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Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 65 I. LOS EJES HISTÓRICOS DE DOS SIGLOS Y MEDIO: Desde que se abrió el pleito de los regidores perpetuos (1766) hasta la llegada de la II República (1931), la pugna política en La Palma se desarrolló entre dos opciones. Unos -Absolutistas, Moderados, Conservadores- lucharon por mantener lo estatuido. Otros - Progresistas, Liberales, Republicanos- combatieron por reformarlo. La II República (1931-1936) abrió la puerta a una tercera fuerza social que, hasta ese momento, no había intervenido de forma autónoma en la política insular: el proletariado, cuya bandera fue el discurso marxista. Marxismo y Republicanismo fueron destrozados por la represión propiciada por los sectores conservadores de la sociedad durante la Guerra Civil (1936- 1939). Los posteriores cuarenta años de Dictadura dejaron paso, a partir de 1976, a una nueva etapa de pluralismo democrático. Económicamente, hasta las décadas finales del siglo XX, La Palma mantuvo una eco-nomía basada en la agricultura que no permitía atender a la subsistencia de la población, lo que determinó una intensa corriente migratoria dirigida, primero, hacia Cuba y, des- HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE LA PALMA (1766-2000) Salvador González Vázquez* Resumen: El pleito de los re g i d o res perpe-tuos, iniciado en 1766, introduce a La Palma en la Historia Contemporánea. Desde entonces, su e volución se ve marcada por las luchas políticas e n t re sectores pro g resistas y conserva d o res de la sociedad, por la insuficiencia crónica de su eco-nomía para atender a la población y por la con-siguiente necesidad de la emigración para dar salida al excedente demográfico. Tras el desastre humano y económico de la Guerra Civil y la Postguerra, los niveles de bie-nestar de la población (sanitarios, educativo s … ) se fueron elevando, paulatinamente, hasta equi-parlos a los de los países más ricos del mundo. Palabras clave: Emigración, insuficiencia económica, conserva d o res y pro g resistas, caci-quismo, re p resión, agricultura de export a c i ó n . Abstract: Beginning in 1766, the dispute of the perpetual aldermen brings La Palma into C o n t e m p o r a ry Hi s t o ry. Since then, its deve l o p-ment is characterised by the political stru g g l e b e t ween the pro g re s s i ve and conserva t i ve sectors of its society, by the chronic inability of its eco-nomy to meet its people’s needs and by the re s u l-ting need for migration as a solution to the demographic surplus. After the human and economic disaster of the Civil War and the Postwar period, the leve l of public we l f a re (health, education…) incre a-sed gradually, until matching that of the richest countries in the world. Key words: Migration, economic inability, c o n s e rva t i ve and pro g re s s i ve sectors, petty ty-r a n n y, re p ression, export agriculture . * Profesor de Enseñanzas Medias (IES José María Pérez Pulido) 66 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez pués, a Venezuela. A partir de 1960, la economía insular se ha vigorizado a causa de los capitales provenientes de la emigración, la tercera expansión platanera, el fortalecimien-to económico del Estado y los fondos de cohesión europeos. En este último tercio del siglo XX, la llegada de la sociedad de consumo y el desarrollo de las comunicaciones inte-riores y exteriores, están incrementando el peso de los sectores de la construcción, del comercio y del turismo. Durante la mayor parte de la Edad Contemporánea, nos encontramos con una mayo-ría de la población formada por jornaleros, arrendatarios y pequeños propietarios some-tida a los avatares de una insuficiencia productiva crónica, agravada durante los periodos de malas cosechas y epidemias. Este sector de la población nutrió la vía migratoria que tuvo como principal destino el Caribe. Los emigrantes que consiguieron reunir alguna fortuna en Cuba aprovecharon la desamortización y la desvinculación de la propiedad emprendidas el siglo XIX para iniciar un proceso de fragmentación de la propiedad que se continuará a lo largo del primer tercio del siglo XX. A partir de 1950, los ahorros obte-nidos por los palmeros que emigraron a Venezuela, sumados a los créditos concedidos por el Estado, ampliaron el número de los pequeños y medianos campesinos en la Isla. Desde los años sesenta, los niveles educativos, sanitarios y asistenciales proporcionados por el Estado han aumentado, progresivamente, el grado de bienestar. La población isle-ña abandonó el siglo XX con un crecimiento vegetativo negativo pero con un crecimiento real favorable, debido al ascenso de la inmigración. II. A FINES DEL SIGLO XVIII. 1. El final del Antiguo Régimen: el pleito de los regidores perpetuos (1766-1773). Hasta finales del siglo XVIII, el centro del poder en la Isla radicaba en Santa Cruz de La Palma, lugar donde residían los mayores hacendados, que, a su vez, eran los regidores perpetuos del Cabildo. Esta oligarquía insular, originaria de los tiempos de la conquista, aunaba el control económico y la sujeción política de La Palma. Sin embargo, el pleito de los regidores perpetuos (1766-1773), protagonizado por el comerciante Dionisio O’Daly y el abogado Anselmo Pérez de Brito redujo el poder de la nobleza palmera. En estos acontecimientos confluyeron, en primer lugar, una política centralizadora impulsada por la Monarquía borbónica que buscaba restringir el poder de la aristocracia y de los municipios. Ya en 1760, el Rey estableció medidas de control sobre unas hacien-das municipales que presentaban, de forma generalizada, un déficit alarmante. En segundo lugar, la Pragmática de 1765 acabó con los precios tasados para los gra-nos. Esto produjo, inmediatamente, la escasez, la carestía de estos productos de primera necesidad y el estallido de motines en varias localidades de la Península. Las Autoridades Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 67 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) detectaron que parte de la responsabilidad del alza de precios se debió a las prácticas corruptas realizadas por los regidores perpetuos de los municipios. La Monarquía deci-dió, entonces, impedir la repetición de las revueltas populares disminuyendo la fuerza de las oligarquías municipales. El 5 de mayo de 1766, y para contrarrestar el poder de los regidores perpetuos, el gobierno decretó un Auto Acordado que dispuso la elección por los contribuyentes de cuatro diputados del común y un síndico personero en los muni-cipios de más de dos mil vecinos. Estos cargos, elegidos anualmente, no necesitaban la condición de nobleza y su función sería la de controlar la política de abastos de los con-sistorios. A Santa Cruz de La Palma, por tener menos de dos mil vecinos, le correspon-dieron dos diputados del común más un síndico personero. En tercer lugar, Santa Cruz de La Palma era un medio abierto a las ideas ilustradas que circulaban por Europa y América por ser un puerto cercano a las rutas comerciales entre los dos continentes. En esta localidad, residían la mayor parte de los comerciantes, industriales, funcionarios, profesionales liberales y funcionarios de la Isla. Del seno de este sector de la población surgirá un grupo que, imbuido de ideas ilustradas y azuzado por la crisis económica insular, aprovechará el respaldo gubernamental para enfrentarse a los privilegios de la antigua oligarquía isleña. Este círculo lo encabezaba el comercian-te de origen irlandés Dionisio O’Daly. En su casa, se reunían el abogado Anselmo Pérez de Brito, hijo de una familia de campesinos acomodados del pueblo de Garafía; Santiago Albertos, escribano público; Domingo Albertos Martínez, abogado; Mariano Martínez Méndez, Juan Lazcano Gordejuela, Tomás Cullen, el médico Antonio Miguel de los Santos, miembro de una familia humilde cuyo padre adquirió fortuna en la emigración; el administrador de la Real Renta de Tabaco Juan Jacinto de Silva, proveniente de una saga de artistas; y el también comerciante Ambrosio Stanford. Todos ellos acumulaban medios económicos e influencia social. Así, sus propios enemigos denunciaban que O’Daly y Stanford controlaban una red de tenderos a los que proveía con su comercio. Anselmo Pérez de Brito, por su parte, era el abogado más reputado de la época, la misma consideración profesional que poseía el médico Antonio Miguel de los Santos. El pleito transcurre con dureza. Lo inician el abogado Anselmo Pérez de Brito y el comer-ciante Dionisio O’Daly al denunciar actuaciones corruptas de los re g i d o res del Cabildo en materia de abastos. Ambos serán perseguidos por la reacción de los re g i d o res perpetuos. Contra Dionisio O’Daly se argumentó su condición de extranjero para obtener su cese como Síndico Pe r s o n e ro. Cuando iba a ser prendido, pudo escapar a la Península. Allí denunció a la Corte borbónica lo que estaba ocurriendo en la Isla. Mientras tanto, su correligionario de ideas liberales, Anselmo Pérez de Brito, fue encarcelado en 1770 y fallecería, dos años más t a rde, a consecuencia de las penosas condiciones que padeció durante su detención. En 1771, el Consejo de Castilla determina el cese de todos los re g i d o res perpetuos, a quienes condena, también, a cuantiosas multas, obligando, en adelante, a que los re g i d o re s 68 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez del Cabildo sean elegidos mediante sufragio popular y con periodicidad bianual. El re l e vo se produjo en el año 1773. De esta forma, aunque los sectores privilegiados del Antiguo Régimen continuaron luchando por sus intereses, el poder político en la Isla no vo l verá a ser detentado, de forma exc l u s i va, por está fracción de la sociedad. A lo largo del siglo X I X, Santa Cruz de La Palma mantendrá la tradición pro g resista iniciada y se extenderán el libe-ralismo, primero, el republicanismo, después, y, asociada a ambos, la masonería. Para el futuro, los aspirantes a detentar el poder en La Palma confirmaron que dis-poner de una reserva consolidada de sostén social -lograda gracias a la influencia econó-mica, ideológica o política- habilitaba para engancharse al engranaje del Gobierno, como delegados insulares, y predominar en la Isla. 2. Malas cosechas, miseria y emigración (1750-1800). Las condiciones de vida de las gentes del país aparecen descritas en el relato que el fraile Juan Francisco de Medinilla envió a su Obispo en el año 1758: los campesinos de toda La Palma eran sumamente pobres, como principal alimento consumían el pan de raíces de helecho y su vestimenta reflejaban la miseria en que vivían. Este cuadro se debía a los condicionantes orográficos y climáticos de la Isla, al desi-gual reparto de la propiedad y a la deficitaria producción agrícola. Así, de un lado, el censo de Floridablanca del año 1787 estimaba que en La Palma vivían 174 labradores y 3.114 jornaleros, cifras que arrojaban el balance de un propietario por cada 19 asalaria-dos. Esta estadística asignaba a la mayor parte de la población unos medios de vida tan escasos que, en épocas de malas cosechas, podían suponer la inanición. Por otro lado, las informaciones del Cabildo estimaban que los habitantes de la Isla consumían unos 137.000 kilos de cereales al año, de los que sólo cosechaban 37.000, carencia que obli-gaba a importar provisiones de otras Islas, principalmente, de Lanzarote y Fuerteventura. En la misma línea, Francisco Escolar y Serrano, en sus estadísticas, estimaba que la pro-ducción agrícola isleña apenas daba para alimentar medio año a su población. La terrible situación en que se desenvolvía la existencia de los habitantes de La Palma explica el continuado flujo migratorio que se dirigió hacia América. Según Francisco Lorenzo Rodríguez, el descenso en el número de residentes en Los Llanos que se perci-be entre los censos de 1768 y 1787, —101 habitantes menos—, se aclara por la fuerte emigración de aquellos años. Al igual que en épocas anteriores y posteriores, la emigra-ción de población joven masculina a América era una constante que explicaba que, en el año 1802, más del 50% de la población femenina entre los 25 y los 50 años estuviera sol-tera, y que hubiera una proporción de 70 hombres de más de 14 años por cada 100 muje-res en el mismo tramo de edad. Según se desprende del informe elaborado por Francisco Escolar y Serrano, la ausencia de los emigrantes no era permanente, pues muchos regre-saban a su tierra natal y volvían a marchar a las colonias varias veces a lo largo de su vida. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 69 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) Este éxodo generaba repercusiones económicas favorables en la Isla gracias a que parte de los caudales logrados en América se invertían en la roturación de tierras, sobre todo, a partir de los movimientos desamortizadores y desvinculadores del siglo XIX. Las secue-las negativas que la emigración dejaba en el territorio se mostraban en el desamparo de muchas familias y en la desgracia de los ancianos abandonados por sus hijos. La mayor parte de la población de La Palma se adentraba en el siglo XIX, en la deplo-rable situación referida por el religioso mercedario cincuenta años atrás. Así lo ratifican los informes elaborados por el Cabildo y el Síndico Personero en 1803 y 1806, respecti-vamente. Ambos escritos coincidían en que la mayor parte de los isleños seguían basan-do su alimentación en el pan de helecho acompañado de cebolla, ajo o pimiento. Sus ves-tidos eran miserables y sus viviendas las constituían cabañas de paja o cuevas en las fal-das de los barrancos. La mortalidad catastrófica acrecía la sangría demográfica de los pueblos de La Palma. Entre 1767 y 1768, una epidemia catarral causó 490 víctimas en toda la Isla. En 1794, a la marcha a América de los emigrantes se uniría el traslado de milicianos a los frentes de batalla de la guerra que la España borbónica libraba contra la Francia revolucionaria. Cinco años más tarde, una epidemia de viruela ocasionaba nuevas mortandades entre los palmeros. III. EL SIGLO XIX. 1. Los nuevos Municipios. A finales del siglo XVIII, ya existían alcaldes pedáneos en varias localidades de La Palma. No obstante, desde la Capital de la Isla, se continuó influyendo para que no pudieran constituirse municipios independientes. Así, en 1806, el Sindico Personero General de La Palma emitió un informe al Supremo Consejo de Castilla donde se opo-nía al establecimiento de nuevos Ayuntamientos y Magistrados. Fue seis años más tarde, durante el transcurso de la Guerra de Independencia, cuando las Cortes de Cádiz decre-taron la constitución de nuevos ayuntamientos en Canarias, otorgándoles como territo-rio el correspondiente a las parroquias preexistentes. En agosto de 1812, se formaron diez nuevos municipios: Los Llanos, Tijarafe, Puntagorda, Garafía, Barlovento, San Andrés y Sauces, Puntallana, Breña Baja, Breña Alta y Mazo. A pesar de esto, tras la creación de los términos señalados, las autoridades de Santa Cruz de La Palma, capital de la Isla, pro-curaron mantener su predominio, obstaculizando el desarrollo de los nuevos municipios. Tres términos más —El Paso (1837), Fuencaliente (1837) y Tazacorte (1925)— se crea-rían más adelante, hasta completar los catorce actuales. 70 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez 2. Carboneros y Cangrejos. Tras la derrota de la oligarquía formada en La Palma desde la conquista, se produci-rá una lucha política entre sectores progresistas y conservadores de las clases altas que, sazonada ocasionalmente de graves incidentes, se prolongará durante todo el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Si, en un primer momento, esta pugna reñirá a libe-rales y absolutistas, posteriormente, los contendientes se denominarán Cangrejos (Progresistas) y Carboneros (Moderados, luego Unión Liberal). Los carboneros dominaban en las zonas rurales donde los grandes propietarios tenían una i m p o rtante influencia económica. Los cangrejos pre valecían en la Capital de la Isla, lugar con un mayor número de comerciantes y de profesiones liberales. De hecho, en 1860, de los 676 comerciantes, industriales, artesanos, funcionarios y profesionales liberales de La Pa l m a , 531 (78,5%) residían en su Capital. Santa Cruz de La Palma era el único municipio de la Isla donde este sector de la burguesía y de las clases medias era superior en número al de los p ropietarios agrícolas con 531 censados frente a 329 propietarios y arre n d a t a r i o s . Esta lucha política estaba restringida a los estratos acomodados de la sociedad insu-lar. Hasta que la Revolución de 1868 implantó el Sufragio Universal Masculino, sólo una minoría participaba en la vida política insular: los máximos contribuyentes. Así, en 1862, sólo 1.385 personas —el 4,4% de la población total— podían votar en las elecciones municipales para elegir a 148 concejales en toda la Isla. Mientras, 182 —el 0,58% de la población total—, exclusivamente, tenían derecho a elegir al Diputado en Cortes. De esta forma, la mayor parte de la población, lastrada por un porcentaje de analfabetismo superior al 90%, quedaba excluida de la vida ciudadana. Junto a la cuestión ideológica, la otra razón que motivaba la pertenencia a una fac-ción política era acceder al disfrute de los limitados privilegios económicos y sociales que el dominio político de la Isla llevaba aparejado. Así pues, esta pugna se ve aderezada tam-bién por ambiciones personales o conveniencias económicas que buscan la mejor ubica-ción política sin encontrar obstáculo en las ideologías. Esta primacía del medro personal sobre la ideología explicaba otra característica de la lucha política insular: la frecuencia con que se pasaban militantes de un partido al otro. Una desatención a los intereses de una rama de la facción dominante o una permanencia demasiado prolongada en la opo-sición motivaban el trasvase a la otra tendencia de la política insular. Por otro lado, para ocupar los cargos públicos en la isla de La Palma, era necesario contar con el respaldo del gobierno nacional. Durante buena parte de la etapa contem-poránea disponer de los resortes dependientes del Estado será un requisito esencial para prevalecer sobre la otra opción política insular. La clave que otorgaba la preponderancia a estos partidos residía en ubicarse como la ramificación del partido gobernante en el ámbito insular. Conforme se fortalecía el Estado, era el Gobierno central quien disponía de los resortes institucionales que proporcionaban las victorias electorales y, por tanto, el Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 71 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) factor que, posteriormente, permitiría obtener una posición de privilegio en la vida local. Efectivamente, entre 1843 y 1868, el partido predominante en La Palma representaba la tendencia del Gobierno, normalmente, el Partido Moderado o la Unión Liberal que, en la Isla, se correspondían con el Partido Carbonero. Esta lucha política, en la que se mezclaba el ideal y el medro personal, llegó a desen-volverse con un grado elevado de encono de las que son muestra las persecuciones con-tra los medios liberales tras la Guerra de Independencia, el Trienio liberal y la Regencia de Espartero; los sucesos del Domingo rojo en 1856 del que fueron víctimas los Carboneros, y los incidentes reiterados durante los momentos electorales. La persecución del adversario político hasta recluirlo en el ostracismo formaba parte de la panoplia de este modo de hacer política, pues, la facción política predominante debía mostrar, ante el Gobierno, un balance de dominio incontestado para renovar su confianza como dele-gado insular del Ejecutivo nacional. 3. El Sexenio Revolucionario (1868-1874). Durante este periodo, se amplió el derecho al voto y ello exigió al caciquismo insular adecuarse a la implantación del sufragio universal masculino. Para ello, extendió sus redes, de forma que, se acrecentó el valor de intermediación de aquellos hombres que, por su influencia económica o social, eran capaces de aglutinar a sectores importantes de la población: propietarios medios de las distintas localidades, administradores de los mayores propietarios, médicos… . Por otro lado, durante estos seis años convulsos se mantuvieron las alternancias entre los bandos políticos de la Isla. Como expone Pe d ro Pérez Díaz: d u rante los periodos en que la política estatal gira hacia la izquierda (golpe de estado de septiembre, Pr i m e ra Re p ú b l i c a ) serán los Ca n g rejos los que ocupen los puestos de poder y en períodos de política conserva d o ra ( Go b i e rnos de la Unión Li b e ral, ministerios sagastinos) lo harán los Ca r b o n e ro s. Durante el Sexenio Revolucionario, surgió como fuerza política el republicanismo, una ideología que irá incrementando su pujanza durante las décadas siguientes hasta con-vertirse, al doblar el siglo, en la principal fuerza de oposición al caciquismo dominante. Además, a finales de la I República y, sobre todo, en la Capital de la Isla, la mayor parti-cipación de la población en la vida ciudadana trajo consigo una incipiente movilización hacia la izquierda entre las clases populares que fue advertida con preocupación por los sectores directores de la sociedad palmera. 4. La Restauración (1874-1923). Durante esta etapa la contienda política insular girará en torno a los C o n s e rva d o re s y a los L i b e r a l e s, descendientes de los Carboneros y de los Cangrejos. Su comportamiento se sujetará, también, a las características descritas para esas tendencias políticas. 72 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez Los primeros gozaron, aparte del vigor que les proporcionaba su poder económico, de haber sido el partido gubernamental durante la mayor parte de las dos décadas siguientes a la instauración del sistema canovista. La pugna entre ambos partidos se incli-nó, definitivamente, a favor de los conservadores durante las elecciones celebradas entre 1896 y 1899. En ellas, los caciques conservadores, liderados por la familia Sotomayor, demostraron mayor arraigo en la sociedad isleña. Ideológicamente, ocurrió así porque se convirtió en adalid del anticunerismo. El cunerismo en La Palma consistía en que los partidos contendientes en las elecciones al Congreso de los Diputados presentaban candidatos forasteros, impuestos por las direc-tivas de Gran Canaria, si era el Partido Liberal, o de Tenerife, si era el Conservador. La experiencia había mostrado que, una vez conseguida el Acta, los diputados foráneos se desinteresaban de sus representados y no obtenían mejoras para La Palma. En 1896, la campaña anticunera llevó al Congreso al Diputado palmero del Partido Conservador Pedro Poggio y Álvarez. La idea era que, como hijo del país, una vez en las Cortes, lucha-ra por levantar del ostracismo a La Palma. Este consenso se vio propiciado porque, en aquellos momentos, los mayores propietarios conservadores, agraviados por Tabacalera, urgían de alguien que defendiera sus intereses como cosecheros de tabaco en el Parla-mento. A la vez, los comerciantes e industriales liberales de la Capital de la Isla requerí-an de un representante que obtuviera partidas del presupuesto nacional para la cons-trucción de un puerto y para la mejora de las comunicaciones interiores. Por otro lado, política y socialmente, las redes caciquiles conservadoras demostraro n estar más enraizadas entre la población. Así, en las elecciones de 1898, a pesar de tener en contra la situación gubernamental, debido el predominio Liberal, los Conserva d o res ofre-c i e ron tal resistencia que obligaron al Gobernador Civil a realizar escandalosas maniobras para asegurar la victoria en las urnas. Ef e c t i vamente, en 1897, el líder del Pa rtido Liberal, Pr á xedes Mateo Sagasta, asumió la presidencia del Ej e c u t i vo y convocó elecciones gene-rales para obtener una mayoría favorable en el Congreso de los Diputados. El mecanismo caciquil contemplaba la posibilidad de coaccionar, e incluso destituir Ayuntamientos inte-grados por adversarios políticos para lograr la victoria del candidato propio; así que el n u e vo Gobernador Civil de la Provincia de Canarias, se aprestó a presionar a los consis-torios de la Isla para facilitar el triunfo del candidato cunero Liberal. El Gobernador Civil de Canarias, siguiendo las instrucciones del Ej e c u t i vo, recomendó a los Alcaldes de La Palma que hicieran lo necesario para que venciera en las urnas el candidato salido de la plantilla de Diputados (e n c a s i l l a d o), confeccionada entre el ministro de la Gobernación y los caciques re p a rtidos por el territorio nacional, y, en el caso de Canarias, acordada con el Jefe del Pa rtido Liberal, Fernando León y Castillo. Si los ediles se mostraban re n u e n t e s , se les amenazaba y se planteaba su cese. Esta alternativa se estimó necesaria para los Ayuntamientos conserva d o res de Ma zo, Los Llanos y San Andrés y Sauces. Con eso y Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 73 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) todo, la protesta Conservadora fue airada y su virulencia continuó trastornando la vida política insular. Por el contrario, cuando la rueda del Turno volvió a girar y los C o n s e rva d o res accedieron al Gobierno nacional, el triunfo de los Conserva d o res isleños no exigió un fraude electoral tan ru i d o s o. El triunfo de Pe d ro Poggio, el candidato con-s e rva d o r, fue mucho más fluido, al no ofrecer los liberales tanta resistencia. Este mayo r arraigo del Caciquismo Conservador le convirtió en la facción ideal para garantizar la esta-bilidad social y política en La Palma. Así lo comprendió el líder de los Liberales granca-narios, Fernando León y Castillo, que pactará con los Conserva d o res palmeros, pro p o r-cionándoles, durante las siguientes décadas, el respaldo gubernativo. 5. LA ECONOMÍA. 5.1 Medio siglo de crisis (1800-1850). Desde el siglo XVIII, la producción vitivinícola debía hacer frente a las restricciones del mercado inglés, a la competencia en el mercado americano y a los avatares del comer-cio debidos a los conflictos sostenidos por España con otras potencias. En la segunda década del siglo XIX, las guerras de independencia en América infligieron un duro golpe al comercio del que también se resintió la exportación de vinos. Eso provocó que muchos de los terrenos plantados de vid pasasen a cultivarse de cereales y que la producción de uva disminuyese. En los primeros años del siglo XIX, el ciclo azucarero también tocaba a su fin. El cul-tivo retrocedía en las zonas de regadío de la Isla porque la caña de azúcar era una planta exigente y la producción menguó en los agotados suelos de esas comarcas. Además, los trapiches no se habían modernizado aplicando la máquina de vapor y la mano de obra absorbía sumas cuantiosas. Por último, la venta de azúcar estaba limitada al mercado inte-rior y no obtenía precios remuneradores. En 1844, se cerró el último ingenio azucarero del Valle de Aridane y, a partir de esa fecha, los cañaverales son reemplazados por culti-vos de autoconsumo. En los campos de regadío se plantó maíz, papas, boniatos y sus huertos se sembraron de naranjeros, cidras, limoneros, granados y plátanos. La agricultura palmera del siglo XIX continuó sin producir alimentos suficientes para satisfacer el abastecimiento de su población. Los informes de la época presentan impor-tantes condicionantes naturales: se trataba de una Isla sumamente pendiente por su estre-chez y elevada altura, donde las lluvias arrastraban al mar la mayor parte de las tierras cul-tivadas, dejando una superficie árida, llena de peñascos y cortada por barrancos. Por otra parte, las lavas hacían estéril una gran parte de los terrenos de la Isla y el que quedaba cultivable era poco productivo por la falta de riego. Sólo dos lugares de la Isla, –el Valle de Aridane y San Andrés y Sauces–, disponían de agua, pero, ni en esas zonas, su provi- 74 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez sión bastaba cubrir la tercera parte de sus tierras y sus ganados. De este modo, incluso, en los años de buenas cosechas, la agricultura no aportaba los cereales necesarios para el consumo de sus habitantes. Las limitaciones de la agricultura de La Palma explican que, a principios de la centu-ria y en las épocas mayor escasez, de los 24.000 habitantes que tenía la Isla, sólo una exi-gua minoría comiera pan de trigo o centeno con regularidad o dispusiera de gofio. El resto de la población debía subsistir de la raíz del helecho. Durante la primera mitad del XIX, la agricultura de subsistencia se apropió de las zonas de regadío y la desconcentración de la propiedad permitió aumentar el número de baldíos roturados. Sin embargo, la producción agrícola continuó siendo insuficiente y la situación de las clases humildes de la población se vio agravada porque la salida migra-toria se vio constreñida por las guerras de independencia que se libraban en América. Tras la pérdida de los mercados del vino y la clausura de la producción azucarera, La Palma conoció una etapa angustiosa. Entre 1841 y 1851, una prolongada sequía y suce-sivas plagas arruinaron las principales producciones de subsistencia: los cereales y las papas. Los años peores fueron los de 1844, 1845 y 1847; tiempo en que a la sequía se le unió una plaga de langostas que arrasó los campos isleños y otra de escarcha que atacó a las cosechas de papas. Según refiere Juan B. Lorenzo Rodríguez, el clímax se alcanzó en 1847, ese año hubo una gran carestía y escasez de alimentos que provocó una importante mortandad entre los sectores humildes de la población. A partir de 1852, una nueva plaga, esta vez de oidum, atacó a los viñedos durante largos años, hasta que se introdujo el azufre para acabar con el insecto. Pascual Madoz, recogiendo informaciones que datan de estas décadas aciagas, afirma que la principal producción alimenticia de La Palma eran unos pocos granos que los pobres mezclaban con raíz de helecho para hacer pan. Según su estudio, por lo menos tres cuartas partes de los isleños se alimentaban, principalmen-te, de la expresada raíz del helecho. En su opinión, el decaimiento a que había llegado La Palma, continuaba y si no se promovían nuevos cultivos e industrias, no quedaba otro recurso a sus habitantes que emigrar a las Américas para poder sobrevivir. Efectivamente, a partir de la estabilización de la situación en el Nuevo Continente, las crisis de subsistencias acrecieron el flujo de isleños hacia América. La emigración se erigía en la única escapatoria para cientos de campesinos que buscaron su supervivencia en la isla de Cuba. Se trataba de una emigración, predominantemente masculina, que dejó su marca en la pirámide de la Isla al provocar un importante desequilibrio entre la población masculina de 15 a 50 años –5.618 personas– y la población femenina de la misma edad –9.438 personas–, de modo que, según el censo del año 1860, la propor-ción era de 59,5 hombres por cada 100 mujeres. Durante años, los caudales provenien-tes del Caribe constituyeron el principal recurso económico de todos los pueblos de La Palma. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 75 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) 5.2 El reparto de la propiedad. Tras el cambio producido en el gobierno de la Isla, a partir de 1773, los nuevos regi-dores propician el reparto de tierras pertenecientes al Cabildo, en varias pedanías de la Isla. Ya en el siglo XIX, una vez creados los nuevos municipios, prosigue el proceso de apropiación privada de tierras asignadas a las nuevas entidades locales. Durante la pri-mera mitad del siglo XIX, la desamortización merma las propiedades que la Iglesia en La Palma venía acumulando por donaciones desde la Conquista. A ella se unirán, las tierras puestas a la venta por la Desamortización Civil y las puestas en el mercado por la Desvinculación. Los principales beneficiarios serán las nuevas autoridades municipales de las distintas poblaciones, administradores y arrendatarios de los grandes propietarios, comerciantes y campesinos medios, así como emigrantes retornados con recursos sufi-cientes. Fruto de este proceso es la tendencia que parecen reflejar la comparación entre el censo de Floridablanca de 1787 y los datos aportados para mediados del siglo XIX por Pedro de Olive. En estas estadísticas, se aprecia un importante crecimiento del número de propietarios –de 174 a 3137– y un estancamiento del porcentaje de Jornaleros –3114 frente a 3778–. 5.3 La Cochinilla (1850-1870). Según los contemporáneos, la grana fue la panacea que libró a La Palma de las penu-rias de aquellos años. La cochinilla se producía en Canarias desde 1825 con exc e l e n t e s resultados. Los elevados rendimientos que pro p o rcionaba a otras islas del Archipiélago lla-m a ron la atención de los mayo res propietarios de La Palma que decidieron cultivarla y, con ello, iniciar una etapa de prosperidad. A partir de 1845, el nopal empezó a extender-se pro g re s i vamente por La Palma. La demanda de colorantes de la industria textil euro p e a estimuló la subida de los precios abonados por este producto en los mercados de Ma r s e l l a y Londres, y determinó que los grandes propietarios isleños expandiesen su cultivo. Durante más de veinte años, la cochinilla proporcionará importantes ganancias a sus cultivadores y daría trabajo a millares de jornaleros, anteriormente, inactivos. En el apo-geo de la cochinilla, los salarios devengados eran más altos que en otras épocas porque el cultivo requería una considerable mano de obra pero la emigración hacia América dis-minuía el número de braceros en La Palma. Este desequilibrio entre la oferta y la deman-da de mano de obra incrementó los jornales y, junto con la mayor abundancia de traba-jo, mejoró el nivel de vida de la población asalariada. Además, los grandes propietarios ofrecieran ventajas, como proporcionar a los asalariados atención médica gratuita y vivienda, para evitar su marcha a Cuba. No obstante, la situación de los trabajadores seguía siendo de estrechez. Efectivamente, la prensa palmera de la época reconocía que, incluso en esa etapa de prosperidad, eran pocos los que conseguían ahorrar para descan-sar en la vejez. 76 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez La bonanza propiciada por la exportación de la cochinilla y la promulgación del decreto de Puertos Francos de 1852 potenciaron el comercio de la Isla con el exterior. En aquellos momentos, los reputados veleros construidos en astilleros palmeros surcaban las rutas de cabotaje o las trasatlánticas que llevaban a Cuba y a Europa para transportar la producción agrícola insular y para importar alimentos y manufacturas desde aquellos puertos. 5.4 La emigración. La bonanza económica que trajo la cochinilla no interrumpió la emigración a la isla de Cuba. Solamente entre los años de 1857 y 1861, 1.687 habitantes de la Isla optaron por el camino de la emigración. Una de las razones que explicaba la persistencia de la corriente emigratoria hacia el Caribe era que la agricultura de subsistencia, destinada a producir alimentos para el consumo local, era empujada, de nuevo, hacia los peores terre-nos por la expansión de las tuneras. La cosecha del año 1860, la mejor del quinquenio 1857-1861, proporcionó 0,25 kilos de cereales por persona al día. La base de la alimen-tación de la mayor parte de la población era el gofio de maíz o de trigo y las papas, de modo que esta cantidad resultaba insuficiente y venía a explicar la baja esperanza de vida: 30,2 años de edad. La reducción de la superficie dedicada a cultivos de subsistencia agra-vó la incapacidad de la agricultura palmera para abastecer a la población de la Isla. La consiguiente subida de los precios incidió sobre las clases más bajas y las abocó a la emi-gración. Así, entre 1863 y 1867, los precios del trigo y del maíz, –los cereales del gofio–, subie-ron un 22,3% y un 41,1% respectivamente, aunque las papas, el otro componente bási-co de la dieta de los palmeros, disminuyó su coste al por menor en un 16,7%. Los pre-cios de estos productos continuaron aumentando porque, desde 1867 hasta el otoño de 1869, se sucedieron años de sequía que, según informaba el ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma al Gobierno Central, ponía el precio de los artículos de subsistencia fuera del alcance de las clases menesterosas. El Consistorio capitalino daba por seguro que esta situación intensificaría la emigración hacia América. Por otro lado, la corriente de isleños a Cuba prosiguió porque, a pesar de que duran-te los años sesenta del siglo XIX el cultivo de la cochinilla había aumentado los medios para subsistir, muchos de los que carecían de propiedades preferían buscar en América la adquisición de riquezas. Según las noticias y los testimonios que el periódico El Time consideraba verídicos, pocos de los que viajaban a América conseguían su propósito. No obstante, la emigra-ción proporcionaba a La Palma grandes beneficios porque sus remesas continuaban sien-do una de las principales fuentes de riqueza de la Isla. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 77 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) 5.5 La ruina de la cochinilla (1870-1876). Los años finales del siglo XIX fueron una época de crisis para La Palma a causa del hundimiento del principal cultivo de exportación. La caída de los precios se debió a una confluencia de factores. En primer lugar, la acumulación de excedentes disminuyó el valor de la cochinilla, de forma irreversible, a partir de los años 1868 y 1869. En segun-do lugar, la guerra que, en el año 1870, estalló entre dos de los principales países com-pradores de este artículo, Francia y Prusia, trastornó los mercados europeos y provocó una recesión económica en el Continente que perjudicó las ventas de cochinilla. El golpe de gracia al nopal se lo asestó el descubrimiento de los colorantes artificiales. Al igual que en otros lugares de Canarias, desde 1870, el hundimiento del nopal pro-vocó el deterioro de la existencia de muchos vecinos de La Palma. En toda la Isla, los jor-naleros no encontraban trabajo, los arrendatarios veían cómo subían las rentas que les exigían los dueños de los terrenos y los pequeños y medianos propietarios, empobreci-dos, no podían afrontar al pago de las deudas y de las contribuciones. Situación angus-tiosa de la que la prensa insular, desolada, dejaba constancia. Ante este desastre econó-mico y social, nuevamente, la salida que se presentaba a los isleños era embarcar hacia las últimas colonias que España conservaba en América. El temor a que la crisis provocara conflictos de mayor envergadura llevó a fomentar la emigración, hasta tal punto, que los miembros de las clases acomodadas recomenda-ron al Gobernador Civil, como principales medidas, comenzar una campaña de obras públicas y, sobre todo, acordar con las autoridades en Cuba el fomento de la emigración. En efecto, al otro lado del Atlántico, los hacendados locales y las autoridades españolas también deseaban promover la inmigración de canarios para reemplazar a la mano de obra esclava, para acrecer el número de jornaleros, de modo que disminuyera el costo de los salarios, y para poblar el territorio con trabajadores de raza blanca, socialmente menos conflictivos y, además, fieles a España. Entre 1868 y 1878, la Guerra de los Diez años que se libró en Cuba pudo contener el flujo de palmeros hacia Ultramar, pero, durante las décadas siguientes, la emigración se avivó gracias a la atracción que suponían los jor-nales superiores que se devengaban en Cuba y a las facilidades que se daban para que los campesinos canarios pudiesen realizar el viaje. Así se explica que, entre 1871 y 1900, las salidas de habitantes superaran en unas 5.427 a las entradas. Un saldo migratorio eleva-do para un censo de unos 38.852 habitantes en 1877 y 41.994 en 1900. La mayor parte de los emigrantes eran varones en edad joven; probablemente más de la mitad de los hombres entre 15 y 45 años emigró durante ese período de tiempo. La documentación de la época continuará señalando como causa de las ausencias: mejorar de fortuna. En medio de esta crisis económica, La Palma volvió a ser asaltada por una de las epidemias que, periódicamente, asolaban la Isla. En 1888, entre el 11 de marzo y el 10 de junio, la viruela ocasiona 144 defunciones en el Valle de Aridane. 78 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez 5.6 A la búsqueda del recambio (1876-1900). El proceso de sustitución de la cochinilla fue lento. Todavía en 1877, la prensa isleña apuntaba que, pese al descenso de los precios, los campos permanecían, en gran parte, dedicados a la cochinilla. A partir de entonces se siembran cebollas, papas, viñedos y cere-ales; pero, sobre todo, se intentó paliar esta depresión extendiendo los cultivos del taba-co y el azúcar. El Tabaco se cosechaba, con buenos rendimientos, desde mediados del siglo XIX. A partir de 1870, los grandes propietarios insulares intensificaron su producción esperan-do encontrar en este cultivo una alternativa a la cochinilla. La guerra que se libró en Cuba entre 1868 y 1878 permitió a las labores Canarias reemplazar a los envíos provenientes del Caribe. Los productores de tabaco canario promovieron un acuerdo con el Gobierno que obligaba a la Administración a comprar una parte considerable de la cosecha del Archipiélago. El tabaco fue altamente remunerador hasta 1885. Desde entonces, los pre-cios abonados por Tabacalera descendieron lo que provocó que buena parte de los pro-ductores de Gran Canaria, El Hierro y Tenerife abandonaran el cultivo. En La Palma pro-siguió su explotación debido a las esperanzas que los grandes propietarios continuaban depositando en la alternativa tabaquera y al apego a la planta de los pequeños y media-nos propietarios que habían sido vegueros en la emigración cubana. Aunque no alcanzó los niveles de tiempos pasados, el azúcar se reintrodujo en La Palma a partir de 1880, cuando los terratenientes comprobaron que la producción de caña de azúcar era abundante y de calidad. Sin embargo, esta producción iba encamina-da a un mercado regional demasiado reducido como para recuperar los volúmenes de exportación y de rentas que proporcionó la cochinilla. Todo parece apuntar a que la desamortización civil y eclesiástica fueron las causas del aumento de propietarios hasta los años cincuenta. Más tarde, en el último tercio del siglo XIX, la solución cubana (tabaco, azúcar) no permitió superar la crisis económica, de modo que los grandes propietarios no recuperaron las ganancias obtenidas durante la etapa de esplendor de la cochinilla y se vieron abocados a desprenderse de parte de su patrimonio para mantener su nivel de vida. Esto conllevó una redistribución de la pro-piedad porque, durante las décadas finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, emigrantes retornados de América con ahorros pudieron comprar terrenos y acceder, así, a la condición de propietario. Los estudios realizados sobre dos de las zonas de mayor feracidad agrícola de la Isla, el Valle de Aridane y San Andrés y Sauces, pueden corrobo-rar esta tendencia. En el Valle de Aridane, por ejemplo, la proporción de propietarios agrícolas recogida en los padrones municipales aumenta del 12,4% en 1860 al 41,9% en 1930. Por su parte el porcentaje de jornaleros disminuye del 87,6% al 58,1% en la misma etapa. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 79 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) IV EL SIGLO XX. 1 La llegada del Plátano. En las últimas décadas del siglo XIX, las principales potencias europeas -Inglaterra, Francia y Alemania- decidieron colonizar África. La posición estratégica del Archipiélago les sirvió como plataforma para penetrar en el continente vecino y como base de aprovi-sionamiento para sus flotas. Esta presencia extranjera en los puertos canarios dinamizó la economía de las Islas porque conllevó la instalación de bancos, compañías de servicios y empresas comerciales de aquellos países, que conectaron con los intereses de la bur-guesía comercial y de los grandes propietarios canarios. La salida de la crisis de la cochi-nilla que proporcionaban los mercados regionales del azúcar y peninsulares del tabaco no era suficiente para recuperar los niveles de ingresos de antaño, así que las clases altas de las Islas mayores acogieron favorablemente a unas compañías foráneas, principalmente británicas, cuyos negocios de exportación e importación aumentaban considerablemen-te sus ganancias. La arribada del plátano y del tomate a La Palma formó parte de este proceso re g i o n a l . Los ingleses buscaban territorios cercanos a su país, en los que pudiesen plantar pro d u c t o s t ropicales de los que había una importante demanda en Eu ropa. Canarias era un buen lugar y, concretamente, Ta z a c o rte y Argual y, más tarde, San Andrés y Sauces, cumplían los prin-cipales requisitos: agua de los manantiales de La Caldera y de Ma rcos y Cord e ro, muchas horas de sol al año y mano de obra barata. Desde entonces hasta nuestros días, buena part e de la economía de La Palma ha girado alrededor de un cultivo que, con periodos de auges y de crisis, ha superado los cien años de existencia. En Ta z a c o rte y Argual, se empieza a remesar tomates por Casas Palmeras, en torno a 1890. El negocio de la exportación de plá-tanos fue introducido por comisionistas nacionales quienes enviaban la fruta al puerto de Santa Cruz de Tenerife. Según el exportador local Gregorio He r n á n d ez Gómez, fue en el p u e rto santacru c e ro donde las casas exportadoras inglesas que allí operaban, compro b a ro n la calidad de la producción del Valle de Aridane y decidieron instalarse en la comarca para d e s a r rollar regularmente la exportación. La compañía inglesa Blandy Brothers inicia su acti-vidad en el año 1896 y, posteriormente, la compañía Elder and De m p s t e r, dentro de la misma década, impulsará definitivamente la facturación de fruta en la comarca. En 1899, se instaló la que será la principal empresa exportadora durante el primer tercio del siglo X X: Fyffes Ltd. Así, desde 1890, al tabaco, al azúcar y a los cargamentos de cochinilla, que aún se colocaban en los mercados exteriores, se les añadió la creciente producción de tomates, p r i m e ro, y, enseguida, de plátanos. Mientras, desde 1896, toda la Isla fue azotada por una sequía que arruinó varias cose-chas. Esto provocó el aumento del desempleo y una subida de los precios de los artícu-los de primera necesidad. Enseguida, la escasez y la carestía provocaron la aparición de 80 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez enfermedades. Concretamente, la viruela llegó al Valle de Aridane en 1898 y prolongó sus estragos hasta enero de 1899. Para colmo, la conflictiva situación de Cuba cerraba la posibilidad de que los palmeros emigraran en busca de trabajo y, como en otras épocas, pudieran enviar dinero a sus familias. A comienzos de siglo XX, aunque se sorribaban terrenos para plátanos, la agricultura era variada, pues se cultivaban en igual escala azúcar, tabaco y tomate. La Palma no se había orientado, plenamente, hacia los mercados extranjeros, como habían hecho las islas de Gran Canaria y Tenerife, porque la falta de infraestructuras portuarias desalentaba a las casas comerciales extranjeras y porque los principales propietarios de la Isla, apegados a la opción tabaquera, no se habían decidido a sembrar en sus posesiones plátanos y tomates en mayor proporción. Sin embargo, el rumbo de la economía palmera varió en el primer lustro del nuevo siglo. En 1903, los precios del tabaco descendieron tanto que amenazaron la supervivencia del cultivo. La prensa conservadora avisaba que, si sus pro-ductos no eran recibidos en los mercados peninsulares, sus rentas se resentirían y no podrían adquirir productos nacionales. Los mayores propietarios advertían en el Congreso, a través del diputado por La Palma y también propietario tabaquero, Pedro Poggio Álvarez, que, en Canarias, por su situación geográfica en el Océano Atlántico y por su proximidad a las costas de África, ondeaban a diario, en sus puertos, el pabellón de las principales naciones del Mundo. Y, mientras estas potencias europeas, Inglaterra especialmente, acaparaban casi todos los frutos de la agricultura canaria, España ponía barreras al tabaco, el único producto que de aquellas Islas llegaba a la Península y, por lo tanto, el único producto comercial que unía a España con Canarias. Superada momentáneamente esa crisis, el tabaco prosiguió explotándose durante las décadas siguientes, pero los grandes propietarios se convencieron de que el mercado peninsular no aportaba a sus haciendas ni garantías, ni ingresos equiparables a los de los tiempos de la cochinilla. En cambio, la presencia extranjera ofrecía horizontes más ven-tajosos, tanto a los terratenientes como a los comerciantes de la Isla. Por este camino, entre 1903 y 1904, los grandes propietarios siguieron la ruta abier-ta por las Islas Mayores y decidieron aprovechar la presencia extranjera en Canarias para cultivar productos que satisficieran las demandas de los países europeos más ricos. En los meses siguientes, la familia de multifundistas Sotomayor dispuso para el cultivo plata-nero más de 200 fanegadas de terreno y esto atrajo en pocos meses tres casas exportado-ras más – Hespérides, Luis Bravo y hermanos Naranjo y Cabrera- que se unieron a Fyffes Limited, a la empresa exportadora de Curbelo y a otras. Las nuevas empresas exporta-doras establecieron líneas de vapores y veleros que incrementaron el tráfico comercial en los puertos de Santa Cruz de la Palma, Tazacorte y Spíndola, en San Andrés y Sauces. Aunque los mayo res hacendados también ve n d i e ron algunas de las heredades más fera-ces, procuraban re s e rvarse las tierras de regadío y desprenderse, solo, de los terrenos de Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 81 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) s e c a n o. Desde comienzos del siglo X X, la introducción del plátano y el tomate re c u p e r ó sus ingresos y, aunque la financiación de sus inversiones mantuvo su disposición a ve n d e r lotes de su patrimonio, el proceso enajenador se ralentizó. Así, cuando llegue la década de los treinta, los multifundistas mantendrán lo más pro d u c t i vo de su patrimonio. A pesar la introducción del plátano y el tomate, la economía palmera del tránsito de centuria continuaba sin proporcionar los recursos suficientes para atender a los habitan-tes de la Isla y obligaba a mantener abierta la ruta migratoria hacia el Caribe. En La Palma de aquellos años, quien no obtuviera un empleo en las propiedades o las instituciones en poder del Caciquismo Conservador tenía, como alternativa más probable, la emigración. 2 Sotomayorismo versus Alonsismo (1903-1931). A lo largo del primer cuarto del siglo XX, el Liberalismo decaerá ante el vigor del Conservadurismo. Tras la derrota electoral de 1899, los Liberales palmeros entran en un periodo de retraimiento. Los Republicanos pasan, entonces, al primer plano. En 1903, la Unión Republicana liderada por Nicolás Salmerón, el que fuera presidente de la I República, pretende aban-derar el republicanismo en el País. Su yerno, el jurista palmero Pedro Pérez Díaz, en cone-xión con su hermano, el abogado Alonso Pérez Díaz, reorganizará la sección republica-na insular y reforzará el Caciquismo Aspirante, formado por Liberales y Republicanos, a fin de enfrentarse al Caciquismo Dominante de los Conservadores. Alonsismo frente a Sotomayorismo será la fórmula que adopte la pugna establecida, desde finales del siglo XVIII, entre los sectores progresistas y conservadores de la sociedad insular. 2.1 El Sotomayorismo. La hegemonía caciquil en la Isla fue ejercida por la facción de las clases altas adscrita al Partido Conservador. Este sector social y político se agrupaba bajo la jefatura de la familia Sotomayor. Los Sotomayor eran, con diferencia, los mayores propietarios del Valle de Aridane y formaban una de las estirpes aristocráticas de más abolengo en la Isla. Tenían fijada su residencia en el pago de Argual, en el municipio de Los Llanos, aunque también permanecían temporadas en Santa Cruz de La Palma. Los miembros de este linaje retuvieron durante décadas los dos requisitos indispen-sables para mantenerse como Caciquismo dominante. En primer lugar, una extensa red de clientelas patrimonializada gracias a su control sobre tierras y aguas. La potestad sobre estas clientelas garantizaba una estabilidad social que justificaba su candidatura a gestio-nar el Estado en la Isla. Efectivamente, en segundo lugar, la oferta caciquil conservadora mantuvo el respal-do, ante las instancias gubernativas centrales, del político Fernando León y Castillo, mer-ced a un pacto que el gran cacique canario prorrogó hasta la segunda década del siglo XX. 82 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez La aceptación de la candidatura «sotomayorista» para representar el Estado en la Isla con-llevó la correspondiente delegación de las Instituciones insulares desde 1899 hasta la Dictadura del General Primo de Rivera. La pirámide caciquil dirigida por los Sotomayor tenía sus clientelas encabezadas por afiliados al Partido Conservador en las distintas localidades de la Isla. Estos apoderados gestionaban la base de la red caciquil, la formada por jornaleros, arrendatarios y campe-sinos de los pueblos. Una de las razones del dominio caciquil de los conservadores se hallaba en la distribución de empleos entre la población. La dependencia de un puesto de trabajo conllevaba una subordinación importante del vecindario respecto a los hacen-dados integrados en el Caciquismo dominante porque éstos generaban en sus plantacio-nes de plátanos y tomates o en los cultivos de subsistencia buena parte de los jornales ofertados en los municipios. La mayoría de los habitantes no disponía de recursos eco-nómicos propios y dependía para subsistir del jornal recibido por trabajar en las propie-dades de los multifundistas conservadores y de sus prolongaciones en los pueblos. Igual sucedía con los empleos oficiales: los puestos de trabajos derivados de las instituciones – administrativos, policías municipales… – se concedían a personas allegadas a los deten-tadores del gobierno municipal. Se formaba así el conjunto de vecinos que la prensa local denominaba «dependencia asalariada», en la que se incluían los pequeños campesinos cuyas rentas eran cortas para sostener a sus familias. Los terrenos, tanto en regadío como en secano, que los grandes propietarios arrenda-ban a los trabajadores son importante, también, para explicar el enraizamiento del Caciquismo conservador. Se trataba de fincas de cereales y de productos de huerta que, divididas en pequeñas parcelas, se arrendaban a numerosas familias de la población. Estas concesiones reportaban ventajas a los grandes propietarios. En primer lugar, porque fija-ba a la Isla una mano de obra que, al tener más medios de vida, optaba por no recurrir a la emigración. En segundo lugar, porque mantenía bajo el coste salarial, debido al com-plemento que significaba la cesión de terrenos para el aprovisionamiento familiar. En ter-cer lugar, porque consolidaba el Caciquismo en la localidad, no en vano, hasta la mitad del consumo alimenticio de los trabajadores dependía del trozo arrendado. El Caciquismo conservador tenía otro importante instrumento de coacción en las contribuciones que asignaba, pues recargaba las de sus contrarios políticos y aligeraba las de sus partidarios. La emigración formaba parte del sistema porque aliviaba la presión demográfica que los recursos económicos de la Isla no podían asumir, desactivaba el riesgo de rebeldía social y proporcionaba estabilidad al caciquismo. La marcha a Cuba se abría a las clases medias y bajas como una vía para eludir, fuera de La Palma, la ruina económica o la opre-sión política. Los pequeños y medianos propietarios contrarrestaban la reducción de las propiedades que implicaba la herencia o buscaban los ahorros necesarios para realizar posteriores inversiones. Los braceros, por su lado, pretendían reunir en América el dine-ro que les permitiera pasar a la condición de propietario en su tierra de origen. Durante décadas, la emigración valió para reformar la propiedad de la tierra en municipios como Los Llanos y San Andrés y Sauces, por cuanto los ahorros logrados permitieron triplicar el número de propietarios entre 1862 y 1930. Esta reforma agraria propiciada por la emi-gración creo una capa de campesinos pequeños y medios que alejaron, aún más, las posi-bilidades de perturbaciones sociales graves en la Isla. Por añadidura, el Caciquismo se asentaba en un medio donde el analfabetismo estaba muy extendido. Este fenómeno implicaba un desconocimiento de los trasfondos políti-cos, sociales y económicos, que dejaba el campo abierto al discurso del patronazgo y a la cultura de la sumisión propugnada por el caciquismo entre el campesinado y los obre ro s . La presencia del caciquismo se manifestaba con toda su contundencia durante los períodos electorales. El control de las instituciones políticas, de las fuerzas de orden público y las posibilidades de dar empleo o favores permitían a los Conservadores ganar elecciones, que, en último término, se podían vencer forzando el fraude electoral. 2.2 El Republicanismo El reforzamiento social del Republicanismo, a principios del siglo XX, se centró, prin-cipalmente, en la Capital de la Isla, aunque, también, se crearon focos republicanos con ascendiente en el Valle de Aridane y en San Andrés y Sauces, liderados por figuras des-tacadas como Luis Felipe Gómez Wangüemert, Francisco Santiago Casañas o Manuel Guardia Roldán. En Santa Cruz de La Palma, el republicanismo ya estaba asentado entre el importan-te sector de comerciantes, industriales y profesionales liberales. Ahora, debemos agregar al conjunto de artesanos empobrecidos por los efectos del decreto de Puertos Francos de 1852. La importación de mercancías baratas que conllevó la implantación de los Puertos Francos provocó, en La Palma, la ruina de muchos artesanos que tuvieron que elegir entre proletarizarse –fundamentalmente haciéndose dependientes de comercios–, marchar a las zonas rurales como campesinos, o emigrar a Las Antillas. Estos artesanos proletarizados de la Capital de la Isla perdieron la libertad que les otor-gaba ser dueños de su puesto de trabajo. Esto supuso, por un lado, una dependencia eco-nómica, que acarreó una disminución de su nivel de vida y, por otro lado, una supedita-ción al patrón que significó, en muchos casos, la subordinación política de votar por quien señalaba el empresario. Pero, se trataba de personas que, por sus medios anterio-res, poseían cultura para asimilar los apartados de las doctrinas socialistas, republicanas o católicas que podían ser aplicados para remediar su deterioro social y económico. Desde el periódico La Voz del Ob re ro (1902-1905), miembros de este colectivo apela-ron a la unidad de las clases artesanas para formar una asociación fuerte que velara por sus Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 83 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) 84 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez i n t e reses y que englobara a otros sectores de trabajadores como los albañiles o los port u a-rios. El periódico difundió ideas socialistas, escribió de explosiones re volucionarias, mani-festó sus afinidades con las organizaciones republicanas insulares y agradeció las atenciones del catolicismo social. Durante tres años, insistió en la necesidad de rehacer la situación de la clase trabajadora, en especial, de los artesanos amenazados por las importaciones y de los dependientes, para los que reclamaba la disminución de sus horarios, el descanso domini-cal y el aumento de jornales. En estos años, se constituyó la Asociación Gremial de Ob re ro s de La Palma, de la que La Voz del Ob re ro se declaró órgano de prensa. También adquirió p resencia, en la Isla, el Pa rtido Socialista Ob re ro Español, con quien el periódico manifies-ta identificarse. Pe ro la relación que cuajara durante los siguientes años se estableció con los republicanos. Desde marzo de 1903, el periódico, que insiste en declararse socialista, pre-coniza una alianza con los republicanos, que se hará imprescindible por la mayor consis-tencia en la Isla de Unión Republicana. A los republicanos, dice el semanario, se debe el d e s p e rtar de la clase trabajadora en La Palma y de ellos afirma que son auténticos re p re-sentantes de los obre ro s . En las elecciones generales de 1903, La Voz del Obrero solicitó el voto para el dirigente de Unión Republicana, Pedro Pérez Díaz y, posteriormente, en las elecciones municipa-les, los republicanos solicitaron a la Asociación Gremial de Obreros de La Palma que eli-giera a un candidato a concejal para que se integrase en sus listas, escogiéndose al artesa-no carpintero José María Pérez Hernández. Esta relación entre obreros y republicanos se prolongará durante los años siguientes. Así, desde 1903, los republicanos isleños buscaban integrar en sus listas electorales a miembros de los gremios obreros existentes en Santa Cruz de La Palma. El talante del dirigente de Unión Republicana, Alonso Pérez Díaz, era propicio a que las ideologías obreras se expresaran porque consideraba que los trabajadores debían ser colaboradores y beneficiarios del regeneracionismo que patrocinaría un régimen republicano. El mismo Alonso Pérez Díaz fue el redactor de los estatutos del gremio de obreros portuarios en la primera década del siglo. Con posterioridad a la Semana Trágica (1909), el republica-nismo insular aceptó una conjunción republicano-socialista que debía contribuir a la ins-tauración de una democracia real en España. Durante estos años, los republicanos recogieron el malestar de la clase obrera causa-do por la prolongada crisis económica que vivía la Isla. Desde comienzos del siglo X X, la economía palmera presentaba serios síntomas de decadencia, que se fueron agravando en el transcurso de las siguientes décadas. Las empresas navieras y los astilleros navales desaparecieron, el comercio disminuía y las industrias de fabricación de tejidos y de con-servas de frutos sufrieron una recesión que les condujo a la quiebra. También la indus-tria tabaquera se resentía, igual que ocurría con la industria sedera. Este malestar econó-mico quedará reflejado en las dos asambleas insulares que se convocaron en 1908 y 1911. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 85 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) Precisamente, la Asamblea del año 1911 debatió la propuesta de Pedro Pérez Díaz sobre la división provincial. Allí se reafirmó la idea del político republicano palmero de crear Cabildos, tal como se concretó con la ley del año 1912. 3. La Primera Guerra Mundial. La Gran Guerra sumió a Canarias en una crisis profunda porque el Conflicto blo-queó las ventas de plátanos y tomates a los países europeos implicados, principalmente, Inglaterra, Francia y Alemania. El cierre de la exportación frutera disminuyó el flujo de ingresos y, por tanto, la importación de artículos de primera necesidad. Canarias y La Palma tuvieron que abastecerse de su propia agricultura, pero la producción de alimen-tos del sector primario isleño no bastaba para aprovisionar a toda la población. La interrupción de los intercambios con el exterior y las limitaciones de la agricultu-ra insular encarecieron los alimentos, en un contexto de crecimiento del desempleo, debi-do al continuo cierre de empresas. La suspensión de las obras públicas que se acometían en La Palma agravó, extraordinariamente, la situación. Los republicanos fueron quienes asumieron las demandas de los trabajadores de la Is l a acuciados por la tremenda depresión de los años de Contienda. Será, sobre todo, la Ju ve n-tud Republicana, nacida en 1913, la que tome de su mano las reivindicaciones obreras y m ovilice a la sociedad de la Isla. Sus convocatorias llenaron las calles de grandes manifesta-ciones y paralizaron la actividad pro d u c t i va, varias veces, en los cuatro años de Gu e r r a . Como dijimos, el creciente trastorno que la Gran Guerra provocaba en la agricultura, el comercio y la industria incrementó, rápidamente, el desempleo, durante estos cuatro años. La incidencia de la depresión económica sobre los sectores sociales más desfavo re c i-dos generó una situación conflictiva porque la emigración no tuvo capacidad para dar sali-da al sobrante de mano de obra que generaba el paro y, por tanto, para achicar el malestar social que se enquistaba entre su población. Sólo las obras públicas mitigaban la miseria que atacaba a las clases bajas. Por eso, el enojo se conve rtía en conflictividad cuando el Estado retiraba las inversiones y paralizaba las obras públicas emprendidas en la Is l a . Así, en el transcurso del primer año de Guerra, una numerosa manifestación de obre-ros del Valle de Aridane se situó frente al Ayuntamiento de Los Llanos, demandando la realización de obras públicas para mitigar el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores. El alcalde recomendaba al Gobierno satisfacer esta petición para remediar posibles graves conflictos. En agosto de 1916, una muchedumbre compuesta por unas 3.000 personas pro t e s t a b a en el municipio de El Paso por las contribuciones impuestas por el Ayuntamiento. A fines de ese año, el Delegado del Gobierno comunicaba al Gobernador Civil que la situación por la que atravesaba la Isla era « a f l i c t i va ». No obstante, una semana antes de que se acabara el año, el Gobierno suspendió nuevamente las obras públicas que se estaban ejecutando en la 86 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez Isla. En respuesta, las organizaciones republicanas de La Palma convo c a ron otra manifesta-ción para obligar a las Autoridades a gestionar de los poderes públicos la ejecución de obras que dieran ocupación a la clase obrera. El 28 de diciembre una « i m p o n e n t e » m a n i f e s t a c i ó n reúne elementos de todos los sectores sociales para solicitar al Gobierno que remedié el esta-do de miseria en que se hallaban los obre ros palmeros debido a la carestía de las subsisten-cias, a la suspensión de las obras públicas y al declive de la actividad portuaria. La mov i l i z a-ción asombró a las autoridades por el elevado número de participantes y por haber parali-zado la actividad de la Capital de la Isla. Tres días más tarde una nueva « m u c h e d u m b re », con-vocada otra vez por los republicanos, vuelve a re c o r rer las calles de Santa Cruz de La Pa l m a . En la Isla, seguían sin existir organizaciones obreras sólidas y autónomas, así que fuero n la Unión Republicana y la dinámica Ju ventud Republicana quienes se erigieron en los va l e-d o res del proletariado isleño. Esta iniciativa de los sectores acomodados adscritos a las aso-ciaciones republicanas se debía, sin duda, a la preocupación del republicanismo por la situa-ción de zo zobra que vivían los trabajadores. Pe ro también se explicaba por la confluencia de intereses entre estos sectores acomodados y la población asalariada. Los dirigentes re p u-blicanos enfocaron la protesta social hacia la demanda de obras públicas que mejoraran las i n f r a e s t ructuras de la Isla y hacia la crítica a los partidos dinásticos que gobernaban La Palma. La modernización de la Isla (puertos, carreteras interiores…) pro p o rcionaría sala-rios a los obre ros contratados y, de paso, re a c t i varía la demanda de las clases más bajas sobre el comercio local. Además, estas inversiones en infraestructuras favo recería los intereses de las empresas de comerciantes, consignatarios e industriales republicanos, que, desde prin-cipios del siglo X X, cifraban la salida al declive de los principales factores pro d u c t i vos de la Isla (industria tabaquera, de bordados, astilleros) en la mejora de las comunicaciones inte-r i o res y exteriores. Por otro lado, las manifestaciones no se dirigían a socavar el orden esta-blecido, sino a criticar la política insensible y negligente que re p resentaban los part i d o C o n s e rvador y Liberal, de modo que aumentaran las expectativas republicanas como va l e-doras de los intereses sociales y económicos de La Pa l m a . En 1917, las administraciones públicas volvieron a dar órdenes de suspender las obras de las carreteras de Bajamar y de Tazacorte, dejando a 580 obreros en el paro. En los días siguientes se produjo una manifestación de protesta de los obreros de Tazacorte, mien-tras, en la Capital de la Isla, también se convoca un mitin apoyado por los principales dirigentes republicanos que se celebra el 10 de mayo. Previamente, los convocantes di-fundieron una hoja donde insistían en la dramática situación de los obreros de toda La Palma. El manifiesto mostraba una mayor radicalización. Hasta ese momento se había recurrido a la intermediación de las autoridades locales ante los poderes públicos. Pero, el transcurso de los acontecimientos había demostrado que esa fórmula no servía. Los convocantes proponían una protesta ordenada y pacífica pero enérgica, resuelta y cla-morosa, para transmitir que, antes de sucumbir por hambre, había que rebelarse. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 87 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) La población, desde que pudo, reanudó, con más fuerza aún, la emigración hacia Cuba. En este periodo (1911-1920) emigraron 4.391 personas más de las que regresa-ron, lo que supuso uno de los saldos migratorios más negativos de los dos últimos siglos. 4. La segunda expansión del plátano (1918-1933). Fyffes Limited y la riqueza platanera. El final de la Gran Guerra abrió nuevamente los mercados europeos al plátano y al tomate del Archipiélago. Pronto comenzó la recuperación de ambos cultivos. A partir de 1919, la empresa Fyffes Limited, subsidiaria de la multinacional americana United Fruit, arrienda, por 15 años, las fincas de los mayores propietarios isleños a cambio de 100.000 pesetas anuales. La compañía inglesa pone en explotación nuevos terrenos, mejora y extiende las instalaciones de riego, construye almacenes, introduce abonos, fertilizantes y plaguicidas, y mejora las instalaciones portuarias. Cada vez se venden mayores canti-dades de plátanos y a mejor precio, buena parte de la población activa del Valle de Aridane y de San Andrés y Sauces se convierte en empleada de la empresa Fyffes Limited y buena parte de los poseedores de plátanos exportan a través de la compañía inglesa. La intensa movilización de los trabajadores dirigida por los republicanos como res-puesta a la aguda recesión económica que provocó la Guerra Europea dejará como secue-la, en los años inmediatos, la fundación de varios sindicatos y el embrión de un desarro-llo del socialismo en la Capital de la Isla y en Los Llanos. En ambos municipios residía la mayor parte la población asalariada, allí los medios republicanos ejercían una influen-cia considerable y, además, se trataba de núcleos abiertos a ideas provenientes del exte-rior debido a las decenas de buques recibidos anualmente en sus desembarcaderos y a la presencia de empresas extranjeras. Así, en 1918, una Comisión de Ta b a q u e ros, ante el agravamiento de la crisis que pade-cía la industria tabaquera en La Palma, convoca a los trabajadores para enfrentarse «a quie-nes les explotaban». A partir de ese año, unas organizaciones obreras en cuyas dire c c i o n e s a p a recen líderes republicanos y unas asociaciones republicanas en cuyas juntas apare c e n d i re c t i vos sindicales pro m u e ven huelgas que pretenden equiparar los salarios a la subida de los precios producida durante la I Guerra Mundial: tabaqueros, dependientes, panadero s , así como obre ros agrícolas del Valle de Aridane iniciarán conflictos sucesivos hasta 1923. En octubre de 1919, empleados de 19 casas comerciales de Santa Cruz de La Palma reclaman a sus empresas mejoras salariales. Tanto el presidente como el secretario de la Asamblea de dependientes son directivos de la Juventud Republicana. Al año siguiente, se constituye el Centro de Dependientes del Comercio y de la Industria. En 1921, se fundó la sociedad de obreros panaderos La Alborada en la capital de la Isla. En la otra vertiente de La Palma, el dinamismo que la empresa Fyffes Limited impri-mió a la economía local permitió a centenares de trabajadores de Tazacorte y Argual 88 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez encontrar ocupación en las distintas actividades de la compañía inglesa. Pero la abun-dancia de empleo no vino acompañada de un aumento de los salarios, así que, entre 1919 y 1922, los jornales no se equipararon a la subida de los precios producida durante la I Guerra Mundial y, en consecuencia, los obreros arrastraron las malas condiciones de vida de la década anterior. Con estos preámbulos, el día 7 agosto de 1922, más de doscientos empleados de la empresa Fyffes Limited en Tazacorte y Argual se declararon en huelga para demandar un aumento de sus salarios. En 1922, en las elecciones celebradas ese año, por primera vez, dos socialistas aspiran a los puestos de concejal en el Ayuntamiento de Los Llanos y de consejero en el Cabildo Insular. 5. La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1931). 5.1. Lucha en la Unión Patriótica. El respaldo gubernamental al Caciquismo Sotomayorista se había agrietado y eso abría resquicios a las pretensiones del Caciquismo Aspirante. Políticamente, desde la desaparición de Fernando León y Castillo, en 1918, el Partido Conservador insular arras-traba un proceso de debilitamiento causado por la ausencia del eslabón de la cadena caci-quil que, durante décadas, le aseguró el apoyo institucional. En las vísperas del Golpe de Estado de 1923, los Liberales consideraban que estaba llegando el final del Caciquismo Conservador. Apoyaban su dictamen en que el panorama político de la Isla divergía res-pecto al de décadas anteriores. Dos ayuntamientos, Breña Baja y Barlovento estaban en manos de Liberales y otro, el de El Paso, en principio Liberal, estaba «injustamente» ocu-pado por concejales interinos que lo dejaban en manos conservadoras. En las elecciones a diputados, celebradas a finales de abril de 1923, los Conservadores quedaron descarta-dos en todos los pueblos del Este de la Isla, donde la disputa por el escaño se libró entre el candidato Liberal-demócrata (1.745 votos) y el Republicano (1.472 votos). En el dis-trito de Los Llanos, el aspirante Conservador, Pedro Poggio, venció al Liberal «romano-nista », Ricardo Ruiz y Benítez de Lugo, pero tuvo que sufrir una significativa derrota en el municipio de El Paso y un contundente varapalo en el importante Pago de Tazacorte, donde sólo obtuvo 14 votos. Los Conservadores vencieron en la Banda Oeste de la Isla gracias al incontestable dominio que ejercían sobre tres de las secciones electorales del municipio de Los Llanos, sede del Cacicato «Sotomayorista». Pero en los restantes muni-cipios, los disminuidos procedimientos de antaño sólo le rentaban para victorias reñidas que, en el caso de El Paso, quedaban en derrotas. Socialmente, la captación clientelar del caciquismo de los grandes propietarios dis-minuyó durante la década de los veinte debido a que una parte de la riqueza era aporta-da por las actividades de empresas extranjeras. Estas eran las que exportaban la fruta de los pequeños y medianos campesinos y quienes proporcionaban empleo a los habitantes de varias localidades. Fue fundamental que los multifundistas despidieran a sus arrenda- Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 89 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) tarios para poder ceder, posteriormente, sus terrenos a la compañía frutera inglesa Fyffes Limited. De este modo, asalariados, antiguos arrendatarios y pequeños campesinos pasa-ron a depender en sus empleos de la multinacional inglesa, en un proceso de proletari-zación que dará todas sus consecuencias en la década siguiente, durante la II República. En efecto, una nueva generación se aleja de la cultura de la sumisión propia del caci-quismo al no depender de relaciones clientelares para obtener su puesto de trabajo, sino de una empresa extranjera que mantendrá relaciones laborales más impersonales. La llegada de la Dictadura del general Primo de Rivera, con su discurso anticaciquil y regeneracionista, acentuó el declive del Caciquismo Conservador. Así, a las tres sema-nas del golpe de estado, el Gobierno militar ordenó la disolución de todos los Ayunta-mientos de España para procurar deshacer el poder caciquil en el País. En la Palma, las medidas adoptadas por el régimen militar retiraron el apoyo institucional a los Conser-vadores para traspasarlo al Caciquismo aspirante de los Liberales y Republicanos palme-ros. En los días siguientes a su implantación, el Directorio Militar, ante las noticias que le llegaban de Canarias, previniéndole de que los delegados gubernativos no podrían con la secular maquinaria caciquil, telegrafió al Delegado del Gobierno en La Palma para avi-sarle que no procediera con debilidad puesto que tenían el respaldo de las leyes y del Gobierno. A los pocos días, las comunicaciones internas de la red gubernativa volvían a dar pruebas de las pretensiones anticaciquiles del Nuevo Régimen. El día 14 de octubre, se recibía en La Palma, otro telegrama enviado por el Gobernador Civil, instruyendo al Delegado del Gobierno para que tomara las medidas necesarias contra los Caciques que habían prevalecido en la Isla durante la Restauración. Como describía el doctor Sierra, uno de los opositores al Caciquismo tradicional de la Isla, el Pa rtido Conservador había monopolizado, durante décadas, el gobierno de los asun-tos públicos de La Palma gracias al apoyo de las oligarquías gobernantes, por arriba, y a los caciques rurales, por abajo. Ahora, el advenimiento de la Dictadura del General Primo de R i vera había mermado el respaldo gubernamental de los Conserva d o res que perd i e ro n buena parta de los cargos institucionales de la Isla, aunque no había disminuido, decisiva-mente, la consistencia de la red de clientelas que mantenía en el espacio insular. Esta virtud permitió al Caciquismo Conservador adaptarse a la nueva situación, pues, como sucediera en otras épocas, su capacidad de atracción la necesitó el Di rectorio para ro b u s-tecer el partido del régimen, la Unión Patriótica. El Di rectorio Militar no soltó amarras con respecto al Caciquismo sotomayorista. La razón era una contradicción esencial existente en el Pa rtido Único fundado por la Dictadura primorriverista: mientras su objetivo era acabar con la política caciquil de décadas pasadas, su asentamiento necesitaba de las clientelas del Caciquismo Conserva d o r. Esto permitía a los antiguos cacicatos aportar un grueso número de afiliados y de dire c t i vos a la Unión Patriótica y suponía que el arraigo en La Palma de la Unión Patriótica dependía, en buena parte, del ascendiente caciquil. 90 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez Apenas transcurrido año y medio del golpe de estado del General Primo de Rivera, la prensa liberal comprobaba que la regeneración política había sido frenada. Los caciques de la Restauración habían recuperado el respaldo del Gobernador Civil, lo que implica-ba la recomposición del sistema caciquil de antaño, es decir, dominio sobre los cacicatos rurales, por abajo, y apoyo gubernativo, por arriba. En 1925, los antiguos conservadores disponían nuevamente del control del Cabildo, y de municipios tan importantes en la Isla como Los Llanos y San Andrés y Sauces. La contradicción entre el discurso anticaciquil del Directorio Militar y la realidad de la persistencia en La Palma del Caciquismo tradicional de los conservadores, ahora inte-grado en Unión Patriótica, se reflejó en la visita que el Gobernador Civil de Tenerife rea-lizó a la Isla, en abril de 1928. A pesar de que las palabras pronunciadas por el Goberna-dor Civil incluían un mensaje anticaciquil, a pesar de que explicaba que la Unión Patrió-tica había venido para terminar con la vieja política, y, a pesar de que, a los Liberales, los conceptos vertidos por el Gobernador Civil les produjeron firmes esperanzas; lo cierto fue que, cinco años después del Golpe de Estado del general Primo de Rivera, los anti-guos conservadores seguían hegemonizando las instituciones locales, y que el acto de pro-paganda, concebido con motivo de la visita de la máxima autoridad provincial, fue orga-nizado por elementos destacados del bando Conservador que, además, invitaron, exclu-sivamente, a sus correligionarios de partido. El despliegue del Caciquismo tradicional ante el Gobernador Civil alcanzó su cima cuando los asistentes aplaudieron con fuerza al orador que defendió la política sostenida por el Partido Conservador durante la Restauración. Ese mismo año, el líder republicano Alonso Pérez Díaz escribía a Benito Pérez Armas, colaborador por entonces de la Dictadura, sobre la necesidad de remediar la inmoralidad y el desgobierno a que habían llegado las Instituciones insulares por la política del Sotomayorismo. No obstante, la oposición liberal, que retenía el Ayuntamiento capitalino, arreciaba y esto provocó, en 1928, la intervención del Jefe Provincial de Unión Patriótica, Delgado Barreto, que adoptó la decisión salomónica de constituir una directiva insular integrada, a partes iguales, por elementos de las dos facciones políticas. 5.2. El Grupo Espartaco. La llegada de la Dictadura del general Primo de Rivera supondrá una disminución de la intensidad de la actividad sindical, pero no conllevará la desaparición de los gremios. Dos factores explican la persistencia de estos sindicatos bajo el techo de la Dictadura. Por un lado, el entramado laboral diseñado por el gobierno militar permitía la actividad de sindicatos obreros de tendencia socialista. La colaboración entre la UGT y el ejecutivo del general Miguel Primo de Rivera determina que la autoridad gubernativa consintiera Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 91 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) la existencia de unos sindicatos, con atribuciones en los comités paritarios organizados por la Dictadura. A esta dispensa, se acogerán las organizaciones de trabajadores de la Isla. Por otro lado, las organizaciones obreras, frenadas por la coyuntura política autori-taria, no manifestarán exacerbaciones reivindicativas, aunque prosiguieran sus activida-des propagandísticas y organizativas. Estas Sociedades consentidas se nutrieron de la inquietud existente entre la población trabajadora por el agravamiento de la prolongada crisis económica que padecía La Palma. En los años veinte, la depresión se aceleró porque las tribulaciones se extendieron a las dos industrias más importantes que restaban, la tabaquera y la de bordados. Desde comienzos de la década, la situación se emponzoñó, aún más, porque la depresión que comenzaba a abatirse sobre los principales factores productivos de la isla de Cuba priva-ba a los palmeros de su tradicional tabla de salvación: la emigración. Inevitablemente, las consecuencias sociales aparecieron, y, a finales de la década, la prensa constataba que los obreros de la Isla padecían una gran escasez de trabajo. La solución ya no estaba en las Antillas, no quedaba otra alternativa que fomentar la solución en la tierra natal. Así, igual que ocurriera durante la I Guerra Mundial, instituciones y asambleas instan al Gobierno para que emprendiera una campaña de obras públicas en la Isla que, por un lado, per-mitieran el resurgimiento de la economía insular y, por otro lado, contribuyera a mejo-rar la aflictiva situación de los trabajadores. Igualmente, algunos colectivos obreros se organizaron para afrontar el nuevo desafío de luchar por sus intereses en su propia tierra. Uno de los sectores productivos palmeros más damnificados por el ahogo de la eco-nomía insular fue la industria tabaquera, en desasosegante declive desde que la Compañía Arrendataria de tabacos redujo, de forma alarmante, los pedidos de labores isleñas. A mediados de la década, cientos de obreros tabaqueros (unos 600 en toda la isla) sentían seriamente amenazada su subsistencia y determinaron movilizarse. El día 9 de septiem-bre de 1925, el sindicato tabaquero, Unión de Torcedores, anunció al Delegado del Go-bierno su propósito de declarar la huelga en la fábrica de tabacos La Africana, propiedad de Juan Cabrera Martín E.T. La razón de esta iniciativa radicaba en que el empresario había bajado las remuneraciones que pagaba a los obreros. Estos se preocuparon de acla-rar que iban a la huelga para defender sus salarios, de informar a las autoridades guber-nativas que tomaron la decisión después de haber agotado otros medios y de asegurar que no pretendían alterar el orden público. El regreso a La Palma en 1926 del primer secretario general del Partido Comunista cubano, el palmero José Miguel Pérez, supuso el nacimiento del Grupo Espartaco. Los obreros tabaqueros y otros dirigentes sindicales ligados al republicanismo entraron en contacto, inmediatamente, con él. Sus informaciones confirmaron a los tabaqueros las malas expectativas existentes en la República de Cuba debido a la disminución de los mercados azucareros, a la inmigración de jornaleros antillanos que cobraban salarios más 92 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez baratos que los trabajadores canarios y a la creciente violencia política y social que se adueñaba de la Isla caribeña. El cierre de Cuba reafirmó a los tabaqueros en su idea de defender el medio de vida con que contaban en La Palma. No es casualidad, que fueran los sectores más amenazados por la depresión de la economía insular quienes impulsaran el sindicalismo palmero, ni que fuera José Miguel Pérez, hijo de un maestro de la cons-trucción naval arruinado por la crisis de ese sector, quien, primero tuviera que emigrar, y, tras su regreso forzado de Cuba, se convirtiera en el principal organizador del movi-miento obrero insular. El Grupo Espartaco tuvo cobijo en la sede de la Juventud Republicana, donde José Miguel Pérez estableció su academia de enseñanza. Allí, el discurso marxista fraguó entre los inquietos y jóvenes dirigentes de las sociedades obreras surgidas del republicanismo durante la I Guerra Mundial. Acuciados por el deterioro económico de los años veinte, instruidos en teoría marxista por José Miguel Pérez, dejaron atrás el republicanismo para adentrarse en el socialismo. Estos sindicatos recibieron, también, el influjo de personas de ideología marxista y, en algunos casos, anarquista, que escribían en la prensa local y que recorrían las distin-tas poblaciones del territorio insular. Los maestros Antonio J. Torres y José Ramos Concepción, el articulista que firmaba bajo el seudónimo de Leonardo Babel, Sara Pérez y el mismo José Miguel Pérez, dispusieron con frecuencia de la tribuna que les ofrecía el periódico liberal El Tiempo para difundir, bajo la mirada de la censura, su pensamiento. Este es otro factor que influye en la vida sindical durante la dictadura del Primo de Rivera: los socialistas del segundo lustro de los años veinte contaron con la hospitalidad de las organizaciones republicanas y con el altavoz del diario El Tiempo. La trayectoria del Partido Liberal y de Unión Republicana en La Palma explicaba que se permitiera a personas tituladas como socialistas publicar en la prensa de las clases altas liberales. Desde 1916, Alonso Pérez Díaz coordinaba a Republicanos y Liberales. La estrategia del líder republicano era partidaria de un acuerdo con el elemento obrero que trajese la República y regenerase España. Por eso, en los años siguientes, se fueron creando sindicatos en cuyas directivas aparecían miembros de la Juventud Republicana. Estas circunstancias favore-cieron el entendimiento con el incipiente sindicalismo palmero, a quien abrieron las páginas del órgano de prensa liberal. En realidad, las clases acomodadas republicanas y los sindicalistas seguían teniendo el obje-t i vo común de modernizar la Isla con la construcción de infraestructuras que agilizaran las comunicaciones interiores y exteriores. La realización de estas obras impulsaría el comercio y la industria de la burguesía insular y, al crear puestos de trabajo, pro p o rcionaría una solución a los obre ros palmeros amenazados por la crisis económica que vivía la Isla. Este acuerdo re f o r-zó los vínculos filiales entre las incipientes organizaciones obreras y el arraigado partido re p u-blicano durante la transición que llevó de la Dictadura a la Re p ú b l i c a . Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 93 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) 6 La II República (1931-1936) 6.1 El Primer Bienio (1931-1933) 6.1.1 El triunfo del Alonsismo. En los momentos finales de la Dictadura, el dominio caciquil de La Palma estaba a punto de cambiar de manos. Ricardo Ruiz y Benítez de Lugo, antiguo miembro del Partido Liberal, afiliado, desde 1925, a la Unión Patriótica, desplegaba, desde Madrid, una importante influencia sobre La Palma, hasta el punto que sus adversarios políticos consideraban que la Isla vivía bajo un ambiente francamente «ricardista». Su puesto de Subsecretario de la Presidencia en los Gobiernos de la Dictadura proporcionaba al polí-tico tinerfeño una cuota de poder que ejercía en La Palma en combinación con su amigo, el líder de los Liberales y Republicanos palmeros, Alonso Pérez Díaz. Esta posición de Ricardo Ruiz y Benítez de Lugo en el Gobierno nacional permitió a la facción liberal de la Unión Patriótica palmera predominar en la Isla, llegando a presentar en las elecciones de abril de 1931 candidaturas sin oposición en cinco pueblos. En el ámbito insular, el Partido Republicano se convertía, así, en el eje de la vida polí-tica y tejía la base de su poder para el futuro. Su jefe, Alonso Pérez Díaz, jugaba a formar un amplio consenso que abarcara desde los Liberales hasta los Sindicalistas para doble-gar el Caciquismo Conservador de La Palma. Mientras la Juventud Republicana incor-poraba a los dirigentes de los sindicatos obreros que iban creciendo, sus mayores, enca-bezados por Alonso Pérez Díaz, abogaban por una alianza electoral con los Liberales en las elecciones municipales de abril, también, para combatir a los Conservadores. El repu-blicanismo palmero se convertía así en la bisagra de una coalición cuyo objetivo era des-truir el Caciquismo Tradicional, lo mismo fuera en una remozada monarquía constitu-cional (pacto con los Liberales), que bajo un régimen republicano (alianza con el Movi-miento obrero). En abril de 1931, el triunfo electoral de los republicanos en las principales ciudades de España y el exilio de Alfonso XIII dejaron paso a la instauración de la II República. Según la prensa derechista, tras la proclamación de la Democracia, los concejales libera-les «ricardistas» que habían pertenecido a la Unión Patriótica, «camaleónicamente», se transvasaron, sin dificultad, al republicanismo. La estrategia de Alonso Pérez Díaz había funcionado. 6.1.2 La Federación de Trabajadores de La Palma (1930-1936). La Federación de Trabajadores de La Palma y su órgano de prensa, el semanario Espartaco, se fundaron en 1930. El soporte institucional que el Gobierno de la República proporcionó a los sindicatos socialistas fue la base sobre la que se erigió el proceso de sin-dicación del proletariado. La legislación impulsada desde el Gobierno –principalmente el decreto de Colocación Obrera– la creación de Bolsas de Trabajo y la regulación de las 94 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez relaciones laborales a través de los Jurados Mixtos reconocían personalidad jurídica a las asociaciones obreras y le otorgaban poder decisorio en determinados asuntos municipa-les. Estas medidas aprobadas por el Ejecutivo nacional de republicanos y socialistas pre-tendían vigorizar los sindicatos para que fueran eficaces en su misión de mejorar las con-diciones de vida de los trabajadores, medio previsto por el proyecto republicano para resolver el problema social que desestabilizaba a España desde principios de siglo. Igual-mente, el desmantelamiento del caciquismo, enraizado en las zonas rurales, era otra meta del diseño republicano: los sindicatos debían ser dotados de la fuerza de atracción nece-saria para arrebatar al cacique sus clientelas de jornaleros y pequeños campesinos y atra-erlas al seno de las organizaciones obreras que aceptaban la República. Los republicanos y los liberales palmeros eran conscientes de la necesidad de desarraigar el caciquismo para consolidar un régimen auténticamente democrático. En la práctica, el apoyo oficial adjudicó a los sindicatos la función de agencias de coloca-ción. Los sindicatos adheridos a la Federación de Tr a b a j a d o res se erigieron en los principales d i s t r i b u i d o res de puestos de trabajo de la localidad porque, en cada término municipal, des-pués de la entrada en vigor de los convenios, recibía las demandas de trabajadores de los patro-nos y pro p o rcionaba empleados entre sus afiliados. A partir de este momento, no serán los p a t ronos quienes re p a rtan los empleos, sino el sindicato, por turno, entre sus militantes. Esto supuso un vuelco en las relaciones laborales. Los patronos perd i e ron su supremacía social ya que los puestos de trabajo que creaban eran gestionados por los sindicatos. De esta manera, el desarrollo sindical rompía el caciquismo vigente desde finales del siglo X I X. Durante todo este tiempo, los grandes caciques conserva d o res habían goberna-do la Isla porque la mayor parte de los puestos de trabajo eran otorgados por ellos. Qu i e n no obtenía un empleo en las propiedades o en los negocios de los Caciques Conserva d o re s , no conseguía un arriendo o no podía colocarse en las instituciones públicas gobernadas por el Pa rtido Conservador tendría que buscar su oportunidad en Cuba. Durante la Di c t a d u r a del general Primo de Rivera, este dominio caciquil se debilitó porque los grandes pro p i e-tarios despidieron a los agricultores de sus campos para poder arrendarlos a Fyffes Limited. De modo que, en adelante, sería la empresa inglesa quien contrataría a los operarios que trabajaran en esas fincas. A lo largo de la I I República, los sindicatos terminaron de ro m-per el engranaje caciquil al distribuirse los trabajos entre sus afiliados. El hecho de que la m a yor parte de los puestos de trabajo se otorgase a través del sindicato sirvió también para acabar con la dependencia de los obre ros respecto a los patronos de cualquier tendencia política. En los meses siguientes, la conversión en agencia de colocación llevó aparejado el e s f u e rzo porque se cumpliera la jornada laboral de 8 horas, se pagaran los salarios acord a-dos y se respetaran las condiciones de trabajo estipuladas. Durante el Primer Bienio, algu-nos contenciosos laborales permiten comprobar la preocupación de la Federación obre r a por el cumplimiento de la legislación laboral y de los convenios vigentes. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 95 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) En esta fase inicial, su misión reivindicativa y, sobre todo, su función distribuidora de empleo sirvieron para obtener la afiliación de buena parte de la población trabajadora. Sin embargo, esto no suponía una asimilación ideológica de teorías emancipadoras del proletariado como el marxismo. En realidad, muchos asalariados no se inscribieron en el Sindicato por ideología, sino para obtener una ocupación y determinados servicios que ofrecía la Sociedad. La prensa obrera diagnosticaba que, en el primer año de República, buena parte de los braceros no tenía conciencia ni de pertenecer a una misma clase social ni de la explotación a que le sometían los patronos, los propietarios multifundistas o las grandes empresas exportadoras. 6.1.3 La derecha palmera. Los antiguos Conservadores organizaron la Conjunción Democrático Social Conser-vadora para participar en los comicios municipales de 1931. Durante la campaña, abo-garon por el mantenimiento de la Monarquía, frente a los Liberales que se proclamaban partidarios de abrir un periodo constituyente y los republicanos que aspiraban a una transformación más profunda. Los resultados nacionales produjeron un hondo descon-cierto en el colectivo Conservador. Transcurridos algunos meses del cambio de régimen, la desorientación del Caciquismo hegemónico durante la Restauración se manifestó en la dispersión de su electorado. En los sufragios generales constituyentes de junio de 1931, una parte de los electores conservadores dirigió sus votos a la candidatura del Partido Republicano Tinerfeño, otra parte a la del Independiente Blas Pérez González y otra se abstuvo, en gran medida, porque el electorado conservador no fue movilizado. En los meses siguientes, los sectores sociales y las instituciones dominantes durante la Restauración constataron que las reformas impulsadas por el gobierno de republicanos y socialistas dañaban sus intereses. Paulatinamente, empiezan a sentir los efectos de la merma de su influencia política al perder la Delegación del Gobierno, el Cabildo Insular y los Ayuntamientos, que pasan a manos de militantes del Partido Republicano Palmero. Además, los mayores propietarios multifundistas se vieron amenazados por una reforma agraria que podía suponerle expropiaciones, pérdidas de aquellas parcelas que llevaban arrendadas más de doce años y aumentos de las contribuciones devengadas por sus pose-siones. Por su parte, la Iglesia se sintió acosada por las disposiciones del Gobierno en ma-teria religiosa, hasta el punto de considerar su supervivencia en peligro. Por añadidura, la promoción de los sindicatos, impulsada por un Gobierno de republicanos y socialis-tas, implicaba que las organizaciones obreras prevalecieran en el mundo laboral, algo a lo que no estaba acostumbrada la mentalidad de la patronal isleña. Los antiguos caciques junto a las entidades que respaldaban a la Iglesia crearon, a prin-cipios de 1932, Acción Popular. Asimismo, miembros de las clases altas y medias, ads-critas al republicanismo, pero descontentas por la creciente presión de los sindicatos, pro- 96 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez tagonizaron un paulatino trasvase hacia las filas de la derecha. Desde finales de 1933, el rechazo al devenir republicano llevó a un sector minoritario del conjunto conservador a decantarse por la opción fascista representada por Falange Española. Los resultados electorales de nov i e m b re de 1933 demostraron que los sectores opuestos al régimen republicano habían logrado conformar organizaciones sólidas. La audiencia cre-ciente que la derecha obtuvo en La Palma puede reflejarse en el aumento de la tirada de su órgano de prensa, Acción Social, que pasa de ser bisemanario a diario en pocos meses. Los efectos de la evolución del régimen republicano en el colectivo conservador y católico se reflejarán, con mayor nitidez, en los resultados de las elecciones generales de nov i e m b re de 1933. El conservadurismo palmero, re a g rupado en torno a la Unión de De rechas, logra vencer en los sufragios celebrados en nov i e m b re. Su candidato más votado, el antiguo sena-dor del Reino, José Miguel So t o m a yo r, obtuvo 7.281 sufragios, por 7.165 del re p u b l i c a n o , Alonso Pérez Díaz, y 2.325 de Fernando Ascanio, el primer candidato de socialistas y comunistas. Lo significativo era que estas cifras suponían para la derecha un incrementó de 4.490 votos, respecto a los resultados del candidato independiente que recibió sus votos en 1931. Los republicanos palmeros solo aumentaron en 1.581 sufragios y la izquierda obre-ra en 1.097. El aumento del voto conservador se debió, en primer lugar, al reajuste de la d e recha sociológica en torno a Acción Po p u l a r, tras constatar los derro t e ros que tomaba la II República. En segundo lugar, a la adición del importante voto femenino católico en la Isla. Por último, la victoria de la Unión de De rechas se explica por el sostén caciquil con el que ya contaba, aunque no lo hubiera utilizado en el desconcierto de 1931. 6.2 El Segundo Bienio (1933-1935). 6.2.1 La primera represión. Durante los años 1933-1935, la llegada al Gobierno nacional del Partido Republi-cano Radical de Alejandro Lerroux, apoyado en la CEDA de Gil Robles, supuso un giro a la derecha del régimen instaurado en 1931. El Ejecutivo pretendió menguar el dina-mismo de las organizaciones obreras, adoptando una política represiva y limitando su capacidad de propaganda. En La Palma, la Federación de Trabajadores fue clausurada, varios de sus directivos encarcelados y la censura activada. La comprometida situación de las organizaciones encargadas de defender a los trabajadores determinó que los obre-ros vieran como el peso de la crisis económica recaía, principalmente, sobre sus hombros, al disminuir los niveles salariales, al aumentar la jornada laboral y al permitir una mayor libertad de contratación y despido a la patronal. 6.2.2 La crisis económica. El declive del plátano. Nuevas embates deterioraban, aún más, la economía insular. Ya en 1925, los expor-tadores y productores plataneros tenían noticias de la creciente extensión de la superfi- Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 97 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) cie dedicada al cultivo de bananas en diversas áreas de África y América y de la propen-sión de Inglaterra, Francia y Alemania a comprar la producción de sus posesiones en Ultramar. La depresión mundial, iniciada en 1929 con la caída de la bolsa de Nueva York, acentuó la tendencia de los principales países compradores de plátanos canarios a dejar de adquirir la producción del Archipiélago y a preferir las bananas de sus propias colo-nias. El importante descenso en los volúmenes exportados y la depreciación de la fruta se vio agravada por la decisión de la empresa Fyffes Limited de abandonar paulatina-mente sus instalaciones en la Isla. A partir de 1933, las consecuencias de crack bursátil de Nueva York arribaron a La Palma y acentuaron los enfrentamientos políticos y socia-les de la II República. 6.2.2.1 La crisis y la patronal Las reivindicaciones salariales contenidas en las Bases de trabajo eran difícilmente asu-midas por los patronos. Más desde 1933, año en que la crisis de la exportación alcanzó niveles preocupantes. Así, la Asamblea Agrícola, organizada por la patronal platanera en el año 1934, con la participación de propietarios y exportadores de La Palma, estimó que el encarecimiento de la mano de obra figuraba entre las principales causas de la crisis de la exportación. Esta fue una de las razones por la que muchos propietarios de fincas pla-taneras recalaron en posiciones derechistas durante la II República. Los sindicatos se adueñaban del mundo laboral y las exigencias sindicales atentaban directamente contra sus condiciones de vida, pues los salarios constituían el capítulo más cuantioso de sus gas-tos. Sin duda, el descenso de las cantidades vendidas y la disminución de los precios devengados a los cosecheros, ocurrido de forma paralela al aumento de los costes labo-rales, provocó que el estatus económico de los propietarios pequeños y medios decayera hasta acercarse a la ruina y que a los grandes propietarios les preocupase que esta situa-ción les alcanzase. Este deterioro de sus rentas contribuiría a explicar la evolución políti-ca de un importante grupo de propietarios medios y comerciantes que temieron que sus propiedades pudieran ser engullidas por el progreso del marxismo. Se desmarcan del republicanismo y giran a la derecha para reunirse en el partido que recogía a los antiguos conservadores: Acción Popular, organización que, en su programa, propugnaba restarle poder a los partidos y sindicatos obreros, como, de hecho, estaba haciendo desde 1934. 6.2.2.2 La crisis y el movimiento obrero Cuando, en la década anterior, el enquistamiento de la crisis económica en La Pa l m a coincidió con el cierre de la emigración al Caribe, los sectores obre ros más acuciados por la d e p resión re s o l v i e ron fortalecer las organizaciones de trabajadores de la Isla para hacer fre n-te a la amenaza que se avecinaba sobre sus condiciones de existencia. Durante los años fina-les de la Dictadura, se consolidó una alianza entre estos sindicatos y las asociaciones re p u- 98 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez blicanas, en torno a un gran plan de obras públicas cuya aplicación modernizaría la Is l a , i n c rementaría el movimiento comercial e industrial y solventaría la crisis de trabajo que agobiaba a la clase obrera. El Concierto Económico entre el Estado y el Cabildo para la c o n s t rucción de la carretera de circ u n valación y el túnel de La Cu m b re fue aprobado por el Gobierno nacional en octubre de 1930, gracias a las gestiones del liberal Ricardo Ruiz y Be n í t ez de Lugo y de su colaborador en La Palma, el republicano Alonso Pérez Díaz. La p romesa de futuro que patrocinaban los republicanos adquirió, entonces, veracidad: cuan-do éstos gobernasen en el País y en La Palma, cientos de trabajadores podrían encontrar refugio en las obras públicas que se emprenderían en la Isla. Los sindicalistas marxistas de La Palma aceptaron encauzarse en una República moderada porque cifraron sus esperan-zas en un régimen que traería libertades políticas, mejoras laborales y empleos para eludir la miseria. Sin embargo, pronto llegó la decepción. En el primer año de República, el Gobierno anunció que suspendía este plan de obras públicas. Paralelamente, la crisis eco-nómica instalada en La Palma empeoró debido a las re p e rcusiones de la depresión interna-cional sobre una economía volcada al exterior, a causa del continuado reflujo de los emi-grantes y por los efectos de otra arremetida de Tabacalera sobre la industria isleña. Esto explica que, desde el primer año de República, la cada vez más influyente élite sindical comunista apartara sus esperanzas de una República, que tachaba de burguesa, y eligiera encaminarse hacia la re volución comunista. La solución no la iba a traer una Cuba, ya muy lejana, ni la abortada campaña de obras públicas financiada por la República, sería la abo-lición de la propiedad privada y el re p a rto de riqueza, inherentes a una re volución obre r a , quienes procurarían el remedio para la pobreza del pro l e t a r i a d o. En 1933, la reducción de las exportaciones, la disminución considerable del valor de los plátanos, la paralización de las obras públicas y un invierno seco que provocó la pér-dida de las cosechas de cereales, papas y tabaco se combinaron para incrementar el desem-pleo y crear una situación «angustiosa» en La Palma. A los aprietos del sector platanero y al cierre de la emigración hacia Cuba, tradicional aliviadero de las depresiones económi-cas en el Archipiélago, se agregó el regreso de los emigrantes para empeorar el problema del paro. A partir de la crisis económica que mediada la década de los veinte se declara en Cuba, las cifras de emigrantes comienzan a disminuir con respecto a las décadas ante-riores. Entre 1931 y 1940, La Palma arroja un saldo migratorio positivo (+1.781) y, mediada la II República, la Delegación del Gobierno pronosticaba serios conflictos como consecuencia del paro forzoso incrementado por la gran cantidad de repatriados de Cuba. A lo largo de la historia, la combinación de crisis económica y la cancelación de la emigración abrían un periodo de calamidades para las clases bajas. Sin embargo, en esta ocasión, una novedad, los sindicatos, había conseguido paliarlo. Así pues, los trabajado-res y los pequeños campesinos de La Palma comprobaron que, a pesar de la recesión y del corte de la vía emigratoria, las nuevas organizaciones obreras conseguían eludir parte Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 99 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) de las penurias que hubieran caído sobre ellos. La élite obrera insular procuró aprovechar el crédito obtenido con esta labor y la libertad de expresión que concedía la Democracia para adoctrinar al proletariado sin ideología que llegaba a sus organizaciones en busca de trabajo, defensa o servicios. A partir de la primavera de 1935, las organizaciones adscritas a la Federación de Tra-bajadores comienzan a sacudirse el peso de la represión y emprenden una campaña sin-dical cuyo objetivo será recuperar la renta perdida por los obreros como consecuencia de la ofensiva patronal iniciada con la llegada de la Derecha al Gobierno. 6.3 El Frente Popular (febrero-julio 1936). En los meses previos a la campaña electoral de febrero de 1936, se produjeron con-flictos laborales, manifestaciones de protestas y atentados con explosivos que contribu-yeron a que el periodo electoral fuera el más tenso de los vividos en La Palma durante la II República. A los motivos de tensión política y social que generaba la Isla, se unía que la pobla-ción palmera involucrada en esta lucha electoral seguía, fundamentalmente por la pren-sa, los sucesos del resto del Archipiélago y del Estado. Los testimonios orales confirman que los cuatro principales periódicos insulares recogían en sus páginas noticias y artícu-los de fondo que contribuían trasladar a La Palma la excitación que se vivía a escala nacional. Así pues, la lucha electoral fue intensa desde el comienzo de la campaña. La actua-ción del gobierno ocasionó protestas cuando depuso de las instituciones locales a los ges-tores republicanos. El Gobernador Civil designado para la provincia de Tenerife, afilia-do a la CEDA, pactó con las derechas la candidatura de Centro-Derecha que había que favorecer. A continuación, reeditando los métodos electorales de la Restauración, orde-nó reemplazar al Delegado del Gobierno, a los ediles de los ayuntamientos y a los con-sejeros del Cabildo pertenecientes al Partido Republicano Palmero para sustituirlos por directivos de la Unión de Derechas. Este intento, a la vieja usanza, de poner a disposi-ción de la candidatura gubernamental los recursos del Estado fue respondido con una inmediata movilización popular impulsada por el Partido Republicano Palmero y el Bloque de Izquierda. El 9 de enero, más de 3.000 personas asistieron a un mitin de pro-testa celebrado en el Parque de Recreo de Santa Cruz de La Palma, convocadas por el Partido Republicano, Izquierda Republicana, la Agrupación Socialista, el Radio Comunista, la Concentración Antifascista, la FUE y la Federación de Trabajadores de La Palma. La convocatoria se convirtió en un acto de afirmación antifascista y de unidad republicano-obrera cara a las elecciones de febrero. El Gobernador Civil dio marcha atrás y, el 10 de enero, el partido republicano palmero volvió a recuperar el control de la Delegación del Gobierno y de los ayuntamientos. 100 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez En las vísperas de las elecciones de febrero de 1936, en el seno del republicanismo palmero existían dos opciones. La primera era integrarse en el proyecto progresista del Frente Popular. Ante las perspectivas electorales, se produjo un amago de reeditar la alianza entre republicanos y movimiento obrero que trajo la II República. Sin embargo, la denominada Concentración Popular Antifascista no cuajó y Alonso Pérez Díaz se des-marcó del Frente Popular, presentándose como opción de centro con el Partido Republi-cano Tinerfeño. Por parte de los comunistas, la línea revolucionaria adoptada desde 1932 fue aparca-da. Se abandonó, momentáneamente, la meta revolucionaria para procurar un pacto con la burguesía progresista que bloquease el avance del fascismo y que impidiese una reno-vación del desastroso gobierno de derechas. Las izquierdas, desde comunistas hasta Izquierda Republicana, lucharán unidas en el Frente Popular. Los resultados electorales de las derechas en La Palma cre c i e ron respecto a los comicios generales de 1933, al conseguir 8.962 votos, 1.681 más. El 45% de los votantes palmero s emitió su sufragio a favor del primer candidato de las derechas insulares, José Mi g u e l So t o m a yo r. El Pa rtido Republicano Pa l m e ro obtuvo 8.109 votos, el 40,7% de los vo t a n-tes. La cifra de votos de 1933 había aumentado en 944. Por su parte, la pro g resión de las f u e rzas de izquierda presentó una aceleración considerable al triplicar sus resultados y obte-ner 7.447 votos, 5.122 sufragios más de los conseguidos en las elecciones de 1933. El can-didato más votado del Frente Popular recibió el sufragio del 37,4%, de los votantes, fre n-te al 7,5% de las elecciones anteriores. En realidad, - como percibió la derecha palmera-, la p ro g resión de la izquierda había sido importante. De no hacerlo en ninguno, el Bloque de Iz q u i e rdas había pasado a ganar en cuatro municipios, incluida la Capital de la Isla (Bre ñ a Baja, Garafía, Ta z a c o rte y Santa Cruz de La Palma). El nivel de la abstención que, en 1933, se situó en torno al 50,1%, en 1936, pasó al 39,5%. La abstención se redujo en un 10,6% y la capacidad de movilización de la Iz q u i e rda fue la responsable de la mayor parte del des-c e n s o. En efecto, conforme avanzaba la República y se desbarataban las estructuras caci-quiles debido al avance de la sindicación, una parte importante de la inhibición electoral se tornó en votos de Iz q u i e rdas. La prensa palmera de todas las tendencias constataba que p o rcentajes amplios de las generaciones jóvenes que se incorporaban al censo electoral se estaban mostrando re c e p t i vos a la ideología marx i s t a . Durante el periodo de gobierno del Frente Popular (febrero-julio de 1936), un repu-blicano de izquierda asumió la Delegación del Gobierno, mientras que un socialista ocupó la presidencia del Cabildo Insular. Socialistas, comunistas republicanos progresis-tas se posesionaron, también, de concejalías en varios de los Ayuntamientos. Las organi-zaciones obreras, apoyadas por las autoridades gubernativas, y con las manos libres en su faceta propagandista, se aprestaron a aprovechar el periodo que se abría para extender su afiliación por las zonas rurales de las islas, hasta ahora impermeables a su discurso. Las Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 101 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) obras públicas que conllevaban la sindicación de los campesinos residentes en las zonas rurales por donde pasaba la construcción y las movilizaciones sindicales para conseguir nuevos convenios laborales fueron las mejores vías. Para los sectores sociales adscritos a la derecha, la reedición del Primer Bienio era una idea insoportable, máxime cuando comprobaron que las izquierdas disponían, esta vez, de todos los recursos para llevar a cabo su programa: el respaldo gubernativo, un parla-mento favorable y unas organizaciones sindicales y políticas mucho más expertas y con-solidadas que en 1931. Las bases de trabajo que se aprobaron durante la primavera fue-ron favorables a los asalariados. De este modo, las izquierdas controlaban las institucio-nes, la calle y el mundo laboral, definitivamente, los grupos dirigentes de la sociedad y la política durante la Restauración parecían perder su predominio. En abril de 1936, el general Francisco Franco ya era Comandante General de Cana-rias y este hecho situaba al Archipiélago en la primera línea de la conspiración contra el gobierno de la República. El Comandante General de Canarias sondeó entre antiguos caciques y dirigentes políticos de la derecha el respaldo social que una sublevación mili-tar podría reunir en las Islas, incluida La Palma. Esto explicaría las reuniones clandesti-nas que se producen en Santa Cruz de La Palma, Los Llanos de Aridane, San Andrés y Sauces y Breña Alta, a las que asistieron miembros de los colectivos perjudicados por el programa del Frente Popular. Dirigentes de la derecha y miembros de organizaciones cle-ricales se reúnen en sus viviendas, en sedes de sus asociaciones y en despachos de aboga-dos con elementos decididos de sus clientelas y de sus feligresías. Durante estos meses, los falangistas intensificarán su actividad por toda la Isla, siendo su acción más especta-cular la del día 11 de julio de 1936, cuando todos los ayuntamientos de la Isla amane-cieron con la bandera fascista ondeando en sus fachadas. 7 La Guerra Civil (1936-1939). 7.1 La Semana Roja (18-25 julio 1936) y la arribada del Movimiento. La mañana del 18 de julio de 1936, el comandante Baltasar Gómez Navarro recibió de la Comandancia Militar de Santa Cruz de Tenerife la señal para iniciar la sublevación en La Palma. Sin embargo, el mensaje fue interceptado por el Delegado del Gobierno de la República, Tomás Yanes Rodríguez, quien dio instrucciones a los alcaldes de todos los pueblos de la Isla para que se pusieran en contacto con las organizaciones obreras, a fin de constituir con sus afiliados unas milicias armadas que mantuvieran a La Palma fiel al Gobierno de la República. Durante siete días, la Semana Roja, lo consiguieron. El arco político que dirigió los pue-blos durante la Semana Roja abarcó desde la Unión Republicana hasta el Radio Comunista. El mecanismo para formar los comités del Bloque de Iz q u i e rdas en cada población fue pare-cido: tras recibir la llamada del Delegado del Gobierno, el Alcalde convocó a las asociacio- 102 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez nes obreras de la localidad para establecer un comité en sesión permanente. De inmediato, los sindicatos pusieron sus afiliados a disposición de las autoridades republicanas para i m p rovisar unas milicias pobremente armadas que cumplirían con el cometido diseñado desde la Delegación del Gobierno de asegurar la Constitución sin transgredir el ord e n p ú b l i c o. A continuación, se instruyó a las referidas Juntas sobre las medidas destinadas a sostener la República en sus demarcaciones: confiscar las armas a la población de dere c h a s , p a t rullar el pueblo, vigilar los polvorines, controlar las subsistencias… . El 25 de julio, fuerzas del Ej é rcito y voluntarios falangistas, transportadas por el C a ñ o n e ro Canalejas desde Las Palmas de Gran Canarias, fondearon en la rada de Sa n t a Cruz de La Palma. Después de disparar un obús sobre las inmediaciones del puerto, desem-b a rc a ron. Los milicianos y varios guardias de asalto optaron por eludir un choque que oca-sionaría víctimas en la población, destro zos en la Ciudad y, además, sería acometido en manifiesta inferioridad. Cargos públicos insulares y destacados dirigentes del Fre n t e Po p u l a r, después de guardar el orden bajo el mandato del Gobierno republicano, marc h a-ron en busca de una fuga organizada de la Isla, o, en su defecto, buscaron el refugio en los montes a la espera de que el gobierno de la República dominase la sublevación. Sin embar-go, la rebelión militar se consolidó y, a las persecuciones de las patrullas integradas por falan-gistas y guardia civiles, se unieron las expediciones militares que tuvieron como conse-cuencia la aprehensión o la entrega de la mayor parte de los fugitivos, todo, antes de que transcurriese el primer año de Guerra. Veintisiete izquierdistas huidos y catorce de sus sos-t e n e d o res en los montes pagaron con la vida su participación en este episodio. El nuevo hábitat político y social creado por el Movimiento Nacional sofocó la lucha de clases en la Isla y permitió aliviar los perjuicios que la crisis económica ejercía sobre los pro-pietarios al desviarlos hacia el pro l e t a r i a d o. Las clases medias y altas que dirigieron los consis-torios municipales tras el Movimiento Nacional estaban integradas por dirigentes de las dere-chas locales, en muchos casos, eran empresarios radicalizados por los contenciosos laborales sostenidos con las asociaciones de trabajadores, durante el período democrático pre c e d e n t e . Víctimas de huelgas, boicots, atentados y atemorizadas por la constante expansión sindical, tras el 18 de julio, las autoridades del Movimiento Nacional no interv i n i e ron ante los exc e s o s que los patronos cometieron en el ámbito laboral. Esto, unido al desmantelamiento de los sindicatos de clase, pro p o rcionó libertad de movimientos a los empleadore s . Por otro lado, al principio de la Guerra Civil, el negocio platanero pasaba por una situación crítica debida a la constricción de los mercados europeos, y a la marcha de la principal empresa extranjera dedicada a la exportación de frutas de Canarias: Fyffes Limited. Para que el comercio del plátano continuase rindiendo beneficios, los inverso-res nacionales debían, primero, ocupar el vacío dejado por la multinacional inglesa. Los sindicatos de cosecheros, liderados por los grandes propietarios, dieron un paso al fren-te y asumieron la producción y la comercialización del plátano. Por otra parte, las auto- Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 103 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) ridades nacionalistas facilitarían este traspaso reservando el mercado nacional al plátano canario y aplicando medidas propugnadas, desde el segundo bienio republicano, por fac-ciones de la burguesía terrateniente. A saber: concesión de un crédito agrícola, sindica-ción de los agricultores para comerciar la fruta y reducción de los costes en la exporta-ción, tanto disminuyendo los salarios como esquivando los gastos añadidos que provo-caba la presencia de los intermediarios en el negocio. 7.2 La represión. La Palma padeció durante la Guerra Civil dos males dramáticos: el miedo y el ham-bre. El miedo lo provocó la represión que llevaron a cabo los partidarios del general Francisco Franco, el hambre lo causó la angustiosa depresión económica que se abatió sobre la Isla hasta los años cincuenta. La represión del bando franquista tuvo como objetivo desmantelar el movimiento obrero y desbaratar a las organizaciones políticas que habían apostado por la Republica. La mayor incidencia de la represión se padeció en los pueblos donde se dio una fuerte conflictividad social durante la II República y donde se produjo una mayor expansión de marxistas y de republicanos. Esto sucedió en los municipios del Área Capitalina, del Valle de Aridane y de la Comarca Norte de la Isla, zonas que aportaron más de dos tercios de los represaliados de La Palma. Muchos propietarios rurales y empresarios estaban contrariados por la presencia de los Gremios obre ros, debido a que habían mantenido conflictos laborales con estos, en algún momento de la República, y porque la fuerza creciente de los sindicatos había re s t r i n g i d o , notablemente, la capacidad de maniobra de la patronal. También, la Iglesia y sus feligre s e s se sentían disgustados con las asociaciones de trabajadores porque las responsabilizaban de que buena parte de la población se sustrajera a su influencia y de que sus edificios y sus sím-bolos sagrados sufrieran atentados anticlericales. Cuando, a partir del 18 de julio de 1936, los cargos públicos y las direcciones de las milicias de Falange Española y de Acción Ciu-dadana fueron depositadas en manos de los sectores sociales e ideológicos contrariados por el devenir republicano, se prolongó, a La Palma, la estrategia re p re s i va diseñada por los s u b l e vados para pacificar socialmente al país. A partir de ese momento, las denominadas « f u e rzas viva s » de la localidad tuvieron entre sus misiones orientar la actuación re p re s i va en el municipio. De los más de 500 re p resaliados de la Isla (entre ejecutados y presos) contabi-lizados durante la Guerra Civil, la mayoría pertenecían al proletariado y, en su mayor part e , eran militantes o dire c t i vos de la Federación de Tr a b a j a d o res, del Pa rtido Comunista o de la Agrupación Socialista y de los partidos republicanos palmero s . La práctica represiva aplicada por la Guardia Civil y las milicias de Falange Española y Acción Ciudadana tenía dos vertientes. Por un lado, buscaba decapitar a los partidos políticos republicanos y a las asociaciones obreras deteniendo y neutralizando a sus car- 104 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez gos dirigentes. Por otro lado, mediante acciones que aterraban por su contundencia e impunidad, pretendía traumatizar a la población con la finalidad de paralizar sus reac-ciones y abocarla a la resignación. Para conseguir la primera meta, en La Palma, se detuvo, se encarceló o se ejecutó a los dirigentes de organizaciones sindicales y de partidos políticos disidentes, así como a autoridades municipales y gubernativas republicanas. En total, fueron ejecutadas, de forma clandestina, en torno a cuarenta personas, diez más fueron fusiladas después de un Consejo de Guerra, cerca de trescientas fueron condenadas a distintas penas de prisión y una cifra indeterminada por la escasez de fuentes, pero, con probabilidad superior a la anterior, encarceladas durante la Guerra, sin que se les instruyera ningún juicio. Para obtener el segundo objetivo, abortar la capacidad de reacción de la población de izquierdas, se implantó la represión cotidiana. Al eco de terror que producían las deten-ciones y las desapariciones en toda La Palma, se añadieron los apaleamientos, las impre-caciones y las humillaciones, que, llevadas a cabo por las milicias
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Calificación | |
Título y subtítulo | Historia contemporánea de La Palma (1766-2000) |
Autor principal | González Vázquez, Salvador |
Entidad | Sociedad de Estudios Generales |
Publicación fuente | Revista de Estudios Generales de la isla de La Palma |
Numeración | Número 00 |
Sección | Estudios |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Santa Cruz de La Palma |
Editorial | Sociedad de Estudios Generales de la isla de La Palma |
Fecha | 2004 |
Páginas | pp. 065-122 |
Materias | Historia ; Etnografía ; Patrimonio ; Cultura ; Canarias ; La Palma ; Publicaciones periódicas ; Historia contemporánea |
Enlaces relacionados | Enlace a la Revista en la web del editor: http://www.palmensis.com/estudios-generales/ |
Notas | Actas del I Congreso (I): Historia y Etnografía |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
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Texto | Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 65 I. LOS EJES HISTÓRICOS DE DOS SIGLOS Y MEDIO: Desde que se abrió el pleito de los regidores perpetuos (1766) hasta la llegada de la II República (1931), la pugna política en La Palma se desarrolló entre dos opciones. Unos -Absolutistas, Moderados, Conservadores- lucharon por mantener lo estatuido. Otros - Progresistas, Liberales, Republicanos- combatieron por reformarlo. La II República (1931-1936) abrió la puerta a una tercera fuerza social que, hasta ese momento, no había intervenido de forma autónoma en la política insular: el proletariado, cuya bandera fue el discurso marxista. Marxismo y Republicanismo fueron destrozados por la represión propiciada por los sectores conservadores de la sociedad durante la Guerra Civil (1936- 1939). Los posteriores cuarenta años de Dictadura dejaron paso, a partir de 1976, a una nueva etapa de pluralismo democrático. Económicamente, hasta las décadas finales del siglo XX, La Palma mantuvo una eco-nomía basada en la agricultura que no permitía atender a la subsistencia de la población, lo que determinó una intensa corriente migratoria dirigida, primero, hacia Cuba y, des- HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE LA PALMA (1766-2000) Salvador González Vázquez* Resumen: El pleito de los re g i d o res perpe-tuos, iniciado en 1766, introduce a La Palma en la Historia Contemporánea. Desde entonces, su e volución se ve marcada por las luchas políticas e n t re sectores pro g resistas y conserva d o res de la sociedad, por la insuficiencia crónica de su eco-nomía para atender a la población y por la con-siguiente necesidad de la emigración para dar salida al excedente demográfico. Tras el desastre humano y económico de la Guerra Civil y la Postguerra, los niveles de bie-nestar de la población (sanitarios, educativo s … ) se fueron elevando, paulatinamente, hasta equi-parlos a los de los países más ricos del mundo. Palabras clave: Emigración, insuficiencia económica, conserva d o res y pro g resistas, caci-quismo, re p resión, agricultura de export a c i ó n . Abstract: Beginning in 1766, the dispute of the perpetual aldermen brings La Palma into C o n t e m p o r a ry Hi s t o ry. Since then, its deve l o p-ment is characterised by the political stru g g l e b e t ween the pro g re s s i ve and conserva t i ve sectors of its society, by the chronic inability of its eco-nomy to meet its people’s needs and by the re s u l-ting need for migration as a solution to the demographic surplus. After the human and economic disaster of the Civil War and the Postwar period, the leve l of public we l f a re (health, education…) incre a-sed gradually, until matching that of the richest countries in the world. Key words: Migration, economic inability, c o n s e rva t i ve and pro g re s s i ve sectors, petty ty-r a n n y, re p ression, export agriculture . * Profesor de Enseñanzas Medias (IES José María Pérez Pulido) 66 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez pués, a Venezuela. A partir de 1960, la economía insular se ha vigorizado a causa de los capitales provenientes de la emigración, la tercera expansión platanera, el fortalecimien-to económico del Estado y los fondos de cohesión europeos. En este último tercio del siglo XX, la llegada de la sociedad de consumo y el desarrollo de las comunicaciones inte-riores y exteriores, están incrementando el peso de los sectores de la construcción, del comercio y del turismo. Durante la mayor parte de la Edad Contemporánea, nos encontramos con una mayo-ría de la población formada por jornaleros, arrendatarios y pequeños propietarios some-tida a los avatares de una insuficiencia productiva crónica, agravada durante los periodos de malas cosechas y epidemias. Este sector de la población nutrió la vía migratoria que tuvo como principal destino el Caribe. Los emigrantes que consiguieron reunir alguna fortuna en Cuba aprovecharon la desamortización y la desvinculación de la propiedad emprendidas el siglo XIX para iniciar un proceso de fragmentación de la propiedad que se continuará a lo largo del primer tercio del siglo XX. A partir de 1950, los ahorros obte-nidos por los palmeros que emigraron a Venezuela, sumados a los créditos concedidos por el Estado, ampliaron el número de los pequeños y medianos campesinos en la Isla. Desde los años sesenta, los niveles educativos, sanitarios y asistenciales proporcionados por el Estado han aumentado, progresivamente, el grado de bienestar. La población isle-ña abandonó el siglo XX con un crecimiento vegetativo negativo pero con un crecimiento real favorable, debido al ascenso de la inmigración. II. A FINES DEL SIGLO XVIII. 1. El final del Antiguo Régimen: el pleito de los regidores perpetuos (1766-1773). Hasta finales del siglo XVIII, el centro del poder en la Isla radicaba en Santa Cruz de La Palma, lugar donde residían los mayores hacendados, que, a su vez, eran los regidores perpetuos del Cabildo. Esta oligarquía insular, originaria de los tiempos de la conquista, aunaba el control económico y la sujeción política de La Palma. Sin embargo, el pleito de los regidores perpetuos (1766-1773), protagonizado por el comerciante Dionisio O’Daly y el abogado Anselmo Pérez de Brito redujo el poder de la nobleza palmera. En estos acontecimientos confluyeron, en primer lugar, una política centralizadora impulsada por la Monarquía borbónica que buscaba restringir el poder de la aristocracia y de los municipios. Ya en 1760, el Rey estableció medidas de control sobre unas hacien-das municipales que presentaban, de forma generalizada, un déficit alarmante. En segundo lugar, la Pragmática de 1765 acabó con los precios tasados para los gra-nos. Esto produjo, inmediatamente, la escasez, la carestía de estos productos de primera necesidad y el estallido de motines en varias localidades de la Península. Las Autoridades Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 67 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) detectaron que parte de la responsabilidad del alza de precios se debió a las prácticas corruptas realizadas por los regidores perpetuos de los municipios. La Monarquía deci-dió, entonces, impedir la repetición de las revueltas populares disminuyendo la fuerza de las oligarquías municipales. El 5 de mayo de 1766, y para contrarrestar el poder de los regidores perpetuos, el gobierno decretó un Auto Acordado que dispuso la elección por los contribuyentes de cuatro diputados del común y un síndico personero en los muni-cipios de más de dos mil vecinos. Estos cargos, elegidos anualmente, no necesitaban la condición de nobleza y su función sería la de controlar la política de abastos de los con-sistorios. A Santa Cruz de La Palma, por tener menos de dos mil vecinos, le correspon-dieron dos diputados del común más un síndico personero. En tercer lugar, Santa Cruz de La Palma era un medio abierto a las ideas ilustradas que circulaban por Europa y América por ser un puerto cercano a las rutas comerciales entre los dos continentes. En esta localidad, residían la mayor parte de los comerciantes, industriales, funcionarios, profesionales liberales y funcionarios de la Isla. Del seno de este sector de la población surgirá un grupo que, imbuido de ideas ilustradas y azuzado por la crisis económica insular, aprovechará el respaldo gubernamental para enfrentarse a los privilegios de la antigua oligarquía isleña. Este círculo lo encabezaba el comercian-te de origen irlandés Dionisio O’Daly. En su casa, se reunían el abogado Anselmo Pérez de Brito, hijo de una familia de campesinos acomodados del pueblo de Garafía; Santiago Albertos, escribano público; Domingo Albertos Martínez, abogado; Mariano Martínez Méndez, Juan Lazcano Gordejuela, Tomás Cullen, el médico Antonio Miguel de los Santos, miembro de una familia humilde cuyo padre adquirió fortuna en la emigración; el administrador de la Real Renta de Tabaco Juan Jacinto de Silva, proveniente de una saga de artistas; y el también comerciante Ambrosio Stanford. Todos ellos acumulaban medios económicos e influencia social. Así, sus propios enemigos denunciaban que O’Daly y Stanford controlaban una red de tenderos a los que proveía con su comercio. Anselmo Pérez de Brito, por su parte, era el abogado más reputado de la época, la misma consideración profesional que poseía el médico Antonio Miguel de los Santos. El pleito transcurre con dureza. Lo inician el abogado Anselmo Pérez de Brito y el comer-ciante Dionisio O’Daly al denunciar actuaciones corruptas de los re g i d o res del Cabildo en materia de abastos. Ambos serán perseguidos por la reacción de los re g i d o res perpetuos. Contra Dionisio O’Daly se argumentó su condición de extranjero para obtener su cese como Síndico Pe r s o n e ro. Cuando iba a ser prendido, pudo escapar a la Península. Allí denunció a la Corte borbónica lo que estaba ocurriendo en la Isla. Mientras tanto, su correligionario de ideas liberales, Anselmo Pérez de Brito, fue encarcelado en 1770 y fallecería, dos años más t a rde, a consecuencia de las penosas condiciones que padeció durante su detención. En 1771, el Consejo de Castilla determina el cese de todos los re g i d o res perpetuos, a quienes condena, también, a cuantiosas multas, obligando, en adelante, a que los re g i d o re s 68 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez del Cabildo sean elegidos mediante sufragio popular y con periodicidad bianual. El re l e vo se produjo en el año 1773. De esta forma, aunque los sectores privilegiados del Antiguo Régimen continuaron luchando por sus intereses, el poder político en la Isla no vo l verá a ser detentado, de forma exc l u s i va, por está fracción de la sociedad. A lo largo del siglo X I X, Santa Cruz de La Palma mantendrá la tradición pro g resista iniciada y se extenderán el libe-ralismo, primero, el republicanismo, después, y, asociada a ambos, la masonería. Para el futuro, los aspirantes a detentar el poder en La Palma confirmaron que dis-poner de una reserva consolidada de sostén social -lograda gracias a la influencia econó-mica, ideológica o política- habilitaba para engancharse al engranaje del Gobierno, como delegados insulares, y predominar en la Isla. 2. Malas cosechas, miseria y emigración (1750-1800). Las condiciones de vida de las gentes del país aparecen descritas en el relato que el fraile Juan Francisco de Medinilla envió a su Obispo en el año 1758: los campesinos de toda La Palma eran sumamente pobres, como principal alimento consumían el pan de raíces de helecho y su vestimenta reflejaban la miseria en que vivían. Este cuadro se debía a los condicionantes orográficos y climáticos de la Isla, al desi-gual reparto de la propiedad y a la deficitaria producción agrícola. Así, de un lado, el censo de Floridablanca del año 1787 estimaba que en La Palma vivían 174 labradores y 3.114 jornaleros, cifras que arrojaban el balance de un propietario por cada 19 asalaria-dos. Esta estadística asignaba a la mayor parte de la población unos medios de vida tan escasos que, en épocas de malas cosechas, podían suponer la inanición. Por otro lado, las informaciones del Cabildo estimaban que los habitantes de la Isla consumían unos 137.000 kilos de cereales al año, de los que sólo cosechaban 37.000, carencia que obli-gaba a importar provisiones de otras Islas, principalmente, de Lanzarote y Fuerteventura. En la misma línea, Francisco Escolar y Serrano, en sus estadísticas, estimaba que la pro-ducción agrícola isleña apenas daba para alimentar medio año a su población. La terrible situación en que se desenvolvía la existencia de los habitantes de La Palma explica el continuado flujo migratorio que se dirigió hacia América. Según Francisco Lorenzo Rodríguez, el descenso en el número de residentes en Los Llanos que se perci-be entre los censos de 1768 y 1787, —101 habitantes menos—, se aclara por la fuerte emigración de aquellos años. Al igual que en épocas anteriores y posteriores, la emigra-ción de población joven masculina a América era una constante que explicaba que, en el año 1802, más del 50% de la población femenina entre los 25 y los 50 años estuviera sol-tera, y que hubiera una proporción de 70 hombres de más de 14 años por cada 100 muje-res en el mismo tramo de edad. Según se desprende del informe elaborado por Francisco Escolar y Serrano, la ausencia de los emigrantes no era permanente, pues muchos regre-saban a su tierra natal y volvían a marchar a las colonias varias veces a lo largo de su vida. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 69 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) Este éxodo generaba repercusiones económicas favorables en la Isla gracias a que parte de los caudales logrados en América se invertían en la roturación de tierras, sobre todo, a partir de los movimientos desamortizadores y desvinculadores del siglo XIX. Las secue-las negativas que la emigración dejaba en el territorio se mostraban en el desamparo de muchas familias y en la desgracia de los ancianos abandonados por sus hijos. La mayor parte de la población de La Palma se adentraba en el siglo XIX, en la deplo-rable situación referida por el religioso mercedario cincuenta años atrás. Así lo ratifican los informes elaborados por el Cabildo y el Síndico Personero en 1803 y 1806, respecti-vamente. Ambos escritos coincidían en que la mayor parte de los isleños seguían basan-do su alimentación en el pan de helecho acompañado de cebolla, ajo o pimiento. Sus ves-tidos eran miserables y sus viviendas las constituían cabañas de paja o cuevas en las fal-das de los barrancos. La mortalidad catastrófica acrecía la sangría demográfica de los pueblos de La Palma. Entre 1767 y 1768, una epidemia catarral causó 490 víctimas en toda la Isla. En 1794, a la marcha a América de los emigrantes se uniría el traslado de milicianos a los frentes de batalla de la guerra que la España borbónica libraba contra la Francia revolucionaria. Cinco años más tarde, una epidemia de viruela ocasionaba nuevas mortandades entre los palmeros. III. EL SIGLO XIX. 1. Los nuevos Municipios. A finales del siglo XVIII, ya existían alcaldes pedáneos en varias localidades de La Palma. No obstante, desde la Capital de la Isla, se continuó influyendo para que no pudieran constituirse municipios independientes. Así, en 1806, el Sindico Personero General de La Palma emitió un informe al Supremo Consejo de Castilla donde se opo-nía al establecimiento de nuevos Ayuntamientos y Magistrados. Fue seis años más tarde, durante el transcurso de la Guerra de Independencia, cuando las Cortes de Cádiz decre-taron la constitución de nuevos ayuntamientos en Canarias, otorgándoles como territo-rio el correspondiente a las parroquias preexistentes. En agosto de 1812, se formaron diez nuevos municipios: Los Llanos, Tijarafe, Puntagorda, Garafía, Barlovento, San Andrés y Sauces, Puntallana, Breña Baja, Breña Alta y Mazo. A pesar de esto, tras la creación de los términos señalados, las autoridades de Santa Cruz de La Palma, capital de la Isla, pro-curaron mantener su predominio, obstaculizando el desarrollo de los nuevos municipios. Tres términos más —El Paso (1837), Fuencaliente (1837) y Tazacorte (1925)— se crea-rían más adelante, hasta completar los catorce actuales. 70 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez 2. Carboneros y Cangrejos. Tras la derrota de la oligarquía formada en La Palma desde la conquista, se produci-rá una lucha política entre sectores progresistas y conservadores de las clases altas que, sazonada ocasionalmente de graves incidentes, se prolongará durante todo el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Si, en un primer momento, esta pugna reñirá a libe-rales y absolutistas, posteriormente, los contendientes se denominarán Cangrejos (Progresistas) y Carboneros (Moderados, luego Unión Liberal). Los carboneros dominaban en las zonas rurales donde los grandes propietarios tenían una i m p o rtante influencia económica. Los cangrejos pre valecían en la Capital de la Isla, lugar con un mayor número de comerciantes y de profesiones liberales. De hecho, en 1860, de los 676 comerciantes, industriales, artesanos, funcionarios y profesionales liberales de La Pa l m a , 531 (78,5%) residían en su Capital. Santa Cruz de La Palma era el único municipio de la Isla donde este sector de la burguesía y de las clases medias era superior en número al de los p ropietarios agrícolas con 531 censados frente a 329 propietarios y arre n d a t a r i o s . Esta lucha política estaba restringida a los estratos acomodados de la sociedad insu-lar. Hasta que la Revolución de 1868 implantó el Sufragio Universal Masculino, sólo una minoría participaba en la vida política insular: los máximos contribuyentes. Así, en 1862, sólo 1.385 personas —el 4,4% de la población total— podían votar en las elecciones municipales para elegir a 148 concejales en toda la Isla. Mientras, 182 —el 0,58% de la población total—, exclusivamente, tenían derecho a elegir al Diputado en Cortes. De esta forma, la mayor parte de la población, lastrada por un porcentaje de analfabetismo superior al 90%, quedaba excluida de la vida ciudadana. Junto a la cuestión ideológica, la otra razón que motivaba la pertenencia a una fac-ción política era acceder al disfrute de los limitados privilegios económicos y sociales que el dominio político de la Isla llevaba aparejado. Así pues, esta pugna se ve aderezada tam-bién por ambiciones personales o conveniencias económicas que buscan la mejor ubica-ción política sin encontrar obstáculo en las ideologías. Esta primacía del medro personal sobre la ideología explicaba otra característica de la lucha política insular: la frecuencia con que se pasaban militantes de un partido al otro. Una desatención a los intereses de una rama de la facción dominante o una permanencia demasiado prolongada en la opo-sición motivaban el trasvase a la otra tendencia de la política insular. Por otro lado, para ocupar los cargos públicos en la isla de La Palma, era necesario contar con el respaldo del gobierno nacional. Durante buena parte de la etapa contem-poránea disponer de los resortes dependientes del Estado será un requisito esencial para prevalecer sobre la otra opción política insular. La clave que otorgaba la preponderancia a estos partidos residía en ubicarse como la ramificación del partido gobernante en el ámbito insular. Conforme se fortalecía el Estado, era el Gobierno central quien disponía de los resortes institucionales que proporcionaban las victorias electorales y, por tanto, el Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 71 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) factor que, posteriormente, permitiría obtener una posición de privilegio en la vida local. Efectivamente, entre 1843 y 1868, el partido predominante en La Palma representaba la tendencia del Gobierno, normalmente, el Partido Moderado o la Unión Liberal que, en la Isla, se correspondían con el Partido Carbonero. Esta lucha política, en la que se mezclaba el ideal y el medro personal, llegó a desen-volverse con un grado elevado de encono de las que son muestra las persecuciones con-tra los medios liberales tras la Guerra de Independencia, el Trienio liberal y la Regencia de Espartero; los sucesos del Domingo rojo en 1856 del que fueron víctimas los Carboneros, y los incidentes reiterados durante los momentos electorales. La persecución del adversario político hasta recluirlo en el ostracismo formaba parte de la panoplia de este modo de hacer política, pues, la facción política predominante debía mostrar, ante el Gobierno, un balance de dominio incontestado para renovar su confianza como dele-gado insular del Ejecutivo nacional. 3. El Sexenio Revolucionario (1868-1874). Durante este periodo, se amplió el derecho al voto y ello exigió al caciquismo insular adecuarse a la implantación del sufragio universal masculino. Para ello, extendió sus redes, de forma que, se acrecentó el valor de intermediación de aquellos hombres que, por su influencia económica o social, eran capaces de aglutinar a sectores importantes de la población: propietarios medios de las distintas localidades, administradores de los mayores propietarios, médicos… . Por otro lado, durante estos seis años convulsos se mantuvieron las alternancias entre los bandos políticos de la Isla. Como expone Pe d ro Pérez Díaz: d u rante los periodos en que la política estatal gira hacia la izquierda (golpe de estado de septiembre, Pr i m e ra Re p ú b l i c a ) serán los Ca n g rejos los que ocupen los puestos de poder y en períodos de política conserva d o ra ( Go b i e rnos de la Unión Li b e ral, ministerios sagastinos) lo harán los Ca r b o n e ro s. Durante el Sexenio Revolucionario, surgió como fuerza política el republicanismo, una ideología que irá incrementando su pujanza durante las décadas siguientes hasta con-vertirse, al doblar el siglo, en la principal fuerza de oposición al caciquismo dominante. Además, a finales de la I República y, sobre todo, en la Capital de la Isla, la mayor parti-cipación de la población en la vida ciudadana trajo consigo una incipiente movilización hacia la izquierda entre las clases populares que fue advertida con preocupación por los sectores directores de la sociedad palmera. 4. La Restauración (1874-1923). Durante esta etapa la contienda política insular girará en torno a los C o n s e rva d o re s y a los L i b e r a l e s, descendientes de los Carboneros y de los Cangrejos. Su comportamiento se sujetará, también, a las características descritas para esas tendencias políticas. 72 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez Los primeros gozaron, aparte del vigor que les proporcionaba su poder económico, de haber sido el partido gubernamental durante la mayor parte de las dos décadas siguientes a la instauración del sistema canovista. La pugna entre ambos partidos se incli-nó, definitivamente, a favor de los conservadores durante las elecciones celebradas entre 1896 y 1899. En ellas, los caciques conservadores, liderados por la familia Sotomayor, demostraron mayor arraigo en la sociedad isleña. Ideológicamente, ocurrió así porque se convirtió en adalid del anticunerismo. El cunerismo en La Palma consistía en que los partidos contendientes en las elecciones al Congreso de los Diputados presentaban candidatos forasteros, impuestos por las direc-tivas de Gran Canaria, si era el Partido Liberal, o de Tenerife, si era el Conservador. La experiencia había mostrado que, una vez conseguida el Acta, los diputados foráneos se desinteresaban de sus representados y no obtenían mejoras para La Palma. En 1896, la campaña anticunera llevó al Congreso al Diputado palmero del Partido Conservador Pedro Poggio y Álvarez. La idea era que, como hijo del país, una vez en las Cortes, lucha-ra por levantar del ostracismo a La Palma. Este consenso se vio propiciado porque, en aquellos momentos, los mayores propietarios conservadores, agraviados por Tabacalera, urgían de alguien que defendiera sus intereses como cosecheros de tabaco en el Parla-mento. A la vez, los comerciantes e industriales liberales de la Capital de la Isla requerí-an de un representante que obtuviera partidas del presupuesto nacional para la cons-trucción de un puerto y para la mejora de las comunicaciones interiores. Por otro lado, política y socialmente, las redes caciquiles conservadoras demostraro n estar más enraizadas entre la población. Así, en las elecciones de 1898, a pesar de tener en contra la situación gubernamental, debido el predominio Liberal, los Conserva d o res ofre-c i e ron tal resistencia que obligaron al Gobernador Civil a realizar escandalosas maniobras para asegurar la victoria en las urnas. Ef e c t i vamente, en 1897, el líder del Pa rtido Liberal, Pr á xedes Mateo Sagasta, asumió la presidencia del Ej e c u t i vo y convocó elecciones gene-rales para obtener una mayoría favorable en el Congreso de los Diputados. El mecanismo caciquil contemplaba la posibilidad de coaccionar, e incluso destituir Ayuntamientos inte-grados por adversarios políticos para lograr la victoria del candidato propio; así que el n u e vo Gobernador Civil de la Provincia de Canarias, se aprestó a presionar a los consis-torios de la Isla para facilitar el triunfo del candidato cunero Liberal. El Gobernador Civil de Canarias, siguiendo las instrucciones del Ej e c u t i vo, recomendó a los Alcaldes de La Palma que hicieran lo necesario para que venciera en las urnas el candidato salido de la plantilla de Diputados (e n c a s i l l a d o), confeccionada entre el ministro de la Gobernación y los caciques re p a rtidos por el territorio nacional, y, en el caso de Canarias, acordada con el Jefe del Pa rtido Liberal, Fernando León y Castillo. Si los ediles se mostraban re n u e n t e s , se les amenazaba y se planteaba su cese. Esta alternativa se estimó necesaria para los Ayuntamientos conserva d o res de Ma zo, Los Llanos y San Andrés y Sauces. Con eso y Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 73 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) todo, la protesta Conservadora fue airada y su virulencia continuó trastornando la vida política insular. Por el contrario, cuando la rueda del Turno volvió a girar y los C o n s e rva d o res accedieron al Gobierno nacional, el triunfo de los Conserva d o res isleños no exigió un fraude electoral tan ru i d o s o. El triunfo de Pe d ro Poggio, el candidato con-s e rva d o r, fue mucho más fluido, al no ofrecer los liberales tanta resistencia. Este mayo r arraigo del Caciquismo Conservador le convirtió en la facción ideal para garantizar la esta-bilidad social y política en La Palma. Así lo comprendió el líder de los Liberales granca-narios, Fernando León y Castillo, que pactará con los Conserva d o res palmeros, pro p o r-cionándoles, durante las siguientes décadas, el respaldo gubernativo. 5. LA ECONOMÍA. 5.1 Medio siglo de crisis (1800-1850). Desde el siglo XVIII, la producción vitivinícola debía hacer frente a las restricciones del mercado inglés, a la competencia en el mercado americano y a los avatares del comer-cio debidos a los conflictos sostenidos por España con otras potencias. En la segunda década del siglo XIX, las guerras de independencia en América infligieron un duro golpe al comercio del que también se resintió la exportación de vinos. Eso provocó que muchos de los terrenos plantados de vid pasasen a cultivarse de cereales y que la producción de uva disminuyese. En los primeros años del siglo XIX, el ciclo azucarero también tocaba a su fin. El cul-tivo retrocedía en las zonas de regadío de la Isla porque la caña de azúcar era una planta exigente y la producción menguó en los agotados suelos de esas comarcas. Además, los trapiches no se habían modernizado aplicando la máquina de vapor y la mano de obra absorbía sumas cuantiosas. Por último, la venta de azúcar estaba limitada al mercado inte-rior y no obtenía precios remuneradores. En 1844, se cerró el último ingenio azucarero del Valle de Aridane y, a partir de esa fecha, los cañaverales son reemplazados por culti-vos de autoconsumo. En los campos de regadío se plantó maíz, papas, boniatos y sus huertos se sembraron de naranjeros, cidras, limoneros, granados y plátanos. La agricultura palmera del siglo XIX continuó sin producir alimentos suficientes para satisfacer el abastecimiento de su población. Los informes de la época presentan impor-tantes condicionantes naturales: se trataba de una Isla sumamente pendiente por su estre-chez y elevada altura, donde las lluvias arrastraban al mar la mayor parte de las tierras cul-tivadas, dejando una superficie árida, llena de peñascos y cortada por barrancos. Por otra parte, las lavas hacían estéril una gran parte de los terrenos de la Isla y el que quedaba cultivable era poco productivo por la falta de riego. Sólo dos lugares de la Isla, –el Valle de Aridane y San Andrés y Sauces–, disponían de agua, pero, ni en esas zonas, su provi- 74 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez sión bastaba cubrir la tercera parte de sus tierras y sus ganados. De este modo, incluso, en los años de buenas cosechas, la agricultura no aportaba los cereales necesarios para el consumo de sus habitantes. Las limitaciones de la agricultura de La Palma explican que, a principios de la centu-ria y en las épocas mayor escasez, de los 24.000 habitantes que tenía la Isla, sólo una exi-gua minoría comiera pan de trigo o centeno con regularidad o dispusiera de gofio. El resto de la población debía subsistir de la raíz del helecho. Durante la primera mitad del XIX, la agricultura de subsistencia se apropió de las zonas de regadío y la desconcentración de la propiedad permitió aumentar el número de baldíos roturados. Sin embargo, la producción agrícola continuó siendo insuficiente y la situación de las clases humildes de la población se vio agravada porque la salida migra-toria se vio constreñida por las guerras de independencia que se libraban en América. Tras la pérdida de los mercados del vino y la clausura de la producción azucarera, La Palma conoció una etapa angustiosa. Entre 1841 y 1851, una prolongada sequía y suce-sivas plagas arruinaron las principales producciones de subsistencia: los cereales y las papas. Los años peores fueron los de 1844, 1845 y 1847; tiempo en que a la sequía se le unió una plaga de langostas que arrasó los campos isleños y otra de escarcha que atacó a las cosechas de papas. Según refiere Juan B. Lorenzo Rodríguez, el clímax se alcanzó en 1847, ese año hubo una gran carestía y escasez de alimentos que provocó una importante mortandad entre los sectores humildes de la población. A partir de 1852, una nueva plaga, esta vez de oidum, atacó a los viñedos durante largos años, hasta que se introdujo el azufre para acabar con el insecto. Pascual Madoz, recogiendo informaciones que datan de estas décadas aciagas, afirma que la principal producción alimenticia de La Palma eran unos pocos granos que los pobres mezclaban con raíz de helecho para hacer pan. Según su estudio, por lo menos tres cuartas partes de los isleños se alimentaban, principalmen-te, de la expresada raíz del helecho. En su opinión, el decaimiento a que había llegado La Palma, continuaba y si no se promovían nuevos cultivos e industrias, no quedaba otro recurso a sus habitantes que emigrar a las Américas para poder sobrevivir. Efectivamente, a partir de la estabilización de la situación en el Nuevo Continente, las crisis de subsistencias acrecieron el flujo de isleños hacia América. La emigración se erigía en la única escapatoria para cientos de campesinos que buscaron su supervivencia en la isla de Cuba. Se trataba de una emigración, predominantemente masculina, que dejó su marca en la pirámide de la Isla al provocar un importante desequilibrio entre la población masculina de 15 a 50 años –5.618 personas– y la población femenina de la misma edad –9.438 personas–, de modo que, según el censo del año 1860, la propor-ción era de 59,5 hombres por cada 100 mujeres. Durante años, los caudales provenien-tes del Caribe constituyeron el principal recurso económico de todos los pueblos de La Palma. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 75 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) 5.2 El reparto de la propiedad. Tras el cambio producido en el gobierno de la Isla, a partir de 1773, los nuevos regi-dores propician el reparto de tierras pertenecientes al Cabildo, en varias pedanías de la Isla. Ya en el siglo XIX, una vez creados los nuevos municipios, prosigue el proceso de apropiación privada de tierras asignadas a las nuevas entidades locales. Durante la pri-mera mitad del siglo XIX, la desamortización merma las propiedades que la Iglesia en La Palma venía acumulando por donaciones desde la Conquista. A ella se unirán, las tierras puestas a la venta por la Desamortización Civil y las puestas en el mercado por la Desvinculación. Los principales beneficiarios serán las nuevas autoridades municipales de las distintas poblaciones, administradores y arrendatarios de los grandes propietarios, comerciantes y campesinos medios, así como emigrantes retornados con recursos sufi-cientes. Fruto de este proceso es la tendencia que parecen reflejar la comparación entre el censo de Floridablanca de 1787 y los datos aportados para mediados del siglo XIX por Pedro de Olive. En estas estadísticas, se aprecia un importante crecimiento del número de propietarios –de 174 a 3137– y un estancamiento del porcentaje de Jornaleros –3114 frente a 3778–. 5.3 La Cochinilla (1850-1870). Según los contemporáneos, la grana fue la panacea que libró a La Palma de las penu-rias de aquellos años. La cochinilla se producía en Canarias desde 1825 con exc e l e n t e s resultados. Los elevados rendimientos que pro p o rcionaba a otras islas del Archipiélago lla-m a ron la atención de los mayo res propietarios de La Palma que decidieron cultivarla y, con ello, iniciar una etapa de prosperidad. A partir de 1845, el nopal empezó a extender-se pro g re s i vamente por La Palma. La demanda de colorantes de la industria textil euro p e a estimuló la subida de los precios abonados por este producto en los mercados de Ma r s e l l a y Londres, y determinó que los grandes propietarios isleños expandiesen su cultivo. Durante más de veinte años, la cochinilla proporcionará importantes ganancias a sus cultivadores y daría trabajo a millares de jornaleros, anteriormente, inactivos. En el apo-geo de la cochinilla, los salarios devengados eran más altos que en otras épocas porque el cultivo requería una considerable mano de obra pero la emigración hacia América dis-minuía el número de braceros en La Palma. Este desequilibrio entre la oferta y la deman-da de mano de obra incrementó los jornales y, junto con la mayor abundancia de traba-jo, mejoró el nivel de vida de la población asalariada. Además, los grandes propietarios ofrecieran ventajas, como proporcionar a los asalariados atención médica gratuita y vivienda, para evitar su marcha a Cuba. No obstante, la situación de los trabajadores seguía siendo de estrechez. Efectivamente, la prensa palmera de la época reconocía que, incluso en esa etapa de prosperidad, eran pocos los que conseguían ahorrar para descan-sar en la vejez. 76 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez La bonanza propiciada por la exportación de la cochinilla y la promulgación del decreto de Puertos Francos de 1852 potenciaron el comercio de la Isla con el exterior. En aquellos momentos, los reputados veleros construidos en astilleros palmeros surcaban las rutas de cabotaje o las trasatlánticas que llevaban a Cuba y a Europa para transportar la producción agrícola insular y para importar alimentos y manufacturas desde aquellos puertos. 5.4 La emigración. La bonanza económica que trajo la cochinilla no interrumpió la emigración a la isla de Cuba. Solamente entre los años de 1857 y 1861, 1.687 habitantes de la Isla optaron por el camino de la emigración. Una de las razones que explicaba la persistencia de la corriente emigratoria hacia el Caribe era que la agricultura de subsistencia, destinada a producir alimentos para el consumo local, era empujada, de nuevo, hacia los peores terre-nos por la expansión de las tuneras. La cosecha del año 1860, la mejor del quinquenio 1857-1861, proporcionó 0,25 kilos de cereales por persona al día. La base de la alimen-tación de la mayor parte de la población era el gofio de maíz o de trigo y las papas, de modo que esta cantidad resultaba insuficiente y venía a explicar la baja esperanza de vida: 30,2 años de edad. La reducción de la superficie dedicada a cultivos de subsistencia agra-vó la incapacidad de la agricultura palmera para abastecer a la población de la Isla. La consiguiente subida de los precios incidió sobre las clases más bajas y las abocó a la emi-gración. Así, entre 1863 y 1867, los precios del trigo y del maíz, –los cereales del gofio–, subie-ron un 22,3% y un 41,1% respectivamente, aunque las papas, el otro componente bási-co de la dieta de los palmeros, disminuyó su coste al por menor en un 16,7%. Los pre-cios de estos productos continuaron aumentando porque, desde 1867 hasta el otoño de 1869, se sucedieron años de sequía que, según informaba el ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma al Gobierno Central, ponía el precio de los artículos de subsistencia fuera del alcance de las clases menesterosas. El Consistorio capitalino daba por seguro que esta situación intensificaría la emigración hacia América. Por otro lado, la corriente de isleños a Cuba prosiguió porque, a pesar de que duran-te los años sesenta del siglo XIX el cultivo de la cochinilla había aumentado los medios para subsistir, muchos de los que carecían de propiedades preferían buscar en América la adquisición de riquezas. Según las noticias y los testimonios que el periódico El Time consideraba verídicos, pocos de los que viajaban a América conseguían su propósito. No obstante, la emigra-ción proporcionaba a La Palma grandes beneficios porque sus remesas continuaban sien-do una de las principales fuentes de riqueza de la Isla. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 77 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) 5.5 La ruina de la cochinilla (1870-1876). Los años finales del siglo XIX fueron una época de crisis para La Palma a causa del hundimiento del principal cultivo de exportación. La caída de los precios se debió a una confluencia de factores. En primer lugar, la acumulación de excedentes disminuyó el valor de la cochinilla, de forma irreversible, a partir de los años 1868 y 1869. En segun-do lugar, la guerra que, en el año 1870, estalló entre dos de los principales países com-pradores de este artículo, Francia y Prusia, trastornó los mercados europeos y provocó una recesión económica en el Continente que perjudicó las ventas de cochinilla. El golpe de gracia al nopal se lo asestó el descubrimiento de los colorantes artificiales. Al igual que en otros lugares de Canarias, desde 1870, el hundimiento del nopal pro-vocó el deterioro de la existencia de muchos vecinos de La Palma. En toda la Isla, los jor-naleros no encontraban trabajo, los arrendatarios veían cómo subían las rentas que les exigían los dueños de los terrenos y los pequeños y medianos propietarios, empobreci-dos, no podían afrontar al pago de las deudas y de las contribuciones. Situación angus-tiosa de la que la prensa insular, desolada, dejaba constancia. Ante este desastre econó-mico y social, nuevamente, la salida que se presentaba a los isleños era embarcar hacia las últimas colonias que España conservaba en América. El temor a que la crisis provocara conflictos de mayor envergadura llevó a fomentar la emigración, hasta tal punto, que los miembros de las clases acomodadas recomenda-ron al Gobernador Civil, como principales medidas, comenzar una campaña de obras públicas y, sobre todo, acordar con las autoridades en Cuba el fomento de la emigración. En efecto, al otro lado del Atlántico, los hacendados locales y las autoridades españolas también deseaban promover la inmigración de canarios para reemplazar a la mano de obra esclava, para acrecer el número de jornaleros, de modo que disminuyera el costo de los salarios, y para poblar el territorio con trabajadores de raza blanca, socialmente menos conflictivos y, además, fieles a España. Entre 1868 y 1878, la Guerra de los Diez años que se libró en Cuba pudo contener el flujo de palmeros hacia Ultramar, pero, durante las décadas siguientes, la emigración se avivó gracias a la atracción que suponían los jor-nales superiores que se devengaban en Cuba y a las facilidades que se daban para que los campesinos canarios pudiesen realizar el viaje. Así se explica que, entre 1871 y 1900, las salidas de habitantes superaran en unas 5.427 a las entradas. Un saldo migratorio eleva-do para un censo de unos 38.852 habitantes en 1877 y 41.994 en 1900. La mayor parte de los emigrantes eran varones en edad joven; probablemente más de la mitad de los hombres entre 15 y 45 años emigró durante ese período de tiempo. La documentación de la época continuará señalando como causa de las ausencias: mejorar de fortuna. En medio de esta crisis económica, La Palma volvió a ser asaltada por una de las epidemias que, periódicamente, asolaban la Isla. En 1888, entre el 11 de marzo y el 10 de junio, la viruela ocasiona 144 defunciones en el Valle de Aridane. 78 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez 5.6 A la búsqueda del recambio (1876-1900). El proceso de sustitución de la cochinilla fue lento. Todavía en 1877, la prensa isleña apuntaba que, pese al descenso de los precios, los campos permanecían, en gran parte, dedicados a la cochinilla. A partir de entonces se siembran cebollas, papas, viñedos y cere-ales; pero, sobre todo, se intentó paliar esta depresión extendiendo los cultivos del taba-co y el azúcar. El Tabaco se cosechaba, con buenos rendimientos, desde mediados del siglo XIX. A partir de 1870, los grandes propietarios insulares intensificaron su producción esperan-do encontrar en este cultivo una alternativa a la cochinilla. La guerra que se libró en Cuba entre 1868 y 1878 permitió a las labores Canarias reemplazar a los envíos provenientes del Caribe. Los productores de tabaco canario promovieron un acuerdo con el Gobierno que obligaba a la Administración a comprar una parte considerable de la cosecha del Archipiélago. El tabaco fue altamente remunerador hasta 1885. Desde entonces, los pre-cios abonados por Tabacalera descendieron lo que provocó que buena parte de los pro-ductores de Gran Canaria, El Hierro y Tenerife abandonaran el cultivo. En La Palma pro-siguió su explotación debido a las esperanzas que los grandes propietarios continuaban depositando en la alternativa tabaquera y al apego a la planta de los pequeños y media-nos propietarios que habían sido vegueros en la emigración cubana. Aunque no alcanzó los niveles de tiempos pasados, el azúcar se reintrodujo en La Palma a partir de 1880, cuando los terratenientes comprobaron que la producción de caña de azúcar era abundante y de calidad. Sin embargo, esta producción iba encamina-da a un mercado regional demasiado reducido como para recuperar los volúmenes de exportación y de rentas que proporcionó la cochinilla. Todo parece apuntar a que la desamortización civil y eclesiástica fueron las causas del aumento de propietarios hasta los años cincuenta. Más tarde, en el último tercio del siglo XIX, la solución cubana (tabaco, azúcar) no permitió superar la crisis económica, de modo que los grandes propietarios no recuperaron las ganancias obtenidas durante la etapa de esplendor de la cochinilla y se vieron abocados a desprenderse de parte de su patrimonio para mantener su nivel de vida. Esto conllevó una redistribución de la pro-piedad porque, durante las décadas finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, emigrantes retornados de América con ahorros pudieron comprar terrenos y acceder, así, a la condición de propietario. Los estudios realizados sobre dos de las zonas de mayor feracidad agrícola de la Isla, el Valle de Aridane y San Andrés y Sauces, pueden corrobo-rar esta tendencia. En el Valle de Aridane, por ejemplo, la proporción de propietarios agrícolas recogida en los padrones municipales aumenta del 12,4% en 1860 al 41,9% en 1930. Por su parte el porcentaje de jornaleros disminuye del 87,6% al 58,1% en la misma etapa. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 79 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) IV EL SIGLO XX. 1 La llegada del Plátano. En las últimas décadas del siglo XIX, las principales potencias europeas -Inglaterra, Francia y Alemania- decidieron colonizar África. La posición estratégica del Archipiélago les sirvió como plataforma para penetrar en el continente vecino y como base de aprovi-sionamiento para sus flotas. Esta presencia extranjera en los puertos canarios dinamizó la economía de las Islas porque conllevó la instalación de bancos, compañías de servicios y empresas comerciales de aquellos países, que conectaron con los intereses de la bur-guesía comercial y de los grandes propietarios canarios. La salida de la crisis de la cochi-nilla que proporcionaban los mercados regionales del azúcar y peninsulares del tabaco no era suficiente para recuperar los niveles de ingresos de antaño, así que las clases altas de las Islas mayores acogieron favorablemente a unas compañías foráneas, principalmente británicas, cuyos negocios de exportación e importación aumentaban considerablemen-te sus ganancias. La arribada del plátano y del tomate a La Palma formó parte de este proceso re g i o n a l . Los ingleses buscaban territorios cercanos a su país, en los que pudiesen plantar pro d u c t o s t ropicales de los que había una importante demanda en Eu ropa. Canarias era un buen lugar y, concretamente, Ta z a c o rte y Argual y, más tarde, San Andrés y Sauces, cumplían los prin-cipales requisitos: agua de los manantiales de La Caldera y de Ma rcos y Cord e ro, muchas horas de sol al año y mano de obra barata. Desde entonces hasta nuestros días, buena part e de la economía de La Palma ha girado alrededor de un cultivo que, con periodos de auges y de crisis, ha superado los cien años de existencia. En Ta z a c o rte y Argual, se empieza a remesar tomates por Casas Palmeras, en torno a 1890. El negocio de la exportación de plá-tanos fue introducido por comisionistas nacionales quienes enviaban la fruta al puerto de Santa Cruz de Tenerife. Según el exportador local Gregorio He r n á n d ez Gómez, fue en el p u e rto santacru c e ro donde las casas exportadoras inglesas que allí operaban, compro b a ro n la calidad de la producción del Valle de Aridane y decidieron instalarse en la comarca para d e s a r rollar regularmente la exportación. La compañía inglesa Blandy Brothers inicia su acti-vidad en el año 1896 y, posteriormente, la compañía Elder and De m p s t e r, dentro de la misma década, impulsará definitivamente la facturación de fruta en la comarca. En 1899, se instaló la que será la principal empresa exportadora durante el primer tercio del siglo X X: Fyffes Ltd. Así, desde 1890, al tabaco, al azúcar y a los cargamentos de cochinilla, que aún se colocaban en los mercados exteriores, se les añadió la creciente producción de tomates, p r i m e ro, y, enseguida, de plátanos. Mientras, desde 1896, toda la Isla fue azotada por una sequía que arruinó varias cose-chas. Esto provocó el aumento del desempleo y una subida de los precios de los artícu-los de primera necesidad. Enseguida, la escasez y la carestía provocaron la aparición de 80 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez enfermedades. Concretamente, la viruela llegó al Valle de Aridane en 1898 y prolongó sus estragos hasta enero de 1899. Para colmo, la conflictiva situación de Cuba cerraba la posibilidad de que los palmeros emigraran en busca de trabajo y, como en otras épocas, pudieran enviar dinero a sus familias. A comienzos de siglo XX, aunque se sorribaban terrenos para plátanos, la agricultura era variada, pues se cultivaban en igual escala azúcar, tabaco y tomate. La Palma no se había orientado, plenamente, hacia los mercados extranjeros, como habían hecho las islas de Gran Canaria y Tenerife, porque la falta de infraestructuras portuarias desalentaba a las casas comerciales extranjeras y porque los principales propietarios de la Isla, apegados a la opción tabaquera, no se habían decidido a sembrar en sus posesiones plátanos y tomates en mayor proporción. Sin embargo, el rumbo de la economía palmera varió en el primer lustro del nuevo siglo. En 1903, los precios del tabaco descendieron tanto que amenazaron la supervivencia del cultivo. La prensa conservadora avisaba que, si sus pro-ductos no eran recibidos en los mercados peninsulares, sus rentas se resentirían y no podrían adquirir productos nacionales. Los mayores propietarios advertían en el Congreso, a través del diputado por La Palma y también propietario tabaquero, Pedro Poggio Álvarez, que, en Canarias, por su situación geográfica en el Océano Atlántico y por su proximidad a las costas de África, ondeaban a diario, en sus puertos, el pabellón de las principales naciones del Mundo. Y, mientras estas potencias europeas, Inglaterra especialmente, acaparaban casi todos los frutos de la agricultura canaria, España ponía barreras al tabaco, el único producto que de aquellas Islas llegaba a la Península y, por lo tanto, el único producto comercial que unía a España con Canarias. Superada momentáneamente esa crisis, el tabaco prosiguió explotándose durante las décadas siguientes, pero los grandes propietarios se convencieron de que el mercado peninsular no aportaba a sus haciendas ni garantías, ni ingresos equiparables a los de los tiempos de la cochinilla. En cambio, la presencia extranjera ofrecía horizontes más ven-tajosos, tanto a los terratenientes como a los comerciantes de la Isla. Por este camino, entre 1903 y 1904, los grandes propietarios siguieron la ruta abier-ta por las Islas Mayores y decidieron aprovechar la presencia extranjera en Canarias para cultivar productos que satisficieran las demandas de los países europeos más ricos. En los meses siguientes, la familia de multifundistas Sotomayor dispuso para el cultivo plata-nero más de 200 fanegadas de terreno y esto atrajo en pocos meses tres casas exportado-ras más – Hespérides, Luis Bravo y hermanos Naranjo y Cabrera- que se unieron a Fyffes Limited, a la empresa exportadora de Curbelo y a otras. Las nuevas empresas exporta-doras establecieron líneas de vapores y veleros que incrementaron el tráfico comercial en los puertos de Santa Cruz de la Palma, Tazacorte y Spíndola, en San Andrés y Sauces. Aunque los mayo res hacendados también ve n d i e ron algunas de las heredades más fera-ces, procuraban re s e rvarse las tierras de regadío y desprenderse, solo, de los terrenos de Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 81 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) s e c a n o. Desde comienzos del siglo X X, la introducción del plátano y el tomate re c u p e r ó sus ingresos y, aunque la financiación de sus inversiones mantuvo su disposición a ve n d e r lotes de su patrimonio, el proceso enajenador se ralentizó. Así, cuando llegue la década de los treinta, los multifundistas mantendrán lo más pro d u c t i vo de su patrimonio. A pesar la introducción del plátano y el tomate, la economía palmera del tránsito de centuria continuaba sin proporcionar los recursos suficientes para atender a los habitan-tes de la Isla y obligaba a mantener abierta la ruta migratoria hacia el Caribe. En La Palma de aquellos años, quien no obtuviera un empleo en las propiedades o las instituciones en poder del Caciquismo Conservador tenía, como alternativa más probable, la emigración. 2 Sotomayorismo versus Alonsismo (1903-1931). A lo largo del primer cuarto del siglo XX, el Liberalismo decaerá ante el vigor del Conservadurismo. Tras la derrota electoral de 1899, los Liberales palmeros entran en un periodo de retraimiento. Los Republicanos pasan, entonces, al primer plano. En 1903, la Unión Republicana liderada por Nicolás Salmerón, el que fuera presidente de la I República, pretende aban-derar el republicanismo en el País. Su yerno, el jurista palmero Pedro Pérez Díaz, en cone-xión con su hermano, el abogado Alonso Pérez Díaz, reorganizará la sección republica-na insular y reforzará el Caciquismo Aspirante, formado por Liberales y Republicanos, a fin de enfrentarse al Caciquismo Dominante de los Conservadores. Alonsismo frente a Sotomayorismo será la fórmula que adopte la pugna establecida, desde finales del siglo XVIII, entre los sectores progresistas y conservadores de la sociedad insular. 2.1 El Sotomayorismo. La hegemonía caciquil en la Isla fue ejercida por la facción de las clases altas adscrita al Partido Conservador. Este sector social y político se agrupaba bajo la jefatura de la familia Sotomayor. Los Sotomayor eran, con diferencia, los mayores propietarios del Valle de Aridane y formaban una de las estirpes aristocráticas de más abolengo en la Isla. Tenían fijada su residencia en el pago de Argual, en el municipio de Los Llanos, aunque también permanecían temporadas en Santa Cruz de La Palma. Los miembros de este linaje retuvieron durante décadas los dos requisitos indispen-sables para mantenerse como Caciquismo dominante. En primer lugar, una extensa red de clientelas patrimonializada gracias a su control sobre tierras y aguas. La potestad sobre estas clientelas garantizaba una estabilidad social que justificaba su candidatura a gestio-nar el Estado en la Isla. Efectivamente, en segundo lugar, la oferta caciquil conservadora mantuvo el respal-do, ante las instancias gubernativas centrales, del político Fernando León y Castillo, mer-ced a un pacto que el gran cacique canario prorrogó hasta la segunda década del siglo XX. 82 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez La aceptación de la candidatura «sotomayorista» para representar el Estado en la Isla con-llevó la correspondiente delegación de las Instituciones insulares desde 1899 hasta la Dictadura del General Primo de Rivera. La pirámide caciquil dirigida por los Sotomayor tenía sus clientelas encabezadas por afiliados al Partido Conservador en las distintas localidades de la Isla. Estos apoderados gestionaban la base de la red caciquil, la formada por jornaleros, arrendatarios y campe-sinos de los pueblos. Una de las razones del dominio caciquil de los conservadores se hallaba en la distribución de empleos entre la población. La dependencia de un puesto de trabajo conllevaba una subordinación importante del vecindario respecto a los hacen-dados integrados en el Caciquismo dominante porque éstos generaban en sus plantacio-nes de plátanos y tomates o en los cultivos de subsistencia buena parte de los jornales ofertados en los municipios. La mayoría de los habitantes no disponía de recursos eco-nómicos propios y dependía para subsistir del jornal recibido por trabajar en las propie-dades de los multifundistas conservadores y de sus prolongaciones en los pueblos. Igual sucedía con los empleos oficiales: los puestos de trabajos derivados de las instituciones – administrativos, policías municipales… – se concedían a personas allegadas a los deten-tadores del gobierno municipal. Se formaba así el conjunto de vecinos que la prensa local denominaba «dependencia asalariada», en la que se incluían los pequeños campesinos cuyas rentas eran cortas para sostener a sus familias. Los terrenos, tanto en regadío como en secano, que los grandes propietarios arrenda-ban a los trabajadores son importante, también, para explicar el enraizamiento del Caciquismo conservador. Se trataba de fincas de cereales y de productos de huerta que, divididas en pequeñas parcelas, se arrendaban a numerosas familias de la población. Estas concesiones reportaban ventajas a los grandes propietarios. En primer lugar, porque fija-ba a la Isla una mano de obra que, al tener más medios de vida, optaba por no recurrir a la emigración. En segundo lugar, porque mantenía bajo el coste salarial, debido al com-plemento que significaba la cesión de terrenos para el aprovisionamiento familiar. En ter-cer lugar, porque consolidaba el Caciquismo en la localidad, no en vano, hasta la mitad del consumo alimenticio de los trabajadores dependía del trozo arrendado. El Caciquismo conservador tenía otro importante instrumento de coacción en las contribuciones que asignaba, pues recargaba las de sus contrarios políticos y aligeraba las de sus partidarios. La emigración formaba parte del sistema porque aliviaba la presión demográfica que los recursos económicos de la Isla no podían asumir, desactivaba el riesgo de rebeldía social y proporcionaba estabilidad al caciquismo. La marcha a Cuba se abría a las clases medias y bajas como una vía para eludir, fuera de La Palma, la ruina económica o la opre-sión política. Los pequeños y medianos propietarios contrarrestaban la reducción de las propiedades que implicaba la herencia o buscaban los ahorros necesarios para realizar posteriores inversiones. Los braceros, por su lado, pretendían reunir en América el dine-ro que les permitiera pasar a la condición de propietario en su tierra de origen. Durante décadas, la emigración valió para reformar la propiedad de la tierra en municipios como Los Llanos y San Andrés y Sauces, por cuanto los ahorros logrados permitieron triplicar el número de propietarios entre 1862 y 1930. Esta reforma agraria propiciada por la emi-gración creo una capa de campesinos pequeños y medios que alejaron, aún más, las posi-bilidades de perturbaciones sociales graves en la Isla. Por añadidura, el Caciquismo se asentaba en un medio donde el analfabetismo estaba muy extendido. Este fenómeno implicaba un desconocimiento de los trasfondos políti-cos, sociales y económicos, que dejaba el campo abierto al discurso del patronazgo y a la cultura de la sumisión propugnada por el caciquismo entre el campesinado y los obre ro s . La presencia del caciquismo se manifestaba con toda su contundencia durante los períodos electorales. El control de las instituciones políticas, de las fuerzas de orden público y las posibilidades de dar empleo o favores permitían a los Conservadores ganar elecciones, que, en último término, se podían vencer forzando el fraude electoral. 2.2 El Republicanismo El reforzamiento social del Republicanismo, a principios del siglo XX, se centró, prin-cipalmente, en la Capital de la Isla, aunque, también, se crearon focos republicanos con ascendiente en el Valle de Aridane y en San Andrés y Sauces, liderados por figuras des-tacadas como Luis Felipe Gómez Wangüemert, Francisco Santiago Casañas o Manuel Guardia Roldán. En Santa Cruz de La Palma, el republicanismo ya estaba asentado entre el importan-te sector de comerciantes, industriales y profesionales liberales. Ahora, debemos agregar al conjunto de artesanos empobrecidos por los efectos del decreto de Puertos Francos de 1852. La importación de mercancías baratas que conllevó la implantación de los Puertos Francos provocó, en La Palma, la ruina de muchos artesanos que tuvieron que elegir entre proletarizarse –fundamentalmente haciéndose dependientes de comercios–, marchar a las zonas rurales como campesinos, o emigrar a Las Antillas. Estos artesanos proletarizados de la Capital de la Isla perdieron la libertad que les otor-gaba ser dueños de su puesto de trabajo. Esto supuso, por un lado, una dependencia eco-nómica, que acarreó una disminución de su nivel de vida y, por otro lado, una supedita-ción al patrón que significó, en muchos casos, la subordinación política de votar por quien señalaba el empresario. Pero, se trataba de personas que, por sus medios anterio-res, poseían cultura para asimilar los apartados de las doctrinas socialistas, republicanas o católicas que podían ser aplicados para remediar su deterioro social y económico. Desde el periódico La Voz del Ob re ro (1902-1905), miembros de este colectivo apela-ron a la unidad de las clases artesanas para formar una asociación fuerte que velara por sus Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 83 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) 84 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez i n t e reses y que englobara a otros sectores de trabajadores como los albañiles o los port u a-rios. El periódico difundió ideas socialistas, escribió de explosiones re volucionarias, mani-festó sus afinidades con las organizaciones republicanas insulares y agradeció las atenciones del catolicismo social. Durante tres años, insistió en la necesidad de rehacer la situación de la clase trabajadora, en especial, de los artesanos amenazados por las importaciones y de los dependientes, para los que reclamaba la disminución de sus horarios, el descanso domini-cal y el aumento de jornales. En estos años, se constituyó la Asociación Gremial de Ob re ro s de La Palma, de la que La Voz del Ob re ro se declaró órgano de prensa. También adquirió p resencia, en la Isla, el Pa rtido Socialista Ob re ro Español, con quien el periódico manifies-ta identificarse. Pe ro la relación que cuajara durante los siguientes años se estableció con los republicanos. Desde marzo de 1903, el periódico, que insiste en declararse socialista, pre-coniza una alianza con los republicanos, que se hará imprescindible por la mayor consis-tencia en la Isla de Unión Republicana. A los republicanos, dice el semanario, se debe el d e s p e rtar de la clase trabajadora en La Palma y de ellos afirma que son auténticos re p re-sentantes de los obre ro s . En las elecciones generales de 1903, La Voz del Obrero solicitó el voto para el dirigente de Unión Republicana, Pedro Pérez Díaz y, posteriormente, en las elecciones municipa-les, los republicanos solicitaron a la Asociación Gremial de Obreros de La Palma que eli-giera a un candidato a concejal para que se integrase en sus listas, escogiéndose al artesa-no carpintero José María Pérez Hernández. Esta relación entre obreros y republicanos se prolongará durante los años siguientes. Así, desde 1903, los republicanos isleños buscaban integrar en sus listas electorales a miembros de los gremios obreros existentes en Santa Cruz de La Palma. El talante del dirigente de Unión Republicana, Alonso Pérez Díaz, era propicio a que las ideologías obreras se expresaran porque consideraba que los trabajadores debían ser colaboradores y beneficiarios del regeneracionismo que patrocinaría un régimen republicano. El mismo Alonso Pérez Díaz fue el redactor de los estatutos del gremio de obreros portuarios en la primera década del siglo. Con posterioridad a la Semana Trágica (1909), el republica-nismo insular aceptó una conjunción republicano-socialista que debía contribuir a la ins-tauración de una democracia real en España. Durante estos años, los republicanos recogieron el malestar de la clase obrera causa-do por la prolongada crisis económica que vivía la Isla. Desde comienzos del siglo X X, la economía palmera presentaba serios síntomas de decadencia, que se fueron agravando en el transcurso de las siguientes décadas. Las empresas navieras y los astilleros navales desaparecieron, el comercio disminuía y las industrias de fabricación de tejidos y de con-servas de frutos sufrieron una recesión que les condujo a la quiebra. También la indus-tria tabaquera se resentía, igual que ocurría con la industria sedera. Este malestar econó-mico quedará reflejado en las dos asambleas insulares que se convocaron en 1908 y 1911. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 85 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) Precisamente, la Asamblea del año 1911 debatió la propuesta de Pedro Pérez Díaz sobre la división provincial. Allí se reafirmó la idea del político republicano palmero de crear Cabildos, tal como se concretó con la ley del año 1912. 3. La Primera Guerra Mundial. La Gran Guerra sumió a Canarias en una crisis profunda porque el Conflicto blo-queó las ventas de plátanos y tomates a los países europeos implicados, principalmente, Inglaterra, Francia y Alemania. El cierre de la exportación frutera disminuyó el flujo de ingresos y, por tanto, la importación de artículos de primera necesidad. Canarias y La Palma tuvieron que abastecerse de su propia agricultura, pero la producción de alimen-tos del sector primario isleño no bastaba para aprovisionar a toda la población. La interrupción de los intercambios con el exterior y las limitaciones de la agricultu-ra insular encarecieron los alimentos, en un contexto de crecimiento del desempleo, debi-do al continuo cierre de empresas. La suspensión de las obras públicas que se acometían en La Palma agravó, extraordinariamente, la situación. Los republicanos fueron quienes asumieron las demandas de los trabajadores de la Is l a acuciados por la tremenda depresión de los años de Contienda. Será, sobre todo, la Ju ve n-tud Republicana, nacida en 1913, la que tome de su mano las reivindicaciones obreras y m ovilice a la sociedad de la Isla. Sus convocatorias llenaron las calles de grandes manifesta-ciones y paralizaron la actividad pro d u c t i va, varias veces, en los cuatro años de Gu e r r a . Como dijimos, el creciente trastorno que la Gran Guerra provocaba en la agricultura, el comercio y la industria incrementó, rápidamente, el desempleo, durante estos cuatro años. La incidencia de la depresión económica sobre los sectores sociales más desfavo re c i-dos generó una situación conflictiva porque la emigración no tuvo capacidad para dar sali-da al sobrante de mano de obra que generaba el paro y, por tanto, para achicar el malestar social que se enquistaba entre su población. Sólo las obras públicas mitigaban la miseria que atacaba a las clases bajas. Por eso, el enojo se conve rtía en conflictividad cuando el Estado retiraba las inversiones y paralizaba las obras públicas emprendidas en la Is l a . Así, en el transcurso del primer año de Guerra, una numerosa manifestación de obre-ros del Valle de Aridane se situó frente al Ayuntamiento de Los Llanos, demandando la realización de obras públicas para mitigar el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores. El alcalde recomendaba al Gobierno satisfacer esta petición para remediar posibles graves conflictos. En agosto de 1916, una muchedumbre compuesta por unas 3.000 personas pro t e s t a b a en el municipio de El Paso por las contribuciones impuestas por el Ayuntamiento. A fines de ese año, el Delegado del Gobierno comunicaba al Gobernador Civil que la situación por la que atravesaba la Isla era « a f l i c t i va ». No obstante, una semana antes de que se acabara el año, el Gobierno suspendió nuevamente las obras públicas que se estaban ejecutando en la 86 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez Isla. En respuesta, las organizaciones republicanas de La Palma convo c a ron otra manifesta-ción para obligar a las Autoridades a gestionar de los poderes públicos la ejecución de obras que dieran ocupación a la clase obrera. El 28 de diciembre una « i m p o n e n t e » m a n i f e s t a c i ó n reúne elementos de todos los sectores sociales para solicitar al Gobierno que remedié el esta-do de miseria en que se hallaban los obre ros palmeros debido a la carestía de las subsisten-cias, a la suspensión de las obras públicas y al declive de la actividad portuaria. La mov i l i z a-ción asombró a las autoridades por el elevado número de participantes y por haber parali-zado la actividad de la Capital de la Isla. Tres días más tarde una nueva « m u c h e d u m b re », con-vocada otra vez por los republicanos, vuelve a re c o r rer las calles de Santa Cruz de La Pa l m a . En la Isla, seguían sin existir organizaciones obreras sólidas y autónomas, así que fuero n la Unión Republicana y la dinámica Ju ventud Republicana quienes se erigieron en los va l e-d o res del proletariado isleño. Esta iniciativa de los sectores acomodados adscritos a las aso-ciaciones republicanas se debía, sin duda, a la preocupación del republicanismo por la situa-ción de zo zobra que vivían los trabajadores. Pe ro también se explicaba por la confluencia de intereses entre estos sectores acomodados y la población asalariada. Los dirigentes re p u-blicanos enfocaron la protesta social hacia la demanda de obras públicas que mejoraran las i n f r a e s t ructuras de la Isla y hacia la crítica a los partidos dinásticos que gobernaban La Palma. La modernización de la Isla (puertos, carreteras interiores…) pro p o rcionaría sala-rios a los obre ros contratados y, de paso, re a c t i varía la demanda de las clases más bajas sobre el comercio local. Además, estas inversiones en infraestructuras favo recería los intereses de las empresas de comerciantes, consignatarios e industriales republicanos, que, desde prin-cipios del siglo X X, cifraban la salida al declive de los principales factores pro d u c t i vos de la Isla (industria tabaquera, de bordados, astilleros) en la mejora de las comunicaciones inte-r i o res y exteriores. Por otro lado, las manifestaciones no se dirigían a socavar el orden esta-blecido, sino a criticar la política insensible y negligente que re p resentaban los part i d o C o n s e rvador y Liberal, de modo que aumentaran las expectativas republicanas como va l e-doras de los intereses sociales y económicos de La Pa l m a . En 1917, las administraciones públicas volvieron a dar órdenes de suspender las obras de las carreteras de Bajamar y de Tazacorte, dejando a 580 obreros en el paro. En los días siguientes se produjo una manifestación de protesta de los obreros de Tazacorte, mien-tras, en la Capital de la Isla, también se convoca un mitin apoyado por los principales dirigentes republicanos que se celebra el 10 de mayo. Previamente, los convocantes di-fundieron una hoja donde insistían en la dramática situación de los obreros de toda La Palma. El manifiesto mostraba una mayor radicalización. Hasta ese momento se había recurrido a la intermediación de las autoridades locales ante los poderes públicos. Pero, el transcurso de los acontecimientos había demostrado que esa fórmula no servía. Los convocantes proponían una protesta ordenada y pacífica pero enérgica, resuelta y cla-morosa, para transmitir que, antes de sucumbir por hambre, había que rebelarse. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 87 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) La población, desde que pudo, reanudó, con más fuerza aún, la emigración hacia Cuba. En este periodo (1911-1920) emigraron 4.391 personas más de las que regresa-ron, lo que supuso uno de los saldos migratorios más negativos de los dos últimos siglos. 4. La segunda expansión del plátano (1918-1933). Fyffes Limited y la riqueza platanera. El final de la Gran Guerra abrió nuevamente los mercados europeos al plátano y al tomate del Archipiélago. Pronto comenzó la recuperación de ambos cultivos. A partir de 1919, la empresa Fyffes Limited, subsidiaria de la multinacional americana United Fruit, arrienda, por 15 años, las fincas de los mayores propietarios isleños a cambio de 100.000 pesetas anuales. La compañía inglesa pone en explotación nuevos terrenos, mejora y extiende las instalaciones de riego, construye almacenes, introduce abonos, fertilizantes y plaguicidas, y mejora las instalaciones portuarias. Cada vez se venden mayores canti-dades de plátanos y a mejor precio, buena parte de la población activa del Valle de Aridane y de San Andrés y Sauces se convierte en empleada de la empresa Fyffes Limited y buena parte de los poseedores de plátanos exportan a través de la compañía inglesa. La intensa movilización de los trabajadores dirigida por los republicanos como res-puesta a la aguda recesión económica que provocó la Guerra Europea dejará como secue-la, en los años inmediatos, la fundación de varios sindicatos y el embrión de un desarro-llo del socialismo en la Capital de la Isla y en Los Llanos. En ambos municipios residía la mayor parte la población asalariada, allí los medios republicanos ejercían una influen-cia considerable y, además, se trataba de núcleos abiertos a ideas provenientes del exte-rior debido a las decenas de buques recibidos anualmente en sus desembarcaderos y a la presencia de empresas extranjeras. Así, en 1918, una Comisión de Ta b a q u e ros, ante el agravamiento de la crisis que pade-cía la industria tabaquera en La Palma, convoca a los trabajadores para enfrentarse «a quie-nes les explotaban». A partir de ese año, unas organizaciones obreras en cuyas dire c c i o n e s a p a recen líderes republicanos y unas asociaciones republicanas en cuyas juntas apare c e n d i re c t i vos sindicales pro m u e ven huelgas que pretenden equiparar los salarios a la subida de los precios producida durante la I Guerra Mundial: tabaqueros, dependientes, panadero s , así como obre ros agrícolas del Valle de Aridane iniciarán conflictos sucesivos hasta 1923. En octubre de 1919, empleados de 19 casas comerciales de Santa Cruz de La Palma reclaman a sus empresas mejoras salariales. Tanto el presidente como el secretario de la Asamblea de dependientes son directivos de la Juventud Republicana. Al año siguiente, se constituye el Centro de Dependientes del Comercio y de la Industria. En 1921, se fundó la sociedad de obreros panaderos La Alborada en la capital de la Isla. En la otra vertiente de La Palma, el dinamismo que la empresa Fyffes Limited impri-mió a la economía local permitió a centenares de trabajadores de Tazacorte y Argual 88 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez encontrar ocupación en las distintas actividades de la compañía inglesa. Pero la abun-dancia de empleo no vino acompañada de un aumento de los salarios, así que, entre 1919 y 1922, los jornales no se equipararon a la subida de los precios producida durante la I Guerra Mundial y, en consecuencia, los obreros arrastraron las malas condiciones de vida de la década anterior. Con estos preámbulos, el día 7 agosto de 1922, más de doscientos empleados de la empresa Fyffes Limited en Tazacorte y Argual se declararon en huelga para demandar un aumento de sus salarios. En 1922, en las elecciones celebradas ese año, por primera vez, dos socialistas aspiran a los puestos de concejal en el Ayuntamiento de Los Llanos y de consejero en el Cabildo Insular. 5. La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1931). 5.1. Lucha en la Unión Patriótica. El respaldo gubernamental al Caciquismo Sotomayorista se había agrietado y eso abría resquicios a las pretensiones del Caciquismo Aspirante. Políticamente, desde la desaparición de Fernando León y Castillo, en 1918, el Partido Conservador insular arras-traba un proceso de debilitamiento causado por la ausencia del eslabón de la cadena caci-quil que, durante décadas, le aseguró el apoyo institucional. En las vísperas del Golpe de Estado de 1923, los Liberales consideraban que estaba llegando el final del Caciquismo Conservador. Apoyaban su dictamen en que el panorama político de la Isla divergía res-pecto al de décadas anteriores. Dos ayuntamientos, Breña Baja y Barlovento estaban en manos de Liberales y otro, el de El Paso, en principio Liberal, estaba «injustamente» ocu-pado por concejales interinos que lo dejaban en manos conservadoras. En las elecciones a diputados, celebradas a finales de abril de 1923, los Conservadores quedaron descarta-dos en todos los pueblos del Este de la Isla, donde la disputa por el escaño se libró entre el candidato Liberal-demócrata (1.745 votos) y el Republicano (1.472 votos). En el dis-trito de Los Llanos, el aspirante Conservador, Pedro Poggio, venció al Liberal «romano-nista », Ricardo Ruiz y Benítez de Lugo, pero tuvo que sufrir una significativa derrota en el municipio de El Paso y un contundente varapalo en el importante Pago de Tazacorte, donde sólo obtuvo 14 votos. Los Conservadores vencieron en la Banda Oeste de la Isla gracias al incontestable dominio que ejercían sobre tres de las secciones electorales del municipio de Los Llanos, sede del Cacicato «Sotomayorista». Pero en los restantes muni-cipios, los disminuidos procedimientos de antaño sólo le rentaban para victorias reñidas que, en el caso de El Paso, quedaban en derrotas. Socialmente, la captación clientelar del caciquismo de los grandes propietarios dis-minuyó durante la década de los veinte debido a que una parte de la riqueza era aporta-da por las actividades de empresas extranjeras. Estas eran las que exportaban la fruta de los pequeños y medianos campesinos y quienes proporcionaban empleo a los habitantes de varias localidades. Fue fundamental que los multifundistas despidieran a sus arrenda- Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 89 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) tarios para poder ceder, posteriormente, sus terrenos a la compañía frutera inglesa Fyffes Limited. De este modo, asalariados, antiguos arrendatarios y pequeños campesinos pasa-ron a depender en sus empleos de la multinacional inglesa, en un proceso de proletari-zación que dará todas sus consecuencias en la década siguiente, durante la II República. En efecto, una nueva generación se aleja de la cultura de la sumisión propia del caci-quismo al no depender de relaciones clientelares para obtener su puesto de trabajo, sino de una empresa extranjera que mantendrá relaciones laborales más impersonales. La llegada de la Dictadura del general Primo de Rivera, con su discurso anticaciquil y regeneracionista, acentuó el declive del Caciquismo Conservador. Así, a las tres sema-nas del golpe de estado, el Gobierno militar ordenó la disolución de todos los Ayunta-mientos de España para procurar deshacer el poder caciquil en el País. En la Palma, las medidas adoptadas por el régimen militar retiraron el apoyo institucional a los Conser-vadores para traspasarlo al Caciquismo aspirante de los Liberales y Republicanos palme-ros. En los días siguientes a su implantación, el Directorio Militar, ante las noticias que le llegaban de Canarias, previniéndole de que los delegados gubernativos no podrían con la secular maquinaria caciquil, telegrafió al Delegado del Gobierno en La Palma para avi-sarle que no procediera con debilidad puesto que tenían el respaldo de las leyes y del Gobierno. A los pocos días, las comunicaciones internas de la red gubernativa volvían a dar pruebas de las pretensiones anticaciquiles del Nuevo Régimen. El día 14 de octubre, se recibía en La Palma, otro telegrama enviado por el Gobernador Civil, instruyendo al Delegado del Gobierno para que tomara las medidas necesarias contra los Caciques que habían prevalecido en la Isla durante la Restauración. Como describía el doctor Sierra, uno de los opositores al Caciquismo tradicional de la Isla, el Pa rtido Conservador había monopolizado, durante décadas, el gobierno de los asun-tos públicos de La Palma gracias al apoyo de las oligarquías gobernantes, por arriba, y a los caciques rurales, por abajo. Ahora, el advenimiento de la Dictadura del General Primo de R i vera había mermado el respaldo gubernamental de los Conserva d o res que perd i e ro n buena parta de los cargos institucionales de la Isla, aunque no había disminuido, decisiva-mente, la consistencia de la red de clientelas que mantenía en el espacio insular. Esta virtud permitió al Caciquismo Conservador adaptarse a la nueva situación, pues, como sucediera en otras épocas, su capacidad de atracción la necesitó el Di rectorio para ro b u s-tecer el partido del régimen, la Unión Patriótica. El Di rectorio Militar no soltó amarras con respecto al Caciquismo sotomayorista. La razón era una contradicción esencial existente en el Pa rtido Único fundado por la Dictadura primorriverista: mientras su objetivo era acabar con la política caciquil de décadas pasadas, su asentamiento necesitaba de las clientelas del Caciquismo Conserva d o r. Esto permitía a los antiguos cacicatos aportar un grueso número de afiliados y de dire c t i vos a la Unión Patriótica y suponía que el arraigo en La Palma de la Unión Patriótica dependía, en buena parte, del ascendiente caciquil. 90 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez Apenas transcurrido año y medio del golpe de estado del General Primo de Rivera, la prensa liberal comprobaba que la regeneración política había sido frenada. Los caciques de la Restauración habían recuperado el respaldo del Gobernador Civil, lo que implica-ba la recomposición del sistema caciquil de antaño, es decir, dominio sobre los cacicatos rurales, por abajo, y apoyo gubernativo, por arriba. En 1925, los antiguos conservadores disponían nuevamente del control del Cabildo, y de municipios tan importantes en la Isla como Los Llanos y San Andrés y Sauces. La contradicción entre el discurso anticaciquil del Directorio Militar y la realidad de la persistencia en La Palma del Caciquismo tradicional de los conservadores, ahora inte-grado en Unión Patriótica, se reflejó en la visita que el Gobernador Civil de Tenerife rea-lizó a la Isla, en abril de 1928. A pesar de que las palabras pronunciadas por el Goberna-dor Civil incluían un mensaje anticaciquil, a pesar de que explicaba que la Unión Patrió-tica había venido para terminar con la vieja política, y, a pesar de que, a los Liberales, los conceptos vertidos por el Gobernador Civil les produjeron firmes esperanzas; lo cierto fue que, cinco años después del Golpe de Estado del general Primo de Rivera, los anti-guos conservadores seguían hegemonizando las instituciones locales, y que el acto de pro-paganda, concebido con motivo de la visita de la máxima autoridad provincial, fue orga-nizado por elementos destacados del bando Conservador que, además, invitaron, exclu-sivamente, a sus correligionarios de partido. El despliegue del Caciquismo tradicional ante el Gobernador Civil alcanzó su cima cuando los asistentes aplaudieron con fuerza al orador que defendió la política sostenida por el Partido Conservador durante la Restauración. Ese mismo año, el líder republicano Alonso Pérez Díaz escribía a Benito Pérez Armas, colaborador por entonces de la Dictadura, sobre la necesidad de remediar la inmoralidad y el desgobierno a que habían llegado las Instituciones insulares por la política del Sotomayorismo. No obstante, la oposición liberal, que retenía el Ayuntamiento capitalino, arreciaba y esto provocó, en 1928, la intervención del Jefe Provincial de Unión Patriótica, Delgado Barreto, que adoptó la decisión salomónica de constituir una directiva insular integrada, a partes iguales, por elementos de las dos facciones políticas. 5.2. El Grupo Espartaco. La llegada de la Dictadura del general Primo de Rivera supondrá una disminución de la intensidad de la actividad sindical, pero no conllevará la desaparición de los gremios. Dos factores explican la persistencia de estos sindicatos bajo el techo de la Dictadura. Por un lado, el entramado laboral diseñado por el gobierno militar permitía la actividad de sindicatos obreros de tendencia socialista. La colaboración entre la UGT y el ejecutivo del general Miguel Primo de Rivera determina que la autoridad gubernativa consintiera Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 91 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) la existencia de unos sindicatos, con atribuciones en los comités paritarios organizados por la Dictadura. A esta dispensa, se acogerán las organizaciones de trabajadores de la Isla. Por otro lado, las organizaciones obreras, frenadas por la coyuntura política autori-taria, no manifestarán exacerbaciones reivindicativas, aunque prosiguieran sus activida-des propagandísticas y organizativas. Estas Sociedades consentidas se nutrieron de la inquietud existente entre la población trabajadora por el agravamiento de la prolongada crisis económica que padecía La Palma. En los años veinte, la depresión se aceleró porque las tribulaciones se extendieron a las dos industrias más importantes que restaban, la tabaquera y la de bordados. Desde comienzos de la década, la situación se emponzoñó, aún más, porque la depresión que comenzaba a abatirse sobre los principales factores productivos de la isla de Cuba priva-ba a los palmeros de su tradicional tabla de salvación: la emigración. Inevitablemente, las consecuencias sociales aparecieron, y, a finales de la década, la prensa constataba que los obreros de la Isla padecían una gran escasez de trabajo. La solución ya no estaba en las Antillas, no quedaba otra alternativa que fomentar la solución en la tierra natal. Así, igual que ocurriera durante la I Guerra Mundial, instituciones y asambleas instan al Gobierno para que emprendiera una campaña de obras públicas en la Isla que, por un lado, per-mitieran el resurgimiento de la economía insular y, por otro lado, contribuyera a mejo-rar la aflictiva situación de los trabajadores. Igualmente, algunos colectivos obreros se organizaron para afrontar el nuevo desafío de luchar por sus intereses en su propia tierra. Uno de los sectores productivos palmeros más damnificados por el ahogo de la eco-nomía insular fue la industria tabaquera, en desasosegante declive desde que la Compañía Arrendataria de tabacos redujo, de forma alarmante, los pedidos de labores isleñas. A mediados de la década, cientos de obreros tabaqueros (unos 600 en toda la isla) sentían seriamente amenazada su subsistencia y determinaron movilizarse. El día 9 de septiem-bre de 1925, el sindicato tabaquero, Unión de Torcedores, anunció al Delegado del Go-bierno su propósito de declarar la huelga en la fábrica de tabacos La Africana, propiedad de Juan Cabrera Martín E.T. La razón de esta iniciativa radicaba en que el empresario había bajado las remuneraciones que pagaba a los obreros. Estos se preocuparon de acla-rar que iban a la huelga para defender sus salarios, de informar a las autoridades guber-nativas que tomaron la decisión después de haber agotado otros medios y de asegurar que no pretendían alterar el orden público. El regreso a La Palma en 1926 del primer secretario general del Partido Comunista cubano, el palmero José Miguel Pérez, supuso el nacimiento del Grupo Espartaco. Los obreros tabaqueros y otros dirigentes sindicales ligados al republicanismo entraron en contacto, inmediatamente, con él. Sus informaciones confirmaron a los tabaqueros las malas expectativas existentes en la República de Cuba debido a la disminución de los mercados azucareros, a la inmigración de jornaleros antillanos que cobraban salarios más 92 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez baratos que los trabajadores canarios y a la creciente violencia política y social que se adueñaba de la Isla caribeña. El cierre de Cuba reafirmó a los tabaqueros en su idea de defender el medio de vida con que contaban en La Palma. No es casualidad, que fueran los sectores más amenazados por la depresión de la economía insular quienes impulsaran el sindicalismo palmero, ni que fuera José Miguel Pérez, hijo de un maestro de la cons-trucción naval arruinado por la crisis de ese sector, quien, primero tuviera que emigrar, y, tras su regreso forzado de Cuba, se convirtiera en el principal organizador del movi-miento obrero insular. El Grupo Espartaco tuvo cobijo en la sede de la Juventud Republicana, donde José Miguel Pérez estableció su academia de enseñanza. Allí, el discurso marxista fraguó entre los inquietos y jóvenes dirigentes de las sociedades obreras surgidas del republicanismo durante la I Guerra Mundial. Acuciados por el deterioro económico de los años veinte, instruidos en teoría marxista por José Miguel Pérez, dejaron atrás el republicanismo para adentrarse en el socialismo. Estos sindicatos recibieron, también, el influjo de personas de ideología marxista y, en algunos casos, anarquista, que escribían en la prensa local y que recorrían las distin-tas poblaciones del territorio insular. Los maestros Antonio J. Torres y José Ramos Concepción, el articulista que firmaba bajo el seudónimo de Leonardo Babel, Sara Pérez y el mismo José Miguel Pérez, dispusieron con frecuencia de la tribuna que les ofrecía el periódico liberal El Tiempo para difundir, bajo la mirada de la censura, su pensamiento. Este es otro factor que influye en la vida sindical durante la dictadura del Primo de Rivera: los socialistas del segundo lustro de los años veinte contaron con la hospitalidad de las organizaciones republicanas y con el altavoz del diario El Tiempo. La trayectoria del Partido Liberal y de Unión Republicana en La Palma explicaba que se permitiera a personas tituladas como socialistas publicar en la prensa de las clases altas liberales. Desde 1916, Alonso Pérez Díaz coordinaba a Republicanos y Liberales. La estrategia del líder republicano era partidaria de un acuerdo con el elemento obrero que trajese la República y regenerase España. Por eso, en los años siguientes, se fueron creando sindicatos en cuyas directivas aparecían miembros de la Juventud Republicana. Estas circunstancias favore-cieron el entendimiento con el incipiente sindicalismo palmero, a quien abrieron las páginas del órgano de prensa liberal. En realidad, las clases acomodadas republicanas y los sindicalistas seguían teniendo el obje-t i vo común de modernizar la Isla con la construcción de infraestructuras que agilizaran las comunicaciones interiores y exteriores. La realización de estas obras impulsaría el comercio y la industria de la burguesía insular y, al crear puestos de trabajo, pro p o rcionaría una solución a los obre ros palmeros amenazados por la crisis económica que vivía la Isla. Este acuerdo re f o r-zó los vínculos filiales entre las incipientes organizaciones obreras y el arraigado partido re p u-blicano durante la transición que llevó de la Dictadura a la Re p ú b l i c a . Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 93 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) 6 La II República (1931-1936) 6.1 El Primer Bienio (1931-1933) 6.1.1 El triunfo del Alonsismo. En los momentos finales de la Dictadura, el dominio caciquil de La Palma estaba a punto de cambiar de manos. Ricardo Ruiz y Benítez de Lugo, antiguo miembro del Partido Liberal, afiliado, desde 1925, a la Unión Patriótica, desplegaba, desde Madrid, una importante influencia sobre La Palma, hasta el punto que sus adversarios políticos consideraban que la Isla vivía bajo un ambiente francamente «ricardista». Su puesto de Subsecretario de la Presidencia en los Gobiernos de la Dictadura proporcionaba al polí-tico tinerfeño una cuota de poder que ejercía en La Palma en combinación con su amigo, el líder de los Liberales y Republicanos palmeros, Alonso Pérez Díaz. Esta posición de Ricardo Ruiz y Benítez de Lugo en el Gobierno nacional permitió a la facción liberal de la Unión Patriótica palmera predominar en la Isla, llegando a presentar en las elecciones de abril de 1931 candidaturas sin oposición en cinco pueblos. En el ámbito insular, el Partido Republicano se convertía, así, en el eje de la vida polí-tica y tejía la base de su poder para el futuro. Su jefe, Alonso Pérez Díaz, jugaba a formar un amplio consenso que abarcara desde los Liberales hasta los Sindicalistas para doble-gar el Caciquismo Conservador de La Palma. Mientras la Juventud Republicana incor-poraba a los dirigentes de los sindicatos obreros que iban creciendo, sus mayores, enca-bezados por Alonso Pérez Díaz, abogaban por una alianza electoral con los Liberales en las elecciones municipales de abril, también, para combatir a los Conservadores. El repu-blicanismo palmero se convertía así en la bisagra de una coalición cuyo objetivo era des-truir el Caciquismo Tradicional, lo mismo fuera en una remozada monarquía constitu-cional (pacto con los Liberales), que bajo un régimen republicano (alianza con el Movi-miento obrero). En abril de 1931, el triunfo electoral de los republicanos en las principales ciudades de España y el exilio de Alfonso XIII dejaron paso a la instauración de la II República. Según la prensa derechista, tras la proclamación de la Democracia, los concejales libera-les «ricardistas» que habían pertenecido a la Unión Patriótica, «camaleónicamente», se transvasaron, sin dificultad, al republicanismo. La estrategia de Alonso Pérez Díaz había funcionado. 6.1.2 La Federación de Trabajadores de La Palma (1930-1936). La Federación de Trabajadores de La Palma y su órgano de prensa, el semanario Espartaco, se fundaron en 1930. El soporte institucional que el Gobierno de la República proporcionó a los sindicatos socialistas fue la base sobre la que se erigió el proceso de sin-dicación del proletariado. La legislación impulsada desde el Gobierno –principalmente el decreto de Colocación Obrera– la creación de Bolsas de Trabajo y la regulación de las 94 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez relaciones laborales a través de los Jurados Mixtos reconocían personalidad jurídica a las asociaciones obreras y le otorgaban poder decisorio en determinados asuntos municipa-les. Estas medidas aprobadas por el Ejecutivo nacional de republicanos y socialistas pre-tendían vigorizar los sindicatos para que fueran eficaces en su misión de mejorar las con-diciones de vida de los trabajadores, medio previsto por el proyecto republicano para resolver el problema social que desestabilizaba a España desde principios de siglo. Igual-mente, el desmantelamiento del caciquismo, enraizado en las zonas rurales, era otra meta del diseño republicano: los sindicatos debían ser dotados de la fuerza de atracción nece-saria para arrebatar al cacique sus clientelas de jornaleros y pequeños campesinos y atra-erlas al seno de las organizaciones obreras que aceptaban la República. Los republicanos y los liberales palmeros eran conscientes de la necesidad de desarraigar el caciquismo para consolidar un régimen auténticamente democrático. En la práctica, el apoyo oficial adjudicó a los sindicatos la función de agencias de coloca-ción. Los sindicatos adheridos a la Federación de Tr a b a j a d o res se erigieron en los principales d i s t r i b u i d o res de puestos de trabajo de la localidad porque, en cada término municipal, des-pués de la entrada en vigor de los convenios, recibía las demandas de trabajadores de los patro-nos y pro p o rcionaba empleados entre sus afiliados. A partir de este momento, no serán los p a t ronos quienes re p a rtan los empleos, sino el sindicato, por turno, entre sus militantes. Esto supuso un vuelco en las relaciones laborales. Los patronos perd i e ron su supremacía social ya que los puestos de trabajo que creaban eran gestionados por los sindicatos. De esta manera, el desarrollo sindical rompía el caciquismo vigente desde finales del siglo X I X. Durante todo este tiempo, los grandes caciques conserva d o res habían goberna-do la Isla porque la mayor parte de los puestos de trabajo eran otorgados por ellos. Qu i e n no obtenía un empleo en las propiedades o en los negocios de los Caciques Conserva d o re s , no conseguía un arriendo o no podía colocarse en las instituciones públicas gobernadas por el Pa rtido Conservador tendría que buscar su oportunidad en Cuba. Durante la Di c t a d u r a del general Primo de Rivera, este dominio caciquil se debilitó porque los grandes pro p i e-tarios despidieron a los agricultores de sus campos para poder arrendarlos a Fyffes Limited. De modo que, en adelante, sería la empresa inglesa quien contrataría a los operarios que trabajaran en esas fincas. A lo largo de la I I República, los sindicatos terminaron de ro m-per el engranaje caciquil al distribuirse los trabajos entre sus afiliados. El hecho de que la m a yor parte de los puestos de trabajo se otorgase a través del sindicato sirvió también para acabar con la dependencia de los obre ros respecto a los patronos de cualquier tendencia política. En los meses siguientes, la conversión en agencia de colocación llevó aparejado el e s f u e rzo porque se cumpliera la jornada laboral de 8 horas, se pagaran los salarios acord a-dos y se respetaran las condiciones de trabajo estipuladas. Durante el Primer Bienio, algu-nos contenciosos laborales permiten comprobar la preocupación de la Federación obre r a por el cumplimiento de la legislación laboral y de los convenios vigentes. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 95 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) En esta fase inicial, su misión reivindicativa y, sobre todo, su función distribuidora de empleo sirvieron para obtener la afiliación de buena parte de la población trabajadora. Sin embargo, esto no suponía una asimilación ideológica de teorías emancipadoras del proletariado como el marxismo. En realidad, muchos asalariados no se inscribieron en el Sindicato por ideología, sino para obtener una ocupación y determinados servicios que ofrecía la Sociedad. La prensa obrera diagnosticaba que, en el primer año de República, buena parte de los braceros no tenía conciencia ni de pertenecer a una misma clase social ni de la explotación a que le sometían los patronos, los propietarios multifundistas o las grandes empresas exportadoras. 6.1.3 La derecha palmera. Los antiguos Conservadores organizaron la Conjunción Democrático Social Conser-vadora para participar en los comicios municipales de 1931. Durante la campaña, abo-garon por el mantenimiento de la Monarquía, frente a los Liberales que se proclamaban partidarios de abrir un periodo constituyente y los republicanos que aspiraban a una transformación más profunda. Los resultados nacionales produjeron un hondo descon-cierto en el colectivo Conservador. Transcurridos algunos meses del cambio de régimen, la desorientación del Caciquismo hegemónico durante la Restauración se manifestó en la dispersión de su electorado. En los sufragios generales constituyentes de junio de 1931, una parte de los electores conservadores dirigió sus votos a la candidatura del Partido Republicano Tinerfeño, otra parte a la del Independiente Blas Pérez González y otra se abstuvo, en gran medida, porque el electorado conservador no fue movilizado. En los meses siguientes, los sectores sociales y las instituciones dominantes durante la Restauración constataron que las reformas impulsadas por el gobierno de republicanos y socialistas dañaban sus intereses. Paulatinamente, empiezan a sentir los efectos de la merma de su influencia política al perder la Delegación del Gobierno, el Cabildo Insular y los Ayuntamientos, que pasan a manos de militantes del Partido Republicano Palmero. Además, los mayores propietarios multifundistas se vieron amenazados por una reforma agraria que podía suponerle expropiaciones, pérdidas de aquellas parcelas que llevaban arrendadas más de doce años y aumentos de las contribuciones devengadas por sus pose-siones. Por su parte, la Iglesia se sintió acosada por las disposiciones del Gobierno en ma-teria religiosa, hasta el punto de considerar su supervivencia en peligro. Por añadidura, la promoción de los sindicatos, impulsada por un Gobierno de republicanos y socialis-tas, implicaba que las organizaciones obreras prevalecieran en el mundo laboral, algo a lo que no estaba acostumbrada la mentalidad de la patronal isleña. Los antiguos caciques junto a las entidades que respaldaban a la Iglesia crearon, a prin-cipios de 1932, Acción Popular. Asimismo, miembros de las clases altas y medias, ads-critas al republicanismo, pero descontentas por la creciente presión de los sindicatos, pro- 96 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez tagonizaron un paulatino trasvase hacia las filas de la derecha. Desde finales de 1933, el rechazo al devenir republicano llevó a un sector minoritario del conjunto conservador a decantarse por la opción fascista representada por Falange Española. Los resultados electorales de nov i e m b re de 1933 demostraron que los sectores opuestos al régimen republicano habían logrado conformar organizaciones sólidas. La audiencia cre-ciente que la derecha obtuvo en La Palma puede reflejarse en el aumento de la tirada de su órgano de prensa, Acción Social, que pasa de ser bisemanario a diario en pocos meses. Los efectos de la evolución del régimen republicano en el colectivo conservador y católico se reflejarán, con mayor nitidez, en los resultados de las elecciones generales de nov i e m b re de 1933. El conservadurismo palmero, re a g rupado en torno a la Unión de De rechas, logra vencer en los sufragios celebrados en nov i e m b re. Su candidato más votado, el antiguo sena-dor del Reino, José Miguel So t o m a yo r, obtuvo 7.281 sufragios, por 7.165 del re p u b l i c a n o , Alonso Pérez Díaz, y 2.325 de Fernando Ascanio, el primer candidato de socialistas y comunistas. Lo significativo era que estas cifras suponían para la derecha un incrementó de 4.490 votos, respecto a los resultados del candidato independiente que recibió sus votos en 1931. Los republicanos palmeros solo aumentaron en 1.581 sufragios y la izquierda obre-ra en 1.097. El aumento del voto conservador se debió, en primer lugar, al reajuste de la d e recha sociológica en torno a Acción Po p u l a r, tras constatar los derro t e ros que tomaba la II República. En segundo lugar, a la adición del importante voto femenino católico en la Isla. Por último, la victoria de la Unión de De rechas se explica por el sostén caciquil con el que ya contaba, aunque no lo hubiera utilizado en el desconcierto de 1931. 6.2 El Segundo Bienio (1933-1935). 6.2.1 La primera represión. Durante los años 1933-1935, la llegada al Gobierno nacional del Partido Republi-cano Radical de Alejandro Lerroux, apoyado en la CEDA de Gil Robles, supuso un giro a la derecha del régimen instaurado en 1931. El Ejecutivo pretendió menguar el dina-mismo de las organizaciones obreras, adoptando una política represiva y limitando su capacidad de propaganda. En La Palma, la Federación de Trabajadores fue clausurada, varios de sus directivos encarcelados y la censura activada. La comprometida situación de las organizaciones encargadas de defender a los trabajadores determinó que los obre-ros vieran como el peso de la crisis económica recaía, principalmente, sobre sus hombros, al disminuir los niveles salariales, al aumentar la jornada laboral y al permitir una mayor libertad de contratación y despido a la patronal. 6.2.2 La crisis económica. El declive del plátano. Nuevas embates deterioraban, aún más, la economía insular. Ya en 1925, los expor-tadores y productores plataneros tenían noticias de la creciente extensión de la superfi- Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 97 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) cie dedicada al cultivo de bananas en diversas áreas de África y América y de la propen-sión de Inglaterra, Francia y Alemania a comprar la producción de sus posesiones en Ultramar. La depresión mundial, iniciada en 1929 con la caída de la bolsa de Nueva York, acentuó la tendencia de los principales países compradores de plátanos canarios a dejar de adquirir la producción del Archipiélago y a preferir las bananas de sus propias colo-nias. El importante descenso en los volúmenes exportados y la depreciación de la fruta se vio agravada por la decisión de la empresa Fyffes Limited de abandonar paulatina-mente sus instalaciones en la Isla. A partir de 1933, las consecuencias de crack bursátil de Nueva York arribaron a La Palma y acentuaron los enfrentamientos políticos y socia-les de la II República. 6.2.2.1 La crisis y la patronal Las reivindicaciones salariales contenidas en las Bases de trabajo eran difícilmente asu-midas por los patronos. Más desde 1933, año en que la crisis de la exportación alcanzó niveles preocupantes. Así, la Asamblea Agrícola, organizada por la patronal platanera en el año 1934, con la participación de propietarios y exportadores de La Palma, estimó que el encarecimiento de la mano de obra figuraba entre las principales causas de la crisis de la exportación. Esta fue una de las razones por la que muchos propietarios de fincas pla-taneras recalaron en posiciones derechistas durante la II República. Los sindicatos se adueñaban del mundo laboral y las exigencias sindicales atentaban directamente contra sus condiciones de vida, pues los salarios constituían el capítulo más cuantioso de sus gas-tos. Sin duda, el descenso de las cantidades vendidas y la disminución de los precios devengados a los cosecheros, ocurrido de forma paralela al aumento de los costes labo-rales, provocó que el estatus económico de los propietarios pequeños y medios decayera hasta acercarse a la ruina y que a los grandes propietarios les preocupase que esta situa-ción les alcanzase. Este deterioro de sus rentas contribuiría a explicar la evolución políti-ca de un importante grupo de propietarios medios y comerciantes que temieron que sus propiedades pudieran ser engullidas por el progreso del marxismo. Se desmarcan del republicanismo y giran a la derecha para reunirse en el partido que recogía a los antiguos conservadores: Acción Popular, organización que, en su programa, propugnaba restarle poder a los partidos y sindicatos obreros, como, de hecho, estaba haciendo desde 1934. 6.2.2.2 La crisis y el movimiento obrero Cuando, en la década anterior, el enquistamiento de la crisis económica en La Pa l m a coincidió con el cierre de la emigración al Caribe, los sectores obre ros más acuciados por la d e p resión re s o l v i e ron fortalecer las organizaciones de trabajadores de la Isla para hacer fre n-te a la amenaza que se avecinaba sobre sus condiciones de existencia. Durante los años fina-les de la Dictadura, se consolidó una alianza entre estos sindicatos y las asociaciones re p u- 98 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez blicanas, en torno a un gran plan de obras públicas cuya aplicación modernizaría la Is l a , i n c rementaría el movimiento comercial e industrial y solventaría la crisis de trabajo que agobiaba a la clase obrera. El Concierto Económico entre el Estado y el Cabildo para la c o n s t rucción de la carretera de circ u n valación y el túnel de La Cu m b re fue aprobado por el Gobierno nacional en octubre de 1930, gracias a las gestiones del liberal Ricardo Ruiz y Be n í t ez de Lugo y de su colaborador en La Palma, el republicano Alonso Pérez Díaz. La p romesa de futuro que patrocinaban los republicanos adquirió, entonces, veracidad: cuan-do éstos gobernasen en el País y en La Palma, cientos de trabajadores podrían encontrar refugio en las obras públicas que se emprenderían en la Isla. Los sindicalistas marxistas de La Palma aceptaron encauzarse en una República moderada porque cifraron sus esperan-zas en un régimen que traería libertades políticas, mejoras laborales y empleos para eludir la miseria. Sin embargo, pronto llegó la decepción. En el primer año de República, el Gobierno anunció que suspendía este plan de obras públicas. Paralelamente, la crisis eco-nómica instalada en La Palma empeoró debido a las re p e rcusiones de la depresión interna-cional sobre una economía volcada al exterior, a causa del continuado reflujo de los emi-grantes y por los efectos de otra arremetida de Tabacalera sobre la industria isleña. Esto explica que, desde el primer año de República, la cada vez más influyente élite sindical comunista apartara sus esperanzas de una República, que tachaba de burguesa, y eligiera encaminarse hacia la re volución comunista. La solución no la iba a traer una Cuba, ya muy lejana, ni la abortada campaña de obras públicas financiada por la República, sería la abo-lición de la propiedad privada y el re p a rto de riqueza, inherentes a una re volución obre r a , quienes procurarían el remedio para la pobreza del pro l e t a r i a d o. En 1933, la reducción de las exportaciones, la disminución considerable del valor de los plátanos, la paralización de las obras públicas y un invierno seco que provocó la pér-dida de las cosechas de cereales, papas y tabaco se combinaron para incrementar el desem-pleo y crear una situación «angustiosa» en La Palma. A los aprietos del sector platanero y al cierre de la emigración hacia Cuba, tradicional aliviadero de las depresiones económi-cas en el Archipiélago, se agregó el regreso de los emigrantes para empeorar el problema del paro. A partir de la crisis económica que mediada la década de los veinte se declara en Cuba, las cifras de emigrantes comienzan a disminuir con respecto a las décadas ante-riores. Entre 1931 y 1940, La Palma arroja un saldo migratorio positivo (+1.781) y, mediada la II República, la Delegación del Gobierno pronosticaba serios conflictos como consecuencia del paro forzoso incrementado por la gran cantidad de repatriados de Cuba. A lo largo de la historia, la combinación de crisis económica y la cancelación de la emigración abrían un periodo de calamidades para las clases bajas. Sin embargo, en esta ocasión, una novedad, los sindicatos, había conseguido paliarlo. Así pues, los trabajado-res y los pequeños campesinos de La Palma comprobaron que, a pesar de la recesión y del corte de la vía emigratoria, las nuevas organizaciones obreras conseguían eludir parte Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 99 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) de las penurias que hubieran caído sobre ellos. La élite obrera insular procuró aprovechar el crédito obtenido con esta labor y la libertad de expresión que concedía la Democracia para adoctrinar al proletariado sin ideología que llegaba a sus organizaciones en busca de trabajo, defensa o servicios. A partir de la primavera de 1935, las organizaciones adscritas a la Federación de Tra-bajadores comienzan a sacudirse el peso de la represión y emprenden una campaña sin-dical cuyo objetivo será recuperar la renta perdida por los obreros como consecuencia de la ofensiva patronal iniciada con la llegada de la Derecha al Gobierno. 6.3 El Frente Popular (febrero-julio 1936). En los meses previos a la campaña electoral de febrero de 1936, se produjeron con-flictos laborales, manifestaciones de protestas y atentados con explosivos que contribu-yeron a que el periodo electoral fuera el más tenso de los vividos en La Palma durante la II República. A los motivos de tensión política y social que generaba la Isla, se unía que la pobla-ción palmera involucrada en esta lucha electoral seguía, fundamentalmente por la pren-sa, los sucesos del resto del Archipiélago y del Estado. Los testimonios orales confirman que los cuatro principales periódicos insulares recogían en sus páginas noticias y artícu-los de fondo que contribuían trasladar a La Palma la excitación que se vivía a escala nacional. Así pues, la lucha electoral fue intensa desde el comienzo de la campaña. La actua-ción del gobierno ocasionó protestas cuando depuso de las instituciones locales a los ges-tores republicanos. El Gobernador Civil designado para la provincia de Tenerife, afilia-do a la CEDA, pactó con las derechas la candidatura de Centro-Derecha que había que favorecer. A continuación, reeditando los métodos electorales de la Restauración, orde-nó reemplazar al Delegado del Gobierno, a los ediles de los ayuntamientos y a los con-sejeros del Cabildo pertenecientes al Partido Republicano Palmero para sustituirlos por directivos de la Unión de Derechas. Este intento, a la vieja usanza, de poner a disposi-ción de la candidatura gubernamental los recursos del Estado fue respondido con una inmediata movilización popular impulsada por el Partido Republicano Palmero y el Bloque de Izquierda. El 9 de enero, más de 3.000 personas asistieron a un mitin de pro-testa celebrado en el Parque de Recreo de Santa Cruz de La Palma, convocadas por el Partido Republicano, Izquierda Republicana, la Agrupación Socialista, el Radio Comunista, la Concentración Antifascista, la FUE y la Federación de Trabajadores de La Palma. La convocatoria se convirtió en un acto de afirmación antifascista y de unidad republicano-obrera cara a las elecciones de febrero. El Gobernador Civil dio marcha atrás y, el 10 de enero, el partido republicano palmero volvió a recuperar el control de la Delegación del Gobierno y de los ayuntamientos. 100 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez En las vísperas de las elecciones de febrero de 1936, en el seno del republicanismo palmero existían dos opciones. La primera era integrarse en el proyecto progresista del Frente Popular. Ante las perspectivas electorales, se produjo un amago de reeditar la alianza entre republicanos y movimiento obrero que trajo la II República. Sin embargo, la denominada Concentración Popular Antifascista no cuajó y Alonso Pérez Díaz se des-marcó del Frente Popular, presentándose como opción de centro con el Partido Republi-cano Tinerfeño. Por parte de los comunistas, la línea revolucionaria adoptada desde 1932 fue aparca-da. Se abandonó, momentáneamente, la meta revolucionaria para procurar un pacto con la burguesía progresista que bloquease el avance del fascismo y que impidiese una reno-vación del desastroso gobierno de derechas. Las izquierdas, desde comunistas hasta Izquierda Republicana, lucharán unidas en el Frente Popular. Los resultados electorales de las derechas en La Palma cre c i e ron respecto a los comicios generales de 1933, al conseguir 8.962 votos, 1.681 más. El 45% de los votantes palmero s emitió su sufragio a favor del primer candidato de las derechas insulares, José Mi g u e l So t o m a yo r. El Pa rtido Republicano Pa l m e ro obtuvo 8.109 votos, el 40,7% de los vo t a n-tes. La cifra de votos de 1933 había aumentado en 944. Por su parte, la pro g resión de las f u e rzas de izquierda presentó una aceleración considerable al triplicar sus resultados y obte-ner 7.447 votos, 5.122 sufragios más de los conseguidos en las elecciones de 1933. El can-didato más votado del Frente Popular recibió el sufragio del 37,4%, de los votantes, fre n-te al 7,5% de las elecciones anteriores. En realidad, - como percibió la derecha palmera-, la p ro g resión de la izquierda había sido importante. De no hacerlo en ninguno, el Bloque de Iz q u i e rdas había pasado a ganar en cuatro municipios, incluida la Capital de la Isla (Bre ñ a Baja, Garafía, Ta z a c o rte y Santa Cruz de La Palma). El nivel de la abstención que, en 1933, se situó en torno al 50,1%, en 1936, pasó al 39,5%. La abstención se redujo en un 10,6% y la capacidad de movilización de la Iz q u i e rda fue la responsable de la mayor parte del des-c e n s o. En efecto, conforme avanzaba la República y se desbarataban las estructuras caci-quiles debido al avance de la sindicación, una parte importante de la inhibición electoral se tornó en votos de Iz q u i e rdas. La prensa palmera de todas las tendencias constataba que p o rcentajes amplios de las generaciones jóvenes que se incorporaban al censo electoral se estaban mostrando re c e p t i vos a la ideología marx i s t a . Durante el periodo de gobierno del Frente Popular (febrero-julio de 1936), un repu-blicano de izquierda asumió la Delegación del Gobierno, mientras que un socialista ocupó la presidencia del Cabildo Insular. Socialistas, comunistas republicanos progresis-tas se posesionaron, también, de concejalías en varios de los Ayuntamientos. Las organi-zaciones obreras, apoyadas por las autoridades gubernativas, y con las manos libres en su faceta propagandista, se aprestaron a aprovechar el periodo que se abría para extender su afiliación por las zonas rurales de las islas, hasta ahora impermeables a su discurso. Las Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 101 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) obras públicas que conllevaban la sindicación de los campesinos residentes en las zonas rurales por donde pasaba la construcción y las movilizaciones sindicales para conseguir nuevos convenios laborales fueron las mejores vías. Para los sectores sociales adscritos a la derecha, la reedición del Primer Bienio era una idea insoportable, máxime cuando comprobaron que las izquierdas disponían, esta vez, de todos los recursos para llevar a cabo su programa: el respaldo gubernativo, un parla-mento favorable y unas organizaciones sindicales y políticas mucho más expertas y con-solidadas que en 1931. Las bases de trabajo que se aprobaron durante la primavera fue-ron favorables a los asalariados. De este modo, las izquierdas controlaban las institucio-nes, la calle y el mundo laboral, definitivamente, los grupos dirigentes de la sociedad y la política durante la Restauración parecían perder su predominio. En abril de 1936, el general Francisco Franco ya era Comandante General de Cana-rias y este hecho situaba al Archipiélago en la primera línea de la conspiración contra el gobierno de la República. El Comandante General de Canarias sondeó entre antiguos caciques y dirigentes políticos de la derecha el respaldo social que una sublevación mili-tar podría reunir en las Islas, incluida La Palma. Esto explicaría las reuniones clandesti-nas que se producen en Santa Cruz de La Palma, Los Llanos de Aridane, San Andrés y Sauces y Breña Alta, a las que asistieron miembros de los colectivos perjudicados por el programa del Frente Popular. Dirigentes de la derecha y miembros de organizaciones cle-ricales se reúnen en sus viviendas, en sedes de sus asociaciones y en despachos de aboga-dos con elementos decididos de sus clientelas y de sus feligresías. Durante estos meses, los falangistas intensificarán su actividad por toda la Isla, siendo su acción más especta-cular la del día 11 de julio de 1936, cuando todos los ayuntamientos de la Isla amane-cieron con la bandera fascista ondeando en sus fachadas. 7 La Guerra Civil (1936-1939). 7.1 La Semana Roja (18-25 julio 1936) y la arribada del Movimiento. La mañana del 18 de julio de 1936, el comandante Baltasar Gómez Navarro recibió de la Comandancia Militar de Santa Cruz de Tenerife la señal para iniciar la sublevación en La Palma. Sin embargo, el mensaje fue interceptado por el Delegado del Gobierno de la República, Tomás Yanes Rodríguez, quien dio instrucciones a los alcaldes de todos los pueblos de la Isla para que se pusieran en contacto con las organizaciones obreras, a fin de constituir con sus afiliados unas milicias armadas que mantuvieran a La Palma fiel al Gobierno de la República. Durante siete días, la Semana Roja, lo consiguieron. El arco político que dirigió los pue-blos durante la Semana Roja abarcó desde la Unión Republicana hasta el Radio Comunista. El mecanismo para formar los comités del Bloque de Iz q u i e rdas en cada población fue pare-cido: tras recibir la llamada del Delegado del Gobierno, el Alcalde convocó a las asociacio- 102 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez nes obreras de la localidad para establecer un comité en sesión permanente. De inmediato, los sindicatos pusieron sus afiliados a disposición de las autoridades republicanas para i m p rovisar unas milicias pobremente armadas que cumplirían con el cometido diseñado desde la Delegación del Gobierno de asegurar la Constitución sin transgredir el ord e n p ú b l i c o. A continuación, se instruyó a las referidas Juntas sobre las medidas destinadas a sostener la República en sus demarcaciones: confiscar las armas a la población de dere c h a s , p a t rullar el pueblo, vigilar los polvorines, controlar las subsistencias… . El 25 de julio, fuerzas del Ej é rcito y voluntarios falangistas, transportadas por el C a ñ o n e ro Canalejas desde Las Palmas de Gran Canarias, fondearon en la rada de Sa n t a Cruz de La Palma. Después de disparar un obús sobre las inmediaciones del puerto, desem-b a rc a ron. Los milicianos y varios guardias de asalto optaron por eludir un choque que oca-sionaría víctimas en la población, destro zos en la Ciudad y, además, sería acometido en manifiesta inferioridad. Cargos públicos insulares y destacados dirigentes del Fre n t e Po p u l a r, después de guardar el orden bajo el mandato del Gobierno republicano, marc h a-ron en busca de una fuga organizada de la Isla, o, en su defecto, buscaron el refugio en los montes a la espera de que el gobierno de la República dominase la sublevación. Sin embar-go, la rebelión militar se consolidó y, a las persecuciones de las patrullas integradas por falan-gistas y guardia civiles, se unieron las expediciones militares que tuvieron como conse-cuencia la aprehensión o la entrega de la mayor parte de los fugitivos, todo, antes de que transcurriese el primer año de Guerra. Veintisiete izquierdistas huidos y catorce de sus sos-t e n e d o res en los montes pagaron con la vida su participación en este episodio. El nuevo hábitat político y social creado por el Movimiento Nacional sofocó la lucha de clases en la Isla y permitió aliviar los perjuicios que la crisis económica ejercía sobre los pro-pietarios al desviarlos hacia el pro l e t a r i a d o. Las clases medias y altas que dirigieron los consis-torios municipales tras el Movimiento Nacional estaban integradas por dirigentes de las dere-chas locales, en muchos casos, eran empresarios radicalizados por los contenciosos laborales sostenidos con las asociaciones de trabajadores, durante el período democrático pre c e d e n t e . Víctimas de huelgas, boicots, atentados y atemorizadas por la constante expansión sindical, tras el 18 de julio, las autoridades del Movimiento Nacional no interv i n i e ron ante los exc e s o s que los patronos cometieron en el ámbito laboral. Esto, unido al desmantelamiento de los sindicatos de clase, pro p o rcionó libertad de movimientos a los empleadore s . Por otro lado, al principio de la Guerra Civil, el negocio platanero pasaba por una situación crítica debida a la constricción de los mercados europeos, y a la marcha de la principal empresa extranjera dedicada a la exportación de frutas de Canarias: Fyffes Limited. Para que el comercio del plátano continuase rindiendo beneficios, los inverso-res nacionales debían, primero, ocupar el vacío dejado por la multinacional inglesa. Los sindicatos de cosecheros, liderados por los grandes propietarios, dieron un paso al fren-te y asumieron la producción y la comercialización del plátano. Por otra parte, las auto- Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 103 Historia contemporánea de La Palma (1766–2000) ridades nacionalistas facilitarían este traspaso reservando el mercado nacional al plátano canario y aplicando medidas propugnadas, desde el segundo bienio republicano, por fac-ciones de la burguesía terrateniente. A saber: concesión de un crédito agrícola, sindica-ción de los agricultores para comerciar la fruta y reducción de los costes en la exporta-ción, tanto disminuyendo los salarios como esquivando los gastos añadidos que provo-caba la presencia de los intermediarios en el negocio. 7.2 La represión. La Palma padeció durante la Guerra Civil dos males dramáticos: el miedo y el ham-bre. El miedo lo provocó la represión que llevaron a cabo los partidarios del general Francisco Franco, el hambre lo causó la angustiosa depresión económica que se abatió sobre la Isla hasta los años cincuenta. La represión del bando franquista tuvo como objetivo desmantelar el movimiento obrero y desbaratar a las organizaciones políticas que habían apostado por la Republica. La mayor incidencia de la represión se padeció en los pueblos donde se dio una fuerte conflictividad social durante la II República y donde se produjo una mayor expansión de marxistas y de republicanos. Esto sucedió en los municipios del Área Capitalina, del Valle de Aridane y de la Comarca Norte de la Isla, zonas que aportaron más de dos tercios de los represaliados de La Palma. Muchos propietarios rurales y empresarios estaban contrariados por la presencia de los Gremios obre ros, debido a que habían mantenido conflictos laborales con estos, en algún momento de la República, y porque la fuerza creciente de los sindicatos había re s t r i n g i d o , notablemente, la capacidad de maniobra de la patronal. También, la Iglesia y sus feligre s e s se sentían disgustados con las asociaciones de trabajadores porque las responsabilizaban de que buena parte de la población se sustrajera a su influencia y de que sus edificios y sus sím-bolos sagrados sufrieran atentados anticlericales. Cuando, a partir del 18 de julio de 1936, los cargos públicos y las direcciones de las milicias de Falange Española y de Acción Ciu-dadana fueron depositadas en manos de los sectores sociales e ideológicos contrariados por el devenir republicano, se prolongó, a La Palma, la estrategia re p re s i va diseñada por los s u b l e vados para pacificar socialmente al país. A partir de ese momento, las denominadas « f u e rzas viva s » de la localidad tuvieron entre sus misiones orientar la actuación re p re s i va en el municipio. De los más de 500 re p resaliados de la Isla (entre ejecutados y presos) contabi-lizados durante la Guerra Civil, la mayoría pertenecían al proletariado y, en su mayor part e , eran militantes o dire c t i vos de la Federación de Tr a b a j a d o res, del Pa rtido Comunista o de la Agrupación Socialista y de los partidos republicanos palmero s . La práctica represiva aplicada por la Guardia Civil y las milicias de Falange Española y Acción Ciudadana tenía dos vertientes. Por un lado, buscaba decapitar a los partidos políticos republicanos y a las asociaciones obreras deteniendo y neutralizando a sus car- 104 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Salvador González Vázquez gos dirigentes. Por otro lado, mediante acciones que aterraban por su contundencia e impunidad, pretendía traumatizar a la población con la finalidad de paralizar sus reac-ciones y abocarla a la resignación. Para conseguir la primera meta, en La Palma, se detuvo, se encarceló o se ejecutó a los dirigentes de organizaciones sindicales y de partidos políticos disidentes, así como a autoridades municipales y gubernativas republicanas. En total, fueron ejecutadas, de forma clandestina, en torno a cuarenta personas, diez más fueron fusiladas después de un Consejo de Guerra, cerca de trescientas fueron condenadas a distintas penas de prisión y una cifra indeterminada por la escasez de fuentes, pero, con probabilidad superior a la anterior, encarceladas durante la Guerra, sin que se les instruyera ningún juicio. Para obtener el segundo objetivo, abortar la capacidad de reacción de la población de izquierdas, se implantó la represión cotidiana. Al eco de terror que producían las deten-ciones y las desapariciones en toda La Palma, se añadieron los apaleamientos, las impre-caciones y las humillaciones, que, llevadas a cabo por las milicias |
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