INTRODUCCIÓN
Desde finales de la década de los noventa parece atisbarse entre los arqueólogos pal-meros,
un mayor interés por el estudio del poblamiento benahoarita de la Comarca
Noroeste de la Palma. Este interés se traduce en un mejor conocimiento arqueológico de
esta Comarca que, tradicionalmente y salvo algunas excepciones, apenas había generado
interés. El punto de inflexión en este cambio puede situarse, por un lado, en la publica-ción
de la Tesis Doctoral de F. Jorge Pais Pais (1996), que ofreció una nueva perspectiva
para interpretar la prehistoria de la isla de La Palma, y por otro, en la aparición de una
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EL POBLAMIENTO BENAHORITA EN EL NORTE DEL BANDO
PREHISPÁNICO DE HISCAGUÁN/TIXARAFE (PUNTAGORDA)
Francisco Pérez Caamaño
Resumen: El actual municipio de Puntagor-da
era un territorio que, según la Crónica de J.
Abreu Galindo sobre la conquista de la isla de La
Palma, pertenecía al Bando, o Señorío, prehispá-nico
de Hiscaguan/Tixarafe. El poblamiento be-nahoarita
de esta zona, como muchas otras, se
estructuraba a partir de los tramos medios y bajos
de los barrancos más importantes y con buena
disponibilidad de cuevas naturales para el hábitat.
Añadido a este poblamiento, se desarrollaba otro
al aire libre en pequeñas cabañas construidas en
piedra y elementos vegetales.
El desarrollo de la economía de producción
ganadera llevó a estas poblaciones a ocupar, esta-cionalmente,
las cumbres de Puntagorda para
aprovechar los pastos de verano. Este tipo de eco-nomía
caracteriza a una sociedad de tipo segmen-tario,
cuya organización implica una estructura-ción
de poder horizontal cercana al igualitarismo
y basada en el control del territorio, aunque tal
segmentación tiene unos mecanismos que aún no
han sido del todo especificados.
Palabras clave: Puntagorda, Hiscaguan/Tixa-rafe,
Territorio, Sociedad Segmentaria, Economía
Ganadera.
Abstract: Puntagorda town was a territory
that, according to J. Abreu Galindo’s history
about the Conquest of La Palma Island, be-longed
to prehispanic kingdom of Hisca-guan/
Tixarafe. In this area, population lived
in the middle and low parts of the ravines
more important, which had good natural
caves for that. Apart from these habitats, they
had small housings built with stone and wood
in the open air.
The development of production-farmer
economy let that this populations took ad-vantage
the pastures of summer in the
Puntagorda’s summit. This kind of economy
characterize to the segmentary societies,
whose organization suppose the existence of
horizontal power near to the equality
societies, besides a important control of
territory. However, this segmentary society
have not been studied too much.
Key words: Puntagorda, Hiscaguán/
Tixarafe, Territory Segmentary, Society Far-mer
Economy.
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nueva generación de arqueólogos procedentes de esta comarca, que han participado en
la extensión de este conocimiento.
El objetivo de este trabajo es proporcionar un esquema sobre el poblamiento benahoari-ta
de Puntagorda, que atendiendo a la crónica de José Abreu Galindo (1977 [1602]), fue un
territorio perteneciente al Bando, o señorío, benahoarita de Hiscaguán/ Tixarafe, uno de los
doce en que se dividía la Isla cuando se inició el proceso de conquista europea en 1492.
A finales del siglo XVI decía J. Abreu Galindo: «El onceno señorío era desde el barranco de
Hiscaguan hasta la asomada de Tixarafe; y de toda esta tierra era señor Atogmatoma, y el más pode-roso,
por la mucha tierra y gente que tenía» (1977: 268). Esta descripción de J. Abreu Galindo
no parece estar muy lejos de la realidad, por lo menos en cuanto a la proporción de yaci-mientos
arqueológicos localizados en el territorio de este reino. En los últimos años se han
realizado algunas investigaciones arqueológicas en la Comarca Noroeste de La Palma. Junto
a la Tesis Doctoral de F. J. Pais Pais (1996), F. Herrera García y quien suscribe (en prensa),
hemos analizado el poblamiento aborigen de Puntagorda, enmarcado en un estudio de his-toria
local que próximamente verá la luz. Por otra parte, desde 2002, el CICOP (Centro
Internacional para la Conservación del Patrimonio), ha iniciado, bajo la dirección de Jorge
Pais Pais, el desarrollo de las cartas arqueológicas de los municipios de Tijarafe, Puntagorda y
Garafía. Estos estudios han revelado un intenso poblamiento benahoarita en las medianías y
bajas medianías de los tres municipios, contando con algunos de los mayores poblados de la
Isla. Al mismo tiempo se ha extendido el ámbito de las ocupaciones estacionales de cumbre,
donde los altos de Puntagorda y Tijarafe han proporcionado nuevos conjuntos de cabañas
pastoriles así como nuevas estaciones de grabados rupestres.
Desde que J. Martínez Santaolalla realizó una pequeña excavación en las cabañas de
la Cruz de La Reina (1948), y cuya memoria se ha perdido, hasta los recientes trabajos
mencionados, Puntagorda es uno de los municipios palmeros de los que menos referen-cias
arqueológicas se disponen. A pesar de este hecho se puede afirmar que la zona norte
del Bando de Hiscaguan/Tixarafe presenta un importante poblamiento aborigen y, posi-blemente,
en las décadas que precedieron a la conquista castellana, intenso.
EL TERRITORIO FÍSICO.
LAS CONDICIONES NATURALES DEL POBLAMIENTO
El territorio analizado en estas líneas se extiende desde el Barranco de Izcagua, que es la cas-tellanización
de Hiscaguán, hasta el Barranco de Garome. Puntagorda es una extensión de la
ladera oeste de la Caldera de Taburiente, y está claramente delimitada por estos dos profundos
barrancos. Dentro de estos límites se desarrollan otros dos barrancos de largo recorrido, como
son el Barranco de San Amaro, al sur de Izcagua, y el Barranco de El Roque, al norte de Garome.
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El poblamiento benahorita en el norte del bando prehispánico de Hiscaguán/Tixarafe (Puntagorda)
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En las medianías tienen origen otra serie de barrancos de corto recorrido como son el Barranco
de Agua Dulce, Barranco de Joday/Breñoso o las barranqueras de la Cruz de la Reina. Las media-nías
se caracterizan por suaves lomas, incluso llanos con ligera pendiente, salpicadas por nume-rosos
conos volcánicos, entre los que destacan la Montaña de Matos, la Montaña de Miraflores
o la Montaña de Bravo, entre otros. Esta estructura geológica finaliza bruscamente en la costa
en escarpados acantilados cuya altitud media se sitúa en los 200 m.s.n.m.
La condición volcánica de la Isla, así como las características particulares de este vulcanis-mo,
propiciaron que en estos barrancos se formasen numerosas cuevas, que fueron utilizadas
por los benahoaritas como lugares de habitación preferente. A esta preferencia hay que aña-dir
otra, cuya naturaleza se relaciona con la estructura socioeconómica de sus ocupantes: se
eligieron como hábitat aquellos grupos de cuevas emplazados en los tramos bajos de los
barrancos. Por tanto, y como ya refiere J. Pais Pais (1996: 46), se puede afirmar que el pobla-miento
aborigen de Puntagorda, es esencialmente costero, lo cual no quiere decir que la cer-canía
al mar fuese real, puesto que los acantilados impiden un fácil acceso al mismo.
En cuanto al paisaje vegetal, el emplazamiento de Puntagorda al noroeste de la Isla y su
refugio con respecto a la influencia directa de los vientos alisios, configura una cobertura vege-tal
donde predomina el piso montano seco (Santos Guerra, 1983), es decir, el pino canario
con un bajo desarrollo arbustivo, salvo algunas excepciones, como en la zona de El Fayal,
donde predomina el pino canario con un intenso fayal-brezal. Si atendemos a las descripcio-nes
de algunas fuentes históricas (Frutuoso, 1964 [1590]), y a algunas investigaciones al res-pecto
(Santos Guerra, 1983), durante el periodo del poblamiento aborigen, el desarrollo del
pino canario se extendería en Puntagorda hasta casi los 400 m.s.n.m., intercalado en la baja
medianía por la presencia de ejemplares del bosque termófilo (dragos, palmeras y aceviños).
Esta configuración geográfica y su relación con la influencia de los vientos alisios, pro-porciona
un comportamiento de los recursos hídricos diferenciado con respecto a otras zonas
de la Isla. No existen corrientes de agua permanente, sólo de carácter ocasional en la estación
lluviosa y ceñidas a los barrancos de Izcagua y Garome. Sin embargo, aparecen numerosos
puntos de agua repartidos por toda la geografía local, desde la costa hasta la cumbre, que uni-dos
a la presencia de varios charcos de agua permanente en los fondos de los barrancos, sir-vieron
de abastecimiento hídrico a la población benahoarita de Puntagorda y a sus rebaños.
EL TERRITORIO ARQUEOLÓGICO.
DISTRIBUCIÓN DE LOS YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS
El poblamiento aborigen se articula, principalmente, en torno a los conjuntos de cuevas
que existen en los tramos bajos de los barrancos; al mismo tiempo, existe un poblamiento al
aire libre en cabañas, cuya presencia es minoritaria. No obstante, la intensa roturación del
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Francisco Pérez Caamaño
terreno desde el siglo XVII hasta finales del siglo XX, ha podido provocar una destrucción de
las evidencias arqueológicas con respecto a este tipo de hábitat, por lo que resulta difícil con-trastar
y valorar el poblamiento en cabañas y su relación con el hábitat en cueva.
HÁBITAT EN CUEVA
Barranco de Izcagua
Este barranco es el límite administrativo entre los municipios de Puntagorda y Garafía, y
tiene un recorrido desde el borde exterior de la Caldera de Taburiente, a 2.300 hasta los 200
m.s.n.m. En 2003 se prospectó el margen de Puntagorda, donde el número de yacimientos pare-ce
menor. La zona ocupada se extendiende, aproximadamente, desde la Fuente de los Dornajos,
a unos 700 m.s.n.m. hasta su final, a 200 m.s.n.m. De momento no se puede precisar con exac-titud
el número de cuevas de habitación presentes en este barranco hasta que no se terminen las
mencionadas prospecciones arqueológicas, en el margen de Garafía, sin embargo, y en función
del conocimiento ya existente sobre la zona, se puede afirmar que hay más de una treintena de
cuevas con indicios de haber sido ocupadas por los benahoaritas, tanto de hábitat como sepul-crales.
En líneas generales, el Barranco de Izcagua tiene una orografía complicada, con
numerosos saltos (cabocos), que impiden el desarrollo de un hábitat homogéneo.
Barranco de San Amaro/Las Carballas
El Barranco de San Amaro se desarrolla desde los 1.800 hasta los 200 m.s.n.m. El tramo
con ocupación aborigen comienza a los 600 m.s.n.m., aunque se han localizado algunas
cuevas ocupadas en tramos más altos. El inicio del poblamiento concentrado se ubica en
los alrededores de la vieja iglesia de San Amaro, construida a mediados del siglo XVI. Desde
esta parte del barranco hasta su final, muy acantilado, se han localizado 18 cuevas de habi-tación
aborigen, con presencia de un importante registro arqueológico en superficie.
Muchas de las cuevas están reutilizadas en periodos posteriores, bien como corrales
para el ganado, bien como lugares de almacenamiento de grano, pajón, etc. Es uno de
los barrancos de Puntagorda con mayores recursos hídricos, que se distribuyen desde su
tramo bajo hasta la zona cumbrera.
Barranco de Agua Dulce
Es un barranco que tiene un corto recorrido, pues nace a unos 600 m.s.n.m. En su
tramo bajo aparecen cuatro grandes cuevas de habitación con una gran cantidad de mate-rial
arqueológico de superficie (cerámica, lítico y malacofauna). Muy cerca de las cuevas,
sobre un filón rocoso, aparece una estación de grabados rupestres, al lado de una fuente
que, en la actualidad, sólo emana agua en invierno.
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Barranco de El Roque
Tiene su origen a 1500 m.s.n.m., pero la ocupación aborigen se desarrolla a partir de
los 500 m.s.n.m. Es el poblado benahoarita más importante de Puntagorda en función
del número de yacimientos documentados, aproximadamente unos 50 entre cuevas de
habitación y cuevas sepulcrales. Se puede afirmar que es uno de los mayores poblados de
la Isla, sólo superado por el Barranco de los Gomeros, en Tijarafe. Casualmente, los dos
poblados se sitúan en el mismo Bando: Hiscaguán/Tixarafe
El poblamiento de este barranco se articula en tres tramos, separado cada uno de ellos
por los estrechamientos del barranco. El material arqueológico de superficie es abundante,
destacando el cerámico y el lítico, seguido del malacológico (lapas). Algunas cuevas aún
conservan estructuras de piedra en su interior que no pueden relacionarse con reutilizacio-nes
posteriores, puesto que las mismas no se han utilizado para albergar ganado.
Barranco de Garome
Es un barranco de las mismas características que el de Izcagua. Tiene un recorrido
desde el borde exterior de la Caldera de Taburiente hasta la costa, con un poblamiento
aborigen en su tramo bajo, a partir de los 700 m.s.n.m. También presenta una orografía
abrupta, con numerosos cabocos y paredes escarpadas, lo que dificulta la existencia de
un hábitat concentrado. Aunque no se puede precisar el número de yacimientos presen-tes
en este barranco, el reconocimiento que se ha hecho del mismo permite afirmar que
existe un número aproximado de 20.
HÁBITAT EN SUPERFICIE
Cabañas de la Cruz de la Reina
Este poblado fue estudiado en los años cuarenta por J. Martínez Santaolalla, pero la
memoria de este trabajo se ha perdido. En los años cincuenta, L. Diego Cuscoy (1951), da
cuenta de él en una pequeña descripción. Desde esta fecha hasta 1997, el poblado fue citado
en numerosas ocasiones pero de forma imprecisa (Arco Aguilar y Navarro Mederos, 1987 o
Martín Rodríguez, 1992). En 1997, F. Herrera García, en el marco del estudio sobre la
Historia de Puntagorda (en prensa), redescubre el poblado en la zona epónima, muy cerca de
la costa de Gutiérrez y del Barranco de Izcagua. Se trata de un conjunto de estructuras de pie-dra,
de forma oval y rectangular, que forman parte de las bases o fondos de las cabañas, com-poniendo
un número impreciso en torno a las 40 ó 50 y repartidas en tres lomas. Suelen apa-recer
de forma individual, aunque existen algunos conjuntos de tres o cuatro cabañas adosa-das,
con un diámetro que no supera los dos metros. El material arqueológico de superficie es
escaso, pues la erosión y su localización en pendiente han provocado el arrastre del material.
Según J. Pais Pais (1996: 49), puede tratarse de un hábitat asociado al poblado de
Izcagua, debido quizás a una escasez de cuevas habitables en el mismo.
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Francisco Pérez Caamaño
Otros indicios
Existen otros indicios de hábitat de superficie en Puntagorda, aunque aparecen muy
desdibujados debido a las roturaciones del terreno. Muy cerca del poblado de cuevas de
Agua Dulce, sobre una ladera, aparece una gran cantidad de material arqueológico, espe-cialmente
cerámico, asociado a algunos restos de estructuras de piedra. Es un lugar que
sirve de pastizal a una manada de cabras, y éstas han dejado al descubierto estos indicios.
Como se ha apuntado para las cabañas de la Cruz de la Reina, es posible que la escasez
de cuevas en el Barranco de Agua Dulce haya propiciado en algún momento la instala-ción
de un grupo humano en un hábitat de superficie cercano.
En las recientes prospecciones arqueológicas dirigidas por J. Pais Pais en Puntagorda
(2003), sobre el margen izquierdo del Barranco de San Amaro/Las Carballas, apareció un
pequeño grupo de fondos de cabañas, con escaso material en superficie y, posiblemente, tam-bién
asociado al hábitat en cueva que se desarrolla en este barranco. Por último, sobre la
Montaña de Matos aparecen los restos arrasados de varias cabañas de habitación con material
arqueológico asociado (Comunicación personal de J. Pais Pais). Esta Montaña, lugar pree-minente
sobre el paisaje, pudo tener algún valor simbólico para los benehoaritas de esta parte
de la Isla, pues también aparecen varias cazoletas labradas sobre la toba volcánica, y cuya fina-lidad
parece relacionada con rituales propiciatorios de carácter mágico religioso.
HÁBITAT DE CUMBRE
Este tipo de hábitat está relacionado con actividades de tipo pastoril (Pais Pais, 1996:
238), actividades que, como se verá, se incluyen dentro de una organización socioeco-nómica
más amplia y compleja.
En la zona conocida como el Llano de las Ánimas, a 2.000 m.s.n.m. justo donde acaba
el pinar y comienza el codezal de cumbre, existe un conjunto de diez estructuras de pie-dra
a modo de fondos de cabaña, al cual se asocia material arqueológico, especialmente
cerámica. Tanto los incendios forestales como las diversas limpiezas posteriores, han deja-do
al descubierto estas estructuras. Este llano cumbrero conecta Puntagorda con el cír-culo
de la Caldera de Taburiente, y fue utilizado en el periodo moderno tanto como ruta
pastoril para subir los rebaños y aprovechar los pastos de cumbre en verano, como vía de
comunicación de la población con otras zonas de la Isla, especialmente San Andrés y
Sauces y Santa Cruz de la Palma. Posiblemente los benahoaritas aprovecharon esta vía en
el mismo sentido, es decir, como ruta de acceso desde sus poblados en los tramos bajos
de los barrancos hasta la cumbre, con el fin de apacentar los rebaños en los pastizales de
cumbre durante la estación seca.
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El poblamiento benahorita en el norte del bando prehispánico de Hiscaguán/Tixarafe (Puntagorda)
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Del territorio arqueológico al territorio social. La zona norte
del Bando de Hiscaguán/Tixarafe dentro de la sociedad tribal segmentaria
No se van a definir aquí con detalle las características del periodo prehispánico de La
Palma, pues están suficientemente definidas en otras investigaciones precedentes (Hernán-dez
Pérez, 1977; Navarro Mederos y Martín Rodríguez, 1987; Martín Rodríguez, 1992 y
1993; Pais Pais, 1996). Sin embargo, es necesario comentar algunas cuestiones con el fin
de contextualizar el poblamiento benahoarita de Puntagorda.
La secuencia de la prehistoria palmera está definida desde hace algunos años por M.
Hernández Pérez (1977), y redefinida posteriormente por J. F. Navarro Mederos y E.
Martín Rodríguez (1987 y 1990). Esta secuencia, única en toda Canarias, está realizada a
partir de la peculiar evolución de las formas y decoraciones de la cerámica, cuestión que ha
podido observarse a partir de las estratigrafías de algunos yacimientos arqueológicos como
El Humo y Los Guinchos (Breña Alta), Belmaco y Roque de los Guerra (Mazo) o El Tendal
(San Andrés y Sauces). Esta evolución que permite una datación relativa del poblamiento
benahoarita desde su presencia en la Isla hasta su finalización, registra cuatro fases cerámi-cas
donde la decoración marca los puntos de inflexión en las mismas. Exceptuando la pri-mera
fase, en la que la cerámica apenas se decora, el resto están divididas en una serie de
subfases que ayudan a precisar su evolución. En líneas generales, las tres primeras fases
corresponden a un Horizonte Antiguo que tendría su arranque a mediados del I milenio
antes de nuestra era (a.n.e.) hasta aproximadamente el siglo X después de nuestra era
(d.n.e.). La fase cerámica IV abarcaría desde esta fecha hasta la finalización de la formación
social benahoarita, dentro de lo que se denomina Horizonte Reciente.
No existe en Puntagorda ninguna excavación arqueológica que permita contrastar a
partir de qué momento se ocupa este territorio por la sociedad benahoarita. Por tanto,
será el registro arqueológico de superficie el que oriente la datación relativa de este pobla-miento,
lo que supone problemas a la hora de precisar este aspecto. En el poblado del
Barranco de El Roque se han localizado fragmentos cerámicos con una decoración per-teneciente
a la fase cerámica IIb, datada a mediados del I milenio d.n.e. Sin embargo no
se puede tomar como referente, pues no se sabe cuanto tiempo puede durar una tradi-ción
decorativa desde el momento que comienza su generalización hasta que deja de uti-lizarse.
Lo cierto es que el registro cerámico de superficie más abundante en los pobla-dos
del norte del Bando de Hiscaguan/Tixarafe se sitúa entre la fase cerámica IIId hasta
la IVb. Esto indica que el poblamiento benahoarita en Puntagorda parece hacerse más
intenso a partir del siglo X d.n.e. Sin embargo, también puede indicar un incremento en
la producción cerámica en toda la Isla por alguna razón aún sin determinar.
Los estudios que han incidido de forma más concreta sobre el tipo de organización social
que articulaba la Isla, por lo menos en las décadas precedentes a la Conquista (Navarro
Mederos y Martín Rodríguez, 1987; Martín Rodríguez, 1992; Pais Pais, 1996), coinciden
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Francisco Pérez Caamaño
en afirmar que se trataba de una organización social segmentaria. Este tipo de sociedad se
caracteriza por la existencia de un conjunto de comunidades tribales que paulatinamente
se han ido segregando de una comunidad tribal común, y que han ido ocupando territo-rios
de explotación económica más o menos similares entre sí (Friedman, 1975). Los moti-vos
de esta segregación han sido explicados atendiendo a diversas razones, como el creci-miento
poblacional, la distribución equitativa de los recursos que ofrece el medioambien-te,
o el intento de mantener bajos niveles de conflictividad social. Sin llegar a profundizar
sobre qué tipo de explicación, o explicaciones se ajustan más al proceso de segmentación
ocurrido entre los benahoaritas, el mismo parece haber sido intenso, pues J. Abreu Galindo
(1977 [1602]) describe cómo la Isla estaba dividida en doce señoríos (bandos o reinos),
correspondiendo cada uno de ellos a una de estas comunidades tribales segmentarias.
Las relaciones sociales parecen haber estado organizadas con un bajo nivel de jerar-quización
social, donde el jefe sería elegido por el resto de la comunidad y funcionaría
como un organizador de las actividades socioeconómicas, asegurando la producción eco-nómica
y la reproducción de la sociedad (Martín Rodríguez, 1992).
En los barrancos y en los llanos de Puntagorda parece haberse asentado un grupo so-cial
componente de una comunidad tribal mayor que sería la denominada Hiscaguán/
Tixarafe. Su jefe, en los momentos precedentes a la Conquista, era Atogmatoma, cuyo
ámbito territorial serían los actuales municipios de Tijarafe y Puntagorda. En una socie-dad
donde parece clara la dominancia de la producción ganadera frente a otros tipos de
actividad económica (Pais Pais, 1996), el control y apropiación del territorio resultan
estrategias necesarias para el desarrollo de esta actividad. Así, el asentamiento en los tra-mos
bajos de los barrancos y en los llanos costeros no sólo puede explicarse por la pre-sencia/
ausencia de cuevas idóneas para el hábitat, sino que responde a una organización
socioeconómica marcada por la actividad ganadera. Al mismo tiempo, el hábitat detec-tado
en la cumbre, en este caso en el Llano de las Ánimas, responde también a este mismo
criterio. En este último caso, como ya está documentado para el resto de la Isla (Pais Pais,
1996:253-320), este hábitat de cumbre se explica en función de los desplazamientos que
los pastores benahoaritas realizan desde sus lugares de hábitat permanente hasta la cum-bre,
donde habitan durante la estación seca para aprovechar los pastos de esas zonas.
Esta organización social segmentaria parece tener un nivel de agrupación social
menor (Martín Rodríguez, 1992 y 1993). Se trataría de pequeños segmentos sociales
dentro de la tribu que tendrían una capacidad de decisión y actuación sobre la comuni-dad
que habita un determinado poblado. Así, los poblados de Hiscaguán, Las Car-ballas/
San Amaro, Agua Dulce, El Roque y Garome, estarían organizados en torno a un
pequeño jefe local cada uno, posiblemente el hombre más experimentado, o valeroso, del
grupo, encargado, más que de organizar a la comunidad, de evitar y solucionar proble-mas
cotidianos, como el uso de las zonas de pasto.
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Si resulta cierto lo hasta el momento argumentado, sería necesario un estudio sistemático
inter-comarcal en La Palma, y por tanto del territorio, con el objetivo de contrastar y estudiar
en profundidad cómo y por qué tienen lugar estos procesos de segmentación social, y cómo
afectan a una posible transformación de los mismos en las décadas precedentes a la Conquista.
Por otra parte, es cierto que algunas fuentes históricas, concretamente la de J Abreu Galindo,
pueden dar alguna orientación que permita variar esta visión. Atendiendo a este respecto, J.
Abreu Galindo ofrece para algunos bandos insulares más de un topónimo identificativo. Así,
el Reino de Tedote (Las Breñas y Santa Cruz de la Palma), parece denominarse también
Tinibucar, o el de Tigalate (Villa de Mazo), también como Mazo. Si se atiende con detalle a
la descripción que J. Abreu Galindo realiza sobre el tradicionalmente conocido como Bando
de Tixarafe, es del único territorio de los doce del que no cita expresamente su nombre, sino
que se limita a exponer los límites de su extensión «…desde el barranco de Hiscaguan hasta la
asomada de Tixarafe…» (p. 268). Quizás esta indefinición se deba a que J. Abreu Galindo
nunca recorrió personalmente esta parte de la Isla, como sí parece haberlo hecho en el resto,
haciendo su descripción en función de lo que le contaban sus informantes.
Sin embargo parece probable que este Bando también tuviese dos nombres identifi-cativos,
y en la misma línea que sugiere E. Martín Rodríguez (1992:19), se tratase de dos
importantes segmentos dentro de una misma tribu, con la misma capacidad poblacional
y la misma capacidad de tomar decisiones dentro del territorio: Hiscaguan y Tixarafe.
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Francisco Pérez Caamaño
La investigación del proceso de formación, desarrollo y transformación de la socie-dad
segmentaria benahoarita no sólo requiere de una constrastación en el nivel arqueo-lógico,
sino de una revisión de las fuentes históricas que existen para la isla de La Palma,
e incluso de una revisión del proceso de conquista europea acaecido a finales del siglo XV
(Pérez Caamaño y Herrera García, en prensa).
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