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LA MUJER EN EL MEDIO RURAL GRANCANARIO.
ENFOQUES Y SISTEMAS DE INVISIBILIDAD
Carmen Ascanio Sánchez
Mujer: rural, en ámbito rural, en el medio rural..., mujer y ruralidad. Son algunos de los
rodeos que algunos investigadores seguimos utilizando para intentar responder a una
realidad social que tiene por protagonistas a mujeres que viven en un espacio que hasta
hace poco tiempo parecía tener una fácil definición, lo rural, pero que cada día se hace más
complejo en las denominadas sociedades modernas. Hombre: rural, en ámbito rural, el
medio rural, hombre y ruralidad, ¿alguien ha leído algo así?. Difícilmente. En Canarias
tenemos referencias al campesino o al labriego, refiriéndose al pasado, y al agricultor
en términos más modernos. También ha sido usada la primera de ellas refiriéndose a la
mujer, la campesina, que vive ¿y trabaja? en el campo”.¿Qué diferencias se establecen para
que las terminologías, sus significados, se muestren dispares en razón del sexo?. Sea como
sujeto o como adjetivo, lo cierto es que mientras la terminología en femenino remite a la
relación entre mujer y espacio rural, a su simple ocupación, el uso en masculino evoca la
actividad agrícola o ganadera: el que labra la tierra, el que trabaja el campo, el que realiza
la actividad agrícola. O sea, la diferencia está en la pasividad (ocupar el espacio) y la
actividad (transformarlo). Y de hecho, este uso que hacemos hoy del término de mujer
rural, sin el contrapunto de hombre rural habida cuenta de que la actividad relacionada con
el primario casi ha desaparecido, resulta esclarecedor.
Pero muchos autores hemos venido utilizando esta terminología precisamente en
sentido contrario: visibilizar a la mujer y su papel en el desarrollo rural. Aplicada a la
realidad actual no resulta tan claro que se consiga cuando la otra parte, los hombres,
parecen escaparse -conceptualmente- hacia la modernidad. Los profundos cambios de la
sociedad Occidental respecto al papel de la mujer, pero también los nuevos conceptos,
metodologías y fuentes en las ciencias sociales han desvelado la importancia de este
enfoque transversal en los estudios sociales. En España ha habido cierto retraso respecto al
resto de países europeos, en especial por razones políticas (Grünnell, 1993; Thuren, 1992),
aunque ha sido contrarrestado por la eclosión de estudios en la década de los ochenta y
noventa (Instituto de la Mujer,1988,1989). En las Islas Canarias se ha seguido esta misma
pauta, a pesar de que desde la historiografía, especialmente histórica, ha habido un
continuo discurso sobre el matriarcado1 insular.
En este trabajo pretendemos varios objetivos: uno, repasar como se ha abordado en
Canarias no sólo lo rural sino las relaciones entre los espacios insulares
(costa/medianías/cumbres), y su (no) relación con la perspectiva de género. En este
sentido, el citado discurso sobre el matriarcado ha quedado en lo anecdótico y en el
mitema, sin plantear otro tipo de relaciones con lo cultural. Por supuesto, tampoco ha
servido para visibilizar el papel de las mujeres en el pasado o en la actualidad, carencia que
resulta evidente en los estudios sociales del siglo XX. A esto precisamente es lo que
denominamos desenfoques. Segundo, se pretende proyectar nuestras dudas sobre la
operatividad de algunos conceptos que se están utilizando -y que también hemos utilizado-aplicados
al caso canario. Por último, se presentarán algunos resultados de una
investigación realizada en las medianías de la isla de Gran Canaria, centrada en el papel de
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la mujer y las transformaciones recientes. El ejemplo se referirá al pasado reciente,
mostrando el sistema de invisibilidad2 desde las culturas del trabajo; discutir o presentar la
realidad actual de las medianías de Gran Canaria se nos hacía más complejo en estas
páginas, ya que se necesitaría analizar con más profundidad lo que aquí son sólo destellos
de una crisis conceptual y teórica sobre los estudios de género y ruralidad.
Desenfoques
Históricos, espaciales y de género
Las Islas Canarias se pueden considerar como una región fronteriza, donde se ha
consolidado a lo largo de siglos una economía y una sociedad cuyos aspectos más
importantes serían la presencia del mestizaje entre su población y una posición económica
periférica respecto a Europa, aunque ubicada en un enclave geográfico estratégico en las
rutas marítimas del Atlántico. En la historiografía canaria, el espacio insular y su
articulación -micro y macro- ha sido un tema central: desde lo más amplio relacionados
con aspectos del desarrollo/subdesarrollo, a lo más local sobre la conexión de los espacios
y economías comarcales. La estructuración dependiente y extrovertida de la economía
canaria ha quedado reflejada en numerosos estudios por la separación entre una agricultura
de exportación y otra dedicada al consumo del mercado interior, estableciendo una
organización del espacio agrario basada en una dualidad de sistemas de producción. Este
modelo, denominado de las “dos agriculturas”, presupone la existencia de una producción
agraria marginal y otra de exportación (monocultivos), sin relación o, al menos, sin una
clara articulación. Enfoques recientes (Bergasa y González,1989; Bernal,1981; Burriel de
Orueta,1981a, 1981b; De Luxán,1994; Gil y Sanz, 1981; Sanz,1977) han dejado desfasado
dicho modelo, relacionando ambos sistemas agrícolas y cuestionando su funcionalidad
para las relaciones sociales de producción, las formas y condiciones de la reproducción de
la fuerza de trabajo, la acumulación de capital o la estructura de clases y de poder. Lo
cierto es que estos estudios más holísticos han influido en otros de tipo micro o centrados
en espacios comarcales donde se han abordado las actividades agrícolas y su papel en la
economía insular, apreciándose ya no sólo la carencia de enfoques de género sino la misma
mención de dicha variable.
De hecho, salvo excepciones (López,1988; Pérez,1989[1982]; Rodríguez y Barragán,
1989; Suárez,1978),3 un análisis de la historiografía canaria, hasta finales de los ochenta,
resulta desalentador respecto al papel de la mujeres en el proceso histórico. Aunque a partir
de los noventa ha aumentado el interés por incluir a las mujeres en los diferentes estudios
que se vienen elaborando sobre la realidad social canaria (Barrera,1999; Gómez,1998;
González de la Fe 1995; González Pérez, 1998; Romero, 1992;1996), lo cierto es que se
continua reproduciendo determinadas pautas de análisis. Y es que el enfoque de género no
significa dedicar un apartado, capítulo o bloque a las mujeres. Si defendemos que el
sistema de género es una construcción sociocultural esto significa que es un sistema de
representación (de valores, identidades, estatus en la jerarquía social, prestigio, etc.) que
engloba a todos los individuos dentro de la sociedad. Por tanto, las representaciones de
género constituyen posiciones sociales cargadas de significados diferentes que no pueden
analizarse de modo aislado (Gúzman y Pacheco, 1997). Un ejemplo que nos parece
interesante, por el desenfoque inicial, el interés del debate interdisciplinar y el giro
ofrecido, ha sido el del proyecto Gran Canaria Siglo XXI (García, 1988). El informe de la
primera fase dedicaba un capítulo a las mujeres, olvidándose de ellas en la mayor parte del
proyecto. De nuevo insistimos (Ascanio, 1992; 2000a) que se invisibiliza a las mujeres
La mujer en el medio rural grancanario.Enfoques y sistemas de invisibilidad
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cuando se usan los genéricos en espacios, actividades o temas donde su papel resulta
especialmente relevante. En la mayor parte de los capítulos del diagnóstico de situación de
Gran Canaria siglo XXI no se diferencia entre hombres y mujeres, aspecto por otra parte
lógico si tenemos en cuenta que muchas estadísticas tampoco lo hacen y que éstas son la
base principal de este tipo de análisis. Sin embargo, quien conozca la realidad canaria,
sabría leer, preguntar a los datos, dónde están las mujeres. En el apartado de agricultura,
por ejemplo, se señala la importancia de determinados cultivos como horticultura, flores,
invernaderos, etc. aunque no se mencionen las diferencias de sexo, a pesar de haber sido
una ocupación predominante de muchas mujeres. En otro apartado sobre recursos
humanos, el uso del genérico oculta a las mujeres aunque se indica que en la mayor parte
de las explotaciones se trabaja (¿quiénes?) a tiempo parcial y que es una actividad sin
profesionalizar. Otro tanto ocurre cuando se aborda la producción de queso artesano de la
que se afirma que forma parte del patrimonio cultural de la isla y que es la fuente de
subsistencia de numerosas familias de “ganaderos”, o en los apartados de artesanía o
comercios de alimentación donde, de nuevo, el genérico invisibiliza el trabajo de las
mujeres. Esta carencia en un proyecto, modélico en otros sentidos, es la pauta en muchos
estudios sociales recientes. En la segunda fase del Gran Canaria Siglo XXI, en fase de
redacción, se ha intentado paliar esta deficiencia y ha habido un interesante debate4 sobre
las categorías transversales en este tipo de estudios.
Y es que la realidad grancanaria es lo suficientemente compleja, tanto espacial como
culturalmente, como para que este tipo de análisis ofrezcan sugerentes hipótesis de trabajo.
La isla ha sido comparada con una pirámide circular donde la altitud y la diversidad
espacial, paisajista y de aprovechamientos, ha condicionado el uso y explotación de las
zonas y comarcas. La diversificación de estrategias, el uso combinado y complementario
de los distintos ecosistemas ha sido la nota predominante tanto en el pasado como en la
actualidad. De hecho, a la zona de medianías y cumbres se le asignó, desde los comienzos
de la colonización, los cultivos de consumo interno, desarrollados a través de la pequeña
propiedad -minifundios- que ocupaban una importante superficie y población.
Dependiendo de los momentos históricos, y de la sucesión y ubicación espacial de los
monocultivos, ha habido una mayor o menor articulación de estas economías con la
agricultura de exportación, las zonas urbanas o el comercio exterior. Hasta hace pocos
decenios, las ocupaciones relacionadas con esta agricultura de subsistencia, con escasa
evolución técnica, han predominado en la isla. A partir de mediados de este siglo se han
producido importantes cambios que podrían definirse como de modernización de las
estructuras económicas y sociales, provocando un importante proceso de desagrarización
(pérdida de importancia del sector primario) y cambios estructurales que han afectado al
orden tradicional y, por tanto a la forma en que se organizaba la sociedad local y su
relación con el exterior, sea el espacio urbano o la sociedad global.
Aunque sólo recientemente los estudios sociales comienzan a abordar esta articulación
vertical de los ecosistemas insulares (costas frente a medianías y cumbres; norte y sur) y su
relación tanto con la organización del espacio rural/ urbano como con las demandas de la
economía exterior, es patente que el papel de las mujeres y de los grupos domésticos, sus
estrategias históricas y actuales, resulta de enorme interés. De todas formas, en nuestra
opinión, sólo podrá salirse del olvido desde enfoques alejados del economicismo y lo
cuantitativo, predominantes en la actualidad.
XIV Coloquio de Historia Canario Americana
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Conceptos y comparaciones
Una de las primeras tareas que emprendimos en esta investigación fue aclarar
determinados conceptos que nos parecían poco claros o incluso de difícil aplicación en el
caso grancanario. Uno de ellos fue el de ruralidad y por extensión mujer rural. Los criterios
para definir lo rural han sido diversos aunque suele repetirse las mismas variables: la
importancia de la actividad agrícola-ganadera, la distancia a los núcleos urbanos, la
densidad de población, etc. El Instituto Español de Estadística propone una división de
asentamientos dependiendo de su población: pequeños asentamientos (menos de 2.000
habitantes), medianos (entre 2.001 y 10.000 habitantes), ciudades-pueblo (entre 10.001 y
50.000) y ciudades. Las definiciones utilizadas por los principales autores de esta línea de
investigación sobre mujer y ruralidad (Camarero y otros, 1991; 1993;Garrido,1993;
Méndez,1988) se han basado en una reelaboración desde este tipo de criterios. En nuestra
opinión, en la actualidad se hace bastante complejo utilizar de igual modo el sujeto, el
genérico o el adjetivo de determinados términos. Un claro ejemplo es el de ruralidad, lo
rural, mujer rural; más en determinados espacios como el grancanario, lo que hace que
muchos investigadores demos rodeos menos comprometidos. La mayor parte de los
estudios citados arriba se han basado en fuentes estadísticas; éstas ciertamente necesitan
delimitar sus variables para que efectivamente midan algún tipo de realidad. Pero la
tipología de asentamientos dependiendo del número de población conlleva otro tipo de
valores y percepciones. Un asentamiento puede ser rural por el número de habitantes pero
gran parte de su población puede trasladarse diariamente a trabajar a otro municipio en el
sector terciario. Y esto es muy posible en determinadas áreas de la isla de Gran Canaria: un
espacio insular, reducido, con asentamientos dispersos pero con gran densidad de
población, donde la actividad agrícola o ganadera ha dejado de ser predominante, con
buenas comunicaciones internas que permiten trabajar en las principales ciudades (las
Palmas y Telde) o núcleos turísticos del sur y residir en municipios del interior.
En segundo lugar, los criterios meramente cuantitativos (población, predominio de
determinadas actividades económicas, etc.), más allá de la necesidades estadísticas, no
parecen del todo operativos para definir estos espacios. Lo simbólico, lo cualitativo debe
incorporarse a este concepto para que sea realmente explicativo pero esto implica trabajar
desde otra metodología y enfoque. Eso ocurre con las percepciones espaciales: hace años la
frase de los habitantes de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria de “ir al campo”
expresaba de forma clara lo que estaba fuera de lo urbano, de la capital. Esta frase, la
percepción que construye del espacio insular, dibujaba los límites, las fronteras simbólicas,
de elementos culturales y paisajísticos. Otras definiciones implican aspectos relacionados
con lo ideático. Ya dijimos que mujer rural y hombre rural no parecen aplicarse a lo
mismo. Mientras ésta última denominación apenas ha sido utilizada en estudios o
investigaciones o en todo caso se cita al campesino, agricultor o labriego para definir a
aquellas personas que tienen ocupaciones predominantes en el sector primario, la
denominación de mujer rural ha sido utilizada en determinados análisis para referirse a la
población femenina que habita espacios definidos como rurales. Si el objetivo es
visibilizarla se justifica pero no si los resultados son desiguales entre ambos sexos.
Todo lo anterior, la dificultad de definición y sus implicaciones ideológicas, se une a
cierta tendencia a extrapolar datos y estudios que se han elaborado en otras áreas y que,
seguramente debido a la escasa fuerza de una línea de investigación sobre el género en
Canarias, se aplican sin más. Los primeros estudios sobre género, desarrollo y ruralidad se
desarrollaron a partir de mediados de siglo en diversos países. En España es a partir de los
La mujer en el medio rural grancanario.Enfoques y sistemas de invisibilidad
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ochenta cuando esta línea de investigación se afianza, saliendo a la luz las primeras
investigaciones a finales de esa década y en los noventa (Camarero y otros, 1991,1993;
Durán,1992; Garrido,1993; Instituto de la Mujer, 1988, 1989; Sampedro, 1996;...). La
mayor parte de los mismos se basan en fuentes estadísticas que aunque mencionan a las
Islas Canarias generalizan su realidad a partir de datos muy globales de los diferentes
espacios insulares. Entre los principales rasgos de este proceso de cambio de las últimas
décadas, se citan la fuerte emigración femenina hacia los núcleos urbanos, el
envejecimiento rural, la feminización de la agricultura, etc. De hecho, uno de los primeros
informes realizados sobre el tema en Gran Canaria, sin publicar (Oficina...,1992?), se
basaba en extrapolaciones de dichas investigaciones a la realidad canaria, repitiendo la
importancia de la emigración femenina en la isla o el envejecimiento femenino en áreas
rurales. Con la perspectiva del tiempo transcurrido, este tipo de conclusiones son
justificables por la escasez de estudios empíricos y cualitativos, por cierta tendencia a
utilizar las medias estadísticas – y no las desviaciones- y extrapolar datos de otros espacios
bajo hipótesis de que los procesos son similares. En Gran Canaria ningún análisis avala la
afirmación de que en la isla se hayan producido procesos migratorios de relevancia que
diferencien entre ambos sexos, o sea que no se incluyan en los procesos migratorios
familiares provocados por el auge del sector servicios en los últimos decenios. Otra cosa
sería afirmar que ha habido un importante éxodo rural, femenino en algunos casos, desde
determinados municipios, en especial aquéllos ubicados en las cumbres de la isla donde
también se ha producido un importante envejecimiento poblacional. Rosario Sampedro
(1996) en un interesante estudio de mediados de los noventa, es quizás la primera autora
que pone un mayor énfasis en estas diferencias espaciales dentro del contexto español,
analizando en mayor profundidad sus semejanzas y diferencias, así como algunos rasgos
del caso canario. Para diseñar y desarrollar cualquier línea de investigación resulta
imprescindible profundizar en la bibliografía y enfoques existentes pero presuponer que la
afinidad de procesos es mayor entre espacios ubicados en un mismo país o cultura es un
error; en muchos casos las similitudes y diferencias se comprenden mejor a partir del
análisis de realidades que, a priori, podríamos considerar completamente distintas
(Aranda,1988; González y Salles, 1995).
Sistemas de género e invisibilidad: las culturas del trabajo
La última parte de este trabajo presentará algunos resultados de una investigación
realizada en la isla de Gran Canaria durante los noventa aunque comenzada en 1992
gracias a una beca de la Fundación Universitaria de Las Palmas. Aunque aquí sólo
pretendemos señalar ciertos mecanismos del sistema de invisibilidad de género a través del
trabajo de las mujeres en el pasado reciente, resulta de interés reflexionar sobre aquel
mismo proceso de análisis y sus carencias. El estudio inicial se centraba en los cambios
que en los últimos decenios había atravesado la formación social grancanaria desde lo que
algunos denominan el orden tradicional a la modernización de estructuras económicas y
sociales. Como todos sabemos, uno de los motores del cambio ha sido la actividad turística
que se ha concentrado en zonas costeras y, en especial, en el sur de la isla. Las
características del espacio insular han provocado importantes reestructuraciones internas y
precisamente por ello, uno de los espacios más afectados ha sido el rural. En este contexto,
la investigación tenía como objetivo central a un grupo casi “invisible” en los estudios
sociales: las mujeres. Así pues, comenzamos a investigar este “antes” y “después” de
determinados procesos: el papel de las mujeres en los grupos domésticos (reproducción /
trabajo) la descomposición de modelos tradicionales, de comportamientos y valores, las
estrategias de cambio, etc.
XIV Coloquio de Historia Canario Americana
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La investigación se centró en varios municipios de las medianías de Gran Canaria
aunque posteriormente se restringió a zonas concretas, barrios o entidades de población. En
todo caso, la metodología utilizada fue predominantemente cualitativa, a través del trabajo
de campo y numerosas entrevistas o historias de vida, ya que más que obtener datos se
pretendía profundizar en las dimensiones culturales, sociales y simbólicas de estos
procesos de cambio. Aunque al final del primer año tanto el trabajo de campo como las
entrevistas debieron interrumpirse por falta de financiación, la investigación ha continuado
con ayudas puntuales o por nuestro interés personal. En 1998 la Asociación para el
Desarrollo Rural de Gran Canaria (AIDER) me propuso realizar una exposición itinerante
sobre la mujer en el medio rural grancanario. Teniendo en cuenta los objetivos y enfoques
de la misma, la investigación anterior era muy útil no tanto por ofrecer datos sino por su
referencia al “antes” -a los procesos de cambio- lo cual podría ofrecernos los principales
focos de interés que, en este caso, fueron también los temas/ paneles de la exposición. Se
hacía necesario un breve estudio, ahora más extensivo, bibliográfico y cuantitativo, y que
abarcase otros municipios de la isla. De aquí surgió la exposición “Mujer y ruralidad en
Gran Canaria”, inaugurada en 1999 y que ha recorrido la isla de modo itinerante (Ascanio,
2000b).
Los años transcurridos entre la primera investigación y la revisión que les menciono me
han dado la oportunidad de reflexionar tanto sobre el enfoque de género tanto en los
estudios sociales, en mi propio trabajo, como en un espacio como el rural. Volver varios
años después al primer estudio, revisar conceptos y metodología, pero –sobre todo- echar
una mirada al tiempo transcurrido hace que percibamos los cambios y continuidades, la
realidad pasada y presente de las mujeres pero también las carencias de estudios parciales,
como el elaborado, sin colaboración interdisciplinar.
Una de las técnicas utilizadas en aquella inicial investigación y que destacó por su
riqueza fue la de la biografía y/o historias de vida, primero centradas en varias cohortes de
mujeres mayores de 45 años y posteriormente completadas con entrevistas a hombres. En
la primera fase no se seleccionaron temas preferentes y las entrevistas fueron abiertas
aunque existía un esquema básico que atravesaba el ciclo vital de las mujeres (niñez,
adolescencia, noviazgo/matrimonio, etc.) hasta preguntas sobre la vida cotidiana y el
transcurrir en las zonas o barrios concretos, lo cual nos ofreció bastante información sobre
tradiciones, costumbres y modo de vida. De las historias surgieron numerosos temas que,
de hecho, se convertirían en los ejes temáticos del catálogo de la exposición de AIDER: la
vida cotidiana y la familia, el trabajo de las mujeres, los espacios masculinos y femeninos,
el papel reproductor de la mujer, tanto biológico como cultural que nos lleva a la
importancia de la transmisión oral, la socialización y la educación, etc. Sin embargo, dos
temas destacaron en aquellas entrevistas: uno, relacionado con la socialización en la
diferencia, la relación entre los sexos y el matrimonio-hijos; otro, el mundo del trabajo o
como lo venimos denominando en la actualidad: las culturas del trabajo (Palenzuela,
1995).
Uno de los primeros datos que nos llamó la atención de las entrevista fue las numerosas
alusiones al trabajo masculino y la percepción de su importancia (tanto por parte de
hombres como mujeres), en oposición a la invisibilidad del otro sexo. Sin embargo, en las
historias de vida queda patente la relevancia de las mujeres para la economía doméstica. Se
comenzó, pues, a recopilar información oral, documental y visual5 sobre el trabajo
femenino y su relación con los sistemas de invisibilidad.
La mujer en el medio rural grancanario.Enfoques y sistemas de invisibilidad
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Hasta mediados de este siglo en la isla predominaban explotaciones organizadas en
torno a pequeñas propiedades (minifundismo), en general dispersas, con tierras alrededor o
en diversas parcelas o terrenos (canteros) cuya tenencia podía ser en propiedad,
arrendamiento o a medias, dependiendo de las zonas y de las economías familiares. Entre
las comarcas existe variedad de modelos, dependiendo de rasgos tales como la articulación
o no de diferentes ecosistemas (costa-pesca; cumbres-pastoreo; etc.) y de la distancia-accesibilidad
de otros mercados laborales, en general ubicados en la costa o en centros
urbanos. Estas diferencias afectan al trabajo de las mujeres y a las percepciones sobre el
mismo, así como su aporte al grupo doméstico y su relación con las tareas masculinas. En la
investigación se pudo comprobar que la mujer participaba en una amplia gama de trabajos
cuyo esquema básico podría dibujarse así:
Trabajos realizados en el grupo doméstico.
- Trabajos domésticos.6
- Trabajos complementarios.7
Trabajos realizados fuera del grupo doméstico.
- Trabajo doméstico en otros grupos domésticos.8
- Trabajo como jornaleras agrícolas.
De la descripción de los mismos y de los discursos y percepciones de las mujeres
destacan tres elementos: la relevancia económica (renta familiar) de determinadas tareas
y/u ocupaciones para el mantenimiento de los grupos domésticos, la interiorización y
continuidad de discursos que inciden en el sistema de invisibilidad, incluyendo
determinados “mitos” sobre el trabajo femenino y, por último, la compleja articulación
(económica, espacial, etc.) del trabajo de todos los miembros del grupo doméstico.
Respecto al primer punto, la relevancia económica para el sostenimiento de las familias,
en la investigación salieron a relucir importantes especializaciones femeninas que en
algunos casos se denominan de “ayuda familiar” pero que en la realidad tienen una
dedicación a tiempo complejo o que, aún siendo a tiempo parcial, han significado uno de
los principales aportes económicos para las familias. Por ejemplo, la elaboración de quesos
en determinadas áreas del interior, procesos como la fabricación de loza (cerámica) en
otras zonas (La Atalaya, Hoya de Pineda y Lugarejos)9 y cierto tipo de cultivos de
horticultura y floricultura, como son los casos de las plantadoras y vendedoras de berros,
verduras y flores especialmente en zonas con acuíferos.10
En estos casos, gran parte de la fuerza de trabajo masculina se incorporaban a otras
actividades asalariadas (agrícolas o no), algunas de las cuales implicaban migraciones
hacia zonas urbanas u otras islas. Mercados de trabajo como el portuario, la construcción o,
recientemente, el turismo, han provocado un importante éxodo rural. En todos los casos el
trabajo de la mujer ha sido básico para el equilibrio de los grupos domésticos en
situaciones de cambio, en especial migraciones o reestructuraciones del sector primario al
terciario. Dependiendo de las zonas y grupos domésticos, ha habido un número importante
de mujeres que se han incorporado al trabajo fuera de la finca familiar, como asalariadas.
Los ejemplos más importantes se relacionan con los monocultivos más relevantes de este
XIV Coloquio de Historia Canario Americana
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siglo: el plátano y el tomate. Todos ellos han sido, en determinadas comarcas, de enorme
importancia para la subsistencia de los grupos domésticos.
En todos los casos, hemos recogido numerosos discursos que inciden en el sistema de
invisibilidad o lo que podríamos denominar “mitos” sobre el trabajo femenino. Las mismas
mujeres, independientemente del tipo de participación en el trabajo, insisten en la mayor
dureza de los trabajos masculinos. De hecho, se nos narran hábitos y comportamientos (por
otra parte común en diversas culturas) relacionados con la alimentación, como la prioridad
del hombre en la ingesta -tipo y cantidad de alimentos-, la reserva de los productos
considerados de mayor carga energética (carnes u otro tipo de proteínas), etc.
Paradójicamente, la descripción de los trabajos femeninos, que las mismas mujeres hacen,
contradicen su percepción ya que gran parte de los mismos implicaban duras jornadas
laborales, acarreo de material y producción; todo ello siempre a cambio de peores salarios
y mayor inestabilidad, acentuada por el ciclo vital femenino que incluye embarazos y
crianza. Sin embargo parece cierto que las ocupaciones más duras de las mujeres han sido
aquéllas realizadas fuera del grupo doméstico, en general como asalariadas en alguno de
los monocultivos recientes. En la historia colectiva y, por supuesto, en la mayor parte de la
historiografía, lo que se ha visibilizado es la importancia del trabajo de los hombres en
estas explotaciones. De hecho, parece haber datos suficientes para lanzar como sugerente
hipótesis que ha habido mecanismos y sistemas para invisibilizar a las mujeres en estos
monocultivos. A falta de los resultados de investigaciones que están en curso
(Roldán,1999), sugerimos que la ocultación se consigue, al menos, por dos estrategias:
una, ocultando o relegando a la mujer de determinada producción. Lo primero parece
ocurrir con el proceso vitivinícola donde se insiste en la “no” participación de la mujer y
donde se hace necesaria una profunda investigación, de especial interés dadas las
connotaciones simbólicas de dicho cultivo que excluye lo femenino. La segunda,
valorando de forma diferente la participación masculina y femenina en diferentes fases del
proceso de producción. Esto sucede con el cultivo del plátano y el tomate, donde se acepta
que las mujeres han trabajado en la fase del empaquetado y almacén (que por otra parte son
espacios cerrados, más invisibles) pero se niega su participación en otras fases y/o tareas
que suelen calificarse de “más duras” y que, por tanto, tienen diferente valoración.
Lo cierto es que pueden establecerse diferencias entre los trabajos masculinos y
femeninos, incluso en aquéllos en los que ambos sexos coinciden. Los trabajos masculinos
suelen ser a tiempo completo, con cierta especialización, fuera o dentro del grupo,
valorados socialmente y cuyo aporte económico se considera el principal para el grupo
doméstico aunque –como se ha podido comprobar- no siempre es así, sea por su
inestabilidad laboral o por el alejamiento, como ocurría en situaciones de emigración. Los
trabajos femeninos suelen ser más discontinuos, por horas (a “ratos”, dicen las mujeres),
generalmente no especializados o si lo están se concentran en fases del proceso productivo
diferentes a las masculinas, realizados en diferentes espacios; en todo caso suelen estar
invisibilizados y considerados de “ayuda familiar”, a pesar de que algunos han supuesto
una fuerte especialización, una amplia jornada laboral y el principal aporte económico para
la familia.
En nuestra opinión esta discontinuidad de espacios, tiempos y diversidad de tareas ha
sido una de las vías para invisibilizar el trabajo de las mujeres. Esto se reafirma con
denominaciones engañosas como la de trabajos de “ayuda familiar”, que no eran tales ya
que muchas mujeres (madres e hijas) se encargaban en exclusiva de la finca familiar en
situaciones donde la pluriactividad doméstica era la estrategia dominante.
La mujer en el medio rural grancanario.Enfoques y sistemas de invisibilidad
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Para finalizar, lo que resulta patente a través de las historias recogidas en diversas áreas
de la isla de Gran Canaria es una compleja articulación entre las labores de todos los
miembros del grupo doméstico: la toma de decisiones depende de la familia, nunca de los
individuos. Al menos en esta etapa que estamos tratando, es decir una época de transición
desde lo que podemos denominar el modo de vida tradicional a la modernidad. Resulta
necesario contar con mayor número de estudios e investigaciones para avanzar en este tipo
de análisis, aunque las líneas que requerirían mayor atención son:
- La distribución del trabajo y/o ocupaciones entre los miembros del grupo doméstico
(división sexual del trabajo/ distribución dependiendo del ciclo vital de sus
miembros) que influyen en la toma de decisiones como pueden ser: formas de
organizar del trabajo dentro y fuera del grupo doméstico, migraciones, etc.
- La conexión entre el espacio insular (cumbres/medianías/costa) y los mercados
laborales, más o menos accesibles y que igualmente influye en la toma de
decisiones.
- La relevancia de coyunturas específicas que provocan rápidas reestructuraciones de
los grupos domésticos: crisis carenciales, desastres concretos, introducción de
nuevas actividades económicas en áreas limítrofes, etc. Éste es el caso de la
influencia de los “monocultivos” históricos para la zona de medianías-norte/
medianías-sur o del sector turístico.
Y no sólo nos referimos al pasado reciente, que es el que hemos abordado en estas
páginas, sino que las mismas líneas parecen operativas para conocer la realidad actual,
analizando tanto las culturas del trabajo como las nuevas pautas laborales de las mujeres.
Aspectos de interés que aquí sólo podemos esbozar son la fuerte identidad laboral entre
madres e hijas, al menos en lo que respecta a la estructura sectorial del empleo, pudiéndose
hablar de reproducción de pautas; también la aparente y rápida adaptación de la mujer –
que procede de zonas rurales o semi-rurales- a las actividades del sector terciario y, por lo
tanto, a los procesos de asalarización. Cualquier política territorial, en un espacio tan
complejo y frágil como el grancanario, deberá tener en cuenta estas culturas/ subculturas
del trabajo, aplicando una perspectiva integral y transversal desde el punto de vista de
género.
Conclusiones
Aunque se han ido apuntando a través del artículo, es evidente la necesidad de
desarrollar una línea de investigación sobre el género, desde un enfoque cualitativo e
interdisciplinar. Se ha apuntado la necesidad de replantear conceptos y su validez empírica
en el caso grancanario y, aunque reconocemos nuestra crisis actual sobre los mismos,
sugerimos la importancia de lo simbólico en este tipo de análisis. Parece operativo
focalizar las investigaciones en los grupos domésticos, sus estrategias y la toma de
decisiones, teniendo en cuenta a todos y cada uno de sus miembros: sexos, ciclo vital,
especializaciones, etc. En Gran Canaria, la complejidad del espacio insular, la articulación
de la diferentes áreas, así como la atracción actual de las zonas urbanas y costeras, hacen
necesario estudios más cualitativos donde se analicen las estrategias, familiares,
comarcales e insulares, tanto respecto al mercado laboral como sobre otros temas que nos
ofrezcan claves sobre las culturas del trabajo, los modelos tradicionales y la realidad
actual.
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ANEXO GRÁFICO
Fig. 1. Secado de cochinilla
Fig. 2. Empaquetado de plátanos
La mujer en el medio rural grancanario.Enfoques y sistemas de invisibilidad
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Fig. 3. Loceras de La Atalaya
XIV Coloquio de Historia Canario Americana
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BIBLIOGRAFÍA
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XIV Coloquio de Historia Canario Americana
1792
NOTAS
1 Centrado en cierta mitificación de lo aborigen y una supuesta continuidad del “poder” femenino en la
formación social canaria. Sea como fuere, resulta un concepto erróneo ya que, en todo caso, debería
hablarse de matrilienalidad o matrifocalidad de las culturas.
2 Por sistema de invisibilidad aludimos a una construcción social, por tanto sistemática, que oculta a las
mujeres de determinadas áreas de la realidad política, económica, social y cultural.
3 Citamos aquí sólo las obras (libros) referidas a la isla de Gran Canaria, a las mujeres canarias en general
o que contienen debates de interés desde el punto de vista de género.
4 He participado en la II Fase del proyecto Gran Canaria siglo XX como investigadora del área “Identidad
cultural”. La experiencia ha resultado enriquecedora para el conocimiento de las dificultades, teóricas y
operativas, de este tipo de proyectos interdisciplinares. En diversos momentos defendí que categorías
como identidad y género deberían abordarse de modo transversal, atravesando todas y cada una de las
áreas. A falta de la publicación final del proyecto, el debate –que ya había surgido al evaluar la I Fase-parece
haber dado frutos interesantes para este tipo de estudios.
5 Las fuentes visuales son de enorme importancia en este tema. En este sentido se ha recopilado y
analizado diverso material (grabado, dibujo, pintura, fotografía, cine,...) en su mayor parte depositado
en museos, centros culturales u organismos (Filmoteca Canaria, Casa de Colón, etc.). En la exposición
y catálogo de Aider se muestra parte del mismo, en su mayoría aportado por el Museo Canario.
6 Incluimos todas las tareas, casi exclusivas de las mujeres hasta hace poco tiempo, de mantenimiento de
la familia y básicas para la reproducción del grupo: procrear, alimentar, limpiar y vestir, cuidar a
personas mayores o enfermas, socializar y educar a los hijos, etc.
7 Generalmente denominados de “ayuda familiar”.
8 En la zona de medianías la cercanía a los principales núcleos urbanos (Las Palmas, Telde,...) o el
establecimiento de zonas de residencia de la burguesía agraria o comercial (zona del Monte Lentiscal
en Santa Brígida, Teror, Arucas,...), este tipo de trabajo ha sido, y es, de gran importancia: sea como
“sirvientas”, cuidadoras de niños, planchadoras, lavanderas, etc.
9 Estas son las tres principales zonas loceras de la isla de Gran Canaria aunque el trabajo de campo de
nuestra investigación sólo se realizó en la Atalaya de Santa Brígida.
10 En la investigación realizamos entrevistas en diversos asentamientos ubicados en el barranco
Guiniguada, zona de importante agricultura de regadío.