Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006) 379
ISSN 1698-014X
Guanchismo y nacionalismo en las sociedades científicas canarias de fines del siglo XIX
GUANCHISMO Y NACIONALISMO EN LAS SOCIEDADES
CIENTÍFICAS CANARIAS DE FINES DEL SIGLO XIX
Carmen Ortiz*
Resumen: Dentro de la historia de las
Islas Canarias, y debido a su especial situa-ción
estratégica, es conocida la atracción que
su naturaleza y sus antiguos habitantes pre-hispánicos
despertaron entre los científicos
de la Europa moderna. Las controversias
sobre la naturaleza, origen y grado de desa-rrollo
cultural alcanzado por los llamados
“guanches” son una parte fundamental de
esta historia, que en el presente trabajo se
analiza desde el punto de vista del surgi-miento
en las Islas de sociedades científicas
dedicadas al estudio de las ciencias natura-les
y humanas. La formación de una imagen
elevada de los antiguos pobladores, con un
nivel de civilización alto que incluía el co-nocimiento
de la escritura, aparece en el
contexto de finales del siglo XIX formando
parte de la necesaria creación de una iden-tidad
política propia para el archipiélago.
Palabras clave: Sociedades científicas,
Población prehispánica de Canarias, Natura-lismo,
siglo XIX.
Abstract: Because of its geographic situa-tion,
historically there has been in the Ca-nary
Islands a great interest in their environ-ment
and the Prehispanic aboriginal popu-lation.
During the 19th century controver-sies
raged about the nature, origin and de-gree
of cultural development of the so called
“guanches” aboriginal peoples of the Islands.
In this paper an analysis is made of the
great role played in those studies by the lo-cal
Scientific Societies, dedicated to the
Natural and Human Sciences. At the end of
the 19th century a noble and civilized ima-ge
was constructed of the aborigines, which
include the practice of some kind of wri-ting.
This idea was a part of the general
paradigm considered necessary for the crea-tion
of a modern Canarian political iden-tity.
Keywords: Scientific Societies, Prehispa-nic
population of the Canary Islands, Natu-ralism,
19th century.
La situación estratégica del archipiélago canario, en el punto central en el que se
desarrolla todo el tráfico y los movimientos migratorios atlánticos que dieron lugar
al surgimiento de la modernidad en la Europa del siglo XVI, junto a las condicio-nes
sociopolíticas y económicas que esta situación determinó, marcadas a su vez por
la dependencia respecto al poder central de la corona española, son los elementos
estructurales que pueden señalarse como fundamentales en la configuración, a lo largo
del tiempo, del archipiélago como un lugar en el que se aprecian evidentes aspectos
de insularidad, supeditación o marginación política, falta de desarrollo económico y,
en resumen, un carácter periférico e incluso con rasgos coloniales, junto a elementos
de un claro cosmopolitismo, apertura y creatividad.
* CSIC. Madrid.
380 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006)
Carmen Ortiz
Un ejemplo representativo de esta personalidad acusada de las Islas Canarias lo
proporciona su historia intelectual y, concretamente, la investigación que en el terre-no
de las ciencias naturales y biológicas se desarrolla, a partir del atractivo ejercido
por estas islas, su naturaleza y sus pobladores, sobre los naturalistas modernos (Bel-monte
y Sánchez 1998). Es suficientemente conocida la presencia continua de viaje-ros
en las islas y, entre ellos, destacados científicos, aprovechando no sólo las exce-lentes
condiciones para la observación de la naturaleza, sino también el que Canarias
era una escala prácticamente obligada en los viajes de circunnavegación y exploración
del Nuevo Mundo y los Mares del Sur originados en Europa (Herrera Piqué 1987;
ver recopilaciones de viajeros ingleses y franceses en las islas en García Pérez 1998 y
Picó y Corbella 2000). Se han destacado las visitas de científicos famosos como Hum-boldt,
Haeckel o Malinowski, producidas en el curso de sus viajes de exploración más
amplios y tampoco faltan estancias más largas, incluso permanentes y dedicadas a
investigaciones específicas o sistemáticas in situ, como las del astrónomo Feuillée en
1724, o las de los naturalistas Berthelot y Barker-Webb o del antropólogo Verneau,
todas a lo largo del siglo XIX.
En este interés por la naturaleza canaria hay que reconocer que uno de los asun-tos
principales será el de los antiguos pobladores de esas islas afortunadas, a los que
se dio en denominar —como es común en estos casos empleando una denominación
errónea— “guanches”. Desde la época cercana a la conquista, por parte de cronistas
tan importantes como Espinosa y Viana, se empezó a fraguar una controversia sobre
el carácter, el origen y las características étnicas y culturales de los pobladores prehis-pánicos
canarios, ligada, evidentemente, a la polémica sobre el modo en que se ha-bía
llevado a cabo la guerra de conquista y la colonización de las islas, y no exenta
de cierta trascendencia, sobre todo debida a sus paralelos con la conquista y coloni-zación
de los continentes americanos.
Sin embargo, será a partir de la incorporación del pensamiento ilustrado por parte
de las elites canarias cuando la imagen del “buen salvaje” encuentre en el “buen guan-che”
una personificación histórica e incluso, para algunos autores, un auténtico co-rrelato
viviente (Estévez 1987; Cioranescu 1960-61). Esta nueva etapa estará prota-gonizada
por el ilustrado canario por excelencia José de Viera y Clavijo, que dedicará
el segundo libro de sus Noticias de la Historia General de las Islas Canarias ([1792]
1982) a hacer una pormenorizada descripción general de la cultura aborigen. Al co-nocimiento
y la influencia que se ha señalado que tienen los enciclopedistas, y sobre
todo las ideas de Voltaire y Rousseau (Coiranescu 1982, 1984), en la obra de Viera,
debe también añadirse que el autor canario bebe muy directamente de los cronistas
y sigue la misma línea de idealización del aborigen, aquel “noble salvaje” y “héroe
atlántico”, que ya aparecía en Espinosa y sobre todo en la Conquista de Tenerife de
Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006) 381
ISSN 1698-014X
Guanchismo y nacionalismo en las sociedades científicas canarias de fines del siglo XIX
A. de Viana (1604), obra en la cual Viera se apoya muy directamente para su relato
de los hechos de la conquista.
Tanto Viana como Viera serán, a su vez, la fuente fundamental para los autores
posteriores, extranjeros tan influyentes como Bory de Saint-Vincent, Humboldt y
Berthelot (Estévez 1987: 90), que seguirán manteniendo sus argumentos sobre la base
del guanche como “buen salvaje”, como puede verse, por ejemplo, en estas palabras
del primero de los autores citados: «El antiguo pueblo de Canarias tenía un carácter
sencillo, bondadoso, serio y confiado. Los guanches se entregaban a la amistad, eran es-clavos
de su palabra e incapaces de sospechar que se les quería engañar […]» (Bory de
St.Vincent [1803] 2005: 55).
Con la introducción de los nuevos paradigmas científicos a partir de la segunda
mitad del siglo XIX se producirá un nuevo cambio de enfoque en la cuestión de los
aborígenes canarios, a la vez que éstos adquirirán un puesto preeminente como ob-jeto
de estudio de la nueva ciencia antropológica. Además de abordar el estudio de
las características antropológicas físicas y culturales de los antiguos pobladores utili-zando
una metodología basada en los criterios epistemológicos de la nueva ciencia
positiva, los naturalistas del siglo XIX se diferencian, tanto de los ilustrados raciona-listas,
como de los poetas románticos, en que, mientras que éstos pensaban que el
noble guanche era una realidad desaparecida; es decir que los aborígenes habían de-jado
definitivamente de existir, en cambio, Berthelot y los posteriores antropólogos
evolucionistas que se interesan por la cuestión intentan demostrar la pervivencia ra-cial
de los guanches, cuyo tipo físico y supervivencia cultural reconocen en los habi-tantes
contemporáneos del campo isleño y sus costumbres.
Esta nueva y muy creativa etapa del pensamiento sobre la naturaleza y la impor-tancia
de las poblaciones canarias se inicia con la figura de Sabin Berthelot y la pu-blicación,
en 1842 de su libro Etnografía y Anales de la Conquista de las Islas Cana-rias
(Berthelot 1978), un compendio de lo que se sabía hasta ese momento acerca de
la cultura y el carácter de las distintas poblaciones prehispánicas. Sobre el controver-tido
tema de los orígenes, se avanza ya la idea de una variedad de filiaciones norte-africanas,
y acerca de la exterminación durante la conquista y primera colonización,
se establece que los castellanos acabaron con el sistema de organización social y po-lítica,
la religión y la lengua aborígenes, pero paralelamente se produjo un rápido
mestizaje biológico y un refugio de los restos de las poblaciones prehispánicas en el
interior de las islas.
Buena parte de la antropología decimonónica se organizó en torno al problema
científico de la búsqueda de los orígenes de los grupos humanos actuales y en la in-vestigación
de los posibles supervivientes de las civilizaciones antiguas y las fases de
evolución primitivas de la humanidad (salvajismo y barbarie). En este ambiente, el
382 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006)
Carmen Ortiz
interés de las islas Canarias como terreno en el que podía darse la observación directa
de estas supervivencias de primitivos se vio acrecentado con el descubrimiento de la
raza fósil de Cro-Magnon en Francia. Ya en 1871, Paul Broca, presidente de la in-fluyente
Sociedad de Antropología de París estudia los primeros cráneos canarios,
proporcionados por Berthelot, advirtiendo de la similitud que presentan sus índices
cefálicos respecto al Cro-Magnon, y concluyendo que los caracteres de éste estaban
presentes al menos en dos tipos actuales; los habitantes de las cabilas argelinas y los
descendientes de la población prehispánica canaria (Fernández 2001: 170).
Para llevar a cabo un estudio craneométrico exhaustivo que confirmara la filiación
cromañoide de los guanches el Laboratorio de Antropología del Museo de Historia
Natural de París envía a Canarias a René Verneau, que llevará a cabo varias campa-ñas
de trabajo entre 1876 y 1885 (Verneau [1891] 1981). La presencia en las islas
del antropólogo francés movilizará también a los intelectuales e investigadores loca-les
en la búsqueda de yacimientos arqueológicos con presencia de restos humanos. La
aparición de cuevas sepulcrales y cadáveres momificados, junto a muestras relevantes
de cultura material y arte parietal, causarán impacto en la opinión general, desatan-do
un auténtico interés en el público por la cultura de los antiguos aborígenes, y
disparando la imaginación sobre posibles relaciones de los canarios —sobre todo de
sus momias— con los antiguos egipcios y otros pueblos de la Antigüedad, reales o
imaginarios como los Atlantes. La multiplicación de los hallazgos conllevará el sur-gimiento
de instituciones y centros destinados a la conformación de colecciones ar-queológicas,
etnográficas y de antropología física de los guanches, configurando las
primeras iniciativas modernas para la constitución de un patrimonio cultural —y
biológico— específicamente canario. Entre ellos, y aparte de otros menores, como el
llamado Museo Casilda de Tacoronte, de azarosa historia (Fariña y Tejera 1998), los
más importantes serán El Museo Canario (Las Palmas de Gran Canaria) y el Gabi-nete
Científico de Tenerife.
El primero cronológicamente es el Gabinete Científico de Santa Cruz de Teneri-fe,
fundado en 1877 por Juan Bethencourt Alfonso (Fariña 1994), anexo al Estable-cimiento
de Segunda Enseñanza de Santa Cruz de Tenerife, en el que Bethencourt
era profesor de Historia Natural, y dedicado al estudio de las Ciencias Naturales en
general, aunque la mayor parte de sus esfuerzos se centraron en la configuración de
colecciones arqueológicas y antropológicas que constituyeron el “Museo Guanchines-co”.
Como muchas otras iniciativas de este estilo que surgen en toda España en este
periodo de la Restauración, el Gabinete Científico de Tenerife depende casi exclusi-vamente
de su promotor y fundador para desarrollarse, por lo cual a la muerte de
Bethencourt en 1913 sus colecciones pasan a formar parte de los fondos del Museo
Municipal de Santa Cruz de Tenerife, sin que a lo largo de sus años de vida tampo-
Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006) 383
ISSN 1698-014X
Guanchismo y nacionalismo en las sociedades científicas canarias de fines del siglo XIX
co la institución consiguiera una difusión y trascendencia científica más allá del am-biente
puramente local.
En 1879, un grupo de médicos librepensadores, liderado por el darwinista Gre-gorio
Chil y Naranjo, funda la Sociedad El Museo Canario en Las Palmas de Gran
Canaria, que, a diferencia del Gabinete de Tenerife en el que se inspira, tendrá una
larga y fructífera vida (Mederos 1997). La importancia de Chil y Naranjo (Bosch
Millares 1971) para la historia científica de Canarias no depende solo de sus propias
contribuciones individuales, sino, sobre todo, de su labor institucional y como aglu-tinante
de las fuerzas intelectuales más progresistas del archipiélago, a las que puso
en relación con el exterior, a través de su amplia red de contactos europeos, conse-guida
desde su época de estudiante universitario en París. La Sociedad estaba dedi-cada,
en principio, al conocimiento de los aspectos naturales, culturales, históricos,
artísticos, etc. de las Islas Canarias; sin embargo, tanto por las propias inclinaciones
del fundador y de otros miembros, como el que será el primer conservador de El
Museo Canario, Víctor Grau-Bassas (Alzola 1980), así como por el interés de otros
investigadores, como René Verneau, que llevará a cabo la clasificación de las colec-ciones
de antropología física, serán los aborígenes y la recolección de sus vestigios
biológicos y culturales lo que centrará las actividades de la primera época de la So-ciedad
(Herrera Piqué 1990).
Estas dos instituciones, que, como hemos señalado, tienen un marcado carácter
patrimonializador de las poblaciones y culturas prehispánicas, se crean al abrigo de
un ambiente, general en toda España, de efervescencia intelectual y de gran recepti-vidad
hacia las nuevas aportaciones de las ciencias biológicas y humanas en el tema
de los orígenes y primeros desarrollos de la humanidad, pero también presentan unas
características, que dependen de la situación específica de Canarias. Así, la cuestión
de la búsqueda de una identidad propia, desde la que tomar posición en la negocia-ción
con los poderes políticos y económicos del Estado, radicados en la Península,
y, por tanto, vistos, como algo lejano y ajeno a la realidad isleña, no puede sino ser
un asunto de preocupación para los intelectuales y la opinión pública canaria. En este
sentido, el objetivo de Chil y Naranjo de establecer unas bases científicas sólidas y
unos medios adecuados para la conservación y estudio del patrimonio histórico, ar-queológico,
antropológico y folklórico-etnográfico, tiene, entre otras, funciones emi-nentemente
políticas: por un lado, situar a Canarias en el foco de interés de las cien-cias
antropológicas de ámbito internacional; por otro lado, y a través de la captación
de figuras externas tan relevantes como la de Verneau, elevar el rango y el prestigio
de su isla, Gran Canaria, en la lucha interna mantenida con Tenerife por el lideraz-go
político y administrativo dentro del archipiélago (Estévez 1987: 161-162). La co-nocida
rivalidad entre las dos islas grandes y los modelos que surgen desde estos cen-
384 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006)
Carmen Ortiz
tros periféricos de poder llegan al resto de las islas, que actúan como satélites depen-dientes
de cada uno de los grandes focos de atracción.
La isla de San Miguel de La Palma, por su cercanía y por otros motivos de geo-grafía
política, “dependía” en todo, pero especialmente en los aspectos educativos y
científicos, de Tenerife y sus grandes focos culturales, Santa Cruz y La Laguna. No
obstante, los historiadores han destacado la relativa desproporción entre la pequeña
entidad de la isla y el florecimiento en ella de una importante cantidad de iniciati-vas
y propuestas de tipo cultural y científico durante la segunda mitad del siglo XIX
(Paz 1981, 1983, 2003, León Barreto 1990; López Mederos 2004: 434-438).
La constitución por un grupo de treinta y tres estudiosos de la “Sociedad La Cos-mológica
Museo de Historia Natural y Etnográfico” el 13 de noviembre de 1881 en
Santa Cruz de La Palma, obedece, sin duda, a esta inquietud cultural local y, a la vez,
a la existencia previa de las dos instituciones que se han mencionado anteriormente.
A pesar del nombre inusual en este tipo de sociedades científicas, y que seguramen-te
es deudor de la influencia de la obra Kosmos de Alexander von Humboldt, el ob-jetivo
de la institución palmera no era diferente al de sus inspiradoras: “Esta socie-dad
tiene por objeto propagar el conocimiento de las ciencias naturales por medio
de la discusión y el estudio práctico, para lo que se constituirá un ‘Museo de Histo-ria
Natural y Etnográfico’” (Reglamento 2005). Es decir que, aunque constituida como
una sociedad privada de carácter científico y, por tanto, dedicada a la presentación y
discusión en sus sesiones de las noticias, hallazgos y estudios llevados a cabo por sus
socios, la Cosmológica se define también, desde su propio nombre, como un Museo
y, por tanto, entre sus objetivos figura la constitución de las colecciones necesarias.
En este sentido, aparece además la misma relación que se apreciaba en el Gabinete
de Tenerife y el Museo Canario entre el cultivo de las ciencias naturales, en general,
y el conocimiento de la naturaleza de las Canarias, en particular; incluyendo, de modo
preeminente, el de los pobladores prehispánicos: «El objeto principal de esta asociación
es la fundación de un Museo de Historia Natural y Etnográfico para el estudio del ma-terial
científico de dichas ciencias en general, y especialmente en lo que se refiera a pro-ductos
de la Gea, Fauna, Flora y objetos pertenecientes a los Guanches» (Libro 1º de Actas.
1881 de la Sociedad Cosmológica). Para ello, en el reglamento fundacional de La
Cosmológica se establece, tanto la propiedad de las colecciones, como el control de
las mismas por parte de los socios, entre los que se nombra una Junta directiva com-puesta
por «un Director, dos Vice-Directores, cuatro Clasificadores, tres Ayudantes y dos
Conservadores”, y se establece que el museo»se constituirá con los objetos procedentes
de donativos de los socios; de particulares cedidos a este Museo y de los que pueda
adquirir con fondos de la Sociedad” (Ortiz 2005). Entre las colecciones conseguidas,
fundamentalmente de zoología y mineralogía, no podía faltar una sección dedicada
Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006) 385
ISSN 1698-014X
Guanchismo y nacionalismo en las sociedades científicas canarias de fines del siglo XIX
a los antiguos pobladores, compuesta tanto de objetos arqueológicos de piedra y ce-rámica,
como de cráneos y otros huesos, y formada fundamentalmente a partir de las
propias pesquisas llevadas a cabo por los socios en los yacimientos arqueológicos de
la isla, que habían conseguido resonancia internacional por el descubrimiento de los
grabados rupestres de Belmaco.
Aunque con una riqueza arqueológica menor que Gran Canaria y Tenerife, La
Palma contribuye a la historia del descubrimiento positivista de los pobladores abo-rígenes
con el primer hallazgo, que se remonta al siglo XVIII, de las manifestaciones
artísticas y simbólicas de los antiguos pobladores en los grabados rupestres de la cueva
de Belmaco (Mazo), cuyas inscripciones fueron interpretadas como una muestra del
lenguaje de los habitantes prehispánicos. De hecho, las inscripciones de La Palma,
junto a las encontradas posteriormente, en 1873, en El Hierro, dieron lugar a largos
debates sobre su consideración como escritura, su origen, desciframiento y significa-do
cultural (Verneau 1981: 94-97), y constituyen la aportación isleña más importante
a la historia común de la investigación sobre el origen y la filiación étnica de los
antiguos canarios (Mederos y Escribano 2002: 121-129; Mederos, Valencia y Escri-bano
2003: 24-27).
La primera noticia sobre los grabados rupestres de la cueva de Belmaco (Mazo)
data de 1752 cuando fueron vistos por Domingo Vandewalle de Cervellón. El dibu-jo
de los grabados fue conservado en el archivo familiar de Luis Vandewalle, marqués
de Guisla y Guiselín, y, posteriormente, fue dado a conocer por Mariano Nougués
Secall, quien lo publicó en 1858, junto a otros documentos y cartas de los Vandewalle,
remitiendo también copia a la Real Academia de la Historia en Madrid (Hernández
1997; 1999). No obstante, ya en el momento de su descubrimiento, Viera y Clavijo
tuvo conocimiento de la existencia de los grabados rupestres, manifestándose en contra
de que sus espiriformes y meandros constituyeran algún tipo de escritura. Una opi-nión
contraria será la posterior de Sabin Berthelot que interpretará los signos de Bel-maco
en relación con los de Los letreros de El Hierro y reconocerá en ellos un tipo
de escritura jeroglífica. Chil y Naranjo relaciona las inscripciones canarias con otras
europeas de la fachada atlántica datadas en la Edad del Bronce, mientras que Verneau
no reconocerá ningún tipo de inscripción alfabética en los grabados rupestres de La
Palma (Mederos, Valencia y Escribano 2003: 26). En la exploración directa que el
antropólogo francés hará de la cueva de Belmaco, en la que realiza un calco de las
piedras grabadas, y no dibujos a mano alzada como eran los anteriores (Hernández
1997: 184), incluye la búsqueda exitosa de cráneos en ese y en otros yacimientos
cercanos, que resultan ser morfológicamente no pertenecientes al tipo cromañoide,
típico de los guanches, sino cercanos al mediterranoide que él consideraba de origen
semítico (Verneau 1981: 260-261).
386 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006)
Carmen Ortiz
Pero antes de la exploración de Verneau, en 1878, y respondiendo a una solici-tud
hecha en 1858 por la Academia de la Historia para que se le remitieran noticias
de la existencia de yacimientos y restos arqueológicos de toda España (la misma a la
que obedeció el envío de una copia por parte de M. Nougués), Antonio Rodríguez
López, que será socio fundador de la Sociedad Cosmológica y posteriormente su pre-sidente,
remite un informe a la Academia el 10 de septiembre de 1859, que incluye
el dibujo de dos “piedras” de Belmaco con grabados de espirales y meandros. Tanto
el manuscrito de Rodríguez López, como el informe sobre él encargado por la Aca-demia,
escrito por el “Anticuario”, Antonio Delgado, el 15 de junio de 1860, y otros
dos documentos más procedentes del archivo particular de José Agustín Álvarez Rixo
en el Puerto de la Cruz, uno, de febrero de 1862, defendiendo las consideraciones
de Rodríguez López, debido a Álvarez Rixo, y, finalmente, una carta remitida a este
último por un amigo francés, el Dr. Brian, que, a petición del erudito tinerfeño, había
trasladado el calco de Belmaco a los especialistas en inscripciones líbicas de la “Aca-démie
des Inscriptions et Belles Letres” pidiendo su dictamen, fueron ya publicados
hace unos años por Antonio Tejera Gaspar (Tejera 1993). Por otro lado, en el mis-mo
legajo de la Biblioteca de la Academia de la Historia que conserva el manuscrito
remitido por Rodríguez López sobre Belmaco, se conservan otros dos dibujos de gra-bados
rupestres de La Palma, sin datos de autoría, pero que con toda probabilidad
formaron parte del envío del erudito palmero (Hernández 1997: 186). Se trata de dos
grabados de espirales procedentes de la Cueva del Agua y de Santo Domingo (Gara-fía)
(Hernández 1997: 186-187).
De la Sociedad Cosmológica dependió, además de estas iniciativas de Rodríguez
López, la propia conservación física de algunas de estas importantes muestras de arte
rupestre; por ejemplo, el grabado espiriforme procedente de Cueva del Agua se con-serva
actualmente en el Museo Insular de Santa Cruz de La Palma, procedente de los
fondos de la Cosmológica que pasaron a formar parte de este museo en 1983 (Her-nández
1997: 187). Otras muestras del mismo arte depositadas en el museo y pro-cedentes
de los fondos de La Cosmológica son las pertenecientes al antiguo yacimiento
de Los Guanches, también en Garafía (Hernández 1997: 185).
Pero, la motivación de Rodríguez López y otros estudiosos palmeros en la difu-sión
de estas muestras de arte rupestre de su isla era, sin duda, el convencimiento de
que los símbolos grabados representaban algún signo de escritura. Así, en el texto que
acompaña el dibujo de los grabados en su manuscrito para la Academia, establece «la
semejanza que hemos advertido entre algunas letras griegas y los caracteres anteriores» (ver
reproducción en Hernández 1997: 183) (concretamente una lambda y una sigma) y
recuerda cómo esas «letras griegas» no eran para Viera más que garabatos, mientras que
ahora los investigadores las interpretaban como una muestra del nivel de civilización
Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006) 387
ISSN 1698-014X
Guanchismo y nacionalismo en las sociedades científicas canarias de fines del siglo XIX
alcanzado por los antiguos pobladores, que quedaba también de manifiesto en otros
restos de su cultura material (Mederos, Valencia y Escribano 2003: 26). La autori-dad
intelectual de Viera y Clavijo, y su juicio negativo respecto al carácter de signos
de escritura de los grabados prehispánicos de La Palma, era, inevitablemente, un las-tre,
que intenta ser combatido por los eruditos isleños, acogiéndose a los avances de
los conocimientos científicos y a las nuevas ideas sobre los orígenes de las poblacio-nes
prehispánicas, pero también a una valoración diferente de la importancia de su
herencia cultural.
De hecho, lo que motiva a Rodríguez López es precisamente esto:
“D. José de Viera en sus ‘Noticias de la historia general de las Islas de Cana-ria’
libro 2º párrafo 13 habla de la referida inscripción en estos términos. (‘Se
había creído, que ciertos caracteres que se divisan a modo de inscripción so-bre
una lápida, de la bella cueva del Barranco de Velmaco en la Isla de La Pal-ma
(habitación del príncipe de Tedote), ofrecían un Monumento nada equí-voco
de que aquellos Naturales poseían algún conocimiento del arte de escribir:
pero una persona cordata, que examinó prolijamente los referidos caracteres […]
depone que a la verdad no parecen sino unos puros garabatos […])” (Rodrí-guez
López, en Tejera 1993: 675).
Un juicio tal, mueve la curiosidad y el sentimiento patriótico del erudito palme-ro:
«no podía comprender cómo unos caracteres ‘que se divisan a modo de inscripción’ eran
calificados de ‘juegos de casualidad’. Decidime, pues, a visitar aquel Monumento y exa-minarlo
con mis propios ojos» (Ibidem). Considera que Viera fue víctima de sus infor-madores
en La Palma y piensa que en la reedición que se estaba llevando a cabo de
su gran obra, debería corregirse este error de juicio. Para ello, acomete él mismo la
redacción de una nota que saldría publicada en la reedición de las Noticias de Viera
en 1858, pero como “Nota de los editores”. En el manuscrito que se conserva en
el archivo de Álvarez Rixo, Rodríguez López copia esta nota, en la que reivindica la
«lápida» de Belmaco como un bien patrimonial de primera magnitud para los ca-narios:
“Si el Sr. Viera hubiese por sí mismo examinado aquella preciosa reliquia, el
buen criterio y filosofía que distingue a este sabio historiador isleño, le hubie-ra
hecho formar otro juicio de un monumento que es por todos conceptos de
suma importancia y de mucho precio en una obra que como sus noticias tiende
a detallar la historia de los primitivos moradores de las Afortunadas. Poca cor-dura
se revela en la persona de quien habla el célebre historiador isleño, cuan-
388 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006)
Carmen Ortiz
do se atrevió a asegurarle que eran juegos de la casualidad esos garabatos que
hemos visto y examinado llenos de admiración. ¿Esperaría acaso aquel investi-gador
hallar una inscripción en caracteres españoles? Existe en efecto en la cueva
del Barranco de Velmaco en la Isla de La Palma un monumento histórico aquél
va unido a la memoria de sus primitivos moradores” (Rodrígez López, en Te-jera
1993: 675-676).
La difusión de su interpretación de los grabados como signos de escritura es lo
que pretende Rodríguez López enviando su informe a la real Academia de la Histo-ria,
y pidiendo explícitamente el reconocimiento legitimador por parte de esta insti-tución
(ibid.; 678). Se trata de una premisa:
“No dudamos, pues, que los primitivos isleños de La Palma tuvieron algún co-nocimiento
del arte de escribir […] acaso existirá semejanza entre sus caracte-res
y los de alfabetos de otras naciones; y cualquier viso de igualdad sería un
luminoso rayo que alumbraría el verdadero origen de los indígenas isleños. De
todas maneras, el grado de cultura de los palmeros se ve claramente demostrado
en ese documento de piedra” (ibidem)
que intenta demostrar recurriendo a pruebas científicamente muy defectuosas. En
primer lugar, desestima la función meramente ornamental o artística de los grabados,
por comparación con las decoraciones que aparecen en las cerámicas aborígenes, y
porque si lo que se pretendía era el adorno, se habrían grabado otras partes de la
cueva, más visibles. Pero, la hipótesis de Rodríguez López va por otro lado:
“Advertida la existencia de la Atlántida de Platón, es evidente que estas islas son
reliquias de aquella famosa tierra, lo que se corrobora en la perfecta semejan-za
de las momias encontradas en Tenerife, Canaria y esta de La Palma, con las
célebres momias de Egipto de cuya gente se pobló la Atlántida. Ahora bien, este
origen que se ha atribuido a los primitivos isleños de las Afortunadas ¿no que-daría
clara e infaliblemente ratificado si se descubriese en los caracteres que se
acompañan, semejanza con los antiguos egipcios?” (Rodríguez López en Teje-ra
1993: 677).
A esas alturas del siglo XIX la identificación de las Canarias con la mítica Atlán-tida
no podía tener eco en los medios científicos. Sin embargo, tanto el anticuario
de la Academia de la Historia, como Álvarez Rixo valoran las alegaciones de Rodrí-guez
López. Antonio Delgado en su informe a la Academia escribe que
Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006) 389
ISSN 1698-014X
Guanchismo y nacionalismo en las sociedades científicas canarias de fines del siglo XIX
“nosotros tomamos en consideración las observaciones del Sr. Rodríguez, las
creemos aceptables, si bien no podemos determinar a qué género de escritura
corresponden pareciéndonos signos convencionales que sólo pudieron conocer
aquellos antiguos isleños, y que ningún punto de contacto tienen con otros
monumentos de antiguas épocas y de diversos países. Sólo nos resta decir, que
según la opinión más seguida en el día, del estudio de los pocos monumentos
que nos quedan de los antiguos guanches, o sean de los primeros pobladores
de Canarias, y de las noticias vagas de sus costumbres, parece que tuvieron un
origen Libio-Fenicio, común a otras poblaciones de la costa septentrional de
África” (Delgado en Tejera 1993: 678-679).
Álvarez Rixo manifiesta su opinión de que «los diversos signos esculpidos en dicha
piedra, son verdaderos caracteres, bien astrológicos, o bien de escritura, y que las observa-ciones
escritas al efecto por el Sr. D. Antonio Rodríguez López son muy juiciosas y dig-nas
de fijar la curiosidad y atención de los Sres. anticuarios» (Álvarez Rixo en Tejera
1993: 679). Igualmente apoya la pretensión del escritor palmero de que se corrija el
“error” de Viera sobre Belmaco en la reedición de su obra, dado que, al no haber
podido examinar por sí mismo algunas de las islas, las personas que le informaron
le transmitieron equívocos, que son perfectamente constatables y subsanables (ibid.:
682). Muy distinto es el parecer de los expertos franceses de la Academia de Bellas
Letras contactados por Álvarez Rixo:
“todos han manifestado que no pensaban que el calco fuese una inscripción.
Piensan que es sólo un dibujo de adorno, como se comprueba en algunas pie-dras
raras de los Druidas de nuestra Francia. Creo asimismo que todas las ins-cripciones
líbicas conocidas están escritas en escritura alfabética, pero la de
Velmaco, si escondiera signos de escritura, sería en jeroglífico, lo que sería un
hecho único en la epigrafía de África y de las Islas Canarias que se hallan en
relación. Queremos creer […] que la inscripción de Velmaco no es en realidad
una verdadera inscripción, sino solamente un dibujo de adorno” (Brian en Te-jera
1993: 683).
No era tan unánime este juicio, ya que la opinión sumamente autorizada, y que,
por ello, constituía un gran apoyo para los intelectuales canarios, de Sabin Berthe-lot,
era que los signos rupestres de La Palma y El Hierro constituían restos de una
escritura de tipo jeroglífico: «el mismo género de escritura extraña formada por caracte-res
jeroglíficos representando en su mayor parte groseros arabescos, en los que cada pala-bra
está acaso expresada por un signo particular» (Berthelot 1877: 272, citado en Me-deros,
Valencia y Escribano 2003: 28).
390 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006)
Carmen Ortiz
Posteriormente, la reactivación de la polémica a partir del descubrimiento de la
piedra con inscripción (neopúnica) de Anaga (Tenerife) (Ossuna 1889), vuelve a si-tuar
en un primer plano los grabados rupestres de La Palma. Durante la estancia de
Manuel de Ossuna en la isla en 1888, de nuevo será Antonio Rodríguez López quien
le proporcionará dibujos de los espiraliformes de El Calvario de Santo Domingo
(Garafía), que serán utilizados por Ossuna y remitidos por él mismo a la Academia
de la Historia en 1907 (Jiménez Díez y Mederos 2001: 114, 133). Asimismo, en
1898, Pedro de las Casas Pestana en su historia sobre La Palma, hace referencia a los
grabados descubiertos por Antonino Pestana, miembro fundador de la Sociedad Cos-mológica,
en Garafía y respecto a éstos y los de Belmaco afirma, recordando, igual
que Rodríguez López, la escasa valoración que de ellos hizo Viera y Clavijo, que, una
vez examinadas directamente, no puede negarse que las inscripciones «representan
ideas» (Mederos, Valencia y Escribano 2003: 52). Los restos de escritura eran un ele-mento
muy importante en la creación de una imagen de los canarios prehispánicos,
alejados de la barbarie y dotados en cambio de un alto nivel cultural, puesto que la
escritura era considerada un criterio discriminatorio de primer orden para la consi-deración
de la evolución de las civilizaciones y además podía servir para emparentarlos
con las grandes culturas de la Antigüedad (Cf. Tejera 1993: 673-674). De ahí las
polémicas, extendidas hasta la actualidad, sobre la interpretación de estos signos ru-pestres,
que se utilizan además para relacionar a las poblaciones prehispánicas con
orígenes prehistóricos que pueden ir desde los norteatlánticos a los líbicobereberes.
Los guanches seguían siendo buenos y nobles, pero ya no eran salvajes, puesto que
sabían escribir letras griegas. La forma de vida que los conquistadores castellanos ani-quilaron
casi por completo era, pues, tan respetable, estaba dotada de tan alto grado
de “cultura”, que se colocaba en el mismo nivel de civilización que la de los propios
colonizadores. Las leyendas, las novelas y las obras de teatro que Antonio Rodríguez
López escribe con protagonistas prehispánicos; los nobles guerreros y las bellas prin-cesas
de exóticos nombres y espíritu romántico de la literatura promueven la misma
síntesis cultural, entre la fuerza de las formas impuestas por la cultura colonizadora
metropolitana y la materia prima local que proporciona la riqueza del subsuelo mí-tico
palmero.
Si estos nobles guanches que constituyen, por un lado, el fondo mítico insular y,
por otro configuran, vivos aún en alguna medida, la base de la tradicional cultura
campesina que durante siglos ha sido la forma de vida habitual de los canarios, re-sultan
estar, además, emparentados con los ancestros de los europeos, encontrados en
las cuevas del sur de Francia, es obvio que ningún intento de creación de una iden-tidad
canaria podrá dejarlos a un lado. Incluso, pueden ser un elemento fundamen-tal
de afirmación local en la lucha política, ante la situación de dependencia de Ca-
Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006) 391
ISSN 1698-014X
Guanchismo y nacionalismo en las sociedades científicas canarias de fines del siglo XIX
narias con respecto a la Península dentro del Estado español, dado que, gracias a es-tos
pobladores prehispánicos, las Islas adquieren una posición de primer orden den-tro
de la historia evolutiva y cultural del mundo occidental, superando la propia par-ticularidad
nacional y cultural hispánica. O pueden también constituir la base de un
hecho diferencial que legitime culturalmente una opción política de independencia
respecto a una situación mantenida de dominio y relegación.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
ALZOLA, J. M. 1980. Víctor Grau-Bassas, primer conservador de El Museo Canario. Las pal-mas
de Gran Canaria: El Museo Canario.
BELMONTE AVILÉS, J. A. y J. SÁNCHEZ NAVARRO (coords.). 1998. Ciencia y cultura
en Canarias. Tenerife: Museo de la Ciencia y el Cosmos.
BERTHELOT, S. 1877. “Noticias sobre los caracteres jeroglíficos grabados en las rocas vol-cánicas
de las Islas Canarias”. Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid 1: 261-273.
BERTHELOT, S. 1978 [1842]. Etnografía y Anales de la Conquista de las Islas Canarias. Santa
Cruz de Tenerife: Goya ediciones.
BORY DE SAINT-VINCENT, J. B. G. M. 2005 [1803]. Ensayos sobre las Islas Afortunadas
y la antigua Atlántida o Compendio de la Historia General del Archipiélago Canario. La
Orotava: Editorial Benchomo, 2ª ed.
BOSCH MILLARES, J. 1971. Don Gregorio Chil y Naranjo. Su vida y su obra, Las Palmas:
Cabildo de Gran Canaria.
CIORANESCU, A. 1960-61. “El mito del buen guanche en la historiografía canaria”. Estu-dios
Canarios 11-14.
CIORANESCU, A. 1982. “Formación cultural de Viera y Clavijo”, en J. Viera y Clavijo,
Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Santa Cruz de Tenerife: Goya edi-ciones.
CIORANESCU, A. 1984. “Viera y Clavijo y la filosofía de la historia”. Syntaxis 4: 57-74.
ESTÉVEZ GONZÁLEZ, F. 1987. Indigenismo, raza y evolución. El pensamiento antropológi-co
canario (1750-1900). Santa Cruz de Tenerife: Museo Etnográfico. Aula de Cultura de
Tenerife.
FARIÑA GONZÁLEZ, M. A. 1994. “Bethencourt Alfonso, Juan”, en C. Ortiz y L. A. Sán-chez
(eds.), Diccionario histórico de la antropología española. Madrid: CSIC, pp. 151-152.
FARIÑA GONZÁLEZ, M. A. y TEJERA GASPAR, A., 1998. La memoria recuperada: La
colección “Casilda” de Tacoronte en el Museo de Ciencias naturales de La Plata (Argentina).
Santa Cruz de Tenerife: Caja General de Ahorros de Canarias.
392 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006)
Carmen Ortiz
FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, V. M. 2001. “La idea de África en el origen de la Prehistoria
española: una perspectiva postcolonial”, en V. M. Fernández y L. A. Sánchez (eds.), La
Prehistoria en el tiempo. Estudios de historiografía arqueológica. Complutum 12, pp. 167-184.
GARCÍA PÉREZ, J. L. 1998. Viajeros ingleses en las Islas Canarias durante el siglo XIX. San-ta
Cruz de Tenerife: Caja de Ahorros de Canarias.
HERNÁNDEZ PÉREZ, M. S. 1997. “El arte rupestre de La Palma prehispánica. A pro-pósito
de algunos documentos en la Real Academia de la Historia y del yacimiento
de Los Guanches”, en A. Millares, P. Atoche y M. Lobo (eds.), Homenaje a Celso Mar-tín
de Guzmán (1946-1994). Las Palmas de Gran Canaria: Universidad de Las Palmas
de Gran Canaria, Ayuntamiento de Gáldar, Dirección General del Patrimonio Históri-co,
pp. 179-188.
HERNÁNDEZ PÉREZ, M. S. 1999. La cueva de Belmaco. Mazo, Isla de La Palma. Madrid:
Dirección General del Patrimonio Histórico. Gobierno de Canarias.
HERRERA PIQUÉ, A. 1987. Las Islas Canarias escala científica en el Atlántico. Viajeros y
naturalistas en el siglo XVIII. Madrid.
HERRERA PIQUÉ, A. 1990. Tesoros del Museo Canario. Madrid: Ed. Rueda-Cabildo Insu-lar
de Gran Canaria.
JIMÉNEZ DÍEZ, J. A. y MEDEROS MARTÍN, A. 2001. Comisión de Antigüedades de la
real Academia de la Historia. Baleares. Canarias. Melilla. Gibraltar. Extranjero. catálogo e
Índices. Madrid: Real Academia de la Historia.
LEÓN BARRETO, L. 1990. “El Time” y la prensa canaria en el siglo XIX. Las Palmas: Ca-bildo
Insular de Gran Canaria.
LÓPEZ MEDEROS, J. M. 2004. “Sociedad Cosmológica”. Revista de Estudios Generales de
la Isla de La Palma 0: 433-445.
MEDEROS MARTÍN, A. 1997. “Trayectorias divergentes de las dos principales institucio-nes
museísticas canarias”, en G. Mora y M. Díaz-Andreu (eds.), La cristalización del pa-sado:
génesis y desarrollo del marco institucional de la arqueología en España. Málaga: Uni-versidad
de Málaga, pp. 391-400.
MEDEROS MARTÍN, A. y ESCRIBANO, G. 2002. Los aborígenes y la prehistoria de Ca-narias.
La Laguna: Centro de Cultura Popular Canaria.
MEDEROS MARTÍN, A; VALENCIA, V. y ESCRIBANO, G. 2003. Arte rupestre de la pre-historia
de las Islas Canarias. Madrid: Viceconsejería de Cultura y Deportes. Gobierno de
Canarias.
MONTESINOS, J. 2003. “Expediciones científicas a las Islas Canarias en el período román-tico
(1770-1830)”, en J. Montesinos, J. Ordoñez y S. Toledo (eds.), Ciencia y Romanti-cismo.
Santa Cruz de Tenerife: Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia.
ORTIZ GARCÍA, C. 2005. “La Sociedad Cosmológica de la Isla de La Palma. Localismo y
ciencia positiva”, en A. Vieira (coord.), As Ilhas e A Ciência. História da Ciência e das
Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006) 393
ISSN 1698-014X
Guanchismo y nacionalismo en las sociedades científicas canarias de fines del siglo XIX
Técnicas. I Seminário Internacional. Coimbra: Centro de Estudos de História do Atlânti-co,
pp. 207-230.
OSSUNA VAN DEN-HEEDE, M. DE. 1889. La inscripción de Anaga (Tenerife). Santa Cruz
de Tenerife: Imprenta de Anselmo J. Benítez.
PAZ SÁNCHEZ, M. DE. 1981. Los Amigos del País de La Palma: siglos XVIII y XIX. Santa
Cruz de Tenerife: Excm. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma.
PAZ SÁNCHEZ, M. DE. 1983. Intelectuales, poetas e ideólogos en la francmasonería canaria
del siglo XIX. Santa Cruz de Tenerife: Ecotopía.
PAZ SÁNCHEZ, M. DE. 2003. La ciudad. Una historia ilustrada de La Palma. Bilbao: Cen-tro
de Cultura Popular Canaria.
PICÓ, B. y CORBELLA, D. (eds.). 2000. Viajeros franceses a las Islas Canarias. La Laguna:
Instituto de Estudios Canarios.
Reglamento de la Sociedad Cosmológica de Santa Cruz de La Palma. 2005 [1881]. Edición fac-símil
del manuscrito original. Sociedad Cosmológica de Santa Cruz de La Palma.
TEJERA GASPAR, A. 1993. “La inscripción de Belmaco, según Antonio Rodríguez López
y José Agustín Álvarez Rixo”, en Strenae Emmanuelae Marrero Oblatae. La Laguna: Uni-versidad
de la Laguna, vol. 2, pp. 673-684.
VÁZQUEZ DE PARGA Y CHUECA, M. J. 2003. Redescubrimiento y conquista de las Afor-tunadas.
Aranjuez: Doce Calles.
VERNEAU, R. 1981 [1891]. Cinco años de estancia en las Islas Canarias. La Laguna: José A.
Delgado Luis.
VIERA y CLAVIJO, J. 1982 [1792]. Noticias de la Historia General de las Islas Canarias.
Edición de A. Cioranescu. Santa Cruz de Tenerife: Goya ediciones.