MUERTE Y RITUAL FUNERARIO
EN TENERIFE DURANTE EL ANTIGUO RÉGIMEN:
UNA LECTURA ARQUEOL~GICA Y DOCUMENTAL
El conjunto de recientes intervenciones arqueológicas realizadas en
edificios de interés histórico-patrimonial del Archipiélago Canario, ha
permitido poner a disposición de los investigadores una importante suma
de trabajos centrados en algunos de los aspectos que definen ese gran
campo que genéricamente se ha denominado «Arqueología Histórica».
Una vez superada una fase inicial de sorpresa e, incluso, de desborda-miento
se ha pasado a una etapa en la que han comenzado a surgir al-gunas
reflexiones que van desde cuestiones puramente metodológicas,
hasta problemas conceptuales y de interpretación, que manifiestan sin
duda el afianzamiento de una disciplina científica de escasa repercusión,
hasta ahora, entre los historiadores de las Islas.
A pesar de la naturaleza dominante (urgencias ') de las intervencio-nes
arqueológicas practicadas hasta el momento, éstas han aportado una
rica documentación material que sirve de complemento a la información
que ofrecen las fuentes escritas. Esta coyuntura ha permitido la confi-guración
de un marco propicio para la profundización de ciertas facetas
del pasado insular desde una óptica ciertamente novedosa en muchos
aspectos (Historia de las mentalidades, estudios directos sobre cultura
motariol A= lo nnhlariAr ranaria h l Antioiin RPgimen, re!aci~nes come- 'L.UCW"U' U W .U y " " L U I I " . -... s-. -11 1 - -.-
ciales, aspectos demográficos, técnicas y sistemas constructivos, etc.).
Uno de los campos de estudio que se encuentra en una posición
privilegiada es el que se refiere al mundo de la muerte. La razón que
lleva a ello es que la práctica totalidad de las excavaciones realizadas
hasta el momento, al menos en Tenerife, han tenido como objetivo bá-
, . sico docümeíitar el cm:eiiido aíqüeo!og;co de! sübsüe!~ de edificim
religiosos, los cuales fueron destinados a fines sepulcrales desde su cons-trucción
hasta inicios del siglo XIX.
510 J. Velasco Vázquez - A. Larraz Mora - C. Hernández Gómez
LAS PERSPECTIVAS DE ESTUDIO
En presente trabajo, cuyo objetivo básico es la reconstrucción de
algunos aspectos del ritual funerario del Antiguo Régimen en Tenerife,
se utilizará la información recogida en las intervenciones realizadas en
los siguientes enclaves religiosos: N.S. de la Concepción de SIC de
Tenerife (M. Arnay et al., 1995), la Ermita de S. Miguel Arcángel
de la Laguna (F. de la Rosa et al., 1995) y la Cva. Ermita de San Blas
en Candelaria (C. M. Hernández et al., 1996a; 1996b).
En todas los enclaves referidos se ha llevado a cabo la excavación,
registro e interpretación de áreas sepulcrales, así como un exhaustivo m
trabajo de investigación documental, ambos acometidos desde unos pre-
S supuestos metodológicos coincidentes, o al menos complementarios. Ello
hace posible la formulación de un análisis comparativo en el que se O
d-vaioren
ios aspectos comunes, pero también íos divergentes entre am- ó"
bas fuentes de información. S
I
Desde el punto de vista arqueológico, esta aproximación se ha visto 2
1
reforzada por algunos cambios en las perspectivas de estudio de los
espacios inhumatorios (C. Masset, 1986; H. Duday et al., 1992; D.H. 5
Y Ubelaker, 1995; S.P. Nawrocki, 1995), así como de los mismos mate- s = n riales bioantropológicos hallados en los depósitos sepulcrales (J. Das-m1
tugue, 1989; W. Wood et al., 1992) 2. En los contextos citados se ha O
abordado el análisis de los depósitos funerarios desde una óptica diná- g
mica e integradora, en la que ha primado la reconstrucción global de d
E los gestos funerarios asociados a la sepultura así como las distorsiones -
a
derivadas de los procesos tafonómicos (J. Henderson, 1987). Toda esta 4S
información ha sido confrontada con los restantes datos arqueológicos 8
del entorno, para de este modo poder identificar y explicar en su más 5
amplio sentido el conjunto de hábitos vinculables a las costumbres fu- O
nerarias de este período, que, en definitiva, son reflejo directo de la
mentalidad y la estructura socioeconómica de la sociedad canaria de la
época (M. Hernández, 1990).
La excavación de estos recintos sepulcrales posibilita el conocimiento
tanto de la población inhumada, desde una perspectiva estrictamente
antropológica ', como la reconstrucción de los comportamientos cultu-rales
que revisten y, en ocasiones, condicionan el hecho biológico de la
muerte, reflejando la actividad vital de una sociedad empeñada en per-petuar
sus valores más allá de la misma.
Por lo que se refiere a la utilización de las fuentes documentales
escritas, como una parte consustancial de la investigación arqueológica
Muerte y ritual funerario en Tenerife durante el Antiguo Régimen ... 5 1 1
en yacimientos históricos, la puesta en marcha de los citados Proyectos
de Investigación ha supuesto la consulta de tipologías documentales bien
conocidas, pero con unos objetivos hasta cierto punto diferentes de los
perseguidos en su utilización hasta ahora. Tanto la documentación ecle-siástica
(Libros de Fábrica, de Defunciones, Normativas generales o
específicas, etc.), como la notarial (Testamentos) y la etnohistórica, han
adquirido un papel primordial e inexcusable como fuente de informa-ción
acerca del concepto de la muerte en la época, al igual que de las
prácticas y costumbres a ella asociadas. En ellas es posible leer los in-tentos
de convertir el hecho de la muerte en una continuidad que, a los
ojos de las personas que intervienen, une el mundo terrenal con el espi-ritual,
para lo cual surgen y evolucionan modos de comportamiento so-cial
previos y posteriores a la muerte, cuya proyección se perpetua en
el tiempo, muchas veces hasta nuestros días. De este modo, cuestiones
tan diversas como ia organización deí espacio funerario, ios tratamien-tos
conferidos al cadáver y a la sepultura, la existencia de depósitos
secundarios (osarios), y en definitiva el funcionamiento general de cual-quier
área de necrópolis puede proporcionar información de primera
mano, no sólo de la actitud de estos hombres y mujeres ante la muerte,
sino también sobre muchos de los planteamientos básicos que guiaban
su existencia.
Es en este marco en el que surge el proyecto de llevar a cabo una
reconstrucción conjunta (arqueológica y documental) de las pautas más
significativas del ritual funerario en Tenerife durante el antiguo Régi-men.
El volumen de información disponible, y las lagunas existentes en
esta parcela de la investigación propiciaban un primer acercamiento de
estas características, pero siempre con la consideración previa de un tra-bajo
preliminar que requiere de nuevas intervenciones en el futuro. De
esta manera, el conjunto de aspectos reseñados anteriormente nos lleva
a defender que una aproximación global a la cultura funeraria del An-tiguo
Régimen tan sólo es posible a partir de la visión integradora que
f ñ v ~ r ñ~na~lii~s ~ 0 n ; u n tq~~ ~ o ! S p i cy0 a ~cgm~ntñ!. logrará -si
una reconstrucción dinámica de todos aquellos aspectos, materiales e
ideológicos, vinculados al complejo mundo de la muerte. La documen-tación
y la arqueología, cada una de ellas con sus propias especificida-des,
aportan un cúmulo de informaciones complementarias, favoreciendo
además la contrastación de los hechos que puedan presentar una más
dificil exíj!icaciSi;, u biefi qüe tefigafi üfi t raia~i ea:e~x cesivasefi:e
rico o formal en la documentación. Permitirán igualmente, subsanar las
lagunas derivadas de uno u otro recurso informativo, más aún a la hora
de adentrarnos en una faceta de la investigación en la que son copartí-
512 J. Velasco Vúzquez - A. Larraz Mora - C. Hernúndez Gómez
cipes elementos ideológicos, creenciales, etc., y que no siempre mani-fiestan
un testimonio directo ni en los documentos escritos ni en los
depósitos arqueológicos. No ha de olvidarse que las sepulturas son el
reflejo de prácticas culturales propias de una estructura social con
condicionantes socioeconómicos específicos, muchos de los cuales tra-tan
de ser mantenidos y exteriorizados en el momento final de la vida
de sus miembros.
LA MUERTE Y EL RITUAL FUNERARIO
Esta complejidad que ya de por sí define el hecho funerario, viene ,,
D además condicionada por las características propias de cada uno de los E
,e..s- pacios dedicados a fines sepulcrales. Efectivamente, tal como han O "4, A- ,,-:c,,*, .,,*, 1," F..,,.," ,,,A ln, ,.,:,l,,,:nn nr
~ U G ~ L UUG III~IIIIIGJLU L~I ILU lau ~UGIILGJ G J L ~ I L ~ J , LUIIIU la3 GVIUGIILI~J m- --
queológicas, cada uno de los recintos eclesiásticos sobre los que se m
O
E intervino, presentan una dinámica de funcionamiento particular, al me- £
2 nos en lo que concierne a su uso como espacio sepulcral. Este hecho, E
en principio, no ha de resultar demasiado extraño ya que los templos a
-
los que aquí se hace referencia presentan claras diferencias en el con- =
texto geográfico y socioeconómico en ei que se ubican. - -
0
La Iglesia de Nuestra. Sra. de la Concepción, fundada a principios m
E
del Siglo XVI, constituye la Parroquia Matriz de Santa Cruz de Tenerife, O
núcleo poblacional con un importante contingente demográfico, y con
un relevante papel económico, social y político en la Isla, en especial a n
E partir de finales del siglo XVII y que mantiene durante todo el siglo si- -
a
guiente (M. Arnay et al., 1995). 2
n
El caso de la Cueva-Ermita de San Blas, en Candelaria, presenta una n
n
serie de peculiaridades que ayudarán a explicar las especiales circunstan- 3
cias del uso sepulcral de este recinto. Se trata de uno de los primeros O
recintos consagrados al culto de una imagen cristiana en la Isla, que tras
la Conquista se convierte en iglesia de La Candelaria, hasta 1526 cuan-do
queda bajo la advocación del patrono de los ganados y los cardadores
(C. Hernández et al., 1996a).
La Ermita de San Miguel Arcángel, aún estando situada en el centro
Histórico de La Laguna y ser fundada por el Adelantado como panteón,
constituye un ejemplo singular por las diversas visicitudes históricas que
.la- ha.n . . ll -e v. -a -d -o a -s u..-f -r .i.r .la.. r- rr-o -s n-e -r .b- d-o - s- d- e. a.. h- a..n- -r tonn. intercalados con des- - - .. - , .. . . . - - ... .. - .- .. - .- .-
tinos muy diferentes al de su creación original (F. de la Rosa et al., 1995).
Es un hecho conocido que el uso de las Iglesias como cementerio
constituye un rasgo común al Cristianismo desde la Baja Edad Media,
F
Muerte y ritual funerario en Tenerife duranre el Antiguo Régimen ... 513
práctica que se prolonga hasta el siglo XIX, circunstancia que propicia-ría,
al menos potencialmente, que todas las construcciones eclesiásticas
tinerfeñas fueran utilizadas con este fin desde el mismo momento de la
culminación del proceso de Conquista, si bien con desigual suerte en
cada uno de los casos. La continuada recepción de inhumaciones, hizo
necesaria la racionalización del uso de estos espacios funerarios y, como
consecuencia, la generación de una normativa que regulara y rigiese todo
el proceso. Desde el punto de vista arqueológico ello se traducirá en la
articulación de una clara organización espacial, evidenciada por la dis-posición
regular de la mayor parte de las fosas dentro del recinto.
Una organización del espacio que conllevará además el uso conti-nuado
de similares zonas de enterramiento. Exceptuando la Ermita de
San Miguel, tanto en San Blas como en la Concepción, se pudo com-probar
un fenómeno de repetición de inhumaciones en el interior de las
mismas fosas; hecho que queda suficientemente probado por la localiza-ción
de restos humanos incluidos en el paquete sedimentario que cubre
el último enterramiento. Estas reutilizaciones implicarían que los restos
pertenecientes a los individuos preexistentes fueran alterados, si bien de
forma desigual, para llevar a cabo las nuevas inhumaciones; un proceso
que en la mayor parte de los casos se produce dentro de los límites
definidos por las fosas directamente excavadas en el suelo. Se trata de
un hecho arqueológico que puede ser puesto en relación, al menos en
algunos de los casos conocidos, con la existencia de sepulcros familia-res,
los cuales, como recoge la documentación escrita, tenían un régi-men
de uso que pasaba por la reutilización del espacio funerario a fin
de perpetuar la memoria del linaje.
La regular ordenación del suelo funerario también está marcada por
una jerarquización del área destinada a los enterramientos. No en vano,
aún a pesar de que la normativa eclesiástica haga mención expresa a que
no deben existir diferenciaciones en las distintas zonas de la iglesia
(M. Hemández, 1990), es un hecho constatado el reparto desigual de las
fosas que han de servir como sepultura. Desde el punto de vista arqueo-
IZA:-- ..-*-- r--Z -- L..- --A:>- --- --- -1 -----.- L:-- A,.C
IVgILU, GSLVS IGllVlllt;llVS 11V lldll YVUlUV SC1, YVI Gl IIIUIIIGIILU, V1G11 UGll-nidos,
pues, como se ha dicho, las intervenciones han debido supeditar-se
a los procesos de restauración, pese a lo cual, se constatan evidentes
diferencias individuales en lo que al tratamiento funerario se refiere.
Tales disparidades también han debido obedecer de igual modo a una
evolución cronológica, ya que, tanto en San Blas como en La Concepción,
se observan desemejanzas a io iargo dei espacio de tiempo que funcionan
como necrópolis. Así, por ejemplo, en la Ermita de Candelaria, se obser-van
variaciones diacrónicas que se traducen no sólo en una modificación
5 14 J. Velasco Vázquez - A. Larraz Mora - C. Hernández Gómez
de las orientaciones de las fosas, sino también en el trato dado a los cadá-veres
a la hora de practicar nuevas inhumaciones. Mientras que este pro-ceso
conlleva una reducción in situ en los enterramientos más antiguos,
en los más recientes, esta manipulación se hace de forma «descuidada»,
pasando a formar parte del relleno de fosa los restos esqueléticos corres-pondientes
a inhumaciones anteriores (C. Hernández et al., 1996) 5.
La Concepción constituye el ejemplo más claro de cementerio don-de
se suceden los enterramientos casi de forma continuada desde su
consagración hasta el momento de la creación de los cementerios civi-les
a inicios de la pasada centuria. La densidad de enterramientos en el
interior de este recinto supera cualquiera de los ejemplos conocidos hasta
el momento cuestión ésta a la que ha de sumarse la constatación de
evidencias arqueológicas directas que prueban la existencia de una fuerte
presión sobre el espacio funerario 6. Su enclave, la especial significación
socioeconómico de Santa Cruz y de su iglesia matriz, así como la más
que posible incidencia de coyunturas de elevada mortalidad en el perío-do
al que hacemos referencia (M. h a y , 1995), podrían ser los elemen-tos
que en mayor medida explicaran este fenómeno particular.
En la Ermita de San Blas, también se observan en el substrato ar-queológico
pruebas evidentes de sucesivas inhumaciones en su interior,
si bien con una serie de peculiaridades que la diferencian claramente del
ejemplo anterior. En este caso se pueden definir dos momentos claros:
uno correspondiente al siglo XVIII, y otro muy posiblemente al x v r , en-tre
los que además es posible distinguir pautas diferenciadas en la .orga-nización
del espacio sepulcral. La densidad de enterramientos en este
caso no es demasiado importante, no detectándose además evidencia
osteológica alguna que permita suponer una presión similar a la descri-ta
para la parroquia matriz de Santa Cruz de Tenerife. Un fenómeno a
tener muy en cuenta en relación a este punto en concreto, y que recoge
perfectamente la documentación escrita, es que la relación de San Blas
con la Basílica de Candelaria reduciría de forma considerable el núme-ro
de enterramientos que recibiría esta primera. Se hace además refe-oncia
2 un núc!e~ mra!, en e! que tampccQ exigir Un imp~flante
contingente demográfico, si bien es bastante complicado poder cuantifi-car
esta circunstancia en cifras reales.
CONSIDERACIONES FINALES
De lo visto hasta el momento se desprenden varios aspectos que es
necesario poner de manifiesto. En primer lugar, resulta posible consta-
Muerte y ritual funerario en Tenerife durante el Antiguo Régimen ... 5 15
tar la existencia de numerosos aspectos comunes en relación al mundo
de la muerte en los cementerios estudiados, pero más interés presenta
aún la existencia de especificidades locales que permiten la individuali-zación
de cada uno de los casos conocidos hasta el momento. Ello con-lleva
que el mundo de la muerte y el ritual funerario en el Antiguo
Régimen no pueda ser concebido de modo monolítico, ni en lo que
concierne a su reflejo material, ni en aquellos aspectos ideológicos
que se manifiestan como reflejo de una determinada sociedad.
En este sentido, los conjuntos estudiados, según las peculiaridades
de cada caso, revelan como la realidad se ajusta en mayor o en menor
medida a la legislación vigente. A pesar de la existencia de una férrea
normalización religiosa que trata de regular también esta faceta de la vida
del Antiguo Régimen, es posible hallar ejemplos en las que o bien no
se cumple o bien se amolda a las características de cada uno de los
edificios religiosos.
Por otro lado, los datos arqueológicos recuperados hasta el momen-to
centran el máximo volumen informativo en tomo al siglo XVIII, si bien
hay razones suficientes que llevan a justificar este extremo. Así en este
período un gran número de Iglesias sufren importantes obras de refor-ma
y acondicionamiento, las cuales suponen una alteración substancial
de los depósitos funerarios adscritos a períodos anteriores. Asimismo,
la existencia de un proceso continuado de inhumaciones dentro del mis-mo
recinto, hace que las fosas pertenecientes a siglos anteriores hayan
quedado prácticamente irreconocibles, pudiendo documentarse tan sólo
aquellas correspondientes al último momento de funcionamiento del
cementerio. Por otro lado, el siglo XVIII en Canarias coincide con una
etapa de importante crecimiento demográfico, lo cual, lógicamente, su-pondrá,
la existencia de una mayor presión sobre las áreas destinadas a
dar sepultura a los cadáveres.
Es por todo ello que las valoraciones hechas aquí en relación al
mundo de la muerte y al ritual funerario en todo el Antiguo Régimen
en Tenerife, es posible que no sean más que una visión de lo que suce-de
en ei sigio XvIII, no conociéndose más que datos parciales de lo que
pudo suceder en épocas más tempranas (tan sólo con algunas referen-cias
para San Blas), y haciendo más difícil el planteamiento de genera-lizaciones
para todo el período histórico que consideramos.
Esta misma parcialidad en la información a la que hacemos referen-cia,
puede hacerse extensiva también al espectro poblacional presente en
los cementerio estudiados hasta el momento. En este sentido, por ejem-plo,
la documentación escrita recoge la existencia de. espacios sepulcrales
destinados a dar cabida a los «indigentes» ', aunque en los recintos
5 16 . J. Veiusco Vázquez - A. Larraz Mora - C. Hernández Gómez
excavados tal diferenciación no ha podido ser documentada arqueoló-gicamente.
Otro caso especialmente llamativo es de las inhumaciones infanti-les
8. La documentación escrita recoge en ocasiones la existencia de <#o-sas
de párvulos» en el interior de los edificios religiosas, siendo ésta la
zona de la construcción destinada a dar sepultura a parte de los indivi-duos
infantiles (normalmente neonatos). Un área de estas características,
tan sólo ha podido ser documentada arqueológicamente en la Iglesia de
la Concepción 9, si bien en este ejemplo podría ser asimilado en mayor
medida a un área de depósito secundario. Pero desde el punto de vista
arqueológico las inhumaciones de individuos infantiles han podido ser
documentadas también atendiendo a otras particularidades. En pri-mer
lugar, existen algunos de estos individuos a los que se confiere un "2
ND
trato similar que al resto de la población, esto es, siendo inhumados E
en las mismas fosas de enterramiento que los adultos, y viéndose some- O
n tidos a ia iIiisrriia dinámica i ~ t i i i ~ i z ~ ~dieSl di ie y6sito sepU!cra!. 3u;o -
m
estas circunstancias permanece la consideración unitaria del espacio ha- O
E
bilitado para inhumar al cadáver, quizás como consecuencia de posibles E
S
vínculos familiares. -E
Más llamativo aún, resulta la existencia de otros enterramientos in-
3
fantiles, que parecen estar ocupando un espacio particular, en la mayo- -
ría de los casos al margen del resto de la dinámica de enterramientos -
0
m
que caracteriza al subsuelo del edificio religioso. Un ejemplo de ello e
pudo ser constatado en la Ermita de San Blas, en la que un individuo O
menor de un año (Andrés Francisco, según la documentación escrita) fue n
inhumado en una fosa expresamente excavada para él, a una profundi- -E
dad considerablemente menor que la del resto de los individuos, y en la a
2
quedó libre de las reutilizaciones posteriores que pudieron observarse en n
las restantes fosas. En otras excavaciones llevadas a cabo en contextos n
históricos en Gran Canaria: Ermita de San Pedro Mártir de Telde O3
(A. Rodríguez y J. Velasco, 1995) y el Antiguo Convento Franciscano
de Las Palmas de Gran Canaria (J. Cuenca e? al., 1992) resulta
sintomática la existencia de espacios con unas características similares
a las descritas, poniéndose aún más de manifiesto el tratamiento funera-rio
particular al que son sometidos los restos infantiles 'O.
Sin embargo aún resulta hasta cierto punto sorprendente la porcen-tual
desproporción entre sepulturas infantiles y adultas (en favor de es-tas
últimas). Dadas las elevadas tasas de mortalidad infantil en el perío-do
histórico que nos ocupa, esta aparente subrepresentación implica el
planteamiento de nuevos interrogantes que han de ser resueltos por in-vestigaciones
futuras.
Muerte y ritual funerario en Tenerife durante el Antiguo Régimen ... 5 17
El primer elemento que surge como reflexión tras haber tenido la
posibilidad de participar en el estudio de los ejemplos citados es que se
trata de una línea de investigación que acaba de iniciar su andadura. Por
tanto, una línea de investigación abierta y que requiere de la continui-dad
de los trabajos actualmente en curso, además de afrontar nuevas
intervenciones que permitan diversificar el panorama que sobre la muerte
y el ritual funerario en el Antigua Régimen se tiene en la actualidad.
Unos proyectos de investigación que, en la medida de lo posible, han
de funcionar como tales, es decir, independientemente de las obras de
restauración de edificios religiosos y acometidos desde una óptica pura-mente
multidisciplinar.
Investigación que debe se ser acometida de modo simultáneo por la
Arqueología y por el estudio documental, ya que esta vía constituye el
medio más eficaz de hacer una reconstrucción conjunta y fiel de la rea-
*ii-a ,a ci a ia que pretendemos tener acceso.
518 J. Velasco Vázquez - A. Larraz Mora - C. Hernández Gómez
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520 J. Velasco Vázquez - A. Larraz Mora - C. Hernández Gómez
NOTAS
l. A diferencia de lo que normalmente ocurre con la investigación prehistórica, tanto
e! emplazamiento urbano de los edificios intervenidos como la naturaleza religiosa de
la mayor parte de ellos y, por tanto, su plena vigencia en el actual componente sociocul-tural
canario, determinan que los trabajos realizados hayan tenido mayor trascendencia
en los medios de comunicación, viéndose sujetos de forma notoria a una opinión públi-ca,
no siempre favorable. Por otro lado, la obligada adaptación de los intereses y obje-tivos
científicos a las necesidades de restauración supone que la denominada Arqueolo-gía
Histórica en Canarias constituya, en la mayor parte de los casos, una línea de
investigación subsidiaria de la política de restauración patrimonial.
2. En esta línea, se encuentran en curso diversos trabajos de investigación, como
los de patología oral, estudio de paleodietas y marcadores de stress nutricional,
paleopatologías, etc., bajo la supervisión de M. Amay y E. González Reimers.
3. El actual desconocimiento de múltiples aspectos paleobiológicos propios de las
gentes que habitaron en el Archipiélago en los siglos que siguieron a la Conquista, pue-de
verse así parcialmente subsanado a partir de criterios metodológicos recientes, y bajo
unos parámetros analíticos que ya cuentan con referentes precisos en relación a la po-blación
prehistórica de algunas de las islas del Archipiélago (E. GONZALEyZ M. ARNAY,
1992).
4. Fosas que, en todos los casos conocidos hasta el momento, fueron excavadas di-rectamente
en el suelo.
5. En cualquier caso tales gestos funerarios entran en contradicción con la legisla-ción
en vigor: «Otrosi ordenamos y mandamos, que los huessos de los difuntos se reco-jan
en vnos ossarios dentro del cementerio de las Iglesias, o en la parte donde pareciere
mas aproposito, y alli se les digan sus responsos, porque todo esto sera menester para
desembaracar las sepulturas, para que quepan otros cuerpos» (Sinodales del Obispo
Cámara y Murga, 1629).
6. En algunas de las fosas de la Iglesia de la Concepción, se pudo constatar la exis-tencia
de inhumaciones llevadas a cabo con anterioridad a la culminación del proceso
de descomposición del individuo preexistente (Inf. oral de M. ARNAY).
7. «Otrosi mandamos, que en razon de precios que se han de dar a las fabricas
por dichas sepulturas, se guarde la costunmbre de cada lugar: y conforme a la calidad
de la Iglesia, y conforme a los lechos, y partes adonde se señalaren, quedando en cada
Iglesia algunas sepulturas reseruadas para los pobres: a los cuales no se les ha de lleuar
cosa alguna» (Sinodales del Obispo Cámara y Murga, 1629).
Muerte y ritual funerario en Tenerife durante el Antiguo Régimen ... 521
8. Éstas, además, presentan una serie de caracteres particulares que requieren de
unos preceptos metodológicos precisos a la hora de abordar su estudio e interpretación
(A. M. TILLIEyR N. DUDAY,1 990).
9. Inf. oral de M. ARNAY.
10. Resulta especialmente significativo que se haga mención específica a las
inhumaciones infantiles en las Constituciones y nuevas addiciones synodales del obispa-do
de las Canarias (Ciudad de Canaria, 28 de agosto de 1735), realizadas por el
Ilustrissimo Señor Don Pedro Manuel Davila y Cardenas a las que hizo el Ilustrissimo
Señor Don Christoval de La Camara y Murga (de gloriosa memoria) en la que celebro
en el año passado de 1629. En ellas, entre otros aspectos se señala de forma precisa que:
Sobre que no se entierren niños de noche.
Este prevenido justamente en la Constitucion veinte y dos, cap. 2. y mandado por el
Ilustrissimo Señor Ximenez, no se hagan los entierros de los parvulos de noche, ya por
la incomodidad de las Parroquias, ya porque se deben dar gracias a la Magestad de Dios
en publico, como previene el Ritual Romano, de haver un habitador mas en el Cielo: por
tanto, mandamos a los Venerables Beneficiados, y Curas no lo permitan en adelante
En donde se deben enterrar los niños.
Hemos hallado en diversos Lugares, que se controvierte (...) sobre la eleccion de
las Sepulturas de los parvulos: y siendo esta controvertida entre los Autores, assegurando
unos, es derecho de solo el padre, y estendiendolo otros a las madres; pero uniforme-mente
todos lo reducen a la costumbre: Por tanto, mandamos se observe la que huviere
en cada Lugar; y si huviere duda sobre dicha costumbre, se deduzca ante Nos. o nues-tro
Provisor, y Vicario General, 6 nuestros Vicarios en sus Partidos, cada uno respec-tive,
a quienes para este efecto damos comission en forma, a! fin de que quede assentado
para en adelante. y esto se execute con paz, y sin estrepito: y porque puede suceder,
que en el primer lance, en cada Lugar, cada uno de los que se juzgan interessados quiera
hacer el Entierro. se deposite el cuerpo conforme a derecho, y los derechos, para ha-cer
razon a el que los huviere de haver, y lo cumplan nuestros Subditos, pena de veinte
ducados, aplicados d limosnas: y los que no lo fueren, baxo las penas, que por Dere-cho
nos toque imponer.