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LA ESTANCIA DE AGATHA CHRISTIE
EN CANARIAS:
LA INFLUENCIA DEL PAISAJE CANARIO EN
SUS NOVELAS DE INTRIGA
José Luis García Pérez
Cuando en febrero de 19271 la Sra. Mary Clarissa Agatha Miller, más conocida por
Agatha Christie, llegaba al archipiélago canario, traía ya tras de sí el gran éxito de sus
novelas que habían empezado a fraguarse en el mostrador de una farmacia. 2 Sin embargo,
Mrs. Christie llega a estas islas en el peor momento de su vida, con una reciente ruptura
matrimonial, endeudada hasta la médula, con una gran depresión y con un desinterés total
para enfrentarse a un nuevo libro. Traía en su equipaje, además de los juguetes de su
pequeña Rosalynd que le acompañaba en este viaje, el trabajo inacabado de la novela El
Misterio del Tren Azul,3 que sólo llevaría de Canarias el color azul de su título. Cuando
llega al archipiélago, ocurre el milagro: acaban sus penas y termina su obra incompleta,
además de iniciar dos de sus mejores novelas que tendrán como telón de fondo el bello
paisaje insular que ella adoraba: El enigmático Mr. Quin,4 ambientada en La Orotava
(Tenerife), y Mrs. Marple y los trece problemas, en Agaete (Gran Canaria).5 Este viaje
significó mucho para Agatha, una dama que, enamorada del paisaje que le rodeaba, lo
sabe trasladar poco a poco a su novela de misterio, haciendo que el criminal, en lugar de
atravesar metros y estaciones de trenes londinenses, se pasee y se esconda entre las silen-ciosas
calles de un pueblo blanco regado de buganvillas que se desprendían de aquellos
muros enlucidos o de un pequeño pueblo en la orilla de su mar.
Analicemos, en primer lugar, algunos retazos de El enigmático Mr. Quin en el pasaje
correspondiente a “El Hombre del mar” para poder apreciar hasta qué punto la autora se
siente enamorada de esos bellos parajes y cómo confunde su intriga entre el misterio de las
silenciosas calles de la Orotava rociadas de buganvillas y cipreses:
El paisaje
Con un gran suspiro, míster Satterthwaite se alejó del hotel y se dirigió a la
espaciosa ensenada situada al pie de la colina donde aquél estaba enclavado.
Dirigió una escrutadora mirada por los alrededores de la meseta y hacia el fondo
del acantilado. El camino se extendía bordeado de espesas buganvillas, cuyo ví-vido
escarlata le hacían parecer más viejo y grisáceo que nunca. Se sintió alivia-do
al dejar atrás aquellas coloreadas matas y entrar en la blanca calle del pueblo
a cuyo fondo se divisaba el azul del mar. Siguió andando alejándose de los cami-nos
bordeados de palmeras y las esparcidas casitas blancas del pueblo. Pasó a lo
largo de la ribera de negra lava entre cuyas rugientes olas perdiera años atrás la
vida un conocido nadador inglés y subió al fin por la empinada y tortuosa senda
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que conducía a la cima del cantil. Al borde mismo de éste había una casa a la que
designaban con el apropiado nombre de La Paz. Era una casa blanca con verdes
postigos herméticamente cerrados y algo descoloridos por la acción del tiempo.
Estaba rodeada de un descuidado pero hermoso jardín en el que se destacaba una
avenida de cipreses que conducía a una especie de plataforma que había junto al
borde del acantilado y desde donde podía verse el maravilloso espectáculo de un
mar embravecido que se estrellaba impotente a sus pies. Se había encariñado con
la vista de los jardines de La Paz, pero jamás había penetrado en la villa. Era
realmente maravilloso poder admirarlo, sentado en el borde mismo del acantila-do.
Después se encaminó hacia la casa y se quedó frente a ella, contemplando sus
blancos muros, sus floridas enredaderas y sus descoloridas y mudas persianas.
Todo tan silencioso. Tan apacible.
En este apartado Agatha Christie nos demuestra claramente cómo conoció y vivió el
mundo de la Orotava y el puerto. Su personaje aquí nos recuerda a todos esos viajeros del
siglo XIX 6 que con su pincel o su pluma iban tomando buena nota, con todo detalle, de lo
que les parecía atrayente del paisaje canario. La autora no deja de mencionar los acantila-dos
de negra lava y las calles de un pueblo tranquilo con casitas blancas que destacan, en
especial, por el encalado de sus muros y sus enredaderas de buganvillas, además de con-templar
los cipreses que se difunden en la entrada de sus jardines o las palmeras siempre
señoriales en el paisaje insular. Al fondo, siempre destaca el mar azul que rompe con sus
olas sobre la negra lava.
Mrs. Christie, entusiasmada con los jardines, introduce en ellos a sus personajes, tal
como ella había hecho en sus visitas a los jardines de La Paz y de Sitio Litre, donde en
ocasiones, y aún hoy, estas casas parecen solitarias con sus postigos verdes cerrados a cal
y canto. Destaca entonces algo característico del entorno del archipiélago, común en aquellos
tiempos: su paz y su tranquilidad.
Manuel de los machangos
Manuel, el jardinero español, saludaba siempre atento y obsequiaba con un escogi-do
ramo a las señoras y una simple flor para el ojal del caballero. Su morena tez se
deshacía siempre en plácidas sonrisas. Estuvo muchas veces tentado de preguntar a
Manuel sobre la verdad del caso. Después de cambiar unas palabras con el jardine-ro
y aceptar graciosamente el capullo de rosa de té que éste le ofrecía, míster
Satterthwaite se internó por el paseo de cipreses que conducía al mar.
Manuel de los Machangos7 fue un personaje real canario que Agatha Christie conoció
en el Taoro, mientras éste trabajaba como jardinero. Este isleño, siempre amable y son-riente,
había pasado a la historia por haber sido el criado y el cuidador de los monos del
gran psicólogo Wolfgang Köhler,8 que había vivido en la isla desde 1912 a 1920 realizan-do
unas pruebas psicológicas con unos monos en la afamada Casa Amarilla del Puerto de
la Cruz; finalmente se había convertido en un espía alemán en el archipiélago.
Manuel de los Machangos contaba con gracia y orgullo que él había conocido a Agatha
Christie y que solía regalarle cada mañana, antes de que ella entrara a desayunar en el
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hotel, un ramito de flores. Detalle que la singular autora no deja escapar mencionándolo
en su obra junto al personaje canario.
El Carnaval
-Llevaba puesto un disfraz.
-¿Un disfraz?
-Sí . Algo así como un traje de arlequín.
-Supongo que habría un baile de máscaras en alguno de los hoteles.
-Sí, un baile de máscaras sin duda alguna.
¿Cómo podía escapársele a la autora británica el detalle del carnaval canario si ella
misma lo había vivido, pues había llegado a Tenerife en las mismísimas fiestas del Carna-val,
asistiendo a los diferentes actos que no sólo celebraba su hotel sino también las insti-tuciones
británicas del Puerto? Seguro que la alegría y el ánimo de las fiestas canarias caló
en su temperamento y no dudó en trasladarlo a su obra.
El paraiso
Con todo lo suficiente para poder vivir holgadamente en cada momento, el mun-do
parecía un lugar no despreciable con su sol, su cielo, y su mar. Luz, primavera,
gorjeo de aves, ésa era la atmósfera en que se sintió envuelto
Seguí viviendo aquí, en esta villa, y el mundo volvió a parecerme un paraíso
¿Y vino usted a ver estas islas? ¿Se puede saber por qué?.
Son constantes las citas de Agatha Christie a las palabras “paraíso” o “paradisíaco”
para definir el lugar donde se encuentran sus personajes. En la literatura de viajes son
muchas las expresiones de los viajeros para definir a Canarias como un auténtico paraíso.
Así por ejemplo, años más tarde de la llegada de esta autora, el supermillonario Aristóteles
Onassis y su inseparable María Callas, que acompañaban en aquella ocasión a Sir Winston
Churchill, realizaron un primer comentario nada más pisar tierra canaria con estas pala-bras:
“Nos parece que estamos en el auténtico Paraíso”.9
La mujer Canaria
La mujer, alta, bronceada por el sol, ya entrada en años, pero esbelta y arrogante,
vestía de luto y tocaba su cabeza con una negra mantilla de encaje.
No pasa desapercibido para la escritora la vestimenta y el estilo de la mujer canaria.
Los ojos de estos británicos se posan en la mujer canaria para observar y calificar sus
atuendos. Ya en 1830, el padre de Oscar Wilde, Mr. William Wills Wilde había piropeado
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a la mujer canaria, en especial a la de Santa Cruz, diciendo “La mujer de Tenerife es guapa
y esbelta, me gustan sus ojos negros y grandes, y ese abanico que no cesan de agitar
cuando van ataviadas con esa linda mantilla”.10 Lo mismo hace Agatha, se fija en lo más
hermoso y característico de la mujer isleña que sabe llevar con buen porte sus ropas. Son
múltiples en esta obra las apreciaciones sobre la costumbre femenina en Tenerife.
El hogar Canario
El interior estaba sumido en una semioscuridad por el hecho de hallarse puertas y
ventanas herméticamente cerradas. El mobiliario era escaso y viejo y una gruesa
capa de polvo mostraba a las claras el poco uso que se hacía de él. Le condujo a
través de largos pasillos a una espaciosa habitación situada en el lado opuesto a la
casa. Aquí las ventanas daban al mar y el sol y el aire penetraban inundando la
entrada. Sus muebles, al igual que los que había en la entrada, eran pobres pero
limpios. Había también un biombo de cuero, estilo Renacimiento español, y una
gran profusión de macetas y flores.
Agatha Christie durante su estancia en el archipiélago visita hogares canarios y una
buena prueba de ello nos la da en su obra cuando los describe de esta forma: semioscuros
con puertas y ventanas cerradas y un mobiliario sin importancia. Sus largos pasillos y sus
espaciosas habitaciones que parece que los pocos muebles siempre bailan en ellas Así lo
había descrito también en 1859 la escritora Elizabeth Murray 11 que se mofaba en ocasio-nes
del mal gusto canario a la hora de disponer los muebles y objetos decorativos. La
minuciosidad de Agatha le lleva a observar la presencia constante de macetas de diferen-tes
coloridos alrededor de la casa.
En definitiva, leer El enigmático Mr. Quin en su capítulo correspondiente a “El Hom-bre
del mar”, es pasear por nuestros pueblos del Norte entre la lava y sus jardines desde La
Paz hasta sus mismos acantilados. Es simplemente el libro de viajes, escrito con total
detallismo, por una pluma que cosecharía los mayores éxitos de publicación. Sus impre-siones
en la novela, son las mismas que la propia Agatha Christie pensaba sobre el pueblo
canario.
Cuando acaba de imaginar su novela en el ambiente del Puerto de la Orotava, se trasla-da
a Gran Canaria en busca de otro paisaje distinto del que a ella le gustaba. Allí se vuelve
a inspirar en el paisaje y costumbrismo canario para escribir la obra Miss Marple y los
trece problemas, trece relatos cortos protagonizados por el personaje de Miss Marple, y
ambientados en Agaete, en el norte de la isla. En su tiempo libre, se deleita asistiendo a
fiestas que organizan sus paisanos en los casinos y casas aristocráticas y en especial en el
Club Inglés, donde llega hacer buenas amistades, en especial con el Dr. Lucas, un galeno
británico que había abierto su consulta en Gran Canaria, y que la invita a quedarse en la
isla por más tiempo; aunque lo mismo había hecho en Tenerife permaneciendo con sus
anfitriones en especial en Sitio Litre 12 (lugar de encuentro a lo largo de los siglos de la
elite y aristocracia británica que en animadas tertulias pasaban las horas bajo la sombra
del drago de Mr. Smith 13 ) o en otras ocasiones, con los propietarios de los Jardines de la
Paz.
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Allí se instala en el Hotel Metropole de Las Palmas y desde un principio se agencia las
amistades inglesas que solían vivir en esos alrededores del Hotel Metropole y del Hotel
Santa Catalina, así como de la Ciudad Jardín y en especial de su Iglesia protestante y del
Club Inglés que poseía por aquel entonces en esta capital, una gran vitalidad con sus
reuniones, sus tardes de té y en especial, con sus bailes. Es en estos lugares donde conoce
al mencionado Dr. Lucas que se va a convertir en un asiduo acompañante y en un buen
“cicerone”. La autora, en estado depresivo, era lógico que encontrara en este personaje su
mejor amigo y acompañante.
La novela, que realiza en Gran Canaria, como ya hemos mencionado anteriormente,
lleva por título Miss Marple y los trece problemas, y es precisamente en la narración
octava donde se centra de lleno en el paisaje y el ambiente grancanario. La trama lleva por
título en inglés The Companion, en tanto que en la traducción española se le ha denomina-do
La señorita de compañía.
La trama típica del estilo de Agatha está presente más en esta novela que en la realizada
en Tenerife, con esos personajes misteriosos que se desenvuelven en medio de un crimen
en las islas.
Gran Canaria, su paisaje y su clima
Son constantes las alusiones al paisaje, clima, ambiente y situación de Gran Canaria,
encontrándolo siempre Agatha idóneo por su tranquilidad y sosiego, y ya casi en sus pri-meras
líneas nos dice:
El clima es suave y soleado, con excelentes playas....
-No sé si alguno de ustedes conoce las Islas Canarias- empezó a decir el médico.
-Deben de ser maravillosa -dijo Jane Helier- ¿Están en los Mares del Sur, ¿no?.
¿O en el Mediterráneo?
-Yo las visité camino del África del Sur -dijo el coronel- Es muy hermosa la vista
del Teide, en Tenerife, iluminado por el sol poniente.
-El incidente que voy a referirles -continuó el médico- sucedió en la isla de Gran
Canaria, no en Tenerife.
Excursiones: Las Nieves, Agaete
Junto a este espacio, también la autora se recrea con el lugar donde quiere que sus
personajes cometan el crimen y ha elegido el bello rincón de Agaete en su playa de Las
Nieves:
Era normal entre los ingleses que arribaban a las islas que se dedicaran por entero desde
el primer día a hacer sus excursiones hacia el centro de la isla, así, la misma Agatha no lo
desaprovecha y al mismo tiempo de observar la belleza del interior de los campos cana-
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rios, los utiliza para sus novelas, con un perfecto conocimiento de los lugares por ella
elegidos:
Al día siguiente había planeado ir de excursión con unos amigos. Teníamos que
atravesar la isla en automóvil, llevándonos la comida, hasta un lugar llamado
(apenas lo recuerdo... ¡ha pasado tanto tiempo! Las Nieves, una bahía resguarda-da
donde podíamos bañarnos si ése era nuestro deseo. Este programa se llevó a
cabo casi por completo, con la excepción de que salimos más tarde de lo previsto
y nos detuvimos por el camino para comer, yendo a Las Nieves después, para
bañarnos antes de la hora de tomar el té.
Al aproximarnos a la playa, percibimos enseguida una gran conmoción. Todos
los habitantes del pequeño pueblecito parecían haberse reunido allí, y en cuanto
nos vieron corrieron hacia el automóvil y empezaron a explicarnos lo ocurrido
con gran expectación...
A lo largo de su novela, la escritora vuelve, al igual que lo había hecho en Tenerife, a
elogiar constantemente la belleza del paraje canario, encontrándole idóneo, con su tran-quilidad
y sosiego, para la ejecución de sendos crímenes, aunque su novela termina con
una alusión a esa soledad de los pueblos:
-¡Oh! - exclamó Jane-. En el pueblo. Pero si en los pueblos nunca ocurre nada,
¿no es cierto?-Suspiró- Estoy segura de que si viviera en un pueblo sería tonta de
remate.
Los ingleses y el puerto de la Luz
Como se puede traslucir a través de sus líneas, nos demuestra el enorme trasiego que el
Puerto de la Luz, donde sus paisanos habían realizado una enorme labor, sigue teniendo en
aquellos momentos, constituyéndose en el punto neurálgico de la isla:
Barcos de todo el mundo atracaban por el muelle cada mañana... Como les decía,
barcos procedentes de todas las partes del mundo atracaban en Las Palmas. Algu-nas
veces hacían escala unas horas, y otras un día o dos.
Hotel Metropol: los ingleses y los hoteles
Como bien sabemos, la importancia del mundo hotelero en las islas se debe en gran
manera a la buena mano de los británicos, que desde un primer momento, en los primeros
años del siglo XIX, se preocuparon de la construcción de éstos. Sabemos, por ejemplo,
que los planos del Hotel Santa Catalina, importante centro hotelero en aquellos tiempos,
fueron realizados por estos viajeros interesados en colocar a Canarias en un buen punto de
mira del mundo turístico.
Me instalé en el hotel principal, el “Metropol”, podía verse gentes de todas razas
y nacionalidades... aves de paso. Incluso los que se dirigían a Tenerife se queda-ban
unos días antes pasar a la otra isla.
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Los médicos ingleses
Y en esa importancia de los turistas, coloca al médico inglés en su novela, en medio de
una isla donde su labor es importante. Recordemos la importancia que siempre tuvo desde
los primeros años del siglo XIX, especialmente de la mano de William Wills Wilde, el
padre de Oscar Wilde, en denominador al archipiélago como una gran “Health Resort” o
centro de saneamiento e idóneo para todo tipo de enfermedades. Con estos galenos, debe-mos
considerar que comenzó en las islas el gran “boom” turístico, ya que la llegada de
enfermos británicos (tuberculosos, tísicos, asmáticos) iba cada año en aumento. Con esta
arribada también sabemos que los mismos hoteles y hospitales canarios van a tener un
serio avance sobretodo de la mano de los doctores ingleses que se disputaban luego la
dirección de estos establecimientos, llevando a las tribunas británicas médicas la impor-tancia
de este lugar en el Atlántico y elogiando unos a Gran Canaria y otros a Tenerife
según le conviniera o según les había ido con sus enfermos. Así, esta importancia del
papel del médico también se ve en Agatha que elige como personaje principal junto a Mrs.
Marple la figura de un galeno:
Estuve ejerciendo en Las Palmas, que es la capital de Gran Canaria. Allí disfruté
mucho... Con un gesto inconsciente, el médico tiró de las puntas de su chaleco
buscando afanosamente en su memoria algún recuerdo...
La belleza de la mujer Canaria
En casi todos los libros viajeros del siglo XIX, estos escritores piropean constantemen-te
la belleza de la mujer isleña. Así, de la misma manera que también lo había hecho
Agatha con sus escritos en Tenerife, también en Las Palmas tiene espacio para valorar la
presencia y belleza de la mujer canaria:
A la belleza española no le ocurrió nada... Una mujer en particular excitó viva-mente
nuestra admiración. Alta, delgada, hermosa e insinuante se movía con la
gracia de una pantera. Había algo peligroso en ella... Las mujeres como ésta sue-len
tener historias. Mi vida se limita a pasar junto a ellas sin rozarlas.... La hermo-sura
es quizás la riqueza más peligrosa.... No es sólo su belleza. Hay algo más.
Mírela de nuevo... Sólo hay que mirarla para comprenderlo.
Al cerrar su equipaje y abandonar el archipiélago para trasladarse a su Inglaterra, lleva
también en él, además de una obra ya acabada como El Misterio del Tren Azul, la semilla
de dos grandes éxitos, la inspiración más hermosa para sus intrigantes tramas. Con el
tiempo, estos relatos serían sus preferidos y cuando ella dice esto, posiblemente no se
refiera a que sean los mejores, sino por todo lo que pudieron significar estos trabajos en su
estado de ánimo y en su retorno a las letras. Es posible que si no hubiera residido en el
archipiélago durante aquella época, otro cosa bien distinta le hubiera ocurrido, y el hecho
de que mencione estos trabajos como los más apreciados, nos hace pensar que así los
estimaba la propia Agatha.
En otras ocasiones la afamada escritora hubiera deseado volver a las islas, pero ella
sentía siempre un gran respeto por sus viajes. ”No repitas nunca el mismo sitio donde una
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vez fuiste feliz, la segunda vez no será lo mismo. Es imposible que el mismo lugar, con el
paso de los años, te conceda la misma impresión de la primera vez. Lo que has tenido, has
tenido. Nunca vuelvas a un lugar donde antes has sido feliz, si vuelves lo destruirás”.14
Pensemos que, por estas circunstancias, Agatha no haya regresado a las islas, pero en sus
célebres libros dejó la huella perenne sobre todo del paisaje canario. Son obras donde la
británica se recrea en un entorno paradisíaco. Estaba encantada con la Orotava y sobre
todo con el Teide, y con el bello rincón de Las Nieves, en Agaete (Gran Canaria), ya que
siempre había querido ver un paisaje diferente al de su Inglaterra y estos lugares le daban
esa oportunidad.
Agatha Christie, la reina del crimen, reinició en estos lugares, precisamente en La Orotava
y en Agaete, su amor por las novelas. Setenta y siete de sus más conocidos trabajos, entre
los que se encuentran los escritos en Tenerife y Gran Canaria, han sido traducidos a todas
las lenguas, y aún hoy, las ediciones se suceden y la gente sigue comprando sus obras.
Siempre, los que han dedicado un tiempo a estudiar estas novelas de misterio han dicho
que leer a Mrs. Christie es “pasear desde Charing Cross hasta Marble Arch, parando en su
enigmática estación de Victoria, donde un criminal se podía esconder entre andenes y
maleteros”. Sin embargo, creemos que estos estudiosos deberían mencionar e incluir en
ese trayecto, ese paseo entre volcanes, playas y jardines del archipiélago canario, por la
importancia que tuvo en el futuro novelístico de esta autora.
En definitiva, con estas dos novelas, realizadas y escritas con el ambiente canario,
Agatha Christie se vuelve a convertir en una auténtica propaganda turística del archipiéla-go
en todo el mundo, ya que como sabemos, el público siempre estaba expectante de lo
que salía de la pluma de esta gran dama de los crímenes. Los nombres de Tenerife y Gran
Canaria vuelven a estar en primera línea en el aspecto turístico ya que son muchos tam-bién
los aficionados británicos los que empiezan a llegar y a buscar los lugares por ella
descritos.
En los últimos años de su vida, Agatha, ya enferma, hace casi un repaso a su vida, y
piensa en esos viajes realizados y en lo que cada uno de ellos pudo significar para sus
éxitos, es posible que Tenerife estuviera en ese recuento final y dice así “He cumplido ya,
he hecho todo lo que tenía que hacer, ahora sólo me queda esperar a la muerte con digni-dad
y resignación, ”y en sus palabras finales nos vuelve a demostrar el camino que ella ha
elegido “Amo y adoro la vida de los esquimales... un día su hijo le prepara una excelente
comida para un viaje especial y le acompaña sobre el hielo..... para no volver jamás.” .15
Agatha Christie, la misteriosa dama entre volcanes y jardines, fue la dama que nunca
volvió, pero eternizó para siempre nuestro tranquilo y hermoso paisaje por el mundo ente-ro.
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NOTAS
1 La Prensa. Febrero 1927 (Santa Cruz de Tenerife).
2 CHRISTIE, Agatha: An Autobiography. Fontana Ed.; Londres, 1977.
3 IDEM: The Mistery of the Blue Train. Londres, 1928.
4 IDEM: El enigmático Mr. Quin. Londres, 1928.
5 CHRISTIE, Agatha: Ms. Marple y los trece problemas. Londres, 1930.
6 GARCÍA PÉREZ, José Luis: Viajeros ingleses en las Islas Canarias durante el siglo XIX. CajaCanarias;
Santa Cruz de Tenerife, 1987.
7 GARCÍA PÉREZ, José Luis: Rumores de Espionaje. Santa Cruz de Tenerife, 1995.
8 LEY, Ronald: A Whisper of Espionage. Nueva York, 1977.
9 Diario de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 21 de Febrero de 1951.
10 WILDE, William: Narrative of a Voyage. Londres, 1834.
11 MURRAY, Elizabeth: Sixteen Years of an Artist´s Life in Morocco, Spain and the Canary Islands. Lon-dres,
1859.
12 GARCÍA PÉREZ, José Luis: Sitio Litre, parada y fonda en el camino. Santa Cruz de Tenerife, 1995.
13 El jardín de Mr. Smith en el Sitio Litre era famoso por su bello drago y son constantes las citas al “Dragon´s
Tree Garden”.
14 CHRISTIE, Agatha: An Autobiography. Londres, 1977. Pág. 550.
15 CHRISTIE, Agatha: An Autobiography. Pág. 545.
BIBLIOGRAFÍA
Prensa
Diario de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 21 de Febrero de 1951.
La Prensa. Febrero 1927 (Santa Cruz de Tenerife).
Libros
CHRISTIE, Agatha: An Autobiography. Fontana Ed.; Londres, 1977.
IDEM: The Mistery of the Blue Train. Londres, 1928.
IDEM: El enigmático Mr. Quin. Londres, 1928.
IDEM: Ms. Marple y los trece problemas. Londres, 1930.
GARCÍA PÉREZ, José Luis: Viajeros ingleses en las Islas Canarias durante el siglo XIX. CajaCanarias;
Santa Cruz de Tenerife, 1987.
IDEM: Rumores de Espionaje. Santa Cruz de Tenerife, 1995.
IDEM: Sitio Litre, parada y fonda en el camino. Santa Cruz de Tenerife, 1995.
LEY, Ronald: A Whisper of Espionage. Nueva York, 1977.
MURRAY, Elizabeth: Sixteen Years of an Artist´s Life in Morocco, Spain and the Canary Islands. Lon-dres,
1859.
WILDE, William: Narrative of a Voyage. Londres, 1834.