apreciación aséptica de la historia por la más comprometida de la memoria, que es plena en sus años finales de escritor, cuando se refugia en ésta, aun sabiendo de sus caprichos y flaquezas. Lo que le hace aprehender el pasado en clave, en mucha mayor medida de sentimientos y memoria.56 Tendencia, observada ya por Leopoldo Alas, que le llevó a hablar de un tipo de novela que llamó con el nombre de «idealismo tendencioso». Una evolución en el giro a la memoria que es equiparable, en buena medida, a una de las deriva-ciones a que ha conducido en nuestro tiempo, cuando ha surgido el debate sobre la memoria histórica: la crisis de la historia, que en la primera década del siglo XXI no ha hecho más que acrecentarse. Que en este tiempo, sobre todo, ha sido cuando la memoria se ha presentado como un ‘producto cultural’ que, como resultado de una práctica social, ha contribuido a producir lo que, desde el punto de vista de la memoria histórica, se llama pasado.57 Proceso en el que el propio Galdós, con su confianza-desconfianza hacia la memoria, fue perfecta-mente consciente del carácter artificial y móvil de la frontera entre el pasado y el presente, y entre la memoria y la historia. Porque la memoria, a diferencia de ésta, se halla mucho más condicionada por el olvido, y se halla mucho más asociada a una conciencia colectiva, que el narrador puede construir a su modo sin necesidad de confrontarla con otras fuentes. Lo que hace que en los últimos Episodios, la ‘tendenciosidad del escritor’ se amolde, mucho más que a la historiografía, a la memoria o incluso al mito.58 Es decir, que al renunciar a la certidumbre que le proporciona la historia, se adentra en el cam-po de la incertidumbre, inherente al relato de ficción, fijando su atención en los pequeños detalles y en los hechos menudos frente a las «mentiras de la historia».59 Que así será también como dentro de la creatividad galdosiana, aparece, también entre la historia y la novela, la imaginación mitológica.60 Será entonces, bajo esta forma narrativa, cuando los héroes pertenezcan a las capas populares y su historia individual cobre una dimensión colectiva. Consciente en todo momento de que la memoria es difusa y borrosa, y frágil y manipulable, Galdós sabe de sus limitaciones y de su carácter selectivo. Lo cual no le impide sumar la memoria de lo vivido a la hora de organizar y escoger e incluso tomar partido en su novelación del pasado, lo que le lleva a pasar de lo singular a lo colectivo. Igualmente aprehende el pasado en función de las necesidades del presente. Y, como haría el historiador Marc Bloch, cuando reseñó la obra del sociólogo Halbwachs, tuvo en cuenta al escribir sus novelas lo que éste llamó la «memoria colectiva» en el sentido propio del término, «la conservación de recuerdos comunes a todo un grupo humano y su influencia en la vida de las sociedades». Es decir, que en su novelización del pasado, adaptó las imágenes de los hechos anti-guos a las creencias y a las necesidades del presente. Para él la memoria fue un instrumento fundamen-tal, aunque engañoso. Lo era para hacer el relato de sí mismo, particularmente de los relatos de viaje, cuanto más de las sociedades de otras épocas. De donde la imposibilidad de construir la historia exclu-sivamente con la memoria. Pero, ¿qué decir también de la historia?, cuando, según el autor, «nos com-placemos en desbaratar todo aquel catafalco de verdades y en edificarlo de nuevo a nuestro gusto».61 306 NOTAS 1 El equipaje del rey José, en Obras completas, Episodios Nacionales. Madrid, Ed. Aguilar, 1973, I, p. 107. Sobre la con-cepción de la Historia en Galdós: «¡Si en la historia no hubiera más que batallas; si sus únicos actores fueran las perso-nas célebres, cuán pequeña sería! Está en el vivir lento y casi siempre doloroso de la sociedad, en lo que hacen todos y en lo que hace cada uno. En ella nada es indigno de la narración, así como en la naturaleza no es menos digno el estu-dio del olvidado insecto que la inconmensurable arquitectura del mundo». 2 AYALA, F., Hoy ya es ayer, Madrid, 1972, p. 254. «No hay en verdad ningún hombre que posea memoria histórica» porque «nadie recuerda ni puede recordar lo sucedido fuera del ámbito de su propia existencia». 3 En Francia, en un Manifiesto titulado Liberté pour l’Histoire!, promovido en primer lugar por un grupo de prestigiosos historiadores, entre ellos Marc Ferro, Jacques Julliard, Pierre Nora, Mona Ozouf, Jean Pierre Vernant y Pierre Vidal-Naquet, que firmaron después cientos de profesores, se solicitó la abrogación de los artículos de las ‘lois de mémoire’, que pretendían imponer una verdad sobre el pasado, considerando que estas disposiciones eran «indignas de un régi-men democrático». Cfr. C. Delacroix, F. Dosse, P. Garcia, Les courants historiques en France, Paris, 2007, pp. 568-577. 4 SANTOS JULIÁ, “El retorno del pasado al debate parlamentario, 1996-2003”, Alcores. Revista de Historia Contem-poránea, 7 (2009), pp. 231-256. También Jordi Ibáñez Fanés, Antígona y el duelo. Una reflexión moral sobre la me-moria histórica, Barcelona, Tusquets, 2009, p. 263 y ss. 5 De gran interés sobre el particular es el estudio de CUESTA, J., La odisea de la memoria en España, Madrid, Alianza Editorial, 2008, p. 12 y ss. 6 GALDÓS, Memorias de un desmemoriado, en Obras completas. Novelas-Miscelánea, Madrid, Aguilar, 1973, III, p. 1434. 7 Diccionario de la Lengua castellana [1732], Madrid, edición facsímil de Ed. Gredos, 1990, II, p. 537. 8 RICOEUR, P., La mémoire, l’histoire, l’oubli, Paris, Seuil, 2000, p. 153. 9 PIPER, I., “Investigación y acción política en prácticas de memoria colectiva”, en VINYES, R., El Estado y la memoria, Barcelona, RBA, 2010, pp. 151-152. 10 TODOROV, T., Los abusos de la memoria, Barcelona, 2000, p. 49 y ss. 11 LEE KLEIN, K., “On the emergence of Memory in historical discourse”, Representations, 69 (invierno de 2000), p. 145. Cita en SANTOS JULIÁ, Elogio de Historia en tiempo de Memoria, Madrid, Marcial Pons, 1911, p. 132. 12 HALBWACHS, M., Les cadres sociaux de la mémoire, 1ª ed. De 1925, con ediciones posteriores, la última, La mémoi-re collective, Paris, Albin Michel, 1997, en ed. Crítica de G. Namer. 13 BLOCH, M., “Memoire collective, tradition et coutumes”, en Revue de Synthése historique, núms. 118-120, pp. 73-83, reeditado en Histoire et historiens, Paris, Armand Colin, 1995, pp. 191-199. 14 Según Juan José Carreras, «ninguna memoria puede reconocerse en el pasado construido por la investigación histo-riográfica», en “¿Por qué hablamos de memoria cuando queremos decir historia?”, en C. Forcadell y A. Sabio (eds.), Las escalas del pasado. IV Congreso de historia local de Aragón, Barbastro, IEA-UNED, 2005, p. 24. 15 LE GOFF, J., Histoire et mémoire, París, Gallimard, 1988, p. 10. 16 GARCÍA CÁRCEL, R., La herencia del pasado: Las memorias históricas de España, Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2011. 17 TUÑÓN DE LARA, M., Medio siglo de cultura española (1885-1936), Madrid, Tecnos, 1970, p. 20. Este autor rela-cionó el éxito y fama de Galdós con la publicación, a partir de 1881, de las Novelas contemporáneas —una serie que le convierte «en el escritor más leído de España y en una personalidad de primer plano en la vida nacional»— y el acta de diputado por Puerto Rico que ganó en 1886 y ocupó hasta 1890. 18 CARR, R., “La ruptura del dique”, en El rostro cambiante de Clío, Madrid, Biblioteca Nueva-Fundación Ortega y Gas-set, 2005, p. 264. A propósito de un libro sobre la cultura bajo el franquismo, comentaba este historiador en 1977 que España «está experimentando en este momento un proceso de autoexamen, obsesivo en su intensidad, que se manifies-ta en una plétora de opinión y en una avalancha de libros». 19 Más específicamente que en su Medio siglo de cultura española, 1885-1936, Barcelona, 1982, Manuel Tuñón de Lara se ocupó de la obra galdosiana en “Ideología y sociedad en las Novelas Contemporáneas de Galdós. Ensayo de aproximación historiográfica”, en Actas del III Congreso Internacional de Estudios Galdosianos, Las Palmas de Gran Canaria, 1989, TT, p. 537 y ss. 20 Tal fue el caso de Gonzalo Torrente Ballester, “La insuficiencia de Galdós”, Cuadernos para el Diálogo, núm. 23 (1970), pp. 9-12; o el de Juan Benet, “Reflexiones sobre Galdós”, Cuadernos para el Diálogo, núm. 23 (1970), pp. 13-15, quien reconocía que su «aprecio por Galdós es muy escaso». Conocidas son las opiniones negativas sobre Galdós de Francisco Umbral, quien decía de él y de Baroja: «A mí no me interesan nada. Escribían muy mal» (El País, 28 de octubre 1979). 21 Política, diplomacia y humanismo popular. Estudios sobre la vida española en el siglo XIX, Madrid, Turner, 1976, p. 38. 22 Manuel Tuñón de Lara, “Don Benito Pérez Galdós y la Historia”, en VV. AA, Historia y novela. Superación de un con-flicto, Las Palmas, 1991, p. 412. 23 PÉREZ GALDÓS, B., Recuerdos y Memorias. Introducción de Federico Carlos Sainz de Robles, Madrid, Tebas, 1975, 272 págs. Libro en el que, de forma miscelánea, se recogen de Galdós sus “Recuerdos de Madrid”, “cuarenta Leguas por Cantabria”, “La Casa de Shakespeare”, “Guía espiritual de España”. En suma, parte de los mismos textos publica-dos como “Miscelánea” en la edición de Obras Completas de Aguilar, Madrid, 1ª ed. de 1941, y última de 1973, Nove-las, III, p. 1196 y ss. 24 Un total de 46 volúmenes de los Episodios Nacionales, agrupados en cinco series, aparte de las novelas de la primera época (entre La Fontana de Oro y La familia de León Roch), mas las “novelas contemporáneas” y las obras de teatro. 307 A las que hay que sumar alrededor de cinco mil artículos en distintos diarios y revistas de España e Hispanoamérica y las incluidas en los diez tomos de Obras póstumas preparados por el escritor argentino Alberto Ghiraldo: Fisonomías sociales, Arte y crítica, Nuestro teatro, Política española (dos tomos), Toledo, Cronicón, Viajes y fantasías, Memorias de un desmemoriado y Crónica de Madrid, pp. 1865-1866. 25 LÓPEZ-MORILLAS, J., Hacia el 98: Literatura, sociedad e ideología, Barcelona, Ariel, 1972, p. 23. 26 Capítulo XVIII, “Diálogo entre ayer y hoy”, en La Fontana de Oro, Madrid, ed. Aguilar, 1975, Novelas, I, pp. 84-88. «¡Oh!, si la Libertad no fuera la cosa más buena, sería la cosa más bella con la memoria de tantos héroes» (p. 86). 27 CASALDUERO, J., “Historia y novela”, en Estudios de Literatura Española”, Madrid, Gredos, 1973, p. 34. 28 GOGORZA, F., “Galdós in the light of George Lukács’ historical novel”, en Anales Galdosianos, I (1966), pp. 101-105. 29 BOSCH, R., “Galdós y la teoría de la novela de Lukács”, Anales Galdosianos II (1967), p. 181. 30 RIBBANS, G., “¿Historia novelada o novela histórica? Las diversas estrategias en el tratamiento de la historia de las Novelas contemporáneas y los Episodios nacionales”, en Peter Bly (ed.), Galdós y la historia, Ottawa Hispanic Stu-dies 1, 1988, p. 167. En las Novelas contemporáneas, Ribbans ha relacionado lo que se ha llamado la ‘historia grande’ —los notables acontecimientos externos—, que tiene poca importancia comparada con la ‘historia pequeña o chica’, es decir, los incidentes cotidianos que revelan el espíritu de la época, con el erizo y el zorro respectivamente, según la bien conocida distinción que estableció Sir Isaiah Berlin en The Hedgehog and the Fox (p. 169). 31 RIBBANS, G., “¿Historia novelada o novela histórica? Las diversas estrategias en el tratamiento de la historia de las Novelas contemporáneas y los Episodios Nacionales”, en Peter Bly (ed.), Galdós y la Historia, Dowehouse, Canadá, 1988, pp. 167-186. 32 BLANCO AGUINAGA, C., La historia y el texto literario, Madrid, Nuestra Cultura, 1978, pp. 55-56. Según este autor, en el caso de Galdós, «la historia en cuyo contexto ocurren las cosas que ocurren en nuestra historia está siempre ahí como algo tan perfectamente conocido que no impide en absoluto que unos y otros vayan exclusivamente a lo suyo particular y privado» (p. 57). 33 CUENCA TORIBIO, J. M. “Galdós y la historia de España”, Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políti-cas, Año LIV, núm. 79, 2002, p. 434. 34 SECO SERRANO, C., Sociedad, Literatura y Política en la España del siglo XIX, Madrid, 1973, pp. 279-280. 35 Véase MORENO ALONSO, M., “La familia de León Roch y la historia de la familia en España en la época de la Res-tauración”. En Actas del IV Congreso Internacional de Estudios Galdosianos (1990). Las Palmas de Gran Canaria, 1994, I, pp. 228-239. 36 Véase SUÁREZ CORTINA, M., La sombra del pasado. Novela e historia en Galdós, Unamuno y Valle-Inclán, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006, p. 83. Desde un punto de vista estrictamente histórico, la presencia de la historia en las nove-las galdosianas, según este autor, se presenta bajo uno de estos tres formatos: «ya como resúmenes históricos pensados para dar al lector una síntesis de acontecimientos esenciales vinculados a algún personaje; como incidentes históricos de cierto relieve desarrollados dentro de la actualidad de la trama novelesca; o, en tercer lugar, como referencia a acon-tecimientos históricos de importancia, pero situados en el pasado, sin formar parte de secuencia cronológica alguna que esté en marcha» (p. 72). 37 Véase BLANCO AGUINAGA, C., La historia y el texto literario, p. 75. Sobre el papel del narrador en Fortunata dice este autor: «Es fundamental la función que cumple el narrador en Fortunata. ¿Quién nos cuenta esta compleja historia? El narrador se nos presenta a sí mismo desde las primeras palabras de la novela como amigo de quienes serán los ven-cedores; como amigo, ante todo, de Villalonga, el “compinche” tanto de Juanito Santa Cruz como de los diputados que apoyaron al general Pavía en el golpe que prepara “la Restauración vencedora”. No puede este narrador, por lo tanto, sino participar de la concepción del mundo de sus amigos de clase… Así es él y no alguno de sus más conservadores personajes quien, por eso, califica la Restauración de “restablecimiento de la vida legal”» (pp. 85-86). 38 Véase TIERNO GALVÁN, E., “La novela histórico-folletinesca”, en Idealismo y pragmatismo en el siglo XIX español, Madrid, Tecnos, 1977, p. 66. Según este autor, «los novelones históricos constituían una especie de literatura de la im-punidad, en la que no había compromisos reales con lo verosímil y lo cotidiano». 39 Interesante es la observación del propio Galdós de que «si la historia, menos desmemoriada que el tiempo, no se cuidase de retener y fijar toda humana ocurrencia, ya de las públicas y resonantes, ya de las domésticas y silenciosas, hoy no sabría nadie que…» (Bodas Reales, Obras Completas, 1973, III, p. 409). 40 Véase UREY, D. F., “La revisión como proceso textual en los Episodios nacionales: el caso de Bodas reales”, en Peter Bly, ed., Galdós y la historia, p. 114. 41 Fue entre 1907 y 1912 que Galdós compuso los Episodios de la 5ª serie, que giran en torno a la Revolución de 1868, la I República y los primeros años de la Restauración, al tiempo de sus principales novelas contemporáneas, y en particular Fortunata y Jacinta. 42 CAUDET, F., Clío y la mágica péñola, Madrid, Cátedra, 2010, 13, 403. 43 SUÁREZ CORTINA, M., La sombra del pasado. Novela e historia, p. 154. Según este mismo autor, en este Episodio, Galdós ha dejado de ser historiador: «Está sumido en una crítica política que es, a su vez, claramente biográfica. Sus reflexiones sobre la sociedad y el sistema político no están ya bajo el criterio de quien ha comprendido las claves del discurso histórico, sino de quien mira el pasado en función de su presente y de los objetivos políticos en los que en-marca su acción» (p. 162). 44 Véase CARDONA, R., Del heroísmo a la caquexia. Los Episodios Nacionales de Galdós, Madrid, Ediciones del Orto, 2004, p. 22. Este autor sostiene que el discurso de Ortega Vieja y nueva política, que es tan crítico sobre la Restaura-ción, tiene en cuenta, como trasfondo, la interpretación dada por Galdós en sus Episodios. 45 MILLER, S., El mundo de Galdós. Teoría, tradición y evolución creativa del pensamiento socio-literario galdosiano, Santander, Sociedad Menéndez Pelayo, 1983, p. 26. 308 46 LE GOFF, J., Histoire et mémoire, p. 10. 47 TRONCOSO, D., y otros, La historia de España en Galdós, Vigo, Universidad, 2012, p. 34. 48 ZAMBRANO, M., La España de Galdós, Barcelona, La Gaya Ciencia, 1982, pp. 117-118, y 125. 49 Tras la publicación por entrega en el semanario, las Memorias fueron reimpresas por la editorial Alambra en 1920 y en sus Obras inéditas, vol. 10, Madrid, Renacimiento, 1930. Con posterioridad fueron incluidas en la edición de Aguilar de Obras completas, Novelas y Miscelánea, Madrid, reimpresión de 1973, III, pp. 1430-1472. El texto volvió a ser pu-blicado en el libro, ya citado, de Recuerdos y Memorias, Madrid, Ed. Tebas, 1975, pp. 193-270, en edición de Federico Carlos Sainz de Robles. 50 Memorias de un desmemoriado. Crónica de Madrid. Prólogo de Juan Van-Halen, Madrid, Consejería de Educación-Visor Libro, 2004, 229 pags; y Memorias de un desmemoriado, Valencia, El Nadir, 2011, 150 pp. Esta última ed. con inclusión de una serie de artículos periodísticos “Ejecuciones”, “El general Prim”, “Estado de Madrid”, “Furor neo-católico”, “Puentes telegráficos de la Granja”, “Partida de la Corte a Zarauz”, “El Abolicionista”, “El príncipe Ama-deo”, “El Callao”, “Desastres”, “Conflictos dentro y fuera de España”. 51 Resulta llamativo que, cuando las entregas de Galdós aparecieron en La Esfera, el escritor Luis Ruiz Contreras, traduc-tor de varias obras de Anatole France, le escribiera para recordarle a Galdós que, con anterioridad el título de “Memo-rias de desmemoriado” había sido utilizado, primero por el escritor López Pinillos (Parmeno), que las dejó inacabadas, y, después, por el propio Ruiz Contreras, Memorias de un desmemoriado, Madrid, Sociedad General Española de Li-brería, Diarios, Revista, S.A. ¿1916?), que incluye la contestación del propio Galdós, en que le dice que, cuando hacía dos años, comenzó a publicar sus artículos en La Esfera con el título de Memorias de un desmemoriado, no tenía «la menor idea» de que Ruiz Contreras hubiera publicado un trabajo con este título. Véase también Juicio crítico contra don Luis Ruiz Conteras por la publicación de su libro “Memorias de un desmemoriado”. Se celebró el 31 de marzo de 1946 en la Asociación de escritores y artistas españoles, presidida por Sainz de Robles (BNM, VC/1870-14). 52 Véase POLIZZI, A., “Diálogo con la memoria: Memorias de un desmemoriado de Galdós”, en Atti del XXI Convegno dell’ Associazione Ispanisti Italiani, Salamanca, septiembre 2002, Vol. I, Messina, Andrea Lippolis Editore, 2004, pp. 199-210. Texto en el que vuelve a desarrollarse que el escritor aquí no habla de su ‘yo’ más auténtico, de las parcelas más secretas de su persona, ni del desarrollo y huella interior que le hubiera podido dejar su experiencia vital. 53 Cánovas, Hª 16, p. 158. 54 Primera República: «La historia me ha llevado en sus brazos, en sus bolsillos, y en su regazo augusto. La llamo mi ma-dre, no sé dónde se ha metido, y la buscaré por toda la redondez de este suelo ibérico, dejado de la mano de Dios». 55 ESTÉBANEZ CALDERÓN, D., “Evolución política de Galdós y su repercusión en la obra literaria”, Anales Galdosia-nos, XVII (1982), 7-23. En 1870, cuando colaboró con Albareda en la Revista de España defendió con entusiasmo de militante la posición conciliadora de Sagasta frente al radicalismo de Ruiz Zorrilla, a quien no dudó en considerar co-mo responsable del fracaso de la monarquía amadeísta. 56 MILLER, S., El mundo de Galdós. Teoría, tradición y evolución creativa del pensamiento socio-literario galdosiano, Santander, Sociedad Menéndez Pelayo, 1983, p. 15. 57 Véase SANTOS JULIÁ, Hoy no es ayer. Ensayos sobre la España del siglo XX, Barcelona, RBA, 2009, p. 335 y ss. Preguntado sobre este particular, el historiador Koselleck, respondió diciendo que «mi memoria depende de mis expe-riencias y nada más». 58 Véase LÓPEZ MORILLAS, J., “Galdós, la historia: los últimos años”, Anales Galdosianos, XXI, 1986, pp. 53-61. 59 VARELA OLEA, Á., Galdós regeneracionista, Madrid, FUE, 2001, p. 207. 60 SMITH, A. E., Galdós y la imaginación mitológica, Madrid, Cátedra, 2005, pp. 14 y 203. 61 “La reina Isabel”, en PÉREZ GALDÓS, B., Obras completas. Madrid, Aguilar, Novelas. Miscelánea, III, p. 1192. |
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