Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006) 713
ISSN 1698-014X
Por el derecho a la memoria de Floreal Rodríguez y todas las víctimas inocentes de La Palma
POR EL DERECHO A LA MEMORIA DE FLOREAL RODRÍGUEZ
Y TODAS LAS VÍCTIMAS INOCENTES DE LA PALMA
José M. López Mederos
Contiene un relato hecho por Floreal en los días que estuvo escondido cerca de
su casa, entorno de La Encarnación-El Planto, en S/C de La Palma, antes de huir al
monte, y diecinueve artículos del mismo, publicados en el semanario “Espartaco”, de
1931 a 1934.
POR EL DERECHO A LA MEMORIA
A la memoria de Floreal Rodríguez y de todas las
víctimas inocentes de La Palma, alevosamente ejecu-tadas
en 1936.
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ALGUNOS DATOS SOBRE FLOREAL RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ
Floreal Rodríguez Rodríguez.
S/C de La Palma, 1910-
Pinar de Fuencaliente, 1936-37.
Tabaquero, hijo de Silvestre y Antonia.
Miembro del Partido Comunista, directivo de Radio
Comunista, colaborador de José Miguel Pérez1,
Secretario de la Unión de Torcedores de la Federación
de Trabajadores de La Palma, redactor de “Espartaco”
y de “Mundo Obrero”.
Fue uno de “Los Trece de Fuencaliente”, asesinado
(a los 26 años) y enterrado en las inmediaciones del
Pino del Consuelo. (Arch. Arabia Rodríguez)
1 José Miguel Pérez, S/C Palma, 1896- Barranco del Hierro, 1936. Maestro, fundador del Partido
Comunista de Cuba (1926), de la Federación de Trabajadores de La Palma, del periódico comunista
“Espartaco”, uno de los fundadores del Partido Socialista en La Palma (1931) y del Partido Comunis-ta
de Canarias, del que era Secretario General en La Palma en 1936. Detenido después del 25 de Ju-lio
del mismo año, encarcelado en Tenerife, condenado a muerte y fusilado en el Barranco del Hierro
(Tenerife) el 4 de Septiembre de 1936.
Floreal (Florián Saturnino Eusebio) Rodríguez y Rodríguez nace en S/C de La
Palma el 6 de Marzo en 1910, hijo de Silvestre Rodríguez de la Concepción, natu-ral
de San Andrés y Sauces, y de Antonia Rodríguez Guerra, de las Nieves, en el nº
6 de La Encarnación, en Santa Cruz de La Palma. Era una familia pequeña, padre,
madre y una hermana, Arabia, fallecida no ha mucho, que se preocupó de guardar
la memoria de su hermano Floreal, conservando fotografías y algunos papeles. La triste
suerte de su hermano hizo que Arabia Rodríguez se comprometiera además a reca-bar
y conservar información, fotografías en particular, de los demás compañeros de
infortunio de su hermano, o sea, de “los Trece de Fuencaliente”. Este documento que
hoy se da a la luz pública lo conservó Arabia hasta su muerte, y dejándolo como
“herencia”, junto con otros datos y objetos de su hermano (le hicieron llegar los ge-melos
de la camisa de Floreal, uno para ella y otro para su novia), a José Rodríguez
Concepción, “Pepe Guerra”, a quien consideraba y trató como al hijo que no tuvo.
“Pepe Guerra”, muy cercano a mi familia y que es el verdadero responsable de este
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Por el derecho a la memoria de Floreal Rodríguez y todas las víctimas inocentes de La Palma
“rescate”, me hizo llegar hace algún tiempo este relato de Floreal y bastantes datos más
que, justamente en estos días, cobran una importancia y un valor extraordinarios,
luego de haberse “descubierto” el 26 de Julio del corriente el osario de las fosas del
Pino del Consuelo (Lomo de la Faya) en Fuencaliente, restos que, de momento y por
su localización, muchos consideran del “Grupo de los Trece”.
Este relato, que bien pudiera titularse “Dialogo entre el Cristo del Llanto y la
Virgen de Las Nieves”, se contiene en un cuadernillo “de escuela” de la época, que
por su contenido fue, sin duda, un cuadernillo de notas o apuntes muy variados, con
muchas citas de autores, incluido Mahoma, y algún que otro dato para su publica-ción
en “Espartaco”
Floreal fue todo un ejemplo de autodidacta: miembro de una familia humilde,
trabaja desde muy joven a la vez que estudiaba, con una enorme afición por la lec-tura
y la naturaleza: no había una excursión sin un libro. Así alcanzó una base cul-tural
y unas cualidades para la expresión escrita poco común en personas de su ám-bito
socio-familiar para quienes los estudios medios y superiores eran inalcanzables.
Tabaquero, se afilia muy pronto al Partido Comunista/Radio Comunista que dirigía
José Miguel Pérez en La Palma llevado por su idealismo de luchar por el mejor bien-estar
de la humanidad, desempeñando es estas organizaciones destacados puestos di-rigentes:
en 1936 era el Secretario de la muy bien organizada Unión de Torcedores2
de la Federación de Trabajadores de La Palma; fue también permanente colaborador
en el periódico obrerista palmero “Espartaco” y corresponsal de “Mundo Obrero”,
órgano oficial del Partido Comunista de España.
Al producirse la toma de La Palma por las tropas del “Canalejas” (25 de Julio de
1936) y concluir la “Semana Roja”3, que tan duramente pagarían una parte de los
palmeros, Floreal, como otros muchos miembros de los partidos izquierdistas, temien-
2 A Radio Comunista/Partido Comunista pertenecían la gran mayoría de los tabaqueros, los más con-cienzados
ideológicamente y mejor organizados en La Palma, en parte derivado de sus especiales rela-ciones
laborales: trabajo en grupo y por que en las tabaquerías existía la figura del “lector”, un obre-ro-
a veces un estudiante aventajado- leía durante toda la jordana prensa, escritos políticos y literatura
variada, pagado en especie por sus compañeros; con frecuencia se daba el caso de existir obreros anal-fabetos
que conocían “de oído” parte de “El Conde de Montecristo” o “El Quijote”.
3 La Palma fue la única Isla de Canarias que no se sumó al golpe militar el 18 de Julio de 1936 y se
mantuvo fiel al Gobierno legal de la II República hasta el día 25 del mismo mes, cuando Santa Cruz
de La Palma fue bombardeada y tomada por el cañonero “Canalejas” procedente del Arsenal de Gran
Canaria con tropas y falangistas. Esta semana, denominada por los facciosos “Semana Roja”, se debió
a la labor del Delegado Insular del Gobierno, D. Tomás Yanes Rodríguez quien, considerando pasaje-ro
el golpe militar, interceptó y no hizo caso a los telegramas emanados por la Capitanía General de
Canarias que ordenaban el levantamiento; se auxilió de las organizaciones políticas republicanas de La
Palma, manteniendo bajo sus ordenes a la Guardia de Asalto y a la Guardia Civil, convenciendo a los
mandos militares de la Isla de la inutilidad de secundar el golpe. Durante esta “Semana Roja” se man-tuvo
el orden en toda La Palma, y los miembros de la oligarquía local no fueron molestados, siendo
detenidas muy pocas personas y por tiempo muy corto, garantizándoles su integridad tanto física como
económica.
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do las represalias de los golpistas, se ocultó en las inmediaciones de su barrio, La
Encarnación-El Planto, auxiliado por su familia y algunos vecinos; primero en un
sobretecho, luego en una carbonera (donde escribió el relato que aquí se publica) y
luego, pasado escondido en una paca de hierba, a un “encanutado” (desagüe subte-rráneo
de una finca). Imagínese el lector en qué condiciones tuvo que vivir. Su ma-dre
recibió en su propia casa palizas propinadas por un guardia civil de triste recuerdo
y cuyo apellido se asemeja al vocablo “matasanos” con el fin de que delatara dónde
estaba su hijo. Nunca lo dijo.
Floreal determinó marcharse al monte junto a sus compañeros, los “alzados” (¿?),
uniéndose a la mal llamada por los facciosos «Partida del Tintorero» (Miguel Hernán-dez
Hernández) con los que convivió unos meses, hasta caer en una emboscada (Oc-tubre-
Noviembre del 36) en el Roque/Cueva de La Calabaza (montes de Las Nieves)
denunciados por algunos vecinos de Velhoco. Fueron detenidos once: Miguel Her-nández
Hernández «El Tintorero», de Argual, que por enfrentarse a sus verdugos fue
apaleado y castrado antes de ser asesinado, Floreal Rodríguez Rodríguez (26 años),
Víctor Ferraz Armas, ambos de S/C de La Palma, Sabino Pérez García, de Velhoco,
Dionisio Hernández Hernández, de Puntallana, Vidal Felipe Hernández (no estaba
en el monte, detenido en Mazo por llevar comida a un familiar, tenía 17 años), An-tonio
Hernández Guerra, Eustaquio Rodríguez Cabrera, ambos de Puntallana, Ma-nuel
Camacho Lorenzo, de Tazacorte, Dionisio Hernández Cabrera y Aniceto Rodrí-guez
Pérez (24 años), los dos de Puntallana otros dos pudieron escapar, Francisco
Brito, «Desgracia» y Antonino Pérez, cabrero de Velhoco que, tiempo después, con-taron
los hechos.
Los bajaron a pie y amarrados por la Cuesta de El Planto/La Encarnación como
«trofeos de guerra». Según versión de algunos vecinos, al pasar por delante de la casa
de Floreal Rodríguez (La Encarnación, 8), llamaron a su madre y hermana para que
lo vieran, y uno de los fascistas le dijo a ambas: «¡Mírenlo bien que es la última vez
que lo van a ver!». La madre de Floreal jamás volvió a pisar la calle mientras vivió
y ambas mujeres, doña Antonia y Arabia Rodríguez, vistieron de luto hasta su
muerte.
Estos once detenidos fueron encarcelados en los calabozos del Cuartel de Infan-tería,
sito entonces en la Plaza de San Francisco, prácticamente incomunicados y so-metidos
a permanentes palizas propinadas para que «cantaran», lo que se realizaba,
por lo general, en el Castillo de Santa Catalina o “Castillete”, entonces guarnición-calabozos
y con pocos vecinos en sus cercanías.
En fecha no muy conocida, a finales de 1936 o principios de 1937, estos once
presos, a los que se sumaron dos más, Segundo Rodríguez Pérez, hermano de Ani-ceto,
y Ángel Hernández Hernández, detenidos por llevar comida a sus familiares
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(¡gran delito ese!), fueron sacados de los calabozos del cuartel de San Francisco en
dos noches consecutivas, en las que sorpresivamente se produjo un “apagón gene-ral”
en toda S/C de La Palma, trasladándolos por el camino de La Dehesa en lugar
de las calles de la ciudad (no querían que les viesen atravesar Santa Cruz de La Pal-ma)
hacia su terrible destino en los pinares de Fuencaliente; fueron Los Trece de Fuen-caliente.
¿Por qué? Hoy la mayoría de los investigadores se inclinan a pensar que estas sal-vajadas
ya estaban previstas por los golpistas: erradicar hasta sus raíces cualquier tipo
de reacción; basta con ver las “instrucciones reservadas” del general Mola, redactadas
a principios del mes de Julio de 1936, en las que se recomendaba actuar con la ma-yor
violencia posible para, nada seguros del triunfo del golpe de Estado —como así
fue— imponerse por el terror. También esta tendencia a la violencia extrema apare-ce
en el manifiesto golpista de Franco publicado en la prensa de Canarias el 18 de
Julio de 1936: «La energía en el sostenimiento del orden estará en proporción a la mag-nitud
de la resistencia que se ofrezca». Y La Palma resistió una semana.
¿Quiénes fueron los responsables de estas matanzas, de “machuca y limpia” en
Canarias? Canarias no fue frente de guerra y la oposición a los golpistas fue míni-ma;
Canarias es la demostración más real de la violencia calculada hasta sus máxi-mos
extremos por los facciosos, por que aquí los “rojos” no hicieron nada que justi-ficara
la violencia franquista aplicada en Canarias derivada de la “implacable venganza
justiciera” como ha querido “venderse” con posterioridad y, lo que es peor, aún en
la actualidad.
Castillo de Santa Catalina, “El Castillete”. Guarnición-calabozos en 1936.
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Responsables en Canarias y en La Palma de estas barbaries no sólo fueron los
autores materiales de los asesinatos sino también, y muy especialmente, quienes las
permitieron y organizaron; un “operativo” de esta magnitud no se puede llevar a cabo
sin la organización y los medios materiales necesarios. ¿Cómo se puede sacar de un
cuartel a trece personas y llevarlas en vehículos hasta Fuencaliente y más en aquellos
momentos, sin impedimento alguno? Evidentemente todo fue organizado y alentado
desde arriba, por el terrible General Dolla, sustituto de Franco en la Capitanía Ge-neral
de Canarias, y sus secuaces en todas las Islas. Es insostenible que Dolla actuara
por su cuenta y que se extralimitó, lo que le llevó a perder la confianza de Franco;
Dolla era un “mandado” que cumplía órdenes.
Hoy, setenta años después, sabemos más; esto es chico y todo se sabe; la memo-ria
de las gentes, de los familiares, amigos y vecinos es dura de roer y se hace per-manente,
y conviene recordar, sólo eso, recordar, a las personas que perdieron la vida
por unos ideales que hoy forman parte de la vida cotidiana de los españoles. La he-
Antiguo cuartel de San Francisco, a la izquierda, aledaño a la iglesia del mismo nombre.
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rida abierta entre los españoles aún no está cicatrizada, ya es hora de cerrarla y para
ello es necesario dignificar y recordar a los “desaparecidos”, ejecutados y perseguidos.
Les quitaron la vida, que no les quiten el recuerdo.
Alpargatas con restos óseos encontradas
en las Fosas de “Los Trece de
Fuencaliente”
Posibles restos de “Los
Trece de Fuencaliente”
hallados el
26 de Julio de 2006.
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Al respecto y que dedico a la memoria de “Los Trece de Fuencaliente”, víctimas
inocentes y a sus familiares, dice el Evangelio de San Juan (Cap. 5, vers. 28-29):
“No os sorprendáis, viene la hora en que todos los que están en las tumbas es-cucharán
la voz y saldrán, los que hicieron el bien, para resucitar a la vida”.
REPRODUCCIÓN LITERAL DEL ÚLTIMO RELATO
DE FLOREAL RODRÍGUEZ
I
«—¿Hablo con María de Las Nieves?... Aquí San Pedro. No te alarmes, María. No
es costumbre en mí servirme del teléfono, pues bien sabes que me dan de cara todas
esas extravagancias cuyo conjunto llama la gente —no sé porqué razón— “Progreso”;
pero es el caso que, aún a mí pesar, he de faltar a mi hábito utilizando estos hilos
para decirte algo que es preciso sepas cuanto antes.
Floreal Rodríguez y su hermana Arabia. 23 de noviembre de 1928.
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No, no. Repito, que la cosa no es como para volvernos locos; aunque si puede ser
motivo de incontables y tremendos inconvenientes. Verás: han llegado hasta mí ru-mores
bastante desfavorables acerca de tu colaboración con esa gente española en
cambiar las cosas en España de acuerdo con su manera de ser y sus despreciables
intereses (Esto de despreciables es por si alguien está oyendo…) Escucha. Si, ya sé
que tu colaboración no es voluntaria y que por motivos que no es preciso traer a
colación, te ves en la necesidad dolorosa de acceder a sus caprichos y conveniencias
que, dicho sea de paso, nada favorecen a nuestra religión, aunque sí a nuestra Igle-sia…
Pero…
Si, María; es muy razonable cuanto me dices pero es absolutamente preciso ha-cer
comprender a todos estos señores cuyas pretensiones parecen que no reconocen
límites, que puesto que exigen de nosotros una contribución que nos hace que pon-gan
en entredicho ante nuestros fieles más sinceros (y, lo peor, ante los que no son
fieles) todos los grandísimos inconvenientes que nos acarrean con sus descomunales
pretensiones. Y perdona que no escuche tus razonadas observaciones; pero no puedo
continuar porque será demasiado costosa esta conferencia y no disponemos de…
Mucha suerte por ahí y andad con pies de plomo que los tiempos no son para
menos.
II
—Mira, amigo del Llanto, no vengas tú también a descargar sobre mí tus acusa-ciones.
Tengo bastante, me parece, con el repertorio que me soltó por teléfono San
Pedro hace unos días.
—Perdona, amiga María. No sabía que el Santo Pedro te hubiera hablado del par-ticular
y me satisface esta coincidencia, que robustece y presta autoridad a mis opi-niones.
Pero… ¿Dices que por teléfono?
—¡Por teléfono y todo! (¡Qué has creído?) Se excusó diciendo que le dan de cara
todos esos chismes del progreso; pero muy bien que advertí satisfacción, y creo que
me hubiera predicado su media horita si no es por el costo de la conferencia; en
cuanto a mí, confieso que no me disgusta.
—Nuestro papel —permitid que vuelva a mi discurso— me está pareciendo bas-tante
ridículo, María. Bien sabes que hacía mucho tiempo que no veía el sol.
Se excusan diciendo que como soy tan grande…Lo que no sabía yo que fuese
delito ser grande. En fin, dejemos mi figura pugilística… Preciso es que, este tiem-po
que vamos a estar juntos lo aprovechemos en hablar de nuestros comunes intere-ses,
más amenazados desgraciadamente, de lo que nos podemos suponer.
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—Me resigno a escucharte, amigo del Llanto. Pero oye este ruego y tenlo en cuen-ta:
pluraliza un poco… por que no voy a ser yo la cenicienta.
—Si no trato de acusarte, amiga María de Las Nieves. Si alguna vez lo parece, no
es mi intención, yo sólo quiero decirte lo que pienso y escuchar tu autorizada opi-nión
acerca de ello.
Aunque vivo olvidado de todos —y no me lamento— conozco algo de lo que su-cede
en España y tengo noticias respecto de algunas conductas.
—Te rogaría no hicieses alusiones, pues nada hay que nos impida ser claros en-tre
nosotros.
—No puedo ser más claro, mi buena María, pues si bien sé que hay entre nues-tros
“fieles” mucha conciencia tenebrosa, no podría señalar cuál de éstos son sus”
propietarios”. Pero, amiga, hemos de aceptar la verdad tal cual ella es y reconocer
—aunque sea duro— que la devoción de nuestros fieles por dinero y sus ansias de
poder en este sucio mundo —y pedimos a Dios que califique así su obra— está en
ellos mucho más desarrollada que su devoción cristiana y sus deseos de alcanzar el
bienestar en la otra vida…
—Mí querido amigo del Llanto: sin duda tienes toda la razón; pero a falta de pla-ta,
hemos de aceptar el cobre. Son de cobre ordinario nuestros fieles, pero no los
tenemos mejores y ellos son nuestros sostenedores —amigo— por conveniencia unos,
por ignorancia los menos; por adular a los primeros, una buena cantidad y bastan-tes
por parecer gente “bien” y aprovechar las ocasiones en que nuestra religión les
ofrece ciertas ostentaciones.
—Veo que tú también has observado algunas verdades y convengo sin reservas que
es muy oportuno que las tengamos para nosotros. Comentando si nuestros fieles tie-nen
sus conveniencias, sus caprichos, más o menos estúpidos, y a veces inconfesables,
no diré que me opongo a servirles en todo lo que podamos y sea razonable, pero sí
es muy justo que exijamos a nuestra vez una lógica y justa reciprocidad —alguna jus-tificación
de su parte—. Nuestro Santo Pedro ha dicho en síntesis —según me han
contado— que realicemos una política habilidosa —que “cubra las apariencias”, di-gámoslo
así—. Y esta es también concretamente mi idea. Bien sabes que los peores
enemigos de una doctrina cualquiera no son los que la combaten sino aquellos que,
llamándose sus defensores, la adulteran y falsifican, proporcionando al enemigo los
perores argumentos que contra esa doctrina puedan esgrimirse y, si hemos de ser sin-ceros,
hay que confesar que nuestros peores enemigos se encuentran en nuestro pro-pio
campo.
Pero, amigo del Llanto —o del Planto, como el vulgo se empeña en llamarte—,
¿crees tú que adelantamos algo de esta manera? Más práctico me parece que estudie-mos
y elaboremos nuestro plan de defensa, esforzándonos en hacerle comprender a
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nuestros exigentes fieles la necesidad de aceptarlos explicándoles la conveniencia ge-neral
de ello.
—Muy fuerte, María, pero esa es tarea que sale de nuestras competencias.
—Esta necesidad iba a exponérsela a nuestro Santo Pedro cuando soltó su teléfo-no
alegando motivos económicos.
—Sin embargo María, es urgentísimo que, en la primera ocasión, planteemos la
cuestión en toda su realidad. Tú, que eres muy visitada y cuentas con muchos devo-tos
por tus bondades, habrás tenido infinitas oportunidades de ver entre estos a bas-tantes
individuos no muy dignos de ti y algunos cuyas fortunas cuentan en su for-mación
con el sacrificio de víctimas inocentes. María… hay riquezas cimentadas sobre
crímenes —son las más— y que para crecer necesitan víctimas como el militar ne-cesita
soldados que enviar a la muerte para lograr ascenso rápidos…En este paseo que
me han dado desde mi ermita hasta esta tu casa, he sentido asco de muchísimos de
mis acompañantes y si no fuera por este tiempo que hemos estado reunidos hubiera
deseado me dejasen tranquilo en mi soledad que siempre es mejor estar solo que con
una compañía como la que tuvo Cristo en el monte del Calvario…
—¡Caramba, cruel con nuestros fieles…!
—Te equivocas, María. Podría demostrarte fácilmente que los crueles son ellos para
con nosotros. La gente que trabaja y sufre vé con malos ojos —lo sé muy bien—
nuestra abierta contribución a la consecución de ciertos inconfesables propósitos, de
nuestros falsos fieles.
—Sabes, amiga, que cuando al populacho cejijunto se le escarrancha una idea en-cima
de las cejas la cosa no es como para estar muy tranquilo. Y, por desgracia para
nosotros, mucho me equivoco o esa idea que yo tengo se ha clavado ya…
—Eres un pesimista crónico, amigo del Llanto.
—Mejor sería que no fuera así, pero comprobarás con dolor que soy, por el con-trario,
un realista y que es la misma evidencia lo que estoy diciendo. Te cuentas muy
segura. Sin embargo quizá no seas de las últimas víctimas. Tus devotos te han pro-porcionado
un buen número de enemigos invocándote, como protectora de sus más
despreciables propósitos y no me sorprendería nada que parte de su culpas las cobraran
sus enemigos en ti, con la intención de hacerles daño a ellos. He aquí lo que consti-tuye
—a mi parecer— la crueldad de nuestros fieles para con nosotros. ¿Te parece
que soy injusto?
—No te falta razón, pero hay que guardar las apariencias— como aconseja Pe-dro—
y contemplar a nuestros amigos. ¿Que son por conveniencia? Ya lo sé.
Ohhh… Ohhh… Envuelto en los olores de las dovatas perfumadas llega un gi-gantesco
de rezos que se repiten. Oigo ese sordo ruido característico de un gentío que
marcha lentamente. Es la Virgen de Las Nieves que la llevan de regreso en su viaje
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de rogativa por la victoria que su poder divino no logró. ¡Ya me parecía algo raro que
San Pedro hablara por teléfono! (Cuidado, que se le ocurren a uno extravagancias
cuando sueña)
Y mientras la infinita devoción de sus fieles conducen a la “negrita” con todos los
honores y cuidados a su templo, alejándose, yo me quedo pensando: “Más de cua-tro
de esos, si supieran que estoy aquí, a dos metros de ellos, ¡con cuanta alegría
dejarían su virgen y sus rezos para venir a atraparme con fines “muy cristianos”!
Y siento…».
Concluye aquí el relato de Floreal Rodríguez Pérez, cuyo original escrito a lápiz
conserva su familia.
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APÉNDICE DOCUMENTAL
REPRODUCCIÓN FACSÍMILE DEL INICIO DEL “DIÁLOGO ENTRE
EL CRISTO DEL PLANTO Y LA VIRGEN DE LAS NIEVES”
Algunos artículos publicados en “ESPARTACO” de 1931 a 1932
Contiene diecinueve artículos publicados en el semanario “ESPARTACO” por Floreal
Rodríguez, bajo el seudónimo de “LAEROLF”, entre 1931 y 1934.Con total seguridad
hubo de publicar más, pero la mejor colección del semanario “ESPARTACO”, que es la
que conserva la Hemeroteca del Museo Canario de Las Palmas y que procede del lega-do
de Don Antonino Pestana, desgraciadamente es incompleta y faltan muchos núme-ros
de dicha revista. La colección que conserva la Hemeroteca de la Universidad de La
Laguna es una copia de la del Museo Canario. También en la Hemeroteca Municipal de
Madrid se encuentra otra colección de “ESPARTACO” y que adolece del mismo mal.
Asombra observar la calidad, variedad, amplitud y profundidad de estos artículos es-critos
por un joven de entre 21 y 26 años (no le dejaron vivir más), trabajador tabaque-ro
y que muy pocos años pudo asistir a la escuela. No cabe duda de su autoformación
—Floreal era un empedernido lector y su profesión de tabaquero (conocida es la figura
del “lector” en las fábricas de tabaco en La Palma y en Cuba) contribuyó mucho a su
acceso a la más variada literatura— y a lo que sumamos la profunda influencia que de-bió
ejercer en este joven el educador y político comunista palmero José Miguel Pérez.
Su pensamiento político es profundamente pro soviético, comunista bolchevique, como
no podría ser de otra manera en un joven comunista de los años veinte.
Lo triste y lamentable es que a Floreal Rodríguez lo asesinaron a sus 26 años por sus
ideas y por sus palabras.
Creo que es motivo más que suficiente para recuperar su memoria.
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Reproducción facsímile del inicio del “Diálogo entre el Cristo del Llanto y la Virgen de las Nieves”,
extraído del “Cuaderno de Floreal” (Archivo Arabia Rodríguez).
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740 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006)
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Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 2 (2006) 741
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