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828 LA GUERRA DE CUBA Y EL FOLLETÍN ROSA: SE-RIACIÓN EN LA PRENSA TINERFEÑA DE FINES DEL XIX Mª Elena Medina Hernández La seducción es el destino Jean Baudrillard Desde el punto de vista de la comunicación de masas, lo más interesante que tiene el estudio de la guerra hispano-cubano-norteamericana, es que ésta se produjo justa-mente dentro del momento de inicio y desarrollo de la llamada prensa de masas. No por gusto las décadas finales del siglo XIX y las primeras del XX son hoy conocidas como la edad de oro de la prensa. Lo mismo en Cuba que en España y en los Estados Unidos, la Guerra se insertó como acontecimiento principal y pretexto para la naciente prensa masiva; la influencia tanto de la prensa en la guerra como de la guerra en la prensa fue decisiva en este sentido. The principal cause of our war with Spain was the public demand for it, a demand too powerful for effective resistance by the business and financial leaders of the nation or by President McKinley. For the creation of the public state of mind, the press was largely responsible. Resulta de extraordinaria contemporaneidad el hecho de que por primera vez en la historia se genere una opinión pública que es expresada, contenida y construida a la vez por la prensa y que decide en los acontecimientos históricos. Es un síntoma más de la generación de una nueva forma de sociedad y de cultura, de un nuevo modelo de interacción entre los receptores-pueblo-masa y los emisores-clase dominante-centros de poder. Lo que algunos historiadores llaman “la última fase de la conquista de la tierra”, es decir, el proceso de redistribución colonial que se da a fines del siglo pasado con el apogeo del capitalismo industrial, coincide justamente con el desarrollo de una nueva forma de cultura protagonizada por los procesos de comunicación masiva. Lo que algunos llaman Gran Prensa y que nosotros estimamos debía denominar-se mejor nacimiento de la prensa de masas, se produce de forma muy lenta a lo largo del último tercio del siglo XIX, pudiendo señalar como hito divisorio la crisis que también en el campo periodístico, provoca el 98. Es decir, que es necesario enfocar el estudio del 98, concediéndole el protagonismo que merecen a estos cambios estructurales que se estaban dando en el seno de la cultura y 55 829 la sociedad. La guerra imperialista entre España y Estados Unidos fue la manifestación bélica y económica de esa realidad, mientras que su reflejo en la prensa significó la otra cara de la moneda: el placer de la efervescencia masiva ante los hechos. Según los especialistas catalanes Gómez Mompart y Marín Otto, que han estu-diado exhaustivamente este proceso en España, las condiciones necesarias para la apari-ción de la cultura de masas son: -cierto grado de desarrollo y /o penetración del capital monopolista -notable concentración demográfica en las ciudades, predominio de la cultura urbana -desarrollo de los aparatos y de las formas propias del sistema político burgués (demo crático o dictatorial) -desarrollo de los transportes y de las vías de comunicación -aplicación de las nuevas energías: electricidad, motor de combustión, petróleo, gas... -renovación tecnológica en el terreno comunicativo: linotipo, telégrafo, teléfono, tele-tipo, fonógrafo, radio, cine Teniendo en cuenta estas transformaciones, podemos decir que la prensa de la década de los 90 tiene características que la diferencian del resto del siglo XIX y la pro-yectan sobre el siglo XX. La propia guerra de Cuba, el descubrimiento de la electricidad, la invención del telégrafo, hacen que cambios sociales y tecnológicos se adelanten a la entrada del nuevo siglo. Estas condiciones no aparecieron simultáneamente en todas las regiones, sino que se dieron primero en las capitales y grandes ciudades, como Nueva York, Madrid, Barcelona o París. Mientras la guerra de Pulitzer y Hearst por las audiencias estaban gene-rando un periodismo sensacionalista en el Nueva York contemporáneo, y en París, Lon-dres, Madrid o Barcelona, los periódicos alcanzaban grandes tiradas, con abundantes foto-grafías y grabados, la incorporación de las últimas tecnologías de impresión, y con difu-siones casi-nacionales, en las regiones provinciales no capitalinas, aún sobrevivía un pe-riodismo artesanal, tecnológicamente atrasado, formalmente elemental y políticamente caciquil. En el primer tercio del siglo XX la prensa española continúa el proceso, iniciado en el último cuarto del siglo XIX, de conversión desde el modelo de periódico de opinión, de predominio ideológico, dependiente de partidos, movimientos y per-sonalidades políticas, al de periódico de empresa, concebida como un negocio, sostenida por el lector y el anunciante y con una variedad temática de carácter enciclopédico que pretende satisfacer los más diversos intereses de los lectores. Unos lectores cada vez más numerosos, a medida que la sociedad española se transforma en una sociedad de masas, como consecuencia del proceso de indus-trialización, concentración urbana y alfabetización, tardío, lento, desigual, pero inequívoco. 830 La prensa canaria del período 1895-1898 era, dentro de ese proceso desigual, una prensa primaria, de pequeñas tiradas y periódicos efímeros que no podían sobrevivir mu-cho materialmente, de acuerdo con una sociedad periférica y poco desarrollada. El índice de analfabetismo en Canarias en 1910 (12 años más tarde) ascendía a un 74,3%. Era la provincia con mayor índice de analfabetismo de España. La mayor parte de la población habitaba en zonas rurales, con pésimas comunicaciones terrestres entre las ciudades y el resto de los territorios. La comunicación marítima entre las islas también era deficiente. Las noticias no circulaban con velocidad entre un sitio y otro y la prensa tam-poco podía ser distribuida en el ámbito regional. Prácticamente solo se leía en la ciudad donde se editaba. Y si a eso le sumamos el alto número de analfabetos funcionales y el escaso poder adquisitivo, podemos entender entonces las escasas posibilidades de super-vivencia de los periódicos. A estos factores económicos y sociales, debemos otros políticos, como el famoso “pleito insular” -en estos años candente alrededor de los defensores y los opositores de Fernando León y Castillo, “cacique” de Las Palmas y quizás la figura política canaria de todos los tiempos con más incidencia en la política nacional- comprendemos cómo es posible que llegaran a circular al menos 52 periódicos en tan corto período de tiempo. De un lado, la insularidad del territorio ayudará a la existencia de diarios y publi-caciones esencialmente locales, encerrados en sí mismos, atentos, exclusivamen-te, a un entorno y a unos acontecimientos muy inmediatos. Como si de la isla, y hasta de una sola ciudad afuera, no hubiese más mundo posible, ni más noticia merecedora de reclamar interés alguno. Es decir, que al tener en cuenta los rasgos generales de lo que hoy se llama comu-nicación de masas, podemos afirmar que en aquellas Canarias de 1898 ésta era muy inci-piente todavía. El telégrafo había llegado a las islas desde 1883, la electricidad se empezó a instalar en Santa Cruz de Tenerife en 1897, pero la prensa no era aún concebida como empresa comercial, sino como prensa de opinión al servicio de los partidos políticos. Por entonces, el periodismo tinerfeño, y canario en general, deambulaba por eta-pas típicamente ideológicas. Los arcaísmos de la formación social isleña, paten-tes en rémoras como el secular rezago económico, la inarticulación comunicativa, el opresivo cacicato y el alarmante analfabetismo de la región, impedían a los periódicos agenciarse una vida autónoma por el raquítico y maniatado mercado de los lectores que encontraban en su entorno, más aún cuando los ingresos por publicidad eran marginales por el estadio embrionario del sector [...] En definiti-va, en las Canarias de los umbrales del siglo XX, los únicos periódicos que po-dían sobrevivir con cierta holgura eran los políticos. El salto cualitativo necesario para poder hablar de un nuevo concepto de perio-dismo, no ha tenido lugar en Canarias aún en 1898. Sin embargo, es muy interesante encontrar en esos periódicos los primeros elementos de seducción para un público reduci-do pero que debía ser fiel y que ya recibía las influencias de las “modas” de Madrid y París. El eco de lo que ocurría en las grandes ciudades era muy importante para la aristo- 831 cracia provinciana que era precisamente la mayor consumidora de prensa y que deseaba estar al día y parecerse a sus similares capitalinos. Todo el mundo dice: París es la capital del mundo civilizado. Y es verdad. París discute, aprueba y sanciona las leyes de la moda, y Europa entera las acata y las cumple. Dentro de la misma Francia no hay aldea donde no se reflejen las cos-tumbres de la gran ciudad, vistiéndose, peinándose y hablando hombres y muje-res como los parisienses. En efecto, la reproducción de artículos de la prensa madrileña y parisina era muy frecuente en los periódicos canarios. Muchos de ellos tenían un corresponsal permanente en París y recibían cada día información de las agencias en Madrid. La rapidez, la veracidad, la concisión eran cualidades periodísticas que comenza-ban a explotarse como valor noticioso a partir del desarrollo del telégrafo y de las agencias de noticias. Para ejemplificar la presencia de estos cambios, escogeremos, de entre los mu-chos periódicos que circulaban en Canarias en esa época, uno de los de mayor duración y tirada, El Liberal de Tenerife, órgano oficial del Partido Liberal en la isla y que vivió desde 1881 hasta 1898. El Liberal de Tenerife fue uno de los muchos periódicos surgidos después de la Restauración, como órgano de expresión de uno de los dos grandes partidos que se turna-ban en el poder. Inspirado en un diario de gran importancia nacional, El Liberal de Ma-drid, contaba con servicios propios de una agencia de información (Mencheta) y junto con La Opinión, órgano del Partido Conservador, y el Diario de Tenerife de corte republicano, es considerado uno de los primeros grandes periódicos canarios. Diario de cuatro páginas, lo máximo que tenía un periódico canario de la época, tuvo su sede social en la calle Santa Rosalía, 7, en Santa Cruz de Tenerife. Revisando los ejemplares de El Liberal... desde enero de 1895 (el 24 de febrero de ese año comenzó la guerra de independencia cubana) hasta su último número en junio de 1898, encontramos dos fenómenos que pueden inscribirse dentro de lo que en el futuro sería el consumo masivo: por un lado, el folletín rosa, las novelas por entregas surgidas en la prensa francesa y que cautivaron al público durante todo el siglo XIX, de las cuales se publicaban unas cuatro por año, casi todas de autores franceses; y por otro lado, las agen-cias de noticias cuyo trabajo estuvo protagonizado durante varios años por la Guerra de Independencia de Cuba, que dado el interés y la cantidad de información que generaba dio también lugar a una sección fija: “La insurrección de Cuba”. Ambos elementos aparentemente inconexos, el folletín rosa y la guerra de Cuba, coinciden en la prensa tinerfeña de la última década del siglo, ocupando espacios protagónicos y yuxtapuestos, como resortes de activación de un incipiente consumo masi-vo, que seguía las series por partes de las novelas rosas y de la guerra de Cuba con intere-ses probablemente distintos, pero con la misma fruición. El estudio comparado de estos 832 dos fenómenos es esencial para comprender la constitución de lo masivo en el ámbito local y para caracterizar la vida tinerfeña de aquel controvertido 98. Según los extensos estudios del profesor Jesús Martín Barbero, los mecanismos de constitución de lo masivo hay que buscarlos en la historia mucho antes de la aparición de las actuales medios de masas. En la misma historia de lo popular. Así lo que en un inicio fue el teatro, el circo, la tradición oral, después de la difusión de la imprenta se llevó al papel y se convirtió en literatura de cordel y en novelas por entregas. Pronto, a principios del XIX, los creativos de los periódicos se dieron cuenta que insertar capítulos de las novelas en los números consecutivos de los diarios, era una buena forma de atrapar al lector y hacerlo comprar al día siguiente. Los primeros seriales o folletines aparecidos en los diarios franceses a partir de 1835, conocieron un éxito prodigioso. Al cabo de algunos años, todos los diarios publicaban uno, y a veces dos, simultáneamente, dirigidos a lectores diferentes. [...] Contribuyeron a fin del siglo pasado y a principios del actual al éxito de muchos diarios. Era invención “vieja”, pero imprescindible, aún cuando la publicidad empezaba a convertirse en la principal fuente de ingresos, el folletín y una información diversa se convertían en la principal fuente de reclamo del periódico en los primeros años de su publicación. El folletín, es el primer tipo de texto escrito en el formato popular de masa. Como bien señala Martín Barbero, este conforma ... un espacio privilegiado para estudiar la emergencia no sólo de un medio de comunicación dirigido a las masas, sino de un nuevo modo de comunicación entre clases. [...] Plantearse el folletín como hecho cultural significa de entrada romper con el mito de la escritura para abrir la historia a la pluralidad y heteroge-neidad de las experiencias literarias. Siguiendo a Barbero, el folletín rescata para la escritura una oralidad, un modo de narrar que inaugura una nueva estrategia de seducción para las relaciones escritor-autor-lector. Ese contar a definido por Barbero como funcionalidad del lenguaje en el folletín, se traduce en la narración de un relato interminable, cargado de suspense, donde lo que cuenta no es el autor sino la forma en que se cuenta lo que se cuenta. ...De ahí que lo relevante no sea que Balzac o Dickens escribieran ‘también’ folletines [...] sino la aparición de un nuevo tipo de escritura a medio camino entre la información y la ficción, rearticulador de ambas... Nace un producto distinto de la tradicional literatura de autor, con sus ediciones caras y limitadas al acceso de unos pocos ilustrados, y distinto también de la inmensa tradición oral de los pueblos analfabetos. Como bien ha explicado Barbero, a partir de lo 833 popular, se articula un nuevo tipo de lectura para los crecientes grados de alfabetización, que retoma matrices culturales muy antiguas y las pone al servicio de un consumo masivo. El folletín nace a caballo entre el periodismo -que impone un modo industrial a la producción literaria, una relación asalariada al escritor y unos circuitos comer-ciales de distribución y venta de la mercancía cultura- y la literatura, que inaugu-ra con el folletín una nueva relación del lector con los textos, lo que significa no sólo un nuevo público lector sino una nueva forma de lectura que ya no es la popular tradicional, pero que tampoco es la culta, y unos nuevos dispositivos de narración: los episodios y las series. Una de las principales características de esos nuevos productos culturales es la seriación. La segmentación del discurso para provocar expectación es una estrategia muy antigua, como en aquellas lejanas historias orientales que durante mil y una noches salva-ron a las doncellas de ser sacrificadas... Muchas teorías han estudiado este fenómeno desde el punto de vista del placer y las satisfacciones. La intriga, el suspense, ha sido la base de la segmentación de los pro-ductos, que a partir del imperio del consumo pero no solo desde él, hace que se espere al día siguiente para saber qué va a ocurrir. La fragmentación del discurso no puede verse como una escaramuza formal para engullir los contenidos, sino como parte misma de la esencia de esos productos en una dialéctica inevitable entre contenido y forma que se determinan mutuamente. Los múltiples cortes que se producen en la edición de La hermana Ana, folletín rosa publicado en El Liberal... en agosto de 1897, no privan al público de disfrutar la lacrimógena secuencia final aparecida cinco meses después: -¡Por qué llorarme! Dice la hermana Ana haciendo el último esfuerzo; yo no podría ser feliz... pero muero más tranquila... Conserve vd. a mi hijo... señora... está tan bien en sus brazos de vd.... vd. Será su madre...Adiós, Federico... y vd. su padre... ¡perdóneme vd. el que lo haya querido tanto...! La hermana Ana diri-gió su mirada a Constanza, que apretaba a Federiquito en sus brazos, y cerró los ojos sonriendo a su hijo. La fragmentación, la secuencialidad y la consiguiente seriación en el relato, son las claves del éxito: el sentido global de la narración no se ha perdido pues la lectura ha sido dividida en múltiples episodios concatenados entre sí por elementos de suspense, y en cuyo desarrollo, el lector ha tenido tiempo de familiarizarse con los diversos avatares y situaciones en las que se ven involucrados los diferentes personajes que componen el relato. Las “entregas” sucesivas facilitan su seguimiento y hasta la re-edición posterior a modo de coleccionables. Y es que “... buena parte del éxito ‘masivo’ del folletín residió [...] en una fragmentación del texto escrito que asumía los cortes que ‘produce’ una lectura no especializada como es la popular”. Desde luego, la historia de una guerra, narrada día a día por lo periódicos, tiene mucha semejanza con un folletín por entregas. Diariamente se relatan hechos que son parte de una acción mayor, inconclusa, el relato se convierte en una serie. 834 La Guerra de Cuba fue posiblemente el más importante “culebrón” que siguieron los canarios y los españoles en general a través de la prensa durante casi cuatro años a fines del siglo XIX. Y si entendemos el sentido que hemos explicado en este trabajo para la cultura de la que todos formamos parte, tal enfoque no puede resultarnos peyorativo. Ya ha sido estudiado desde muchas otras perspectivas la importancia que esa guerra iniciada por los cubanos y terminada por los norteamericanos tuvo para los países involucrados y para el mundo entero. En el caso de los canarios, la cercanía familiar y sentimental que los une a la isla caribeña, hacía que su relación con esta guerra fuera mucho más emocional que racional, por lo que el tratamiento melodramático dado en la prensa a la guerra es, pudiéramos decir, justificado y no puede despreciarse para un análi-sis integral del fenómeno. Así, por un lado tenemos que toda guerra es un suceso dramático en sí mismo; por otro, la cercanía sentimental de los receptores con esa guerra en la que se jugaban sus propios intereses; por otro, la explotación sensacionalista de ese fenómeno por una prensa que empezaba a luchar por el consumo masivo y por otro, la yuxtaposición de su narración a la de folletines de ficción, que solían aparecer en la misma página. Cuatro factores ab-solutamente considerables que nos permiten valorar la forma en que la guerra era narrada, como parte de la guerra misma. La clave para entender este fenómeno es como el acontecimiento se transforma en suceso, como se llena de sensacionalidad y espectacularidad. La realidad propone [...] pero el imaginario dispone. [...] Toda la información es actualizada, es decir dramatizada sobre el modo espectacular. El suceso no es pues una categoría entre otras sino la categoría cardinal de nuestro pensamiento mágico, de nuestra mitología.[...] La forma en que el acontecimiento es produci-do por la noticia y consumido por los lectores es el suceso. La relación entre la realidad real –el acontecimiento- y la realidad representada -el suceso-, que no parece esencial con los pactos de lectura establecidos por los géneros de ficción, se vuelve un problema fundamental en el caso de la noticia, cuando se aspira a una correspondencia biunívoca entre ambos. No es objetivo de este trabajo dilucidar la “veracidad” u “objetividad” del tratamiento dado a la guerra de Cuba en la prensa de Canarias, partiendo de que, como es obvio, era completamente parcializado a favor de los intereses españoles. Trabajaremos con la forma en que se presenta el discurso en sí mismo, con la coexistencia de la noticia y el folletín en un mismo espacio emocional y de consumo. La prensa demuestra cada día que el sentido no existe sin la forma y que toda forma es una imposición de sentido. [...] Los ‘hechos’ son lo que dice el discurso de prensa, pero lo que en él habla es distinto, ya que en últimas ‘la escritura de prensa es el trabajo que consiste en hacer concordar la noticia con el mito’. Y no sólo concordar, ya que lo que el ‘público’ consume es esa amalgama, o mejor esa equivalencia entre la historia y el suceso, entre el acontecimiento y el espectácu-lo, entre la información y la propaganda... 835 El folletín era segmentado según criterios de espacio. En el caso de la guerra la segmentación correspondía a la propia descripción de los hechos cotidianos que pertene-cían a otro acontecimiento mayor: el desenlace de la propia guerra. La forma en que se publicaban los telegramas contribuían a esa segmentación, que podía llegar a ser ansiosa. Los telegramas no eran redactados y reelaborados por el periódico, sino que eran publica-dos tal como iban llegando, con la fecha y la hora, describiendo los sucesos según se iba conociendo la noticia, tal como sucede con esta descripción de la toma de Las Tunas por las tropas de Calixto García, acontecida en septiembre de 1897 cuando ya se creía aniqui-lada la insurrección, una de las pocas noticias desfavorables para España que se narró en la prensa canaria: Madrid 9 – 10 n. Circulan con insistencia siniestros rumores que hacen referencia a un reciente fracaso sufrido por las tropas españolas en la campaña de Cuba y que según se asegura ha producido lamentables consecuencias. No comunico nada en ese sentido por creer que se trata de alguna invención, desprovista de todo fundamento. Madrid 9 – 10’40 n. En vista de que el rumor a que anteriormente me refiero, toma más incremento cada vez, me decido a comunicarlo. Asegúrase que se ha recibido un telegrama de la isla de Cuba y en el cual se da cuenta del descalabro sufrido por una de nuestras columnas de operaciones. Esta columna compuesta de dos compañías que prestaban servicio de guarnición en la plaza de Victoria de Las Tunas, hubo de rendirse a los rebeldes que sorprendieron el pueblo por varios lados cuando la guarnición ya se encontraba en una situación muy críti-ca. La noticia de la rendición la remite desde Holguín el general Luque, manifestan-do al mismo tiempo que ha dispuesto la formación del correspondiente sumario. Madrid 9 – 11 n. Confirmada oficialmente la anterior noticia comunico nuevos detalles. Las fuerzas rebeldes que formaban un número respetable entraron en Victoria de Las Tunas, mandándolas el cabecilla Calixto García, capitulando la plaza ante las numero-sas columnas enemigas. Siéndole ya imposible sostenerse, se rindió la guarnición después de defenderse con bizarría. 836 Madrid 9 – 11’15 n. La guarnición de la plaza según se cree estaba formada por 200 soldados casi todos pertenecientes a la Infantería. Asegúrase que la plaza se hallaba sitiada por los rebeldes desde hacía 15 días y que durante ese espacio de tiempo se defendió con valor la guarnición, esperando socorro, pues las fuerzas enemigas eran respetables, pero como no recibiera auxilio de ningún género a causa, se cree, del mal estado del servicio de las comunicaciones, se vio en la precisión de rendirse ante los rebeldes. Madrid 9-11´30 n. Las fuerzas insurrectas que atacaron la plaza no las mandaba solamente el cabe-cilla Calixto García, sino que divididas en varias columnas, eran dirigidas por aquel y además por los cabecillas Rabí, Capote y Torres. Después de haberse efectuado la rendición penetraron éstas en la plaza haciendo entrega de 87 prisioneros, entre ellos el comandante militar. Como vemos, el discurso debía ser articulado y concatenado por el lector, en este caso a través de segmentos publicados el mismo día en la misma sección, pero en otros, publicados en días diferentes que requerían de un seguimiento. Además, mientras en la página 2 del diario se publicaban los telegramas del día anterior, en la página 3 la sección “La insurrección de Cuba” publicaba ya una narración más detallada y organizada, a través de partes oficiales y de crónicas de corresponsales, pero que llegaban con ¡más de 20 días de retraso!. Es decir, que mientras en la página 2 se leían las noticias de ayer, en la página 3 se leían otras noticias menores, detalles y descrip-ciones de lo acontecido el mes anterior, llegadas no a través del telégrafo, sino de los largos viajes en correos marítimos, por lo que la fragmentación del discurso era tal que había que armarlo como un rompecabezas. Junto a las noticias de la guerra y el folletín, aparecían narrados otros sucesos que al leerlos no sabríamos distinguir si son de una novela o de la vida real. El suceso parece más real que la realidad misma. En la página 3 de El Liberal.., junto a la sección de la Guerra de Cuba, y encima del folletín aparece el 7 de febrero de 1898 una noticia como ésta: En un pueblecito del Mediodía de Francia fueron hallados en una casa los cadá-veres de dos esposos. [...] Del reconocimiento de los cadáveres, concluyeron afir-mando los facultativos que la esposa había muerto de un ataque agudísimo de angina de pecho... y que el hombre se había suicidado clavándose un puñal en el corazón. Al saber lo ocurrido la única persona que conocía a los forasteros excla-mó: -Era de esperar, desde muy jóvenes habían vivido juntos... y yo creo firme-mente que el marido se suicidó en el instante mismo de espirar su esposa. 837 Un tono similar al que encontramos en las propias noticias de la guerra de Cuba: Estremecen los detalles de los actos de ferocidad cometidos por los insurrectos con la población civil de Las Tunas, actos de que dan cuenta los periódicos norte-americanos, no obstante su simpatía con los rebeldes. [...] Las mutilaciones que sufrieron los 98 voluntarios fueron terribles. Pedro Suárez vio machetear a sus tres hijos antes de morir. [...] A la señora de Fernández y sus dos hijos se les cortó la cabeza. [...] A la viuda del doctor Trista se le condenó al martirio del fuego lento, hasta que declaró el sitio en que tenía escondido el dinero. Al sacristán Camilo se le colgó de un brazo, dejándolo en esa posición hasta después de muer-to. Es imposible relatar los brutales atropellos cometidos con las mujeres y los niños. Lo que hoy llamaríamos “noticias de sucesos” aparece en el mismo espacio de las noticias de la guerra y del folletín como para hacernos aún más cruzado ese espacio en el que no se sabe dónde empieza y dónde termina “lo real”. Hay un factor también a tener en cuenta en las noticias de la guerra: el rumor como fuente. En esa época, y mucho más en medio de una guerra, la mayoría de las noticias se daban en un primer momento a partir de rumores y como tal se explicaba, por lo que la ilusión de mito se veía amplificada por esa dudosa confiabilidad, era un cuento, el cuento que se hacía, no sólo desde una óptica y desde unos intereses, sino desde los límites de un conocimiento, de una tecnología y de unos medios, y esa es también la guerra que hoy conocemos. Sin embargo, tal fragmentación siempre da algunas claves para facilitar el segui-miento y completar el juego. La seriación es posible porque existe una unidad, una unidad que los lectores construyen a través de unos mecanismos de lectura que se fabrican en complicidad entre los emisores y los receptores. Los títulos y los titulares ayudan a clasificar, ordenar y unificar los relatos. En el caso del folletín rosa, los capítulos, y muchas veces los subcapítulos, son verdaderas unidades de lectura cuyos títulos articulan el sentido global del relato. Los placeres del amor no duran más que un momento: los pesares del amor duran toda la vida, es el título que encabeza el capítulo XVII de La hermana Ana. Los títulos sirven de certera introduc-ción en cada una de las partes del relato “abierto”, puesto que, y como ya se ha explicado, ... la otra cara de la organización por episodios es el suspense, logrado en base a que cada episodio contenga suficiente información para constituir una unidad capaz de satisfacer mínimamente el interés y la curiosidad del lector, pero de modo que la cantidad de información suministrada abra a su vez tal cantidad de interrogantes que dispare el deseo exigiendo leer el siguiente. En lo referente a las noticias de la Guerra, existe título para una sección fija La insurrección de Cuba y otros titulares de contenido igualmente explícito, que ayudan a reconocer y a destacar las noticias. Sin embargo, esto no puede generalizarse, pues aún no existían en la prensa canaria los titulares destacados que conocemos hoy, ni el orden de prioridad de las noticias. 838 Otro elemento para la seducción del lector es la ubicación de los textos en un determinado espacio de la página. Es posible esta identificación visual y por igual en el caso del folletín y de las noticias de la guerra. Como hemos visto ocupan un espacio fijo en la página hacia el que es posible dirigirse cada día en su búsqueda. La clave de la ubica-ción en la página permite el seguimiento de la serie, la conexión entre sus fragmentos. Otra de las claves para entender el funcionamiento melodramático de los textos es el reconocimiento, que se revela no sólo como problema narrativo –identificación de los personajes- sino como problema de comunicación, de identificación del lector con esos mismos personajes. Como en los cuentos, el desarrollo del relato acompaña básica-mente el recorrido de aventuras del héroe, pero como en la novela, la acción se dispersa, complejiza y enreda en la malla de las relaciones que sostienen y atraviesan la acción. En las novelas románticas, la parodia del héroe, el amante, se esfuerza por obte-ner los favores amorosos de la protagonista, se sacrifica por ese amor o simplemente sortea con éxito los enredos entre dos mujeres: Habían transcurrido cuatro meses desde que Adhemar dividía sus atenciones en-tre Emelina y Matilde[...] esta pasión por partida doble ocupaba todo su tiempo, y le dejaba poco espacio para hacer prudentes reflexiones, y añadiremos, a riesgo de no ser creídos, que aquellos dos amores se sostenían mutuamente. Estos héroes individuales, inspirados por las pasiones, responden a acciones mar-cadas con golpes teatrales, efectos dramáticos que son expresión de una exigencia moral. Estética en continuidad directa con la ética, que es un rasgo crucial de la estética popular. Y punto a partir del cual el reconocimiento entre relato y vida se dispara conectando al lector con la trama hasta alimentarla con su propia vida. Según Patrice Pavis, la estructura narrativa del melodrama es inmutable: amor, desgracia causada por el traidor, triunfo de la virtud, castigo y recompensa. Todos estos elementos se encuentran igualmente en el relato de la Guerra de Cuba. Uno de los preceptos de la tragedia imponía que el autor eligiera sus héroes entre los individuos de alto rango, nobles y altos dignatarios. Al hacer esto, se confun-dían dos cosas: 1) satisfacer al público noble al ofrecerle un autorretrato adulador (motivación política) y 2) presentar personajes que ya tienen, en la vida real, un papel capital en el desarrollo histórico y merecen el nombre de héroes. Esta se-gunda exigencia (la de un héroe histórico) es sin duda legítima para una dramaturgia que debe trabajar a partir de un material ya “dramatizado”, es decir, utilizando individuos de una importancia histórica mundial que concentran en sí un campo de fuerzas y de conflictos sociales. Estos héroes de la vida real y sus conflictos demandan expresarse en una forma que es dramática por naturaleza. La prensa que empezaba a ser sensacionalista encontró en la guerra de Cuba un caldo de cultivo óptimo, se daban los detalles más nimios de combates y encuentros, en los que se exaltaba con un romanticismo tardío los valores de los “héroes” del ejército español. 839 Como en las antiguas tragedias épicas, los personajes sacados de la vida real toman dimensiones de héroes, por lo que la guerra da un pretexto especial para la sublimación de las acciones y de las virtudes de sus protagonistas. En este caso, hay un héroe colectivo que es el pueblo español, constantemente aclamado y llamado por la pren-sa a demostrar su valentía y heroísmo. Cesaron los optimismos y pesimismos sobre la cuestión yankee; ya no hay duda, se rompieron las hostilidades y por mar y por tierra combatiremos por la honra nacional y por la integridad de la patria. Los malvados que en las Cámaras ame-ricanas y en los Consulados representantes en nuestra nación de la Gran Repúbli-ca han traicionado las leyes del honor y la hidalguía son los causantes de los desastres que se avecinan, pero como las acciones rastreras no pueden tener el galardón de la victoria, ellos serán vencidos y España una vez más demostrará al mundo que la que supo descubrir el continente americano y vencer al gran Capi-tán del siglo, sabrá también castigar como se merecen a esos mercaderes ruines que pretenden fundar su derecho sobre infames calumnias. En los actuales momentos, pues, todos los españoles tenemos el ineludible deber de ofrecer nuestras vidas y haciendas al Gobierno para que la Nación disponga de ellas; el de prescindir en absoluto de las rencillas políticas deponiendo hasta la bandera de partido ante el altar de la Patria, y el de recordar los hechos heroicos que han engrandecido a España, secularizando sus tradiciones. España se opone a dos enemigos: los cubanos independentistas y el gobierno norteamericano. En un inicio la oposición fundamental se da entre españoles e independentistas, y después de la campaña de Valeriano Weyler que redujo considerable-mente la fuerza de la insurrección cubana, la atención se desvió hacia los Estados Unidos, que llegaron a ocupar todo el protagonismo durante el año 98. En los tres casos son un héroe y dos antihéroes colectivos, encarnados en la esencia de la nación. Los valores de España son contrapuestos a los valores de los cubanos en términos de conflicto civiliza-ción - barbarie y a los Estados Unidos en términos de conflicto aristocracia - burguesía. España representaba ante los cubanos, la madre patria que había llevado cultura, lengua y religión: el Orden, frente al Caos representado por los cubanos nativos, incultos, bárbaros, violentos, malagradecidos y desalmados. Frente a los Estados Unidos, España representa-ba lo verdadero, lo antiguo, la solera, lo aristocrático, la tradición, el honor, el peso de la historia, frente a unos recién llegados mercaderes, que solo le dan valor al dinero, sin historia ni tradición, sin escrúpulos y sin respeto por sus antepasados. En el caso del héroe colectivo español, se distinguen también héroes individua-les, pero son heroificados o no de acuerdo con su orientación política. Para los liberales, el héroe fue el Capitán General Arsenio Martínez Campos, y para los conservadores, su sustituto el General Valeriano Weyler. No hay quizás un héroe verdadero para España en esta guerra, sobre todo, porque al final resultaron ser los perdedores. El valor del héroe colectivo opaca las personalidades individuales. Valdría la pena sin embargo detenerse en la figura de una antihéroe que protago-niza las noticias de la guerra durante los años 1895 y 1896, el General del Ejército 840 Independentista de Cuba Antonio Maceo y Grajales. Después de la muerte temprana del organizador del alzamiento, José Martí, la figura de Maceo se convierte en la más nombra-da en todos los telegramas, partes, editoriales, crónicas y comentarios que se publican en la prensa canaria. Tanto por la importancia que realmente tiene en las acciones de la gue-rra, como para demostrar su inferioridad moral y espiritual, que no guerrera. Su figura se convierte en el símbolo de esa barbarie contra la que había que luchar en Cuba. Ir como soldado a Cuba era ir a pelear “contra Maceo”, y su muerte significaba el fin de la insu-rrección. La insurrección se personificaba en este mulato, al que por demás se le atribuían las cualidades y epítetos más nefastos. En la mitificación de este conflicto, siempre maniqueísta entre el bien y el mal, cuya descripción es la de una guerra romántica donde se enfrentaba el valor y el honor de los soldados españoles contra lo sanguinario y lo despiadado de los rebeldes cubanos, la figura de Maceo se refleja como el “monstruo” necesario, contrapartida y justificación del “orden” impuesto por España. Una visión clásica, una reproducción de los mitos griegos del héroe enfrentado al monstruo cuya deformación física representaba sus cualidades psicológicas. Así la figura de Maceo no se exalta por su valentía y arrojo reales como cualidades positivas, sino por su criminalidad y su temeridad. Vencer a Maceo era, de cierto modo, la gloria máxima para el militar español y para España. Para los cubanos, Maceo es el Titán de bronce. Para los españoles, vencerlo en el campo de batalla, es la victoria de Teseo sobre el Minotauro... Dar la noticia de las tropas de Maceo vencidas, dispersadas o perseguidas, signi-ficaba gloria para el general cuyo nombre se asociaba a ellas, y optimismo para toda Espa-ña. Más de 20 veces en dos años se dio como cierta la noticia de su muerte, que tenía que ser desmentida después. Maceo era negro, y como tal, encarnaba físicamente todos los prejuicios que predominaban sobre esa raza. Se aprovechó su color para hacer creer que la guerra de Cuba era una guerra de razas con la finalidad de establecer una república negra. Se le describía como un monstruo despiadado, destructor, asesino, bruto, y hasta caníbal. La mitificación del personaje es tal, que a su muerte, se creía cercana el fin de la guerra. La muerte del héroe negativo como fin del relato. Vencido el mal, se desató un optimismo eufórico que hacía creer la victoria ya cercana. Páginas completas de El Liberal de Tenerife describían con minuciosidad hasta la ropa que llevaba al morir, sus pertenencias y los hechos de la batalla de San Pedro del 7 de diciembre de 1896. Llegamos sin tropiezo alguno a Punta Brava. El comandante Cirujeda me salió al encuentro. Me enseñó nuevos objetos de los recojidos (sic) en los cadáveres de Maceo y de su secretario Gómez. Entre ellos estaba el famoso cuchillo del mula-to. Magnífica arma. Tiene el mango negro con incrustaciones de nácar. La hoja es de tres dedos de ancho y tiene grabada la figura de un indio. 841 También tiene las iniciales A. M. algo borrosas. La marca es Reference. El cuchillo ha sido llevado a La Habana para que lo reconozcan. También tenía Cirujeda anteojos de campaña de Maceo. Son de la marca Moreau teigne 50 Foubory du temple número 1.194. Tenía, asimismo, dos telémetros, uno para infantería y otro para caballería. Tiene pintados dos soldados franceses. El ángulo de duplicación del uno abarca ocho-cientos metros, y el otro hasta mil cuatrocientos. Tienen una pequeña estrella solitaria. También conserva el reloj de oro, que es de gran tamaño. Lo envuelve una funda, en la que se ven las iniciales M.G. Se supone que este reloj es regalo de Máximo Gómez. El impermeable de Maceo, también recogido, estaba manchado de barro. No tie-ne marca. Es negro, grande y tiene una pequeña cadena para colgarlo. También recogieron unas polainas negras, grandes y casi nuevas. Son de búfalo y de una forma especial muy rara. Todos esos objetos fueron cogidos en el cadáver de Maceo. Los guarda cuidado-samente el práctico Juan Santana. Tiene éste también el sombrero que llevaba el hijo de Máximo Gómez. Todos estos objetos, y especialmente el cuchillo, los recuerdan perfectamente cuantas personas conocían a Maceo. Éste los usaba muy frecuentemente. Mu-chos vecinos de La Habana reconocerán el cuchillo, como también los anteojos y el reloj. Las heridas de Maceo.- 43 cicatrices. El práctico Santana me asegura que al registrar a Maceo le vio muchas cicatrices. Las tiene en todo el cuerpo. Fijóse el práctico con especialidad en una del vientre y en otra de la nalga izquierda. Varias personas que le han visto desnudo, dicen que tenía Maceo cuarenta y tres cicatrices. Las heridas que produjeron la muerte. El práctico se fijó en la antigua cicatriz del vientre, porque una de las heridas de que ha muerto Maceo estaba también en el vientre. Me ha dicho el práctico Santana, que el cabecilla tenía otra herida muy grande en una quijada. 842 Estos detalles están perfectamente de acuerdo con la declaración del médico de Maceo. El regodeo en todos los detalles de la muerte nos puede recordar cualquier acon-tecimiento contemporáneo narrado por la prensa rosa. El jueves 13 de enero de 1898, encima del capítulo correspondiente de la novela Lances de amor y fortuna siguen apare-ciendo más detalles bajo el titular “Como fue la muerte de Maceo. Relato de un testigo”. ...Aún continuaba yo avanzando hacia el enemigo cuando oí al brigadier Miró que me decía: ¡Nodarse, venga a ver esta desgracia! Retrocedo, y al encontrarme con el general en el suelo, envuelto en sangre, bajé a verlo mientras me gritaba el doctor Zerlucha: ¡Ay, Nodarse, se acabó la guerra! Vea ese cuadro. ¡Muerto!... La mitificación negativa de la figura de Maceo y la narración episódica de su “muerte anunciada” es uno de los elementos más contundentes para comprender la carac-terización melodramática que recibió la guerra de Cuba. Otro elemento en común entre el folletín y la guerra es la ubicación de los hechos en locaciones exóticas. Los hechos en el folletín ocurren en castillos medievales, tierras desconocidas o mares lejanos, locaciones que aumentan el suspense, la incertidumbre y el peligro al que han de enfrentarse los protagonistas. La novela “Santiago Tempestad” pu-blicada en El Liberal... ubica los hechos en los mares del norte: El mar inglés es uno de los mares más siniestros. Cualquiera diría que el océano quiere vengarse de los hombres que le han vencido y esclavizado [...] el océano británico está siempre en la oscuridad de las nieblas que se ciernen sobre él. Sus cóleras, sus tristes; sus tempestades terribles, y la voz de sus aguas no es la misma bajo aquel cielo inclemente que bajo los rayos del sol que las iluminan en otros países. Es un espacio animado por sentimientos románticos que van condicionando la esencia del suceso, el paisaje influencia al hombre y el hombre al paisaje, el héroe se somete a duras pruebas y logra vencerlas. En la guerra de Cuba se habla constantemente de las duras condiciones de vida que la manigua cubana imponía a los soldados españoles, de la inclemencia del clima y las lluvias, de las enfermedades tropicales. Los soldados peninsulares eran enviados primero a Canarias para irse aclimatando, y con todo eso fueron más los muertos por enfermedades tropicales y por inadaptación que por la propia guerra. El escenario exótico se convierte pues en un enemigo más al que deben enfrentarse los héroes españoles, en un aliado de los insurrectos, que llamaban a los meses de lluvia los “Generales Agosto y Septiembre”. Como hemos visto, el análisis de la prensa finisecular nos permite añadir otras aristas al estudio de la Guerra de Cuba, aristas que nos revelan una esencia del fenómeno más allá de lo regional y que inserta la situación de Canarias en el 98 en un contexto y una dinámica de alcance universal: la del nacimiento de una nueva sensibilidad cultural que también estuvo marcada por aquella guerra y por aquellos héroes. 843 La aproximación a este fenómeno desde la comprensión de la cultura masiva, propiciada por los ritmos, frecuencias y confluencias de los diferentes textos, su sensorialidad, su carácter lúdico y emotivo, permiten ganar una dimensión del fenómeno también importante para entender el enorme impacto de aquellos hechos. La historia de la guerra de Cuba tiene muchas razones para haber marcado por siempre la memoria colectiva española. Quizás una de ellas y no desdeñable, es esa capa-cidad de seducción histórica que implicó a toda la nación, que la envolvió entre la raciona-lidad y la magia, y que la convirtió para siempre en su propia gran novela. La causa principal de nuestra guerra con España fue la demanda del público, una demanda mucho más poderosa que la resistencia de los líderes económicos y financieros de la nación o del presidente McKinley. De la creación de este estado mental público, la prensa fue en gran parte responsable. Joseph E., Wisan, The Cuban crisis reflected in the Nueva York Press, Nueva York, Octagon Books, 1977, p. 5 (1ra ed., Columbia University Press, 1934). Traducción propia. BIBLIOGRAFÍA Véase Amparo Moreno, “El surgimiento de la prensa de masas”, en El periodismo escrito, Barcelona, Editorial Mitre, 1986. Celso, Almuiña, “La prensa periódica”, en Historia General de España y América, tomo XVI – 1, Madrid, Rialp, 1982, p. 135. J. L. Gómez Mompart y Enric Marín Otto, “Elements per a una caraterització de l’inici de la premsa diària de masses”, en: La prensa en los siglos XIX y XX. Metodología, ideología e información. Aspectos econó-micos y tecnológicos, Bilbao, Universidad del País Vasco, 1986, pp. 83-97. María Cruz Seoane y María Dolores Sáiz, Historia del periodismo en España. El siglo XX: 1898-1936, Madrid, Alianza Universidad Textos, 1996, p.23. Oswaldo, Oswaldo, La encrucijada internacional: Historia contemporánea, 1876-1931, Tenerife, Centro de la Cultura Popular Canaria, 1989. Ricardo, Acirón Royo, Prensa y enseñanza en Canarias, Santa Cruz de Tenerife / Universidad Complutense de Madrid, 1987, p. 189. Julio, Yanes Mesa, “La prensa de Leoncio Rodríguez o la vanguardia del periodismo canario-occidental en los años de entreguerras”, en Historia de la Comunicación Social, nro. 2, Madrid, Servicio de Publicacio-nes Universidad Complutense, 1997, p. 238. En la presentación de la novela se especifíca que se trata de una novela escrita en francés. Véase Emilio Richenbourg ,“El calvario de un artista”, El Liberal de Tenerife, jueves 3 de enero de 1895, nº. 1026, p. 4. Esta argumentación aparece desarrollada en diversos análisis de Jesús Martín-Barbero. Al respecto, véanse De los medios a las mediaciones, (Comunicación, cultura y hegemonía). México, Gili, 1987 y Procesos de comunicación, (Itinerario para salir de la razón dualista), México, Gili, 1987, entre otros. Jacques, Kayser, El diario francés, Barcelona, A.T.E., 3ra. edición, 1982, p. 48. Jesús, Martín-Barbero, “De las masas a la masa”, en De los medios a las Mediaciones, op.cit., p. 136. 844 Ídem, p. 139. Jesús, Martín-Barbero, “Memoria narrativa e industria cultural”, Comunicación y Cultura, nº 10, México, 1983, p. 73. Folletín rosa, por Paul de Kock. El Liberal de Tenerife, miércoles 5 de enero de 1898, nº 1908, p. 3. Cfr. Jesús Martín-Barbero, “De las masas a la masa”, en De los medios a las mediaciones, p. 145. Según el ya clásico estudio de Julio Hernández, desde Canarias a Cuba habían emigrado, sólo en la segunda mitad del siglo XIX, entre 50.000 y 60.000 personas. Las relaciones Canarias-Cuba han sido estudiadas por varios autores en los últimos años; resultan de especial interés los análisis de los especia-listas Julio Hernández, Manuel de Paz, Jesús Guanche y Alberto Galván. Véase Martín-Barbero, “De la transparencia del lenguaje a la opacidad de los discursos”, en Procesos de comunicación y matrices de cultura, p. 60. Ídem, pp. 52-53. Varios telegramas publicados en El Liberal..., nº 1545, viernes 10 de septiembre de 1897. Esta noticia fue publicada bajo el titular “Fin de un matrimonio” en El Liberal..., lunes 7 de febrero de 1898, nº 1934, p. 3. “Las crueldades de los rebeldes cubanos”, El Liberal..., martes 2 de noviembre de 1897, nº 1856, p. 2. El Liberal de Tenerife, jueves 21 de octubre de 1897, nº 1847, p. 3. Cfr. Jesús Martín-Barbero, De los medios a las mediaciones, p. 146. Folletín rosa, por Paul de Kock. Véase el capítulo XI de Lances de amor y fortuna, titulado “La amiga de Matilde”. El Liberal de..., jueves 10 de febrero de 1898, nº 1937, p. 3. Patrice, Pavis, Diccionario del teatro. Dramaturgia, estética, semiología, Barcelona, Paidós Comunicación, 1983, p. 254 (1ra ed., Éditions Sociales, París, 1980). Editorial “La Guerra”, El Liberal de Tenerife, nº 1995, 25 de abril de 1998, p. 1. Ileana Medina Hernández, “El caudillo Maceo”, artículo en proceso de publicación. “Ellos creían que iban a luchar contra Maceo y contra el clima, y olvidaban otro enemigo más inmediato y no menos temible: el viaje por mar en las condiciones en que la tropa se embarca ahora”. Tomado de el Diario de La Laguna, nº 243, 4 de septiembre de 1895 (bajo el titular “Transporte de tropas a Cuba). Folletín rosa, por Pedro Eleazar. Santiago Tempestad, El Liberal..., viernes 28 de junio de 1895, nº 165, p.4.
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Título y subtítulo | La guerra de Cuba y el folletín rosa: seriación en la prensa tinerfeña de fines del XIX |
Autor principal | Medina Hernández, Mª Elena |
Publicación fuente | XIII Coloquio de historia canario - americano |
Numeración | Coloquio 13 |
Tipo de documento | Congreso y conferencia |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1998 |
Páginas | P. 0828-0844 |
Materias | Congresos ; Historia ; Canarias ; América |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 132798 Bytes |
Texto | 828 LA GUERRA DE CUBA Y EL FOLLETÍN ROSA: SE-RIACIÓN EN LA PRENSA TINERFEÑA DE FINES DEL XIX Mª Elena Medina Hernández La seducción es el destino Jean Baudrillard Desde el punto de vista de la comunicación de masas, lo más interesante que tiene el estudio de la guerra hispano-cubano-norteamericana, es que ésta se produjo justa-mente dentro del momento de inicio y desarrollo de la llamada prensa de masas. No por gusto las décadas finales del siglo XIX y las primeras del XX son hoy conocidas como la edad de oro de la prensa. Lo mismo en Cuba que en España y en los Estados Unidos, la Guerra se insertó como acontecimiento principal y pretexto para la naciente prensa masiva; la influencia tanto de la prensa en la guerra como de la guerra en la prensa fue decisiva en este sentido. The principal cause of our war with Spain was the public demand for it, a demand too powerful for effective resistance by the business and financial leaders of the nation or by President McKinley. For the creation of the public state of mind, the press was largely responsible. Resulta de extraordinaria contemporaneidad el hecho de que por primera vez en la historia se genere una opinión pública que es expresada, contenida y construida a la vez por la prensa y que decide en los acontecimientos históricos. Es un síntoma más de la generación de una nueva forma de sociedad y de cultura, de un nuevo modelo de interacción entre los receptores-pueblo-masa y los emisores-clase dominante-centros de poder. Lo que algunos historiadores llaman “la última fase de la conquista de la tierra”, es decir, el proceso de redistribución colonial que se da a fines del siglo pasado con el apogeo del capitalismo industrial, coincide justamente con el desarrollo de una nueva forma de cultura protagonizada por los procesos de comunicación masiva. Lo que algunos llaman Gran Prensa y que nosotros estimamos debía denominar-se mejor nacimiento de la prensa de masas, se produce de forma muy lenta a lo largo del último tercio del siglo XIX, pudiendo señalar como hito divisorio la crisis que también en el campo periodístico, provoca el 98. Es decir, que es necesario enfocar el estudio del 98, concediéndole el protagonismo que merecen a estos cambios estructurales que se estaban dando en el seno de la cultura y 55 829 la sociedad. La guerra imperialista entre España y Estados Unidos fue la manifestación bélica y económica de esa realidad, mientras que su reflejo en la prensa significó la otra cara de la moneda: el placer de la efervescencia masiva ante los hechos. Según los especialistas catalanes Gómez Mompart y Marín Otto, que han estu-diado exhaustivamente este proceso en España, las condiciones necesarias para la apari-ción de la cultura de masas son: -cierto grado de desarrollo y /o penetración del capital monopolista -notable concentración demográfica en las ciudades, predominio de la cultura urbana -desarrollo de los aparatos y de las formas propias del sistema político burgués (demo crático o dictatorial) -desarrollo de los transportes y de las vías de comunicación -aplicación de las nuevas energías: electricidad, motor de combustión, petróleo, gas... -renovación tecnológica en el terreno comunicativo: linotipo, telégrafo, teléfono, tele-tipo, fonógrafo, radio, cine Teniendo en cuenta estas transformaciones, podemos decir que la prensa de la década de los 90 tiene características que la diferencian del resto del siglo XIX y la pro-yectan sobre el siglo XX. La propia guerra de Cuba, el descubrimiento de la electricidad, la invención del telégrafo, hacen que cambios sociales y tecnológicos se adelanten a la entrada del nuevo siglo. Estas condiciones no aparecieron simultáneamente en todas las regiones, sino que se dieron primero en las capitales y grandes ciudades, como Nueva York, Madrid, Barcelona o París. Mientras la guerra de Pulitzer y Hearst por las audiencias estaban gene-rando un periodismo sensacionalista en el Nueva York contemporáneo, y en París, Lon-dres, Madrid o Barcelona, los periódicos alcanzaban grandes tiradas, con abundantes foto-grafías y grabados, la incorporación de las últimas tecnologías de impresión, y con difu-siones casi-nacionales, en las regiones provinciales no capitalinas, aún sobrevivía un pe-riodismo artesanal, tecnológicamente atrasado, formalmente elemental y políticamente caciquil. En el primer tercio del siglo XX la prensa española continúa el proceso, iniciado en el último cuarto del siglo XIX, de conversión desde el modelo de periódico de opinión, de predominio ideológico, dependiente de partidos, movimientos y per-sonalidades políticas, al de periódico de empresa, concebida como un negocio, sostenida por el lector y el anunciante y con una variedad temática de carácter enciclopédico que pretende satisfacer los más diversos intereses de los lectores. Unos lectores cada vez más numerosos, a medida que la sociedad española se transforma en una sociedad de masas, como consecuencia del proceso de indus-trialización, concentración urbana y alfabetización, tardío, lento, desigual, pero inequívoco. 830 La prensa canaria del período 1895-1898 era, dentro de ese proceso desigual, una prensa primaria, de pequeñas tiradas y periódicos efímeros que no podían sobrevivir mu-cho materialmente, de acuerdo con una sociedad periférica y poco desarrollada. El índice de analfabetismo en Canarias en 1910 (12 años más tarde) ascendía a un 74,3%. Era la provincia con mayor índice de analfabetismo de España. La mayor parte de la población habitaba en zonas rurales, con pésimas comunicaciones terrestres entre las ciudades y el resto de los territorios. La comunicación marítima entre las islas también era deficiente. Las noticias no circulaban con velocidad entre un sitio y otro y la prensa tam-poco podía ser distribuida en el ámbito regional. Prácticamente solo se leía en la ciudad donde se editaba. Y si a eso le sumamos el alto número de analfabetos funcionales y el escaso poder adquisitivo, podemos entender entonces las escasas posibilidades de super-vivencia de los periódicos. A estos factores económicos y sociales, debemos otros políticos, como el famoso “pleito insular” -en estos años candente alrededor de los defensores y los opositores de Fernando León y Castillo, “cacique” de Las Palmas y quizás la figura política canaria de todos los tiempos con más incidencia en la política nacional- comprendemos cómo es posible que llegaran a circular al menos 52 periódicos en tan corto período de tiempo. De un lado, la insularidad del territorio ayudará a la existencia de diarios y publi-caciones esencialmente locales, encerrados en sí mismos, atentos, exclusivamen-te, a un entorno y a unos acontecimientos muy inmediatos. Como si de la isla, y hasta de una sola ciudad afuera, no hubiese más mundo posible, ni más noticia merecedora de reclamar interés alguno. Es decir, que al tener en cuenta los rasgos generales de lo que hoy se llama comu-nicación de masas, podemos afirmar que en aquellas Canarias de 1898 ésta era muy inci-piente todavía. El telégrafo había llegado a las islas desde 1883, la electricidad se empezó a instalar en Santa Cruz de Tenerife en 1897, pero la prensa no era aún concebida como empresa comercial, sino como prensa de opinión al servicio de los partidos políticos. Por entonces, el periodismo tinerfeño, y canario en general, deambulaba por eta-pas típicamente ideológicas. Los arcaísmos de la formación social isleña, paten-tes en rémoras como el secular rezago económico, la inarticulación comunicativa, el opresivo cacicato y el alarmante analfabetismo de la región, impedían a los periódicos agenciarse una vida autónoma por el raquítico y maniatado mercado de los lectores que encontraban en su entorno, más aún cuando los ingresos por publicidad eran marginales por el estadio embrionario del sector [...] En definiti-va, en las Canarias de los umbrales del siglo XX, los únicos periódicos que po-dían sobrevivir con cierta holgura eran los políticos. El salto cualitativo necesario para poder hablar de un nuevo concepto de perio-dismo, no ha tenido lugar en Canarias aún en 1898. Sin embargo, es muy interesante encontrar en esos periódicos los primeros elementos de seducción para un público reduci-do pero que debía ser fiel y que ya recibía las influencias de las “modas” de Madrid y París. El eco de lo que ocurría en las grandes ciudades era muy importante para la aristo- 831 cracia provinciana que era precisamente la mayor consumidora de prensa y que deseaba estar al día y parecerse a sus similares capitalinos. Todo el mundo dice: París es la capital del mundo civilizado. Y es verdad. París discute, aprueba y sanciona las leyes de la moda, y Europa entera las acata y las cumple. Dentro de la misma Francia no hay aldea donde no se reflejen las cos-tumbres de la gran ciudad, vistiéndose, peinándose y hablando hombres y muje-res como los parisienses. En efecto, la reproducción de artículos de la prensa madrileña y parisina era muy frecuente en los periódicos canarios. Muchos de ellos tenían un corresponsal permanente en París y recibían cada día información de las agencias en Madrid. La rapidez, la veracidad, la concisión eran cualidades periodísticas que comenza-ban a explotarse como valor noticioso a partir del desarrollo del telégrafo y de las agencias de noticias. Para ejemplificar la presencia de estos cambios, escogeremos, de entre los mu-chos periódicos que circulaban en Canarias en esa época, uno de los de mayor duración y tirada, El Liberal de Tenerife, órgano oficial del Partido Liberal en la isla y que vivió desde 1881 hasta 1898. El Liberal de Tenerife fue uno de los muchos periódicos surgidos después de la Restauración, como órgano de expresión de uno de los dos grandes partidos que se turna-ban en el poder. Inspirado en un diario de gran importancia nacional, El Liberal de Ma-drid, contaba con servicios propios de una agencia de información (Mencheta) y junto con La Opinión, órgano del Partido Conservador, y el Diario de Tenerife de corte republicano, es considerado uno de los primeros grandes periódicos canarios. Diario de cuatro páginas, lo máximo que tenía un periódico canario de la época, tuvo su sede social en la calle Santa Rosalía, 7, en Santa Cruz de Tenerife. Revisando los ejemplares de El Liberal... desde enero de 1895 (el 24 de febrero de ese año comenzó la guerra de independencia cubana) hasta su último número en junio de 1898, encontramos dos fenómenos que pueden inscribirse dentro de lo que en el futuro sería el consumo masivo: por un lado, el folletín rosa, las novelas por entregas surgidas en la prensa francesa y que cautivaron al público durante todo el siglo XIX, de las cuales se publicaban unas cuatro por año, casi todas de autores franceses; y por otro lado, las agen-cias de noticias cuyo trabajo estuvo protagonizado durante varios años por la Guerra de Independencia de Cuba, que dado el interés y la cantidad de información que generaba dio también lugar a una sección fija: “La insurrección de Cuba”. Ambos elementos aparentemente inconexos, el folletín rosa y la guerra de Cuba, coinciden en la prensa tinerfeña de la última década del siglo, ocupando espacios protagónicos y yuxtapuestos, como resortes de activación de un incipiente consumo masi-vo, que seguía las series por partes de las novelas rosas y de la guerra de Cuba con intere-ses probablemente distintos, pero con la misma fruición. El estudio comparado de estos 832 dos fenómenos es esencial para comprender la constitución de lo masivo en el ámbito local y para caracterizar la vida tinerfeña de aquel controvertido 98. Según los extensos estudios del profesor Jesús Martín Barbero, los mecanismos de constitución de lo masivo hay que buscarlos en la historia mucho antes de la aparición de las actuales medios de masas. En la misma historia de lo popular. Así lo que en un inicio fue el teatro, el circo, la tradición oral, después de la difusión de la imprenta se llevó al papel y se convirtió en literatura de cordel y en novelas por entregas. Pronto, a principios del XIX, los creativos de los periódicos se dieron cuenta que insertar capítulos de las novelas en los números consecutivos de los diarios, era una buena forma de atrapar al lector y hacerlo comprar al día siguiente. Los primeros seriales o folletines aparecidos en los diarios franceses a partir de 1835, conocieron un éxito prodigioso. Al cabo de algunos años, todos los diarios publicaban uno, y a veces dos, simultáneamente, dirigidos a lectores diferentes. [...] Contribuyeron a fin del siglo pasado y a principios del actual al éxito de muchos diarios. Era invención “vieja”, pero imprescindible, aún cuando la publicidad empezaba a convertirse en la principal fuente de ingresos, el folletín y una información diversa se convertían en la principal fuente de reclamo del periódico en los primeros años de su publicación. El folletín, es el primer tipo de texto escrito en el formato popular de masa. Como bien señala Martín Barbero, este conforma ... un espacio privilegiado para estudiar la emergencia no sólo de un medio de comunicación dirigido a las masas, sino de un nuevo modo de comunicación entre clases. [...] Plantearse el folletín como hecho cultural significa de entrada romper con el mito de la escritura para abrir la historia a la pluralidad y heteroge-neidad de las experiencias literarias. Siguiendo a Barbero, el folletín rescata para la escritura una oralidad, un modo de narrar que inaugura una nueva estrategia de seducción para las relaciones escritor-autor-lector. Ese contar a definido por Barbero como funcionalidad del lenguaje en el folletín, se traduce en la narración de un relato interminable, cargado de suspense, donde lo que cuenta no es el autor sino la forma en que se cuenta lo que se cuenta. ...De ahí que lo relevante no sea que Balzac o Dickens escribieran ‘también’ folletines [...] sino la aparición de un nuevo tipo de escritura a medio camino entre la información y la ficción, rearticulador de ambas... Nace un producto distinto de la tradicional literatura de autor, con sus ediciones caras y limitadas al acceso de unos pocos ilustrados, y distinto también de la inmensa tradición oral de los pueblos analfabetos. Como bien ha explicado Barbero, a partir de lo 833 popular, se articula un nuevo tipo de lectura para los crecientes grados de alfabetización, que retoma matrices culturales muy antiguas y las pone al servicio de un consumo masivo. El folletín nace a caballo entre el periodismo -que impone un modo industrial a la producción literaria, una relación asalariada al escritor y unos circuitos comer-ciales de distribución y venta de la mercancía cultura- y la literatura, que inaugu-ra con el folletín una nueva relación del lector con los textos, lo que significa no sólo un nuevo público lector sino una nueva forma de lectura que ya no es la popular tradicional, pero que tampoco es la culta, y unos nuevos dispositivos de narración: los episodios y las series. Una de las principales características de esos nuevos productos culturales es la seriación. La segmentación del discurso para provocar expectación es una estrategia muy antigua, como en aquellas lejanas historias orientales que durante mil y una noches salva-ron a las doncellas de ser sacrificadas... Muchas teorías han estudiado este fenómeno desde el punto de vista del placer y las satisfacciones. La intriga, el suspense, ha sido la base de la segmentación de los pro-ductos, que a partir del imperio del consumo pero no solo desde él, hace que se espere al día siguiente para saber qué va a ocurrir. La fragmentación del discurso no puede verse como una escaramuza formal para engullir los contenidos, sino como parte misma de la esencia de esos productos en una dialéctica inevitable entre contenido y forma que se determinan mutuamente. Los múltiples cortes que se producen en la edición de La hermana Ana, folletín rosa publicado en El Liberal... en agosto de 1897, no privan al público de disfrutar la lacrimógena secuencia final aparecida cinco meses después: -¡Por qué llorarme! Dice la hermana Ana haciendo el último esfuerzo; yo no podría ser feliz... pero muero más tranquila... Conserve vd. a mi hijo... señora... está tan bien en sus brazos de vd.... vd. Será su madre...Adiós, Federico... y vd. su padre... ¡perdóneme vd. el que lo haya querido tanto...! La hermana Ana diri-gió su mirada a Constanza, que apretaba a Federiquito en sus brazos, y cerró los ojos sonriendo a su hijo. La fragmentación, la secuencialidad y la consiguiente seriación en el relato, son las claves del éxito: el sentido global de la narración no se ha perdido pues la lectura ha sido dividida en múltiples episodios concatenados entre sí por elementos de suspense, y en cuyo desarrollo, el lector ha tenido tiempo de familiarizarse con los diversos avatares y situaciones en las que se ven involucrados los diferentes personajes que componen el relato. Las “entregas” sucesivas facilitan su seguimiento y hasta la re-edición posterior a modo de coleccionables. Y es que “... buena parte del éxito ‘masivo’ del folletín residió [...] en una fragmentación del texto escrito que asumía los cortes que ‘produce’ una lectura no especializada como es la popular”. Desde luego, la historia de una guerra, narrada día a día por lo periódicos, tiene mucha semejanza con un folletín por entregas. Diariamente se relatan hechos que son parte de una acción mayor, inconclusa, el relato se convierte en una serie. 834 La Guerra de Cuba fue posiblemente el más importante “culebrón” que siguieron los canarios y los españoles en general a través de la prensa durante casi cuatro años a fines del siglo XIX. Y si entendemos el sentido que hemos explicado en este trabajo para la cultura de la que todos formamos parte, tal enfoque no puede resultarnos peyorativo. Ya ha sido estudiado desde muchas otras perspectivas la importancia que esa guerra iniciada por los cubanos y terminada por los norteamericanos tuvo para los países involucrados y para el mundo entero. En el caso de los canarios, la cercanía familiar y sentimental que los une a la isla caribeña, hacía que su relación con esta guerra fuera mucho más emocional que racional, por lo que el tratamiento melodramático dado en la prensa a la guerra es, pudiéramos decir, justificado y no puede despreciarse para un análi-sis integral del fenómeno. Así, por un lado tenemos que toda guerra es un suceso dramático en sí mismo; por otro, la cercanía sentimental de los receptores con esa guerra en la que se jugaban sus propios intereses; por otro, la explotación sensacionalista de ese fenómeno por una prensa que empezaba a luchar por el consumo masivo y por otro, la yuxtaposición de su narración a la de folletines de ficción, que solían aparecer en la misma página. Cuatro factores ab-solutamente considerables que nos permiten valorar la forma en que la guerra era narrada, como parte de la guerra misma. La clave para entender este fenómeno es como el acontecimiento se transforma en suceso, como se llena de sensacionalidad y espectacularidad. La realidad propone [...] pero el imaginario dispone. [...] Toda la información es actualizada, es decir dramatizada sobre el modo espectacular. El suceso no es pues una categoría entre otras sino la categoría cardinal de nuestro pensamiento mágico, de nuestra mitología.[...] La forma en que el acontecimiento es produci-do por la noticia y consumido por los lectores es el suceso. La relación entre la realidad real –el acontecimiento- y la realidad representada -el suceso-, que no parece esencial con los pactos de lectura establecidos por los géneros de ficción, se vuelve un problema fundamental en el caso de la noticia, cuando se aspira a una correspondencia biunívoca entre ambos. No es objetivo de este trabajo dilucidar la “veracidad” u “objetividad” del tratamiento dado a la guerra de Cuba en la prensa de Canarias, partiendo de que, como es obvio, era completamente parcializado a favor de los intereses españoles. Trabajaremos con la forma en que se presenta el discurso en sí mismo, con la coexistencia de la noticia y el folletín en un mismo espacio emocional y de consumo. La prensa demuestra cada día que el sentido no existe sin la forma y que toda forma es una imposición de sentido. [...] Los ‘hechos’ son lo que dice el discurso de prensa, pero lo que en él habla es distinto, ya que en últimas ‘la escritura de prensa es el trabajo que consiste en hacer concordar la noticia con el mito’. Y no sólo concordar, ya que lo que el ‘público’ consume es esa amalgama, o mejor esa equivalencia entre la historia y el suceso, entre el acontecimiento y el espectácu-lo, entre la información y la propaganda... 835 El folletín era segmentado según criterios de espacio. En el caso de la guerra la segmentación correspondía a la propia descripción de los hechos cotidianos que pertene-cían a otro acontecimiento mayor: el desenlace de la propia guerra. La forma en que se publicaban los telegramas contribuían a esa segmentación, que podía llegar a ser ansiosa. Los telegramas no eran redactados y reelaborados por el periódico, sino que eran publica-dos tal como iban llegando, con la fecha y la hora, describiendo los sucesos según se iba conociendo la noticia, tal como sucede con esta descripción de la toma de Las Tunas por las tropas de Calixto García, acontecida en septiembre de 1897 cuando ya se creía aniqui-lada la insurrección, una de las pocas noticias desfavorables para España que se narró en la prensa canaria: Madrid 9 – 10 n. Circulan con insistencia siniestros rumores que hacen referencia a un reciente fracaso sufrido por las tropas españolas en la campaña de Cuba y que según se asegura ha producido lamentables consecuencias. No comunico nada en ese sentido por creer que se trata de alguna invención, desprovista de todo fundamento. Madrid 9 – 10’40 n. En vista de que el rumor a que anteriormente me refiero, toma más incremento cada vez, me decido a comunicarlo. Asegúrase que se ha recibido un telegrama de la isla de Cuba y en el cual se da cuenta del descalabro sufrido por una de nuestras columnas de operaciones. Esta columna compuesta de dos compañías que prestaban servicio de guarnición en la plaza de Victoria de Las Tunas, hubo de rendirse a los rebeldes que sorprendieron el pueblo por varios lados cuando la guarnición ya se encontraba en una situación muy críti-ca. La noticia de la rendición la remite desde Holguín el general Luque, manifestan-do al mismo tiempo que ha dispuesto la formación del correspondiente sumario. Madrid 9 – 11 n. Confirmada oficialmente la anterior noticia comunico nuevos detalles. Las fuerzas rebeldes que formaban un número respetable entraron en Victoria de Las Tunas, mandándolas el cabecilla Calixto García, capitulando la plaza ante las numero-sas columnas enemigas. Siéndole ya imposible sostenerse, se rindió la guarnición después de defenderse con bizarría. 836 Madrid 9 – 11’15 n. La guarnición de la plaza según se cree estaba formada por 200 soldados casi todos pertenecientes a la Infantería. Asegúrase que la plaza se hallaba sitiada por los rebeldes desde hacía 15 días y que durante ese espacio de tiempo se defendió con valor la guarnición, esperando socorro, pues las fuerzas enemigas eran respetables, pero como no recibiera auxilio de ningún género a causa, se cree, del mal estado del servicio de las comunicaciones, se vio en la precisión de rendirse ante los rebeldes. Madrid 9-11´30 n. Las fuerzas insurrectas que atacaron la plaza no las mandaba solamente el cabe-cilla Calixto García, sino que divididas en varias columnas, eran dirigidas por aquel y además por los cabecillas Rabí, Capote y Torres. Después de haberse efectuado la rendición penetraron éstas en la plaza haciendo entrega de 87 prisioneros, entre ellos el comandante militar. Como vemos, el discurso debía ser articulado y concatenado por el lector, en este caso a través de segmentos publicados el mismo día en la misma sección, pero en otros, publicados en días diferentes que requerían de un seguimiento. Además, mientras en la página 2 del diario se publicaban los telegramas del día anterior, en la página 3 la sección “La insurrección de Cuba” publicaba ya una narración más detallada y organizada, a través de partes oficiales y de crónicas de corresponsales, pero que llegaban con ¡más de 20 días de retraso!. Es decir, que mientras en la página 2 se leían las noticias de ayer, en la página 3 se leían otras noticias menores, detalles y descrip-ciones de lo acontecido el mes anterior, llegadas no a través del telégrafo, sino de los largos viajes en correos marítimos, por lo que la fragmentación del discurso era tal que había que armarlo como un rompecabezas. Junto a las noticias de la guerra y el folletín, aparecían narrados otros sucesos que al leerlos no sabríamos distinguir si son de una novela o de la vida real. El suceso parece más real que la realidad misma. En la página 3 de El Liberal.., junto a la sección de la Guerra de Cuba, y encima del folletín aparece el 7 de febrero de 1898 una noticia como ésta: En un pueblecito del Mediodía de Francia fueron hallados en una casa los cadá-veres de dos esposos. [...] Del reconocimiento de los cadáveres, concluyeron afir-mando los facultativos que la esposa había muerto de un ataque agudísimo de angina de pecho... y que el hombre se había suicidado clavándose un puñal en el corazón. Al saber lo ocurrido la única persona que conocía a los forasteros excla-mó: -Era de esperar, desde muy jóvenes habían vivido juntos... y yo creo firme-mente que el marido se suicidó en el instante mismo de espirar su esposa. 837 Un tono similar al que encontramos en las propias noticias de la guerra de Cuba: Estremecen los detalles de los actos de ferocidad cometidos por los insurrectos con la población civil de Las Tunas, actos de que dan cuenta los periódicos norte-americanos, no obstante su simpatía con los rebeldes. [...] Las mutilaciones que sufrieron los 98 voluntarios fueron terribles. Pedro Suárez vio machetear a sus tres hijos antes de morir. [...] A la señora de Fernández y sus dos hijos se les cortó la cabeza. [...] A la viuda del doctor Trista se le condenó al martirio del fuego lento, hasta que declaró el sitio en que tenía escondido el dinero. Al sacristán Camilo se le colgó de un brazo, dejándolo en esa posición hasta después de muer-to. Es imposible relatar los brutales atropellos cometidos con las mujeres y los niños. Lo que hoy llamaríamos “noticias de sucesos” aparece en el mismo espacio de las noticias de la guerra y del folletín como para hacernos aún más cruzado ese espacio en el que no se sabe dónde empieza y dónde termina “lo real”. Hay un factor también a tener en cuenta en las noticias de la guerra: el rumor como fuente. En esa época, y mucho más en medio de una guerra, la mayoría de las noticias se daban en un primer momento a partir de rumores y como tal se explicaba, por lo que la ilusión de mito se veía amplificada por esa dudosa confiabilidad, era un cuento, el cuento que se hacía, no sólo desde una óptica y desde unos intereses, sino desde los límites de un conocimiento, de una tecnología y de unos medios, y esa es también la guerra que hoy conocemos. Sin embargo, tal fragmentación siempre da algunas claves para facilitar el segui-miento y completar el juego. La seriación es posible porque existe una unidad, una unidad que los lectores construyen a través de unos mecanismos de lectura que se fabrican en complicidad entre los emisores y los receptores. Los títulos y los titulares ayudan a clasificar, ordenar y unificar los relatos. En el caso del folletín rosa, los capítulos, y muchas veces los subcapítulos, son verdaderas unidades de lectura cuyos títulos articulan el sentido global del relato. Los placeres del amor no duran más que un momento: los pesares del amor duran toda la vida, es el título que encabeza el capítulo XVII de La hermana Ana. Los títulos sirven de certera introduc-ción en cada una de las partes del relato “abierto”, puesto que, y como ya se ha explicado, ... la otra cara de la organización por episodios es el suspense, logrado en base a que cada episodio contenga suficiente información para constituir una unidad capaz de satisfacer mínimamente el interés y la curiosidad del lector, pero de modo que la cantidad de información suministrada abra a su vez tal cantidad de interrogantes que dispare el deseo exigiendo leer el siguiente. En lo referente a las noticias de la Guerra, existe título para una sección fija La insurrección de Cuba y otros titulares de contenido igualmente explícito, que ayudan a reconocer y a destacar las noticias. Sin embargo, esto no puede generalizarse, pues aún no existían en la prensa canaria los titulares destacados que conocemos hoy, ni el orden de prioridad de las noticias. 838 Otro elemento para la seducción del lector es la ubicación de los textos en un determinado espacio de la página. Es posible esta identificación visual y por igual en el caso del folletín y de las noticias de la guerra. Como hemos visto ocupan un espacio fijo en la página hacia el que es posible dirigirse cada día en su búsqueda. La clave de la ubica-ción en la página permite el seguimiento de la serie, la conexión entre sus fragmentos. Otra de las claves para entender el funcionamiento melodramático de los textos es el reconocimiento, que se revela no sólo como problema narrativo –identificación de los personajes- sino como problema de comunicación, de identificación del lector con esos mismos personajes. Como en los cuentos, el desarrollo del relato acompaña básica-mente el recorrido de aventuras del héroe, pero como en la novela, la acción se dispersa, complejiza y enreda en la malla de las relaciones que sostienen y atraviesan la acción. En las novelas románticas, la parodia del héroe, el amante, se esfuerza por obte-ner los favores amorosos de la protagonista, se sacrifica por ese amor o simplemente sortea con éxito los enredos entre dos mujeres: Habían transcurrido cuatro meses desde que Adhemar dividía sus atenciones en-tre Emelina y Matilde[...] esta pasión por partida doble ocupaba todo su tiempo, y le dejaba poco espacio para hacer prudentes reflexiones, y añadiremos, a riesgo de no ser creídos, que aquellos dos amores se sostenían mutuamente. Estos héroes individuales, inspirados por las pasiones, responden a acciones mar-cadas con golpes teatrales, efectos dramáticos que son expresión de una exigencia moral. Estética en continuidad directa con la ética, que es un rasgo crucial de la estética popular. Y punto a partir del cual el reconocimiento entre relato y vida se dispara conectando al lector con la trama hasta alimentarla con su propia vida. Según Patrice Pavis, la estructura narrativa del melodrama es inmutable: amor, desgracia causada por el traidor, triunfo de la virtud, castigo y recompensa. Todos estos elementos se encuentran igualmente en el relato de la Guerra de Cuba. Uno de los preceptos de la tragedia imponía que el autor eligiera sus héroes entre los individuos de alto rango, nobles y altos dignatarios. Al hacer esto, se confun-dían dos cosas: 1) satisfacer al público noble al ofrecerle un autorretrato adulador (motivación política) y 2) presentar personajes que ya tienen, en la vida real, un papel capital en el desarrollo histórico y merecen el nombre de héroes. Esta se-gunda exigencia (la de un héroe histórico) es sin duda legítima para una dramaturgia que debe trabajar a partir de un material ya “dramatizado”, es decir, utilizando individuos de una importancia histórica mundial que concentran en sí un campo de fuerzas y de conflictos sociales. Estos héroes de la vida real y sus conflictos demandan expresarse en una forma que es dramática por naturaleza. La prensa que empezaba a ser sensacionalista encontró en la guerra de Cuba un caldo de cultivo óptimo, se daban los detalles más nimios de combates y encuentros, en los que se exaltaba con un romanticismo tardío los valores de los “héroes” del ejército español. 839 Como en las antiguas tragedias épicas, los personajes sacados de la vida real toman dimensiones de héroes, por lo que la guerra da un pretexto especial para la sublimación de las acciones y de las virtudes de sus protagonistas. En este caso, hay un héroe colectivo que es el pueblo español, constantemente aclamado y llamado por la pren-sa a demostrar su valentía y heroísmo. Cesaron los optimismos y pesimismos sobre la cuestión yankee; ya no hay duda, se rompieron las hostilidades y por mar y por tierra combatiremos por la honra nacional y por la integridad de la patria. Los malvados que en las Cámaras ame-ricanas y en los Consulados representantes en nuestra nación de la Gran Repúbli-ca han traicionado las leyes del honor y la hidalguía son los causantes de los desastres que se avecinan, pero como las acciones rastreras no pueden tener el galardón de la victoria, ellos serán vencidos y España una vez más demostrará al mundo que la que supo descubrir el continente americano y vencer al gran Capi-tán del siglo, sabrá también castigar como se merecen a esos mercaderes ruines que pretenden fundar su derecho sobre infames calumnias. En los actuales momentos, pues, todos los españoles tenemos el ineludible deber de ofrecer nuestras vidas y haciendas al Gobierno para que la Nación disponga de ellas; el de prescindir en absoluto de las rencillas políticas deponiendo hasta la bandera de partido ante el altar de la Patria, y el de recordar los hechos heroicos que han engrandecido a España, secularizando sus tradiciones. España se opone a dos enemigos: los cubanos independentistas y el gobierno norteamericano. En un inicio la oposición fundamental se da entre españoles e independentistas, y después de la campaña de Valeriano Weyler que redujo considerable-mente la fuerza de la insurrección cubana, la atención se desvió hacia los Estados Unidos, que llegaron a ocupar todo el protagonismo durante el año 98. En los tres casos son un héroe y dos antihéroes colectivos, encarnados en la esencia de la nación. Los valores de España son contrapuestos a los valores de los cubanos en términos de conflicto civiliza-ción - barbarie y a los Estados Unidos en términos de conflicto aristocracia - burguesía. España representaba ante los cubanos, la madre patria que había llevado cultura, lengua y religión: el Orden, frente al Caos representado por los cubanos nativos, incultos, bárbaros, violentos, malagradecidos y desalmados. Frente a los Estados Unidos, España representa-ba lo verdadero, lo antiguo, la solera, lo aristocrático, la tradición, el honor, el peso de la historia, frente a unos recién llegados mercaderes, que solo le dan valor al dinero, sin historia ni tradición, sin escrúpulos y sin respeto por sus antepasados. En el caso del héroe colectivo español, se distinguen también héroes individua-les, pero son heroificados o no de acuerdo con su orientación política. Para los liberales, el héroe fue el Capitán General Arsenio Martínez Campos, y para los conservadores, su sustituto el General Valeriano Weyler. No hay quizás un héroe verdadero para España en esta guerra, sobre todo, porque al final resultaron ser los perdedores. El valor del héroe colectivo opaca las personalidades individuales. Valdría la pena sin embargo detenerse en la figura de una antihéroe que protago-niza las noticias de la guerra durante los años 1895 y 1896, el General del Ejército 840 Independentista de Cuba Antonio Maceo y Grajales. Después de la muerte temprana del organizador del alzamiento, José Martí, la figura de Maceo se convierte en la más nombra-da en todos los telegramas, partes, editoriales, crónicas y comentarios que se publican en la prensa canaria. Tanto por la importancia que realmente tiene en las acciones de la gue-rra, como para demostrar su inferioridad moral y espiritual, que no guerrera. Su figura se convierte en el símbolo de esa barbarie contra la que había que luchar en Cuba. Ir como soldado a Cuba era ir a pelear “contra Maceo”, y su muerte significaba el fin de la insu-rrección. La insurrección se personificaba en este mulato, al que por demás se le atribuían las cualidades y epítetos más nefastos. En la mitificación de este conflicto, siempre maniqueísta entre el bien y el mal, cuya descripción es la de una guerra romántica donde se enfrentaba el valor y el honor de los soldados españoles contra lo sanguinario y lo despiadado de los rebeldes cubanos, la figura de Maceo se refleja como el “monstruo” necesario, contrapartida y justificación del “orden” impuesto por España. Una visión clásica, una reproducción de los mitos griegos del héroe enfrentado al monstruo cuya deformación física representaba sus cualidades psicológicas. Así la figura de Maceo no se exalta por su valentía y arrojo reales como cualidades positivas, sino por su criminalidad y su temeridad. Vencer a Maceo era, de cierto modo, la gloria máxima para el militar español y para España. Para los cubanos, Maceo es el Titán de bronce. Para los españoles, vencerlo en el campo de batalla, es la victoria de Teseo sobre el Minotauro... Dar la noticia de las tropas de Maceo vencidas, dispersadas o perseguidas, signi-ficaba gloria para el general cuyo nombre se asociaba a ellas, y optimismo para toda Espa-ña. Más de 20 veces en dos años se dio como cierta la noticia de su muerte, que tenía que ser desmentida después. Maceo era negro, y como tal, encarnaba físicamente todos los prejuicios que predominaban sobre esa raza. Se aprovechó su color para hacer creer que la guerra de Cuba era una guerra de razas con la finalidad de establecer una república negra. Se le describía como un monstruo despiadado, destructor, asesino, bruto, y hasta caníbal. La mitificación del personaje es tal, que a su muerte, se creía cercana el fin de la guerra. La muerte del héroe negativo como fin del relato. Vencido el mal, se desató un optimismo eufórico que hacía creer la victoria ya cercana. Páginas completas de El Liberal de Tenerife describían con minuciosidad hasta la ropa que llevaba al morir, sus pertenencias y los hechos de la batalla de San Pedro del 7 de diciembre de 1896. Llegamos sin tropiezo alguno a Punta Brava. El comandante Cirujeda me salió al encuentro. Me enseñó nuevos objetos de los recojidos (sic) en los cadáveres de Maceo y de su secretario Gómez. Entre ellos estaba el famoso cuchillo del mula-to. Magnífica arma. Tiene el mango negro con incrustaciones de nácar. La hoja es de tres dedos de ancho y tiene grabada la figura de un indio. 841 También tiene las iniciales A. M. algo borrosas. La marca es Reference. El cuchillo ha sido llevado a La Habana para que lo reconozcan. También tenía Cirujeda anteojos de campaña de Maceo. Son de la marca Moreau teigne 50 Foubory du temple número 1.194. Tenía, asimismo, dos telémetros, uno para infantería y otro para caballería. Tiene pintados dos soldados franceses. El ángulo de duplicación del uno abarca ocho-cientos metros, y el otro hasta mil cuatrocientos. Tienen una pequeña estrella solitaria. También conserva el reloj de oro, que es de gran tamaño. Lo envuelve una funda, en la que se ven las iniciales M.G. Se supone que este reloj es regalo de Máximo Gómez. El impermeable de Maceo, también recogido, estaba manchado de barro. No tie-ne marca. Es negro, grande y tiene una pequeña cadena para colgarlo. También recogieron unas polainas negras, grandes y casi nuevas. Son de búfalo y de una forma especial muy rara. Todos esos objetos fueron cogidos en el cadáver de Maceo. Los guarda cuidado-samente el práctico Juan Santana. Tiene éste también el sombrero que llevaba el hijo de Máximo Gómez. Todos estos objetos, y especialmente el cuchillo, los recuerdan perfectamente cuantas personas conocían a Maceo. Éste los usaba muy frecuentemente. Mu-chos vecinos de La Habana reconocerán el cuchillo, como también los anteojos y el reloj. Las heridas de Maceo.- 43 cicatrices. El práctico Santana me asegura que al registrar a Maceo le vio muchas cicatrices. Las tiene en todo el cuerpo. Fijóse el práctico con especialidad en una del vientre y en otra de la nalga izquierda. Varias personas que le han visto desnudo, dicen que tenía Maceo cuarenta y tres cicatrices. Las heridas que produjeron la muerte. El práctico se fijó en la antigua cicatriz del vientre, porque una de las heridas de que ha muerto Maceo estaba también en el vientre. Me ha dicho el práctico Santana, que el cabecilla tenía otra herida muy grande en una quijada. 842 Estos detalles están perfectamente de acuerdo con la declaración del médico de Maceo. El regodeo en todos los detalles de la muerte nos puede recordar cualquier acon-tecimiento contemporáneo narrado por la prensa rosa. El jueves 13 de enero de 1898, encima del capítulo correspondiente de la novela Lances de amor y fortuna siguen apare-ciendo más detalles bajo el titular “Como fue la muerte de Maceo. Relato de un testigo”. ...Aún continuaba yo avanzando hacia el enemigo cuando oí al brigadier Miró que me decía: ¡Nodarse, venga a ver esta desgracia! Retrocedo, y al encontrarme con el general en el suelo, envuelto en sangre, bajé a verlo mientras me gritaba el doctor Zerlucha: ¡Ay, Nodarse, se acabó la guerra! Vea ese cuadro. ¡Muerto!... La mitificación negativa de la figura de Maceo y la narración episódica de su “muerte anunciada” es uno de los elementos más contundentes para comprender la carac-terización melodramática que recibió la guerra de Cuba. Otro elemento en común entre el folletín y la guerra es la ubicación de los hechos en locaciones exóticas. Los hechos en el folletín ocurren en castillos medievales, tierras desconocidas o mares lejanos, locaciones que aumentan el suspense, la incertidumbre y el peligro al que han de enfrentarse los protagonistas. La novela “Santiago Tempestad” pu-blicada en El Liberal... ubica los hechos en los mares del norte: El mar inglés es uno de los mares más siniestros. Cualquiera diría que el océano quiere vengarse de los hombres que le han vencido y esclavizado [...] el océano británico está siempre en la oscuridad de las nieblas que se ciernen sobre él. Sus cóleras, sus tristes; sus tempestades terribles, y la voz de sus aguas no es la misma bajo aquel cielo inclemente que bajo los rayos del sol que las iluminan en otros países. Es un espacio animado por sentimientos románticos que van condicionando la esencia del suceso, el paisaje influencia al hombre y el hombre al paisaje, el héroe se somete a duras pruebas y logra vencerlas. En la guerra de Cuba se habla constantemente de las duras condiciones de vida que la manigua cubana imponía a los soldados españoles, de la inclemencia del clima y las lluvias, de las enfermedades tropicales. Los soldados peninsulares eran enviados primero a Canarias para irse aclimatando, y con todo eso fueron más los muertos por enfermedades tropicales y por inadaptación que por la propia guerra. El escenario exótico se convierte pues en un enemigo más al que deben enfrentarse los héroes españoles, en un aliado de los insurrectos, que llamaban a los meses de lluvia los “Generales Agosto y Septiembre”. Como hemos visto, el análisis de la prensa finisecular nos permite añadir otras aristas al estudio de la Guerra de Cuba, aristas que nos revelan una esencia del fenómeno más allá de lo regional y que inserta la situación de Canarias en el 98 en un contexto y una dinámica de alcance universal: la del nacimiento de una nueva sensibilidad cultural que también estuvo marcada por aquella guerra y por aquellos héroes. 843 La aproximación a este fenómeno desde la comprensión de la cultura masiva, propiciada por los ritmos, frecuencias y confluencias de los diferentes textos, su sensorialidad, su carácter lúdico y emotivo, permiten ganar una dimensión del fenómeno también importante para entender el enorme impacto de aquellos hechos. La historia de la guerra de Cuba tiene muchas razones para haber marcado por siempre la memoria colectiva española. Quizás una de ellas y no desdeñable, es esa capa-cidad de seducción histórica que implicó a toda la nación, que la envolvió entre la raciona-lidad y la magia, y que la convirtió para siempre en su propia gran novela. La causa principal de nuestra guerra con España fue la demanda del público, una demanda mucho más poderosa que la resistencia de los líderes económicos y financieros de la nación o del presidente McKinley. De la creación de este estado mental público, la prensa fue en gran parte responsable. Joseph E., Wisan, The Cuban crisis reflected in the Nueva York Press, Nueva York, Octagon Books, 1977, p. 5 (1ra ed., Columbia University Press, 1934). Traducción propia. BIBLIOGRAFÍA Véase Amparo Moreno, “El surgimiento de la prensa de masas”, en El periodismo escrito, Barcelona, Editorial Mitre, 1986. Celso, Almuiña, “La prensa periódica”, en Historia General de España y América, tomo XVI – 1, Madrid, Rialp, 1982, p. 135. J. L. Gómez Mompart y Enric Marín Otto, “Elements per a una caraterització de l’inici de la premsa diària de masses”, en: La prensa en los siglos XIX y XX. Metodología, ideología e información. Aspectos econó-micos y tecnológicos, Bilbao, Universidad del País Vasco, 1986, pp. 83-97. María Cruz Seoane y María Dolores Sáiz, Historia del periodismo en España. El siglo XX: 1898-1936, Madrid, Alianza Universidad Textos, 1996, p.23. Oswaldo, Oswaldo, La encrucijada internacional: Historia contemporánea, 1876-1931, Tenerife, Centro de la Cultura Popular Canaria, 1989. Ricardo, Acirón Royo, Prensa y enseñanza en Canarias, Santa Cruz de Tenerife / Universidad Complutense de Madrid, 1987, p. 189. Julio, Yanes Mesa, “La prensa de Leoncio Rodríguez o la vanguardia del periodismo canario-occidental en los años de entreguerras”, en Historia de la Comunicación Social, nro. 2, Madrid, Servicio de Publicacio-nes Universidad Complutense, 1997, p. 238. En la presentación de la novela se especifíca que se trata de una novela escrita en francés. Véase Emilio Richenbourg ,“El calvario de un artista”, El Liberal de Tenerife, jueves 3 de enero de 1895, nº. 1026, p. 4. Esta argumentación aparece desarrollada en diversos análisis de Jesús Martín-Barbero. Al respecto, véanse De los medios a las mediaciones, (Comunicación, cultura y hegemonía). México, Gili, 1987 y Procesos de comunicación, (Itinerario para salir de la razón dualista), México, Gili, 1987, entre otros. Jacques, Kayser, El diario francés, Barcelona, A.T.E., 3ra. edición, 1982, p. 48. Jesús, Martín-Barbero, “De las masas a la masa”, en De los medios a las Mediaciones, op.cit., p. 136. 844 Ídem, p. 139. Jesús, Martín-Barbero, “Memoria narrativa e industria cultural”, Comunicación y Cultura, nº 10, México, 1983, p. 73. Folletín rosa, por Paul de Kock. El Liberal de Tenerife, miércoles 5 de enero de 1898, nº 1908, p. 3. Cfr. Jesús Martín-Barbero, “De las masas a la masa”, en De los medios a las mediaciones, p. 145. Según el ya clásico estudio de Julio Hernández, desde Canarias a Cuba habían emigrado, sólo en la segunda mitad del siglo XIX, entre 50.000 y 60.000 personas. Las relaciones Canarias-Cuba han sido estudiadas por varios autores en los últimos años; resultan de especial interés los análisis de los especia-listas Julio Hernández, Manuel de Paz, Jesús Guanche y Alberto Galván. Véase Martín-Barbero, “De la transparencia del lenguaje a la opacidad de los discursos”, en Procesos de comunicación y matrices de cultura, p. 60. Ídem, pp. 52-53. Varios telegramas publicados en El Liberal..., nº 1545, viernes 10 de septiembre de 1897. Esta noticia fue publicada bajo el titular “Fin de un matrimonio” en El Liberal..., lunes 7 de febrero de 1898, nº 1934, p. 3. “Las crueldades de los rebeldes cubanos”, El Liberal..., martes 2 de noviembre de 1897, nº 1856, p. 2. El Liberal de Tenerife, jueves 21 de octubre de 1897, nº 1847, p. 3. Cfr. Jesús Martín-Barbero, De los medios a las mediaciones, p. 146. Folletín rosa, por Paul de Kock. Véase el capítulo XI de Lances de amor y fortuna, titulado “La amiga de Matilde”. El Liberal de..., jueves 10 de febrero de 1898, nº 1937, p. 3. Patrice, Pavis, Diccionario del teatro. Dramaturgia, estética, semiología, Barcelona, Paidós Comunicación, 1983, p. 254 (1ra ed., Éditions Sociales, París, 1980). Editorial “La Guerra”, El Liberal de Tenerife, nº 1995, 25 de abril de 1998, p. 1. Ileana Medina Hernández, “El caudillo Maceo”, artículo en proceso de publicación. “Ellos creían que iban a luchar contra Maceo y contra el clima, y olvidaban otro enemigo más inmediato y no menos temible: el viaje por mar en las condiciones en que la tropa se embarca ahora”. Tomado de el Diario de La Laguna, nº 243, 4 de septiembre de 1895 (bajo el titular “Transporte de tropas a Cuba). Folletín rosa, por Pedro Eleazar. Santiago Tempestad, El Liberal..., viernes 28 de junio de 1895, nº 165, p.4. |
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