Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 4 (2009) 139
ISSN 1698-014X
El rayo verde. Un fenómeno óptico atmosférico
EL RAYO VERDE.
UN FENÓMENO ÓPTICO ATMOSFÉRICO1
José Antonio Fernández Arozena
INTRODUCCIÓN
Creo que fue Neil O´Mahoney, astrofísico y operador de telescopios, el pri-mero
que me comentó que merecía la pena ir al borde de la Caldera de Tabu-riente,
muy cerca del telescopio Jacobus Kaptein, antes de ir a desayunar y des-pués
de una larga y agotadora noche de trabajo con los telescopios, para ver el
amanecer en las frías y claras mañanas de enero.
Desde aquel sitio se tiene una estupenda visión del majestuoso Teide, eleván-dose
sobre el horizonte, a unas decenas de kilómetros al este de la isla canaria
de La Palma. Si fijamos nuestra vista en un punto concreto de la silueta recor-tada
del Teide contra el fondo azul del horizonte, al alba, cuando el Sol se en-cuentra
sobre el mar, pero aún está oculto tras el Teide, veremos de repente un
1 taburiente@gmail.com
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brillante destello verde, como un diamante de luz que dura muy poco, quizás
no sobrepase los dos segundos, y que rápidamente desaparece en el anaranjado
resplandor del Sol surgiendo detrás del volcán.
Hasta entonces, el rayo verde había sido una novela de Julio Verne que cuenta
la búsqueda del momento extraordinario y esquivo en el que la leyenda dice que dos
personas que lo ven a la vez quedan automáticamente enamoradas la una de la otra.
Es un momento mágico en que dos personas descubren el amor juntos. Los prota-gonistas
de la novela, tras numerosas aventuras, consiguen ver el rayo verde.
En nuestra isla de La Palma este fenómeno óptico atmosférico ni es esquivo,
ni extraordinario; pero esto no resta ni un ápice de maravilla a la siempre sor-prendente
aparición del fenómeno.
UNA EXPLICACIÓN
El rayo verde tiene su origen al actuar la atmósfera como un prisma y dis-persar
la luz de diferente longitud de onda, dando lugar al espectro o arco iris.
La máxima dispersión de la luz se produce cerca del horizonte, en el momento
en que la luz atraviesa la mayor cantidad de aire posible. El lado «azul» del es-pectro
se refracta más que el lado «rojo». En la figura 1 (la dispersión se muestra
muy exagerada) vemos un esquema de lo que se observa desde el Roque de los
Muchachos cuando el Sol se eleva detrás del Teide. Un rayo azul proveniente de
la parte superior del limbo solar es refractado por las capas de la atmósfera so-bre
el Teide para llegar al observador que se encuentra en el Roque. El rayo rojo,
que se refracta menos, pasa sobre la cabeza del observador.
FIGURA 1.
Al elevarse el Sol, el Teide actuar como una barrera y el espectro llegar rá-pidamente
sobre el observador, éste ve la imagen azul-verde salir desde la parte
superior del disco solar, antes de que la parte dominante rojo-amarilla lo inun-de
todo.
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No es necesario que el Teide esté entre el Sol y el observador. La curvatura
de la Tierra hace que el horizonte pueda actuar como una máscara, aunque el
Teide tiene más ventajas que el horizonte marino, que con frecuencia está cu-bierto
por nubes o polvo cerca del nivel del mar. El Teide está casi siempre so-bre
la capa de inversión térmica de la atmósfera, y las nubes y la mayoría del
polvo quedan por debajo. De esta forma, el Teide ofrece un perfil claro contra
el azul del cielo, en contraste con el brumoso horizonte al nivel de mar. El ob-servador
en el Roque, al estar en lo alto de una montaña, también se encuen-tra
casi siempre sobre las nubes y el polvo. Por otro lado, esta es una de las ca-racterísticas
de la atmósfera del Archipiélago, que hace que Canarias sea un lugar
extraordinario para la observación astronómica. Además, al tratarse de islas, las
hace preferibles a masas de tierra continentales ya que hay menos oportunidad
de que la estructura laminar del flujo de la atmósfera se rompa por la turbu-lencia
y ésta deshaga el efecto de prisma de la atmósfera
Otro efecto físico que también tiene importancia en la visibilidad del rayo
verde es que la luz azul se dispersa mejor en la atmósfera que las otras. Esto
disminuye la cantidad de luz azul que llega directamente al observador, por lo
que el rayo es normalmente más verde que azul. Aquí la montaña vuelve a ser
de gran ayuda al aumentar la posibilidad de ver la parte azul del espectro, por-que
la atmósfera es menos densa que al nivel del mar y la dispersión de la luz
es menor. De todas formas, la longitud que recorren los rayos de la luz a tra-vés
de la atmósfera produce la suficiente dispersión para separar la parte azul del
espectro. De tal forma que, en algunas ocasiones favorables, es posible ver el rayo
azul precediendo al verde.
Al oeste de la isla de La Palma no hay ninguna isla que pueda causar el mis-mo
efecto que hace el Teide, pero, aun así, puede verse el rayo verde en oca-siones
muy favorables en las que el horizonte oeste se encuentra libre de nubes
y polvo es suspensión. No obstante, en este caso, el rayo que se puede obser-var
no alcanza la intensidad ni la belleza del que se produce cuando amanece
sobre el Teide.
La figura 2 muestra, a escala, el perfil de la isla de Tenerife vista desde la isla
de La Palma, y se dibujan los rasgos más característicos del perfil indicándose
las horas a las que el Sol sale por detrás de ellos. El Sol alcanza su máximo azi-mut
sur en el amanecer del solsticio de invierno, el 22 de diciembre.
Nunca olvidaré la primera vez que vi el rayo verde desde el Roque de los
Muchachos. Lo que nunca imaginé es que pudiera verlo alguna vez desde la bahía
de Santa Cruz de La Palma a la orilla del mar. La orografía y situación geográ-fica
de la isla de La Palma hace que los húmedos vientos alisios, predominan-
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FIGURA 2.
tes durante todo el año, acarreen gran cantidad de nubes que se acumulan en
la vertiente este de la isla, donde se encuentra Santa Cruz, de tal forma que el
cielo permanece generalmente cubierto y las vecinas islas de Tenerife y Gome-ra,
casi siempre ocultas tras las nubes sin que se adivine más que su silueta al
amanecer. Pero aquella mañana de enerofue distinta a todas. Alrededor de las
ocho de la mañana me encontraba en el trabajo cuando, al pasar por la amplia
galería que mira al este, me extrañó ver cómo no había ninguna nube en el ho-rizonte.
Se veía con nitidez Tenerife y su enorme volcán. Las nubes habían de-jado
un enorme claro, quizás causado por un frente proveniente del sur que llegó
esa mañana; en ese instante me fijé en que el Sol estaba saliendo tras Tenerife
y fue entonces cuando lo vi: unos rayos seguidos de un brillante resplandor verde
que duró poco menos de un segundo. Las extraordinarias condiciones atmosfé-ricas
de aquella mañana no las he vuelto a ver, y a fe que lo he intentado en
los últimos meses. La ensenada de Santa Cruz de La Palma se convirtió, por un
momento, en la costa más lejana del mundo, y no tuve que viajar a los confi-nes
de la Tierra para ver el rayo verde.
CONCLUSIÓN
Desde estas líneas animo a los lectores a que viajen a La Palma entre la ter-cera
semana de noviembre y la tercera de enero, a que madruguen un poco y
suban a las cumbres de la isla, al borde de la espectacular Caldera de Taburiente,
y con mucha ropa de abrigo, salgan de sus coches y esperen al amanecer. Con-templarán
una de las maravillas que nos ofrece el cielo.
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AGRADECIMIENTOS
A Neil O´Mahoney por «revelarme» el secreto del rayo verde y llevarme hasta
él. Por la lectura y amable corrección de este texto a Francisco López González.
Por los comentarios sobre el mismo a Isabel García Concepción y por su ines-timable
ayuda con los dibujos con el ordenador a Sebastián Fernández García.
BIBLIOGRAFÍA
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2. D. LEVY, Guía Celeste, Lavel: 2003
3. FERNÁNDEZ, J.A. (2004). «Fenómenos atmosféricos». Astronomía, n.º 66, pp 74-76. Equi-po
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5. ROY, A. y CLARKE, D. (1988). Astronomy: principles and practice. Adam Hilger.