Arrecife en la obra Tipos de mi tierra de Miguel
Pereyra de Armas
José Ramón Betancort Mesa
“(...)¿Quién no ha deseado, lector, ver la luz primera en una ciudad
populosa embellecida por magníficos palacios, con plazas espaciosas
dó se elevan artísticas estatuas; con parques y jardines espléndidos
plantados?. (...)Sólo más tarde, cuando desvanecidas ya las primeras
ilusiones del vivir, los desencantos y la duda dejan amargas huellas en
nuestros corazones, (...)comprendemos que el cariño afectuoso y tier-no
brota del alma del hombre y le liga a su patria(...) no están en razón
directa de la grandeza, de la importancia de aquella. No por más blan-da
y lujosa la cuna en que se meció nuestra infancia (...) su atracción
es más poderosa (...)”
Miguel Pereyra de Armas (1839-1908):
Tipos de mi tierra (1897),La Laguna (Tenerife), pp.14-15.
Salta a la vista que, un siglo despúes, estas mismas letras siguen
teniendo la misma frescura que en 1897. Y es que, servilismos
socio-literarios aparte, estas líneas encierran en sí mismas una estu-penda
lección para todos aquellos que, todavía hoy, se empeñan en
interpretar el patrimonio cultural e histórico desde parámetros que
toman como referencia la monumentalidad o una concepción des-mesurada
de la propia realidad que es en sí Arrecife
1
.
Por estas y otras razones, hemos creído interesante hacer, cien años
después, una relectura de estas páginas de Tipos de mi tierra, porta-doras
de una de las visiones más sugestivas, desde el paradigma de
lo literario, que de Arrecife de Lanzarote se hayan hecho durante el
siglo XIX, a la par que nos ofrece el retrato de toda una singularísi-
"Una de las
visiones más
sugestivas que
de Arrecife se
hayan hecho
durante el
siglo XIX"
36 nº 1
1. Así parece plantearlo Manuel
Perdomo Aparicio en VI Jornadas
de Estudios de Lanzarote y
Fuerteventura, Cabildo de
Lanzarote y Fuerteventura,
Arrecife, 1996.
ma galería de personajes que conforman un microcosmos en torno a
la burguesía que, desde finales del siglo XVIII y durante todo el
siglo XIX, se había ido constituyendo en torno a la pujante configu-ración
urbana del Puerto del Arrecife.
El autor y su tiempo
Cuando Miguel Pereyra de Armas publica sus Tipos de mi tierra en
1897 lejos queda ya su nacimiento en Arrecife en el año 1839, pues
ya había fijado su residencia en Santa Cruz de Tenerife, donde com-pagina
las más diversas ocupaciones culturales y profesionales. En
efecto, según hemos podido averiguar
2
, fue Director de la Escuela
de Naútica de Santa Cruz, en cuyo centro ejerció como profesor de
matemáticas.
Junto a estas tareas como docente, Pereyra publica críticas teatrales
en la prensa canaria y prologa a autores coetáneos, como a su pai-sano
lanzaroteño Isaac Viera en sus Palotes y Perfiles. Su obra en
torno a la crítica teatral fue recogida por Julio Nieto Rodríguez en
una publicación llamada Un cuarto a espadas, editada en Santa
Cruz en 1899. Pereyra también dedica parte de su tiempo a la tra-ducción
al español de autores como André Taverney, Camilo
Flammarion, E. Guinot o Roger de Beauvior entre 1879 y 1881,
según podemos comprobar en una rápida lectura a la Revista de
Canarias, publicación que, dicho sea de paso, diriguía otro lanzaro-teño
instalado en Tenerife. Hablamos, evidentemente, de Elías
Zerolo Herrera.
Cronológicamente, Pereyra de Armas ha de ser incluído dentro del
grupo de escritores, intelectuales y políticos lanzaroteños que desa-rrollaron
una fructífera e interesante labor socio-literaria, dentro y
fuera de las Islas, durante el período que hemos venido denomima-do
como la Restauración Borbónica en Lanzarote. Hablamos, por
tanto, de la interesantísima etapa histórica comprendida entre fina-les
del siglo XIX y principios del siglo XX, donde dentro del pano-rama
de las letras y de la política canarias, brillan personalidades
vinculadas a Lanzarote como Benito Pérez Armas, Ángel Guerra,
los hermanos Elías y Antonio Zerolo Herrera, Antonio María
Manrique, Isaac Viera y Viera, Leandro Fajardo Cabrera y Miguel
Pereyra de Armas, entre otros.
Si atendemos a las coordenadas literarias de aquella época, no debe
ser extraño que estos escritores se sumen al intento de reconducir su
vocación literaria a través del realismo, para luego dar como resul-tado
último un buen número de reflexiones, tanto en prosa como en
verso, sobre la “canariedad” en muchos de ellos, como ya las había
"Un claro
exponente
dentro de esa
vocación
realista que
toma cuerpo
bajo la estética
del naturalismo
literario"
CdG 37
José R. Betancort Mesa
2. Sebastián Padrón Acosta en "El
Costumbrista Miguel Pereyra de
Armas" en Retablo Canario del
siglo XIX, Aula de la Cultura,
Tenerife, pp. 141-148;"Pereyra de
Armas" en el Periódico El Tiempo,
6 de abril de 1908,
Santa Cruz de Tenerife.
dado desde la estética romántica de la Escuela Regionalista de La
Laguna. Arropados, pues, dentro de lo que podríamos denominar la
literatura costumbrista de finales del siglo XIX, surgen estos y otros
escritores canarios que, sin abandonar ese regionalismo, escriben
desde los postulados estilísticos del Realismo, cuyo maestro nacio-nal
no es otro que el grancanario Pérez Galdós.
Por ello, durante este período, y hasta bien entrado el siglo XX, sur-girá
una infinidad de publicaciones costumbristas donde toma cuer-po,
de manera idealizada, todo un universo referencial en torno a
los valores y bellezas del paisaje canario, a la raza aborigen, a las
costumbres populares, a lo benigno del clima o a la nobleza de sus
gentes. Pero conforme avanza el siglo XX, este lado sentimental de
la “patria chica” se irá llenando de un mayor compromiso social y
de un componente menos idealizado y cada vez más real que, en
algunos casos, raya en el naturalismo. Tipos de mi tierra de Miguel
Pereyra de Armas bien pudiera ser considerada, en este sentido,
como un claro exponente dentro de esa vocación realista que toma
cuerpo bajo la estética del naturalismo literario.
Visto así, creemos que estamos en condiciones de poder afirmar
que, la literatura regionalista decimonónica escrita en Canarias bajo
la denominación de costumbrismo, no sin ciertas connotaciones
peyorativas, como ya hemos apuntado en otro lugar
3
, puede ser
entendida como un intento de reivindicar un espacio de ficción para
la literatura escrita en las Islas desde la exaltación de los valores
canarios como expresión válida dentro de los roles estilísticos del
realismo literario.
Esta reivindicación de lo insular a través de los textos literarios
puede, por tanto, interpretarse como un intento de introducir al
espacio de ficción de Canarias dentro de las coordenadas de la his-toria
literaria. Así, por ejemplo, para contextualizar un episodio de
un narración corta no se necesitará acudir a un escenario foráneo.
Así, por ejemplo, Rosalba de Benito Pérez Armas transcurre en el
Valle de la Orotava, La Lapa de Ángel Guerra entre Teguise y
Arrecife y Tipos de mi tierra de Pereyra de Armas en Arrecife.
Ahora bien, no hay que dejar de considerar que esta reivindicación
es heredera del Romanticismo, pero ahora bajo los ropajes del
Realismo literario.
Arrecife de Lanzarote como marco referencial.
Según lo que llevamos visto hasta ahora, uno de los aspectos más
importantes de estos escritores radica en la vindicación de un espa-cio
literario situado en Canarias en sus obras. Por ello, buena parte
"Un intento de
reivindicar los
valores canarios
como expresión
válida dentro
de los roles del
realismo
literario"
38 nº 1
Arrecife
3. José Ramón Betancort Mesa en
"El autor y la obra" en la edición de
Costumbres Canarias de Isaac
Viera, A.S.C. Litoral Elguinaguaria-
Cabildo de Lanzarote, Arrecife,
pp. 321.
de la importancia que poseen estos “Estudios al Natural” de Tipos
de mi tierra, resida básicamente en que sirven para mostrarnos a un
escritor cuya decisión última es la de mostrarnos una visión literaria
del Arrecife de finales del s. XIX.
No con cierta premura, bien pudiéramos decir que creemos que
estamos ante uno de los primeros escritores lanzaroteños con una
vocación tan evidente a la hora de enaltecer a Arrecife desde la
experiencia literaria, al margen de otras publicaciones anteriores
como, por ejemplo, la Historia del Puerto del Arrecife de Alvarez
Rizo. Lo que está claro, creemos, es que en Tipos de mi Tierra hay
un digno propósito de introducir a Arrecife como escenario literario
con igual mérito que cualquier otra ciudad de la época. Así parece
confirmárnoslo Antonio Zerolo en el Prólogo de Tipos de mi tierra
cuando nos dice:
“(...) no ha querido buscar por ahora asuntos fuera de nuestro horizon-te;
comprendiendo, muy bien, que donde quiera halla materia labora-ble
un buen artista(...) Algunos de estos originales pueden servir de
estudio para una novela de costumbres (...) y nada tiene que envidiar a
los héroes de las narraciones marítimas de Fenimore Cooper. Y véase-insito
en la idea-sin necesidad de acudir a las grandes poblaciones, a
los centros en que es más vertiginoso el movimiento social, se encuen-tran
modelos, se sorprenden luchas y pasiones y se descubren vicios y
ridiculeces que, como mina inagotable, explota el escritor.(...) No
dejarán de ser seguramente menos interesantes “los Tipos de mi tie-rra”,
porque hayan nacido en apartado y obscuro pueblo de una isla
oceánica...”
(Antonio Zerolo Herrera en el “Prólogo”
a Tipos de mi Tierra de Miguel Pereyra de Armas, pp.VIII-XII).
Desde el punto de vista socio-histórico ya hemos esbozado la idea
de que uno de los aspectos más interesantes de Tipos de mi tierra es
el papel fundamental que toma aquí el marco referencial donde se
sitúan los “cuadros”. Marco que no es otro que el Puerto del
Arrecife.
Arrecife, como contexto de la ficción de la obra, constituye el nexo
central en el que se suceden los “cuadros” de toda una serie de per-sonajes.
La única relación que une a cada miembro de la galería de
retratos naturalistas decimonónicos que aparecen en Tipos de mi tie-rra
es la de estar ubicados en esta ciudad atlántica en los albores del
siglo XX.
La imagen que de Arrecife se da en Tipos de mi tierra, a grandes
rasgos, es la de una ciudad decimonónica que participa del creci-miento
y del desarrollo socio-económico que afecta a todas las ciu-
"Arrecife
constituye el
nexo central en
el que se
suceden los
"cuadros" de
toda una serie
de personajes"
CdG 39
José R. Betancort Mesa
dades canarias como Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas o Santa
Cruz de La Palma. Pese a las sucesivas crísis agrícolas que se
habían jalonado durante el siglo, (como la de la barrilla y, posterior-mente,
la de la cochinilla), el modelo económico librecambista
(impulsado con los Puertos Francos) y el reforzamiento de la plata-forma
portuaria en casi todas las islas contribuyó de manera decisi-va
a relanzar los centros urbanos canarios con puerto a lo largo de
todo el siglo XIX, frente al retroceso de las poblaciones interiores
de las Islas como La Orotava, La Laguna o Teguise, por citar algu-nas.
A esto hay que sumarle que dichas ciudades se vieron engran-decidas
por los contínuos movimientos migratorios del campo a la
ciudad. El Puerto de Arrecife puede ser considerado un ejemplo
claro.
En el caso de Arrecife, como en el de muchas ciudades canarias con
puerto, este crecimiento urbano trajo consigo desde finales del siglo
XVIII y durante todo el siglo XIX, la consolidación y desarrollo de
una burguesía oligárquica que no sólo controla los resortes econó-micos
sino también los mecanismos de gobierno de la Isla, pues,
bajo sus manos descansa los cargos de la administración civil, mili-tar
y eclesiástica.
En este sentido, Tipos de mi tierra refleja con mucha frescura esta
emergente clase social de Arrecife. De ella nos da un vivo retrato
sociológico, ahora bien, marcado en muchos casos por el pincel de
naturalismo literario. Según lo que podemos obtener de una somera
lectura, hay en el texto en cuestión suficientes apuntes y referencias
a las formas de vida para conformar tímidamente cómo era la vida
de Arrecife entre la clase burguesa de la época.
La visión de Arrecife en Tipos de mi tierra.
Uno de los contrastes más efectistas que nos encontramos al
comenzar la lectura del libro resulta la descripción idealizada y
otoñal de Arrecife que hace en las primeras páginas de la obra, para
posteriormente ofrecernos una visión más real, desde la estética del
naturalismo literario, de la mano del estudio de sus personajes.
Estas son, pues, las primeras impresiones que sobre Arrecife da
Pereyra en Tipos de mi tierra:
“(...) Al lugar de mi nacimiento, situado a orillas del Océano y arrulla-do
por el rumor de sus olas que besan dulcemente las orillas de una
costa baja y arenosa, no llegaban entonces, y sólo muy de tarde en
tarde, sino ecos perdidos de la civilización europea. Realizábanse los
adelantos de la época sin que le afectasen de modo directo, y apenas si
de él eran advertidos. Sólo por referencias sabíase allí que surcaban
veloces los mares, venciendo la potente fuerza de los vientos y el
"Una de las
primeras
apologías sobre
el mundo
marinero de
Arrecife"
40 nº 1
Arrecife
empuje de las olas, ciudades flotantes(...) Mi pueblo era entonces una
especie de limbo (...) Y en este estado de olvido, de apartamiento y de
ignorancia, pasaban unos tras otros sin aportar a sus habitantes más
que rumores, no bien determinados ni percibidos, de la vida, de las
costumbres, de los goces, de la existencia en fin, de un mundo a él
cercano por la distancia material, muy distante por sus diferencias
esenciales. No databa de mucho tiempo, en la época a que me refiero,
la fundación de este pueblo marítimo; poco extensa era su parte urba-nizada,
escaso su vecindario-no pasarían de quinientos los vecinos-y
su comercio de exportación e importación muy reducido (...) Bañábale
al Este el mar penetrando por entre varios islotes y determinando
pequeños lagos salados o mediteráneos en miniatura, en los cuales
entraban embarcaciones mayores y menores que en ellos fondeaban, o
varaban en seco en la playa, para limpiar sus fondos y efectuar otras
operaciones de carena(...) Digno era entonces y lo es hoy también de
la atención de un observador este lago salado que convierte la pobla-ción,
por esta parte, en otra Venecia, sin palacios de mármoles y gra-nito
(...). (Pereyra;1897:6-10).
Dentro de la misma sintonía idealizada y evocadora de otros tiem-pos
debe interpretrarse uno de los capítulos más bellos del libro.
Hablamos de la “Casilla del Resguardo”. A nuestro juicio este capí-tulo
bien pudiera ser considerado como una de las primeras apo-logías
sobre el mundo marinero de Arrecife. Se trata de todo un ale-gato
al recuerdo nostálgico y a la pérdida, ya desde finales del
s.XIX, de una parte de nuestras señas de identidad como pueblo.
No deja de ser curioso el hecho de que en el fragmento que acaba-mos
de ver, el autor comentaba el abandono y la abulia decimonó-nica
que invadía a Arrecife, para ahora hablar del creciente auge y
progreso que vive el Puerto del Arrecife a finales del siglo XIX y
que trae consigo, como, sabemos, el derribo de las primeras cons-trucciones
en torno a las zonas que constituyeron los enclaves pri-mitivos
del nacimiento del Puerto. Evidentemente, tenemos que
percatarnos de que la ciudad vive cierto impulso económico que
conlleva el crecimiento y la reedificación del espacio urbano.
No cabe la menor duda de que estas construcciones que no logran
permanecer edificadas ya guardan para buena parte de la pequeña,
pero bulliciosa, ciudad entrañables recuerdos de tiempos pasados y
son portadoras de referentes espaciales que empiezan a configurar
la historia menuda de Arrecife.
Por todo ello, a buen recaudo, podemos considerar estas emotivas
páginas del libro como un primer intento de apalabrar parte de la
memoria colectiva de un pueblo. Pereyra salva, de esta manera, del
anonimato intrahistórico de décadas pasadas, como diría Unamuno,
"Creciente auge
de Arrecife a
finales del s. XIX
que trae
consigo el
derribo de las
primeras
construcciones"
CdG 41
José R. Betancort Mesa
las voces de un grupo de viejos lobos de mar, marineros, roncotes y
algún que otro militar navegante para dejar para siempre sus voces
en la literatura isleña, ya que en 1897 La Casilla del Resguardo,
lugar donde se reunían, ya forma parte de la historia. Así nos lo
describe Pereyra:
“¡Ya no existe!. La piqueta de las reformas urbanas la derribó; y en su
lugar se alza hoy edificio más importante y de mejor aspecto. Esta
piqueta reformadora como han dado en llamarla, embecelle, es verdad,
las poblaciones y las restaura y remoza; pero, también es cierto, que, a
los que vamos para viejos, nos entristece el ver, cómo, a sus golpes,
desaparecen casas y cosas llenas de recuerdos alagüeños de la juven-tud
(...). (Pereyra:1897:99).
Pero sin duda alguna dentro del dibujo que sobre Arrecife da estos
Tipos de mi tierra, una de las parcelas más interesantes es el retrato
de los personajes tratados. En este punto no hay que olvidar que
estamos ante una obra literaria que ha de encuadrarse dentro de la
novela regionalista canaria, con una especial orientación hacia el
realismo donde late un acentuado sabor naturalista que lo diferen-cia,
en buena medida, de muchos de los escritores canarios de su
época. Así, Pereyra, a lo largo de los diez cuadros que componen
esta obra se nos presenta como todo un maestro del retrato psicoló-gico
de la burguesía de una pequeña ciudad portuaria del siglo XIX.
No obstante, no nos cansaremos de insistir en que no debemos
interpretar Tipos de mi tierra como el intento nostálgico de un
escritor local de engrandecer su ciudad natal bajo el hechizo senti-mental
de su vejez santacrucera y de los gratos recuerdos infantiles
en el Charco de San Ginés. Efectivamente, Pereyra desea que
Arrecife ingrese en los referentes contextuales de los microcosmos
de ficción es de la Literatura no como un locus amenus irreal, tal
como muchas veces aparecen los paisajes canarios retratados en la
literatura de la época, sino, desde el especial encuadre de los tintes
naturalistas que fluyen en la obra, como un lugar de la geografia
canaria donde conviven diferentes tipos sociales.
Ahora bien, somos de la opinión de que la Literatura, por muy ape-gada
que se encuentre al Realismo literario de su época, no debe ser
considerada como un referente fidedigno y mimético de lo que esta-ba
pasando en la calle. Nadie duda que existe y ha existido este ser-vilismo
social, de denuncia o de solidaridad en la Literatura y en el
Arte en general, pero no es, a nuestro juicio, el objetivo final de lo
literario. Sin embargo, también es verdad que en algún que otro
momento el texto Tipos de mi tierra pueda servir (y de hecho sirve)
para intentar recomponer determinados aspectos de este momento
"Un primer
intento de
apalabrar parte
de la memoria
colectiva de un
pueblo"
42 nº 1
Arrecife
socio-histórico de finales del siglo XIX, pero nunca han de ser
interpretados como meta final en sí mismo, por lo menos en un
estudio estrictamente literario de la obra en sí.
El retrato de la burguesía arrecifeña en Tipos de mi tierra
Pese a que la población de las clases más humildes, las que por
aquel entonces pueblan mayoritariamente Arrecife en términos
numéricos, es la clase burguesa la que ocupa el centro de atención
del escritor. De ella nos da Pereyra unas soberbias pinceladas que
nos ayudan a reconstruir a través de las referencias literarias cómo
era la vida de dichos tipos en el Arrecife del siglo XIX. Veamos
algunos apuntes de cómo era la vida de Arrecife hace ahora un
siglo a través de Tipos de mi tierra:
“ Era un pueblecito de corto vecindario, aunque bastante culto e ilus-trado
y con ideales de progreso y libertad”. (Pereyra:1897:29).
“Concurría a diario, y con metódica exactitud, a la tertulia vespertina,
que, después de las cuatro, hora de comer en casa de las familias aco-modadas(
según la costumbre de entonces, conservada hasta hoy)(...).
(Pereyra:1897:30).
“No había imprenta en el pueblo; y el señor Ramón hacía las veces de
esquela invitatoria, llevando de casa en casa las nuevas infaustas o
felices de la defunción de D. Fulano y de la hora de su enterramiento,
o del natalicio de un vástago de D. Zutano. Recorría el pueblo entero
con la lista de todos los vecinos acomodados, cuando de una suscrip-ción
pública se trataba, y recogía los donativos. Repartía a domicilio
los prospectos de las funciones teatrales de una sociedad de aficiona-dos,
y también los anuncios de las novelas nuevas-o viejas editadas
recientemente- a dos cuartos la entrega(...)”. (Pereyra:1897:134).
De la burguesía arrecifeña nos ofrecerá Pereyra desde el retrato más
nostálgico y entrañable de los viejos lobos de mar (un práctico del
muelle, un viejo patrón o aquel miembro de la Armada Real) en la
“Casilla del Resguardo”, hasta las descripciones más caricaturescas
y paródicas de los personajes femeninos en los capítulos de “Doña
Marta” o “Clarita”. Pincelada a pincelada Pereyra va configuando
un microcosmo urbano peculiar.
Otro dato socio-histórico significativo que ha quedado reflejado de
manera vivísima dentro de los parámetros del texto, como un refle-jo
del retrato de esta clase burguesa en Tipos de mi tierra, son los
ecos sobre las viejas disputas entre los defensores de la solariega
Villa de Teguise y el dinámico empuje de la burguesía del Puerto
del Arrecife. El crecimiento de Arrecife es lento y los adelantos
básicos de la ciudad se jalonan pausadamente durante todo el siglo
XIX y siglo XX. No obstante, mientras se consiguen las reivindica-
"El intento
nostálgico de
un escritor local
de engrandecer
su ciudad natal
bajo el hechizo
sentimental de
su vejez
santacrucera"
CdG 43
José R. Betancort Mesa
ciones administrativas de la dinámica burguesía arrecifeña, llega el
empuje económico con la reconversión agraria y pesquera con el
cultivo del tomate y con las cada vez más importantes pesquerías en
el Banco Canario Sahariano.
De la lucha, a lo largo del siglo XIX, entre Teguise y Arrecife por
hacerse con la hegemonía jurídico-adminsitrativa y económica de la
Isla, da suficientes muestras el capítulo “El Boticario”. Así nos las
describe:
“(...) Era el alma de todos los planes y genio creador y organizador de
casi todas las intrigas urdidas por los liberales del pueblo nuevo, para
desbaratar los propósitos o hacer ineficaces las resoluciones de sus
contrarios los retrógrados de la Villa vieja. Verdadero espíritu revolu-cionario
y demoledor, este boticario, fue uno de los elementos más cti-vos
de la decadencia de la Villa enemiga y eficaz instrumento de la
prosperidad y del engrandecimiento del pueblo que la vio nacer. A su
energía y actividad y, más que a éstas, a su pronta y feliz inventiva y a
su sátira mordaz y contundente, debe aquel lugar su elevación a capi-tal
del distrito judiacial y militar, base de su ulterior adelantamiento”.
(Pereyra:1897:38).
De este Boticario nos hace un interesante retrato psicológico, lle-gando
a decir de él, con no pocas dosis de ironía, que:
“Nació a finales del siglo XVIII y era volteriano. Si hubiese nacido
cincuenta años más tarde y hoy viviera, sería socialista...”
(Pereyra:1897:27-28).
Habla Pereyra de la burguesía capitalina refieriéndose a ella como
portadora de ideales de progreso y de cierto liberalismo ideológico,
con una clara vinculación de ésta a la masonería, lo que nos da a
entender la existencia de una burguesía plenamente configurada y
organizada con una orientación ideológica en sintonía con la esta-blecida
en otros núcleos urbanos de Canarias y con unas claras
aspiraciones a conquistar el poder político de la Isla.
En el mencionado capítulo del Boticario se nos hace un pequeño
esbozo de la descripción de esta pujante burguesía arrecifeña:
“Era miembro de una especie de club, o círculo, cuyos socios de ideas
muy avanzadas en aquella época en que alboreaban los principios y
las tendencias democráticas informadoras de nuestra sociedad actual,
llevaban la representación del progreso y eran decididos sostenedores
de las libertadades del ciudadano contra la reacción religiosa y la
opresión y la tiranía de un regimen político-adminstrativo ignorante y
fanático. Franc-masones, en su mayor parte, los individuos de dicho
club, no estoy seguro de que lo fuese también nuestro protagonista;
(...) No tenía todavía su asiento por los años a que me refiero la capita-lidad
judicial y militar del distrito en el pueblo residencia del botica-
"Es la clase
burguesa la que
ocupa el centro
de atención del
escritor"
44 nº 1
Arrecife
rio; y radicaba aquella en una población antigua, de costumbres levíti-cas,
donde el primero reasumió el mando y la autoridad supremos
civil, político y judicial, uno de esos alcaldes corregidores de poder
omnímodo, establecido en dicha población elevada a la categoría de
Villa (...) en pugna estuvieron la antigua Villa, representacion de lo
pasado y caduco, con el pueblo naciente hijo del siglo revolucionario
y amamantadi en ideas progresivas y librepensadoras.” (Pereyra:
1897: 36-38.).
Con respecto a los personajes femeninos pertenecientes a la
pequeña burguesía de Arrecife nos da Pereyra dos visiones. Por un
lado, tenemos las caricaturescas descripciones de dos tipos de
mujer formadas bajo las consignas de una educación anacrónica y
obsoleta y, por otro, nos ofrece la imagen risueña de la mujer
emprendedora, hacendosa y ordenada, que regenta una tienda de
ultramarinos, prototipo perfecto de la burguesía dedicada al comer-cio
de pequeñas ciudades como Arrecife.
Del primer grupo nos brinda Pereyra el triste cuadro de una mucha-cha
enloquecida debido a unos amores contrariados por la familia
de la joven y que la sumen en unas terribles crisis mentales que
rayan la histeria en el espiodio “Clarita”. También hay que recordar
el capítulo titulado “Doña Marta”, donde se nos dibuja el caricatu-resco
retrato de la señora que, víctima del ostracismo de una socie-dad
provinciana, al quedar viuda despierta en ella unos deseos locos
por acicalarse y adornarse con todo tipo de vestimentas estrafalarias
y ridículas, siendo objeto de las risas de la sociedad de la época.
La visión naturalista de la sociedad
Ahora bien, es en las clases más humildes donde este escritor de
Arrecife se nos muestra como todo un maestro del retrato psicológi-co
con capítulos como “Una pareja”, “Dos tipos callejeros” y el “Sr.
Luis”: De ellas nos ofrece el lado más oscuro de la sociedad. Lejos
quedan aquí aquellas pinceladas amables y nostálgicas de Arrecife
o el retrato dinámico y alentador de la burguesía local. Ahora se nos
torna un Arrecife urbano donde se dan cita aspectos menos bellos y
bucólicos. Los personajes son ahora un pareja de alcohólicos, una
ninfómana, un violador y un enano afeminado.
Es aquí donde desaparece el consabido escritor amable, afín a la
estética idealizante del costumbrismo regionalista y donde se da
paso a una línea naturalista bajo un tono narrativo sombrío, tene-brista
y hasta escatológico, donde los personajes aparecen marcados
por un destino despiadado.
Debido a esta orientación naturalista del texto, la publicación de
Tipos de mi tierra fue muy criticada por la prensa tinerfeña más
"La lucha, a lo
largo del s. XIX,
entre Teguise y
Arrecife por
hacerse con la
hegemonía"
CdG 45
José R. Betancort Mesa
intransigente ya no sólo con calificativos como "escándalo por-nográfico",
"obra obscena o inmoral" en las ediciones de 1897 de
períodicos com La Voz de Icod, La Opinión y Aguere. Este último
realizó toda una cruzada en contra de Miguel Pereyra y de Antonio
Zerolo, el cual había prologado el mencionado texto. Como dato
curioso y desproporcionado citaremos una carta a toda plana al
Arzobispo de Sevilla en contra de Pereyra y que aparece en el nº 62
del Aguere del 16 de septiembre de 1897.
Pereyra baja a los fondos más míseros para contarnos la terrible y
triste historia de una ninfómana llamada Ambrosia que pasea su
neurosis por Arrecife bajo lluvias de pedradas de la chiquillería o el
fatal final del matrimonio de panaderos que tras converstirse en
alcohólicos acaban sus días en medio de peleas y gritos. Pero,
quizás, uno de los cuadros más sombrios e interesantes del libro lo
constituya el retrato fascinante del “Sr. Luis”, un enano afeminado
que es ofrecido como objeto de curiosidad y de satisfacción juvenil
a las hijas de un hacendado y que, una vez que éstas han pasado la
edad de la pubertad, se olvidan del pobre enano, antaño punto de
mira de todas las mujeres de la casa. En este sentido, se trata de una
historia descrita con una crudeza y con un tono tremendista que
llega a la cosificación más grotesca del individuo, al ser rebajado a
mero juguete de unas niñas caprichosas. Un espisodio de la España
negra, extrapolado a la sociedad arrecifeña de finales del s. XIX.
Conclusiones
Como se ha visto, en Tipos de mi tierra late una especial orienta-ción
hacia el realismo bajo los tintes naturalistas que lo diferencian,
en buena medida, de muchos de los escritores canarios de su época.
Pereyra de Armas, con estos diez cuadros, se nos muestra como
todo un maestro del retrato psicológico de un grupo humano de una
pequeña ciudad canaria del siglo XIX. Así ante nosotros han defila-do
desde el retrato nostálgico hasta el caricaturesco, pasando por el
naturalista y, en ciertos momentos, hasta por el escatológico.
El marco referencial donde sitúa a estos cuadros no es otro que el
Puerto del Arrecife. En efecto, esta peculiar galería de personajes
que acabanos de ver está contextualizada en Arrecife, convertido
con Tipos de mi tierra en un verdadero y auténtico escenario de la
ficción literaria.
En este sentido, y sin que esto haya que interpretarse como un pseu-donacionalismo
mal interpretado, Arrecife entra a partir de este
momento en las puertas de la historia de la literatura escrita en
Canarias de la mano de esta pequeña publicación que debemos
"Es en las clases
humildes donde
este escritor de
Arrecife se nos
muestra como
todo un
maestro del
retrato
psicológico"
46 nº 1
Arrecife