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ALGO DE SU HISTORIA.
La Sociedad la Cosmológica se constituye el 6 de Nov i e m b re de 1881, ya para 122 años,
siendo en la actualidad una de las más veteranas en su actividad en Canarias junto con el
Gabinete Literario (1844) y el Museo Canario (1879), ambos en Las Palmas de Gran Ca-naria.
En dicho año (1881), comenzaba el Gobierno liberal de Don Pr á xedes Mateo Sa g a s-ta,
en la recién restaurada monarquía de Don Alfonso X I I, iniciándose el nada democráti-co
y aún menos honrado «turno de Pa rtidos», característico de la Restauración alfonsina.
Fue creada como «Sociedad La Cosmológica Museo de Historia Natural y Etnográ-fico
» por un amplio grupo, treinta y tres, de palmeros y no palmeros, inquietos y preo-cupados
por la sociedad en que vivían, compromiso que los llevó a fundar escuelas con
SOCIEDAD LA COSMOLÓGICA
José Melquiades López Mederos *
* Presidente de la Sociedad La Cosmológica
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José Melquiades López Mederos
marcado carácter social, como fueron las primeras escuelas para adultos, periódicos, cen-tros
de tertulias y debates, sociedades de socorros, como La Cruz Roja (1894).
¿Cómo fue posible que, en una pequeña Isla, casi perdida en el Atlántico, en medio de un
muy convulso Siglo X I X español, donde todo estaba por hacer, en permanentes crisis econó-micas,
se produjese una eclosión cultural pro g resista de tal calibre que, sin dudarlo, es la cau-sante
del ser y sentir «a la palmera» y de la cual La Palma de hoy es su directa here d e r a ?
LA SITUACIÓN DE LA PALMA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
Para comprender mejor la grandiosa acción de nuestros bisabuelos o tatarabuelos, con-viene
una visión, necesariamente somera, sobre La Palma de aquel tiempo ya periclitado.
Según las «Nociones de Geografía Universal y Geografía Particular de la Isla de San
Miguel de La Palma» del maestro y educador Pedro J. de Las Casas Pestana (ejemplar que
posee La Cosmológica) publicada hacia 1894, la isla de La Palma no tendría en aquellos
años que nos ocupan, más allá de 40 mil habitantes, con una economía agrícola de sub-sistencia,
como corresponde a la etapa pre-platanera de las islas, con muy pocos kms. de
carreteras (en 1894, 18 km). Cinco años antes de la fundación de La Cosmológica, en
1876, se había puesto la primera piedra de la Carretera de Santa Cruz de La Palma a
Candelaria y no se había instalado aún el telégrafo (será el 22 de Octubre de 1893, con
cable S/C. Palma-Garachico). Tampoco se conocía la luz eléctrica, instalada en Santa
Cruz de La Palma el 28 de Diciembre de 1893, doce años después del nacimiento de La
Cosmológica, y fue la primera ciudad de Canarias en tener alumbrado eléctrico, hecho
ya que, por si solo, explica el talante de aquellos hombres.
La ciudad-capital no pasaba de cinco mil habitantes, con un puerto que aún no tenía
un muelle propiamente dicho, sino un pequeño malecón, por lo que las más de las ve c e s
los pasajeros y carga habían de transportarse a la playa en barcas y lanchones. Tenía la ciu-dad
un solo hotel o fonda , inferior a posada, diría el investigador francés René Vernau, que
nos visitó en 1878, quien con su habitual «mal café» nos describía de esta guisa:
«He dicho que en el centro de la ciudad se encuentran la alcaldía, la iglesia y algu-nas
casas con una apariencia bastante buena. Desgraciadamente todo eso está mal
conservado. Las viviendas, que debieron ser antiguamente verdaderos palacios,
caen hoy literalmente en ruinas. Los conventos de franciscanos, de los dominicos
y de las monjas, apenas están mejor cuidados. Todo demuestra que Santa Cruz de
La Palma está en plena decadencia. Ya, a comienzos de este siglo ( por el XIX ),
Viera y Clavijo constataba que esta ciudad, que había sido cuna de hombres de
valor y cuyo comercio había sido muy floreciente, «estaba tristemente decaída» de
su antiguo esplendor.»
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Sociedad La Cosmológica
cuando describe nuestros barrios habla de una población sucia y harapienta. Vernau
(1852-1938), que conocía bien Canarias por sus varias estancias (1876, 1884-1888,
1899, 1925, 1932 y 1935), aunque siempre muy crítico, no tenía por qué mentir, y una
de sus obras, «Cinco años de estancia en las Islas Canarias», de donde están extraídos estos
datos, fue premiada por la Academia de Ciencias de París. Por algo sería.
Contaba entonces Santa Cruz de la Palma con seis escuelas públicas y un Colegio de
Segunda Enseñanza, que subsistían como podían (las escuelas habían de ser sostenidas por
los ayuntamientos, casi siempre sin fondos suficientes, y los maestros cobraban poco y mal),
c e n t ros a los que la población mas necesitada (la inmensa mayoría) no podía asistir, pues la
educación era pública pero no gratuita, alcanzándose cifras de analfabetismo ve rd a d e r a-mente
escandalosas: en 1877 el 63% de los va rones y el 81% de las mujeres. En las zo n a s
deprimidas de España, como Galicia o Canarias, no se consideraba de mucha utilidad, para
s o b re v i v i r, aprender a leer y a escribir. ¿Para qué necesitaba de tal cosa un campesino o un
o b re ro? Esa era la mentalidad del caciquismo dominante instalado en aquellos años por
Don Antonio Cánovas del Castillo, caciquismo que en Canarias fue feroz.
Según la Comisión de Reformas Sociales, creada en 1883 por el Gobierno para cono-cer
la realidad social de España (primera vez que esto se hacía en nuestro país), el jornal
medio de un obrero andaba por las 2,50 pesetas, con jornadas de trabajo siempre supe-riores
a las 10 horas diarias. Los gastos de mantenimiento diario de una familia media
superaban las 3,97 pesetas, lo que explica suficientemente el hambre y la miseria cróni-cas
de las clases trabajadoras. Josep Fontana lo ha sintetizado adecuadamente:
«Más de la mitad de sus ingresos se destinaba a la alimentación y, dentro de este capí-tulo,
el pan absorbía la mitad de la suma gastada diariamente (lo que equivale a decir
que en él se consumía la cuarta parte del salario). La otra mitad del dinero gastado
en alimentos se destinaba a comprar una sardina salada para el desayuno (los niños
sólo tomaban pan y un vaso de agua), habichuelas para la comida y patatas para la
cena, más el aceite que servía para condimentar estos alimentos y dar luz en el can-dil.
La carne estaba prácticamente ausente de la alimentación popular. Su vestido era
de algodón o paño de borras, camisa de algodón, alpargatas y una gorra de paño. »
Por supuesto, no existía ningún tipo de legislación sobre pensiones, ni seguros de acci-dentes
ni asistencia sanitaria.
Esta precaria situación era aún más grave en Canarias y en La Palma, habida cuenta
del estado de la economía de las Islas, fundamentalmente agrícola y casi pre-industrial,
más los sempiternos costes de la lejanía y la insularidad, que si hoy son muy importan-tes,
imagínese lo que serían hace más de un siglo.
Pudiera parecer esta visión de nuestro pasado más o menos reciente algo pesimista,
pero esa y no otra era la realidad de nuestra Palma y de Canarias. Es bueno, y justo, «bajar
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José Melquiades López Mederos
balones» cuando intentamos acercarnos científicamente a nuestro pasado, poniendo los
piés en el suelo y huyendo de las visiones áulicas y romanticonas que deforman la reali-dad
de lo ya acontecido. Aquella triste frase de que «cualquier tiempo pasado fue mejor»
es la mayor y más injusta de las mentiras, por que nunca fue así ni resiste el más elemental
análisis. Lo contrario si, a no ser que se perteneciera a la minoría poderosa, rica y cerril
que dominó a su antojo, tiempos ha, a La Palma y a Canarias.
Es más: poner los puntos en su sitio nos permite estudiar nuestro pasado desde una
perspectiva mucho más real y cierta y, sin duda, conocer y calibrar mejor la enorme y
muy dificultosa acción, durante la segunda mitad del siglo XIX, de aquella generación de
palmeros, brillante, abnegada, heroica y valiente a la que La Palma de hoy tanto debe.
LA REVOLUCIÓN CULTURAL PALMERA.
Ya antes de la fecha que nos ocupa, se publicaban hojas informativas y periódicos y,
quien podía, no muchos, estudiaba en La Laguna, Sevilla, Madrid o París. La preocupa-ción
por el retraso generalizado en todos los aspectos de la vida social, económica y cul-tural
en La Palma en las primeras décadas del siglo XIX ( tónica común en todo el Estado
español bajo el poder absoluto de un monarca tan lerdo como Fernando VII, amante de
frases tales como «lejos de nosotros la funesta manía de pensar» ), hizo que ya, desde 1821
(durante el Trienio Liberal, evidentemente), el Cura Díaz, ferviente liberal y constitu-cionalista,
conjuntamente con José Joaquín Martín de Justa (renovador urbanístico de
Santa Cruz de La Palma) y el militar liberal y alcalde constitucional Francisco García
Pérez, crearon la Junta de Instrucción Pública que introduce el moderno sistema educa-tivo,
el lancasteriano, de enseñanza mutua, de profundas y felices consecuencias en la
educación palmera.
En este afán de progreso debemos destacar a José García Pérez (1800-1850), intro-ductor
de la primera prensa que hubo en La Palma. De uno de sus viajes a París (hacia
1835-36), trajo una colección de tipos de imprenta, pero no será hasta 1841 cuando
comenzó el arte de imprimir en esta Isla. En dicho año, Pedro Mariano Ramírez, exper-to
tipógrafo, hizo construir una pequeña prensa de madera, hoy conservada en la
Cosmológica, en la que se imprimieron las primeras hojas de carácter político, recibos,
y folletos informativos con los tipos de imprenta traídos anteriormente. (cfr. «Fastos», J.
Pérez García).
Producto de lo expuesto anteriormente, nacerá, con muchísimas dificultades pero
también con un formidable tesón, una minoría social palmera de talante liberal y pro-gresista,
que logrará , al calor de la lentísima instalación en España del liberalismo polí-tico
burgués (por cierto, el más reaccionario de toda Europa), el nacimiento, en la segun-
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Sociedad La Cosmológica
da mitad del Siglo XIX, de una generación de palmeros única, jamás repetida, ni siquie-ra
hoy, si comparamos aquellas épocas llenas de dificultades y en las que casi todo esta-ba
por hacer con la que hoy disfrutamos. Recordemos que, simplemente, para estudiar
Bachillerato, había que trasladarse al único Instituto de Segunda Enseñanza que había
en Canarias, en La Laguna, algo verdaderamente inalcanzable para la inmensa mayoría
de los palmeros.
Algún avisado investigador pudiera preguntarse si no se produjo con anterioridad a lo
expuesto alguna generación culta en La Palma. Evidentemente sí la hubo, si bien pequeña
y elitista, en los tiempos de la Ilustración «a la española», aquella que intentó algo hart o
difícil en la España de entonces: conjugar el racionalismo crítico y volteriano con la más
rancia tradición católica, bajo el férreo control de la Inquisición, con la que algún ilustra-do
palmero topó en más de una ocasión. De entre ellos cabe destacar a: Pe d ro Álva rez de
Lugo y Usodemar (1628-1708), destacado jurisconsulto; al sacerdote, abogado y latinista
Juan Bautista Poggio y Mo n t e ve rde (1632-1707), el «Calderón» canario; al muy sobre s a-liente
Cristóbal del Hoyo y So t o m a yor (1677-1762), Vi zconde de Buen Paso y Ma rq u é s
de San Andrés; a Luis Van de Walle Cervellón (1680-1753), a José Antonio Van de Wa l l e
y Gu i s l a ( 1 7 3 4 - 1 8 1 1 ) .
Todos ellos pertenecían a la más acrisolada nobleza de la Isla, muy ricos. Al fin y al
cabo una élite intelectual aristocrática, propia del Despotismo Ilustrado.
Habrá que esperar a la segunda mitad del X V I I I para que algunos hijos del pueblo pudie-ran
acceder a la enseñanza y así contribuir a la transformación de la sociedad. En la Pa l m a
i n i c i a ron este arranque el abogado garafiano Anselmo Pérez de Brito (1728-1772) y el
c o m e rciante y político irlandés Dionisio O’Da l y, ambos responsables de la desaparición de
los Re g i d o res Perpetuos (los cargos políticos y de gobierno se los despachaban entre la gran-des
familias de La Palma) y de que en 1773 se iniciara la etapa del nombramiento de los
cargos políticos insulares por elección «censitaria»(solo votaban algunos ciudadanos va ro-nes
según la cuantía de sus rentas) que no «popular», como inadecuadamente reza en la
placa conmemorativa de 1973 que se exhibe en el Ayuntamiento capitalino. He re d e ros del
espíritu de estos dos últimos son los hombres ya citados para la primera mitad del siglo X I X.
Consecuentemente, hacia la segunda mitad del siglo XIX, florece un potente desa-rrollo
cultural «a la palmera» según el profesor Juan Régulo Pérez, que casi me atrevería
a calificar de «revolución cultural.» Recordemos a algunos de ellos, los más señeros, los
que podríamos denominar como «pre-cosmológicos», ya que muchos de ellos, aunque
no fueron fundadores directos de la Cosmológica, si fueron sus «padres espirituales»,
como son:
Valeriano Fernández Ferraz (1831-1925, en Costa Rica, a los 93 años), que pudo salir
de La Palma a estudiar gracias a la ayuda económica de varios amigos de su padre, que
contribuyeron a pagar los gastos del joven Valeriano. Luego, su progenitor y él devolvie-
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José Melquiades López Mederos
ron céntimo a céntimo a quien quiso recuperar sus aportaciones. En la dirección que casi
todos tomaban (La Laguna-Sevilla-Madrid), se hace Catedrático de Latín, de Griego y
de Árabe, Doctor en Filología Clásica por la Universidad Central de Madrid, preceptor
de las Infantas Reales (aunque masón y republicano) profesor y amigo de Pérez Galdós.
Fernández Ferráz, como otros muchos catedráticos universitarios había sido represaliado
por los últimos gobiernos de Isabel II por su acérrima defensa de la libertad de expresión.
Una vez expulsada del trono dicha reina por la Revolución Gloriosa de 1868, se inaugu-ró
la experiencia democrática más importante del siglo XIX español, el Sexenio Revolu-cionario,
que entre otras cosas, había despertado un irrefrenable afán de enseñar y apren-der,
de acuerdo con la «redención social por la cultura» tal como postulaba uno de los
principios más importantes del krausismo, la tendencia filosófica por excelencia de la
época que inspiraba a buena parte de los políticos e intelectuales de la Gloriosa. Don
Valeriano, repuesto en su cátedra de griego en la Universidad Central de Madrid y fer-viente
partidario de las tesis krausistas, participó activamente en la apertura que la
Universidad Central de Madrid hizo hacia la educación popular, algo que hoy nos pare-ce
tan moderno. Veamos un dato, cuando menos, curioso y muy poco conocido: a prin-cipios
de 1869, Don Valeriano inició una serie de clases nocturnas dirigidas particular-mente
a los impresores. Entre sus alumnos figuraba un chico gallego, aprendiz de impre-sor,
que sus amigos y compañeros conocían simplemente como Paulino, y más tarde,
todo el mundo, como Pablo Iglesias. Así pues, tenemos a un palmero que fue profesor
del creador del socialismo español. También Don Valeriano fue el reorganizador de la
enseñanza en Costa Rica por encargo del Gobierno español y Decano de la Facultad de
Filosofía y Letras de Cuba en 1888. Como veremos más adelante Fernández Ferraz con-tribuyó
con su colaboración y aportaciones bibliográficas en la creación de la primera
biblioteca de Santa Cruz de La Palma.
Otra personalidad que debemos destacar es Faustino Méndez Ca b e zo l a ( 1 8 3 6 - 1 8 8 0 ) ,
Licenciado en De recho y Filosofía, Catedrático de Segunda Enseñanza (La Laguna, Oñate,
Gu i p ú zcoa) Gobernador Civil de Logro ñ o. Méndez Cabezola logró, con ayuda de muchos
p a l m e ros de La Palma y de América (Cuba), traer la primera imprenta moderna desde
Inglaterra (25 de Fe b re ro de 1863), en la que vio la luz el primer periódico de la Palma, El
Ti m e (12 de Julio de 1863). Conviene re c o rdar que este nombre «TIME» proviene de un
vocablo aborigen cuyo significado puede ser «frontera, límite entre cantones, lugar alto, de
fácil defensa», y que no tiene nada que ver con la grafía y voz inglesa escrita igual, y mucho
menos con su significado.
Reactivó en 1865 la Sociedad Económica de Amigos del País, que fundada en 1776,
había entrado en notable decadencia. La Económica de La Palma mucho tendrá que ver
en el nacimiento de La Cosmológica, que en gran manera se considera su heredera. No
en vano, muy buena parte de la documentación de La Económica conserva y custodia
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Sociedad La Cosmológica
La Cosmológica. Creador del Colegio de Segunda Enseñanza Santa Catalina (1868), y,
con otros muchos, entre ellos Fernández Ferraz, se preocuparon desde muy pronto por
la necesidad de crear una biblioteca, para la cual remitieron varios lotes de libros desde
la Península a La Palma con ese fin, si bien la consecución de la biblioteca no llegaba.
Esta acción será obra de los «cosmológicos«, motivados por aquellos otros.
LA FUNDACIÓN DE LA COSMOLÓGICA Y DE SU BIBLIOTECA.
La circular para la sesión preparatoria y constitución de la Cosmológica en 1881 se
inicia con esta frase:
«El progreso de las ciencias cosmológicas, puras y aplicadas, tan prodigiosamente
poderosa y grande en países extranjeros, es como nadie ignora, débil y pequeñísi-mo
en España. Tratándose de nuestra Isla, sensible es decirlo, hasta poco tiempo el
estudio de la Naturaleza estaba relegado al olvido y mirado en la más lamentable
indiferencia. De algunos años a esta parte, lo consignamos con la mayor compla-cencia,
se ha iniciado un movimiento favorable en este sentido y esto nos alienta
para escribir este preámbulo.»
Entre los fundadores, la mayoría maestros, licenciados, abogados, médicos, periodis-tas
e industriales, debemos destacar a algunos, porque, como veremos luego, su presen-cia
y su colaboración han influido en los fondos específicos que hoy tiene la Cosmológica.
Veamos:
Sebastián Arozena Henríquez (1854-1916), Profesor y Director del Colegio de la
Real Sociedad Económica de Amigos del País, educador de prestigio, constructor naval,
como era tradicional en la familia de los Arozena Lemus y Arozena Henríquez. Legó
documentación a la Cosmológica sobre ingeniería naval.
Antonio Rodríguez López (1836-1901), profesor de retórica poética, periodista, di-rector
de «EL TIME» y «La Causa Pública», el mayor y mejor dramaturgo de La Pa l m a ,
autor de dieciséis obras del teatro, trece Carros Alegóricos para la Bajada de La Virgen (de
1855 a 1915), autor del famoso y vigente «Diálogo entre el Castillo y La Na ve», de va r i a s
poesías, seis leyendas palmeras, dos novelas, cuatro zarzuelas y la biografía de Don Ma n u e l
Díaz (1868). La Cosmológica conserva hoy casi todos los originales manuscritos, por dona-ción
personal de sus descendientes.
Víctor Fernández Ferraz (1846 Cuba), hermano del antes citado Valeriano, que cola-boró
con él la reforma de la educación universitaria en Costa Rica y Cuba. A lo largo de
su vida remitió a la Cosmológica muchos elementos etnográficos, de Ciencias Naturales
y bibliográficos, como corresponsal que era de la misma.
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José Melquiades López Mederos
Diego Ramírez Hernández, poeta y periodista fundador del periódico literario «Viola
Palmense», y director de «El Fénix», «El Ensayo Literario» y «Benahoare».
Francisco Cosmelli y Sotomayor (1863-1925), académico correspondiente de la In-ternacional
de Ciencias Médicas, poeta y dramaturgo, autor de «La Providencia» (1883),
«Un Juramento Perdido» (1885) y «Lamentos Canarios» (1885).
Francisco Abreu García, el «médico de los pobres»; y Blas Carrillo Batista, alcalde
S/C. de La Palma en el Sexenio Revolucionario, profesor, autor de un tratado sobre
«Aritmética para niños», y José Carballo Fernández, y Félix Laremuth, y José Kábana
Valcárcel, y Luis Vandevalle y Pinto, y Francisco García Massieu, fundadores, y muchas
y buenas gentes que se sumaron poco después, como:
Antonino Pestana Ro d r í g u e z (1859 – Las Palmas), investigador y escritor, que llegó a
poseer un amplio depósito documental fruto de una labor de muchos años. Este material,
c o n s e rvado actualmente en el arc h i vo del Museo Canario, goza fama de ser una de las prin-cipales
fuentes para la investigación de la historia de La Palma. Don Antonino Pe s t a n a
publicó en prensa «Catálogo de Apellidos que se usaron en la Isla de La Palma y que se han
p e rdido» (1934), un «Vocabulario Pa l m e ro «, y tres volúmenes de notas para la historia de
La Palma, que quedaron inéditos. En relación con este arc h i vo hace ya unos años, puede
que más de ocho, el Cabildo Insular de La Palma aprobó por unanimidad una pro p u e s t a
para entablar negociaciones con la dirección del Museo Canario, propietario del «Fo n d o
Pestana», conducentes a realizar una copia del mismo, mediante los más modernos siste-mas
de soporte informático, lo que permitiría tener en la Palma uno de sus mas import a n-tes
arc h i vos a disposición de los palmeros. La propuesta aprobada duerme, de momento,
el más plácido sueño de los justos. Me permito desde aquí solicitar al Cabildo palmero que
ponga en marcha cuántas medidas fuesen menester para el re g reso a La Palma del «Fo n d o
Pestana», al menos de su copia, pues no creo que el Museo Canario esté dispuesto a des-p
renderse de los originales. El hecho de que el más importante arc h i vo sobre La Palma haya
recalado en Gran Canaria estriba en las duras medidas de re p resión que se tomaron contra
Don Antonino Pestana por su importante actividad en la masonería palmera, en la que
llegó a ser, por muchos años, Venerable Ma e s t ro de la logia Abora, con el nombre simbó-lico
de «Tedote». Don Antonino, amargado por el trato vejatorio al que fue sometido, se
«autoexilió» en Gran Canaria y jamás volvió a La Palma. Con él marc h a ron sus import a n-tísimos
papeles, que fueron donados por sus here d e ros al Museo Canario
Otro importante padre de La Cosmológica fue el muy eminente Doctor D. Elías
Santos Abreu (1856-1937), Licenciado en Medicina y Cirugía por Sevilla (1879), intro-ductor
en 1892 del primer laboratorio de Bacteriología de Canarias, gran entomólogo y
botánico, con publicación de varios ensayos a cargo de la Real Academia de Ciencias y
Artes de Barcelona, compositor de dos Zarzuelas, loas y danzas para la Bajada de La Vir-gen,
fundador también del Instituto de Estudios Canarios y del Museo Canario.
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Sociedad La Cosmológica
Domingo Carmona Pérez (1854-1906), Director de El Criterio, Diario de Avisos
(1890) y EL ACICATE, poeta de fácil versificación publicada en la prensa de su época.
(«Recuerdos de un quinto»).
Buena parte de los datos biográficos aquí expuestos han sido consultados en «Fastos
Biográficos de La Palma» del investigador y maestro de investigadores Don Jaime Pérez
García, al que muchos mucho le debemos.
Desde su misma fundación La Sociedad La Cosmológica designó y nombró corre s p o n-sales
en todos los pueblos de la Isla y fuera de ella, tanto en la Península (Madrid, Se v i l l a ,
Se g ovia, Granada, Ex t remadura, Lebrija) como en Po rtugal, Francia, Inglaterra, América La-tina,
y lógicamente, también en Canarias. Corresponsales en Las Palmas y por aquellas fechas,
eran: Don Manuel Qu e vedo Hijosa, D. Gregorio Chil y Naranjo y D. Miguel Ripoche; en
Telde, D. Sebastián Millán y So c o r ro, y en Arucas, D. Matías Ramos Po n zes, en Santa Cru z
de Tenerife, Juan Be t h e n c o u rt, Lore n zo Lapuyades, en La Laguna, Ta c o ronte, Oro t a va ,
Pu e rto, Realejos, Icod, Garachico, Güimar, San Miguel y Granadilla; Pu e rto de Cabra y La
Ol i va, San Sebastián de La Gomera, Agulo y Va l ve rde. Fu e ron eficaces las corresponsalías, lo
que ha devenido en importantes, variados y, a veces raros, tanto objetos para su Museo de
Historia Natural y Etnográfico como documentos impresos y libros. Por ejemplo entre los
i m p resos sueltos (octavillas, hojas informativas, etc.) se conserva un pasquín declarando el
Estado de Guerra en Filipinas por el General Polavieja en idioma tagalo.
EL LARGO CAMINO HACIA UNA BIBLIOTECA
Todos sabemos que La Cosmológica nació como Museo de Ciencias Naturales y que
posteriormente creó su Biblioteca Cervantes, siendo ésta su labor actual, cediendo en
1983 sus fondos museísticos al Cabildo Insular y que conforman hoy el grueso de los
fondos del Museo Insular.
Veamos algunos apuntes sobre el largo camino recorrido en pos de una biblioteca para
La Palma.
Hacia los años setenta del siglo X I X, una sociedad palmense, La Sociedad In s t ru c t i va La
Unión, que en 1882 acordará ceder a la Cosmológica los objetos que poseía, creó la pri-mera
biblioteca pública de Santa Cruz de La Palma, pero tuvo corta vida, hasta que, entre
1906 y 1909 la Cosmológica abre al público su «Biblioteca Cervantes». Aunque esto no es
enteramente ciert o.
Es verdad que la apertura oficial (y que fue solemnísima) de la Biblioteca Cervantes
se hace en 1909, pero La Cosmológica ya mantenía su biblioteca con anterioridad, como
se ve en su primer libro de actas. En la perteneciente al 12 de Enero de 1892, siendo Pre-sidente
D. Cristóbal Lugo y García, se contiene:
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José Melquiades López Mederos
«(…) se comunicó igualmente a la Sociedad que el Sr. Marqués de Guisla y
Ghiselín, Don Luis Vandevalle y Quintana (VI Marqués de Guisla), había hecho
donación a la misma de una porción de obras antiguas y modernas que tenía en su
biblioteca, calculándose en más de mil volúmenes, no pudiendo determinar con
seguridad el número porque aún no se había terminado el inventario correspon-diente;
y que dicha donación la hacia puramente a la Sociedad Cosmológica.»
Recordamos que el VI Marqués de Guisla (también periodista y director de «El
Noticiero» – 1894) poseía el mayor y mejor archivo de la isla de La Palma, hoy desapa-recido
o en ignorado paradero, aunque no tanto. Gran parte de sus protocolos había sido
recopilada por Don Juan Pinto de Guisla en el siglo XVII, y que luego, la familia
Vandevalle, que los heredó, los fue incrementando hasta principios del siglo XIX. Gracias
a las «Noticias para la Historia de La Palma» de quien fuera cronista de Santa Cruz de La
Palma a finales del siglo XIX, Juan Bautista Lorenzo Rodríguez, y editados por primera
vez por el Cabildo palmero, bajo la dirección y estudios de Juan Régulo Pérez en 1975,
se han rescatado parte de los datos pertenecientes a dicho archivo. Este texto es absolu-tamente
imprescindible para acercarse a la historia de La Palma.
En el acta del 7 de Mayo de 1893 se dice (…) Después de ello el Sr. Presidente expuso
que Don Juan Fernández Ferraz, corresponsal de nuestra Sociedad en San José de Costa Rica,
antes de ausentarse de esta, había regalado para nuestra Biblioteca varios volúmenes, publi-cados
por dicho Señor, los cuales están a disposición de los Sres. Socios.
En la del 30 de Diciembre de 1894 se expone: (…)El Presidente manifestó que el Sr.
Marqués de Guisla había nuevamente donado para nuestra Biblioteca, un gran número de
volúmenes; lo mismo que los Señores Herederos de Don Bernardo Rodríguez Lemus, habían
también regalado más de 100 tomos de la obra de Bufón (sic) (en francés)
El acta del 19 de Ma rzo de 1906 recoge: El Sr. Presidente manifestó que todos los libro s
que actualmente se encuentran en la estantería de esta Sociedad, son exc l u s i va propiedad de esta
Sociedad, adquiridos la mayor parte por donación graciosa del Sr. Ma rqués de Gu i s l a - Gh i s e l í n ,
como también por Don José Aníbal Rodríguez Va l c á rcel, D. Santiago He rnández Sa l a z a r, Dña.
Ni e ves Mo reno Rocío y otras personas, como también algunos adquiridos en metálico.
Hay un dato aún más antiguo: en un libro de notas manuscritas de Don Miguel Val-cárcel
y Pinto, de 1937, que titula «Efemérides» se encuentra la siguiente: El día de Su
Majestad (sic) Alfonso XII tiene lugar la apertura oficial del Museo y de la Biblioteca de His-toria
Natural de la Ciudad de La Palma. Enero, 23 de 1887. Así pues, el origen de la Bi-blioteca
de la Sociedad La Cosmológica se remonta seguramente a poco después de la
constitución y puesta en marcha de su fin primero: el Museo de Historia Natural.
La ubicación de las primeras y muy rudimentarias instalaciones de la Cosmológica
tuvo también sus peripecias: la primera acción de los «cosmológicos» será distribuirse por
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Sociedad La Cosmológica
zonas Santa Cruz de La Palma y salir a la «caza y captura» de objetos para el Museo; inme-diatamente
buscar un lugar donde instalarlo. Sabemos que en 1884 la Sociedad Econó-mica
de Amigos del País de La Palma, padre y madre de La Cosmológica, pues casi todos
los fundadores pertenecían también a la Económica, le había cedido (1882) parte de sus
locales para el Museo; poco después pasó a una casa prestada por D. Antonio Carballo y
Fernández, padre del entonces Presidente de La Cosmológica, D. José Carballo Fernán-dez,
y hacia 1887 se establece definitivamente en su histórica sede, la casa panera o pósi-to
municipal de Santa Cruz de La Palma, siendo cedida a la Sociedad con la única con-dición
de que permaneciera abierta. Ocupaba sólo la parte alta del viejo inmueble, ya que
la parte baja estaba instalada una carpintería.
En la actualidad la sociedad «La Cosmológica» sólo conserva su carácter de Archivo,
Biblioteca y Hemeroteca, ya que ante el continuo crecimiento de sus fondos por dona-ciones
del pueblo, con quien entroncó cariñosamente desde el principio, la falta de espa-cio
se hizo asfixiante y llevó a sus responsables a donar (con ciertas condiciones), en 1983,
su Museo al Cabildo Insular, dando lugar al fondo Arqueológico y de Historia Natural
del actual Museo Insular del Cabildo de La Palma.
Importantes obras de reforma realizadas por el Ayuntamiento, obligaron al cierre de
La Cosmológica durante más de dos años y al traslado de todos sus fondos a diferentes
dependencias (Caja de Ahorros). Concluidas las reformas, La Cosmológica volvió a pres-tar
sus inestimables servicios, acometiéndose una importante acción de modernización
de las instalaciones, procediéndose a la actualización de sus registros y catalogaciones, es-pecialmente
el concerniente a su archivo y Fondo Antiguo, y también a la encuaderna-ción
de la prensa local en tomos hasta 1991, así como al estudio y microfilmado de su
riquísima Hemeroteca, rescatando además, mediante microfilmado en la Hemeroteca
Municipal de Madrid, ejemplares que habían desaparecido, y la obtención en el Archivo
Histórico Nacional de importantes documentos sobre procesos inquisitoriales en La
Palma y sobre las cuentas de los conventos de esta Isla. Por cierto, esta labor realizada en
Madrid se hizo con el personal propio de La Cosmológica, aprovechando su asistencia a
un curso de Biblioteconomía. Era la primera vez que esto se hacía en La Palma.
La Sociedad la Cosmológica posee más de veinte mil volúmenes de todo tipo: litera-tura
general, ciencias naturales, física, astronomía, náutica, derecho civil y canónico,
medicina, etc. En varios idiomas (castellano, inglés y francés), y es visitada mensualmente
por más de dos mil usuarios de todo tipo, ya que funciona como Biblioteca Pública
Concertada. La Cosmológica atiende pues, a cerca de 25.000 usuarios al año, lo que no
está nada mal para una ciudad que no llega a los veinte mil habitantes. También es muy
importante el número de investigadores que visitan con gran frecuencia las instalaciones
de La Cosmológica, tanto de las Universidades canarias como de la Península e inclusi-ve
del extranjero. Toda investigación que se quiera realizar sobre La Palma y algunos
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José Melquiades López Mederos
aspectos de Canarias, está necesariamente obligada a consultar los fondos de La Sociedad.
Buen número de tesis doctorales se han sustentado y construido con los fondos cosmo-lógicos.
Por otro lado la Biblioteca «Cervantes» de La Cosmológica ha servido de guía y
modelo en algunos casos al auge actual experimentado por las bibliotecas de la Isla.
HACIA UN FUTURO VENTUROSO E INMEDIATO
La Sociedad La Cosmológica de Santa Cruz de La Palma cuida y estudia va r i a d í s i m o s
fondos bibliotecarios y archivísticos, numismáticos, fotográficos, de blasones y escudos, y
h e m e rográficos, al servicio más desinteresado de la cultura, de La Palma y de Canarias,
manteniendo, contra vientos y mareas de las más variopinta índole que nadie pueda ima-ginarse,
el espíritu «cosmológico» legado por aquellas personas que, desde 1881, escogie-ron,
voluntaria y desinteresadamente, el difícil y a veces ingrato camino de bregar contra la
ignorancia y a favor de la cultura de su pueblo. Por eso La Cosmológica es La Cosmológica.
C i e rto es que un buen número de palmeros desconoce el fabuloso legado que contienen
los fondos de La Cosmológica; a veces los de «afuera» la conocen y la valoran más que los
de aquí, incluidos los políticos y políticas; no ha mucho, algún re p resentante insular la con-fundía
con La Colombófila, entidad muy querida para nosotros, pero que se dedica a otras
t a reas muy distintas a las propias de La Cosmológica. Estas actitudes explican mucho, malo
s i e m p re. Y que no son de ahora. En todos los libros de actas de La Cosmológica, desde el
p r i m e ro al último, se observa un lamento permanente: la penuria económica. Hasta los
años ochenta del fenecido Siglo X X, la voluntariedad de sus socios y dire c t i vos, paliaban
mal que bien, la falta crónica de «perras», haciendo sus dire c t i vos las funciones de biblio-tecarios,
conserjes, cobro de las magras cuotas y hasta las labores de limpieza. En frase de
Don Carlos Lugo Sosvilla, ex-presidente de La Cosmológica, nunca se vio una pobreza tan
bien administra d a. Desde los citados ochenta en adelante hubo que pensar en otras fór-mulas
más parejas con los tiempos contemporáneos, como el tener personal adecuado y
p reparado, fijo, profesional y en nómina, algo novísimo en la historia de La Sociedad, lo
que se llevó a efecto, así como la modernización de sus servicios, fundamentalmente los
concernientes a re p roducción de documentos, como el obtener una lectora-re p ro d u c t o r a
de microfilmados (la primera en la Isla y posiblemente la única) y realizar un ambicioso
p rograma de informatización aún en marcha. Todo esto evidenció que las fuentes de finan-ciación
tenían que ser otras muy distintas, obviamente oficiales, con el Cabildo In s u l a r, el
Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, el Gobierno de Canarias y La Caja de Ahorro s .
Todas estas instituciones se compro m e t i e ron y han colaborado en el mantenimiento de los
s e rvicios que la Cosmológica presta a todos los ciudadanos, pero…de manera insuficiente,
por debajo de las necesidades reales y de los proyectos pensados, en particular por parte de
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Sociedad La Cosmológica
los organismos oficiales y políticos, algunos de los cuales creo, sinceramente, que les ha fal-tado
algo más de sensibilidad. Mantengo que el hecho de que La Cosmológica sea Me d a l l a
de Oro de Canarias y contemplada por la legislación autonómica como entidad de espe-cial
atención, no se refleja, adecuadamente, desde hace años, en los presupuestos anuales
de nuestra Región. Y no es que siempre se quiera más, sino que es necesario y, en algunos
momentos, urgente. Es así.
En un futuro de ya, inmediato, el compromiso de las instituciones oficiales, y en pri-mer
lugar las de La Palma, tiene que implicarse muchísimo más en el reto, generoso a la
par que ambicioso, de salva g u a rdar dignamente el patrimonio documental, que es de todos
los palmeros, que La Cosmológica custodia. Fórmulas existen, muchas y va r i a d a s .
La Cosmológica vale la pena ¡Vaya que si!
BIBLIOGRAFÍA.
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