Creemos que todavía no se ha estudiado con la ext~nsiíín y la prn-fundidad
que se merece el proceso de refundición y dramatización de las
novelas galdosianas, aunque existe algún valioso ensayo, como el de Ma-nuel
Alvar "Novela y teatro de Galdós" (1, y creemos que no lo será has-ta
que no se examinen los manuscritos de esas transformaciones noveles-cas
en teatro, como los que existen en el Archivo de la Casa-museo de Las
Palmas o se conozcan todas las cartas donde don Benito habla de estos
prublemzs y de los i i ~ t t . i i t üd~e a i i d p i d c i ú r~d e sus novelas por otros escrito-res
y dramaturgos amigos.
Nosotros, precisamente, queremos aportar, en esta breve comunica-ción,
algunos datos de una adaptación teatral de Galdós, hoy olvidada, y
realizada no por el mismo, sino la compuesta por un escritor amigo, Fran-cisco
Acebal, de la novela El amigo Manso.
Por los datos que conocemos, Galdós pensó convertir en dramas
o comedias musicales muchas de sus novelas, pero siempre que trataba de
realizar esas refundiciones -sobre todo si no habían sido concebidas pre-viamente
en forma dialogada, como en el caso de Realidad, La loca de la
casa, etc.- sentía una real incapacidad para llevar a buen fin esas adap-taciones.
Así, como es sabido, realizó trabajosamente las adaptaciones de
los Episodios Gerona (1893) y Zaraguza (1908), esta última con música de
Chapí, cuyo proceso puede seguirse por las cartas de Carlos Fernández
Shaw y Lapuerta, aún inéditas (2. Sabemos también que Galdós intentó
la escenifiracihn de otros episodios como Un voluntario realista, La corte
de Carlos IV, La batalla de los Arapiles, pero sin ningún resultado posi-tivo.
Sin embargo, las novelas más importantes que soñó ver represen-tadas
fueron Marianela (1878) y El amigo Manso (1882). El proceso de
adaptación al teatro de la primera lo hemos seguido a través de las cartas
de Valle Inclán, de los hermanos Alvarez Quintero y de Malats publica-das
por nosotros (3, y que completaremos todavía en el estudio y epis-
tolario que preparamos sobre autores y actores teatrales que se relacio-naron
con don Benito.
Pero la que no hemos visto citada en ningún ensayo o estudio gal-dneiane
- q ~ e neseties s e p ~ r n e sSS esta udaptuciSr, & Y! ~rnigoM ~ n a o
llevada a cabo por Francisco Acebal en 1917, es decir, el año siguiente a la
adaptación de Marianela realizada por los hermanos Alvarez Quintero y
estrenada por Margarita Xirgú el 16 de octubre de 1916. Precisamente la
única noticia moderna impresa -a parte de la cita de Hurtado y Gonzá-lez
Palencia, que dice en el apartado dedicado a Galdós: "El amigo Man-so
(1882), sobre el problema de la educación (arreglada para el teatro por
Francisco Acebal)" (4, es la de Antonina flodrigo, quien, en una exten-sa
y documentada biografía de la gran actriz catalana, nos dice que, en
sus actuaciones en Barcelona en el año 1918, realiza en homenaje del gran
novelista "una semana de teatro galdosiano, en el curso de la cual se es-trenó
la adaptación de su novela El amigo Manso, que llevó a cabo con
gran acierto, Francisco Acebal" (5. En esa semana galdosiana, que fue
la primera de mayn de ese añn, vnlviíl a representarse Marianela y el 151-
timo drama compuesto por Galdós Santa Juana de Castilla, a cuyo estre
no acudió expresamente el autor desde Madrid.
Sin embargo El amigo Manso de Acebal había sido ya estrenado
anteriormente en aquella ciudad, en el teatro Odeón, el 20 de noviembre
de 1917, por otra compañía dramática en la que participaban autores me-n^
c m ~ i ~ c l dm~ms ^, Celia Ortiz, Carmen Diaz, Riwr c ? ~P i'iga y ^t r is, PP-gún
reza al frente de la edición de esta adaptación teatral en la colección
de Los Contemporáneos (6.
De otra representación de El Amigo Manso, posterior a ésta, tene-mos
noticias por una carta inédita de Acebal, la única que se conserva en
el Archivo de Galdós, y que reproducimos a continuación por estar dedi-ca&
tema n r i n nnc nmincl.
Y-- ---- --- r-.
Le Figar
GIJÓN
Creo que emprenderé el arreglo
de Miscricordia.
Mi queridísimo D. Benito: Aquí hemos tenido a Margarita que
estrenó en este pueblo El Amigo Manso, y gustó mucho. Ha estre-nado
también con mucho éxito Santa Juana de Castilla.
Hoy se ha ido a Avilés y de allí a Santander.
Por ella he sabido que Vd. sigue en ese Madrid y estoy muy
inquieto por saber el motivo que le retiene sin ir a su casa de San-tander
como todos los años. Temo si puede ser motivo de salud y
por ese deo de que me ponga Paco unas líneas diciéndome lo que
ocurre par estar todavía ahí.
Margarita y el Marqués me han hablado de lo mucho que de-searían
que fuese Vd. a Santander para hacer allí el repertorio de
Vd. Naturalmente que están dispuestos a hacerlo en las mismas
condiciones que otras veces lo hicieron. Yo creo que seria muy con-veniente
que Vd. pudiera ir. Dígame Vd. lo antes posible lo que
determine de esto para arreglarlo yo mismo con Margarita.
Esperu cvri irlipacierlcia su caria para saber lo que ocurre.
Mis recuerdos a Paco.
Acebal
Creo que para los familiarizados con la vida y la obra de Galdós no
hace falta indicar que Paco es uno de los servidores que lo mismo servía
de lazarillo o de escribiente al novelista y que el citado Marqués de Pre-mio
Eeai es ei apoderado de la compania de Margarita Xirgu. Nótese co-mo
la representación de El Amigo Manso, igual que en Barcelona, iba
con el repertorio galdosiano, y obsérvese la atenta preocupación de Ace-l.-
1 -A--..- A-+A- - 1 ~ -1-1 ..LI:J- - - - -L- -1-1 10 .i-..n . . - !~--. -
uar ~ U L ~ U2 C=>L a> a l b u l a a UCL C ~ L L U U a g u a ~uc~l ~ I I UL O ~ U I IU UH D ~ I I I L UI IU
había marchado a Santander. Pero, en estas fechas de la vida del escri-tor,
es fácil suponer que su salud ya no le permitía desplazarse con el en-tusiasmn
y la diligencia de lns viejos tipmpnr a SI-i amada residencia san-tanderina
de San Quintín.
Creemos, sin embargo, necesario indicar algo de la personalidad y
la vbr2 de? a>ador de la aiitigua iiovela galdüsiaiia, Fraricisco Acebal,
ya que nada se dice de él en los clásicos Manuales de Literatura Española,
ni en los estudios sobre Novela o Teatro contemporáneos en España, co-mn
e1 de Nora O el de Tnrrente Ralleter.
Sin embargo -en su tiempo- el erudito Andrés González Blanco le
dedica, en su Historia de la novela en España desde el romanticismo a
ii-Geg:rgs días (7, C-uaiido a&ii iiabía adapia,Jo la rlUveidae GaidGs al
teatro, abundantes y largos párrafos de tono encomiástico y subjetivo. Es
curiosa la opinión que tiene de él como estilista, lírico y novelista de las
cosas pequeñas y vulgares, captador de las vidas femeninas humildes, de
gran fuerza dramática, expresado todo por una especie de naturalismo su-blimado
o de un idealismo realista. Así, por ejemplo, refiriéndose a una de
sus primeras novelas Aires del mar dice que tiene "la poesía de los hoga-res
humildes, donde se elaboran dramas oscuros, los secretos de las almas
enmohecidas en los estudios, los íntimos repliegues de los espíritus feme-niles
nacidos a la vida sentimental en las viejas ciudades que nadie visita".
Señala además que esta es la "primera novela de las vidas humildes que en
España se ha escrito. En ella se estudia con tal intensidad lo mismo el
medio ambiente que los personajes (...) que el alma más imaginativa, la
inteligencia mAs dcsnuda dc potencia fantástica, se representa, sin necesi-dad
de auxilio de la pintura, un mundo con los datos que le proporciona
el novelista". Pero todo ello podría decirse de la obra anterior galdosiana
a partir de Nazarín (1895), Halma (1895) y Misericordia (1897). Por otra
parte González Blanco afirma que es en aquel momento "el más original
de los novelistas españoles, sino por la manera de hacer, si por la manera
de ver los personajes que saca a escena, por el ambiente que los rodea, por
la psicología de que hace alarde y que ha merecido tener ya aventajados
y prestigiosos seguidores y secuaces (. . .) , como ese segundo gran novelista
de las nuevas generaciones que se llama Mauricio López Roberts".
También Federico Sáinz de Robles le dedica un artículo en su Dic-cioiiai-
iu de !a LiteratUra (8. P G6~1 s abcmc:: que Acebu! i?xe e n 1866 en
Gijón y muere en 1933, que se licenció en leyes en Madrid, donde fue pe-riodista,
novelista y dramaturgo, colaborador de numerosos diarios y re-vistas
d~ España y América. Sabemos que en 1900 obtuvo un premio lite-rario
en un concurso organizado por la revista "Blanco y Negro" por la
obra citada Aires del mar, donde formaban tribunal Echegaray, Galdós,
y Ortega y Munilla. Fue también fundador y director de la revista "La
Lectura", en 1902, una de las más prestigiosos de la epoca. Entre sus nove-las
y narraciones se encuentran "Los de mi rincón" (1902), "Huellas de al-ma
(1901), Dolorosa (1904) Frente a frente (1905) etc., y entre sus dra-mas
tenemos Nunca (i905j, Los aniepasadus, Misericordia, Záfagas de Pa-sión
y alguna más como la citada por P. Caballero, Danzas del Amor, de
la que dice es "muy estimable desde el punto de vista meramente litera-r
i ~ "(9 . Picnsu Suinz de E&!es cpe Acehal es "ante t d n , iin escritor de
exquisita sensibilidad y de fino estilo, muy rico en imágenes delicadas",
y le señala, dramaturgo de influencias galdosianas y benaventinas, pero no
aclara si esa obra aue cita Misericordia. es refundición de la novela galdo-siana
del mismo título, como parece sospecharse por la nota de la carta
más arriba copiada, extremo que aún no hemos podido comprobar. De con-firmarse
tendríamos otro eslabón más en las adaptaciones dramáticas de
las novelas de tialdos no estudiadas.
Una prueba de la vinculación de Francisco Acebal a Pérez Galdós
comn admirador amigo y asiduo lector, son las palabras que le dedicocó
en la efímera revista "La República de las Letras" en el número homenaje
a Galdós, donde colaboraron las más prestigiosas y famosas firmas del mo-vimiento
literario del momento como Menéndez Pelayo, la Pardo Bazán,
Azorín, Unamuno, Antonio Machado, E. D'Ors etc., junto a otras de criti-cos,
escritores y periodistas no tan cotizadas. Por ser poco conocida esta
Revista, vamos a reproducir algunos párrafos de las cuartillas de Acebal,
que llevaban el título de "La piedad de Galdós". En ellas recuerda, en pri-mer
lugar, la equivalencia de la obra de nuestro novelista con la de Bal-zac,
lamentándose de que "de éste hay ya estudiados muchos aspectos;
de Galdós pocos, muy pocos. Casi está virgen el filón de Galdós. Con ello
incitaba, todavía en vida del escritor, a los críticos e investigadores jóve-nes
a estudiar la inmensa obra galdosiana, diciéndole, además, entre otras
cosas:
"Juventud: si alguna vez te mueves a honrar en forma tan
literaria a tu maestro lite'rario, no te olvides de la piedad galdosia-na.
Ella podría ser un bello capítulo de emoción, de sentimiento
efusivo, de cordialidad, en el libro que tejieses. ¡La piedad galdo-siana!..
. ¿Quién no ha sentido en sus páginas compasivas, amoro-sas,
buenas, serenamente buenas para todos los infortunios, para
todas las desgracias, para todas las debilidades? ... ¡La piedad gal-dosiana!
¿Quién no ha sentido en sus páginas esa intensa atracción,
esa humana simpatía por todo lo que sufre lacra del espíritu o de
la carne, tortura del cuerpo o del alma?. . . ¡La piedad galdosianai.. .
¿Quién no ha sentido en sus páginas la ternura por los niños, la
compasión por los viejos, la callada lástima por los que padecen?
Piedad, piedad de un gran corazón iluminado por la llama de una
gran inteligencia; piedad para todo dolor, para toda injusticia que
vegetan en el fangal del vicio o las que se nutren en los estercole-ros
de las torpes pasiones. Piedad para todos, así para el mendigo
hidalgo, como para el gran lacayuno, así para el héroe asesino como
para la humiiüe nija burguesa que sufre el áspero sufrimiento ma-drileño:
la trágica cursilería." (p. 3)
Si estas palabras pueden referirse en general a todas y cada una
de las novelas de la serie contemporánea, pueden también concentrarse en
las dos figuras que más atrajeron a Acebal de la obra galdosiana: el piado-so
y manso don Máximo de su apellido, y la Benina misericordiosa y por lo
tanto piadosa en el sentido de la virtud de la "pietas" antigua y religiosa
como abnegación y compasión por los semejantes.
Junto a la carta de Acebal, antes transcrita, hemos tenido la sllprtp
de encontrar unas cuartillas inéditas del propio Galdós, escritas por El, o
por alguno de sus escribientes, para ser leídas el día del estreno de El ami-go
Manso y que copiamos a continuación: dejando las palabras o frases
tachadas entre paréntesis:
"Una comedia adaptada de una novela cuyo protagonista co-mienza
diciendi: Yn n^ existe tiene l~ Uificiilt~d siiprewla de ericur-nar
(con vida visible) una figura literaria que es solo (una vague-dad
psicológica) abstracción, ensueño, sombra. Y aún esta sombra
se asemeja mucho más a los santos del cielo que a los hombres aue
andan por este valle de lágrimas.
"Máximo Manso como todos los humildes héroes del sacrificio
es un ser cal lado, solitario. SLXv ida eccénica teni-. qile depender
tanto como de él mismo de los seres, buenos o malos, que le rodean.
Sale, destaca y resalta esta sombra de hombre por las amargas rea-lidades
que le circundan. Su misión no es hablar como hablan los
personajes de las comedias; su misión es callar, hacer el bien y re-signarse.
"Por eso Acebal termina la adaptacih sintetizando al Amigo
Manso en el hombre bueno y santo que vuelve a su soledad, vuelve
a sus libros llevando consigo como (suprema) dulzura de la vida
(el amor del sacrificio.) no el sacrificio de un amor sino el amor de
un sacrificio.
Sólo quiero y debo añadir que Acebal (mi entrañable amigo)
hizo esta adaptación por mi ruego por (mi) el deseo (de t d a ) in-tenso
que sentí (toda mi vida) muchas veces de ver esta figura, esta
sombra del amigo Manso, viviendo la difícil vida de la escena. Un
gran deseo que (veo realizado) al fin he conseguido ver realizado.
Por estas palabras -si son sinceras y no hay motivo para dudarlo-vemos
en primer lugar que la adaptación se llevó a cabo porque Galdós
había soñado en ello "toda mi vida", como dice en una de las frases tacha-das,
hiperbólica, pero muy significativa. En segundo lugar vemos que
Galdós había pensado en las posibilidades dramáticas de su novela, pues
conocía, de antemano, las dificultades de la adaptación sobre todo por la
confesada falta de existencia del personaje principal, que era sólo una
"abstracrirín, ~nqi ieñns~n mhra" P ~ r nL nn hahría p~nqadnq 11~~ ~ t h q i l i i í
la posibilidad de hacerse o de crearse a sí mismo un personaje indepen-diente
y verdadero tan real como los demás? Ricardo Gullón, que ha es-crito
tantas cosas certeras sobre El amigo Manso, observa que "Galdós
no dice palabra sobre él, se la cede y desde la primera línea le deja de-senvolverse
en libertad, sin trabas ni encasillados, en el mundo creado
por su propio discurso (11.
Esta posibilidad de crear un personaje desde un nuevo punto de
vista, independientemente del autor, un verdadero personaje, cuya esen-cia
es la ficción misma, es la que desarrollaron más tarde Unamuno y Pi-randello
en la novela y en el teatro. El mismo Gullón establece un para-lelo
entre Máximo Manso y Augusto Pérez, como personajes nivolescos,
como sombras de sombras, como seres de ficción literaria. Nosotros mis-mos
hemos estudiado el proceso que va desde ia ficción histórico-iiteraria
de un personaje de Unamuno, Tulio Montalbán o Julio Macedo (1920) en
narración hasta su adaptación al teatro por su autor bajo el título de Som-bras
de Sueño (1930) (12. Precisamente entrc una y otra vcrsión mcdia
la adaptación de El amigo Manso novela a drama, por lo que no se descar-ta
que Unamuno volviera con ello a meditar sobre las posibilidades dra-máticas
de la ficción que se debate con su propia sombra, con su no exis-tencia,
aunque no sea esta la idea motivadora que anima al refundidor de
Galdós.
En la obra gnldosiana dc Amigo Manso, por sus ideales pedagógicos
y filosóficos, cercanos al krausismo, "tanto por el tono de irónica ternura
con que está creado Máximo Manso no deja lugar a dudas respecto al sen-timiento
entrañable y melancólico con que se pinta su fracaso. como ad-vertencia
sin acritud a los educadores de una cofradía a la que Galdós se
sentía vinculado" como dice Gullón (13. Y ese sentimiento de impoten-cia
para realizar los ideales en la tierra y en la sociedad actual está implí-cito
en las propias palabras de Galdós cuando dice, en las líneas leidas
más arriba, que su héroe es "una sombra que se asemeja mucho más a los
santos del cielo". No en vano el autor le apellidó "Manso", recordando, sin
Uudd el ~ ~ I I I I Ú LeIv arigGico, donde se iiama bienaventurados a los "man-sos
y humildes porque de ellos será la tierra", pero no tomada al pie de
la letra, sino según la exégesis católica, que lo interpreta como "tierra
prometida", o sea el cielo ...
Pero don Benito, que había meditado, como hemos indicado, en las
posibilidades dramáticas de su creación, tan cercana a él mismo y más
cuando parecía que la propia realidad de su familia le daba una réplica
del personaje en su sobrino don José Hurtado de Mendoza (quien como
sabemos por carta dirigida a don Antonio Maura, fecha del 26 de agosto
de 1907 (14 se queja al político del atropello que querían realizar con
aquel, catedrático de la Escuela de Ingenieros en Madrid, donde llevaba
más de veinte años desempeñando su puesto, y que ahora iba a ser des-plazado
de ella por las influencias de sus propios exdiscípulos) acaso
compreni'ió, como dice en dichas cuartillas, que "su vida escénica tenía
que depender tanto como de él mismo de los seres buenos o malos, que
le rodean". Su drama consiste que a él sólo le toca ser el hombre bueno,
el que vive conforme a una ética severa, o a un ideal cerrado por el que
se arrifira, mi.i.rhsc veces, ini'itilmente rnmn Cristn n Don Qiiijnte, y dnn-de
se encuentran todas las escalas, desde lo sublime a lo ridículo. El ami-go
Manso, pues, está en la trayectoria de los grandes personajes más pró-ximos
a la ideología del propio Galdós, desde Pepe Rey y León Roch hasta
Nazarín y Benina, añadiéndose el caricatoresco don Pío Coronado, per-sonaje
secundario de "El Abuelo", también preceptor y profesor como
Máximo Manso, quien decía: "¡Qué malo es ser bueno!"
Así este Amigo Manso es como una sombra que pasa haciendo el
bien a todos los que le rodean, para volver a la región de las sombras, al
limbo literario, de donde salió, después de haberse hecho realidad en el
autor-narrador como ha visto Gullón. Por eso Francisco Acebal, sin el
genio de Unamuno y dentro de la técnica realista-idealista de Galdós, par-te
de ese personaje "bueno y santo", que "vuelve a su soledad, a sus li-bros",
"llevando -como dice Gaiüós- como üuizura Üe ia vida no ei sa-crificio
de un amor sino el amor de un sacrificio", que es una posibilidad
dramática más de la gran novela galdosiana.
Universidad de La Laguna.
1) Vid. "Prohemio", 1, 2, septiembre 1970.
2) Existentes en el Archivo de Galdós y preparadas por nosotros para su publicación.
3) Vid. S. de la Nuez y J. Schraibman, "Cartas del archivo de Galdós" Ed. Taurus, M. 1967, y Homenaje
a E. Serra, Universidad de La Laguna 1973.
4) Vid. Historia de la Literatura Española, M. 1949, p. 890.
5) Vid. Margarita Xigú y su teatro, Ed. Planeta, B. 1974, p. 119.
6) Correspondiente a los núms. 854 y 855 de junio de 1925.
7) Ed. Sáenz de Juhera, Hermanos, M. 1909 pp. 804-829.
8) Vid. Ed. Aguilar, t. 11, M. 1953, p. 18.
9) Vid. "Diez años de critica teatral (1907-1916), Ed. Apostolado de la prensa, M.a. 1918.
10) Vide número 15, correspondiente al 22 de julio de 1909.
11) Vide "Galdós, novelista moderno", Taurus Eds. M. 1960, p. 68.
12) Vide S. de la Nuez, Novela y drama de Tulio Montalbán, Rev. de "Occidente", vol. LXVIII, Lisboa,
a. 1965.
13) Vide "Técnicas de Galdós", Taurus Eds. M. 1970, p. 93.
14) Vide Marcos Guimerá, "Maura y Galdós", Ed. Cabildo Insular, Las Palmas, 1966, p. 48.