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EL GRANCANARIO
TEÓFILO MARTÍNEZ DE ESCOBAR,
CATEDRÁTICO DE METAFÍSICA EN
LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA
Olegario Negrín Fajardo
Como ocurre con otros autores isleños de relieve, no es mucho lo que se sabe de
la vida, obra y pensamiento del presbítero grancanario Teófilo Martínez de Escobar; tam-poco
se puede decir que se conozca suficientemente su quehacer educativo y filosófico,
más allá de su adscripción krausista o su postura antipositivista. Esta aportación nuestra,
elaborada a partir de las fuentes documentales existentes en archivos canarios, peninsula-res
y cubanos,1 tiene el objetivo de acercarnos al conocimiento del período más fecundo
del autor, que se desarrolló en Cuba en las últimas décadas del siglo XIX, después de su
etapa formativa en Gran Canaria y en Sevilla.
Algunos datos biográficos
Sabemos que Teófilo Martínez de Escobar y Luján nació en Gran Canaria el 26
de octubre de 1833; su padre fue Bartolomé Martínez de Escobar y Domínguez, “abogado
de los tribunales de la nación”, su madre Francisca de Luján y Barreda, hija del célebre
escultor canario Luján Pérez. Realizó nuestro personaje su carrera sacerdotal en el semi-nario
de su ciudad natal, Las Palmas de Gran Canaria.2 En su hoja de servicios figura:
En el Seminario Conciliar de Las Palmas (P. de Canarias) estudió cinco años de
Filosofía, seis de Sagrada Teología, uno de Derecho canónico y dos de Lengua
griega, todos con nota de sobresaliente, excepto el primero de Filosofía en el que
obtuvo la de Regular.3
Después, en noviembre de 1862, “incorporó sus estudios de la segunda enseñan-za
en el Instituto provincial de Canarias y recibió el grado de Bachiller en Artes con nota
de sobresaliente”. En la Universidad de Sevilla estudió en la facultad de Filosofía y Letras
y recibió sucesivamente los grados de bachiller, licenciado y doctor, este último en 18734
con las máximas calificaciones.
Con anterioridad a su desplazamiento a Sevilla, como él mismo afirma:
Sin haber recibido grado académico, estuvo autorizado para la enseñanza de La-tín
y Griego en el Colegio de San Agustín de las Palmas(Canarias) agregado al
Instituto provincial y autorizó como tal catedrático los exámenes durante tres
cursos académicos, desde 1859 hasta 1862. Antes de recibir el orden sacerdotal
ejerció la enseñanza pública de la doctrina cristiana y la predicación evangélica.
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Nombrado Teniente cura de la parroquia del pueblo de Teror en la Isla de Gran
canaria, sirvió este destino a satisfacción de su obispo, un año, cuatro meses y
dos días.5
Ya en Sevilla, el rector de la Universidad le autorizó en 1864 para la enseñanza de
Latín, Castellano, Francés, Griego, Geografía, Historia, Retórica y Poética, en el Colegio
“San Fernando” de la capital andaluza, por espacio de ocho años.
Su carrera docente oficial la inició en noviembre de 1867 cuando fue nombrado
auxiliar del instituto de Osuna, aunque no tomó posesión del cargo. En 1869 hizo oposi-ción
a las cátedras de Psicología, Lógica y Filosofía moral de los institutos de Huelva y
Osuna, “siéndole aprobados los ejercicios y propuesto en terna con especial recomenda-ción”.
Sin embargo, no consta que haya ejercido como tal en aquélla época.
Por elección del Claustro de la Universidad de Sevilla participó en 1869 como
jurado en los exámenes de Metafísica y grados de universidad en Filosofía y Letras, e
igualmente en los de Historia universal y Geografía, en 1870. A finales de septiembre de
1870, es decir a comienzos del curso 1870-71, lo encontramos de catedrático sustituto
personal de Metafísica, nombrado por el Claustro de Filosofía y Letras de la Universidad
literaria de Sevilla.6
Martínez de Escobar en Cuba
¿Viajó Martínez de Escobar a Cuba por razones particulares o por motivos ecle-siásticos?.
No hemos encontrado manera de averiguar nada relevante sobre el particular
que se pueda mantener con rotundidad; sí se puede afirmar que estaba en la isla antillana
en 1874, fecha en la que el Gobierno general le autorizó para ejercer la enseñanza priva-da7.
En abril de 1875 fue nombrado catedrático interino de Metafísica de la Universi-dad
literaria de La Habana por el gobernador general8. En este puesto continuó durante
más de cinco años y medio hasta que, en diciembre de 1880, adquirió la cátedra de la
misma disciplina en propiedad, con la categoría de entrada. También en diciembre, pero
de 1884, ocupó la categoría de ascenso, siempre explicando Metafísica.9
La polémica lección inaugural del curso 1879/80
Martínez de Escobar fue elegido para pronunciar la oración inaugural en la so-lemne
apertura del curso académico de 1879 a 1880,10 en la Universidad de La Habana. El
contenido de su exposición, como no podía ser menos, versó sobre metafísica y tuvo una
trascendencia muy superior a la esperable en un acto de esas características porque, como
veremos, se convirtió en el centro de los ataques de los positivistas cubanos, en especial de
Enrique José Varona.11
En su exposición, el clérigo grancanario realiza una acusación frontal contra el
positivismo, resaltando lo que él entendía eran sus principales errores y sus peligros. Des-pués
de explicar que el progreso científico, la experimentación y el predominio de los
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sensible, de lo concreto, se encuentra en diversas escuelas a lo largo de la historia de la
humanidad y no es ningún descubrimiento de los llamados positivistas, afirmaba:
Por eso, cuando llegan las épocas de las grandes conquistas experimentales, en
que la naturaleza parece abrirnos su fecundo seno, revelándonos los maravillosos
secretos que se habían escondido a las generaciones anteriores... sembrando de
comodidades la vida y trayendo con los placeres sibaríticos y con la enervación
moral y material que estos producen, la vanidad del sensualismo que desconoce,
y tal vez por indolencia desprecia y condena como inaccesible el origen divino
del progreso; nacen entonces los extraviados sistemas empíricos con sus nega-ciones
y sofísticas doctrinas, para arrastrar inteligencias no advertidas por las
tortuosas sendas del error, engañándolas con esplendorosas apariencias hasta
hundirlas en las más absurdas y deletéreas consecuencias en todas las esferas de
la vida.12
Para Martínez de Escobar era preocupante el olvido de la trascendencia en el
mundo contemporáneo; en su opinión, era el positivismo el culpable de la situación que se
vivía:
A este funesto extremo conducen hoy la ciencia cuantos pretenden encerrarla
dentro de la mezquina esfera de lo fenomenal y relativo, alejándola así de lo
infinito y absoluto, centro de la armonía universal, fundamento de su unidad y de
sus interiores relaciones, para precipitarla luego en el ateísmo materialista y por
último en el más irracional escepticismo: que no otra cosa envuelven todos los
sistemas positivistas con sus multiplicadas negaciones, con sus contradicciones e
inconsecuencias, en una palabra, con su desvío de aquel que es fuente de toda
verdad y principio de toda ciencia.13
El resto de su exposición consistió en ir desenmascarando al positivismo, desta-cando
lo que nuestro autor consideraba que eran sus errores y sus consecuencias, recor-dando
que lo que se pretendía presentar como nuevo y moderno tenía unas bases muy
antiguas y se trataba sólo de una versión actualizada del empirismo y del materialismo,
que venía desde Heráclito. Para ello va poniendo múltiples ejemplos sacados de la historia
de la filosofía oriental y occidental.14
Para no hacer más extenso este comentario, finalicemos con las conclusiones que
el propio autor expone a los estudiantes y profesores reunidos para celebrar la apertura de
curso:
Yo os lo digo aquí, ante Dios que nos escucha, ante los hombres que nos atien-den,
y ante la historia que nos ha de juzgar; no hay, ni puede haber ciencia sin
Dios; no hay ni puede haber ciencia sin el conocimiento de nuestro espíritu en
toda su integridad esencial de naturaleza, distinta de nuestro cuerpo, aunque liga-da
y armonizada bajo la unidad de nuestro ser humano; no hay ni puede haber
ciencia, donde la moral no se apoya en Dios y en la ley eterna, vista por nuestra
conciencia, y libremente ejecutada en nuestra vida por motivo recto y desintere-sado.
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Como decíamos con anterioridad, la lección inaugural de Martínez Escobar se
convirtió en el centro de una de las polémicas ideológicas más radicales y centrales de la
época. Tercia Varona con su célebre opúsculo: La Metafísica en la Universidad de La
Habana, escrito en Camagüey en enero de 1880, pero que se publicó en La Habana en
1883. El historiador de la filosofía cubana, Medardo Vitier, refiriéndose a la furia anti-metafísica
de Varona, afirma: “Dígalo D. Teófilo Martínez de Escobar, de cuyo discurso
académico universitario no quedaron, bajo la piqueta de Varona, sino detritus. Sí, no más
que eso, de todo cuanto debió parecer a los oyentes firme edificio”.16
Toma de posesión de la cátedra de metafísica
Desde antes de 1882, Martínez Escobar venía padeciendo problemas reumáticos
que le obligaban cada año a tomar algunos períodos de descanso. Así, encontramos que a
finales de enero del año citado solicita una licencia: “Debiendo este año, como en los
anteriores, tomar los baños sulfurosos que para combatir el reumatismo que padezco, me
han sido recetados por los médicos, espero que V.I.S. tendrá la bondad de concederme
quince días de licencia para dicho objeto, escogiendo el pueblo de San Diego”.17
Entretanto, tuvo tiempo de preparar su discurso de toma de posesión de la cátedra
de Metafísica de la Universidad de La Habana, que leyó ante el Claustro de la misma, el
26 de mayo de 1881. El título del discurso fue: “Exposición histórico-filosófica sobre los
principales sistemas acerca del criterio de la moralidad”.18 Venía a ser como una segunda
parte de la que había sido su lección inaugural del curso 1879-80.19
En la dedicatoria, “A la memoria de mi querido padre”, ya insiste en la importan-cia
del deber: “El hombre debe morir al pie del deber”, “El cumplimiento del deber es una
virtud”: “Desde entonces, ¡oh padre mío!, el faro luminoso de mi vida fue el deber, y mis
pasos han sido bendecidos por el Dios de bondad que os inspiraba”.20 Después explica en
un largo e intenso discurso, seguramente tedioso para la mayoría de los presentes, los
criterios de moralidad de cada sistema filosófico, y expresa su punto de vista de cada uno
de ellos.21
No hay que perder de vista que esa combinación de análisis teórico y práctico,
que vemos en el filósofo grancanario, es la propia de su corriente de pensamiento. Una de
las constantes del krausismo, especialmente del krausismo pasado por la tradición españo-la,
fue siempre la moralización de la sociedad, la lucha por el cumplimiento del deber
como una obligación moral por razones y con fines trascendentes. Por ello, no debe resul-tarnos
extraño que Martínez Escobar aprovechara la ocasión de tener delante a lo más
granado de la intelectualidad habanera y a los estudiantes para sentar las bases filosóficas
aplicadas a la realidad de aquellos momentos y, después de descubrir las razones de los
problemas, explicar la posible solución a los mismos desde la posición filosófica que le
era propia.
Pero, nos podemos preguntar desde la perspectiva actual, ¿a qué venían todas
estas reflexiones sobre el cumplimiento del deber en un acto universitario?¿Se trataba de
aleccionar a los presentes para que cumplieran sus deberes para con la Universidad?.22 Es
muy posible que el auditorio estuviera dividido ante la exposición del conferenciante; a
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muchos pudo parecerles más la reflexión de un sacerdote que la exposición del pensa-miento
de un filósofo; otros, por el contrario, estarían encantados de oír tan atinadas re-flexiones
y sugerencias sobre los problemas concretos de la sociedad cubana en aquellos
momentos.23
Tampoco podemos dejar de mencionar que hoy el discurso de Martínez nos pue-de
parecer oscuro, pesado y clásico, pero en aquellos momentos un tercer grupo de oyen-tes
podía juzgarlo de temerario, un tanto herético, desde posturas de pensamiento reaccio-narias.
El pensador grancanario era considerado por los grupos más conservadores
habaneros como un liberal, cercano a los planteamientos autonomistas, al igual que ocu-rriera
en aquellos momentos con los krausistas españoles e institucionistas en la metrópo-li.
24 Es decir, Teófilo Martínez imparte el clásico discurso que sólo podía satisfacer a una
parte de los presentes más cercanos a sus planteamientos ideológicos y, como él decía, a
su propia conciencia; a los demás, a las diferentes sensibilidades extremas allí representa-das,
no debieron agradarles demasiado sus razonamientos morales.
Licencia por enfermedad: el regreso a Canarias
En 1883, Martínez Escobar pedía siete meses de licencia para curar su salud
fuera de Cuba, apoyado por dos certificaciones. Se le concede el permiso solicitado a
finales de marzo del citado año.25 En abril es sustituido en la explicación de la asignatura
de Lengua griega de primero por el palmero Ferraz.26 Sin embargo, al parecer continúa
ocupándose de sus otras actividades porque en junio informa que no empezará a utilizar su
permiso hasta enero de 1884. En efecto, el 8 de enero anuncia al decano que ha llegado a
la península y es entonces cuando empieza a contarle la licencia de los siete meses que le
fue concedida.
No consta la fecha exacta de reincorporación a la Universidad, pero es de supo-ner
que sería después de las vacaciones del verano de 1885. De hecho, en enero de 1885
sus compañeros de la Facultad informan favorablemente se le conceda la cátedra de as-censo
y el mismo reclama mejor derecho para ser nombrado decano accidental.27
Pero, ese mismo año de 1885, en el mes de octubre, solicitó de nuevo seis meses
de licencia para recuperarse de sus enfermedades en España. Este nuevo permiso también
le es concedido, es de suponer que porque estaba en condiciones de dar importantes razo-nes
para ello, ya que no era común disfrutar de licencias tan seguidas; de hecho, sólo
existía la posibilidad de pedir una licencia de un año cada siete u ocho, salvo que hubieran
causas graves de enfermedad, que debió ser el caso de Escobar. En diciembre de 1885,
desde Canarias enviaba la fe de vida y el certificado que probaban que estaba disfrutando
del permiso concedido.28
En junio de 1886 vuelve a solicitar un año de licencia pero sólo se le conceden
seis meses más “únicos posibles según la normativa porque había tenido otro anterior”.29
Por consiguiente, era de esperar que nuestro paisano se incorporara a sus tareas en marzo
de 1887, como muy tarde, si se tiene en cuenta que empezaría a contar su licencia después
del verano; sin embargo, en enero de 1888 se comunica que no se ha presentado Teófilo
Martínez y que ello llevaba consigo la pérdida de su cátedra.30
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Al margen que sus dolencias fueran ciertas y graves, o más bien fueran un pretex-to
para continuar alejado de Cuba, es verdad que a nuestro paisano le ataban entonces
muchas cosas a su tierra, no siempre en el ámbito intelectual. De hecho, sabemos que era
un amante de la pesca y del mar:
Esta afición se fue intensificando de modo tan extraordinario, que en 1887 cons-truyó
un almacén con otra habitación cercana, rodeado por un muro con portada
al mar. Tenía tres barcos, uno de ocho remos... Allí se encontraba todo lo que el
pescador más exigente podía considerar necesario para el arte... En la habitación
que estaba junto al almacén conservaba los engodos. En orden admirable se veía
en este departamento la barrica con sal, los barriles de sardina en salmuera...
Iniciaba expediciones de un mes al sur de la Isla y a Fuerteventura.31
Por eso no resulta extraño que, unido a sus achaques que se podrían agravar en
Cuba, Martínez no quisiera moverse del mundo que se había construido en Canarias y de
las tertulias con sus amigos, para hablar de Cuba y de las noticias que llegaban de allá.32
Se reincorpora a la Universidad de La Habana
Finalmente, en junio de 1889, cuatro años después de su salida de la isla antilla-na,
se anunciaba la reincorporación de Teófilo Martínez a su cátedra; al tiempo se encarga-ba
del decanato de la Facultad por ausencia de Valeriano Fernández Ferraz. En noviembre
de 1889, al comienzo del curso 1888-89, a instancia suya, fue trasladado a explicar las
asignaturas de Estética e Historia crítica de la literatura española.33
Cuando Teófilo Martínez se incorpora a la Universidad, su paisano y amigo
Valeriano F. Ferraz se había ausentado para participar en las oposiciones a una cátedra en
la Central, que finalmente iba a significar su definitiva vuelta a Centroamérica. Por consi-guiente,
quedaba libre el decanato que se ve obligado a aceptar Martínez Escobar, con
carácter de interinidad, en ausencia del propietario, al ser el catedrático más antiguo de la
Facultad. Pues bien, al mes de estar en el cargo realiza el grancanario un completo infor-me,
34 que comentamos a continuación a grandes rasgos, sobre la realidad de la facultad de
Filosofía y Letras cubana, que envía al ministro de Ultramar.
Ante la situación en que se encontraba la Facultad por la carencia de profesores,
y teniendo en cuenta que faltaban pocos meses para que comenzara el curso académico
1889-90, Martínez Escobar informaba al Ministerio:
...Se ve obligado a dirigirse a V.E. con el objeto de suplicar se digne fijar su alta
consideración en el lamentable estado de dicha facultad, que hará imposible la
enseñanza en el citado curso, a no remediar pronta y eficazmente la falta de cate-dráticos
por los medios que V.E. juzgue más convenientes para el servicio acadé-mico
mientras no se provean conforme a la legislación vigente las cátedras, hoy
en su mayor parte vacantes.35
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La realidad académica la describía así el decano en funciones:
El número de catedráticos asignados a esta Facultad es trece, aunque debiera ser
catorce, porque la asignatura de lengua griega, dividida en dos cursos de lección
diaria, no es posible que se enseñe cumplidamente por un solo catedrático. Ahora
bien, Excmo. Sr., de esos trece catedráticos, sólo hay en el presente dos que des-empeñen
sus cátedras: porque cinco se hayan ausentes, unos con licencia indefi-nida
y otros con licencia temporal, y seis cátedras están vacantes.36
No conocemos la respuesta que se le dio al decano en funciones, pero lo que
deseamos resaltar es que una vez más dio Martínez de Escobar muestra de su seriedad y
responsabilidad en el desempeño de cargos públicos, al plantear con la máxima claridad y
sinceridad la situación de la enseñanza universitaria en la facultad de Filosofía y letras y
sus posibles soluciones. Ello demuestra además el respeto que se le debía tener en las
esferas gubernamentales, tanto españolas como cubanas.
Director del colegio “La Gran Antilla”
Pero no sólo se dedicó nuestro metafísico a la enseñanza universitaria; como ya
hemos señalado, tenía experiencia previa antes de llegar a Cuba en enseñanza privada,
porque tanto en Las Palmas como en Sevilla había estado impartiendo clases en colegios
particulares. En Cuba, en agosto de 1879, pedía autorización37 al Gobierno general para
poner en marcha el colegio “La Gran Antilla”, que se concebía para ocuparse de la primera
y segunda enseñanza, del que Martínez sería el empresario y el director literario:
En vista de haberse llenado todas las formalidades prevenidas, habiéndose pres-tado
la correspondiente fianza, el gobernador general concedió la autorización
provisional para establecer el mencionado colegio a reserva de lo que disponga el
gobierno supremo.38
La enseñanza comenzó en octubre de 1879 y la marcha del Colegio debió ser,
especialmente en su primer año, absolutamente positiva. Sin embargo, la aprobación del
Reglamento de la Universidad de la Habana, el 7 de diciembre de 1880, en su artículo 31,
que se refería a la incompatibilidad del catedrático oficial para dirigir la “enseñanza priva-da
de cualquier colegio o establecimiento particular de enseñanza”, iba a provocar la pri-mera
crisis seria en la institución que fundara el grancanario.39
Por esa razón, en febrero de 1881, Martínez de Escobar solicitaba al Ministerio
que se aplazara por tres años el cumplimiento del citado artículo 31:
...atendiendo a las circunstancias porque ha atravesado este país, y sin perjuicio
de ningún interés, antes bien en favor de la Enseñanza pública, que con tan solí-cito
empeño ha protegido siempre V. M. desde el fausto hecho de la Restaura-ción.
40
En definitiva, la argumentación de Escobar era una llamada de atención a la ne-cesidad
de diferir tres años el cumplimiento de la norma, porque hasta varios años des-
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pués, teniendo en cuenta que la organización de los estudios era reciente, no habría perso-nal
preparado para ocuparse de las direcciones de establecimientos escolares privados.
Pero no es ese el único argumento que utiliza:
Nada por otra parte tan sagrado como el derecho adquirido, a cuya sombra bien y
legalmente pudo este humilde súbdito de V.M. fundar el Establecimiento que hoy
se le obliga a abandonar, y el que supone toda una vida de laboriosos esfuerzos y
honrados trabajos.41
Los informes que se solicitan del negociado de Ultramar y del Consejo de Ins-trucción
Pública son negativos y se refieren a la forma en que está redactado el artículo 31,
que no ofrecía duda alguna y, por consiguiente, no era posible acceder a lo que solicita
Martínez. Entretanto, el flamante director del Colegio, seguramente comprendiendo que
no va a salir adelante su petición, o quizás informado desde el Gobierno general de ello,
solicitó en diciembre de 1882:
...que quede retirada del despacho la instancia que elevó en febrero de 1881,
relativa a que se suspendiese por tres años el cumplimiento del artículo 31 del
Reglamento de la Universidad de la Habana, por haber cesado ya las causas que
motivaron la expresada exposición.42
Lo que había ocurrido, con bastante seguridad, era que el solicitante, dándose
cuenta que su instancia nunca prosperaría y que existía una manera más sencilla de supe-rar
el escollo, prefirió renunciar a la dirección manteniéndose como empresario y como
profesor, ya que ambas funciones sí estaban admitidas en el reglamento de la Universidad,
que únicamente se oponía a la compatibilidad de las actividades de profesor de Universi-dad
y director de colegio o institución educativa. Por otra parte, hay que recordar que
coincide con la época en la que empiezan a complicarse las enfermedades de Escobar y
necesita pedir licencias al exterior que también le iban a impedir la dirección efectiva del
establecimiento.
El Colegio “La Gran Antilla” se convirtió pronto en uno de los mejores de la
Habana y fue un símbolo de referencia de la educación más cercana a los planteamientos
oficiales españoles, si bien de signo liberal krausista, frente a otros colegios controlados
por cubanos nacionalistas, que eran los lugares de formación de la clase dirigente criolla,
vistos siempre con reserva, cuando no con clara animadversión por el poder.
Estaba situado el colegio fundado por Escobar en “un local de buenas condicio-nes
higiénicas en el edificio situado en la calle de Aguiar nº 71”,43 y estaba dotado de todos
los medios y aparatos científicos y didácticos, que se consideraban más avanzados en el
momento. Igualmente, todos los profesores del plantel tenían la titulación necesaria según
las exigencias de las normativas oficiales de la época.
La vuelta definitiva a las Islas Canarias
Retomando ahora su biografía académica, podemos afirmar que cuando Martínez
Escobar regresa a la Habana en 1889, lo hace en realidad para recoger sus pertenencias y
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volver definitivamente a su tierra natal, porque, el 27 de enero de 1890, poco después de
que tomase posesión oficial de las cátedras de Estética e Historia crítica de la Literatura
española del período del Doctorado, seguramente también porque había empeorado de sus
dolencias crónicas, pidió se le concediera la jubilación “por impedimento físico”.44
Poco después el Ministerio le concedió seis meses de licencia por enfermedad, a
partir de noviembre de 1890, que se vuelve a ampliar en tres meses más en julio de 1891,
para dar tiempo a que finalizaran los trámites de su jubilación. Antes, en junio de 1891, se
le había concedido la categoría de catedrático a término.45
La fecha tan anhelada por Escobar, en la que recibió su jubilación, fue la de 31 de
julio de 1891; a partir de ese momento los escritos oficiales referentes a nuestro filósofo,
que siguen apareciendo hasta por lo menos 1896, están relacionados con diferencias eco-nómicas
que plantea desde su refugio grancanario, teniendo en cuenta sus licencias y sus
ascensos de categoría.
Veamos a continuación, para finalizar esta ponencia, algunas valoraciones de
coetáneos suyos, que se refieren a aspectos diversos del quehacer, de la personalidad y del
pensamiento de Teófilo Martínez de Escobar.
El magistral J. Marrero le caracterizaba así:
El Doctor don Teófilo Martínez de Escobar, cerebro recio y macizo, nutrido de
cultura sólida y extensa, fue uno de los más altos exponentes del pensamiento
isleño en los últimos siglos. Entendimiento claro, agudo y laborioso, aguijonea-do
por el hambre de saber, gustó de toda clase de estudios e investigaciones. Los
caminos literarios y artísticos se le hicieron familiares, de tanto transitarlos. Y no
solamente las sutilezas metafísicas -que eran su especialidad- sino también las
ciencias experimentales y positivas, al verse solicitadas cariñosamente, se rindie-ron
a sus halagos, entregándole sus secretos. Prueba son de ello los notables tra-bajos
y descubrimientos ictiológicos, elogiados merecidamente por los profesio-nales
en Revistas y Academias.46
Respecto a su supuesta heterodoxia, afirma el mismo escritor:
En los sondeos filosóficos, preparatorios de las amenas y jugosas conferencias de
cátedra, su espíritu, moderno, abierto y progresivo, atento a cuantos rumores le
llegaban de las diversas escuelas, uso de la justa autonomía de la razón, de la
fructuosa libertad científica, reconocida por el Vaticano... Pero don Teófilo nunca
fue hereje. Acaso alguna vez se equivocó en sus juicios y apreciaciones de ciertos
sistemas y teorías muy en boga en su tiempo... Lo cierto es que no basta equivo-carse
para ser hereje... y don Teófilo que, además de filósofo y naturalista, era
doctor en Teología, de ningún error religioso tuvo que desdecirse; pues nada con-trario
al dogma católico enseñó a sus discípulos.47
Desde Cuba colaboró en la fundación del Museo Canario, del que era socio co-rresponsal;
más tarde, en 1896 pasó a ser socio honorario y presidente, hasta aproximada-
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mente el año 1904. Al Museo legó también su selecta biblioteca y diversos objetos de
valor.48 De esta época suya en el Museo dejó escrito Agustín Millares Cubas:
Antes de la última etapa de su existencia yo le conocí ejerciendo la Presidencia
del Museo Canario, desempeñando la más alta magistratura científica de nuestra
tierra. El entendía de todo; de papeles viejos, de historia regional; evocaba los
personajes de otros tiempos, dominaba como el ilustre Arcediano de Fuerteventura,
la historia natural del Archipiélago. Más que personalmente conocía yo los ras-gos
de su ingenio, el gracejo ingénito de su ilustre prosapia a través de sus fami-liares,
de sus amigos íntimos.49
Recogemos un último testimonio sobre Martínez Escobar dado por Miguel de
Villanueva, que había sido ministro y fue compañero de cátedra en la Universidad de La
Habana:
El Doctor Teófilo Martínez de Escobar, mi gran compañero, Catedrático y funda-dor
del Colegio “La Gran Antilla”, era todo un sabio, filósofo de altos vuelos,
excelente persona y ejemplar español a quien no olvidaremos sus buenos amigos,
ni aquellas personas que lo conocieron y trataron. Tenga usted muy presente que
aquel concienzudo sacerdote, hombre honrado y liberal, fue una de las personas
más cultas de España.50
Aunque a su vuelta de Cuba vive la mayor parte del tiempo en Fuerteventura,
cuando se siente enfermo regresa a Las Palmas en donde falleció el 21 de febrero de 1912.
NOTAS
1 Entre los años 1994 y 1996 desarrollamos el proyecto de investigación “Profesores canarios en Cuba
durante el siglo XIX”, utilizando los centros documentales fundamentales, gracias a que el Cabildo Insu-lar
de Gran Canaria y la Casa Colón de Las Palmas nos concedió una de las “Ayudas de Investigación
para proyectos sobre las relaciones entre Canarias y América”. Con posterioridad, en 1996, a aquella
investigación ya realizada se le otorgó el “Premio Especial” de las citadas Ayudas. Esta ponencia está
elaborada a partir de los contenidos de uno de los capítulos de la investigación mencionada, que perma-nece
inédita.
2 En el Archivo Histórico del Seminario de Las Palmas se encuentra el expediente de entrada al mismo del
autor, en el que figura la petición de su padre de que se le conceda media beca o pensión y las pruebas de
legitimidad y limpieza de sangre, que era obligatorio realizar antes de entrar en cualquier institución
pública o privada que se preciara. Finalmente, se le concedió a Teófilo “el que pueda vestir en él la Beca
en calidad de medio pensionista”. Archivo Histórico Diocesano de Las Palmas, expediente 396, docu-mento
4.
3 Archivo Histórico Nacional de España(en adelante: A.H.N.), Fondo de Ultramar, legajo 261/22, docu-mento
4.
4 Vid. el número monográfico “Homenaje a un canario ilustre” que el periódico Gran Canaria, entonces
dirigido por Domingo Navarro Navarro, dedica a Teófilo Martínez Escobar, en octubre de 1933, cele-brando
el centenario de su nacimiento. Los datos mencionados se encuentran en el citado monográfico, p.
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2. Véase también “Homenaje a D. Teófilo Martínez de Escobar. Nuestra humilde flor”, en La Provincia,
29 de octubre de 1933.
5 A.H.N., Ultramar, leg. 261/22, doc. 4.
6 A.H.N., ibídem.
7 A.H.N., ibídem.
8 La fecha exacta del nombramiento es la de 27 de abril de 1875 y su toma de posesión el 11 de mayo del
mismo año. En esta situación permanecería durante cinco años, ocho meses y un día, con un sueldo anual
de 500 pesos aumentado a 1.000 por real orden de 25 de abril de 1878. Vid., A.H.N., ibídem.
9 El 7 de diciembre de 1880 fue nombrado catedrático propietario de la cátedra de Metafísica, con catego-ría
de entrada de cuyo cargo tomó posesión el 12 de enero de 1881 y en el que permanecería durante 9
años, 2 meses y 29 días. Su sueldo pasó a ser de 1.500 pesos anuales y, más tarde, a partir del 10 de
diciembre de 1884, al adquirir la categoría de ascenso, empezó a percibir 2.200 pesos por año académico.
Vid., A.H.N., ibídem.
10 MARTÍNEZ DE ESCOBAR, T.: Oración inaugural pronunciada en la solemne apertura del curso aca-démico
de 1879 a 1880, por el Dr. D. Teófilo Martínez de Escobar, catedrático de Metafísica de la
Facultad de Filosofía y Letras, en la Real Universidad de la Habana. La Habana, Imprenta y Encuader-nación
“El Cosmopolita”, 1879. Vid., además: El Museo Canario, nº 34, 23 de abril de 1880, p. 15.
11 En torno al interesante debate que produjo la citada lección inaugural de Teófilo Martínez no existe una
amplia bibliografía, aunque sí se suele mencionar en los libros que tratan sobre la época. A nuestro
entender, sobre el particular, la bibliografía más apropiada es: GUADARRAMA, P. y DUSSEL, E.: El
pensamiento filosófico de Enrique José Varona. La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1987; SÁNCHEZ
DE BUSTAMANTE, A.: La filosofía clásica alemana en Cuba. La Habana, Editorial Ciencias Sociales,
1984; VARIOS: Homenaje a Enrique José Varona. La Habana, Publicaciones del Ministerio de Educa-ción
Nacional, 1951, 2 vols.; VITIER, M.: Las ideas y la filosofía en Cuba. La Habana, Editorial de
Ciencias Sociales, 1970.
12 MARTÍNEZ, T.: Oración inaugural, op. cit., p. 3
13 Ibídem, p. 5.
14 Ibídem, p. 10.
15 Ibídem, p. 23. Se advierten en su explicación los principios fundamentales del krausismo español pro-pugnado
por Sanz del Río y sus seguidores.
16 En su crítica a Martínez Escobar, Varona afirmaba: “Quiere que lo desconocido nos arroje luz sobre lo
conocido, que bajemos de las cimas nebulosas de la abstracción al terreno firme de lo concreto; que
supongamos detrás de cada fenómeno, que es materia de conocimientos, un nóumeno, que es materia de
creencias; que coloquemos en el comienzo de las ciencias un problema de tal naturaleza que gaste en su
resolución jamás encontrada las fuerzas mentales e imposibilite sus ulteriores progresos”. Vid.,
GUADARRAMA, P. Y DUSSEL, E.: El pensamiento filosófico de Enrique José Varona, op. cit, pp. 46
y ss. Varona rechazaba de plano también la idea de Martínez de que lo variable del fenómeno y la cons-tancia
de la ley, constituían la prueba de la existencia de un absoluto trascendente. Para Varona, lo abso-luto
así entendido no podía constituir la base para una explicación verdadera del mundo, pues significa
salir fuera del mundo real y renunciar al intento de explicarlo por sí mismo. Vid., sobre el particular:
SÁNCHEZ DE BUSTAMANTE, A.: La filosofía clásica alemana en Cuba, op. cit., p. 135. Es obvio que
los seguidores de Martínez de Escobar no coincidirían con la valoración que hace Antonio Sánchez de
Bustamante.
17 Archivo Histórico de la Universidad de La Habana (En adelante: A.H.U.), Expediente administrativo de
Teófilo Martínez de Escobar, nº 785.
18 MARTÍNEZ DE ESCOBAR, T.: Discurso leído ante el Ilustre Claustro de la Real Universidad Literaria
de la Habana por el Dr. D. Teófilo Martínez de Escobar, en su solemne recepción como catedrático
numérico de Metafísica en la Facultad de Filosofía y Letras. Las Palmas, Imprenta de la Atlántida, 1882.
19 En esta ocasión sigue insistiendo en sus presupuestos krausistas. MARTÍNEZ, T.: Discurso, ibídem, p. 6.
788
20 Ibídem, dedicatoria: “A la memoria de mi querido Padre el Lic. D. Bartolomé Martínez de Escobar,
abogado de los tribunales de la Nación”. Está firmado en la Habana, el 3 de noviembre de 1881.
21 Ibídem, apartado XII, pp. 33 y ss.
22 El mismo conferenciante contesta a la cuestión planteada con claridad: “No, Señores, no; en el santuario
inexpugnable de las ciencias seguramente no entrarán bajo ninguna de sus formas esas máximas deletéreas
de la inmoralidad: que la regla de nuestra conducta, la norma de todos nuestros actos, el faro luminoso
que ha de dirigir nuestras vidas, será la austeridad del deber. Ni fundaremos nuestra ciencia en otro
principio, ni enseñaremos a nuestros como verdadero otro criterio de moralidad, que el absoluto, desinte-resado
y santo del deber”. Sus razones son de preocupación ética y social ante la realidad de la época,
desde su perspectiva ideológica. Ibídem, pp. 35-36.
23 Hay que recordar que, en la bibliografía de la época, uno de los temas que destaca es el de la corrupción,
el enriquecimiento fácil y la crisis de valores. Así que Martínez de Escobar estaba poniendo el dedo en la
llaga con valentía y claridad cuando analizaba con tanta crudeza la realidad y proponía las metas que
había que perseguir para cambiar el rumbo moral de la sociedad.
24 Reiteramos que el interés del pensamiento de Teófilo Martínez está en ser el máximo representante espa-ñol
del krausismo en Cuba, que en aquellos momentos era una corriente liberal, que se oponía al pensa-miento
más conservador y representaba una lectura renovadora del cristianismo y de la filosofía perenne,
a la luz de las revisiones europeas de la filosofía. Pero, también es posible que representara para grupos
de cubanos más radicalizados, la filosofía oficialista española basada en el principio de que “algo cambie
para que nada cambie en realidad”. Se mezclaban en estas polémicas, por consiguiente, problemas ideo-lógicos
y políticos. Ello puede explicar la virulencia de los ataques de Varona a las intervenciones de
Martínez Escobar en la Universidad, tanto en su oración de apertura de curso como en su conferencia de
toma de posesión de su cátedra de Metafísica. Sus adversarios, especialmente Varona, aprovechan la
ocasión de ser la Universidad el centro de la disputa y la personalidad del grancanario, clérigo, liberal,
catedrático de Metafísica, para lanzar sus cargas de profundidad contra una filosofía que consideran la
causa de todos los males de España y Cuba.
25 A.H.U., Universidad de la Habana, Expediente administrativo, exp. 785.
26 El trabajo más reciente sobre la importante etapa de Valeriano Fernández Ferraz como profesor de Filo-sofía
en la Universidad de La Habana, fue presentado por nosotros en el XII Coloquio de Historia Cana-rio-
Americana, que se celebró en 1996 en la Casa de Colón de Las Palmas de Gran Canaria, actualmente
en prensa.
27 A.H.U., ibídem.
28 A.H.U., ibídem
29 A.H.U., ibídem
30 Debió de existir una amplia correspondencia y, sobre todo, un numeroso cruce de escritos oficiales entre
el gobierno general, la universidad de la Habana y el interesado, pero nada de ello se conserva en los
archivos. En cualquier caso, lo que sí parece probado es que en junio de 1888 se le vuelve a ampliar su
licencia por un año más “en consideración a sus achaques y a su trayectoria”, lo cual resultaba absoluta-mente
excepcional y revela la existencia de poderosos apoyos oficiales, y se saca a concurso la sustitu-ción
provisional del catedrático grancanario por un curso.
31 Vid. NAVARRO, C.: “El ex-catedrático de Sevilla y la Habana, en sus aficiones marítimas”, en Gran
Canaria, op. cit., p. 4.
32 Ibídem. Al respecto nos cuenta Carlos Navarro: “...y nos quedamos de tertulia, disertando, con motivo de
cartas de Montoro, Villanueva y otras personas más sobre la situación política de Cuba, que conocía en
todos sus detalles, del valer de los autonomistas, de la propagación de las ideas, viendo con la claridad de
su talento que España debía no retrasar la concesión de la autonomía por los perjuicios económicos que
estaba sufriendo y por las consecuencias que podía acarrear lo que seguramente no se haría”.
33 A.H.U., Expediente administrativo de Teófilo Martínez de Escobar, exp. 785. Es una laguna lamentable
no saber las razones de estas decisiones porque nos podrían dar mucha luz sobre las controversias filosó-ficas
cubanas del momento.
789
34 A.H.N., Ultramar, leg. 167/36, doc. 5. El documento lleva la fecha de 26 de julio de 1889, es decir que
coincide prácticamente con las vacaciones del curso 1988-89.
35 A.H.N., Ibídem. El problema de las bajas y licencias por enfermedad hacía que algunos cursos las facul-tades
se pudiesen quedar sin varios de sus profesores propietarios. A ello se unía el deterioro de la situa-ción
política y las complicaciones militares, cada vez más graves, que obligaban a establecer prioridades
que no favorecían a la enseñanza universitaria. Además, entre muchos sectores influyentes en Cuba, tanto
en la Habana como en Madrid, iba ganando adeptos la idea clásica de que la enseñanza, en particular la
universitaria, era el foco de la subversión contra los intereses españoles.
36 Aclara Martínez que dos de las once cátedras vacantes estaban atendidas por sustitutos personales, “pero
uno de ellos acaba de ausentarse para Europa con licencia; de manera que al empezar el curso de 1889 a
90 habrá diez asignaturas que no podrán explicarse por carecer de catedráticos”.
A.H.N., ibídem. Ante tal panorama, que venía a significar que muchos alumnos no pudieran ser atendidos
en el curso próximo a comenzar, Martínez de Escobar aconsejaba, como única salida legal, que se nom-brasen
con urgencia catedráticos interinos de las materias vacantes, “hasta que éstas se provean en pro-piedad
y tomen posesión los que las obtengan”, o bien que se nombren los auxiliares que corresponden a
la facultad. Según SIMPSON, R.: La educación superior en Cuba bajo el colonialismo español. La
Habana, editorial de Ciencias Sociales, 1984, pp. 253 y ss., la situación era parecida en todas las Faculta-des.
Vid., además: ARMAS, R. y otros: Historia de la universidad de la Habana. La Habana, Editorial de
Ciencias Sociales, 1984, 2 vols.
37 A.H.N., Ultramar, leg. 142/22, doc. 3.
38 En el expediente correspondiente figura el reglamento del colegio y los catálogo de los productos y
aparatos que serían utilizados en el laboratorio de química y para la enseñanza de la historia natural y la
zoología y mineralogía. En el cuadro de profesores, además de Escobar, figura también junto a otros
enseñantes el canario Domingo Viera y Montes de Oca, que aparece como licenciado en Ciencias. A.H.N.,
ibídem. En el negociado del Ministerio prefirieron que se consultara al Consejo de Instrucción Pública
del Ministerio de Fomento, lo que puede significar que ya se estaba pensando en establecer algunos
criterios diferentes respecto a los directores de Colegio y, en general, acerca de la organización de ese
nivel educativo en el ámbito privado que, por aquellas fechas alcanzaba un rápido desarrollo en Cuba,
quizás, entre otras razones, por el escaso número de instituciones públicas de segunda enseñanza. En
cualquier caso, aunque ello significó dilatar algo más el expediente, en febrero de 1880 dicho Consejo
aprobaba la creación del Colegio “La Gran Antilla”, “por haberse cumplido los requisitos exigidos al
efecto”. A.H.N., Ultramar, leg. 144/22, doc.1.
39 A.H.N., Vid., especialmente, leg. 142/22, doc. 1 y doc. 8.
40 Pero el argumento fundamental que esgrimirá Martínez de Escobar es el siguiente: “Las Facultades de
Filosofía y Letras y de Ciencias son los planteles de donde han de salir los profesores que se dediquen al
ejercicio de la enseñanza privada, y, por consecuencia, los Directores de los Establecimientos en que ésta
se proporcione, con las circunstancias de que si en la Isla de Cuba se podía aspirar a ser simple profesor
de segunda enseñanza con un diploma de Bachillerato en Filosofía o en Ciencias, se necesitaba, para
aspirar a ser Director, la presentación del de Licenciado o Doctor en alguna de ambas facultades. No
fueron, sin embargo, las direcciones de los Colegios y Establecimientos privados patrimonio exclusivo
de los titulados en las facultades antes referidas; porque igual habilitación prestaban los de licenciado o
doctor en las restantes facultades; pero no es difícil entender que la de Filosofía y Letras, que es la única
que no constituye una profesión determinada en el estado, es la única asimismo que dentro de su esfera
proporciona las tan recomendadas enseñanzas que forman los períodos previos al ingreso en los estudios
superiores”. A.H.N., ibídem.
41 A.H.N., ibídem.
42 A.H.N., Ultramar, leg. 142/22, doc. 1.
43 A.H.N., Ultramar, leg. 142/22, doc. 3,
44 La tramitación de su solicitud debía ir bien porque, en junio de 1890 comunica que el 30 de septiembre
sale para Nueva York vía Las Palmas de Gran Canaria. Debió viajar en otras fechas anteriores porque en
790
septiembre escribe desde esta última ciudad anunciando que “no se puede desplazar porque sus dolencias
aumentarían”. A.H.U., Expediente administrativo, nº 785 y Expediente docente, nº 8113.
45 A.H.U., ibídem.
46 Vid. monográfico del Gran Canaria, periódico citado, de octubre de 1933, p. 1.
47 Ibídem.
48 RAMÍREZ, J.: “Valiosos objetos de arte que pertenecieron al Dr. D. Teófilo Martínez de Escobar”, en
Gran Canaria, octubre de 1933, p. 2.
49 MILLARES CUBAS, A.: “Evocación”, en Gran Canaria, monográfico citado, p. 4. Por su parte, José
Azofra nos da esta impresión del clérigo grancanario: “Grande me resultó don Teófilo entre los aprove-chados
discípulos y eminentes compañeros de Universidad. Grande organizando, fomentando y enrique-ciendo
el Museo Canario. Grande rodeado de libros que devora ávido de aprovecharse de cuanto encerra-ban
aquellos trazos a veces ininteligibles. Pero más glorioso y más digno del título de grande hombre, se
me representa cuando cargado con el peso de tantos laureles ganados en legítimos empeños, todo lo
abandona como reconociendo la fatuidad de las glorias humanas y busca un retiro en una isla pobre,
semiabandonada, para allí, en las postrimería de su vida, abrir nuevos surcos de investigación y trabajos
religiosos y científicos”. Véase: AZOFRA, J.: “Los grandes hombres”, en Gran Canaria, p. 6.
50 MORALES, F.: “Nuestro recuerdo”, en Gran Canaria, periódico citado, p. 5.