GRAN CANARIA COMO DECORADO CINEMATOGRÁFICO.
«MOBY DICKn (1954-55)
JosÉ D f ~ zB ÉTHENCOURT
«Moby Dick» fue la película más dití-cil
que he hecho en mi vida. Perdí tan-tas
batallas mientras la hacía que Ile-gué
a pensar que mi ayudante de direc-ción
estaba conspirando contra mí» l .
Cuando la población de Gran Canaria, y más específicamente la
de su capital, Las Palmas, aún no había salido del ajetreo que supuso
el rodaje de «Tirma» (1954) -y aún sin revelarse las desavenencias
que se produjeron entre los guionistas canarios, Juan del Río Ayala y
Martínez Carvajal, y el director italiano Paolo Moffa en aquella pro-ducción
hispano-italiana que quiso poner 'imágenes en movimiento a
nuestro pasado más reciente y se quedó finalmente en una pesadilla
pasajera-, ya se oía en el mundo periodístico de la isla la próxima
llegada de los componentes de la producción que al mando de John
Huston no tardaria en visitar ei paisaje marino de Gran canaria para
el rodaje en exteriores de «Moby Dick». Esta producción de Moulin
Pictures para Warner Bros. suponía la llegada a las islas de los pri-meros
equipos de rodajes extranjeros -si exceptuamos, claro está, la
mencionada coproducción «Tirma»- después del paréntesis que su-puso
la Guerra Civil Española y la subsiguiente autarquía.
Antes del fratricida enfrentamiento, Gran Canaria, pero en mayor
medida Tenerife -sobre todo en películas alemanas de los años trein-ta-,
no sólo habían sido destino de algunos rodajes de producciones
extranjeras, sino que la iniciativa local de ejercitarse en la práctica
470 José Díaz Béthencourt
del arte cinematográfico también encontró su hueco en el paisaje de
Canarias. De este modo, en Tenerife, José González Rivero realizó
«El ladrón de los guantes blancos» (1926) y Carlos Luis Monzón,
desde el bamo capitalino de San Cristóbal, en Las Palmas, ponía en
escena la homónina zarzuela del maestro Tejera «La hija del Mestren
(1928).
Una vez que las huestes del general Franco se imponen a sus ene-migos
y la dictadura franquista comienza su larga andadura, se reini-cian,
en la década de los años cuarenta, las producciones nacionales
en Canarias. Es en este decenio cuando se ruedan patrióticas pelícu-las
de exaltado valor castrense -«Legión de héroes» (1942), de Ar-mando
Seville y Juan Fortuny, .y «Neutralidad» (1949), de Eusebio
Fernández Ardavín- o folletinescos melodramas folclóricos con fi-nal
feliz -«Alma Canaria» (1945). de José Fernández Hernández-.
Si esto ocurría en los años cuarenta -cuando políticamente las
pretensiones autárquicas de la dictadura se habían mantenido plena-mente,
y las producciones cinematográficas nacionales en Canarias
tenían un marcado carácter bélico/militar y folclórico-; a comienzos
de los cincuenta «van a producirse significativo.s .,c ambios dentro de 3 - n . 0 . . 1 : : 1 1 0 . nrtn ,.,...+o"
U 1 1 1 i U b V U IiiUlLU p U l i L l b U i i i L L l l l U b l U i i U l . Ld8 UpUIlblUlI efi L J L b b U I I L b A -
to de la guerra fría, con agravamientos como el estallido de la guerra
de Corea en junio de 1950, pone al régimen del general Franco en
disposición de poder negociar en el exterior una de las pocas mer-cancías
vendibles de que disponía: su anticomunismo. Será así como
el bloqueo internacional dispuesto por la ONU en 1946 comience a
re~quebrajarse»~D.e esta forma, el régimen dictatorial implantado
en España irá cambiando poco a poco su autarquismo -manteni-do
en el periodo 1939-1945 por la situación exterior, y desde 1946
a 1950 por decisión voluntaria del régimen franquista- por una eta-pa
de apertura hacia el exterior que desembocará en los acuerdos con
los EE.UU. y el Vaticano en 1953, y que «significaron el pleno reco-nocimiento
internacional del régimen y el apoyo definitivo a su per-manencia
» 4.
Estos cambios políticos tienen su correspondencia en el ámbito
fílmico. En la década de los 50, Tenerife y Gran Canaria, además de
consolidarse como destinos cinematográficos de producciones nacio-m!
es -«la !!amada de *frica» (19521, «E! reflejo de! a!ma» (1956)
o «Mara» (1958)-; el paisaje de estas islas comienza a erigirse, asi-mismo,
como polo de atracción de algunas coproducciones -«Tima»
(1954), «La estrella de African (1956). Más aún, será esta la década
en la que, como ya dijimos anteriormente, vuelven los equipos de
Gran Canaria como decorado cinematográfico, «Moby Dick» (1954-55) 47 1
rodajes enteramente extranjeros -«Alerta en Canarias» (1955), «S.O.S.
Pacific» (1959), «Peter Voss, caballero detective» (1959) o «Moby
Dick» (1955). Sin embargo, y a diferencia de los años anteriores, a
partir de ahora la ausencia de conflictos bélicos internos no interrum-pirá
la arribada de producciones hasta prácticamente nuestros días.
«Moby Dickn, la novela de Herman Melville, es una narración que
siempre estuvo en el punto de mira de John Huston, hasta tal extre-mo
que llegó a sentir verdadera fascinación por ella. Llevar esta no-vela
al cine siempre fue un antiguo proyecto, como también lo era
que la película fuera protagonizada por su padre, el actor Walter
E!ustm. A !I mmrte de Cste (!050), e! directa: de «Vidas :ebe!desii
abandona todo intento de adaptación, y no será hasta 1953 cuando
reconsidera esta posición.
Una vez concluida la preproducción en Madeira, se rodaron va-rias
escenas de interiores en los estudios Shepperton, en las cerca-nías
de Londres. Posteriormente el equipo de rodaje se trasladó a la
costa de Gales para comenzar las escenas marinas:
«( ...) Nuestro siguiente paso fue trasladarnos a Fishguard, en
Gales, para hacer las escenas de la Ballena Blanca, y allí empe-zaron
los verdaderos problemas. Ese invierno el tiempo fue el
peor de las historia de las Islas Británicas. Dos lanchas motoras
especiales naufragaron frente al puerto de Fishguard. El catálo-go
de desgracias era increíble (...)B.
«( ...) Una vez nuestros productores norteamericanos nos hi-cieron
una visita para averiguar por qué íbamos tan retrasados.
Nosotros estábamos en el mar cuando ellos llegaron a Fishguard,
y zarparon en una motora para reunirse con nosotros en el
«Pequod». Cuando se acercaron al costado del velero había gran-des
olas. La motora subía y bajaba de un modo mareante. Nos
miraron desde abajo, con las caras verdes y crispadas. Miré a
mis compañeros, que estaban apoyados en la barandilla, y vi que
todos sonreían perversamente».
«Era imposible pasar de un barco a otro con aquel mar, y los
productores regresaron a tierra lo más rápido que pudieron.
Cüando kgalíios n püerío y nos icüiiiiiiüs con eiius en ei hoiei,
todas sus preguntas respecto al retraso habían quedado contes-tadas.
Ofrecieron -con considerable desembolso para ellos-que
nos trasladáramos a las Islas Canarias para rodar las secuen-
472 José Díaz Béthencourt
cias de mar que nos faltaban. Debo quitarme el sombrero ante
ellos: fueron muy comprensivos* 5.
Debido a estas adversidades climatológicas varias delegaciones de
la producción del clásico escrito por Melville se desplazan a Gran
Canaria para ver sobre el terreno las posibilidades de rodaje del resto
de las secuencias marinas en exteriores. Este radical cambio de plató
cinematográfico al aire libre no sólo se debió a las malas condicio-nes
que presentaban las costas galesas, sino, y consecuencia de las
inclemencias del tiempo, a la pérdida de la segunda ballena blanca
artificial que se había construido expresamente para el rodaje.
Fue por tales motivos 6, que a finales del año 1954, en los meses
de noviembre y diciembre, llegan al archipiélago, en un primer mo-mento,
Edward Sterne -director adjunto en «Moby Dick»- y, pos-teriormente,
Kevin McClory -ayudante de dirección en esta y en otras
películas dirigidas por John Huston- acompañado del director espa-ñol
Isidoro Martínez Ferry:
«La gran ballena que utilizamos en el mar medía doscientos
setenta metros de largo y estaba construida de tal modo que
pudiera ser arrastrada por un remolcador. Se sumergía o salía a
la superficie dependiendo de la velocidad a la que fuese remol-cada.
Teníamos varias de estas maquetas. Hechas de acero y
madera y recubiertas de látex. Eran bastante caras, entre 25.000
y 30.000 dólares cada una. Perdimos dos. Iban tiradas por ca-bles
de nailon de cinco centímetros, pero la fuerza de las olas
era tan grande que cuando un cable flojo se tensaba de repente,
saltaba como la cuerda de una guitarra (...)D.
«( ...) Después de Youghal hicimos algo más de trabajo en
Londres y luego nos fuimos a las Islas Canarias para terminar las
secuencias marítimas. Como habíamos perdido dos ballenas gran-des
frente a la costa de Fishguard, tuvimos que construir otra al
iiegar a Canarias, y sabíamos que no podíamos permirirnos ei iujo
de perderla. En Canarias éramos un equipo de más de cien per-sonas,
lo cual suponía un gasto considerable; l a película había
costado ya la mitad del doble de lo presupuestado. Perder esta
ballena podría muy bien significar el fin de la película (...)» '.
Tr! y cnmn curra Jnhc HUS~QeTn? SUS rr.em~rias~e cmstruJl"~ "u n
tercer cetáceo en Canarias, en los astilleros «Hull Blyth» de la Com-pañía
Carbonera de Las Palmas, en donde participaron afanosamente
numerosos carpinteros de ribera Terminada esta tercera y definitiva
ballena, «Moby Dick» cortaría las aguas del Puerto de La Luz, El
Gran Canaria como decorado cinematográfico, «Moby Dick* (1954-55) 473
Confital, Maspalomas, etc., haciendo posible, ahora sí, finalizar las
secuencias que faltaban por rodar en exteriores, aunque no sin difi-cultad,
solventada en última instancia:
«Empezamos a rodar y, efectivamente, un día el cable se soltó
y la ballena empezó a ir a la deriva (...)D.
«( ...) El problema era pasar el cable por un gran agujero que
había en el vientre de la ballena. Dos hombres emprendieron la
tarea: un ayudante de dirección español que era campeón de na-tación
[Isidoro M. Ferry] y Kevin McClory (...)D. Grandes olas
levantaban la ballena fuera del agua y luego la dejaban caer de
golpe. Estos hombres arriesgaron su vida, pero finalmente
consiguieron sujetar el cable y la ballena iba de nuevo a remol-que
(...)» 9.
Con motivo de la construcción de «Moby Dick» se utilizaron an-
&: L 2.. -.-L A - 1- =:- -1 n - ~ z -X-X T~L - ~ - -
uguus uuqut:s ut: v ~ i aut : ia LuIl lpaIIIa «IYTWDSC UIVIU WIMIGSD -ii-nea
de barcos dedicada a la pesca de la ballena-, que a comienzos
del segundo decenio del presente siglo visitaban el Puerto de la Luz
al caer la estación del otoño a descargar su mercancía, limpiar su
maderamen o a abastecerse, ya que en este puerto se encontraban
los barcos nodriza. Casi cincuenta años más tarde volvían los mismos
barcos como si el tiempo transcurrido no hubiese hecho mella en ellos
ni hacer avanzar la ingeniería naval. Sin embargo, en esta ocasión lo
hacían para servir de apoyo a la ficción cinematográfica. ¿Era sim-plemente
una coincidencia? Posiblemente sí si nos atenemos a lo ex-puesto
por Jaime de Uráiz -técnico especial de Información y Tu-rismo
en 1960- en la prensa del momento:
«He oído decir que la película «Moby Dick» («La ballena
blanca») fue rodada en Canarias por casualidad. El trasatlántico
en que viajaba rumbo a El Cabo el encargado de la organiza-ción
del rodaje de los exteriores, hizo escala en el archipiélago
como un turista más, desembarcó y se dispuso a realizar excur-siones
para la visita a las islas. Su formación profesional le hizo
notar varias cosas: el cielo azul, la temperatura suave, la lumi-nosidad
del ambiente».
«Empezó a hacer preguntas. Las primeras parecían las Iógi-.
cas en boca de quien llega por primera vez a Canarias en una
época del año en la que Europa está sumergida en un manto frío,
gris y blanca nieve. Las últimas preguntas hicieron dudar a sus
:,t,1,-.+, A, 1" ""l..A -.-.-*-1 A-1 -:..-""*-..
IIIIG;.LIUCULUIGU UG ~a a a ~uuIII GIIL~I UGI C I I I G ~ U L ~ ~ .
«En efecto, comenzó preguntando si aquella temperatura era
normal. ¿Todo el año? ¿Días de lluvia? iluminosidad? Cada vez
474 José Díaz Béthencourt
más interesado por las ideales condiciones climáticas de las is-las
iba pensando insensiblemente para su trabajo. Hoteles, me-dios
de transporte locales, comunicaciones con el extranjero. Las
respuestas satisfactorias lo llevaron finalmente a preguntar si se
podía construir con ayuda de los artesanos locales una gran ba-llena
blanca. Aquí el hombre se vio observado por atentos ojos
~ospechosos».
«Hechos sus cálculos y sus cuentas, el organizador cineasta,
vio que para llegar hasta El Cabo tendría que continuar viajando
algunos días más. Pensó que cuando llegase el momento de tras-ladar
«la troupe» cinematográfica, equipo, etc., el coste de todo
ello asciende probablemente a más del doble si se decidía a ter-minar
su viaje en Canarias)}.
«Pensó también que el rodaje de la película podría prolon-garse
por varias semanas y calculó los precios económicos que
le ofrecían los hoteleros canarios y los comparó con los de El
Cabo».
«El efecto directo de sus conclusiones fue que la película, en
exteriores, se rodó en Canarias (...)» 'O.
Ahora bien, creemos que más que casualidad se trata de premedi-tación
si tenemos en cuenta que el ingeniero jefe de los astilleros
«Hull Blyth», de la compañía Carbonera de Las Palmas, Mr. Jolly,
era de origen británico. Presumiblemente puesto al corriente de los
inconvenientes ocurridos durante la filmación de «Moby Dick», dada
su raíz anglosajona y la nacionalidad inglesa de los astilleros, es muy
posible que se pusiera en contacto con los productores de la misma
para construir el gigantesco cetáceo en los astilleros por él represen-tados
-donde finalmente se construyó-, y rodar las restantes secuen-cias
de la película en Gran Canaria, cuyas aguas no suponían impe-dimento
alguno.
No obstante, debemos tener presente que ni John Huston en sus
memorias ni ninguna noticia aparecida en la prensa del momento ha-bla
de la posibilidad de rodar las secuencias marinas que faltaban de
«M&y Dick» en la Ciudad de El Caho, ni que el descubrimiento de
Gran Canaria como temporal plató cinematográfico fuera fortuito. Al
contrario, los antes mencionados Edward Sterne, Kevin McClory e
Isidoro Martínez Ferry se desplazan al archipiélago con el firme pro-pósito
de confirmar las buenas condiciones que presenta Canarias no
sólo para filmar sino para construir en ella la ballena blanca.
etru parte, 2 hnrr nnnpr i m á o ~ n ~2 c ! ^ ~ ~nnr ~ ~ ! ~ Y-"-- ""- a----" Y--
Herman Melville y comprimir en 116 minutos su extensa obra, John
Huston y su equipo se hallaron con la dificultad añadida de encon-
Gran Canaria como decorado cinematográjico, nMoby Dickx (1954-55) 475
trar -aparte de los impedimentos ya expuestos más arriba- el puer-to
pesquero de New Bedford, en Massachusetts, tal y como lo descri-be
el novelista norteamericano; debido, fundamentalmente, a la fuer-te
transformación urbanística sufrida. Ante este contratiempo es ele-gida
la localidad surirlandesa de Youghal, cerca de la localidad de
Cork, en Irlanda, para simular el puerto ballenero de New Bedford a
mediados del S. XIX. El propio Gregory Peck así nos lo explica cuan-do
es entrevistado para la prensa local ":
S( ...) 'Es que la obra original de Melville se desarrolla en
Inglaterra?
En absoluto -nos dice Gregory Peck-, la obra es de am-biente
norteamericano y el puerto base del «Pequod» en el
«Moby Dick de Melville, es la vieja ciudad ballenera de New
Bedford en Massachusetts. Pero la acción tiene lugar en 1850 y
Iohn Iíusiun, aún sabieiido que no podia ioiiiaise iiiücbas libei-tades
en la reproducción cinematográfica de una obra tan famo-sa
y conocida, comprendía perfectamente que el New Bedford
de 1954 no era el New Bedford de 1850 y, aunque hubiese sido
posible reproducir, en cualquier estudio de Hollywood, el New
Bedford de 1850 no era factible realizar un «facsímil», razona-ble,
del Océano Atlántico de aquellas latitudes.
'Y entonces?
Una investigación minuciosa en ambos hemisferios reveló que
el pequeño y adormecido puerto de Irlanda, Youghal, podía ser
rápidamente transformado en el New Bedford de Herman
Melville y allí fue enviado un verdadero ejército de obreros y
técnicos que, en poco tiempo, trabajando las 24 horas del día
transformaron la pequeña localidad irlandesa en el escenario re-querido
(...)».
Tal vez las palabras de Gregory Peck sean un tanto exageradas
cuando dice que <<una minuciosa investigación en ambos hemisfe-rios...~,
cuando es por todos conocido que después del rodaje de
&hihi Roüge,, (1352) en Francia, Hüst~:: establece su residrncir. en
Irlanda durante cerca de 20 años, renunciando más tarde (1964) a su
nacionalidad norteamericana debido a la «Caza de Brujas» -instiga-da
sobre todo por el senador Joseph McCarthy- y pronunciando aque-lla
célebre frase: «La América que yo he conocido y amado, ya no
existe» 12. Por tanto, si Huston vivía por esas fechas en Irlanda no le
bería Ueriiasiadü dificil eiicoiiiiiii en esa ida el escefiario idea! para e!
New Bedford de 1854, lo cual no ofreció demasiada dificultad: «Hi-cimos
que el puerto de Youghal pareciera New Bedford. Pintamos las
476 José Díaz Béthencourt
fachadas de las casas de una calle para que tuviesen el aspecto de la
chilla de Nueva Inglaterra (...)N 13.
Así pues, Youghal es convertido por John Huston en el New
Bedford de Melville y Canarias en aguas balleneras que nunca lo han
sido. He aquí dos de los baluartes del cine. De un lado, dar continui-dad
a un relato fraccionado en su proceso de fabricación. Esta frag-mentación
cobra especial relevancia en Canarias, tanto en las pelícu-las
rodadas íntegramente en las islas como las que lo hacen de forma
parcial. Sirvan como ejemplo de lo que decimos «Hace un millón de
años» (1965) o «Timanfaya» (1971), en donde los paisajes de Tenerife
y Lanzarote, en el pimer caso, y los de Lanzarote y La Graciosa, para
el segundo, aparecen como una sola unidad espacial.
De otro, las características climáticas y geomorfológicas de las
islas permiten que determinadas zonas aparenten en la ficción cine-matográfica
esiacios que en la realidad no se corresponden, y es, al
fin y al cabo, por lo que Gran Canaria, y la mayor parte del archi-piél&
o es escogido como frecuente escenario de rodaje. Es lo que
sucede en filmes como «La estrella de Africa» (1956), donde las du-nas
de Maspalomas simulan el desierto del norte de Africa, o «Peter
Voss, caballero detective» (1959), en la que Las Palmas es una urbe
caribeña en pleno proceso revolucionario.
GRAN CANARIA, iMECA CINEMATOGRÁFICA?
Desde el punto de vista cinematográfico la década de los cincuen-ta
es para Gran Canaria bastante significativa. Ya hemos visto cómo
al comienzo de estas líneas Gran Canaria y Tenerife se erigen en des-tino
de producciones no sólo nacionales o en coproducción con otros
países, sino también enteramente foráneas. Son en estos años cuando
dos producciones van a calar hondo entre la población de Gran Cana-ria,
pero sobre todo de Las Palmas: «Tirma» y ~Mo b yD ick». La pri-íiieia
p r qüeiei hacer historia de !a conqüis:~ de Gran Canaria y, so-bre
todo, lo que suponía desde el punto de vista sociológico el rodaje
de la primera coproducción europea en la isla con actores nacionales
e internacionales de relevancia. La segunda, por la llegada, más que
de su director, John Huston, por la de su actor principal, Gregory Peck
y, por encima de todo, por la satisfactoria construcción de la tercera y
&finiiiv-a taiieiia biaiica los as.illeios <<EullD jyih,> de la cumpa-ñía
Carbonera de Las Palmas, lo que unido al buen clima existente en
aquel momento propició finalizar el tormentoso rodaje en exteriores.
Gran Canaria como decorado cinematográfico, «Mobv Dick» (1954-55) 477
Estos dos últimos factores, la excelente climatología dominante y
la disponibilidad de una infraestructura operaria capaz de fabricar la
ballena, eran los dos elementos imprescindibles que venían buscando
los ya mencionados Edward Sterne, Kevin McClory e Isidoro Martínez
Ferry. Es más, incluso antes del comienzo del rodaje, y dadas las
buenas perspectivas que se presentaban para el rodaje en exteriores
en Gran Canaria de «Moby Dick», comienza al menos a plantearse la
posibilidad de construir en la isla unos estudios cinematográficos. Esto
es lo que se desprende de las declaraciones realizadas por McClory y
Martínez Ferry 14:
-(...) ¿Qué es lo que más interesa de Las Palmas cinemato-gráficamente?
-Todo, responden al unísono Martínez Ferry y Kevin
McClory .
-La variedad, añade Ferry
-El clima ideal. dice McClorv.
-Y así siguen enumerando las virtudes; entonces, finalmen-te,
nosotros preguntamos lo que falta para que esta Meca cine-matográfica
sea una realidad.
-¿Qué falta?
-Material cinematográfico y especialmente unos estudios.
Vendrían todas las compañías europeas entonces a filmar a Las
Palmas. No lo duden, construyan unos estudios cinematográfi-cos;
es tal vez la mejor riqueza que pueda tener esta isla'(:..)».
Por su parte, la prensa del momento -especialmente Diario de
Las Palmas- se hace eco de estas opiniones, independientemente del
seguimiento diario del rodaje, y más tarde, desde su sección de opi-nión
-«Muy noble y muy leal»-, incide en la misma idea:
K( ...) Creemos también que ha llegado el instante de que
pensemos seriamente en los provechos que esta clase de ac-tividad
[cinematográfica] podrá proporcionarnos. Podría dar
trabajo permanente a muchos canarios, inaugurar una participa-ción
(canaria)-isleña, bien de orden artístico, bien de orden téc-nico
(...)D.
«( ...) Pero ya hace falta ir pensando en facilitar la creación
de estudios, que por el propio peso de su interés comercial,
muevan en la isla estas nuevas clases de actividades industria-ies
» ! 5 .
N( ...) De «Mobby Dick» (sic) se han filmado en Las Palmas
miles de metros. Los que están al frente de esta labor se hacen
47 8 José Díaz Béthencourt
lenguas de las grandes ventajas que ofrece nuestra isla para las
tareas cinematográficas. Parece que la gallina de los huevos de
oro se ha avecinado entre nosotros (...)» 16.
Por tanto, cierta conciencia se iba generando entre la ciudadanía
de Las Palmas sobre las verdaderas posibilidades cinematográficas de
Gran Canaria, que no sólo quedaron expuestas a través de estas opi-niones
en el mismo momento en que se producía el rodaje en exte-riores
de «Moby Dick»; sino que un año más tarde, en 1956, coinci-diendo
con su estreno, la huella dejada por esta producción todavía
hacía mella entre algunos «cazadores de escenarios naturales» veni-dos
del extranjero. Este es el caso de Jacques Gogois, Delegado de
Films Educativos del Ministerio de Educación Nacional de Francia que
ese mismo año visita Gran Canaria porque «se habla mucho de Las
Palmas, después del éxito de filmación de «Moby Dickn ... pues en el
mundo cinematográfico causan sensación ios exteriores marinos que
aquí se lograron en unos pocos metros y en la misma ciudad, y sobre
todo, por la cantidad de horas que trabajaron todos los días en pleno
invierno ... >> 17.
Sin embargo, y a pesar de «la ventaja económica producida por
la estancia en las islas de un buen número de personas durante una
temporada haciendo gastos de la más variada naturaleza ... de la pro-paganda
en todos los periódicos y revistas del mundo que comenta-ban
las incidencias del rodaje de la vida en las islas de actores tan
famosos como Gregory Peck ... de las ventajas climáticas ... ¿por qué
las autoridades canarias en colaboración con la industria privada no
estudia la posibilidad de organizar una ciudad del cine? Bastaría do-tarla
de unos equipos de material móvil y fijos y ofrecerlos directa-mente
a las casas de producción cinematográficas ávidas de condicio-nes
favorables para el desarrollo de su trabajo ... » 18.
Todavía en 1960, cinco años después de la estancia del equipo de
«Moby Dick», las secuelas de su rodaje en Canarias se dejan sentir
en la prensa de la época. Evidentemente, el autor de este texto -Jai-me
de Uráiz, Técnico especial de Información y Turismo- pone como
paradigma la película dirigida por John Huston, pero seguramente
conocía las otras producciones que en la misma década se realizan no
sólo en Gran Canaria, sino también en Tenerife; así como el fallido
intento de Máximo G. Alviani de instalar unos estudios en Tenerife a
mediados de los cincuenta. Sería absurdo basar su comentario en una
sola experiencia cinematográfica.
Lo cierto es que «La Ciudad del Cine» o «La Meca del Cine»
Gran Canaria como decorado cinematográfico, .Moby Dickn (1954-55) 479
son expresiones que oiremos con frecuencia a partir de mediados de
los cincuenta. La irrupción de un importante equipo de producción
como el de «Moby Dick» en Gran Canaria desata las plumas más
optimistas, que expresan en los medios de comunicación el deseo de
convertir Canarias en plataforma de lanzamiento para el rodaje en
exteriores, e incluso se habla de la posibilidad de instalar en las islas
unos estudios cinematográficos. Tras cada nuevo rodaje el buen áni-mo
se apodera de los plumíferos y se convierte, o al menos se inten-ta,
convertir a Canarias en el ideal plató cinematográfico. Pero una
vez pasada la novedad el asunto vuelve al olvido. Es un tema gua-diana,
que va y viene, como las producciones que toman exteriores
en las islas. Esa temporalidad, unida al escaso carácter industrial de
las islas y al escepticismo institucional y popular ha hecho que Ca-narias
solamente sea tomada como escenario natural y no como cen-tro
de producción.
Raras veces a una producción extranjera rodada total o parcialmente
en Gran Canaria, y de forma generalizada en las islas, se le sigue su
posterior carrera comercial desde el archipiélago. Finalizado el rodaje
en exteriores el sueño cinematográfico deja paso a la realidad circun-dante.
Todos los denuedos por inventar una «Isla de Cine» se desba-ratan
como castillos de naipes hasta que hace su aparición la próxima
producción. «Moby Dick» es de las pocas películas con capital ente-ramente
extranjero cuyo seguimiento comercial se ve reflejado en los
medios periodísticos. Es más, la prensa local no sólo se hace eco de
los galardones conseguidos tras su estreno, sino que además elabora
comentarios críticos con motivo de la proyección del filme en Las
Palmas, práctica no muy usual en los rotativos del momento.
En 1956 «cuando se estrenó Moby Dick» yo pensaba -dice
EGstG1f9-i nyaumCn- Cn-I~U oaUmlnl Uo h"UnC~-,n,Un oyn Cn-lI<ICo-nuI~ul,o yn0w-nv 7"Ur oI IAVOn ~Co vl l<l lACo-VnOe ,n,un oetrn~
vieron de acuerdo conmigo. La Asociación Nacional de la Crítica
Cinematográfica me mencionó para la mejor dirección del año y lue-go
gané el premio de los Críticos de Nueva York ... ». Ese mismo año
la prensa de la capital grancanaria recoge la noticia e insiste, una vez
más, en las excelencias cinematográficas de la isla:
«Ayer la prensa mundial dio los resultados de los premios
otorgados por la crítica neoyorquina a los artistas, películas y
480 José Díaz Béthencourl
directores; entre éstos eligió a John Huston, por su película
«Moby Dick», como la mejor dirección del año».
«Y como «Moby Dick» fue rodada en parte en nuestra isla;
y como John Huston, en aquel entonces definió las grandes po-sibilidades
cinematográficas (...) vaya nuestra felicitación al gran
director de «El tesoro de Sierra Madre*, «Moulin Rouge» ... y
también de «nuestra», pues algo puso la isla en ella, «Moby
Dick» 'O.
Dos años más tarde, en 1958, y a propósito de su estreno en el
Royal Cinema de Las Palmas, Enrique Lages Ferrera, desde el Dia-rio
de Las Palmas, hace una encendida defensa de la película de
Huston, jacaso por haberse rodado en Canarias?:
«( ...) En John Huston cada nueva escena nos ofrece una sor-presa
más en cuanto a originalidad en su lenguaje narrativo, es
el gran virtuoso de lo inaudito e inesperado de los pequeños
efectos y detalles, que hacen la asistencia a este filme, para aque-llos
que no sólo vayan a dejarse contar una historia más o me-nos
inverosímil, claro está, un inmenso placer y una nueva fuente
de fe en la razón del ser del Cine como Arte (...)» ".
Algunos meses después, Elfidio Alonso, desde el periódico La
Tarde, basa su análisis en la contraposición del «Moby Dickn litera-rio
y el cinematográfico. Para Alonso la irrupción de Gregory Peck
hace que el filme pierda ritmo y su línea documental, características
de la primera parte y la que más se identifica con la novela de
Melville:
«Esta primera parte [hasta el fletamento del «Pequod»] es la
mejor del film. Las secuencias de la taberna y la Capilla del
Ballenero son modélicas (...)B.
«( ...) Desde el momento en que aparce Achab el filme entra
en barrena. Y entra porque Achab (Gregory Peck) lo centraliza
*,A, P, ,:,,A, ,,: 1, 1:,,, A ,,..,,, tal ., -1 i.iorrrin.1;e \ a- LUUV. *F.~ I L . L U C a>i iu iiiiba uv~uiiiriiruiJ ri yricrviiujr L..., o- .+!a
deshumanizando hasta hacerse irreal y falso: El achab de Melvi-
Ile es un ser humano, vengativo y loco en sus afanes de exter-minio
a la ballena blanca que le arrebató una pierna (...). En el
filme sólo le conoceremos a él: a Gregory Peck en el papel de
Gregory Peck (...)» ".
Sin embargo, para Huston -naturalmente el director norteameri-cano
defiende su película y sus actores- la interpretación de Peck
Gran Canaria como decorado cinematográífico, «Moby Dick» (1954-55) 48 1
era muy diferente a la opinión de Elfidio Alonso - q u e curiosamente
coincidía con la mayor parte de los críticos del momento-, lo cual,
por supuesto, no quita validez a su juicio:
«( ...) Lo que mucha gente había visto en la primera versión
de «Moby Dick» con Barrymore *"es indujo a esperar un Achab
de gestos enloquecidos y mirada fija: eso no estaba en Melville.
Ahora la película está siendo justamente valorada, y Gregory
Peck recibe el aplauso que siempre mereció (...)» 14.
Independientemente de las valoraciones a favor y en contra del
«Moby Dickn de John Huston, de las más o menos afortunadas ac-tuaciones
de sus intérpretes', etc., lo cierto es que el hecho de haber-se
rodado las escenas finales de la película en aguas de Gran Cana-ria,
originó a mediados de la década de los cincuenta y años sucesi-vos
no sólo que los medios de comunicación del archipiélago siguieran
prácticamente día a día el transcurrir de los diversos acontecimientos
cinematográficos mediante el testimonio de actores, directores, posi-bilidades
fílmicas de las islas, etc.; sino que a raíz de estos esporádicos
rodajes en busca de escenarios ideales para un decorado determina-do,
surgieran en !as is!asi al menos de forma tempom!, comentarios
y, lo más interesante quizás, dado el valor crítico, análisis sobre las
películas que en su día por estos paisajes se rodaron.
El paisaje de Gran Canaria y, por ende, el del resto de las islas,
especialmente el de Tenerife, Lanzarote y La Palma, ha servido de
acicate para entablar un diálogo cinematográfico, que de lo contrario
dudamos que se hubiese producido.
«Moby Dick» y tantas otras producciones que han tomado Cana-rias
como decorado cinematográfico a lo largo de los años han avi-vado
el sueño del cine en Canarias, pero hasta el momento no pasa
de ser más que eso: pura fantasía pasajera.
Producción: Moulin Pictures para Warner Bros. (USA). Produc-tor:
John Huston y V.N. Dean. Argumento: según la novela homónima
de Herman Melville. Dirección: John Huston. Guión: Ray Bradbury
y John Huston; fitografíll: Oswñld Morris, en rechnicolor= @~ra/inr:
Freddie Francis. Dirección artística: Ralph Brinton. Montaje: Russel
Lloyd. Música: Philip Stainton. Dirección musical: Louis Levy. De-corados:
Stephen y Geoffrey Drake. Efectos especiales: Gus Lohman.
482 José Díar Béthencourt
Asesor técnico: Robert Clarke. Vestuario: Elizabeth Haffenden. Pro-ductor
asociado: Lehman Katz. Sonido: John Mitchell y Len Shilton.
Ayudante de dirección: Jack Martin. Jefe de producción: Cecil Ford.
Maquillaje: Charles Parker. Duración: 1 16 minutos. Intérpretes:
Gregory Peck (Achab), Richard Basehart (Ismael), Leo Genn (Star-buck),
Orson Welles (el predicador Mapple), Harry Andrew (Stubbs),
Bernard Miles (Mansman), Mervyn Johns (Peleg), Noel Purcell (el
carpintero), Friedrich Leidebur (Queequeg), James Robertson Justice
(Capitán Boomer), Eric Connor (Daggo).
Fecha de estreno en Las Palmas: segunda quincena de octubre de
1958. Cine: Roya1 Cinema.
FILMACI~N DE NODO E
«Gregory Peck en Canarias. Rodaje de la ballena blanca». Núm. =m
O
629 A (24-1-55). E
E
2
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Jose Día2 Béthencourt
1. HUSTONJ,o hn: A libro abierto, Espasa-Calpe, Madrid, 1986, p. 302.
2. Véase Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, miércoles 11 de
julio de 1956, p. 5.
3. BIESCASJ,o sé Antonio y TUNOND E LARAM, anuel: España bajo la dictadu-ra
franquista (1939-I975), Labor, Barcelona, 1980, p. 43.
4. TAMAMERSa, món: La República. La Era de Franco, Alianza Editorial, Ma-drid,
1973, p. 555.
5. HUSTONJ,o hn, op. cit., pp. 305 y 308.
6. Véase Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, sábado 6 de no-viembre
de 1954, pp. 1 y 2; y martes 7 de diciembre de 1954, p. 3.
7. HUSTONJ,o hn, op. cit., pp. 307 y 309.
8. Para más detalles en la fabricación de «Moby Dick* en Las Palmas, véase
Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, en «Los lunes de Diario de Las
Palmas», 27 de marzo de 1989, p. 7.
9. HUSTONJ,o hn, op. cit., p. 310.
10. La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, sábado 26 de marzo de 1960, p. 4.
11. Falange, Las Palmas de Gran Canaria, sábado 18 de diciembre de 1954, p. 3.
12. F. HEREDEROCa, rlos: John Huston, Ediciones JC, Madrid, 1984, p. 25.
13. HUSTONJ,o hn, op. cit., p. 309.
14. Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, martes 7 de diciembre
de 1954, p. 3.
15. Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, martes 14 de diciembre
de 1954, p. 6.
16. Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, miércoles 12 de enero
de 1955, p. 6.
17. Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, viernes 10 de febrero
de 1956, p. 5.
i B . ¿u Tu&, Saiiia Cruz de Teiieiife, sábñd~ 26 de marzo de 1960, p. 4.
19. HUSTONJ,o hn, op. cit., p. 31 1.
20. Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, viernes 28 de diciem-bre
de 1956, p. 12.
Gran Canaria como decorado cinematográfico, r.Moby Dick» (1954-55) 485
21. Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, 1 de noviembre de 1958,
p. 5.
22. La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, lunes 27 de abril de 1959, p. 3.
23. Según Guillermo Cabrera Infante en Un oficio del siglo XX, Seix Barral,
Barcelona, 1982, pág. 138, existen tres versiones de «Moby Dick»: la realizada por
Huston y otras dos interpretadas por John Barrymore. Suponemos -por ser la más
conocida- que Huston hace referencia a la versión muda de 1926, cuyo título es «La
bestia del mar».
24. HUSTONJ,o hn, op. cit., p. 3 1 1