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La conciencia en la necesidad de una profunda reforma fue un punto de partida en el trán-sito
del Antiguo Régimen hacia la modernidad. La sensación de fracaso constituyó un acicate
más que habría de dinamizar la transformación con el horizonte siempre ilusionante de la nueva
sociedad. En ese contexto se sitúa el catolicismo ilustra d o en Canarias, movimiento pro m ov i d o
por una fracción del clero que, ansiosa en re s a rcir tantos años de desprestigio por parte de re l i-giosos
carentes de vocación, propone nuevas ideas que comulgan con el sentido latente de la
Ilustración, métodos pedagógicos que compatibilizan ciencia y religión, aderezados con una
buena dosis de filantropía y, por desgracia, también de utopía.
Don José Domingo de los Re yes Ro d r í g u ez, en una lectura entre líneas del documento que
se adjunta, se perfila como paradigma de este movimiento, prototipo de religioso inconformis-ta
con deseos de cambio y a la vez celoso en conservar los va l o res tradicionales.
EL AUTOR DEL DOCUMENTO. APUNTES BIOGRÁFICOS
Don José Domingo de los Reyes Rodríguez, clérigo presbítero, hijo de don Policarpo
de los Reyes, capitán de milicias, y de doña Ángela Rodríguez López, nació en Santa Cruz
de la Palma el 9 de julio de 17691.
EL TESTAMENTO DEL PRESBÍTERO
DON JOSÉ DOMINGO DE LOS REYES RODRÍGUEZ (1824):
ASPECTOS PEDAGÓGICOS
Antonio Lorenzo Tena
Resumen: El propósito de este artículo es ana-lizar
un pequeño fragmento del primer testamen-to
hecho por José Domingo de los Re yes, pre s-b
í t e ro e incansable viajero, en relación a sus ideas
s o b re la educación infantil y el modo de llevarlas a
cabo para alcanzar un prototipo humano que
armonizase moralidad y conocimiento científico.
Palabras clave: Testamento, Educación,
Ilustración.
Abstract: The aim of this article is to analyze
a short fragment of the first will made by Jo s é
Domingo de los Re yes, priest and tireless trave l l e r,
with re f e rence to his ideas about child education
and the way to put them into practice in order to
a c h i e ve a human prototype that could bring
together morality and scientific know l e d g e .
Key words: Testament, Education, Illu-stration.
1 PEREZ GARCÍA, Jaime: Fastos biográficos de la Palma, tomo II, Santa Cruz de Tenerife, Caja General de
Ahorros de Canarias, 1990, págs. 197-198.
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Es probable que el rico ambiente familiar de talante abierto y cosmopolita auspicia-ra
en don José Domingo una precoz inquietud por los viajes, pues ya con anterioridad
su padre había zarpado en 1766 hacia La Guaira como cirujano en el navío Santiago; viaje
que repitió en similares circunstancias en 17712. También su abuelo materno, don
Ambrosio Rodríguez de la Cruz, Síndico Personero y Procurador Mayor del Cabildo3,
fue piloto de la carrera de Indias y navegante de gran pericia. Su espíritu ilustrado (fue
socio cofundador de la Real Sociedad Económica de Amigos del País) debió ejercer un
incipiente influjo en el joven nieto.
Es así que el citado presbítero realizó varios periplos a tierras americanas, donde acu-muló
un vasto bagaje de cultura y conocimientos. En 1795, una vez finalizado el con-flicto
con Francia que tanto dificultaba la navegación con Indias, pasó a Caracas, regre-sando
en 1801 con valiosos obsequios para su madre. Comenzaron entonces serias dis-putas
con su cuñado don Jacinto Cullen, que tomaron especial virulencia tras la muerte
de aquella en 1804, mientras el presbítero se hallaba ausente en Gran Canaria.
Era hombre metódico, minucioso, y amante del orden. Guardaba los sermones que
escribía y reflejaba con mimo sus vivencias en detallados diarios. Pero también era per-sona
irascible y vehemente, como el mismo reconoce en uno de sus últimos testamentos,
estricto y orgulloso4.
Sus anhelos en trasmitir conocimientos a los niños con el fin de forjar personas cul-tas
y útiles a la Sociedad, toparon casi siempre con serios inconvenientes. Tras el malo-grado
intento en instruir a sus pequeños sobrinos, tomó de la casa cuna en 1810 un niño
expósito y lo encomendó a los cuidados de doña Isabel Ginory Machín, vecina de Los
Sauces, para que una vez que tuviese mayor autonomía pasase a su compañía. Al objeto
de acumular fondos suficientes para sus filantrópicos propósitos embarcó de nuevo en
1811 con rumbo a tierras americanas en la corbeta «Fiel Nivaria». En Chile y Perú logró
recaudar un apreciable capital en virtud de sus magníficas facultades oratorias, mante-niendo
estrecho contacto con otros palmeros allí residentes. Pero no todo fueron facili-dades,
pues coincidió su estancia en ciertos países con periodos de especial inestabilidad.
A poco de llegar a Buenos Aires sufrió un penoso incidente por el que, confundido con
una persona homónima, estuvo a punto de ser fusilado ante un inmisericorde pelotón
del Gobierno insurgente de Argentina. Los tres años previstos de permanencia se dilata-ron
en demasía hasta convertirse en nueve, pero finalmente, en 1820, previa escala en
2 CIORANESCU, Alejandro: Diccionario Biográfico de Canarios Americanos, tomo II (H-Z), Caja General
de Ahorros de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1992, pág. 794.
3 PÉREZ GARCÍA, Jaime: Op. Cit., tomo III, 1998, págs. 119-121.
4En su testamento de 26 de febrero de 1839 ante don Manuel del Castillo, escribano de La Palma puntua-liza:
sepa que no he heredado de mis padres ni un solo maravedis y que todo lo que tengo lo he adquirido supe-rando
peligros y venciendo trabajos que serian dificiles de narrar
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El testamento del presbítero don José Domingo de los Reyes Rodríguez (1824): aspectos pedagógicos
Cádiz y La Orotava, regresa a La Palma, siendo una de sus primeras preocupaciones reco-ger
al niño expósito, lo cual en efecto así sucedió, y por su testamento de 1824 que aquí
se comenta, le nombró heredero universal.
Proyectaba el pre s b í t e ro ambiciosos planes tanto en esta Isla como fuera de ella pero ,
por motivos que se desconocen, el expósito José Miguel huyó atemorizado de su casa, re f u-giándose
en Los Sauces, en la vivienda de la familia que desde la más tierna infancia le había
s u s t e n t a d o. Finalmente el joven pasó a residir en La Ha b a n a5 y fue excluido del testamen-t
o. Resultó sin duda un serio contratiempo, pero no cejó don José Domingo en su empe-ño
pues años después a su ahijado, el niño José Domingo Sa a vedra (hijo de Do m i n g o
Sa a vedra y Francisca Go n z á l ez), que el mismo bautizó y a quien tenía en su compañía, quiso
dar una esmerada educación. En el curso de 1836 cuando aun no contaba diez años de edad
lo inscribió en la Un i versidad de La Laguna, declarándole universal here d e ro por su testa-mento
otorgado el 25 de abril de 1839 a condición de que se graduase doctor. En la misma
p r i m a vera del año en curso viajó con él a Francia albergando la fundada esperanza de con-ve
rtirle en galeno sin escatimar medios para su instru c c i ó n6.
Tampoco se cumplieron las expectativas creadas por el mecenas pues José Domingo
Saavedra falleció a temprana edad, pasando su herencia finalmente a manos de doña
Margarita Cullen - paradojas de la vida - miembro de la familia que el presbítero había
denostado7. Sabemos, no obstante, que un sobrino de aquel niño, don Francisco Cabrera
Saavedra (1850-1927), hijo de su hermana Bibiana Saavedra González, fue una emi-nencia
en el panorama de la medicina cubana8, pionero en la cirugía abdominal y en el
uso del laboratorio clínico, con lo cual parece probable que a la postre, al menos de modo
5 La relación de este suceso se narra en una de las cláusulas del testamento de doña Isabel Gi n o ry, otorgado en Los
Sauces el 25 de nov i e m b re de 1832 y protocolizado ante el escribano de La Palma José María Salazar el 22 de abril
de 1833, y es la que sigue: «De c l a ro qe pr recomendacion de DnMatias Saseta corrió a mi cuidado la criacion de Jo s é
Miguel Espocito desde que Ysabel Ro d r i g u ez He r n a n d ez lo tomo de la cuna, pasando pr mi mano las mesadas de su
lactancia y demas necesario hasta qe este se despecho y quedo en mi casa atendiendole en todo como a una cosa pro-pia
hasta qe el Pre s v i t e ro Dn Jose Domingo de los Re yes re g reso a esta Ysla del Pe ru, que a sus instancias e incinuaciones
p rometiendome la felicidad de este niño en cuya instruccion y acomodo aseguraba sacrificar todos sus intereses, segun
su carta qe conserbo en mi poder, pero sucedio que pr c i e rto motivo de temor se le huyo, entrandose en mi casa de
este lugr de los Sauces sin mas ropa ni calzado qe el que traia puesto y aunque le escribi primera y segunda vez pa qe
el dispusiese lo qe t u b i e re pr c o n vente su puesto se lo habia prodigado, no meresi si quiera me fue presiso vestirle y ali-mentarle
pr mas de los años y ultimamente, pa darle destino avilitarlo de ropa, frasquera y fletamt o de Camara pa l a
Ysla de la Ha vana en donde permanese; y en todo lo cual gaste mas de trecientos pesos. Mando que si el insinuado
Pre s v i t e ro Dn Jose Domingo de los Re yes re c l a m a re una deuda de sien pesos de la qe le tengo hecha obligacion; pues
aunque fue de mayor cantidad el eseso lo considero satisfecho pr las remesas qe le hise de Aguardiente; En este caso
se le pida prmis here d e ros estos crecidos desembolsos a qe dio lugr el abandono que hiso de este Niño que con tanta
justicia debia haber contribuido a su carrera. De c l a rolo asi pa qe c o n s t e »
6 En t re la documentación perteneciente a don José Domingo de los Re yes (Arc h i vo Municipal de los Llanos de
Aridane. Fondo Lore n zo - Mendoza, carpeta M-15) figura un recibo fechado en París el 19 de septiembre de 1839 por
el que el eminente científico Sabino Be rthelot declara haber tomado del pre s b í t e ro 7.545 francos y 85 centésimas
para proveer a los gastos de educación literaria del joven José Domingo Sa a ve d r a .
7 C f r. Not. 12.
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Antonio Lorenzo Tena
indirecto, aquel viejo anhelo del entusiasta clérigo fructificase al fin en el desarrollo voca-cional
de un futuro profesional de gran prestigio.
Don José Domingo de los Reyes falleció el 21 de septiembre de 1843 en las inme-diaciones
de la ermita de El Socorro, mientras era trasladado en camilla desde su finca
de las Ledas9, a la Ciudad por encontrarse enfermo10.
EL DOCUMENTO
El texto fragmentado que aquí se presenta corresponde de modo íntegro a la cláusu-la
nº 17 de las 38 que componen su testamento de 8 folios, otorgado el 21 de septiem-bre
de 1824 ante don José Manuel Salazar, escribano de La Palma, que en definitiva no
fue válido pues fue revocado por el siguiente de 26 de febrero de 1839, y poco después
por el definitivo de 25 de abril del mismo año11.
En dicho documento conculcan buena parte de las ideas heredadas del movimiento
ilustrado originado en la segunda mitad del siglo XVIII. El ansia de conocimiento cien-tífico
armonizable con la fe, el desarrollo de los métodos pedagógicos o el impulso de via-jar
como medio de expansión económica y cultural, son aspectos que subyacen al pro-pio
texto.
Destaca el interés mostrado por el presbítero en materializar sus ideas acerca de la edu-cación,
primero de manera frustrada sobre sus pequeños sobrinos, hijos de don Jacinto
Cullen, después sobre José Miguel Ginory, expósito que rescató de la casa cuna para ofre-cerle
una exquisita educación.
Don José Domingo de los Reyes distingue tres tipos de conocimiento: Instrumental
(Retórica, Aritmética, Geometría y Poética), Esencial (Religión, Moral y Física) y de
Conveniencia (perfección individualizada de los anteriores de manera adaptada a las
inquietudes y facultades personales), y es su intención que en el futuro el joven - cuyo
apellido fue tomado de la señora que lo crió en su casa – se desplace a Francia para com-pletar
allí su formación académica en los mejores colegios.
En cuanto al testamento, contemplado de modo global, por su atípica estructura,
constituye toda una muestra de minuciosidad descriptiva y narrativa.
8 PEREZ GARCÍA, Jaime: Op. Cit., tomo I, 1986, págs. 35-36.
9 Esta hacienda le fue donada por doña Maria Hermenegilda de Guisla Larrea, vecina de Lima, con fecha 24 de octu-b
re de 1829 por escritura protocolizada ante Manuel de Castillo el 9 de febre ro de 1832.
10 LO R E N ZO RODRÍGUEZ, Juan B.: Noticias para la Historia de La Pa l m a, tomo III, Santa Cruz de La Pa l m a ,
Cabildo Insular de La Palma, 2000, págs. 303-304.
11 A rc h i vo General de La Palma. Fondo Protocolos Notariales, Escribanía de Manuel del Castillo Espinosa, 26 de
f e b re ro de 1839, y 25 de abril de 1839.
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El testamento del presbítero don José Domingo de los Reyes Rodríguez (1824): aspectos pedagógicos
En esta carta de últimas voluntades don José Domingo de los Reyes profesa su fe, rela-ciona
sus bienes y establece los legados y declaración de herederos, habitual en este tipo
de documentos; pero asimismo narra con especial énfasis un sinfin de vicisitudes fami-liares:
Los litigios con su cuñado don Jacinto (cuya familia desea excluir a toda costa de
los beneficios de su herencia12), al que achaca en parte el endeudamiento de su madre y
las penalidades sufridas por ésta para su manutención, así como la dureza de las travesí-as
por mar y la vida en Lima donde coincidió en una etapa de gran agitación.
Destaca su interés casi obsesivo en que el expósito José Miguel Ginory cumpla escru-pulosamente
sus expectativas de rectitud moral y concluya los estudios so pena de excluir-le
totalmente del disfrute de sus bienes que en el futuro han de corresponderle como here-dero
universal.
Archivo General de La Palma. Fondo Protocolos Notariales, escribanía de don José
Manuel Salazar, Santa Cruz de la Palma.
TESTAMENTO DEL PRESBÍTERO DON JOSÉ DOMINGO DE LOS REYES
RODRÍGUEZ, 30 de abril de 1824, cláusula nº 17.
… De c l a ro que habiendo conocido desde mi primera expedición a la Probincia de Ca racas y re g re-so
a mi Patria, por Cu ra s a o, La Ja m a yca, Probidencia, Habana, Filadelfia, Lisboa, Madrid, Ca d i z ,
etc. Cuando balia la buena educación y los conocimientos por principios de las ciencias y cuanto podria
al hombre instruido ganar con ellas para si y los semejantes, llorando amargamt e el descuido criminal
de los Pa d res que cerrando los ojos a estas ventajas dejan perder y pasar en sus hijos el tiempo pre c i o s o
de saber; me apresuré a llegar pronto a mi casa con el laudable objeto de ispirar (sic) estas ideas a mi
cuñado Dn Jacinto Cu l l e n1 3marido de mi herm a n a1 4 quien tenía ya de su matrimonio dos hijos que
ninguno pasaba de cuatro años de edad1 5 en la que comenzando los niños a distinguir los objetos que
se le presentan es tambien la de principiar a hacerles conocer diferenciar las letras aprovechando de este
modo en ellos hasta los preciosos momentos de su infancia mas conociendo yo que a unos niños de aque-lla
edad se les debía principiar a instruir de una manera que les biniese hacer esta util ocupacion una
dibersion que ellos solicitasen con la misma ansia qe buscan los juguetes pueriles, trage de Ma d r i d
12 Yten declaro que asi como es mi voluntad dejar y legar mis bienes en la forma expresada, así es mi voluntad qe
pr ningun caso, en ningun evento, de manera alguna entre a poseerlos mi cuñado Cullen, ni su mujer, ni ningu-no
de sus descendientes (Testamento de don José Domingo de los Reyes Rodríguez, 30 de abril de 1824).
13 Don Jacinto Roque Cullen y Mendoza, Capitán de Milicias provinciales, Síndico Personero General de La
Palma y Procurador Mayor del Cabildo. Fue condecorado con la Cruz de la Orden de San Hermenegildo
(FERNÁNDEZ DE BÉTHENCOURT, Francisco, Nobiliario de Canarias, tomo IV, La Laguna, Juan
Régulo editor, 1967, pág. 241).
14Doña María de las Nieves de los Reyes Utre.
15 Domingo y Policarpo Cullen de los Reyes. Al parecer tampoco pasaban de dos años pues el primero nació
el 5 de septiembre de 1800.
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muchas barajitas que además de estar dispuestos sus naipes con todo el arte necesario para seducir y
encantar los ojos inocentes de un infante contenian en su centro una cada una de ellas una letra del
alfabeto español, con el fin que después de have rlos excitado o de hacerlos desear hacerse dueños de uno
de aquellos naipes, no se les diese hasta que conociese y pronunciase la letra que contenía. Asi pues, con
el objeto laudable de hacer adquirir a mis sobrinos unos conocimientos tempranos que los dispusiesen
a entrar en los estudios de las grandes ciencias, antes que sintiesen las pasiones que desgra c i a d a m e n t e
han nacido con el hombre y que distraen la pubertad; abandoné en Madrid mis pretensiones más bien
establecidas que lo habian estado jamas ningunas otras. Extendi los siete mil pesos que trahia en onzas
y que como dije al principio bacié en la falda de mi Ma d re y lleno de las ideas lisonjeras de hacer de
estos niños un prodigio me bine a mi casa. Mas mi plan no fue desgraciadamente bien admitido de
sus Pa d res por que celosos de que se les quitase a sus hijos el tiempo que (como ellos decían no devian
en su edad dedicar si no al juego) lo despre c i a ron hasta el punto de obligarme a prometer no pro s e gr
una obra q ellos crehian el mayor mal que se les podia hacer a sus hijos, aflijido con este incidente des-g
raciado infinitamente mas que lo estubo nunca un hombre que haviendo llegado a descubrir el secre-to
de obtener un gran tesoro le imponen de repente pena de muerte si da un paso a su consecución; me
p ropuse desde entonces buscar un niño en quien poder libremente y sin que hubiese persona autori-zada
que pudiese impedirmelo verificar estas veneficas y utiles ideas, y cuando despues de pasados ocho
años y que ya los citados hijos de Cullen tenian doce años observe, que nada menos pensaban sus padre s
que en pro c u ra rles una buena educación pro p o rcionada a su regular nacimiento, despues de have r
inutilmente tentado todos los medios posibles de atraer a este cuñado y hermana a mis ideas pedi a la
St a Cassa de espositos y saque de ella un huerfanito llamado Jose Miguel el trece de nov i e m b re de mil
ochocientos diez, lo hice dando de mi cuenta leche a fin de impedir que se le entregase a alguna de
aquellas nodrizas que por su mala constitucion o enfermedades secretas producen alimentos beneno-s
o s1 6 y despues de haberlo encargado a un matrimonio1 7 de comodidades y distincion que vivia en los
Sauces donde tambien su residencia la Ama de leche1 8 de este niño, me marche al Reyno del Perú, sin
o t ro fin que el de ganar de nuevo todo lo que fuese bastante para llevar a devido efecto en este huer-fanito
mis ideas acerca de lo que balen en un hombre de conocimientos fundamentales de las ciencias,
y una temprana educación. Por desgracia no pude re g resar a los tres años, según prometí, por el Es t a d o
de insurrección y de desorden en que encontre aquel Reyno: Pe ro apenas pude evadir y vencer los insu-p
e rables peligros que impedian bolver a mi patria, lo verifique y me embarque en el Callado de Li m a
p a ra Cadiz a donde llegue prodigiosamente despues de cerca de seis meses de una navegación la mas
congojosa y aflictiva, ya por los furiosos huracanes, del cabo de ornos, y ya pr el estado de miedo y de
16 La cuna de expósitos constituía una fuente de ingresos para muchas mujeres pobres o de dudosa reputa-ción
que, desde el propio Hospital donde muchas residían, o desde humildes viviendas, servían como amas
de leche (TOLEDO TRUJILLO, Francisco Manuel; HERNÁNDEZ DE LORENZO MUÑOZ, Miguel.:
Historia de la Medicina palmera y sus protagonistas. Santa Cruz de Tenerife, C.C.P.C., 2001, pág. 150).
17 Don Blas Carrillo y su esposa doña Isabel Ginory Machín (natural de Lanzarote).
18 Isabel Rodríguez Hernández.
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El testamento del presbítero don José Domingo de los Reyes Rodríguez (1824): aspectos pedagógicos
c o n s t e rnacion en que nos ponia cada vela que divisabamos a causa del temor que nos imponia los
insurgentes. Recogidas alli las cantidades que llevo expresadas de mano del cava l l e ro Dn To m a s
Ur rutia en cuyas cajas entra ron y quien me lo bolbio integros y sin un ochabo de menos cabo; sali de
allí pa estas Yslas y llegue en fin a mi patria pr la que havia suspirado con mas ansia que suspira la
t i e r ra seca por la llubia1 9, donde fueron mis primeros cuidados recoger el citado huerfanito y condu-c
i rlo (luego que mis ocupaciones me lo permitiesen) a la ciudad de La Laguna para que comenzase a
i n s t ruirse radicalmente y según el nuevo plan alli establecido con motivo de la reciente unive r s i d a d
i n s t a l a d a2 0 en aquellos conocimientos son el fundamento de las grandes ciencias, Mas como no igno-rase
yo que el principio de toda sabiduria es el temor del Señor dejé en la Y l u s t re y antigua casa del
c a va l l e ro DnDiego Lerc a ro justiniano2 1 a fin que uniendo a los exemplos de Religion y de virtud que
alli se practican las sabias adve rtencias de los maestros se formase y saliese un sabio religioso y
C h r i s t i a n o. A este esposito, pues del que mas abajo hablare encargo encarecidamente a mis Al b a c e a s ,
Aseo modales agradables, juicio constante, solida religion, sentimientos generosos y nobles, ve rd a d e ra
vondad y una natural urbanidad, seria lo primero de que me valdria yo para cultivar y llevar a su
p e rfeccion esta tierna planta; trataria de formar un niño al cual hera preciso hacer hombre que fuese
c h r i s t i a n o, ciudadano, magistra d o, etc. etc. En una palabra un hombre unibersal y si fuese posible
p e rf e c t o. No me ceñiria a un corto plan, ni a ideas comunes pr qe se que la juventud es la edad de
s a b e r, y la educacion el noviciado de la vida, y qe siendo esta diferentes los estados y las ocupaciones
debemos estar dipuestos para servir en todo ellos a la Sociedad, le haria comprender que el hombre esta
obligado pr una ley natural, a ser savio a fin que conozca las causas y sus efectos y camine de un modo
c i e rto y seguro a su conserbacion y al desarrollo de sus facultades; que la sabiduria es para el hombre
el ojo y la luz que le hacen dicernir con exactitud y claridad los objetos en medio de los cuales vive y
se mueve, y que con la ciencia se tienen sin cesar recursos pª subsistir pr lo que un filosofo que havia
n a u f ragado al que las quejas de sus compañeros que lamentaban la perdida de sus fondos decia, por
lo que a mi toca llebo conmigo todos mis recursos. Le diria qe el ignorante comete a cada paso erro re s
p e rniciosos y nocibos, tanto respecto de si propio como de sus semejantes, siendo como un ciego qe a n d a
19 En este sentido cabe reseñar una curiosa anécdota que aconteció a su llegada a La Orotava en 1820:
«Hallándonos en el muelle del Puerto de la Orotava una mañana del verano de 1820, a tiempo que proce-dente
de Cádiz desembarcó Don José Cullen y su esposa, vimos tambíen otro pasagero vestido de negro
(Don José Domingo de los Reyes Rodríguez), quien apenas puso el pie en la orilla se arrodilló, se quitó el
sombrero y el solideo y besó la tierra, y levantándose acto continuo, con notable júbilo comenzó a abrazar
con efusión a cuantos se le aproximaban, o presentaban, conocidos o por conocer, semejante al de una per-sona
que salida de algún abismo vuelve a la comunicación de la Sociedad humana» (Cfr. Not. 10).
20 La Universidad de San Fernando de La Laguna, se creó por decreto de Carlos IV con fecha 11 de marzo
de 1792, aunque la convulsa situación política desde 1793 impidió su funcionamiento, que no fue efectivo
hasta que el 12 de enero de 1817 abrió finalmente sus puertas, impulsada por el R.D. de Fernando VII.
21 Don Diego Ignacio José Antonio Francisco Lercaro-Justiniani de Ponte Westerling de Ocampo, Señor y
Jefe de la Casa de Lercaro, Capitán de Milicias del Regimiento provincial de La Orotava; hijo de don Ángel
Dámaso Pedro Alcántara Lercaro-Justiniano y de doña Catalina Petra Dionisia de Ponte Grimaldi, nació en
La Laguna el 20 de febrero de 1741 y falleció el 23 de abril de 1828. (FERNÁNDEZ DE BETHEN-COURT,
Francisco: Op. Cit. Tomo I, págs. 534-535).
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a tientas y que tropieza a cada paso con sus semejantes. En fin: Lo haria instruir con metodo, pre c i-sion
y menudencia en todos los conocimientos que los savios llaman instrumentales, esenciales y de
combeniencia, siendo los primeros aquellos qe no son tanto ciencias cuanto la llave a la puerta indis-pensable
para entrar en ellas y en los cuales entran en primero lugar el hablar, leer, y escribir con per-fección.
En segundo la Aritmetica cuyo conocimiento es de una necesidad indispensable, asi en lo
m o ral, como en los negocios, por que en esta vida en la que esta todo sugeto a probabilidades, a dudas,
a proyectos, a obstaculos, a pocos placeres, y muchos pesares; los calculos y las cuentas nos son indis-pensables.
En terc e ro la Geometria, que mide los tamaños y combina sus pro p o rciones, y pr cuya causa
biene a ser la Logica la parte esencial de las Matemáticas; y en cuarto la Poetica qe enseña puntualmt e
las reglas de la verificacion, y las calidades prescriptas a cada poema. Tales son los conocimientos que
los savios han llamado instrumentales pero seria hechar los fundamentos a un sobervio edificio para
luego dejarlo en sus cimientos, si a estos conocimientos instrumentales no se añadiesen los que se lla-man
esenciales. Estos son aquellos que tienen obgectos reales y necesarios a todos los Estados y qe c o n
nada puede suplirse pr qe c o m p rehenden todo lo qe el hombre debe absolutamente saber si no quiera
p e rder la agusta dignidad de tal y ser infeliz. A estos conocimientos esenciales corresponde en primero
lugar la Religión pr la cual devemos principiar continuar y acabar. En segundo la Mo ral pr que ella
nos enseña a conocer a los hombres, a conocernos a nosotros mismos y lo que devemos hacer en las dive r-sas
situaciones en la qe la providencia divina tenga a bien constituirnos. En terc e ro la Fisica que nos
enseña a formar ideas de la naturaleza, y de sus obras de nuestro cuerpo propio y de lo qe c o n s t i t u ye ,
conserba o restablece su robustez y su salud, prque siendo necesario adorar a Dios, amar a los hombre s
y trabajar pr n u e s t ra eterna y temporal felicidad la Religión, la Mo ral y la Fisica nos son de indis-pensable
necesidad. En fin lo haria instruir en los estudios de combeniencia que se llaman asi, por que
son re l a t i vos al estudio o a la especie de facultad que se profesa, pero que no son mas que la Re l i g i o n
la Mo ral y la fisica, procedidos los conocimientos instrumentales que nos pre p a ran para entrar en estas
g randes ciencias mas o menos profundizadas según nuestras inclinaciones, o el estado qe nos pro p o n e-mos.
Por que asi como el estudio profundo de la Teologia o de las leyes debe ser la ocupacion propia de
un teologo, o de un magistrado; asi estas mismas ciencias estrabiarian al que no debe seguir, sino el
c o m e rcio o las Armas. Y quieren caminar hasta el conocimiento profundo de las Matematicas, el que
esta destinado para ser ministro de la Religion, o esforzarse pr ser un consumado alquimista, el qe n o
debe seguir sino la Ca r re ra de la Ma g i s t ra t u ra; seria perder el tiempo. Pe ro elegida una profesion, seria
tambien una vajeza bergonzosa contentarse con una mediocridad indigna, pr qe cada uno en su pro-fesion,
debe aspirar siempre a lo mejor o a lo perf e c t o. Tales son los caminos pr donde haria llegar yo a
este exposito qe la probidencia ha puesto vajo mi tutela y a mis cuidados, al conocimiento pro f u n d o
de las ciencias, y a un estado de utilidad paDios y su Nacion y de felicidad pa si pro p i o. Mas como el
dia en qe d e vo comparecer a responder de los talentos qe se me han confiado ante un tribunal inexo-rable
este ya señalado pr el mismo Su p remo Juez qe debe juzgarme, encargo encarecidamente a los qe
i n s t i t u ye re mis Al vaceas lleven a su puntual y devido efecto mis intenciones en esta parte según yo como
l l e vo indicado…