EL KRAUSISMO EN CANARIAS
J. SÁNCHEZ-GEY VENEGAS
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
1. EL CONTEXTO HISTÓRICO-FILOSÓFICO
Los reajustes sociales de fines del XIX coincidieron con el auge
de determinados doctrinas filosóficas; tras la conciencia ilustrada,
nuestros pensadores, en un verdadero afán positivo, aplicaron sus
teorías al desarrollo de mejoras sociales y culturales. Con los krausistas
se crearon escuelas y se planteó la renovación de leyes; los
hegelianos modernizan estructuras culturales y políticas; los positivistas,
en fin, concibieron una nueva mentalidad social y la potenciación
del progreso técnico, etc.
Canarias conoce la revolución del 18 de septiembre de 1868 a
primeros de octubre, la distancia impide la pronta comunicación con
la península, no obstante, la respuesta es inmediata y tiene los mismos
aires renovadores que en el resto de España. Renace el espíritu
liberal de las tertulias ilustradas del siglo anterior, se multiplican las
sociedades culturales y los centros docentes y, en fin, las sociedades
masónicas y el pensamiento heterodoxo constituirán el nuevo marco
teórico.
En 1869 se estructura el orden político de la revolución, se proclama
el sufragio universal, los derechos de la persona, la monarquía
parlamentaria y la libertad de cultos. Comienzan las elecciones
municipales. En el cuadro electoral de Santa Cruz de Tenerife los
demócratas presentan a un republicano, el krausista Valeriano Fernández
Ferraz. Aunque con escaso eco se presentó otro republicano,
amigo de Pi y Margall, un pedagogo palmero, Faustino
Méndez Cabezola. Por Gran Canaria también postulan intelectuales
de gran influencia en la vida cultural de las islas como Antonio
López Botas (monárquico constitucional), fundador y director del
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Colegio San Agustín. Este centro se había inaugurado en 1845 y
tenía un plantel de profesores educados en el espíritu liberal del siglo,
como Graciliano Afonso, Méndez Cabezola, Diego Mesa de León,
Teófilo Martínez de Escobar. Unos de tendencia hegeliana (Méndez
Cabezola); otros krausistas (Martínez de Escobar). Otra figura, que
no se le puede considerar hegeliano, aunque es discípulo de Castelar,
es Roque Barcia. Este sevillano de origen, también se presenta
en las elecciones de 1869 como candidato republicano por Las Palmas.
Es indudable que el distanciamiento con la península pesa en el
florecimiento cultural de las islas, pero también es cierto que desde
el comienzo del sexenio revolucionario los intelectuales canarios
conectan con hombres claves del momento como este republicano
andaluz, Roque Barcia, y con los movimientos filosóficos más representativos
como son el hegelianismo y el krausismo.
Sin embargo, la revolución de 1868 fue paradójicamente conservadora.
Las razones son varias: en el 68 todos los partidos políticos
se unieron gracias a que tenían un elemento en común:
solucionar la crisis española mediante el destronamiento de la
monarquía borbónica. Pero pronto se dieron cuenta de la dificultad
para aunar intereses. En la Constitución de 1869 se enfrentaron a un
conflictivo artículo, el 33, que defendía la restauración de la monarquía.
De este modo, la Carta Magna de 1869 trajo consigo motines
y sublevaciones por parte de republicanos y demócratas, o frustrantes
decepciones como es el caso de Valeriano Fernández Ferraz
que, por tal motivo, se marchó a Costa Rica para organizar la
segunda enseñanza en aquel país, y ya no regresará salvo durante
breves temporadas.
Los republicanos aún tuvieron que sufrir una nueva derrota, la
elección de Amadeo 1 de Saboya. Mas su breve reinado (1870-1873)
dio paso a la proclamación de la Primera república. El sexenio revolucionario
fue así monárquico y, a partir de 1873, republicano. Esta
efímera república española contó, no obstante, con algunos proyectos.
En Santa Cruz de Tenerife fue gobernador civil Miguel Villalba
Hervás, republicano y masón y durante su gobierno se crearon cátedras
gratuitas para la enseñanza del pueblo, se organizaron conferencias
sobre asuntos culturales, etc.
Con el advenimiento de la Restauración borbónica (1875) se da
paso a la configuración de dos bandos, representados por los partidarios
de la revolución y los que querían borrar todo rastro de la
misma. El pensamiento liberal (basado en los principios de la revo-
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lución) frente al tradicional. Algunos episodios originados en Canarias
adquieren por entonces carácter internacional, como el
escándalo unánime que produce la condena del Obispo José M.a
Urquinaona, a la obra evolucionista del Dr. Chil Estudios histón·cos,
climatológicos y patológicos de las Islas Canarias (1876).
Contamos con un trabajo del darwinista y socialista Baltasar
Champsaur Sicilia, que publicó en 1928, El transformismo, cuyo
prólogo relata muy gráficamente el clima existente en Las Palmas de
Gran Canaria tras la revolución de 1868 y el sexenio. Los primeros
años fueron un estallido liberal, mas con la Restauración el período
revoludonario había terminado oficialmente, mientras en la realidad
perviven, en enconadas polémicas según ocasiones, el pensamiento
liberal y el tradicional.
Las consecuencias de este enfrentamiento se observan en los
debates que sostuvieron, además del ya citado de Urquinaona y
Chil, el Lectoral de la Catedral de Las Palmas, Roca y Ponsa, con el
abogado krausista Rafael Lorenzo y García, y el también Lectoral
de la Catedral Tomás Fornesa con el krausista Pablo Padilla. Estas
. polémicas que en el ámbito teórico estaban representadas por el
pensamiento tradicionalista del clero frente al liberal y racionalista,
se vieron acompañadas de medidas restrictivas en el terreno
práctico.
Efectivamente, en el sexenio revolucionario resurge la actividad
intelectual con la creación del Gabinete Instructivo (1869) Yel
Círculo de amistad en Santa Cruz de Tenerife, y el Liceo y el
Casino Republicano en Las Palmas; en La Palma se inaugura el
colegio de segunda enseñanza Santa Catalina (1868), que cuenta
con el apoyo de hombres como Faustino Méndez Cabezola y los
hermanos Fernández Ferraz. Esta «generación» fundadora está vinculada,
en efecto, a los krausistas, pues Valeriano Fernández Ferraz
fue un destacado krausista desde su primera formación en Madrid,
considerado por todos los historiadores como uno de los primeros
discípulos que rodean a Julián Sanz del Río. Lamentablemente pasa
la madurez de su vida en América, siendo «gloria», aunque lejana,
de Canarias.
Con la llegada de la Restauración se producen algunas medidas
restrictivas como: el expediente a los profesores krausistas del Instituto
de Las Palmas Saturnino Milego y Salvador Calderón, y los
problemas del también profesor del Instituto Anselmo Arenas con el
obispo Urquinaona en 1875; la supresión de las actividades del Ins-
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tituto en 1876, originándose, claro está, un vacío en el aspecto cultural;
en Santa Cruz de Tenerife también se toman medidas
coercitivas como las del gobernador civil Vicente Clavijo (18751879)
que mandó cerrar el Gabinete Instructivo y no permitió reuniones
literarias ni científicas.
No obstante, el espíritu liberal de los krausistas, cuyo foco
hemos podido constatar, persiste en su afán renovador de una sociedad
culta y cívica y una enseñanza integral. La notable efervescencia
intelectual de fines del XIX y ,su proyecto de transformación
cultural fueron inspirados por el espíritu krausista. Podemos afirmar
que muchas de las instituciones civiles creadas en este período,
como son las sociedades culturales (Casino, Círculos, Liceo,...) y
las propuestas de centros docentes, son debidas al tesón y al
esfuerzo de krausistas que a su vez, como afirma Hernández González,
se constituyen «en focos de proyección» de sus ideas.
Conviene destacar de modo particular la proliferación de los
estudios arqueológicos y antropológicos con la creación de museos
provinciales en toda la geografía española, gracias a los krausistas y
krausopositivistas. Este sentido práctico del krausismo, tanto desde
la posición de Sanz del Río como, muy particularmente, desde la
renovación pedagógica de Giner, se observa en la preocupación por
extender el campo de acción de los estudios a la reflexión y observación
acerca de las tradiciones, creencias, mitos, ceremonias y fiestas
de los distintos pueblos de nuestra geografía. Son muy conocidas las
excursiones que los profesores de la Institución Libre de Enseñanza
hacían los domingos con sus alumnos por los pueblos, para conocer
in situ estos problemas así como el arte y también para realizar
investigaciones biológicas, geológicas, etc. Podemos mencionar a
krausistas como Tomás Romero de Castilla, que dedicó muchas
horas de trabajo al Museo Arqueológico de Badajoz, y a krausopositivistas
como Antonio Machado y Alvarez, iniciador de los estudios
folklóricos en España, y a Manuel Sales y Ferré, iniciador de la
antropología cultural.
Creemos, pues, que el auge de los estudios antropológicos,
cuyo origen está en la Ilustración, se halla asociado en España al
krausismo. Pero en Canarias nos encontramos con una característica
peculiar. El tema sobre el origen y la cultura de los pobladores
aborígenes ha sido siempre objeto de estudio e interpretación. Como
dice M.a Rosa Alonso «el primer género que se desenvuelve por
natural necesidad en Canarias fue el histórico». Desde entonces, la
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preocupación por el estudio de los guanches ha sido constante, aunque,
como refiere Estévez González en su obra Indigenismo, Raza
y Evolución (1987), los estudios científicos pertenecen a los siglos
XVIII y XIX. No obstante, los propiamente antropológicos son muy
escasos y, a veces, carecen de un riguroso aparato conceptual, quedándose
en el nivel meramente descriptivo.
Con todo, el interés de los análisis antropológicos en Canarias a
finales del siglo XIX es notorio y, como carácter singular respecto a
la península, aporta dos tradiciones: una, la que le viene de su peculiar
pasado histórico, la de un pueblo conquistado en la modernidad
y, por tanto, recurrente siempre en el problema de sus orígenes; otra,
la tradición francesa en la que se forman los antropólogos canarios:
Gregorio Chil y Naranjo, Bethencourt y Alfonso, Grau-Bassas junto
al origen francés de dos antropólogos extranjeros estudiosos de
nuestras islas, Sabino Berthelot y René Verneau.
Podemos decir, pues, que en Canarias estos estudios constituyen
una de las claves de comprensión de la ideología decimonónica,
puesto que la elaboración de una historiografía canaria iba acompañada
de la exaltación independiente de las islas (Millares Cantero),
y es la raíz de uno de los problemas más relevantes de la historia de
los canarios, «la obsesión de los orígenes» (Estévez González).
Con estos planteamientos nació en 1879 El Museo Canario
en la ciudad de Las Palmas, anterior incluso al renombrado Museo
Sevillano fundado en 1887 por Manuel Sales y Ferré y Salvador
Calderón, aunque este último era el digno sucesor de la Sociedad
Antropológica que había sido creada en el apogeo del krausismo y
de la revolución, en 1868, por Antonio Machado y Núñez y Federico
de Castro, krausistas, y el hegeliano Francisco Escudero y
Perosso. De modo que El Museo Canario surgió en el marco de
desarrollo de las ciencias antropológicas y prehistóricas, ya que el
Dr. Chil, su fundador, no sólo se dio a conocer en 1876 por sus
investigaciones antropológicas sino que debido a su formación intelectual
francesa, fue uno de los primeros divulgadores de los descubrimientos
prehistóricos de Boucher de Perthers en Abberville,
1863 (Millares Cantero). Con esta mentalidad positivista el Dr.
Chil se rodea de intelectuales canarios para llevar a cabo este proyecto,
como Juan Padilla y Padilla, Víctor Grau-Bassas, Diego
Ripoche -los tres médicos-, el historiador Agustín Millares
Torres y los hermanos Amaranto, abogado, y Emiliano Martínez de
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Escobar. Este último teólogo, abogado, masón como su hermano y
estrecho colaborador del Dr. Chil.
El Museo tuvo una proyección estatal con colaboraciones
como las de Calderón y Manuel Sales y Ferré; tal vez la de este
último en razón de la amistad con Calderón -que había sido profesor
en Las Palmas en 1874 y 1875. Ambos catedráticos siguieron la
marcha del museo, impartieron conferencias y colaboraron con
publicaciones en la revista. En el campo internacional el Museo
contó con apoyos del investigador normando Gabriel Gravier, la
condesa Mont Ruffet, que residía en Normandía y era descendiente
de la familia Bethencourt; los profesores de la Facuitad de Medicina
de París, doctores Broca, fundador de la Sociedad de Antropología,
y Verneuil, y la asidua participación de René Verneau, que catalogó
la colección de esqueletos del centro.
Todos estos estudios e investigaciones están en la línea del
positivismo. Se difunden en publicaciones creadas por estas fechas
como la «Revista de Canarias», que se edita en Tenerife de 1878 a
1882. M.a Rosa Alonso denomina a estos escritores «la generación
cientifista de 1880».
Ciertamente, el tema del evolucionismo y el de las ciencias
positivas está presente en las páginas de la «Revista de Canarias
desde la geología y la botánica (Masferrer), la antropología (Bethencourt
y Alfonso), la geografía (Méndez Cabezola), etc., así como los
trabajos jurídico-políticos (Villalba Hervás, Domínguez Alfonso y
Miguel B. Espinosa). La revista tiene colaboradores que residen en
París como es el canario Nicolás Estévanez, ministro de la guerra en
la 1 República y poeta; y el de Patricio Estévanez que será desde
1882 a 1884 el director de «La Ilustración de Canarias».
La polémica sobre la teoría de la evolución de Darwin da lugar a
numerosos escritos que se publican también en la revista «El Museo
Canario», cuyo primer número salió a la luz en 1880. Unos están a
favor del darwinismo (Chil, Millares Torres, Baltasar Champsaur),
otros tienen reservas desde posiciones eclécticas, pero admitiendo el
cientifismo (Masferrer, Pizarroso, Berthelot), por último, están también
los krausistas puros, que siguen aferrados al espíritu racionalista,
como es el caso de Teófilo Martínez de Escobar, que colaboró
en la «Revista de Canarias» y en «El Museo Canario», defendiendo
la metafísica idealista frente al positivismo y el evolucionismo; el del
abogado grancanario Rafael Lorenzo y García y otros.
También en La Palma se está al corriente del movimiento inte-
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lectual del momento: darwinista-positivista y la peculiar concepción
del pasado. Con esta mentalidad se funda en 1881 La Cosmológica,
para el estudio del material científico de la Historia Natural y Etnografía
«y, especialmente, en lo que se refiera a productos de la Gea,
Fauna y objetos pertenecientes a los guanches».
Los republicanos, como Méndez Cabezola y Elías Zerolo, primer
Director de La revista de Canarias, están más cercanos al hegelianismo.
Destaca el grancanario José Franchy Roca, gran aliado de
Pi y Margall, y valedor a comienzos de este siglo, como aquél, del
republicanismo federal.
2. EL KRAUSISMO
En el contexto global de la España de las últimas décadas del
siglo XIX los krausistas representan ese liberalismo que surge en
España a partir de 1808 en contraposición a la invasión francesa, y
que se revela contra el contenido de otro término: «servil». Los
vocablos «liberal» y «liberalismo» son españoles. Pero para cargar
de significado estas palabras, los krausistas liberales tienen que
poner en cuestión todo lo que, hasta entonces, representaba la ortodoxia
oficial. De aquí que aparezcan como heterodoxos, y que podamos
señalarlos como un movimiento intelectual cuyo deseo es el de
no afirmar nunca un dogmatismo cerrado sino saber enriquecerse
con hombres de toda condición. Libertad de pensamiento que permitió
al krausismo recoger las influencias que están penetrando en
España a partir de 1876, como es el positivismo, y actitudes personales
como la de Giner de los Ríos al crear la Institución Libre de
Enseñanza en este mismo año. El krausismo abarca un dilatado
espacio temporal de nuestra historia y una ancha extensión de nuestra
geografía, con grandes convulsiones sociales e intelectuales. Por
esta razón no podemos hablar de él de forma homogénea y monocorde.
A este respecto, Teresa Rodríguez de Lecea afirma que
muchos krausistas se sintieron ortodoxos en materia de religión
católica, otros la abandonaron a partir del Concilio Vaticano I en
1870, etc.
Debido a esta complejidad, los krausistas puros, los krausopositivistas,
y krausistas más bien como actitud, etc., iremos señalando
las peculiaridades de los krausistas canarios.
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Valeriano Femández Ferraz
Gracias al estudio de José Pérez Vidal, Valeriano Femández
Ferraz. Un krausista español en América, 1986, conocemos bien la
vida y la obra de este krausista palmero nacido el 14 de abril de
1831 y muerto en Costa Rica en 1925.
No podemos relatar todos los sucesos acaecidos durante su
vida, además de que ya son conocidos por las obras de Pérez Vidal y
de Negrín Fajardo. Añadiremos, no obstante, algún dato como el de
ser masón, hecho que contribuye a explicar su talante liberal y
redunda en su condición de krausista. Como sus hermanos Juan y
Víctor, también profesores, perteneció -en calidad de honorarioa
la Logia Abora n. o 91 de Santa Cruz de La Palma, y de seguro no
sería este el único taller masónico en el que aparece su nombre.
Valeriano estudia el bachillerato en Sevilla y las carreras de Filosofía
y Derecho en Madrid a partir de 1853. Perteneció a la primera
promoción krausista de la universidad madrileña, que ya tiene en
estos años un marcado acento progresista. A esta promoción también
pertenecieron Francisco Fernández y González, Francisco de
Paula Canalejas, Federico de Castro, Eugenio Montero Ríos y
otros. Valeriano Fernández Ferraz participa desde el comienzo en
las actividades krausistas: dirigirá la Revista Universitaria, firmando
desde 1858 a 1860 la adaptación de la obraLa analítica de
Krause. Esta revista se llamó en su segunda época Revista de Instrucción
Pública.
Interviene,junto a los krausistas en algunas cuestiones universitarias
de forma destacada. En primer lugar cuando el Ministro de
Fomento, del que dependía la educación, ordena el cese de Emilio
Castelar de su cátedra por haber publicado un escrito peyorativo
acerca de la reina (<<La Democracia», 25 de febrero de 1865).
Como el Rector se negó a dar el cese alegando que no era cuestión
académica, el Ministro le destituyó nombrando al Marqués de
Zafra.
Los estudiantes deciden dar una «pita» al nuevo Rector. La
guardia veterana reprimió la algarada con el resultado de once muertos
y 193 heridos.
El resultado de esta tragedia, ocurrida «la noche de San
Daniel», fue también la muerte de Alcalá Galiano, cuando discutía
en el Consejo de Ministros, y el nombramiento de Orovio. Su primer
acto en el ministerio fue separar de la cátedra a Emilio Castelar. Los
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profesores auxiliares de Filosofía y Letras Nicolás Salmerón, MigUel
Morayta y Valeriana Fernández Ferraz renunciaron a sus
cargos.
Estos profesores volvieron a sus puestos meses más tarde, y
Valeriana Fernández Ferraz ganó la cátedra de Griego en 1866. En
este mismo año también serán catedráticos por oposición en esta
universidad de Madrid, Nicolás Salmerón y Francisco Giner de los
Ríos. Vemos que los krausistas ocupan muchas cátedras pero hay
numerosos enfrentamientos con los tradicionalistas. Orovio es,
desde julio de 1866 de nuevo ministro de Fomento nombrado por
Narváe.z, recién designado también por Isabel 11. Mientras O'Donnell,
aquien le había retirado su confianza, se marcha con otros de
la Unión Liberal, al extranjero. La oposición al trono es cada día
más notoria.
Por esta última razón Orovio. dirige una circular prohibiendo a
los profesores pertenecer a asociaciones políticas, ampliando las
causas de expediente académico e impidiendo a los alumnos simultanear
las carreras de Derecho y Filosofía. Esto último era muy frecuente
entre los krausistas. Esta circular de 22 de enero de 1867
venía acompañada de una campaña de apoyo al Gobierno por lo que
se pidió a los profesores que firmaran un escrito de adhesión al
Trono. Muchos se negaron: Salmerón, Valeriana Fernández Ferraz,
Francisco de Paula Canalejas, Fernando de Castro, Giner de
los Ríos.
Esta cuestión universitaria trajo muchos expedientes: separación
de las cátedras a Salmerón, Fernando de Castro y Giner de los
Ríos. Sanz del Río también fue separado por otro motivo, el de
inclusión en el Indice de obras prohibidas de su libro Ideal de la
Humanidad y Valeriana Fernández Ferraz fue trasladado forzoso a
Sevilla.
Yana volverá a Madrid hasta que triunfe la Revolución en
1868. El nuevo ministro accede a los reingresos en el cuerpo de
Castelar, Sanz del Río, Salmerón, Giner, García Blanco y
Ferraz.
1869 va a ser un año importante en la vida del profesor palmero.
El nuevo Rector es el reconocido krausista Fernando de Castro.
Se crearon asociaciones, los «Amigos de la revolución», los
«Amigos del Pueblo». Se erigen cátedras para la enseñanza de las
más diversas materias. Es muy conocida la anécdota de que Ferraz
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da clases a aprendices de impresores, entre ellos enseña al joven
adolescente Pablo Iglesias.
Gana también este mismo año la cátedra de árabe, la especialidad
que más le atrae, y se presenta a las elecciones municipales por
Santa Cruz de Tenerife. Pero no salió su candidatura. Y Ferraz se
siente decepcionado ante una revolución que ya no es la misma que
en 1868 y una cátedra que, por los mismos vaivenes políticos, no
termina de concedérsele.
Mientras aguardaba el nombramiento, le solicitan de Costa
Rica para organizar la Segunda Enseñanza. Y ante estas adversidades
Ferraz decide marchar.
En Costa Rica cambia el signo de su vida. Si hasta ahora le
vemos como intelectual y hombre comprometido con la vida política
de su país, ahora su compromiso será exclusivamente la enseñanza.
Ambas exigencias eran comunes a los krausistas.
No nos referiremos a los cambios, la inestabilidad en el puesto,
que le llevó a marcharse a Cuba desde 1882 a 1891, e incluso los
debates con los tradicionalistas y luego con los positivistas en Costa
Rica. Sólo vamos a exponer su condición de krausista en una obra
que es fundamentalmente su labor pedagógica. Sus únicas publicaciones
son los Idearios de Colegios, Institutos en donde enseñó y
artículos periodísticos.
Ferraz era krausista puro, es decir, seguidor del racionalismo
deísta deKrause. Admitía como punto básico la conciencia, que es
el pensamiento del yo, por el cual se distingue el hombre del resto de
los animales. La conciencia, además, pone al hombre en comunicación
con la divinidad. El hombre es así una armonía de espíritu y
cuerpo; lo importante es que el espíritu prevalezca sobre el cuerpo
para adquirir voluntad y altos valores morales.
En el supuesto de esta teoría, Ferraz meditó y se interesó principalmente
por el objeto de la enseñanza que era la defensa y propagación
de la verdad. La verdad, según los krausistas, es el espejo de
la belleza que debe guiar la vida del hombre.
La enseñanza, y más aún la reforma pedagógica, era la meta
propugnada por Ferraz y los krausistas en bien de un nuevo hombre
y de una reforma política. En este sentido promueve en España y en
Costa Rica la enseñanza primaria obligatoria y gratuita. Así lo
afirma en el primer discurso que pronuncia en Costa Rica, al referirse
a las democracias como el único gobierno llamado a dirigirse a
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sí mismo, mediante el sufragio, pero ejercido con dignidad e
instrucción.
Respecto a la Segunda Enseñanza Ferraz propone una pedagogía
integral, es decir, una cultura gradual y armónica, primero humanística
y después científica. Pero criticó siempre que se diera una
formación exclusivamente técnica, como fue legislándose paulatinamente
en Costa Rica al subir al poder los positivistas. La propuesta
de Ferraz pretendía ser realista y con una amplia perspectiva científica,
pero en su base siempre promovió la cultura humanística.
En Su última etapa propuso al gobierno la creación de la Universidad,
no como centro que expida títulos, sino como el lugar en el
que se cultiva «la mente humana, la razón que es lo más humano y
lo más divino en el hombre».
Teójilo Martínez de Escobar
Nació en Las Palmas en 1833 y murió en 1912. Era hermano
de Amaranto (1835-1912) y Emiliano (1831-1882).
Los tres hermanos fueron alumnos en el colegio San Agustín y
tuvieron como profesor a Graciliano Afonso, quien les introdujo en
el amor a la poesía y al estudio de los clásicos. Los tres fueron poetas
pero, según M.a Rosa Alonso, Amaranto fue el más
consagrado.
Tras sus estudios en Las Palmas, Teófilo se matriculó en la
Universidad de Sevilla. En la Facultad de Filosofía y Letras era
entonces catedrático de Metafísica Federico de Castro (18341903).
Este llevó el krausismo a Sevilla, siendo esta universidad, con
la de Oviedo, de las más influidas por la tendencia krausista, originada
de Madrid.
Teófilo Martínez de Escobar fue uno de los más destacados
alumnos de Federico Castro, tanto es así que al acabar su Licenciatura
fue profesor de la cátedra de Metafísica en Sevilla, junto a
su maestro.
Más tarde gana la cátedra de Metafísica en La Habana. Esta
Universidad era también un foco krausista muy destacado. Martínez
de Escobar ya no regresa a Las Palmas hasta su jubilación, y en ella
muere en 1912.
Como su maestro, Martínez de Escobar promueve conferencias
con amplia libertad de criterio, en las que se dan a conocer los últi-
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mos descubrimientos en las diferentes ramas del s·aber. Mas su filosofía
es la más pura ortodoxia krausista y crítica el positivismo
materialista.
Colaboró en la «Revista de Canarias» en 1880 donde se
publicó una conferencia, dada en la inauguración del curso 18791880
en la Universidad de La Habana, bajo el títu10 de «Positivismo
y lo Absoluto.» Tanto en esta conferencia como en una sesión
del Museo Canario, conmemorando el primer aniversario, el 24 de
mayo de 1881 (Estévez González), Martínez de Escobar defiende
al racionalismo armónico. Basado en una concepción metafísica
racionalista, rechaza el positivismo que sólo admite los hechos de la
experiencia y no reconoce la necesidad de unos principios absolutos
desde donde se deduce la veracidad racional.
Afirma en este artículo Martínez de Escobar que las ciencias
positivas son ateas, niegan un principio absoluto, afirman el sensualismo,
sólo existen los hechos que podamos ver con los sentidos y
son materialistas, puesto que rechazan verdades racionales propias
de la teología y la metafísica.
El resultado de esta ciencia positiva es la incongruencia: admisión
dogmática y reductiva de un principio absoluto, el principio
materialista. Teófilo Martínez de Escobar está a favor del espíritu-y
de la intuición racional.
Comentaremos seguidamente el krausismo en los centros de
Segunda Enseñanza. Como ya hemos dicho, surge la polémica en
tomo a los profesores del Instituto de Las Palmas y el cierre del
mismo en 1876, y los enconados debates entre miembros del clero y
dos krausistas, uno abogado, Rafael Lorenzo y García; el otro, profesor
del Colegio San Agustín, Pablo Padilla.
Los krausistas en los centros de Segunda Enseñanza
Antes de la inauguración del primer Instituto Oficial de
Segunda Enseñanza de Canarias en 1846, sólo existían en nuestras
islas cátedras de gramática que impartirían las materias de lengua y
literatura. Había tres: la de Gran Canaria, que era la más antigua y
se integró más tarde en el Seminario Conciliar de Las Palmas, la de
La Laguna y la de Santa Cruz de La Palma.
Respecto a la enseñanza universitaria, salvando los precedentes
de la primera mitad del XVIII, ésta se creó en 1817. Hasta entonces
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El krausismo en Canarias 717
existían las cátedras de Filosofía y Teología impartidas por los conventos
de religiosos, destacando los franciscanos, dominicos, agustinos
y, desde 1718, los jesuitas. Recibían estas enseñanzas tanto
religiosos como seglares. La Universidad sólo estuvo abierta hasta
1845, siendo su heredero el Instituto de Canarias en 1846. Mientras
en Las Palmas se creaba un Colegio de Segunda Enseñanza, el de
San Agustín, en 1845.
Mas, como dice Núñez Muñoz, «los tinerfeños no se resignaron
tan fácilmente a la pérdida de la Universidad». Pronto empezaron
las peticiones para su restablecimiento: 1854, 1868, 1887 Y 1898
fueron los momentos políticos que los tinerfeños aprovecharon para
reclamar su erección, pero sólo consiguieron en 1868 la creación de
una Escuela de Derecho. Habría que esperar al siglo XX para que el
Gobierno central dejara de manifestar su negativa y su
indiferencia.
En 1868, siempre en el año de la Revolución, se crearon también
los Institutos de Segunda Enseñanza en Las Palmas y en Santa
Cruz de La Palma. Por otra parte, los Seminarios conciliares tienen
su fecha de inauguración en 1777 el de Las Palmas y en 1819
el de Tenerife.
El Instituto de Canarias
Ya hemos dicho que este Instituto de Segunda Enseñanza se
creó en septiembre de 1846 para compensar la supresión de la Universidad
de San Fernando, creada en 1817 y clausurada en
1845.
El Instituto de Canarias dependía de la Universidad de Sevilla
y, en un primer momento, fue el único centro oficial de Segunda
Enseñanza en el Archipiélago. Los años de 1870 conocen un claustro
de profesores que prestigiará a este Instituto e incluso será el fermento
de la futura Universidad de La Laguna.
Entre los más destacados figuran Adolfo Cabrera Pinto (18551926),
palmero, que estudió Letras en Sevilla y fue un renombrado
director del centro; Antonio Zerolo y Herrera (1854-1923), conocido
poeta regionalista; Francisco M.a Pinto de la Rosa (18541885),
catedrático de Filosofía, y Mariano Reymundo Arroyo,
catedrático de Física. Ellos fueron los encargados de las Secciones
de Letras y Ciencias de la «Revista de Canarias», cuyo primer
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director fue Elías Zerolo Herrera (1849-1900). Tanto Elías Zerolo
como Francisco M.a Pinto pertenecían a la logia masónica Nueva
Era n. o 93, por esta razón De Paz Sánchez, refiriéndose a la
«Revista de Canarias», atribuye a estos intelectuales masones «uno
de los logros culturales más encomiables de las Islas durante el
ochocientos» .
Pertenecía también a esta logia otro profesor del Instituto,
Agustín Arredondo y García. Este, nacido en Granada en 1845,
llegó al Instituto de Canarias como catedrático de Psicología,
Lógica y Etica en 1874. Y permaneció en ambas instituciones hasta
su traslado a Almería, en la primavera de 1878.
El nombre masónico de Arredondo era el de Krause . En efecto,
su filiación krausista la conocemos por las publicaciones editadas
durante su estancia en Tenerife. Estas fueron: Programa de Psicolog!
a, Lógica y Ética (1875) y Compendio de Psicología, Lógica y
Etica (1876). Su influencia más notoria fue la que ejerció sobre otro
profesor, Pablo Padilla, de Las Palmas, ya que motivó los ataques
del profesor del Seminario Tomás Fomesa.
Arredondo desplegó su actividad más reconocida en Almería,
donde presidió la Sección de Ciencias Morales del Ateneo y pronunció
numerosísimas conferencias que publicó en la «Revista de
Almería», de la que era director.
Una de sus publicaciones, «Exposición y crítica de la doctrina
transformista» (1879) se ha hecho muy famosa: Arredondo rechaza
la teoría de la evolución desde su planteamiento de krausista ortodoxo.
No obstante, como dice Diego Núñez, estas publicaciones
contribuyeron a la difusión del positivismo en España.
Instituto de Las Palmas
Una obra de 1934 de Darias Montesinos, Ojeada histórica
sobre la cultura de las Islas Canarias, nos relata que el Instituto de
Las Palmas, creado en 1868, había sido suprimido en 1876 debido
«a la persecución que los elementos reaccionarios de la ciudad
habían emprendido contra los catedráticos Saturnino Milego y Salvador
Calderón, tachados como personas de ideas avanzadas».
Ya hemos mencionado esta polémica entre el clero, el ayuntamiento
conservador de Las Palmas y los profesores krausistas del
Instituto. Pero nos quedaba por decir que estos krausistas, Milego,
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Calderón y Arenas, desplegaron una actividad importante en las
islas, que fue reconocida internacionalmente, sobre todo en el caso
de Salvador Calderón.
Habría que resaltar la causa de la supresión del Instituto que no
se debe sólo a esas disputas locales. La actividad científica tuvo un
notable desarrollo en los años de la Restauración; este tiempo ha
sido denominado «la generación de los sabios», pero se dieron
hechos que repercutieron lastimosamente en la difusión general del
conocimiento. En primer lugar, la deficitaria economía canaria en la
década. de los setenta a los ochenta, debido a la ruina de la cochinilla,
supuso concretamente en Las Palmas, una desatención casi total por
la vida de los centros de enseñanza, que dependían económicamente
de los ayuntamientos. En segundo lugar, la causa de la suspensión
de empleo y sueldo de los profesores Milego y Calderón en 1876, se
debe a la llamada «segunda cuestión universitaria». En esta ocasión,
de nuevo el Ministro Orovio envía una circular (1875) derogando
la libertad de enseñanza, proclamando la adhesión a la
Monarquía Constitucional y restableciendo una estricta disciplina
académica. Como consecuencia de este documento hubo protestas,
especialmente en las universidades de Madrid, Santiago y también
en el Instituto de Las Palmas. El Ministerio respondió con la deportación
a Lugo de Salmerón y a Cáceres de Azcárate, mientras Laureano
Calderón y Augusto González Linares fueron encerrados en
el castillo de San Antón en La Coruña, y Giner en el de Santa Catalina
en Cádiz. Salvador Calderón y Saturnino Milego fueron suspendidos
de empleo y sueldo.
El ministro Orovio fue retirado del poder meses más tarde y los
krausistas, vencedores en esta polémica, fundan su propio centro
universitario en 1876 con Giner, Salmerón y Figuerola: la Institución
Libre de Enseñanza. En esta fecha ya habían dejado Las Palmas
estos profesores, pero habían contribuido a elevar el nivel
cultural y de investigación en Canarias.
Anselmo Arenas López
Nació en Molina de Aragón (Guadalajara) en 1844. Estudia en
la Universidad de Madrid y conoce a Salmerón, Azcárate, etc ... Se
licencia en Historia, atraído por la obra del krausista y entonces
Rector de la Universidad, Fernando de Castro.
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Anselmo Arenas será nombrado en 1873 catedrático del Instituto
de Las Palmas y en él permanece hasta 1876. Conocemos
ampliamente la personalidad de este profesor por la obra ya mencionada
de Manuel Pecellín, El Krausismo en Badajoz (1987), pero
sólo destacaremos la actividad ejercida en Las Palmas que fue
exclusivamente pedagógica, debido al escaso tiempo de su estancia
ya los problemas planteados por el obispo Urquinaona a raíz de la
temática de sus clases.
Las publicaciones de Arenas se producen cuando es profesor del
Instituto de Badajoz, desde 1877 a 1892. Edita un Curso de Historia
de España, un Curso de Geografía, un Curso de Historia General
y un Resumen de Geografía. Arenas incide en sus obras en la
tesis krausista: el absolutismo y la intolerancia religiosa han sido los
dos factores que han impedido el progreso en España.
Las advertencias por parte del clero se produjeron en Badajoz,
pero, destinado en 1892 al Instituto de Granada, fue en esta ciudad
donde recibió ataques del Obispo, y la queja de éste ante el Ministerio
de Fomento. El Consejo de Instrucción Pública prohibió que sus
obras pudieran ser utilizadas como libros de texto, separándole de
su cátedra en 1896. Fue trasladado forzoso en 1901 a Valencia
como catedrático de Latín, en donde se jubiló en 1918. Muere en
Madrid en 1928.
Como vemos, la actividad intelectual y su participación en la
vida pública como hombre progresista y preocupado por el nivel cultural
de la sociedad, se desarrolla en los Institutos de la Península
más que en el de Las Palmas. Ni siquiera, como es el caso de Arredondo,
figura en una logia masónica durante su estancia en las islas,
aunque se sabe que pertenecía a un taller en Badajoz. Tenemos
incluso su testimonio en una carta publicada en «La Región Extremeña
» en 1895, donde expone su filiación intelectual y su preocupación
por la renovación cultural:
Mientras el magisterio docente no constituya un sacerdocio, la
enseñanza y la disciplina académica no pueden llegar a ser una
religión del deber, del más grande de los deberes, el de perfeccionarse
y aproximarse a Dios.
Saturnino Mi/ego y Anglada
Nació en Alicante en 1850. Estudió la carrera de Filosofía y
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Letras en Madrid, siendo alumno de Castelar, Amador de los Ríos,
etc ... Milego se dedicó a los estudios de Literatura y de Derecho,
doctorándose en la Universidad Central.
En 1870 ganó la cátedra de Lengua y Literatura castellana del
Instituto de Las Palmas. Ocupará esta plaza hasta 1876. Colaboró
con sus compañeros krausistas, Salvador Calderón y Anselmo Arenas.
Con este último coincidirá de nuevo en Badajoz, cooperando en
numerosas publicaciones, consejos de redacción en revistas krausistas,
etc ...
Su actividad fundamental la ejercerá en Badajoz, Toledo y
Valencia, que serán sus destinos como catedrático de Instituto.
Aún destacaremos la obra de dos krausistas nacidos en Gran
Canaria, de formación autodidacta, pues no fueron ni alumnos ni
discípulos de los catedráticos krausistas en las universidades del
momento. Y expondremos la obra de Salvador Calderón en un
nuevo apartado, dedicado al krausopositivismo.
Pablo Padilla
Los historiadores Millares Torres y Millares Cantero recogen
en sus estudios la importancia del influyente foco krausista del Instituto
de Las Palmas. Estos profesores, aunque residieron poco
tiempo en las islas, contribuyeron al clima liberal existente en el
colegio de San Agustín desde su fundación.
En este sentido, debemos anotar que en las obras generales
acerca del siglo XIX en España, ya sean las que se refieren al estudio
del krausismo, del positivismo, etc ... apenas se hace mención del eco
que tuvieron estos movimientos en Canarias. Por ejemplo, al enumerar
la bibliografía de Arredondo no se citan las obras que editó en
1875 en Tenerife, y que nosotros destacamos porque fueron la causa
de la polémica entre Pablo Padilla y Tomás Fornesa.
Fornesa, como ya hemos dicho, le acusó de panteísta. Padilla
se declaró católico y, por tanto, alejado del panteismo, pero sin
aceptar el ataque a la filosofía moderna por parte del tradicionalismo.
Su formación era profunda acerca de las obras krausistas del
momento y, especialmente, tenía una gran influencia del krausismo
espiritualista belga difundido por Tiberghien.
Sabemos por Champsaur Sicilia que Padilla no sólo intervino
públicamente en defensa del krausismo en esta ocasión. El y Milla-
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res Torres fueron los dos únicos miembros del ayuntamiento de Las
Palmas, que se negaron a firmar el expediente contra Saturnino
Milego y Salvador Calderón.
Rafael Lorenzo y García
Al iniciar el estudio de este autor, hemos de destacar su reconocida
personalidad entre el círculo de intelectuales, debido a sus
numerosas publicaciones y a sus actuaciones políticas. Lorenzo y
García intervino en la proclamación de la Junta Superior Revolucionaria
de Las Palmas, 1868.
Nació en Las Palmas en 1821, y es autor de las siguientes
obras: La Esclavitud y el pauperismo en el siglo XIX, 1863; La
libertad religiosa,] 1873; Estudios filosóficos sobre la especificación
de los seres, 1876; Estudios filosóficos sobre el origen y formación
de los seres vivientes, 1877 y Triunfos de las
Ciencias, 1879.
Su primer trabajo corresponde a una actitud comprometida
contra las injusticias sociales de su época. Esta obra fue muy alabada
por Baltasar Champsaur Sicilia, quién polemizará posteriormente
con Lorenzo y García a raíz de la publicación de Estudios
filosóficos sobre la especificación de los seres.
Aunque Baltasar Champsaur rebate las teorías antidarwinistas
de Lorenzo y García, las críticas le vienen fundamentalmente del
clero, como ya sabemos. El abogado grancanario se coloca en una
postura abiertamente anticlerical, estimando la incompatibilidad
entre el catolicismo y la ciencia. En los debates con el Lectoral de la
Catedral Roca y Ponsa, cita a un autor europeo, Draper, que es el
máximo defensor de esta oposición entre ciencia y religión.
García Cué en su Aproximación al estudio del krausismo
andaluz expone una breve cita de Lorenzo y García como antidarwinista
y anticlerical, pero creemos que es necesario argumentar su
pensamiento krausista, para entender ambas posturas que, por tanto,
no son contradictorias.
El planteamiento antidarwinista de Lorenzo y García le viene
de su condición de krausista ortodoxo. Su opción es la de un racionalismo,
que admite un conocimiento armónico entre la existencia
de un ser absoluto y la experiencia. Rechaza tanto el ateísmo de los
positivistas como el fideismo, sin base en la razón, del clero.
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Mientras que Roca y Ponsa expone en «El Gólgota» la necesidad
de acatar la autoridad de las Sagradas Escrituras y de la Iglesia,
según las proposiciones contenidas en el Syllabus; Lorenzo y García,
especialmente en su última obra Triunfos de las Ciencias, evalúa
la historia de los grandes descubrimientos científicos y su lucha
por imponerse a oscuras creencias, que identifica con las opiniones
de la Iglesia.
Finalmente, mencionaremos el debate entre nuestro autor y
Champsaur Sicilia. Esta polémica no estaba tan cargada de virulencia
como la anterior y se refería al ámbito estrictamente científico.
Ambos coincidían en el afán de progreso en el saber, pero Lorenzo y
García representaba una postura más idealista e intuitiva que la de
Champsaur. El abogado grancanario es partidario de que las especies
son fijas y cree que la teoría de Darwin es equívoca y no está
basada en la experiencia. Las tendencias de ambos pensadores
habían quedado claras desde la primera obra de Lorenzo y García.
Este criticará las desigualdades sociales desde perspectivas liberales,
Champsaur practica un abierto socialismo.
3. EL KRAUSOPOSITIVISMO
Entre los profesores del foco krausista grancanario hay uno
especialmente prestigioso, Salvador Calderón (1851-1911).
Este autor no pertenece al krausismo ortodoxo ni por edad ni
por su formación profesional. Su generación es la de los institucionistas
y su vocación intelectual no fue la filosofía pura sino las ciencias
naturales.
Calderón estudió medicina, que abandonó pronto para dedicarse
a la geología. Obtuvo en 1873 el doctorado, y ya en 1874 la
cátedra de Ciencias Naturales en el Instituto de Las Palmas. Pero,
en febrero de 1875, formula la protesta junto a otros catedráticos
contra la circular de Orovio, que tuvo como consecuencia su suspensión
de empleo y sueldo; por lo que hubo de regresar a la Península,
incorporándose a las tareas de la entonces naciente Institución Libre
de Enseñanza.
Sus hermanos Alfredo y Laureano fueron miembros destacados
de la Institución. Laureano (1847-1894) obtuvo por oposición la
cátedra de Farmacia en la Universidad de Santiago. También firmó
el documento de protesta contra la libertad de enseñanza, siendo
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desposeído de su cátedra en abril de 1875. Además fue un hombre
reconocido internacionalmente, autor de numerosas memorias originales
en alemán, francés y español; fue Director de Trabajos prácticos
en la Facultad de Ciencias de Estrasburgo y participó en la
Comisión Internacional que reformó la nomenclatura de la
Química Orgánica.
Salvador Calderón fue también hombre de formación europea,
considerado como uno de los sabios eminentes de su época. La
bibliografía completa de sus trabajos ocupa una extensión de 20
páginas en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia
Natural (García Cué). Su vasta formación y la extensión de su
curriculum nos impiden poder dar amplia cuenta de ello, máxime
cuando lo más interesante en nuestro caso es resaltar su estancia en
el Instituto de Las Palmas y su relevante papel en la investigación
geológica de nuestras islas. A ello nos vamos a limitar.
Es preciso incidir en el florecimiento científico de estos años de
la Restauración. El conservadurismo político de esta época limitó su
desarrollo, pero tal estabilidad permitió una continuidad necesaria al
quehacer científico. Por supuesto que este florecimiento fue debido al
empeño individual o de un grupo de hombres en medio de una sociedad
indiferente aestos logros, pero también es cierto que la investigación
volvió a germinar.
Salvador Calderón contribuye a la difusión de las ciencias naturales
con la adopción de una metodología de acuerdo con los postulados
de la ciencia positiva. Como su hermano Alfredo, renombrado
periodista, critica la ciencia abstracta e idealista que dominaba en
España a comienzos del siglo XIX. Proponen una manera de hacer
ciencia que denominaríamos Filosofía de la Ciencia, por cuanto
consideran que el pensar científico debe guardar un equilibrio armónico
entre el dato positivo y la especulación teórica. Su filosofía es
krausopositivista, alejada tanto del mero descriptivismo científico
como de una ciencia basada en principios racionalistas.
De entre sus trabajos podemos citar los que el mismo Calderón
refiere, en una carta al Director del periódico «El Independiente» de
Las Palmas en 1878, por causa de la famosa polémica acerca del
Instituto. En esta carta, Calderón se ve obligado a responder en
defensa de su atacada utilidad al país; vicio, por otra parte, muy
común en la sociedad española, generalmente miope para descubrir
a sus talentos.
Algunos de sus artículos periodísticos más notorios fueron:
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El krausismo en Canarias 725
«Los enemigos del tabaco en Canarias», «¿Deben propagarse en
Canarias el cultivo del café?» y «El cultivo del café». Entre sus
publicaciones en revistas, libros, etc. están «Reseña de las rocas de
la isla volcánica de Gran Canaria», «primer trabajo» geológico
escrito sobre el país en español, y sobre el cual pueden leerse las
notas bibliográficas de la revista inglesa «The Natur» y de los
«Anales alemanes de Roemer». En el Boletín de la Real Sociedad
Española de Historia Natural: «Nueva teoría de los bufaderos»,
«Notas sobre una lámpara guanche», «Sobre la fauna de Gran
Canaria», «Sobre el catálogo de aves de Tenerife del Sr. Monfró».
Además es autor de una memoria, traducida al inglés, sobre los eucaliptus
de La Orotava con el título «On the vegetable nutrition». Respecto
a sus trabajos de campo destacan, entre otros, la colección de
rocas de Gran Canaria presentada en el museo de Kensigton, que en
1877 estuvo en la Exposición de París; colecciones de reptiles,
insectos y crustáceos de Gran Canaria y una lámpara de «los canarios
primitivos», regaladas por Calderón a distintos museos españoles
de Historia Natural y Arqueológicos, etc.
En fin, sobre la personalidad científica de Salvador Calderón y
su relevancia en Canarias, bástennos las referencias del Dr. Vemeau
en laRevue Scientifique donde le considera el estudioso «más conforme
y acorde con las doctrinas geológicas admisibles». También
hay que recordar su influencia en el Museo Canario. Por último,
hemos de mencionar su talante krausopositivista que le llevó a una
reflexión filosófica muy extendida entre sus coetáneos, denominada
por su hermano Alfredo Calderón el «movimiento novísimo de la
filosofía natural», en la actualidad en boga bajo la denominación de
Filosofía de la Ciencia.
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