NUEVAS VERSIONES Y CONCEPCIONES
DE LA HISTORIA DE CANARIAS
EN LA HISTORIOGRAFIA CONTEMPORANEA
MANUEL MORENO ALONSO
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
«...questi (gl'isolani) per la natura del luogo maritimo et per
l'inf1uentie deUe steUe, et per le contrattioni e mercantie
secondo Platone non sono liberi in generale d'alcuni calunie et
vitii notabili. Conciosiacosa che la vita degli huomini in queste
isole sotto l'arte et mercantie si regge da filosofia chiamata
etTectiva, aUa quale ha forza il segno movibile del Cancro, et la
varie nature deUa luna».
(L. TORRIANI, Descrittione et historie del regno de ['Isole
Canarie, ch. 42, p. 152).
La literalidad del título de la presente ponencia a los Coloquios
de Historia de las Palmas, de 1986, ha sido impuesta como sugerencia
de las conclusiones de los Coloquios anteriores, de hace dos
años. Y su aceptación por parte del responsable de estas líneas exige
una explicación de entrada, y como todas las de este carácter, autojustificativa.
Acometer una síntesis general de lo que se dice de
Canarias en las historias de nuestro tiempo, desde los estudios dedicados
al problema aborigen hasta la etapa postautonomista, es una
tarea que escapa necesariamente a cualquier estudio de este género.
Pero, por otra parte, está el problema de la idoneidad del autor que,
si atento a la historia de Canarias y a la de la historiografía española
general (por sus estudios al menos de historiografía romántica)
tiene muy limitada autoridad para hablar en Canarias de cómo sus
historiadores conciben y escriben la propia historia de su archipiélago.
Las Actas de los Coloquios anteriores, en su vertiente específicamente
canaria, así como las publicaciones del Museo Canario, la
Revista de Historia y el Anuario de Estudios Atlánticos son un
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claro índice de las «nuevas versiones y concepciones de la historia
de Canarias en la historiografía contemporánea». Pero ni estas versiones,
ni las realizadas a nivel de monografías específicas sobre el
pasado o el presente del archipiélago (la muy abundante bibliografía
histórica insular), que todos los asistentes a los VII Coloquios conocen
de sobra, serán objeto de la presente ponencia. Este atenderá, en
sus rasgos fundamentales -yen una perspectiva de largo tiempoa
la imagen que «desde fuera» se ha tenido y se tiene de la historia
de las islas; y, todo lo más, de la escasa recepción que hasta el presente
ha tenido la historia regional (desde los estudios locales a los
monográficos de carácter muy específico) en la historiografía de
ámbito nacional.
La originalidad de la historia canaria
La historiografía, como exponente principal, del carácter o del
ser de una realidad determinada, muestra de forma excepcional no
sólo el significado de un hecho más o menos concreto (la descripción
o la exposición del pasado de Canarias, en el caso presente) sino
también la significación de un conjunto complejo de elementos más
o menos ajenos. La profesionalización de la historiografía tras el positivismo
de la segunda mitad del siglo pasado no impidió entonces, ni
mucho menos después con la crisis y desprestigio de éste, la aproximación
infinita de enfoques o simplemente de intencionalidad a la
realidad mucho más allá del método o del rigor histórico 1
• Con frecuencia
imágenes poco rigurosas, y con una metodología más que
discutible o simplemente inaceptable desde un punto de vista historiográfico,
tienen mayor «vigencia» o cuentan, desde fuera, con un
mayor consenso ajeno desde luego a la realidad histórica. Dichas
imágenes, aun sin ser producto de un estudio riguroso ni científico,
son susceptibles de una valoración historiográfica por cuanto pueden
condicionar, influir o distorsionar la comprensión de la realidad.
1. Cfr. Georg. G. Iggers, The <Methodenstreit» in International Perspective.
The Reorientation 01 Historical Studies at the Turn Irom yhe Nineteenth to the
Twentieth Century. En «Storia della Storiografia». Rivista Internazionale (Milano,
1984), núm. 6, pp. 21-32.
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Estas consideraciones son evidentemente aplicables a cualquier realidad
histórica, a cualquier grupo social o a cualquier nación.
Dentro de la historia de los pueblos de España, el archipiélago
canario, por su condición insular, su situación geográfica y su vinculación
concreta a la Corona de Castilla, tras la conquista, tiene una
originalidad específica. Las condiciones mencionadas hacen que su
historiografía haya presentado, presente o pueda presentar elementos
o novedades absolutamente autóctonas, no homologables en
algunos aspectos a otras tierras o pueblos peninsulares. En el marco
concreto de la historiografía, la historia de Canarias, en su significación
general, es una realidad que puede ser entendida de forma muy
diversa desde el punto de vista primario de su intencionalidad, más
allá de lo que dice el documento o de lo que creemos que pasa en
Andalucía o Castilla.
En un estudio, por ejemplo, dedicado a la historia de Canarias a
comienzos del siglo XVI -época fundamental para el futuro del
archipiélago- y realizado desde «fuera» de éste2, su autor ha pretendido
«describir una temprana sociedad colonial atlántica en
todos sus aspectos»: el origen de los colonos, su distribución, sus
actividades económicas, las instituciones políticas, el «contacto cultural
» con los indígenas así como la vida moral o religiosa. Pero,
según se dice a comienzo de esta historia de las islas Canarias después
de la conquista el historiador -se refiere específicamente a los
«especialistas» en cualquier aspecto de la historia de ese períodopueden
acercarse al libro, «como viajeros a la tierra de Oz», a la
busca de muy diferentes elementos. Por ejemplo, los historiadores
de la monarquía hispana podrían interesarse por el hecho de si la
experencia castellana en las islas contribuyó a la transmisión de
«formas de vida y métodos de gobierno de la Península Ibérica al
Nuevo Mundo a través del Atlántico». Por su parte los historiadores
interesados en historia colonial comparada considerarían el caso
canario desde el punto ,de vista de sus diferencias o semejanzas con
otros ensayos coloniales anteriores o posteriores al del archipiélago
atlántico en el siglo XVI. Los estudiosos de las «sociedades de fron-
2. Felipe Fernández-Armesto, The Canary islands after the Conquest. The
making 01 a colonial Society in the Early Sixteenth Century. Oxford, 1982;
244 págs.
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tera» verían las Canarias co,no «un ejemplo en sus propios campos
»; mientras otros se interesarían principalmente «en los motivos
que animaron la edad de la expansión y por la contribución del caso
canario a su esclarecimiento)~. Los historiadores del comercio, por
su parte, podrían interesarse por las posibles modificaciones o por la
singularidad del fenómeno canario en el Atlántico entre América y
el Viejo Mundo; mientras otros podían ver las Canarias como «el
primer campo de encuentro, conflicto y coexistencia entre una relativamente
avanzada civilización de colonizadores europeos y una
relativamente atrasada cultura de primitivos indígenas». Finalmente,
los historiadores de las Canarias ~ small but gallant band,
se dice en las páginas introductorias- podrían interesarse especialmente
por la influencia de este período de formación sobre la posterior
historia del archipiélago. La conclusión, por cierto, de este libro
será principalmente la de que en cuanto a su proceso colonial, la
experiencia canaria será un espejo en el Atlántico del caso mediterráneo
aunque con sus peculiares diferencias3
•
Con estas consideraciones anteriores, evidentemente incompletas
pero interesantes desde el punto de vista de la consideración de
Canarias como un ensayo de trascendencia histórica más allá de lo
regional, se advierte que las posibles «versiones y concepciones» de
la historia del Archipiélago en la historiografía de hoy puede ser infinita.
Esto significa naturalmente que el pasado y el presente de
Canarias, por su originalidad ya mencionada, tiene un valor específico
propio de gran interés mucho más allá de su realidad regional.
El esclarecimiento de éste, realizado desde Canarias en su vertiente
historia, es y será fundamental, pero los historiadores canarios deberán
ser conscientes cada vez más que la historia de sus islas va
mucho más allá de los horizontes que se divisan desde sus costas y
playas4• Y es precisamente ésta la mayor originalidad, y también la
más interesante, de la historia de Canarias, y en cuya parcela queda
mucho por hacer.
3. «For alla their Mediterraean origins, they were products of subtle transmutation.
Each stage of European expansion occurring in a new setting and new circunstances,
diiP1ayed novelties as well as continuity. To change the metaphor, if the
Atlantic was a mirror ofthe mediterraean, it was a distorting mirror. The new worlds
reflected the old without reproducing it» (op. cit., p. 210).
4. En los Coloquios de 1977, el Sr. Morales Padrón, refiriéndose a los objetivos
propuestos ya a partir de la convocatoria anterior -la primera, de 1976- señalaba
la necesidad de «buscar la verdad histórica, rehacer objetivamente el pasado,
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La historiografia insular
A fmales del siglo XVI, cuando Fray Alonso de Espinosa publica
en Sevilla su libro sobre Nuestra Señora de Candelaria, que apareció
en la isla de Tenerzfe, con la descripción de esta islas, hizo en el
mismo hasta una breve reseña de los autores de su tiempo que
habían escrito o estaban escribiendo la historia de las islas6
• Aludía
por ejemplo al doctor Fiesco, de quien decía que «va escribiendo
una larga y curiosa historia» de la isla de Gran Canaria. Es esto todo
cuanto se sabe de la obra de este autor, cuya historia «si es que efectivamente
había empezado a escribirla -ha señalado su comentarista
y editor Alejandro Cioranescu- o bien quedaría sin terminar
o, si no, debió de perserse, ya que ningún otro investigador después
del padre Espinosa, ha llegado a verla» 7. Detalle éste revelador de la
existencia ya en aquella época de toda una historiografía insular cultivada
por individuos nacidos fuera del Archipiélago y de orígenes y
formación cosmopolita que se sintieron atraídos por las islas. Lo
poco que se sabe de este doctor Fiesco -según papeles de la
Inquisición- es que era natural de Cádiz, e hijo de un genovés, de
nombre probable Fieschi, que vino como médico asalariado a Gran
Canaria, llamado por el Cabildo eclesiástico de la Iglesia de las Palmas.
Por entonces -hacia 1590- es la fecha de los trabajos históricos
de Abreu Galindo y de Torriani, de todo lo cual se infiere -en
palabras de Cioranescu- que «el doctor Fiesco no era un caso aislado,
sino que~ sus actividades históricas pertenecen a todo un movimiento
de ideas y probablemente a un intercambio que debía ser
bastante activo».
interpretándolo desde nuestra perspectiva y con nuestras fuentes; ver qué significó ese
pretérito para los hombres de entonces y lo que puede significar para nosotros» (presentación,
p. 7).
5. Del origen y milagros de la Santa Imagen de nuestra Señora de Candelaria,
que apareció en la isla de Tenerife. con la descripción de esta isla. Compuesto por el
padre Fray Alonso de Espinosa, de la Orden de Predicadores. Impreso en Sevilla, en
casa de Juan de León. Afio de 1594. A costa de Fernando Mexia, mercader de libros.
El libro ha sido reeditado recientemente.
6. Libro I1I, cap. 1, pág.. 57 de la ed. de Santa Cruz de Tenerife de
1952.
7. Alejandro Cioranescu, <<El doctor Fiesco» historiador de Gran Canaria.
Revista de Historia Canaria (La Laguna, 1959), núms. 125-126, 127-128, pp. 203209.
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I
En el libro sobre la aparición de Nuestra Señora Candelaria,
de 1954, su autor da en su P,rohemio toda una lección sabrosísima
de cómo concebía su historia y de cual era su versión de los hechos.
Comenzaba confesando el injcio de su interés por el hecho en cuestión
cuando «...muchos años ha que allá en las remotas partes de las
Indias (en la provincia de Guatemala, donde me vistieron el ábito de
la religión) tuve desta Santa Imagen noticia (mas dónde no se tendrá),
y oí contar prodigiosas cosas della». Y añadía que «desde entonces
me vino un deseo y cobdicia de verla (que cumple los justos
deseos) que rodeó los tiempos de suerte que viene a esta isla de
Tenerife, donde satisfize mi deseo, no sin grande alegría y admiración,
por ver que era mucho más sin comparación alguna, lo que vía y
gustava que lo que avía oydo, ni lo que la fama parlera pregonava».
Se advierten en sus palabras principalmente las motivaciones de
toda investigación historiográfica, independientemente del tópico a
tratar: la inquietud y curiosidad, ante todo, y por supuesto el inicio
de la inquietud que le estimula a continuar sus pesquisas sin importarle
la distancia ni los inconvenientes tampoco. Y, finalmente, terminará
por entusiasmarse tanto por el tópico como por el lugar al
que acude, en este caso «esta isla de Tenerife», donde satisfizo su
deseo no sin grande alegría ni admiración». No deja de ser significativo
el hecho de que las «prodigiosas cosas» que oyó contar las
oyera en América, en tierras guatemaltecas, siendo precisamente el
tal Espinosa uno de los primeros autores que investigan desde el
Nuevo Mundo el Viej0 8. Pero aún nos dice más en su Prohemio
acerca del método utilizado en su pesquisa: «... Y movido no sé de
que espíritu, me quise informar de raiz del origen desta santa reliquia,
y no hallando cosa alguna escrita que me satisfiziese, no
poco cuydado me dio. Y aunque me determinó a inquirirlo, y lo
puso por obra, no saqué entonces cosa a luz, porque no hallé favor
en mis perlados. - Aparte de la incomprensión de sus cofrades y
superiores, otra dificultad que no silencia era la de investigar históricamente
algo tan poco natural (tan poco histórico, podría decirse)
8. De Fray Alonso de Espinosa se ocupó ampliamente el dominico Pedro
HenríquezUreña en su intento por presentar el primer libro de escritor americano
publicado, aún cuando el autor Del origen y milagros de la Candelaria se les ha atribuido
diversas procedencias, desde Alcalá a Santo Domingo o Guatemala (cfr. su trabajo,
El primer libro de escritor americano, en «The Romanic Review», 1916, pp.
284-287).
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como la aparición de Nuestra Señora en Tenerife. «ysi en la computación
de los años uviere algún descuydo -nos dice-, no es de
culpalme, pues se tomó tan tarde este negocio, que a poco más no
uviera memoria dél. Pero esté cierto que en lo esencial de la hystoría
no lo avrá, si nó toda verdad y fidelidad que moralmente se
pudiera guardar pues la materia no requiere menos.»
Importa subrayar lo que dice sobre la descripción de la isla en
que tuvo lugar el prodigioso hecho, y que metodológicamente, «para
más claridad y distinción dividimos la historia o narración en quatro
libros» (en el primero, en efecto, hará la descripción de Tenerife, de
sus calidades y costumbres de sus habitantes, ocupándose en el tercero
de su conquista' y de los conquistadores; mientras en los libritos
segundo y tercero se ocupará respectivamente de la aparición y de
los milagros consiguientes). Ante todo comienza por advertir que
«lo queescrivo de la isla y de los naturales della y de sus costumbres,
lo he averiguado con la más certidumbre que he podido, escogiendo
de mucho lo más cierto y llegado a razón y más recebido.
Pues lo que trato de conquista, guerras y conquistadores, parte, y
la más es de oyda; y parte es sacado de los archivos y escritores que
en pleytos que entre partes se tratavan sobre tierras y possesiones
he hallado; y si no fuere tan por extenso todo contado como ello
passó, no es culpa mía pues no me pude hallar presente quando
ello pasó, ni ay hombre en las islas todas que lo viese, y vale más
saber algo aunque breve y confuso que no quedar de todo ayuno».
Verdaderamente, la lección de este historiadorprimitivo de las Canrias
es digna de tenerse en cuanta en nuestro tiempo, cuando se
intenta aprovechar en su sentido más amplio las fuentes orales y
escritas, y cuando siempre se escribe con las limitaciones propias de
la historia, que no permita recuperar en su totalidad lo sucedido en
el tiempo. Del Prohemio de Fray Alonso se desprenden enseñanzas
de plena vigencia en los procedimientos historiográficos de hoy,
ap.licables lo mismo a Tenerife que a cualquier otro espacio o suceso
en el tiempo.
En la Historia General de las Islas Canarias de Agustín
Millares Torres, publicada a finales del siglo XIX, y hoy por hoy aún
insustituible y vigente9
, comenzaba por señalar su autor que «la his-
9. La obra ha sido «completada con colaboraciones actuales de diversos especialistas
» y, como tal, publicada en seis volúmenes en Santa Cruz de Tenerife,
1975.
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toria de las Islas Canarias no se ha escrito todavía». Y, asediado por
las dificultades propias de quienes se aventuran a compendiar el
tiempo histórico como le ocurriera, desde su caso particular a Fray
Alonso de lEspinosa varios siglos atrás, se hacía la pregunta incluso
de si era «digna de escribirse». Según las palabras de la introducción
a la obra, el autor de la misma tan solo creía en la posibilidad
de una historia general, de carácter realmente universal, de la que la
de Canarias era tan sólo una diminuta aunque representativa expresión.
Lejos de todo particularismo limitador, bien de carácter espacial
o ideológico, advertía que «ha llegado el momento en que no
hay fronteras para la inteligencia. Un lazo universal une a los pueblos,
fundiéndolos en un interés común. La historia particular de
cada agrupación será hoy el lazo invisible que eslabone cada raza,
cada nación, cada pueblo a la historia general de la humanidad». Es
muy posible que se deba precisamente a esta idea tanto la vigencia
de la obra como de real valor historiográfico en la que se encuentran
notas y planteamientos de gran solvencia10.
La Historia de las Islas Canarias de Millares es fundamental
en la historiografía española de carácter regional. Precisamente por
su concepción anteriormente señalada se diferencia de las obras
regionalistas aparecidas en la Península por entonces 11. Es más
moderna, y no peca ni de estrecheces intelectuales tan generales en
las de entonces ni de falta de rigor o desfiguración de la realidad.
Prototipo de la mejor historiografía liberal burguesa, es crítica en la
línea del positivismo extranjero de la época, con la ventaja de que
pretende comprender el pasado desde un punto de partida actual. En
el fondo de la obra hay una preocupación constante de historiador
humanista, de vocación cosmopolita y de cierta visión filosófica que
le aleja del provincialismo al uso de los eruditos locales de la época.
La obra, por otra parte, se escribió en un momento de un inte-
10. De lo que se dice sobre la Historia General de Millares por historiadores
canarios actuales (A. Millares Cantero, José R. Santana, A. Bethencourt)en la adaptación
moderna de la obra, su autor, a pesar de las limitaciones de su formación, es
«un historiador de raza, muy moderno» (p. 57).
11. Cfr. Manuel Moreno Alonso, El sentimiento nacionalista en la historiografia
española del siglo XIX. En «Nation et Nationalités en Espagne XIXe_XX
e s.»,
Actes du colloque international organisé du 28 au 31 marso ti Paris par la Fondation
Singer-Polignac. París. 1985. pp. 63-122.
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rés especial por el pasado canario, posterior al denominado
romanticismo isleño, siempre en relación desde luego con el precedente
de la Ilustración canaria, representada sobre todo por el nombre
de Viera y Clavijo. Desde un punto de vista historiográfico, el
romanticismo isleño se interesó vivamente por el pasado, intentando
recuperar tanto la civilización aborigen como la cultura clásica
canaria desde Cairasco a Viera. La «Revista Isleña», las
reediciones de Espinosa y Núñez de la Peña, las impresiones de
Sosa, Abreu Galindo y Castillo, o las traducciones de obras de
canaristas ilustres extranjeros (Webb, Berthelot) son un indicio del
fervor por el pasado de la generación de Millares Torres12.
Lo que podría denominarse como historiografía regional canaria
está muy lejos de la historia-ficción de un nacionalismo real que en
los últimos años ha obsesionado a los historiadores de todas las tierras
de España. La debilidad del movimiento nacionalista canario l3
no podía dar consistencia a una historiografía postromántica de este
carácter. Hasta cierto punto puede decirse que ocurre justamente lo
contrario. Por su dependencia extranjera -la época de la «The
Grand Canary Goaling»- y tanto por la biporalidad o pluripolaridad
isleña se valora, como hace Millares, lo general, el optimismo
colectivo, o la visión ilustrada en favor de la tolerancia y la comprensión
de los pueblos. En realidad desde la Ley de Puertos Francos
de 1852, la burguesía canaria incrementa su vocación
cosmopolita que ha llegado a nuestros días, aún en tiempos del
«nuevo nacionalismo». La historia de Canarias es pura historia de
España; y el desideratum famoso de Galdós (<<nosotros, los más
distantes, seamos los más próximos en el corazón de la patria» ) en
su discurso de 1900 sobre La fe nacional es un hecho indiscutible.
El nacionalismo o el pretendido separatismo (se cita hasta una conspiración
separatista en 1810) es un mito más que aunque presione la
historiografía insular será siempre discutible.
12. Cfr. las consideraciones previas ah nueva ed. de la obra por los citados A.
Millares y J.R. Santana, «Agustín Millares Torres y su obra, una generación de
liberales heterodoxos». El autor de la Historia General publicó en 1860 una Historia
de la Gran Canaria «con el doble objeto de satisfacer mi afición a esta clase de
estudios y defender a esta isla de su rival Tenerife», cuando su visión del pasado era
aún provinciano.
13. Cfr. Francisco Morales Padrón, El nacionalismo canario. En «Nation et
nationalités en Espagne», cito pp. 371-389.
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No deja de ser significativo lo que en su Historia de Santa
Cruz de Tenerzfe, ha señalado Alejandro Cioranescu: que <<la historia
de Santa Cruz es difícil que sea solo la historia de Santa Cruz.
Hemos dicho que la documentación es lateral y fundamentalmente
ajena al tema: o sea, que trata del puerto visto desde fuera, o de las
circunstancias generales en que Santa Cruz es un detalle más. El
lugar, puerto, luego villa, luego ciudad, ha tenido una vida propia
y, por consiguiente, puede tener una historia propia. Pero esta historia
ha sido insignificante en sus principios y sería indescifrable
en la época modema si intentáramos reducirla a sí misma. El
pasado depende de muchas cosas, como el presente: y este nexo de
interdependencia nos lleva 'a menudo, aparentemente, lejos de
Santa Cruz. El pasado de Santa Cruz es también el de la Laguna
y de las islas, el de España y del mundo occidental, el de la inmigración
y la emigración, la navegación, el comercio intemacional,
la trata de esclavos, la piratería. Estrictamente estos temas no son
canarios ni santacruceros: sin embargo no sepuedeprescindir de
ellos si se quiere comprender la vida local». Cioranescu advierte·
que «un comerciante canario sentía mayor solidaridad de grupo y
tenía más cosas en común con un comerciante francés o irlandés que
con un pescador de la misma isla que él», rasgo, por otra parte,
común, en efecto, a todas las sociedades14.
Evidentemente, desde la publicación de la Historia General de
las Islas Canarias, la historiografia insular ha experimentado un
gran avance, paralelo al desarrollado en términos generales por la
historiografía nacional. La misma aportación que historiadores
canarios han realizado en los últimos años al campo de la historia
nacional ha sido y sigue siendo fundamental. En realidad, por historiografía
insular no solamente debe entenderse el conjunto de estudios
históricos dedicados a las islas por historiadores ya sean
canarios, peninsulares o extranjeros sino la contribución de los primeros
de estos a otros campos o espacios geográficos, por más que
nos refiramos fundamentalmente a los estudios dedicados el esclarecimiento
de la historia del archipiélago. De cualquier forma en
todos, practicamente sin excepción, puede notarse el común «amor
14. Historia de Santa Cruz de Tenerife. Sta. Cruz, 1977, págs. 11 y 307 del
Vol. I.
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a mi patria» por el que ya en el siglo XVII el licenciado Núñez de la
Peña pedía disculpas al «amigo lector» que no fuera del valle de
Taoro, donde había tales manzanas que «por no hallarse en otras
partes de esta calidad se llevan a diferentes Reinos, como a Inglaterra,
Flandes, Indias y a los puertos de España...»15.
La bibliografía histórica canaria reciente no ha sido objeto de
un estudio detallado ni de una valoración objetiva. Y quienes se han
ocupado del tema tangencialmente lo han hecho desde posturas de
optimismo muy diferentes. Desde la aparición de la Historia General
de Millares, la historiografia canaria cuenta con títulos notables y
con figuras de valor indiscutible l6, por más que sea aún mucho lo
que falta por hacer. En un informe relativamente reciente sobre el
panorama de la historiografía canaria se señalaba que «en el
momento presente, hacer un balance aproximativo de los trabajos
-algunos de ellos en curso de elaboración-, sobre la historia regional
de Canarias nos parece demasiado apresurado, dada la escasez
de publicaciones y la pobreza de planteamientos de algunas de ellas,
y la ingente labor que viene desarrollándose, en comparación con
etapas anteriores» 17.
En general, durante estos últimos años, cabe destacar, primero,_
la reedición de autores y obras clásicas de historia canaria, y el
intento de presentar de forma diferente ensayos de historia global de
las islas l8 • Paralelamente, en el campo de lo que puede denominarse
historiografía regional moderna se ha producido una renovación de
los trabajos tradicionales de erudición, con un metodología más arti-
15. Conquista y antigüedades de las islas de Gran Canaria y su descripción.
con muchas advertencias de sus privilegios. conquistadores. pobladores y otras particularidades.
en la muy poderosa isla de Tenerife. dirigido a la milagrosa imagen
de nuestra señora de Canxelaria. Compuesto por el licenciado don Juan Núñez de la
Peña, natural de dicha isla de Tenerife en la ciudad de la Laguna, Impreso en Madrid
año 1676. Reimpreso en Santa Cruz de Tenerife, en «Biblioteca Isleña», 1847.
16. Cfr. lo que sobre el desarrollo de las investigaciones históricas canarias tras
Millares Torres», escribe A. Bethencourt Massieu en la Historia General de este
último (1, 55-74).
17. biforme Canarias. presentado por A. M. Bernal y A. Macias al X Coloquio
de Pau, sobre Historiografta española contemporánea. Madrid, 1980, pp. 462467.
.18. Tales son las visiones globales que van desde laSintesis de historia.económica
de Canarias de V. Morales Lezcano (1966) al Ensayo sobre historia de Canarias
de J. A. Alemán y otros (1978).
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culada y un abordamiento de los temas más riguroso y sugerente.
Las contribuciones en el campo de la demografíal9
, historia agraria20
, comerci02J
, papel de la burguesía tanto en sus relaciones con el
poder polític022 como con sus vinculaciones extranjeras23 han sido
importantes. Y lo mismo cabe decir de los estudios dedicados a la
historia religiosa24, movimientos sociales25 o relaciones con América26
• La valoración del espacio canario dentro de la órbita atlántica
fue objeto de un Congreso que corrió paralelo a los anteriores Coloquios
de Historia Canario-americana.
En respuesta a la cuestión de cuáles son las perspectivas de la
investigación en Canarias, los autores del Informe citado señalan
los siguientes aspectos:primero, la fragmentación de temas yesfuerzos
en la tarea emprendida; segundo, la falta de una línea clara de
investigación y de un programa coherente; tercero, efectos desorien-
19. J. F. Martín Ruiz se ha ocupado de la demografía histórica (1485-1860) del
NW. de Gran Canaria y de la población de las Canarias orientales, mientras M.
Goderch Figueroa la estudiado la evolución de la población de La Laguna entre 1750
y 1860; Y E. Burriel de Orueta de la evolución moderna de la población de
Canarias.
20. Los temas estudiados con preferencia han sido los relativos a la organización
de los espacios cultivados, productos típicos de la economía agraria desde el
tomate al plátano o el tema de la desamortización.
21. Tal puede ser el estudio de V. Morales Lezcano, Relaciones mercantiles
entre Inglaterra y los Archipiélagos del Atlántico Ibérico. Su estructura y su historia
(1503-1783), La Laguna, 1970.
22. El estudio de la pugna por el poder a nível provincial, con los enfrentamientos
locales realizado por M. Guimerá Peraza y T. Noreña Salto ha sido analizado
desde la visión federalismo-centralismo por A. Millares Cantero. Y el estudio por
ejemplo de una asociación de ideología burguesa como la masonería puede llevar a
análisis de relaciones y de intercambios materíales e ideológícos de carácter muy
vario. (Cfr. Manuel de Paz Sánchez, Reflexiones metodológicas en torno a la historia
masónica del archipiélago canario. En «La masonería en la Historia de España,
coordinada por l.A. Ferrer Benimeli, Zaragoza, 1985, pp. 239-256.)
23. Es de destacar muy en primer lugar el libro de Agustín Guimerá Ravina,
Burguesía extranjera y comercio atlántico. La empresa comercial irlandesa en
Canarias (1703-1771). Santa Cruz de Tenerife, 1985.
24. Una ponencia, presentada a estos mismos Coloquios, trata justo de este
tema fundamental, y poco estudiado.
25. Tales los estudios, de carácter muy vario, que van desde el estudio de la
esclavitud (estudiada en las islas orientales en el siglo XVI por M. Lobo) hasta los de
O. Brito Rodríguez sobre el moviminto obrero.
26. Cfr. las Actas de los anteriores Coloquios.
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Nuevas versiones y concepciones de la Historia de Canarias... 321
tadores por ejemplo de la Universidad por el trasiego de profesores
en lo que se refiere a los enfoques y elección de temas y metodología;
y cuatro, debilidad de la base conceptual desde la que se inician
las investigaciones (en lo que se refiere al campo de la historia económica,
por ejemplo, se indica que «se habla de comercio, producción,
precios, rentas, palabras que parecen estar ya de moda entre
los historiadores canarios, pero que aún están vacías de contenido
» ). Con todo el nivel de la historiografía insular creemos que no
está por debajo del existente en la mayoría de las regiones peninsulares.
La diversidad de la propia historia canaria, las relaciones múltiples
de las islas y de sus pobladores así como la riqueza de sus
fuentes en archivos y bibliotecas insulares, nacionales o extranjeras
hace que la materia prima ofrezca grandes posibilidades: la mies,
evidentemente, es mucha.
La historia del archipiélago en la historiografía nacional
Desde la conquista de las Canarias, la historia de las islas fue
asumida por la historiografía nacional. La visión providencialista de
ésta, desde la Baja Edad Media, hace suya la incorporación de las
islas a Castilla. Mosén Diego de Valera, cronista de los Reyes Católicos,
escribirá por ejemplo que «los serenísimos príncipes don Fernando
y doña Isabel, con entrañable deseo que han avido e tienen a
servicio de Nuestro Señor, no solamente han querido fazer guerra a
los moros enemigos de nuestra sancta fe, mas trabajaron por ella
convertir los canarios, que de tantos siglos acá han estado fuera de
conoscimiento de Nuestro Señor»27. y desde entonces puede decirse
que las islas Canarias no son sino una prolongación espacio temporal
de la historia de Castilla: una historia hecha y escrita fundamentalmente
desde Castilla y por castellanos (en el sentido amplio del
término como sinónimo de lo nacional).
A diferencia de otras tierras de España, el archipiélago canario
está ausente de la historiografía nacional una vez incorporado a
27. Capítulo de la Crónica de los RR. CC. de Mosén Diego de Valera, que
trata de la conquista de Gran Canaria. Con facsímil del fragmento del Códice que
poseyó Zurita, y que hoy se conserva en el Museo Británico de Londres. En Fontes
rerum Canariarum (La Laguna, 1934), 11, 108.
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322 Manuel Moreno Alonso
Castilla. Las clásicas historias de España desde Mariana hasta
Lafuente, y las posteriores a ésta, se olvidan del archipiélago canario
una vez que este es incorporado a Castilla. Cierto que la historiografía
española nunca ha tenido una preocupación regional, pero por
su ausencia brilla aún más en el caso canario. Don Julio Caro
Baroja, por ejemplo, en su conocida obra Los pueblos de España,
aún cuando se ocupe fundamentalmente bien de la historia antigua
de la Península (primer volumen) o bien de sus regiones actuales de
ésta desde un punto de vista etnológico, aún incluyendo las islas
Baleares y Pitiusas28
, no se ocupa de las Canarias. Al hablar, por
cierto de la «descomposición de las características regionales»,
señala que «resulta grotesco sacar deducciones generales y constantes
estrictamente éticas de la consideración de hechos semejantes,
pero es triste reconocer que en España siempre hay la tendencia a
sacarlas»29. Tal vez sea, sin embargo, por esta tendencia por lo que
la desconsideración de la historia de Canarias sea verdaderamente
digna de atención.
En una aportación reciente, de carácter regional, a la historia
de España en el siglo XVIII se ha señalado que «es difícil comprender
las razones de esta falta de solidaridad para con la problemática
histórica canaria»30. Su autor ~Antonio M. Macías- da como probables
motivos de ello, la ambigüedad existente en torno a la ubicación
de las islas en el marco geográfico objeto de estudio. Así
mientras unos podían considerarla como el apéndice más próximo
del mundo colonial, y por tanto fuera de la órbita peninsular propiamente,
otros no llegaron atreverse a considerarla con «tonalidad
propia», y, en definitiva, las islas quedaron en realidad al margen.
La conclusión que saca al autor de esa «ausencia de referencias concretas
sobre el archipiélago» es la de su grave significación, «por
cuanto fue el primer espacio colonizado por Castilla y donde, en opinión
de varios autores, se pusieron a prueba las medidas iniciales de
política colonial castellana».
28. Los pueblos de España. Ed, de Istmo, 1976, 11, 162-164.
29. Los pueblos de España, 11, 18.
30. A. M. Macías Hernández, Canarias en el siglo XVIII: una sociedad en crisis.
En España en el siglo XVIII. «Homenaje a Pierre Vilar», ed. de Roberto Fernández,
Barcelona, 1985, p. 414.
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Nuevas versiones y concepciones de la Historia de Canarias... 323
Con todo, este tema, sin embargo, ha sido uno de los más estudiados
tanto por activa como por pasiva, hasta el punto de ponerse
en cuestión el hecho reconocido de si Canarias fue, en efecto, un
ensayo de la colonización americana3l
• Con la excepción de este
tópico, la historiografía nacional guarda silencio respecto de lo que
ocurre en Canarias. La causa de este olvido hay que buscarla, por
una parte, en la falta de curiosidad y de rigor de los historiadores
generales, y, por otra, en el hecho de que, por los motivos que sean,
la bibliografía regional canaria no ha sabido o no ha podido interesar
a los historiadores nacionales para quienes Canarias sigue siendo un
mundo distante. Ni que decir tiene que en la retórica al uso se
hablará de que las Afortunadas fueron siempre unas «islas indispensables
» y de que la inserción de Canarias en el mundo hispanoamericano
y en el circuito mercantil atlántico es un hecho
incotrovertible. Pero la cuestión, desde el punto de vista que nos
ocupa, es ver de qué manera está presente estas tierras en la historia
de España más allá de estos aspectos monográficos.
En una de las obras de historia de mayor mérito de la historiografía
española -Sociedad y Estado en el siglo XVIII español, de
don Antonio Domínguez Ortiz, primera edición de 1976- se ha trazado,
sin embargo, un esquema modélico de regionalización. Es un
«ensayo», según su autor, en el que se «intenta dar una visión sintética
de la infinita variedad del mosaico español». Su interés es evidente
tanto por su rigor en el tratamiento del tema como por la sabia
inserción de lo concreto espacial y temáticamente en el conjunto
nacional, y por supuesto sin la pedantería al uso en los escritores
modernos de historia. La obra -en que «se trata de dos historias
paralelas y a la vez indisociables que se desarrollan simultáneamente
»- ofrece un auténtico modelo de cómo abordar la historia
general de España incluyendo las aportaciones de las
investigaciones regionales, dándoles un sentido de comprensión
31. Desde los viejos estudios de Pérez Embid, o Silvio Zavala (La conquista de
Canarias y de América. Estudio comparativo, México 1948) a los más recientes de
E. Aznar Vallejo (La integración de las islas Canarias en la Corona de Castilla.
1478-1520. Santa Cruz de Tenerife, 1983) el tema es constante, «casi un tópico»,
que A. Guimerá denuncia como una «generalización excesiva» en ¿Canarias.
ensayo de la colonización americana?: el repartimiento de la tierra en la Española.
En América y la España del siglo XVI, Madrid, 1983,11, 175 Y ss.
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324 Manuel Moreno Alonso
amplio. En realidad hablar, por ejemplo, de Sociedad española refiriéndose
a siglos anteriores no deja de ser una expresión más o menos
abstracta y vaga, por encubrir tantas «situaciones heterogéneas». Al
insertar el espacio canario dentro de esta perspectiva, el maestro
Domínguez Ortiz logró dar -de acuerdo con el titulo de la presente
ponencia- una «nueva versión y concepción de la historia de Canarias
en la historiografía contemporánea», que es necesario
subrayar.
En el siglo XVIII -época de la que trata la obra citadaCanarias,
al igual que otros territorios peninsulares, formaba parte de
la Corona de Castilla. Y todos aquellos, aun cuando sus 9ondicionamientos
naturales, jurídicos y humanos eran diferentes de los de
Navarra, por ejemplo, o de los países de la Corona de Aragón, no
dejaban de conservar «hondas huellas y tradiciones particulares que
les daban un aire de parentesco común a pesar de sus grandes diferencias
en aspectos naturales, económicos y humanos». El primer
problema naturalmente que se presenta al pretender una historia de
este carácter es el de las desigualdades entre unas y otras áreas de
acuerdo con el nivel de sus respectivas tradiciones historiográficas.
Mientras -según confesión del autor de la obra- Cataluña contaba
con la obra de Pierre Vilar, y Galicia con algunas buenas monografías
que permitían elaborar una síntesis, «en otras -señalaba el
maestro Domínguez Ortiz- el terreno está aún casi virgen». De
aquí se desprende la necesidad de impulsar la historia regional en
todos sus aspectos, y que a nivel de espacios limitados aún presenta
tantas incógnitas. La deducción de esta evidencia es perogrullesca:
si Canarias -valga este ejemplo un tanto grosero- no ha sido estudiada
o no es conocida en el siglo XVIII por sus historiadores locales
o regionales difícilmente puede tener alguna presencia o ser tenida
en cuenta en la historiografía nacional.
Hay también un problema de fuentes que se presenta al historiador
regional (y que es justo el contrario al que tiene que resolver
el que se ocupa de temas generales): que aquellas no se encuentran
exclusivamente en Canarias, sino también, y muy particularmente,
en el caso del archipiélago canario en depósitos archivísticos o
bibliográficos existentes por ejemplo en Simancas, Madrid, Sevilla o
el extranjero. Para estudiar la población canaria -por ejemplo- es
necesario analizar los libros parroquiales o los datos que puede dar
Viera y Clavijo en sus Noticias, pero también los censos de la
época, las noticias indirectas en otros documentos de carácter dife-
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
Nuevas versiones y concepciones de la Historia de Canan·as... 325
rente o en relatos de 'viajeros. Y, por supuesto, la comparación de lo
que ocurre en un espacio y otro, dentro del mismo archipiélago o
fuera de éste, es fundamental si se quiere comprender verdaderamente
el pasado de una sociedad cualquiera. Cierto que la lejanía de
los centros rectores, o el absentismo o la presencia particular de los
extranjeros introducía aspectos nuevos pero todos ellos, estudiados
debidamente, pueden arrojar de forma plural lo que es imprescindible
en toda historia regional. Domínguez Ortiz, al referirse concretamente
a los abusos existentes en Tenerife en 1735 (según la
documentación existente en el Archivo Histórico Nacional), y
según los cuales se pedía al Consejo que no fueran allá receptores
por los muchos gastos que ocasionaban concluye que «sin un estudio
detenido del voluminoso expediente es difícil decidir si la petición
estaba inspirada en el bien público o en el temor de que se
descubrieran las conclusiones y manejos entre los corregidores y las
oligarquías 10cales»32.
No deja de ser significativo sin embargo las escasas referencias
a bibliografía canaria existente en la mencionada obra; lo que da una
idea del grado de conocimiento de la historiografía insular en el
panorama de la historia de España (del siglo XVIII) a la sazón. Y en
la apretada síntesis de regionalización, dentro del conjunto nacional,
el archipiélago aparece descrito en sus relaciones con la Península y
con el Nuevo Mundo y en su vida interna: su población, las acometidas
piráticas y erupciones volcánicas, los problemas de su agricultura
(aunque con las difrencias propias entre unas islas y otras), la
tendencia a la emigración y las características de su organización
administrativa y formas de vida. Conviene también la consideración
del autor de que «recorrer nuestro pasado de manos de la historia
tradicional es como viajar por las rutas archiconocidas del ferrocarril
y las carreteras de primer orden. La historia actual quiere también
saber de la existencia muda y anónima de los pueblos
olvidados, los paisajes inmóviles y los rincones inéditos. Esta exigencia
es, si cabe, más urgente, en un país de tan fuertes contrastes
regionales como el nuestro». Y evidente, por último, según sus palabras,
«en conjunto debe reconocerse que Canarias añadía una tonalidad
propia al grande y variado mosaico español».
32. Sociedad y estado en el siglo XVIII español. pp. 234-238.
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326 Manuel Moreno Alonso
La tradición de los estudios extranjeros
Sin caer en el tópico, puede decirse que el interés por las islas
Canarias, en medio del tenebroso océano, ha llamado la atención de
los extranjeros desde los tiempos de Platón. Y desde su redescubrimiento
en el primer tercio del siglo XIV está presente en la tradición
literaria del Viejo Mundo: figura ya en el portulano de Angelino
Dulcert, de 1339. El episodio del viaje a las islas Afortunadas -que
llama isole Felici, XV, 35- será uno de los más conocidos de la
Jerusalén Libertada del Tasso, con la particularidad de que se
refiere a las Canarias en la época de la primera cruzada, que es
cuando transcurre la acción del poema33
• Desde el Renacimiento, y
particularmente, desde la época de los descubrimientos, el célebre
jardín de Armida será bien visitado por los extranjeros, algunos de
los cuales escribirán hasta sus experiencias personales al tiempo que
ofrecían una descripción de las islas J4
• Levino Apolonio, historiador
de tierras del Nuevo Mund03S, y que, en 1570, se estableció en
Tenerife y después en la Palma como «profesor de Gramática», con
la particularidad de que el Cabildo decidió subirle su salario en atención
a que «a servido tan bien a esta república el año pasado, en que
enseña de balde a muchos p~bres e a frayres e qu'es onbre doto». A
33. Cfr. A. Cioranescu, Torcuato Tasso y las islas Afortunadas. «Anuario de
Estudios Atlánticos (1955), núm. 1, pp. 11-17.
34. Tal es el caso de Thomas Nichols, quien hacia 1556 fue enviado a Tenerife
con objeto de aprender la lengua para después servir de factor comercial en las islas.
En la dedicatoria, este mercader inglés, natural de Gloucester, señalará la costumbre
de los «pobres peregrinos», quienes, después de su «cansado viaje y de su regreso a
su región natural» acostumbraban comunicar la verdad «sobre todas las cosas dignas
de saberse y vistas por ellos, a sus particulares o aficionados a esta clase de conocimientos
». Señala igualmente que la causa por la que se decidió escribir aquél opúsculo
fue la obra de un francés, un tal André Thevet, que escribió «de oídas sobre las
Islas Afortunadas. Sin embargo yo, pobre peregrino, puedo llamar a estas islas desafortunadas:
ya que allí fue donde me prendieron por hereje, y por enemigo declarado
de la Iglesia Romana, y donde estuve detenido durante cinco años en la Sangrienta
Inquisición; y ahora vengo aquí, a ofrecer esta obrita a vuestra dignidad...» Cfr. la ed.
y traducción de su Descn"pción de las Islas Afortunadas, en A. Cioranescu, Thomas
Nichols, mercader de azúcar, hispanista y hereje. La Laguna, 1963, p. 100.
35. Fue autor de dos obras: De peruviae regionis inventione, impresa en Amberes
en 1566 y 1567; Yde De navigatione Gallorum in terram Flon"dam, de 1568,
traducida al alemán en Basilea en 1538.
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Nuevas versiones y concepciones de la Historia de Canarias... 327
los dieciséis años de su llegada el Cabildo acordaba también hacerle
entrega de seis fanegas de trig036
• Pero no solamente se ocuparon de
las islas Canarias quienes las visitaron. Otros autores, como Rabelais,
por ejemplo, hace que el rey Grandgousier vaya a visitar a su
hijo Gargantua «al regresar de la derrota de los canarios» (retournant
de la defaicte des Canariens, Gargantua, XIII), con la particularidad
de que «en la época en que escribía Rabelais, pocos
autores eran capaces de dar sobre las Canarias indicaciones tan
exactas como las que se deduce de su texto» 37.
La situación de las islas y el establecimiento de una abundante
población extranjera hizo que el archipiélago fuera conocido y
siguiera siendo mitificado. En 1630, al tratarse en lengua castellana
del «primer descubrimiento y conquista de las Canarias», seguía
teniendo vigencia la idea que, según esta traducción, impulsó a Bethencourt
a la empresa «principiada en el año de 1402»: « ...como
sea cierto que muchos caballeros oyendo contar las grandes aventuras,
las hazañas y hechos valerosos de los que en otros tiempos
emprendieron largos viajes... se han estimulado a imitar tan nobles
empresas, con el fin de huir de los vicios y practicar las virtudes
que al término de sus días les condujeron a la vida eterna »38. En el
campo de la realidad, y no del mito, una cosa desde luego era cierta:
que la vida en las islas, desde el punto de vista de la práctica de sus
ideas religiosas, era más relajada que en la Península y otras tierras
del Viejo Mundo. A pesar de la Inquisición los extranjeros siguieron
frecuentando las islas en un clima mucho más distendido que el existente
al otro lado del Atlántic039
• Fueron sin embargo razones de
36. Cfr. A. Cioranescu, Levino Apolonio: un (<historiador de Indias» en Tenerife.
En su libro Colón, humanista. Madrid, 1967, pp. 183-210.
37. Cfr. A. Cioranescu, Las Canarias y las Indias en Rabelais, en el mismo
libro sobre Colón, humanista, pp. 88-105.
38. Tal es la Histon'a del primer descubrimiento y conquista de las Canarias
principiada en el año de 1402 por el Sr. Juan de Bethencourt, chambelán del rey
Carlos VI. Por Fr. Pedro Bontier y Juan Le Verrier, y traducida de la ed. Hecha en
París el año 1630 por Pedro M. Ramírez. Santa Cruz de Tenerife, «Biblioteca
Isleña», 1847, p. IX.
39. La contribución extranjera al estudio de la inquisición canaria ha sido fundamental.
Destacan, sobre todo, dos aportaciones: la de Walter de Gray Birch, Catalogue
01a Collection 01 Original Manuscripts lormerly belonging to the Holly OjJice
01 the Inquisition in the Canary Islands... With a notice 01 same unpublished
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328 Manuel Moreno Alonso
orden económico las que ayudan a comprender mejor tanto la presencia
extranjera en el archipiélago como el posterior interés existente
en Europa por las tierras insulares canarias40
•
Desde el redescubrimiento de las Afortunadas son múltiples las
referencias, en efecto, al archipiélago canario. En 1764, George
Glass, publicará en Londres hasta una historia inédita de las islas la
de Abreu Galindo- con el título de History olthe Discovery and
Conquest 01 the Canary Islands. Pero es, sobre todo, en el siglo
XIX, cuando la tradición extranjera por las islas cobra un carácter
más sistemático tanto en la vertiente de libros de viajes como de
estudios naturalistas y cientificos41 • Lo mismo los franceses42, que los
alemanes43 o los ingleses44 publicarán relatos y estudios que, aunque
records ofthe same series in the British Museum. Edimburgo-Londres, 1903; y las
de Henry Charles Lea, concretamente con su The [nquisition in the Spanish Dependencies
(Sicily. Naples. Sardinia. The Canaries. Mexico. Peru. New Granada). New
York, 1908.
40. La presencia de las colonias extranjeras en las Canarias ha sido y continúa
siendo objeto de interés para los estudiosos de las islas. Manuela Marrero Rodríguez,
para los primeros tiempos, se ha ocupado del caso particular de los genoveses
(Revista de Historia Canaria, XIV, 1950) Yde los flamencos en los comienzos hispánicos
de Tenerife (Studi in memoria di Federigo Melis. Roma, 1978).
41. Cfr. V. Morales Lezcano,Literatura de viajes como fuente histórica: reedición
de tres relatos. «El Museo Canario» (enero-diciembre 1966-69), núms. 89-103,
pp. 187-219.
42. a) Bory de Sto Vincent, Essai sur les isles Fortunées et L 'Atlantique Atlantide
ou précis de I'Histoire générale de l'archipel des Canan·es. París, 1801; b) A. P.
Voyage aux Hes Ténerife, la Trinité, Saint Thomas, Sainte Croix et Porto Rico.
París, 1810; c) S. Berthelot, Historie naturelle des [les Canaries. París, 1839; d) del
mismo, Antiquités Canariens. París, 1879; e) Sainte-Claríe Déville, Voyage géologique
aux Antilles et aux /les de Tenerife et de Togo. París, 1849; f) Pegot Ogier, Les
aux Anilles et aux [les de Tenerife et de Togo. París, 1849; t)Pegot Ogier, Les [les
Fortunés ou Archipel des Canaries. París, 1869; g) M. Vemeau, Cinq années de
Sejour aux [les Canaries. París, 1891.
43. a) Voyage aux Regions Equinoxiales du Nouveau Continent. redigó par A.
Humboldt et M. Bonpland. Paris, 1816,2 vols; b) Von Buch,Physikalische Beschreibung
der Canarieschen [nseln. Berlín, 1825; c) Dr. A. Petermann, Reisebiler von
den Can'brischen Inseln. Gotha 1867; d) Dr. Minutoli,Die Canarischen Inseln. ihre
Vergangenheit und Zukunft. Berlín, 1854.
44. a) Costumbes ofthe Canary Islands. By A. Diston, London, 1929; b) W.
R. Wilde, Narrative of a voyage to Madeira, Tenerife and along the Shores ofthe
Mediterranean. Dublin, 1837; c) E. Murray, Sixteen years of an Artist's Life in
Morocco, Spain and the Canary Islands. London, 1859; d) Debarry,Notes ofa residences
in the Canarv [sles. London, 1851.
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Nuevas versiones y concepciones de la Historia de Canarias... 329
de carácter muy diferente, constituyen aportaciones válidas y aprovechables
en muchos casos aún hoy.
Hasta cierto punto puede admitirse incluso que el interés despertado
hacia las Canarias durante el siglo XIX, en las facetas mencionadas,
no ha sido superado en el XX. Durante más de un siglo el
nivel de los conocimientos logrados en el campo de la prehistoria,
arqueología o historia natural por el cónsul francés sabino Berthelot
o por el inglés Felipe Barker Webb se mantuvo vigente, y aún hoy
sus observaciones siguen siendo dignas de tenerse en cuenta en no
pocos aspectos. A entusiastas extranjeros de las islas -en la misma
tradición decimonónica- se han debido estudios en nuestra época
que van desde el análisis de la posición del eje de la hendidura parpebral,
índice nasal o de la profundidad de los ojos hasta los del perfil
nasal y huellas digitales de los canarios actuales45. Incluso
algunos entusiastas canaristas extranjeros, con mayor dosis de buena
voluntad y optimismo que de rigor, han llegado a denunciar a «los aficionados,
los carlatanes y la investigación de la lengua aborigen de
las islas Canarias», denunciando las causas de sus errores: su mismo
entusiasmo, el diletantismo ingenioso o el filibusterismo de la
ciencia46.
En el campo de la historia, las islas Canarias es una referencia
obligada en las obras de historia general extranjera. El archipiélago
es considerado como «más importantes para España que el Africa
Occidental, e incluso que el norte del continente africano» y, por
supuesto, según el tópico ya referido como un «trial laboratory for
colonial methods»47. En la historia medieval de España, las obras
extranjeras tienen en cuenta la significación de Canarias en un
ámbito general (redescubrimiento, presencia de comerciantes
extranjeros, derechos de conquista dados por el papa Eugenio IV y
las protestas en el concilio de Basilea, comercio de azúcar y organi-
45. Cfr. Use Schwidetzky, Investigaciones antropológicas en las islas Canarias.
Santa Cruz de Tenerife, 1975.
46. Dominik Josef Wólfel, Los aficionados. los entusiastas y la investigación
de la lengua aborigen de las islas Canarias, en «Revista de Historia Canaria» (La
Laguna, Hallein (Austria), 1980, pp. 1-15.
47. Cfr. N. J. Hillgarth, The Spanish Kingdoms (1250-1516). Oxford, 1978,
11, 576 Y ss.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
330 Manuel Moreno Alonso
zación administrativa interna)48, y, por supuesto, la cuestión de la
rivalidad con Portugal y el significado de la empresa canaria como
una prolongación de la reconquista49. Tanto de forma monográficaSo
como generaPl el archipiélago ha interesado a los historiadores
actuales europeos de diferentes escuelas y nacionalidades.
Existe también otro punto de vista, no propiamente historiográfico,
pero que no conviene soslayar: la idea que de las Canarias se
tiene en los países del continente de donde vienen los turistas a estas
islas Afortunadas. El turismo de masas difícilmente genera un interés
particular y entusiástico por las tierras visitada!¡ pero, cuando
menos, pueden generar o imágenes tópicas o deformaciones de la
relidad cuando no simple indiferencia. En los libros turísticos al uso,
que pueden ser reveladores de la idea general que los visitantes pueden
sacar del archipiélago, llama la atención sobre todo el grado de
superficialidad y falta de imaginación, y por supuesto de entusiasmo,
de quienes los escriben o de quienes pueden leerlo. Como
presentación, en uno de ellos por ejemplo, se indica que «aquí la lengua
oficial es el español, la moneda es española, las formas de vida y
costumbres son españolas, e incluso el clima es similar al de España
aunque las islas se encuentren a unas setecientas millas al suroeste
de la madre patria»S2. Observaciones éstas que desde luego no deja-
48. Cfr. Joseph F. O'Callaghan,A history ofmedieval Spain. Comell University
Press, Ithaca and London, 1975, pp. 538, 557, 622, 628.
49. Charles Julian Bishco,Studies in Medieval Spanish Frontier History. London,
1980, pp. 448, 454.
50. V. Magalhaes Godinho, aparte de en su obra A economia dos descobrimientos
henriquinos (1962), se ha interesado por el archipiélago en A economía
das Canarias nos seculos XIVe XV, en «Revista de historia» (Sao Paulo, 111,
1952). A Ch. Verlinden se deben los siguientes estudios: Lanzarote Malocel!o et la
decouverte portugaise des Canaries. «Revue beige de philologie et d'histoire»,
XXXVI (1958); Gl'Italiani al! Canrie al!'inizio del!a colonizatione spagnola.
«Economia e Storia», VII (1960); YLe Róle des portugais dans l'économie des /les
Canaries au début du XVI' siec/e. «Homenaje a E. Serra», 111 (1970). J. Gentil da
Silva es autor de Echange et troc: l'exemple des Iles Canaries. «Annales, Economies,
Societés, Civilisations», XVI (1961). Cfr. también J. H. Van Houtte y E. Stols,
Le Pays-Bas el la Mediterranée Atlantique au XV¡' síecle. «Melanges de F. Braudel
», 1(1973).
51. Cfr. P. et H. Chaunu, Séville et l'Atlantique. VI, I (paris, 1956), VII
(1957), VIII, I (1959).
52. John and Aune Mason, The Canary Islands. London, 1976, p. 9.
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Nuevas versiones y concepciones de la Historia de Canarias... 331
rán de ser prácticas para quienes tengan dudas de qué es o de donde
está ciertamente España. En un libro de este mismo género, típicamente
británico, se dice, después de hablar de España, que «finalmente
están las islas españolas», las Baleares y las Canarias. De las
primeras se indica que son «mundialmente» reconocidas por su
belleza, pero que su «mala imagen» se debe únicamente a que son
áreas de tours baratos para grupos, pero que no se corresponde con
la realidad porque Mallorca, por ejemplo, «que tiene el tamaño, de
Cornualles tiene una población británica de aproximadamente diez
mil residentes. Y las Canarias se recomiendan concretamente a
quienes deseen «to get away from it all», señalándose que sólo se
encuentran a setenta millas de la costa africana, que la mayor parte
de las islas tienen un clima que es «almost permanent English summer
», y que de las siete, sólo cinco (Gran Canaria, Tenerife, Fuerteventura,
Lanzarote y la Palma) son posibles para residencia
permanente porque «los servicios públicos y particularmente médicos
de las otras son aún primitivos»53: Una guía para el «viajero
independiente» de las Canarias, haciendo justicia al título, parece
mostrar mayor entusiasmo, pues indica por lo menos que las islas
han sido un nombre familiar durante «cientos de años» a los viajeros
en travesía por el atlántico sur hacia Sudamérica o el Lejano
Oriente, que vieron a muchos mercaderes europeos camino de
Mrica, y que ahora tienen un nombre en el «mapa turísticO»54. En
otros libros generales, no de historia ni de turismo, el archipiélago
canario se presenta como unas tierras en vías de desarrollo, gracias
a planes de regionalización, junto con los casos concretamente citados
del Campo de Gibraltar o de la Tierra de Campos55. Mayor
entusiasmo se advierte en otros libros generales, uno de los cuales
llega a reconocer que «in die last two decades there has been much
scientific investigation into the Canaries' past», y que este interés ha
estimulado la conciencia isleña56
,
53. John Reay-Smith, Living in Spain in the eighties. London, 1893, p.
21.
54. Judith Hayter, Canary Islan hopping: The Azores/Madeira. A handbook
for the independent traveller. London, 1982, p. 12.
55. Sima Lieberman, The contemporary Spanish Economy: A historical perspective.
Boston, 1982, p. 258.
56. John Mercer, The Canary islanders. Their prehistory conquest and survival.
London, 1980, p. XI.
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Notas a un ensayo de historia regional
En los últimos años el mayor incremento de estudios y publicaciones
en el campo de la historiografía ha atendido a la historia
regional. El interés ha sido debido -dado naturalmente el vacío de
este tipo de estudios- al protagonismo o a las espectativas de las
regiones como entes autonómicos. Desde un punto de vista historiográfico
se ha llevado a cabo con un retraso de medio siglo lo que en
otros países se empezó a hacer después de la Gran Guerra. Las circunstancias
políticas y determinadas condiciones sicológicas han
dado lugar a un manifiesto narcisismo regional, por el que -como ha
sido indicado- «mientras se ejerce despiadada crítica sobre España
y no se encuentra en ella más que faltas, culpas y errores, las regiones
aparecen perfectas, admirables, gloriosas»57. Cabe también por
el contrario la interpretación plañidera, por la cual se insiste sobre
todo en los males pasados o presentes que se achacan a la falta de
conciencia regional. Evidentemente se trata de planteamientos,
cualquiera que sea su grado de optimismo o pesimismo, que se
advierte en no pocos de los estudios o ensayos de historia regional.
En algunos casos han llegado a producirse hasta situaciones de delirio
interpretativo. Una conclusión parece deducirse de la tendencia
de los últimos años: que la historia regional, en sí misma (la mejor
historia regional) tiene grandes limitaciones. Es demasiado «general
» por una parte, por cuanto en muchos casos no tiene en cuenta
otras realidades subyacentes, o no dice mucho más allá de las fronteras
regionales. Y lo que parece evidente es que la conciencia regional,
si es auténtica, no ha de ser limitativa, y, en todo caso, ha de
superar el condicionamiento indicado. Y, por supuesto, todo planteamiento
regionalista en la historia se ha decantado como sencillamente
provinciano.
En la historia regional, naturalmente, se encuentran claves problemas
específicos que conviene aclarar. Y a ellos ha de dar respuesta
este tipo de historiografía, que integra visiones locales,
comarcales o provinciales; siendo su responsabilidad de orden cualitativo
tanto por el método como por los resultados obtenidos. Pero
57. Cfr. Julián Marias, La busca de una nueva imagen de España, en Cinco
años de España. Madrid, 1982, p. 157.
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lo que parece presentarse como la gran tarea presente es integrar lo
regional en lo nacional, o, en otras palabras, dar a los estudios locales
una mayor dimensión porque, como quería Theodor Haecker,
«el último terrón del más mísero campo participa en la historia de
esta bella y bendita tierra, que, a su vez, participa en la historia del
sol, de la luna, y de la legión infinita de estrellas. El último hombre
sobre la tierra pertenecerá como nosotros a la historia de la
humanidad» .
En un Ensayo sobre historia de Canarias, realizado desde un
planteamiento (tan necesario) de orden divulgativo, decían sus autores
que «motivados por una necesidad insoslayable de explicarnos
un sinfín de cuestiones, cada uno de nosotros, por su cuenta y de
forma más o menos autodidacta, comenzamos desde hace muchos
años a estudiar las fuentes y los textos de nuestra historia canaria,
tratando de encontrar, desde nuestras especialidades, una respuesta
válida o aproximativa a determinados problemas específicos». Se
trataba de un trabajo que, según sus autores (no historiadores, en
este caso) usaba de la historia para encontrar claves explicativas
«dentro de una concepción de la cultura como proceso permanente
de ensayo y de ejercicio de análisis críticos». Y, dentro de ésta,
puede ser ilustrativo lo que sus autores decían -más allá de lo
meramente regional- de la conquista y colonización de las islas
Canarias: que «nada tuvieron de casuales. Canarias fue el primer
paso del expansionismo colonialista europeo del siglo xv y éste no
se produjo porque sí. Vista con ojos actuales, la historia medieval de
Europa es un lento proceso de preparación para la gran aventura de
la expansión aunque las sucesivas generaciones contemporáneas de
este proceso no fueran conscientes de ello»58. Y, en efecto, este
Ensayo sobre historia de Canarias comienza planteando el estudio
del archipiélago dentro de la expansión europea, desde Bethencourt
a los reyes Católicos.
La historiografía general española adolece de la falta de una
historia de orientación regional, en la que se traten de forma satisfactoria
y articulada, del pasado de las tierras y pueblos de España.
En un intento reciente, en el que Canarias, junto con Andalucía, se
58. José A. Alemán, Osear Bergasa, Faustino Gareia Márquez, Fernando
Redondo, Ensayo sobre historia de Canarias. Madrid, 1978, 3 vals., 1, 7-13.
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presentan como «tierras fronterizas», se hacían, por parte de Miquel
Barceló, unas consideraciones previas de interés59• Ante todo,
comenzaba señalando que «la idea de una historia de los pueblos de
España fue concebida antes de que apareciera en detalle la actual
estructuración autonómica del país; y desde luego, el esquema inicial
no fue afectado lo más mínimo por el espectacular, cambiante,
y, a veces, accidentado, desarrollado del abanico de comunidades
autónomas; expresión esta bajo la uniformidad de la cual se intenta
ocultar la fórmula constitucional de nacionalidades y regiones».
Añadía que, evidentemente, sin embargo, la idea de esta historia
surgía de una «inquietud autonomista y de una reflexión crítica
sobre el Estado español», siendo la idea, «hija de su tiempo». Barceló,
refiriéndose a que esta «inquietud autonomista» estuvo «siempre
» viva en la práctica política de la «ilegalidad franquista en las
nacionalidades y cobró mayor intensidad y potencia durante los años
setenta», subrayaba la escasa «unanimidad» que entre los historiadores
profesionales tuvo la «reflexión crítica sobre el Estádo español
». Según sus palabras, la de éstos «no tenía casi nunca el
suficiente vigor, o era voluntariamente ambigua y, aunque, pese a
todo, fuera más profunda que la de los ensayistas, tenía mucha
menor trascendencia que la de estos especuladores profesionales del
'problema de España' o de 'España como problema'». Desde su
punto de vista -justo el inverso al del planteamiento de historiografía
regional- una de las dimensiones más seductoras de la idea era
la de poder observar cómo los historiadores profesionales escriben
la historia cuando no es el estado el eje centralizador, el soberbio
protagonista, el cuerpo gigantesco del cual la na"ación historiográfica
pretende ser la sombra. Y España, con problemas seculares de
integración era previsiblemente un buen sujeto de experimentación.
Aunque, en la práctica, desde este punto de vista, esta Historia de
los pueblos de España, no satisface la idea manifiesta, el editor terminaba
señalando que «la historiografía española era el buen sujeto
porque, quizás exceptuando la historiografía alemana, ninguna otra
ha estado tan obsesionada por la explicación, por la justificación e
incluso celebración continuada de su propio Estado». En su opinión
59. Historia de los Pueblos de España. Ed. Argos Vergara, 1984. Tierrasfronterizas,
vol. l. Las páginas de Canarias; 1, 299-374.
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era desde luego censurable el que «el historiador español no pueda
ordenar ni su material histórico ni su reflexión sino en tomo al
Estado».
Los responsables de la presentación de Canarias en este ensayo
-sin nombre de tal de Historia de los Pueblos de España-lejos de
las pretensiones del editor presentan la historia de Canarias, dentro
de su originalidad, en estrecha relación con la historia general de
España6o• Sus respectivas visiones no son otras que las propias del
historiador profesional que, en verdad, no puede desligar la historia
regional, en este caso del archipiélago, de la historia nacional, ni
mucho menos escribir una historia antiestatal como podría estimarse
de las consideraciones anteriormente expuestas.
La primera etapa de la historia de Canarias señalada en esta
historia de los pueblos de España es la de las culturas aborígenes
insulares y del proceso de aculturación e integración varia de los
nuevos pobladores. Sus autores señalan que «la aportación de la
comunidad aborigen a la sociedad resultante de la conquista y colonización
se ha sobrevalorado con la pretensión de considerarla
como uno de los elementos más significativos de la identidad del
pueblo canario». La segunda etapa, correspondiente a la edad
moderna (entre 1500 y 1850) se presenta como el resultado de una
colonización protagonizada por una población de carácter multiétnico,
«dando como resultado una sociedad abierta, dinámica, en
función de una economía que la mantenía en contacto con los centros
neurálgicos del quehacer económico internacional y, en esto
contexto, con una vinculación meramente política, con Castilla».
Por último la Edad Contemporánea surgía en el caso canario con
«la configuración de una nueva estrategia de crecimiento económico
en tomo a la concesión de los puertos francos de 1852», que supuso
la revalorización de la «dimensión internacional de la economía
isleña y la clarificación de los caracteres específicos dentro del conjunto
de las diversas nacionalidades del Estado».
En cuanto al marco político de las relaciones con Castilla se
señala, desde la óptica de la historiografía canaria, que la dependen-
60. Los autores de la parte correspondiente a Canarias son Antonio Tejera Gaspar
y Rafael González Antón para las culturas aborígenes; Antonio M. Macías Fernández
para la Edad Moderna; y Agustín Millares Cantero para la Contemporánea.
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cia colonia del archipiélago no puede calificarse de colonial. Antes
al contrario, la Monarquía otorgó a las islas un régimen fiscal «privilegiado
», basado en la excepción de casi el ochenta por cien de la
fiscalidad castellana «con vistas a potenciar y garantizar su poblamiento
y posterior desarrollo». Si, como se indica, los Comandantes
Generales enviados a Canarias «acapararon cada vez más funciones
de variado contenido y ejercieron un poder omnímodo, su actitud
dependía más de los excesos en sus atribuciones que de los propósitos
dictaminados por la Corona». Y, por otro lado, la identificación
de los canarios con el Estado central es indiscutible cuando, por
ejemplo, en 1810, se asesinaban a súbditos franceses en el Puerto de
la Cruz con «alardes de patriotismo».
La concesión por Real Decreto de las franquicias de puertos a
las islas en 1852 (la vieja aspiración de los propietarios y comerciantes
canarios desde la época del Trienio con José Murphy) introduce
un nuevo marco de relaciones y, en definitiva, el
«reconocimiento de lo que se ha concebido en llamar el hecho diferencial
canario», al admitirse que, en efecto, las condiciones mercantiles
de las islas Canarias son esencialmente distintas de las que
concurren en la Península. Por otra parte, al no darse, como en la
mayor parte de las tierras de la Península, un desarrollo industrial,
las relaciones de Canarias con la Administración central no presentan
puntos de conflictos; estos serán más bien de orden local: elllamado
pleito insular, las rivalidades caciquiles por el poder o el
dinamismo político especial que conduce a la ley de cabildos.
Aspectos todos estos que, junto con el de la evolución económica
del archipiélago (desde la economía de la azúcar en el siglo XVI
hasta la de la cochinilla, el plátano o la «era de las Canary Islands»,
1884-1936) introduce importantes variantes específicas en la historia
de estas tierras de España.
Directrices actuales
Contestando a esta cuestión, Antonio M. Macías, ha señalado
recientemente que «la inexistencia hasta el momento de un debate
clarificador sobre las circunstancias actuales de la historiografía
canaria en el contexto de los avances de la ciencia histórica, impide
precisar en todos sus extremos las líneas de investigación que preo-
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cupan a los estudiosos del pasado isleño en la hora presente»61.
Igualmente, en lo que concierne a la historia del siglo XVIII, ha indicado
la «ausencia de referencias concretas de cierta entidad sobre el
archipiélago canario», aduciendo, «sin temor a errar demasiado»,
que Canarias constituye «una de la áreas más ignoradas» por la historiografía
general española. En un balance general se advierte que,
a pesar de los logros obtenidos en los últimos diez años, aun queda
mucho por hacer en la historia canaria a nivel regional (estudios de
historia local, demografía, historia agraria...), tanto en el campo de
la investigación como en el de la síntesis, todo lo cual pueda hacer
posible que las «nuevas versiones y concepciones de la historia de
Canarias» engrosen y enriquezcan la «historiografía contemporánea
». y la responsabilidad ante todo es de los estudiosos canarios,
muchos de los cuales participan en estos Coloquios.
61. En «Homenaje a Pierre Vilar», 1985, cito po 432. En lo que se refiere al siglo
XVIII se alude al atractivo ejercicio por el tema emigratorio y por los campos menos
explorados de las técnicas agrícolas, instrumental, rendimientos, productividad, así
como las investigaciones sobre la estructura social y manifestaciones socioculturales,
administrativas o institucionales.
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