Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 4 (2009) 25
ISSN 1698-014X
Nuevos símbolos en el Salvador: el pez y la serpiente. Estudio iconográfico
NUEVOS SÍMBOLOS EN EL SALVADOR: EL PEZ Y LA SERPIENTE.
ESTUDIO ICONOGRÁFICO
Facundo Daranas Ventura1
Abstract: The work cobres the icono-graphical
and iconological study of de inter-pretation
of two new symbols on the
mudejar´s armor decoration of El Salvador
de Santa Cruz de La Palma´s church that
have, until now, gone unnoticed in all of
the studies carried out about this work.
Key words: Fish, snake, El Salvador´s
church, Santa Cruz de La Palma.
Resumen: Se trata de un estudio sobre
la interpretación iconográfica e iconológica
de dos nuevos símbolos encontrados en la
decoración de la armadura mudéjar de la
iglesia de El Salvador de Santa Cruz de La
Palma, hasta ahora desconocidos en todos
los estudios realizados sobre la misma.
Palabras clave: Pez, serpiente, iglesia de
El Salvador, Santa Cruz de La Palma.
Actualmente, en cualquier sociedad en la que el hombre realice sus actividades
nos encontramos con una serie de leyes y normas, aceptadas y entendidas por to-dos,
que contribuyen a regular y a ordenar sus actos. En no pocas ocasiones estas
normas vienen representadas por sus símbolos correspondientes, también entendidos
y aceptados por los miembros de esa comunidad, que en muchos casos sobrepasa el
ámbito de lo puramente local y nacional, verbigracia, las señales del código de circu-
1 Catedrático de Historia de Enseñanza Secundaria.
Figuras antropomorfas —el pez y la serpiente— en un tirante de la armadura correspondiente a la nave
de Nuestra Señora del Carmen en la iglesia de El Salvador. Arch. F. Daranas.
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lación o los iconos (símbolos) que nos muestra el ordenador para identificar accio-nes
como abrir, guardar, cortar, pegar... Del mismo modo en el mundo de los ne-gocios
son las empresas comerciales las que identifican sus marcas o productos con
un símbolo exclusivo que las distingue y al mismo tiempo las diferencia de la com-petencia,
creando incluso en el dominio publicitario su propio «logotipo», que en
definitiva no es sino otro símbolo. Los símbolos, pues, juegan en nuestros días un
papel determinante en el mundo en que vivimos, pudiendo afirmar, sin temor a equi-vocarnos,
que nuestra sociedad está impregnada de unos signos que son perfectamente
aceptados y comprendidos por todos. Sin embargo, contrariamente a lo que pudie-ra
pensarse, este mundo de los símbolos no es nada nuevo. Bien al contrario, hun-de
sus raíces en la antigüedad.
En efecto, ya las civilizaciones antiguas usaban el símbolo —animal u otra figu-ra—
asociado a un significado para expresar una idea, como es el caso de la escri-tura
jeroglífica egipcia. Grecia y Roma tampoco permanecieron al margen de la uti-lización
de los símbolos: el tridente, atributo de Neptuno, o la lechuza símbolo de
Atenea, entre tantos otros; ni tampoco fueron ajenos a estas representaciones simbó-licas
los primitivos cristianos, con la utilización de símbolos como el pez o el cor-dero.
Asimismo el medievo constituyó un terreno abonado para este tipo de repre-sentaciones
y a medida que avanzamos en el tiempo y profundicemos en el estudio
y conocimiento de este mundo de los símbolos observaremos de qué manera se irá
enriqueciendo con la aparición de nuevos elementos como las empresas (o divisas) y
los emblemas, difundidos éstos por Andrea Alciato por toda la Europa culta del si-glo
XVI y que los renacentistas consideraban como la expresión de una sabiduría es-condida.
El profesor Esteban Lorente establece las diferencias entre ambos:
«La empresa es una composición ingeniosa de uso personal que tiene difícil expli-cación,
pero no excesivamente enigmática que no pueda descifrarse; la figura lleva
un mote corto que explica veladamente su contenido. Imagen y mote son indiso-lubles,
como el cuerpo y el alma. La imagen conviene que sea clara y todo lo re-presentado
esencial, preferentemente objetos, animales o plantas, pero no se debe
representar la figura humana. (...).
«Emblema es una composición simultáneamente pictórica y poética, compuesta de
un cuadrito con su mote, acompañada de un epígrafe de unos pocos versos de los
que se extrae una lección humana de aplicación universal. El mote o lema va si-tuado
sobre el cuadrito y en pocas palabras [latín] da a conocer el asunto que tra-ta
el emblema»2.
2 ESTEBAN LORENTE, Juan Francisco, «Tratado de iconografía», Ediciones Istmo, Colección Fun-damentos,
Madrid: 1990, pp. 312 y 313.
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Julián Gállego abunda aún más en las diferencias entre ambas estableciendo que
«en cuanto a su origen [los emblemas] derivan de una supuesta sabiduría de los an-tiguos,
mientras que [las empresas derivan] de las insignias o de los signos de reco-nocimiento;
en cuanto a su objeto, en los emblemas es el bien común y en las em-presas
el gusto personal»3.
Palabras como atributo, alegoría y símbolo (figura empleada como signo de una cosa
en principio abstracta) vendrán a incrementar el campo de la simbología. Más tarde en
el barroco se experimentaría un notable florecimiento de este tipo de representaciones sim-bólicas
y alegóricas, que con el tiempo se ha dado en llamar cultura simbólica, a la que
han hecho grandes aportaciones en el siglo XX en el terreno de la iconología los profeso-res
Erwin Panofsky, E. Mâle y los españoles Diego Angulo, Santiago Sebastián, Esteban
Lorente, entre otros. Nosotros desarrollaremos este trabajo centrándonos en el estudio ico-nográfico
e iconológico de dos símbolos antropomorfos —el pez y la serpiente— repre-sentados
en una de las armaduras del templo de El Salvador de Santa Cruz de La Palma
y que hasta este momento han pasado desapercibidos en todos los estudios realizados so-bre
el mismo, debido probablemente al carácter sinuoso de sus formas que tienden
a confundirse con el resto de la decoración vegetal.
3 GÁLLEGO, Julián, «Visión y símbolos de la pintura española del Siglo de Oro», Ensayos de Arte
Cátedra, Madrid: 1987, p. 30.
Angelitos o putti en relieve localizados en el entablamento sobre las columnas pareadas
de la portada principal.
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Ciertamente, la escultura —el relieve— y la pintura con frecuencia las vemos
asociadas a la arquitectura. De modo tradicional se ha utilizado las fachadas de
catedrales, ayuntamientos y universidades para representar en ellas relieves de sig-no
moralizante alusivos al bien y al mal, al vicio y a la virtud, etc, viniéndonos
a la memoria en tal sentido el zócalo de la catedral de Amiens en la que se re-presentan
en relieve los vicios y las virtudes, o mucho más próximo a nosotros,
los relieves de la fachada del Ayuntamiento o los relieves de los capiteles del pór-tico
de la iglesia de Santo Domingo, ambos en Santa Cruz de La Palma. La pin-tura,
por el contrario, cuando complementa a la arquitectura, suele situarse en
los techos —bóvedas o armaduras— con la doble finalidad no sólo de embelle-cer
el lugar elegido —bóveda del presbiterio de El Salvador con las alegorías pin-tadas
por Bordanova—, sino también de disimular la pobreza de los materiales,
fundamentalmente la madera, considerada en una época como material pobre,
con que se cubren la mayoría de nuestros templos.
Con respecto a la decoración pictórica de las armaduras de El Salvador realizada
a base de elementos vegetales sinuosos, cabezas de angelitos o putti —elemento de-corativo
éste que encontramos en relieve en la portada principal del templo—..., la
doctora Fraga González las atribuyó a Bordanova, datándolas en 1897 con ocasión
de la restauración llevada a cabo por este pintor en el templo4. También es sabido
Putti pintado sobre un cuadral de la nave de N S del Carmen.
4 FRAGA GONZÁLEZ, María del Carmen, «La arquitectura mudéjar en Canarias», Aula de Cultura
de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife: 1977, p. 102.
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Nuevos símbolos en el Salvador: el pez y la serpiente. Estudio iconográfico
que a comienzos del siglo XVII el pintor Juan de Sosa intervino en la decoración de
las armaduras de El Salvador, cuya decoración se mezcla en la actualidad con la de
Bordanova5. Efectivamente, Bordanova fue el autor de esta intervención a finales del
siglo XIX y con respecto a ella Eugenio de Olavarría, íntimo amigo de Bordanova y
contemporáneo a esta restauración de El Salvador, al referirse al estado de conserva-ción
de las policromías de las armaduras previo a la intervención de Bordanova, afir-
Nave lateral de N S del Carmen. En el tirante que se localiza sobre el cancel de la entrada
principal se encuentran las figuras del pez y la serpiente.
5 PÉREZ MORERA, Jesús, «Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad». Servicio de publicaciones de
la Caja General de Ahorros de Canarias. Santa Cruz de La Palma: 2000, pp. 44-45.
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ma que «(...) había sobre todo que restaurar el artesonado de las tres naves del tem-plo,
esa magnífica policroma del siglo XVI de los que no quedaban más que escasí-simos
vestigios insuficientes para guiar a otro que no tuviera los conocimientos y la
cultura artística de Bordanova»6.
Fue precisamente la curiosidad de investigar sobre esta intervención de Bor-danova
en la armadura de El Salvador la que nos condujo al hallazgo de unas
formas decorativas nada habituales en una de sus techumbres y que se identifi-caban
como unos símbolos con clara intención moralizante. No es objeto de este
trabajo entrar en la autoría ni en la datación de la decoración pictórica de las
armaduras de El Salvador, sino en la realización de un estudio iconográfico e
iconológico de los símbolos antropomórficos que se representan en una de ellas:
el pez y la serpiente. Se localizan estos símbolos en un elemento de la armadura
de la nave de nuestra señora del Carmen, concretamente en la cara lateral ex-terna
del quinto tirante doble contado a partir de los pies del templo, en su
parte más cercana a la arquería divisoria con la nave central. Este tirante se lo-caliza
encima de la cancela de la entrada principal, visbles perfectamente desde
el baptisterio y zonas aledañas a éste.
Desde un estudio iconográfico, se trata, como ya hemos indicado, de dos fi-guras
antropomorfas con cabezas humanas y cuerpos de pez y serpiente, situa-das
una frente a la otra. Sus rostros están representados de perfil y desde el
punto de vista técnico, parecen estar ejecutadas al temple sobre tabla ofrecien-do
la policromía una escasa paleta basada en el blanco, gris y negro.
La figura que se sitúa a la derecha tiene forma de pez en el que se representa
de forma bien visible su cuerpo, cubierto de escamas y aletas dorsal, caudal, anal
y abdominal. La cabeza tiene forma humana que se prolonga en una cabellera
que ondea hacia atrás denotando un movimiento deslizante del pez en sentido
contrario, a lo que contribuye también la forma dinámica del animal marino. En
su rostro humano apacible y sereno, enmarcado por un grueso trazo de color
negro, se distinguen ojos, oído, nariz y boca, de la que sale una lengua de for-ma
ondulante, que llama la atención por su excesiva longitud.
Los tratados sobre simbología consultados coinciden en afirmar que el pez en la
iconografía cristiana se utilizó para representar a Cristo y a los cristianos debido a
la necesidad de evitar cualquier evocación de la cruz por la incomprensión que les
rodeaba en los primeros momentos, conservándose múltiples ejemplos de él en el pri-mitivo
arte de las catacumbas. Además, las letras de la palabra griega que significa
pez —icthys— también eran las iniciales de las palabras Jesús-Cristo-Dios-Hijo-Sal-
6 DARANAS VENTURA, Facundo, «La restauración del templo de El Salvador por Bordanova (1895-
1896)» en Revista de Estudios Generales de La Palma, Actas del I Congreso (II), vol. 3, pp. 279-301.
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vador; representa también a los fieles pescados por esos pescadores simbólicos que
fueron Jesucristo y sus apóstoles (Haré de ti un pescador de hombres, Lc. 5,10). Es
un símbolo de pureza, de resurrección, por lo que se asocia desde muy antiguo a
la iconografía del bautismo cristiano, decorando frecuentemente las pilas bautisma-les,
dado que los cristianos son los peces (pisciculi) y el agua del bautismo su ele-mento
natural y el instrumento de la incorporación a la nueva vida. En fechas más
tardías el pez será sustituido por el pelícano por considerarlo un simbolismo más
apropiado para representar la redención de Jesucristo. Utilizado también el pez en
otras civilizaciones —Egipto, Grecia, China...—, es también en todas ellas un sím-bolo
con un incuestionable valor positivo. En el caso que nos ocupa simbolizaría,
pues, a los cristianos.
La lengua, que sale de la boca del pez, desde el punto de vista simbólico,
goza en sí misma de un carácter ambivalente, pues tanto puede ser un signo
positivo como negativo. Con frecuencia y debido a su morfología y movilidad
suele parecerse a una llama coincidiendo ambos símbolos en el episodio de Pen-tecostés
(Hech., 2,14), en el que mediante el don de lenguas permite a los agra-ciados
expresarse en los más diversos lenguajes con gran seguridad. La lengua, por
tanto, puede crear o destruir puesto que es el órgano de la palabra, y su poder
no tiene límite. Saber controlar la lengua en algunas civilizaciones significa ha-ber
alcanzado la edad madura y con ello ser dueño de sí mismo. Desechamos
aquí el valor negativo de la lengua, la calumnia, puesto que va asociada a un sím-bolo
positivo, el pez, alcanzando la consideración de creatividad por medio de la
palabra. En la iconografía cristiana la lengua también es el atributo de los már-tires,
a los que se cortó la lengua como san Juan Nepomuceno, patrón del se-creto
de confesión o de Emmeram de Ratisbona que sin lengua predicaba. Es de
destacar en este sentido el impresionante óleo de Rubens en el museo de Bellas
Artes de Bruselas en el que se representa el martirio de San Livinio al que un
verdugo le arranca la lengua con unas grandes tenazas y la sirve a los perros.
Por el contrario, la figura de la izquierda —la serpiente— es algo más com-pleja,
ya que se trata de una mezcla de tres animales: tiene cuerpo de serpien-te
sinuosa, extremidades delanteras terminadas en cuatro dedos, dato que lo iden-tifica
con otro tipo de animal —quizás un lacértido7, aunque también, al estar
7 Andrés Alciato (1492-1550) en su emblema XLIX contra los fraudulentos emplea un lagarto, consi-derado
como animal engañoso y envidioso, pues su piel, que servía para curar muchas enfermedades,
era devorada por el propio lagarto para evitar que sea usada como medicina. En el Ochocientos, en el
siglo de las luces, se volverá a producir una especie de renacimiento de Alciato, multiplicándose las edi-ciones
de sus emblemas. Del mismo modo el florentino Cesare Ripa (1593) realizó importantes apor-taciones
al mundo de la iconología, que estuvieron presentes hasta comienzos del siglo XX, revaloriza-das
más tarde.
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dotado de extremidades pudiera identificarse con un dragón8, ejecutado un tanto
deficientemente por su autor, en cuyo caso su valor sería idéntico al de la ser-piente—;
y rostro humano dotado de una larga nariz, gruesos labios cerrados,
cejas arqueadas hacia arriba y mirada desafiante y fija clavada en su adversario,
a la vez que —a deducir por la posición de las extremidades delanteras—, su
postura es la de permanecer al acecho, expectante, dispuesto a saltar sobre su
posible presa.
La serpiente —o el dragón— en la iconografía cristiana es el símbolo del mal en
general, encierra un valor negativo y maldito, un reptil que arrastra los males de la
tierra —odio, envidia, lujuria, herejías... o el engaño cuando se le representa con cabe-za
de mujer—. Es la serpiente de Eva, la que carga con todos los pecados, condenada
a reptar (Gén., 3) porque a ella se debe la primera culpa; Se le consideraba también
inmortal porque se regeneraba al cambiar su piel. En la iconografía profana se aso-cia
la serpiente con la idea del conocimiento y de la prudencia, carácter que tiene a
veces como acepciones en la iconografía cristiana: «Sed cautos como serpientes» (Mat.,
10,6). En el mundo del arte son abundantes sus representaciones. Ambos —pez y
serpiente— están situados uno frente a otro. Enfrentados. Son opuestos entre sí.
La lectura que nosotros hacemos de estos símbolos es que «el cristiano debe uti-lizar
la palabra, predicar, propagando su fe, para combatir los males que le acechan
y que están presentes y vigilantes en toda época». Situadas muy próximas a la pila
bautismal, parece quererle recordar al incorporado a la vida cristiana esta obligación.
Por otra parte, centrándonos ahora en un estudio iconológico, si bien no debe-mos
descartar lo concebido en una primera impresión referente a que ambas imáge-nes
pudieran responder a unas caricaturas que hicieran referencia a alguien o a algo
que hoy desconocemos, por otra parte, nos parece más apropiado contextualizar es-tas
imágenes simbólicas en los dos momentos de la historia en que pudieron haber
sido ejecutadas y en los que la iglesia católica se vio amenazada, tratando de identi-ficar
sobre todo a una de ellas —la serpiente— que constituye, en realidad, el peli-gro
cambiante. En este sentido hemos de hacer constar que ya desde el siglo XVI la
Reforma protestante se había constituido en el principal adversario de la iglesia ca-tólica,
dando lugar a la división religiosa del viejo continente con el llamado cisma
de occidente. En tal caso el protestantismo estaría representado por la serpiente-dra-gón,
opuesta al pez. Mas, si por otra parte situamos estas pinturas a finales del Ocho-cientos
—hecho nada desdeñable dada la técnica de ejecución de las mismas—, es
probable que este animal que encarna los males de la tierra haga referencia a la nue-
8 DARANAS VENTURA, Facundo, «Interpretación iconográfica de los relieves del pórtico de Santo
Domingo de Santa Cruz de La Palma». I Encuentro de Geografía, Historia y Arte de La Palma. San-ta
Cruz de La Palma: 1993, pp. 101-109.
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va corriente de la Ilustración y las ideas liberales que hacía ya bastante tiempo se
habían abierto camino en Europa y que tiene uno de sus cinco pilares en la Razón,
negando todo lo que no se apoye y documente en ella. Ambos movimientos fueron
realmente temidos por la Iglesia. En realidad, se trata de unas figuras que responden
al diseño de una moral maniqueísta, del bien y del mal, excesivamente simplificado-ra
y traumatizante que se encomendó frecuentemente al bestiario.
Todo este mundo de los símbolos, lejos de desaparecer, ha estado presente a lo
largo del tiempo e incluso en el propio siglo XX han sido muchos los artistas
que en el campo del arte han utilizado la simbología animal. Así, artistas que
van desde Goya a Picasso, pasando por el surrealismo con su influencia freudiana,
se han mostrado creadores de alegorías e imágenes por medio de la metáfora sim-bólica
en la que efectivamente el animal ocupa un lugar destacado.