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EL MUNDO DEL SIGLO XIX EN LA OBRA PERIODÍSTICA DE GALDÓS
THE WORLD OF THE 19TH CENTURY IN THE JOURNALISTIC WORK OF GALDÓS
Rhian Davies
RESUMEN
Este artículo examina la representación del mundo del siglo XIX en la obra periodística de Galdós, con refe-rencia específica a los artículos publicados en las Obras inéditas que se enfocan sobre las ciudades es-pañolas y sus viajes. Analiza la relación de estos escri-tos con las ideas contemporáneas así como con las opiniones del autor antes de esbozar su importancia dentro de la producción literaria de Galdós. Resalta cómo a menudo se confunden los mundos de la reali-dad y de la ficción y sostiene que la obra periodística de Galdós debe considerarse como un campo de inves-tigación crítica digno de estudio por sí solo.
PALABRAS CLAVE: Galdós, prensa, periodista, Obras inéditas, viajes, ciudad, Madrid
ABSTRACT
This article examines the representation of the 19th-century world in Galdós’s journalistic work, with par-ticular reference to the articles which were published in the Obras inéditas and focus on the Spanish cities and his travels. It analyses the relationship between the articles and the ideas of the period, as well as the au-thor’s own opinions, before outlining their significance in the context of Galdós’s literary output. It highlights the way in which the boundaries between the real and fictional worlds are frequently blurred and argues that Galdós’s journalistic output should be considered as a research area that is worthy of attention in its own right.
KEYWORDS: Galdós, press, journalist, Obras inéditas, travel, town, Madrid
En sus Memorias Galdós recuerda cuánto le inspiraba la ciudad de Madrid: «Escapándome de las cátedras, ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas, gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital» (“Mi llegada a la corte”, Memorias, 35). Jo Labanyi ha notado que el autor realizaba investigaciones detalladas, explorando los distintos barrios de la ciudad antes de escri-bir novelas como Fortunata y Jacinta, y varios críticos ya han observado que el mundo que se repre-senta en las novelas galdosianas se corresponde estrechamente con el mundo real de Madrid durante el fin de siglo. Para mejorar nuestro conocimiento de esta relación, podemos consultar obras como El Madrid de Galdós de Carlos Pla y otros (1987), Espacio urbano y novela de Farris Anderson (1985) o “The Streets of Madrid (...)” de Phyllis Boring (1978), según la cual la ciudad de Madrid, además de ser objeto de observación, servía como recurso para estructurar la acción de Fortunata y Jacinta. Sin embargo, parece que todavía no se ha examinado en detalle la importancia de este mundo real en la obra periodística de Galdós ni se ha apreciado la trascendencia de los artículos (o cartas) que se publi-caron en sus Obras inéditas, notablemente los que se refieren a las ciudades españolas y sus viajes.
Las ciudades españolas desempeñan un papel importante en las Obras inéditas. La primera sección del primer tomo (Fisonomías sociales) se titula “Ciudades españolas”, y aquí el autor comparte sus reflexiones sobre las ciudades de San Sebastián, Bilbao, Santander, Madrid y Barcelona, mientras que el octavo volumen se enfoca sobre la ciudad de Toledo. Dado que el autor frecuentemente expresaba su fascinación por la capital, no debería sorprendernos que Madrid apareciera en muchos artículos, no sólo como principal foco de atención sino como trasfondo. En cuanto al extranjero, las visitas de Galdós a países como Inglaterra, Italia y Portugal están descritas en el noveno tomo, titulado Viajes y fantasías, y en el décimo, sus Memorias.
No cabe duda de que el autor tenía una conexión muy profunda e íntima con los lugares que visita-ba, y estos artículos nos ofrecen la oportunidad de indagar la mente de Galdós «como hombre» y de
Universidad de Sheffield. 168
familiarizarnos con sus ideas y sus pensamientos en aquella época. A menudo escribe con mucha emoción y está entusiasmado con sus experiencias. Huelga decir que tenía una relación particularmen-te estrecha con la ciudad de Madrid pero su entusiasmo no se limitaba a la capital. En lo que se refiere a Barcelona, por ejemplo, escribe, «La hermosura y grandeza de esta ciudad, que es sin disputa una de las primeras de Europa y la más bella del Mediterráneo, ha sido admirada por numerosos extranjeros» (“El principio de la unidad”, Política española, IV, 134) y en “Viaje a Italia” leemos, «La primera impresión que el viajero recibe en Roma es la de verse asediado por la turbamulta de figuras de mármol que en fachadas y fuentes, en el exterior y en el interior de las iglesias ostentan su hiperbólica magnificencia en académicas actitudes» (Viajes y fantasías, 68-69). Se expresaba a menudo con un tono muy directo y franco, a veces un poco negativo cuando estaba desilusionado. Por ejemplo, al llegar a Toledo pronuncia:
El viajero no ve sino un escarpado risco a la izquierda, un llano a la derecha, y enfrente, a lo lejos, algunas casas de mal aspecto y la cúpula de un edificio (el Hospital de Tavera), cuyo exterior no demuestra la importancia y belleza que interiormente tiene (“Las generaciones artísticas en la ciudad de Toledo”, Toledo, 35).
No obstante, estos artículos no se confinan a impresiones personales sino que adquieren una rele-vancia más trascendente, no sólo por lo que desvelan sobre la ideología del siglo diecinueve, sino tam-bién sobre el autor y su carrera literaria.
En lo que atañe al contexto, en las Obras inéditas nos presentamos con la visión de Galdós, como representante del hombre de su época, enfrentado con el tema del cambio. En este periodo la ciudad de Madrid, en particular, se sometía a numerosos cambios fundamentales como consecuencia del proyec-to del ensanche. En “Divagando” Galdós observa que «Madrid crece y crece» (Fisonomías sociales, 189-190) y se refiere a la nueva estación de Atocha y a la nueva Bolsa, y en “La cuestión social” des-cribe una ciudad que está cambiando de modo dramático y repentino: «Barrios enteros surgían cada año del suelo: hermosísimas casas ocupaban los terrenos que antes eran corralones o campos yermos» (Cronicón 1883-1886, 147).
Aunque, por lo general, el autor presentaba estos cambios en términos positivos, en algunas oca-siones se percibe que se sentía un poco sobrepasado y a veces expresaba su frustración con las cosas que no cambiaban. Por lo tanto, en “Época de confusión” leemos:
Todo ha cambiado, el suelo y las ciudades, el carácter, las costumbres; han desparecido hasta las ventas y los molinos de viento de Don Quijote. Una sola cosa no varía nunca, y es esta desavenencia quisquillosa de los liberales cuando no están en la oposición (Política españo-la, III, 8).
A la vez era evidente que le ocasionó cierto disgusto observar los cambios relacionados con la in-dustrialización, notablemente en países como Inglaterra.
Está claro que en la opinión de Galdós existía una estrecha relación entre el mundo contemporáneo y la historia. Para él, la historia se encontraba efectivamente preservada en ciertos lugares, notable-mente en Toledo:
Toledo es una historia de España completa, la historia de la España visigoda, de los cuatro siglos de dominación sarracena en el centro de la Península, del viejo reino de Castilla y León, de la monarquía vasta fundada por los Reyes Católicos, y por último de ese gran siglo XVI, que es el siglo español. Todo lo que en España ha vivido en Toledo, ha sido testigo de las más grandes empresas de la Reconquista; y antes vio desarrollarse y corromperse el Im-perio de los visigodos (...) (“Las generaciones artísticas”, Toledo, 44).
Y cuando visita Pompeya observa cómo esta ciudad le permite sumergirse en el pasado:
Es una verdadera resurrección de lo antiguo, guardado intacto por la madre tierra (...). Ni aun las personas de imaginación poco viva podrán substraerse, al entrar en Pompeya, al prurito de evocar la vida que ya no existe, a poblar aquellas ruinas con la humanidad que en ellas 169
moró hace diez y siete siglos. (...) El alma de aquella ruina surge en la mente y en el corazón del viajero (“Pompeya”, Viajes y fantasías, 150-152).
Dado este respeto para la historia y para las oportunidades que estos sitios le ofrecían para educarse sobre el pasado, no debería sorprendernos que en muchos artículos la descripción de ciertos lugares estuviera acompañada de información histórica. En su carta sobre su visita a Edimburgo en Escocia, por ejemplo, el autor no sólo describe la ciudad y el palacio de Holyrood, que habían visitado «ávidos de romántica historia» (“Nuevos viajes”, Memorias, 200), sino que también nos proporciona informa-ción histórica sobre la reina escocesa María Estuardo (Memorias, 200-205).
El interés de Galdós en preservar los vestigios sobrevivientes de esta historia para las generaciones futuras se desvela en su intento de reproducir el «alma» de estos sitios en sus escritos y, a la vez, en su insistencia en la necesidad de tomar medidas prácticas para protegerlos. Subraya la importancia de conservar los edificios que se encuentran en un estado deteriorado y de asegurar que cumplan con las normas de seguridad. En “El Alcázar de Toledo” se enfoca sobre el incendio de 1887, «un catástrofe que ha producido hondísima consternación en la histórica ciudad, y en toda España una pena muy viva» (Arte y crítica, 51). Además de hacer hincapié sobre la necesidad de restaurar este edificio («lo pide la dignidad nacional que no permitirá que aquel ahumado esqueleto pregone nuestra desidia» [Arte y crítica 63]), afirma, «conviene que ésta [la tercera restauración] se dé con más inteligencia. Del acertado empleo de materiales depende que el Alcázar se perpetúe o que se le prepare para una cuarta función de pirotecnia» (Arte y crítica, 63). Adopta una actitud parecida en “La catedral de Sevilla” (Arte y crítica, 65-69).
Su interés no se confina a los edificios antiguos puesto que también se preocupa por los nuevos edi-ficios contemporáneos. En “El parlamentarista”, por ejemplo, critica el Congreso y leemos, «El edifi-cio en que está el Congreso es nuevo y malo». «No tiene luces, ni ventilación, ni holgura; no tiene más que lujo, un lujo reñido con la comodidad y aun con la elegancia» (Fisonomías sociales, 211). Así incita a los lectores a pensar en posibles cambios para los proyectos futuros.
De esto se desprende que Galdós veía estos artículos no sólo como una oportunidad de apuntar sus impresiones personales, sino también de reflexionar sobre los problemas relacionados con el presente y, además, sobre el futuro, concretamente sobre la regeneración de España. Sabía que en esta época la prensa servía como vehículo de información y, lo que era más importante, de educación y parece que esperaba que sus artículos estimularan a sus lectores a interesarse en estos temas. Queda patente que Galdós siempre daba prioridad a todo lo que se refería a España, aun cuando visitaba los países extran-jeros. En varios artículos parangona los lugares que ha visitado con sitios españoles, lo que le permite determinar su importancia además, de evaluar la situación actual de España con respecto al resto del mundo. En “Viaje a Italia” escribe, «Recorriendo las calles de Nápoles, hay momentos en que cree uno encontrarse en Cádiz, en Málaga o en Valencia» (Viajes y fantasías, 53) y más tarde en Toledo profundiza sobre estas ideas cuando, en una conversación con su ninfa, mantiene que «(...) lo que aquí llamamos Ciudad Imperial no es inferior a las de Italia ni en monumentalidad ni en riqueza de joyas artísticas» (“Las generaciones artísticas”, Toledo, 139-140). Cuando la ninfa pone esto en tela de jui-cio, el autor declara:
Aquí no tenemos Pompeyas ni Vesubios, pero abundan los Berruguetes, Gúas, Juanelos; orí-fices como Arce; escultores como Alonso Cano; herreros como Villalpando y cien mil artis-tas más (...). Catedrales hay en Italia, pero la de acá se puede parangonar con las mejores de allá, y de añadidura poseemos las dos Sinagogas que no tienen semejantes en ninguna parta del mundo (“Ángel Guerra y Toledo”, Memorias, 141).
Prosigue, «tenemos buenas islas; por ejemplo: las Canarias, con su famoso Teide, que también es un señor volcán (...) y la isla del Hierro (...)» (Memorias, 141). De este modo comunica un sentimiento de orgullo nacional que no puede menos de contagiar a sus lectores.
Galdós era muy consciente de que España se situaba en un mundo vasto, y aunque reconocía que algunos países podrían amenazar su país, al mismo tiempo concedía que otros podrían ofrecerle opor-tunidades. Conviene notar que muchos de los artículos que fueron publicados en las Obras inéditas se escribieron para La Prensa, periódico de Buenos Aires, y por eso se dirigían a los lectores hispanoa-mericanos. Consecuentemente era lógico que en muchas ocasiones Galdós escribiera con la intención de incitarles a interesarse por las ciudades europeas que describía y, sobre todo, por España y por to-170
dos los temas referentes a este país. A veces adoptaba una postura subjetiva y apasionada en su intento de estimular a los lectores hispanoamericanos a encariñarse con su país y con su cultura. Describe a España como «la madre patria» y en “América y España” escribe, «De algún tiempo acá, todo lo que sea estrechar las relaciones de España con América despierta aquí un interés que pronto se convierte en entusiasmo» (Política española, III, 289).
Algunos artículos se centran en temas más universales, como la cuestión de la influencia del am-biente sobre el individuo. Otros debaten la relación entre la ciudad y el campo y, además de referirse a los desarrollos en el campo de higiene y medicina, aluden a los problemas asociados con una ciudad que afectaba la manera en que se comportaban algunos individuos y fomentaba ciertas costumbres negativas. Por ejemplo, en “Vida de sociedad” Galdós discute el problema del lujo en Madrid: «¡El lujo! ¡Cuánto se puede escribir sobre este fenómeno de la vida moderna! Y Madrid es una especialidad en la importancia que se da a lo superfino. En ninguna ciudad de Europa hay más teatros» (Fisonomías sociales, 124).
En términos más amplios, quizás filosóficos, el autor reconocía la posible influencia del ambiente sobre la raza, y tomaba en cuenta las discusiones referentes a la situación de la raza latina en relación con otras razas, como los anglosajones.
En algunos artículos Galdós considera estas cuestiones en correspondencia con la batalla universal del hombre contra la naturaleza. Reconocía que, hasta cierto punto, el hombre era insignificante; en “El Alcázar de Toledo”, por ejemplo, pronuncia que «El viajero que se ve subiendo por aquellos pel-daños, experimenta allí, como en parte alguna, la sensación de su pequeñez» (Toledo, 55). Asimismo, hay muchos artículos que revelan que sabía que había muchas cosas que estaban fuera del control del hombre, como el mal tiempo, y fenómenos geográficos tales como los volcanes y los terremotos. Ex-presa algunos sentimientos de desesperanza en “Confusiones y paradojas”:
¿Es que se acaba el mundo? Vivimos en plan catástrofe, y el telégrafo no sirve más que para difundir noticias que causan espanto: hundimiento de puentes que arrastran multitud de via-jeros al fondo de los abismos; choques de acorazados que sepultan en el seno de los mares centenares de hombres; pestes que devastan comarcas populares de Oriente (Arte y crítica, 183).
Es preciso advertir, no obstante, que aunque Galdós era consciente de tales amenazas y tomaba en cuenta las teorías deterministas, por lo general expresaba una actitud optimista hacia el futuro, reco-nocía la posibilidad del libre albedrío y tenía fe en la capacidad del hombre para introducir mejoras.
Antes de concluir, sería adecuado considerar brevemente cómo estos artículos periodísticos se rela-cionan con la obra literaria de Galdós. Como he anotado en otro artículo (Davies: 2005), la obra pe-riodística de Galdós no solo nos avala la oportunidad de informarnos de las ideas y las experiencias personales del autor, sino que nos presenta algunas ideas embrionarias que alcanzaban su madurez en las novelas que el autor publicaba más tarde. En muchas ocasiones la obra periodística podría verse como complementaria de la obra literaria galdosiana, ya que escribir no solo artículos sino también una novela sobre la ciudad de Toledo ofreció al autor la posibilidad de desarrollar un nuevo estilo, aun por experimentar (Davies, 2009).
También cabe notar que estos escritos podrían considerarse como un caso aparte, siquiera especial. Ni hay que decir que están abiertos a muchas interpretaciones diversas. Como ha anotado Peter Bly (2007), algunos artículos incluyen comentarios interesantes sobre el turismo en una época en que se mejoraban considerablemente las oportunidades de viajar. Por ejemplo, el autor trata directamente de los progresos del turismo y reconoce el valor de los guías de Baedeker y las compañías que facilitaban el viaje. Incluso se podría decir que el mismo Galdós contribuía a la iniciativa de promocionar el tu-rismo porque resaltaba las oportunidades ofrecidas por las visitas a las ciudades españolas y daba con-sejos prácticos a sus lectores. De una manera más general, sea literaria, en varias ocasiones adopta una postura reflexiva, a veces autocrítica, y observa cómo la experiencia de ser turista podría diferir de ver fotos o leer literatura sobre los lugares que visitaba. Es más, en su evaluación de los guías de Baedeker es posible que esté implícitamente parangonando sus propias iniciativas, ya que nota que él mismo, como otra clase de guía turístico, ha decidido adoptar un estilo más subjetivo, más apasionado, y así sus artículos llevan un enfoque bastante distinto de la «sobriedad» de Baedeker. 171
En otras ocasiones Galdós considera la relación entre los libros y las visitas que permiten al lecto sumergirse en el pasado. En su carta sobre su visita a Pompeya escribe que este sitio «Es como un libro viejo que viene a nuestras manos después de siglos de olvido, revelándonos el espíritu que lo inspiró y la mano que lo compuso (...)» (Viajes y fantasías, 150-152).
Estos artículos pueden sorprender a los lectores acostumbrados a leer las novelas de Galdós ya que es probable que comencemos a leer su obra periodística con algunas ideas preconcebidas. Por ejemplo, es posible que esperemos que estos artículos se centren sobre la información y que el autor adopte, por lo tanto, un estilo bastante objetivo e imparcial. Al contrario, muchos artículos se distinguen por su estilo subjetivo y personal, y a menudo el autor adopta una perspectiva original: por ejemplo, el artícu-lo titulado “Madrid” (Fisonomías sociales, 50-65) no se centra sobre los edificios sino sobre la comi-da. En otras ocasiones se desvela un tono humorístico en artículos como “Panoramas madrileños” (Fisonomías sociales, 135-141), donde el autor observa los intentos vanos de ciertas personas de man-tener su dignidad durante la nieve en la capital. También conviene señalar que estos escritos se clasifi-caban como ‘cartas’ y así se podría examinar, de modo interesante, cómo concuerdan con otros artícu-los de este género periodístico y, además, cómo se relacionan con la empresa colectiva del periódico en que se publicaron.
Lo que resalta, sobre todo, es la presencia de la imaginación. Al describir el puerto de San Sebas-tián como «un puertecito que parece de muñecas» (“San Sebastián”, Fisonomías sociales, 20), confie-re a este sitio un aspecto casi mágico que nos remonta al mundo de nuestra infancia. De modo pareci-do la descripción del Alcázar de Toledo, «(...) ofrece un conjunto en que se hermanan la robustez con la elegancia. Por una parte parece obra de gigantes; por otra, de soñadores y delicados artistas» (Arte y Crítica, 52), no sólo destaca por su ritmo y por el efecto de los sonidos elegidos que son tan poéticos, sino porque evoca asociaciones con el mundo de la fantasía, con los sueños (que se relacionan con las descripciones y las experiencias del protagonista en Ángel Guerra) e indudablemente esto nos da a reflexionar sobre su relación con la literatura y con la realidad. Evidentemente era el mundo real lo que le estimulaba a Galdós a pensar de esta manera y a elaborar estas ideas, pero conviene advertir asimismo que este mundo servía como trampolín y se confundía frecuentemente con el mundo de la ficción. Por consiguiente las visitas a ciertas ciudades le inspiraban a Galdós a pensar en las personas tanto reales como imaginarias: Dante era el centro de Florencia y Julieta, personaje de Shakespeare, era el centro de Verona. Leemos: «Desde que se entra en Verona, el drama de Shakespeare parece que vive a nuestros ojos. (…) Verona es la misma que el gran poeta inmortalizó, haciéndola teatro de aquella pasión tan humanamente y con tanto vigor expresada» (“Verona”, Viajes y fantasías, 76-77).
Galdós reconocía que los sitios por sí solos podían fomentar la imaginación y, aunque aceptaba que no había poeta en Toledo, sostenía que sí que allí había poesía. De ahí que parece que observaba el mundo del siglo XIX a través de un prisma más bien que a través que un espejo y expresaba preferen-cia por el mundo de la ficción. Escribió en sus Memorias, «En mis correrías, las personas y cosas ima-ginarias me seducían más que las reales. Siempre fue el Arte más bello que la Historia» (“Nuevos viajes”, Memorias, 206). La fusión de los dos mundos (e incluso la supremacía del mundo de la fic-ción) se desvela de modo impresionante al final de su artículo sobre “Verona”, donde alude a la posi-bilidad de alcanzar la inmortalidad a través de la memoria e, igualmente, a través de la escritura: «La realidad se oscurece, y lo ideal y soñado vive eternamente en la memoria humana» (Viajes y fantasías, 87).
En resumen, a tenor de lo expuesto, estudiar la obra periodística de Galdós nos permite apreciar las ideas del autor referentes a los sitios que visitó y al mundo en que vivía, como individuo, como hom-bre de su siglo y como escritor. Nos deja ver cuánto le impresionaban ciertos lugares, además de acla-rar sus ideas sobre la raza hispánica y sobre la situación de España en el contexto mundial. Los artícu-los de Galdós estaban siempre motivados por un profundo deseo de estimular a sus lectores a reflexio-nar sobre las ideas contemporáneas, tanto filosóficas como prácticas, y a interesarse por la regenera-ción.
En lo concerniente a los enlaces con su literatura, los artículos periodísticos no sólo podrían consi-derarse como obra embrionaria o complementaria sino como un caso aparte que nos obliga a conside-rar al autor bajo otra luz. De ninguna manera deberían verse como algo secundario, sino como funda-mental para comprender a fondo la importancia del mundo del siglo XIX en la obra galdosiana. En definitiva, la obra periodística de Galdós es un campo de investigación crítica digno de estudio por sí 172
solo porque se escribía en un periodo en que todos los escritores importantes eran periodistas y, aun-que demuestra que Galdós era un hombre fuertemente vinculado al periodo y al mundo en que vivía, a la vez vemos que estaba siempre profundamente afectado por su visión imaginativa de este mundo. 173
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