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GALDÓS CONSTRUCTOR DE DISPOSITIVOS URBANOS DEL
MADRID MODERNO
GALDÓ’S CONSTRUCTION OF URBAN DISPOSITIVES OF
MODERN MADRID
Sabine Schmitz
RESUMEN
Es un tópico destacar el importante rol que desempeña Madrid en la obra galdosiana. Hasta ahora se ha subra-yado la calidad de la ciudad como lugar del setting, como reflejo de la inestable estructura de todo artefac-to o, finalmente, como refracción de unas estructuras sociales en transformación. Sin embargo, queda por aclarar cómo Galdós logra construir en su obra un Madrid como una ciudad con un orden simbólico pro-pio y estructuras espaciales propias, factores que se deben considerar como condiciones previas de estruc-turas sociales. Para responder a esta cuestión se anali-zan en tres novelas galdosianos los dispositivos urba-nos con los cuales el autor construye un espacio ‘ma-drileñizado’, lo que permite revelar finalmente que Galdós teje por medio de una red de dispositivos, en un momento de profundo proceso de desintegración, una narración para un nuevo colectivo urbano.
PALABRAS CLAVE: construcción de Madrid, dispositi-vos urbanos, proceso de desintegración.
ABSTRACT
It is a commonplace to point out the importance of Madrid in the works of Galdós. So far, it has been stressed that the setting in the city is of a special qual-ity, represents the instable structure of any artefact or refracts social structures which are subject to change. However, it has not yet been examined how Galdós constructs Madrid in his works as a city with its own symbolic organization and spatial structures, which need to be considered as preliminary conditions to social structures. In order to provide an answer to this problem, this paper will analyse the urban dispositives which Galdós uses to construct a ‘madrilised’ space in three of his novels. Thus, this paper illustrates that by using a net of dispositives, Galdós weaves a narrative for a new urban collective at the time of a profound process of disintegration of Madrid.
KEYWORDS: construction of Madrid, urban disposi-tives, process of disintegration.
Galdós fue, ya en vida, considerado como narrador de Madrid, valoración que habría de influir de modo relevante en el estudio de su obra.1 Generalizando, se pueden destacar en estos estudios del ‘madrileñismo’ de Galdós dos grandes campos: uno centrado en investigar la calidad de Madrid como lugar del setting, de trasfondo físico concreto, con implicaciones sociales muy claras tanto de los per-sonajes como de la acción, elementos considerados casi con unanimidad como los más importantes de la narrativa galdosiana;2 como segundo campo de investigación, más reciente, el centrado en la estruc-tura de la capital española como elemento fundamental que determina la organización de la novela galdosiana, insistiendo en la necesidad de leer la ciudad como texto, es decir como recinto semiótico.3
Pero, a pesar de esa atribución a Madrid como clave en la narrativa galdosiana, se ha dejado de la-do, hasta ahora, una serie de cuestiones primordiales: ¿cuáles son los elementos de las novelas que permiten tanto a los lectores como a los investigadores identificar a Madrid, su específico perfil madri-leño? ¿Cuáles son los factores que hacen identificable la ciudad narrada como la capital de España en el siglo XIX? En definitiva, ¿cómo se materializa Madrid en las novelas de Galdós llegando a ser una ciudad con un orden simbólico propio y estructuras espaciales propias? ¿Es solamente a través de una gran cantidad de nombres de calles, sitios o edificios tan conocidos como la Puerta de Alcalá, perfec-tamente localizables en cualquier plano, como la ciudad se identifica como Madrid?4 ¿O bien a través de la estrecha conexión entre lo social y lo urbano, interpretando de esta manera el Madrid de la se-gunda mitad del siglo XIX como telón de fondo del ascenso de la burguesía y del camino hacia la mo-dernidad? Esta última opción, que indaga en las condiciones sociales previas de lo urbano en Galdós,
Universidad de Paderborn, Alemania. 373
se constituye como un tercer campo de la investigación galdosiana que va dirigido a lo urbano, más concretamente Madrid; un ejemplo es el estudio Mapping the social body: Urbanisation, the Gaze, and the Novels of Galdós (2010), de Collin McKinney.
Sin embargo, para investigar la construcción de dispositivos urbanos en la obra narrativa galdosia-na, que es a lo que apunta el siguiente análisis, hay que optar justamente por la inversión de esta pers-pectiva y preguntarse por la importancia para lo social de estructuras urbanas en la narrativa galdosia-na. Implica por lo tanto preguntarse por la conexión entre la habilidad y el interés del autor en cons-truir espacios urbanos, madrileños, y los inicios de la ciencia social que investiga y da testimonio del desarrollo de lo social: la sociología. Una ciencia que está naciendo cuando Galdós va a Madrid para contar esta ciudad, hace 150 años, y cuyos comienzos en España vincula Yvan Lissourges acertada-mente al liberalismo, al krausismo y al krausopositivismo:
Es (...) significativo de una dinámica de clase (y empleamos la palabra a falta de otra más precisa) el hecho de que, en España, la sociología moderna nazca en el ámbito del pensa-miento liberal fortalecido por el idealismo krausista y enriquecido por el empirismo derivado del positivismo (Lissourges: 1998, 11).
Movimientos ideológico-filosóficos todos ellos por los que Galdós tuvo mucho interés en su prime-ra época en Madrid.5
El análisis de las implicaciones espaciales de la poética urbana de Galdós y su conexión con la na-ciente sociología se va a desarrollar en tres etapas. Primero se destacan los elementos fundamentales de la organización espacial de Madrid en la segunda mitad del siglo XIX y se aborda la cuestión del interés de Galdós en estas estructuras. Luego se estudiará la construcción del espacio en tres novelas de Galdós, para identificar dispositivos y estructuras urbanas identificables claramente como madrile-ños que el autor actualiza y que le permiten, como veremos por último en la conclusión de este trabajo, narrar un colectivo urbano que se encuentra en un proceso de desintegración.
ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE LA ORGANIZACIÓN ESPACIAL DE UN MADRID MODERNO
No hay duda de que el espacio es uno de los aspectos que está estrechamente vinculado a la socie-dad de la que se narra, pues por un lado se construye un espacio sobre la base de un concepto concreto de una sociedad y, por otro, es cierto que cada teoría de la sociedad implica una determinada concep-ción del espacio (Schmid: 2003, 218). Pero, a pesar de esta dinámica entre sociedad y concepción del espacio, es importante tener en cuenta que ambos están a su vez condicionados tanto por la «persisten-cia» del espacio físico-material (Schroer: 2008, 177 ssq.) como por la vinculación al imaginario urba-no y al sistema simbólico propio de una ciudad concreta, Madrid; y ambos son construidos y transmi-tidos por sus habitantes.6 Hecho al que el sociólogo urbano Donald remite acertadamente cuando in-siste «We do not just read the city, we negotiate the reality of cities by imagining ‘the city’ (…). It is imagination which produces reality as it exists» (Donald: 1999, 18). Donald alude por lo tanto a la importancia de dispositivos urbanos7 que condicionan la propia relación de cada uno de los habitantes de una ciudad en su temporalidad y que por ello están en constante cambio, evaluando lo decible y lo indecible y concertando nuevos sistemas epistemológicos. Se trata de elementos importantes para la construcción de identidades a nivel de una ciudad, que no parten del individuo sino que conciben iden-tidades colectivas y culturales como producto de las relaciones de fuerzas, de una red de estrategias para pactar influencias. Se trata entonces tanto de estructuras materiales, cotidianas como de disposi-ciones y representaciones culturales con las cuales el ciudadano desarrolla relaciones afectivas, imagi-narias e identitarias.
Cuando Galdós llega a Madrid en los años sesenta del siglo XIX, la ciudad es precisamente una en-tidad urbana cuyo espacio físico-material y dispositivos urbanos —y con ello su imaginario urbano y su orden simbólico—8 son puestos en tela de juicio debido a un notable incremento censal que hacía necesario un aumento de la superficie.9 Dicho incremento no se produjo, como en países más moder-nos, debido a la mejora en las condiciones de vida y a cuotas de mortalidad mucho más bajas, pues en Madrid las tasas de mortalidad siguieron siendo muy altas, sino a un flujo inmigratorio muy alto desde el resto del país, todavía muy agrario, hacia la capital (Fernández García: 2009, 13 ssq.). Los llegados a Madrid buscaban oportunidades de trabajo y de ascenso social; «a lo largo de la segunda mitad del 374
siglo predominaban los vecinos procedentes de otros lugares sobre los nacidos en la capital. Un solo ejemplo: el 1 de enero de 1888 vivían en la villa 93.020 madrileños frente a 130.000 foráneos, y 105.925 madrileñas frente a 142.307 forasteras» (Fernández García: 2008, 15). Así, Madrid es a partir de los años sesenta una de las ciudades europeas con una cuota de inmigrantes, en su gran mayoría nacionales, más alta.10 Debido a ello creció la necesidad de ensanchar la ciudad en superficie, lo que, ya en los años cuarenta, Mesonero Romanos, concejal del Ayuntamiento de Madrid, quería lograr por medio de la regeneración de la ciudad existente. De ello deriva que a lo largo del siglo XIX se amplia-ran cada vez más las fronteras de la ciudad: así, en 1860 tuvo lugar el Ensanche de Castro, luego sur-gieron los planes de Fernández del Río en 1868, quien logró derribar las tapias de la ciudad y abrir el Retiro a los madrileños; y finalmente, en los años ochenta, el ambicioso plan de Arturo Soria de un ensanche en forma de una Ciudad Lineal.11
De modo que, aunque con un cierto desfase en comparación con otras ciudades europeas, en la se-gunda mitad del siglo XIX surgen en Madrid nuevos espacios a la par que desaparecen algunos anti-guos. La consecuencia es una concentración de espacio y tiempo que lleva a un estado que se puede denominar con Giddens como un disembedding de la sociedad (Giddens: 1991, 33). En el caso de Madrid hay algún factor que intensifica este proceso: el hecho de que experimentase en esta época un cambio de imagen, de una villa y corte a una ciudad que es la capital de España, y sobre todo de la España liberal, acentuaba la necesidad de narraciones integradoras que ofrecieran a los habitantes de la villa la posibilidad de definirse como miembro de un colectivo urbano. Elementos importantes de tales narraciones son esos dispositivos urbanos reconocibles y aceptables por todos los vecinos de Madrid, construidos, al menos en parte, a partir de la ‘persistencia’ del espacio físico-material; si bien, como ya se ha dicho, condicionado por cambios considerables.
Esos cambios fundamentales representan a su vez una amenaza hacia los dispositivos urbanos, hacia el imaginario y el orden simbólico de la ciudad, puesto que ya no son verdades, realidades natu-rales inferidas de la experiencia de los vecinos y, por lo tanto, se manifiestan como algo poco idóneo para ser comunicado a los nuevos madrileños. Ahora habrá dos opciones para afrontar los cambios que vive la ciudad: o bien defender e insistir en los dispositivos urbanos establecidos y el tradicional ima-ginario urbano, o bien abrirse a las nuevas perspectivas y experiencias del mundo que cambian estas verdades.12 Por la primera opción se decidió, entre otros, Mesonero Romanos cuando defendió en los años cincuenta del siglo XIX la restauración del casco antiguo y el mantenimiento de las antiguas fron-teras urbanas, la tapia. Galdós, en cambio, eligió la segunda: se ocupó en descifrar las nuevas realida-des naturales que se basan en las experiencias cotidianas de los ciudadanos en su ciudad y en partici-par en el modelado de nuevos dispositivos urbanos y órdenes simbólicos, refiriéndolos en sus novelas por medio de nuevas estructuras narrativas, estilos y esquemas cognitivos.
En vista de este desarrollo urbano, no es ninguna casualidad que una de las primeras obras con que empieza la aventura galdosiana de contar la capital y corte española, Doña Perfecta, sea una novela que a primera vista se revela como una narración paradigmática de la teoría de Georg Simmel, figura fundadora de la sociología urbana. Simmel estableció en 1903 la distinción entre el intelectual y flexi-ble habitante de la ciudad y el cálido pero menos hábil y menos avisado habitante del campo (Simmel: 1903, 188-189). Una estructura dicotómica en cuya superación trabaja todavía hoy la sociología actual y que no volverá a desempeñar nunca más un papel tan prominente en una novela galdosiana.
En sus siguientes novelas, Galdós dirigió su mirada hacia la gran ciudad misma, se concentró en narrar en sus novelas el Madrid coetáneo, hecho que, como se ha constatado ya más arriba, ha atraído la atención de la crítica. En este contexto, se ha concebido a menudo la ciudad de las novelas galdo-sianas como espacio físico, como un contenedor en el que los objetos y personajes están ordenados y en el que la ciudad funciona como trasfondo, como un escenario para la trama de la novela. Margarita O’Byrne Curtis sostiene, sin embargo, que se trata muchas veces de una aglomeración de espacios que destacan por su disfuncionalidad y su polisemia y que por ello subvierten «la noción de coherencia y equilibrio que informa la configuración decimonónica de la metrópolis, esa imagen sustentada por el (...) discurso positivista» (O’Byrne Curtis: 1996, 205).
Lo que O’Byrne describe como específicamente propio de la narración urbana galdosiana y contra-rio a un discurso urbano que supone –sin remitir a ninguna fuente– oficial y positivista está en estrecha relación con el Madrid que vive una polisemia y disfuncionalidad muy densa debido a los cambios señalados, tanto en lo que a superficie urbana como a la gran cuota de inmigrantes respecta. Y a un nivel más general, estas características identificadas por O’Byrne como galdosianas apuntan a un dis-375
positivo urbano arraigado que narra lo que Wirth (1938) y luego Berking y Löw (2008) han caracteri-zado como el perfil específico de la ciudad moderna. Berking (2008), en efecto, remitiendo a estudios de Braudel, argumenta que desde la modernidad no es el dualismo entre ciudad y campo lo que condi-ciona la forma de organización del espacio, sino el dualismo entre la ciudad y el estado territorial. Estos conceptos estarían entonces compitiendo por ser formas organizativas clave de las entidades espaciales de la modernidad, dado que el concepto de la nación-estado se basa en una lógica espacial de exclusión, en el sentido de «espacio cerrado», que se caracteriza por controlar la entrada en él; mientras que la ciudad moderna, tras el derribo de sus murallas, lo hace en una lógica espacial de in-clusión, con una estructura abierta: con ello la heterogeneidad –a pesar de las evidentes desigualdades sociales– destaca como un principio de organización fundamental de la estructura espacial urbana. Y junto a la heterogeneidad, tanto el tamaño como la densidad de la población se han revelado igualmen-te como características esenciales de la ciudad moderna (Wirth: 1938; Berking/Löw: 2008; Löw: 2008).13 Se trata así de tres elementos que de una u otra manera son indicadores espaciales interdepen-dientes el uno del otro y cuya singular relación permite trazar la particularidad de una ciudad (Ber-king/Löw: 2008).
En cuanto a estos modelos de la sociología urbana, Sales y Ferré, catedrático de la que fue primera Cátedra de Sociología en España en la Universidad Central de Madrid y cuyas ideas estaban estrecha-mente vinculadas primero al krausismo y luego al positivismo, destaca, en 1912 en su importante es-tudio La Sociología general, la ampliación de la ciudad como factor que condiciona una heterogenei-dad que es fundamental para la nueva organización espacial, de la siguiente manera:
Las ciudades echan abajo sus murallas y se dilatan en populosas barriadas, al par que se em-bellecen con elegantes edificios, calles anchas y rectas, cómodas aceras, espaciosas plazas, parques y jardines. Al triste alumbrado de aceite reemplaza el de petróleo y á éste el de gas, que permite aprovechar la noche casi como el día (Sales y Ferré: 1912, 61).
Para luego insistir en la densidad de la población como factor primordial de estos nuevos espacios:
Con todos estos incentivos, el trato social, reducido antes al estrecho círculo de parientes, amigos y vecinos, se dilata. En todas partes, á la casa reemplazan los cafés y los casinos; en los grandes centros, á las tertulias domésticas, los teatros; al tiempo que las vías férreas, el servicio postal y el telégrafo anudan entre poblaciones apartadas relaciones más íntimas que antes mediaban entre barrios de una misma ciudad. De meramente privada, la vida se hace pública. El vínculo de familia pierde, pero gana el de humanidad (Sales y Ferré: 1912, 67).
Así pues, tanto la heterogeneidad como la densidad y el creciente tamaño son percibidos por parte del eminente sociólogo español a comienzos del siglo XX como principios importantes de la organiza-ción espacial urbana: factores cuya aparición Galdós vive y narra unos decenios antes.
DISPOSITIVOS URBANOS DE GALDÓS
A continuación no se trata de leer los textos de Galdós como representaciones miméticas de estos procesos de transformaciones sociales y espaciales, sino que se busca rastrear en su obra narrativa la palpable voluntad de narrar los dispositivos urbanos característicos de Madrid en el último tercio del siglo XIX, sin negar a la ciudad un orden simbólico establecido, en parte aún por inventar. Para ello se analizará el desarrollo de espacios narrativos en tres obras galdosianas que, a pesar de revelar claras tendencias de desintegración social, interpretan una específica interacción de la heterogeneidad, la densidad y el tamaño de la ciudad que favorece la identidad colectiva de los habitantes de Madrid.
Como ya se ha mencionado al comienzo, la estructura espacial que condiciona la temprana novela galdosiana Doña Perfecta (1876) todavía no sigue este dispositivo, puesto que en ella prevalece la dicotomía entre campo (Orbajosa) y ciudad (Madrid). Debido a ello, se construye un Madrid que des-taca por la negatividad que le atribuyen los orbajosenses: según Doña Perfecta, «Madrid [es] centro de corrupción, de envidia y rivalidades» (Doña Perfecta, 149),14 mientras que el canónigo la identifica como «centro de corrupción, de escándalo» (Doña Perfecta, 169); en el lado opuesto, para acrecentar la ironía, la insistencia por parte de los aldeanos en «la supremacía de Orbajosa y de sus habitantes 376
sobre los demás pueblos y gentes de la tierra» (Doña Perfecta, 142).15 Esta visión positiva del campo no es compartida por el joven protagonista de la novela, Pepe Rey, que critica violentamente la vida en la ciudad provinciana. Sin embargo, a pesar de diversos discursos con una perceptible impronta krau-sista, no alude de manera positiva al naciente urbanismo madrileño. Debido a ello, Madrid figura en el texto como una ciudad anónima, sin perfil propio, pues únicamente funciona como polo opuesto del campo; y es por ello por lo que el texto está organizado a nivel espacial, como ha demostrado Kronik (2001) acertadamente, y organizado, más aún, de forma lineal.
Poco después Galdós publica La familia de León Roch (1878), novela que a primera vista está or-ganizada por una estructura espacial parecida, pues el protagonista, León Roch, también hombre de ciencia y abierto a las ideas del krausismo, se halla primero en un balneario, luego pasa una temporada en Madrid, para después instalarse en un pueblo de la Sierra con el fin de veranear en las afueras de la capital, cerca de Suertesbella. Pero en vez de profundizar en la dicotomía campo-ciudad, Galdós em-pieza ahora a construir la especificidad espacial del urbanismo madrileño, por ejemplo cuando el na-rrador omnisciente constata que:
La capital de España tiene límites marcados por el lápiz de sus arquitectos; no se disuelve en el campo, ni tiene zona agrícola, mitad urbana, que nos lleva, insensiblemente, del bullicio de una ciudad al sosiego de las aldeas. El apelmazado caserío termina en seco, bruscamente, y ninguna casa se atreve a separarse ni ir sola más allá por miedo al sol, al frío y los ladrones (León Roch, 20-121).16
A ello sigue la visión de un campo triste, pardo y pedregoso, lo que lleva al narrador a la conclu-sión de que «Hay tierras que tienen paisaje en las lindas praderas y en los bosques y ríos, graciosamen-te sombreados por un cielo algodonáceo. Madrid tiene su paisaje arriba, en los inmensos espacios em-pedrados de mundos» (León Roch, 122).
Galdós estructura así el espacio urbano de Madrid todavía como el de una ciudad premoderna, limi-tada por fronteras, sin tamaño concreto y sin una marcada densidad de población, ya que, salvo en días de toros, apenas se produce el contacto con las masas, constituidas por gente muy heterogénea (León Roch, 145 ssq.).
Pero tres años más tarde, en su primera novela contemporánea, La desheredada (1881), el ímpetu de Galdós por narrar lo que Soja llamó «the spatial specificity of urbanism» (Soja: 2000, 5) ya se reve-la como estructura fundamental de su obra. Ahora insiste en el hecho de que se trata de una ciudad sin límites concretos, en que la pobreza y el hambre prevalecen en sus márgenes, que se extienden cada vez más, según constata la protagonista Isidora Rufete cuando desde el centro sigue una calle que «acaba en horrible desmonte, zanja, albañal o vertedero, en los bordes rotos y desportillados de la zona urbana» para luego constatar que «estaba en la caricatura de una ciudad hecha de cartón podrido» (La desheredada, 95).17 Una zona en las afueras que no era ni «aldea ni tampoco ciudad; era una piltrafa de capital, cortada y arrojada por vía de limpieza para que no corrompiera el centro» (La desheredada, 95). Otro factor que condiciona la organización de la estructura espacial madrileña es la narración de la muchedumbre y del bullicio de la gente, tanto en calles concretas —se producen atascos o, en pala-bras de Galdós, una «obstrucción del paseo» (La desheredada, 133) en la Castellana a la hora preferi-da para ostentar coches y carruajes— como en las diversas zonas elegantes o pobres, con lo cual se remite a la densidad de la población en esta villa del Manzanares. Finalmente, las distancias que miden con sus paseos y caminos cotidianos los personajes, sobre todo la protagonista Isidora, que al principio vive en uno de los «barrios más excéntricos de Madrid» (La desheredada, 94), construyen la dimen-sión de una ciudad de impresionante tamaño. El ejemplo más conocido es sin duda su paseo con el «célebre Miquis», que no transcurre solamente por los sitios más turísticos, como el Prado y el Buen Retiro —recientemente abierto al público—, sino también por zonas populares (La desheredada, 114 ssq.). Muchas veces son justamente estas impresiones urbanas las desdobladas por la desbordante imaginación de Isidora Rufete, por lo que todavía se intensifican más las estructuras específicas del urbanismo madrileño, como ocurre por ejemplo con el contraste entre el casco antiguo y los nuevos barrios que surgen en las periferias (La desheredada, 173).
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DISPOSITIVOS URBANOS E IDENTIDADES CIUDADANAS: UNAS RELACIONES DINÁMICAS PARA TRABA-JAR LA CONSTRUCCIÓN DE MADRID A FINALES DEL SIGLO XIX
Es posible constatar que el espacio urbano en la narrativa galdosiana está organizado mediante es-tructuras condicionadas por la densificación espacial y humana que ha vivido Madrid en la segunda mitad del siglo XIX. En vez de leer los espacios diegéticos de Galdós como una visión ontológica del espacio, como un escenario realista de la acción, el análisis de las estructuras espaciales de los textos galdosianos revela cómo su poética urbana construye estructuras narrativas y espaciales para narrar la urbanización de Madrid a través de su espacialidad concreta, sin ignorar que esta a su vez está condi-cionada tanto por las implicaciones del espacio físico-material como por los dispositivos urbanos de la capital española, factores que justo en esta época están cambiando fundamentalmente.
Los textos de Galdós no apuntan por lo tanto a una conexión mimética entre las teorías sociológicas y la poética urbana, entre texto de la ciudad y ciudad del texto o viceversa, sino a un particular modo de afrontar la reivindicación de los cambios urbanos y el flujo inmigratorio en relación a la identidad colectiva madrileña. Es decir, que mientras Sales y Ferré señala en sus reflexiones sociológicas a la formulación de reivindicaciones políticas a nivel social, Galdós establece en su obra una compleja estructura espacial con el fin de ensayar posibilidades diegéticas —cuya complejidad queda para el análisis en un estudio más amplio—18 que refieren no sólo a la narración de estos nuevos mundos ur-banos,19 sino también a la construcción, a través de distintos modos narrativos, de una nueva colectivi-dad heterogénea y de nuevas formas y percepciones del espacio que a su vez remiten a una nueva epis-temología, la de la naciente modernidad.
Así, por ejemplo, cuando el narrador en La familia de León Roch, en vez de elogiar el paisaje del campo madrileño que tiene por delante elogia el cielo de Madrid, constatando después de una muy extensa descripción del «seco, huraño, esquivo» (León Roch, 122) paisaje del campo que «Hay tierras que tienen un paisaje en las lindas praderas y en los bosques y ríos, graciosamente sombreados por un cielo algodonáceo. Madrid tiene su paisaje arriba, en los inmensos espacios empedrados de mundos» (León Roch, 122), ofrece una réplica irónica del dicho popular «de Madrid al cielo», que insiste en un espacio físico-material concreto poco seductor para sus habitantes. O bien cuando el incansable peri-patético Alejandro Miquis describe los días de fiesta y el impresionante deseo de aparentar en esas fechas (La desheredada, 137), trabando así la densidad de población, característica de la ciudad mo-derna, con un comportamiento tanto espacial como ético muy particular de Madrid.20 Por lo tanto, Galdós logra capturar inexploradas facetas del urbanismo madrileño y consigue, lo que sin duda es también un factor de su gran éxito, integrarlos en la imagen propia y el sistema simbólico establecidos; acierta a construir o a proponer nuevos elementos para el imaginario urbano propio de Madrid. For-jando una identidad narrativa de un colectivo en proceso de transición a la modernidad, Galdós con-trapone a la desintegración métodos de narración integradores que puedan originar una nueva identi-dad colectiva de Madrid: la ciudad se revela como constructo, cambiante según las certezas doxas de sus habitantes.
La trascendencia de los dispositivos urbanos y del imaginario urbano de una ciudad es algo que po-ne de relieve años más tarde Robert Musil en su gran novela Der Mann ohne Eigenschaften (El hom-bre sin atributos), en la que trata el desarrollo de la sociedad burguesa hacia la sociedad moderna de las masas y en la que describe la creciente mitificación de las grandes ciudades como quintaesencia de la modernidad, lo que lleva a que estas ciudades estén perdiendo en parte su identidad, su propio ima-ginario urbano y su sistema simbólico. Característica que el protagonista de la novela musiliana, Ul-rich, ya al comienzo de la obra, reivindica en una sentencia aforística como factor natural, cuando constata que «A las ciudades se las conoce, como a las personas, por el andar» (Musil: 2010, 4). Sen-tencia que, sin lugar a dudas, sintetiza muy acertadamente el profundo conocimiento que, como Ul-rich, por el andar, Galdós tuvo de su ciudad, Madrid.
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WIRTH, L., “Urbanism as a Way of Life”, The American Journal of Sociology, 44/1, 1938, pp. 1-24. 379
NOTAS
1 Kronik destaca por ejemplo que «El movimiento de los personajes por la topografía física y social de Madrid es uno de los rasgos definitorios de las novelas de Galdós y es un factor que les presta su dinamismo. Se trata de un espacio ani-mado, y el narrador, claro está, es el animador» (Kronik: 2001, 692).
2 Entre estos trabajos se cuentan los de López-Landy: 1979, Risley: 1978, Shoemaker: 1980. En Anderson (1999) se en-cuentra información más detallada sobre el enfoque que aportan dichos trabajos.
3 Véase por ejemplo Anderson: 1999, O’Byrne Curtis: 1996.
4 Anderson ha contado, tan sólo en Fortunata y Jacinta, 710 menciones de nombres de calles, monumentos, instituciones, etc. (Anderson: 1999, 85).
5 No hay lugar a dudas sobre el interés de Galdós en estos movimientos filosóficos y nacientes ciencias y su repercusión en su quehacer literario, tanto a nivel temático como estructural, p. ej. en Doña Perfecta, La familia de León Roch o El amigo Manso. (ver López-Morillas, 1968; Mora, 1983; Schmitz, 1998).
6 Se trata pues de un enfoque que permite, a la hora de analizar un texto literario, superar el modelo del espacio como me-ro contenedor o como telón de fondo de la trama de un texto literario; visión hasta ahora predominante y cuyo (limita-do) interés para el análisis narrativo residía fundamentalmente en su carácter de escenario realista.
7 Con Foucault, estos dispositivos son definidos como una red de elementos discursivos y no-discursivos que han surgido de una urgencia, urgence, de reaccionar a una situación, un problema o, de manera más general, a procesos de trans-formación de una sociedad (Foucault, Surveiller, 1975; Foucault, Dispositive, 1978, 119-120).
8 En los últimos años se ha discutido mucho un concepto de la investigación urbana que sostiene que cada ciudad dispone de una lógica intrínseca, lanzado por Löw y Berking (2008), Berking (2008). Se trata de un concepto que revela un cierto interés para enfoques filológicos, puesto que insiste en la importancia de investigar cómo y en qué sentido las ciudades son construidas por narraciones; perspectiva en la que no se puede ahondar en este contexto.
9 Para más informaciones sobre el incremento censal y los siguientes datos sobre la evolución de Madrid entre 1860 y fi-nales del siglo, ver Fernández García, 2009.
10 Ver también el estudio de Díaz Simón del casco antiguo de Madrid y los cambios fundamentales que ha vivido desde el siglo XIX la procedencia de población; para ilustrarlo facilita cifras de la calle de Toledo y la Plaza Mayor (Díaz Simón: 2010, 123).
11 Ver para más información sobre los proyectos urbanos del siglo XIX, Luis Moya, 2009.
12 Berking (2008, 23) subraya que es algo que acontece en épocas en que están seriamente amenazadas lo que denomina, remitiendo a Bourdieu (1987, 126), las «certezas doxas», es decir, una actitud ‘natural’ frente al mundo basada en la confianza y que no lo cuestiona. Una tesis interesante que incita a ahondar sobre todo en el contexto del desarrollo de técnicas narrativas en la novela galdosiana.
13 Se critica que estos tres factores no son suficientes para definir una ciudad puesto que no tienen en cuenta ni la historia social ni las relaciones socio-estructurales que condicionan la ciudad (ver Kemper/Vogelpohl: 2013). Es un argumento en el que no se puede profundizar en este contexto, pero que en un estudio más amplio sería muy apropiado tener en cuenta.
14 En adelante, se citará según la edición: Benito Pérez Galdós, Doña Perfecta, ed. de Rodolfo Cardona, Madrid, Cátedra, 2008.
15 Estas valoraciones insisten en una dicotomía ético-moral que se fundamenta en Doña Perfecta en el hecho de que, según don Inocencio, «Aquí [i.e. Orbajosa] nos miramos mucho. Reparamos todo lo que hacen los vecinos, y con tal sistema de vigilancia, la moral pública se sostiene a conveniente altura...» (169); por contra, el anonimato de la gran ciudad, de Madrid, que lo permite todo (169), mientras que, según don Cayetano, en Orbajosa «es todo mutuo respecto, humildad cristiana. (…) Aquí verá usted el carácter nacional en toda su pureza, recto, hidalgo, incorruptible, puro, sen-cillo, patriarcal, hospitalario, generoso... (...) lejos del laberinto de las ciudades, donde reinan ¡ay! la falsedad y el vi-cio» (179).
16 En adelante, se citará según la edición: Benito Pérez Galdós, La familia de León Roch, Madrid, Alianza, 2004.
17 En adelante, se citará según la edición: Benito Pérez Galdós, La desheredada, edición de Germán Gullón, Madrid, Cátedra, 2011.
18 Para ello, Galdós no forja en sus novelas nuevos patrones urbanos únicamente, sino también nuevas formas discursivas, es decir, estructuras narrativas como por ejemplo el stream of consciousness etc., que le permiten por ejemplo reflexio-nar sobre la densidad, la heterogeneidad y la frecuencia de encuentros sociales. El espacio se construye al mismo tiem-po que la acción, permite interrogar a los textos acerca del modo de representación de los espacios y lugares a través de figuras retóricas y otros elementos lingüísticos, pero también acerca de los procesos de asignación de espacios para la diferencia y la variedad, para la ordenación social y el tratamiento de las contradicciones, así como acerca de la apre-hensión temporal del propio espacio a través del lenguaje y en el lenguaje.
19 La perspectiva que prevalece en este proyecto es, sin duda, como subraya Kronik, la del individuo (Kronik: 2001).
20 Sería interesante analizar, en otro contexto, en qué medida Galdós utiliza nuevas formas discursivas, como el mencio-nado flujo de conciencia, etc., para narrar la densidad, el tamaño y la heterogeneidad de la ciudad moderna.