LA NOVELA «VIDA DEL NOTICIOSO JORGE SARGO))
DE JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO EN EL MARCO
DE LA NOVELA HISPANOAMERICANA Y ESPAÑOLA
DEL SIGLO XVIII: RELACIONES LITERARIAS
Y PROXIMIDAD IDEOLÓGICA
L a Investigaciones más recientes sobre la novela en España du-rante
el .siglo XVIII rompen con la vieja imagen de una época vacía
en cuanto a producciones originales se refiere. Los juicios de críti-cos,
teóricos de la literatura, autores y, especialmente, artículos pe-riodísticos
coetineos recogen información suficiente que atestigua la
proliferación y el interés creciente por un género, aún no asimilado
ni consolidado por los constantes debates terminológicos o el cues-tionamiento
de su validez moral. En palabras de Reginald F. Brown:
«No cabe la menor duda, en efecto, de que en todo el siglo y medio
en cuestión [1700-18501 se leía la novela [en España] con especial
deleiten '. El resurgir de la novela, que había decaído a finales del xvr~,
fue particularmente significativo en la segunda mitad de la centuria
con un incremento en el número de ediciones y de novelistas. Los
trabajos de Brown, Montesinos *, Ferreras y Alvarez Barrientos 4,
entre otros, aportan datos de inestimable valor para un conocimiento
más preciso del género.
Entre las causas responsables de las dificultades por las que atra-vesó
el género en la centuria dieciochesca se señalan la inercia e in-movilismo
de la tradición teórica con una presión extensibie a todos
los debates, que niegan su categoría literaria, por su exclusión de las
poéticas clásicas léase la tradición aristotélica. La retórica centró su
atención en la novela por tratarse de obras en prosa y por la discu-sión,
como telón de fondo, de la superioridad de la prosa frente al
verso. No obstante, las valoraciones más renovadoras vendrían de la
prensa y de los propios creadores en los prólogos, como la declara-ción
de Valladares de Sotomayor en La Leandra: «La novela tiene sus
apasionados y sus rivales)) (p. 361). Tanto la amenaza que entrañaba
568 Victoria Galván González
para la moral, como los controles de la censura, con la prohibición
de 1799 por el inmediato peligro del exterior, con nombre francés, y
por pintar los vicios en detrimento de la virtud, no fueron razones para
acabar con la producción y la lectura de obras que ofrecen al lector
un amplio abanico de posibilidades (novela popular, sentimental, amo-rosa,
de aventuras, colecciones de novela, etc). Todo ello generó que
autores y lectores creasen sus propios mecanismos de escritura y de
lectura, contribuyendo al auge y al desarrollo del género.
En Hispanoamérica, por otra parte, la situación se modifica, aun-que
con la real cédula de 153 1, que prohibía la entrada de novelas
en el continente, se prolonga allá el debate de la moralidad, ineficaz
por cuanto no impidió su propagación. Pero los investigadores que ,,
estudian la denominada «época colonial» se centran en los orígenes D
de la novela y las causas de su tardía aparición. La crítica nos ha- E
bla de relatos novelables o protonovelas, también de prosa elocuente, O
n remedos, crónicas novelescas, en definitiva, etiquetas que realzan lo -
m
O
novelesco de los textos sin atreverse a considerarlos novelas en su E
E sentido íntegro hasta la publicación de El Periquillo Sarniento a prin- S
E cipios del siglo x r x , que no suscita dudas sobre su aceptación genérica. -
En este contexto, durante el siglo XVIII y principios del xrx se si- =
túan dos novelas, objeto del presente trabajo: Vida del noticioso Jor- -
ge Sargo (1744-48, no publicada hasta 1983) del canario José de
-
0
m
Viera y Clavijo y El Periquillo Sarniento (1816) del mexicano José E
Joaquín Fernández de Lizardi. Nuestro interés reside, aun a pesar de O
la distancia cronológica, en que ambas obras comparten un modelo n
literario común, como es la picaresca, y en su inclusión en la trayec- -E
a
toria de la novela del siglo XVIII. Intentaremos determinar su filiación l
picaresca, ya estudiada en el caso de Lizardi, y su vocación renova- n
n
dora desde un cauce genérico que hunde sus raices en el barroco con
el objeto de explicitar cómo la novela, al igual que acontece con otros 3
O
géneros del siglo, renueva moldes viejos combinados con valores del
presente, acorde con esa corriente rupturista e innovadora que mejor
define la literatura &eciochesca.
La pervivencia del patrón picaresco en el siglo XVIII presenta di-ferentes
vertientes según se trate de la producción escrita en Hispa-noamerica
o en España. Para Marina Gálvez el molde estructural de
la picaresca informa y nutre algunos textos, novelas o no, como li-bros
de viajes o biografías noveladas que se encuentran en el origen
de la novela en el continente americano. Títulos como El Carnero,
Los infortunios de Alonso Ramírez o El lazarillo de ciegos caminan-tes
se consideran primeras manifestaciones del género, de forma más
La novela «Vida del noticioso Jorge Sargo» de José de Viera y Clavijo ... 569
evidente en la ultima obra, que crean, además, la tradición narrativa
que culmina en la obra de Lizardi.
Los acercamientos críticos a la novela mexicana han revelado la
naturaleza picaresca de la obra, destacando las variaciones y «desvios»
intencionados del modelo literario de partida. Resulta evidente, y no
vamos a incidir en ello, que Lizardi crea una novela con caracteres
propios más próximos a las nuevas corrientes que lo vinculan a la
estética y poética ilustrada. Así Henríquez Ureña califica la obra de
«cuadro realista de la vida mexicanaa8. Otros como García de Pare-des
no ven en Periquillo al auténtico pícaro por su blandura y co-bardía.
Noel Salomón lo resalta el aspecto satírico de la obra que al-canza
al conjunto del sistema del que surgen. Alfonso Reyes ", por
otra parte, aborda la imitación de modelos españoles.
En realidad, la crítica realza un rasgo que debe contemplarse como
una cualidad del novelista, la de apartarse del género y flexibilizarlo
para crear una obra que narra las aventuras de un individuo entrenta-do
a un medio que conoce perfectamente, el México de finales del
siglo XVIII y principios del x r x , intercalando el sermón o la digresión
reflexiva. Todo ello a partir de un sustrato formal conocido, como son
los continuos altibajos y vaivenes cíclicos del tradicional pícaro que
reproducen el conocido mito de Sísifo. Al respecto M. Gálvez afir-maba
que «el Periquillo se presenta como un conjunto misceláneo o
heterogéneo de géneros y asuntos, que en esta ocasión se imbrican
en una estructura de novela picaresca, estructura que resulta perfecta-mente
idónea para las pretensiones de Lizardi~1 2 .
Si nos detenemos en el panorama novelístico español, no faltan
los ejemplos de novelas al modo picaresco, aunque escasas. Sin con-tar
la obra de Viera y Clavijo, calificada por A. Barrientos l 3 de caso
atípico en la novela dieciochesca, podemos rastrear algunos títulos
como los siguientes: La tercera parte de la Vida del Gran Tacaño
(no editada hasta 1923) de Vicente Alemany o El Siglo Ilustrado. Vida
de don Guindo de la Ojarasca (1778) de Justo Vera de la Ventosa,
rnruad+x!ar, para Ferrerasi dentro del grupo de «imitadores» de no-velas
del XVII. Si el conocimiento de la novela del siglo XVIII presen-ta
hoy relevantes lagunas, la obra de Viera participa en mayor medi-da
de esta situación. El prólogo a la edición existente y el estudio de
Barrientos aportan algunas claves para su interpretación.
La filiación con la picaresca se hace evidente desde la lectura de
14s memmias !itrrurias l4 de viera, donde expresa su voluntad de es-cribir
una novela siguiendo las pautas de El Guzmán de Alfarache.
El cotejo entre ambas obras no ofrece dudas acerca de las deudas de
570 Victoria Galván González
Viera con su modelo en virtud de una operación que tiene mucho de
imitación y adaptación, según principios poéticos bien conocidos en
su siglo fueron frecuentes las adaptaciones de obras.dramáticas ex-tranjeras
y de novelas como Pamela Andrews por 1. García Malo, Torn
Jones por 1. Ordejón, las varias traducciones de Telémaco de Fenelón
o las imitaciones del Quijote que permitían la escritura de una obra
propia utilizando la de otro sin menoscabo para la calidad literaria de
la obra. Esto afecta a Viera y a Lizardi en una práctica que lejos de
resultar inadecuada abría nuevos caminos a la creación y al desarro-llo
de la literatura posterior.
Casualmente, algunas de las similitudes entre la obra de Alemán
y la de Viera coinciden con las de Lizardi, algo fácilmente explica- ,,
ble por las reediciones del Guzmán durante el siglo XVIII. Así Peri- -
quillo y Jorge Sargo entran al servicio de capitanes. Cuando fracasan E
en sus empresas y pierden las ganancias obtenidas mediante el robo O
sufren el rechazo de parientes ricos, de, los que se vengan robándo- -
m
O
les. Son seducidos por el juego, motivo recurrente, como el hurto, en E
E
la picaresca tradicional. Asimismo, son encarcelados y recurren al S
E matrimonio por interés. Enviudan y reinciden con un nuevo matrimo- -
nio. Estudian teología e incluyen historias, la de don Antonio y el 3
Tr sni~ntnjr e! Mi sáf i tTOpe ~ !Y 0hr2 de LiZzr&. Lz histeria de - -
Diego de Andrade y Celedonia, y la de Leoncio y Engracia en la vida 0
m
E de Sargo. También se fingen médicos, huyendo al ser descubiertos por
el engaño. O
Se puede objetar, y con razón, que las singularidades genéricas n
facilitan las aproximaciones, especialmente estructurales, pero también a-E
de situaciones narrativas, actuación de los personajes. Un particular l
punto de vista que articula las aventuras del pícaro-personaje con la n
n
estrategia de la autobiografía que confiere coherencia al proceso vital
narrado desde una distancia temporal que subdivide los relatos en dos 3
O
etapas marcadas por los primeros años de existencia de los personajes
y su admirada madurez. Añádanse otros ingredientes, como el carác-ter
itinerante dei reiato por ei motivo dei viaje, ia ignominía, ei des-censo
a los bajos fondos casi rozando la delincuencia, tal y como
definió A. Parker, con la presencia del robo o la usurpación de iden-tidades,
el tono moralizante o el arrepentimiento el desgarro íntimo
en palabras de F. Rico.
Sin embargo, más allá de las coincidencias, la ruptura y la trans-formación
de los principios constructivos del modelo parece dominar
el desarrollo de la novela posterior a los siglos xvr y xvr~; sin consi-derar,
en este caso, la incidencia de Cervantes, los relatos pastoriles,
La novela «Vida del noticioso Jorge Sargo» de Joséde Viera y Clavijo ... 571
bizantinos o sentimentales. Creemos que esta lectura, la de la trans-formación
del modelo, rescata y actualiza muchas de las obras escri-tas
en esa centuria.
La obra de Viera, por ejemplo, ofrece evidentes sígnos de
apropiación de elementos literarios del modelo, pero la recreación
que efectúa carece de los principales rasgos de la novela barroca.
Jorge Sargo nace en la ignominia, utilizando las tesis de Bataillon.
Las circunstancias de su nacimiento son inusuales. Desconoce la
identidad de sus verdaderos padres, así como el lugar de su naci-miento~
«Ya. amigo lector, ves, no sé donde nací; la furia de un
viento me parió en una plaza ... >> (p. 33). Sus padres adoptivos actúan
como auténticos padres, distanciándose de los personajes típicos
de la novela picaresca: «Y pusieron por nombre Jorge, y me han
estimado tanto, cuanto en adelante verás» (p. 33); «os aseguro
eran buenos cristianos a todas lt~ces»; cql~iero decirte la enseñanza
que me dio mi padre, pues fue verdaderamente buen maestro de hi-jos
» (p. 34).
De la ascendencia de Guzmán, por el contrario, no podemos
egrimir secuencias narrativas semejantes a las de Sargo. Desde el na-cimiento
está marcado por el deshonor paterno. En el caso de Sargo
0- n.r:rln-,.;o 1- ,.o..nmn;n nfnnt;.rn rlo O.," n"rlra" n o t l i r o l n ~ .r l o e n v t r o
3CI CIYIUCIIICIU 1 4 LUICIIICIIU U I L L C I V U UC J U J Y U U I L J IIULUIUIC.i> J l U J b A C I U -
ñas circunstancias de sus orígenes, reproduciendo así un rasgo estruc-tural
típico del género. Pero la presencia de un ambiente familiar real
marca la distancia con su modelo literario, donde falla el hogar fami-liar,
que incumple sus funciones. En esto la novela de Viera coincide
con el origen y el ambiente familiar de Periquillo, cuyos padres no
representan la bajeza moral de los de Guzmán. En la novela mexica-na
los progenitores ejercen sus funciones de acuerdo al comportamien-to
de las clases, que podríamos denominar «medias». Manifiestan pre-ocupación
por la formación y educación del joven, aunque, dado el
tono didáctico y moralizante de Lizardi, el narrador proyecta muchas
críticas sobre materia educacional, con el objeto de proyectar un có-digo
de valores morales propios de una época histórica bien distante
de la España de los Austrias y del espíritu contrarreformista que im-pregna
las páginas de Guzmán.
Si nos centramos en la educación de los personajes hallaremos
puntos de conexión entre Lizardi y Viera. En El Periquillo Sarniento,
se dedican varios capítulos (capítulos 11, 111, XIV) a la crítica del sis-tema
educativo y a la responsabilidad paterna, últimos causantes de
los descalabros de Periquillo y de su posterior leperaje. En este sen-tido,
César David Rincón exponía que:
572 Victoria Galván González
Los capítulos que describen la educación primaria del narra-dor
obedecen al mismo fin didáctico del conjunto. El Periquillo
se ve obligado a pasar por tres escuelas diferentes y este tránsi-to
sirve para que el autor demuestre su tesis pedagógica. Antes
que la acción novelada lo que le interesa es su pensamiento acer-ca
de la enseñanza ".
El pensamiento de Lizardi se concreta en una enseñanza apoyada
en la comprensión, en la vocación y la amplia formación. Estas re-flexiones
le sirven a Lizardi para exponer sus tesis en la línea de
Rousseau. En la novela opera una suerte de contextualización refor-madora,
alejada de la picaresca tradicional. Con ello, la obra se
transmuta en instrumento para la reforma y para la nueva sociedad
que imagina. Participa Lizardi, de este modo, de una tendencia ex-tendida
en la novela del XVIII en España con ejemplos como el de
Pedro Montengón, que destacó por las ideas que introdujo en sus
novelas. Contempló la capacidad difusora y la potencialidad expresi-va
de la novela, tal y como hace Lizardi. El Eusebio es la obra que
más se acerca a cierta forma de novela dieciochesca, la educativa,
donde lo importante no es tanto la trama argumenta1 como las inten-ciones
del autor,
En la Vida del noticioso Jorge Sargo los capítulos dedicados a la
materia educativa se reducen (Capítulo 111: «Instrucción que tuve en
letras»), pero también percibimos una crítica al sistema educativo de
la sociedad tinerfeña de la primera mitad del siglo XVIII: «...Y aun-que
en algunos meses anduve a la amiga, nunca me pudo cuadrar tal
enseño, pues no pueden salir buenos discípulos oyendo aquel sonso-nete
de campaña, que generalmente tienen dichas amigas, pues llevan
el dinero y las tortitas por enseñar el Cristo en sonsonete ... » (p. 35);
«determinó el ponérme a la escuela con uno que la daba en dicho
lugar, en donde aproveché aunque no tanto por gana como por el
miedo a la correa y azote (que siempre les parece a estos de poca
edad ser ei mayor trabajo aprender) ... >> (p. 353.
He aquí un rasgo discrepante con el Guzmán, cual es la denuncia
de las deficiencias del sistema educativo contemporáneo, piedra de
toque en los escritos de Viera. Entre las varias diferencias con el
modelo, al que nuestro autor somete a un proceso de síntesis y re-ducción,
podemos aducir las que se detectan en el tercer y último li-bro,
donde se sucede un naufragio, como en la obra de Lizardi, moti-vo
frecuente en novelas del siglo XVIII. Sargo llega a la Isla de la
Madera y lee unos papeles acerca de tres personajes que allí conoció.
La novela «Vida del noticioso Jorge Sargon de José de Viera y Clavijo ... 573
El rumbo que parece conferir Viera a sus páginas nos sitúa en un
desarrollo del proceso novelístico distante de la obra de Alemán.
Aunque faltan las páginas finales del manuscrito de la novela, el
hecho de que Sargo no termine sus días condenado en galeras, sino
en una isla donde se convierte a la vida virtuosa nos depara una vi-sión
del mundo más optimista y reconfortante que en las tradiciona-les
novelas del género. Las palabras de nuestro personaje casi finali-zando
la obra («Ea, Dios quiera que acabes bien, ¿qué intención lle-vabas
para España con tu dinero mal habido, y tu dama? cuál, sino
precipitarte. No juzgues lo que te ha sobrevenido por fracaso, pues
Dios lo ha permitido para tu bien ... » p. 150) parecen apuntar a un
sincero arrepentimiento y a un tono didáctico, que no es tan evidente
en las novelas picarescas.
En las novelas clásicas el final, siempre abierto formalmente y
cerrado en el contenido, suele indicar una posible recaída del pícaro
en las futuras aventuras que promete al lector. Piensese en Guzman
anunciando la continuidad de sus desdichas, toda vez que está a pun-to
de abandonar las galeras; o en la obra de Quevedo donde el prota-gonista
afirma que no mejora su estado quien sólo muda de lugar;
Estebanillo González acaba destacando: <<Y soy tan por todo extremo
infelice, que siempre a una pena me sigue otra pena, a una desdicha
otra desdicha» 1 6 . O el final miserable de La hija de Celestina.
El final de Sargo con su apología de la vida sosegada evoca la
vida de ermitaño de algunos personajes de la picaresca seiscentista.
Piénsese en el antipícaro Marcos de Obregón o la resolución de
Alonso, El donado hablador Alonso, mozo de muchos amos de Jeró-nimo
Alcalá Yáñez y Rivera, de acabar sus días como ermitaño.
Sorprende, pues, en la novela de Viera como en la de Lizardi con
la muerte final de Periquillo en compañía de su familia, a pesar de
las concomitancias con otras novelas del género, el marcado matiz
didáctico del relato: Sargo ofrece la narración de su ajetreada exis-tencia
para encauzar al lector, y a él mismo, por la senda del bien y
por el camino de Dios. No parece que Sargo, por los signos externos
de la novela, vuelva a recaer en el modus vivendi picaresco. En este
sentido, se sitúa en una posición distinta a la de Guzmán. La estruc-tura
de la novela de Guzmán es la confirmación de la imposibilidad
de cambio y de conversión para el personaje. Al respecto, un estu-dioso
como Benito Brancaforte insiste en este punto:
En líneas generales, la Segunda Parte del Guzmán puede con-siderarse
como intensificación y amplificación de motivos apa-
Victoria Galván González
recidos en la Primera Parte. Esto no implica autoplagio, sino que
comprueba más bien el movimiento de Sísifo. La amplificación
concuerda con la visión estético-filosófica del autor implícito,
quien señala así, concretamente, la idea del camino circular que
nos lleva a ninguna parte ".
Este sentido remarcado por Brancaforte, y por otros críticos como
F. Rico, no se cumple en Viera, ni en Lizardi. Al no existir un desa-rrollo
circular y cerrado como en otras novelas del género, el narra-dor
de Sargo nos ofrece una visión filosofica del autor implícito más
próxima a la mentalidad dieciochesca y al optimismo del que hace gala
Viera en otros escritos suyos más netamente ilustrados.
Por otra parte, Guzmán recurre en toda la obra a argumentos pro-batorios
es la oscilación entre la «conseja» y el «consejo», que defi-ne
su estructura. Alude con frecuencia a murmuraciones que defor-man
la verdad; por ello, se propone desmantelar las falsas acusacio-nes
contra sus padres. Sin embargo, utiliza un lenguaje ambiguo y
distorsionador que enmascara la realidad y contradice las declaracio-nes
que hace. La ironía y el conflicto interior del autor implícito y el
narrador marcan el desarrollo y la singularidad de la novela de
Alemán.
Por las razones expuestas la obra de Viera, aunque presenta ras-gos
propiamente picarescos, se distancia en aspectos esenciales de la
configuración del género. Aun un elemento, como la fórmula auto-biográfica,
significativa en la picaresca clásica, sobresale en la prác-tica
literaria de los primeros decenios del siglo XVIII vidas de perso-najes
ejemplares y de santos que gozan de la aceptación del público
lector, a la que recurre, a su vez, Torres Villarroel en el relato de su
vida. Los autores de autobiografías son conscientes de la universali-zación
que supone un relato de acontecimientos personales al propo-ner
sus vidas como ejemplos universales, ya que se han acostumbra-do
a observar, a partir de principios baconianos, las menudencias de
vidas propias y ajenas. Así Viera utiliza una fórmula que es picares-ca
y a la vez propia de las autobiografías reales, no ficticias, para
contar la vida de un personaje, que es pícaro y también un represen-tante
de la sociedad tinerfeña coetánea del autor.
Con ello, Viera pretende reflejar no sólo la existencia de un per-sonaje
que es recreación de un modelo literario, sino, asimismo, as-pectos
que podemos enmarcar en un contexto social y temporal con-creto,
ligado a experiencias personales del autor. Cuando leemos la
novela de Viera, en más de una ocasión, tenemos la certeza de estar
La novela <Vida del noticioso Jorge Sargo» de José de Viera y Clavijo ... 575
ante un personaje que no es el Guzmán de la novela de Alemán, sino
un hombre de a pie. Nos referimos a situaciones como la educación
de Sargo niño o las continuas alusiones al tema económico y al ham-bre,
que, aunque indudablemente pertenecen al marco literario de la
picaresca clásica, reflejan una situación real del Tenerife dieciochesco.
Por otra parte, la defensa del trabajo y el bienestar de la socie-dad,
que entronca con las ideas ilustradas constituyen elementos
diferenciadores con la picaresca en la conformación de El Periquillo
Sarniento. La adaptación a las circunstancias espaciales y temporales
del México que vive Lizardi se superponen al tradicional modo pica-resco.
El relato de las aventuras del personaje está entretejido de anéc-dotas
y aspectos pintorescos de la sociedad mexicana contemporánea
del autor, como los entierros o los bailes, sin obviar la presencia de
voces y expresiones populares (capítulos XVII y XVIII).
Acerca del lenguaje el propio Lizardi declara en el prólogo: «El
íri&odu y eLl jti!Oq Ue obseruo es e! í ia~ra!y c! qUc menos :;a-bajo
me ha costado ... » (p. 6). Lizardi escoge el tono humorístico,
popular y cotidiano para dirigirse a los que no son sabios, eludiendo
el lenguaje erudito y culto, aunque no desaparece del todo. Los tér-minos
locales, mexicanismos (mecapal, molcajete, pichancha, Teco-lote...),
así como la reproducción de registros lingüísticos populares
(conversación con un preso, cap. 11, 11) se combinan con las censuras
y reprobaciones de las costumbres populares en su intento de erradi-car
la cultura tradicional y en su función de moralizador que trans-mite
a sus hijos el mensaje de la virtud y la utilidad de acuerdo con
la mentalidad del hombre nuevo.
Las continuas críticas del narrador a las costumbres arraigadas en
México (entierros, velorrios, juegos, los escribanos, los bailes, etc) no
reflejan sino un mensaje reformista, con incidencia en el mérito y el
trabajo, como vías para la productividad y la eficacia del sistema.
Luego el costumbrismo de Lizardi no cumple más que una función
integrada en los recursos de captación del lector.
En este sentido, Isla decía: «Esto es, que muchas veces o las más,
ha sido más poderoso para corregir las costumbres el medio Iestivo y
chufletero de hacerlas ridículas, que el entonado y grave de conven-cerlos
disonantes» 1 8 . Así Lizardi, al igual que Viera, recurre a la ri-queza
de las pluralidades discursivas con manifestaciones de diver-siones
y giros populares que en la novela del Setecientos tienen tanto
predicamento con la parodia, la sátira y la cultura de la risa 1 9 .
En la novela de Viera, aparte de la geografía fácilmente recono-cible,
se deslizan elementos ausentes de la obra de Alemán, que po-
576 Victoria Galván González
demos definir como costumbristas y ligados a la realidad próxima al
autor: las alusiones a las escuelas de amiga (cap. 111, 1); cuando en
Agua García unos arrieros comen pescado frito, cabritilla frita, pan
sobado, ensaladita, porruño de bizcocho (cap. IX, 1); las referencias a
la imagen de la virgen de la Candelaria (cap. 11, 111). Viera efectúa
una suerte de relación dialógica entre el discurso del Guzmán y el
discurso oral y popular del Tenerife del siglo XVIII con voces, refra-nes
y giros que definen el habla de Canarias (maguarse, chisgarse,
rallado, porruño, esgarrarse, rapadura, etc).
Acerca del costumbrismo en la novela del siglo XVIII no podemos
dejar de referir el auge que alcanza en la centuria. Se explica por una
nueva forma de entender la mímesis, sustentada en la imitación de la
realidad más cercana (México para Lizardi, Tenerife para Viera) con
expresiones literarias que cumplen un objetivo común: la preocupa-ción
por lo real.
Giio aspecto relevante en las dos noveIas qüe no; ocüpan y qüe
excede los límites del canon picaresco lo constituye la relación
autor-narrador-lector. Jean Franco habla del «escritor público» en la
obra de Lizardi y el desafío al elitismo que supone la dedicatoria de
la obra con la ampliación del público, cuando afirma que éste podía
incluir a plebeyos, fratricidas, indios, mulatos, prostitutas, traidores,
viciosos, tontos, majaderos, idólatras» (p. 4). A juicio de J. Franco:
[...] la conciencia de este nuevo público no solamente justi-ficaba
la posición de Lizardi como ideólogo secular, sino que
también lo convencía de la necesidad de una nueva literatura
capaz de influir en él. Al concebir a un público moralmente di-soluto
y vago, se ponía en la situación de un sacerdote laico con
la responsabilidad de predicar los nuevos valores de la discipli-na
y el trabajo, que crean el verdadero cimiento social 'O.
Por tanto, Lizardi acude a la novela como podía haber escogido
otros géneros, aptos para la comunicación directa y exhortativa. Des-de
el prólogo prepara al lector y estabiece una ideoiogia y una prac-tica
social. Con ello, Lizardi participa de la función social de los es-critores
ilustrados, para quienes literatura y pensamiento forman una
unidad indisociable. Aproximadamente desde los años 70 y 80 del
siglo XVIII asistimos a una progresiva profesionalización del hombre
de letras. Se comienza a tener conciencia del significado de la activi-dad
literaria por su proyección social. Parece evidente que la prensa
contribuyó a ello. El proceso crítico iniciado en el siglo XVIII por el
La novela «Vida del noticioso Jorge S a r g o ~d e José de Viera y Clavijo. .. 577
sector burgués de la sociedad se convirtió en medio para instaurar una
particular forma de entender y valorar la cultura.
Esta nueva relación entre el escritor y su público posibilita otra
visión de la función de la obra literaria, y, por ende, una ruptura del
canon picaresco. Con respecto a Viera y Clavijo, la funcionalidad
del lector varía, pero también percibimos una estrecha relación por
cuanto siempre se dirige a sus receptores con los siguientes apelativos:
«amigo mío»; «hermano»; «lector carísimo». El tono conversacional
y directo, con un lenguaje llano e inmediato, prevalece en la invoca-ción
del narrador al lector, con quien conversa y a quien dirige sus
reflexiones piénsese en los lectores virtuales de Lizardi y los lectores
internos, es decir, sus hijos a quienes se orientan los mensajes refor-mista~
y moralizantes de la obra.
Intimamente ligado a esta relación familiar con el lector, obser-vamos
la oralidad en la obra de Viera, manifiesta en las continuas
alusiones a lo visto y lo oído. De igual modo que Lizardi, Viera trans-forma
la relación con el lector tradicional, en cierto sentido refleja,
aunque tímidamente, este proceso. Parece que ambos autores se diri-gen
a un lector medio por la frecuente utilización de rasgos del habla
que representan la cara del hombre común. Cada texto desarrolla unas
estrategias concretas en función de un lector definido con las corres-pondientes
implicaciones ideológicas que entrañan. En consecuencia,
a Viera y a Lizardi les interesa matizar y definir el lector al que se
dirigen.
Los aspectos apuntados en líneas precedentes reflejan que, por
encima de los rasgos atribuibles a un modelo literario que conforma
una tradición arraigada en la producción literaria del siglo XVIII, las
dos novelas comentadas se insertan en un contexto diferente a la no-vela
barroca y reflejan una nueva visión del mundo, extensible a buena
parte de la novelística dieciochesca, que se resume en los intentos de
renovación y en una nueva valoración del género. Aun a riesgo de
generalizar, hemos de apuntar que estas novelas, y especialmente El
Pei-iyuiiiü Süi-iiieiiio, cumpaiteíi ingredientes propios de !a nore!istica
del siglo, como los siguientes: las narraciones autobiográficas con
contenidos secularizados, lejos de las conocidas vidas de personajes
ejemplares; libros que proporcionan normas de conducta al estilo de
las Novelas morales (1724) de Agreda o La virtud al uso y mística a
la moda (1729) de Afán de la Ribera; una nueva concepción de la
imitación iiteraria con un fuerte contenido moraiizanre que denuncia
el desvío de la virtud y centrada en lo real; modificación del referen-te
ideológico, que se nutre del pensamiento ilustrado; presencia de lo
578 Victoria Galván González
social (el dinero, valores burgueses) y una firme convicción en la efi-cacia
de la novela para mejorar las costumbres.
1. BROWNR, . F.: La novela en España de 1700 a 1850, Dirección General de
Archivos Bibliotecas y Museos, Madrid, 1953, p. 9.
2. FERNÁNDEMZO NTESINORS.:, Introducción a una historia de la novela en el
siglo XVIII, Castalia, Madrid, 1980.
3. FERRERAJS. ,1 .: La novela en el siglo XVIII, Taurus, Madrid, 1987.
4. ALVAREBZA RRIENTOJ.S: ,L a novela del siglo XVIII. Júcar, Madrid, 1991.
5 . ALECR~JA.: , Nueva historia de la novela hispanoamericana, eds. del Norte,
Hannover, 1986; GÁLVEZM, .: La novela hispanoamericana (hasta 1940), Taurus,
Madrid, 1990; GOIC, C.: Historia de la novela hispanoamericana, Ediciones Univer-sitarias
de Valparaíso, Chile, 1972; SÁNCHEZL,. A.: Proceso y contenido de la nove-la
hispanoamericana, Gredos, Madrid, 1953.
6. Utilizaremos la única edición existente: VIERAY CLAVIJOJ.,: Vida del noti-cioso
Jorge Sargo, ed. de E. Romeu Palazuelos, Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1983.
7. FERNÁNDEDZE LIZARDJI., J.: El Periquillo Sarniento, ed. de Jefferson Rea
Spell, XIX edición, Porrúa, México, 1987.
8. HENR~QUUERZE RAP, .: Las corrientes literarias en la América hispánica, Fon-do
de Cultura Económica, México, 1949; apud, SÁNCHEZL,. A.: Escritores represen-tativos
de América, l."erie? Gredos, Madrid, 1971, p. 174.
9. GARC~DAE PAREDESF,. : «El Periquillo Sarniento y lo picaresco», en Revista
de la Lotería, 102 (1972). p. 43.
10.' SALOMÓNN,. : «La crítica del sistema colonial de la Nueva España en El
Periquillo Surnienton, en Cuadernos Americanos, 1 (1965), p. 171.
11. REYESA, .: «El Periquillo Sarniento y la crítica mexicana», en Simpatías y
diferencias, Obras completas, vol. IV, F.C.E.. México, 1956.
12. Op. cit., p. 55.
13. Op. cit., p. 63.
14. VIERAY CLAVIJOJ.,: memorias que con relación a su vida literaria escri-bió
don José de Viera y Clavijo, Arcediano de Fuerteventura, Dignidad de la Santa
Iglesia Catedral de Gran Canaria, de la Academia de la Historia e historiógrafo de
las Islas Canarias, cuando se le pidieron de Madrid para una nueva edición del ar-
La novela «Vida del noticioso Jorge Sargo» de José de Viera y Clavijo ... 579
ticulo de su nombre, en la "Biblioteca Española de los mejores escritores del reina-do
de Carlos III", escrita por D. Juan Sempere y Guarinos», en Diccionario de His-toria
Natural de las Islas Canarias, Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas, Las
Palmas de Gran Canaria, 1982, p. LIX.
15. DAVIDR INC~NC.,: «La primera novela escrita en Hispanoamérica», en Re-vista
Nacional de Cultura, 193 (1970), p. 59.
16. Cito por la edición de VALBUENPAR ATL: a novela picaresca española, vol. 11,
Aguilar, Madrid, 1986, p. 955.
17. BRANCAFORBT.E: , Guzmán de Alfarache: ¿Conversión o degradación?, The
Hispanic Seminary of Medieval Studies, Madison, 1980, p. 39.
18. DE ISLA, J. F.: Historia del famoso predicador fra): Gerundio de campazas,
alias Zotes, ed. de J . A. Barrientos, Planeta, Madrid, 1991, p. 31.
19. Véase ZAVALA1,. M.: «Isla, la parodia sacra y la cultura de la risa» en Lec-turas
y lectores del discurso narrativo dieciochesco, Rodopi, Amsterdam, 1987,
pp. 81-97.
20. FRANCOJ.,: «La heterogeneidad peligrosa: escritura y control social en vísperas
de la Independencia mexicana», Revista Hispanoamérica, 34-35 (1983), pp. 16-17.