EL PERRO EN LA PLÁSTICA CANARIA
GERARDOFU ENTESP ÉREZ
De todos los animales domesticados, el perro es sin duda el que
más ha cooperado en la aventura humana, siendo objeto de inspira-ción
artística desde los tiempos más remotos hasta nuestros días. Ni
siquiera el caballo, de líneas elegantes y de reconocida estima, ha
podido arrebatar al perro su protagonismo en el arte, e incluso, afir-ma
Rosenblum, «comparados con los gatos, los perros han estado más
cerca de los efectos de los hombres, ya sean participando en las ca-cerías,
como compañeros leales en la naturaleza salvaje o en la ex-plotación
agrícola, como elementos de consuelo y apoyo personal en
los hogares más ricos y más pobres de la ciudad y del campo» l. Quizá
fue su amplia capacidad de razonamiento lo que hizo posible la rela-ción
íntima con el hombre, de tal manera que ocupó distintos aspec-tos
de la cultura (mitológicos, simbólicos, artísticos), presentándose
incluso como una proyección de la vida misma, de los acontecimien-tos
humanos, confundiéndose a veces con ellos. Comenta el escritor
francés Hervé Bazín que el perro «está tan presente y difundido en
el arte como en la nat~raleza»~de,s de aquellas primitivas pinturas
de la Prehistoria hasta las más elocuentes y poéticas imágenes ani-madas
de Walt Disney.
Con frecuencia, su representación -sobre todo la anterior al si-glo
XVIII- se halla sometida a los gustos personales de los artistas,
deformando las características propias del animal, ignorando en mu-chas
ocasiones la raza canina, de ahí la difícil tarea de establecer cla-sificaciones
y reconocer el tipo concreto, debiéndose, según el profe-sor
Morales Padrón, a que «no siempre el perro tuvo un modelo ...
retratado de memoria y su raza y rostro no quedaron firmemente re-flejados
» 3. Salvo en algunos casos concretos el artista respetó la fi-
228 Gerardo Fuentes Pérez
sonomía original del perro, como el lebrel, la raza más antigua que
se conoce, «sin haber sufrido prácticamente ningún cambio a lo lar-go
de seis mil años»4, y que lo encontramos, a manera de ejemplo,
en el retrato del Emperador Carlos V, realizado por Tiziano; o el
mastín, especialmente el español, descendiente «de los antiguos pe-rros
molosoides que se extendieron por el globo en época de los ro-manos,
los fenicios y otros pueblos viajeros>>5s, iendo uno de los más
célebres el que dormita junto a la enana Mari Bárbola, en el cuadro
de «Las Meninasn, sobre cuyo lomo apoya el pequeño Nicolás de
Pertusato su pie. En otras ocasiones, las pinceladas, la policromía y
la línea producen espontáneamente razas caninas inexistentes o des-conocidas.
Por tanto, hay que esperar al siglo XVIII para encontrarnos m
con los tipos ya definidos e, incluso, llegan a ostentar el protagonismo n
E de la escena, originando así la conocida «serie canina» de los pinto-res
ingleses de la citada centuria, tales como John Wootton, George O
n -
StuD'~s, Tnomas Gains~orougn, entre otros. No oividemos, asimismo, -
m
O
los artistas pertenecientes a la escuela francesa de la misma época, E
E
destacando a uno de sus máximos representantes, Jean-Baptiste Oudry, S
rival de Alexandre Francois Desportes; o bien, Jean-Jacques Bachelier =
que llegó a pintar animales exóticos «que iban desde un oso polaco 3
y un león africano a un faisán chino», llevando al lienzo (1765) «un -- 0 caniche que al parecer perteneció a María Antonieta cuando ésta te- m
E
nía diez añom6. Aparte de las connotaciones míticas, como animal O
que mejor ha simbolizado la fidelidad, aunque a veces encarne el papel 6
de impuro y maléfico, dado que se emparenta con el lobo y el cha- n
E cal ', el perro se incorpora al arte no sólo como elemento compositivo, -
a
sino que participa de la escena, proyectando los mismos estados de nl ánimo que los humanos, como consecuencia de la estrecha relación n
0
existente entre ambos, de tal manera que a veces la representación de
este animal nos habla de su propio dueño, de las circunstancias fami- 3
O
liares, y del papel que ha interpretado a lo largo de la historia.
Así, el perro puede aparecer asociado a un individuo, bien expre-sando
un carácter religioso o acentuando la cartegoría de su amo. El
primero lo encontramos en Canarias junto a figuras de santos o a
personas vinculadas con la religión cristiana, tanto en escultura como
en pintura, bajo el aspecto de perro faldero o «chucho», considerado
como compañero leal, prescindiendo de cualquier raza definida. Es el
caso de SANTOD OMINGODE GUZMÁNd, evoción muy extendida por
todo el Archipiélago gracias a la labor de la Orden de Predicadores
que él fundara en 1216. Aunque parezca impropio de una orden reli-giosa
utilizar como símbolo un perro de raza, sinónimo de las clases
~1 perro en [a plástica canaria 229
sociales dominantes no es extraño encontrarlo en algunas represen-taciones
como la que se conserva en el convento de la mencionada
orden, en Córdoba, lienzo anónimo del siglo XVI; a la izquierda del
Fundador, un hermoso lebrel porta la antorcha encendida.
En general, el perro es de reducidas dimensiones, de pelaje negro
y blanco, tal y como lo soñó Juana de Aza, madre de Santo Domin-go,
durante su embarazo: «soñaba que de sus entrañas salía un ca-chorro
blanco y negro, que llevaba en su boca una tea encendidas9.
Este sueño ((significaba que de ella nacería un vibrante predicador,
en cuyos labios estaría el fuego de la palabra, con el que encendería
vivamente en el corazón de muchos hombres el enfriado amor)>'O . La
imagen del perro blanquinegro es la más extendida porque intenta
explicar los colores del hábito de la Orden de Predicadores. Lo en-contramos
a los pies del Santo Fundador, «como animal estático y en
reposo: de pie, semi de pie, sentado, acostado; o animal dinámico:
de pie en movimiento, rampante, retorciendo el cuello y patas, y en
pugna defensiva, siempre con la antorcha llameante» ". La postura
más usual es la de sentado, mirando al frente, espectante, como fiel
guardián, ya que según diversas opiniones, el término «dominicanos»
proviene del Latín «domini-canes», es decir, «los perros del Señor»,
aquellos que protegían el rebaño (la Iglesia) frente al ataque de los
lobos (herejía). Según la literatura dominicana, se descubre el signi-ficado
que este animal tuvo en los primeros biógrafos de Santo Do-mingo,
como Jordán de Sajonia que le «asigna el calificativo de
Praedicatorem insignem, que despertaría a las almas dormidas en el
pecado, y con el ladrido de su doctrina: sacrae eruditionis, propaga-ría
el fuego de Jesuscristo a la tierra: mundo spargeret universo»'2.
Por eso, el perro se halla junto al pastor, inseperable ya, obediente
colaborador en la empresa evangelizadora; entre los muchos ejemplos
que tenemos en el Archipiélago, podemos destacar el correspondiente
a la imagen de Santo Domingo de Guzmán, albergado en la antigua
basílica (capilla conventual) de la Patrona de las Islas Canarias, ac-tualmente
convertida en museo; o bien, el que aparece incorporado a
la escena representada por la Virgen del Rosario, San Francisco de
Asís y Santo Domingo, lienzo realizado en el siglo xvm, expuesto en
la parroquia1 de Casillas del Angel, en Fuerteventura. No olvidemos,
asimismo, el perro que acompaña al Fundador, lienzo que aparece
expuesto en la ermita de San Vicente Ferrer, de Veloco, La Palma.
E! perrc de pic, no se interpreta en actit-d de lucha, sólo intenta dar
los mismos pasos que el Predicador, portando siempre el fuego de la
Palabra, como sucede con el que se halla en el Colegio de San José
230 Gerardo Fuentes Pérez
de Las Palmas de Gran Canaria, lienzo ejecutado por una religiosa
dominica, en época reciente, que prescindió de la imagen estandarizada
del animal para representar un tipo mixto. El perro echado, menos
frecuente en la iconografía dominicana, nos habla de momentos de
reposo después de las ardientes discusiones mantenidas por Santo
Domingo con los albijenses. Con cierta frecuencia lo encontramos en
actitud de jugar con el globo terráqueo; uno de los más interesantes
es el correspondiente al titular de su iglesia de la citada ciudad capi-talina.
No parece encajar con las razas más comunes, a pesar de la
rizada cola que se enrosca sobre su lomo, y que nos recuerda al
«phalene», que los franceses llaman «chien écureuil~( «perro ardilla»).
Debemos tener encuenta que fue realizado por el escultor Fernando
Estévez en 1829, fecha en la que ya se conocían buena parte de las
razas caninas en Canarias, aunque creemos que en esta escultura ha
dominado la fantasía del artista.
El perro también acompaña a la madre de Santo Domingo, JUANA
DE AZA, en su conocido sueño. Aparece en el conjunto de pinturas
murales que decora una de las salas nobles del citado Colegio de San
José de Las Palmas.
Asimismo, acompaña a los santos ROQUE y LÁZARO. En estas re-presentaciones,
el animal adopta distintos tamaños y formas anatómi-cas,
sin llegar a definir razas concretas; el color de la pelambrera
puede ser negro, como el perteneciente a la imagen titular de la pa-rroquia
de San Roque, en Tinajo (Lanzarote), marrón, si se trata de
la imagen homónima de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán
de La Laguna (Tenerife), y blanquinegro como el que se halla a los
pies del santo del mismo nombre, venerado en el templo de San
Agustín, de La Orotava (Tenerife), o en las imágenes de San Lázaro
que se custodian en la capilla del Convento de Santa Clara de Asís
(La Laguna. Tenerife), y en la ermita homónima, de la citada Ciudad
de los Adelantados, respectivamente, sin olvidarnos del perro que lame
las llagas de San Lázaro en una pintura anónima del siglo XVII, cus-todiado
en la sacristía de la iglesia de Nuestra Señora de la Concep-ción
de La Laguna (Tenerife).
En muchas de las representaciones de la vida de Cristo y de los
santos, el perro se hace presente, mostrándose activo en el aconteci-miento.
El barroco es proclive a utilizar este recurso compositivo,
ayudado sobre todo por la literatura y por la práctica de la montería,
siendo un-. & !a m& &!&re<; 11 I ~ _ P . S & T Q ! ! ~ ~ ~ por e! rey L.-& XIII,
aunque no pasaron desapercibidas las jaurías de su predecesor,
Luis XIV. Tampoco hay que olvidar que ya se conocían algunos tra-
EI perro en la plástica canaria 23 1
tados sobre perros, como el que escribió el doctor Caius, médico de
Enrique VI11 de Inglaterra. Así pues, no es extraño encontrarnos con
perros en temas como el de «La Crucifixión», siendo uno de los más
notables, el que llevó Rubens al lienzo después de 1609, actualmente
en la Catedral de Amberes. El animal no se muestra agresivo, ni si-quiera
parece tomar partido de los que yerguen la cruz de Cristo; en
cambio, manifiesta inquietud y agitación, asociándose a la idea de
renacimiento que ya el escritor romano Petronio, en un pasaje del
«Satiricón», pone en boca de un hombre que desea ver pintado un
perro «a los pies de su estatua para poder continuar viviendo des-pués
de la muerte; sin duda que la idea básica era la del perro que
debe mostrar al difunto el camino que conduce al otro mundo» 13. Por
eso, en la amplia simbología cristiana, esta idea se torna en alegoría
de la resurrección, y en la obra quenos ocupa, anuncia a Cristo ven-cedor
de la muerte 14. Situación muy distinta a la que observamos en
«La Sagrada Familia», de Murillo (Museo del Prado); aquí, el peque-ño
perrito de color blanco participa de la paz del hogar, jugando con
el Niño Jesús. Y dentro de esa misma paz, y como si no se percatase
de lo sucedido, duerme plácidamente mientras se produce el diálogo
entre el ángel y María, en el lienzo de la «Anunciación», realizado
por Gaspar de Quevedo, expuesto en la iglesia de Santa Catalina de
Alejandría de Tacoronte (Tenerife).La doctora Fraga González afirma
que los pequeños detalles de la composición «recuerdan el influjo de
Zurbarán», refiriéndose sobre todo al perrito dormido y al cesto de
la costura 15.
El Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife
cuenta con un interesante ejemplo de composición barroca: «Jesús
expulsa del templo a los mercaderes», lienzo llevado a cabo por Juan
de Miranda hacia 1784. En un primer término, y dentro de «una es-tética
seiscentista~l 6 aparece el perro que irrumpe en la escena, y que
no se atrave avanzar debido a la inseguridad que le produce el desor-den
y el aspaviento de los mercaderes (figura 1). Esta composición la
encontramos en «La Santa Cena», de Tintoretto, obra conservada en
la Academia de Bellas Artes de Madrid. El perro intenta subir los
peldaños que dan acceso a la estancia, mientras se agita ante el anun-cio
de la traición de Judas.
En los temas no religiosos, y sobre todo en aquellos surgidos a
partir del siglo XVIII en adelante, se observa una sensibilidad muy
distinta en el tratamiento del perro. El estudio de las razas. impulsa-do
por el naturalista francés Georges de Buffon y el sueco Carlos
Linneo, que establecían cuadros sitemáticos para su conocimiento, así
EI perro en la plástica canaria 233
Ninette» (Musée Historique Lorrain, Nancy), obra de Claude Michel
(1738-1814), conocido con el sobrenombre de «Clodión».
A lo largo del siglo XIX, los temas cinegéticos eran interpretados
por casi todos los artistas, en los que el perro aparecía «como reflejo
de unos estratos sociales cada vez más móviles y conflictivos, desde
los campesinos sumidos en una pobreza sin esperanza* a una so-ciedad
burguesa y comercial, que en caso de Canarias muchas veces
estuvo emparentada con familias extranjeras (inglesas, irlandesas, fran-cesas),
lo que motivó el conocimiento y uso de costumbres de aque-llos
pueblos en las principales ciudades isleñas, así como una mayor
atención al perro, cuidando la selección de la raza que a veces era
exhibida en lugares públicos o en pequeños concursos organizados por
sociedades filantrópicas, emulando de alguna manera el comportarnien-to
de las sociedades más refinadas del continente.
Este i~:er&m os:ra& por !u s~ciedudc anzr,.iu trae c enc ig~q ~ e
artistas de la época se ocupen más abiertamente de la figura del ani-mal.
Aparte de aquellos perros pertenecientes a razas determinadas,
es frecuente encontrarnos con tipos no definidos,algunos de ellos in-sertos
en el paisaje, como el perro que retoza en medio del Camino
Real a su paso por el actual municipio de San Juan de la Rambla
(Tenerife), lienzo realizado por Gumersindo Robayna en 1898; o los
que Elisabeth Murray dejó formando parte de la comitiva de came-llos
en su obra «Vista de la Orotava y del Teide», fechado en 1851.
No podemos olvidar aquellos perros que con frecuencia encontramos
en los grabados de la época, como los que realizó Williams. En algu-nos
de ellos aparecen descansando en medio de los caminos, como el
de la «Vue du Village d'Adexe»; en otros, el perro retoza alrede-dor
de su amo («Vue du ravin de Yeneche»), o bien en plena carrera,
caso del grabado que lleva por título «Milicien de la grande Canarie
se rendant la Revue». Aquí, el perro se apresura para abrir camino
al miliciano que abandona el pueblo montado sobre un burro. Por su
anatomía debe pertenecer al grupo llamado «de rastro» que, cruzado
durante varias generaciones, dio origen ai conocido «perro de caza»,
de constitución enjuta, rápido y de potentes músculos. Y el perro se
hace presente en los temas pastoriles, ejemplificado en la obra de
Teodorniro Robayna (1864-1825) conocida como «Paisaje con vacas»,
óleo sobre lienzo perteneciente a una colección particular de la capi-tal
tinerfeña. Junto a la pareja de pastores se yergue muy atento el
perro blanquinegro.
En aquellas representaciones donde aparecen personajes distingui-dos
de la sociedad, el perro suele ajustarse a una raza determinada.
EZ perro en la plástica canaria 235
go que este lienzo de evidente crítica social, es todo «un símbolo de
la miseria que atravesaba entonces el Archipiélago como consecuen-cia
de Ea crisis que se desencadenó tras el hundimiento del mercado
de Ea cochinilla» 19. Es posible -comenta en otra ocasión el profesor
Castro Borrego- «que la imagen de la mujer representa a Canarias,
que en aquellos años atravesaba una verdadera crisis de subsisten-cia.
La figura del niño que se alimenta de la madre ya fallecida es,
en este caso, una alusión a la tierra baldía que no puede dar susten-to
a sus hijos» 20. Y junto a ella, el perro fiel que no le es ajeno el
triste acontecimiento. Robayna organiza la composición partiendo de
dos diagonales paralelas: una descendente, en la que incluye las figu-ras
de la madre y el niño, como símbolo de la crisis y de la muerte,
y otra en sentido ascendente, dominada por la mirada del perro que
preludia mejores tiempos.
Contamos con otra obra perteneciente a esta misma temática que
se halla en el Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de
Tenerife. Se trata de la escultura en bronce realizada por Aurelio
Carretero (1863-1917), titulada «Lamentos», que representa a un po-bre
violinista pidiendo limosna. El perro, que se halla a su lado, mues-tra
una actitud impaciente ante la poca consideración del público.
Es poco frecuente la representación individual del perro en las artes
plásticas. El citado pintor González Méndez llevó a cabo dos intere-santes
dibujos que pertenecen a colecciones particulares de Santa Cruz
de Tenerife. Uno de ellos pudiera ser el boceto para su obra «El
Adelantado y los guanchos~d, el Parlamento Regional de Canarias. Se
trata de un elegante lebrel que vuelve la cabeza hacia atrás. El siguien-te
dibujo muestra dos perros; uno acurrucado sobre,un pequeño mue-ble,
y el otro sólo la cabeza. Ahora bien, los perros individuales por
excelencia son sin duda los que se hallan en la Plaza de Santa Ana
de Las Palmas de Gran Canaria. Son ocho esculturas en bronce reali-zadas
en talleres belgas y que han recibido a lo largo del tiempo distin-tgr
r-n-nr-n-c & p i f i t ~ ~ r ~ . & ~ r f C~ ~r ~ qPnIe mira hacia !a Catedral
contiene la firma «A.J.», iniciales que hasta el momento no ha sido
posible identificarlas con artista alguno que trabajara en la segunda
mitad del pasado siglo en aquel país europeo. Según Luis H. Daal,
las referidas esculturas fueron solicitadas por el Ayuntamiento de la
capital grancanaria en 1880 2', siendo Alcalde don Felipe Massieu y
Cnl -A- mo i n n a r nnlrinorl . ic. a- a o t n anmon;n i i r h o n n If<ni~trTiT l \ . C'nn nl
L UlbUll, pUlU Jbi bULUbUUUD bil bDLb bUyUblv uivuiiv \ligLLlu ni) b V I i bi
correr de los tiempos se convirtieron en un símbolo para la ciudad
de Las Palmas, como un monumento al supuesto origen del término
«Canaria», fruto de la búsqueda en el pasado siglo de la identidad
El perro en la pldstica canaria
es el caso de
Óscar Domínguez
(1906-1957) en su
etapa picassiana.
Sin embargo, po-demos
contemplar
en la Casa-Museo
León y Castillo,
de la ciudad de
Telde (Gran Cana-ria),
una intere-sante
pieza escul-tórica
ejecutada en
1960 por Santiago
Vargas, llamada el
«Zagalillo». Un
perro participa de
la ternura que ha
surgido entre el
niño desnudo, sen-tado
sobre una pie-dra,
y el pequeño
cordero que acuna
entre sus brazos
(figura IV). El es-cultor
ha reunido
en esta trilogía los
símbolos relacio-nados
con el ca-rácter
benéfico: el
niño -la candi-dez
y el futuro-,
el cordero -los
pensamientos puros- y el perro -fidelidad y guardián-. El «Za-galillo
» participó en la Exposición Nacional de Artes Plásticas, cele-brado
en Las Palmas en 1962 24. Tampoco encontramos en los artis-tas
actuales una preferencia por la representación de aquellas razas de
procedencia insular, como por ejemplo, el «presa canario», en sus dos
tipos: el «bardino» y el «majoreron; o el «bichón frisé Tenerifem, una
raza originaria de esta Isla, aunque «no se sabe cómo llegaron aquí
los primeros ejemplares. Lo que sí se sabe es que la raza procede del
238 Gerardo Fuentes Pdrez
tronco común del Babet, Cao de las Aguas Portugés y el Perro de
Agus Español, que son canes de pelo rizado ... y se le conocía «en
los círculos sociales de la alta sociedad española e inglesa, así como
entre las buenas familias afíncadas en el Nuevo Mundo. Allí llega-ban
en los barcos que, en un sentido u otro, cruzaban el Atlántico
con escala obligatoria en las Islas y as6 aunque la raza era muy
conocida desde el siglo XV, los siglos XVII y XVIII fueron los de su
máximo Fue el perro preferido de las damas de la corte
española, entre ellas la Duquesa de Alba, llevada al lienzo en ocasio-nes
por Francisco de Goya. Tampoco nos hemos encontrado con el
«garafiano», una raza que últimamente está en estudio.
Por último, el perro forma parte asimismo de la heráldica. Por ser
compañero del guerrero figura en muchos de los blasones de la noble-za
europea, y puede aparecer como «paseante, «corriente», «rampante»,
«ladrante», «echado», «sentado», «acolado», etc. En el caso de Cana-rias,
son escasísimos los escudos familiares que contienen la figura
del perro; uno de ellos es el que pertenece a los descendientes de
Fernando Guanarteme. El escudo de Gran Canaria presenta «castillo
de oro en campo de plata y un león rojo, que son las armas reales,
y después la isla añadió dos canes altos con una palma en medio»26;
asimismo, dos altos perros flanquean el escudo del Archipiélago
Canario. Algunos artistas lo han llevado a la escultura, como el ya
citado Gumersindo Robayna, quien lo talló para el tímpano del
antiguo Hospital Civil de Santa Cruz de Tenerife, obra del arqui-tecto
Manuel de Oráa y Arcocha. También Gumersindo Robayna, en
la decoración efectuada en el Salón de Corte de la Capitanía General
de Canarias, lleva a cabo una composición alegórica del Reino de
Castilla y León, encontrándonos una vez más con la trilogía Niño-
Perro-Cordero que el escultor Santiago Vargas había elegido para su
«Zagalillo».
Una versión reciente es la que ilustra la obra de Victor Doreste,
titfilz& &aycBn», que paere vi& a 10s perros & la Plaza de
Santa Ana. Su autora, Gabriela Rubio, ganadora del «Premio Lazari-llo
de Ilustración, 1993», dibuja con trazos rápidos la figura del ani-mal
a la que colorea 27.
Este ensayo no es sólo un intento de recopilar el mayor número
de representaciones caninas en la plástica canaria, sino también de
nnmL;mnt ln ;mrrnr+;~nAXm h;r+Ar;nn rinn nl r;nn;f;oorln rln lnn n n r r n o
L U l L l U L L L U L L U 1 l l V L ~ L l & U L L U 1 1 1 1 ~ c J L U ~ L b~UUL 1 -1 C . ~ & L U l ~ b U U Uu ., LU., y. ,LLuo
en momentos concretos de la vida del hombre, pues el papel desarro-llado
por estos animales, símbolo de la «fidelidad», ccpueda decirnos
casi tanto de los acontecimientos en el mundo occidental a lo largo
EI perro en la plástica canaria 239
de los dos últimos siglos como la historia de las grandes guerras y
revoluciones» 18.
AGRADECIMIENTOS
Nuestro más sincero agradecimiento a los doctores don José Con-cepción
Rodriguez (Las Palmas de Gran Canaria), y don Mariano
Herrera García (Facultad de Veterinaria. Universidad de Córdoba.
Córdoba), y al veterinario don Luis Martínez Segurado (La Orotava.
Tenerife) por sus valiosas aportaciones acerca de este noble animal.
Gerardo Fuentes Pérez
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EI perro en la plástica canaria 24 1
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23. DIARIOD E LAS PALMAS1,7 de abril de 1895. «Figuras de adorno. Con des-tino
al adorno de dicha plaza de Santa Ana, se han recibido del extranjero unos pre-ciosos
y artísticos perros de hierro, en diversas posiciones, que serán colocados en
la parte naciente de la misma. Tamhién se ha hecho venir ung bonita colorricín de
masetas de propio metal para los pedestales de la citada plaza. Celebramos los bue-nos
propósitos del Sr. Alcalde encaminados a terminar aquellas obras de carácter
municipal que habíamos perdido la esperanza de verlas concluidas».
24. PÉREZR EYESC, arlos: Escultura canaria contemporánea (1918-1978). Excmo.
Cabildo Insular de Gran Canaria, 1984, p. 500.
25. ARENASY, olanda: Una de las razas más apreciadas del mundo es de origen -
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de mayo de 1994, p. 54.
26. GARC~DAE VEGUETAL,u is: Nuestra ciudad. Las Palmas de Gran Canaria,
1988, pp. 183-4.
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Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1993.
28. ROSENBLURMo,b ert: op. cit., p. 14.