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El sistema urbanístico El Sistema Urbanístico, volumen 5 de la Estrategia Lanzarote en la Biosfera, redactado por Luis Díaz Feria, ocupa el espacio destina-do al análisis y las propuestas en el campo del urbanismo y la orde-nación territorial. La primera conclusión que puede extraerse de la lectura de este trabajo, dada su generalidad e inconcreción, es que se ha perdido una magnífica ocasión para abordar una valoración crítica del urbanismo, la ordenación del territorio y la edificación durante los últimos años en Lanzarote. Los escenarios sostenibles que se apuntan se componen siempre de unas escasas líneas que apenas si aventuran propuestas de futuro, y los programas de actua-ción proyectados son tan indefinidos que cuesta pronunciarse sobre ellos, ya que dependiendo de quién acometiera su realización podrían convertirse en actuaciones muy dispares. No obstante, con-viene resaltar que este es el único trabajo de la Estrategia que trata de aportar una visión histórica, y en el que no encontramos el usual comentario sobre el reciente pasado idílico, sino una visión que nos parece mucho más realista del fenómeno turístico en la Isla. Nos encontramos, en nuestra opinión, ante una visión ingenua y académica del urbanismo, anterior a las nuevas necesidades que la crisis ambiental ha revelado. Es por ello que las preocupaciones del autor se centran en las usuales herramientas de la planificación urbanística (en las que tampoco se profundiza apenas). Así, vemos como destaca la ausencia de problemas cruciales que afectan a la sostenibilidad real: con respecto a la construcción, ni se menciona La planificación urbanística que se ha hecho durante décadas no ha prestado excesiva atención a la dimensión ambiental urbana 102 nº 5/6 la relación entre edificación y medio ambiente; la referencia a las consecuencias del urbanismo en la sostenibilidad local o global no aparece, destacando fundamentalmente la falta de análisis crítico del fenómeno de la conurbación y la creación de lejanía que supo-ne; las necesidades más perentorias de la población, entre las que resalta la cuestión de la vivienda, están también ausentes, de la misma forma que su participación a la hora de afrontar la solución de los problemas que le afectan. En suma, desde El Guincho lamen-tamos manifestar que nos parece un trabajo excesivamente general en el conjunto de sus propuestas en el que, por otra parte, destacan sustanciales ausencias. 1. Urbanismo y medio ambiente No es casual que el término urbanismo naciera en plena euforia industrializadora. Cuando lo acuñó Ildefonso Cerdá en 1867, las ciudades de Europa atravesaban por su etapa más negra, tanto desde el punto de vista ambiental como social, y las carencias más elementales eran tan evidentes que las argumentaciones higiénico-sanitarias dominaron la sensibilidad de los primeros urbanistas. Ya en el siglo XX, tras la Primera Guerra Mundial, nació en Francia y Alemania una escuela de arquitectura y planificación urbana que se ha terminado conociendo por el nombre de ‘racionalismo’. El francés Le Corbusier y los alemanes de la ‘Bauhaus’, Mies van der Rohe y Walter Gropius, son quizá sus más conocidos representan-tes. Esta corriente ha dominado la arquitectura y el urbanismo del occidente desarrollado durante los tres primeros cuartos del siglo. La lectura ambiental del ‘racionalismo’ debe plantearse más en sus efectos prácticos que en sus posicionamientos teóricos. Así, el prin-cipio de zonificación o de separación espacial de las funciones urbanas básicas (habitar, trabajar, desplazarse o divertirse) supuso, en principio, una mejora del ambiente urbano por el mero hecho de alejar de las viviendas la contaminación de las áreas productivas. Sin embargo, este planteamiento ha terminado por imponer la nece-sidad de realizar diariamente grandes desplazamientos, lo que abrió el camino al protagonismo del transporte motorizado en el medio urbano, responsable, como es sabido, de más del 60% de la conta-minación del aire en las ciudades de los países desarrollados. Contradicción parecida se podría aplicar al open planning o utili-zación generalizada del bloque abierto en altura (la ‘máquina de habitar’) como tipología constructiva de las áreas residenciales en la ciudad ‘racionalista’. La práctica que de la planificación urbanística se ha hecho durante El Guincho Se debe intervenir sobre todo en la ciudad existente y redimensionar a la baja las previsiones de expansión CdG 103 décadas no ha prestado excesiva atención a la dimensión ambiental urbana; en cierto sentido, parece inevitable que así fuera, habida cuenta de que la finalidad básica de la planificación urbana no era otra que ordenar y regular el suelo como soporte de las actividades sociales con arreglo a un esquema más o menos racional y con un objetivo eminentemente expansionista. El resultado final del pro-ceso urbanístico no es otro que acabar definiendo solares sobre los que se implantarán las distintas funciones que confluyen en la ciu-dad (vivienda, industria, servicios, etc.). La constatación de la actual crisis ecológica y la consiguiente con-sideración del suelo y el territorio como un recurso escaso está alumbrando las líneas básicas de un nuevo urbanismo que, tras cuestionar principios tan queridos para el ‘racionalismo’ como la zonificación, las redes arteriales o la aplicación jerárquica de los servicios, se quiere reconocer adscrito al principio de austeridad. Posición que se traduce, entre otras, en dos líneas básicas de actua-ción: intervenir sobre todo en la ciudad existente, con particular atención a los cascos históricos, y redimensionar a la baja las pre-visiones de expansión futura. El objetivo, en última instancia, será configurar un nuevo modelo de espacio urbano en el que una mayor complejidad de elementos sea compatible con el principio de aus-teridad, traducido en un menor consumo de espacio y de infraes-tructuras de todo tipo, así como de los restantes recursos amplia-mente utilizados en las ciudades (agua, energía, materiales, etc.). El estudio del conjunto urbano se ha concretado, en esta nueva perspectiva, en la concepción de la ciudad como un ecosistema. El campo de la Teoría de Sistemas abarca cualquier realidad conoci-da, desde el entorno hasta el universo, pasando por la molécula, la célula, el organismo, el bosque o la ciudad. Entre las características especiales de los ecosistemas urbanos podemos remarcar tres: una, el volumen de energía que hace funcionar el sistema; otra, la enor-me movilidad horizontal que permite explotar otros ecosistemas a distancias más o menos alejadas; y, por último, la gran complejidad que llegan a atesorar, con la inclusión de multitud de artefactos cul-turales portadores de información. No obstante, los avances ambientales en la práctica urbanística son todavía muy parciales y a menudo puramente retóricos; el imperio de la moda también ha dotado al urbanismo de un barniz ecológi-co, que además puede dar sustanciosos beneficios económicos en la actual etapa de frivolización de lo ambiental. Lo cierto es que las causas profundas del deterioro ambiental urbano apenas han sido El sistema urbanístico La óptica empleada responde a una visión ingenua y académica de los problemas urbanísticos y territoriales de Lanzarote 104 nº 5/6 alteradas ni puestas en entredicho. Y es que siguen estando plena-mente vigentes los principios inspiradores de nuestro modelo urba-no, que tan cuestionado formalmente se halla en textos y docu-mentos, a saber: la aceptación del modelo de crecimiento basado en la continua incorporación de nuevos espacios periféricos al conti-nuo urbano; el mantenimiento de la estructura segregada social y funcionalmente; la subordinación de la ciudad a la lógica del trans-porte privado; la ausencia de auténticas medidas de ahorro energé-tico, tanto en el transporte como en la vivienda; las oportunidades otorgadas a las actividades económicas que incentivan los despla-zamientos –como los centros comerciales periurbanos– con grave quebranto de la deseable plurifuncionalidad de las áreas residen-ciales –ejemplificado en el pequeño comercio próximo a la vivien-da–. En consecuencia, las medidas urbanísticas para la mejora ambiental no pasan de ser retóricas o circunstanciales, sin que por medio de ellas se pueda ni se pretenda llegar a las causas profundas del deterioro ambiental urbano. En este campo de la retórica ambiental situamos nosotros este documento, deudor de una visión urbanística anterior a la situación que la crisis ecológica ha puesto de manifiesto hace ya tiempo. De hecho, cuando se aborda el Sistema Urbanístico Insular los pro-gramas y actuaciones planteados quedan limitados exclusivamente a los tradicionales mecanismos de planificación: el PIOT y el pla-neamiento municipal, a lo que se añade un etéreo Plan de Capitalidad para Arrecife. 2. El sistema urbanístico insular Como ya se ha señalado, la óptica de análisis empleada responde esencialmente a una visión ingenua y académica de los problemas urbanísticos y territoriales de Lanzarote, que aporta pocos aspectos novedosos respecto del contenido del vigente Plan Insular de Ordenación. El documento explica confusamente la metodología empleada y no justifica adecuadamente los parámetros de valora-ción utilizados, lo que contrasta con otros trabajos de la Estrategia, cuyo contenido sí resulta útil desde el punto de vista de su aplica-ción a los procesos sobre los que se pretende incidir. En este traba-jo no existe la menor explicación del sistema de evaluación de los valores de referencia, por lo que se obtiene la impresión de que los resultados son extremadamente subjetivos. Esta subjetividad se plasma en algunas de las conclusiones del documento, como por ejemplo ocurre cuando se constata la ausen-cia de planeamiento actualizado en la mayoría de los municipios El Guincho La ausencia de planeamiento en la mayoría de los municipios no es más que un mecanismo de boicot al PIOT CdG 105 de la Isla, así como el bajo nivel ecológico que se detecta en los servicios ambientales (residuos, energías, etc.), o la ínfima calidad de la movilidad interior de la Isla, pero se concluye afirmando que con la excepción de Arrecife, el conjunto del sistema urbano insu-lar presenta una calidad media razonablemente alta. Este sesgo del documento quizá pueda deberse al fórceps concep-tual que supone tener que idear o improvisar un sistema de indica-dores para los aspectos urbanísticos y territoriales, en lugar de manejar los instrumentos que la técnica urbanística utiliza habi-tualmente, que permiten la elaboración de diagnósticos sectoriales más certeros que el realizado. Y, sobre todo, posibilitan un respal-do jurídica y técnicamente más sólido para la adopción de decisio-nes por parte del Cabildo Insular. La documentación escrita y gráfica del vigente Plan Insular de Ordenación constituía una buena base de partida para realizar un análisis de la dinámica urbanística y territorial de la última década, puesto que expresa con bastante precisión la situación existente a mediados de la década pasada, ya que el PIOT trabajó sobre datos de 1986-87. Éste debió ser un objetivo prioritario de este trabajo que se ha quedado sin hacer. La descripción genérica de los pro-blemas y posibles soluciones puede llevar a un irrelevante acuerdo; sin embargo, de lo que se trata es de identificar las causas para poder encauzar los procesos en la dirección que se considere ade-cuada, sobre todo si se pretende modificar las pautas de conducta que conspiran contra la sostenibilidad del desarrollo insular. Debe compartirse, por supuesto, la preocupación del autor por la ausencia de planeamiento actualizado en la mayoría de los munici-pios, así como el bajo nivel ecológico que se detecta en la planifi-cación y gestión de los servicios ambientales. Precisamente por eso se echa en falta una identificación de la situación respectiva muni-cipio a municipio, y una descripción de los problemas que está generando esta ausencia de planeamiento, que no es más que un mecanismo de boicot al proceso de adaptación al PIOT. Por consiguiente, si éste es un problema político de primer orden, que está en la base de buena parte de los problemas urbanísticos y territoriales, como la dispersión territorial o la contención y redi-mensionamiento del crecimiento de la oferta turística, debe identi-ficarse como tal y proponer las soluciones al respecto, para que pre-vean la posibilidad de que los ayuntamientos continúen bloquean-do el proceso de adaptación del planeamiento municipal al PIOT. Sorprende que, con la dimensión y escala alcanzados por el desa- El sistema urbanístico El proceso de revisión del PIOT debe trascender la mera modificación de la programación de plazas turísticas para abarcar muchos otros aspectos 106 nº 5/6 rrollo urbanístico en Lanzarote, la mayor parte de los municipios donde se concentra la expansión del fenómeno urbano haya optado conscientemente por carecer de instrumento de planeamiento gene-ral y del aparato técnico y jurídico necesario para gestionar fenó-menos de tanta complejidad, lo que inevitablemente somete a los municipios al poder de los promotores privados. De ahí que no pueda compartirse el estupor del redactor del documento al expre-sar el bajo nivel ecológico de los servicios ambientales o la ínfima calidad de la movilidad insular, porque éstas no son consecuencias casuales, sino el resultado directo e inmediato del caos inducido por la falta de planificación y, consecuentemente, la ausencia abso-luta de criterios de gestión del fenómeno urbano. Esta carencia del texto –parcialmente suplida por los informes téc-nicos del Cabildo, incorporados al Documento de Aprobación Inicial de la Revisión del Plan Insular–, resulta particularmente inexplicable si se consideran las frecuentes alusiones que en él se hacen a la capacidad instrumental y operativa del planeamiento insular y municipal para resolver la mayor parte de los problemas urbanísticos y territoriales que está generando el desarrollo insular reciente: Tanto el PIOT como el planeamiento municipal son mecanismos eficientes para rectificar la mayor parte de los dese-quilibrios encontrados. En este sentido, aparecen algunas críticas veladas al sobredimen-sionamiento en la oferta de suelo en el propio Plan Insular, que no encuentran posteriormente la adecuada propuesta de solución: el 72% del suelo asignado por el PIOT de Lanzarote a los asenta-mientos turísticos y no turísticos se encuentra sin edificar... Resulta preocupante que el propio Plan Insular que sirve de referencia a este planeamiento (municipal), autorice máximos de expansión excesivamente holgados. Partiendo de tales datos, no acaba de entenderse que el documento se incline por provocar revisiones puntuales del Plan Insular, cuando resulta evidente que buena parte de los problemas radica en la insuficiente gestión del mismo, y en su limitada capacidad operativa en su versión actual. Esta es la razón central por la que El Guincho ha planteado en sus recientes alegaciones en el procedimiento de Revisión del Plan que el proce-so de revisión debe trascender la mera modificación de la progra-mación de plazas turísticas, para abarcar otros muchos aspectos que le permitan multiplicar su capacidad operativa e instrumental para orientar el desarrollo insular hacia la sostenibilidad. El Guincho El informe aborda la ‘capacidad de carga’, pero la habitual indefinición impide llegar a conclusiones claras CdG 107 3. La capacidad de carga Efectivamente, en cualquier propuesta que afecte a la utilización del territorio insular el concepto de ‘capacidad de carga’ resulta clave a la hora de adoptar políticas o criterios que nos encaminen hacia la sostenibilidad. El informe aborda este concepto, pero la habitual indefinición impide llegar a conclusiones claras. Se dice que en este aspecto se superponen el análisis objetivo y la valora-ción subjetiva de la sociedad insular. Conviene añadir, no obstan-te, como en cualquier trabajo, la visión subjetiva de quien redacta. Con referencia a la densidad de población, se destaca que el índice actual es 143 habitantes por km2. Este nivel de densidad es sentido entre la población residente como una sensación de ‘espacio col-matado’. Sin embargo, para el redactor el valor en sí mismo no parece que sea objetivamente alto. ¿Con relación a qué densidades de referencia no parece ‘objetivamente’ alto? La cifra nacional española es de 78 habitantes por km2 y la media de la Unión Europea es de 115. ¿Alrededor de qué cifra consideraríamos que se rebasa la capacidad de carga de la Isla? Sobre la ocupación territorial, el índice actual está en torno al 5% de suelo ocupado referido a la superficie total de la Isla. Esta ocu-pación es percibida como muy alta por la sociedad insular. Pero, otra vez, la subjetividad de la sociedad insular queda como única manifestación; el autor no se pronuncia acerca de si esta ocupación es ‘objetivamente’ alta, tan sólo propone que pueda elevarse al 6%. A la hora de referirse al equilibrio poblacional sí encontramos un pronunciamiento claro: Su medición se ha disparado en los últimos diez años, presentando valores que objetivamente sobrepasan la capacidad de carga del ecosistema insular. El valor actual de este indicador es del 68%, expresado en camas/habitantes de derecho, cifra que triplica holgadamente la media del territorio canario... Se trata, por consiguiente, de programar ritmos de crecimiento de la afluencia turística y de la fabricación de camas turísticas que permitan situar el índice de Equilibrio Poblacional en un valor de 0,64 camas/habitante dentro de 10 años, dejando la puerta abierta a futuras políticas que tiendan, a largo plazo, hacia el valor de 0,50 camas/habitante, cifra que se considera prudente para una actividad turística sostenible. Por supuesto que la relación entre la cantidad de turistas y la pobla-ción residente es un componente fundamental a la hora de abordar la capacidad de carga de un territorio. El problema es que la Estra-tegia enmascara lo que en realidad se defiende, que no es ni más ni El sistema urbanístico La periferia de las conurba-ciones es la negación de la ciudad 108 nº 5/6 menos que un notable incremento de la población residente (y de nuevos inmigrantes) que permita continuar aumentando el numero de turistas a recibir en la Isla. Con este mecanismo el objetivo sos-tenible de una cama por cada dos residentes (el valor de 0,50) se conseguiría con otros miles más de inmigrantes. Hablar de capaci-dad de carga con propuestas como éstas no parece de recibo. Además, si se analiza la relación entre camas turísticas y residen-tes, parece obligado considerar la relación entre las camas y la superficie insular en un trabajo sobre el territorio. Suele conside-rarse que para una actividad turística sostenible no debe sobrepa-sarse la cifra de 20 camas por km2. Pues bien, en Lanzarote la can-tidad es de 62,45 en el año 96, un 50% por encima de la media del Archipiélago y tres veces mayor que el criterio de sostenibilidad. Quizá con este guarismo, más relacionado con el territorio, que-daría claro que la capacidad de carga de la Isla con relación a su uso turístico se sobrepasó hace ya tiempo, y no sería necesario mante-nerse en la indefinición en la que se sitúa el documento. 4. La ciudad difusa: la conurbación Una de las aportaciones del área de urbanismo de la Estrategia la encontramos en la nueva definición como conurbación de la franja que se extiende desde Puerto del Carmen hasta Costa Teguise, tomando como centro el puerto de Arrecife. Esta incipiente estruc-tura urbana polifuncional y diversa se analiza en unas cuantas fra-ses: en términos generales, esta estructura es buena y tiene capa-cidad de recoger las tendencias de futuro; una estructura física de alto interés y calidad; aloja también una interesante diversidad poblacional; la densidad de población resulta razonable. Y sus posibles problemas quedan reducidos a que la problemática que se observa deriva fundamentalmente de la descoordinación entre las iniciativas que vierten en su conjunto las diferentes administracio-nes implicadas. Por tanto, la actuación propuesta se resume en un genérico Esquema Director de Ordenación, cuyo objetivo es definir las líneas maestras para la organización territorial coordinada de la conurbación. Y, prácticamente, esto es todo. La definición unitaria de esta franja territorial nos parece un acier-to. Las conurbaciones son el fenómeno urbanístico por excelencia de las últimas décadas en las ciudades del mundo desarrollado. Sin embargo, sorprende la falta de análisis concreto de la conurbación examinada y la valoración de esta expansión de la ciudad, que hoy en día constituye el centro de la discusión de todas las gentes pre-ocupadas por las consecuencias ambientales del desarrollo urbano. El Guincho A medida que la comunidad del barrio abandona su papel de regulación la estabilidad social se resiente CdG 109 Ambientalmente hablando, estas conurbaciones son un paradigma de despilfarro, tanto directo (uso masivo de suelo o gastos de ilu-minación) como indirecto (dependencia exterior de los usuarios e incremento de los viajes). Las tendencias de reubicación y rees-tructuración espacial se expresan, pues, consumiendo importantes extensiones de territorio y se manifiestan principalmente fuera de los espacios previamente construidos, de carácter más compacto, disolviéndose los límites de la ‘ciudad’. La dimensión de la perife-ria de las conurbaciones es tal que rompe cualquier relación exis-tente (semántica, cultural, urbanística) con la ciudad a la que, nor-malmente, pertenece. La periferia crece con reglas propias, unifor-mes, empobrecedoras, destructivas del espacio urbano; no guarda memoria de la historia del lugar, ni de su identidad. La periferia de las conurbaciones es la negación de la ciudad. Por otro lado, en los nuevos territorios urbanos el barrio se trans-forma en ‘zona residencial’. Y este espacio deja de ser un lugar de sociabilidad para convertirse simplemente en un recinto segregado y homogéneo, y, por tanto, de exclusión de la diversidad social. De manera simétrica se transforma la vivienda, que ‘intenta’ acoger lo poco que queda de las relaciones sociales sustraídas a los espacios públicos tradicionales –la calle y la plaza–. Espacios públicos que son progresivamente arrollados en la ciudad histórica por la movi-lidad motorizada (fundamentalmente privada), y que en los nuevos desarrollos pasan también a destinarse, de forma casi exclusiva y excluyente, a la función de transportarse. Lo que refuerza aún más la tendencia al refugio de la ‘sociabilidad’ en la intimidad del espa-cio residencial privado. La ‘ciudad’, mientras tanto, se va vaciando de contenido, las rela-ciones vecinales, la regulación de comportamientos por conoci-miento y afectividad, la identidad con el espacio, las probabilidades de contacto que ofrece el espacio público, etc., se van diluyendo. A medida que la comunidad del barrio abandona su papel de regula-ción, la estabilidad social se resiente. La ciudad sociable, con sus vecindarios unidos, sus talleres, bares, tiendas, mercados y centros culturales, se ha sacrificado por un paisaje anónimo de centros comerciales y suburbios en expansión. Y todo ello por un modelo productivo y territorial que cada vez consume más recursos de todo tipo (agua, energía, suelo...), que induce un creciente impacto ambiental local y global (contamina-ción, residuos, reforzamiento del cambio climático...), que incenti-va una profundización en los desequilibrios territoriales y en las El sistema urbanístico La creación de proximidad, que permite vivir, trabajar y comprar sin tener que desplazarse grandes distancias, se ha convertido en un concepto clave 110 nº 5/6 desigualdades sociales de todo tipo, y que agudiza la dependencia exterior, ampliando la ‘huella ecológica’. Al tiempo que su expan-sión desarticula otras formas productivas y territoriales menos con-sumidoras de recursos, de menor impacto ambiental, más intensi-vas en actividad humana, más acordes con las características de los espacios sobre los que se asentaba y, por tanto, más autosuficientes. Las actuales conurbaciones delatan la creciente insostenibilidad del modelo urbanístico actual. Por ello, decíamos, se echa en falta la ausencia de valoración alguna de un fenómeno como éste en un tra-bajo urbanístico que se encuadra en una Estrategia hacia el desa-rrollo sostenible. De hecho, la propuesta de aumentar levemente la densidad de los núcleos rurales –que nos parece correcta– no se repite en este capítulo; donde resulta más relevante el problema ni se menciona la posible solución. 5. La ciudad compacta En los últimos tiempos la reivindicación del concepto de ciudad compacta se ha extendido entre todos aquellos que buscan formas de frenar la insostenibilidad creciente de las conurbaciones. Incluso la Unión Europea lanzó, hace varios años, directrices para revivir el concepto de ciudad compacta. La creación de proximidad, que permite a las personas vivir, trabajar y comprar sin que tengan que desplazarse grandes distancias, se ha convertido en un concepto clave para la transformación sostenible de los espacios urbanos. El modelo de ciudad compacta y densa, con continuidad formal, multifuncional, heterogénea y diversa en toda su extensión, permi-te concebir un aumento de la complejidad de sus partes internas que es la base para obtener una vida social cohesionada y una platafor-ma económica competitiva, al mismo tiempo que se ahorra suelo, energía y recursos materiales, y se preservan los sistemas agrícolas y naturales próximos. Este modelo puede encajar, perfectamente, con el primer objetivo de la ciudad, que es aumentar las probabili-dades de contacto, intercambio y comunicación entre los diversos sectores (personas, actividades, asociaciones e instituciones) sin comprometer la calidad de vida urbana y la capacidad de carga de los ecosistemas periféricos. La mezcla de gente y actividades diver-sas en un mismo espacio es la garantía de pervivencia de un siste-ma porque proporciona estabilidad, cohesión social y madurez. En la ciudad compacta la ‘creación de proximidad’ permite resol-ver el gran problema del transporte urbano en sentido contrario al que viene obligado por el modelo disperso. El número de viajes a pie, método que sigure siendo el más utilizado en la ciudad com- El Guincho La planificación urbana debe velar para que las construc-ciones no contribuyan a agravar la insostenibilidad del medio urbano CdG 111 pacta, se puede aumentar incrementando la calidad urbana, mejo-rando el diseño de la vía, incluidas las partes más pequeñas (aceras, vados permanentes...), mejorando los itinerarios peatonales y el mosaico de plazas y zonas verdes, etc. Criterios a los que debe sumarse la utilización de la bicicleta y un transporte público efi-ciente y digno (algo desconocido en Lanzarote). Ninguno de estos criterios aparecen en el documento que nos ocupa. Sólo encontraremos tres aspectos parciales de los graves y profundos problemas que afectan a la ciudad de Arrecife: En pri-mer lugar, dotando a los barrios de un nivel urbano con una cali-dad medioambiental de infraestructuras y de dotaciones equipara-bles a los núcleos urbanos del resto de la Isla. En segundo lugar, acometiendo las actuaciones de identificación urbana para que la estructura básica de la ciudad resulte perceptible. En tercer lugar, programando las estrategias de capitalidad que son vitales para el conjunto del sistema insular. Como puede verse, el documento continúa moviéndose en la generalizada indefinición. Situación que varía levemente en su capítulo dedicado a La Marina y el Casco histórico, donde se ofrece algún criterio –pocos y excesivamente generales, es cierto– a seguir para el Plan de Rehabilitación Integral de la zona. 6. Sostenibilidad urbana y sectores ambientales clave Cada vez más, se pone en evidencia la importancia de definir las políticas ambientales urbanas con criterios de sostenibilidad. Simplemente, porque si no conseguimos que nuestras ciudades sean sostenibles tampoco conseguiremos que lo sea el propio pla-neta como ecosistema global. No existe, en el informe que nos ocupa, una visión de conjunto que aborde la sostenibilidad de los enclaves urbanos como criterio globalizador desde el cual atender a las manifestaciones concretas. Tampoco se afrontan las causas de la insostenibilidad actual de esos asentamientos que pudieran per-mitirnos entrever la nueva dirección en la que deberían enmarcarse los problemas urbanos lanzaroteños. Podría argumentarse (y se ha hecho) que los aspectos que afectan a la sostenibilidad urbana se encuentran en otras áreas de la Estrategia. Sin embargo, este criterio no nos resulta convincente; existen soluciones urbanísticas o constructivas que resultan impres-cindibles para colaborar a la resolución de los numerosos proble-mas de las ciudades. De hecho, esta área debía complementar las medidas que se proponen en el capítulo de la Estrategia denomina-do Los sectores ambientales clave. A título de ejemplo, podemos El sistema urbanístico Cada edificio con aire acondicionado en la Isla supone un fracaso arquitectónico y medioambiental 112 nº 5/6 indicar algunas de las lagunas que en este terreno encontramos: Energía. En este terreno las características constructivas de los edi-ficios resultan determinantes en la creación de los problemas medioambientales que se manifiestan en el ámbito del alojamiento y su directa implicación en el agravamiento de muchos de los refle-jados en las ciudades y en el entorno natural. Resulta necesario valorar la incidencia medioambiental del conjunto del proceso constructivo, que incluye variados aspectos: • Extracción de rocas, minerales y materiales de todo tipo. • Gastos energéticos y procedimientos para la fabricación de elementos constructivos. • Gastos energéticos y procedimientos para la fabricación de sistemas y equipos de instalaciones. • Transporte de materiales, elementos y equipos. • Puesta en obra, medios y maquinaria. • Gastos energéticos en climatización e iluminación y con-taminación derivada. • Mantenimiento y uso, agua, residuos y vertidos. • Reutilización y procedimientos para cambios de uso. • Derribo y derivaciones del abandono de las edificaciones. Al relacionar cada una de estas fases con los principales problemas medioambientales actuales, se descubre la verdadera extensión de las repercusiones derivadas de la construcción y nuestro asombro porque nada de esto aparezca en esta área de la Estrategia. Es imprescindible dedicar una atención preferente a la calidad ambien-tal derivada del diseño de nuestros edificios. La planificación urba-na debe velar para que las construcciones no contribuyan a agravar, como está ocurriendo, la insostenibilidad del medio urbano. La construcción con criterios bioclimáticos se apoya en el clima y la vegetación local, la orientación, la pendiente, los materiales loca-les... Es decir, lo contrario de lo que está sucediendo en Lanzarote y, especialmente, en la conurbación donde se concentran la mayor parte de las edificaciones. Ya es hora de que los diseños construc-tivos y su plasmación en el planeamiento urbanístico tengan en cuenta estos criterios y no sólo aspectos estéticos de cara a la ima-gen turística. Puede decirse, por ejemplo, que cada edificio con aire acondicionado en la Isla supone un fracaso arquitectónico y medio-ambiental, y para recordarnos negativamente este criterio tendre-mos siempre presente la emblemática sede del Cabildo Insular. Transporte. Se han comparado las consecuencias del automóvil en la ciudad a los de una ‘bomba’ lenta, una bomba cuya onda expan- El Guincho Cien personas en una guagua sólo requieren 40 m2 de superficie vial; por el contrario, 100 personas en un coche cada una precisan unos 2.000 CdG 113 siva tuviera la virtud de desperdigar edificios y actividades en varios kilómetros a la redonda y cuyo principal efecto en el interior fuera el de destruir la propia esencia de las urbes: la convivencia y comunicación de las personas. La movilidad peatonal se va redu-ciendo paulatinamente, por los cambios que se producen en la con-figuración de las conurbaciones, que incrementan la longitud de los viajes a realizar, y por las políticas de transporte que se aplican, en las que ni los viandantes ni los ciclistas gozan de ninguna prioridad. Cien personas en una guagua sólo requieren 40 metros cuadrados de superficie vial; por el contrario, 100 personas en un coche cada una precisan unos 2.000. Esta comparación ilustra una cruda reali-dad: los coches y su increible demanda de superficie vial configu-ran hoy en día la ciudad moderna. Y vuelve a ser evidente que este problema afecta de manera inequívoca al planeamiento urbanístico y a la ordenación del territorio, aunque en este documento no se haga la menor alusión al asunto. Por tanto, la sostenibilidad insular requiere la transformación de los criterios con los que se constru-yen nuestras carreteras, se diseñan las calles y, en general, los cri-terios urbanísticos para que favorezcan la creación de proximidad a la que aludíamos cuando contraponíamos la ciudad difusa a la ciu-dad compacta. Criterio que, ya decíamos, se demuestra clave en cualquier alternativa urbana sostenible. Agua. La expansión de la conurbación, la proliferación de nuevas tipologías residenciales (chalés adosados, casas terreras aisladas cada vez más alejadas de los centros urbanos) y turísticas y sus correspondientes equipamientos (piscinas, plantas ornamentales, césped...), la construcción de segundas residencias, determinados servicios de ocio para el turismo (entre los que la industria del golf supone la peor amenaza), etc., han contribuido a una verdadera explosión del consumo de agua. El planeamiento urbanístico es una pieza clave a la hora de detener el incremento del consumo de agua que se está produciendo en la Isla. Además de los propios criterios constructivos que deben ser recogidos en la normativa municipal e insular: la construcción o el mantenimiento de los aljibes, la posible reutilización de maretas, la recogida de las aguas pluviales en los grandes edificios urbanos y turísticos, la implementación de tecnologías de ahorro del consumo de agua en las nuevas construcciones y en cualquier rehabilitación. 7. La vivienda: un ‘recurso’ escaso La vivienda no es sólo la estructura física que nos protege del medio físico, sino que cumple otras muchas funciones de intimi- El sistema urbanístico Hoy en día, parece que se considera un ‘hecho natural’ el que la vivienda se haya convertido en un bien prohibitivo para la mayor parte de la población 114 nº 5/6 dad, relación familiar y personal, alimentación, higiene personal... A través de todas ellas influye en la salud de quienes la habitan, favoreciéndola o dificultándola. Las características de las vivien-das, el espacio que ocupan en la estructura urbana y la forma de tenencia de las mismas por sus habitantes reflejan en gran parte las diferencias de clase existentes en la ciudad, dando lugar a barrios diferenciados espacialmente y homogéneos socialmente, en lo que se denomina segregación social. A mediados de los setenta, un obrero especializado podía acceder a una vivienda destinando dos años de su salario íntegro a la compra de la misma. Al filo de los noventa, necesitaba dedicar aproxima-damente doce años de su sueldo. Hoy en día, parece que se consi-dera un ‘hecho natural’ el que la vivienda se haya convertido en un bien prohibitivo para la mayor parte de la población. No dispone-mos de datos ciertos sobre la situación lanzaroteña, pero no hace falta estar muy informado para saber que la bonanza económica local de los últimos años ha disparado hasta niveles inauditos el precio de la vivienda y que, además, encontrar un alojamiento de alquiler en la Isla comienza a considerarse milagroso, aunque se esté dispuesto a pagar una buena cantidad de pesetas. En un territorio limitado, las disponibilidades de suelo que una familia pueda tener para ayudar a los miembros de la nueva gene-ración van disminuyendo, como no podía ser de otra manera, con el paso de las generaciones; los precios de las viviendas siguen, en estos momentos, increméntandose a una velocidad vertiginosa; y las restricciones a la construcción de alojamientos turísticos pueden contribuir a encarecer aún más la vivienda en Lanzarote. Por ello, que no aparezca en esta área, ni en ningúna otra de la Estrategia, el problema de la vivienda en la Isla denota, en primer lugar, la falta de rigor del trabajo; y, después, hasta qué punto la dependencia económica de quienes nos visitan ha inducido hábitos que, en oca-siones, impiden ver la realidad de los sectores menos favorecidos de la población insular. 8. ‘Enverdecer’ la ciudad Salvo unas escuetas referencias al arbolado incluidas en el conjun-to de acciones apuntadas sin detalle alguno, puede decirse que el ‘enverdecimiento’ de Arrecife se encuentra ausente del trabajo. Y pocas ciudades están tan necesitadas de una política en este sentido como Arrecife. Las ciudades son islas de calor artificial, varios grados más calien-tes que la periferia debido a tres factores fundamentales. Primero, El Guincho Encontrar un alojamiento de alquiler en la Isla comienza a considerarse milagroso CdG 115 porque atrapan el calor del sol en las azoteas, las superficies pétre-as, el asfalto y el hormigón, reenviándolo al aire ambiental. Segundo, porque son centros de consumo de energía muy impor-tantes: en los países desarrollados se emplean entre 5 y 10 kilova-tios de energía por persona y día. Los vehículos, los electrodomés-ticos y las bombillas desprenden calor, y los aires acondicionados enfrían el aire interior calentando el de fuera. Tercero, porque des-prenden gases y polvo que se acumulan en las capas de aire por encima de las ciudades y contribuyen a su calentamiento. En los últimos tiempos, la necesidad de árboles en Arrecife ha sido reivindicada por algunos colectivos y ciudadanos, pero raras veces la discusión sobrepasa la función decorativa o estética del arbola-do. Efectivamente, los árboles son bonitos, pero también aportan valiosos beneficios ambientales. Son el aire acondicionado de la ciudad, pero sin efectos nocivos: un sólo árbol puede transpirar hasta 380 litros de agua diarios, refrescando el aire próximo; además, la sombra sobre fachadas y pavimentos contribuye a redu-cir la acumulación de calor por la insolación de los mismos. También absorben y filtran el polvo contaminado de las ciudades: un abeto de 40 cm de diámetro puede eliminar 19,5 kg al año de azufre en el aire, sin que le sea perjudicial; en las calles emiten oxí-geno durante el día y ayudan a reducir el monóxido y el dióxido de carbono a lo largo de las rutas de tráfico denso. Disminuyen el nivel de ruido de la ciudad. Por último, las zonas verdes, pulmones de la ciudad, contribuyen indudablemente a mejorar la salud física y psí-quica de sus habitantes. Otros dos factores merecen ser reseñados: en primer lugar, la vege-tación facilita que la ciudad pueda convertirse también en un refu-gio de vida silvestre, en ella se consume y se tira gran cantidad de alimento que alienta a algunas especies a asentarse en ella. Lo que ha ocurrido con las garzas bueyeras en Arrecife no es una excep-ción, las ciudades de Norte América tienen más pájaros que el campo que las rodea. En segundo lugar, los espacios verdes urba-nos pueden aportar una fuente de alimento. Algunos de los solares desperdigados por Arrecife podrían convertirse en huertos urbanos y la agricultura periurbana, que hoy se defiende en multitud de ciu-dades, encontraría un espacio adecuado en todos los terrenos baldíos de la periferia de nuestra capital (a pesar de su población de 12,5 millones de personas, Shanghai es casi autosuficiente en su producción de vegetales y cereales). Además, habría que conside-rar la posibilidad de que los árboles frutales constituyeran una parte El sistema urbanístico Un solo árbol puede transpirar hasta 380 litros de agua diarios, refrescando el aire próximo 116 nº 5/6 esencial del paisaje urbano (Estocolmo y Praga están llenas de manzanos, ciruelos y perales). Todas estas zonas verdes deberían proporcionar la oportunidad de completar una trama verde urbana diseñada para ser operativa en su conjunto, buscando su interconexión por medio de corredores que permitan un efecto de archipiélago vegetal del conjunto, sin que resulten imprescindibles grandes extensiones para dar lugar a una ciudad verde. Mientras no se calibren correctamente los beneficios ambientales del enverdecimiento para la población urbana, en tanto que garante de la calidad ambiental y proveedor de oportunidades de ocio, recreo o reencuentro, su presencia en el planeamiento urbano seguirá teniendo un papel pasivo y meramente estético, como ocurre en este trabajo. 9. La ciudad de todos Habitualmente, los planificadores, cuando hacen sus zonificaciones y delimitaciones, dan por sabido lo que la gente desea, pero saben muy poco realmente sobre cómo se desenvuelven su medio ambiente cotidiano en el tiempo de trabajo, de relación o de ocio. En cuanto a la participación, tanto en la redacción de los planes como en su aplicación, queda reducida a un simple y a menudo enojoso trámite que hay que superar por imperativo legal o conve-niencia política. Por contra, si se aspira a reestructurar ambiental-mente la ciudad hay que movilizar la opinión y participación de los ciudadanos y la colaboración y coordinación de todas las instancias sociales, económicas e institucionales que tengan algo que ver con el medio ambiente urbano, que son prácticamente todas. En el documento, la participación ciudadana se menciona exclusi-vamente de pasada en una ocasión: en el último párrafo del texto refiriéndose al conjunto Marina-Casco Histórico. Ni siquiera cuan-do se plantea actuar en los barrios de Arrecife aparece la participa-ción de los vecinos: los agentes implicados son el Cabildo y el Ayuntamiento. No se ha tenido en cuenta lo que en otro texto sos-tenía el director de la Estrategia, Fernando Prats: “es importante fomentar la información y potenciar la participación de los ciuda-danos en la definición del futuro de sus ciudades... Se trataría al fin y al cabo de fortalecer la capacidad de interpretación y de respon-sabilidad local alrededor de sus problemas fundamentales”. A nosotros nos gustaría añadir que la sustentabilidad del ecosiste-ma ha de tener en cuenta no sólo la diversidad de los componentes naturales o artificiales que lo integran, con sus variadas relaciones en proceso continuo, sino, sobre todo, los elementos humanos con El Guincho Habría que considerar la posibilidad de que los árboles frutales constituyeran una parte del paisaje urbano CdG 117 sus diferentes necesidades y conductas. Además, podríamos conse-guir un modelo urbanístico muy sostenible en apariencia, pero si no se cuenta con la implicación de las personas estaríamos imponien-do algo que acabaría por no funcionar. 10. Conclusión Como hemos ido poniendo de manifiesto a lo largo de estas pági-nas, no compartimos la visión del urbanismo que el documento El Sistema Urbanístico deja traslucir. No obstante, hemos tratado de contrastar nuestro desacuerdo con ‘autoridades’ nada sospechosas de radicalismo ecologista para fundamentar nuestra discrepancia a la hora de evaluar el informe. El Libro Verde del Medio Ambiente Urbano de la Comunidad Europea de 1990 ofrece una visión urbanística que, a la hora de pre-sentar sugerencias para las futuras líneas de actuación, ataca las limitaciones de los enfoques sectoriales y apuesta por dirigirse a los orígenes de los problemas y no sólo a los síntomas. En suma, se asume decididamente el rechazo a la sectorialización de la política ambiental en el conjunto de las políticas urbanas; antes al contra-rio, la política ambiental debe empapar la gestión y la administra-ción de las ciudades, concebidas como un sistema integrado. Ahora bien, para que esto ocurra debe tener un papel influyente tanto sobre el planeamiento urbanístico como sobre la ordenación del territorio. Asimismo, el Libro Verde dedica una atención preferen-te a la calidad ambiental derivada del diseño de los edificios. El Campo de Acción 11 del Programa Hombre y Biosfera de la UNESCO, centrado en el análisis interdisciplinar de los sistemas urbanos, ha ido desarrollando una metodología basada en el análi-sis de flujos que reviste un gran interés como instrumento de ges-tión y planificación urbana. Las tesis fundamentales del Programa M&B 11 desde 1973 en su aproximación al esquema urbano y los objetivos a los que debe atenerse son: 1. Evaluar los asentamientos como ecosistemas, particularmente desde el punto de vista de los flujos y la utilización de la energía y de las materias primas, de los flujos de información, de los flujos de personas y de los comportamientos de éstas. 2. Analizar la interacción entre asentamientos urbanos y ambiente externo, con una atención particular a todos sus efectos recíprocos y a la necesidad de una planificación ajustada para la utilización y conservación óptima de los recursos naturales renovables. 3. Evaluar las relaciones causa-efecto en el interior de los asenta-mientos humanos considerados como ecosistemas, la interacción El sistema urbanístico Podríamos conseguir un modelo urbanís-tico muy soste-nible, pero si no se cuenta con la implicación de las personas acabaría por no funcionar 118 nº 5/6 entre éstos y su entorno, las condiciones de vida de la población así como su estado de salud y bienestar. 4. Analizar los procesos de adaptación cultural a las influencias del ambiente. Fernando Prats, Valores de referencia para evaluar el interés de las prácticas urbanas y locales en España, en el Primer catá-logo español de buenas prácticas. Dividido en 4 apartados, trans-cribimos los títulos del dedicado a la estructura espacial por care-cer de espacio para hacerlo con el conjunto de los razonamientos: 1. Adaptación de la estructura urbanística a las condiciones espa-ciales y ambientales locales. 2. Racionalidad en la resolución espacial de las necesidades socia-les en relación al nuevo crecimiento y la rehabilitación del patri-monio edificado. 3. Ordenación de los bienes y servicios urbanos y del propio espa-cio de la ciudad de forma que se favorezcan los desplazamientos peatonales y por transporte público. 4. Fomento de la riqueza, diversidad y complejidad del tejido urbano. 5. Adaptación del espacio urbano y de la edificación a los requeri-mientos ambientales y de calidad de vida en la ciudad. Prácticamente ninguno de los criterios que reflejan estos textos los encontramos en el documento de la Estrategia. Es por ello que nos reafirmamos en considerar este trabajo una oportunidad perdida para la clarificación de la realidad lanzaroteña de los últimos años en lo que se refiere a la planificación urbanística y a la ordenación del territorio. Pero sobre todo, creemos que los escasos criterios de actuación futura que el trabajo plantea no se encuadran en una alternativa que pueda dirigirse hacia un desarrollo sostenible. Finalmente, no se ha cuestionado el presente modelo de ‘desarro-llo’ lanzaroteño en su faceta urbanística y territorial, capaz de gene-rar, en el corto plazo, una gran acumulación de riqueza monetaria para unos pocos, pero que induce unos desequilibrios económicos, sociales, territoriales y ecológicos que hacen muy difícil su viabili-dad a medio y, sobre todo, a largo plazo. El Guincho No se ha cuestionado el presente modelo de ‘desarrollo’ lanzaroteño en su faceta urbanística y territorial CdG 119
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Calificación | |
Título y subtítulo | El sistema urbanístico |
Publicación fuente | Cuadernos del Gincho |
Numeración | Número 05-06 |
Sección | La Estrategia Lanzarote en la Biosfera |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Arrecife de Lanzarote |
Editorial | El Guincho |
Fecha | 1998-10 |
Páginas | pp. 102-119 |
Materias | Ecología ; Canarias ; Lanzarote ; Publicaciones periódicas |
Enlaces relacionados | Página web http://www.laopiniondelanzarote.com/cuadernos/secuestro/secuestro.htm |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 55584 Bytes |
Texto | El sistema urbanístico El Sistema Urbanístico, volumen 5 de la Estrategia Lanzarote en la Biosfera, redactado por Luis Díaz Feria, ocupa el espacio destina-do al análisis y las propuestas en el campo del urbanismo y la orde-nación territorial. La primera conclusión que puede extraerse de la lectura de este trabajo, dada su generalidad e inconcreción, es que se ha perdido una magnífica ocasión para abordar una valoración crítica del urbanismo, la ordenación del territorio y la edificación durante los últimos años en Lanzarote. Los escenarios sostenibles que se apuntan se componen siempre de unas escasas líneas que apenas si aventuran propuestas de futuro, y los programas de actua-ción proyectados son tan indefinidos que cuesta pronunciarse sobre ellos, ya que dependiendo de quién acometiera su realización podrían convertirse en actuaciones muy dispares. No obstante, con-viene resaltar que este es el único trabajo de la Estrategia que trata de aportar una visión histórica, y en el que no encontramos el usual comentario sobre el reciente pasado idílico, sino una visión que nos parece mucho más realista del fenómeno turístico en la Isla. Nos encontramos, en nuestra opinión, ante una visión ingenua y académica del urbanismo, anterior a las nuevas necesidades que la crisis ambiental ha revelado. Es por ello que las preocupaciones del autor se centran en las usuales herramientas de la planificación urbanística (en las que tampoco se profundiza apenas). Así, vemos como destaca la ausencia de problemas cruciales que afectan a la sostenibilidad real: con respecto a la construcción, ni se menciona La planificación urbanística que se ha hecho durante décadas no ha prestado excesiva atención a la dimensión ambiental urbana 102 nº 5/6 la relación entre edificación y medio ambiente; la referencia a las consecuencias del urbanismo en la sostenibilidad local o global no aparece, destacando fundamentalmente la falta de análisis crítico del fenómeno de la conurbación y la creación de lejanía que supo-ne; las necesidades más perentorias de la población, entre las que resalta la cuestión de la vivienda, están también ausentes, de la misma forma que su participación a la hora de afrontar la solución de los problemas que le afectan. En suma, desde El Guincho lamen-tamos manifestar que nos parece un trabajo excesivamente general en el conjunto de sus propuestas en el que, por otra parte, destacan sustanciales ausencias. 1. Urbanismo y medio ambiente No es casual que el término urbanismo naciera en plena euforia industrializadora. Cuando lo acuñó Ildefonso Cerdá en 1867, las ciudades de Europa atravesaban por su etapa más negra, tanto desde el punto de vista ambiental como social, y las carencias más elementales eran tan evidentes que las argumentaciones higiénico-sanitarias dominaron la sensibilidad de los primeros urbanistas. Ya en el siglo XX, tras la Primera Guerra Mundial, nació en Francia y Alemania una escuela de arquitectura y planificación urbana que se ha terminado conociendo por el nombre de ‘racionalismo’. El francés Le Corbusier y los alemanes de la ‘Bauhaus’, Mies van der Rohe y Walter Gropius, son quizá sus más conocidos representan-tes. Esta corriente ha dominado la arquitectura y el urbanismo del occidente desarrollado durante los tres primeros cuartos del siglo. La lectura ambiental del ‘racionalismo’ debe plantearse más en sus efectos prácticos que en sus posicionamientos teóricos. Así, el prin-cipio de zonificación o de separación espacial de las funciones urbanas básicas (habitar, trabajar, desplazarse o divertirse) supuso, en principio, una mejora del ambiente urbano por el mero hecho de alejar de las viviendas la contaminación de las áreas productivas. Sin embargo, este planteamiento ha terminado por imponer la nece-sidad de realizar diariamente grandes desplazamientos, lo que abrió el camino al protagonismo del transporte motorizado en el medio urbano, responsable, como es sabido, de más del 60% de la conta-minación del aire en las ciudades de los países desarrollados. Contradicción parecida se podría aplicar al open planning o utili-zación generalizada del bloque abierto en altura (la ‘máquina de habitar’) como tipología constructiva de las áreas residenciales en la ciudad ‘racionalista’. La práctica que de la planificación urbanística se ha hecho durante El Guincho Se debe intervenir sobre todo en la ciudad existente y redimensionar a la baja las previsiones de expansión CdG 103 décadas no ha prestado excesiva atención a la dimensión ambiental urbana; en cierto sentido, parece inevitable que así fuera, habida cuenta de que la finalidad básica de la planificación urbana no era otra que ordenar y regular el suelo como soporte de las actividades sociales con arreglo a un esquema más o menos racional y con un objetivo eminentemente expansionista. El resultado final del pro-ceso urbanístico no es otro que acabar definiendo solares sobre los que se implantarán las distintas funciones que confluyen en la ciu-dad (vivienda, industria, servicios, etc.). La constatación de la actual crisis ecológica y la consiguiente con-sideración del suelo y el territorio como un recurso escaso está alumbrando las líneas básicas de un nuevo urbanismo que, tras cuestionar principios tan queridos para el ‘racionalismo’ como la zonificación, las redes arteriales o la aplicación jerárquica de los servicios, se quiere reconocer adscrito al principio de austeridad. Posición que se traduce, entre otras, en dos líneas básicas de actua-ción: intervenir sobre todo en la ciudad existente, con particular atención a los cascos históricos, y redimensionar a la baja las pre-visiones de expansión futura. El objetivo, en última instancia, será configurar un nuevo modelo de espacio urbano en el que una mayor complejidad de elementos sea compatible con el principio de aus-teridad, traducido en un menor consumo de espacio y de infraes-tructuras de todo tipo, así como de los restantes recursos amplia-mente utilizados en las ciudades (agua, energía, materiales, etc.). El estudio del conjunto urbano se ha concretado, en esta nueva perspectiva, en la concepción de la ciudad como un ecosistema. El campo de la Teoría de Sistemas abarca cualquier realidad conoci-da, desde el entorno hasta el universo, pasando por la molécula, la célula, el organismo, el bosque o la ciudad. Entre las características especiales de los ecosistemas urbanos podemos remarcar tres: una, el volumen de energía que hace funcionar el sistema; otra, la enor-me movilidad horizontal que permite explotar otros ecosistemas a distancias más o menos alejadas; y, por último, la gran complejidad que llegan a atesorar, con la inclusión de multitud de artefactos cul-turales portadores de información. No obstante, los avances ambientales en la práctica urbanística son todavía muy parciales y a menudo puramente retóricos; el imperio de la moda también ha dotado al urbanismo de un barniz ecológi-co, que además puede dar sustanciosos beneficios económicos en la actual etapa de frivolización de lo ambiental. Lo cierto es que las causas profundas del deterioro ambiental urbano apenas han sido El sistema urbanístico La óptica empleada responde a una visión ingenua y académica de los problemas urbanísticos y territoriales de Lanzarote 104 nº 5/6 alteradas ni puestas en entredicho. Y es que siguen estando plena-mente vigentes los principios inspiradores de nuestro modelo urba-no, que tan cuestionado formalmente se halla en textos y docu-mentos, a saber: la aceptación del modelo de crecimiento basado en la continua incorporación de nuevos espacios periféricos al conti-nuo urbano; el mantenimiento de la estructura segregada social y funcionalmente; la subordinación de la ciudad a la lógica del trans-porte privado; la ausencia de auténticas medidas de ahorro energé-tico, tanto en el transporte como en la vivienda; las oportunidades otorgadas a las actividades económicas que incentivan los despla-zamientos –como los centros comerciales periurbanos– con grave quebranto de la deseable plurifuncionalidad de las áreas residen-ciales –ejemplificado en el pequeño comercio próximo a la vivien-da–. En consecuencia, las medidas urbanísticas para la mejora ambiental no pasan de ser retóricas o circunstanciales, sin que por medio de ellas se pueda ni se pretenda llegar a las causas profundas del deterioro ambiental urbano. En este campo de la retórica ambiental situamos nosotros este documento, deudor de una visión urbanística anterior a la situación que la crisis ecológica ha puesto de manifiesto hace ya tiempo. De hecho, cuando se aborda el Sistema Urbanístico Insular los pro-gramas y actuaciones planteados quedan limitados exclusivamente a los tradicionales mecanismos de planificación: el PIOT y el pla-neamiento municipal, a lo que se añade un etéreo Plan de Capitalidad para Arrecife. 2. El sistema urbanístico insular Como ya se ha señalado, la óptica de análisis empleada responde esencialmente a una visión ingenua y académica de los problemas urbanísticos y territoriales de Lanzarote, que aporta pocos aspectos novedosos respecto del contenido del vigente Plan Insular de Ordenación. El documento explica confusamente la metodología empleada y no justifica adecuadamente los parámetros de valora-ción utilizados, lo que contrasta con otros trabajos de la Estrategia, cuyo contenido sí resulta útil desde el punto de vista de su aplica-ción a los procesos sobre los que se pretende incidir. En este traba-jo no existe la menor explicación del sistema de evaluación de los valores de referencia, por lo que se obtiene la impresión de que los resultados son extremadamente subjetivos. Esta subjetividad se plasma en algunas de las conclusiones del documento, como por ejemplo ocurre cuando se constata la ausen-cia de planeamiento actualizado en la mayoría de los municipios El Guincho La ausencia de planeamiento en la mayoría de los municipios no es más que un mecanismo de boicot al PIOT CdG 105 de la Isla, así como el bajo nivel ecológico que se detecta en los servicios ambientales (residuos, energías, etc.), o la ínfima calidad de la movilidad interior de la Isla, pero se concluye afirmando que con la excepción de Arrecife, el conjunto del sistema urbano insu-lar presenta una calidad media razonablemente alta. Este sesgo del documento quizá pueda deberse al fórceps concep-tual que supone tener que idear o improvisar un sistema de indica-dores para los aspectos urbanísticos y territoriales, en lugar de manejar los instrumentos que la técnica urbanística utiliza habi-tualmente, que permiten la elaboración de diagnósticos sectoriales más certeros que el realizado. Y, sobre todo, posibilitan un respal-do jurídica y técnicamente más sólido para la adopción de decisio-nes por parte del Cabildo Insular. La documentación escrita y gráfica del vigente Plan Insular de Ordenación constituía una buena base de partida para realizar un análisis de la dinámica urbanística y territorial de la última década, puesto que expresa con bastante precisión la situación existente a mediados de la década pasada, ya que el PIOT trabajó sobre datos de 1986-87. Éste debió ser un objetivo prioritario de este trabajo que se ha quedado sin hacer. La descripción genérica de los pro-blemas y posibles soluciones puede llevar a un irrelevante acuerdo; sin embargo, de lo que se trata es de identificar las causas para poder encauzar los procesos en la dirección que se considere ade-cuada, sobre todo si se pretende modificar las pautas de conducta que conspiran contra la sostenibilidad del desarrollo insular. Debe compartirse, por supuesto, la preocupación del autor por la ausencia de planeamiento actualizado en la mayoría de los munici-pios, así como el bajo nivel ecológico que se detecta en la planifi-cación y gestión de los servicios ambientales. Precisamente por eso se echa en falta una identificación de la situación respectiva muni-cipio a municipio, y una descripción de los problemas que está generando esta ausencia de planeamiento, que no es más que un mecanismo de boicot al proceso de adaptación al PIOT. Por consiguiente, si éste es un problema político de primer orden, que está en la base de buena parte de los problemas urbanísticos y territoriales, como la dispersión territorial o la contención y redi-mensionamiento del crecimiento de la oferta turística, debe identi-ficarse como tal y proponer las soluciones al respecto, para que pre-vean la posibilidad de que los ayuntamientos continúen bloquean-do el proceso de adaptación del planeamiento municipal al PIOT. Sorprende que, con la dimensión y escala alcanzados por el desa- El sistema urbanístico El proceso de revisión del PIOT debe trascender la mera modificación de la programación de plazas turísticas para abarcar muchos otros aspectos 106 nº 5/6 rrollo urbanístico en Lanzarote, la mayor parte de los municipios donde se concentra la expansión del fenómeno urbano haya optado conscientemente por carecer de instrumento de planeamiento gene-ral y del aparato técnico y jurídico necesario para gestionar fenó-menos de tanta complejidad, lo que inevitablemente somete a los municipios al poder de los promotores privados. De ahí que no pueda compartirse el estupor del redactor del documento al expre-sar el bajo nivel ecológico de los servicios ambientales o la ínfima calidad de la movilidad insular, porque éstas no son consecuencias casuales, sino el resultado directo e inmediato del caos inducido por la falta de planificación y, consecuentemente, la ausencia abso-luta de criterios de gestión del fenómeno urbano. Esta carencia del texto –parcialmente suplida por los informes téc-nicos del Cabildo, incorporados al Documento de Aprobación Inicial de la Revisión del Plan Insular–, resulta particularmente inexplicable si se consideran las frecuentes alusiones que en él se hacen a la capacidad instrumental y operativa del planeamiento insular y municipal para resolver la mayor parte de los problemas urbanísticos y territoriales que está generando el desarrollo insular reciente: Tanto el PIOT como el planeamiento municipal son mecanismos eficientes para rectificar la mayor parte de los dese-quilibrios encontrados. En este sentido, aparecen algunas críticas veladas al sobredimen-sionamiento en la oferta de suelo en el propio Plan Insular, que no encuentran posteriormente la adecuada propuesta de solución: el 72% del suelo asignado por el PIOT de Lanzarote a los asenta-mientos turísticos y no turísticos se encuentra sin edificar... Resulta preocupante que el propio Plan Insular que sirve de referencia a este planeamiento (municipal), autorice máximos de expansión excesivamente holgados. Partiendo de tales datos, no acaba de entenderse que el documento se incline por provocar revisiones puntuales del Plan Insular, cuando resulta evidente que buena parte de los problemas radica en la insuficiente gestión del mismo, y en su limitada capacidad operativa en su versión actual. Esta es la razón central por la que El Guincho ha planteado en sus recientes alegaciones en el procedimiento de Revisión del Plan que el proce-so de revisión debe trascender la mera modificación de la progra-mación de plazas turísticas, para abarcar otros muchos aspectos que le permitan multiplicar su capacidad operativa e instrumental para orientar el desarrollo insular hacia la sostenibilidad. El Guincho El informe aborda la ‘capacidad de carga’, pero la habitual indefinición impide llegar a conclusiones claras CdG 107 3. La capacidad de carga Efectivamente, en cualquier propuesta que afecte a la utilización del territorio insular el concepto de ‘capacidad de carga’ resulta clave a la hora de adoptar políticas o criterios que nos encaminen hacia la sostenibilidad. El informe aborda este concepto, pero la habitual indefinición impide llegar a conclusiones claras. Se dice que en este aspecto se superponen el análisis objetivo y la valora-ción subjetiva de la sociedad insular. Conviene añadir, no obstan-te, como en cualquier trabajo, la visión subjetiva de quien redacta. Con referencia a la densidad de población, se destaca que el índice actual es 143 habitantes por km2. Este nivel de densidad es sentido entre la población residente como una sensación de ‘espacio col-matado’. Sin embargo, para el redactor el valor en sí mismo no parece que sea objetivamente alto. ¿Con relación a qué densidades de referencia no parece ‘objetivamente’ alto? La cifra nacional española es de 78 habitantes por km2 y la media de la Unión Europea es de 115. ¿Alrededor de qué cifra consideraríamos que se rebasa la capacidad de carga de la Isla? Sobre la ocupación territorial, el índice actual está en torno al 5% de suelo ocupado referido a la superficie total de la Isla. Esta ocu-pación es percibida como muy alta por la sociedad insular. Pero, otra vez, la subjetividad de la sociedad insular queda como única manifestación; el autor no se pronuncia acerca de si esta ocupación es ‘objetivamente’ alta, tan sólo propone que pueda elevarse al 6%. A la hora de referirse al equilibrio poblacional sí encontramos un pronunciamiento claro: Su medición se ha disparado en los últimos diez años, presentando valores que objetivamente sobrepasan la capacidad de carga del ecosistema insular. El valor actual de este indicador es del 68%, expresado en camas/habitantes de derecho, cifra que triplica holgadamente la media del territorio canario... Se trata, por consiguiente, de programar ritmos de crecimiento de la afluencia turística y de la fabricación de camas turísticas que permitan situar el índice de Equilibrio Poblacional en un valor de 0,64 camas/habitante dentro de 10 años, dejando la puerta abierta a futuras políticas que tiendan, a largo plazo, hacia el valor de 0,50 camas/habitante, cifra que se considera prudente para una actividad turística sostenible. Por supuesto que la relación entre la cantidad de turistas y la pobla-ción residente es un componente fundamental a la hora de abordar la capacidad de carga de un territorio. El problema es que la Estra-tegia enmascara lo que en realidad se defiende, que no es ni más ni El sistema urbanístico La periferia de las conurba-ciones es la negación de la ciudad 108 nº 5/6 menos que un notable incremento de la población residente (y de nuevos inmigrantes) que permita continuar aumentando el numero de turistas a recibir en la Isla. Con este mecanismo el objetivo sos-tenible de una cama por cada dos residentes (el valor de 0,50) se conseguiría con otros miles más de inmigrantes. Hablar de capaci-dad de carga con propuestas como éstas no parece de recibo. Además, si se analiza la relación entre camas turísticas y residen-tes, parece obligado considerar la relación entre las camas y la superficie insular en un trabajo sobre el territorio. Suele conside-rarse que para una actividad turística sostenible no debe sobrepa-sarse la cifra de 20 camas por km2. Pues bien, en Lanzarote la can-tidad es de 62,45 en el año 96, un 50% por encima de la media del Archipiélago y tres veces mayor que el criterio de sostenibilidad. Quizá con este guarismo, más relacionado con el territorio, que-daría claro que la capacidad de carga de la Isla con relación a su uso turístico se sobrepasó hace ya tiempo, y no sería necesario mante-nerse en la indefinición en la que se sitúa el documento. 4. La ciudad difusa: la conurbación Una de las aportaciones del área de urbanismo de la Estrategia la encontramos en la nueva definición como conurbación de la franja que se extiende desde Puerto del Carmen hasta Costa Teguise, tomando como centro el puerto de Arrecife. Esta incipiente estruc-tura urbana polifuncional y diversa se analiza en unas cuantas fra-ses: en términos generales, esta estructura es buena y tiene capa-cidad de recoger las tendencias de futuro; una estructura física de alto interés y calidad; aloja también una interesante diversidad poblacional; la densidad de población resulta razonable. Y sus posibles problemas quedan reducidos a que la problemática que se observa deriva fundamentalmente de la descoordinación entre las iniciativas que vierten en su conjunto las diferentes administracio-nes implicadas. Por tanto, la actuación propuesta se resume en un genérico Esquema Director de Ordenación, cuyo objetivo es definir las líneas maestras para la organización territorial coordinada de la conurbación. Y, prácticamente, esto es todo. La definición unitaria de esta franja territorial nos parece un acier-to. Las conurbaciones son el fenómeno urbanístico por excelencia de las últimas décadas en las ciudades del mundo desarrollado. Sin embargo, sorprende la falta de análisis concreto de la conurbación examinada y la valoración de esta expansión de la ciudad, que hoy en día constituye el centro de la discusión de todas las gentes pre-ocupadas por las consecuencias ambientales del desarrollo urbano. El Guincho A medida que la comunidad del barrio abandona su papel de regulación la estabilidad social se resiente CdG 109 Ambientalmente hablando, estas conurbaciones son un paradigma de despilfarro, tanto directo (uso masivo de suelo o gastos de ilu-minación) como indirecto (dependencia exterior de los usuarios e incremento de los viajes). Las tendencias de reubicación y rees-tructuración espacial se expresan, pues, consumiendo importantes extensiones de territorio y se manifiestan principalmente fuera de los espacios previamente construidos, de carácter más compacto, disolviéndose los límites de la ‘ciudad’. La dimensión de la perife-ria de las conurbaciones es tal que rompe cualquier relación exis-tente (semántica, cultural, urbanística) con la ciudad a la que, nor-malmente, pertenece. La periferia crece con reglas propias, unifor-mes, empobrecedoras, destructivas del espacio urbano; no guarda memoria de la historia del lugar, ni de su identidad. La periferia de las conurbaciones es la negación de la ciudad. Por otro lado, en los nuevos territorios urbanos el barrio se trans-forma en ‘zona residencial’. Y este espacio deja de ser un lugar de sociabilidad para convertirse simplemente en un recinto segregado y homogéneo, y, por tanto, de exclusión de la diversidad social. De manera simétrica se transforma la vivienda, que ‘intenta’ acoger lo poco que queda de las relaciones sociales sustraídas a los espacios públicos tradicionales –la calle y la plaza–. Espacios públicos que son progresivamente arrollados en la ciudad histórica por la movi-lidad motorizada (fundamentalmente privada), y que en los nuevos desarrollos pasan también a destinarse, de forma casi exclusiva y excluyente, a la función de transportarse. Lo que refuerza aún más la tendencia al refugio de la ‘sociabilidad’ en la intimidad del espa-cio residencial privado. La ‘ciudad’, mientras tanto, se va vaciando de contenido, las rela-ciones vecinales, la regulación de comportamientos por conoci-miento y afectividad, la identidad con el espacio, las probabilidades de contacto que ofrece el espacio público, etc., se van diluyendo. A medida que la comunidad del barrio abandona su papel de regula-ción, la estabilidad social se resiente. La ciudad sociable, con sus vecindarios unidos, sus talleres, bares, tiendas, mercados y centros culturales, se ha sacrificado por un paisaje anónimo de centros comerciales y suburbios en expansión. Y todo ello por un modelo productivo y territorial que cada vez consume más recursos de todo tipo (agua, energía, suelo...), que induce un creciente impacto ambiental local y global (contamina-ción, residuos, reforzamiento del cambio climático...), que incenti-va una profundización en los desequilibrios territoriales y en las El sistema urbanístico La creación de proximidad, que permite vivir, trabajar y comprar sin tener que desplazarse grandes distancias, se ha convertido en un concepto clave 110 nº 5/6 desigualdades sociales de todo tipo, y que agudiza la dependencia exterior, ampliando la ‘huella ecológica’. Al tiempo que su expan-sión desarticula otras formas productivas y territoriales menos con-sumidoras de recursos, de menor impacto ambiental, más intensi-vas en actividad humana, más acordes con las características de los espacios sobre los que se asentaba y, por tanto, más autosuficientes. Las actuales conurbaciones delatan la creciente insostenibilidad del modelo urbanístico actual. Por ello, decíamos, se echa en falta la ausencia de valoración alguna de un fenómeno como éste en un tra-bajo urbanístico que se encuadra en una Estrategia hacia el desa-rrollo sostenible. De hecho, la propuesta de aumentar levemente la densidad de los núcleos rurales –que nos parece correcta– no se repite en este capítulo; donde resulta más relevante el problema ni se menciona la posible solución. 5. La ciudad compacta En los últimos tiempos la reivindicación del concepto de ciudad compacta se ha extendido entre todos aquellos que buscan formas de frenar la insostenibilidad creciente de las conurbaciones. Incluso la Unión Europea lanzó, hace varios años, directrices para revivir el concepto de ciudad compacta. La creación de proximidad, que permite a las personas vivir, trabajar y comprar sin que tengan que desplazarse grandes distancias, se ha convertido en un concepto clave para la transformación sostenible de los espacios urbanos. El modelo de ciudad compacta y densa, con continuidad formal, multifuncional, heterogénea y diversa en toda su extensión, permi-te concebir un aumento de la complejidad de sus partes internas que es la base para obtener una vida social cohesionada y una platafor-ma económica competitiva, al mismo tiempo que se ahorra suelo, energía y recursos materiales, y se preservan los sistemas agrícolas y naturales próximos. Este modelo puede encajar, perfectamente, con el primer objetivo de la ciudad, que es aumentar las probabili-dades de contacto, intercambio y comunicación entre los diversos sectores (personas, actividades, asociaciones e instituciones) sin comprometer la calidad de vida urbana y la capacidad de carga de los ecosistemas periféricos. La mezcla de gente y actividades diver-sas en un mismo espacio es la garantía de pervivencia de un siste-ma porque proporciona estabilidad, cohesión social y madurez. En la ciudad compacta la ‘creación de proximidad’ permite resol-ver el gran problema del transporte urbano en sentido contrario al que viene obligado por el modelo disperso. El número de viajes a pie, método que sigure siendo el más utilizado en la ciudad com- El Guincho La planificación urbana debe velar para que las construc-ciones no contribuyan a agravar la insostenibilidad del medio urbano CdG 111 pacta, se puede aumentar incrementando la calidad urbana, mejo-rando el diseño de la vía, incluidas las partes más pequeñas (aceras, vados permanentes...), mejorando los itinerarios peatonales y el mosaico de plazas y zonas verdes, etc. Criterios a los que debe sumarse la utilización de la bicicleta y un transporte público efi-ciente y digno (algo desconocido en Lanzarote). Ninguno de estos criterios aparecen en el documento que nos ocupa. Sólo encontraremos tres aspectos parciales de los graves y profundos problemas que afectan a la ciudad de Arrecife: En pri-mer lugar, dotando a los barrios de un nivel urbano con una cali-dad medioambiental de infraestructuras y de dotaciones equipara-bles a los núcleos urbanos del resto de la Isla. En segundo lugar, acometiendo las actuaciones de identificación urbana para que la estructura básica de la ciudad resulte perceptible. En tercer lugar, programando las estrategias de capitalidad que son vitales para el conjunto del sistema insular. Como puede verse, el documento continúa moviéndose en la generalizada indefinición. Situación que varía levemente en su capítulo dedicado a La Marina y el Casco histórico, donde se ofrece algún criterio –pocos y excesivamente generales, es cierto– a seguir para el Plan de Rehabilitación Integral de la zona. 6. Sostenibilidad urbana y sectores ambientales clave Cada vez más, se pone en evidencia la importancia de definir las políticas ambientales urbanas con criterios de sostenibilidad. Simplemente, porque si no conseguimos que nuestras ciudades sean sostenibles tampoco conseguiremos que lo sea el propio pla-neta como ecosistema global. No existe, en el informe que nos ocupa, una visión de conjunto que aborde la sostenibilidad de los enclaves urbanos como criterio globalizador desde el cual atender a las manifestaciones concretas. Tampoco se afrontan las causas de la insostenibilidad actual de esos asentamientos que pudieran per-mitirnos entrever la nueva dirección en la que deberían enmarcarse los problemas urbanos lanzaroteños. Podría argumentarse (y se ha hecho) que los aspectos que afectan a la sostenibilidad urbana se encuentran en otras áreas de la Estrategia. Sin embargo, este criterio no nos resulta convincente; existen soluciones urbanísticas o constructivas que resultan impres-cindibles para colaborar a la resolución de los numerosos proble-mas de las ciudades. De hecho, esta área debía complementar las medidas que se proponen en el capítulo de la Estrategia denomina-do Los sectores ambientales clave. A título de ejemplo, podemos El sistema urbanístico Cada edificio con aire acondicionado en la Isla supone un fracaso arquitectónico y medioambiental 112 nº 5/6 indicar algunas de las lagunas que en este terreno encontramos: Energía. En este terreno las características constructivas de los edi-ficios resultan determinantes en la creación de los problemas medioambientales que se manifiestan en el ámbito del alojamiento y su directa implicación en el agravamiento de muchos de los refle-jados en las ciudades y en el entorno natural. Resulta necesario valorar la incidencia medioambiental del conjunto del proceso constructivo, que incluye variados aspectos: • Extracción de rocas, minerales y materiales de todo tipo. • Gastos energéticos y procedimientos para la fabricación de elementos constructivos. • Gastos energéticos y procedimientos para la fabricación de sistemas y equipos de instalaciones. • Transporte de materiales, elementos y equipos. • Puesta en obra, medios y maquinaria. • Gastos energéticos en climatización e iluminación y con-taminación derivada. • Mantenimiento y uso, agua, residuos y vertidos. • Reutilización y procedimientos para cambios de uso. • Derribo y derivaciones del abandono de las edificaciones. Al relacionar cada una de estas fases con los principales problemas medioambientales actuales, se descubre la verdadera extensión de las repercusiones derivadas de la construcción y nuestro asombro porque nada de esto aparezca en esta área de la Estrategia. Es imprescindible dedicar una atención preferente a la calidad ambien-tal derivada del diseño de nuestros edificios. La planificación urba-na debe velar para que las construcciones no contribuyan a agravar, como está ocurriendo, la insostenibilidad del medio urbano. La construcción con criterios bioclimáticos se apoya en el clima y la vegetación local, la orientación, la pendiente, los materiales loca-les... Es decir, lo contrario de lo que está sucediendo en Lanzarote y, especialmente, en la conurbación donde se concentran la mayor parte de las edificaciones. Ya es hora de que los diseños construc-tivos y su plasmación en el planeamiento urbanístico tengan en cuenta estos criterios y no sólo aspectos estéticos de cara a la ima-gen turística. Puede decirse, por ejemplo, que cada edificio con aire acondicionado en la Isla supone un fracaso arquitectónico y medio-ambiental, y para recordarnos negativamente este criterio tendre-mos siempre presente la emblemática sede del Cabildo Insular. Transporte. Se han comparado las consecuencias del automóvil en la ciudad a los de una ‘bomba’ lenta, una bomba cuya onda expan- El Guincho Cien personas en una guagua sólo requieren 40 m2 de superficie vial; por el contrario, 100 personas en un coche cada una precisan unos 2.000 CdG 113 siva tuviera la virtud de desperdigar edificios y actividades en varios kilómetros a la redonda y cuyo principal efecto en el interior fuera el de destruir la propia esencia de las urbes: la convivencia y comunicación de las personas. La movilidad peatonal se va redu-ciendo paulatinamente, por los cambios que se producen en la con-figuración de las conurbaciones, que incrementan la longitud de los viajes a realizar, y por las políticas de transporte que se aplican, en las que ni los viandantes ni los ciclistas gozan de ninguna prioridad. Cien personas en una guagua sólo requieren 40 metros cuadrados de superficie vial; por el contrario, 100 personas en un coche cada una precisan unos 2.000. Esta comparación ilustra una cruda reali-dad: los coches y su increible demanda de superficie vial configu-ran hoy en día la ciudad moderna. Y vuelve a ser evidente que este problema afecta de manera inequívoca al planeamiento urbanístico y a la ordenación del territorio, aunque en este documento no se haga la menor alusión al asunto. Por tanto, la sostenibilidad insular requiere la transformación de los criterios con los que se constru-yen nuestras carreteras, se diseñan las calles y, en general, los cri-terios urbanísticos para que favorezcan la creación de proximidad a la que aludíamos cuando contraponíamos la ciudad difusa a la ciu-dad compacta. Criterio que, ya decíamos, se demuestra clave en cualquier alternativa urbana sostenible. Agua. La expansión de la conurbación, la proliferación de nuevas tipologías residenciales (chalés adosados, casas terreras aisladas cada vez más alejadas de los centros urbanos) y turísticas y sus correspondientes equipamientos (piscinas, plantas ornamentales, césped...), la construcción de segundas residencias, determinados servicios de ocio para el turismo (entre los que la industria del golf supone la peor amenaza), etc., han contribuido a una verdadera explosión del consumo de agua. El planeamiento urbanístico es una pieza clave a la hora de detener el incremento del consumo de agua que se está produciendo en la Isla. Además de los propios criterios constructivos que deben ser recogidos en la normativa municipal e insular: la construcción o el mantenimiento de los aljibes, la posible reutilización de maretas, la recogida de las aguas pluviales en los grandes edificios urbanos y turísticos, la implementación de tecnologías de ahorro del consumo de agua en las nuevas construcciones y en cualquier rehabilitación. 7. La vivienda: un ‘recurso’ escaso La vivienda no es sólo la estructura física que nos protege del medio físico, sino que cumple otras muchas funciones de intimi- El sistema urbanístico Hoy en día, parece que se considera un ‘hecho natural’ el que la vivienda se haya convertido en un bien prohibitivo para la mayor parte de la población 114 nº 5/6 dad, relación familiar y personal, alimentación, higiene personal... A través de todas ellas influye en la salud de quienes la habitan, favoreciéndola o dificultándola. Las características de las vivien-das, el espacio que ocupan en la estructura urbana y la forma de tenencia de las mismas por sus habitantes reflejan en gran parte las diferencias de clase existentes en la ciudad, dando lugar a barrios diferenciados espacialmente y homogéneos socialmente, en lo que se denomina segregación social. A mediados de los setenta, un obrero especializado podía acceder a una vivienda destinando dos años de su salario íntegro a la compra de la misma. Al filo de los noventa, necesitaba dedicar aproxima-damente doce años de su sueldo. Hoy en día, parece que se consi-dera un ‘hecho natural’ el que la vivienda se haya convertido en un bien prohibitivo para la mayor parte de la población. No dispone-mos de datos ciertos sobre la situación lanzaroteña, pero no hace falta estar muy informado para saber que la bonanza económica local de los últimos años ha disparado hasta niveles inauditos el precio de la vivienda y que, además, encontrar un alojamiento de alquiler en la Isla comienza a considerarse milagroso, aunque se esté dispuesto a pagar una buena cantidad de pesetas. En un territorio limitado, las disponibilidades de suelo que una familia pueda tener para ayudar a los miembros de la nueva gene-ración van disminuyendo, como no podía ser de otra manera, con el paso de las generaciones; los precios de las viviendas siguen, en estos momentos, increméntandose a una velocidad vertiginosa; y las restricciones a la construcción de alojamientos turísticos pueden contribuir a encarecer aún más la vivienda en Lanzarote. Por ello, que no aparezca en esta área, ni en ningúna otra de la Estrategia, el problema de la vivienda en la Isla denota, en primer lugar, la falta de rigor del trabajo; y, después, hasta qué punto la dependencia económica de quienes nos visitan ha inducido hábitos que, en oca-siones, impiden ver la realidad de los sectores menos favorecidos de la población insular. 8. ‘Enverdecer’ la ciudad Salvo unas escuetas referencias al arbolado incluidas en el conjun-to de acciones apuntadas sin detalle alguno, puede decirse que el ‘enverdecimiento’ de Arrecife se encuentra ausente del trabajo. Y pocas ciudades están tan necesitadas de una política en este sentido como Arrecife. Las ciudades son islas de calor artificial, varios grados más calien-tes que la periferia debido a tres factores fundamentales. Primero, El Guincho Encontrar un alojamiento de alquiler en la Isla comienza a considerarse milagroso CdG 115 porque atrapan el calor del sol en las azoteas, las superficies pétre-as, el asfalto y el hormigón, reenviándolo al aire ambiental. Segundo, porque son centros de consumo de energía muy impor-tantes: en los países desarrollados se emplean entre 5 y 10 kilova-tios de energía por persona y día. Los vehículos, los electrodomés-ticos y las bombillas desprenden calor, y los aires acondicionados enfrían el aire interior calentando el de fuera. Tercero, porque des-prenden gases y polvo que se acumulan en las capas de aire por encima de las ciudades y contribuyen a su calentamiento. En los últimos tiempos, la necesidad de árboles en Arrecife ha sido reivindicada por algunos colectivos y ciudadanos, pero raras veces la discusión sobrepasa la función decorativa o estética del arbola-do. Efectivamente, los árboles son bonitos, pero también aportan valiosos beneficios ambientales. Son el aire acondicionado de la ciudad, pero sin efectos nocivos: un sólo árbol puede transpirar hasta 380 litros de agua diarios, refrescando el aire próximo; además, la sombra sobre fachadas y pavimentos contribuye a redu-cir la acumulación de calor por la insolación de los mismos. También absorben y filtran el polvo contaminado de las ciudades: un abeto de 40 cm de diámetro puede eliminar 19,5 kg al año de azufre en el aire, sin que le sea perjudicial; en las calles emiten oxí-geno durante el día y ayudan a reducir el monóxido y el dióxido de carbono a lo largo de las rutas de tráfico denso. Disminuyen el nivel de ruido de la ciudad. Por último, las zonas verdes, pulmones de la ciudad, contribuyen indudablemente a mejorar la salud física y psí-quica de sus habitantes. Otros dos factores merecen ser reseñados: en primer lugar, la vege-tación facilita que la ciudad pueda convertirse también en un refu-gio de vida silvestre, en ella se consume y se tira gran cantidad de alimento que alienta a algunas especies a asentarse en ella. Lo que ha ocurrido con las garzas bueyeras en Arrecife no es una excep-ción, las ciudades de Norte América tienen más pájaros que el campo que las rodea. En segundo lugar, los espacios verdes urba-nos pueden aportar una fuente de alimento. Algunos de los solares desperdigados por Arrecife podrían convertirse en huertos urbanos y la agricultura periurbana, que hoy se defiende en multitud de ciu-dades, encontraría un espacio adecuado en todos los terrenos baldíos de la periferia de nuestra capital (a pesar de su población de 12,5 millones de personas, Shanghai es casi autosuficiente en su producción de vegetales y cereales). Además, habría que conside-rar la posibilidad de que los árboles frutales constituyeran una parte El sistema urbanístico Un solo árbol puede transpirar hasta 380 litros de agua diarios, refrescando el aire próximo 116 nº 5/6 esencial del paisaje urbano (Estocolmo y Praga están llenas de manzanos, ciruelos y perales). Todas estas zonas verdes deberían proporcionar la oportunidad de completar una trama verde urbana diseñada para ser operativa en su conjunto, buscando su interconexión por medio de corredores que permitan un efecto de archipiélago vegetal del conjunto, sin que resulten imprescindibles grandes extensiones para dar lugar a una ciudad verde. Mientras no se calibren correctamente los beneficios ambientales del enverdecimiento para la población urbana, en tanto que garante de la calidad ambiental y proveedor de oportunidades de ocio, recreo o reencuentro, su presencia en el planeamiento urbano seguirá teniendo un papel pasivo y meramente estético, como ocurre en este trabajo. 9. La ciudad de todos Habitualmente, los planificadores, cuando hacen sus zonificaciones y delimitaciones, dan por sabido lo que la gente desea, pero saben muy poco realmente sobre cómo se desenvuelven su medio ambiente cotidiano en el tiempo de trabajo, de relación o de ocio. En cuanto a la participación, tanto en la redacción de los planes como en su aplicación, queda reducida a un simple y a menudo enojoso trámite que hay que superar por imperativo legal o conve-niencia política. Por contra, si se aspira a reestructurar ambiental-mente la ciudad hay que movilizar la opinión y participación de los ciudadanos y la colaboración y coordinación de todas las instancias sociales, económicas e institucionales que tengan algo que ver con el medio ambiente urbano, que son prácticamente todas. En el documento, la participación ciudadana se menciona exclusi-vamente de pasada en una ocasión: en el último párrafo del texto refiriéndose al conjunto Marina-Casco Histórico. Ni siquiera cuan-do se plantea actuar en los barrios de Arrecife aparece la participa-ción de los vecinos: los agentes implicados son el Cabildo y el Ayuntamiento. No se ha tenido en cuenta lo que en otro texto sos-tenía el director de la Estrategia, Fernando Prats: “es importante fomentar la información y potenciar la participación de los ciuda-danos en la definición del futuro de sus ciudades... Se trataría al fin y al cabo de fortalecer la capacidad de interpretación y de respon-sabilidad local alrededor de sus problemas fundamentales”. A nosotros nos gustaría añadir que la sustentabilidad del ecosiste-ma ha de tener en cuenta no sólo la diversidad de los componentes naturales o artificiales que lo integran, con sus variadas relaciones en proceso continuo, sino, sobre todo, los elementos humanos con El Guincho Habría que considerar la posibilidad de que los árboles frutales constituyeran una parte del paisaje urbano CdG 117 sus diferentes necesidades y conductas. Además, podríamos conse-guir un modelo urbanístico muy sostenible en apariencia, pero si no se cuenta con la implicación de las personas estaríamos imponien-do algo que acabaría por no funcionar. 10. Conclusión Como hemos ido poniendo de manifiesto a lo largo de estas pági-nas, no compartimos la visión del urbanismo que el documento El Sistema Urbanístico deja traslucir. No obstante, hemos tratado de contrastar nuestro desacuerdo con ‘autoridades’ nada sospechosas de radicalismo ecologista para fundamentar nuestra discrepancia a la hora de evaluar el informe. El Libro Verde del Medio Ambiente Urbano de la Comunidad Europea de 1990 ofrece una visión urbanística que, a la hora de pre-sentar sugerencias para las futuras líneas de actuación, ataca las limitaciones de los enfoques sectoriales y apuesta por dirigirse a los orígenes de los problemas y no sólo a los síntomas. En suma, se asume decididamente el rechazo a la sectorialización de la política ambiental en el conjunto de las políticas urbanas; antes al contra-rio, la política ambiental debe empapar la gestión y la administra-ción de las ciudades, concebidas como un sistema integrado. Ahora bien, para que esto ocurra debe tener un papel influyente tanto sobre el planeamiento urbanístico como sobre la ordenación del territorio. Asimismo, el Libro Verde dedica una atención preferen-te a la calidad ambiental derivada del diseño de los edificios. El Campo de Acción 11 del Programa Hombre y Biosfera de la UNESCO, centrado en el análisis interdisciplinar de los sistemas urbanos, ha ido desarrollando una metodología basada en el análi-sis de flujos que reviste un gran interés como instrumento de ges-tión y planificación urbana. Las tesis fundamentales del Programa M&B 11 desde 1973 en su aproximación al esquema urbano y los objetivos a los que debe atenerse son: 1. Evaluar los asentamientos como ecosistemas, particularmente desde el punto de vista de los flujos y la utilización de la energía y de las materias primas, de los flujos de información, de los flujos de personas y de los comportamientos de éstas. 2. Analizar la interacción entre asentamientos urbanos y ambiente externo, con una atención particular a todos sus efectos recíprocos y a la necesidad de una planificación ajustada para la utilización y conservación óptima de los recursos naturales renovables. 3. Evaluar las relaciones causa-efecto en el interior de los asenta-mientos humanos considerados como ecosistemas, la interacción El sistema urbanístico Podríamos conseguir un modelo urbanís-tico muy soste-nible, pero si no se cuenta con la implicación de las personas acabaría por no funcionar 118 nº 5/6 entre éstos y su entorno, las condiciones de vida de la población así como su estado de salud y bienestar. 4. Analizar los procesos de adaptación cultural a las influencias del ambiente. Fernando Prats, Valores de referencia para evaluar el interés de las prácticas urbanas y locales en España, en el Primer catá-logo español de buenas prácticas. Dividido en 4 apartados, trans-cribimos los títulos del dedicado a la estructura espacial por care-cer de espacio para hacerlo con el conjunto de los razonamientos: 1. Adaptación de la estructura urbanística a las condiciones espa-ciales y ambientales locales. 2. Racionalidad en la resolución espacial de las necesidades socia-les en relación al nuevo crecimiento y la rehabilitación del patri-monio edificado. 3. Ordenación de los bienes y servicios urbanos y del propio espa-cio de la ciudad de forma que se favorezcan los desplazamientos peatonales y por transporte público. 4. Fomento de la riqueza, diversidad y complejidad del tejido urbano. 5. Adaptación del espacio urbano y de la edificación a los requeri-mientos ambientales y de calidad de vida en la ciudad. Prácticamente ninguno de los criterios que reflejan estos textos los encontramos en el documento de la Estrategia. Es por ello que nos reafirmamos en considerar este trabajo una oportunidad perdida para la clarificación de la realidad lanzaroteña de los últimos años en lo que se refiere a la planificación urbanística y a la ordenación del territorio. Pero sobre todo, creemos que los escasos criterios de actuación futura que el trabajo plantea no se encuadran en una alternativa que pueda dirigirse hacia un desarrollo sostenible. Finalmente, no se ha cuestionado el presente modelo de ‘desarro-llo’ lanzaroteño en su faceta urbanística y territorial, capaz de gene-rar, en el corto plazo, una gran acumulación de riqueza monetaria para unos pocos, pero que induce unos desequilibrios económicos, sociales, territoriales y ecológicos que hacen muy difícil su viabili-dad a medio y, sobre todo, a largo plazo. El Guincho No se ha cuestionado el presente modelo de ‘desarrollo’ lanzaroteño en su faceta urbanística y territorial CdG 119 |
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