EL MITO DE COLON Y LAS PULEMICAS
PAOLOEM ILIOT AVIANI
En marzo de 1988, presentando en solemne sede oficial la Nuova
Reccolta Colombina, estuvimos puntualizando lo siguiente:
"La gran empresa del Genovés fué un descubrimiento, aun-que
no pueda considerarse, ni se debe hacerlo, exclusivamente
nbfviriniirv\ +o1 N T n t rot r . nnii: rln a i t r n r - n t i o m n . nn 4 1 - Eivrn-9 t u . 11" ab uurri cryoi ur ruivrriiuiuiiiv. iiv uviv uuivyu
sino todo el Mundo Antiguo -incluidos Islam, India, China y
Japón- ignoraba la existencia del Nuevo Mundo, así como
ignoraba que desde hacía rnilenios alií vivían numerosas pobla-ciones
con un nivel de cultura, civilización y poder en algunos
casos muy elevado.
"Fué encuentro, pero también esta palabra -tan de moda
en los últimos años- resulta problemática. De hecho, ya a
partir del segundo viaje de Cristóbal Colón en demasiadas oca-siones
prevalecieron los choques a desfavor de los encuentros.
"La definici6n más completa de la gran hazaña colombina
es la de ampliación del mundo."
Durante decenas de milenios los espacios del mundo permanecieron
quebrados. Dos mundos se habían desarrollado, habían crecido, progre-saban,
criaban civilizaciones prodigiosas, y todo eilo sin intercambio
alguno, sin conocerse. Europeos, asiáticos o africanos ignoraban la exis-tencia
en el planeta de millones de americanos, los que a su vez
desconocjm que a añiipo&s, ñis de izs eoiiiiñeifies
vivían su historia fervorosa, viva, intensa, compleja, desigual.
El 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón franqueó la barrera
milenaria del Mar Tenebroso. El 16 de agosto de 1498 .reconoció la
existencia de una, hasta el momento desconocida, "infinitísima tierra".
12 Paolo Emilio Taviani
En 1513 Balboa llegaba al Océano Pacífico y en 1520 Magallanes
descubría el estrecho que une a los dos Océanos.
En 1616 el barco holandés de un tal armador Horn doblaba el cabo
meridional de las Américas y en 1727 el danés Bering -rusificado en
Ivanovich- lograba la certeza de que América estaba separada de
Asia. Finalmente, en 1770, Cook abría al resto del mundo los últimos
espacios desconocidos: los de Australia Meridional.
Nosotros por tanto celebramos a Cristóbal Colón como al "élargisseur
du monde": feliz expresión de Paul Claudel.
Sería necio negar que a partir de la aventura del mismo Colón y después,
durante el proceso que llamamos de ampliación del mundo, los europeos
cometieran innumerables errores y también crímenes horrendos. También es
cierto que el mismo camino del progreso humanos está esparcido de errores y
&~egec v nn cnn éctnc mi^ i n t ~ r q~ c~~~& ih-rn -r gi &ri&rr.
J --- ---- ----U y-- --------
Aquí se inserta la valiosa argumentación de los contestadores: las
celebraciones del Quinto Centenario de la hazaña colombina no pueden
prescindir del reconocimiento de los gravísimos problemas que todavía
pesan sobre América, en especial modo sobre América Latina.
Es un llamado al deber de los europeos, y del mundo entero, de no
oiviúar ia "cuestión sociai" que aún hoy en día afecta a ias Américas
desde México hasta Paraguay.
La "cuestión social" es algo más y algo distinto de la nueva pobreza
que hoy se detecta en Italia y Europa.
"Un obrero de la «banlieu» de París está más lejano del burgués de
los bulevares que un siervo de la gleba del señor feudal": así en 1848
podían sintetizarse los términos de la que entonces se Ilamó, y se siguió
llamando durante un siglo, la "cuestión social".
Se necesitaron décadas enteras, hasta dos siglos, para la primera
toma de conciencia (Babeuf en 1739) y la evolución de la economía
trajo con el "Welfare State" una solución no tanto, que conste, para los
proh!~.ma- rocia!e- en síj cuanto para !a !!ama& "~i~-stiCin -or.ia!>'.
Trátase por tanto de una solución valedera únicamente para las socieda-des
post-industriales del Occidente norteamericano y europeo y del
Oriente japonés, australiano y neozelandés.
La "cuestión social" continúa afectando, más presente y amarga que
nunca, a muchos de los países de América Latina, donde permanecen
intoier*"ues diferencias miserias de
las masas campesinas y urbanas.
Sobre este punto concordamos con los contestatarios.
A 500 años de distancia no puede darse por suficiente celebrar la
gran hazaña de Cristóbal Colón. De ella hay que tomar motivo para
El mito de Colón y las polémicas 13
ayudar y sostener el desarrollo de América Latina: no sólo por razones
éticas, sino porque justamente en ese continente va a decidirse el por-venir
de la hodierna sociedad post-industrial.
Sin embargo, tampoco hay que caer en los excesos de quienes lle-gan
a afirmar que los americanos vivían felices antes de Colón, y que
las infelicidades de hoy serían consecuencia de las hazañas de Colón y
de los españoles.
Es esta una actitud tan anti-histórica de resultar expresión de estupi-dez
más que de ignorancia.
Ante todo conviene puntualizar que toda colonización siempre llevó
consigo aspectos extremadamente negativos y otros tantos positivos.
Ingleses y holandeses, como también los italianos en Africa, son res-ponsables
de actos condenables tanto o más que los españoles en
América.
Tamhiér! cmvlei?e cmsiderar a!gun~s Uutcs: untes de 1492 cusi te-das
las grandes etnias americanas - c o n excepción de los esquimales-aplicaban
métodos de esclavitud más horrendos aún de la ya horrenda
esclavitud capitalista. Las divisiones en castas eran inflexibles, más
duras que en la Europa pre-cristiana. Antes de 1492 muchísimas etnias
americanas celebraban sacrificios humanos rituales. Antes de 1492 la
gran mayoría cie ias etnias americanas subyugaban a ias mujeres para ei
servicio exclusivo de los hombres. Antes de 1492, en las Antillas Me-nores
y en la Amazonia se practicaba la antropofagia.
Un neoyorquino osó preguntar cuáles valores civiles y morales tra-jeron
Colón y los españoles a las Américas: los valores de la civilización
griego-romano-hebrea-cristiana con todos sus instrumentos, de la escri-tura
a la rueda.
Para evitar cohartadas políticas, quizás sea oportuno puntualizar que
la esclavitud negra -típica expresión capitalista nacida en Guinea y
Portugal a mediados del siglo xv- penetró a América entre diciembre
de 1501 y la primavera de 1502, es decir dos años después de ser
destituido e! Almirante. Fs más, dnrinte e! primer vigj,ip entre !es 90
marineros había un negro, tal Juan de Canarias, que cobró un salario de
2.666 maravedíes al igual del marinero genovés Jacome el Rico y una
decena más de andaluces. Es muy probable que un cierto número de
negros - e n estado de total libertad- participasen en el segundo viaje.
En fin, suenan a ridículas repeticiones las críticas que en esta espe-cie
de furor en contra del miro cie Colón, suelen presentarse como
novedosas: Colón no fue un santo y ni siquiera un gran político. La
Escuela italiana siempre reconoció como graves estos defectos del tem-peramento
y de la acción del gran genovés.
14 Poolo Emilio Taviani
Ya en 1987 el genovés mons. Sanguineti sostuvo la inoportunidad
de aviar un proceso de santificación de Colón, no solamente por no
haberse éste casado con la segunda compañera de su vida, sino porque
se había hecho culpable de haberle sustraído territorios al indio Quibian
(IV viaje, Panamá), y antes (11 viaje, La Isabela) de haber enviado 500
esclavos al mercado de Sevilla (la iniciativa fue reprochada y rehusada
por los soberanos españoles).
No sirve objetar que éstos eran los métodos de la época, porque -como
comentaba Alessandro Manzoni- con semejante criterio cualquier ilícito
se volvería lícito, quebrándose así la moral.
La "fe" de Colón era tan fuerte como floja y desigual su "caridad".
Por ello no fue ni un gran ni un pequeño santo. Fue un convencido,
profundo, tenaz "defensor fidei".
.. Algunos científicos llamaron a Colón "aventurero". Es una defini- -.-e ":- --L ---- -----e ---L--L -:-.. L ---L 1- -- WUII q u i v u ~ a s, i ii ~ i i i v a g ui i ui i~ai o ~ i i a ~ suii,i u que uusw ia averiwrd.
La buscó a menudo e incluso, podríamos decir que siempre la buscó.
La buscó y la vivió con desprecio del peligro; con el ardor y la valentía
propios de quién está convencido de sus propias virtudes y de que está
protegido por el apoyo divino.
El primer viaje transatlántico fue sin duda una fabulosa aventura;
pero ya lo habían sido, en cierto modo, su viaje juvenil a Quíos y los
realizados a Islandia y a Guinea. Y también fue una aventura el
tercer viaje, conscientemente llevado a cabo en el suplicio de las
calmas ecuatoriales y el incesante y tórrido calor. Pero la más sor-prendente
de sus aventuras o, mejor aún, una maraña de sorprendentes
aventuras, fue el cuarto viaje, emprendido cuando su estrella ya
había comenzado a declinar, con la precisa finalidad de circunnave-gar
el globo, y acabado con dos naves roídas por las tiñuelas,
encalladas durante todo un año en Santa Gloria de Jamaica, en la
playa más abierta de todas las que pueden encontrarse en las innu-merables
costas del mundo.
Y m SS!= avemuras ti,&ri;,nas. ¿N= h e acaso üna r;;en:Uia s~ hida
de Portugal para pasar a España donde porfió durante siete años, sin
darse jamás por vencido, sostenido por la afanosa esperanza de realizar
su gran proyecto? Y aventura fue la empresa terrestre llevada a cabo en
la Vega Real, la fundación de Santo Tomás, en el centro de una tierra
muc-h o más desconocida de cuanto lo había sido el Océano. roda ia vida dei Genovés fue una aventura; unas veces alegre, otras
triste y otras más trsitísima aventura. Pero es definido como aventurero
por quienes quieren disminuir sus méritos; por aquellos que pretenden
considerar sus éxitos como frutos de la suerte, o sea del azar.
El mito de Colón y las polémicas 15
En este sentido, Colón fue todo lo contrario de un aventurero. Es
verdad que sus méritos dependen de sus éxitos; pero fueron la causa de
los mismos y no su efecto.
Existe un dato, en primer lugar, que sólo puede negarse si se falsea la
historia. El genio marinero de Colón fue notable, verdaderamente excepcio-nal.
En varias ocasiones nos hemos extendido acerca de hechos, episodios y
juicios que comprueban y confirman ampliamente nuestra afirmación.
En primer lugar, el rumbo o, mejor dicho, los rumbos.
Colón no descubrió solamente América, descubrió el rumbo de ida y
el de vuelta entre Europa y el golfo de México. Mientras se siguió
navengando a vela, los barcos que partían de los puertos españoles,
portugueses, franceses e italianos con dirección a México, la desembo-cadura
del Mississippi, cualquier isla del Caribe, Colombia o Venezuela,
seguían el rumbo del primer viaje del descubrimiento. Y, a su regreso,
L-- -1 --..A- J-1 ,N-- 2- 1-- Ci -:-.-:--2- -1 --..,.1-1- A^
n a v e g a u a r i al r i u i ~ eo ei iviar ue i u b DdlgdLUS, SI~UICI IUU CI ~ I ~ U C IuUc
las Azores. E incluso hoy, los que quieren cruzar a vela el Atlántico,
escogen el rumbo del segundo viaje de Colón: el que lleva desde las
Canarias hasta Guadalupe.
Poseía en gran medida las dotes físicas del marinero. Michele da
Cuneo escribió: "Sólo con ver una nube o una estrella por la noche,
señalaba lo que seguiría y si haría buen tiempo; era él quien mandaba y
quien hacía de timonel. Y después, cuando la tempestad pasaba, izaba
las velas mientras los demás dormían."
Existe una prueba espectacular de sus extraordinarias, casi mágicas,
dotes marineras. Durante el cuarto viaje, frente a las costas de Santo
Domingo, se enteró de que treinta naves españolas se disponían a zar-par
con rumbo a Europa llevando notables cargamentos de oro. Les
mandó decir que retrasasen la partida, porque muy pronto estallaría una
terrible tempestad. Sin embargo, ningún signo visible parecía confirmar
el pronóstico de Colón. Ni el mar ni el cielo parecían amenazadores: en
el momento de la partida el viento soplaba propicio en dirección este.
E n Cnrrtn n n m ; n m n Lin Anrnrr An 1-ri o-rnnri;nnnr rlnl í L n n r r 6 a t r 19 i m n r n -
b 1 1 L>aIILW UWllllllEjW O\i llCllWll UCI I U O UyIClIIDIWLIC.0 UVI U U I A V .CID J IU 11Sly11-
sionante escuadra zarpó. Antes de llegar al límite oriental de la Española
el cielo se cubrió, el mar quedó en calma y se puso oscuro y el aire se
volvió sofocante. Se anunciaba una tempestad, un auténtico huracán,
pero ya no pudieron regresar porque faltaba en absoluto el viento. El
huracán rompió los palos y dañó las quillas, destrozó cuanto había a
bordo. La mayor parte de ías embarcaciones se perdieron con sus tripu-laciones
y un enorme cargamento de oro: sólo cuatro naves consiguieron
regresar, semihundidas, a Santo Domingo. Algunas otras consiguieron
refugiarse, mal paradas, en las radas de la costa suroeste.
16 Paolo Emilio Taviani
Sólo una nave, la más pequeña y más vieja, la Guecha, salió indem-ne
y pudo continuar su viaje rumbo a España, ignorando la suerte de
sus compañeras. En ella iba embarcado Alonso Sánchez de Carvajal,
agente de Cristóbal Colón, que llevaba unos cuatro mil pesos en oro
devueltos por Bobadilla a su legítimo propietario por orden expresa del
Rey. Del mucho oro salido en dicha ocasión de Santo Domingo fue el
único que llegó hasta España, donde fue regularmente entregado a don
Diego, hijo de Colón. Al sorprendente hecho de que sólo el oro de
Colón se hubiera salvado del huracán, se añadió otro no menos sorpren-dente:
las cuatro naves del descubridor habían logrado salvarse, incluso
la Santiago de Palos, que el Almirante se proponía cambiar.
¡Un extranjero orgulloso y además vidente, hechicero, capaz, por ,,
medio de artes mágicas, de producir un huracán que hunde las naves y -
sólo respeta las que le interesan! E
Es obvio que Cristóbal Colón no era hechicero y que sólo por casua- O
lidad la única nave que consiguió llegar a España fue precisamente la -- m
O que llevaba su oro. Lo que no es obvio es que Cristóbal Colón intuyera E
que iba a producirse un huracán, un fenómeno completamente descono- E
2
E cid0 por el mundo antiguo y del cual el genovés tan sólo había tenido -
una experiencia siete años antes. De tal forma demostró, una vez más, 3
q e p e i z m zc d~fecin c??perzdzsd e pr~fiindnc mncednr de! mar. --
Entre los principales estudiosos de Colón, Thacher, Harrisse, Caddeo, 0
m
De Lollis, Revelli; Morison, Ballesteros Beretta, Charcot, Madariaga y E
Nunn confirman plenamente el juicio de Las Casas; "En el arte de la O
navegación Cristóbal Colón superó a todos sus contemporáneos." n
Acerca de ello, son muy raros los juicios discrepantes. El más drás- a-E
tic0 es el de Vignaud, cuyas experiencias náuticas, según parece, se l
limitaron a algún que otro recorrido en los bateaux-mouche del Sena. n
n
Un gran marino, el explorador francés Charcot, observa oportuna-mente
que "para juzgar a un marino es mejor conocer un poco las cosas 3
O
del mar"; y define a Colón del siguiente modo: "Un marino que tuvo
«le sens marinn, el don innato y misterioso de saber elegir el camino en
medio ciei mar." "Los perros siempre nan iaciracio y seguirán iaarancio,
pero las carabelas han pasado. La obra de Colón es tan grande que
desconcierta hasta el entusiasmo."
El juicio más halagüeño que un gran marino podía darnos de uno de
los marinos más grandes de todos los tiempos.
Colón también fue un gran geógrafo. Autodidacta, pero un sensible,
agudo y genial geógrafo.
Entre los rasgos característicos del genovés, Humboldt, el más gran-de
geógrafo del siglo pasado, señala la agudeza y la penetración con
E1 mito de Colón y las polémicas 17
que supo captar y combinar entre sí los fenómenos del mundo exterior.
Apenas llegado a un nuevo mundo y bajo un nuevo cielo, observó
atentamente el aspecto de las tierras, el de las plantas, las costumbres
de los animales, la distribución del calor y las variaciones del magnetis-mo
terrestre. En su Diario y en sus notas habla de casi todos los temas
que ocuparon a los científicos de la segunda mitad del siglo xv y todo el
xvr. A pesar de carecer de sólidos conocimientos de historia natural, su
instinto de observación se desarrolla de distintas formas, en contacto
con los grandes fenómenos físicos. No era un erudito; fue en gran parte
un autodidacta, pero, a pesar de ello, consiguió ser un gran geógrafo.
Algunos críticos lo han definido un presuntuoso: sólo con la presun-ción
no habría logrado la estimación y el afecto del padre Antonio
Marchena y del padre Juan Pérez. Con la presunción no hubiera logra-do
tener tantos amigos, protectores, tanta gente que le apreciaba en la
Corte española; no hubiera obtenido la comprensión, la confianza de la
reina Isabel, una mujer de una inteligancia excepcional y de rara virtud.
Sólo con la presunción no hubiera convencido a Martín Alonso
Pinzón, astuto y experto capitán de Palos, el hombre que comparte el
mérito y la gloria de la gran empresa, el hombre al que Colón debe
haber logrado enrolar gran parte de su tripulación.
Sólo con la presunción no hubiera logrado, en cualquier situación,
incluso en las más difíciles y escabrosas, tener prestigio y ser respetado
por sus marineros, por quienes siempre supo hacerse obedecer y respe-tar,
incluso cuando la aventura de Santa Gloria acabó en tragedia.
El descubrimiento de Colón fue un mutuo descubrimiento porque
los europeos, los asiáticos y los africanos' conocieron la existencia de
los americanos y los americanos la existencia del Mundo Antiguo y fue
de proporciones superiores a las de cualquier otro descubrimiento o
invento de la historia del hombre. A continuación, con el paso de los
siglos, la medida de la importancia del descubrimiento de Cristóbal
Colón se ha ido agigantando cada vez más, sea por el prodigioso desa-rrollo
del continente americano, sea porque el descubrimiento dio lugar
a otros muchos.
La magnitud de la obra que ha adquirido para la cultura greco-romano-he.
b.r áico-cristiana, el continente americano supera indudablemente los .,.o.a~ PnlAm 0 ,-.-.-o- An ln- a-,.,. l-" .-.-A:---.. lhm ..:-1--
V l Q J b 3 UI LVIVII, YUG, a pb341 UG 1V3 G l l V I G J I 1UJ C;~U13111UD, la3 VlUlGII-cias,
no puede dejar de despertar admiración. Fue llevada a cabo, ante
todo y sobre todo, por el pueblo español y, a continuación, de uno u
otro modo, por todos los pueblos de Europa.
Pero este reconocimiento no puede privar de su valor al punto ini-cial
de la misma obra.
18 Paolo Emilio Taviani
Sin embargo, casi cada año, se enciende y se renueva, tanto en la
prensa americana como en la europea, la polémica acerca del valor del
descubrimiento de Colón y acerca de su efectiva prioridad.
¿Quién fue el primero en llegar a América? Es que nadie había
precedido al genovés en la ruta atlántica? ¿Acaso las naves vikingas no
habían ya llegado a Groenlandia y Canadá?
Se trata de una polémica que no tiene niguna justificación en el
terreno científico.
En efecto el problema no es de tipo deportivo, sino histórico. No se
trata de establecer quien fue el primer europeo en pisar una playa del
continente americano, sino de quién fue el hombre que abrió los espa-cios
del mundo. ,, -
Según parece, los primeros seres humanos llegaron al suelo ameri- E
cano a través del estrecho de Benng durante el paleolítico superior, O
hace veinte, veinticinco mil años. Cuando Cristóbal Colón desembarcó n-= en la isla de San Salvador, del archipiélago de las Bahamas, el conti- m
O
E nente americano estaba poblado por varios millones de hombres. Desde E
2 su extremo norte a su extremo sur. Su asentamienm en ella era de E
origen antiguo, puesto que grandes civilizaciones prosperaban desde =
hacía siglos en extensos temtorios; e incluso las había que ya habían 3
desaparecido o estaban en vías de hacerlo. - - 0
Por lo tanto, las discusiones acerca de quien fue el primero en llegar m
E
a América son superficiales y poco científicas. No había llegado uno, O
sino millones y más millones de hombres; o eran descendientes, por lo
menos, de las numerosas parejas llegadas a ella a lo largo de los milenios n
-E transcurridos antes de 1492. a
La única cuestión seria consiste en determinar si algún navegante de 2
n
nuestra civilización greco-hebréo-romana-cristiana o de las civilizacio- n
0
nes del cercano Oriente llegó antes de Colón. 3
Eventuales y casuales contactos de algún otro europeo o de O
afroasiáticos con el Nuevo Mundo no dañaría y aún menos disminuiría
el valor del descubrimiento de Colón. Como no lo dañan las empresas
indudablemente memorables que constituyeron el perdido descubkmien-to
de los vikingos. Relativamente a esto último, nos enfrentamos con
datos históricos indiscutibles. Pero son precisamente estos datos, los
ynuilob ni invar aoairbnen;.u.rioanii yn1u.nb ~n Li iniiii~n ur ri uri lubn li nv aa *rr ;iLn;nininir~ vy u~ b 111n1-X~ rh5inao~nrirn i l1a"-3 +c:iac--r- laa
nevadas del Labrador o hasta nueva Escocia o Massachusetts, fue cons-ciente
de que se hallaba en un nuevo mundo; ni hizo que el mundo
civilizado de aquel tiempo, Cristiandad e Islam, tuviera conocimiento
de ello. Como tampoco nadie de aquella parte del Antiguo Mundo que
se asoma al Océano Pacífico y al Indico, nadie perteneciente a las
El mito de Colón y las polémicas 19
civilizaciones orientales -la China y la India- sabía absolutamente
nada de la existencia del Nuevo Mundo.
Las expediciones vikingas por el Atlántico noroccidental, a pesar de
ser ciertamente memorables, no ejercieron ningún efecto de importan-cia
sobre la historia de la humanidad.
El continente americano siguió envuelto en el misterio.
El velo del misterio únicamente fue roto por el ingenio, la tenacidad
y la fe de Cristóbal Colón, que no fue el primer hombre en pisar tierra
americana, puesto que cuando él llegó, millones y millones de hombres
ya vivían en ella. Ni tampoco fue el primer europeo en desembarcar en
ella, tanto si hay algo de verdad en el fondo de la leyenda y de las
hipótesis que periódicamente encuentran algún crédito, como porque ha
sido comprobado que en el siglo xr.10~v ikingos tocaron las costas
americanas.
Pero, relativamente a los descubrimientos geográficos; la palabra
"descubrir" no significa ser el primero en llegar -significa llegar y
volver, referirlo a alguien que pueda repetir la experiencia.
Colón fue el primero en proporcionar al mundo antiguo las dos
mandes n.o-t--i-c- -i-a-s r.e-v. eladnras. I-J na hahía c-i.d-a -y a prevista pnr algunos
científicos y aceptada por algunos marinos; pero nadie había tenido el
valor de comprobarla: al otro lado del océano no había el abismo, había
más tierra.
Colón desembarcó en ella el 12 de octubre de 1492, fecha del inicio
de una nueva era.
La otra noticia, fabulosa y hasta entonces únicamente fantástica, fue
descubierta por Colón al llegar a la desembocadura de un río inmenso:
el Orinoco. La noche del 15 de agosto de 1493 escribió en su Diario de
a bordo: "Creo que esto es un gran continente, desconocido hasta este
momento." Y pocos años después escribiría: "Sus Altezas serán dueñas
de estas tierras inmensas, que son otro mundo."
Otro mundo, nuevo mundo: Europa, Asia y Africa tuvieron conoci-miento
de la existencia de un Nuevo Mundo. Y América tuvo
conocimiento de la existencia de tres continentes. Así cambió profun-damente
el curso de la historia humana.