LA LUNA NARANJA
por ISAAC DE VEGA
Tuviera gracia, en circunstancias menos aflictivas, encontrarse en este chalecillo, a más de media
ladera. Abajo el pueblo, sepultado en un insólito paisaje de nieve; y la Luna sobre el horizonte, hacia la de-recha.
Una Luna grande, luminosa; de un bello color naranja, compacto, siniestramente movible. El amigo
muestra, especialmente con él, una ampulosidad pedante. Hoy permanece lejos, no se sabe si vivo. Años
atrás le condujo hacia estos parajes: buscaba solar para una construcción de estudio y reposo. Su ser litera-rio
le indicó este dificil lugar. Irabajo costosisirno. Con dinamita volaron un trozo de ladera y de la roca se
alzaron los muros, piedra sobre piedra, anchos, al antiguo estilo. Quedó una obra pequeña pero buena y, en
opiniones, bonita.
La pendiente de euforbios desciende hasta los cultivos Y casas de la aldea. Un agradable vaisaie.
Falta el agua: un aljibe para recoger las lluvias.
-He salvado esta gruta, de indudable interés arqueológico -explicó-. La parte posterior la
comprende y engloba. Se penetra en ella desde la casa. La he limpiado; reuní los restos que el vandalismo
perdonó. Ahí quedarán para contento de algún estudioso, que de un diente puede reconstruir un elefante.
La gruta resulta una habitación más, la más trasera, apilados en montoncitos, sobre corta tarima,
huesos rotos y casi deshechos. También una diminuta pirámide de trozos cerámicos. Y, en su verdadero uso
de bodega, una veintena de sacas de carbón vegetal y unas cuantas cargas de leña, haya y brezo.
-Aproveche la permanencia de los mulos. bs, hoy, dificil alquilarlos ... Ya no se consume carbon
ni leña. Muy rara su venta. El butano ... Hice un favor a los horneros y leñadores, almacené todo esto. Es
agradable y nos revive a viejos tiempos, más humanos, el fuego de la chimenea; y la silenciosa llama del bra-sero.
aue hace hervir las marmitas.
En la taberna del pueblo habla al estilo de sus gentes, bebe vino tinto, mastica rodajas de salchichón.
Sigue en sus explicaciones. Alza la lámpara de gas e ilumina perfectamente los últimos rincones. Per-feccionado
orden. Indica una oquedad más oscura, casi redonda, de un metro de diámetro. Está cubierta de
tablas rústicas. No desentonan. Un grueso candado.
-Ahí está otra gruta, una subgruta más bien, larga de cincuenta metros que se, por tus aficiones,
despertara enormemente tu interés. Yo la descubrí. Estuvo disimulada con unas rocas -Se engalló aún más
y su voz adquiere un tono misterioso-. Te interesará. En sus paredes resaltan numerosos dibujos e inscrip-ciones,
indudablemente antiquísimas.
Sí le interesó al amigo; sus ojos tuvieron un instantáneo brillo. Consumió anos, fanáticamente, en
tan dificil estudio.
Vio el ademán y le detuvo.
-Ahora no es la ocasión. Más adelante, cuando llegue su tiempo.
No comprende la necesidad de la espera. Acaso su espíritu neciamente fantasioso y de comedia.
Por estos lugares ... Posiblemente aún no ha terminado de inscribirlos. Se tranquiliza.
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el tema.
El hizo amicales gestos de paciencia y que, desde luego, así seria.
-También tengo una pequeña cocina de butano -informó-. Es cómoda para las pequeñas cosas.
Los desayunos, un poco de té ...
Ahora está solo en la casa, aislado, la nieve fuera, y no le mueve curiosear las falras inscripciones.
Coloca un par de leños en el fuego, limpia los cristales de una ventana -las demás herméticamente
cerradas- y mira. Sohre el hnr i~ont ee, tá la anaranjada Luna. de una extraordinaria belleza, lejana. terrible
y largamente cósmica, luminosamente sombría y anonadante.
Al principio dijeron: Vamos a tener un verano fresco y agradable. Después no gustó tanto. "El
polvo del desierto enturbia el aire; el Sol se ve rojizo". La temperatura cae, disminuye cada dia. Se asusta-ron.
Inquieta atención a radios y televisores. Fenómeno inexplicable, sabios desorientados. Pánico.
Con su hermana, en la aldea. Vacaciones. Y el macizo marido y los mareantes hijos. Mala suerte
antigua. Apena3 bachiller, el súbito y azorante peso de la familia. Una madre apabullada y gimiente, dos
hermanos menores; la hermanita, de un año escaso. Oficiosas ayudas para buicarle empleo. Entonces, con
sil titulo, no fue dificil: se colocó en un banco. Abandona por un tiempo su vocación supuesta: el propósito
de transformarse en un Schliemann u otro de aquellos que desenterraban ciudades antiquísimas, descifraron
tablillas, explicaban inscripciones. Adaptado a la nueva vida, consulta a los antiguos profesores. "Tienes
que estudiar hebreo y púnico, están enlazados", indiferentes. Con el tiempo mantuvo coresponsalías con
peisoiiajes importantes. Domina el hebreo y el fenicio. Rcproducc laminas de inscripcione5, compara ~ i g -
nos. Así los años, acumulando, repartiendo entre los hermanos algún oportuno cintara7o. 1.0s colocó a to-dos.
Cayó la primera nevada, larga, interminable, donde en milenios, o nunca, hubo iiieke. Las frenéti-cas
noticias de radios y periódicos. Regiones sublevadas. Tranquilizaciones de astroriomoi: el ieiiomeno ha
de cesar; el Sol tiene fuerza para incontables períodos. Se interpone una nube solar, rcflcctora, a cinco millo-nes
de kilónietros de su superficie; desaparecerá en breves días, estallando. Si, el Sol aunque apenas calenta-ha,
tiene un tamaño mayor. Fue rojizo, después casi verde. Cambia su color y la tierra se cubre de una costra
de hielo. t
Turbas enloquecidas ocupan las centrales atómicas, con calor para años. Aquí brotó ¡a esperanLa
de los Depósitos del Puerto. Guarda almacenadas unas noventa mil toneladas de petróleo. Gastando niil por
día basta para cien. Y viguen noticias así.
Quemaron las mesas. las silla5. El doloroso frío. Sacrifican sus libros. 1.a hermana, una fierecilla
desconocida, un instante gritó:
-¡Eres idiota! ¡Los niños! ¡Qué vale esa basura!
Estaban vestidos de trajes superpuestos. monstruos de tela.
El coche no arranca. Está helado. Y la hermana:
Puro Juan Dhii:
-;Los Depósitos! iTenemos que salvarnos en los Depósitos! ;Y tú, idiota, arregla eso! ¡Vamos!
i Vamos!
Prendieron los últimos papeles bajo el motor. Milagrosamente, se puso a funcionar. La calefac-ción.
El pueblo alrededor está muerto, cubierto de compacta nieve; y las montañas, todo. Los árboles hela-dos,
fantasmas blancos. El aire inmóvil. No se ven personas. La temperatura fue de treinta grados bajo ce-ro.
Sintió alivio, pero también ''¿Qué vamos a hacer en los Depósitos del Puerto? Absurdo. Ni siquiera Ile-garemos
por esa pista patinante." Además, surgieron jefes naturales que ordenaban, ametrallaban a las gen-tes.
Pequeños dioses de salvación, enérgicos héroes para Ka Historia.
-Vuelvo enseguida -dijo.
Un par de libros que quiere salvar. Están enterrados en un rincón del jardín, bajo la nieve. Estaba
helada, fueron inútiles las manos. Clama la bocina del coche, imperiosa. Mira la buganvilia, sin flores ni ho-jas.
Resguarda las manos al calor del vientre. Sus ramas se adelgazan y cubren una red; están envainadas en
una cubierta de hielo, barbada hacia abajo y con finas agujas. Nuevamente la bocina. Semeja un grande y
fantasmal coral levemente rosa. El ruido del motor adquiere rápida aceleración; se atenúa en la distancia.
El frío es intolerable. Tres pantalones, cuatro jerseis ..., todo escaso. Penosamente penetra en la
devastada vivienda. Cenizas, basura. Las puertas las hicieron fuego. No queda sino dejarse morir. Afuera,
los caminos, los espacios, las casas todas blancas, dormidos. De alguna surgen columnas de humo. Aun res-ta
vibz Pero no !e dejsrin entr-r ... L2 casz de! ~ m i g ode !a ! a d e r~;s fis reservas de !eña y carhón ...
Se esfuerza en caminar rápido. Los pies son insensibles masas minerales. Recorre los deslizantes
caminos, remonta las casas. El silencio, el aire quieto, la nieve helada y dura. Comienza a subir. Casualmen-te,
un vistazo al mar. Una blanca llanura petrificada y matizada por el color del Sol, de un Sol moribundo de
débil luz. Sigue ascendiendo. Tiene la llave. El amigo: "Dale una vuelta de vez en cuando. Conviene que se
ventile". Resbala sobre el hielo y desciende vertiginoso por más de treinta metros. Le detiene un gran cardón
que se rompe en chasquidos metálicos. Finalmente, tras la lucha con la llave, entra.
En el hogar, el gran fuego oscilante, variable. Fuera, el Sol queda en un maravilloso color naranja.
LI r d i o comiinicb ?emperstCrzs prbximzs 2 !os cien grados. Ffie Ú!tima emisión. Rompe !a tinaja y -1.1
masa de hielo para obtener agua. Los alimentos no son muchos, unas cuantas latas de conserva. Racionán-dose,
para unos días.
Decide ocupar la cueva, la más interior; protegerse en las entrañas de la Tierra. Podrá distraerse
con las inscripciones fabricadas por el amigo. Una última mirada por la ventana. La gran Luna naranja ilu-mina
fantásticamente el pueblo y las montañas, y refleja una débil luz sobre la brillante cubierta. Crea,
dentro de la habitación, una fantasmagórica, desvanecida luminosidad. Abajo está un mundo quieto, inmó-vil,
sin humo, de árboles ya petrificados para siempre.
Lleva los fragmentos de tizones y penetra el estrecho subterráneo. Se ensancha, no más de un par
de metros. Tuvo que romper el candado. Sus paredes son vítreas, intensamente negras, lisas. Alguna protu-berancia
ampollosa. Acarrea los últimos sacos de carbón, la vela que resta, la lámpara de butano. Sobre el
riioln FC I X T ~WI CI r ~ r h A n;i d ~ s p r ~ lnundas~ ! png,uzs ~ z I J !CI~Si ~jnC~e!G~r2~S, d,p~ tp!!mtps en !os ~ j o s-o !i!gring
y cansinos. Envuelto en una manta se recuesta contra la pared. Y allí, frente a sus ojos, a la brillante luz,
descubre los famosos signos. Ocupan un paño liso de unos dos metros de ancho por uno de altura.
Se recuesta mejor. Deja la manta, se distiende, respira. Está protegido en esta gran matriz negra,
como a e viejo viario, acogeaora y cáiiaa. Ai exrerior e5rA ei infiniro {río y ia pkiilia ~ U L11 ala11jac b p c ~ i ~ a i ,
ajena.
Vuelve en si. Queda en suspenso el miedo de tantos dias, y hasta le surge una sonrisa a la vista de
las inscripciones, a buril, y luego repasadas minuciosamente con pintura roja. La preparación del amigo y su
negativa a mostrarla$. Esperó tenerlas listas. Un trabajo agotador, no pudo acabarlo. Unas ringleras. próxi-mas
al suelo, estaban sin cubrir del resaltante rojo.
Entonces queda serio y absorto en la contemplación; solamente es falsa la pintura ... Se arrodilla
ante los signos, los recorre con los dedos y, durante horas, se abstrae del mundo y de toda pasada peripecia.
ni i~iguui,i iuj ai i*r:i guv. G.. : . .&. . : ,~:A- 1.. * - - c-,.,."" ,.,,/,..n,.a,? + -a,q- , "p.,f:T<. ,.,,- ",-- ."c. LIU U L L U L C L V I ~ LU L L I I I V L I L U U I C L I I U O ~ U L ILV . IL Y L I C I L Y L \ I I I L I C L U a . blUIIU-I CYCIlllV
primitivas, más sencillas. Sobra el conocimiento del idioma, son universales. Está un ave, esquemática, de
interpretación dificil. Puede ser el mismo animal; puede indicar rapidez; puede traducirse por su graznido,
onomatopeya de si o de no, o peligro, o cualquier palabra; pero por la antigüedad no espíritu o alma, eio es
posterior. La traducción es asequible. Un pueblo analtabeto mogerno, sometido a gran tension y con necesi-dad
de representar, lo haría con parecidos signos. Está una linea horirontal ondulada, el mar. Keunióri de
puntos evidencian cantidad. Buscar algo que represente embarcación; también imágenes de lunas, o de so-les.
Serían tantos meses, tal dirección. tantos barcos. Esa horrible sintaxis tan diferente de la nuestra ...
Se recuesta. Cierra los quemantes ojos. La supone, con certeza en su corazón, unos diez mil añoh;
cuatro mil anterior a las antiguas sumerias. Está como una chata montaña cruzada de lineas onduladas:
tierras hundidas en el mar. Tal vez la historiada Atlantida. Un trozo, provisionalmente, se puede traducir
así: "Estuvimos dos meses llevados por las aguas, y las gaviotas (el ai.e) nos anunciaron la provimidad de la
tierra". Pero es sólo suposición. Se necesita trabajar aprioristicamente a base de siguos aparentemente cla-ros;
agregar los demás y obtener expresiones congruentes. Ver si valen. Darles un nuevo valor y volver a ern-pezar.
Cree resolverlo en el plazo de un año.
Entonces, invoiuntariamente, sonríe. Tiene fuego y aiimenros para poco. Ea sido tina granciiow
frustración. Desde el remoto principio estaba determinado. Hay como dos lineas, la de su vida de anodino
empleado incurso en aficiones que triunfaron sobre la adversidad; y otra, desconocida, que debe dar sentido
a los gratuitos actos. Líneas que inexorablemente confluyeron en este rincón y en estos minutos. Pero hubo
un desfase, algo que lo transformó inútil. No queda tiempo.
Se agranda una cólera y una desesperación. El es un pobre hombre culpable de nada. La entelequia
tuvo todos los hilos y destinos; sin embargo fracasó. El Universo es una enorme frustración, un enorme sin
sentido.
Se achica, desasistido. Fuera, el hielo, la Luna naranja, al apagamiento ... Pronto se romperá la
costra reflectora del Sol, su calor volverá a inundarnos, incluso con más fuerza. Hasta los hielos antárticos
se fundirán. Despectivamente, lo duda.