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OPINIÓN PÚBLICA Y VIDA MUNICIPAL ANTE LA
GUERRA DE CUBA (PORTUGALETE, 1895-1898)
Óscar Álvarez Gila
Una guerra cercana
Una de las principales diferencias que, desde la perspectiva española, presentan
el inicio y el fin de la emancipación americana, es el diferente grado de cercanía y de
implicación popular con el que fueron vistos la independencia del continente entre 1810 y
1825, y la pérdida de las últimas posesiones antillanas, asiáticas y oceánicas en 1898.1
Mientras que, en el primero de los acontencimientos, las repercusiones de la derrota fue-ron
mínimas, a pesar de la impresionante merma territorial que sufrió el imperio español
—quizá debido a las extraordinarias complicaciones sociopolíticas que vivía la propia
metrópoli—, las guerras emancipadoras de Cuba, y finalmente la derrota ante los Estados
Unidos, fueron en su tiempo un eje capital en la vida política española, con un amplísimo
reflejo en la opinión pública nacional.2
Varios son los factores que pueden apuntarse, como explicativos de esta diferen-ciación.
A la ya mencionada complejidad de la situación interna española —en el tránsito
de una guerra defensiva (1808) a una revolución armada (1820)—, que acaparaba en gran
medida el interés y los esfuerzos de la clase dirigente, se unía la debilidad de una todavía
incipiente estructura de opinión pública, carente en aquellas décadas iniciales del siglo
XIX de unos verdaderos y adecuados cauces de difusión de noticias, ideologías e ideas. A
fines de la centuria, por contra, la situación era bien distinta, con una prensa variada y
militante, cuyo papel en la génesis de opinión sobre el problema antillano se veía favo-recido
por la mejora de las comunicaciones —principalmente, por los nuevos sistemas de
transmisión de mensajes, en especial los telegráficos—.
No se ha de desdeñar, igualmente, la importancia de la implantación generaliza-da
del servicio militar obligatorio, mediante el sistema de quintas, que desde 1876 había
sido extendido a toda España con la abolición de la exención foral vascongada:3 gracias al
reclutamiento forzado y a la movilización obligatoria, fueron muchos los jóvenes españo-les
destinados a combatir en Cuba, lo que convertía aquella lejana contienda en una cues-tión
extremadamente cercana en numerosísimos hogares. Esta cercanía se veía reforzada
por la estrecha relación que, en diversas regiones españolas, entre ellas el País Vasco, se
había establecido con las Antillas, y en especial con Cuba, a través de una intensa corrien-te
migratoria.4
Por último, cabe apelar a un difuso concepto de honor patrio, generalizado en
toda Europa occidental a lo largo del siglo XIX con el auge del colonialismo, que encarna-ba
el poderío de cada nación en la posesión de territorios ultramarinos. Mientras otras
potencias —Inglaterra, Francia, Bélgica, y en menor medida Italia o Alemania— se halla-
17
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ban inmersas en una carrera colonial por África, Asia y Oceanía, en España cobraban
nueva dimensión simbólica los restos de las viejas posesiones que aún permanecían en sus
manos.5
La placidez del balneario: Portugalete a fines del XIX
El desarrollo económico —minero y siderúrgico— que había convulsionado la
sociedad vizcaína desde la década de 1860, afectó a la villa de Portugalete de un modo
profundo, modificando en gran medida su antigua condición de puerto comercial —que
todavía a fines del XVIII se atrevía a disputar a Bilbao algo del tráfico con otros puertos de
la península, e incluso de América—.6 Capital natural de la comarca en la que se encontra-ban
los principales yacimientos de hierro, y tras sobreponerse a los estragos sufridos por
su sitio durante la última guerra carlista,7 Portugalete se especializó en una doble direc-ción:
actuar como centro de servicios para las localidades de su entorno—8 reflejo de su
papel histórico como única villa existente en la zona—; y servir de segunda residencia
veraniega para las nuevas fortunas vizcaínas enriquecidas con el auge minero —de las que
algunas de las más importantes, incluso, eran originarias del mismo Portugalete—, y para
la propia burguesía madrileña.9 En cierto modo, este hecho protegió —si bien no total-mente—
a la villa de las radicales modificaciones sociales que experimentaron otras loca-lidades
cercanas, por la llegada de masas proletarias para el trabajo en minas y fábricas,
procedentes principalmente de otras zonas de Vizcaya, así como de Burgos, Cantabria y
otras provincias castellanas y gallegas.10
Gráfico 1. Quintos emigrantes de Portugalete a América (1880-1910)
FUENTE: Elaboración propia (Archivo Municipal de Portugalete)11
Mas paralelamente a este proceso de instalación de familias foráneas en la villa,
se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX, de modo simultáneo, una “constante emigra-ción
a las Américas en busca de una fortuna que no siempre se muestra propicia”,12 que no
obstante no evitó el aumento poblacional de Portugalete. Esta emigración, generalmente
inserta en circuitos migratorios familiares que tenían sus orígenes en época colonial,13
afectó principalmente a la población originaria de la villa. Casi un 15% de los jóvenes
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portugalujos se trasladó a América en el período comprendido entre 1880 y 1910, de los
cuales —como se refleja en el gráfico nº 1— la mayoría se repartían casi a partes iguales
entre dos destinos: Cuba y el Río de la Plata.
La persistencia del fenómeno emigrador a Ultramar había añadido a la sociedad
local un nuevo elemento: el de las fortunas amasadas al otro lado del Atlántico. De este
modo, junto con los burgueses vizcaínos y madrileños, una descripción contemporánea
del Portugalete de fines del XIX destacaba:
el bienestar que disfrutan los que aquí llaman indianos, y que son cuantos des-pués
de haber hecho una regular fortuna en las Américas y (..) vuelven la vista cariñosa al
hogar do se meció su tranquila cuna, y llenos de emoción (..) tras largos años de ausencia
(..) sientan todos sus reales y convierten afanosos la modesta y pobre vivienda en lujosa y
magnífica casa, junto a la cual cultivan, para recreo de sus días, un ameno y elegante
pensil.14
Entre estos indianos destacaba, sin duda, la figura de Manuel Calvo, un antiguo
emigrante en Cuba, enriquecido con la propiedad de haciendas azucareras —entre ellas la
llamada “Portugalete”—,15 y fuertemente integrado en la oligarquía de comerciantes y
hacendados vascos y catalanes de la isla que sostenían la defensa de su españolidad.16
Durante su estancia en Cuba, hasta mediados de la década de 1880, sus actividades econó-micas
y políticas le habían relacionado con personajes de notable relevancia en la vida
pública habanera y madrileña, como el hacendado y negrero Julián de Zulueta, futuro
marqués de Álava,17 el naviero Antonio López, o los comerciantes miembros del Club
Hispano Americano de Barcelona. Tras su temprano regreso a su localidad natal, sin per-der
sus imbricadas relaciones financieras con sus viejos socios cubanos, y hasta su falleci-miento,
ganó las “oposiciones para la plaza de indiano oficial”, como agudamente descri-bió
el escritor y académico Juan Antonio de Zunzunegui: “mandando dinero al Santo
Hospital; pagando ‘el servicio’ a los soldados pobres del pueblo; dando a manos llenas
para las necesidades de la parroquia; soltando firme los cuartos para el rancho diario de los
pobres y para que no haya mendicidad callejera”.18 Sumó a esto, como solía ser norma
habitual entre los indianos, la realización de algunas obras públicas, como la traída de
agua potable; y por último, como signo final de su nueva posición social, edificaría en una
céntrica parcela entre el ayuntamiento y la ría el Hotel Portugalete —que la tradición
popular haría, años más tarde, réplica de una mansión habanera—, un “edificio de piedra
sillería, verjado con gusto, casi cuadrado, situado a la orilla del mar, con cuatro fachadas,
dos de ellas recargadas de figuras (..) que le dan el aspecto de palacio”, coronado todo ello
con un escudo con las iniciales de su propietario.19 En su última planta, reservada para su
vivienda, residiría junto con una criada negra y su pequeña hija mulata, que se trajo de
Cuba, cuya presencia constituyó una nota de gran exotismo en la vida local.
La contribución de sangre
El último alzamiento independentista cubano, iniciado en febrero de 1895 con el
llamado “grito de Baire”, tuvo como respuesta inmediata del gobierno español, a cuyo
frente estaba Antonio Cánovas, el envío de tropas desde la península para reforzar los
15.000 soldados destacados en la Antilla.20 Entre marzo y junio, cerca de treinta y dos mil
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jóvenes reclutas llegaron a la isla. Mas la situación en Cuba empeoraba por momentos, y
finalmente “la necesidad imperiosa en que se halla la nación de hacer todo género de
sacrificios” llevó al gobierno de Cánovas, el 3 de agosto, a movilizar mediante decreto la
quinta de 189121—la más preparada para el combate, según se suponía, ya que acababa de
licenciarse tras cumplir sus tres años de servicio militar—. No tuvo excesivamente buena
acogida este decreto, especialmente entre los interesados —que apenas habían vuelto a
disfrutar de la libertad de la vida civil— y sus familias —llenas de temores ante este nuevo
y mayor alejamiento—.
En la provincia de Vizcaya, fueron inicialmente más de cuatrocientos los solda-dos
que se vieron en la obligación de responder a la movilización.22 En las calles se hizo
visible el malestar ocasionado por la misma, mas si bien hubo algunas protestas aisladas
—en especial en Bilbao y en alguna localidad minera—, lo cierto es que éstas no llegaron
nunca a niveles extremos, como la auténtica rebelión que se originó, por este motivo, en la
villa navarra de Tafalla.23 Algunas medidas paliativas, como el otorgamiento de pensiones
diarias para las familias de los reservistas que eran nuevamente alistados y enviados a
Cuba,24 apenas sirvieron para calmar los ánimos.
Durante los años siguientes, una tercera parte de los alistados en los nuevos re-emplazos,
fueron asignados a las tropas expedicionarias a Ultramar —fundamentalmente
dirigidos a Cuba—. De Vizcaya, lógicamente fue Bilbao el municipio que más reclutas
aportó, en consonancia con la potencia relativa de su población en el conjunto provincial:
aproximadamente 450 soldados entre 1896 y 1898, es decir, un tercio del total de los
vizcaínos (cuadro 1).25 En el caso de Portugalete, la cifra apenas alcanzó el cuarto de
centenar: cifra que, en su exigüidad, tiene la importancia de establecer un eslabón de
interés sobre los sucesos de Cuba. Para muchos portugalujos, la guerra era, ante todo, la
suerte que corrían allá sus convecinos soldados.26
Cuadro 1. Repartimiento de los reclutas vizcaínos destinados a Ultramar (1898)
Península Ultramar
Bilbao 259 131
Partido Judicial de Bilbao (excepto la capital) 113 40
Partido Judicial de Durango 205 68
Partido Judicial de Guernica y Luno 181 60
Partido Judicial de Marquina 108 37
Partido Judicial de Valmaseda 289 101
TOTAL 1155 437
FUENTE: Boletín Oficial de la Provincia de Vizcaya, Bilbao, nº 67, 20-IX-1898, p. 265.
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Mas detrás de esta nómina de los reclutas vizcaínos efectivamente enviados a la
guerra de Cuba, se escondía otra cifra: la de aquellos que habían conseguido escapar a tal
destino, por medio de la huida: los prófugos. Ya desde el momento de decretarse la prime-ra
movilización, las autoridades militares de Vizcaya —y concretamente la Comisión Mixta
de Reclutamiento, en la que también participaba la Diputación— se habían percatado de
que eran muchos los que no se presentaban en respuesta al llamamiento.27 Durante los
alistamientos de los años siguientes, se apreció igualmente, como señala Lamas Recio,
“un brusco aumento” de los prófugos, especialmente notable en 1896, que se localizaban
en Francia, las repúblicas sudamericanas o, simplemente, “en paradero desconocido”.28
El despertar del patriotismo
La duración de la guerra, así como sus consecuencias negativas, que bien pronto
comenzaron a mostrarse, trajeron consigo la aparición de diversas iniciativas, entre lo
propagandístico y lo benéfico, que se dirigían a cumplir un doble propósito: por una parte,
mantener elevado el interés de la opinión pública hacia la guerra, dentro de unas coorde-nadas
de patriotismo y sostenimiento del esfuerzo bélico español en Cuba, y por otra
parte, en relación estrecha con lo anterior, ofrecer vías de paliativo económico a los que
habían sufrido algún tipo de desgracia personal en el combate, a fin de que sus personas no
sirvieran de propaganda contraria al primero de los fines.
Ya en enero de 1896, la Diputación de Vizcaya había aprobado —secundando un
llamamiento gubernamental— “que se abra una suscripción entre las Diputaciones her-manas,
extensiva a los Ayuntamientos y particulares que quieran asociarse a la benéfica y
humanitaria obra de remediar o aliviar la triste situación de los heridos, enfermos e inuti-lizados
en la guerra de Cuba”.29 Al llamamiento responderían, bien pronto, no sólo las
administraciones locales, sino también entidades sociales, culturales y políticas de Vizca-ya,
no sólo uniéndose a la iniciativa de la Diputación, sino promoviendo las suyas pro-pias.
30
Ni el ayuntamiento ni la sociedad civil de Portugalete quedaron al margen de este
llamamiento. Entre otras actividades, quizá el mejor ejemplo, por ser la de mayor magni-tud
que tuvo lugar en Portugalete a lo largo de la guerra, fue la celebración del Concierto-
Tómbola en favor de los que regresan heridos y enfermos de las guerras de Cuba y Filipi-nas,
31 el 12 de febrero de 1897. Se decidió su organización en un momento de especial
emotividad: a fines de 1896 se había recibido la noticia del fallecimiento en Cuba del
primer recluta vecino de Portugalete, de nombre Rafael Vélez Castañeda,32 que tuvo una
gran repercusión en la villa. De hecho, tanto en su organización como en sus objetivos, el
Concierto-Tómbola mostraba un marcado carácter local: su recaudación iría dirigida, ex-clusivamente,
a favorecer a los soldados vecinos de la villa o a sus familiares.33
La celebración del Concierto-Tómbola reflejaba además, en gran medida, el am-biente
de la alta burguesía que, por aquellos años, había hecho de Portugalete su centro de
veraneo, y que desdeñaba cualquier atisbo de populachería en sus actos sociales.34 Como
su propio nombre indica, se dividió en dos actividades principales. Por una parte, hasta un
total de 600 objetos donados por particulares fueron objeto de pública rifa. En las
donaciones, si bien llegaron contribuciones de toda la escala social presente en el munici-
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pio, se aprecia una auténtica rivalidad entre las familias más pudientes, en especial los
nuevos empresarios mineros y siderúrgicos que formaban la pequeña elite local, como los
Chávarri, Gandarias, Durañona, Epalza o Gorostiza. Así, el fundador de Altos Hornos de
Vizcaya, Víctor Chávarri, contribuyó con su esposa con “un precioso servicio de tenedores
y cuchillos de postre”. Su primo Félix Chávarri, cuya fortuna se había levantado con el
embotellado y comercialización del famoso “agua de Carabaña”, también ofreció una
cubertería de lujo. Sotera de la Mier, acaudalada propietaria de minas en Triano, donó “un
magnífico jarrón japonés”, que por su valor fue contabilizado como nueve donaciones.
Incluso los sacerdotes de la parroquia de Santa María, con su arcipreste al frente, entrega-rían
un ejemplar del Año Cristiano. Relojes, cestas, cuadros, estuches y objetos del mena-je
casero completaron la oferta popular.35
Posteriormente, el Teatro Municipal fue escenario de una audición musical, para
el que se estipuló una peseta como precio de la entrada, quedando así convertido en una
reunión de gala reservada para la burguesía. Obras de Rossini, Dussek y Kétterer, entre
otras, compusieron el concierto, que se finalizó con el “himno vascongado” Gernikako
arbola de José María Iparraguirre, a cargo del Orfeón de la villa.36
Las contribuciones se completarían con el envío en abril de 1897 desde Buenos
Aires, de la cantidad de mil pesetas, recogidas por suscripción entre “los Portugalujos y
algunos amigos que no son de esta Villa” residentes en el Río de la Plata, por parte de
Leocadio Castet —cuyo hermano Bernardo, también emigrante en Argentina, había lle-gado
a ser alcalde de Portugalete—. El propio Leocadio, en su misiva adjunta, señalaba el
esfuerzo que había supuesto reunir tal cantidad, por “la grave crisis que atravesamos y dar
para barco y liga patriótica”.37
De modo simultáneo a la celebración del Concierto-Tómbola, vio la luz la revista
Patria, cuyo único número de febrero de 1897 estuvo también dedicado “por los heridos y
enfermos en Cuba”. Ya desde su título y portada expresaba un ideal de patriotismo total-mente
correspondiente al estado de guerra en que se encontraba España;38 respecto a su
contenido, no tenía como objeto ofrecer información sobre noticias de actualidad a sus
lectores, sino que se hallaba más próximo al periodismo de opinión e incluso a la revista
literaria, para lo que llegaron a contar, incluso, con la colaboración de articulistas e
ilustradores de prestigio.39
El contenido de la publicación, destacaba sobre todo por al aire de exaltación
patriótica. Ruperto Medina, maestro titular de la villa, recogía el verso popular de la copla
para señalar que no había “Ni patria como mi patria”, dedicándose a cantar a los soldados
que “prodigan su sangre y menosprecian su vida por conservar la prepotencia de nuestra
Soberanía nacional”.40 También el poeta Narciso de Salaberri, por su parte, cantaba al
“hijo de España” que:
Llegó a Cuba y altanero ¿Habrá español que se bata
con heroismo luchó y que no valga por tres
y siempre cuando avanzó si lleva siempre en su frente
fue entre todos... no el primero, el emblema del valor:
por que ¿quién primero es su Dios, su Patria, su honor,
si de españoles de trata? su hogar y madre en la mente?.41
246
Mas todo este patriotismo estaba, se hallaba totalmente tamizado por la visión
local. Por esta razón, no faltaron colaboraciones que acercaban la guerra de Cuba al pue-blo.
Nicolás de Viar compuso letra y música de unos “Cantares de un soldado de esta villa
que se halla peleando en Cuba”, en los que, sin apenas mención al propio hecho bélico ni
a la Antilla, el soldado hacía desde la lejanía una añoranza de la pequeña geografía muni-cipal.
42 Julián de Salazar preferió recordar el pasado reciente, evocando entre otras estam-pas
del viejo Portugalete “aquella época en que niños de escuela vimos salir para África al
valiente regimiento de Saboya y los tercios vascongados con sus airosos pechos azules y
sus boinas rojas”.43
Dentro de esta línea localista, destacaba sin duda la publicación de una titulada
“Carta de un soldado de Cuba” dirigida a su madre, obra de Juan de Benito, cargada de
muestras de amor filiar y religiosidad. Este sistema de publicación de cartas —reales o
fingidas— de soldados de Ultramar, proliferó en la prensa vizcaína en los momentos ál-gidos
de la contienda,44 como medio de expresar con unos mayores tintes de verosimilitud
las diferentes visiones que sobre la guerra tenían —o defendían— las diversas familias
ideológicas.
La agobiante presión y los indisimulados intereses de los Estados Unidos hacia
Cuba, no pasaban desapercibidos, y también merecieron duros comentarios, a cargo de
Juan del Campo, cuando aún faltaba un año para que la potencia norteamericana entrara
en la guerra:
La envidia es, a la par que el enemigo más ruin, el más difícil de combatir. Todas
sus aspiraciones consisten en hacer daño, y para conseguir su objeto se vale de
cualquier medio por indigno que sea.
Su astucia es tan grande y tiene tal habilidad para disfrazar su podredumbre, que
lo mismo que aquellas manzanas dañadas en el interior, pero de incitante aspecto,
engaña a cualquiera.
Jamás sacia su apetito y su ambición no tiene límites. Donde más prosélitos tiene
es en los Estados Unidos, y su enemiga irrreconciliable es la caridad, anidada en
el corazón de los españoles.
De ahí que los Shermans, Morgans, Hills y demás satélites yankees traten de
herirnos con sus dardos emponzoñados, sin tener en cuenta que nos cobija el
escudo de la Caridad.45
Precisamente la caridad era otro de los elementos recurrentes en las páginas de
Patria, algo lógico dado su carácter complementario a la celebración del Concierto-Tóm-bola,
y a su propio carácter recaudatorio —los beneficios de la venta de la publicación
pasarían a engrosar la caja a beneficio de los soldados portugalujos repatriados—. Juan
Bautista Belarrínaga hacía una llamamiento a las “hijas de Portugalete” para que “nues-tros
hermanos al regresar de la guerra y pisar el suelo querido de la Patria, derramen
dulces lágrimas de alegre agradecimiento, que sirvan de consuelos a sus almas y de bendi-
247
ción para las vuestras”.46 De hecho, buena parte del plantel organizador del Concierto-
Tómbola había sido femenino.
Completaba la obra, finalmente, otros artículos de divertimento, generalmente
cuadros costumbristas de corte local, sin relación aparente con la guerra, pero mediante
los cuales sus autores plasmaban su deseo de contribuir al objetivo común de recaudar
fondos para los soldados.47 Nicario Retuerto, directamente, pedía al lector “un óbolo para
el desvalido”:
He aquí, querido lector, lo que te pedimos, lo que en realidad tenemos derecho a
exigirte, porque el amor a tu semejante, el corazón de español lo reclama así. El
desgraciado que careciendo de medios para eximirse del servicio de las armas le
ha cabido en suerte el defender la integridad de España allende los mares y una
bala enemiga le ha atravesado el muslo y yace en el lecho de un hospital de
sangre, llamando en sus dolores a su querida madre, de la que era el único apoyo,
y la mano del cirujano amputa aquel miembro que le ha hecho inútil para ganar el
mísero jornal con que sustentar aquella familia que esperaba ansiosa verle sano,
y le encuentra inútil, tiene perfecto derecho al óbolo que tú vas a depositar en la
nacarada mano de la joven que te da este número.48
1898: de la internacionalización de la guerra a la derrota
Como en otros lugares de España, la perspectiva de la entrada en la guerra de los
Estados Unidos contribuyó notablemente a elevar el tono del discurso patriótico difundi-do
en el País Vasco. Los yankees—apelativo que se generalizó en esta ocasión— no eran
vistos, como los cubanos, “compatriotas descarriados” con los que existían fuertes lazos
de unión, sino un elemento claramente extranjero y doblemente extraño, por nación y
lengua. “Aquel pueblo de egoístas y de mercachifles sin conciencia”, podían leer los viz-caínos
en la prensa durante las semanas posteriores a la voladura del Maine, “no desiste de
sus proyectos de apoderarse de lo que es nuestro, no ceja en sus propósitos ambiciosos
sobre la Isla de Cuba. Quiere atropellarnos, pretende saltar por encima de la razón, de la
justicia y del derecho, y eso no podemos consentirlo nosotros, porque nos quedaríamos
deshonrados”.49
Durante los días que siguieron a la declaración formal del estado bélico, y en
especial el 24 de abril, las capitales y las principales localidades vascas vivieron estallidos
de fervor popular, con manifestaciones —según los periodistas, espontáneas— trufadas
de vivas a España y mueras a los invasores.50 En Bilbao, fueron inicialmente los estudian-tes
los que recorrieron la villa reclamando la colocación de la enseña nacional en las sedes
de entidades públicas y privadas, a los que pronto se unieron grupos de comerciantes,
funcionarios y obreros; el día 24, El Noticiero Bilbaíno cifraba en casi diez mil los mani-festantes,
es decir, uno de cada ocho bilbaínos. La unión de voluntades aunaba en un
mismo carro a los viejos enemigos de las guerras civiles: así, mientras la liberal sociedad
El Sitio iniciaba una cuestación en favor de la Armada, desde el exilio el pretendiente
Carlos VII llamaba a la defensa del honor patrio en Cuba.51 Sólo dos ideologías, todavía
incipientes, se escapaban del discurso general: desde el socialismo, se denunciaba una
guerra colonial sostenida por reclutas de las clases menos favorecidas;52 desde el incipien-
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te nacionalismo, si bien no llegó a formar una postura elaborada al respecto, se defendía la
conveniencia de la derrota española para el reforzamiento de la causa vasca.53
El regreso de los derrotados
Consumada la derrota española en la guerra, un sólo aspecto retuvo, durante cier-to
tiempo, el interés popular: el regreso de los soldados, y en especial el de aquellos que
habían sido heridos o mutilados, a casa. Para ello, se habilitaron finalmente los fondos de
los donativos que se habían recogido en Portugalete durante los cuatro años de guerra —
especialmente el Concierto-Tómbola de 1897—, en una caja al cargo del ayuntamiento.
En verano de 1900, el secretario municipal pudo hacer ya una relación de los primeros
catorce beneficiados, que recibieron casi todos ellos un monto de cien pesetas; no obstan-te,
hubo quien precisó de mayor ayuda, como el mutilado Alejo Echevarría, al que, ade-más
del socorro general, se le costeó la colocación de una pierna ortopédica. El dinero
sobrante, indicaba el mismo secretario, quedaba “para atender las necesidades que puedan
presentarse en esos mismos repatriados por consecuencia de las heridas o enfermedades
que adquirieron en Cuba y Filipinas, y para socorrer a los demás que aún pudieran re-patriarse”.
54
Mas ningún recibimiento ni otro acto oficial adornó la llegada de los soldados,
que fueron llegando a la villa a lo largo de 1900. La derrota, como todo episodio amargo,
se deseaba olvidar con prontitud. El dinero sobrante, finalmente, quedaría asignado “al
mejoramiento de los pobres y del Hospital de esta Villa”.55
NOTAS
1 ESCOBEDO MANSILLA, Ronald, “Repercusión de la Independencia americana en la opinión pública
española”, Quinto Centenario, Madrid, 14 (1988), pp. 183-192.
2 Entendida, no sólo como opinión publicada, es decir, la prensa —faceta a la que, generalmente, se han
circunscrito los estudios más habitualmente—, sino como la información, ideología política y demás
elementos de la realidad aprehendidos por el común de la sociedad desde diversas procedencias, y que se
hacen patentes a través de diversas formas de expresión. Entre los estudios sobre la prensa española y su
visión sobre la guerra de Cuba, cfr. entre otros BARAJA MONTAÑA, Manuel; La guerra de Indepen-dencia
Cubana a través de Diario de Cádiz, 1895-1898, Cádiz, Universidad, 1979. SEVILLA SOLER,
Rosario; La Guerra de Cuba en la memoria colectiva: la crisis del 98 en la prensa sevillana, Sevilla,
EEHA, 1996.
3 ALIJOSTES OLASAGASTI, Gorka; “Derrigorrezko soldaduskaren ezarpena Oarso-Bidasoak eskualdean
XIX. mendean“, Vasconia, S. Sebastián, 24 (1996), pp. 3-4.
4 MALUQUER DE MOTES, Jordi; Nación e inmigración: los españoles en Cuba (ss. XIX y XX), Colombres,
Archivo de Indianos, 1992, pp. 66-71. Esta corriente, en todo caso, no se cortaría tras la pérdida española
de la soberanía de aquellos territorios.
5 Cfr. STRAUSZ-HUPÉ, Robert y Harry W. HAZARD (eds.); La idea del colonialismo, Madrid, Tecnos,
1964.
6 A fines del XVIII y principios del XIX, por ejemplo, son varias las cartas de emigrantes vascos que
249
mencionan la partida de barcos hacia América desde el puerto de Portugalete, como por ejemplo, las que
se conservan en la licencia de embarque de Doroteo María Undurraga, quien se embarcó “á la Fragata qe
estará en Portugalete aguardando biento favorable pª su salida” (ARCHIVO GENERAL DE INDIAS [AGI] (Se-villa),
Chile, 446).
7 ESCORIHUELA Y CONESA, Marcos; Diario de los sucesos de Portugalete, sitio y bombardeo, entre
julio de 1873 y mayo de 1874, Madrid, Imp. de J.M. Lapuente, 1875.
8 HERNÁNDEZ GALLEJONES, Roberto; Aproximación a la historia de Portugalete (1400-1900): va-rios
estudios monográficos, Portugalete, Ayuntamiento, 1991.
9 ESCORIHUELA Y CONESA, Marcos; Topografía de Portugalete. Su descripción, historia, enfermeda-des,
usos, costumbres, etc., Madrid, Imp. de J. López, 1872, pp. 30-31.
10 Extrañamente, el papel de la inmigración en la conformación socio-política del País Vasco contemporá-neo
no ha gozado de excesiva atención por parte de la historiografía (RUIZ OLABUÉNAGA, J. Ignacio
y Mª Cristina BLANCO FERNÁNDEZ DE VALDERRAMA; La inmigración vasca: análisis generacional
de 150 años de inmigración, Bilbao, Universidad de Deusto, 1994, pp. 15-35).
11 Los datos han sido obtenidos utilizando la secuencia seriada proporcionada por los quintos alistados en
Portugalete en el período indicado. Esta fuente proporciona información fidedigna del lugar de residen-cia,
al momento de cumplir 21 años, de todos los naturales vivos de la localidad. Sólo de otro 10%, por
término medio, se desconoce su paradero al realizar el alistamiento. Hemos de tener en cuenta, finalmen-te,
que en la relación de los alistados también se incluían los jóvenes foráneos que llevaran más de dos
años de residencia ininterrumpida en Portugalete (según lo estipulado en el artículo 5 de la Ley de Reclu-tamiento).
12 ESCORIHUELA Y CONESA, Marcos; Topografía de Portugalete..., 1872, p. 41.
13 ÁLVAREZ GILA, Óscar; Nora L. SIEGRIST DE GENTILE y Ana María SILVESTRIN DE JUÁREZ;
Pobladores de Portugalete y sus alrededores en la vida cotidiana de Buenos Aires desde fines del siglo
XVIII y en el siglo XIX, IV Premio de Investigación Histórica Noble Villa de Portugalete “Mariano
Ciriquiáin Gaiztarro”, 1994.
14 ESCORIHUELA Y CONESA, Marcos; Topografía de Portugalete..., 1872, pp. 37-38.
15 El ingenio Portugalete, sito en el municipio de Camarones —en las cercanías de Santa Clara— y dedica-do
a la producción azucarera, era propiedad de Manuel Calvo y de un convecino suyo, el también
portugalujo Sotero Escarzaga, encargado de su administración tras el regreso de Calvo a España (ARCHI-VO
HISTÓRICO NACIONAL [AHN] (Madrid), Ultramar, 201, Exp. 33 y 202, Exp. 2).
16 AHN, Ultramar, 154, Exp. 17, y Gaceta de La Habana, 22-XI-1881 Cfr. Ángel BAHAMONDE y José G.
CAYUELA; Hacer las Américas: la elite colonial española en el siglo XIX, Madrid, Alianza, 1992, p.
154.
17 “Los vascos y la insurrección de Cuba en 1868”, Historia Contemporánea, Leioa, 2 (1989), pp. 139-165.
18 ZUNZUNEGUI, Juan Antonio de; “Don Lucas, el indiano”, en La úlcera, Buenos Aires, Espasa-Calpe,
1950 (Premio Nacional de Literatura, 1948).
19 ESCORIHUELA Y CONESA, Marcos; Topografía de Portugalete..., 1872, p. 57.
20 NAVARRO, Luis; Las guerras de España en Cuba, Madrid, Encuentro Ediciones, 1998, pp. 135-137.
21 Boletín Oficial de la Provincia de Vizcaya, Bilbao, nº 33, 9-VIII-1895, p. 129.
22 LAMAS RECIO, F. Rubén; Los bilbaínos en la Guerra de Cuba, Vitoria-Gasteiz, 1998, pro manuscripto,
p. 3.
23 Una descripción de los sucesos, en MONTERO, Manuel; Crónicas de Bilbao y Vizcaya, San Sebastíán,
Txertoa, 1997, tomo II.
24 Boletín Oficial de la Provincia de Vizcaya, Bilbao, nº 36, 13-VIII-1895, p. 141.
25 LAMAS RECIO, F. Rubén; Los bilbaínos..., p. 5.
26 ARCHIVO FORAL DE BIZKAIA (Bilbao), Reclutamiento, Actas Generales de Reemplazos, 1896-1898.
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27 Boletín Oficial de la Provincia de Vizcaya, Bilbao, nº 147, 23-XII-1895, pp. 587-588.
28 LAMAS RECIO, F. Rubén; Los bilbaínos..., pp. 6-7. Pasamos por alto el espinoso problema de los
“soldados de cuota”, aquellos jóvenes que, una vez llegados a la edad militar, se libraban del servicio por
medio del pago de una elevada cantidad de dinero, para que de este modo fuera otro recluta menos
pudiente en su lugar. En las provincias vascas, igualmente, provocaban igual rechazo los hijos de los
voluntarios liberales que habían luchado contra el carlismo en la última guerra civil, motivo por el cual
habían sido agraciados con la exención del servicio militar. La poesía popular del momento recogió
numerosas quejas contra el patriotismo de quienes llevaban a morir a Cuba a los hijos de los demás
(“Amarruak eta bobasketak”, El Cántabro, Tolosa, 1-XI-1896); pequeñas campañas de imagen, como la
ofrenda pública de flores a los voluntarios en el cementerio bilbaíno de Mallona (La Voz de Vizcaya,
Bilbao, 2-IV-1898), no consiguieron modificar el ánimo popular.
29 Boletín Oficial de la Provincia de Vizcaya, Bilbao, nº 25, 20-I-1896.
30 El Ayuntamiento de Bilbao, por ejemplo, “aprobó una moción para que se proporcionaran auxilios a los
soldados naturales o vecinos de la villa que vuelvan de la guerra. Al respecto, La Voz de Vizcaya opinaba
que ‘todo lo que se haga por los que regresan (..) parecerá poco, todo lo que las corporaciones, los
particulares, las sociedades benéficas, el pueblo en masa hagan en obsequio de los soldados repatriados,
nos parecerá doblemente bien (..) para suplir en parte las deficiencias del gobierno que en esto, como en
todo, obra imputado por la imprevisión, la contradicción y el desorden” (LAMAS RECIO, F. Rubén; Los
bilbaínos..., p. 10).
31 Hemos de recordar que, por aquellos mismos años, se había producido en Filipinas el alzamiento nacio-nalista
del Katipunán (VILLACORTA, Wilfrido; Independencia de Filipinas, Madrid, Mapfre, 1992).
32 ARCHIVO FORAL DE BIZKAIA (Bilbao), Reclutamiento, Certificados de fallecidos, 1896.
33 ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE PORTUGALETE, C 111, nº 84: Programa de mano del Concierto-Tómbola
á beneficio de los Soldados heridos y enfermos en Cuba y Filipinas vecinos de Portugalete, 7-II-1897.
34 ENRÍQUEZ, José Carlos; “Los carnavales urbanos vascos del siglo XIX. Las fiestas burguesas de la
estabilidad social y política”, en IMÍZCOZ BEUNZA, José Mª (ed.); Elites, poder y red social. Las élites
del País Vasco y Navarra en la Edad Moderna, Vitoria, UPV, 1996, pp. 169-170.
35 ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE PORTUGALETE, C 111, nº 84, Ibidem. La lista completa de los donantes,
publicada en La Villa en los últimos años del siglo XIX, Portugalete, El Mareómetro, 1998, pp. 198-203.
36 ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE PORTUGALETE, Ibidem.
37 La Villa en los últimos..., 1998, pp. 194-195. Castet se refiere a dos suscripciones organizadas por la
colectividad española de Argentina con motivo de la guerra. Una de ellas trataba de crear la Sociedad
Patriótica Española, dirigida por el guipuzcoano Félix Ortiz y San Pelayo. Esta misma sociedad, en su
primer acto público, se propuso y consiguió que los españoles de Argentina financiaran un barco de
guerra para regalarlo al ejército de España (ORTIZ Y SAN PELAYO, Félix; Estudio sobre la Asociación
Patriótica Española, Buenos Aires, El Correo Español, 1899. ID.; Boceto histórico de la Asociación
Patriótica Española. Desde su fundación hasta el Congreso de sociedades españolas, Buenos Aires, La
Facultad, 1914, pp. 5-15).
38 El título Patria aparecía en la parte superior de la portada, orlado por una bandera española. En la parte
inferior, aparecía un grabado de Portugalete, con sus tres edificios representativos —el Puente Colgante,
el Ayuntamiento y la iglesia gótica de Santa María sobre el puerto— y la leyenda de apoyo a los heridos
y enfermos de Cuba y Filipinas.
39 Así, en la presentación de la obra, los “comisionados” Francisco Vallejo y Enrique G. Borreguero decían
que “no terminaremos sin dar muy especialmente las gracias a los Sres. Benlliure (D. José y D. Mariano)
que no se han desdeñado en que sus trabajos primorosos, como por tales manos ejecutados, figuren al
lado de otros mucho más modestos”. La Villa en los últimos..., 1998, p. 208.
40 La Villa en los últimos..., 1998, p. 226.
41 La Villa en los últimos..., 1998, p. 242.
42 La Villa en los últimos..., 1998, p. 228.
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43 La Villa en los últimos..., 1998, p. 218.
44 LAMAS RECIO, F. Rubén; Los bilbaínos..., p. 8.
45 “Contra envidia caridad”, La Villa en los últimos..., 1998, p. 243.
46 “Caridad”, La Villa en los últimos..., 1998, p. 221.
47 Así, Julio GARCÍA-BORREGUERO publicaba “Mi retrato” dirigido a las portugalujas, a quienes en el
verso final, tras recordarles su dirección, alentaba: “preguntad por mi persona (recibo sin antesala)”. La
Villa en los últimos..., 1998, p. 244.
48 La Villa en los últimos..., 1998, p. 249.
49 El Noticiero Bilbaíno, Bilbao, 22-IV-1898.
50 Una descripción muy viva, con el verbo fluido y el rigor documental que le caracteriza: Manuel
MONTERO; “Belicismo patriótico”, El Correo, Bilbao, 24-V-1998.
51 MONTERO, M. “Belicismo patriótico”, ibidem.
52 Ya al inicio, en el periódico La Lucha de Clases se había publicado que: “Donde no se pague a los
maestros de escuela aunque se pague puntual y espléndidamente a instituciones, generales y obispos;
donde todos los días se están cerrando escuelas y levantando plazas de toros; donde se deja que a las
guerras vayan sólo los pobres, donde se deja morir poco menos que de hambre al infeliz soldado; donde
se atropella la ley y se burla el derecho sin que nadie proteste; nación donde todo esto ocurre y algo más
que nos dejamos en el tintero, es una nación que debe borrarse del mapa de los pueblos civilizados” (La
Lucha de Clases, Madrid, 25-IX-1895).
53 De hecho, el fuerte componente racista que sustentaba el discurso de Sabino Arana, fundador y primer
líder del nacionalismo, le impedía una identificación con los independentistas cubanos, a pesar de las
aparentes concomitancias que podrían suponerse entre unos y otros —comenzando por compartir la mis-ma
metrópoli de la que emanciparse—. Son varios los artículos aparecidos en el periódico nacionalista
Bizkaitarra, firmados por el propio Arana, en los que señala que Cuba, mezcla de razas degeneradas
como la latina y la negra, no podía ser equiparado de ningún modo a lo que él procuraba conseguir para
Euzkadi (ÁLVAREZ CUARTERO, Izaskun; “El primer nacionalismo vasco ante la independencia de
Cuba”, ponencia presentada al II Seminario España/Cuba 98: Historia, cultura y cine, Sevilla, 16-20
marzo 1998). Como señala Montero, la vivienda de Sabino Arana en Bilbao fue un objetivo de la ira de
los manifestantes (“Belicismo patriótico”, ibidem).
54 La Villa en los últimos..., 1998, pp. 195-196.
55 Ibidem.