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1515 106 LAS PRIMERAS LIMEÑAS. UNA VISIÓN DE LA IMAGEN PERUANA POR MAR-COS JIMÉNEZ DE LA ESPADA María Isabel Paredes Vera La figura y la obra de Marcos Jiménez de la Espada no han alcanzado la difusión que sin duda alguna merecen. Su ingente labor, que abarca campos tan diversos como las ciencias naturales, la geografía, la lingüística, la arqueología y la historiografía, sólo ha sido objeto de la atención de unos pocos estudiosos en este siglo, aunque en vida alcanzó gran prestigio a nivel internacional, consiguiendo numerosas distinciones académicas. Actualmente, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid, se está llevando a cabo una tarea que resultará decisiva para el conocimiento de la persona y de buena parte de los trabajos del notable científico cartagenero y que consiste en la informatización de los fondos del denominado “legado Jiménez de la Espada”, donado a dicha institución por sus herederos. Esperamos que, en fecha no muy lejana, sus escritos inéditos, así como el resultado de sus investigaciones, consigan el nivel de divulgación de que son acreedores. Pretendemos contribuir a ello con estas páginas, rindiéndole home-naje en el primer centenario de su muerte.1 Prestaremos atención especial a su faceta de americanista, el primero en España en alcanzar reconocimiento internacional. Concretaremos aún más nuestro trabajo dedicán-donos, en mayor grado, a la obra de Jiménez de la Espada relacionada con Perú, ya que a este país sudamericano entregó gran parte de sus esfuerzos, de forma exhaustiva y rigu-rosa, a lo largo de más de treinta años, hasta sus últimos días. Este interés por lo peruano se vio recompensado y reconocido a su vez con la amistad de intelectuales de aquella joven república como Ricardo Palma, el naturalista milanés afincado en Lima desde l850 Antonio Raimondi o el director general de Instrucción Pública , Ferreiro, en artículos publicados en la prensa limeña e incluso alcanzando los más altos honores con-cedidos por el gobierno del Perú a un extranjero.2 Marcos Jiménez de la Espada no se había formado como americanista, ni siquiera ha-bía demostrado una particular atracción por América. Su primer contacto real con el con-tinente americano (y único, aunque duró más de tres años y no pudo ser más fructífero), fue casual y tuvo su origen en su condición de naturalista. Se había licenciado en Ciencias Naturales en la Universidad de Madrid en l856, aunque desde tiempo atrás realizaba trabajos ocasionales para el Museo Nacional de Ciencias Naturales, por entonces unido a la Universidad Central y mantenía contacto regularmente con el equipo de científicos que componían su plantilla. En mayo de l857 fue nombrado en dicho museo ayudante de la cátedra de Mineralogía y Geología y a mediados de l859, ayudante primero, con destino a las clases de Zoología y cuidado de los animales del Jardín Zoológico3. Desde l860 se venía gestando la que sería empresa americana y suceso más extraordinario en la vida de nuestro científico. Se encontraba al frente del Gobierno de España el general O´Donnell, con el total respaldo de la Unión Liberal y transcurría el que ha sido calificado como el 1516 período “más estable del reinado de Isabel II” con logros entre los que citaremos, como ejemplo, la creación de altos hornos en el País Vasco, expansión del ferrocarril y mejoras en la economía en general, acompañado todo ello de significativos conatos de expansión nacionalista. Para conseguir la reafirmación que necesitaban los unionistas de su política exterior, se lanzaron a la organización de empresas de carácter nacional, pero fuera del territorio peninsular, y que les serían útiles para emplear la mano de obra excedente, al mismo tiempo que aumentaba el prestigio del gobierno (cuestiones de Marruecos y el abortado desembarco de México, en las que destaca la actuación de Prim, junto con la anexión de Santo Domingo, iniciada por O´Donnell en l861 y concluida por Narváez en l865). Dentro del marco de estos intentos (algunos, como el de México, compartido con Francia) podemos incluir el envío de una escuadra naval española que, en principio, pre-tendía alcanzar el Pacífico y dar la vuelta al mundo por la vía de América del Sur y Filipinas, estableciendo una base naval en el litoral del Pacífico suramericano, similar a la que existía en Montevideo. Quedarían así articuladas las diferentes piezas del sistema colonial español en América y Asia y permitiría proteger los intereses de la corona espa-ñola en un área revalorizada desde los descubrimientos auríferos en California y Australia en l848. La base proyectada serviría a su vez de plataforma para aumentar la comunica-ción entre la metrópoli y Filipinas. Al amparo de esta iniciativa de carácter militar, llevada a la práctica cuando era ministro de Fomento el liberal marqués de la Vega de Armijo, se decidió agregar pocas semanas antes una comisión científica cuya finalidad sería recoger material para ser expuesto en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid.(López-Ocón y Puig Samper, l988).4 Cuando Jiménez de la Espada tuvo noticias de que se convocaban plazas de naturalis-tas para la citada expedición, solicitó y consiguió una de ellas. Dio así el primer paso para el nacimiento del que había de ser destacado americanista. Sobre el desarrollo de esta empresa a la que oficialmente se dio el nombre de Comisión Científica del Pacífico existe abundante bibliografía, e incluso documentos de primera mano como cartas o diarios todavía inéditos y artículos periodísticos de la época entre otros. Podemos aplicarle, sin miedo a exagerar, adjetivos como romántica, escasa de recursos (sus miembros sólo serán ocho, entre científicos y técnicos) e inoportuna, por el momento difícil que pasaban las relaciones con algunos países de América Central, del área del Caribe y América del Sur. Cómo factor positivo y dominante a lo largo de los casi tres años y medio que duraría la expedición, hemos de destacar el alto nivel científico y profesional de sus componen-tes y la forma en que se entregaron a la tarea emprendida soslayando peligros, enfren-tándose a enfermedades, a la carencia de recursos y a delicadas situaciones de enfrentamientos con los marinos que componían la facción militar de la empresa.5 Dejaremos de lado el detallar los avatares de la Comisión Científica y reseñaremos brevemente su salida de Cádiz el 11 de agosto de l862 (tan sólo dos meses antes habían comunicado a Marcos Jiménez de la Espada que se aceptaba su solicitud, el 11 de junio) y su periplo. Durante éste realizaron escalas, de distinta duración, en Tenerife, Cabo Ver-de, Brasil, en la Patagonia, y, tras atravesar con grandes dificultades de navegación el Estrecho de Magallanes, llegaron a Valparaíso, en Chile. El 10 de julio de l863 desem-barcan en El Callao, aunque no iba el total de la escuadra. Marcos Jiménez de la Espada iba a bordo de la fragata “Triunfo”, que había salido del citado puerto chileno a mediados de junio y en la que viajaron también el fotógrafo Rafael Castro (se trataba de la primera 1517 expedición científica española que contaba oficialmente con un técnico de este tipo)6 y el taxidermista Puig mientras que el presidente de la Comisión, don Patricio Paz y Membiela, lo hacía en la goleta “Covadonga”. Los demás expedicionarios, Manuel de Almagro, mé-dico y antropólogo cubano, el colector botánico Isern y el zoólogo Martínez Sáez, habían realizado el viaje desde Chile por tierra, adentrándose en Bolivia y Perú y efectuando valiosos estudios de flora, fauna, minerales y etnográficos anotados en diarios e informes y recogiendo materiales para ser enviados tras su preparación a museos españoles, tarea que realizaron con notable éxito y dedicación encomiable.7 Es posible seguir los pasos del grupo de científicos españoles en Perú gracias a los diarios de Isern, Almagro y Martínez Sáez aunque, desafortunadamente, en el que sería más valioso para nuestro estudio, el escrito por Jiménez de la Espada, faltan todos los días correspondientes a su estancia en tierras peruanas .8 El l6 de julio entra por primera vez en Lima Jiménez de la Espada, en compañía de Paz, Amor, Puig y Castro Ordóñez. Encuentran “un caserío pobre y mezquino”, con edificios públicos de época española con excepción de la penitenciaría, recientemente construida y “digna de competir con las mejores de Europa”. El empedrado de las calles era desigual “con acequias al aire, de aspecto repugnante”. Según Almagro, todo esto contrastaba con el interior de las vivien-das, con habitaciones magníficas, adornadas con el mayor lujo, pero al mismo tiempo encontró el antropólogo cubano cualidades positivas en la capital limeña que sin duda contribuyeron a que Jiménez de la Espada llegara a quedar subyugado por aquel país y sus gentes, hasta el punto de cambiar su vida. A los pocos años del regreso a España de la Comisión Científica del Pacífico, le hallaremos entregado a su nueva vocación de americanista, sin dejar por ello su trabajo como naturalista.9 La sociedad limeña les acogió de forma hospitalaria y tuvieron ocasión de frecuentar-la y ser recibidos en sus salones, testimonia el mismo Almagro, quien también manifestó el deseo de que “cesase el lamentable estado político que nos ha convertido en enemigos de leales amigos que éramos”. Aludía así a los desdichados incidentes que comenzaron a los pocos meses de la llegada de la Comisión y que culminaron años después con el bom-bardeo del Callao en l865. De las limeñas, alaba su amabilidad y finura, su talento despejado, junto con su imaginación viva y espiritual que hacen que su trato sea suma-mente agradable. Se hospedaron los científicos en el “Morin´s Warm Bath Hotel”. Du-rante los escasos días de su primera estancia en Lima, asistieron a una representación de “Norma”, en un teatro “frío y sucio”, en opinión de Martínez y Sáez, y entre otras activi-dades, visitaron el Museo de Ciencias Naturales y varias colecciones privadas, como la del Gabinete Dávila o la de “huacos de barro” del señor Ferreiro. En la Escuela de Medi-cina, los científicos Ulloa y Raimondi les mostraron así mismo sus valiosas colecciones. Es de notar que por aquellas fechas, en Perú, estas colecciones cíentíficas privadas solían ser más interesantes, completas y cuidadas que las que se ofrecían a la vista del público en los museos. La prensa peruana se hizo eco de la presencia de los expedicionarios españoles, y algunos de éstos, a su vez , publicaron artículos en el periódico limeño “El Comercio”, siendo uno de ellos reproducción de otro previamente publicado en el espa-ñol “La Palma de Cádiz” .10 El 26 de julio salieron los miembros de la Comisión Científica del puerto del Callao, después de que les ofreciesen una cálida fiesta de despedida en la que incluso niños y 1518 señoras de la alta sociedad limeña cantaron en su honor “las glorias de España en vibran-tes estrofas”.11 Lo aquí narrado contrasta con la situación tan difícil en que hallará el grupo español a su vuelta a Perú, en otoño del mismo año. Durante los últimos meses que ostentó el poder la Unión Liberal, organizadora, como ya apuntamos, de la empresa que nos ocupa, las relaciones entre los gobiernos del Perú y de España se habían hecho más y más tirantes. Un suceso que tuvo lugar en octubre, en una hacienda llamada Talambo costó la vida a un trabajador peruano y a uno de los colonos vascos que se habían enfren-tado con el propietario. Fue éste el detonante del enfrentamiento entre la escuadra españo-la y las autoridades y el pueblo peruano, situación que empeorará con el conflicto de la toma y posterior devolución de las islas Chincha y el bombardeo del Callao. Los científi-cos de la Comisión no pudieron evitar que la hostilidad recayera también sobre ellos. A los cuatro días de su partida del Callao llegan los barcos españoles al puerto peruano de Paita y lo encuentran todavía adornado con los gallardetes que habían servido para festejar el día de la Independencia de aquella república. Visitan en esta ocasión el buque “La Izarra”, que navega como ellos bajo bandera española. Recorren las proximidades de la zona, recogen materiales para su estudio y conservación y Martínez y Sáez compra “algunas conchas y corales al boticario”, poniendo el 3l de julio rumbo al norte.12 La expedición se dividirá en América Central, quedándose allí Jiménez de la Espada mientras el otro buque llega hasta las costas de California, realizando su tarea de natura-lista en tierras de Costa Rica, El Salvador y Panamá. Anota sus observaciones y hace descripciones de una gran precisión y claridad, y, lo que no es tan corriente en un cientí-fico, amenas y haciendo gala de un buen estilo literario y a las que con frecuencia acompa-ña de dibujos. El retorno lo harán igualmente por separado; tras la muerte, en octubre , de Fernando Amor, el grupo que le acompaña se dirige a Valparaiso y Marcos Jiménez de la Espada lo hará con los otros al Callao (con escalas en puertos ecuatorianos y peruanos) donde arriba en la goleta ”Covadonga”, a primeros de noviembre. Permanece en Lima algo más de un mes y en ese tiempo se relacionará con Raimondi y otros naturalistas, alternará en sociedad y en diciembre partirá para reunirse con la armada española que, mandada por el almirante Hernández Pinzón se encontraba en Chile.13 Parece que el am-biente hostil hacia ésta y de recelo hacia lo español en general, no afectó particularmente a nuestro científico, que permaneció fiel a la pasión que en él despertó todo lo peruano durante el resto de su vida. De lo que no cabe duda es de que la Comisión Científica del Pacífico, si bien obtuvo brillantes resultados a nivel científico, no vio cumplirse los obje-tivos que la Unión Liberal había planteado como meta para esta empresa de marcado carácter panhispanista. Al zarpar de Cádiz pretendían dar la vuelta al mundo, plan que tuvieron que abandonar en la primavera de l864. Uno de los factores que les impidió llevar a cabo su tarea como hubieran deseado fue la precariedad de los recursos materiales con que contaron, junto a otros de tipo humano, como la incomprensión de los marinos desde los primeros momentos, casi, de la expedición, ajenos o indiferentes a los intereses y preocupaciones de los naturalistas. Las discordias entre don Patricio Paz y Membiela, presidente de la Comisión, y el comandante de la fragata “Triunfo” se hicieron insufri-bles, lo que unido a otras dificultades, llevó al primero a dimitir de su cargo y regresar a España en setiembre de l863. De otro lado, pero aún de mayor transcendencia, encontra-mos los sucesos políticos que irían influyendo en el desarrollo de la expedición y, final-mente, determinándolo. 1519 Cabe recordar que, en principio , la finalidad del viaje era sólo político-militar a lo que se añadió, apresuradamente, en los últimos meses que precedieron a la partida de Cádiz, la expedición científica. Si comparamos a ésta con otras , de distintos países europeos, vere-mos que sus recursos, tanto de transporte, apoyo técnico e incluso el escaso número de sus componentes, resultan francamente inferiores. Respecto a la situación de tensión y fric-ciones con las autoridades peruanas, se convirtió en conflicto diplomático con el rechazo, por parte del gobierno del Perú, del Comisario de España, Eusebio de Salazar y Mazarredo. Llegó éste a Lima mientras en los tribunales de aquella ciudad se veía el caso de los mencionados colonos de la hacienda Talambo, el l8 de marzo de l863. Pretendía conse-guir una fuerte indemnización para los colonos españoles14. Según fuentes peruanas, y siguiendo la prensa limeña de aquellas fechas, el cargo de comisario no era reconocido por la República del Perú, sino que lo consideraban un funcionario de Isabel II, como los que eran enviados a tierras americanas bajo el dominio español, y ellos no eran ya colonia de España. El almirante Hernández Pinzón fue al Callao con la goleta “Covadonga” a primeros de abril, recogió a Mazarredo y se dirigieron a las islas Chincha, en la costa del sur del país, donde esperaba el resto de la escuadra. El 14 de abril tomaron los marinos españoles las citadas islas guaneras de Chincha, uno de los pilares de la economía peruana en aquellas fechas. El gobierno de Isabel II aún no había reconocido oficialmente la inde-pendencia del Perú, lo que justificaría la toma de las islas, en revancha de la negativa del gobierno peruano a pagar indemnizaciones a los colonos españoles de Chiclayo. En enero de l865, tras el tratado firmado por el almirante Pareja y el general peruano Vivanco, bajo el gobierno de Pezet, fueron devueltas las islas, aunque no se puede calificar de triunfo de ninguna de las partes a esta acción diplomática. El almirante español, que por cierto era limeño de nacimiento, se suicidó al poco tiempo , a bordo de la fragata “ Triunfo ” y, por su parte, el pueblo y la mayoría del gobierno peruano estaban descontentos. Continuaron los enfrentamientos. En setiembre de l865, Chile declara la guerra a España, y el 2 de mayo del año siguiente tiene lugar el bombardeo del Callao, estando Méndez Núñez al mando de la escuadra española. Como ya hemos señalado, los miembros de la Comisión Científica se vieron envueltos en los primeros momentos de esta cadena de hechos que habrían de tener desenlace bélico y que obstaculizaron un más fecundo entendimiento e intercambio de conocimientos y experiencias entre los científicos españoles y los de aquellas repúblicas americanas.15 Sin embargo, Marcos Jiménez de la Espada lograría, después de bastantes años y una vez restablecidas las relaciones entre España y Perú, que su labor tuviese fuerte influencia en los medios científicos y culturales de éste último. Tras la toma de las islas Chincha, los naturalistas de la Comisión se quedaron en Valparaiso, aislados de la armada, sin fondos ni autorización para continuar su misión científica. Se les ordena regresar, pero se resisten a ello, enfrentándose con el almirante Pinzón, que no apoya su pretensión. Por fin, el 6 de Junio de 1863, reciben el ansiado permiso del Ministerio de Fomento, asignándoseles l2.000 pesetas para los gastos de la expedición. Para entonces, Castro Ordóñez regresa a España y el taxidermista Puig se queda en Chile donde contrae matrimonio con la hija de un conocido hacendado. 1520 Segunda etapa de la expedición. El gran viaje Emprenderán esta segunda etapa de su viaje los mismos que conseguirán concluirlo; Martínez y Sáez, Isern, Manuel Almagro y Marcos Jiménez de la Espada. Embarcan hacia Guayaquil, por ser por entonces Ecuador un país neutral, con menos recelos y suspicacias para con los españoles (en Perú y Chile prácticamente les tacharon de espías tras los últi-mos sucesos; en el puerto peruano de Paita, pasan “una de las más terribles jornadas” del viaje al no permitirles desembarcar con 48 bultos por creer que llevaban armas o auxilios para Ecuador). Para seguir lo que los miembros de la Comisión denominaron “el gran viaje” remiti-mos a la lectura de los diarios de los expedicionarios y a la bibliografía existente, alguna de reciente aparición.16 Habían recorrido desde su llegada a Brasil, toda la fachada atlán-tica, desde este país hasta la Tierra del Fuego y la Patagonia y después de pasar el Estrecho de Magallanes, visitaron (y llevaron su tarea de naturalistas a cabo concienzudamente en aquellos lugares) Chile, Perú, Ecuador y las costas centroamericanas hasta subir a California. El 31 de octubre de l864 desembarcan en Guayaquil para dirigirse a Quito. Les esperaba la parte más dura de la misión que se habían propuesto; atravesar toda la cuenca amazónica, siguiendo el río Napo y el Amazonas, hasta la desembocadura de éste. A diferencia de lo sucedido en Chile y Perú, en Quito encontraron el apoyo del presiden-te ecuatoriano, el liberal García Moreno para llevar a cabo lo que resultó una auténtica epopeya.17 Igualó ésta en dificultades a la de aquellos otros españoles que en los primeros tiempos de la conquista exploraron los más lejanos rincones del Nuevo Mundo, pero a los miembros de la Comisión Científica del Pacífico sería mejor que les diéramos el apelativo de descubridores, porque el afán que les empujaba era conocer aquellas tierras y todo lo que en ellas iban encontrando, y darlo a su vez a conocer a su regreso. Partieron de Pernambuco rumbo a España en noviembre de l865 y el 21 de diciembre ya se encontraba Jiménez de la Espada en Madrid. El recibimiento no resultó tan entu-siasta como merecía una empresa del calibre de la que habían llevado a cabo, si bien Isabel II, aconsejada por el Ministro de Fomento, ordenó que se celebrase una exposición en el Jardín Botánico en la que se mostrase todo el material científico que la Comisión había recolectado en sus casi tres años y medio de estancia en tierras americanas y más de 4.000 kms recorridos. También mandó la soberana que se redactase una obra científica, con ilustraciones, mediante la que se informase de todas las investigaciones y demás tareas realizadas por los miembros de la expedición. Daba para ello un plazo de dos años, y encargaba tamaña labor a Jiménez de la Espada y a Martínez de Sáez (el médico y antropólogo Manuel Almagro volvió a su Cuba natal tras escribir apresuradamente una relación de lo acaecido y observado por él durante el recién terminado viaje científico, y el botánico y preparador Isern murió por unas fiebres contraídas durante el mismo al poco de llegar a la Corte). La exposición del Botánico se celebró, pero los dos años previstos supusieron un plazo muy corto para la segunda tarea encomendada. Los medios resulta-ron insuficientes y el momento político propició los frecuentes cambios de cartera en el Ministerio de Fomento. Jiménez de la Espada contempló impotente como la Comisión de estudio del material científico recogido en la Expedición al Pacífico se disolvía, por un decreto oficial en l872. Las valiosas colecciones, quedaron inútilmente almacenadas en el Jardín Botánico. Resulta fácil imaginar como esta situación pudo influir en el ánimo de 1521 Jiménez de la Espada, privándole del prestigio que como naturalista hubiese podido alcan-zar por la difusión de sus investigaciones y descubrimientos. Firme en sus determinacio-nes, seguirá trabajando a diario en el campo de las Ciencias Naturales,18 pero al liberarle del compromiso que su tarea en la Comisión suponía, pudo dedicarse más exhaustivamente a su nueva labor de americanista, sin tener que rendir por ello cuentas a ninguna institu-ción ni persona y con libertad total para elegir los temas de estudio que en mayor grado despertaban su interés. Se transforma de este modo nuestro científico en “bibliófilo y anticuario”. Pese al poco placer que parece encontrar en la vida social, busca alianzas con destacados intelec-tuales y políticos de los dos partidos que alternan en el poder, aunque conservando siem-pre su carácter de liberal, para aprovechar sus nuevos conocimientos bibliográficos (en particular, en historia precolombina y de América moderna). Mantiene regularmente co-rrespondencia con colegas europeos y americanos, y cada vez resultan más usuales las cartas de otros estudiosos con consultas que no duda en resolver aportando importante base documental.19 Marcos Jiménez de la Espada no consiguió ver editado en vida su Diario, tan valioso para el conocimiento de lo que fue la Comisión Científica del Pacífico; sus páginas aparecerían impresas 77 años después de ser escritas, gracias a Barreiro. Pu-blicó 13 libros, más de 50 artículos y folletos, unas 30 comunicaciones a sociedades cien-tíficas y ponencias para congresos internacionales de americanistas, y llevó a cabo tareas de gran envergadura, que acometió con gran rigor científico. Fue éste el caso de su parti-cipación en la Comisión Real que debía resolver la cuestión de límites entre Colombia y Venezuela y su inclusión, por deseo de la Sociedad Geográfica, en la Junta que había de informar sobre la carta de Cuba, de Chao, entre otras actividades cuya enumeración resul-taría excesiva para lo que la extensión del presente estudio permite. Jiménez de la Espada americanista En lo que concierne a sus trabajos relacionados con Perú, pasaremos por alto un análi-sis detallado de los ya difundidos y cuyo valor es de sobra conocido. Inmerso en los ma-nuscritos de la Biblioteca Nacional, de la Academia de la Historia, los legajos del Ar-chivo General de Indias y de otras instituciones culturales en menor grado, volverá Jiménez de la Espada a encontrarse con las tierras y gentes del Nuevo Mundo. Esta vez el contacto será a través de las crónicas y relaciones de los que en épocas precedentes vivieron expe-riencias, en cierto modo, semejantes o paralelas a las suyas y dejaron constancia escrita de ellas. El eminente naturalista, cuyas aportaciones en el campo de la zoología, y en espe-cial sus investigaciones sobre batracios, resultan de indudable valor, se convertirá también en apasionado, riguroso e incansable investigador de la historia americana, particularmen-te, la de los siglos XVI y XVII. Aplicará siempre a sus trabajos el método positivista y éstos se caracterizarán en todo momento por su objetividad y claridad, por su respeto a las fuentes documentales y por estar impregnados en bastantes ocasiones de una fina ironía que contrasta con el rigor centífico que, sin duda, también ofrecen. Una de sus publicaciones de mayor repercusión en la historiografía americana fue, en l880, la segunda parte de las “Crónicas del Perú”, de Cieza de León, titulada “Del señorío de los Incas Yupanqui y de sus grandes hechos y gobernación” y para cuya elaboración el cronista interrogó a los viejos supervivientes del incario. Estos, ayudados de los quipus 1522 y de sus recuerdos, le dieron a conocer su historia, tradiciones y costumbres. El editor utilizó, tras estudiarlo concienzudamente, un manuscrito hallado en la biblioteca de El Escorial y al que se refiere como a una “copia detestable por todo extremo, de principios o mediados del siglo XVI” aunque también afirma que es “la más antigua, de la que copió Herrera”. Dos años después, publicó de las “Relaciones Geográficas de Indias”, las que trataban del Perú, con un riguroso estudio preliminar, obra del mismo Jiménez de la Espa-da. Años después, la Real Academia de la Historia le concedió por esta publicación el premio Duque de Loubat, dotado con 3.300 pesetas.20 La Sociedad de Bibliófilos Andaluces le encargó dirigir la edición de la obra de Bernabé de Cobo “Historia del Nuevo Mundo”, concretamente la primera parte, que es la única que se conserva, con el título de “Historia Natural y Moral del Perú”. Es de suponer que Jiménez de la Espada llevó a cabo esta tarea, entre l890 y1893, con bastante agrado por el paralelismo que se puede encontrar en la doble vocación de ambos; historiadores y naturalistas. Varios pasajes de otra obra del mismo autor, la “Fundación de Lima”, fueron incluídos por nuestro historiógrafo como apéndice al tomo I de las “Relaciones Geográficas de Indias” .21 El tema peruano seguirá atrayendo su interés casi sin interrupción . Otra mues-tra de ello había sido la publicación de “Ophir de España. Memorias historiales y políticas del Perú, por el licenciado don Fernando de Montesinos, seguidas de informaciones sobre el señorío de los incas, hechas por mandato de don Francisco de Toledo, Virrey del Perú”22 y la “Suma y narración de los incas que los indios llamaron cappacuna, que fueron seño-res de la ciudad del Cuzco y de todo lo a ella sujeto”, escrita por Juan de Betanzos en l551. Jiménez de la Espada dudó en un principio si imprimirla o no, por estar incompleta la copia de que disponía. Finalmente lo hizo, exponiendo en su presentación las limitaciones que sufría la edición y preguntándose; ”¿...y si Betanzos tuviera que aguardarse por los siglos?.23 Su sólida erudición, impregnada de empirismo y de un fuerte espíritu crítico, junto con su instinto de historiador, hacían que, su preocupación primordial fuese el estudio de las fuentes, a las que sometía a cuidadoso análisis antes de usarlas. Todo ello lo demuestra una vez más en su trabajo “Tres relaciones de antigüedades peruanas” en cuyas páginas aparece por primera vez publicada la “Relación de antigüedades deste reino del Perú”, a la que Jiménez de la Espada data hacia l613, siendo su autor Juan de Santa Cruz Pachacuti24. Asistió a diversos congresos americanistas, nacionales e internacionales, como el de Bruselas de l879, en el que presentó una comunicación sobre arqueología peruana, ”Cloches prehistoriques sudamericaines” o el VI Congreso de Americanistas de Turín, en l886, en donde formó parte de la Delegación oficial del Gobierno Español, entre otros. Participó también en la organización del IV Congreso Internacional de Americanistas de Madrid de l881 y en la del celebrado en La Rábida en l892, en conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de América. Con frecuencia fue invitado insistentemente a participar en algunos a los que impedimentos materiales, casi con certeza de tipo económico en primer lugar, no permitieron su asistencia, tal como sucedió con los celebrados en México o Londres. Basten estos pocos ejemplos, de los muchos que podríamos citar, para que nos podamos hacer una idea del prestigio que como historiógrafo e historiador llegó a alcan- 1523 zar Marcos Jiménez de la Espada entre sus contemporáneos .Desde l879 escribe y publi-ca, incansablemente, artículos en revistas especializadas, muchos de ellos, por no decir la mayoría, de temas netamente peruanos, como los titulados “El ídolo de Huaqui”, sobre una estatuilla encontrada en Trujillo y de la que ya había dado noticia en el mencionado Congreso de Bruselas, “Una antigualla peruana” aparecida en la “Revista Contemporá-nea”, “El cump-uncu hallado en Pachacamac”, en “El Centenario”, con ilustraciones, o “Vasos peruanos en el Museo Arqueológico”, en los “Anales de la Sociedad Española de Historia Natural”. Entre 1895 y 1896 en que dejó de editarse, escribió Jiménez de la Espa-da una serie de artículos en “Historia y Arte”, de los que citaremos, por su tema, “Las armas del Licenciado Pedro Gasca, pacificador del Perú”, “Idilio peruano”, “La partesana o roncona de Gonzalo Pizarro”, ”Las imágenes hieráticas del Sol en el Perú”, “Las chacra-incas”, o “La huaca de Tantalluc”. En Bruselas se imprimió “Del hombre blanco y signo de la cruz precolombiano en el Perú”, y en la “Revista crítica de Historia y Literatura Española, Portuguesa e Hispanoamericana” apareció su trabajo “Primer siglo de la Uni-versidad de Lima.” (Carpeta de documentos), que se publicó también en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza.25 El legado de Marcos Jiménez de la Espada en el Consejo Superior de Investigaciones Cientificas Numerosos documentos de carácter personal u oficial (correspondencia, facturas, res-guardos de matriculas universitarias, recortes de prensa, comunicaciones de distintas so-ciedades científicas y de academias españolas y extranjeras, concesiones de premios u otras distinciones como nombramientos de socio de honor, etc.), borradores de algunos de sus trabajos y gran cantidad de notas, para algunos ya realizados o para otros que tenía en proyecto, fueron donados, como apuntábamos al comienzo de nuestro estudio, por los herederos de Marcos Jiménez de la Espada al Consejo Superior de Investigaciones Científcas en l940. En un principio, los 105 legajos que componían el fondo documental, estaban distribuidos en 45 carpetas, apenas clasificados. En la actualidad se encuentran provisionalmente repartidos en unas 30 cajas, y como señalábamos al comienzo de este trabajo, la citada institución está llevando a cabo la tarea de su informatización. A conti-nuación citaremos algunos de los contenidos referentes a asuntos peruanos o que tengan relación con aquel país. El inventario que hemos utilizado para ello ha sido elaborado por López-Ocón.26 En la caja 2 se encuentran apuntes sobre “antiguas escrituras del Perú”, cartas dirigidas a Jiménez de la Espada sobre las características del ídolo de Huaqui y otra carta remitida desde Zarauz por el Conde de Huaqui, explicando el origen de dicho ídolo y recortes de periódicos que tratan de los restos de Pizarro. La caja 5 contiene datos sobre el primer olivo llevado de Andalucía (desde la comarca sevillana del Aljarafe) a Perú, en l560. En otro legajo de la misma caja, se habla de la situación de Lima y su población, de más de 2.000 vecinos hacia l580, comentarios sobre el polémico drama “Ollantay”, así como diversas informaciones sobre José Gabriel Tupac Amaru y sus pretendidos derechos a la sucesión del Incanato. Una curiosa “Relación de la coca y de su origen y principio, y porque es tan usada y apreciada de los yndios naturales deste Reyno de Perú” en un cua-derno de 30 hojas que incluye una nota sobre el artículo 242 de la “Apologética Historia” de Las Casas, está en la caja 6, junto con papeles de “antigüedades peruanas” varias, entre 1524 ellas, un diccionario quechua, observaciones hechas por Pizarro sobre las contradicciones del imperio inca; otras, de carácter lingüístico, relativas a la lengua denominada “pescado-ra” hablada en la costa peruana y a la que Jiménez de la Espada califica de “sonora y gutural”, una descripción de Huamanga fechada en l557, y apuntes diversos sobre la sociedad incaica. En la caja 8, una tarjeta-diploma de socio correspondiente de la Socie-dad Geográfica de Lima, de l891 y en la l0, aparece una lista de manuscritos y libros sobre historia del Perú en la Biblioteca Nacional, y aunque no aluda específicamente a Perú, sin duda en la caja 11, entre los manuscritos sobre temas americanos en el British Museum y en la Biblioteca Nacional de París, se encontrarán algunos que traten de asuntos tocantes en alguna forma a Perú, dado el interés del científico cartagenero por aquel país. Más notas, de diversas fuentes, sobre la antigüedad atribuída al “Ollantay” y el vocabulario en él empleado, o un legajo sobre las peticiones de supresión de los colegios de indios en los que los jesuítas enseñaban la lengua quechua y escritos, basados en Mossi y en el Padre Cobo y observaciones sobre la etimología de la palabra “huay ru-ruru”, que designaba cierto tipo de frijoles y que aún hoy encontramos con la forma “Huayruro” o “guaruro” aplicada a alguna clase de semillas, pueden verse en la caja 23 del fondo que nos ocupa, junto con algunos extractos del “Epítome Cronológico o idea general del Perú”, de la colección Mata-Linares de la Real Academia de la Historia, con descripciones de usos y monumentos incaicos. En otros legajos de la misma caja, hay abundantes informes sobre el enjuiciamiento, suplicio y muerte de Tupac Amaru en el Cuzco, sobre el homicidio de don José de Arriaga y el apoyo ofrecido a la familia del rebelde por los obispos cuzqueños, entre otros documentos que tratan también de la tan cruentamente sofocada rebelión de 1780. La mayoría de la información sobre temas americanistas que se encuentra entre los papeles de Marcos Jiménez de la Espada en el C.S.I.C., procede de las crónicas y relacio-nes, inéditas muchas de ellas, y que se encontraban en la Biblioteca Nacional o en la Real Academia de la Historia, entre otras instituciones de carácter científico, o directamente de documentos originales, como es el caso de los que consultaba del Archivo General de Indias o en el de la Casa de Medinaceli, en Sevilla. Las primeras limeñas Por muerte del duque de Osuna se produjo una vacante en la Real Academia de la Historia en l882 y para cubrirla presentaron algunos de sus miembros la candidatura de Jiménez de la Espada frente a otro grupo que apoyaba la de Menéndez Pelayo. En el periódico madrileño “El Progreso” de 7 de marzo del mismo año, se publicó la noticia de que la elección había recaído en el primero. Desconocemos las razones, pero nunca llegó a tomar posesión de su sillón en la Academia. Según Barreiro, el voto no fue unánime, lo que le afectó hasta el punto de llevarle a tomar esa decisión, pero no parece que esta versión sea la correcta, no refleja en absoluto el carácter del académico electo y sus méri-tos eran incuestionables. Fernández Duro escribe que “varias causas , a las que la inercia no fue del todo extraña”, estorbaron su ingreso en la Academia. Podría haber sido la esca-sez de medios económicos, lo que le impedía corresponder en la forma que él juzgaba correcta al nombramiento con que se le había honrado.27 Pese a que Barreiro decía no haber encontrado ni siquiera algunos apuntes entre los papeles de Jiménez de la Espada para elaborar su discurso de ingreso en la Academia, era ésta una tarea a la que había 1525 dedicado muchas horas de trabajo, como lo demuestra el examen de los borradores y las numerosas notas que actualmente se pueden ver entre sus papeles de C.S.I.C. El título era “Las primeras limeñas”, pero no iba a limitarse al estudio de las mujeres de la capital peruana ni tan sólo a los primeros años de la conquista. Ofreceremos algunos de los temas, anotaciones sobre muy diversas informaciones que tenían siempre como centro a la mujer peruana en general, o a algunas de ellas en particu-lar, o datos sobre bibliografía o fuentes documentales que utilizó (o seleccionó para ha-cerlo a la hora de redactar su discurso) el ilustre historiador. Nos dará ello la oportunidad de conocer su riguroso y exhaustivo método de investigación, siguiendo las directrices del positivismo, y seguir, aunque sea sólo en parte, ya que no llegó a terminarlo, el proceso de elaboración de uno de sus trabajos. La exposición, en forma de somera reseña, de los temas seleccionados, no la haremos manteniendo un orden cronológico, sino respetando el que presentan las cajas cuyo contenido, insistimos, se halla actualmente en proceso de informatización . En la caja 6 del repetidamente mencionado legado, se encuentran los borradores y en la 5, manuscritos, notas y transcripciones de documentos inéditos, etc, de los que destacare-mos un extracto de las “Jornadas náuticas del capitán Miguel de Ochogavia”, con noticias sobre las legendarias amazonas y un informe de cómo las mujeres de Huancavelica ejer-cían el oficio de justicias por morir los hombres en las minas de azogue. Hay unas 80 fichas sobre datos biográficos de mujeres a las que llama peruanas, pero muchas de ellas habían llegado de España, en el siglo XVI y otras eran descendientes directas de los con-quistadores o producto de los primeros mestizajes. De Francisca Pizarro. hija del marqués Francisco de Pizarro, mujer que fue de su tío Hernando y después de Pedro Arias Dávila Portocarrero, primogénito del Conde de Puñonrostro, dice que “cuando mataron al mar-qués era nonata” y que en l594 podría tener unos 65 años. Recoge ésto de la Colección Muñoz, tomo 92, y de los tomos 75 y 76 de la misma y una miscelánea sobre el papel social de la mujer en Perú y México en el siglo XVI y sobre la política matrimonial de casar españoles con indias, sobre todo hijas de caciques. Del Palentino, obtiene más datos sobre el mismo tema, con un elogio a la política del virrey marqués de Cañete, tendente a legalizar la situación de los casados y a favorecer los matrimonios de las naturales y que sirvió para pacificar la sociedad peruana. Habla de doña Beatriz Manco Capac Yupanqui, hija de Huaina Capac y mujer de Diego Hernández y del matrimonio que contrajeron doña María de Robles, hija de Martín de Robles, de 7 años de edad con Pablo de Meneses, de más de 70, para apaciguar los bandos de las Guerras Civiles. A veces son auténticas aven-turas las que aparecen entre las páginas de Jiménez de La Espada. Así, en un legajo se cuenta como a doña María Sánchez, mujer de Cristóbal Pérez, cuando iba de La Española al Perú, para reunirse con su marido en Cuzco donde éste residía, los corsarios asaltaron y robaron su navío con su hacienda, pertenencias y mercadurías y 80 hombres. En una carta - oficio del conde de Santisteban al Rey, describe el estado en que se halla el Perú hacia l662 (costumbres “estragadas, descrédito, exceso y desenvoltura en el vestir, se divorcian nobles, ellos y ellas, para casarse a su gusto, hurtos, escalas...”, y critica la relajada disciplina eclesiástica. Hay apuntes y notas extensas con protestas de las limeñas ante las disposiciones del Concilio celebrado en la capital peruana en l583, postura que según Jiménez de la Espada , no sería fácil encontrar en España en aquellos días “... ni en 1526 los nuestros”. Abundan entre los papeles del legado que nos ocupa, y dentro de los dedi-cados a la preparación de “Las primeras limeñas” en particular, los relativos a las mujeres pertenecientes a la nobleza incaica que se casaron o unieron a españoles, sobre todo a los conquistadores, por ejemplo, sobre Mamaquispi Cusi, descendiente directa de los incas. Era hija de Huayna Capac y hermana de Huáscar. Fue concubina de Pizarro al que dio una hija, doña Francisca y, tras bautizarse, tomó el nombre de doña Inés. En nota aparte se cita un testamento de doña Francisca Pizarro, marquesa de la Conquista, en el que declara que Francisco de Pizarro llegó a casarse con una hija del inca Atahualpa. A su vez, una herma-na de doña Inés, doña Beatriz Yupanqui, estaba unida a M. Serra de Leguízamo, vecino de Cuzco, descubridor y conquistador del Perú, del que tuvo un hijo, Joan Serra. Al recopilar todos estos datos, y otros similares, Jiménez de la Espada consiguió demostrar la impor-tancia del mestizaje en los primeros tiempos de la conquista del Perú por los españoles. Encontramos en el inventario del legado, datos varios y referencias bibliográficas so-bre Santa Rosa de Lima; en una de ellas transcribe Jiménez de la Espada; “Comía hierbas amargas y agrias, cocidas sin sal ni otro condimento, mezcladas con pasas moradas”, y agrega su propio e irónico comentario “...gustos todos y apetitos de histérica” (los escri-tos, y sobre todo las páginas del diario del científico están impregnados de una no muy velada misoginia y también de una fina ironía y algo de anticlericalismo). Se incluye en la misma caja un legajo en el que se enumeran “las más queridas y tratadas de las amigas de Rosa”, entre ellas doña Magdalena Chimago, descendiente de los caciques del Valle de Chincha28 y un curioso manuscrito de Marcos Jiménez de la Espada, de seis hojas, con textos para la preparación de “Las primeras limeñas”, y observaciones en las que explica su concepción de la ginecología y los objetivos de su trabajo. Otro suceso de los que han aparecido informes entre los legajos a que venimos aludien-do es la ejecución de doña María Ana de Castro, llamada “ la Madaima de Castro” a manos de la Inquisición, en Lima, acusada de judaizante. Encontramos otro grupo de 85 fichas con referencias muy diversas al tema tratado, tales como las tapadas, hechicerías, libros de caballería, conducta de las mujeres en las Guerras Civiles, influencia de las Nuevas Ordenanzas en la actitud de las peruanas y en particular de las limeñas, dichos y modismos vulgares, endogamia, exogamia, casamientos y barraganía y sobre los primeros encuen-tros de los hombres de Pizarro con las Vírgenes del Sol, en Túmbez a las que se califica de “hermosas y amorosas” y sobre las “capullanas”, especie de amazonas que gobernaban “sobre hombres y territorios”, al norte de Túmbez. Para terminar, reiterando que no hemos hecho más que reseñar parte de lo contenido en las cajas con la documentación del legado Jiménez de la Espada relacionada con temas peruanos, y para destacar lo variado de las fuentes consultadas por el científico, señalare-mos que entre los mencionados legajos que sirvieron para preparar los borradores de “Las primeras limeñas” se encuentran numerosas notas y extractos de obras de Ernest Renan, entre ellas “Vida de Jesús”, “El anticristo” y la “Historia del pueblo de Israel” y apuntes de Jiménez de la Espada sobre sicología y sentimientos femeninos obtenidos de la lectura del capítulo VI de “El hijo pródigo” y que aparecen mezclados con algunas observaciones de carácter misógino. De los capítulos III y IV de “Los apóstoles” saca varias notas sobre “ ...cómo el hombre se apropia del protagonismo de la mujer” y del XVI de la “Vida de Jesús”, otras sobre la “causa de horribles histerias en las mujeres”. Este filósofo (y tam- 1527 bién filólogo) francés, al que se separó de su cátedra de hebreo del Colegio de Francia por haber llamado en ella a Jesucristo, durante su primera clase “un hombre incomparable”, después de haber recibido órdenes menores, renunció a ordenarse sacerdote, influido por el pensamiento filosófico alemán, en 1845 y por el movimiento revolucionario de l848. Sus obras, utilizadas en una edición en lengua francesa por Jiménez de la Espada, levan-taron polémicas en su época. En su ensayo “Porvenir de la Ciencia” publicado en l890 y que seguramente conoció el científico español, aunque no hemos encontrado citas o co-mentario alguno sobre él, afirmaba que sólo la ciencia liberal puede resolver los grandes problemas humanos. Nos hemos detenido en esta referencia a Renan porque nos ha pare-cido que su conocimiento y el uso de esta bibliografía por parte de Jiménez de la Espada sirven como muestra, una vez más, de su talante liberal y abierto a corrientes de pensa-miento y métodos de investigación no muy comunes en la España de su tiempo. Condecoración del gobierno peruano (1892) y homenaje en Cartagena (1925) En el que fue el año cumbre del americanismo español en el siglo XIX, con la conme-moración del IV Centenario del Descubrimiento de América, entre las numerosas distin-ciones que se le otorgaron a Marcos Jiménez de la Espada, la que más agradecería y mayor satisfacción le procuraría, fue posiblemente la recibida del gobierno de la República del Perú. Por decreto presidencial del 5 de diciembre de 1892, se le concedió a Marcos Jiménez de la Espada la medalla de oro del Congreso, la más alta condecoración otorgada en aquel país a un científico extranjero, por sus publicaciones “sobre el insigne cronista Cieza de León y sus Relaciones Geográficas de Indias y por sus disquisiciones relativas al Descu-brimiento y a la época colonial”, le agradecen expresamente su dedicación a la geografía e historia peruanas, difundiendo el conocimiento de éstas y, curiosamente, hace también referencia el citado decreto a sus dotes literarias; “El señor Jiménez de la Espada es, ade-más de sabio tan eminente como queda dicho, escritor castizo, de los pocos que en nues-tros días escriben en verdadero castellano, pudiendo contársele entre los primeros que en este caso se encuentran”. La prensa peruana se hizo eco del acontecimiento y “El Ateneo de Lima”, entre otros, destacaba los méritos del científico y americanista español ; “Si su Patria le es deudora, también los americanos le debemos estimación y agradecimiento”, se podía leer entre otras alabanzas en sus páginas.29 Hasta su muerte, el 3 de octubre de 1898, continuó Marcos Jiménez de la Espada dedicando buena parte de su tarea investiga-dora a los temas peruanos por los que tanto interés demostró a lo largo de las dos últimas décadas de su vida. En los meses inmediatos a su muerte, academias y sociedades cientí-ficas le rindieron homenaje, al que se unió la prensa del país y diversas instituciones y personalidades de la ciencia y del americanismo europeo y americano. El 1 de octubre de l925, se lanzó en Madrid una hoja-manifiesto que, tras recordar los innegables y reconocidos méritos de Marcos Jiménez de la Espada, abría una suscripción con el fin que, “todos los amantes de las glorias nacionales” pudiesen contribuir a costear los gastos del homenaje que se le estaba preparando en su ciudad natal, Cartagena. Firma-ban el manifiesto, entre otros, los presidentes de las Academias de la Historia, de la Len-gua y de Ciencias, Antonio Maura, el marqués de Laurencín y Rodríguez Carracido; los duques de Alba y Medinaceli y Santiago Ramón y Cajal. Se pretendía, siguiendo la inicia-tiva del estudioso Puig Campillo, secundada por la Corporación Municipal de Cartagena, con el alcalde Alfonso Torres al frente y por la prensa local, “sacar del olvido en su tierra 1528 al hijo ilustre...”. Proyectaron levantar un busto del científico en algún jardín público de Cartagena, darle su nombre a una de sus calles o plazas, y colocar una lápida conmemora-tiva en la fachada de la casa donde nació. El Ayuntamiento acordó también poner su retra-to en el salón de actos del Palacio municipal y publicar a sus expensas una biografía que se regalase a todos los alumnos de las escuelas cartageneras.30 En la actualidad, hay en Cartagena un Instituto de Enseñanza Secundaria y una calle que efectivamente llevan el nombre del americanista y científico, pero la cantidad reunida mediante la suscripción popular no alcanzó para que se esculpiese el busto proyectado. Si bien el hecho de que por fin se le recordase con una estatua o un busto en su ciudad natal nos llenaría de satisfacción, pensamos que lo que realmente serviría para perpetuar su memoria y su labor como científico e historiador, sería el rescatar parte de su obra aún inédita y dar una mayor difusión a la ya publicada, escasamente conocida o que, por haber visto la luz en revistas, muchas de ellas muy especializadas, ha desaparecido o se cuenta con escasísimos ejemplares. Y al mismo tiempo sería de desear que las nuevas generacio-nes de americanistas y naturalistas pudiesen rastrear la existencia de algunos manuscritos o documentación diversa sobre Jiménez de la Espada (u obras directamente salidas de su pluma), en instituciones y bibliotecas privadas tanto españolas como extranjeras .Insisti-mos en que, en nuestra opinión, éste sería el mejor homenaje que podríamos ofrecer a Marcos Jiménez de la Espada en el primer centenario de su muerte. 1529 NOTAS 1 COLAO, Alberto: “Jiménez de la Espada, la aventura americana de un científico hispanista” .Colección Almarjal, nº 7. Cartagena, l967. págs. 9 y 10. Datos sobre la partida de bautismo de Marcos Jiménez de la Espada, nacido en Cartagena el 5 de marzo de l831. 2 RUBIO PAREDES, José María: “Infancia y juventud de un americanista cartagenero: Marcos Jiménez de la Espada (1831-1898).”, Cuadernos del Estero Revista de Estudios e Investigación, nº7-10, Cartagena, l992-l995.págs. 252,254 y 255. 3 BARREIRO, Padre Agustín J.: El Museo Nacional de Ciencias Naturales (l771-1935).Madrid , Ed. Doce Calles, l932, págs.236 y 241. 4 LOPEZ-OCÓN CABRERA, Leoncio: “La Comisión Científica del Pacífico y la Comission Scientifique du Mexique. Paralelismos y divergencias de dos proyecciones latinoamericanas de la ciencia europea Actas del Simposio “De la Ciencia Ilustrada a la Ciencia Romántica, “II Jornadas sobre las expedicio-nes españolas a América y Oceanía”, organizadas por el Ateneo de Madrid,del 3 al 9 de octubre de l993, pág. 461. 5 COLAO, Alberto: Opus cit, pág.23; PUIG-SAMPER, Miguel Angel: “La organización de la expedición al Pacífico en 1862. Un proyecto político-científico para articular el sistema colonial español”, “Quipu”, 1986, vol.3, nº3, págs. 335-348 y MILLER, Robert Ryal: “For Science and National Glory.The Spanish Expedition to America (1862-1866), University of Oklahoma Press,l968, traducción al español : Por la ciencia y la gloria nacional. La expedición científica española a América (l862-1866) Barcelona, 1983, Ediciones del Serbal. 6 SOUGEZ, Marie Loup: Historia de la fotografía, Cuadernos Arte Cátedra, Madrid 1995, págs.255-257. 7 Sobre esta etapa de la expedición, ver; Diario de don Francisco de Paula Martínez y Sáez, miembro de la Comisión Científica del Pacífico (1862-l865); edición crítica, transcripción del original, biografía, notas, itinerarios e índices de María de los Angeles CALATAYUD ARINERO, prólogo de PUIG-SAMPER. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (en adelante, C.S.I.C.), Biblioteca de Historia de Améri-ca nº 11, Madrid, 1994; PUIG-SAMPER, M.A., María Dolores MARRODÁN y Asunción Ruiz: “De Tacna a Lima: Excursión antropológica en la Expedición al Pacífico (l862-1866)”, Asclepio, nº 37,1985, págs. 221-234 y también Manuel ALMAGRO, Breve descripción de los viajes hechos en América por la Comisión Científica enviada por el gobierno de S.M.C. durante los años de 1862 a 1866. Madrid, Im-prenta Rivadeneyra, l866, reeditada en 1984, con estudio preliminar de Lily LITVAK. Barcelona, De. Laertes. 8 BARREIRO, Padre Agustín Jesús: Diario de la expedición al Pacífico llevada a cabo por una comisión de naturalistas españoles durante los años 1962-l965, escrito por don Marcos Jiménez de la Espada, miembro que fue de la misma. Madrid , l928. Publicaciones de la Real Sociedad Geográfica. Imprenta del Patronato de Huérfanos de Intendecia e Intervención Militares, 257 págs. Imprescindible para el estudio de Jiménez de la Espada y de la Comisión Científica del Pacífico, aunque probablemente incompleto. En el año 1862, sólo aparecen anotaciones de los días 13 ,22 y 23 de agosto, del 9 al 18; 20, 21 y 22, y del 24 al 30 de setiembre y de octubre, del 1 al 8. De l863, hay anotaciones del 6 de enero, y del 14 al 31; de febrero, del 1 al 8, y de marzo, del día 22. Faltan los relativos a su estancia en Perú al completo, y no parece fácil que no escribiera su diario durante este tiempo. El diario termina el 16 de junio de 1865; en noviembre embarcan en Pernambuco para regresar y llegan a Madrid en diciembre de aquel año. Barreiros usa en sus notas datos sacados de otros diarios y memorias. 9 Como naturalista también se reconoció su labor a nivel internacional, sobresaliendo especialmente en el estudio de los batracios, fue socio fundador de la Sociedad Española de Historia Natural, vocal en tribu-nales para oposiciones a cátedra en la Universidad Central de Madrid. Sin embargo, hasta julio de l898, no fue nombrado Catedrático de Anatomía Comparada, en la Facultad de Ciencias de dicha universidad, y tomó posesión del cargo el 7 de setiembre, cesando el día anterior como Ayudante en el Museo de Ciencias Naturales, puesto oficial que había ejercido desde su juventud. No llegó a dar clase por haber 1530 fallecido días antes del comienzo de curso. Resulta extraño que el ejercicio para obtener el grado de doctor en Ciencias Naturales no lo hiciese hasta el 6 de abril de aquel mismo año.;MARTÍNEZ CARRE-RAS, José Urbano: Prólogo a la edición de Jiménez de la Espada, de las Relaciones Geográficas de Indias (Perú), Madrid, l965, B.A.E., tomo CLXXXIII, pág. XVII. 10 CUETO,Marcos: “La ciencia peruana y la Comisión Científica del Pacífico”, comunicación presentada en las “II Jornadas sobre las expediciones españolas a América y Oceanía organizadas por el Ateneo de Madrid, del 3 al 9 de octubre de 1993, pág 455. (Bibliografía sobre Raimondi en las notas 9, 11 y 13 de esta comunicación). 11 Idem, pág.453. 12 COLAO, opus cit, pág.20. 13 LÓPEZ-OCÓN CABRERA, Leoncio: De viajero naturalista a historiador; las actividades americanistas del científico español Marcos Jiménez de la Espada (l831-1898), Tesis doctoral, Madrid, l991, Ediciones de la Universidad Complutense, 2 vols.,págs. 375 y s.s. Para los inicios y evolución del conflicto Perú- España, RODRÍGUEZ LAPUENTE, M.: “Historia de Iberoamérica. Biblioteca de España Ilustrada, vol.XXIII, Editorial Sopena, Barcelona,1968, págs 597-598. 14 LÓPEZ-OCÓN CABRERA, Leoncio: La Comisión Científica del Pacífico..., págs.460 y 470 y PONS MUZZO, Gustavo: Historia del Perú Contemporáneo, Ed.Bruño, Lima, l987, págs.160 y 161. 15 CUETO, opus cit, pág.457 y LORENZO,A. de: Resumen de la prensa sobre la situación del Perú, “Perú”, vol.VIII nº 7, apud LÓPEZ OCÓN, De viajero...,págs.346 a 348. 16 LÓPEZ-OCÓN, “De viajero…”,págs 254 y 255 (resulta esta obra de gran valor para el tratamiento del tema que nos ocupa; recoge abundantísima bibliografía y usa documentos inéditos). 17 COLAO, opus cit, pág.20. 18 Idem, pág. 22: LÓPEZ OCÓN, De viajero…, pág. 1301. 19 COLAO,opus cit.,pág 28 (las principales fuentes de este autor son BARREIRO y MARTÍNEZ CARRE-RAS. Este último pudo trabajar con parte de los fondos documentales que llegaron como legado al C.S.I.C.)- 20 ESTEVE BARBA: Historiografía Indiana, Madrid, 1967, págs. 413-419, notas 540 y 541; LÓPEZ-OCÓN: “De viajero…”pág,234. 21 ESTEVE BARBA, opus cit., págs 492-494, nota 638. De la Historia del Nuevo Mundo sólo se conserva la parte editada por Jiménez de la Espada, Historia Natural y Moral del Perú; algunos pasajes de la “Fundación de Lima”, también de Cobo, los utilizó como apéndice al tomo I de las “Relaciones Geográ-ficas”. 22 ESTEBE BARBA, opus cit., pág 469, notas 598-600. 23 Idem, págs. 454-456, nota 576. 24 Idem,págs 467-475, nota 530: publicado en “Tres relaciones de antigüedades peruanas” por Jiménez de la Espada, Imprenta Tello, Madrid, l979. El original es el manuscrito de la Biblioteca Nacional nº 3.169. 25 LÓPEZ-OCÓN, “De viajero…”,págs 1355. y ss. Escribió en otras revistas, entre ellas El Magisterio Español y la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, dirigida por Menéndez Pelayo. 26 El inventario de los documentos de Jiménez de la Espada en el C.S.I.C. nos lo ha facilitado el investiga-dor de dicho organismo y reiteradamente citado , doctor López-Ocón. 27 COLAO,opus cit.,págs. 36 y 37. 28 “Extractos de la vida de la Bienaventurada Rosa Peruana de Santa María, de la Tercera Orden de Santo Domingo y su admirable y preciosa muerte,restituído del latino idioma que así la escribió el M.R.P.M. fray Leonardo Hansen, provincial de Anglia, al natural de la tierra de Dios, por el M.R.P.M. fray Jacinto de Parra ,…prior de Santo Tomás de Madrid, de la Orden de Predicadores…” Madrid, impreso por Melchor Sánchez, l668. (En la Academia de la Historia, Est. 22-25, con anotaciones en rojo de Jiménez de la Espada sobre vestidos, alimentación y otras curiosidades. 1531 29 COLAO, opus cit., págs. 30-32 y l09; LÓPEZ-OCÓN, De viajero…, pág 1122. La medalla era en oro, de 45 mm. De diámetro y 96 gms. de peso.La inscripción decía “El Gobierno del Perú. Lima, 1992. A don Marcos Jiménez de la Espada. Por sus trabajos históricos y geográficos”. 30 COLAO, opus cit.,págs 31y 32; LÓPEZ OCÓN, “De viajero…”págs.1297-1298; Archivo del Ayunta-miento de Cartagena, leg.352. Estatuas, hijos ilustres, retratos; Expediente personal de Marcos Jiménez de la Espada en la Real Academia de la Historia, carta de Puig Campillo al Presidente, Cartagena,27-4- 1925; Actas de acuerdos del Ayuntamiento de Cartagena,año 1925, sesiones del l9 y 26 de junio; artículos en la prensa local sobre el homenaje; El Porvenir, diario independiente, 23 de marzo y 6 de junio de 1925.
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Calificación | |
Título y subtítulo | Las primeras limeñas. Una visión de la imagen peruana por Marcos Jiménez de la Espada |
Autor principal | Paredes Vera, María Isabel |
Publicación fuente | XIII Coloquio de historia canario - americano |
Numeración | Coloquio 13 |
Tipo de documento | Congreso y conferencia |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1998 |
Páginas | P. 1515-1531 |
Materias | Congresos ; Historia ; Canarias ; América |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 137545 Bytes |
Texto | 1515 106 LAS PRIMERAS LIMEÑAS. UNA VISIÓN DE LA IMAGEN PERUANA POR MAR-COS JIMÉNEZ DE LA ESPADA María Isabel Paredes Vera La figura y la obra de Marcos Jiménez de la Espada no han alcanzado la difusión que sin duda alguna merecen. Su ingente labor, que abarca campos tan diversos como las ciencias naturales, la geografía, la lingüística, la arqueología y la historiografía, sólo ha sido objeto de la atención de unos pocos estudiosos en este siglo, aunque en vida alcanzó gran prestigio a nivel internacional, consiguiendo numerosas distinciones académicas. Actualmente, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid, se está llevando a cabo una tarea que resultará decisiva para el conocimiento de la persona y de buena parte de los trabajos del notable científico cartagenero y que consiste en la informatización de los fondos del denominado “legado Jiménez de la Espada”, donado a dicha institución por sus herederos. Esperamos que, en fecha no muy lejana, sus escritos inéditos, así como el resultado de sus investigaciones, consigan el nivel de divulgación de que son acreedores. Pretendemos contribuir a ello con estas páginas, rindiéndole home-naje en el primer centenario de su muerte.1 Prestaremos atención especial a su faceta de americanista, el primero en España en alcanzar reconocimiento internacional. Concretaremos aún más nuestro trabajo dedicán-donos, en mayor grado, a la obra de Jiménez de la Espada relacionada con Perú, ya que a este país sudamericano entregó gran parte de sus esfuerzos, de forma exhaustiva y rigu-rosa, a lo largo de más de treinta años, hasta sus últimos días. Este interés por lo peruano se vio recompensado y reconocido a su vez con la amistad de intelectuales de aquella joven república como Ricardo Palma, el naturalista milanés afincado en Lima desde l850 Antonio Raimondi o el director general de Instrucción Pública , Ferreiro, en artículos publicados en la prensa limeña e incluso alcanzando los más altos honores con-cedidos por el gobierno del Perú a un extranjero.2 Marcos Jiménez de la Espada no se había formado como americanista, ni siquiera ha-bía demostrado una particular atracción por América. Su primer contacto real con el con-tinente americano (y único, aunque duró más de tres años y no pudo ser más fructífero), fue casual y tuvo su origen en su condición de naturalista. Se había licenciado en Ciencias Naturales en la Universidad de Madrid en l856, aunque desde tiempo atrás realizaba trabajos ocasionales para el Museo Nacional de Ciencias Naturales, por entonces unido a la Universidad Central y mantenía contacto regularmente con el equipo de científicos que componían su plantilla. En mayo de l857 fue nombrado en dicho museo ayudante de la cátedra de Mineralogía y Geología y a mediados de l859, ayudante primero, con destino a las clases de Zoología y cuidado de los animales del Jardín Zoológico3. Desde l860 se venía gestando la que sería empresa americana y suceso más extraordinario en la vida de nuestro científico. Se encontraba al frente del Gobierno de España el general O´Donnell, con el total respaldo de la Unión Liberal y transcurría el que ha sido calificado como el 1516 período “más estable del reinado de Isabel II” con logros entre los que citaremos, como ejemplo, la creación de altos hornos en el País Vasco, expansión del ferrocarril y mejoras en la economía en general, acompañado todo ello de significativos conatos de expansión nacionalista. Para conseguir la reafirmación que necesitaban los unionistas de su política exterior, se lanzaron a la organización de empresas de carácter nacional, pero fuera del territorio peninsular, y que les serían útiles para emplear la mano de obra excedente, al mismo tiempo que aumentaba el prestigio del gobierno (cuestiones de Marruecos y el abortado desembarco de México, en las que destaca la actuación de Prim, junto con la anexión de Santo Domingo, iniciada por O´Donnell en l861 y concluida por Narváez en l865). Dentro del marco de estos intentos (algunos, como el de México, compartido con Francia) podemos incluir el envío de una escuadra naval española que, en principio, pre-tendía alcanzar el Pacífico y dar la vuelta al mundo por la vía de América del Sur y Filipinas, estableciendo una base naval en el litoral del Pacífico suramericano, similar a la que existía en Montevideo. Quedarían así articuladas las diferentes piezas del sistema colonial español en América y Asia y permitiría proteger los intereses de la corona espa-ñola en un área revalorizada desde los descubrimientos auríferos en California y Australia en l848. La base proyectada serviría a su vez de plataforma para aumentar la comunica-ción entre la metrópoli y Filipinas. Al amparo de esta iniciativa de carácter militar, llevada a la práctica cuando era ministro de Fomento el liberal marqués de la Vega de Armijo, se decidió agregar pocas semanas antes una comisión científica cuya finalidad sería recoger material para ser expuesto en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid.(López-Ocón y Puig Samper, l988).4 Cuando Jiménez de la Espada tuvo noticias de que se convocaban plazas de naturalis-tas para la citada expedición, solicitó y consiguió una de ellas. Dio así el primer paso para el nacimiento del que había de ser destacado americanista. Sobre el desarrollo de esta empresa a la que oficialmente se dio el nombre de Comisión Científica del Pacífico existe abundante bibliografía, e incluso documentos de primera mano como cartas o diarios todavía inéditos y artículos periodísticos de la época entre otros. Podemos aplicarle, sin miedo a exagerar, adjetivos como romántica, escasa de recursos (sus miembros sólo serán ocho, entre científicos y técnicos) e inoportuna, por el momento difícil que pasaban las relaciones con algunos países de América Central, del área del Caribe y América del Sur. Cómo factor positivo y dominante a lo largo de los casi tres años y medio que duraría la expedición, hemos de destacar el alto nivel científico y profesional de sus componen-tes y la forma en que se entregaron a la tarea emprendida soslayando peligros, enfren-tándose a enfermedades, a la carencia de recursos y a delicadas situaciones de enfrentamientos con los marinos que componían la facción militar de la empresa.5 Dejaremos de lado el detallar los avatares de la Comisión Científica y reseñaremos brevemente su salida de Cádiz el 11 de agosto de l862 (tan sólo dos meses antes habían comunicado a Marcos Jiménez de la Espada que se aceptaba su solicitud, el 11 de junio) y su periplo. Durante éste realizaron escalas, de distinta duración, en Tenerife, Cabo Ver-de, Brasil, en la Patagonia, y, tras atravesar con grandes dificultades de navegación el Estrecho de Magallanes, llegaron a Valparaíso, en Chile. El 10 de julio de l863 desem-barcan en El Callao, aunque no iba el total de la escuadra. Marcos Jiménez de la Espada iba a bordo de la fragata “Triunfo”, que había salido del citado puerto chileno a mediados de junio y en la que viajaron también el fotógrafo Rafael Castro (se trataba de la primera 1517 expedición científica española que contaba oficialmente con un técnico de este tipo)6 y el taxidermista Puig mientras que el presidente de la Comisión, don Patricio Paz y Membiela, lo hacía en la goleta “Covadonga”. Los demás expedicionarios, Manuel de Almagro, mé-dico y antropólogo cubano, el colector botánico Isern y el zoólogo Martínez Sáez, habían realizado el viaje desde Chile por tierra, adentrándose en Bolivia y Perú y efectuando valiosos estudios de flora, fauna, minerales y etnográficos anotados en diarios e informes y recogiendo materiales para ser enviados tras su preparación a museos españoles, tarea que realizaron con notable éxito y dedicación encomiable.7 Es posible seguir los pasos del grupo de científicos españoles en Perú gracias a los diarios de Isern, Almagro y Martínez Sáez aunque, desafortunadamente, en el que sería más valioso para nuestro estudio, el escrito por Jiménez de la Espada, faltan todos los días correspondientes a su estancia en tierras peruanas .8 El l6 de julio entra por primera vez en Lima Jiménez de la Espada, en compañía de Paz, Amor, Puig y Castro Ordóñez. Encuentran “un caserío pobre y mezquino”, con edificios públicos de época española con excepción de la penitenciaría, recientemente construida y “digna de competir con las mejores de Europa”. El empedrado de las calles era desigual “con acequias al aire, de aspecto repugnante”. Según Almagro, todo esto contrastaba con el interior de las vivien-das, con habitaciones magníficas, adornadas con el mayor lujo, pero al mismo tiempo encontró el antropólogo cubano cualidades positivas en la capital limeña que sin duda contribuyeron a que Jiménez de la Espada llegara a quedar subyugado por aquel país y sus gentes, hasta el punto de cambiar su vida. A los pocos años del regreso a España de la Comisión Científica del Pacífico, le hallaremos entregado a su nueva vocación de americanista, sin dejar por ello su trabajo como naturalista.9 La sociedad limeña les acogió de forma hospitalaria y tuvieron ocasión de frecuentar-la y ser recibidos en sus salones, testimonia el mismo Almagro, quien también manifestó el deseo de que “cesase el lamentable estado político que nos ha convertido en enemigos de leales amigos que éramos”. Aludía así a los desdichados incidentes que comenzaron a los pocos meses de la llegada de la Comisión y que culminaron años después con el bom-bardeo del Callao en l865. De las limeñas, alaba su amabilidad y finura, su talento despejado, junto con su imaginación viva y espiritual que hacen que su trato sea suma-mente agradable. Se hospedaron los científicos en el “Morin´s Warm Bath Hotel”. Du-rante los escasos días de su primera estancia en Lima, asistieron a una representación de “Norma”, en un teatro “frío y sucio”, en opinión de Martínez y Sáez, y entre otras activi-dades, visitaron el Museo de Ciencias Naturales y varias colecciones privadas, como la del Gabinete Dávila o la de “huacos de barro” del señor Ferreiro. En la Escuela de Medi-cina, los científicos Ulloa y Raimondi les mostraron así mismo sus valiosas colecciones. Es de notar que por aquellas fechas, en Perú, estas colecciones cíentíficas privadas solían ser más interesantes, completas y cuidadas que las que se ofrecían a la vista del público en los museos. La prensa peruana se hizo eco de la presencia de los expedicionarios españoles, y algunos de éstos, a su vez , publicaron artículos en el periódico limeño “El Comercio”, siendo uno de ellos reproducción de otro previamente publicado en el espa-ñol “La Palma de Cádiz” .10 El 26 de julio salieron los miembros de la Comisión Científica del puerto del Callao, después de que les ofreciesen una cálida fiesta de despedida en la que incluso niños y 1518 señoras de la alta sociedad limeña cantaron en su honor “las glorias de España en vibran-tes estrofas”.11 Lo aquí narrado contrasta con la situación tan difícil en que hallará el grupo español a su vuelta a Perú, en otoño del mismo año. Durante los últimos meses que ostentó el poder la Unión Liberal, organizadora, como ya apuntamos, de la empresa que nos ocupa, las relaciones entre los gobiernos del Perú y de España se habían hecho más y más tirantes. Un suceso que tuvo lugar en octubre, en una hacienda llamada Talambo costó la vida a un trabajador peruano y a uno de los colonos vascos que se habían enfren-tado con el propietario. Fue éste el detonante del enfrentamiento entre la escuadra españo-la y las autoridades y el pueblo peruano, situación que empeorará con el conflicto de la toma y posterior devolución de las islas Chincha y el bombardeo del Callao. Los científi-cos de la Comisión no pudieron evitar que la hostilidad recayera también sobre ellos. A los cuatro días de su partida del Callao llegan los barcos españoles al puerto peruano de Paita y lo encuentran todavía adornado con los gallardetes que habían servido para festejar el día de la Independencia de aquella república. Visitan en esta ocasión el buque “La Izarra”, que navega como ellos bajo bandera española. Recorren las proximidades de la zona, recogen materiales para su estudio y conservación y Martínez y Sáez compra “algunas conchas y corales al boticario”, poniendo el 3l de julio rumbo al norte.12 La expedición se dividirá en América Central, quedándose allí Jiménez de la Espada mientras el otro buque llega hasta las costas de California, realizando su tarea de natura-lista en tierras de Costa Rica, El Salvador y Panamá. Anota sus observaciones y hace descripciones de una gran precisión y claridad, y, lo que no es tan corriente en un cientí-fico, amenas y haciendo gala de un buen estilo literario y a las que con frecuencia acompa-ña de dibujos. El retorno lo harán igualmente por separado; tras la muerte, en octubre , de Fernando Amor, el grupo que le acompaña se dirige a Valparaiso y Marcos Jiménez de la Espada lo hará con los otros al Callao (con escalas en puertos ecuatorianos y peruanos) donde arriba en la goleta ”Covadonga”, a primeros de noviembre. Permanece en Lima algo más de un mes y en ese tiempo se relacionará con Raimondi y otros naturalistas, alternará en sociedad y en diciembre partirá para reunirse con la armada española que, mandada por el almirante Hernández Pinzón se encontraba en Chile.13 Parece que el am-biente hostil hacia ésta y de recelo hacia lo español en general, no afectó particularmente a nuestro científico, que permaneció fiel a la pasión que en él despertó todo lo peruano durante el resto de su vida. De lo que no cabe duda es de que la Comisión Científica del Pacífico, si bien obtuvo brillantes resultados a nivel científico, no vio cumplirse los obje-tivos que la Unión Liberal había planteado como meta para esta empresa de marcado carácter panhispanista. Al zarpar de Cádiz pretendían dar la vuelta al mundo, plan que tuvieron que abandonar en la primavera de l864. Uno de los factores que les impidió llevar a cabo su tarea como hubieran deseado fue la precariedad de los recursos materiales con que contaron, junto a otros de tipo humano, como la incomprensión de los marinos desde los primeros momentos, casi, de la expedición, ajenos o indiferentes a los intereses y preocupaciones de los naturalistas. Las discordias entre don Patricio Paz y Membiela, presidente de la Comisión, y el comandante de la fragata “Triunfo” se hicieron insufri-bles, lo que unido a otras dificultades, llevó al primero a dimitir de su cargo y regresar a España en setiembre de l863. De otro lado, pero aún de mayor transcendencia, encontra-mos los sucesos políticos que irían influyendo en el desarrollo de la expedición y, final-mente, determinándolo. 1519 Cabe recordar que, en principio , la finalidad del viaje era sólo político-militar a lo que se añadió, apresuradamente, en los últimos meses que precedieron a la partida de Cádiz, la expedición científica. Si comparamos a ésta con otras , de distintos países europeos, vere-mos que sus recursos, tanto de transporte, apoyo técnico e incluso el escaso número de sus componentes, resultan francamente inferiores. Respecto a la situación de tensión y fric-ciones con las autoridades peruanas, se convirtió en conflicto diplomático con el rechazo, por parte del gobierno del Perú, del Comisario de España, Eusebio de Salazar y Mazarredo. Llegó éste a Lima mientras en los tribunales de aquella ciudad se veía el caso de los mencionados colonos de la hacienda Talambo, el l8 de marzo de l863. Pretendía conse-guir una fuerte indemnización para los colonos españoles14. Según fuentes peruanas, y siguiendo la prensa limeña de aquellas fechas, el cargo de comisario no era reconocido por la República del Perú, sino que lo consideraban un funcionario de Isabel II, como los que eran enviados a tierras americanas bajo el dominio español, y ellos no eran ya colonia de España. El almirante Hernández Pinzón fue al Callao con la goleta “Covadonga” a primeros de abril, recogió a Mazarredo y se dirigieron a las islas Chincha, en la costa del sur del país, donde esperaba el resto de la escuadra. El 14 de abril tomaron los marinos españoles las citadas islas guaneras de Chincha, uno de los pilares de la economía peruana en aquellas fechas. El gobierno de Isabel II aún no había reconocido oficialmente la inde-pendencia del Perú, lo que justificaría la toma de las islas, en revancha de la negativa del gobierno peruano a pagar indemnizaciones a los colonos españoles de Chiclayo. En enero de l865, tras el tratado firmado por el almirante Pareja y el general peruano Vivanco, bajo el gobierno de Pezet, fueron devueltas las islas, aunque no se puede calificar de triunfo de ninguna de las partes a esta acción diplomática. El almirante español, que por cierto era limeño de nacimiento, se suicidó al poco tiempo , a bordo de la fragata “ Triunfo ” y, por su parte, el pueblo y la mayoría del gobierno peruano estaban descontentos. Continuaron los enfrentamientos. En setiembre de l865, Chile declara la guerra a España, y el 2 de mayo del año siguiente tiene lugar el bombardeo del Callao, estando Méndez Núñez al mando de la escuadra española. Como ya hemos señalado, los miembros de la Comisión Científica se vieron envueltos en los primeros momentos de esta cadena de hechos que habrían de tener desenlace bélico y que obstaculizaron un más fecundo entendimiento e intercambio de conocimientos y experiencias entre los científicos españoles y los de aquellas repúblicas americanas.15 Sin embargo, Marcos Jiménez de la Espada lograría, después de bastantes años y una vez restablecidas las relaciones entre España y Perú, que su labor tuviese fuerte influencia en los medios científicos y culturales de éste último. Tras la toma de las islas Chincha, los naturalistas de la Comisión se quedaron en Valparaiso, aislados de la armada, sin fondos ni autorización para continuar su misión científica. Se les ordena regresar, pero se resisten a ello, enfrentándose con el almirante Pinzón, que no apoya su pretensión. Por fin, el 6 de Junio de 1863, reciben el ansiado permiso del Ministerio de Fomento, asignándoseles l2.000 pesetas para los gastos de la expedición. Para entonces, Castro Ordóñez regresa a España y el taxidermista Puig se queda en Chile donde contrae matrimonio con la hija de un conocido hacendado. 1520 Segunda etapa de la expedición. El gran viaje Emprenderán esta segunda etapa de su viaje los mismos que conseguirán concluirlo; Martínez y Sáez, Isern, Manuel Almagro y Marcos Jiménez de la Espada. Embarcan hacia Guayaquil, por ser por entonces Ecuador un país neutral, con menos recelos y suspicacias para con los españoles (en Perú y Chile prácticamente les tacharon de espías tras los últi-mos sucesos; en el puerto peruano de Paita, pasan “una de las más terribles jornadas” del viaje al no permitirles desembarcar con 48 bultos por creer que llevaban armas o auxilios para Ecuador). Para seguir lo que los miembros de la Comisión denominaron “el gran viaje” remiti-mos a la lectura de los diarios de los expedicionarios y a la bibliografía existente, alguna de reciente aparición.16 Habían recorrido desde su llegada a Brasil, toda la fachada atlán-tica, desde este país hasta la Tierra del Fuego y la Patagonia y después de pasar el Estrecho de Magallanes, visitaron (y llevaron su tarea de naturalistas a cabo concienzudamente en aquellos lugares) Chile, Perú, Ecuador y las costas centroamericanas hasta subir a California. El 31 de octubre de l864 desembarcan en Guayaquil para dirigirse a Quito. Les esperaba la parte más dura de la misión que se habían propuesto; atravesar toda la cuenca amazónica, siguiendo el río Napo y el Amazonas, hasta la desembocadura de éste. A diferencia de lo sucedido en Chile y Perú, en Quito encontraron el apoyo del presiden-te ecuatoriano, el liberal García Moreno para llevar a cabo lo que resultó una auténtica epopeya.17 Igualó ésta en dificultades a la de aquellos otros españoles que en los primeros tiempos de la conquista exploraron los más lejanos rincones del Nuevo Mundo, pero a los miembros de la Comisión Científica del Pacífico sería mejor que les diéramos el apelativo de descubridores, porque el afán que les empujaba era conocer aquellas tierras y todo lo que en ellas iban encontrando, y darlo a su vez a conocer a su regreso. Partieron de Pernambuco rumbo a España en noviembre de l865 y el 21 de diciembre ya se encontraba Jiménez de la Espada en Madrid. El recibimiento no resultó tan entu-siasta como merecía una empresa del calibre de la que habían llevado a cabo, si bien Isabel II, aconsejada por el Ministro de Fomento, ordenó que se celebrase una exposición en el Jardín Botánico en la que se mostrase todo el material científico que la Comisión había recolectado en sus casi tres años y medio de estancia en tierras americanas y más de 4.000 kms recorridos. También mandó la soberana que se redactase una obra científica, con ilustraciones, mediante la que se informase de todas las investigaciones y demás tareas realizadas por los miembros de la expedición. Daba para ello un plazo de dos años, y encargaba tamaña labor a Jiménez de la Espada y a Martínez de Sáez (el médico y antropólogo Manuel Almagro volvió a su Cuba natal tras escribir apresuradamente una relación de lo acaecido y observado por él durante el recién terminado viaje científico, y el botánico y preparador Isern murió por unas fiebres contraídas durante el mismo al poco de llegar a la Corte). La exposición del Botánico se celebró, pero los dos años previstos supusieron un plazo muy corto para la segunda tarea encomendada. Los medios resulta-ron insuficientes y el momento político propició los frecuentes cambios de cartera en el Ministerio de Fomento. Jiménez de la Espada contempló impotente como la Comisión de estudio del material científico recogido en la Expedición al Pacífico se disolvía, por un decreto oficial en l872. Las valiosas colecciones, quedaron inútilmente almacenadas en el Jardín Botánico. Resulta fácil imaginar como esta situación pudo influir en el ánimo de 1521 Jiménez de la Espada, privándole del prestigio que como naturalista hubiese podido alcan-zar por la difusión de sus investigaciones y descubrimientos. Firme en sus determinacio-nes, seguirá trabajando a diario en el campo de las Ciencias Naturales,18 pero al liberarle del compromiso que su tarea en la Comisión suponía, pudo dedicarse más exhaustivamente a su nueva labor de americanista, sin tener que rendir por ello cuentas a ninguna institu-ción ni persona y con libertad total para elegir los temas de estudio que en mayor grado despertaban su interés. Se transforma de este modo nuestro científico en “bibliófilo y anticuario”. Pese al poco placer que parece encontrar en la vida social, busca alianzas con destacados intelec-tuales y políticos de los dos partidos que alternan en el poder, aunque conservando siem-pre su carácter de liberal, para aprovechar sus nuevos conocimientos bibliográficos (en particular, en historia precolombina y de América moderna). Mantiene regularmente co-rrespondencia con colegas europeos y americanos, y cada vez resultan más usuales las cartas de otros estudiosos con consultas que no duda en resolver aportando importante base documental.19 Marcos Jiménez de la Espada no consiguió ver editado en vida su Diario, tan valioso para el conocimiento de lo que fue la Comisión Científica del Pacífico; sus páginas aparecerían impresas 77 años después de ser escritas, gracias a Barreiro. Pu-blicó 13 libros, más de 50 artículos y folletos, unas 30 comunicaciones a sociedades cien-tíficas y ponencias para congresos internacionales de americanistas, y llevó a cabo tareas de gran envergadura, que acometió con gran rigor científico. Fue éste el caso de su parti-cipación en la Comisión Real que debía resolver la cuestión de límites entre Colombia y Venezuela y su inclusión, por deseo de la Sociedad Geográfica, en la Junta que había de informar sobre la carta de Cuba, de Chao, entre otras actividades cuya enumeración resul-taría excesiva para lo que la extensión del presente estudio permite. Jiménez de la Espada americanista En lo que concierne a sus trabajos relacionados con Perú, pasaremos por alto un análi-sis detallado de los ya difundidos y cuyo valor es de sobra conocido. Inmerso en los ma-nuscritos de la Biblioteca Nacional, de la Academia de la Historia, los legajos del Ar-chivo General de Indias y de otras instituciones culturales en menor grado, volverá Jiménez de la Espada a encontrarse con las tierras y gentes del Nuevo Mundo. Esta vez el contacto será a través de las crónicas y relaciones de los que en épocas precedentes vivieron expe-riencias, en cierto modo, semejantes o paralelas a las suyas y dejaron constancia escrita de ellas. El eminente naturalista, cuyas aportaciones en el campo de la zoología, y en espe-cial sus investigaciones sobre batracios, resultan de indudable valor, se convertirá también en apasionado, riguroso e incansable investigador de la historia americana, particularmen-te, la de los siglos XVI y XVII. Aplicará siempre a sus trabajos el método positivista y éstos se caracterizarán en todo momento por su objetividad y claridad, por su respeto a las fuentes documentales y por estar impregnados en bastantes ocasiones de una fina ironía que contrasta con el rigor centífico que, sin duda, también ofrecen. Una de sus publicaciones de mayor repercusión en la historiografía americana fue, en l880, la segunda parte de las “Crónicas del Perú”, de Cieza de León, titulada “Del señorío de los Incas Yupanqui y de sus grandes hechos y gobernación” y para cuya elaboración el cronista interrogó a los viejos supervivientes del incario. Estos, ayudados de los quipus 1522 y de sus recuerdos, le dieron a conocer su historia, tradiciones y costumbres. El editor utilizó, tras estudiarlo concienzudamente, un manuscrito hallado en la biblioteca de El Escorial y al que se refiere como a una “copia detestable por todo extremo, de principios o mediados del siglo XVI” aunque también afirma que es “la más antigua, de la que copió Herrera”. Dos años después, publicó de las “Relaciones Geográficas de Indias”, las que trataban del Perú, con un riguroso estudio preliminar, obra del mismo Jiménez de la Espa-da. Años después, la Real Academia de la Historia le concedió por esta publicación el premio Duque de Loubat, dotado con 3.300 pesetas.20 La Sociedad de Bibliófilos Andaluces le encargó dirigir la edición de la obra de Bernabé de Cobo “Historia del Nuevo Mundo”, concretamente la primera parte, que es la única que se conserva, con el título de “Historia Natural y Moral del Perú”. Es de suponer que Jiménez de la Espada llevó a cabo esta tarea, entre l890 y1893, con bastante agrado por el paralelismo que se puede encontrar en la doble vocación de ambos; historiadores y naturalistas. Varios pasajes de otra obra del mismo autor, la “Fundación de Lima”, fueron incluídos por nuestro historiógrafo como apéndice al tomo I de las “Relaciones Geográficas de Indias” .21 El tema peruano seguirá atrayendo su interés casi sin interrupción . Otra mues-tra de ello había sido la publicación de “Ophir de España. Memorias historiales y políticas del Perú, por el licenciado don Fernando de Montesinos, seguidas de informaciones sobre el señorío de los incas, hechas por mandato de don Francisco de Toledo, Virrey del Perú”22 y la “Suma y narración de los incas que los indios llamaron cappacuna, que fueron seño-res de la ciudad del Cuzco y de todo lo a ella sujeto”, escrita por Juan de Betanzos en l551. Jiménez de la Espada dudó en un principio si imprimirla o no, por estar incompleta la copia de que disponía. Finalmente lo hizo, exponiendo en su presentación las limitaciones que sufría la edición y preguntándose; ”¿...y si Betanzos tuviera que aguardarse por los siglos?.23 Su sólida erudición, impregnada de empirismo y de un fuerte espíritu crítico, junto con su instinto de historiador, hacían que, su preocupación primordial fuese el estudio de las fuentes, a las que sometía a cuidadoso análisis antes de usarlas. Todo ello lo demuestra una vez más en su trabajo “Tres relaciones de antigüedades peruanas” en cuyas páginas aparece por primera vez publicada la “Relación de antigüedades deste reino del Perú”, a la que Jiménez de la Espada data hacia l613, siendo su autor Juan de Santa Cruz Pachacuti24. Asistió a diversos congresos americanistas, nacionales e internacionales, como el de Bruselas de l879, en el que presentó una comunicación sobre arqueología peruana, ”Cloches prehistoriques sudamericaines” o el VI Congreso de Americanistas de Turín, en l886, en donde formó parte de la Delegación oficial del Gobierno Español, entre otros. Participó también en la organización del IV Congreso Internacional de Americanistas de Madrid de l881 y en la del celebrado en La Rábida en l892, en conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de América. Con frecuencia fue invitado insistentemente a participar en algunos a los que impedimentos materiales, casi con certeza de tipo económico en primer lugar, no permitieron su asistencia, tal como sucedió con los celebrados en México o Londres. Basten estos pocos ejemplos, de los muchos que podríamos citar, para que nos podamos hacer una idea del prestigio que como historiógrafo e historiador llegó a alcan- 1523 zar Marcos Jiménez de la Espada entre sus contemporáneos .Desde l879 escribe y publi-ca, incansablemente, artículos en revistas especializadas, muchos de ellos, por no decir la mayoría, de temas netamente peruanos, como los titulados “El ídolo de Huaqui”, sobre una estatuilla encontrada en Trujillo y de la que ya había dado noticia en el mencionado Congreso de Bruselas, “Una antigualla peruana” aparecida en la “Revista Contemporá-nea”, “El cump-uncu hallado en Pachacamac”, en “El Centenario”, con ilustraciones, o “Vasos peruanos en el Museo Arqueológico”, en los “Anales de la Sociedad Española de Historia Natural”. Entre 1895 y 1896 en que dejó de editarse, escribió Jiménez de la Espa-da una serie de artículos en “Historia y Arte”, de los que citaremos, por su tema, “Las armas del Licenciado Pedro Gasca, pacificador del Perú”, “Idilio peruano”, “La partesana o roncona de Gonzalo Pizarro”, ”Las imágenes hieráticas del Sol en el Perú”, “Las chacra-incas”, o “La huaca de Tantalluc”. En Bruselas se imprimió “Del hombre blanco y signo de la cruz precolombiano en el Perú”, y en la “Revista crítica de Historia y Literatura Española, Portuguesa e Hispanoamericana” apareció su trabajo “Primer siglo de la Uni-versidad de Lima.” (Carpeta de documentos), que se publicó también en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza.25 El legado de Marcos Jiménez de la Espada en el Consejo Superior de Investigaciones Cientificas Numerosos documentos de carácter personal u oficial (correspondencia, facturas, res-guardos de matriculas universitarias, recortes de prensa, comunicaciones de distintas so-ciedades científicas y de academias españolas y extranjeras, concesiones de premios u otras distinciones como nombramientos de socio de honor, etc.), borradores de algunos de sus trabajos y gran cantidad de notas, para algunos ya realizados o para otros que tenía en proyecto, fueron donados, como apuntábamos al comienzo de nuestro estudio, por los herederos de Marcos Jiménez de la Espada al Consejo Superior de Investigaciones Científcas en l940. En un principio, los 105 legajos que componían el fondo documental, estaban distribuidos en 45 carpetas, apenas clasificados. En la actualidad se encuentran provisionalmente repartidos en unas 30 cajas, y como señalábamos al comienzo de este trabajo, la citada institución está llevando a cabo la tarea de su informatización. A conti-nuación citaremos algunos de los contenidos referentes a asuntos peruanos o que tengan relación con aquel país. El inventario que hemos utilizado para ello ha sido elaborado por López-Ocón.26 En la caja 2 se encuentran apuntes sobre “antiguas escrituras del Perú”, cartas dirigidas a Jiménez de la Espada sobre las características del ídolo de Huaqui y otra carta remitida desde Zarauz por el Conde de Huaqui, explicando el origen de dicho ídolo y recortes de periódicos que tratan de los restos de Pizarro. La caja 5 contiene datos sobre el primer olivo llevado de Andalucía (desde la comarca sevillana del Aljarafe) a Perú, en l560. En otro legajo de la misma caja, se habla de la situación de Lima y su población, de más de 2.000 vecinos hacia l580, comentarios sobre el polémico drama “Ollantay”, así como diversas informaciones sobre José Gabriel Tupac Amaru y sus pretendidos derechos a la sucesión del Incanato. Una curiosa “Relación de la coca y de su origen y principio, y porque es tan usada y apreciada de los yndios naturales deste Reyno de Perú” en un cua-derno de 30 hojas que incluye una nota sobre el artículo 242 de la “Apologética Historia” de Las Casas, está en la caja 6, junto con papeles de “antigüedades peruanas” varias, entre 1524 ellas, un diccionario quechua, observaciones hechas por Pizarro sobre las contradicciones del imperio inca; otras, de carácter lingüístico, relativas a la lengua denominada “pescado-ra” hablada en la costa peruana y a la que Jiménez de la Espada califica de “sonora y gutural”, una descripción de Huamanga fechada en l557, y apuntes diversos sobre la sociedad incaica. En la caja 8, una tarjeta-diploma de socio correspondiente de la Socie-dad Geográfica de Lima, de l891 y en la l0, aparece una lista de manuscritos y libros sobre historia del Perú en la Biblioteca Nacional, y aunque no aluda específicamente a Perú, sin duda en la caja 11, entre los manuscritos sobre temas americanos en el British Museum y en la Biblioteca Nacional de París, se encontrarán algunos que traten de asuntos tocantes en alguna forma a Perú, dado el interés del científico cartagenero por aquel país. Más notas, de diversas fuentes, sobre la antigüedad atribuída al “Ollantay” y el vocabulario en él empleado, o un legajo sobre las peticiones de supresión de los colegios de indios en los que los jesuítas enseñaban la lengua quechua y escritos, basados en Mossi y en el Padre Cobo y observaciones sobre la etimología de la palabra “huay ru-ruru”, que designaba cierto tipo de frijoles y que aún hoy encontramos con la forma “Huayruro” o “guaruro” aplicada a alguna clase de semillas, pueden verse en la caja 23 del fondo que nos ocupa, junto con algunos extractos del “Epítome Cronológico o idea general del Perú”, de la colección Mata-Linares de la Real Academia de la Historia, con descripciones de usos y monumentos incaicos. En otros legajos de la misma caja, hay abundantes informes sobre el enjuiciamiento, suplicio y muerte de Tupac Amaru en el Cuzco, sobre el homicidio de don José de Arriaga y el apoyo ofrecido a la familia del rebelde por los obispos cuzqueños, entre otros documentos que tratan también de la tan cruentamente sofocada rebelión de 1780. La mayoría de la información sobre temas americanistas que se encuentra entre los papeles de Marcos Jiménez de la Espada en el C.S.I.C., procede de las crónicas y relacio-nes, inéditas muchas de ellas, y que se encontraban en la Biblioteca Nacional o en la Real Academia de la Historia, entre otras instituciones de carácter científico, o directamente de documentos originales, como es el caso de los que consultaba del Archivo General de Indias o en el de la Casa de Medinaceli, en Sevilla. Las primeras limeñas Por muerte del duque de Osuna se produjo una vacante en la Real Academia de la Historia en l882 y para cubrirla presentaron algunos de sus miembros la candidatura de Jiménez de la Espada frente a otro grupo que apoyaba la de Menéndez Pelayo. En el periódico madrileño “El Progreso” de 7 de marzo del mismo año, se publicó la noticia de que la elección había recaído en el primero. Desconocemos las razones, pero nunca llegó a tomar posesión de su sillón en la Academia. Según Barreiro, el voto no fue unánime, lo que le afectó hasta el punto de llevarle a tomar esa decisión, pero no parece que esta versión sea la correcta, no refleja en absoluto el carácter del académico electo y sus méri-tos eran incuestionables. Fernández Duro escribe que “varias causas , a las que la inercia no fue del todo extraña”, estorbaron su ingreso en la Academia. Podría haber sido la esca-sez de medios económicos, lo que le impedía corresponder en la forma que él juzgaba correcta al nombramiento con que se le había honrado.27 Pese a que Barreiro decía no haber encontrado ni siquiera algunos apuntes entre los papeles de Jiménez de la Espada para elaborar su discurso de ingreso en la Academia, era ésta una tarea a la que había 1525 dedicado muchas horas de trabajo, como lo demuestra el examen de los borradores y las numerosas notas que actualmente se pueden ver entre sus papeles de C.S.I.C. El título era “Las primeras limeñas”, pero no iba a limitarse al estudio de las mujeres de la capital peruana ni tan sólo a los primeros años de la conquista. Ofreceremos algunos de los temas, anotaciones sobre muy diversas informaciones que tenían siempre como centro a la mujer peruana en general, o a algunas de ellas en particu-lar, o datos sobre bibliografía o fuentes documentales que utilizó (o seleccionó para ha-cerlo a la hora de redactar su discurso) el ilustre historiador. Nos dará ello la oportunidad de conocer su riguroso y exhaustivo método de investigación, siguiendo las directrices del positivismo, y seguir, aunque sea sólo en parte, ya que no llegó a terminarlo, el proceso de elaboración de uno de sus trabajos. La exposición, en forma de somera reseña, de los temas seleccionados, no la haremos manteniendo un orden cronológico, sino respetando el que presentan las cajas cuyo contenido, insistimos, se halla actualmente en proceso de informatización . En la caja 6 del repetidamente mencionado legado, se encuentran los borradores y en la 5, manuscritos, notas y transcripciones de documentos inéditos, etc, de los que destacare-mos un extracto de las “Jornadas náuticas del capitán Miguel de Ochogavia”, con noticias sobre las legendarias amazonas y un informe de cómo las mujeres de Huancavelica ejer-cían el oficio de justicias por morir los hombres en las minas de azogue. Hay unas 80 fichas sobre datos biográficos de mujeres a las que llama peruanas, pero muchas de ellas habían llegado de España, en el siglo XVI y otras eran descendientes directas de los con-quistadores o producto de los primeros mestizajes. De Francisca Pizarro. hija del marqués Francisco de Pizarro, mujer que fue de su tío Hernando y después de Pedro Arias Dávila Portocarrero, primogénito del Conde de Puñonrostro, dice que “cuando mataron al mar-qués era nonata” y que en l594 podría tener unos 65 años. Recoge ésto de la Colección Muñoz, tomo 92, y de los tomos 75 y 76 de la misma y una miscelánea sobre el papel social de la mujer en Perú y México en el siglo XVI y sobre la política matrimonial de casar españoles con indias, sobre todo hijas de caciques. Del Palentino, obtiene más datos sobre el mismo tema, con un elogio a la política del virrey marqués de Cañete, tendente a legalizar la situación de los casados y a favorecer los matrimonios de las naturales y que sirvió para pacificar la sociedad peruana. Habla de doña Beatriz Manco Capac Yupanqui, hija de Huaina Capac y mujer de Diego Hernández y del matrimonio que contrajeron doña María de Robles, hija de Martín de Robles, de 7 años de edad con Pablo de Meneses, de más de 70, para apaciguar los bandos de las Guerras Civiles. A veces son auténticas aven-turas las que aparecen entre las páginas de Jiménez de La Espada. Así, en un legajo se cuenta como a doña María Sánchez, mujer de Cristóbal Pérez, cuando iba de La Española al Perú, para reunirse con su marido en Cuzco donde éste residía, los corsarios asaltaron y robaron su navío con su hacienda, pertenencias y mercadurías y 80 hombres. En una carta - oficio del conde de Santisteban al Rey, describe el estado en que se halla el Perú hacia l662 (costumbres “estragadas, descrédito, exceso y desenvoltura en el vestir, se divorcian nobles, ellos y ellas, para casarse a su gusto, hurtos, escalas...”, y critica la relajada disciplina eclesiástica. Hay apuntes y notas extensas con protestas de las limeñas ante las disposiciones del Concilio celebrado en la capital peruana en l583, postura que según Jiménez de la Espada , no sería fácil encontrar en España en aquellos días “... ni en 1526 los nuestros”. Abundan entre los papeles del legado que nos ocupa, y dentro de los dedi-cados a la preparación de “Las primeras limeñas” en particular, los relativos a las mujeres pertenecientes a la nobleza incaica que se casaron o unieron a españoles, sobre todo a los conquistadores, por ejemplo, sobre Mamaquispi Cusi, descendiente directa de los incas. Era hija de Huayna Capac y hermana de Huáscar. Fue concubina de Pizarro al que dio una hija, doña Francisca y, tras bautizarse, tomó el nombre de doña Inés. En nota aparte se cita un testamento de doña Francisca Pizarro, marquesa de la Conquista, en el que declara que Francisco de Pizarro llegó a casarse con una hija del inca Atahualpa. A su vez, una herma-na de doña Inés, doña Beatriz Yupanqui, estaba unida a M. Serra de Leguízamo, vecino de Cuzco, descubridor y conquistador del Perú, del que tuvo un hijo, Joan Serra. Al recopilar todos estos datos, y otros similares, Jiménez de la Espada consiguió demostrar la impor-tancia del mestizaje en los primeros tiempos de la conquista del Perú por los españoles. Encontramos en el inventario del legado, datos varios y referencias bibliográficas so-bre Santa Rosa de Lima; en una de ellas transcribe Jiménez de la Espada; “Comía hierbas amargas y agrias, cocidas sin sal ni otro condimento, mezcladas con pasas moradas”, y agrega su propio e irónico comentario “...gustos todos y apetitos de histérica” (los escri-tos, y sobre todo las páginas del diario del científico están impregnados de una no muy velada misoginia y también de una fina ironía y algo de anticlericalismo). Se incluye en la misma caja un legajo en el que se enumeran “las más queridas y tratadas de las amigas de Rosa”, entre ellas doña Magdalena Chimago, descendiente de los caciques del Valle de Chincha28 y un curioso manuscrito de Marcos Jiménez de la Espada, de seis hojas, con textos para la preparación de “Las primeras limeñas”, y observaciones en las que explica su concepción de la ginecología y los objetivos de su trabajo. Otro suceso de los que han aparecido informes entre los legajos a que venimos aludien-do es la ejecución de doña María Ana de Castro, llamada “ la Madaima de Castro” a manos de la Inquisición, en Lima, acusada de judaizante. Encontramos otro grupo de 85 fichas con referencias muy diversas al tema tratado, tales como las tapadas, hechicerías, libros de caballería, conducta de las mujeres en las Guerras Civiles, influencia de las Nuevas Ordenanzas en la actitud de las peruanas y en particular de las limeñas, dichos y modismos vulgares, endogamia, exogamia, casamientos y barraganía y sobre los primeros encuen-tros de los hombres de Pizarro con las Vírgenes del Sol, en Túmbez a las que se califica de “hermosas y amorosas” y sobre las “capullanas”, especie de amazonas que gobernaban “sobre hombres y territorios”, al norte de Túmbez. Para terminar, reiterando que no hemos hecho más que reseñar parte de lo contenido en las cajas con la documentación del legado Jiménez de la Espada relacionada con temas peruanos, y para destacar lo variado de las fuentes consultadas por el científico, señalare-mos que entre los mencionados legajos que sirvieron para preparar los borradores de “Las primeras limeñas” se encuentran numerosas notas y extractos de obras de Ernest Renan, entre ellas “Vida de Jesús”, “El anticristo” y la “Historia del pueblo de Israel” y apuntes de Jiménez de la Espada sobre sicología y sentimientos femeninos obtenidos de la lectura del capítulo VI de “El hijo pródigo” y que aparecen mezclados con algunas observaciones de carácter misógino. De los capítulos III y IV de “Los apóstoles” saca varias notas sobre “ ...cómo el hombre se apropia del protagonismo de la mujer” y del XVI de la “Vida de Jesús”, otras sobre la “causa de horribles histerias en las mujeres”. Este filósofo (y tam- 1527 bién filólogo) francés, al que se separó de su cátedra de hebreo del Colegio de Francia por haber llamado en ella a Jesucristo, durante su primera clase “un hombre incomparable”, después de haber recibido órdenes menores, renunció a ordenarse sacerdote, influido por el pensamiento filosófico alemán, en 1845 y por el movimiento revolucionario de l848. Sus obras, utilizadas en una edición en lengua francesa por Jiménez de la Espada, levan-taron polémicas en su época. En su ensayo “Porvenir de la Ciencia” publicado en l890 y que seguramente conoció el científico español, aunque no hemos encontrado citas o co-mentario alguno sobre él, afirmaba que sólo la ciencia liberal puede resolver los grandes problemas humanos. Nos hemos detenido en esta referencia a Renan porque nos ha pare-cido que su conocimiento y el uso de esta bibliografía por parte de Jiménez de la Espada sirven como muestra, una vez más, de su talante liberal y abierto a corrientes de pensa-miento y métodos de investigación no muy comunes en la España de su tiempo. Condecoración del gobierno peruano (1892) y homenaje en Cartagena (1925) En el que fue el año cumbre del americanismo español en el siglo XIX, con la conme-moración del IV Centenario del Descubrimiento de América, entre las numerosas distin-ciones que se le otorgaron a Marcos Jiménez de la Espada, la que más agradecería y mayor satisfacción le procuraría, fue posiblemente la recibida del gobierno de la República del Perú. Por decreto presidencial del 5 de diciembre de 1892, se le concedió a Marcos Jiménez de la Espada la medalla de oro del Congreso, la más alta condecoración otorgada en aquel país a un científico extranjero, por sus publicaciones “sobre el insigne cronista Cieza de León y sus Relaciones Geográficas de Indias y por sus disquisiciones relativas al Descu-brimiento y a la época colonial”, le agradecen expresamente su dedicación a la geografía e historia peruanas, difundiendo el conocimiento de éstas y, curiosamente, hace también referencia el citado decreto a sus dotes literarias; “El señor Jiménez de la Espada es, ade-más de sabio tan eminente como queda dicho, escritor castizo, de los pocos que en nues-tros días escriben en verdadero castellano, pudiendo contársele entre los primeros que en este caso se encuentran”. La prensa peruana se hizo eco del acontecimiento y “El Ateneo de Lima”, entre otros, destacaba los méritos del científico y americanista español ; “Si su Patria le es deudora, también los americanos le debemos estimación y agradecimiento”, se podía leer entre otras alabanzas en sus páginas.29 Hasta su muerte, el 3 de octubre de 1898, continuó Marcos Jiménez de la Espada dedicando buena parte de su tarea investiga-dora a los temas peruanos por los que tanto interés demostró a lo largo de las dos últimas décadas de su vida. En los meses inmediatos a su muerte, academias y sociedades cientí-ficas le rindieron homenaje, al que se unió la prensa del país y diversas instituciones y personalidades de la ciencia y del americanismo europeo y americano. El 1 de octubre de l925, se lanzó en Madrid una hoja-manifiesto que, tras recordar los innegables y reconocidos méritos de Marcos Jiménez de la Espada, abría una suscripción con el fin que, “todos los amantes de las glorias nacionales” pudiesen contribuir a costear los gastos del homenaje que se le estaba preparando en su ciudad natal, Cartagena. Firma-ban el manifiesto, entre otros, los presidentes de las Academias de la Historia, de la Len-gua y de Ciencias, Antonio Maura, el marqués de Laurencín y Rodríguez Carracido; los duques de Alba y Medinaceli y Santiago Ramón y Cajal. Se pretendía, siguiendo la inicia-tiva del estudioso Puig Campillo, secundada por la Corporación Municipal de Cartagena, con el alcalde Alfonso Torres al frente y por la prensa local, “sacar del olvido en su tierra 1528 al hijo ilustre...”. Proyectaron levantar un busto del científico en algún jardín público de Cartagena, darle su nombre a una de sus calles o plazas, y colocar una lápida conmemora-tiva en la fachada de la casa donde nació. El Ayuntamiento acordó también poner su retra-to en el salón de actos del Palacio municipal y publicar a sus expensas una biografía que se regalase a todos los alumnos de las escuelas cartageneras.30 En la actualidad, hay en Cartagena un Instituto de Enseñanza Secundaria y una calle que efectivamente llevan el nombre del americanista y científico, pero la cantidad reunida mediante la suscripción popular no alcanzó para que se esculpiese el busto proyectado. Si bien el hecho de que por fin se le recordase con una estatua o un busto en su ciudad natal nos llenaría de satisfacción, pensamos que lo que realmente serviría para perpetuar su memoria y su labor como científico e historiador, sería el rescatar parte de su obra aún inédita y dar una mayor difusión a la ya publicada, escasamente conocida o que, por haber visto la luz en revistas, muchas de ellas muy especializadas, ha desaparecido o se cuenta con escasísimos ejemplares. Y al mismo tiempo sería de desear que las nuevas generacio-nes de americanistas y naturalistas pudiesen rastrear la existencia de algunos manuscritos o documentación diversa sobre Jiménez de la Espada (u obras directamente salidas de su pluma), en instituciones y bibliotecas privadas tanto españolas como extranjeras .Insisti-mos en que, en nuestra opinión, éste sería el mejor homenaje que podríamos ofrecer a Marcos Jiménez de la Espada en el primer centenario de su muerte. 1529 NOTAS 1 COLAO, Alberto: “Jiménez de la Espada, la aventura americana de un científico hispanista” .Colección Almarjal, nº 7. Cartagena, l967. págs. 9 y 10. Datos sobre la partida de bautismo de Marcos Jiménez de la Espada, nacido en Cartagena el 5 de marzo de l831. 2 RUBIO PAREDES, José María: “Infancia y juventud de un americanista cartagenero: Marcos Jiménez de la Espada (1831-1898).”, Cuadernos del Estero Revista de Estudios e Investigación, nº7-10, Cartagena, l992-l995.págs. 252,254 y 255. 3 BARREIRO, Padre Agustín J.: El Museo Nacional de Ciencias Naturales (l771-1935).Madrid , Ed. Doce Calles, l932, págs.236 y 241. 4 LOPEZ-OCÓN CABRERA, Leoncio: “La Comisión Científica del Pacífico y la Comission Scientifique du Mexique. Paralelismos y divergencias de dos proyecciones latinoamericanas de la ciencia europea Actas del Simposio “De la Ciencia Ilustrada a la Ciencia Romántica, “II Jornadas sobre las expedicio-nes españolas a América y Oceanía”, organizadas por el Ateneo de Madrid,del 3 al 9 de octubre de l993, pág. 461. 5 COLAO, Alberto: Opus cit, pág.23; PUIG-SAMPER, Miguel Angel: “La organización de la expedición al Pacífico en 1862. Un proyecto político-científico para articular el sistema colonial español”, “Quipu”, 1986, vol.3, nº3, págs. 335-348 y MILLER, Robert Ryal: “For Science and National Glory.The Spanish Expedition to America (1862-1866), University of Oklahoma Press,l968, traducción al español : Por la ciencia y la gloria nacional. La expedición científica española a América (l862-1866) Barcelona, 1983, Ediciones del Serbal. 6 SOUGEZ, Marie Loup: Historia de la fotografía, Cuadernos Arte Cátedra, Madrid 1995, págs.255-257. 7 Sobre esta etapa de la expedición, ver; Diario de don Francisco de Paula Martínez y Sáez, miembro de la Comisión Científica del Pacífico (1862-l865); edición crítica, transcripción del original, biografía, notas, itinerarios e índices de María de los Angeles CALATAYUD ARINERO, prólogo de PUIG-SAMPER. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (en adelante, C.S.I.C.), Biblioteca de Historia de Améri-ca nº 11, Madrid, 1994; PUIG-SAMPER, M.A., María Dolores MARRODÁN y Asunción Ruiz: “De Tacna a Lima: Excursión antropológica en la Expedición al Pacífico (l862-1866)”, Asclepio, nº 37,1985, págs. 221-234 y también Manuel ALMAGRO, Breve descripción de los viajes hechos en América por la Comisión Científica enviada por el gobierno de S.M.C. durante los años de 1862 a 1866. Madrid, Im-prenta Rivadeneyra, l866, reeditada en 1984, con estudio preliminar de Lily LITVAK. Barcelona, De. Laertes. 8 BARREIRO, Padre Agustín Jesús: Diario de la expedición al Pacífico llevada a cabo por una comisión de naturalistas españoles durante los años 1962-l965, escrito por don Marcos Jiménez de la Espada, miembro que fue de la misma. Madrid , l928. Publicaciones de la Real Sociedad Geográfica. Imprenta del Patronato de Huérfanos de Intendecia e Intervención Militares, 257 págs. Imprescindible para el estudio de Jiménez de la Espada y de la Comisión Científica del Pacífico, aunque probablemente incompleto. En el año 1862, sólo aparecen anotaciones de los días 13 ,22 y 23 de agosto, del 9 al 18; 20, 21 y 22, y del 24 al 30 de setiembre y de octubre, del 1 al 8. De l863, hay anotaciones del 6 de enero, y del 14 al 31; de febrero, del 1 al 8, y de marzo, del día 22. Faltan los relativos a su estancia en Perú al completo, y no parece fácil que no escribiera su diario durante este tiempo. El diario termina el 16 de junio de 1865; en noviembre embarcan en Pernambuco para regresar y llegan a Madrid en diciembre de aquel año. Barreiros usa en sus notas datos sacados de otros diarios y memorias. 9 Como naturalista también se reconoció su labor a nivel internacional, sobresaliendo especialmente en el estudio de los batracios, fue socio fundador de la Sociedad Española de Historia Natural, vocal en tribu-nales para oposiciones a cátedra en la Universidad Central de Madrid. Sin embargo, hasta julio de l898, no fue nombrado Catedrático de Anatomía Comparada, en la Facultad de Ciencias de dicha universidad, y tomó posesión del cargo el 7 de setiembre, cesando el día anterior como Ayudante en el Museo de Ciencias Naturales, puesto oficial que había ejercido desde su juventud. No llegó a dar clase por haber 1530 fallecido días antes del comienzo de curso. Resulta extraño que el ejercicio para obtener el grado de doctor en Ciencias Naturales no lo hiciese hasta el 6 de abril de aquel mismo año.;MARTÍNEZ CARRE-RAS, José Urbano: Prólogo a la edición de Jiménez de la Espada, de las Relaciones Geográficas de Indias (Perú), Madrid, l965, B.A.E., tomo CLXXXIII, pág. XVII. 10 CUETO,Marcos: “La ciencia peruana y la Comisión Científica del Pacífico”, comunicación presentada en las “II Jornadas sobre las expediciones españolas a América y Oceanía organizadas por el Ateneo de Madrid, del 3 al 9 de octubre de 1993, pág 455. (Bibliografía sobre Raimondi en las notas 9, 11 y 13 de esta comunicación). 11 Idem, pág.453. 12 COLAO, opus cit, pág.20. 13 LÓPEZ-OCÓN CABRERA, Leoncio: De viajero naturalista a historiador; las actividades americanistas del científico español Marcos Jiménez de la Espada (l831-1898), Tesis doctoral, Madrid, l991, Ediciones de la Universidad Complutense, 2 vols.,págs. 375 y s.s. Para los inicios y evolución del conflicto Perú- España, RODRÍGUEZ LAPUENTE, M.: “Historia de Iberoamérica. Biblioteca de España Ilustrada, vol.XXIII, Editorial Sopena, Barcelona,1968, págs 597-598. 14 LÓPEZ-OCÓN CABRERA, Leoncio: La Comisión Científica del Pacífico..., págs.460 y 470 y PONS MUZZO, Gustavo: Historia del Perú Contemporáneo, Ed.Bruño, Lima, l987, págs.160 y 161. 15 CUETO, opus cit, pág.457 y LORENZO,A. de: Resumen de la prensa sobre la situación del Perú, “Perú”, vol.VIII nº 7, apud LÓPEZ OCÓN, De viajero...,págs.346 a 348. 16 LÓPEZ-OCÓN, “De viajero…”,págs 254 y 255 (resulta esta obra de gran valor para el tratamiento del tema que nos ocupa; recoge abundantísima bibliografía y usa documentos inéditos). 17 COLAO, opus cit, pág.20. 18 Idem, pág. 22: LÓPEZ OCÓN, De viajero…, pág. 1301. 19 COLAO,opus cit.,pág 28 (las principales fuentes de este autor son BARREIRO y MARTÍNEZ CARRE-RAS. Este último pudo trabajar con parte de los fondos documentales que llegaron como legado al C.S.I.C.)- 20 ESTEVE BARBA: Historiografía Indiana, Madrid, 1967, págs. 413-419, notas 540 y 541; LÓPEZ-OCÓN: “De viajero…”pág,234. 21 ESTEVE BARBA, opus cit., págs 492-494, nota 638. De la Historia del Nuevo Mundo sólo se conserva la parte editada por Jiménez de la Espada, Historia Natural y Moral del Perú; algunos pasajes de la “Fundación de Lima”, también de Cobo, los utilizó como apéndice al tomo I de las “Relaciones Geográ-ficas”. 22 ESTEBE BARBA, opus cit., pág 469, notas 598-600. 23 Idem, págs. 454-456, nota 576. 24 Idem,págs 467-475, nota 530: publicado en “Tres relaciones de antigüedades peruanas” por Jiménez de la Espada, Imprenta Tello, Madrid, l979. El original es el manuscrito de la Biblioteca Nacional nº 3.169. 25 LÓPEZ-OCÓN, “De viajero…”,págs 1355. y ss. Escribió en otras revistas, entre ellas El Magisterio Español y la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, dirigida por Menéndez Pelayo. 26 El inventario de los documentos de Jiménez de la Espada en el C.S.I.C. nos lo ha facilitado el investiga-dor de dicho organismo y reiteradamente citado , doctor López-Ocón. 27 COLAO,opus cit.,págs. 36 y 37. 28 “Extractos de la vida de la Bienaventurada Rosa Peruana de Santa María, de la Tercera Orden de Santo Domingo y su admirable y preciosa muerte,restituído del latino idioma que así la escribió el M.R.P.M. fray Leonardo Hansen, provincial de Anglia, al natural de la tierra de Dios, por el M.R.P.M. fray Jacinto de Parra ,…prior de Santo Tomás de Madrid, de la Orden de Predicadores…” Madrid, impreso por Melchor Sánchez, l668. (En la Academia de la Historia, Est. 22-25, con anotaciones en rojo de Jiménez de la Espada sobre vestidos, alimentación y otras curiosidades. 1531 29 COLAO, opus cit., págs. 30-32 y l09; LÓPEZ-OCÓN, De viajero…, pág 1122. La medalla era en oro, de 45 mm. De diámetro y 96 gms. de peso.La inscripción decía “El Gobierno del Perú. Lima, 1992. A don Marcos Jiménez de la Espada. Por sus trabajos históricos y geográficos”. 30 COLAO, opus cit.,págs 31y 32; LÓPEZ OCÓN, “De viajero…”págs.1297-1298; Archivo del Ayunta-miento de Cartagena, leg.352. Estatuas, hijos ilustres, retratos; Expediente personal de Marcos Jiménez de la Espada en la Real Academia de la Historia, carta de Puig Campillo al Presidente, Cartagena,27-4- 1925; Actas de acuerdos del Ayuntamiento de Cartagena,año 1925, sesiones del l9 y 26 de junio; artículos en la prensa local sobre el homenaje; El Porvenir, diario independiente, 23 de marzo y 6 de junio de 1925. |
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