Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 3 (2007) 265
ISSN 1698-014X
La dieta de los benahoritas. Las estrategias de subsistencia de los antiguos habitantes de la isla de La Palma
LA DIETA DE LOS BENAHORITAS. LAS ESTRATEGIAS
DE SUBSISTENCIA DE LOS ANTIGUOS HABITANTES DE LA ISLA
DE LA PALMA A TRAVÉS DE UN ANÁLISIS HISTORIOGRÁFICO,
ARQUEOLÓGICO Y BIOANTROPOLÓGICO
Elena Pérez González1
Abstract: In this work are analysed and
exposed the results from comparing histori-cal
data with the archeological ones from La
Palma island on diferent aspects of the way
of live of benahoritas, and those registered
analysing trace elements obtained using
samples of human bones from that prehis-panic
time. This is an effort to understand
the diet and what and how were the strate-gies
of subsistence of the ancient inhabitants
of the island of La Palma.
Key words: Bioanthropology, Archeolo-gy,
Historiography, Diet, Trace Elements,
Benahoritas
Resumen: En este trabajo se analizan y
exponen los resultados obtenidos del contras-te
entre los datos historiográficos y arqueo-lógicos
existentes para la isla de La Palma,
sobre diversos aspectos del modo de vida de
los benahoritas y de los registrados por me-dio
del análisis de los elementos traza que se
realizaron sobre muestras óseas humanas de
época prehispánica, con el objetivo de cono-cer
la dieta y comprender cuáles y cómo
fueron las estrategias de subsistencia de los
antiguos habitantes de la isla de La Palma.
Palabras clave: Bioantropología, Arqueo-logía,
Historiografía, Dieta, Elementos tra-za,
Benahoritas.
Este trabajo es una síntesis de parte de la investigación realizada en mi Memoria
de Licenciatura «La dieta de la población prehispánica de la isla de La Palma. El
análisis de los Elementos Traza» (E. Pérez, 2000) y que fue dirigida por los doctores
Dimas Martín Socas2, Matilde Arnay de la Rosa3 y Juan Francisco Navarro Mederos4.
El objetivo de ese estudio fue el de obtener datos sobre la dieta de los aborígenes de
La Palma, a través del método de análisis de los elementos traza u oligoelementos
sobre muestras óseas humanas5 para poder confirmar, o matizar, la información ar-
1 Investigadora del Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de la Universidad
de La Laguna. eperez@ull.es.
2 Catedrático de Prehistoria del Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de la
Universidad de La Laguna.
3 Profesora Titular de Prehistoria del Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de
la Universidad de Laguna.
4 Profesor Titular de Prehistoria del Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de
la Universidad de La Laguna.
5 Este método está orientado a conseguir datos sobre la proporción de algunos tipos de alimentos que
formaron parte de la dieta de poblaciones pasadas. La mayor o menor concentración en los huesos de
algunos de estos elementos puede ser indicativa de la importancia como componente de la dieta y su-gerir
la fuente alimenticia de la que proceden.
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queológica e histórica que existía hasta ese momento sobre los modos de explotación
del medio.
La población aborigen de la isla de La Palma se caracteriza, entre otras cosas, por
haber desarrollado una economía basada en la ganadería. Ya desde los momentos in-mediatamente
posteriores a la Conquista de la isla, y a lo largo de los siglos siguien-tes,
esta actividad fue descrita y reflejada en los diferentes textos que han llegado hasta
nosotros en forma de fuentes narrativas o literarias, entre otras.
En efecto, la crónica normanda Le Canarien recoge que en La Palma los habitantes
«no viven más que con carne» (Le Canarien, 1402-1408/1982:62)6. A. Bernáldez es-cribió
que: «(...) e con leche e manteca e carne se mantenían» (A. Bernáldez: E. Mora-les,
1495/1978). Para G. Frutuoso todos son criadores de cabras y ovejas (G. Frutuoso,
1590/1964:109); «se mantenían con carne de oveja y cabras (...) y con carne de puerco
(...) y con leche de cabras» según Fray Juan de Abreu Galindo (1602/1977:261). To-más
Marín de Cubas alude nuevamente a que «sus ganados son cabras y ovejas sin lana
(...) y puercos pintados de varios colores negros y blancos rubios» (1687/1984:273).
Estas y otras afirmaciones se han visto confirmadas por diversos estudios realiza-dos
con posterioridad. Así, los análisis zooarqueológicos que realizó el investigador J.
Pais Pais sobre especimenes prehispánicos procedentes de diversos yacimientos arqueo-lógicos
de la isla de La Palma, han corroborado la existencia de cabras (Capra hir-cus),
ovejas (Ovis aries) y cerdos (Sus domesticus) desde los primeros momentos de
ocupación de la isla (J. Pais Pais, 1996:143-149).
Este autor, en su libro «La economía de Producción en la Prehistoria de la isla de
La Palma» (1996), expuso los resultados del análisis zooarqueológico realizado sobre
restos de fauna procedentes de la Cueva del Tendal (San Andrés y Sauces) y de El
Rincón (El Paso), dos de los yacimientos más representativos de la época prehispá-nica
de la isla. Estos resultados confirmaron que los ovicápridos fueron los compo-nentes
más abundantes de la cabaña ganadera de los antiguos habitantes de La Pal-ma,
y en segundo lugar los cerdos. Pero además, el autor profundiza en esta actividad
económica y explica que las cabras se habrían utilizado para llevar a cabo un pasto-reo
de trashumancia en época estival hacia los pastizales de montaña por sus carac-terísticas
físicas, mejor adaptadas a este tipo de orografía abrupta, mientras que las
ovejas habrían permanecido cerca de los lugares de habitación más permanentes. Por
otra lado, los cerdos se habrían criado cerca de los poblados y, preferentemente, en
aquellas zonas ecológicas con abundancia de recursos vegetales para su crianza, como
los bosques de laurisilva.
6 Texto de Gadifer de la Salle.
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La dieta de los benahoritas. Las estrategias de subsistencia de los antiguos habitantes de la isla de La Palma
Los productos que se extraen de la ganadería van a constituir la base de la alimen-tación
de los benahoritas. Así, la leche fue el principal producto alimenticio que ob-tenían
de los rebaños de ovicápridos y, posiblemente, los derivados de la misma como
el queso o la manteca del animal. Desde el punto de vista de la nutrición la leche,
rica en proteínas, es uno de los alimentos más importante en cuanto al número de
aminoácidos esenciales y no esenciales, y vitaminas que posee. Además, es el único
alimento de origen animal que tiene un porcentaje considerable de carbohidratos
como la lactosa, también conocida como azúcar de la leche (M. D. Marrodán et al.,
1995) De modo similar la carne es fundamental para el organismo humano ya que
son necesarias para el transporte de determinadas vitaminas, aportan ácidos grasos
esenciales y proporcionan energía de reserva7. Sin embargo, la energía necesaria para
el desarrollo de las actividades de una comunidad ganadera, obligada a realizar des-plazamientos
diarios en busca de pastos, el aporte de hidratos de carbono, especial-mente
glucosa, es fundamental para el tejido nervioso o el muscular. Pero si además,
esta necesidad coincide con un momento de escasez lechera, otros alimentos como los
cereales, legumbres, tubérculos y frutas diversas, se convertirían en los principales
portadores de glucosa, jugando un papel muy importante en la alimentación de los
antiguos pobladores de la isla de La Palma.
Las condiciones climáticas de la isla de La Palma han permitido el desarrollo de
numerosas especies vegetales aptas para el consumo humano. Este hecho no pasó
desapercibido por los cronistas e historiadores que, al igual que hicieron con la ga-nadería,
describieron cómo la Palma estaba «llena de grandes bosques de diferentes con-diciones,
como de pinos, de dragos que producen la sangre de drago y de otros árboles que
proporcionan leche de gran provecho médico y hojas de diferentes clases (...) y muy rica
en pastos » (Le Canarien, 1402-1404/1962)8.
En efecto, la cantidad de especies vegetales que pudieron haber sido recolectadas por
los antiguos habitantes de la isla de La Palma, no sólo para alimentarse sino también
como materia prima y uso medicinal, es muy amplia. En los textos aparecen registra-das
especies como los helechos, los granos de amagante o las raíces de malvas (J. Abreu
Galindo, 1602/1977:269; T. Marín de Cubas, 1694/1984:273; etc.) de las cuales sólo
el helecho ha podido ser documentado arqueológicamente en la isla de Tenerife9.
7 Junto al registro de ovicápridos y de cerdos, también aparecieron restos de aves y, en menor medida,
restos de perros y gatos. La presencia de estos animales se constata en los estratos arqueológicos de los
yacimientos de El Tendal y El Rincón, pero su consumo por parte de los antiguos habitantes de La
Palma se ha interpretado como escaso y ocasional (E. Martín, 1992). Las especies más frecuentemen-te
registradas fueron la pardela (C. diomedea), el aguililla (Buteo buteo), o las palomas (Columba juno-niae,
Columba bollie (J. C. Rando, 1996).
8 Op. cit., 6.
9 J. Mathiesen (1960): Resultados del análisis del contenido intestinal de una momia guanche. En Diego
Cuscoy, Luis et al., Trabajos en torno a la cueva sepulcral de Roque Blanco, pp. 43-44.
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En las zonas costeras de la isla de La Palma, los habitantes de la isla en época
prehispánica pudieron haber recolectado para su consumo las lechugas de mar (Asty-damia
Latifolia). Dentro de los bosques termófilos apreciarían las palmeras canarias
(Phoenix canariensis) y la palmera datilera (Phoenix dactylifera); hierbas como el rilla-buey
(Silene vulgaris) o los hinojos (Foeniculum vulgare) y gramíneas como las centi-llas,
alpiste o balangos (J. Pais Pais, 1996:171). Próximo a los dominios de la lauri-silva,
pudieron haber sido consumidos los frutos de las fayas (Myrica faya); los
mocanes, bicácaros o los madroños son frutos que se desarrollan ya dentro de la lau-risilva,
entre otros. Los análisis antracológicos de los restos de carbones identificados
en El Tendal, indican la recolección de algunas de estas especies como las fayas, los
mocanes o los brezos (Erica arborea), y de especies como el barbusano (Apollonias bar-bunjana)
(M. C. Machado, 1999).
Por lo que respecta a la agricultura, la documentación arqueológica existente en
la actualidad, sugiere que fue practicada en los momentos más antiguos del pobla-miento
de la Isla, y así parecen demostrarlo los restos de varias especies vegetales
domesticadas, como el trigo (Triticum aestivum/ durum), la cebada (Hordeum vulga-re)
y las lentejas tipo microesperma (Lens culinaris), y que fueron halladas durante los
trabajos de excavación arqueológica de la Cueva del Tendal. De este modo, se con-firmaban
las hipótesis de algunos investigadores de que los aborígenes de La Palma
pudieron haber practicado una agricultura desde los momentos iniciales del pobla-miento
para, posteriormente, ser abandonada de manera voluntaria o involuntariamen-te
(E. Martín Rodríguez, et al. 1988) frente a las afirmaciones de algunos textos his-tóricos
en los que se negaba esta práctica (T. Marín de Cubas, 1687/1984:273; J.
Abreu Galindo, 1602/1977:269).
El estudio carpológico realizado sobre estas y otras muestras vegetales recuperadas
del yacimiento de El Tendal (J. Morales Mateo, 2001) reveló la presencia, además de
las especies ya citadas, de habas (Vicia faba) y confirmó el registro de carbones per-tenecientes
al acebiño, brezo, til, así como de restos de la maljurada, una especie con
diversas propiedades medicinales y que se usa a través de infusiones (J. Morales Ma-teo,
2001:10).
Además de obtener las proteínas de los alimentos de origen animal terrestre, los
antiguos habitantes de la isla también lo hicieron a través del consumo de peces y
moluscos, tal y como se desprende de los hallazgos en numerosos yacimientos arqueo-lógicos
de la isla. A pesar de que cronistas como N. De Recco o Zurara afirmaron
que en La Palma se «ignora el arte de la pesca (...) y que jamas come pescado (N. De
Recco: Morales, 1341/1978:44-45) y que nao ha pescado algum (...)» (Zurara,
1453:1973:343), los vestigios indican claramente lo contrario, pues son diversos los
estudios en los que se ha podido demostrar cómo la pesca fue una actividad econó-
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mica practicada desde los primeros momentos de la ocupación de la isla, incremen-tándose
de modo progresivo (C. G. Rodríguez Santana, 1996:434-438).
Las especies de peces más consumidas fueron la vieja (Sparisoma cretense), el sar-go
(Diplous sargus y Diplodus vulgaris), el abadejo (Mycteroperca rubra) y la palometa
(Trachinotus ovatus), entre otros, mientras que los restos malacológicos más abundantes
recuperados en los yacimientos arqueológicos, pertenecen a la Patella candei crenata,
Patella ulyssiponensis aspera y la Patella piperata, todas ellas características de la parte
más alta de la zona intermareal.
Según lo expuesto, los aborígenes de La Palma tuvieron acceso a diversos bienes
de tipo alimenticio. Para algunos autores, la abundancia o escasez de todos estos pro-ductos
dependería de factores de tipo natural y cultural, y la relación entre ambos sería
la responsable de que una comunidad consiguiera adaptarse o no al medio circundante
(E. Martín Rodríguez, 1992:9-19). Por ello, el conocimiento del medio natural ha-bría
sido fundamental para que supieran qué, cómo y cuándo explotar los diferentes
recursos para una subsistencia óptima y equilibrada. Pero, ¿lo consiguieron los bena-horitas?
La investigadora C. Gloria Rodríguez Santana afirmó, tras sus análisis de las es-pecies
registradas en los yacimientos arqueológicos, que el tamaño de las diferentes
especies de peces capturados por los aborígenes de La Palma, indica que éstos no lle-garon
a provocar una sobreexplotación, lo que habría supuesto un agotamiento de los
recursos marinos (C G. Rodríguez Santana, 1996:437). Por su parte, J. Pais Pais ob-servó
en sus estudios sobre los restos de cabras, ovejas y cerdos recuperados en dis-tintos
yacimientos arqueológicos, que éstos fueron consumidos cuando ya no produ-cían
leche, en edad adulta, por lo que afirma que «sus rebaños eran utilizados,
primordialmente, en la obtención de productos secundarios como la leche y sus derivados»
(J. Pais Pais, 1996:159). Ambas pautas de comportamiento se mantuvieron a lo lar-go
de toda la etapa prehispánica, según se desprende del análisis de este tipo de res-tos
en los diferentes estratos de la cueva del Tendal y de El Rincón.
Desde el año 1998 empezamos a realizar diversos análisis químicos sobre mues-tras
óseas humanas procedentes de La Palma, siguiendo la línea de trabajo iniciada,
años antes, por E. González Reimers y M. Arnay de la Rosa en esta misma isla (E.
González Reimers et al, 1991). Así, se analizaron muestras procedentes de los yaci-mientos
arqueológicos de El Espigón (Puntallana) (M. Hernández Pérez, 1977: 44-
45), Fernando Porto (Garafía) (J. Pais Pais, 1991:209-215) y Los Pasitos (Mazo) (J.
Pais Pais 1996:382), cuyos resultados y valoración posteriores permitieron establecer
nuevas interpretaciones sobre el comportamiento de los benahoritas ante los diversos
recursos económicos (E. Pérez et al., 1999; E. Pérez, 2000; E. Pérez et al., 2001;
Velasco et al., 2002).
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Estos análisis tratan de determinar ciertos elementos químicos, los elementos tra-za
u oligoelementos, que se encuentran en los organismos vivos en concentraciones
muy pequeñas. Algunos de estos elementos son esenciales para las funciones vitales
del cuerpo humano, mientras que otros, relativamente inertes, se incorporan al or-ganismo
formando parte de la dieta o través de la piel y mucosas. Otros elementos,
no esenciales, por lo general se eliminan rápidamente, aunque algunos pueden depo-sitarse
en los tejidos.
La importancia del análisis del contenido de algunos elementos traza en los res-tos
óseos humanos procedentes de yacimientos arqueológicos se basa en el hecho de
que parte de estos elementos se concentran en el hueso en proporciones variables, en
función de la cantidad de alimentos ingeridos, y en que algunos de estos elementos
se concentran más en unos alimentos que en otros. De este modo, el análisis de és-tos
permitiría distinguir si el origen de los alimentos es vegetal o cárnico, o si son
de procedencia marina o terrestre.
Dos de estos elemento, el estroncio (Sr) y el bario (Ba) han sido los más utiliza-dos
para reconstruir la dieta de las poblaciones pasadas y los más aceptados por la
comunidad científica para estos fines, (J. A., Ezzo, 1994) por sus características, que
los hacen útiles en este sentido. En efecto, el Sr se incorpora a la cadena biológica a
través de las raíces de las plantas. En su ascenso por la cadena trófica, las concentra-ciones
de este elemento disminuyen debido a la discriminación que sufre en favor del
Ca, un elemento esencial para el metabolismo de los animales mamíferos. Así, los
animales herbívoros que ingieren las plantas tienen en sus huesos una mayor propor-ción
de Sr que los carnívoros, cuya dieta se basa principalmente en la carne y mús-culos
de los herbívoros. Los animales omnívoros, entre los que se incluye el hombre,
presentaran valores intermedios de Sr entre unos y otros, aunque sujetos a variacio-nes
en función de un mayor o menor aporte de dieta vegetal, rica en este elemento
(M. J. Shoeninger, 1989). Pero el Sr también es abundante en los ecosistemas mari-nos,
por lo que una dieta rica en recursos procedentes de este medio, principalmen-te
mariscos, también lo será en este elemento (M. J. Shoeninger y C. S. Peebles, 1981;
J. H. Burton y D. Price, 1990). El Ba, no es esencial para el organismo humano y
también es abundante en los recursos vegetales. No obstante, es escaso en los ecosis-temas
marinos. Este hecho ha permitido establecer una relación entre ambos elementos
(Ba/Sr) con el fin de determinar la proporción de dietas marinas en aquellas pobla-ciones
susceptibles de incluir en sus dietas recursos tanto de origen vegetal como
marino (J. H. Burton y D. T. Price, 1990).
En nuestro análisis10 se observó una variabilidad en los datos que puso de mani-
10 Nuestro análisis también incluyó otros elementos. Además del estroncio (Sr) y bario (Ba), se analizó
el magnesio (Mg), como indicadores de un consumo rico en vegetales y productos marinos (sólo el Sr);
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fiesto una marcada diferencia entre los tres yacimientos estudiados y que se interpre-tó
como un indicador que podría estar reflejando un acceso diferencial a los recur-sos,
o unos hábitos alimentarios diferentes. Así, los resultados indicaron que los in-dividuos
enterrados Fernando Porto y los enterrados en Los Pasitos mostraron los
niveles más altos en aquellos elementos indicativos de alimentos ricos en proteínas,
principalmente marisco y pescado, mientras que los individuos de El Espigón regis-traron
los niveles más bajos.
Estas diferencias son significativas porque, desde un punto de vista territorial, los
tres yacimientos arqueológicos tienen el mismo acceso a los recursos del litoral, tal y
como se explica a continuación.
J. Pais Pais, en su obra «El Bando Prehispánico de Tigalate-Mazo» (1997) lleva a
cabo un intenso estudio sobre la geografía, los vestigios arqueológicos y los modos de
vida de los antiguos habitantes del municipio de Mazo, señala «la extraordinaria abun-dancia
de conchas de mariscos que hemos descubierto en superficie, tanto en poblados de
cuevas y cabañas, como en otros asentamientos claramente pastoriles como los paraderos».
Del mismo modo constata diferencias entre los yacimientos más cercanos a la costa
y los situados a cotas más elevadas; sin embargo, «esta diferenciación en el consumo de
mariscos entre unas zonas y otras es mucho menos marcada de lo que sucede en otras zo-nas
de la isla». El mismo autor señala que «en los yacimientos situados en la orilla del
mar, el aprovechamiento de lapas, burgados y púrpuras no planteaba mayores problemas»
(J. Pais Pais, 1997:327-328). Los datos arqueológicos también sugieren que el mu-nicipio
de Mazo fue uno de los más poblados en época prehispánica; este volumen
de población podría haber realizado una mayor explotación de los recursos disponi-bles
en su entorno más cercano, en este caso la costa.
En el municipio de Garafía, la costa es muy diferente a la de Mazo, no sólo por
su relieve sino también por su vegetación y clima. Este municipio, según indican los
restos arqueológicos, tuvo un fuerte desarrollo ganadero debido a la riqueza de sus
pastos. El yacimiento de Fernando Porto se encuentra en la parte occidental del
municipio, en la zona de transición a sotavento. El barranco en el que se ubica des-emboca
en el único puerto que existe en el municipio. Por sí solo, este dato sugiere
que los grupos que habitaron en esta zona tuvieron un acceso fácil a los recursos del
mar que podría explicar, al igual que para los habitantes de Mazo, las altas concen-traciones
de elementos indicativos de un consumo de alimentos marinos. Sin embargo,
el zinc (Zn), cobre (Cu) y hierro (Fe) se analizaron como indicadores de un consumo cárnico, princi-palmente.
Estos elementos son esenciales para el organismo y están más sujetos a los requerimientos
de las funciones metabólicas, por lo que su utilidad para la reconstrucción de la dieta de las poblacio-nes
pasadas es menor, pues la cantidad presente en un determinado tejido dependerá de la cuantía y
continuidad del aporte y de la cantidad utilizada. También se analizó el calcio (Ca) para, entre otras
cosas, estimar las concentraciones de los otros elementos que lo substituyen en el esqueleto.
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a la misma distancia de la costa, e igualmente accesible que en el Barranco de Fer-nando
Porto, se encuentra el yacimiento de El Espigón11, yacimiento en el que se
registraron los valores más bajos en aquellos elementos químicos abundantes en los
alimentos del mar.
A partir de la información arqueológica disponible, algunos investigadores plan-tearon
la hipótesis de que las actividades marinas fueron de mayor importancia al
principio del poblamiento de la isla de La Palma; progresivamente, el aumento de la
cabaña ganadera sería la responsable de que se recurriera, con menor intensidad, a la
depredación de los productos del mar, elevando su consumo en períodos críticos (E.
Martín, 1986:139-140). Frente a este planteamiento se podría interpretar que los
individuos enterrados en Fernando Porto y los enterrados en Los Pasitos o bien vi-vieron
en los primeros momentos del poblamiento de la isla, o bien sufrieron un
período de crisis que les obligó a ejercer una mayor presión sobre los recursos del mar
para poder alimentarse. Las características del enterramiento de Fernando Porto qui-zás
pudieran confirmar este último planteamiento (J. Pais Pais, 1991). Sin embargo,
no hay fechas absolutas ni relativas o cualquier otro tipo de información arqueológi-ca
que confirme estas ideas12. En otros trabajos, sin embargo, se constata un aumen-to
constante de la explotación de los recursos marinos en la economía de los habi-tantes
antiguos de la isla de La Palma, por lo menos para los que habitaron en la
Cueva del Tendal (C. G. Rodríguez Santana, 1996: 435). De esto puede extraerse la
importancia que tuvo este medio ecológico en la economía de los habitantes y así
parecen demostrarlo los resultados del análisis químico en los tres yacimientos (E.
Pérez, 2000). Quizás pueda plantearse el hecho de que fue posible que, en algunas
comunidades, el hábito o la tradición de consumir pescado fuera más destacable13,
suponiendo una fuente de recursos sustancial por lo que sus pobladores tendrían un
aporte mayor de este tipo de productos y también es posible que las condiciones
medioambientales pudieran determinar la existencia de variadas formas de equilibrio
entre las distintas actividades económicas.
11 Las dos localidades son reconocidas por su extraordinaria riqueza y su calidad para practicar tanto
la pesca como el marisqueo.
12 Hasta el momento las evidencias arqueológicas más antiguas encontradas en el municipio de Gara-fía
corresponden a fragmentos de cerámicas pertenecientes a la Fase III, momento en el que se regis-tran
los inicios de la explotación de los pastos de alta montaña (E. Martín Rodríguez, 1998:81). En-tre
la Fase II y Fase III cerámicas registradas en la cueva del Tendal, los restos óseos de cabras aumentan,
así como los de pescado; este aumento se ha interpretado como resultado de la presión demográfica
que motivó a su vez a incrementar el ganado y por ello a buscar nuevas zonas de pastos.
13 Carmen Gloria Rodríguez Santana plantea, en base al estudio de los restos ícticos procedentes de
dos yacimientos arqueológicos de la isla de Tenerife, que «partiendo de la idea de que todos los guan-ches
que ocupan los yacimientos estudiados acuden a los recursos ícticos para procurarse parte de su alimen-to,
hay una desigual cantidad en ellos (...) Este hecho cuestiona la rigidez con que a veces se cuestionan y
plantean los estudios de economía desde el punto de vista intrainsular. Así, es hora de plantear la probable
variabilidad de estrategias económicas desarrolladas no sólo entre las vertientes N y S, sino entre yacimien-tos
de las mismas zonas» (C. G. Rodríguez Santana, 1996:392).
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La dieta de los benahoritas. Las estrategias de subsistencia de los antiguos habitantes de la isla de La Palma
Por lo que se refiere a los recursos de tipo vegetal, en el yacimiento de El Espi-gón
se encontraron los niveles más altos de elementos indicativos de un aporte más
vegetal en la dieta. Niveles un poco más bajos se encontraron en el yacimiento de
Fernando Porto. Los municipios de Garafía y Puntallana fueron, y son conocidos, por
la cantidad y calidad de sus montes14, por lo que cabe esperar con la información
existente sobre el consumo de este tipo de alimentos, que los grupos que habitaron
en ambas zonas llevaran a cabo un consumo habitual, tal y como parece desprender-se
de los resultados de los elementos indicativos de una ingesta vegetal, similar para
ambos yacimientos. Los dos municipios contaron además con numerosas fuentes y
manantiales. Ambos recursos, hídricos y vegetales, permitieron que se desarrollara una
actividad ganadera de gran intensidad, tanto en las zonas de costa como en las cum-bres.
Si bien es verdad que en la zona donde se ubica el yacimiento de El Espigón
el bosque de laurisilva se desarrolló hasta cotas más bajas que en la zona más occi-dental
de Garafía; por todo ello cualquier planteamiento sobre esta pequeña variabi-lidad
en los resultados del análisis de los elementos traza sólo puede permanecer en
el campo de la hipótesis15. Ahora bien, los análisis de oligoelementos revelaron unos
valores que se podrían interpretar que en ambos grupos se llevaron a cabo unas es-trategias
de subsistencia diferentes en cuanto a la intensidad de las mismas, es decir,
que fuera mayor el consumo por los individuos de El Espigón y menor en los indi-viduos
de Fernando Porto. Pero de nuevo, este hecho no puede ser relacionado, con
la información actual, con la visión general establecida para la explotación económi-ca
dentro del esquema planteado para el poblamiento de la isla de La Palma, ya que
se carece de referencias cronológicas así como de yacimientos estudiados de modo
sistemático en otras partes de la isla que permitan corroborar la evolución cultural
identificada hasta el momento. No obstante, los resultados de los elementos quími-cos
podrían estar poniendo de manifiesto que el nivel de aprovechamiento de deter-minados
recursos alimenticios puede no coincidir entre yacimientos muy distintos, aún
poseyendo características ambientales similares, e incluso esas pequeñas diferencias
naturales constatables podrían estar influenciando sobre las pautas económicas de un
grupo o de otro.
Los datos aportados en este trabajo, tanto los procedentes del estudio de los tex-tos
históricos, como el estudio de los materiales arqueológicos recuperados en los
14 Los helechales existentes en ambas zonas fueron consumidos hasta época muy reciente (J. Pais Pais,
1996:169). G. Frutuoso se refiere a las tierras de Los Sauces, Puntallana y Barlovento como tierras muy
ricas y productivas para cultivar y recolectar (G. Frutuoso, 1966/1590:111).
15 J. Morales Mateo, en su investigación sobre los restos vegetales procedentes de el yacimiento de El
Tendal (San Andrés y Sauces) (Morales, 2001) reveló que el número de especies cultivadas (trigo, ce-bada,
lentejas y habas) fue mayor que el de las especies obtenidas a través de la recolección (acebiño,
retama, maljurada, etc.) hecho que puso en relación con la necesidad de obtener hidratos y proteínas
a través del consumo de cereales y legumbres para completar su alimentación.
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yacimientos arqueológicos y los análisis químicos realizados en muestras óseas huma-nas,
abren la posibilidad de dirigir la investigación sobre el modo de vida de los an-tiguos
habitantes de La Palma hacia aspectos más concretos de la misma; pero ade-más,
genera nuevos interrogantes sobre cómo evolucionaron los grupos poblacionales
que vivieron en la isla hasta el momento de la Conquista en el siglo XV, ya que es
muy complejo, por ejemplo, tal y como se desprende en este trabajo, determinar si
la explotación de los recursos fue siempre igual a lo largo de todo el poblamiento
insular, e incluso a lo largo de todo el territorio, o si ésta se fue modificando; y este
hecho, a su vez, permite establecer nuevas hipótesis y líneas de investigación sobre los
benahoritas.
Agradecimientos
A Matilde Arnay de la Rosa por la revisión realizada y la generosa atención pres-tada
durante la elaboración de este trabajo.
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