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LA LIQUIDACIÓN DE UN IMPERIO MERCANTIL A
FINES DEL S.XVI
Enriqueta Vila Vilar
La primera idea que sugiere el reinado de de Felipe II es el gran peso del imperio
acumulado por su padre al incorporar, bajo una sóla corona, tantos y tan variados territo-rios
cuyo gobierno tuvo que asumir. Un gigante de dimensiones desconocidas destacaba
entre ellos y crecía de manera insospechada para ser integrado en un mundo que no acaba-ba
de creerse lo que estaba ocurriendo: un nuevo continente había sido descubierto apenas
medio siglo antes y nuevas tierras se iban añadiendo a la corona castellana sin que se
tuviera aún una idea muy concreta de la trascendencia del hallazgo, aunque los tesoros y la
plata que se derramaban por Europa hacían suponer la importancia de la empresa. Una
empresa que había que mantener a costa de la dominación de un océano sometido a la
intensificación del comercio que alcanzaría cotas insospechadas en la segunda mitad del
S. XVI. La consolidación de los virreinatos de México y Perú determinó la aparición de
nuevos y dilatados mercados que introdujeron otros productos de intercambio. Tintes y
esclavos, cueros y azúcar irrumpieron en un comercio que se había creado a base de con-vertir
en oro y plata todo lo que las nuevas poblaciones iban necesitando. Verdaderos
imperios mercantiles fueron surgiendo en las tierras americanas del Imperio Filipino apo-yados
en una compleja red, necesaria para vencer las dificultades que suponían las enor-mes
distancias y los dilatados plazos. James Lockhart que ha estudiado con visión certera
el desarrollo de una parte de ese mundo -el peruano- nos describe la estructura necesaria
para mantener un comercio regular con tan lejanas tierras: un mercader afincado en Sevi-lla
con conexiones con otros socios o factores en otros lugares de España y Europa, debía
contar con otros colaboradores en Nombre de Dios, donde se recibían los géneros que se
transportaban a través del istmo hasta Panamá, en la que otro agente los almacenaba en
depósitos para embarcarlos hasta el Perú. En Lima uno o varios factores se hacían cargo
de la mercancía para distribuirla por el interior del territorio y para obtener la plata que
cada año viajaba de nuevo en las flotas camino de Sevilla.1 Los poderes y atribuciones que
necesariamente había que otorgar a estos factores para que pudieran operar con soltura
requerían personas de toda confianza que generalmente eran elegidos entre los miembros
de la misma familia del mercader principal. Eran necesarios también hombres instruidos y
versados en cálculo, sistema de crédito, derecho mercantil, conocimiento del mercado
monetario, etc., para poder realizar las complicadas transacciones que estos negocios de-mandaban.
Dichos conocimientos y las excelentes condiciones de trabajo con las que se
movían estos agentes americanos les permitía reunir a su vez un capital propio que, en
ocasiones, les posibilitaba independizarse o jugarle una mala pasada al patrón a pesar de
los lazos que pudieran unirle. Nombres como los Illescas, los Espinosa o los Jorge,2 pre-sentan
este perfil y pueden servir como modelos para otros muchos que antes y después de
ellos actuaron de la misma manera. Entre ellos, como arquetipo del poderoso mercader de
los tiempos de Felipe II, se puede destacar a Juan Antonio Corzo Vicentelo, que, rodeado
de parientes y paisanos, crea un gran imperio que se va a extingir en los mismos años del
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rey a quien sirvió. Como los príncipes, los mercaderes consideran el parentesco como el
medio más eficaz para tender su red sobre los continentes. Con ayuda de sus familiares,
constituidos en factores o agentes en los puntos claves del comercio, llegan a levantar un
edificio que, según Enrique Otte, “...no cede en grandiosidad al de los monarcas”.3 Desde
Sevilla, donde se instala definitivamente como hombre muy poderoso el mismo año en
que Felipe se convierte en dueño absoluto del trono -1558-, el Corzo va a dirigir sus
millonarios negocios que serán liquidados por los mismos años que termina el reinado.
Una serie de cuestiones de todo tipo sugiere el fin del emporio económico de este gran
mercader, de cuya figura ya me he ocupado en otras ocasiones.4 Ahora sólo pretendo,
basándome en unas cuentas que se encuentran en el A.G.I. de Sevilla5 , que me sirva de
referencia para examinar la complicada estructura comercial entre Sevilla y Perú.
La personalidad y mentalidad de un gran mercader
Siguiendo a Lockhart y al perfil que nos ofrece del mercader peruano se puede
transcribir un párrafo que parece redactado para nuestro personaje:
Los mercaderes del Perú hicieron posible tanto la guerra como la paz con el
hierro, las herramientas, la ropa y las provisiones que suministraban. Gracias a
ellos, las guerras civiles del Perú y las ciudades peruanas fueron buenas imitacio-nes
de los originales españoles. Los mercaderes eran una clase de personas útiles
e instruidas, y sus redes de comunicaciones, las mejores del Perú, servían a toda
la población...viajaban continuamente, evitaban las inversiones permanentes, an-siosos
de trepar el próximo peldaño de una escalera que se extendía desde Potosí,
a través de Lima, hasta Sevilla...y aquellos que se marchaban a España, por lo
general dejaban tras sí parientes para conservar los intereses de la familia.6
Efectivamente, Juan Antonio Corzo se formó y se enriqueció en las guerras del
Perú, en las que intervino siempre del lado de la facción realista, lo cual le valió como
mérito a la hora de pedir su ejecutoria de nobleza; era una persona instruida hasta el punto
de establecer una tasa de los productos que en aquellos años se intercambiaban en el Perú,
por la que se rigió aquel comercio hasta el S. XVII;7 de su red de comunicaciones se
beneficiaban bastantes gentes;8 realizó varios viajes desde Sevilla a Perú; trepó, hasta el
último peldaño y, desde luego, dejó tras sí un rastro de parientes que dieron a sus herede-ros
bastantes quebraderos de cabeza. Era sin duda el Corzo un hombre singular. Citado
por cronistas,9 viajeros10 y literatos11 fue celebrado tanto en la vida12 como en la muerte.
Su entierro y la toma de Cádiz por los ingleses son los únicos acontecimientos dignos de
mención que un cronista colombiano consignó de su estancia en España, desde 1585 a
1591, en la obra que escribiría muchos años después.13 Se enriqueció hasta límites extre-mos,
hasta tal punto que en un documento de la época se recoge que dejó en su testamento
1.600.000 ducados en contado,14 interviniendo muy directamente en todos sus negocios y
ennobleciendo a su familia hasta los más altos grados. Pero nunca pensó que su hijo, para
el que fundó un millonario mayorazgo, siguiera sus pasos. En el testamento que redactó
poco antes de morir, dejó muy claras sus intenciones sobre la liquidación de su emporio
americano, ordenando en la clausula 29 lo siguiente:
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Yten mando y ruego y encargo mucho a la dicha Doña Brígida Corzo mi mujer y
a quien después de ella tenemos provehido y ordenado que luego que yo falleciere
dentro del más breve término que sea posible fenezcan liquiden y acaben todas
las cuentas de mis factores que han sido y son y fueren hasta el dia de mi falleci-miento
y de cada uno de ellos conforme a mis libros y demás recaudos que con-vengan
y se cobre todo lo que pareciere que me deben para todo lo cual los
ratifico y apruebo por esta mi última voluntad.15
Dos cuestiones llaman la atención en este párrafo: la decidida voluntad de liqui-dar
sus negocios a su muerte, patente en otras claúsulas anteriores del mismo documento
en las que da cuenta de la liquidación con tres de sus más importantes factores,-Juan
Batallón, Juan Bautista Corzo y Antonio Petruche-,16 y la absoluta confianza hacia su
mujer a la que hace responsable del futuro de su fortuna. Con respecto a lo primero parece
lógica la postura si se tiene en cuenta el destino que había deparado para sus hijos. Su hija
se convierte en Condesa de Gelves mediante una cuantiosísima dote y su hijo pasa a en-grosar
las filas de los jóvenes aristócratas con todas las cargas sociales y económicas que
ello representaba.17 En cuanto al papel decisivo que le tocaría desempeñar a Dª Brígida
Corzo, como albacea y usufructuaria del mayorazgo hasta su muerte, es algo muy común
entre las esposas de los grandes empresarios del momento y viene a plantear la importan-cia
que adquieren ciertas mujeres en un momento en el que parecen eclipsadas para todo
lo que no sea el trabajo doméstico.18
El final de un negocio: los mecanismos internos
La actuación de Dª Brígida en la liquidación del negocio americano fue personal
y en todo momento estuvo dirigida por ella. En su testamento da cuenta de su actuación y
por él sabemos que al poco tiempo de morir su marido envió a Perú un criado suyo, que
llevaba los libros de cuentas, Pedro Forcadel, sin que al parecer consiguiera gran cosa. En
vista de ello, Dª Brígida se decidió comisionar a alguien de más autoridad y pensó en
Bartolomé Salvador Solorzano, persona destacada al que le otorga plenos poderes.19
¿Quién era Bartolomé Salvador Solorzano? Se sabe bastante de este notable per-sonaje,
autor del primer tratado de contabilidad por partida doble, publicado en Madrid en
1590,20 gracias a los trabajos del profesor Hernández Estévez que se ha interesado por su
vida y su obra,21 y a los numerosos rastros que ha dejado de su último viaje a Perú.22 Pero
no hay muchas referencias a su relación con el Corzo y a cómo y cuándo entró en contacto
con él.
Se sabe que residió en su casa durante muchos años y que se encontraba entre los
hombres de confianza del gran mercader.23 También parece cierto que su famoso Tratado
es fruto de su experiencia como contable del comerciante tal como puede adivinarse de los
casos prácticos que ofrece y que el método de partida doble lo usaba cotidianamente en los
libros de cuentas de su patrón.24
Pero su personalidad era bastante más compleja que la de un mero contable.
Sabemos por su testamento25 que enviaba a América por su cuenta fuertes “cargazones”,
que fabricaba “libros de Caja y manuales de molde y encuadernados” que envió a vender
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a Medina del Campo y a México26 y que cobraba un tributo anual de la condesa de Gelves
con un principal de 1500 ducados. Poseía casas en Palencia y algún pequeño terreno arren-dado
y tenía algunas cuentas pendientes como acreedor y deudor, fruto de su actividad
mercantil. Soltero empedernido, no duda en confesar un hijo natural habido con una veci-na
de Cantillana, el feudo de sus señores, así como la sospecha de haber dejado encinta a
cierta mujer con la que hacía diez meses que tenía relaciones y de la que no quería revelar
su nombre por no dañar su honor. A ambos descendientes, el nacido y el por nacer, les dejó
unos legados de 1.500 ducados.
Fue en este hombre en el que confió Dª Brígida Corzo el destino final de los
restos de su imperio económico y ambos, señora y criado, se dispusieron a aprovechar
bien el viaje: la primera confiándole un baúl en el que iba cantidad de ropa, telas, joyas y
otros objetos por un valor de poco más de 500.000 maravedies; el segundo consignando
por su cuenta una partida de mercaderías que importaban más de 3.000.000.27 Todo un
ejemplo de la mentalidad de la época y de la fuerza del comercio con las Indias. Una
señora ennoblecida y rica y un autor que poco tiempo antes había dedicado su obra nada
menos que a Felipe II, no dudan en aprovechar la ocasión para sacar tajada de un viaje
proyectado para empresa de más altos vuelos. Y como tal, Solórzano iba dotado de todos
los elementos necesarios para llevarla a cabo: un poder amplio y preciso,28 unas magnífi-cas
condiciones económicas,29 y varios ayudantes y criados.
Tras una espera de casi dos meses en Cádiz, el 21 de marzo de 1592 partió
Solórzano hacia Tierra Firme en la flota del general Martínez de Leiva. El 2 de junio llegó
a Cartagena y pocos días después a Nombre de Dios, donde comenzó su trabajo. De todos
los factores del Corzo, uno de los más importantes, Andrea Corzo Casucha, que se había
enriquecido hasta poseer, junto con su hermano, la mayor fortuna de Panamá,30 había sido
enviado a España a pedimiento de Dª Brígida porque le debía la no despreciable cantidad
de 28.000 ducados, según ella misma declaraba en su testamento. Otros factores que con-tinuaban
operando en Perú- Pedro Luis Petruche, Bartolomé Corzo que sustituyó a su
hermano Octaviano Calvi por la muerte de éste, Domingo Corzo Lanfranco y Juan B.
Corzo de Francisco- se enfrentaron al nuevo enviado con más o menos virulencia; situa-ciones
que quedan reflejadas en las cuentas de Solórzano, plagadas de gastos de pleitos,
abogados, procuradores, escribanos, traslados de documentos, etc. Cuatro años permane-ció
en América este hombre cuya fidelidad queda fuera de duda aunque los gastos ocasio-nados
por el viaje y las circunstancias que rodearon su regreso mermaron considerable-mente
la herencia americana del Corzo. Su muerte, en el mes de junio de 1596 en el río
Chagres al volver a Nombre de Dios para embarcarse para España, motivó que el dinero
que transportaba entrara en el arca de “Bienes de Difuntos” con el consiguiente retraso y
enfrentamiento que todo ello provocó. Pero las cuentas parecen limpias y bastante claras
si se tiene en cuenta la complejidad de los asuntos que en esos años se resolvieron.
Las cuentas
Desafortunadamente entre la documentación de Bienes de Difuntos referente a
los bienes de Bartolomé Salvador Solórzano, no aparecen copias de los libros de cuentas
originales que traía en su poder, pero se conserva un resumen de ellas como consecuencia
de un pleito que se siguió en la Audiencia de Sevilla entre el P. Antonio Cuadrado, rector
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de la Compañía de Jesús en Palencia, albacea de Solórzano, y los herederos de Juan Anto-nio
Corzo, representados por Juan Malón de Echayde. Ambas partes nombraron a terceros
para que revisasen las cuentas y llegasen a un acuerdo31 y éstos presentaron un documento
de cargo y data de 36 folios, en el que se van recogiendo todos y cada uno de los cobros y
pagos que se realizaron. Gracias a este documento conocemos los restos de un imperio
colonial que, en años anteriores, había dispuesto de una flota en el Pacífico, esclavos y
varias casas. En el momento de la liquidación sólo quedaban dos casas, una en el Callao y
otra en Lima, un esclavo no demasiado valioso, mercancías variadas y deudas, muchas
deudas, a juzgar por las repetidas intervenciones de la justicia en los distintos pleitos
cuyos costes aparecen reflejados en las cuentas. Las mercancias aún en existencia eran las
típicas de una factoría de ultramar: desde botijas vacías y varias libras de hilo de distintos
colores a hierro, aceite, muebles, algunas armas, ropa de todas clases y telas. Pero se
notaba la falta del gran mercader. El monto de todo ello era inferior a las cantidades que
anualmente el Corzo había ido recibiendo en Sevilla y que destinaba a compra de fincas,
casas, juros, censos, y títulos nobiliarios, lo que nos está indicando las directrices de un
capital que se iba transformando, poco a poco, de un dinámico emporio mercantil en un
cúmulo de rentas que iba a permitir a sus dueños el tipo de vida soñada por tantos y tantos
enriquecidos con el comercio de Indias.
El total liquidado de los bienes del Corzo en Perú y Panamá fue de 41.839.064
maravedies de los cuales había dispuesto por distintos conceptos de 38.563.470, por lo
que Solórzano quedaba debiendo a los herederos de su señor 3.275.594 maravedíes más lo
cobrado por el baúl enviado por Dª Brígida. Después de discutir una serie de partidas tales
como a quién debería cargarse el costo de los lutos que Solórzano lució cuando ocurrió la
muerte de su señora o ciertos préstamos pequeños que éste había hecho a criados del
Corzo en Cantillana, se llegó a la conclusión de que la deuda ascendía a 3.391.836. Para
mayor comprensión se han realizado los siguientes resúmenes de las cuentas que a conti-nuación
comentaremos:
CARGO
TOTAL
Recibido en España por Solórzano: 1.845.500 1.845.500
COBRADO A
Andrea Corzo 1.236.496
Domingo Corzo 16.760.110
Bartolomé Corzo 3.221.650
Juan Bautista Corzo 1.098.067
Juan Pedro Grisoli 1.523.566
Pedro Luis Petruche 1.011.858
Alonso Ramos de Cervantes 2.737.870
Cristóbal Ortiz de Cervantes 1.211.175
Bernardino de Espinosa 1.252.023 30.052.815
25 deudores menores 4.139.235 4.139.235
Venta de casas:
Del Callao 953.100
De Lima 3.600.000 4.553.100
Venta de un esclavo 88.740 88.740
Venta de 25 marcos 15.300 15.300
Venta de cueros 130.356 130.356
Partida indescifrable 1.014.018 1.014.018
TOTAL DEL CARGO 41.839.064
992
DATA
Enseguida llama la atención la camarilla de parientes y paisanos que el Corzo
conservaba desde los inicios de su empresa. Algunos lo habían traicionado, otros se ha-bían
independizado, pero siempre contaba con hombres fieles que le mantuvieron el nego-cio
en Perú durante más de treinta años: desde 1558 en que se estableció en Sevilla y no
volvió a las Indias hasta 1593 en que se comenzó la liquidación de sus bienes.32 Lo cobra-do
a los distintos factores y deudores supuso 34.192.050 marav. lo que equivale al 81,72%
del total del capital. Los escasos inmuebles que quedaban solo supusieron un 10,88%,
aunque la casa de Lima debía ser importante por el alto coste que pagó el comprador,
8.000 pesos de plata ensayada.33
La mayor parte del capital liquidado, un 77,56%, fue enviado a España en los
años 1594 y 1595, aunque los gastos fueron cuantiosos. El sueldo de Salvador Solórzano
y lo que cobraron funcionarios, abogados, procuradores, escribanos, etc. supuso un 18,87%
del total recaudado. Por ejemplo, dos abogados cobraron por tres años de trabajo un total
de 201.960 marav. y los dos oidores que intervinieron en los pleitos, Alonso Maldonado
RESUMEN DE LAS CUENTAS
Cobrado 41.839.064
Enviado a España 29.910.542
Justificado gastos en Indias 8.652.928
Total ganado al baúl 489.306
Deuda 3.764.900
Deduciones finales 373.064
TOTAL DEUDA 3.391.836
TOTAL
Gastos burocráticos
Gastos mayores 873.627
Gastos menores 156.420
Sueldos
Abogados, oidores, escribanos, etc. 2.577.751 3.607.798
Gastos varios
Viajes, médicos, portes, libros,
pregoneros, limosnas, etc.
290.286 290.286
Gastos venta de casas 92.196 92.196
Enviado España en años 94 y 95 29.910.542 29.910.542
Sueldo de Salvador Solórzano 3.669.678 3.669.678
Partida indescifrable 992.970 992.970
TOTAL DATA 38.563.470
993
de Torres y Alonso Criado de Castilla, 1.791.000 mar.34 Sumando el resto de las partidas
menores quedó la cantidad antes indicada de 38.563.470, reconociéndosele finalmente al
liquidador un alcance de 3.391.836 marav.
El fin de la historia
Como se ha dicho anteriormente la muerte de Salvador Solórzano en el viaje de
regreso motivó que sus bienes pasaran a formar parte de la Caja de “Bienes de Difuntos”,
lo que supuso que tuvieran que someterse a una serie de diligencias que retrasaron de
forma considerable el final de esta liquidación. En octubre de 1598, Rodrigo de Vera,
maestre de plata del navío Nª. Sª. del Rosario de la flota de D. Luis Fajardo, declaró haber
recibido del Juez de Bienes de Difuntos 96 barras de plata y un tejo que fueron remitidas
de la ciudad de los Reyes. De ellas, 32 barras y el tejo pertenecían a los bienes de Bartolomé
Salvador Solórzano.35 Pues bien, hasta 1622 no se termina en la Casa de la Contratación
las cobranzas de las cantidades reclamadas por los herederos de Juan Antonio Corzo, que
en este momento era ya su nieto, el Conde de Cantillana. Una serie de pleitos con los
herederos de Solórzano y con los acraedores de Juan Vicentelo,36 así como toda la maqui-naria
burocrática a que estaban sometidos los caudales de Indias fueron las causas de este
retraso. Parte del dinero que iba llegando a la caja de Bienes de Difuntos fue requisado
para los gastos de la avería y hasta 1622 no se pagaron 1.090.806 mar., que en 1599 se
había tomado para gastos de la armada de aquel año; la quiebra de Juan de Castellanos,
pagador de bienes de difuntos, en 1600, causó el resto del desaguisado. Complicado des-tino
de un imperio mercantil que finaliza a la par que el reinado del Rey Felipe al que por
lazos de influencia no permaneció lejano el Corzo.37
Salvando las distancias, en ambas personas termina una época de esplendor y
comienza otra de decadencia. Rodrigo Vázquez de Arce, presidente del Consejo Real se
expresaba de esta manera con respecto al reinado de Felipe II: “Podemos en verdad decir
que cuando S.M. falleció acabó su real persona y justamente su patrimonio real todo”. El
rey agonizaba a la par que el reino, sometido a una intensa presión fiscal, a una inflación
galopante y a unos gastos inabarcables.38 Cuando el Corzo muere su fortuna estaba hipo-tecada
por los acreedores de su hijo D. Juan Vicentelo y por la enorme carga que supuso la
dote de su hija, la condesa de Gelves. Una época de empresas arriesgadas, audaces e
irrepetibles que sería seguida por otra donde la apariencia se convierte en la tónica de una
sociedad que iría languideciendo irremediablemente.
NOTAS
1 Lockhart, James: El mundo hispanoperuano, 1532-1560, México 1982, págs. 115-116.
2 Para los Illescas Véase Lockhart, E1 mundo..., págs 118 y ss., para los Espinosa, Lohmann, G.: Les
Espinosa: una familie d’ommes d’Affaires en Espaqne et aux Indes a 1’epoque de la colonisation, París,
1968 y para los Jorge, Lorenzo Sanz, Eufemio: Comercio de España con América en la época de Felipe
II, Valladolid, 1979, t.I, págs. 289 y ss. Los Jorge aparecen mencionados entre los traficantes de esclavos
sevillanos del S. XVI. Véase Thomas, Hugh: La trata de esclavos. Historia del tráfico de seres humanos
de 1440 a 1870. Barcelona 1998.
994
3 Otte, Enrique y Conchita Ruiz Burruecos: “Los portugueses en la trata de esclavos negros en las postri-merías
del S. XVI”, Moneda y Crédito, Madrid, Junio 1963, págs. 3-40.
4 Los Corzos: un “clan” en la colonización de América. Apuntes para su historia. Anuario de Estudios
Americanos, Vol. XLII, págs. 1-42. Sevilla, 1985. Descendencia v vinculaciones sevillanas de un procer
italiano: Juan Antonio Corzo Vicentelo. En Presencia italiana en Andalucía y América. Siqlo XIV-XVII.
Sevilla, 1989, págs. 411-426. Los Corzos y los Mañaras: el poder de una familia sevillana y su vincula-ción
con América. En Ciencia, vida y espacio en Iberoamérica, C.S.I.C. Madrid 1989, Vol. II, págs.
281-295. El testamento peruano de un mercader corso. (1554) . En: Sardeqna, Mediterráneo e Atlántico
tra medioevo ed eta Moderna. Studi Storici in memoria di Alberto Bóscolo, vol.III, págs. 461-482. Roma
1993.
Los Corzo y los Mañara. Tipos y Arquetipos del mercader con Indias. Sevilla, 1991. 322 págs. Todas las
referencias a la figura del Corzo en la que no se indique otra cosa están tomadas de estos trabajos.
5 Sección Contratación 247B, n° 5, r. 20.
6 El mundo..., págs.123-124
7 Así se recoge en la Descripción del virreinato del Perú, redactada en... y publicada por Boleslao Lewin
en Rosario en 1958. En las págs. 59-60 se dice lo siguiente: “El trato de Lima es el más real y bueno y sin
pesadumbre que se pueda hallar en el mundo, porque la orden de vender y comprar es que ha muchos
años que el Corso, que fueel mayor mercader y más rico que ha tenido el Perú, que sus hijos son marque-ses
de Cantillana junto a Sevilla, este Corso hizo una taza ensayada de cuántas mercaderías se labran en
todo el mundo, y todas se obligó a dallas por aquellos precios, y unas mercaderías puso muy altas y otras
muy bajas, conforme en aquel tiempo tenían el valos.. y esta taza se conserva hasta hoy dia”.
8 Las conexiones de Juan A. Corzo con sus factores en Perú debían ser muy fluidas y directas. En una carta
que le escribe desde Lima un tal Pedro de Salvatierra a Martín García de Alaunga, personaje al que se
dirije como “Muy magnífico señor” y que vivía en Sevilla en casa de Juan A. Corzo se puede apreciar
cómo éste recibía puntualmente la correspondencia que se le enviaba, “...debajo del pliego de Juan A.
Corzo”. (Otte, Enrique: Cartas privadas de emiqrantes a Indias, carta n°463, Sevilla 1988). E1 envío de
las cartas no era barato. En 1593, Bartolomé Salvador Solórzano pagó 5.848 maravedíes por un paquete
de cartas en el que iba el testamento de Brígida Corzo y un nuevo poder de D. Juan Vicentelo. (A.G.I.
Contratación 247B, n°5, R. 20, fol. 60 vto. Cuentas de Bartolomé Salvador Solórzano) Teniendo en
cuenta que la dieta de manutención para Solórzano y dos hombres que lo acompañaban era de 2 pesos
diarios, es decir 500 maravedíes, el gasto de correo resulta bastante elevado.
9 Por ejemplo, el cronista sevillano Ortiz de Zúñiga dice de él que “...su excesiva riqueza y sus admirables
empleos había sido famosa en esta ciudad” Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal
ciudad de Sevilla..., Edición de Madrid de 1796, t. IV, pág. 162.
10 Suárez de Figueroa, en su obra El Pasajero, publicada en 1617 en la que ofrece una visión de la Sevilla de
la época, dice de él que “...en tantos años de comercio se hayan visto apenas dos Corzos...”.
11 Lope de Vega lo compara con Alejandro Magno en estos versos: “La mano liberal admira al mundo/no en
Alejandro: en Juan Antonio Corzo”. El viaje del alma, en Obras poéticas, B.A.E. vol. LVIII, pág. 150.
12 Sus contemporáneos lo comparaban con un Cosme de Médicis. Declaración de algunos testigos para la
obtención del hábito de su hijo D. Juan Vicentelo. A.H.N. Órdenes. Santiago. Exp. 8.847.
13 En 1636, a los 70 años de edad, el colombiano Juan Rodríguez Freile escribe una obra titulada Conquista
y descubrimiento del Nuevo Reino de Granada de las Indias Occidentales del mar Océano o El carnero,en
cuyo capítulo XVI dice lo siguiente: “...halleme en esta sazón en Sevilla, que el jueves antes que llegase
el aviso del socorro se había enterrado el Corso, cuyo entierro fueconsiderable por la mucha gente que le
acompañó; los mismos pobres que vistió dándoles luto y un cirio de cera para que acompañasen su
cuerpo. Acudió toda la gente de sus pueblos con sus lutos al entierro, todo ello fue digno de ver. Lleváronlo
a S. Francisco y depositáronle en una capilla de las del claustro por no estar acabada la suya”. Cuenta
también cómo al día siguiente del entierro llegó el aviso del ataque de Drake a Cádiz y cómo en el campo
de Tablada se reunieron cinco mil infantes y más de mil hombres a caballo entre los que se encontraban
D. Juan Vicentelo, hijo del Corzo y el Conde de Gelves, su cuñado “...cargados de lutos hasta los pies de
los caballos”. Más adelante, en el capítulo 20, hablando de los hombres ricos y de qué le sirve la riqueza
995
después de su muerte, vuelve a recordar al Corzo, sin mencionarlo, de esta manera: “Yo conocí en mi
tiempo a un hombre que tenía fama de rico, y lo era, que llevó consigo cuando murió parte de sus tesoros
y riquezas y me hallé en su entierro; y aún ese día también llevo, porque enlutó a cien pobres que llevaban
su cuerpo con luces. Este fueel suegro del conde de Selves (Gelves) digalo la gran ciudad de Sevilla
donde murió y aquel convento de S. Francisco donde se enterró; cuántas limosnas dió, e hizo y usó hasta
el año de 1587 que falleció, que fue el año que el inglés D. Francisco Duque (Drake), intentó tomar la
ciudad de Cádiz...”. Edición de Mario Germán Romero. Santa Fe de Bogotá 1997, págs. 204-205 y 311.
El autor de esta edición se pregunta si lo que contaba Rodríguez Freile era historia o ficción. Desde luego,
lo que describe del Corzo es absolutamente fiel a la realidad. Describe su entierro exactamente igual que
el Corzo lo deja dispuesto en su testamento.
14 Pereira, Rafael, S.J.: Alqunas cosas nobles sucedidas en Sevilla desde 1578. B.C. 84-7-19. En la pág. 116
de este manuscrito se dice así: “El 20 de Abril de 1586 (o según otra memoria del 87) murió Juan Antonio
Corzo; muy rico, muy limosnero; depositáronlo en S. Francisco para llevarlo a Cantillana. Testó ante
Benito Luis un quinto y seiscientos mil ducados de contado”.
15 El testamento de Juan Antonio Corzo está publicado íntegramente en mi libro Los Corzo... págs. 213-255.
16 Las claúsulas son de la 22 a la 25. Ibiden. Estos tres factores eran, además, parientes suyos. Juan Bautista
Corzo era primo y Batallón y Petruche estaban casados con dos sobrinas.
17 Sobre el hijo del Corzo he escrito en Los Corzo.... págs. 194-199.
18 Véase Vila Vilar, Enriqueta: “La mujer en la Sevilla americana”. Boletín de la Real Academia de Buenas
Letras, págs. 43-67, Sevilla 1977.
19 Claúsula del testamento de Dª Brígida Corzo. 29 de Julio de 1592. A.P.S. Escribanía de Juan de Velasco.
Como ocurre con todos los documentos de esta familia no se encuentra en el lugar que le corresponde.
Hemos usado la copia de la claúsula que se guarda en el A.G.I. Contratación 247B, N° 5, R, 20.
20 Se titula Libro de Caxa y Manual de cuentas de Mercaderes, y otras personas, con la declaración dellos.
Está dedicado a Felipe II y fuepublicado en Madrid en la imprenta de Pedro Madrigal en 1590.
21 Hernández Estévez, Esteban: “Tras las huellas de Bartolomé Salvador Solórzano, autor del primer trata-do
de contabilidad por partida doble(Madrid 1590)” Revista de Derecho Mercantil, n° 167, 168,
págs.125-166, Madrid 1983 y “Más noticias sobre Bartolomé Salvador Solórzano” Técnica contable, n°
483, págs. 131-164, Madrid 1989.
22 En el A.G.I. Contratación 247B, n° 5, r. 20, donde se guardan los papeles de los trámites realizados para
repatriar sus bienes se encuentra su testamento y muchas noticias referentes a su vida.
23 En la claúsula 25 de su testamento, el Corzo menciona a sus tres hombres de confianza, Pedro Forcadel,
Salvador Solórzano y Juan Malón de Echayde a los que deja un legado de 150.000 maravedíes a cada
uno. Vila Vilar, Enriqueta: Los Corzo...,págs.213 y ss.
24 En su testamento, tantas veces aludido, el Corzo menciona una vez “libros mayores y menores” y otra
alude a unas cuentas fenecidas “por deve y aver”. Cláusulas 20 y 22. Ibiden.
25 Lo otorgó en Cádiz el 18 de febrero de 1592, antes de partir para Tierra Firme, como si presintiera que
sería su último viaje. Una copia se encuentra en A.G.I. Contratación 247B, n° 5, R. 20, págs. 446 vta.-
455 vta.
26 Concretamente envió 200 libros a Medina, 80 a Nueva España y 400 sin encuadernar que quedaron en
Sevilla en poder de otro criado del Corzo, Juan Malón de Echayde.
27 La cantidad de Solórzano está tomada de su testamento, pág. 453 y la de Dª Brígida de las cuentas que se
encuentran el legajo ya citado del A.G.I. Contratación 247 B, r 5, n° 20, págs. 44-80. Todos los datos
núméricos que se den en adelante, sobre los que no se especifique otra cosa, están tomados de aquí.
28 El poder se lo da Dª Brígida, como administradora de todos los bienes de su marido, el 31 de Enero de
1592 y se halla, como los otros decumentos que estamos manejando en A.G.I. Contratación 247B. En él
se especifican ampliamente las obligaciones y los gajes del liquidador. El poder tendría una validez de
tres años, prorrogable si en ese período no se había terminado el trabajo. En 1594 D. Juan Vicentelo, hijo
del Corzo, prorrogó el poder por dos años más. Debería dar cuenta puntual de lo que iba cobrando y no
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podría hacer más negocios que vender lo que llevaba consignado así como lo que restara de las cargazo-nes
que había enviado en 1589 y lo que iba en el baúl de Dª Brígida.
29 Se le pagarían 1.400 ducados al año libres de todo gasto. Se le adelantaron 4.000 ducados por este con-cepto
y se pagaron los pasajes y los fletes. Además, del dinero que fuera cobrando podría tomar 2 pcsos
diarios desde su llegada a Nombre de Dios para su mantenimiento y el de dos personas que lo
acompañaban.Tenía cubierto también los gastos de enfermadad y el alojamiento en Panamá y Lima que
sería en las casas del Corzo. Ibídem.
30 Algunos datos sobre él en Vila Vilar, Enriqueta: Los Corzos: Un clan..., pág.39. También en Mena García,
Carmen:La sociedad de Panamá en el S. XVI. Sevilla 1984, págs. 287 y 296.
31 Los terceros nombrados fueron Mateo Saenz de de Cepeda por la parte de los herederos del Corzo y
Francisco de Gibraleón por los de Solórzano. A.G.I. 247 B, n°5,r.20.
32 Para los hombres que rodearon al Corzo véase Vila Vilar, Enriqueta: Los Corzo:Un clan...
33 La casa estaba situada en la calle de las Mantas y el comprador fue un tal Alonso de Arroyo, vecino de
Lima.
34 El Dr. Criado de Castilla, personaje de gran influencia que fue nombrado presidente de la Audiencia de
Guatemala y más tarde Consejero del Real y Supremo Consejo de Indias (Véase Mendiburu, Manuel de:
Diccionario Histórico-Geóqrafico del Perú, t. IV, pág. 239. Lima 1932) hizo una considerable robaja de
sus emolumentos. Le correspodían 7 pesos de plata ensayada cada día que por dos años y medio de
trabajo, suponían, contando el peso ensayado a 450 maravedíes, la cantidad de que el dejó en 2.000 pesos
ensayados o 900.000 marav.
35 A.G.I. Contratación 247B, n° 5, r. 20.
36 Uno de los acreedores que con más fuerza reclamaba parte del dinero que correspondía a los bienes de
Solórzano era el monasterio de Nª Sª del Carmen de Sevilla cuyo prior se constituyó en heredero de
Diego Pinedo de Angulo, clérigo presbitero, capellán de la casa del Corzo por más de 28 años y ayo de su
hijo Juan, que dejó instituida una capellanía en dicho convento. El testamento del clérigo, que se encuen-tra
en el expediente que venimos manejando para este trabajo, es un documento delicioso para conocer
algunas costumbres de una casa de un gran mercader con deseos de nobleza. Por él sabemos que decía
misa todos los días y que enseñó a leer a los hijos de su patrón y a sus dos cuñadas menores Dª Antonia y
Dª Isabel Mendoza. Al primogénito le impartía además dos años de gramática. Entre sus obligaciones
estaba también acompañar a Dª Brígida y a D. Juan Vicentelo a todas partes. Salvo alguna cantidad que
había percibido en alguna ocasión, no había cobrado su sueldo desde que comenzó a servir. Remite a los
libros del Corzo para saber qué se le debía pero él mismo confiesa que en una ocasión su señor le dijo que
le pagaría 50.000 marav. cada año. Teniendo en cuenta los años que llevaba realizando su cometido la
cantidad que reclamaba era considerable. A.G.I. Ibidem.
37 Aunque tengo escrito bastante sobre el Corzo, aún no se conocen bien las claves de su influencia pero
estuvo más cerca de la corte de lo que los documentos dejan entrever. Se sabe que en el viaje que en 1570
Felipe II realizó a Sevilla, parte de su séquito se alojó en su casa de la Puerta de Jerez; que tenía parentes-co
con dos searetarios del rey, Antonio Gómez de Eraso y Mateo Vázquez; que el mismo Rey le cedió
para que la incorporara a su casa una parte de la huerta de la Alcoba del Real Alcázar; que tenía cierta
relación con el duque de Medina Sidonia; que un importante juro que poseía sobre el diezmo de aceite se
lo compró al duque de Béjar y que su hija Bernardina fue duquesa de Gelves desde 1581. Véase Vila
Vilar, E.: Los Corzo... Para la cesión de la huerta de la Alcoba, Gestoso, José: Sevilla monumental y
artística. Sevilla, 1889-1892, t. III, 1ª parte, págs. 317-319. Para el asunto del juro sobre el diezmo del
aceite Ulloa, Modesto: La hacienda Real de Castilla en el reinado de Felipe II, Madrid, 1986, págs. 207
y 783.
38 Fernández Álvarez, Manuel. Felipe II y su tiempo, Madrid 1998. Págs. 122-123.