ARTE
Coordinación: Dr. D. Francisco Galante Gómez
Dr. D. Sebastián López García
IV.6
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LA IMAGEN PERMANENTE Y CAMBIANTE
DE LOS CENTROS HISTÓRICOS.
ASPECTOS EPIDÉRMICOS EN CANARIAS
Juan Sebastián López García
Introducción
La imagen de la ciudad es compleja y colectiva y en ella han incidido factores muy
diversos, en un proceso histórico que varía según los casos. Precisamente en el carácter
colectivo de este hecho urbano puede estar un importante elemento de comprensión de la
propia ciudad, que en el caso que nos ocupa es histórica. Aldo Rossi insiste en esta idea de
lo colectivo, afirmando que el “aspecto colectivo parece constituir el origen y el fin de la
ciudad”.1
En la formación de la imagen inciden elementos de naturaleza múltiple, entre los que
destacan los que se consideran “primarios”, caracterizados por su naturaleza múltiple y
por haber tenido un papel primordial en el proceso histórico de la ciudad y en la formación
de su identidad. Éstos tienen la capacidad de mover y agilizar los cambios y reformas, no
sólo son los edificados por el hombre, sino que también se incluyen entre los mismos a los
lugares que poseen un simbología inherente y al propio tejido urbano.2
Para Scolari el objeto lo percibimos sobre el fondo de otros objetos y relacionados
entre ellos, con idea de conjunto, y no de forma aislada. Está latente, pues, la idea rossiana
que aunque reivindica la autonomía de la arquitectura, ésta en su contribución a la morfo-logía
de la urbe establece un vínculo estrecho con el paisaje y la ciudad, en el sentido que
no se puede desligar la arquitectura de su contexto.3 Esta idea de contextos en los que se
inserta la arquitectura está relacionada con la del conjunto histórico de la ciudad, que aquí
se tratará desde el punto de vista de la imagen y demás aspectos constitutivos de carácter
epidérmico. En este orden de cosas, Gregotti aporta la idea de paisaje natural y cultural
como conjunto ambiental total.4 Esta relación de conjunto también está presente en los
escritos de Lynch, quien afirma que “nada se experimenta en sí mismo, sino en relación
con sus contornos”.5
Precisamente es Lynch uno de los que están preocupados por la forma visual de la
ciudad. Aunque no orienta directamente su trabajo con la ciudad histórica, el autor ofrece
una serie de planteamientos que son válidos para el mejor conocimiento y comprensión
del fenómeno de las imágenes heredadas.6 La imagen que ofrece la ciudad tiene, entre
otros papeles, el de “algo que ha de verse, recordarse y causar deleite”,7 factores que,
lógicamente, ejercerán su mayor efectividad cuanto menor sea el número y grado de ele-mentos
que distorsionen. En este orden de cosas, el observar las ciudades, especialmente
las antiguas, puede causar un placer particular, por corriente que pueda parecer la vista.
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Desde la óptica del ciudadano, cada rincón de la ciudad, cada imagen parcial, poseen
unos significados particulares, al margen de los contenidos generales, ya que están en
relación con los recuerdos y la identidad de cada individuo. En el hombre existe una
necesidad de reconocimiento y estructuración personal de la ciudad y todo su contorno,
que tienen mucho que ver con la importancia de la práctica diaria y de la emotividad de
cada persona.8 El trazado, la arquitectura, los diferentes detalles, como el mobiliario urba-no,
la textura de los pavimentos, etc., están presentes en la imagen.
En el paisaje de la ciudad existen elementos que apenas se modifican con el paso del
tiempo y otros que, por el contrario, cambian. A estas partes que se pueden considerar más
o menos fijas en el tiempo, hay que unir los elementos móviles (donde se incluirían las
personas y sus actividades), considerados tan importantes como los primeros. En esta
concepción que va más allá de lo edificado se incluiría también todo lo relativo al
patrimonio intangible.9
Las partes más antiguas de la ciudad están sometidas a una cierta paralización en el
tiempo, por lo menos en los aspectos que se pueden considerar estructurales. Sin embargo,
esa circunstancia sólo se puede aceptar relativamente, porque la realidad contempla cons-tantes
cambios de detalle. En relación con esto, la imagen de la ciudad no se ofrece como
un resultado definitivo, sino como “una sucesión ininterrumpida de fases”.10
En todo el complejo mundo de la creación y de la representación mentales de las imá-genes,
destacan las que se han denominado “imágenes públicas”, las cuales se correspon-den
con las pertenecientes a la comunidad, es decir, la que coincide con la mayoría de los
habitantes de la ciudad. Para Lynch la imagen de un ambiente se puede distribuir en tres
partes: identidad, que es la identificación de un objeto; estructura, la relación espacial del
objeto con el observador y otros; y significado, práctico o emocional para el individuo
observador.11
Otro concepto relacionado con el estudio de lo visual en la urbe es la “imaginabilidad”.
Consiste en la cualidad que posee el objeto físico de ofrecer una imagen con fuerza para
cualquier individuo. Es decir, que también es válido para el espectador que incluso no
tiene una especial relación afectiva con esa ciudad. En este caso, el vigor de los distintos
aspectos de un centro histórico -por poner un ejemplo particular- se ofrecerán como imá-genes
mentales evidentes, legibles o visibles (formas, color, etc.). Una ciudad con estas
características atraerá con mayor fuerza la atención de la vista.12
En todo este proceso, como se ha visto, el espectador desempeña un papel activo en la
relación objeto e imagen, a través de su modo de percepción. Por tanto las personas tienen
una actividad y participación creativas en la formación de su propia visión, que vendrá
mediatizada por el grado de conservación y deterioro que presente. De todas maneras, este
concepto que se crea en el espectador no se debe considerar algo fijo, sino que hay que
contemplar la posibilidad de cambio, por nuevas adaptaciones que vienen por la capaci-dad
que tiene la ciudad de un desarrollo ulterior, ya que éste es ininterrumpido. Este desa-rrollo
presenta, sin embargo, sus perfiles particulares en los centros históricos, donde los
márgenes de estas posibilidades de cambio son menores que en la ciudad nueva, ya que
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una de las finalidades de su consideración cultural es preservar los valores permanentes y,
a lo sumo, admitir sólo aportaciones que supongan mejoras altamente cualificadas.
Cambiante o no, se puede considerar que existe para el espectador una ‘imagen públi-ca’
de cada una de las ciudades que es el resultado de muchas ‘imágenes individuales’. En
realidad, los ciudadanos son muchos y, además, se corresponden con colectivos variados,
de ahí que sería conveniente aceptar que más una sola panorámica, existirían un conjunto
de imágenes públicas que se vincularían con determinados grupos.13
La imagen que ofrecen las ciudades, incluso entre las que están construidas en un mis-mo
contexto histórico y con normativas análogas, es diferente. Jorge E. Hardoy al mismo
tiempo que hablaba de la escasa variación, por lo menos en apariencia, de las ciudades
coloniales hispanas, resaltaba los importantes matices distintivos. Él mismo, de una ma-nera
muy expresiva apuntaba que “sólo era necesario levantar la vista o caminar unos
centenares de pasos para percibir esa diferencia”, concretando el ámbito visual urbano
donde se introducen “variables ricas en colores, texturas y movimientos”. Como se ve,
valoraba de una forma muy especial todo lo epidérmico, tal como también concreta al
continuar diciendo: “La luz del sol, al reflejarse sobre las sencillas fachadas blanqueadas
o en colores o en los frentes de piedra, incorporaba diferentes intensidades de color.14
La epidermis
Sobre los centros históricos, y particularmente referido a los canarios, se han tratado
distintos aspectos generales que evidencian su alto grado significativo, tanto que han lle-gado
a ser calificados como la “madre de todas las ciudades”.15 Relacionado con ese valor,
en el Coloquio de Quito (1977) se dice que son “reconocibles como representativos de la
evolución de un pueblo”.16
Dentro de un interés generalizado por la ciudad, el conocimiento de los centros históri-cos,
en particular, ha experimentado un gran avance al estudiarse sectorialmente muchos
de sus aspectos. Sin embargo, algunos no se han trabajado bastante en los planos teórico
y práctico, no recibiendo siempre un tratamiento adecuado en el campo de la conservación
integral del centro histórico, al considerárseles temas menores. En consecuencia, esa idea
generalizada de no tener demasiada importancia, motiva que la atención se centre en los
aspectos que se consideran de mayor escala.
Lo epidérmico de los núcleos antiguos es un factor interesante en el contexto de la
ciudad histórica por su carácter cambiante, frente a otros aspectos de mayor permanencia,
como es la propia arquitectura en sí. La posibilidad de modificaciones está se favorece por
la mayor fragilidad de lo epitelial ante los agentes agresores, así como por la posibilidad
de modificaciones, que pueden suponer mejora o empeoramiento de la misma.
La imagen de la ciudad se ha ido modificando a lo largo de los tiempos por la sustitu-ción
arquitectónica y los cambios urbanísticos, hecho que es evidente en todo el perímetro
urbano, pero que posiblemente sea más elocuente en los espacios más representativos y
singulares de las centralidades, como son las calles principales y las plazas.17 No obstante,
hasta en los centros históricos que hayan tenido cierta inmutabilidad durante períodos
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largos y que, por tanto, pudieran ofrecer una visión permanente, una serie de factores
hacen que su imagen haya cambiado. De esta manera, la apariencia de la ciudad antigua es
la suma de las imágenes heredadas de los distintos momentos, con las aportaciones con-temporáneas,
resultantes tanto de las de carácter espontáneo como las debidas a proyectos
urbanos y arquitectónicos controlados. En relación con esto, no está de más recordar las
afirmaciones de Alomar, quien planteaba la dificultad de encontrar conjuntos con unidad
de épocas en sus fachadas, circunstancia que , por otra parte, a pesar de otorgar una cierta
o gran variedad de estilos, no dejaba de presentar una armonía admirable.18
Desde hace unas décadas se habla de la importancia de estos aspectos epidérmicos y
ambientales de la ciudad, siendo un reflejo de ello el Gobierno estatal español, institución
que a través del entonces Ministerio de Educación Nacional había publicado, en una de las
instrucciones protectoras del patrimonio histórico en 1964, lo siguiente. “Al hablar de la
dignificación nos referimos al conjunto de obras e instalaciones que contribuyen a la pues-ta
en valor de la belleza de los monumentos y ambientes: jardinería y arbolado, obras
complementarias, alumbrado urbano e iluminación especial de los monumentos”.19 En la
actualidad, todo lo relativo a este tema no suele estar lo suficientemente controlado, por
considerarse problemas de escala intermedia o pequeña que quedan fuera de las progra-maciones
y, a lo sumo, pueden estar en ordenanzas que se interpretan según el voluntarismo
político del momento. En este sentido, las propuestas emanadas de los planes generales o
especiales suelen ser más genéricas y hasta los proyectos concretos -por su propio carácter
restringido- a lo sumo sólo controlarían su propia imagen.
De gran interés para el tema que se está tratando es la “Recomendación relativa a la
salvaguardia de los conjuntos y su función en la vida contemporánea”, aprobada por la
Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO) en su decimonovena reunión celebrada en Nairobi el 26
de noviembre de 1976. En concreto, la recomendación número 30 dice: “deberían prote-gerse
los conjuntos históricos y su medio contra la desfiguración resultante de la instala-ción
de soportes, cables eléctricos o telefónicos, antenas de televisión y signos publicita-rios
en gran escala. Cuando ya existan, se tomarán medidas adecuadas para suprimirlos.
Se deberían estudiar y controlar con el mayor cuidado los carteles, la publicidad, luminosa
y no, los letreros comerciales, el mobiliario urbano y el revestimiento del suelo, para
integrarlos armoniosamente en el conjunto. Se desplegarán especiales esfuerzos para im-pedir
todas las formas de vandalismo”.
La vigente Ley 16/1985 de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, título II (de
los bienes inmuebles), en su artículo 21.3 dice. “La conservación de los Conjuntos Histó-ricos
declarados Bien de Interés Cultural comporta el mantenimiento de la estructura ur-bana
y arquitectura, así como de las características generales del ambiente”.
Los problemas que relativos al tema se presentan en este trabajo se pueden considerar
de carácter general, aunque se fundamentan en la realidad canaria y tienen como punto
básico los estudios que, al respecto, realizados en este archipiélago en las últimas décadas.
A diferencia de lo tratado en otras ocasiones, donde las intervenciones que se presentaban
tenían un efecto nocivo e irreversible en el legado patrimonial, en lo que aquí se plantea
hay muchas actuaciones que, aunque se consideren negativas, son reversibles y sólo afec-
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tan a la imagen. En otras casos, a pesar de que afecten a aspectos parciales, sí que inciden
en la conservación integral al suponer la desaparición de elementos interesantes y cuya
destrucción supone una pérdida irreparable.
Los estudios de estos aspectos epidérmicos, aunque se generalice, son de gran interés
particular y deben individualizarse para cada centro histórico. Si el desarrollo de la propia
contemporaneidad de la ciudad hace necesaria la presencia de una serie de elementos
imprescindibles (mobiliario urbano, señalizaciones, etc.), en el centro histórico se debe
hacer un esfuerzo adicional para acomodarlos y que sean bien aceptados por esta parte tan
esencial de la urbe, sin entrar en contradicción con sus valores y afectando mínimamente
a su imagen heredada.
Muchos son los aspectos que afectan al problema de la imagen en cuanto afectan a la
integridad de los centros históricos. En estas líneas, sin llegar a un tratamiento exhaustivo,
se tratarán algunos de ellos, con la finalidad de su reconocimiento y postular su pertinente
conservación como otros de los tantos valores importantes de los centros y conjuntos
históricos.
Pavimentos
Las pavimentaciones que ofrecen nuestras poblaciones históricas son uno de los rasgos
más destacados de todo lo que constituye la piel de la ciudad. Bastante lejos de la variedad
y complejidad de algunas ciudades europeas, las canarias han tenido en los empedrados y
en los más modernos adoquinados, las manifestaciones más interesantes, aunque con unas
composiciones sencillas.
Aunque España llegó al siglo XVI como un país urbanísticamente medieval, durante la
época de Carlos V se produjo un cambio importante en la circulación de las ciudades por
la difusión de los vehículos con ruedas, circunstancia que se tradujo en las principales
urbes en una mayor preocupación por el estado de los suelos. Esto se manifiesta en las
ordenanzas y los mismos Reyes Católicos dictaron “Ordenamientos” para la pavimentación
de Alcalá de Henares, Sevilla, Santiago de Compostela (1494) y Toledo (1502), donde el
empedrado debía ser costeado entre los vecinos, iglesias y conventos, mientras las plazas
y lugares públicos correrían por cuenta de la ciudad. En el siglo XVI existían varias loca-lidades
pavimentadas y de Barcelona se dice que las calles estaban tan bien “calzadas”
que nunca se veía barro.20
En Canarias, el acondicionamiento de las calles fue uno de los empeños constantes que
tuvieron las administraciones de las ciudades y villas en el pasado, aunque estas obras se
fueron realizando muy lentamente. Lo más frecuente fue que las poblaciones menores
estuviesen empedradas con los típicos callaos y que sólo las ciudades más importantes los
sustituyeran en su parte central (que normalmente coinciden con nuestros actuales centros
históricos), antes de la llegada del asfalto, por los adoquinados, muchos de los cuales
fueron colocados a lo largo del siglo XX.
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De Las Palmas, escribió Madoz a mediados del siglo XIX, que “el empedrado es suma-mente
igual y las baldosas que cubren las aceras, anchas, cómodas y bien niveladas”. En
Telde habla, asimismo, de calles “rectas y empedradas” y “grandes aceras formadas con
baldosas de las canteras del país”.21 Estos pavimentos de los que habla Madoz están am-pliamente
documentados en fotografías de la centuria pasada. En general, los callaos des-aparecieron
del centro de las ciudades al ser sustituidos por los adoquines, mientras éstos
últimos han tenido una varia fortuna. Si bien es verdad que muchos se conservan, otros
han sido cubiertos por el asfalto, convirtiéndolos en “arqueológicos”, y unos pocos han
desaparecido totalmente, como los de San Cristóbal de La Laguna, poniéndose en eviden-cia
el triunfo y la hegemonía del automóvil. Sin embargo, en otras ocasiones se ha dado la
paradoja de retirar los suelos pétreos para colocar piezas sin calidad. Un ejemplo muy
conocido es el aspecto despersonalizado que adquirió la calle Mayor de Triana, en Las
Palmas, al convertirla en un espacio exclusivo para los peatones.
Junto a los adoquines y callaos, las aceras con sus bordillos de piedra y losas de cante-ría
también han sido y siguen siendo víctimas de las repavimentaciones, sustituyéndose
con mucha frecuencia por piezas de cemento, ya que todavía son elementos no valorados.
Enlucidos
La “Carta del Restauro de 1987” recomienda “respetar y salvaguardar hasta donde es
posible la autenticidad de los elementos constitutivos”, dedicando una serie de apartados
de metodología y técnicas de intervención para la consolidación de muros, aplicaciones
decorativas en estuco, al fresco y esgrafiadas, reintegraciones y/o sustituciones de enlucidos
y/o coloraciones, elementos metálicos, etc..22 Por otra parte, la “Carta Europea”, en su
punto 6, recuerda que las “restauraciones abusivas son nefastas”.
Este es uno de los aspectos epidérmicos de la arquitectura y de la ciudad donde se
continúan causando unos daños irreparables. Al respecto, ante esa situación se deberían
tomar medidas urgentes porque en la mayoría de los casos está auspiciada por las propias
administraciones públicas. Todavía es una medida casi generalizada que lo primero que se
suele hacer en cualquier intervención arquitectónica es descarnar el edificio, sin tener en
consideración el valor de lo que en Canarias se llama encalados. Con esa práctica, en el
archipiélago han desaparecido elementos del mayor interés que estaban adheridos a los
muros, tales como azulejos y esgrafiados. Ese mal procedimiento se ha llevado a efecto
tanto en intervenciones concretas como en las generales que afectan al ámbito de actua-ción
de distintas escuelas taller, sufragadas por el Instituto Nacional de Empleo (INEM)
en colaboración con instituciones canarias. Esta forma de proceder es muy dañina por lo
que tiene de destructiva y está desaconsejada. Hay que recordar al efecto que estas prácti-cas
han sido denunciadas desde la propia Universidad, tal como manifiesta el documento
redactado por la institución lagunera al tratar “el repicado de los encalados y enlucidos
originales”, según el mismo su uso afecta tanto a lo constructivo, ya que las condiciones
de conservación son mejores en el material primitivo como a lo cultural, por el falsea-miento
que suponen. Al mismo tiempo, se critica el descubrimiento indiscriminado de
elementos de piedra que no fueron tratados para ser vistos.23 En el barrio de Vegueta, por
ejemplo, han desaparecido muchos encalados por iniciativa de una escuela taller.
2815
Como consecuencia de la aplicación de estas discutibles técnicas y la destrucción de
los enlucidos se tienen los tristes ejemplos que Pérez Morera enumera en sus víctimas de
San Miguel de La Palma, tales como los esgrafiados de las fachadas de la iglesia de Nues-tra
Señora de la Luz (Garafía) y ermita de Nuestra Señora de la Concepción de Bonanza
(El Paso).24 En la misma isla tampoco se puede olvidar que, por los mismos motivos,
desaparecieron las decoraciones de arquitecturas clasicistas que adornaban las puertas del
evangelio y la epístola de la iglesia de San Andrés Apóstol (San Andrés y Sauces), posi-blemente
las más destacadas de su género en Canarias y destruidas impunemente hace
más de una década.25 En la isla de Tenerife, la restauración de la iglesia del antiguo con-vento
de San Francisco de Garachico supuso la destrucción de una artística cruz, formada
por azulejos considerados de Delft, que aparecía en lo alto de la portada principal.
Color
La preocupación general por el color y su estudio se ha incrementado en los últimos
años, aunque todavía queda mucho camino por recorrer. En Canarias, uno de los trabajos
más interesantes se ha llevado a efecto en la ciudad de Santa Cruz de La Palma, donde con
motivo del quinientos aniversario de la fundación de la ciudad se restituyeron los variados
colores de las casas y balcones recayentes hacia la Avenida Marítima.26
Poco a poco se ha ido ganando terreno al blanco, el cual se había prestigiado en el
archipiélago a partir de las experiencias y logros del artista César Manrique en Lanzarote.
En la última década, paralelamente, se han recuperando los distintos colores, que incluso
han llegado a los templos, edificios que también habían caído en el monocromatismo del
blanco. En Gáldar, hace casi veinte años volvió a lucir el rojo almagre del exterior de la
media naranja de la cúpula de la iglesia de Santiago de los Caballeros y actualmente el
templo alterna su sobria fachada de cantería dorada con los paramentos de amarillo ocre
de sus laterales y trasera. Igualmente, algunos templos tinerfeños marcaron su individua-lidad
con ese mismo color, como los dedicados a Nuestra Señora de la Concepción en La
Laguna y La Orotava, localidad ésta donde se comparte color con la iglesia conventual de
San Agustín. En San Cristóbal de La Laguna hay que hacer constar que el interés por el
color se inició durante la alcaldía del pintor Pedro González, quién lógicamente sensible
al cromatismo propició el colorido en la ciudad, lo que tuvo su máxima expresión en el
tono rosa que adquirió la Catedral de Nuestra Señora de los Remedios.
En los últimos años, éste ha sido uno de los aspectos en los que más se ha avanzado,
trabajándose a nivel local. A falta de otras iniciativas, en esta línea se han orientado varios
ayuntamientos y los cursos del INEM, con la recuperación de distintas gamas de rojo
almagre, azul añil o amarillo ocre, que de nuevo vuelven a brillar en plazas y calles de
centros históricos canarios.
El problema del color no sólo afecta a los muros, sino también a las carpinterías. Balco-nes,
ventanas y puertas estaban policromadas, habiéndose conservado muchos ejemplares
gracias a esas capas de pintura que los protegieron. En la actualidad se han generalizado
los barnizados,homogeneizando una imagen que antaño estuvo contrastada por el color.
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Cartelística
Muchos de los centros históricos permanecen abiertos al tráfico y, al mismo tiempo,
poseen una notable actividad comercial, factores ambos que unidos son la causa principal
de la intensiva presencia de carteles, discos, etc. Al respecto señala Julián Gállego “nues-tras
ciudades o caminos están plagados de signos o señales”, es decir, que vivimos entre
signos.27 Al igual que los de otros lugares, la mayoría de los conjuntos canarios poseen
tráfico rodado de vehículos, lo que implica la presencia de todas las señales pertinentes
(adosadas a la pared, en postes y pintadas en el pavimento). Como algunos de los conjun-tos
históricos más importantes son a la vez centros comarcales, los correspondientes ayun-tamientos
han instalado parquímetros, con lo que suponen de aumento de señales y de
máquinas expendedoras para el pago del estacionamiento, que por lo poco ancho de las
aceras se convierten, además, en un estorbo para el caminante. Por fortuna, no abundan las
vallas publicitarias en barandillas.
Los municipios canarios han descuidado bastante los tipos de carteles que, precisamen-te,
son los más específicos y útiles en los centros históricos, de tal manera que no abundan
las señalizaciones e informaciones que faciliten la visita y comprensión de sus bienes
culturales. Este hecho no deja de sorprender porque esta parte de la ciudad puede recibir
un notable número de visitantes en virtud de la atracción que ejerce por su legado patrimo-nial.
Aparte de algunas iniciativas aisladas, sólo destaca la serie de paneles explicativos
(en español e inglés) que hace años instaló la Dirección General de Patrimonio Histórico
del Gobierno de Canarias.
La parte más sensible de la cartelística viene dada por la presencia de la actividad
comercial, la cual no se debe considerar una amenaza para los centros históricos. Sin
embargo, sí que se ha recibido una herencia poco afortunada en este aspecto, no sólo por
la publicidad de mala calidad, sino por la manera como se han incrustado de forma autó-noma
los bajos comerciales en los inmuebles existentes, sin tener en cuenta ninguna con-sideración
y actuando de forma autónoma. Todo ello ha ido en detrimento de la imagen del
centro histórico, con intervenciones que han afectado mucho a algunas vías tradicional-mente
comerciales, entre las que se encuentran las calles Mayor de Triana en Las Palmas
o Real de Arrecife (Lanzarote), por citar sólo dos ejemplos. Esta tendencia se está modifi-cando
por las medidas y controles de las administraciones y por una mayor exigencia
desde la propia iniciativa de los comerciantes, además de por un mayor conocimiento
histórico de la arquitectura ligada al comercio.28
Otras caras de la terciarización de esta parte de la ciudad no afectan negativamente a su
imagen, en especial a la cartelística. En el caso de la proliferación de despachos y peque-ñas
oficinas -en ocasiones con cierto perfil de especialización, como ocurre en Vegueta- se
unen actividades comerciales poco intensas y uso administrativo que en poco o nada
perturban a lo epidérmico.
Adornos festivos
La fiesta supone un cambio efímero en los aspectos epidérmicos relacionados con la
ciudad, teniendo mucho que ver en el papel de ésta como escenario de actos y conmemo-
2817
raciones públicas, en expresiones que se repiten en determinadas fechas del año o que son
acontecimientos singulares. Este tipo de actividades siempre fueron propias de las ciuda-des
y villas desde tiempos pretéritos, donde las festividades religiosas del calendario cató-lico
con sus ceremonias y procesiones, celebraciones y fiestas civiles y populares, visitas
de autoridades, etc., suponían la transformación momentánea de las calles y plazas con
sus decoraciones que modificaban transitoriamente el aspecto de la ciudad.
Sin llegar a los fastos propios de la corte o de las ciudades más importantes de la
corona, las ciudades canarias del pasado no sólo engalanaban las fachadas de los edificios
con telas de distinta calidad, guirnaldas, toldos,etc., sino que las calles lucían enramadas,
arcos florales e incluso se adornaban los pavimentos. Es significativo que estas manifesta-ciones
no eran exclusivas de las ciudades más importantes, sino que también en los nú-cleos
pequeños se vivía esta preocupación. Una muestra de estas manifestaciones se
recoge en el siguiente documento, que trata de la decoración que en 1765 se realizó en Los
Silos (Tenerife) con motivo de las fiestas del Corpus Christi: “una carrera adornada de dos
filas de ramos verdes, clavados en tierra, y en ciertas distancias de arcos triunfales, y
altares decorados de rosarios de tomates, con padre nuestros de brevas, tortas, bollos,
uvas, limones, quesadillas, pepinos, flores y garabatos”.29
La presencia de ritos sociales están vinculados a lugares concretos del centro histórico.
En relación con esto, Aldo Rossi identificó a la ciudad como el “lugar de la memoria
colectiva”.30 La mera repetición de determinados decorados o adornos despierta en el ciu-dadano
su identidad comunitaria que está muy relacionada con los procesos psicológicos
-afectivos- entre el sujeto y la ciudad. Todo esto se pone especialmente de manifiesto en
los días de fiestas y está en relación con la “ciudad inmaterial”, donde estarían incluidos
esos aspectos afectivos.31
El centro histórico continúa con un extraordinario poder de convocatoria en su calidad
de marco preferente de la fiesta, amplio capítulo en el que quedan incluidas las más tradi-cionales,
normalmente religiosas o de origen religioso, y las que se han incorporando con
el paso del tiempo. Este carácter emblemático se aprecia en las típicas romerías
(San Benito, La Laguna; San Isidro, La Orotava; San Roque, Garachico; El Pino, Teror;
Santiago, Gáldar; Las Marías, Guía, etc.) u otras fiestas como el Corpus (La Orotava, Las
Palmas, La Laguna, etc.), Semana Santa (La Laguna, Icod, Las Palmas), fiestas lustrales
de Las Nieves (Santa Cruz de La Palma),32 carnavales (Santa Cruz de Tenerife, Puerto de
la Cruz), etc.
Muchas de las fiestas poseen unos adornos particulares, así las mismas banderolas y
estandartes cambian según las celebraciones, en relación con lo concreto del evento, ha-ciendo
participar al espacio urbano de aspectos de la iconografía particular de esas fechas.
(ejemplo de Gáldar).
Otros
Múltiples son los aspectos que, además de los citados, inciden en la imagen de la ciu-dad,
como son el mobiliario urbano con las cabinas de teléfonos y sus distintos modelos,
quioscos, marquesinas, etc., que constituyen, si se quiere, un apartado de piezas efímeras
2818
que las anteriores, pero que en su mayoría suelen ser cambiantes en el tiempo, siempre
buscando su funcionalidad, salvo las que forman ya parte del propio patrimonio y están
vinculadas a la imagen permanente.
Uno de los elementos que más carácter imprimen son las farolas, habiendo instalado un
grupo de municipios modelos de calidad ambiental en sus conjuntos históricos (Las Pal-mas,
La Laguna, Telde, Santa Cruz de La Palma, Gáldar. etc.). En algunos casos negati-vos,
la propia reacción popular obligó a una rápida sustitución.33
En este mismo apartado se debe contemplar la iluminación de los monumentos, impor-tante
para la contemplación y la imagen nocturnas. En este campo, aún queda un cierto
camino por recorrer, ya que en líneas generales falta en Canarias un alumbrado específico
de los conjuntos y sus monumentos singulares más significativos.
Conclusion
El mantenimiento de la calidad ambiental no es fácil en un centro histórico. Para empe-zar,
las dinámicas locales, según los procesos particulares de cada ciudad, presentan ejem-plos
donde la centralidad se ha desplazado desde el conjunto histórico a otras zonas más
modernas. En este sentido se ha podido producir un abandono en la conservación y mejora
de la calidad de la imagen de los cascos viejos, detrimento que se produce por el desvío del
mayor interés (y consecuentemente de las inversiones) hacia las partes más dinámicas.
Aunque se está avanzando de manera positiva, todavía existe la contaminación visual
de tendidos eléctricos, cables telefónicos que se agarran a los edificios y cruzan las calles
por doquier, atenazando la imagen monumental, las antenas que sobresalen en las azoteas,
las constantes pérdidas de elementos epidérmicos (adoquinados, bordillos de cantería,
etc.). Todo esto como efecto de las que se han considerado las grandes dolencias de los
cascos históricos españoles, entre las que se encuentran la especulación y la
terciarización.34 tampoco hay que olvidar la responsabilidad del planeamiento, el cual
puede caer en el peligro de convertirse en un instrumento para la destrucción organizada o
planificada.35 Aunque como siempre, en definitiva, son las políticas municipales las que
inciden de manera más directa en lo positivo y negativo de los aspectos tratados.
Para finalizar, no hay que olvidar que el punto 6 de la “Carta Europea del Patrimonio
Arquitectónico” (Amsterdam, 1975), alerta de que este legado está en peligro, amenazado
no sólo por la ignorancia, sino por la degradación y el abandono, además de por las presio-nes
económicas y la mala aplicación de las tecnologías. Por otra parte, la recuperación de
una imagen adecuada para la ciudad histórica está en relación con la promoción de algo
grato, restando una buena parte de la hostilidad que caracteriza a la urbe actual recon-quistándose
por parte de los ciudadanos, que quedarían por encima de los intereses eco-nómicos
y la especulación.36 En particular, para Canarias, por la fragilidad de muchos de
nuestros centros históricos, la valoración y conservación de los aspectos epidérmicos, ya
que constituyen una parte importante del legado patrimonial de las islas y, como tal,
participa de las fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas que le son propios.37
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NOTAS
1 ROSSI, Aldo (1995): La arquitectura de la ciudad, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, págs. 97 y 157.
2 ROSSI, 1995, págs. 157 y 158.
3 COLOMINA BARBERA, M. (1975): La crisis de la imagen de la ciudad, Valencia, págs. 2 y 3.
4 Citado en COLOMINA, 1975, pág. 3.
5 LYNCH, Kevin (1984): La imagen de la ciudad, Editorial Gustavo Gili, México, pág. 9.
6 Estos aspectos son tratados en su libro sobre la imagen. Ver referencia en la nota número 5.
7 LYNCH, 1984, pág. 7.
8 LYNCH, 1984, pág. 13.
9 Vid. LOPEZ GARCIA, Juan Sebastián (1998): “Los centros históricos canarios y el horizonte del 2000”,
en IV Congreso Internacional de Rehabilitación del Patrimonio Arquitectónico y Edificación. La Haba-na,
Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio CICOP España, La Laguna, págs. 365-366.
ROJAS AVALOS, Angela (inédito 1996): “Patrimonio intangible y su relación con lo edificado”, en
Seminario Internacional del Patrimonio Edificado, Centro Internacional para la Conservación del Patri-monio
CICOP Cuba, La Habana. ROJAS AVALOS, Angela y CARDENAS SANCHEZ, Eliana (en pren-sa
1998): La ciudad como patrimonio, La Habana; véase el capítulo “La diversidad en la conservación
del patrimonio”.
10 LYNCH, 1984, pág. 10.
11 LYNCH, 1984, págs. 16 y 17.
12 LYNCH, 1984, págs. 19 y 20. El autor, para dejar claro este concepto, pone el ejemplo de la ciudad de
Venecia como un espacio o medio “altamente imaginable”.
13 LYNCH, 1984, pág. 61.
14 HARDOY, Jorge Enrique (1983): “La forma de las ciudades coloniales”, en Estudios sobre la ciudad
iberoamericana, C.S.I.C., Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, Madrid, págs. 317 y 318.
15 Mario Fazio, en ASSOCIAZIONE MECENATE 90 (1994): Lessico dei beni culturali, Umberto Allemandi
& C., Turín, pág. 19. Para esos aspectos generales en Canarias, véanse: LÓPEZ GARCÍA, Juan Sebastián
(1991): “Los centros urbanos históricos de Canarias: algunos antecedentes y situación actual”, en Arte,
Ciudad y Territorio, nº 1, Dpto. Arte, Ciudad y Territorio, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria,
págs. 53-70. IDEM (1992 a): “La rehabilitación del patrimonio monumental de Canarias. Una década
para la reflexión”, en I Congreso Internacional del Patrimonio Arquitectónico y Edificación, tomo II,
Gobierno de Canarias, págs. 98-101. IDEM (1992 b): “Los núcleos históricos: historia y función de la
ciudad en Canarias”, en Revista de Historia de Canarias, nº 176, Universidad de La Laguna, La Laguna,
págs. 159-177. IDEM (1993 a): “Los centros históricos”, en Geografía de Canarias, tomo I, Ed. Prensa
Ibérica, Las Palmas de Gran Canaria, págs. 454-468. IDEM (1995): “Patrimonio Histórico: Monumentos
y Conjuntos de Lanzarote y Fuerteventura”, en VI Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura
(1994), cabildos insulares de Fuerteventura y Lanzarote, Arrecife, págs. 465-497. IDEM (1996): “Monu-mentos
y Conjuntos Históricos. Un estado de la cuestión”, en XI Coloquio de Historia Canario-America-na
(1994), Casa de Colón, Cabildo de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, tomo XX , págs. 283-
303. IDEM (1997 a): “La ciudad histórica en Canarias: patrimonio cultural y territorio”, Mérida. Ciudad
histórica. Revista científica, nº 1, Consorcio Ciudad Monumental, Mérida, págs. 171-183. IDEM (1997
b): “Ciudades históricas vivas. La pervivencia y la restauración del territorio”, en Congreso Ciudades
Históricas Vivas. Ciudades del pasado: pervivencia y desarrollo, tomo I, Editora Regional de Extremadura,
Mérida, págs. 259-261.
16 Citado y comentado por GUTMAN, Margarita y HARDOY, Jorge Enrique (1992): “Encarando los pro-blemas
ambientales”, en Medio Ambiente y Urbanización, año 9, nº 38, marzo, Instituto Internacional de
2820
Medio Ambiente y Desarrollo (IIED-AL), Buenos Aires, págs. 3-9. Los centros históricos se definen de
la siguiente forma: “asentamientos humanos vivos, fuertemente condicionados por una estructura física
proveniente del pasado, reconocibles como representativos de la evolución de un pueblo” (pág 4).
17 Véanse: LÓPEZ GARCÍA, Juan Sebastián (1992 c): “La plaza mayor como espacio de poder”, en DANA
(Documentos de Arquitectura Nacional y Americana, nº 31-32, Instituto Argentino de Investigaciones de
Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, Resistencia, págs. 108-112. IDEM (1993 b): “Reformas y
cambios de imagen urbanas en Gran Canaria en la segunda mitad del XVIII”, en VIII Congreso español
de Historia del Arte, tomo II, CEHA, dpto. de Historia del Arte, Universidad de Extremadura, Mérida,
págs. 1017-1022.
18 ALOMAR, Gabriel (1980) Teoría de la ciudad. Ideas fundamentales para u urbanismo humanista,
Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid, pág. 176.
19 MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL (1964): Instrucciones para la defensa de los Conjuntos
Histórico-artísticos, Ministerio de Educación Nacional, Madrid, pág. 36.
20 HARDOY, 1983, págs. 324-325.
21 CERVERA VERA, 1968, págs. 182-183. LAMPÉREZ, citado en LOPEZ COLLADO, 1983, pág. 25.
MADOZ, 1945-1850, tomo XII, pág. 614 y tomo XIV, págs. 687 y 689. Estas iniciativas no fueron
siempre del poder civil, ya que el empedrado de la plaza principal de Teror (Gran Canaria) fue costeado
por el obispo canariense a finales del siglo XVIII; vid LOPEZ GARCIA, 1993 b, pág. 1018.
22 CARTA DEL RESTAURO 1987 (1990), introducción de María José Martínez Justicia, Colegio de Arqui-tectos
de Málaga, Málaga, págs. 42-50. Véase también MARTINEZ JUSTICIA, María José (1990): “La
nueva ‘Carta del Restauro’ 1987, límite y revisión de la experiencia restauradora de este siglo”, en
Cuadernos de Arte, nº XXI, Departamento de Historia del Arte, Universidad de Granada, Granada,
págs. 199-203.
23 AA.VV (INÉDITO 1994): Documento de Gestión del Patrimonio Histórico de Canarias, Departamento
de Historia del arte, Universidad de La Laguna, PAGS. 30-31.
24 PÉREZ MORERA, Jesús (1994): “el color en Santa Cruz de La Palma”, en El color en Santa Cruz de La
Palma. 500 años, Consejería de Industria y Comercio, Santa Cruz de La Palma, s.p.
25 Vid. LÓPEZ GARCÍA, Juan Sebastián (1983): Arquitectura del Renacimiento en el Archipiélago
Canario, Instituto de Estudios Canarios, Cabildo Insular de Gran Canaria, La Laguna, págs. 115-117.
26 AA.VV (1994): El color en Santa Cruz de La Palma. 500 años, Consejería de Industria y Comercio,
Santa Cruz de La Palma, s.p.
27 GALLEGO SERRANO, Julián (1989): “Símbolos y signos en la vida actual”, en Cuadernos de Arte e
Iconografía, tomo II, nº 4, Fundación Universitaria Española, Madrid, págs. 198 y 200.
28 A. Sebastián HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ (1992): Triana. Zona comercial histórica, Consejería de
Industria, Comercio y Consumo, Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Las Palmas,
Federación Empresarial de Comercio, Las Palmas de Gran Canaria.
29 ROMEU PALAZUELOS, Enrique (1977): La tertulia de Nava, Ayuntamiento de San Cristóbal de La
Laguna, pág. 109.
30 MENÉNDEZ DE LUARCA (1975): “Posiciones teóricas frente a la dilapidación de los centros
históricos”, en Ciudad y Territorio, 3/75, Ministerio para las Administraciones Públicas, Madrid, pág. 18.
31 MITSCHERLICH, Alexander (1969): La inhospitalidad de nuestras ciudades, Alianza Editorial,
Madrid, págs. 34 y 35. RIBAS PIERA, M. (1975): “Problemática de la conservación de centros
históricos”, en Ciudad y Territorio, 3/75, Ministerio para las Administraciones Públicas, Madrid, pág. 12.
32 Vid. Jaime PÉREZ GARCÍA (1997): Descripción de todo lo que pasó en la Bajada de Nieves en
La Palma , año de 1815, Julio Castro, Editor, La Laguna.
33 La presencia del alumbrado eléctrico cuenta en Canarias con un siglo. El ayuntamiento de Santa Cruz de
La Palma lo inauguró en su ciudad el 1 de enero de 1894, mientras en Santa Cruz de Tenerife se hizo
2821
efectivo el 7 de noviembre de 1897. Vid. CIORANESCU, Alejandro (1977-1979): Historia de Santa
Cruz de Tenerife, tomo III, Caja General de Ahorros, Santa Cruz de Tenerife, pág. 362.
34 CAMPESINO FERNÁNDEZ, Antonio (1986): “Patrimonio y planeamiento democrático de nuestras
ciudades históricas”, en IV Coloquio Ibérico de Geografía, Coimbra, pág. 551.
35 GURRIERI, Francesco (1987): “Itinerari del restauro”, en Anastilosi. L’Antico, il restauro, la citt…,
Editori Laterza, Bari, pág. 4.
36 SORIA PUIG, Arturo (1975): “El transporte urbano y la dictadura del valor de cambio”, en Ciudad y
Territorio, 3/75, Ministerio para las Administraciones Públicas, Madrid, pág. 43.
37 LÓPEZ GARCÍA, 1998, págs. 365-366. Para el desglose de las fortalezas, debilidades, oportunidades y
amenazas, referidas a Gran Canaria, Vid. HERNANDEZ SOCORRO, María de los Reyes y LÓPEZ
GARCÍA, Juan Sebastián (1998): “Patrimonio Histórico”, en Gran Canaria siglo XXI. Diagnóstico de
situación, Cabildo de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, tomo II, 1506-1548.