EL ENCUENTRO DE LAS CULTURAS PREHISTóRICAS
CANARIAS CON LAS CIVILIZACIONES EUROPEAS
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pfi~fip&or ent& X CQ!Q~;~Q mr!cfig Cgfi&~-&~-efi- O
cana pretende plantear una serie de problemas sobre cómo se produjo la =m
O
interacción cultural entre canarios y europeos desde el primer tercio del E
E
siglo XIV hasta fines del siglo xv. El hecho de que estas sociedades, con 2
E
un nivel de desarrollo cultural paraleiizable con algunas de las Antillas,
y el que el contacto con los europeos se produjese en ambos archipiéla- 3
g ~ sei1 fe~hqJiiici6iiicas,h a pe s to de relieve la iiecesidad de qüe
e- ambos fenómenos puedan ser estudiados con metodologías similares m
E
para un mejor conocimiento del horizonte de contacto entre las dos O
regiones. Por ello, haremos referencia a una serie de cuestiones que
pueden servir para estudiar ambos modelos. n
E
a
n EL MARCO GENERAL n
La conmemoración en 1992 del V Centenario del Descubrimiento
del Nuevo Continente, ha puesto de manifiesto la necesidad de estudiar
una serie de cuestiones de carácter científico sobre el contacto o el
encuentro de culturas, que han merecido la atención de especialistas de
diversas ramas del conocimiento. La efemérides ha propiciado múltiples
reflexiones de diverso signo; ya fueran de carácter histórico, político,
económico, científico, demográfico, ecológico, entre otros. En la última
década, este singular evento de la Historia Moderna, ha aparecido como
si aquéllos fueran s610 privativos de este acontecimiento del que sin
negar sus características singulares y su importancia, no es un unicum
en la Historia de la Humanidad. Es sólo uno muy destacado en el que
sus consecuencias se hacen aún presentes, a pesar del tiempo transcu-
24 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspnr
rrido; y porque acaso es también el más vivo para la memoria de los
pueblos por su envergadura y sus innegables repercusiones geoculturales.
La Expansión europea se inicia por las costas africanas desde fines
del siglo xrri (1291), aunque sin consecuencias históricas. El primer
contacto de los europeos en las Islas Canarias se produce a partir
de la mitad del siglo xiv, perdurando hasta fines del XV, durante el siglo
de la Conquista. En este largo período se suceden una serie de aconte-cimientos
de características similares a los que a fines de esta misma
centuria tuvieron lugar en las islas del Caribe. Fenómenos semejantes
se documentan también en Africa como consecuencia del contacto con
los portugueses, cuya expansión por sus costas es sincrónica a la de los
dos archipiélagos.
De entre los problemas planteados para el estudio de los dos
modelos, son de destacar los de carácter metodológico. Las fuentes
para su conocimiento, contenidas principalmente en crónicas y relatos
de viajeros, dan cuenta de unos pueblos cuyas costumbres son bien
distintas a las de los europeos. En ellos se ponen de manifiesto los
problemas que surgen como consecuencia del contacto--de dos socieda-des
con categorías mentales opuestas a la realidad que analizan, y que
transmiten a un orden intelectual distinto, como el de Occidente de los
siglos xv y xvr. Estas historias escritas por los europeos, se hallan
necesariamente impregnadas de un fuerte etnocentrismo. Son, en opi-nión
de G. Bonfil' "las categorías para representarse y entender un
mundo no occidental emanadas del proceso histórico de Europa".
El primer contacto de los europeos con la población de las islas
Canarias se puede fijar en una fecha ante que, anterior a 1339, después
de que se asentara en la isla de Lanzarote el genovés L. Malocello; y
una fecha post quem, a fines del siglo xv (1496), cuando finaliza la
Conquista de Tenerife.
¿os moueios dei contacto cuiturai
Sólo a título indicativo nos detendremos en una serie de aspectos
que habrían de formar parte de un desideratum de trabajos que, a nues-tro
juicio, deben ser contemplados a la hora de explicar el tránsito de
ambas culturas a la Nueva Sociedad. De entre ellos haremos referencia
a los problemas biológicos del contacto, la esclavitud, los problemas
jurídicos de las Conquistas, los pactos, el carácter de infieles, los cam-bios
de mentalidad, entre otros. No pretendemos pues pasar revista a
todos los problemas que plantea el contacto entre culturas, ni mucho
E1 encuentro de las culturas prehistóricas ... 25
menos los que surgieron como consecuencia del encuentro de "cana-rios"
y las distintas etnias con los europeos. S610 poner de relieve
algunos de ellos para poner de manifiesto la necesidad del estudio
individualizado en el ámbito canario a la hora de establecer comparacio-nes
entre ambos fenómenos. El estudio de estas cuestiones se podrían
clasificar dentro de los criterios utilizados por RibeiroZ para determinar
los distintos modelos de contacto cultural, que él define como "aisla-dos
o intermitentes" y que se engloban dentro del término genérico de
"jwimeros contactos". Existe, por otra parte, otro conjunto de proble-mas
de igual interés, que entran a formar parte de los que se denominan
permanentes e integrados, y que se estudian como procesos de
aculturación que conducen finalmente al cambio cultural de una Sociedad. m
D
La información para tratar de estudiar estos problemas, en el caso E
canario, es muy irregular, y no siempre es significativa, según la isla de O
que se trate, o el problema objeto de análisis. En este sentido, la docu- n-- m
mentación de esos mismos hechos en el Caribe es mucho más abundante O
E
para el conocimiento de este horizonte de contacto, así como para los E
2
procesos de aculturación. En ambos casos la documentación principal -E
pr~c& & 1s Cc b g i ~ s ~ ~ g q ~ i r t ~ .re clL1_q1 - ~gin~id_~ncia
en fechas de las dos Crónicas, la canaria y la americana, y la semejanza 3
también del contenido, requeriría un estudio comparativo de la concep-
- -
0
m
ción con 'que fueron vistas las distintas etnias de uno y otro lado del E
Atlántico. Esta es una tarea científica que merece un tratamiento analíti- O
co en profundidad. Por lo que respecta a aquél y a las intenciones de n
ambas, podemos hacer nuestras algunas de las ideas expuestas por F. -E
Cámara Barbachano sobre las fuentes americanas, quien refiriéndose a a
2 ciertos cronistas, como Fray Bemardino de Sahagún, cree que el "uso n
de informantes fue de lo más selectivo, discriminatorio y limitado a n
ciertos antiguos nobles, "principales" e individuos muy dependientes de O3
los misioneros. Aunque han sido bautizados como los primeros
etnógrafos, su modo prejuiciado de seleccionar los asuntos y temas de
exploración prueba las motivaciones, intereses e intenciones que influ-yeron
en sus trabajos; además, sus cuestionarios y entrevistas con
singulares personajes adolecen de una terminología clara y precisa; es-tán
llenas de subjetivismo y de situaciones y condiciones "ideales"; no
hicieron observación participante; se dejaron llevar por ia Íaiacia del
"sentido común"; y estaban tan satisfechos de la probidad intelectual de
sus informantes, que nunca comprobaron en la experiencia real la legiti-midad
de los datos. Sin embargo, en esas obras hay material
abundantísimo para saber cómo eran ciertas costumbres y diferenciada
participación social, algunos conocimientos, varias creencias, diversos
26 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspar
pensamientos y unas que otras emociones y conductas. Además, sin
esas tareas nuestra emohistoria y nuestra emología serían mucho menos
consistente^"^. Aunque en líneas generales participamos de las tesis del
autor, debemos señalar que las Crónicas Canarias de las que se han
hecho buenos estudios de recopilación debidos a autores como E. Sena,
L. de la Rosa, B. Bonnet, A. Cioranescu, F. Morales Padrón, entre otros,
adolecen aún de una valoración crítica de su génesis, de la personalidad
de sus autores, del contexto intelectual en que fueron escritas, de los
intereses políticos, económicos o religiosos con los que se llevaron a
cabo también los cuestionarios y la selección de los informantes.
La importancia como fuente etnológica de las crónicas canarias y su
paralelismo con las americanas, ha sido puesta de manifiesto por Fermín ,, -
del Pino (1976)4, quien hace un análisis de los contenidos, al establecer E
un- ri.mp&rarit.in pn@p ambas, &s?ar&q,nri-o ~kr&~ , !rj- mjnxr, e- -%!a- ii
ción a la crónica americana, en lo que a los orígenes de los estudios n-- m etnográficos se refiere y que, según él, habría que retrotraer hasta me- O E
diados del siglo m y xv. Se trata de las primeras referencias de cronistas SE italo-portugueses como Nicoloso da Recco, Diego Gomes, Gomes -E
Eannes de Zurara, o los normandos Pedro Bontier y Juan Le Verrier,
q"ieñes junio con /gvise Ca da Mosto, ios gfirT1eroS . 3m
"emógrafos" que dan cuenta para Europa de la existencia de estos pue-
- -
0
blos primitivos que habitaban las Islas, "nuevamente encontradas" por m
E
los navegantes genoveses, mallorquines, portugueses, normandos y cas- O
tellanos. n
Las circunstaqcias históricas análogas entre las sociedades canarias y -E
las americanas, señaladas en los distintos autores, se pueden analizar a
también en un aspecto que resultó singular a la mentalidad europea del 2
n
siglo xvr, la de los problemas espirituales y humanos de los indígenas n
americanos. Estas similitudes son las que explican la génesis de las 3
denuncias contenidas en las "Consideraciones éticas sobre la guerra de O
cnnquistn de las islas", debidas a Fray Rmolomé de las Casa, en las
que el autor establece una semejanza implícita entre los dos mundos.
En él se expresa de forma elocuente el pensamiento crítico del monje
dominico y el estado de opinión que se generaría en Europa con la
diatriba del "caso americano de Conquista", siendo significativo el pare-cido,
incluído el título, que establece entre su famoso alegato "Brevísima
reiacióñ & ia &s'K-ucción & ias hYias" que &dicá a las
Canarias, "Brevísima Relación de la Destrucción de Africa". En 61 trata
de hacer una reflexión sobre el ser cristiano y lo que ello conlleva, en
una primera parte introductoria, para a continuación contrastarlo con las
tropelías y abusos producidos durante los hechos de Conquista.
El encuenrro de las culturas prehistíiricas ... 27
La discusión que tiene lugar acerca de la condición humana del
indígena, de su libertad, de su personalidad, y que daría pie a una de las
retlexiones más sustanciosas del pensamiento jurídico, filosófico y so-ciológico
de los religiosos e intelectuales españoles y europeos del siglo
xvr, tenía también su precedente en la defensa de los aborígenes cana-rios
ante la Curia romana, como se ha documentado en la información
estudiada a tal efecto por D.J. Wolfel (1930), así como en la obra
pionera de A. Pérez Voituriez "Problemas jurídicos internacionales de
la conquista de Canarias" (1958). En ambas se ponen de manifiesto
estos aspectos cuya diferencia con el "caso americano" estriba en la
dimensión del problema.
El carácter de infieles de los antiguos habitantes de Lanzarote, se
recoge en la Crónica normanda de Le Canarien, en donde se corrobora
además sus costumbres bárbaras, "viven en parte como bestias". Este es
un buen argumento, desde la óptica del europeo, para justificar moral y
socialmente las tropelías que se cometieron contra estas gentes, incluída
su captura, y cuya finalidad era convertirlos a la fe cristiana. "Estas son
las cosas que pensamos explicar a los canarios que viven en los países
del Sur, los cuales son infieles y no reconocen a su creador y viven en
iiage COíTiO bCSiiZS, -..a "1-n" ,." .,'".. A,. ",.'.A:^:". " rnmnAa-
>U> dllllc1> GJLLlLL Cill VI45 UG pGIUILIUII" (k La11411G11,
G. 42. A. Cioranescu [I980]:45)
Pedro Mártir en su Epístola 806 "Consultas acerca de la libertad de
los indios", fechada en Madrid, a 22 de febrero de 1525 y dirigida al
Arzobispo de Cosenza, recoge asimismo la opinión sobre los indígenas
americanos en donde se aportan los argumentos para justificar su
esclavización. En ambos existe una semejanza evidente a los que
manejaban los normandos a comienzos del siglo xv (1402): "Oye ahora
lo que pasa entre nosotros. Se ha discutido mucho acerca de la libertad
de los indios, pues hay diversidad de opiniones, sin que hasta hora se
haya llegado a nada práctico. El derecho natural y el canónico mandan
que todo el linaje humano sea libre: mas el derecho romano admite una
distinción, y el uso contrario ha quedado establecido. En efecto, una
larga experiencia ha demostrado la necesidad de que sean esclavos, y no
libres, aquellos que por su naturaleza son propensos a vicios abomina-bles
y faltos de guías y tutores vuelven enseguida a sus errores
impúdicos. Hemos llamado a nuestro Consejo de Indias a los bicolo-
--O C--:l-- n--:..:..-~ n l.-." Aao-nlmno E- n -Ac n n - n e n , , ~ h. -e PC.&A;&, LGJ ~ I ~ I ~U UGI IJI I I I ~ ~ U Jj ! a LUJ ULJC.C(ILUJ 1 IUI I~IJC.ULZUJ,y u- 111111 I~JXULUY
largo tiempo en aquellas partes, y les hemos preguntado su parecer
sobre este extremo. Todos, de acuerdo, convinieron en que no había
mayor yerro que dejarlos en libertad" (Pedro Mártir, Epístola 806
[1990]: 144).
2 8 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gnspar
Un aspecto muy destacado en los mecanismos de contacto, es el que
se refiere a la penetración religiosa en ambas comunidades, aunque
conviene hacer aquí una precisión en el sentido de que los medios
usados entre los caribeños, como en el resto de las poblaciones
indoamericanas, es distinto al de las comunidades prehistóricas canarias,
porque el proceso de contacto con los europeos fué mucho más lento,
por lo que las diferencias tuvieron resultados igualmente disímiles.
La desvertebración de la población. El VIRUS de la esclavitud
Desde que se produce el redescubrimiento de las Islas Canarias, el ,, -
tráfico de esclavos, el de la infamia humana, se convirtió en uno de los E
objetivos de mayor-envergadura para las expediciones comerciales con O
destino ai Atiániico Sur. iu'o tenemos constancia exacta dei número de -- m personas que fueron capturridas, ni de las expediciones que se realizaron O E
con esa finalidad, o Iris que. de manera ocasional, recalaban en sus E
2
costas y no volvían de vacío a los puertos de origen. Esta práctica, -E
común en algunas de las Isliis Canarias durante el siglo XIV y el primer
tercio del xv, se halla en la información testifical de Juan Iñiguez de 3
Atabe, recogida en la Pesquisa de Pérez de Cabitos. "Que oyó desir a
- -
0
muchas personas, asy en esta cibdad como en las dichas yslas, que m
E
primero onbre que conquistó las dichas yslas fue Alonso Beserra, vesino O
de esta cibdad, que andando de armada con mucha gente, que aportó a
las dichas yslas e que las corrió todas e traxo dellas cativos a esta n
E
$ibdd. E como es costumbre de los que andan de armada llevar gentes
-
a
de muchas naciones como se les deparan" (Pesquisa de Cabitos, E. 2
n
Aznar (ed), 1990:225). Durante todo el siglo xv esta situación resultaría n
semejante a como la explica V. Cortés en su obra "La esclavitud de 3
Valencia (...)", referida a Canarias y cuyo análisis puede aplicarse para O
la fecha que hemos señalado: "Los canarios eran, al mismo tiempo, una
escala para los mercaderes que conseguían sus esclavos en las costas
occidentales africanas, pues entre los lotes de gentes canarias se hallan
moros procedentes de los lugares fronteros de Berbería como el de
GuastV5.
Este ambiente que se refleja en las Crónicas canarias de la Conquis-ta,
es el que puede comprobarse en las consecuencias nefastas del primer
--..+a,.+- A- 1-.- n..---n-o On" 1nc 0"Ahnñnc cn",;" 0- .4ac"..~.dn An ,," LUllLULLU UG IU3 bUIUYbU3 bu11 IVJ bUIlUCIIV37 JCEU11 JC UCJylCIllUC UCI U11
texto de Cristóbal Colón contenido en una Carta, que escribiera desde la
Española entre Septiembre de 1498 y Octubre de 1500. En ella mani-fiesta
su estado de opinión sobre este problema, así como sobre el
E1 encuentro de las culturas prehistóricas ... 29
comercio esclavista de las costas africanas del que tenía buen conoci-miento
por la práctica habitual de este mercadeo humano. "De acá se
pueden, con el nombre de la Sancta Trinidad, enbiar todos los esclavos
que se pudieren vender y brasil; de los cuales, si la información que yo
tengo es cierta, me dizen que se podrán vender cuatro mil1 que, a poco
valer, valdrán veinte cuentos; (...). Y cierto, la razón que dan a ello
parece auténtica, porque en Castilla y Portogal y Aragón y Italia y
Cecilia y las islas de Portugal y de Aragón y las Canarias gastan mu-chos
esclavos, y creo que de Guinea ya no vengan tantos, y que veniesen,
uno d'estos vale por tres ..." (Colón, Doc. XXVII. C. Varela, 1984:243).
Refiriéndose a las condiciones del traslado de los esclavos de las Indias,
así como sobre el cuidado de la preciada mercancía, hace las siguientes ,, -
consideraciones, en el que rememora hechos que atañían a su pasado: E
"Y bien que mueran agora, así no será siempre d'esta manera, que así O
hazkn !es negres y !es cunxios a !a primera; y au:: a abantaje e:: estvs, n--
que uno que escape, no lo vendrá su dueño por dinero que le den ..." m
O
E
(Colón, Doc. XXVII. C. Varela, 1984:244). E
2
Por otra parte, uno de los capítulos más polémicos de la Conquista -E
castellana de las Indias, y uno también sobre el que se ha generado una
gran controversia es el referido al número de gente que desapareció, 3
como consecuencia de las afecciones bióticas, por la transmisión de - -
0
enfermedades víricas que los europeos les contagiaron en el primer m
E
encuentro de los dos mundos. Estos primeros contactos de los europeos O
con las poblaciones caribeñas violentó su medio, como antes había 6
sucedido con las de Canarias, dando así comienzo a un proceso de n
-E
desvertebración de estas etnias, hasta el extremo de que algunas de ellas, a
como la de los taínos, se consideran hoy desaparecidas en su totalidad, 2
n
ya que ninguno de estos conjuntos humanos poseía las defensas necesa- n
rias para hacer frente a la agresión biótica, que supuso la irrupción de 3
nuevas gentes con enfermedades desconocidas, para quienes por razo- O
nes de aislamiento no podían combatirlas. Se trataba de comunidades
cerradas, no inmunizadas a las virulentas enfermedades que en esos
siglos hacían estragos entre la población europea.
El derrumbe masivo de los dos conjuntos humanos en ambos archi-piélagos,
producido como consecuencia de estos primeros contactos,
explica una vez más que las poblaciones canarias puedan relacionarse
con fenómenos semejantes acaecidos en el mundo americano. Como
otros tantos item: los hechos pueden ser cnmpaodnr, en !o que respecta
a los mecanismos que se ponen en marcha, como consecuencia de ese
encuentro que marca para ambas sociedades el final de unas etnias, de
unas culturas y de una historia.
Los prrctos con el extrar~~ero
La manera en que son recibidos los extranjeros en las dos coiiiiinida-des
insulares resulta bastante contradictoria. En riiiichas ocnsioiics la
llegada del extranjero se relaciona con "seres divinos" que viciicii pos el iiiiir
y que eran esperados en sus tradiciones míticas. En otros. por cl coiilsn-rio,
se producen fenómenos de rechazo hacia los extraiíos. cxprcs:íiitlolo.
ya fuera por una hostilidad patente, ya por el abandono de siis icsrilo-rios.
La aceptación de los recién llegados en su territorio. sc: iiiuiiiI'ic:sta.
en cambio, en una mutua relación de amistad sellada a travks de alian-zas
y pactos con el extranjero. En. la Epístola 532 de P. Mrírtir de m
Anglería del 18 de Diciembre de 151 36 "Sobre las Indias y muy espe-cialmente
sobre la anchura del río Marañón...", refiriéndose a los 8
caciqües Chacaones resume muy b i e e~s ks desres: "Ca.rilhimx .s:~!N!!E -D
con diversos reyezuelos de la comarca, y trabaron amistad por medio de 0"
mutuos regalos, aunque al principio los habitantes trataron de rechazar a Í?
los huéspedes." (Pedro Mártir, Epístola 532 [1990]:80). f
De los primeros contactos entre europeos y canarios y más tarde e!
con los caribeños, hemos creído necesario destacar lo referente a los 5
B
pactos que se hacen entre las dos poblaciones, ya que a través de ellos O=
es posible explicar muchas de las estrategias de penetración llevadas a 6
cabo por los europeos en ambos territorios. 8
6
D
Una torre en tierra c
2
D
De los pactos celebrados entre los europeos y los aborígenes de las D D
islas Canarias, poseemos información de Lanzarote, La Gomera, Gran e!
5
Canaria y Tenerife. En todos ellos existe un hecho común que los une:
la construcción por los europeos de una fortificación en forma de torre,
para usarla como refugio durante el tiempo en el que se establecieron
relaciones de comercio con las comunidades insulares. Se utilizaría
también como parapeto defensivo hasta tanto se preparaba la estrategia
posterior de sus conquistas. De esta forma, los franconormandos cons-truirán
una torre en 1402 en el Sur de Lanzarote, en las costas del
Papagaio (Papagayo). Por su parte, Hernán Peraza hizo lo propio en La
Gemem, !I rnnnrida hoy romo "Torre de! Conde" en San Sebastián.
Diego García de Herrera, a quien le pertenecía el Señorío de las islas,
mandó erigir una en Gran Canaria, la "Torre de Gando" y otra en
Tenerife la "Torre de Añazo". En lo que respecta a las islas antillanas,
la construcción del "Fuerte de la Navidad" y la fundación de La Isabela,
ambas en la Española. sirven para contratar los modelos de ocupación
de los europeos en ambos archipiélagos. En todas estas estructuras de-fensivas
existen aspectos comunes en el tipo de emplazamiento. Se
caracterizaban por estar localizadas cerca del mar, en la desembocadu-ra
de un barranco en donde se podían abastecer de agua, así como
poder hacer una retirada fácil en caso de peligro inminente.
Las torres construídas en Canarias, de las que conocemos su estruc-tura.
poseían todas planta cuadrada, con aspecto de solidez, hechas de
piedra, barro y madera. Por su parte, el establecimiento del "Fuerte de la
Navidad" tuvo una apariencia más pobre y menos fortalecida, por las
propias circunstancias en las que se construye, según lo describió Pedro
Mártir de Anglería "la fortaleza de madera y a las chozas que, cercadas
de empa!izu&. hahia" ccnr[rui.i~ n ~ ~ ~(&&t e r M~ &~ir, " 9 6-
cadas 11, 1 1 [1984]:57). En otros documentos del propio Anglería se
hace referencia también a la construcción de fosos que rodearían la
empalizada de esta primera fortaleza improvisada del Nuevo Mundo.
La celebración de los pactos por parte de los europeos que se esta-blecen
en La Gomera, Gran Canaria y Tenerife, poseen un interés
económico para ambas partes. Los canarios estiman sobremanera, entre
otras cosas, los instrumentos agrícolas, los útiles metálicos de los que
carecían, como "cuchillos y hachuelas", semillas y alimentos, así como
de otros objetos considerados exóticos: ropas desconocidas para quie-nes
vestían con pieles. objetos de adorno; muchas de las cosas, de las
que carecían. Por su parte, los castellanos compromisarios del pacto,
reciben como contrapartida la seguridad en el aprovechamiento de cue-ros
y, sobre todo de la orchilla, controlando así uno de los productos
principales del comercio con Canarias, al ser un vegetal muy apreciado
por sus cualidades como producto tintóreo.
El comercio de este producto debió de desempeñar un papel comple-mentario
que explica Inr. primeros c~ntactns-~ m-rcia!~.&s 10s eurqeos
y las poblaciones canarias. No menos lucrativa fue la caza y captura de
hombres para la venta como esclavos, por lo que no cabría dudar que
aquél sirviera de excusa para que las armadas no se fuesen de vacío sin
esta preciada carga, "e como es costumbre de los que andan de armada
llevar gentes de muchas naciones como se les deparan" (Pesquisa de
Cabiios, C. Amar íedj, i990t225j
No descartamos tampoco que en algunas islas, sus propios habitan-tes
sirvieran? si no de intermediarios, sí que fuesen consentidores de tal
práctica, sobre todo entre las tribus o "bandos" que mantenían profun-das
rivalidades, como es evidente al menos en La Gomera y Tenerife.
3 2 Edrrardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspar
Resta aún conocer bien estas cuestiones para entender las razones de tales
alianzas. Los comerciantes necesitaban de la buena amistad y disposición de
sus habitantes para que les sirvieran de mano de obra barata y recolectarles
los productos arriba citados. Desde el primer pacto que se celebra en el
Caribe, el que sellan Cristóbal Colón y el cacique Guacanagarí, los mecanis-mos
internos de tales alianzas poseen las mismas características que los
contraídos en las Islas Canarias por los europeos.
No estamos aún en condiciones de conocer en profundidad (aunque
existen algunos trabajos parciales), todos los mecanismos usados por los
castellanos para explicar el cambio que produjo la introducción de la
nueva cultura del conquistador en las sociedades canarias. Son escasos
los estudios realizados sobre los problemas de integración del mundo
aborigen a la Nueva Sociedad. R. G. Antón (1983) ha planteado algunos
de eiios, reiarivos a los guanches de Tenerife, anaiizando íos procesos
de aculturación en aspectos diversos como los ecológicos, sociales,
económicos y espirituales.
Otro conjunto de problemas al que hicimos referencia en nuestra
ponencia, y que se hallan necesitados de análisis, tanto en lo que respec-ta
al conocimiento del fenómeno en Canarias, así como para poner en
relación a los dos grupos humanos, es el que se relaciona con el
cambio cultural en sus diversos aspectos. Algunos están ligados a la
manera en que ambas sociedades entendieron la llegada del extranjero y
su aceptación, a la inferioridad técnica del armamento de ambos grupos
frente al europeo. Otro conjunto es el que se deriva de la inadaptación
de los aborígenes al sistema de trabajo del europeo, al cambio en los
hábitos alimenticios y a la introducción de especies vegetales y de
nuevos animales. La incidencia de la nueva economía en la transforma-ción
del paisaje: las roturaciones, las nuevas especies arbóreas en climas
y en ambientes distintos; o los vestidos, costumbres sociales, las enfer-medades.
En ambos debieron producirse respuestas semejantes que
están necesitadas de estudios parciales para conocer todos estos proble-mas.
De todo este cúmulo de cuestiones, hemos optado por analizar sólo
las que se refieren a los problemas derivados del choque de las dos
mentalidades en el ámbito religioso, así como el de los mecanismos
utlizados por los europeos para introducirse en los diferentes territorios
inru!arer. En e!!oc se ana!izan !E diferentes pactos ce!ehra$ns en a!gw
nas de las islas, en las que existía una organización político-territorial
diferente, y en donde igualmente lo fueron las respuestas de cada una
de las comunidades ante estos primeros contactos. Estas circunstancias
explican las facilidades o las dificultades que en cada caso tuvieron tos
castellanos para introducirse en sus territorios.
El encuentro de las culturas prehistóricas ... 3 3
LA RELIGION
La religión constituye uno de los principales factores de la
aculturación. Ello queda perfectamente de manifiesto en la Pesquisa de
Cabitos, al valorar las relaciones entre castellanos y aborígenes de las
islas insumisas. Al describir el cambio de actitud de canarios y guanches
frente a los señores, señala "que después no se agradaron de la fe y les
quitaron la obediencia"'. Y al denunciar la inadaptación de los gomeros,
afirma "que obedecían a Fernán Peraza, pero en cuanto a la fe vivían
como querían'j8. Sin embargo, este factor general actuó de forma dife-rente
en las diversas etapas de colonización, tanto en lo concerniente a
la velocidad de actuación como en los modos de acción.
La etapa de la precolonización
Durante la etapa de precolonización, el protagonismo correspondió a
los mallorquines, tanto laicos como eclesiásticos. Estos se repartían
entre el clero regular y el seglar. Los primeros pertenecían a las órdenes
mendicantes y quedan reflejados en el episcopologio de la sede teldense
(carmelita- franciscanos y dominic~sy)~ e n la información documental.
A este respecto, Abreu distingue entre laicos y frailes a la hora del
castigo, lo que Torriani precisa al señalar que los monjes eran francisca-nos"'.
La bula "Ad hoc semper" solicita el envío de 10 clérigos seculares
y 20 frailes, ordenando a éstos vestir el hábito de la orden más antigua''.
La presencia del clero secular queda atestiguada, además de las citas
anteriores, por la presencia del capellán del pueblo de Inca en la expedi-ción
de 1 34212.
La prueba más concluyente de la presencia de laicos en la
evangelización es la instalación, mediante pacto, de un grupo de ermita-ños
y otras gentes, que recibieron de los canarios "tierras, ganados y
mujeres, con las que se casaron y tuvieron hijos"13. En e1 mismo grupo
habría que incorporar a las 30 personas "fideles et devotas Deo" de la
expedición de 135 115. Y, seguramente, también es éste el sentido de los
"trece hermanos"ls, probablemente laicos reunidos en una cofradía, ya
que este número es frecuente en las hermandades medievales, en alusión
al colegio apostólico y a la virgen.
Unos y otros contaron con el apoyo de aborígenes, fruto del inter-cambio
de personas, recogido por Hemmerlin16, y del rescate de esclavos
para tal fin. Así se desprende de la existencia en 135 1 de 12 aborígenes,
conocedores del idioma catalán e instruidos en la fe; y en el propósito
34 Eduardo Arnar Vallejo J Antonio Tejero Gaspar
de la expedición de dicho año de llevar consigo a indígenas regenerados
en las "fonte baptismalis" y rescatados del cautiverio en que vivían".
Este proceso de cristianización afectó tanto a las estructuras adminis-trativas
como a las realidades inmediatas. En el primer caso, se creó el
obispado misional de La Fortunaix, vinculado directamente a la Santa
Sede, sin incorporarse, por ello, a ninguna provincia eclesiástica y simi-lar
a los existentes en AsiaIY. Creado en 1351, la mención teldense no
aparece hasta 1369. Ese hecho parece vinculado a la aparición de grq-pos
neófitos, de los que el de Telde sería el principal. La diócesis
desapareció en fecha imprecisa, seguramente tras 1392, año de consa-gración
del último obispo. Tradicionalmente se ha vinculado su
desaparición al martirio de los llamados "13 hermanos", causa de la ,,
ruina del principal núcleo de evangelización2". Si atendemos a los datos D
E
cvnsignados en ei supuesio tesiamenio de ios trece hermanos, tai hecho O habna ocurrido en 1391. También se ha propuesto la fecha' de 1393, n -
=
explicándola como una represalia a la armada castellana de dicho año, m
O
E lo que tropieza con la existencia de expediciones anteriores y con la E
2 imprecisión acerca de las islas visitadas2'. En cualquier caso, la transmi- E
sión del supuesto testamento parece probarlo la pervivencia de cristianos =
tras la desaparición del obispado. Seguramente, el castigo afect6 3
unicamente a los "extranjeros" mallorquines y "a los que habían nacido e--
de ellos", como propone Torriani; o a los contraventores del pacto, no al m
E
conjunto de los conversos. O
El influjo de la evangelización en el conjunto de la población plantea E
problemas de interpretación, dada la penuria y disparidad de nuestras n
E fuentes. En cualquier caso, parece que inicialmente fue limitado. Segu- -
a
ramente, ello fue debido a las cláusulas del pacto de alianza suscrito 2
n
entre canarios y mallorquines. Torriani llega a afirmar "no se sabe que n
0
algún canario se haya bautizado; se cree, al contrario, que fue estableci- 3
do por los canarios que cada uno viviese en su ley, y que no consintieron O
que propagasen el Evangelio". Ello no equivale a ausencia de influjos,
ni tan siquiera en el plano religioso. El propio Torriani señala que
"también adoctrinaron a los canarios en todas sus cosas, tanto de gobier-no
como en ritos y ceremonias que ellos hacían a Dios".
A la larga, el pacto resultó difícil de mantener. Hemos de pensar, en
n-r im- - -e -y -l -~oio- a-,r ~ -I -P . a In- c- mnllnrq~inpg A - - -- - - - ~ ~ n ~ t i ! g~giaz ~gg mgni&d& 2-
da. Significativamente, sus ermitas se encontraban en La Aldea y El
Puerto, alejadas, por tanto, de la sede episcopal y en lugares abiertos a
los intercambios exteriores y, por ello, privilegiados a la hora de la
aculturación. La versión de Abreu refuerza esta idea de dispersión, al
señalar "que los llevaron a Telde y los repartieron por la isla". La falta
El encuentro de las culruras prehisróricas ... 3 5
de medios de control por parte del grupo receptor, el probable rechazo
de elementos internos a la renovación introducida en su cultura y el
crecimiento demográfico e ideológico del grupo tutelado debieron mo-dificar
el "status quo" inicial. A estos elementos estructurales, pudieron
sumarse otros coyunturales. como los ataques exteriores o las dificulta-des
internas (hambres y enfermedades). señaladas por Abreu. Tal
situación de ruptura aparece perfectamente descrita en Torriani, quien
señala "aumentando la generación de los mallorquines, de modo que
les parecía poder enfrentarse con los isleños, empezaron a predicar el
Evangelio y a querer cambiar las cosas de éstos".
También es posible que se produjese una superposición de sistemas
de evangelización, como sucedería posteriormente en las islas realengas, ,, -
en las que convivi,eron los focos ligados a las torres y los eremitorios E aislados. En el caso de los mallorquines, el grupo establecido permanen- O
temente entre los canarios pudo convivir con los grupos de la costa. ¿La n--
separación entre ambos se veía reforzada por la permanencia de los m
O
E laicos en el interior y de los frailes en la costa?. Torriani señala que la E
2 iglesia de Santa Catalina era regida por los franciscanos y dicho lugar E
no parece apto para la instalación de colonos, pero otros datos impiden
-
dar valor general a esta prueba. Los frailes arrojados a la sima de 3
Jinámar no debían proceder de un lugar muy distante y no parece lógico - -
0
que la sede de un obispado misional careciese de clero regular. m
E
En cualquier caso, parece evidente la voluntad proselitista de los O
instalados. La misma se fundamentaba en el carácter de idólatras y
paganos de los canarios, lo que prometía una conversión más fácil que n
E
en el caso de los infieles. Así lo manifiesta la bula "Ad hoc semper", al
-
a
señalar que dicha gente "no teniendo más ley ni secta que la adoración 2
n
del Sol y La Luna, sería muy fácil de convertir a la fe de Cristo por n
n
medio de la predicación ... en su idioma o por medio de intérpretes". 3
El signo más permanente de la cristianización fue la construcción de O
iglesias y la veneración de sus imágenes. La mayoría de los historiado-res
antiguos fija en dos el número de iglesias: una en El Puerto y otra en
la Villa de Nicolás; aunque Marín y Cubas menciona otra en
Arguineguín dedicada a Santa Agueda, "donde oían misa los cristianos
que venían a comer~iar"~A~ ju. zgar por los pocos datos disponibles, la
--:-,.-- C-..--L- ,A,+, -"+"L.- ....A:,, -1 An..A";+n n,%-n.P;,,l ,.,.n-An ..n-p
1 1 1 1 1 ~ 1 al uiulaua ~ ~ I L Uc C; j a L a w a a I I G j a a 1 U L ~ J I L W LWIIILILIUI LIL,LLUW ~ J I
los intercambios mercantiles, mientras que la segunda y, en su caso, la
tercera aparecen como exentas, aunque al tratarse de cuevas adaptadas
podían formar parte de conjuntos más amplios. Sorprende la ausencia de
referencias a una iglesia en Telde, siendo como era el principal núcleo
de neófitos y sede episcopal. Tal paradoja podría responder al castigo
3 6 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspar
infligido a los cristianos de dicho núcleo o a la utilización de un recinto
similar al de los almogarenes indígenas, aunque ambas posibilidades
plantean muchas dudas prácticas.
La titularidad de dichas iglesias es controvertida en el primer caso,
aunque con mayoría a favor de Santa Catalina; y unánime en el segun-do,
aunque desde Marín y Cubas se le asocia a San Nicolás de Tolentino.
Esta atribución tropieza con la posterior canonización de dicho santo,
que no se produjo hasta 1447, y con el hecho de que la titulación
antigua del pueblo sea "Villa de Nicolás", sin referencia al santo23. En
cualquier caso, estas imágenes superaron el período que nos ocupa,
constituyendo el principal testimonio de la época mallorquina. Así lo
consigna López de Gómara, al puntualizar sobre el episodio de los ,, -
mallorquines, "a quienes los canarios se Ioan haber vencido, matando E muchos deiios, y que hubiesen una imagen antigua que aiii tienenzz4; y O
Pedro Agustín del Castillo, al recoger "que mantuvieron los canarios, n-= como las Santas Imágenes, en veneración". Parece que Torriani llegó a m
O
E conocer algunas de dichas imágenes; pues dice refiriéndose a ellas: E
2 "pero tan mal hechas, que molesta el que se deban contemplar, debajo E
de forma tan torpes, bellezas más que divinas". También las conoció =
Abreu Galindo, que alude a la imagen de San Nicolás, "cuya figura y 3
bulto está al presente", lo que avala una redacción de su obra anterior a - - 0
la admitida tradicionalmente. Poco después desaparecieron, pues en m
E
1590 fueron enterradas y sustituídas por imágenes de época, por orden O
del obispo D. Fernando Suárez de Figueroaz5. Tal orden plantea
interrogantes, por el momento irresolubles. $u "hechura tosca" respon- n
-E día a problemas de pobreza, de cambio de gusto, de paralelismo con los a
antiguos ídolos o se trataba de quebrar el orgullo de los aborígenes? 2
n
La aculturación religiosa durante la época señorial tomó direcciones o
diferentes según se tratase de islas conquistadas o de islas sometidas a 3
influjo. O
En las primeras, la conversión estaba ligada al hecho de la conquista,
como pone de manifiesto Le Canarien. La relación entre rendición y
bautismo está recogida en diversos pasajes del mismo: caso de los 80
neófitos de la Pascua de Pentecostés de 1403; de Guadafrá y el grueso
de sus súbditos; del rey de Maxorata y 42 de sus hombres, bautizados
tres &YS &~p&& SU efitregu; e &! rey & Jandiz y o? & sus gup,rrr=
ros, bautizados inmediatamente después de su rendiciónz6. A pesar de
ello, existió un esfuerzo de instrucción religiosa, que tiene su prueba
más fehaciente en el catecismo incorporado en la citada crónica. El
mismo constituye un útil perfecto de evangelización, tanto por su sim-plicidad
como por su adaptación al público a quien va dirigido2'. Se
El encuentro de las culturas prehistóricas ... 37
compone de una sucinta Historia de la Salvación y de un resumen de
tres de las habituales siete partes de la doctrina cristiana: artículos de la
fe, mandamientos y sacramentos. De los diez mandamientos sólo pre-senta
dos y de forma abreviada: amor a Dios y al prójimo; y de los siete
sacramentos olvida mencionar la confirmación y la extremaución. La
adaptación al medio es visible también en la insistencia del carácter
vinculante del matrimonio, frente a la poliandria imperante en Lanzarote.
Su modelo parece encontrarse en los tratados de doctrina cristiana de
algunos sínodos franceses del siglo XIII, concebidos para la conversión
de los cátaros. En ambos casos se trataba de poner fundamentos nuevos,
no de profundizar en situaciones plenamente admitidas. La cristianización
supuso, sin embargo, la adaptación de algunas realidades anteriores. En
este sentido, Abreu y Galindo recoge la transmutación a Dios y a la
Virgen del nombre de dos ídolos herreños, asimilables con seguridad a
c=r,c-i;t=s cosmog~fiicosd e "e! So! lah n a " 2 8 , y psibie que la
creación de la ermita de las Nieves, próxima a un conjunto de túmulos
en los Riscos de Famara, tenga el mismo sentido de cristianización,
aunque es imposible afirmarlo en el estado actual de nuestros conoci-mientos.
Los principales promotores de la evangelización en esta época fue-ron
ias óraenes menaicantes, que hubieron de moverse en un ambienre
político y religioso nuevo y muy difícil. Sus problemas se evidencian,
en primer lugar, en el accidentado nacimiento del nuevo obispado del
Archipiélago. La diócesis de Rubicón fue constituída en 1404 como
sufragánea de la de Sevilla y sus titulares fueron castellanos, provistos a
petición de los reyes de Ca~t i l la*E~s.t e hecho iba contra el pretendido
derecho de patronato alegado por Bethencourt y sin duda estaba relacio-nado
con la vuelta de Castilla a la obediencia de Benedicto XII130. Este
hecho provocó la oposición de los conquistadores a la toma de posesión
de los obispos, quienes debieron trasladarse a Fuerteventura, donde se
había fundado un convento franciscano. En relación con estos aconteci-mientos
se produjo la supresión, en 1412, de las indulgencias concedidas
a los conquistadores y a sus colaboradores económicos, que Viana y
otros autores achacan a los agravios cometidos por Maciot de
Bethencourt contra los indígenas3'. La solución política se logró en
1418, con el traspaso del señorío al conde de Niebla; pero la solución
religiosa se dilató y complicó con los últimos coletazos del Cisma, a pesar
de que éste hahh cnnc!i'idn nficia!mente en !4!7. .41inq1ie !a mñynrí~d e
los franciscanos canarios reconocieron al papa de Roma en 1423, su obispo
siguió en la fidelidad del de Aviñón. Para reducirlo, se creó el obispado de
Fuerteventura, que tras lograr su propósito fue anulado en 143V2.
3 8 Eduardo Amar Vallejo y Anronio Tejero Gaspar
Aunque el episcopologio rubicense recoge frailes de otras órdenes y,
desde mediados de siglo, algún miembro del clero secular; la base del
episcopado de la época señorial estuvo formada por franciscanos. Estos
constituían, además, el grueso dei clero existente en el Archipiélago. No
en vano, durante la época señorial, y aún más adelante, en cada una de
las islas de señorío sólo existió un beneficio y a menudo un único
LOS franciscanos de Canarias integraron una Vicaría, similar a
las de Tartaria, Persia o Cathay, pero también a las de Córcega y
Cerdeña34. Su primer, y seguramente único, convento canario fue el de
San Buenavrntura de Fuerteventura, aunque la tradición mantenga la exis-tencia
de otro en Lanzarote. Dicha creencia procede, al menos, de la
época del Padre Quirós, quien lo sitúa a una legua del poblado de ,,
Famara35. La insistencia en el tema podría deberse a la constitución, al D
E menos temporal, de un erernitorio ligado a la catequización de la zona,
pero las fuentes conservadas no permiten resolver este dilema.
n-=
La actuación de la Vicaría Franciscana es conocida sobre todo en su m
O
E vertiente exterior. La evangelización de las islas insumisas se basó en la E
2 libre y paulatina aceptación de la nueva fe. Pocos años después de su E
presencia oficial en Fuerteventura, datada en 14 16 por la confirmación =
de licencia p~nlificj,p ar- !a cr-acibn de! ~ ~ n v e n(at i~lf)iq ~e regcra !U 3
presencia anterior de frailes), tenemos constancia de la existencia de - - 0
neófitos en La Gomera y Gran Canaria3? Si consideramos que este dato m
E
es de 1423 y que los franceses recogieron el testamento de los 13 O
hermanos en 1404, podemos establecer una línea de continuidad en la
cristinanización de Gran Canaria. La situación llegó a ser tan optimista n
E que en 1434 y 1435 se despacharon bulas autorizando el traslado de la
-
a
sede episcopal a esta isla". En el caso de La Gomera, la cristianización 2
n
formó parte de la pugna entre castellanos y portugueses por imponer su n
0
influjo. En 1424, el portugués Fernao Castro fue apresado por los nati- 3
vos y aprovechó su cautiverio para evangelizar a parte de sus captores"'. O
Este suceso se enmarca en el deseo de los portugueses de poseer una
base en el Archipiélago para sus viajes al continente africano y para
asaltos a las islas insumisas, en los que participaron los propios gomeros.
La actividad de los castellanos tuvo su exponente más destacado en el
salvoconducto concedido al jefe Chimboyo para trasladarse con su fa-milia
a las islas ya cristianas3'.
Los planes catequizadores de la Vicaria incorpt.mhan un navic! pro-pio,
para poder trasladarse entre islas con aperos y simientes; y el concurso
de aborígenes rescatados, el más famoso de los cualeh era el lego Juan
Alfonso Idubaren4". El mayor obstáculo a su labor era la esclavización
de aborígenes, que se traducía en una actitud de hostilidad hacia la labor
El encuentro de las culturas prehistóricas ... 3 9
de los misioneros. Por ello, Eugenio IV proclamó en 1434 la libertad de
los aborígenes dentro del área de evangelización. La bula prohibía los
asaltos y obligaba, bajo pena de excomunión, a restituir la libertad a los
cautivos. Además, quienes manumitiesen a sus esclavos ganarían indul-gencia
plenaria-".
La realización de planes tan ambiciosos requería de un fuerte apoyo
humano, que el convento de San Buenaventura no podía satisfacer ple-namente.
Por ello, la Vicaría se dotó de conventos en Castilla, que
sirvieran de semilleros y apoyo a sus misiones. Por este medio, cuatro
conventos y dos eremitonos llegaron a pertenecer, al menos temporal-mente,
a la Vicaría; habiendo fracasado las autorizaciones para fundar
en Portugal y Madeira4*.
La cristianización de las islas insumisas se aceleró en la segunda
mitad del siglo xv, paralelamente al aumento de relaciones en otros
campos. La misma aunó las empresas realizadas a partir de las torres y
las emprendidas de forma autónoma. Respecto a las primeras, la Pesqui-sa
de Cabitos nos informa de la celebración de misas en las fortalezas y
de la construcción por Diego de Herrera de una iglesia en Tenerife, que
hemos de suponer distinta a la cueva de San Antón y próxima -si no
..-:A,.
UWU- a la fofialeza de A R ~ z GE~st~as. relaciones a!canzaban su punk
más alto en los momentos de "paces", durante los cuales se produjeron
incluso visitas episcopales. En el desarrollo de una de ellas sabemos que
el obispo D. Diego López celebró misa en TeldeJ4.
Otras veces se trataba de una cristianización sin el concurso de estos
núcleos y a menudo anterior a los mismos. Del núcleo misional de
Tenerife poseemos noticias seguras desde mediados del siglo xv, mo-mento
en que el eremitorio de Güimar fue recibido por el ministro
general de la orden franciscana". Sabemos que el mismo estaba com-puesto
por tres misioneros, que vivían entre los guanches y predicaban
en su lengua4h. En el desarrollo de este centro tuvo un papel decisivo la
imagen de la Virgen de Candelaria, cuyo esculpido y descubrimiento se
ha situado entre 1430 y 14504'. El relato de la aparición y veneración
ilustra diversos aspectos del mundo aborigen y su evolucicín4! En pri-mer
lugar, la jerarquización de los bandos insulares. Aunque la primacía
correspondía al de Taoro, cuyo rey "tenía casi sujetos y avasallados a
los demás reyes, que le pagaban parias", se reconoce un reagrupamiento
dUa! en torilí; Tuen; Güima;, -atla;.3r4,x un 1,. r r r r i n s a o r t . i r l r i r~n-rtir
,L., ,y,"",, Lll ,u p \ l p L J L U "e 4ryu1 ,a.
entre ellos la custodia de la imagen. Tal dualidad reaparece n la Iiora de
decidir la entrega de la Virgen, tema en el que Taoro aparece como
campeh de la intransigencia frente a 10s cristianos, mientras que Güimar
se muestra proclive a la devolución, (no en balde constituía la cabeza
40 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspcrr
de los bandos del sur, es decir de los "bandos de paz"). La imagen sirve,
también, para dar contenido cristiano a realidades anteriores: constituye
un anuncio de seres ultraterrenos que vendrían por el mar; recibe el
título de "madre del sustentador del cielo y tierra"; es colocada en una
cueva de ordeño, que a renglón seguido es puesta bajo la advocación de
San Blas, patrón de los rebaños; y se convierte en centro de festejos que
reúnen al conjunto de la población insular. Para la celebracibn anual de
los mismos se establecían períodos de paz, durante los cuales se reali-zaban
regocijos y comidas comunales. Para estas se contaba con los
animales entregados por pobladores de todos los bandos. El primer
destino de los ganados fue el mantenimiento de la imagen y, por exten-sión,
de sus cuidadores; aunque rápidamente se hizo extensivo a todos , ,,
los participantes en la fiesta. Esta práctica, que presenta paralelismos D
E con otros abongenes, como la entrega de animales para las harimaguadas;
ii no era completamente extraña para los cristianos, cuyos ermitaños se n alimentaban con las rentas de las ermitas a las que servían y entre los
-
m
O
que se conocía un tipo de "santos animales": los cerdos de San Antón. .
E
E
reservados a los miembros de esta orden. Esta coincidencia aseguró su 2
E
pervivencia hasta la época del Padre Espinosa. Otro aspecto reflejado en -
e! o!a!n mariann es !a actilacibn de c n n ~ c r s ~pse,r snnificadns cn Antbn 3
Guanche. La tradición propone dos momentos distintos para su inter- --
0 vención: 1420 y 1460, tras acompafiar al obispo López de Illescas en su m
E
regreso49. La aceptación de la primera fecha tropieza con una gran O
dificultad: la ausencia de noticias sobre neófitos en las bulas de los años
posteriores. El segundo momento parece más verosímil pero no exacto, n
E ya que la existencia del eremitorio en los años anteriores hace impensa- -
a
ble que la presencia de la imagen resultara desconocida para los nl
cristianos. Tampoco existe unanimidad al proponer los motivos de su n
n
presencia en Tenerife, que se reparten entre el apostolado y el servicio 3 como adalid. Parece claro, sin embargo, que su llegada a la isla fue obra O
de los castellanos. Su liberación pudo deberse a las manumisiones pro-movidas
por las bulas papales o al trabajo para su dueño como adalid,
no pudiéndose descartar el entrecruzamiento de ambas razones. El pos-'
terior ocultamiento sería consecuencia de la llegada a un bando enemigo,
en el primer caso; o al desistimiento de la misión, en el segundo. El
último tema recogido es el papel de la Virgen en la promoción social y
religiosa be los aborígenes, en estrecho paralelismo con lo acontecido
con las imágenes mallorquinas. Tal situación queda reflejada en el su-puesto
rapto de Sancho de Herrera, quien habría alegado la pertenencia
de la imagen de los cristianos; y, sobre todo, en las controversias "sobre
el derecho a cargar la imagen" desarrolladas en los siglos posteriores5".
El enctienrro de las culturas prehisr6ricos ... 4 1
En estas se produjo un conflicto de competencias entre los frailes domi-nicos,
como custodias de la misma; los regidores, en su calidad de
aristocracia insular; y los naturales, poseedores por tradición de tal pri-vilegio.
El enfrentamiento alternó concordias y violencias, en las que se
destruyeron las capas y entrevelos de los aborígenes, sin duda para
simbolizar la falta de "calidad" de sus personas.
También debió existir misión en Gran Canaria, al margen de la
influencia ejercida desde las torres. Así se desprende del martirio de cinco
franciscanos en dicha isla, sin duda relacionado con la ruptura de pa-ces5'.
En cambio, no poseemos datos sobre la existencia de fenómeno
análogo en La Palma. La pretensión de apoyarlo en la advocación de
Nuestra Señora de La Palma, contenida en la bula de Martín V, no
resiste la lectura atenta de la carta pontificia. En ésta, dicha titulación
aparece referida a iglesias de las islas ya cristianizadas y a la emita de La
Gomera, sin aplicación, por tanto, a la actual isla de San Miguel de
La Palma, cuya designación coetánea era, para mayor abundancia, de
"Las Palmas".
La cristianización como factor de aculturación recibió un nuevo
espaldarazo del papado, al garantizar Pío 11 los pactos que los obispos
cnncemrm cm !es nm=!es tndmiz sir! ~ n n u e ~ rL5V~S. r i emhm de di-chos
bandos disfrutarían, además, de plena libertad, bajo pena de
excomunión. Tales medidas, llamadas a tener gran importancia a la hora
de incorporar las islas realengas, chocaron pronto con la situación de
enfrentamiento en el seno de los misioneros. La pugna entre francisca-nos
observantes y conventuales, y la discordia en el seno de cada uno de
estos grupos propició la atomización de las estructuras de evangelizacións3.
En 1462, se creó la Vicaría de las Islas del Mar Océano y Guinea,
contrapuesta a la Vicaría de Canaria. Diez años después, la primera se
transformó en Nunciatura de Guinea, no reintegrándose a la Vicaría de
Canaria hasta 1480.
El resultado de todo lo anterior fue una cristianización en buena
medida formal, entendida como aceptación de ciertos ritos, que actuaban
como símbolos de verdades fundamentales, pero cuyo cumplimiento no
implicaba una transformación sustantiva en el plano moral. Su reflejo
más preciso lo encontramos en la administración del bautismo, que
según los testigos de la Pesquisa de Cabitos, alcanzaba a gran número
personas pero no imp!i&a u n cambie de vida. Esre h ~ c h q~! j c a
por el carácter ritual de la celebración en la que los mercaderes y otros
visitantes ocasionales actuaban como padrinoP. En La Gomera sabe-mos
que esta evangelización formal llegaba a la percepción de diezmos,
compatible con la poligamia y otras prácticas no cristianas5-'.
42 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspar
La etapa realenga
Durante la etapa realenga no existió un programa de evangelización
propiamente dicho, similar al desarrollado en dichas islas antes de su
conquista o al establecido por Le Canarien para las islas ocupadas por
los normandos. Aquí alcanza su máxima expresión la idea de que la
conversión era un fruto más de la conquista. Los testimonios al respecto
son numerosos. En la conquista de Gran Canaria, los naturales que
abandonaron el Real por el trato de Pedro de Vera, recomendaron a los
insumisos que "ni se redujesen ni se tomasen cristianos"; y la conclu-sión
de la misma fue señalada con la frase: "y luégo fueron todos los
canarios bati~ados"~E~n. el caso de Tenerife, el gobernador Alonso de
Lugo ordenó reducir a los últimos combatientes, mandando "los busca-sen
y sacasen y tornagen cristiano^"^^. Otra prueba de esta idea la
encontramos en la transformación de la bula de Canaria, que pasó de ser
un instrumento de apoyo a la Nunciatura misionera de Guinea e Islas
del Mar Océano a una auténtica bula de Cru~ada~~.
Este hecho explica la sorpresa de los castellanos ante el incumpli-miento
de ciertas normas religiosas por parte de los aborígenes. Así se
Aam....a-AZ, A- l,, A-1.. :A- ,4.- '-.2-.La.,.1 A- P ..-*A 1- T- -.-:. .:AL-UG~
J IGI IUGU G 1 s U G L I ~ ~ U U IUIG LuuLuval UG LUIIUGILW ~ 1 1 l1a ~III ~UIJIWVII,
en la que hizo constar que vi6 un canario depositado en una cueva en
fecha reciente y "tomó mala conciencia por haber-20 años que era
tomada la isla y dichos canarios son cristiano^"^^; dijo esto a Martín
Banes, portugués, que le dijo que no se maravillase, que él había visto
otro tanto en otra cueva y creía que los canarios eran buenos cristianos.
Por ello, la cristianización se ligó más a la aculturación que a la conver-sión,
orientándose a la adquisición de ciertos hábitos religiosos por
medio de la vida en común. Esto explica el reparto de los desterrados de
Gran Canaria entre familias sevillanasb0. Ahora bien, el resultado de esta
medida quedó~ muy lejos de su finalidad evangelizadora. Así queda
patente en la queja de don Fernando Guanarteme sobre malos tratos, so
color de que no se entendía su lengua y de que algunos no eran cristia-nos,
que originó una provisión real de 1485. En ella, se encomendaba al
alcalde mayor de dicha ciudad que los protegiese y procurase su integra-ción,
impidiendo que se reuniesen, obligándolos a buscar señor a quien
servir, separando a los no casados "in facie eclesiae", castigándolos
prudentemente mientrus dvsc~mciese:: !as leyes y hscanda SU
adoctrinamiento. Idéntica situación sufrieron los liberados a instancias
del obispo de Canaria, que fueron repartidos entre familias castellanas
para su instrucción en la fe, muchos de los cuales fueron esclavizados
por sus mentores6'. La misma orientación está presente en la preocupa-
El encuentro de las culturas prehistóricas ... 43
ción del concejo de Tenerife porque los indígenas residiesen en pobla-dos,
so pretexto de que pudiesen asistir a misa6*.
La falta de instrucción religiosa, generada por esta política, fue de-nunciada
en 1505 ante el primer Inquisidor del Tribunal canario, pero
no mereció respuesta oficial hasta veinte años despuésb3. La misma
parece distinguir dos grupos a este respecto, ya que el edicto para la
presentación de genealogías de 1524 se dirige a los "convertidos al
tiempo que se ganaron las islas y no los de después". La explicación de
la frase podría encontrarse en el carácter masivo. e incontrolado del
primer grupo frente al más exiguo y mejor conocido del compuesto por
retornados y manumitidos. En cualquier caso, la mayor o menor integra-ción
religiosa dependió, como en otros campos, de la mayor o menor
proximidad de los asentarnientos europeos y de sus formas de vida. Este
hecho es el que sustentaba la opinión del inquisidor sobre la formación
de los naturales, 'al decir "que algunos parecían cristianos y otros no
sabían ni ~ignarse"'~L. a instrucción religiosa era, así, un signo más de
aculturación y exigible, por tanto, a quienes se consideraban castellanos.
De este modo hay que entender la recriminación de Pedro Mayor a
Andrés por haber comido carne en Cuaresmab5. Lo anterior no obsta
para la aceptación de influencias exteriores, especialmente en aquellos
dominios de fácil comprensión y en los que era posible una adaptación
de antiguas costumbres. Basta observar el testamento de un guanche,
incluso de los que viven aislados, para comprender la fuerza de ciertas
devociones (limosnas, misas ...) y hábitos religiosos, a pesar del reitera-do
reproche de que desconocía las oraciones, fiestas y vigiliaP.
La menor elaboración de su religión les permitió adaptarse mejor
que a judíos y mahometanos, siendo inexistente el problema de la apos-tasía.
La cristianización de prácticas anteriores fue un hecho habitual,
como lo atestigua la vinculación de calvarios y santurarios a determina-dos
árboles. La referencia más clara al carácter sagrado de estos
elementos es la realizada por López de Ulloa, a propósito del Pino de la
Virgen en Teror, en la que señala: "en este pino, en medio del, según
me han testificado testigos de vista, está una loza de piedra viva, y en
ella están estampadas dos señales de pies", en alusión a podomorfos
aborígenesh7. Por esta causa, su condición de conversos tiene un carác-
+a* r(;fnrnnta "1 ,ln Irir r i r \ m i i n ; A ~ A o r nntor n;tnAnr A -a",.- An 1- t a X i ; r i n
CLL UIILI~IILL í(1 UL ~ u Lau I I IuI I Iuauba suba LILauaa. n p a a i U& ia rGui iLa
obligación de figurar en los padrones de los "nuevamente convertidos"
su presencia real fue insignificante. Tras el edicto de 1525, sólo nueve
aborígenes se presentaron a declarar, lo que supone el 1,l de quienes lo
hicieronhx. Además la ascendencia aborigen no fué óbice para ocupar
cargos, incluso al servicio de la Inquisición. Este es el caso de Francisco
44 Edunrdo Arnnr Vnllejo y Antonio Tejero Gnspnr
Guillén, familiar del chantre Jiménez, a pesar de su condición de
amancebado, malsín, holgazán ...6y. Por su parte, las constituciones
sinodales no los incluye en los "casos reservados" "por yacer con perso-na
religiosa, india o mora"'O.
Los problemas de los indígenas con el Santo Oficio representan un
pequeño porcentaje del total y afectan a casos menores? comunes a
cristianos nuevos y viejos. Las penas dictadas contra ellos suponen. en
el periodo 1489-1526, el 4,8% del total7'. Se trata siempre de pequeñas
multas o de leves penas eclesiásticas, con la única excepción de una
reconciliación por hechicería. Los delitos de los que son acusados son:
mantenimiento de prácticas funerarias y alimenticias, blasfemias y sacri-legios,
desórdenes conyugales y prácticas de hechiceríaT2E. stas últimas ,, -
parecen deberse al contacto con otros grupos, especialmente moriscos. E ya que no consta ei uso de fórmuias propias'j. O
Algunos de estos delitos evidencian la pervivencia de antiguas cos- n--
tumbres. Es el caso, por ejemplo, de los hábitos alimenticios. Así queda m
O
E de manifiesto en la reconversión de Fernando de León a ciertos aboríge- E
2 nes que comieron cabrito un domingo de Cuaresma, cuando tenían E
"gofio, leche y manteca", a lo que estos respondieron que lo podrían
-
hacer "ya que no tenían pan"'?. Como se ve, se produce una contraposi- 3
ción entre dos dietas diferentes y un enfrentamiento entre aborigenes - -
0
mas y menos aculturados. Además, al ocurrir en un bando del Sur. m
E
Abona, todos los actores (acusadores, acusados y deponentes) son natu- O
rales. Algo similar sucede en la acusación contra vecinos del Hierro por
parodiar una misa, dando de comulgar vino y gofio7j. En este caso y a n
E pesar de la gravedad de la imputación, sólo fueron condenados a pagar -
a
ciertas libras de cera. Por último, en el proceso por blasfemia contra 2
n
Pedro de Morales, v." de La Gomera, se alega que "es de mal vivir. n
n
porque anda mucho tiempo ausentado por los montes"76. 3
Su ignorancia religiosa no les presentaba como refractarios o peli- O
grosos, como en el caso de otros conversos. Ello explica que el trato
fuese siempre diferente. En la comparecencia de 1525 en Gran Canaria.
los naturales obtuvieron plazo de tres meses para aprender las oraciones
en su casa7'.
LA POLITICA
Las relaciones políticas constituyen el corolario de los procesos de
aculturación, pues otorgan a éstos un carácter de estabilidad y seguri-dad.
Dicho carácter deriva de la mayor amplitud de las relaciones
El r t ic~ienr rod e las crrlturns prehist6ricns ... 45
colectivas frente a las individuales y de la simplicidad que supone la
creación de "interlocutores válidos" entre las partes. La realización de
las mismas, depende de la posición otorgada a la parte contraria y de la
relación de fuerzas para hacerla efectiva.
Desde este punto de vista. la visión europea del "otro" sufrió una
enorme transformación entre los siglos XIII y xvi. La expansión entonces
desarrollada produjo una profunda reflexión sobre la personalidad jurí-dica
y política de los "nuevos pueblos". Frente a los infieles tradicionales
(judíos o mahometanos), que tenían conocimiento de la revelación divi-na
y que no habían querido aceptarla, se encontraban los nuevos infieles,
que no habían tenido acceso a la misma. Esta constatación plantea la conti-nuidad
del enfrentamiento con el infiel o su sustitución por la aceptación
\:=!l:fi$uria &! cris:ia~icme y e! rec~necimipfite "d intp.rim9' &
modelos de organización.
La respuesta al dilema creó dos grandes e s c~e 1 a s~L~a . primera,
ejemplificada por Santo Tomás, distinguía entre ley natural y ley sobre-natural,
afirmando que los infieles no estaban sujetos a la ley cristiana
en aquello que superase a la ley natural y que la pérdida de la gracia por
el pecado no privaba de los derechos reconocidos por derecho natural:
libertad, gobierno, propiedad ... La segunda, capitaneada por Enrique de
Susa (Cardenal Ostiense), identificaba derecho natural y ley revelada,
por lo que el incumplimiento de ésta por idolatría, poligamia, pecados
contra natura, etc., determina la consiguiente sanción, que priva de los
derechos antes mencionados.
Todas estas cuestiones conocieron un excepcional desarrollo en el
siglo xv, debido a la expansión europea por el Atlánatico. Aunque la
plenitud doctrinal de las mismas no se alcanzó hasta la colonización
americana, los precedentes canarios y africanos constituyeron un hito
inexcusable en su formulación. Así se evidencia, por ejemplo, en la obra
del padre Las Casas7'. Tales controversias pueden reagruparse: el del
método, centrado en el dilema misión o conquista evangelizadora, que
hemos analizado en otro apartado; y el de los derechos efectivamente
reconocidos. tanto en su faceta colectiva como individual.
Desde la perspectiva de las sociedades tribales, hay que recordar que
&& f~n&mentae n critprigs jgriri,icgr sinn cl_p p l r p n t~s cI~>.Q ~P .!!Q,
la cohesión del grupo se basa en la conciencia de consanguinidad. To-dos
sus miembros se consideran descendientes de un epónimo o
antepasado común, ya sea éste real o ficticio. Ahora bien, el grupo tribal
es un elemento vivo, cuyo crecimiento genera tendencias contradictorias
de segmentación y reagrupamiento. En el primer supuesto, la división
del grupo principal en subgrupos genera un proceso de rivalidad, debido
46 Eduardo Amar Valbejo js Atitnnin Tejero Gnspnr
al deseo de imponerse unos a otros. Tal imposición tiene base biológica
y se concibe como el aumento de sus miembros. tanto a nivel familiar
como de clan o tribu. Este crecimiento puede obtenerse también por la
incorporación de "clientes", normalmente de origen inferior. que se
integran en dichos grupos. Cada elemento tiende a aumentar y a defen-der
su temtorio y sus bienes -en especial las mujeres-, que constituyen
la base de su "honor". Sin embargo, por debajo de esta rivalidad subsis-te
un espíritu de solidaridad, que se expresa en ritos y celebraciones
conjuntas y en la defensa frente a enemigos exteriores.
En este panorama, el extranjero puede ser recibido de formas diver-sas:
acogida ocasional, de acuerdo con las reglas de la hospitalidad:
integración a nivel de "cliente", o aceptación como miembro de un
f m p E!iad~.D ehemes ~nnsir\er2rp, r Ú !tim?, ~ Y eVsto s csntacm pue- .
den causar transformaciones en el gmpo receptor, acentuando la divisicín
interna, al interferir en los lazos de solidaridad, o propiciando el
reagrupamiento, al crear un peligro común.
Derechos colectivos
El reconocimiento de los derechos colectivos supone el manteni-miento
de los antiguos sistemas de organización. Esta posibilidad sólo
existe en las etapas de precolonización o aculturación "espontánea", ya
que la conquista trajo consigo el establecimiento de una estructura
política unificada. Tales derechos se encuentran recogidos en los pactos
concertados por ambas panes.
Lanzarore Malocello
Los acuerdos celebrados durante el siglo xrv presentan un carácter
equitativo, aunque conceden un papel rector a los aborígenes, que aco-gen
a pequeños grupos de extranjeros, con superioridad técnica pero no
militar. Poseemos muy pocos datos respecto al pacto celebrado entre
Lanzuote MZ~!OCP,y!! G!G S =&;es #e Lunza:ote. Ye e!!m p~demosin ferir
una estancia relativamente prolongada en la isla, como prueba la memo-ria
histórica de IU misma, reflejada en la cartografía y en el
descubrimiento de su "casti 110" por los cony uistadores franceses tres
cuartos de siglo después. Esta larga presencia sOlo puede explicarse por
la anuencia de los poderes de la isla. Tal acogida se encuadra en lOs
llamados "pactos de protección'' del mundo bereber, que se expresan en
El encuentro de las culturas prehistríricas ... 47
un término donde residir. seguramente el "castillo de Lanzarote"; muje-res
con las que convivir; y bienes para subsistir, primordialmente ganado.
Securamente. los europeos también entregaron parte de sus pertenencias
a sus anfitriones. Algunas de ellas tendrían una utilidad práctica, caso
de herramientas LI ob-jetos de menaje, mientras que otras poseerían el
valor de la iia~edadp. udiéndose convertir por su escasez en un medio
de diferenciaciiín con valor de prestigio social ante el resto de la pobla-ción.
Esto últiiiici daría sentido. por ejemplo, al hallazgo de objetos de
plata en un enterramiento aborigen en los Roferos del Castillo de las
laderas del Guanapay (Tepise)"" Ignoramos cuanto duró este acuerdo,
aunque una fuente del si210 xvii, presuntamente basada en datos de
1453, lo cifra en más de veinte años". En cualquier caso, había conclui-do
a mediados del siglo m . ya que el Libro del Conosgimienro recoge
ia muerte ciei genovés"'. La primera de dichas informaciones precisa que
Lanzarote gobernó la isla "hasta un levantamiento general de los insula-res,
que le arrojaron con la ayuda de sus vecinos". Esta frase ha dado
lugar a un sinfín de cábalas. no siempre acertadas. Creemos que el
análisis. de la misma debe contar con la naturaleza de la fuente, una
autojustificación de pretendidos derechos, y con el significado de dichos
términos en la época, no empecinándose en la literalidad de la cita. Por
ello, pensamos que "arrojar" debe entenderse en el sentido de acabar
con su vida, pues no creemos que quepa hablar de "expulsión"; y que
"sus vecinos" está referido a los habitantes de la isla. En cualquier caso,
parece innegable que el impulso procedía de abajo hacia arriba, lo que
equivale a una animadversión popular hacia la ascendencia lograda por
los extranjeros.
Murrín Ruiz de Avendaño
Tras esta primer alianza entre majos y europeos, se produjo una
segunda: la de Martín Ruiz de AvendañoY3. Aunque se trata de un
personaje histórico, su historia presenta concomitancias con la de
Larizarote Malocello, por lo que pueden existir superposiciones, al me-nos
a la hora de la transmisión. Su protagonista arribó a la isla de forma
I',,i-7.irl.i .iiinrilin n c t n ~ r i r ne n ~ n m r ; r . n n a v n r n r . imn r i t n n r i n I r i h;-rri
I \ I I L L & U I L . ULLIIYUL b11 CJLb LLIJW Jb C W l I c ) l & I I U LA~lLJUIlICIILb YUC 1W 1IIL.W
xoiiipañado de "gente". Los naturales " lo recibieron de paz y le dieron
refrescos de lo que en la tierra había de carne y leche ...y fue aposentado
cn la casi1 del rey". Este último dato sugiere un acogimiento provisional,
en el que 10s IiuCspedes serían repartidos entre diversas familias, de
acuerdo con su condición social. Sin embargo. el hecho mis destacado
48 Eduardo ilznar Vallejo Ar~ror~iTne jero Gnspar
por los cronistas y por los historiadores posteriores es la entrega a
Ruiz de Avendaño de "una" mujer del rey Zonzamas, ya que consti-tuye
la base de la leyenda de la Infanta Ico. Dicha entrega, que debió
de ser acompañada por la de mujeres de rango inferior a los compa-ñeros
del capitán vascongado. no supone la de la esposa del jefe
tribal -aunque ello resulta factible desde la perspectiva de "la hos-pitalidad
de lecho"- sino de alguien de su parentela. En cualquier
caso, la descendencia de Fayna y del marino vasco no presentaba
problemas de legitimidad a la hora de la sucesión, como pretende la
leyenda. Tales problemas parecen un trasunto de las preocupaciones
europeas sobre estas cuestiones, ya que en las sociedades aborígenes
la sucesión se realizaba por vía femenina. Conviene precisar, no ,, - obstante, que no se trata de una situación de matriarcado puro. sino E de transición, bien por evoiucion interna o bien por influencia exte- O
rior". El procedimiento adoptado para dirimir la cuestión también
n-= parece de inspiración europea. una ordalía por humo; aunque podría m
O
E estar inspirado en la utilización ritual del humo para provocar trances E
2 rituales. En este caso, no consta la suerte final de Ruiz de Avendaño E
y sus hombres, lo que vuelve a sorprender por su mayor proximidad =
cronológica a la llegada de los normandos y por su pervivencia como 3
leyenda hasta la época de Abreu Galindo. - -
0m
Los mallorquines
También los mallorquines celebraron pactos con los naturales,
aunque en este caso en Gran Canaria, y conocidos por mayor número
de datos. Esto no equivale a decir que sean fáciles de interpretar, ya
que los mismos presentan variantes y superposiciones, propias de la
tradición oral. En el establecimiento de los acuerdos pudieron co-existir
dos modelos: el del sometimiento, recogido por Abreu. Torriani
y Marín y Cubas, que produciría la dispersión de los mallorquines
por la isla "repartidos o alejados a diversos dueños"; y el del pacto
negociado, citado por Sedeño y Hemmerlin. cuyo reflejo sería el
intercambio de personas y la reiteración de las expediciones". Tam-h:
éE pUriu tratarse de prGcedimientG :,u!Grad9 de fDrma
diferente por las fuentes, de acuerdo con el mayor o menor énfasis en
la victoria aborigen.
En cualquier caso, la convivencia acercó a ambos grupos. Los ma-llorquines
obtuvieron la hospitalidad de los canarios, de quienes
recibieron "tierras, ganados y mujeres" y "vivieron con ellos como si
fuesen naturales". en palabras de Torriani. A ello hay que unir las
facilidades comerciales y la construcción de almacenes e iglesias en la
costa. Es posible que estas concesiones se aplicasen a todos los extran-jeros.
mientras que las ots;\s se reser\.iisen al grupo asentado
permanentemente. Los cm~rioi;p. or SI p;~ste.r ecibieron de los mallor-quines
una serie de préstamos iiiareriales de organización. Entre los
primeros, la tradición histórica recoge el int l~joe n la cons t~cciónd e
casas, la excavación de cuevas. la pint~isri de maderas y la introducción
de higueras"'. Este último punto ha sido negado por autores modernos,
baslíndose en la referencia a hipueras en el reliito de la expedición italo-portuguesa
de 134 1. un año anterior a Iii primera expedición mallorquina
conocida". Ahora bien. la cuesticín dista de estar resuelta, ya que igno-ramos
si se trata del mismo tipo o variedad de hrbol y .si existieron
expediciones anteriores. En ei sepndo piano, ios maiiorquines infiuye-ron
en los canarios "dándoles orden y manera de regirse" y
adoctrinándoles en todas sus cosas "tanto de gobierno como en ritos y
ceremonias" (L. Torriani). El acuerdo tuvo expresión visible en la entre-ga
mútua de rehenes y dimensión implícita en una serie de normas de
obligado cumplimiento. A la larga? serían éstas las causas, o los pretex-tos.
del rompimiento del pacto. En ellas siempre están presentes las
normas de acceso a las mujeres. Las mismas explican las referencias a
las harimaguadas por parte de Marín y Cubas y, tal vez, la "licencia,
nacida de la conversación" referida por Abreu. En las causas del
diferendo también hay que consignar el uso del territorio, que los "hués-pedes"
y los extranjeros en general debían de respetar. Tal vez es este
el sentido del "aumento generacional", reflejado por Torriani, y el con-siguiente
deseo de "cambiar las cosas de éstos". A todo ello pudieron
unirse las dificultades del momento, tanto carencias internas como ata-ques
externos. pero no pensamos que fuese justificación bastante para la
ruptura, al menos con el grupo de "huéspedes". El final del acuerdo se
evidencia en el castigo intlingido a los extranjeros. Según Abreu y
Torriani los franciscanos fueron arrojados a la sima de Jinamar, mien-tras
los restantes mallorquines fueron pasados por las armas. El primero
explica esta disparidad por respeto de los naturales a los frailes. Aten-diendo
a la naturaleza de la relación cabrían otras explicaciones, como
!z n.pcpsi&d & intligir e! ~ a ~ t dipg mjrigfiergc fuerz de! tprfit~inQ
la naturaleza de la acción contra los mallorquines, que se presenta como
una conjura similar a la de las Vísperas Sicilianas; aunque desconoce-mos
la respuesta. También ignoramos si el castigo tenía el sentido de
ruptura definitiva, como en la práctica sucedió; pues Sedeño recoge la
buena acogida de los normandos, pensando que eran mallorquines.
Los frnticotior~nat~clos
El asentamiento franco-normando también utilizó la estrategia de
los pactos. Conocemos el concertado en Lanzarote, aunque es posible
que existiese otro en El Hieiro, anulado por la feloníade Betliencourt.
La @nesis del acuerdo hay que buscarla en una nueva relación de
fuerzas entre normandos y majos. Esta no permitía una imposición mili-tar
pura y simple por parte de los europeos. pues la superioridad de su
armamento - e n especial la ausencia de arcos entre los indígenas-. se
veía matizada por la imposibilidad climática y orográfica de combatir
mediante cargas de caballería pesada y por el mejor conocimiento del
terreno por parte de sus adversarios. Le Canarien refleja esta situación ,,
al juzgar posible la conquista porque "la gente esti sin armadauras y sin D
E
conociinienios de bataiias" y "son gentes sin armas ue tiro", aunque O reconoce la dificultad de "no estar tan bien armados como si fueran en n -
=
nuestras regiones, en razón del país, que es un poco más caluroso""". m
O
E Los naturales, por su parte, podían desaparecer de la vista de los euro- E
2 peos y atacarles por sorpresa, pero no podían desalojarlos de sus E
posiciones fortificadas. Por ello, la conquista se traduciría en una serie =
de escaramuzas. en la que no faltan momentos muy apurados para am- 3
bas partes. y en una serie de negociaciones políticas. En éstas, los - - 0
normandos intentan imponer su primacía como "protectores" de los m
E
nia.jos y éstos reclaman la suya como "anfitriones" de los extranjeros. O
ademiis de utilizarla como elemeptos de prestigio en el contexto de su
organización segmentarii~. n
E El pacto estableció uiiii colaborxicín entre las partes "como amigos -
a
!. no como sujetos". En su génesis no medió la violencia. hecho que 2
n
Torriani atribuye al cambio dc la acii(iid belicosa de los aborígenes. n
0
logrado por los "lenguas de la cxpcdici6n""". Aunque Le Canarien silen- 3
cia su uctuación, la misma parece I(ígica. Primero, para convencer a los O
1na.jo.s de que acudiesen a la cita, yii qiic éstos podían haber continuado
«cultos como Iiasta entonces. Segundo, pura mostrarles lo ventajoso o lo
inevitable de la alianza con los europeos. que supoiiíii la instalación de
63 hombres de guerra. Ignorarnos si la clccciiíii del lugar de encuentro ,
se debió a razones rituales o de seguridad dc las parirs. aunque la cita
.t-i .~- .-i m- -t -r q; ~ue se trataba & ~ f !fiig ar di fe re!)!^ ;!! & !;! pj!)jera en[revista y
que ambas partes concordaron su eleccirín'"'. El acuerdo suponía el com-promiso
de los normandos de defender a los ni¿!ios. a cambio de
facilidades para su instalación. El lugar elegido para ello. rii San Mar-
~ i i i l del Rubicón, parece indicar, por su Iejaiiía de los principales
ast.iitainir~itosa borígenes, la búsqueda del nianteniinierito de los respec-
El et7c~1eiirrdo e los culrrrrns preltistn'ricas ... 5 1
tivos sistemas de organización y la existencia, por tanto, de relaciones
episódicas. En cualquier caso, el pacto parecía estable y de interés para
las partes. como prueba el hecho de que los normandos se aprestasen a
la Conquista de Fuerteventura, dejando una pequeña guarnición en
Lanzarote.
Sin embargo. el acuerdo fué efímero. ya que en la primera ocasión
en que los majos solicitaron la protección frente a los castellanos. Bertín
de Berneval la aprovech6 para traicionar a los "protegidos". A partir de
entonces, la alianza quedó rota y fue sustituída por una agria guerra. que
dio paso a nuevas formas de relación política. La primera fue el apoyo
francés a Afche, para que se proclamase "rey". a cambio de que hiciera
bautizar a sus partidaraios. Este episodio plantea interrogantes sobre la
organización política de la isla. En primer lupr. ;se trataba de reavivar
la antigua organización binaria de la isla. cuya existencia sugiere
Torriani?. En este caso, ;el centro del segundo bando se hallaba en el
sur de la isla, como apunta el hecho de ser Alfonso. lengua de la
expedición y mentor de la instalación en el Rubicón, sobrino de Afche'?.
Por último, jel intento de Afche pretendía contrarrestar la consolidación
del grupo del norte, apoyado por los europeos desde la época de
Lanzarote Malocello? Fracasado este proyecto de interferencia política.
se acudió a atraer a parte de la población, bautizada e instalada en el
Rubicón. Por último, conseguida la rendición de Guadarfía se instauró
una organización genuinamente francesa y común a las restantes islas.
Los aborígenes se integraron en ella mediante actividades económicas
comunes, matrimonios mixtos y evangelización. Tal integración se pro-dujo
al nivel del grupo popular. ya que no existió entre ellos una
aristocracia compacta que se beneficiase de una integración jerarquizada.
a pesar de algunas considerac~ones honoríficas a la hora de los
repartimientos de tierras.
La Gomera fue la isla en la que los acuerdos políticos tuvieron
mayor repercusión, ya que supusieron su incorporación sin conquista
~ i l i i i i rA. pesar de olgünos precedentes an:e;ioíes, !igadas mV:e t ~ d cu
las tareas de evangelización impulsadas por castellanos y portugueses.
la entrada de La Gomera en la órbita europea fue obra de Femán Peraza.
a quien los testigos de la Pesquisa de Cabitos califican de "conquista-dor''
de la islaY'. A pesar de ello, tal empresa no se basó en la victoria
militar, sino en la imposición de una soberanía política, cimentada en el
52 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspar
apoyo de los bandos insulares y en la construcción de una torre presta a
recibir los refuerzos del exterior, como terminó pasando tras la revuelta
de 1488.
Las informaciones de la Pesquisa de Cabitos permiten deducir que el
apoyo de los grupos insulares fué paultino, pero que llegó a ser total.
Ahora bien, dicho apoyo se mostró inestable debido a la pugna dentro
del mundo aborigen, a las interferencias políticas de los portugueses y a
la presión señorial. Ello hace imposible fijar una frontera clara entre los
bandos favorables y los bandos contraríos a los señores. Sabemos que
Fernán Peraza hubo de enfrentarse a una revuelta "porque él mostraba
más favor a un capitán de los canarios de ella, porque él fue el primero
que vino a su obediencia"; y que consiguió dominarla mediante "la ,,
guerra que dicho capitán y los hombres de Peraza que con él estaban D
hicieron a los restantes bandos"". Alvarez Deigado supuso que ei bando O protegido era el de Orone, al que se uniría el de Ipalin, mientras que los n--
rebeldes y favorables a Portugal serían los de Amulagua y AganaY"T. al m
O
E suposición casa bien, al menos en la primera premisa, con la ayuda E
2 solicitada por Fernán Peraza "el joven" para castigar a sus vasallos, E
salvo los del bando de Orone "que siempre han sido lea le^"'^. En la
-
misma línea, un año antes Peraza "el joven" había cautivado a 99 de 3
sus vasallos, que Alvarez Delgado cree -y nosotros con él- que eran - -
0
de los tres bandos restantes, ya que la petición del Señor se formula m
E
como una autojustificación. A pesar de ello, la Matritense coloca, pocos O
años después, al bando de Agana -junto con el de Orone- entre los
gomeros "más amigos del señor", que los envió a prender a Rejóng5. n
E Gómez Escudero recoge este pasaje a la inversa, colocando a Amulagua -
a
e Ipalán entre sus afectos; versión que seguirá luego Abreu Galindog6. 2
n
Por íiltimo, en el proceso incoado por Pedro de Vera contra los asesinos n
n
del señor, consta de manera unánime, que éstos pertenecían a los bandos 3
de Ipalán y Amulaguaq7. O
Las principales consecuencias del pacto que venimos comentando fue-ron:
pervivencia de una compacta población aborigen, al menos hasta las
esclavizaciones de 1477 y sobre todo de 1488; y carácter progresivo del
proceso de aculturación, visible en las denuncias sobre la conducta de los
gomeros: que no se bautizaban, usaban nombres gentiles, vivían desnudos y
+O -:, A ln mn t ; n r n n 9 8 T, can r x i r &GPIII+~APP t r ~ Pr I I inct919riAn en T P ~ P R ~ P LGLIIQII 8 U lU IIIUJCiICiD , J C11 DUO UUlUUl UVV U- 0- IIIu-UVIVII YIS AVI.VIIIV,
que llegaron a plantear su expulsión en 1505 y 150¿P9. Es posible, incluso,
que inicialmente el pacto tuviese alcance administrativo, pues, aunque
la Pesquisa de Cabitos dice que Peraza "el Viejo" puso justicias y jueces en
la isla, dice lo propio de Tenenfe, donde sabemos por el Acta del Bufadero
que el señor delegó la administración en los rnenceyesloO.
El encuentro de las culruras prehistóricas ... .53
Lo anterior nos lleva a plantear el problema de la organización polí-tica
de los naturales y la repercusión en ella de las relaciones con los
castellanos. Antes de entrar en él es conveniente volver a recordar que
las sociedades tribales tienen un sistema de organización dinámica. Es
decir, que el propio crecimiento del grupo origina nuevos grupos, que se
disocian para ciertas actividades pero que mantienen lazos de relación y
pueden volver a unirse para actividades extraordinarias: peligro exterior,
migraciones ... En otras palabras: unidad e independencia no tienen el
sentido antagónico que alcanzan en las sociedades complejas. Desde
esta perspectiva la existencia de una primacía de honor, de varios gru-pos
autónomos y de vinculaciones entre éstos pueden ser elementos
compatibles. Respecto al primer aspecto, diversas fuentes recogen la
existencia de un duque en la islalO'. El primer problema a resolver es el
relativo al significado del término. La única vía de aproximación al
mismo es la explicación de Ca da Mosto hace respecto a la isla de
Tenerife, en la que existían "nueve señores, llamados duques. No son
señores por naturaleza, que se sucedan de padre a hijo, sino que el que
más puede ese es el señor"102. Esta interpretación sitúa a los duques
como jefes de bandos, cuyo poder radicaba, además de en su progenie,
a" 01, FI,'~,."" -;l:t".. Ed,. ,.,.A-:.-, ..-*r.l.,,A- 1- A,,A" ".,a ".--1t"h" 0 Al.,o*n.7
b L 1 UU I U V l L i U llJlllLLUr b J L V p J U l 1 U l b J V L V b 1 1 U UUUU YUb U i ) < U L U U U U A I V U I b L i
Delgado acerca de la inexistencia del término ''reyVLo3A. hora bien. ¿la
alusión al duque es prueba de la existencia de un único bando? La corta
separación (+ 20 años) entre la cita de Zurara a "un duque y ciertas
cabeceras" y la plena personalidad de los cuatro bandos que hemos
analizado parece indicar la existencia de una primacía de honor, tal
como sucedía en Tenerife a favor de Taoro. Es posible que esa prela-ción
honorífica se plasmase en el plano terrninológico, lo que permitiría
equiparar las "cabeceras" con los "capitanes", que en el caso de Bruco y
Piste vemos comprometiéndose con sus personas y "gentes". En este
sentido, hay que recordar que en la relación de cautivos de 1477 figura
un Pedro Duque y un Fernando "el capitán de Malagua", que Wolfel
identifica con-los jefes de los bandos de Ipalán y ~ m u l a ~ uIgan~or~a-~ .
mos si el título de duque era en esta época efectivo, o si se había
fosilizado como apellido, y si el mismo corresponde efectivamente a
Ipalán y, en este caso, si siempre había sido así.
Otro problema a resolver es el relativo a si las relaciones entre
hundes crrahun unu erganizucih pe-anente entre !=S r i sm~ sL. a idea
de una estructura dual, que reuniría por parejas los cantones de la isla,
se ha fundamentado en la frecuencia de actuaciones duales, aunque
hemos visto que no es norma inmutable; y en la cita de Gómez Escude-ro
relativa a los cuatro bandos, que "cada dos de ellos se aunaban en
54 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspar
fiestas o r egos i j~s "~E~st~e .ú ltimo argumento debe ser tomado con mu-cha
reserva ya que la Ovetense y López de Ulloa dan una redacción
diferente de la frase: "y todos los de cada uno de estos bandos se
juntaban en sus bandos, fiestas y regocij~s"'~E~s. cierto que a renglón
seguido, al hablar de Iballa, indican "de estos dos postreros bandos y
linajes había una hermosa gomera", aunque esta relación podría ser una
interpretación de la frase más amplia recogida por la Matritense: "en
estos dos postreros [bandos] se aficionó su señor Hemán Peraza a la
disposición y hermosura de unas gomeras"Io7.
El último aspecto que queremos comentar del pacto es su
formalización y ruptura. Creemos que es necesario recordar que el pacto
ligaba a la totalidad de los vasallos del señor, por más que se insista en ,, -
las relaciones de éste con los bandos de Ipalán y Amulagua. Es de E
suponer que en esta época no subsistirían ia reaiización de pactos múiti- O
ples, de los que hablamos inicialmente, sino que al comienzo del mandato n--
de cada señor se efectuaría de forma conjunta. La formalización del m
O
E mismo debía ser dúplice, tal como sucedía en otras islas. La ceremonia E
2 europea de ratificación en el "besamanos", en reconocimiento de seño- E
río; mientras que del lado aborigen consistía en el rito de "colactación",
-
tal como lo describió Alvarez Delgado. El pacto de Guahedún debió de 3
celebrarse en 1484, al recibir Fernán Peraza el señorío de la isla, ya que - -
0
con anterioridad ejercía la jurisdicción en nombre de sus padresIo8. Y se m
E
efectuó en dicho lugar por ser una de las residencias del señor, donde O
estaría su corte durante el verano.
La ruptura del acuerdo se suele achacar al llamado "episodio de n
E Iballa", el que los amores del señor por la joven gomera rompería su -
a
hermanamiento con el bando de Ipalán y de paso, en la interpretación 2
n
que hemos aludido, con el de Amulagua. Aparte de las reservas que n
n
hemos planteado a dicha versión, creemos preciso mencionar otras cau- 3
sas de fricción entre los gomeros y su señor. En primer lugar, el aumento O
de la presión señorial, común al conjunto del Archipiélago y que produ-jo
otra revuelta señorial en Lanzarote. Este trasfondo económico es
visible, en el caso de La Gomera, en diversas ocasiones. En 1478, en la
solicitud de ayuda de Femán Peraza, éste acusa a sus vasallos de querer
"sustraerse de su señorío, no pagando las rentas y derechos debidos"; y
en 14x4, en 1- cnmmicari6n de 1a 'ransmisirín de! señnrin dp La Gomera,
se requiere a los habitantes de la isla para que obedezcan a Femán
Peraza y acudan a él "con los pechos y derechos que le corresponden
como señor"10gL. a represión, generada por la resistencia a aceptar tales
exigencias, vino a crear nuevas causas de descontento. No en vano, los
esclavizados de 1477 recobraron tarde y mal su libertad, debiendo per-
5 6 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspar
que en La Gomera, a pesar de la interpretación optimista de las paces
concluidas con Tenerife. Según la Pesquisa de Cabitos, Diego de Herrera
no sólo tomó posesión de 1s isla, sino que puso justicia en la misma116.
El Acta del Bufadero, más realista, dice que el señor delegó la adminis-tración
en los menceyes1I7. La entrega mútua de rehenes prueba la falta
de control señorial sobre las islas, aunque muestra la estabilidad de la
relación en los términos antedichos. Sin embargo, los acuerdos políticos
con las futuras islas realengas no tuvieron la pervivencia necesaria y
siempre quedaron a expensas de la voluntad de los aborígenes, tal como
expuso Antón de Soria, al indicar que las paces duraron "tanto cuanto
los dichos canarios han querido"118.
En el caso de Gran Canaria los pactos fueron múltiples, aunque el
desarrollo de los mismos resulta confuso. El primero se realizó en 1461
en el puerto de Las Isletas y consistió en un besamanos por parte de los
Guarnartemes de Telde y Gáldar, lo que a los ojos de los europeos equivalía
a la toma de posesión de la islalL9S. in embargo, el alcance del mismo fue
muy restringido, limitándose a un "seguro" para realizar transacciones co-merciales.
Así queda de manifiesto en la advertencia de los naturales a los
expedicionarios del año siguiente, en la que señalaron "mirasen lo que
hacían, no entrasen con armas, que ellos estaban prestos a darles lo
que hubieren mene~ter"'~E~s.to provocó el regreso a Lanzarote del Obispo y
el Gobernador de las islas. Y otro tanto sucedió en 1464, cuando el Obispo
y el señor hubieron de desistir de un intento siilarLZ1.
Entre esta fecha y la llegada de Diego de Silva al Archipiélago debió
de levantarse la fortaleza de GandoLZ2E.n cualquier caso, su construc-ción
es anterior a 1468, ya que consta que en ella celebró misa el
Obispo López de Illescas. En la versión recogida por Abreu Galindo, la
misma fue fruto de un nuevo pacto, concertado con los dos Guanartemes
de la islaLz3E. l mismo fue asegurado con la entrega de rehenes (12 por
el lado castellano) y el intercambio de prisioneros. Además, el señor
recibiría la orchi'lla de la isla como reconocimiento de señon'o. El alcan-ce
del pacto parece restringido, pues se limitaba al uso de la torre como
depósito comercial y casa de oración. A pesar de ello, los europeos la
concibieron como base de una penetración más amplia. Por ello, su
alcaide, Pedro Chemida, "quedó avisado que, no obstante los concier-tos,
si se ofreciese, no dejase de aprovecharse de ellos", haciendo cuanto
pudiese para ataraerlos a su voluntad, no obstante la paz y concierto
asentado?'. Y éste, buscaba las ocasiones para ponerlo en efecto "hacién-doles
muchos daños". Tales agravios, ejemplificados en el rapto de
mujeres, y su falta de remedio provocaron la guerra entre las panes y la
destrucción de la torre.
El encuentro de las culturas prehistóricas ... 57
Abreu Galindo recoge un tercer momento de paces, concertadas en
enero de 1476, con el retorno de Pedro Chemida a Lanzarote, acompa-ñado
de "diez canarios nombrados por todos los pueblos" para besar las
manos de los señores y devolver los rehenes y cautivos'24. Este episodio
se contradice con el testamento de doña Inés Peraza, que consigna una
manda para rescatar a los rehenes125c; on la Pesquisa de Cabitos, que
ignora este hecho, a pesar de desarrollarse a un año vista del mismo; y
con la ausencia de paces en el momento de iniciarse la Conquista de
Gran Canaria en 1478.
Las crónicas de la conquista dan una visión distinta y más simple de
los intentos de acuerdo. Registran un doble intento sobre los
guanartematos grancanarios: el de Diego de Silva sobre Galdar, con
final feliz pero infructuoso; y el del propio Diego de Herrera contra
Telde, concluido en paceslZ6. Éstas se tradujeron en la entrega de 30
rehenes y en la construcción de la torre de Gando. Esta precisión lleva a
considerar no coetáneos ambos hechos, pues ya hemos señalado que
Diego de Herrera hubo de recuperar la fortaleza de Gando ocupada por
Silva. En esta versión el rescate de 113 rehenes y cautivos se hizo por la
"princesa" Tenesoya, sobrina del Guanarteme de Galdar, y otras dos
mujeres. Tal rescate no puede referise a los rehenes dados en Gando por
la razón antedicha.
La pesquisa de Cabitos ofrece, por su parte, algunas precisiones
sobre este punto. La más importante es la construcción de una segunda
torre dentro de Telde. La misma fue construída por Diego de Silva, al
servicio de su suegro, lo que induce a datarla en los últimos años de la
década de los 60 o en los primeros de los 70. Como la de Gando, fue
destruida por los naturales, quienes, en frase de Diego de Sevilla, "la
quemaron con hambreut2'. Su función parece distinta a la de Gando,
siendo plausible un apoyo al guanartemato de Telde frente a la hegemo-nía
del de Galdar, lo que reforzaría la hipótesis de pacto con un solo
bando. También nos informa de la agitada existencia de la torre de
Gando, pues, tres o cuatro años antes de su destrucción, la casa aneja a
la misma fue quemada, con 56 hombres y seis caballos dentrotzg. Tal
destrucción debió de ocurrir en tomo a 1475, porque fue uno de los
motivos de queja de los representantes vecinales de Lanzarote ante el
icr, ya qüe :a sczui iiiuYcrcl~a cxcv;yidad de los ieheiies,
"hijos de sus principales vasallos"; y porque algunos de los testigos de
la consiguiente Pesquisa de Cabitos la dan todavía por existente.
El pacto de Tenerife es conocido doc~mentalmente'~S~e .t rata de un
besamanos y de un acta de posesión en toda la regla, que seguramente
iría acompañado de un rito de colactación o similar. Ahora bien su
58 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspar
alcance real dista mucho de estas solemnidades documentales y se ase-meja
al acta de 1461 de Gran Canaria. Tras la teórica delegación de la
jurisdicción señorial a los nueve menceyes, el acuerdo se limitó al
asentamiento de "paces" para intercambios comerciales130g, arantizados
por la entrega de rehenes. Sabemos por la Pesquisa de Cabitos, que los
naturales entregaron 81, que hemos de suponer correspondían a 9 por
bando13'. De la parte castellana nada se dice, aunque los misioneros y
la guarnición de la torre pudieron representar tal papel. Como ayuda a la
realización de transacciones mercantiles se autorizó la construcción de
la torre de Aííazo, reducto militar, casa de oración y almacén comercial.
En este caso las relaciones parece que fueron más estables, pues duraron
unos seis años. A pesar de ello, terminaron en ruptura, que el testigo ,, -
Gonzalo Rodriguez achaca a la muerte de Fernando Chemira, enviado
como "lengua" a uno de los men~eye s '~Su~p.o nemos, que la razón de O
dicha muerte y de la ruptura del pacto fue el incumplimiento de los términos n-- m del acuerdo. El resultado fue la destrucción de la torre y de los ganados' O E
que los cristianos tenían en la isla (no sabemos si fruto del intercambio SE con los aborígenes o introducidos por ellos). Parece que los castellanos -E
presentes en la isla cayeron prisioneros, incluido fray Masedo, uno de
los frailes del erernitorio de Candelaria'33. 3
- -
0
m
La conquista realenga
La conquista realenga también utilizó mecanismos de acuerdo, aun-que
su naturaleza y fines fueron diferentes. En la primera de las islas,
Gran Canaria, no puede hablarse de un auténtico pacto. Los conquista-dores
se limitaron a ofrecer un trato diferente a quienes se entregasen,
consistente en respetar su libertad y bienes, a cambio de su bautismo y
~ometimientolL~a~ l.a rga resistencia de la isla, hizo, sin embargo, que el
grupo beneficiario de esta medida fuese desterrado de la misma, lo
que enconó aún más la decisión de los refractarios al sometimiento, ya
que se les amedrentaba "diciéndoles que los habían de embarcar como
embarcaron a los que enviaban a la isla de Tenerife"135D. icha medida
contó con apoyo real hasta 1500, y de la misma sólo fueron exceptuados
~~~~~~d~~ ~y 40 aiiegad~os!z6. ~ f i ~ ~ En La Palma y Tenerife el acuerdo fue previo a la conquista y fue
concebido como un medio para favorecerla. En este sentido, en 1488 se
concedió poder real al custodio franciscano de Sevilla para convertir a
los habitantes de ambas islas, ordenándose a las autoridades civiles que
respetasen los seguros otorgados por su comisario137E. n La Palma, la
El encuentro de las culturas prehistóricas ... 59
artífice del acuerdo fue Francisca Gazmira, que obtuvo la colaboración
de dos bandos138E. l acuerdo se plasmó posteriormente en un documen-to,
hoy desconocido, que regulaba los derechos y deberes de las partes'39.
El mismo fue suscrito por Alonso Fernández de Lugo, ignorándose si en
ese momento incorporaba a otros bandos, aunque consta que no alcanzó
al conjunto de los mismos. Sabemos que los grupos coligados acataron
la soberanía castellana, colaboraron con el conquistador "se convirtieron
unos y se casaron con sus mujeres, según la Iglesia otros", y entregaron
rehenesI4O. Como en otras ocasiones, hemos de suponer que tal práctica
fue realizada por ambas partes, pero no tenemos constancia de ello. El
número de rehenes, 25, podría apuntar a 5 bandos concertado, lo que
casaría bien con el relato de Abreu Galindoi4I, aunque sólo se trata de
una hipótesis. A pesar del acuerdo, Lugo vendió los rehenes, cautivó a
los bandos de paz pretextando una revuelta y detuvo a Francisca Gazmira
para que no se quejase a la Corte142E. l alcance del pacto y su cumpli-miento
vuelven a plantear la cuestión de la organización social y política
de la isla. Sabemos que uno de los abanderados de las reclamaciones
contra Lugo fue don Pedro Fernández de La Palma o Palmés, hijo del
Capitán de La Palma; que entre las tropelías del conquistador se cuenta
el haber asesinado a Tamanca, "cabeza de tres bandos"; y que la política
de los bandos no fué unánime, ya que no todos fueron de paces143.
¿Cómo se conjugan estos elementos? Seguramente con una solución
próxima a la expuesta para La Gomera. En tal línea apuntan las referen-cias
a confederaciones hechas por Abreu y el papel dado por Marín y
Cubas al jefe de Aceró, "que era el mayor, a quien obedecían los
demás''144.
En Tenerife las paces presentan mayor intervalo con el inicio de la
conquista, ya que tres bandos las firmaron con Pedro de Vera y el de
Anaga.10 hizo en 1492'45E. sta política dividía la isla en dos: los bandos
"de paces", que conservaban su integridad y participaban en intercam-bios
comerciales, y los bandos "de guerra", cuyos términos eran
sometidos a depredación mediante cabalgadas; aunque estos límites no
eran siempre respetados. Dicha división correspondía con el reagrupamiento
de los bandos insulares en tomo a Taoro y Güimar, que comentamos en
otro lugar. El incumplimiento del pacto por Alonso de Lugo fue una
repetición de lo acontecido en La Yaima. Y io mismo cabe decir de ios
argumentos esgrimidos por los naturales para probar su lealtad: acogida
y sostenimiento del conquistador, conversión al cristianismo ...146.
El último aspecto que cabe analizar desde esta óptica política es el
de la capitulación, es decir, el tránsito a un nuevo orden político.
Resulta evidente que la conquista anulaba la situación anterior, concebi-
60 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspar
da como una etapa transitoria o un mal menor. Tanto es así que la
distinción entre bandos de paces y de guerra quedó difurninada. Los
actos solemnes de capitulación tuvieron carácter global para cada una
de las islas. En Gran Canaria este acto revistió la forma de "entrega de
la isla", personificada en la hija del Guanarteme de Gáldar, "señor de
la tierra e isla"147T. al ceremonia venía a revalidar el carácter unitario de la
isla y el papel hegemónico de Gáldar. No en vano, al recibir Fernando
Guanarteme los poderes de su tío se consigna: "la cual [hija] y el gobier-no
de la isla encomendó a un su sobrino"148. Y en e1 episodio del
enfrentamiento del Guanarteme de GBldar y el faican de Telde, se seña-la:
"le perdonó dejándole la mitad de las armas y el gobierno de Telde
como lo tenía"149T. ambién los castellanos lo entendieron así por lo que ,, -
el alferez mayor "alzó el pendón por sus altezas en los lugares principa- E
les de la dicha isla""? Los términos de la capitulación sólo son conocidos O
de forma fragmentaria. En síntesis, establecían la libertad y el manteni- n-=
miento de los bienes de los naturales. En palabras de Valera "vinieron a m
O
E partido que fuesen seguros de la vida y de cautividad, y se fuesen en E
2 Castilla, lo cual se asentó"; lo que Sedeño resume en que "serían fran- E
cos y libres"lS1. Tales términos venían a consagrar lo concedido a =
Fernando Guanarteme por el rey Católico: "libertad y buen tratamien- 3
to"lS2. Además, Pedro de Vera "aceptó y prometió" dar la reina de - - 0
Gran Canaria "en guarda a cristiano que fuese noble y la tratase m
E bien"153 O
La incorporación de Tenerife se produjo mediante la capitulación de
Los Realejos. El relato de este hecho es muy confuso. Lo que podemos n
E inferir de la crónica de la conquista y de las deposiciones en la residen- -
a
cia de Alonso de Lugo es un proceso gradual de acatamiento y una 2
n
celebración oficial de conclusión. Respecto al primer punto, la secuen- n
0
cia recogida es como sigue: acatamiento de cuatro bandos; recado al 3
mencey de Güimar, que "vino a visitar a don Alonso Fernández de O
Lugo y declaróse por vasallo del rey de España; y sometimiento de los
cuatro bandos restante^'^^. En cuanto al colofón oficial, la entrega de
Tenerife se celebró mediante el alzamiento de pendones, saliendo a
continuación "el general Lugo a tomar posesión por toda la isla"155.
Concluidas estas ceremonias, se organizó el viaje de los menceyes a la
CGge, rendir p!eitesir, r, les Reyes Cr,~~!iCosl5L6a. s de
la entrega fueron similares a las de Gran Canaria: "obediencia y ser
cristianos" a cambio de "no ser esclavos", a lo que Mann y Cubas añade
"ni sacarlos fuera de la isla"15'.
Para La Palma no poseemos detalles significativos del proceso, aun-que
hemos de imaginarlo idéntico al de las otras dos islas. Por ello, el
E1 encuentro de las culturas prehistóricas ... 6 1
envío de Tanausú y otros cautivos a la Corte tendría el mismo sentido
que el viaje de los menceyes tinerfeñosiS8.
Ahora bien, cumplidas las tres premisas del programa de integración
("la primera, paz; la segunda, que recibiesen la ley de Gracia; la última
obediencia y sejeción al rey de E~paña" ) '~po~d,r ía haberse planteado el
mantenimiento de instituciones preexistentes para "encuadrar" a la po-blación,
pero esto no fué así. Tal vez la razón haya que buscarla en la
ausencia de estructuras centralizadas (salvo en Gran Canaria, y desorga-nizadas
ahora para asegurar la conquista), que controlasen la producción
de excedentes y garantizasen el pago de impuestos, como sucedía en
algunos lugares de Américai6'. Es cierto que los jefes tribales y sus
familiares recibieron un trato honorífico, visible en el título de "don";
mantuvieron cierta ascendencia en el grupo familiar, como atestigua la
autorización de instalación en Gran Canaria de Fernando Guanarteme y
"40 allegados"; y se les reconoció inicialmente un limitado papel políti-co,
como podemos comprobar en la intervención de don Pedro de
Adeje en la reducción de los "alzados" en el bando en que había sido
menceyi6'. Pero estos privilegios no forman parte de un plan de integra-ción
jerarquizado. La ascendencia que pudieron lograr, gracias a la
c~nrervzciSnc 2 m ~ m ?dee r ~ bsien es y a !^S en!acer mtrim^niz!ev ccn
la nueva aristocracia, se articuló dentro del nuevo orden social.
Derechos individuales
El reconocimiento de derechos personales afectaba, básicamente, a
la libertad y al disfrute de los propios bienes. La situación de los mis-mos
resulta difícil de precisar a falta de formulaciones doctrinales
concretas. Dicha imprecisión es especialmente notable en la época seño-rial.
Durante la conquista la situación dependió teóricamente de la
existencia o no de hostilidades. En Lanzarote, por ejemplo, asistimos a
un trato diferente antes y después del inicio de las operaciones militares.
En el primer caso, Gadifer ordenó liberar a los prisioneros, "al no
hallarlos culpables de la muerte de sus hombres"'62. En el segundo,
mandó capturar al mayor número de gente para venderlos a cambio de
víveres y al no poderlo hacer optó por matar a los hombres de defensa,
cgSa n ~rnim~~n7 íí2 e j ~ ~ ~y ~t ~e nr ~, e r2y 1z2s mfijerer y ~ i fhzi&n~- ~ Y-- ----------
dolos bautizar'63. En este caso, el pasaje está referido a los enemigos de
los franceses, no a sus aliados, que en ese momento estaban siendo
bautizados. Las referencias a Fuerteventura y El Hierro nos informan de
la existencia de prisioneros durante las hostilidades, cuya situación pare-
62 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspar
ce diferente a la de los esclavos. Así queda de manifiesto en el caso de
El Hierro, en el que Bethencourt guardó para sí 31 de las 11 1 personas
cautivadas, mientras que las otras "fueron repartidas como botín y algu-nos
fueron vendidos como esclavos"164E. ste matiz y el hecho de que los
prisioneros de Fuerteventura estuviesen "repartidos para hacer algunos
trabajos, como de guardar ganado u otras cosas que se les habían encar-gado"
parecen indicar una situación de dependencia no tan rigurosa
como la esclavitud y similar a la servidumbre medievaP. En este caso,
"el repartimiento" no significaría un vaciamiento de la isla para asentar
colonos, como tradicionalmente se ha entendido, sino un refuerzo de
éstos. En cualquier caso, la superioridad de los repobladores parece
incontestable, como se colige de una cita referida a la recepción dada ,,
por el conquistador normando antes de su partida, a la que no acudió D
E nadie de El Hierro "porque no habían quedado sino muy pocos, y los ii que habían subsistido no eran para resistir frente a los que Monseñor de n--
Bethencourt había mandado que fuesen"166. m
O
E Tras la Conquista, no existen referencias a la privación de libertad E
2 entre los aborígenes, ni tan siquiera a esta situación de serniesclavitud. E
Por ello, las bulas papales sobre esta cuestión se refieren siempre a las
-
k!as inriimicis en !as q ~ eexi srim misiunes. Plha-2 bien, ¿C?I~! fiye e! 3
alcance de estas bulas? i a qué islas y a qué comarcas de éstas afectó? - -
0
Los indicios al respecto son limitados, aunque ofrecen alguna luz. En el m
E
reparto de las rentas del señorío insular entre Guillén de las Casas, O
Fernán Peraza y Maciot de Bethencourt, cada uno de ellos recibió las de
una de las islas incorporadas (El Hierro, Fuerteventura y Lanzarote) y n
E los dos primeros las de dos islas insumisas (La Palma y Tenenfe), lo -
a
que parece evidenciar el respeto a la evangelización de las dos restantes 2
n
(La Gomera y Gran Canaria)16'. Esta situación, propia de los años 30, n
n
debió de cambiar al compás de la creciente intervención en las islas por 3
incorporar, tras la reunificación del señorío en 1445. La primera isla O
afectada hubo de ser La Gomera. En ella, la situación personal debió
estar en función de los pactos realizados con los europeos. Los bandos
aliados de los castellanos serían respetados por éstos y combatidos por los
portugueses; y en los restantes bandos sucedería lo contrario. Tal dicotomía
debió acabar en la siguiente década, tras la paz luso-castellana de 1454 y la
ampliación del pacto señorial al conjunto de la isla. A pesar de ello, se
produjeron esclavizaciones masivas en 1477 y 1488, cnmn hemos vista
Aunque el Obispo de Canaria y la corona castellana consiguieron su liber-tad,
argumentando que eran cristianos o "estaban en camino de convertirse",
al mismo tiempo se ordenó que fuesen confiados a personas que los criasen
y adoctrinasen'68, lo que equivalía a reconocer su menor capacidad legal.
El encuentro de las culturas prehistóricas ... 63
El aumento de relaciones con Gran Canaria,Tenerife y, posterior-mente
La Palma, tuvo su reflejo en el campo de las libertades
individuales reconocidas a los aborígenes. La bula de Pío estableció
la libertad de los integrantes de los núcleos de evangelización, bajo pena
de exc~munión'~y ~e;l acuerdo de Diego García de Herrera con los
canarios dispuso la liberación de los presos de una y otra parteI7O. Estos
inicios culminaron con la fijación de los bandos de paces, que crearon
una dualidad a este respecto. Es sintomático de lo que decimos, que las
paces firmadas con el bando de Anaga permitiesen cautivar en su tem-torio
a gentes de otros bandosI7'. Sin embargo, dicha dualidad resultó
muchas veces teórica. En 1494, la Corona hubo de decretar la libertad
de guanches de paz, injustamente esclavizados y privados de su
~r chi l l a '~La~ .d ocumentación sobre armadas no proporciona datos acer-ca
cie los bandos afectados, ya que sólo menciona ía isia de procedencia:
La Palma, Tenerife y Gran Canaria. Por contra, aporta un aspecto
novedoso al señalar que parte de los cautivos eran rescatados en su isla
de origen, en concreto Tenerife, por un número superior de esclavos173.
El origen de éstos plantea un gran interrogante jse trata-de gentes de
otros bandos, obtenidas en enfrentamientos intertribales? ¿Eran, por con-tra,
personas que manifestaban su dependencia personal o familiar
respecto de un superior?. En favor de esta segunda hipótesis podríamos
alegar que se trata siempre de "mozos" cambiados por hombres, pero
sin que podamos concederle un valor absoluto.
La cuestión de la propiedad aborigen durante la época señorial resul-ta
igualmente difícil de clarificar. Las únicas noticias que poseemos al
respecto son las relativas al reparto de bienes efectuado por el conquis-tador
normando. De ellas parece desprenderse que el señor reclamó la
propiedad eminente de todas las tierras, como conquistador de las mis-mas,
cediendo su usufructo, a cambio de un tributo territorial. Esta
situación se refería tanto a indígenas como a colonos, que recibieron
bienes "cada uno según parecía razonable y conveniente" y atendiendo
a que "era muy razonable que [los colonos] estuviesen mejor que los
canarios del país"174. En el caso de los naturales se trataba, en buena
medida, de una confirmación de antiguas posesiones, lo que favoreció a
los jefes tribales. La situación personal durante la conquista y post-con
jnista realeripa presenta un panorama complejn, en el que la realidad
matiza o contradice la norma175. La teórica libertad de los bandos de
paces durante la contienda y del conjunto de los no esclavizados al
concluir la misma, se enfrentaba a una serie de limitaciones a la residen-cia
en el lugar elegido. Así sucedió con el grueso de los reducidos y
entregados en Gran Canaria, obligados a abandonar la isla, con la ex-
64 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspar
cepción de Fernando Guanarteme y sus allegados. También en el caso
de los gomeros que permanecieron en Gran Canaria tras servir con su
señor en la conquista, quienes fueron expulsados de la misma. Otro
tanto se puede decir de los diferentes proyectos del concejo de Tenerife
para expulsar a guanches y gomeros de la isla, que en casos individuales
llegaron a ~urnplirse'~~.
Con frecuencia, los aborígenes -incluidos los de paces- fueron
privados de su libertad, en sus islas o en los lugares de destierro. Este
hecho provocó interminables pleitos, en los que los naturales contaron
con el apoyo de la Corona y la Iglesia; a pesar de lo cual, los resultados
no fueron completos ni rápidos. La complejidad dé-los mismos nacía de
la falta de formación de lo aborígenes y de la política de "hechos
consumados" practicada por buena parte de la población. En ocasiones,
tal política se cubría de subterfugios iegaies. Ci más frecuente era ciasi-ficar
a los cautivos como de "buena guerra", acusación difícil de rebatir
por personas sin instrucción. Otras veces se les "convertía" en gentes de
guerra, azuzándoles para que sus reclamaciones subieran de tono y
fueran consideradas rebeldes. Así lo hizo, por ejemplo. Alonso de Lugo
en La Palma, tras la conclusión de la Conquista.
La libertad de los aborígenes se veía limitada por otra serie de pr6c-ticas,
tales como participar en cuadrillas contra malhechores y en
expediciones rnlitares, residir en poblados, contar con ganado mayor,
prohibición de portar armas, entre otras. En ocasiones las transgresiones
nacían de un acto de fuerza sin justificación, ni tan siquiera "paralegal".
Es el caso, por ejemplo, de los esclavos liberados mediante precio y
vueltos a vender. Los problemas se multiplicaban Para los procuradores
de los aborígenes, cuyo papel reivindicativo les hacía odiosos a los ojos
de los poderosos, prefigurando la situación de los indios
En el otro lado de la balanza podemos colocar las comisiones reales
sobre la libertad de los aborígenes, el apoyo real al cumplimiento de las
sentencias que les favorecen, la participación del abogado de pobres de la
corte en estos casos, la progresiva desaparición de las medidas de
excepción ...La suma de ambas tendencias permite definir la situación de los
naturales a este respecto como libertad tutelada, o en los términos del
derecho de la época como personas "rústicas" o "menores". De la rnis-ma
se salo mediante la adnpcirín de las. nuevas costi'mhres: Las pnehas
al respecto son múltiples: reclamación del estatuto de castellanos por
parte de los canarios establecidos en Tenerife; petición de algunos guan-ches
para que las medidas restrictivas sólo se aplicasen "a los que andan
entamarcados y no se tratan con castelianos", exclusión de las medidas de
expulsión a los gomeros que poseían tierras de cultivo, entre otros.
El encuentro de las culturas prehistóricas ... 65
La instrucción permitía, incluso, la reclamación de los bienes perdi-dos
a raiz de la ~onquista"~A. unque la lógica hace suponer el
mantenimiento de la propiedad de los libres, especialmente en aquellas
islas en las que la población no sufrió grandes desplazamientos, apenas
podemos aportar precisiones a esta idea. No existen confirmaciones
generales de propiedad y los libros de repartimiento tampoco las contie-nen
de forma práctica. Las no muy abundantes datas a aborígenes -si
excluimos a quienes participaron como conquistadores- sugieren más
una ampliación, para adaptarse a los nuevos tiempos, que una mera
confirmación de propiedad. Es el caso, por ejemplo, de Fernando de
Tacoronte, quien en 1503 recibió 24 fanegas en Tacoronte, de las que se
indica expresamente que "llevaba 3 años sembrándolas"'79. Por contra,
ni en la documentación real ni en la cocejil existen reclamaciones sobre
usurpaciones de bienes, excepción hecha del grancanario antes mencio-nado,
lo que parece avalar el respeto a la propiedad aborigen. Desde
esta perspectiva, el reparto de auchones y otros bienes a repobladores se
debería a ocupación de bienes vacantes por diversas razones (muerte,
cautividad ...) o que habían perdido su utilización colectiva por
privatización de las tierras.
GIL,J. y VARELAG, il (Eds). Cartas de particulares a Colón y Relaciones
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GONSÁLEZA NT ~NR, . Conquista y aculturación de los aborígenes de Tenerife.
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13 encucnrro de las culluras prehistríricas ...
l. G. Bonfil Batalla. "Aculturación e indigenismo". En Indianismo e
indigenismo en América. Compilación de José Alcina Franch, Alianza Editorial, 1990,
pp. 194-196.
2. Ribeiro. Apud, "La última frbntera de los grupos indígenas de la Amazonia
Brasileña". En Indianismo e indigenismo ... p. 210.
3. F. Cámara Barbachano. "Identidad y etnicidad indígena histórica". En
Indianismo e indigenismo ... p. 72.
4. Fermín del Pino. Canarias y América en la Historia de la Etnología
Primigenia: usando una hipótesis. Revista de Indias, 1976, pp. 99-156.
5. V. Cortés. La esclavitud en Valencia durante el reinado de los Reyes Cató-licos
(1479-1516). Publicaciones del Archivo Municipal, Valencia 1964.
6. P. Mártir de Anglería. Cartas sobre el Nuevo Mundo. Ediciones Polifemo.
Col. El Espejo Navegante, Madrid, 1990.
7. Pesquisa de Cabitos. Ed. E. Amar Vallejo. Las Palmas de Gran Canaria,
1990. Parte Testifical, testimonio de Diego de Sevilla.
S. Ibídem. Testimonio de Juan Ruiz.
9. A. Rumeu de Armas. El Obispado de Telde. Misioneros mallorquines y
catalanes en el Atlúntico. Madrid-Telde, 1986, 2.' Ed.
10. J. Abreu Galindo. Historia de la conquista de las siete islas de Canaria. Ed.
A. Cioranescu. Santa Cruz de Tenerife, 1977. pp. 40-42. L. Torriani. Descr[~ciónd e
las Islas Canarias. Ed. A. Cioranescu. Santa Cruz de Tenerife, 1959, pp. 117-1 19.
11. Vid. nota 9.
12. Ibídem.
13. L. Torriani. Descripción ...
14. Vid. nota 9.
15. Ibídem.
!h. E! ffie p ~ & ~ &pc y h . Lfi?i!f: ''7G~es &i&te &r hk!e&rng rx!
Christianisirung der Westafricanischen Inseln". Theolog. Quartschr. LXIX (1877).
Hay traducción castellana en Revista de Historia Canaria n." 64 (1942).
17. Vid. nota 9.
18. Salvo indicación expresa, los detalles de este apartado pueden verse en A.
Rumeu de Armas: El Obispado de Telde.
6 8 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspar
19. Una visión actual de estos obispados en J. Sánchez Herrero: "Precedentes
franciscanos del descubrimiento en América. Los viajes de los franciscanos a Extremo
Oriente y China". Actas del 1 Congreso Internacional sobre los franciscanos en el
Nuevo Mundo. Sevilla, 1986.
20. Le Canarien. Crónicas franceses de la conquista de Canarias. Ed. E. Serra
y A. Cioranescu. Cap. 36 de Gadifer.
21. Opinión de A. Rumeu. El Obispado ... p. 111. La única isla que consta como
saqueada es Lanzarote, aunque las demás fueron avistadas. Vid. Crónica del rey don
Enrique 111, Título XX. Crónicas de los Reyes de Castilla. Madrid, B.A.E., 1954, p. 214.
22. A. Sedeño: "Breve resumen ... de la conquista de Canaria". En Canarias:
crónica de su conquista. Ed. F. Morales Padrón. Las Palmas de Gran Canaria, 1978,
pp. 345 y 379. T. Arias Marín y Cubas: Historia de la conquista de las siete islas de
Canaria. Ed. A. de Juan y M. Régulo. Las Palmas de Gran Canaria, 1986. pp. 58-59.
Vid. además, nota 4.
23. Vid., a modo de ejemplo E. Amar Vallejo: Documentos Canarios en el
Registro del Sello. La Laguna, 1981. Doc. 1.021.
74 F. r An-T rie " T . . --y-- ..' C..,"".AY....m s r a . IM. .; Yr."t,.,.n r ; n CULo..n<Ia,Uv.n l UA oo.,.I t n r l n r l i n r M~rlriri 1077 T l r .. U.,.... L.. ..V.."> 1,dI. L...,
CCXXII.
25. L. de Mendoza: Discurso y planta de las islas de Canaria (Ms. en la
Biblioteque Municipale de Rouen).
26. Le Canarien. Caps. 27 y 42 de Gadifer; y LXXVI de Bethencourt.
27. Le Canarien. Caps. 47 a 52 de Bethencourt. Un estudio sobre el mismo en J.
Sánchez Herrero: "El tratado de doctrina cristiana incluido en "Le Canarien". En VI
P-I--, .:- U;..+--:P- ---..:- A-,,..: ---- 1 D-l-..- A- P---.2- n..L:lA-
~ V I V Y U L Vu c I I U I V I &u~ AMWW LV-nmctL LU~U. LLIJ rauuaa U= U I ~ HLa uuia, bauttuv II~JU-lar,
1988. T. 11, 2.
28. J. Abreu Galindo: Historia ... p. 90: "e instruidos en la fe, aplicaron a Dios
Nuestro Señor el nombre de Eraoranzan y a la Virgen María el nombre de Moneyba".
29. Creado por bula de Benedicto XIII, de 7 de Julio de 1404.
30. Los pretendidos derechos de Bethencourt tenían su base en la bula de 22 de
enero de 1403, en la que se concedía a los conquistadores la facultad de nombrar un
sacerdote para aquellas funciones que no requiriesen el orden episcopal.
31. C.M. de Witte, O.S.B.: "Un faux en indulgences pour la conquete des
Canaries". Homenaje Serra Rafols. La Laguna, 1970. 111 441-451. A de Viana: Con-quista
de Tenerife.Ed. de A. Cioranescu. Tenerife, 1968. Canto 11, p. 44 y 45.
32. D. J. Wolfel: "El efímero obispado de Fuerteventura y su único obispo".
Investigación y Progreso VI11 (1934), núms. 3, 83-89.
33. A(rchivo) G(enera1) de S(imancas) - Cámara de Castilla (Pueblos), leg. 5,
fol 109: petición del obispo y cabildo catedral de Canaria sobre estos asuntos (1515).
34. Sobre la citada Vicaría y sobre las misiones franciscanas en el Atlántico,
véase A. Rumeu de Armas: "La nunciatura castellana de Guinea". Revista de Indias,
XXVII, núms. 109-1 10 (1967).
35. L. de Quirós: Milagros del Santísimo Cristo de La Laguna, 2." ed. La
Laguna, 1988, p. 47.
36. A. Ortega: Las Casas de Estudios en la provincia de Andalucía. Madrid,
1917, pp. 118-120. Bula de Martín V (20-XI-1423). Publicada por J. Viera y Clavijo:
Noticias ... Apéndice VIII.
37. Bulas de Eugenio IV (25-X-1434 y 25 VI-1435). Publicadas por D.J. Wolfel: "La
Curia Romana y la Corona de España en la defensa de los aborígenes canarios". Anthropos.
Viena, XXV, (1930); y en Monwnenta Henricina, vol. V, n." 82. Coimbra, 1962.
El encuentro de las culturas prehistóricas ... 69
38. G. Eannes da Zurara: Chronique de Guinée. Ed. L. Boudon y R. Ricard.
Dakar-Paris, IFAN, 1960. Cap. LXXIX. J. Abreu Galindo: Historia ... pp. 79-80. L.
Torriani ...PP. 205-206.
39. D. J. Wolfel: "Un jefe de tribu de Gomera y sus relaciones con la Curia
Romana". Investigación y Progreso IV, 103 (1930).
40. J. Zunzunegui: "Los orígenes de las misiones en las islas Canarias". Revista
Española de Teología. Vol. 1, cuad. 2." (1941) 361-408. Vid. además nota 42.
41. Bula de Eugenio IV (29-X-1434). Publicada por R. Torres Campos: Carác-ter
de la conquista y colonización de las Islas Canarias. Madrid, Academia de la
Historia, 1901. Apéndice 2.
42. A. Ortega: Las Casas de Estudio. pp. 117-145.-G. Rubio: La Custodia Francis-cana
de Sevilla. Sevilla, 1953, pp. 276-280 y 370-391. H. Sancho de Sopranis: "Los
conventos franciscanos de la Misión de Canarias (1443-1487)". Anuario de Estudios Atlán-ticos
5 (1959). A(rchivo) P(rovincia) B(ética). Leg. 23-2.': Camino de la verdad ...
43. Pesquisa de Cubitos. Parte testifical, testimonio de Juan Iñiguez de Atabe.
44. Ibídern. Testimonio de Martín de Torre.
45. Fue acogido por Fray Jaime de Zarzuela, elegido en mayo de 1458. Vid. A.
Rumeu de Armas: Lo Conquista de Tenerife. Santa Cmz de Tenenfe, 1976. pp. 29 y SS.
46. A. Rumeu de Armas: La Conquista ... pp. 29 y 33.
47. Ibídern, p. 59.
48. Salvo indicación expresa, comentamos el relato de A. de Espinosa: Historia
de Nuestra Señora de Candelaria. Ed. Santa Cruz de Tenerife, 1952 pp. 49-71.
49. J. Abreu Galindo: Historia ... p.117. Vid. además nota anterior.
50. A(rchive) C(ISI) Q(ssmn). !&xscriks, !eg. 90-2: Testlmenio de! p!Q@ de
los naturales sobre el derecho a cargar la imagen. 1601-1602. Hace referencia a la
ruptura de la tradición en 1587. Posteriormente surgirán otros pleitos sobre la misma
cuestión.
51. B(ib1ioteca) N(aciona1). Manuscritos 3840: Historias de la provincia fran-ciscana
de Castilla. n." 12, fol. 99.
52. Bula de 9 de Octubre de 1462, publicada por J. de Viera y Clavijo. Noti-cias
... 11 Apéndice XV.
53. Vid. nota 9.
54. Pesquisa de Cubitos. Parte testifical, considerados del procurador señorial,
testimonio de Gonzalo Rodríguez y testimonio de Ferrand Alfonso.
55. E. Aznar Vallejo: Documentos ... n." 17 y SS.
56. "Libro de la conquista de la Ysla de Gran Canaria" ... (Ovetense). En Cana-rias:
Crónicas de su conquista. pp. 142 y 160.
57. F. López de üiioa: "Iíistoria ae ia conquista de ias siete isias de Canaria".
En Canarias: Crónicas de su conquista, p. 331.
58. E.Aznar Vallejo: "Los inicios de la Bula de Cruzada en Canarias". Serta
Gratulatoria ... Juan Régulo. La Laguna, 1988. 111, 233-250.
59. M(useo) C(anario). Colección Bute, vol. 1, fol. LXI vto. Apud E. Serra Rafols:
"La Repoblación de las Islas Canarias". Anuario de Estudios Medievales 5 (1968).
60. E. Aznar Vallejo: La integración de las Islas Canarias en la Corona de
Castilla. Las Palmas, 19Y2 (2." Ed)... p. 268.
61. E.Aznar Vallejo: Documentos ... núm. 435 y 510.
62. E. Aznar Vallejo: La integración ... p. 268.
63. M. Ronquillo Rubio: Los orígenes de la Inquisición en Canarias. Las Pal-mas
de Gran Canaria, 1991. p. 246.
70 Eduardo Aznar Vallejo y Antonio Tejero Gaspar
64. Ibídem.
65. Colección Bute 1 ... fol. 79.
66. E.Aznar Vallejo: La integración ... p. 270.
67. F. L6pez de Ulloa: "Historia ..." En Canarias: Crónicas de su Conquista. pp.
323-324.
68. M. Lobo Cabrera: "Los indígenas canarios y la Inquisici6n". Anuario de
Estudios Atlánticos, n." 29 ( 1 983).
69. A(rchivo) G(enera1) de S(imancas) - Consejo Real, leg. 7 n." 5: Proceso
entre el gobernador de Gran Canaria y el inquisidor del obispado de Canaria sobre sus
repectivas jurisdicciones.
70. M. C. - Sinodales del obispo Vázquez de Arce (Mss; Sign. 1-D-11).
71. M. Ronquillo Rubio. Los orígenes ... p. 281.
72. E. Aznar Vallejo: "Religiosidad popular en los mígenes del obispado de
Canaria". VII Coloquio de Historia Canario-Americana. Las Palmas. Vid, además
notas 4, 8 y 13.
73. M. Lobo Cabrera: Los indígenas ... p. 80. Cita un ejemplo de 1524, en que
un aborigen había