ACTITUD DEL OBISPO ENCINA FRENTE
A LA INDEPENDENCIA AMERICANA
PEDRO RODRÍGUEZ CRESPO
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
La presencia de las Islas Canarias en el Perú es tardía, pues se
llegó a las costas peruanas cuarenta años después que se revelara a
Europa, la existencia de las islas caribeñas.
Las «Insulae Fortunate}) intuidas por los antiguos se hicieron
realidad a fines del segundo cuarto del siglo XIV y junto con las Azores
y la Maderajalonaron un «mediterráneo Atlántico». Pero el descubrimiento
no significa pleno conocimiento, sino es seguido por la
colonización; y ésta tiene un hecho significativo: la posesión efectiva
de las Islas Canarias por parte de Castilla, en 1435.
Esta colonización se ve perturbada, cuando los viajes colombinos
establecen la línea marítima, que saliendo de los puertos andaluces
convierte al archipiélago, según Chaunu, de frontera atlántica en
«escala técnica, escala económica, escala de orientación, que da el
visto bueno esencial para una navegación}), navegación que tenía
como destino las Antillas.
Este espacio insular será castellano sin discursión, porque los
acuerdos luso-castellanos y la «Aeterna Patris}), a la vez que dejaba
libre el avance portugués de las Canarias, «para abaxo contra Guinea}),
«señalaba igualmente que}) las otras islas de Canarias, ganadas
e por ganar, las cuales fincan a los de Castilla}). El oeste pues
quedaba libre para Castilla y se abandonaba la mirada hacia el
Africa y se la dirigía a Occidente.
La colonización canaria sirvió de aprendizaje para los primeros
establecimientos coloniales en las Antillas. Pero esto a su vez sirvió
para la colonización de Tierra Firme y Méjico. Por último, toda esa
experiencia, -que no sólo se refería dominio de espacios, sino también
de hombres- sirvió en la conquista del mundo andino.
No es de extrañar, como dice Aurelio Miró Quesada, que los
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primeros testimonios de los cronistas del Perú tengan presente los
hechos antillanos y de Tierra Firme y quede lejos en el recuerdo la
conquista y la colonización de las Canarias.l .
Pero eso no impide que los mismos cronistas y los historiadores
de los siglo XVI y XVII recuerden entre los beneficios culturales que
recibe el Perú, muchos aportes que recuerdan un origen
canario.
Sabemos que la caña de azucar fué llevada por los árabes a
Sicilia, y es posible que pasara a la isla de la Madera y al parecer
luego llevada a las Canarias. Desde la Isabela, en enero de 1494,
Colón escribía a los reyes con respecto a la caña de azúcar que
«unas poquitas que se pusieron han prendido»2 Andando el
tiempo, el cultivo de la caña de azúcar se convertiría en el principal
de la agricultura antillana.
El Padre Acosta, decía a fines del siglo XVI que en el Perú
había ingenios importantes: «Del de Nazca me informaron que solía
rentar 30000 pesos para arriba cada año»; y que el de «Chicama,
junto a Trujillo, también era hacienda gruesa»3 •
De esta misma historia podemos colacionar el relato del Inca
Garcilaso sobre la introducción de la vid en el Perú: «De la planta
de Noé dan la honra a Francisco de Caravantes, antiguo conquistador,
de los primeros del Perú, natural de Toledo, hombre noble. Este
cavallero, viendo la tierra con algún asiento y quietud, embio a
España por planta, y el que vino por ella por llevarla mas fresca, la
llevó de las islas de Canaria, de uva prieta, y asi salio casi toda la
uva tinta, y el vino es todo haloque, no del todo tinto».4
Nos sentimos tentados de hablar de la fauna y de la impronta
canaria en su paso al Nuevo Mundo y el Perú,pero nos apartaría de
nuestro objeto.
De acuerdo al Catálogo de Pasajeros a Indias de Bermúdez
Plata o al Inca de Boyd-Bowman, la presencia de pobladores canarios
fue escasa en Américas.
Quisiéramos hacer una ligera referencia al interés de los historiadores
peruanos por noticias personales de oriundos de las Islas
Afortunadas, que pasaron al Perú y que a lo largo de los siglos coloniales
formaron linajes, desempeñaron cargos importantes o de
alguna manera dejaron señalada su presencia.
Guillermo Lohmann Villena6 con su reconocida erudición señalado
pautas para el estudio de varios linajes canarios distinguidos en
el Perú. Oswaldo Heguín7 ha evocado nombres de reconocida hidal-
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guía y notorios hechos, junto a otros que apenas aparecen en una
partida de matrimonio o un protocolo notarial.
Entre los hombres de Cajamarca no encontramos ningun conquistador
de origen canario, pero en los primeros años de la conquista
encontramos a Antonio de Oré, natural de las islas. En una
probanza de servicios diría que su padre, Jeronimo de Oré, era distinguido
conquistador de Canarias. De la misma manera el hijo,
luego de participar en las guerras entre los conquistadores, y en la
pacificación del país, se asentó en Huamanga. En los libros del
Cabildo huamangino se recoge el acta de la sesión del 14 de enero
de 1541; en la que se le concede vecindad, se le señala solar y se le
hacer merced de una estancia. Esto último suponía que tenía indios
encomendados. En 1563, siendo regidor del Cabildo descubrió una
veta de planta y para poderla trabajar pidió indios; siéndole asignados
los de Hanan Cillques, cuyo núCleo poblacional vivía en el pueblo
de Canaria, sin duda así bautizado por su encomedero. También
sería hacendado, obrajero y comerciante. Para terminar como otros
conquistadores,terminaría su vida como fundador y benefactor
de monasterios.8 •
Entre los acaudalados comerciantes avecindados en Lima
encontramos a Pedro Alvarez de Espinosa, nacido en Santa Cruz de
la Palma (Tenerife) donde fue regidor del cabildo de esa
ciudad.
Pasó al Perú en 1624 y luego de varios viajes a la península, en
razón de sus negocios, se asentó en Lima, formó familia y participó
como regidor en el cabildo limeño.
Debió ser hombre de caudal y muy vinculado a familia de
comerciantes como que casó en segundas nupcias con Ana Ventura
de Mendoza y Luna, viuda de un rico comerciante. Falleció en Lima
en 1679. Es· el único regidor perpetuo del cabildo limeño
oriundo de Canarias.9 •
Los últimos tiempos del gobierno español en las primeras décadas
del siglo XIX son difíciles. Las decisiones personales dividen a
los súbditos de la Corona en realistas y patriotas con los naturales
matices, pero sin distinción de oriundez. Así vale la pena recordar a
BIas Cerdeña, nacido en la Gran Canaria en 1792. Militar de
carrera. Se alistó en el ejército realista en Venezuela, en el batallón
Numancia. Junto con él marchó al Perú en 1819. A los pocos meses
optó por pasarse al bando patriota y bajo las ordenes de San Martín
participó en las campañas libertadoras. Tuvo una larga carrera polí-
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tica y castrense lo que le ganó alcanzar el grado de Gran Mariscal.
Sus restos reposan en tierra peruana desde 1854.10•
Frente a este militar canario que optó por la patria, destaca la
figura del virtuoso obispo de Arequipa Luis Gonzaga de la Encina y
Perla, defensor de Fernando VII, y de la unión con España. A él
dedicaremos nuestra atención en las páginas que siguen.ll .
El obispo Encina
Nació el 24 de abril de 1754 en las Palmas de Gran Canaria,
hijo de Don Simón de la Encina, vizcaíno, y de doña Agueda Díaz
Perla, natural de la isla. Estudió con los padres de la Compañía y
abrazó muy joven el estado eclesiástico. Ingresó a la familia del
obispo Cervera con quien pasó a Cádiz. Más tarde obtuvo en la Universidad
de Osuna los grados académicos que lo llevaron al doctorado
en Teología en 1779. Volvió a las Palmas y ganó una Ración
en la Catedral isleña; un año más tarde fué nombrado Canónigo
Magistral; después rector del Seminario en 1782. Luego ascendería
a la dignidad de maestrescuela. Era Secretario de Camára del
Obispo Verdugo cuando fue presentado para la de arcediano, en
1803. La renuncia del obispo de Arequipa Chávez de la Rosa, hizo
que se pensase para la sucesión en el electo arcediano.
Su formación intelectual fué sólida, pues como señalamos dirigió
el Seminario de las Palmas. Su interés por los conocimientos y
los problemas de su país, lo llevaron a ser Director de la Real Sociedad
Económica de Amigos de Gran Canaria. Todo esto en medio
del clima creado por las ideas de la Ilustración, pero de una Ilustración
que no rompe con la tradición española.
El obispo Encina fue recibido en su diócesis el 22 de
junio de 1810.
Dejaba atrás no sólo un largo viaje, sino una situación de guerra
en la península, y una incertidumbre sobre el destino de la monarquía
española. Lo que pasamos a resumir.
Carlos IV lo había presentado para el obispado en septiembre
de 1804, pero su consagración se realiza dos años después en su tierra
natal. Esta demora obedeció principalmente a la guerra con
Inglaterra que hacía difícil y peligrosa la navegación en el Atlántico.
Pero la situación se complicó, cuando los antiguos aliados franceses
invaden España y Napoleón interviene en las discordias cortesa-
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nas. Quedaba al descubierto el drama de Aranjuez, la insurrección
del pueblo español y las abdicaciones de Bayona. El emperador de
los franceses dispuso la corona española a favor de su hermano
José, y aprobó el proyecto constitucional presentado por
Napoleón. _
Como sabemos el pueblo español rechazó lo que se consideraba
una usurpación y se constituyen las Juntas en las distintas
regiones españolas.
Las noticias no tardan en llegar a Canarias. Primero las de Arajuez,
y el pueblo celebra la subida de Fernando VII; luego las de
Bayona, y hay indecisión y dudas respecto al nuevo rey; pero luego
el 3 de julio llega a Tenerife la comisión de la Junta de Sevilla,
encargada de alzar los pueblos de ultramar a favor del rey cautivo, lo
que provocó que Canarias siguiese el destino de otras regiones
españolas.
E! obispo electo se vió envuelto en los acontecimientos, pues
fué comisionado por la isla de la Gran Canaria ante la Junta
Suprema de Madrid, por lo que debe viajar al encuentro de la Junta,
en circunstancias peligrosas, pues Madrid caía en poder de los franceses
y el prelado tuvo que cumplir su misión en Sevilla, ciudad que
sirvió de refugio temporal a la Junta.
De esta forma quedó libre para alistar su viaje al Perú. La nave
que condujo al Obispo zarpó de Cádiz ello de octubre y arribó al
Callao el 7 de mayo del año siguiente.l2 •
Todo anunciaba, luego de las peripecias pasadas, que llegaría
a un país dominado por la insurgencia, pues en el camino de la navegación
había tenido noticia de los sucesos de Buenos Aires y de la
Banda Oriental, pero al llegar al Perú su primera impresión fué distinta,
pero era el tiempo justo del gobierno de mano firme del virrey
Abascal que controlaba el centro del virreinato. La insurrección la
conocería en el gobierno de su rey arequipeña.
La administración de la diócesis (1810-1816) no es el objeto
de nuestra comunicación. Las preocupaciones pastorales estuvieron
relacionadas con los problemas planteados por el clero ganado por
la causa patriota, o por el cumplimiento de las decisiones de la corte,
o por la necesidad de una visita pastoril, la cual se realizó en 1814.
A estos hechos aludiremos circunstancialmente.
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Los planes napoleónicos y el separatismo
Las noticias que llegaban de España eran muchas veces deformadas.
Esto constituyó una de las mayores preocupaciones del
obispo, por eso dedicó a informar y orientar en su diócesis acerca de
los peligros de los proyectos napoleónicos y los males de la
insurrección.
Recordemos que en el año 1810 la guerra de resistencia no
hacía vislumbrar la caída de Napoleón y el triunfo de la liberación
española. A poco de embarcarse Encina en Cádiz, la Junta Central
se había establecido en ese puesto (28 de marzo) y había sido reconocida
como el gobierno legal de España. La Junta confió el poder
ejecutivo a un Consejo de Regencia y se convocó a unas Cortes
Generales, que se abrieron el 24 de septiembre.
El virrey Abascal hizo circular un manifiesto impreso, en que
se daba noticia de agentes franceses, que Napoleón había enviado a
varias partes de América, con el detalle de los nombres y de las instrucciónes
que llevaban. Esto estaba dirigido a despertar en los americanos
la necesidad de la separación.
¿En qué consistía el plan napoleónico, en el decir de Abascal?
En primero lugar, propagar la noticia que España ya estaba perdida
y que la resistencia era inútil. En segundo lugar, convencer que la
independencia se justificaba, porque no había autoridad legítima en
España; y además que Napoleón no quería más recompensa que la
libertad de los paises, para establecer luego libres relaciones de
comercio con ellos.
Esto llevó al obispo no sólo a difundir el manifiesto virreinal,
sino a escribir y a publicar una pastoral contra las pretensiones francesas
y de esta manera fortalecer la adhesión a Fernando
vnp.
En primer lugar también era necesario aclarar que las intrigas
napoleónicas ocultaban su desmedida ambición de dominio
universal:
«Napoleón, pues hennanos nuestros es el autor de estas funestas
noticias de la España y de esas promesas que han podido
lisonjear a alguna parte de la América. Napoleón el robador
fraudulento y el duro opresor de nuestro amado padre y legítimo
soberano» ... «Me parece, amados nuestros, que basta oír
su nombre para despreciar cuanto por su parte se nos proponga,
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por más que se les quiera hacer creer como un enviado de Dios
para reformar, gobernar y dar leyes a todo el universo.»
Quiero apartar a Inglaterra de España y a los americanos de la
obediencia al Consejo de Regencia: «ha recurrido pues, al medio
de separarle dos poderosos auxilios que la sostienen (a la España
que resiste heroicamente) cuales son sus honrados aliados los ingleses
y sus hijos los naturales y habitantes de la América». Los ingleses
no han sido engañados pero si se ha logrado separar a los
hermanos:
«Ha procurado halagar con la idea falsa y perniciosa, pero
agradable al primer aspecto de la independencia; agradable
especialmente para los que no conocen bien los justos límites, a
que ésta debe ceñirse para que no sea, en lugar de un bien, un
mal, el más funesto».
Esto es muy doloroso pues «todos hemos formado siempre una
misma nación, una misma familia y un mismo cuerpo, bajo el mando
y bajo la sombra de un mismo padre». Esto reflejaba sin duda la lectura
del «Manifiesto a los Americanos», fechado el 10 de mayo de
1809, y enviado por la Junta como circular a las autoridades americanas,
donde se declaraba que América era parte integrante de la
monarquía, y trataba de inspirar confianza y seguridad en que la
madre patria no iba a derrumbarse14 •
El obispo descubre sus temores sobre cualquier acercamiento a
Francia. Una paz con Francia es una «paz mala», esta era la que
existía en el pasado: «Tenía abierta la puerta por donde se han introducido
en la España de la relajación, el desenfreno, el libertinaje, la
irreligión y un tropel de vicios, que han visto con dolor nacer
en la Francia los muchos buenos cristianos que hay en ella, que cundiendo
de allí a la España han pervertido, corrompido y degradado
el candor, la sencillez y la gravedad de las antiguas costumbres
españolas.» 15
Por todo lo anterior hay que ayudar a los «convasallos». Así
llama a los penínsulares. Hay que obedecer a la Regencia y hay que
esperar que los americanos, «como partes integrantes de la Monarquía
concurran a las Cortes».
La carta pastoral se difundió en dos ediciones casi
inmediatas.16 •
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668 Pedro Rodríguez Crespo
Noticias de las Cortes
La noticia de su instalación llegaba a Arequipa en abril de
1811. El obispo comunica a los curas que en cumplimiento de estas
reales ordenes se reconozca a las Cortes y se jure la obediencia a
ellas. Poco después llegarán distintas disposiciones de la legislación
liberal. El obipo da cuenta que ha recibido un ejemplar de la Constitución
Política de la Monarquía Española y de los festejos y ceremonias
que dió motivo la jura de la Constitución (22 de diciembre
de 1812).
En su correspondencia se halla documentada la llegada de los
mandatos de las Cortes y su cumplimiento sin mayores comentarios.
Así llegaba a Arequipa la ley que abolía la mita y el servicio personal
indígena; abolición de los azotes en todo el territorio de la
monarquía española; el decreto de las Cortes que disponía la construcción
de cementerios y a la vez que prohibía los entierros en las
Iglesias; que es la única medida que provocó un comentario de
Encina 17.
En la ceremonia de la jura el mismo nos relata acerca de su discurso,
prudente y cauteloso: «Hícele ver que era preciso por la sabiduría
de las disposiciones que contiene, en las que se ven
restablecidas y afianzadas la igualdad, la libertad y la seguridad del
hombre, cuyos derechos se hallaban atados y oscurecidos, deteniéndome
un poco en la explicación de estos puntos, para que no equivocase
el vulgo la igualdad con la confusión y el desorden y la
libertad con el abuso de esta o el libertinaje, fuente de todos los
males y destructor de la seguridad individual y pública».
El liberalismo doceañista creaba desasosiego a nuestro obispo,
que defendía el orden instituido, apoyando a las autoridades políticas.
La igualdad y la libertad, que en un contexto ideológico como el
preconizado por espíritus moderados podía ser aceptable, no lo era
dentro de ideas liberales de Cádiz, y podía convertirse en libertinaje
y desorden, como ht:mos visto lo repetía con insistencia
Encina 18.
El obispo Encina y la revolución de Pumacahua
En el sur del Perú estaba minada la lealtad de las ciudades por
la actividad conspiradora y revolucionaria que crecía conforme lle-
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gaban noticias del avance argentino en el Alto Perú. En Tacna se
habían producido levantamientos en 1811 y se repetirían en 1813,
pero en esta segunda oportunidad con proyectos mayores, pues se
pretendía que la revolución se ampliase a Moquegua y Arequipa,
coordinado con el Alto Perú. Pero todo quedó frustrado por la
derrota de Belgrando en Ayohuma.
Aunque afirmamos en otro lugar que no es nuestro objetivo
estudiar la labor pastoral, no podemos dejar de mencionar la visita
que hizo el Obispo Encina a los pueblos de su diócesis porque constituyen
el marco necesario para seguir rastreando la actitud y el pensamiento
del obispo frente a la independencia.
En una carta dirigida a los curas vicarios e Moquegua, Tacna y
Arica de 3 de julio el Obispo avisa que ha determinado salir el día
15 para Tambo. Moquegua, Torata, Ilabaya, 110, Tacna, Sama y
Arica.19 • Siguiendo su correspondencia sabemos que el 29 de julio
se encuentra en Tambo; el 5 de agosto en Moquegua; el 27 de septiembre
en Tacna; a mediados de octubre se encuentra ya en
Arica.
En este tiempo el Cuzco se alteró por la revolución de los
Angulos y el Brigadier Mateo García Pumacahua. Fué el levantamiento
que significó mayor peligro para el poder español antes de la
llegada de la expedición sanmartiniana.20.
José Angulo, verdadera alma del movimiento, lanzó proclamas
a todas las ciudades del sur, incluída Arequipa. Rotas las hostilidades
con el gobierno de Lima, se dividió el ejército revolucionario en
tres grupos, uno se encaminaría por Puno hacia La Paz, otro tendría
por objeto Huamaga y un tercero a órdenes de Vicente Angulo y de
Pumacahua se dirigía a Arequipa.
La tardanza en recibir refuerzos impidió que la defensa de Arequipa
tuviera éxito. La fuerza realista fué derrotada en la Apacheta
el día 10 de noviembre. La ciudad fué ocupada por los
cusqueños.
Las noticias del desarrollo de la revolución le llegan al Obispo
en plena visita pastoral. Desde Arica escribe a Pumacahua para tratar
de disuadirlo de sus proyectos revolucionarios. Decide regresar.
Al llegar a Moquegua se entera de la derrota realista y la toma de
Arequipa. Vuelve a escribir a Pumacahua y además a Vicente
Angulo aceptando la derrota. En estos días de incertidumbre decide
detenerse en Moquegua.
La ocupación de Arequipa fué breve, pues antes que terminase
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el mes ante la proximidad de tropas realistas del brigadier Ramírez,
Pumacahua y sus tropas la abandonan. El Cabildo reunió en cabildo
abierto al pueblo y se firmó una protesta de adhesión al rey y se
aprestó el recibimiento de las tropas liberadoras, de Ramírez, lo que
sucedía el 9 de diciembre.
En esto últimos y agitados meses del año 1814 se recibían buenas
noticias como las del Tratado de Valencay (11 dic-1813) que
ponía fín a la aventura napoleónica, pues éste devolvía la Corona a
su legítimo rey. Y también se sabía en Arequipa la dación del
decreto de 4 de mayo de 1814 que declaraba nula la constitución
doceañista y lo que eso significaba21 •
Examinemos la carta que dirigió a Pumacahua al saber su
levantamiento en el Cuzco y su avance hacia Arequipa.
En primer lugar trata de disuadir al destinatario de continuar en
la revolución, recordando su carrera militar, sus antiguos servicios
en las insurrecciones pasadas y los meritos que lo llevaron a la Presidencia
de la Audiencia del Cuzco. Hace referencia al relevo de
Pumacahua de la Presidencia por un decreto de la Corte que
reservó ese cargo a letrados; le explica que lo mismo ha sucedido
con el virrey Abascal con respecto a la Audiencia metropolitana, le
pregunta si no se siente afectado y si lo supone un agravio, porque
éste puede ser causa del cambio en la conducta del brigadier
indio.
En segundo lugar, le llama la atención acerca de la legislación
de Cádiz, que quita toda justificación al separatismo. Entonces,
¿contra quien se dirige la insurgencia? Encina responde: «Contra su
Monarca y contra el gobierno legítimo y contra la unión perfecta que
cada día se ha estrechado más en la Nación, de modo que no pueda
llamarse ya unión sino unidad, puesto que todos los habitantes en
uno y otro hemisferio forman un mismo cuerpo, no siendo ya -estos
unos colonos, sino unos ciudadanos dotados de una misma igualdad,
de unos mismos privilegios, componiendo una parte integrante de
una misma nación y teniendo en su gobierno el mismo influjo que
todas las ciudades de ella, un mismo voto en el Congreso general de
Cortes». Repite más de una vez que hay unidad, «un mismo
cuerpo».
Entonces la insurgencia constituye un error, resultado «de la
pasiones vergonzosas de la ambición y de avaricia, de que desgraciadamente
se han dejado dominar, las que les han hecho aspirar a
una libertad desenfrenada, que no merece el nombre de libertad sino
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de libertinaje y verdadera esclavitud de los vicios y por tanto las ha
impedido al saqueo, al robo y al asesinato de los fieles servidores del
Rey».
En tercer lugar, con el supuesto que Pumucahua ha sido
engañado, Encina le informa de los hechos europeos que deberían
desanimar el separatismo:
«Acaso no habrán dejado que penetre a sus oídos la plausible
nueva de que nuestro amado rey Fernando VII está ya empuñando
el cetro de sus padres en su corte de Madrid.»
El tirano «ha sido vencido destronado y confinado a una
pequeña isla del Mediterráneo llamada Elba». Francia tiene ya un
Borbón, pariente del rey español. También se cuida de informarle
que España está en paz con las potencias extranjeras; y «que tiene
unos'ejércitos numerosos y aguerridos», que servirán para reconquistar
y pacificar América.
En cuarto .lugar invita a su destinatario a reflexionar sobre las
causas de la desunión y la insurgencia.
El inventor de la reunión, -así califica a Napoleón-, ya ha
sido vencido, ya nada significa, ... ahora, «los que atizan. el fuego de
la discordia, que él prendió, son los Angloamericanos, para que llamada
la atención de las potencias europeas a varios puntos, puedan
divertir sus fuerzas y no sean atacados de lleno por los ingleses
europeos» .
Luego se pregunta por los actores de la guerra separatista:...
«cosa espantosa, los que se llaman criollos, que es decir o hijos o
nietos o bisnietos de los europeos que aquí vinieron en calidad de
súbditos o vasallos del rey de España. ¿pues con qué derecho intentan
esa separación? ¿Tienen ellos mayor derecho que el que tuvieron
sus padres sus abuelos o sus bisabuelos? Lo que es claro que
ninguno lo tuvierno».
Por último, ¿qué juicio merece al obispo Encima el pueblo indígena,
que intervenía en los levantamientos junto a criollos y
mestizos?
...«estos pobres (han sido seducidos por aquellos hijos desnaturalizados
de su Madre Patria). Ellos han recibido en lo espiritual,
la religión de Jesucristo, que es más preciosa que las
minas de oro y plata. En lo temporal, la libertad de la servidum-
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bre incaica. Además de los conocimientos de los cultivos,
«junto con la civilidad e instrucción en las ciencias
humanas».
Así termina la argumentación del obispo. Si es verdad que ello
no convenció a Pumacahua, nos ha servido para acercamos a la
actitud de Encina frente a los hechos revolucionarios.22 •
Encina y restauración en el trono español de Fernando VII
Como sabemos en los últimos meses del año 14 llegaban al sur
del Perú las noticias del regreso de Fernando VII y la nulidad de la
Constitución de 1812. En los primeros meses del año siguiente se
recibieron las disposiciones que restablecían el Despacho Universal
de Indias y las que devolvían las antiguas prerrogativas al Consejo y
Cámara de Indias.
Encina tuvo que considerar las consecuencias del cambio.
Como muy bien señala Enrique Carrión 23 las medidas del nuevo
absolutismo dejaban en nada las promesas que ofrecían las cortes a
los americanos y que había utilizado el obispo, -como hemos
visto-, para convencer a revolucionarios como Pumacahua. La
esperanza de seguir unidos bajo el régimen constitucional, cuidadoso
del progreso y la igualdad entre los súbditos, se reducía a
polvo. Ni siquiera cabía una actitud moderada como la de Encina,
que admitía la libertad pero alertaba de los excesos que venían de la
influencia francesa. La realidad se descubría en las posiciones antagónicas,
de un lado el liberalismo separatista y de otro el partido que
defendía la unión con España, bajo una monarquía que intentaba
regresar al absolutismo del siglo XVIII.
La actitud de Encina la podemos analizar en la lectura de un
largo edicto, fechado en 28 de enero de 181524 •
Ahora se trataba para enfrentar al separatismo de recoger todos
los argumentos que justificaran las medidas contra el liberalismo
doceañista, tomadas por el rey restaurado.
El régimen español no corresponde ciertamente a una monarquía
absoluta, pero tampoco a una monarquía democrática como
quería la constitución de Cádiz. Es para Encina una monarquía
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Actitud del obispo Encina frente a la independencia americana 673
moderada por la aristocracia. El justo y religioso rey decía Encina,
ha prometido nuevas cortes, se tendrá un Congreso superior al rey
pues este lo presidirán, ya que todo el cuerpo con la cabeza es superior
a ésta.
Refleja estas palabras del Obispo las ideas jovellanistas que
habían sido derrotadas en la convocatoria a las Cortes. La nación es
una formación histórica en la cual, a lo largo de los siglos del absolutismo,
se han olvidado las antiguas leyes y costumbres, que en su
tiempo pudieron limitar el poder monárquico. Ninguna generación
puede partir de cero olvidando lo anterior, porque si así lo hiciere,
resultaría la inestabilidad política, la inseguridad y el desorden.
Al pueblo le corresponde no la soberanía sino la iniciativa,
cuando las leyes y costumbres han sido desconocidas o violadas por
una invasión. Pero la soberanía no corresponde al rey ni al pueblo
sino a los organismos en que se plasma la continuidad del pueblo
español: El Rey y las Cortes. Pero éstas, no como lo entendieron los
liberales doceañistas, sino como el conjunto de los tres estamentos
que integran el cuerpo vivo de la nación.
Encontramos en Encina un matiz acentuado en el respeto a la
monarquía: «... una nación que ya de muchos siglos a esta parte
tiene establecido un gobierno verdaderamente monárquico, no
puede alterarlo, estando ocupado el trono por su rey legítimo, a
quien tiene cedida y en quien tiene depositada la soberanía».
El último esfuerzo del prelado fué, a la par con el gobierno temporal,
combatir al clero patriota, contra el cual fulmina un
edict025 •
Condena a los confesores que utilizando el sacramento de la
penitencia hacían propaganda al separatismo. No conforme con
ello, pone la excomunión de por medio, pues ordena a los fieles a
«denunciarlos a Nos, dentro de seis días, pasados los cuales no
habiendo cumplido con la denuncia, se deberán tener y tendrán por
excomulgados, sin que sea necesario el que procedan las tres moniciones
canónicas, que damos por cumplidas en este decreto». Esto
indicaba claramente que el clero estaba dividid026 •
ASl terminan los esfuerzos del Obispo, pues la edad, los achaques
antiguos y las fatigas de la Visita pastoral acabaron con las
. energías del obispo canario. Fallece en la medianoche del 18 al 19
de enero de 1816.
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Epílogo
Pedro Rodríguez Crespo
Los años del gobierno de la diócesis arequipeña nos permiten
apreciar que hay tres momentos en qu el Obispo Encina define su
actitud frente a la independencia. El primero corresponde al
momento del fidelismo al rey cautivo frente al peligro napoleónico.
El segundo momento, al período liberal, que Encina acepta con
mucha moderación. El tercer momento corresponde al desconocimiento
de la constitución, y al fín de la revolución de 1814.
El obispo es un prelado, que en lo intelectual fué fiel a la ilustración
española, como lo hemos apreciado en los testimonios utilizados
en esta comunicación. Puso esa ilustración moderada al
servicio del gobierno de su diócesis que él entendió dentro del bando
realista.
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Actitud del obispo Encina frente a la independencia americana 675
NOTAS
l. Aurelio Miro-Quesada. El Inca Garcilaso y las Islas Canan"as. En: Historiografía
y Bibliografía Americanistas. Sevilla 1971, XV, n.O 1, pp. 1-24. Revisado
para una conferencia en el Instituto de Estudios Hispánicos de Puerto de la Cruz,
Tenerife el 30 de abril de 1975. Pub. en Aurelio Miro-Quesada S. Tiempo de leer,
tiempo de escribir. Lima 1977, pp. 51-79.
2. Memorial que para los Reyes Católicos dio el Almirante Don Cristóbal
Colón en la ciudad de Isabela a 30 de enero de 1494 a Arturo Torres, sobre el suceso
de su segundo viaje a las Indias y al final de cada capítulo, la respuesta de sus Altezas.
En: Cristóbal Colón. Textos y documentos completos. Ed. prólogo y notas de
Consuelo Varela. Madrid, Alianza Editorial, 1982.
3. Joseph de Acosta. Historia natural y moral de las Indias. Méjico, Fondo
de Cultura Eonómica, 1962. p. 197.
4. Cito de Miro-Quesada, op. cit., p. 64. .
5. Boyd-Bowman consigna 14 nombres procedentes de Canarias en su Indice
geobiogrtifico de cuarenta mil pobladores españoles de América en el siglo XVI.
Bogotá, 1964; y Morales Padrón ha contado 25 asientos de pasajeros en el Catálogo
de Bermúdez Plata. Francisco Morales Padrón. Colonos canarios en Indias. Anuario
de Estudios Hispanoamericanos. Sevilla, T. VIII 1951, pp. 399-441.
6. Guillermo Lohmann Villena. Notas para un estudio sobre recuerdos canarios
en el Perú. 11 Coloquio de Historia canario-Americana (1977). Ediciones del
Cabildo Insular de Gran Canaria. 1979.
7. Oswaldo Holguín Callo Breve repertorio de canarios avecindados en el
Perú (siglos XVI-XIX). Lima, 1981.
8. Miriam Salas de Coloma. De los obrajes de Canaria y Chincheros a las
comunidades indígenas de Vilcashuamán. Siglo XVI. Lima, 1979.
9. Guillermo Lohmann Villena. Los regidores perpetuos del Cabildo de Lima
(1535-1821). Sevilla, Excma. Diputación Provincial de Sevilla, 1983. t. 11. p.
29 y s.
10. Vid. Carlos Romero. Un soldado de la independencia: el Gran Mariscal de
Zepita D. Bias Cerdeña. En: Revista Histórica. Lima, 1921, vol. VII, pp. 90101.
11. Ante la imposibilidad de ser prolijos debemos mencionar que hemos utili-
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676 Pedro Rodríguez Crespo
zado principalmente: Luis Gonzaga de la Encina y Perla. Pastoral del... con motivo
de la Instrucci6n dada por Napole6n a sus emisarios para las Américas. Lima,
Impresa en la Casa Real de niños expósitos, 1811.
Luis Gonzaga de la Encina y Perla. Edicto pastoral... formado con el
objeto de procurar la pacificaci6n y bien espiritual de sus di6cesis, de todo el Perú, y
de toda la monarquia española. Lima, Bemardino Ruiz, 1815.
Luis Gonzaga de la Encina. Edicto. Arequipa, 11 de marzo de 1815. Biblioteca
Nacional. Lima. D. 11636. Pub. Vladimiro Bermejo. El Ilustrisimo Señor Luis
Gonzaga de la Encina y la independencia americana. En: La Causa de la Emancipación
del Perú. Lima, 1956, pp. 355-416.
Luis Gonzaga de la Encina. Copiador de cartas y oficios. 1814.
Luis Gonzaga de la Encina. Copiador de cartas y oficios. 1815.
Información bibliográfica y documental exhaustiva de los fondos que guarda
la Biblioteca Nacional de Lima referente al Obispo Encina y a los hermanos Antonio
y Miguel Perevra en el erudito trabaio de Enrique Camón. Perevra v el Perú. En:
Boletín del Instituto Riva Agüero. 1969-1971. pp. 15-123.
12. Podemos menciona'; para la historia de la diócesis de Arequipa: Rubén Vargas
Ugarte S.I.El Episcopado en los tiempos de la emancipaci6n americana. Lima,
Imprenta Gil, 1962.
J. D. de Zamacola. Serie cronol6gica de los Ilustrisimos Señores Obispos
que han gobernado la Santa Iglesia Catedral de Arequipa (Ms. B.N.L. D
8150).
M. A. Cateriano. Memoria de los IUmos. srs. Obispos de Arequipa. Arequipa.
Tip. Quiroz, 1908.
S. Martínez. La di6cesis de Arequipa y sus obispos. Arequipa, 1933.
13. Pastoral de 1811 cit. en nota 11.
14. M.a Teresa Berruezo. La participaci6n americana en las Cortes de Cádiz
(1810-1814). Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1986, p. 18.
15. Esta condena a la influencia francesa se repite no sólo en esta pastoral sino
en otros testimonios como se verá más adelante.
16. Raúl Porras en su semblanza de Mariano José de Arce un clérigo arequipeño
patriota, se refiere a la pastoral: «Prefiere combatir y persuadir, consciente de su
misión aquietadora, sin abandonar nunca su acento de paz. Ni aún cuando excita a su
grey contra la propaganda francesa en América, fulminando como español y como
sacerdote la invasión del impío Napoleón a la católica España emplea los epítetos
denigrantes entonces en uso. Raúl Porras. Arce. En: Mercurio Peruano. Lima,
1927.
17. Carta del Obispo Encina al Ayuntamiento de la ciudad de Arequipa.
Moquegua, 23 de agosto de 1814. Libro copiador citado.
18. Cfr. cit. 15.
19. Carta de Encina a los Curas Vicarios de Moquegua y Arica. Arequipa, 3 de
julio de 1814. Libro copiador citado. Ade1Í1as les advierte que no haya pompa en el
recibimiento y alojamiento, sino «debida moderación», principalmente en la mesa
«que deberá ser frugal y compuesta de un puchero, un principio, un asado con ensalada
y postre y frutas»
20. Abundante bibliografía. Vid. Rubén Vargas Ugarte. Historia General del
Perú. T. V.: Postrimerías del poder español (1776-1815) Lima 1966. pp. 249-271.
Jorge Cornejo Bouroncle. Pumacahua. La revolución del Cuzco. Fue publicado
por partes.
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Actitud del obispo Encina frente a la independencia americana 677
21. En la pastoral de 1815 sobre la planificación, dice Encina que recibió en
Africa el real decreto de Valencia del 4 de mayo de 1814 que declaraba nulas las
Cortes y la Constitución.
22. Libro copiador citado. BNL. D 11884.
23. Enrique Carrión Ordóñez. Pereyra y el Perú. cito p. 71. Y s.
24. Edicto pastoral cito en nota 11.
25. Copia manuscrita: BNL. D 11636. Se publicó Bermejo, op. cit., pp. 399401.
26. Hay bibliografía sobre el clero patriota. Vid. Manuel Jesús Aparicio Vega.
El Clero patriota en la Revolución de 1814. Cuzco, 1973.
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