LA RESISTENCIA AL GOLPE DE ESTADO
DE 1936 EN TENERIFE
M. A. CABRERA ACOSTA
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
INTRODUCCIÓN
A la altura del año 1929 la dictadura presidida por el general
Primo de Rivera, a la que se había recurrido para hacer frente a una
situación de creciente agitación revolucionaria que había desbordado
al sistema político restauracionista, se muestra incapaz de
resistir una nueva coyuntura de recrudecimiento de la lucha de clases
y de la oposición política en general, impulsados por el proletariado,
los estudiantes e intelectuales y amplios sectores de la
pequeña burguesía adscritos al republicanismo. Reemplazado el
general, los gobiernos que le suceden se muestran también incapaces
de llevar a término el plan que se había propuesto, y que no era otro
que el retomo al imperio de la Constitución de 1876. Invalidado,
también, pues, este recurso por la cada vez más vigorosa contestación
social, la clases dominante española, la gran burguesía, ve en la
implantación de la República y en el reformismo de republicanos y
socialistas, en abril de 1931, los únicos medios posibles de contener
y encauzar convenientemente a un movimiento obrero que amenaza
con adquirir peligrosas proporciones. Esta confianza, ciertamente,
en que una modificación en la forma del estado -trocándola de
monárquica en republicana- y la introducción del cúmulo de reformas
de que era portador el nuevo Gobierno serían suficientes para
contentar a esa efervecente clase obrera. Aspiraba, en fm, de este
modo, a estabilizar como republicana una situación que se le desmoronaba
como monárquica.
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No obstante, tras los primeros momentos de consenso republicano,
el movimiento obrero reanuda su trayectoria ascendente y ni
las ilusiones reformistas ni la represión sistemática logran detener
una marcha que alcanza formas insurrecionales en octubre de 1934,
en unos momentos en que ya la clase dominante había prescindido
de republicanos y socialistas en la gestión gubernamental. Tras las
elecciones de febrero de 1936 la confrontación social alcanza tal
nivel que, como reconocen con relativa unanimidad los historiadores
del período, el programa del Gobierno, las direcciones partidarias y
hasta la propia legalidad democrática burguesa republicana se ven
desbordados por una lucha de clases que se intensifica a pasos agigantados
y se orienta hacia una colisión abierta entre burguesía y
proletariado. En este trance, agotados ya los recursos aplicados con
anterioridad, el golpe de estado, la intervención violenta del ejército,
se hace inevitable, con la particularidad de que la reacción obrera y
popular que desencadena y.que le sale inmediatamente al paso en
buena parte del territorio peninsular lo transforma en una guerra
civil de casi tres años de duración.
También la burguesía tinerfeña acoge con serena y esperanzada
mirada -yen no pocos casos con estusiasmo- la proclamación de
la 11 República. Agrupada tras el Partido Republicano Tinerfeño y,
algo después, tras Acción Popular Agraria, contempla temerosa
cómo paulatinamente el régimen republicano se va mostrando incapaz
de cubrir el objetivo para el que había sido concebido y la
ansiada estabilidad política y social no retorna. Su apoyo al golpe de
estado no podía ser, por tanto, más que decidido ya disposición del
ejército sublevado pone inmediatamente la totalidad de sus medios,
pohticos y económicos. Y así, se adhiere con prontitud al golpe de
estado los dirigentes republicanos tinerfeños, contribuyen materialmente
al esfuerzo de guerra y buena parte de ellos y de los comités
del partido -de manera palpable en La Gomera, en El Hierro y en
parte de la isla de Tenerife, como el Puerto de la Cruz- serán los
encargados de planificar y dirigir la represión subsiguiente. Lo
mismo podemos decir de los miembros de la CEDA, de los que
puede servirnos como paradigma Andrés de Arroyo y González de
Chávez: fervoroso defensor, en sus inicios, de la 11 República, diputado
en sus Cortes Constituyentes y admirador declarado de Alejandro
Lerroux y de Indalecio Prieto, se ita aproximando al liderazgo
de Gil Robles y acabará por desempeñar, alIado de Juan March, un
relevante papel en la organización del golpe de estadol •
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La resistencia al golpe de estado de 1936 en Tenerije 81,7
EL GOLPE DE ESTADO EN TENERIFE
Como es sabido, cuando el general Franco parte del puerto de
Santa Cruz de Tenerife rumbo a Las Palmas la noche del 16 de julio
con el pretexto de acudir al entierro del general Balmes, el plan militar
del golpe de estado está ya en marcha, un plan cuya configuración
final tiene ya algunas semanas de vida. Varios acontecimientos
ocurridos con anterioridad pueden fácilmente ser interpretados, asimismo,
como su préambulo, pruebas de fuerza o tanteos destinados
a captar.el estado de ánimo del movimiento obrero insular. A esta
categoría pertenece, sin duda, lo acaecido en la celebración del 1.0
de Mayo en el Puerto de la Cruz, cuando al paso de la manifestación
obrera el Comandante General ordena el emplazamiento de algunos
soldados y piezas de artillería: también la reunión de oficiales de Las
Raíces o la recepción dada a las autoridades y a la oficialidad de la
flota surta en el puerto que se cierra con una alocución del general
Franco que finaliza con el premonitorio jArriba EspañaF.
Al acto fmal del golpe de estado no se representará, no obstante,
hasta el amanecer del día 18 de julio, momento en que el ejército,
previamente acuartelado, ocupa el Gobierno Civil, los centros
de comunicaciones (Correos, Telégrafos, y Teléfonos) y los lugares
estratégicos de la capital y de la Isla. En el caso de la primera, confluirán,
desde diferentes calles, en la Plaza de la Constitución, punto
neurálgico de Santa Cruz, los grupos de soldados, situando ametralladoras
a su alrededor y penetrando en el edificio gubernativo; El
Gobernador es destituido y obligado a permanecer, en calidad de
detenido, en sus dependencias particulares, con la prohibición explícita
de salir al exterior. Para custodiarlo se deja a una veintena
de soldados.
Esa misma mañana se inician las detenciones en el norte de la
Isla y, si nos atenemos al relato del citado Tomás Quintero Espinosa,
a medida que avanzaba el día «empezaban a circular camiones
con detenidos políticos, conducidos por elementos civiles, que se
habían unido a la sublevación. A las once de la mañana ya llegaban
del interior de la Isla los primeros camiones, conduciendo a detenidos
políticos»3. Las fuerzas militares destacadas en La Orotava
actuaban, por tanto, con mayor celeridad que las de la capital. Ocupada
ésta, patrullada constantemente por el ejército, difundido a través
de la radio y de los pasquines el bando declaratorio del estado de
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guerra redactado por Franco, el día transcurre entre el desconcierto
y la espera.
LA RESISTENCIA EN TORNO AL GOBIERNO CIVIL
Pasado el mediodía, sin embargo, se va abriendo paso entre los
sectores más expectantes de la población santacrucera la creencia
de que el movimiento militar ha fracasado y que ha quedado reducido
al Archipiélago, a Baleares y a unos pocos puntos del territorio
colonial marroquí. Tal creencia estaba alimentada por las emisiones
tranquilizadoras de las emisoras de radio peninsulares y adquirirá
mayor consistencia con la intervención del capitán Joaquín Vega
Benavente. Según recoge la sentencia, «proximamente a la quince
treinta de la tarde del mismo día, el Capitán de Infantería con destino
en el Regimiento de Infantería Tenerife número 38 Don Joaquín
Vega Benaventa, penetró en el café Cuatro Naciones y viendo
en un grupo a Domingo Rodríguez Sanfiel (Secretario de Unión
Republicana), le llamó aparte manifestándole que de fuente fidedigna
sabía que el movimiento militar estaba fracasado»4, constituyéndose
así en el desencadenante inmediato del episodio que sigue y
que culmina en la confrontación armada de soldados y guardias de
asalto en la Plaza de la Constitución. Tras esa entrevista, los máximos
dirigentes de Unión Republicana -junto con alguno de
Izquierda Republicana- se ponen en movimiento y emprenden una
serie encadenada de gestiones e iniciativas. En primer lugar, deciden
dirigirse a la Comandancia Militar con el propósito de, una vez frustrado
el golpe, como se creía, conminar al Comandante en funciones
a que restituyera en el ejercicio del poder a las autoridades civiles y,
de este modo, evitar derramamientos de sangre, pues se temía una
reacción violenta por parte de los anarquistas o de las milicias socialistas.
La misión, empero, no rinde frutos, ante la negativa del jefe
militar a recibirlos.
Acto seguido, los citados dirigentes, a los que ahora parece
haberse sumado algún líder cenetista, excitan a la resistencia a las
personas que se encuentran en las proximidades de la Plaza; sobre
esta acabarán confluyendo, entonces, dos grupos de manifestantes
que juntos suman unas trescientas personas; el primero de ellos, procedente
de la calles del Castillo, encabezado por el citado Rodríguez
Sanfiel y el segundo, que sube de la zona porturaria, compuesto
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mayoritariamente por obreros afiliados a la CNT y a cuyo frente
marcha Francisco Sosa Castilla, presidente del poderoso Sindicato
de Inquilinos. Simultáneamente, otro de los dirigentes republicanos
se encamina al cuartel de Asalto y aparece poco después en al Plaza
a la cabeza de una treintena de sus ocupantes, acuartelados en el
mismo desde esa mañana. El cuadro que presenta, en ese instante, el
corazón urbano de Santa Cruz se completará con un elemento más:
el Gobernador Civil, Manuel Vázquez Moro, reclamado por los gritos
de las personas congregadas en el exterior se asoma, en compañía
de su secretario (desde momentos antes comparte su
confinamiento, además, con el Delegado gubernativo del norte de la
Isla), a uno de los balcones laterales del edificio, desde donde hace
algunos ademanes con el brazo en alto, sin que haya certeza de que
pronunciara más. palabra que un viva a la República y siendo falso
con toda seguridad que vitoreara al comunismo libertario, como afirmaron
algunos testigos en el subsiguiente Consejo de Guerra. Instigados
por los manifestantes, los guardias de asalto se lanzan a la
ocupación del Gobierno Civil y a la liberación de su húesped; los
soldados que lo custodian repelen el ataque en el intercambio de disparos
que tiene lugar, a la par que los manifestantes se dispersan por
las calles anejas, muere un soldado y un cabo de las fuerzas atacantes.
Frustrado el intento, la Guardia de Asalto se retira a su cuartel y
con ella algunos civiles; tras una débil resistencia, todos ellos serán
detenidos. Del acontecimiento se derivarán, por último, los correspondientes
Consejos de Guerra y de éstos el fusilamiento del Gobernador,
de su secretario, de Domingo Rodríguez Sanfiel y de
Francisco Sosa Castilla, así como del teniente Alfonso González
Campos, que mandaba las fuerzas de asalto.
LA RESISTENCIA DEL MOVIMIENTO OBRERO
El conocimiento de que la clase dominante estaba planeando
un golpe de estado para tratar de salvar una situación cada día más
difícil y de que el Comandante General del Archipiélago, Francisco
Franco, constituía una pieza esencial en el engranaje del mismo es
bastante anterior al18 de julio. Los miembros más activos del movimiento
obrero tenían conciencia de ello y sin duda el rumor cada vez
más extendido de que así era tuvo sin duda que que ver con la solicitud
elevada al Gobierno por algunos ayuntamientos tinerfeños en el
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sentido de que el general fuera destituido de su cargo. En este contexto
ha de inscribirse, asimismo, el atentado fallido contra éste protagonzado
por los anarquistas5 •
Del mismo modo que en otras zonas del Archipiélago, la Federación
Obrera santacrucera convoca, nada más tener noticia del
golpe de estado, la huelga general, y lo mismo puede decirse del otro
lugar de significativa concentración proletaria, el Valle de La Orotava,
y de La Laguna, en estos casos bajo la égida de los sindicatos
de orientación socialista y comunista. Las huelgas afectarán a la
totalidad de los sectores económicos y se harán más persistentes, en
lo que a la capital se refiere, en los trabajos portuarios y en la construcción.
Todavía los días 26 y 27 de julio algunos sindicalistas tratan
de que la huelga se consolide en los barcos de cabotaje atracados
en el puerto santacrucero6 , pero lo cierto es que su eficacia como
medio de entorpecer la sublevación militar es más bien escasa, no
sólo por su manifiesta falta de organización, sino por su desnorte
político y por las medidas inmediatamente adoptadas por las nuevas
autoridades, medidas que van desde la represión directa y la amenaza
a la sustitución fulgurante de los obreros huelgistas por esquiroles
en aquellos ámbitos de particular importancia económica o
estratégica, caso del puerto. Detenidos u obligados a vivir en la clandestinidad
los dirigentes sindicales y políticos del movimiento
obrero, la Comadancia Militar podrá ofrecer la siguiente panorámica
a los diez días del golpe de estado: «Sólo una minoría, perteneciente
a las faenas del muelle y al ramo de la construcción, persiste
en su equivocada actitud. Los primeros han sido sustituidos ya. Los
segundos, si no se presentaran enseguida al trabajo, lo setan también
». O: «Los obreros de todos los gremios han entrado al trabajo,
presetándose sin la menor novedad los servicios de transportes urbanos
e interurbanos y trabajándose en todas partes, por los que la ciudad
entera presenta el aspecto ordinario de movimiento y
animación»7 • Previamente, el día 24, la propia Comandancia había
hecho público un bando en que se llamaba a los obreros a reincorporarse
al trabajo y se facultaba a los patronos para prescindir de aquéllos
que no lo hicieran de manera inmediata.
A finales del mes de julio la presión huelgísta de los obreros
tinerfeños parece haber remitido, con excepción del sector de la
construcción. El día 29 la Comandancia, en una de sus muchas
notas, podrá vanagloriarse del control absoluto que ejerce y tras
reconocer la reticencia de algunos obrero, concluirá con rotundidad:
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«Hoy día no existe peligro de resistencia ni oposición violenta a la
fuerza armada en ningún pueblo de la Isla. Todas las medidas de
precaución están adoptadas, además, acaso en exceso, y se cuenta
con recursos suficientes, no sólo para sofocar en el acto cualquier
intento de subversión del orden de cosas establecido por voluntad
nacional, sino hasta prevenirlo y hacerlo abortar antes de que se
produzca». Y más adelante: «La masa obrera continúa en su actitud
serena y reservada que no nos cansamos de elogiar por las virtudes
cívicas y conciencia de la realidad que supone»8.
La resistencia obrera al golpe de estado ofrece, no obstante,
otras facetas. En las noches siguientes al 18 de julio se suceden las
agresiones armadas al ejercito que patrulla las calles y la capital vive
en un permanente clima de tiroteos que, aunque sin demasiada trascendencia,
mantienen latente esa voluntad de resistencia. En otras
poblaciones las respuestas de carácter violento son de mayor entidad.
En La Laguna los soldados que montan guardia en calle y plazas
son acosados por tiradores ocultos y un grupo de obreros trata
de tomar la torre radiotelegráfica militar situada en la montaña de
San Roque9 •
En el pueblo sureño de Fasnia, la misma tarde del 18 de julio y
al circular el rumor de que en la capital se estaba luchando en las
calles, los dirigentes anarquistas y socialistas se proponen llevar a
cabo acciones que obliguen al ejército a desplazar parte de sus fuerzas
y de ese modo «dejar más aliviados a los anarquistas de la capital,
para ver que así pudieran luchar victoriosamente contra el
Ejército Nacional y prestarles ayuda en la única forma posible»,
como reza la sentencia. Con tal fin será violado el puente que se
halla a la salida del túnel de la carretera que une aquella población
con GÜimarlO • También en Barranco Grande hacen explosión algunos
petardos y un intento de dinamitar la central hidroeléctrica será
impedido por la Guardia Civil en Güimar, deteniendo a algunos
obrerosll .
Por 10 que al norte de la Isla se refiere, se organizan algunas
manifestaciones callejeras y se producen agresiones a algunas entidades
o individuos considerados como reaccionaros. En el Puerto de
la Cruz, además de ser decretada la huelga general, obreros socialistas
y comunistas recorren las calles y se detienen delante del Circulo
Iriarte, donde se produce un choque con las personas que en ese
momento están en su interior. A la par que ello, la misma tarde del
18 de julio y a 10 largo del día siguiente, piquetes de obreros recorren
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la población excitando a la oposición al golpe de estado. Algo similar
sucede en Garachico, aunque en este caso los manifestantes tratan
de asaltar el domicilio del cura y cerrar la central telefónica,
intentos abortados por la intervención de la Guardia Civill2.
En la comarca noroeste la resistencia también está presente. En
Icod, Los Silos y, especialmente, Buenavista son numerosos los
obreros que, junto a algunos republicanos de izquierda, se internan,
armados, en el monte. Muchos de ellos habitantes de Icod, permanecerán
en calidad de huidos hasta bien entrada la Guerra y serán protagonistas
de más de un enfrentamiento con sus perseguidoresl3 . En
cuanto a Buenavista, para hacerse con el control de la situación las
nuevas autoridades precisarán el envío de un contingente de soldados.
La nota explicativa emitida por la Comandancia Militar da
cuenta de los hechos en estos términos: «... se organizaron patrullas
de fuerzas al mando de dichos oficiales que se internaron en el
Monte de Teno, por distintos sitios, el día 23, de madrugada, dando
por resultado la captura por las fuerzas del teniente Companys, de
los rebeldes, que se hallaban refugiados en cuevas». Y añade: «El
grupo de huidos lo componían el primer teniente de alcalde, secretario,
concejales y guardia municipal, destituidos del Ayuntamiento de
Buenavista y varios extremistas a ellos afectos. Se les ocuparon
armas y municiones, habiendo sido trasladados a esta capital e
ingresados en la prisión flotante.»l4
Pasados estos primeros momentos, cuya fisionomía acabamos
de describir en sus rasgos más sobresalientes, y ante la pobre efectividad
de las acciones hasta el momento emprendidas, la resistencia
pasa a refugiarse en la clandestinidad a que se ven obligados los dirigentes
y los más notorios militantes de la CNT. y de este modo, se
va fraguando un plan tendente a derrocar el nuevo estado de cosas, a
reconquistar militarmente la Isla. El plan cenetista, como veremos,
no tendrá ocasión de materializarse, pero aún así toda la actividad
desplegada en torno a él constituye uno de los componentes más
destacados de la resistencia objeto de estudio.
Tomada la Isla, en términos militares, detenido gran número de
activistas obreros, clausurados los sindicatos, ilegalizados y perseguidos
los partidos y sujetos todos ellos a una presión constante, el
eje de la lucha se desplaza, como acabamos de decir, al la clandestinidad,
al tiempo que la dirección cenetista pasa a manos del denominado
Comité de Defensa Confederal de Canarias, organismo de
autodefensa previsto apra circunstancias excepcionales y cuya reso-
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nancia fascista es innegable. De entre sus miembros destacan en este
momento Martín Serasols Treserra (conocido por Pepe el Gordo,
Pepe el Catalán o Jaime el Valenciano) y Antonio Vidal Arabí,
sobre quienes recaerá la planificación de las acciones a ejecutar. La
misma tarde del 18 de julio tendrá lugar una primera reunión en un
lugar próximo a Los Campitos en la que el citado Comité pondrá a
disposición de los asistentes las armas con que cuenta y que han
venido siendo acopiadas en los últimos tiempos, destacando las más
de cuarenta pistolas que habían logrado sustraer de un cuartel con la
complicidad de un soldado militante del sindicato. Las armas que le
son ocupadas tras su detención incluyen, además, algunos fusiles,
bombas tráidas de Barcelona y gran cantidad de material
explosivol5 •
Tras esta primera reunión, el armamento es distribuido en
varios escondrijos y se procede a la elaboración de un plan cuya
fecha de ejecución no se fija, a la espera del momento oportuno.
Este contempla, como objetivo primordial, la toma, mediante un
golpe de mano, del cuartel situado en la Plaza de la Paz de la capital
tinerfeña; tras ella se tenía la esperanza de que sectores obreros santracruceros
se incorporaran a la lucha, animados por dicho asalto.
El pran preveía, asimismo, la marcha sobre la capital desde el norte,
para lo cual se contaba, además del aporte civil, con la colaboración
de parte de los militares destacados de La Orotava, colaboración
que finalmente no se produce. Según relata el citado Antonio Tejera
Afonso, se trata de ocupar La Orotava, tomar el cuartel de Artillería
de La Laguna y emplazar sus cañones en La Cuesta, único punto de
entrada a Santa Cruz, y bombardear la Comandancia si no accedía a
rendirse, al tiempo que se cortaba el suministro de agua y de alimentos.
Se pretendía, también, el asalto a diversos polvorines (entre
ellos los de Taco y Tahodio), la ocupación de la batería del Bufadero,
la voladura de las instalaciones de comunicación de El Tablero, ataque
a algunos enclaves militares, interrupción de la carretera de San
Andrés y liberación de los presos recluidos en Paso Alto.
El Consejo de Guerra celebrado en los primeros días de enero
de 1937 contra sesenta y una personas relacionadas con el mismo
revela, además, la implicación de al menos quince militares, entre
ellos un maestro armero, un brigada y algunos cabos. Porque, efectivamente,
la dirección cenetista recurrió al concurso de algunos militares
afines y aspiraba a que el levantamiento alcanzara también a
los cuarteles; es por esta razón que desarrolló, en su interior, una
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intensa campaña de propaganda y agitación políticas durante las
semanas primeras de la Guerra. Con tal motivo se celebrarán, también,
en un cafetín de la Calle de Humo, numerosas reuniones semiclandestinas
a las que acuden dichos militares y, lo que es más
importante, se hace circular profusamente por dichos cuarteles una
serie de octavillas en las que se incitan a la sublevación, octavillas
del tipo de la que pasamos a reproducir:
¡Oíd Soldados! ¡Oíd pueblo de Tenerife! A estas horas hay en
Tenerife una familia que llora la muerte alevosa y cruel del que
fue sostén de su hogar. Esta familia es la madre, esposa e hijos
del Teniente de Asalto González Campos, vilmente asesinado
en la madrugada de ayer por haber luchado virilmente frente a
las hordas criminales del fascismo. Esta es una víctima más que
se apuntan los tigres sanginarios del fascismo tinerfeño. Una
víctima más que gloriosamente derramó su sangre en defensa
de la República reconquistada en diez y seis de febrero por el
pueblo y que caprichosamente unos militarotes traidores a su
juramento la han querido convertir en un infierno fascista. Y
aun hay más. Son más de millos hombres que se hallan amenazados
entre las garras de estas fieras. Entre ellos hay ya condenados
a penas monstruosas que oscilan entre veinticuatro y
diez años de prisión treinta y seis Guardias de Asalto y varios
paisanos (sic). ¡Por humanidad! ¡Por deber! Hemos de arrancar
estas víctimas de una segura muerte. ¡Pueblo, Soldados! No
toleremos una víctima más. Antes dejemos de ser hombres, de
ser pueblo. ¡Pueblo, ante los asesinos la rebelión contra estas
hienas! ¡Abajo el fascismo! ¡Viva la libertad.!
El Comité de Defensa Confederal buscará la colaboración,
también, de los partidos del Frente Popular, pero éstos, membrados
en su militancia y en su capacidad, no llegarán a participar de
manera significativa en la configuración del plan cenetista.
El tiempo, empero, va transcurriendo sin ofrecer la deseada
oportunidad para su ejecución definitiva. Llega a correrse al voz,
incluso, de que la fecha fijada está entre el 25 y el 28 de agosto!?,
pero lo cierto es que el cerco establecido por el nuevo régimen se va
estrechando cada vez más. Las condiciones de la clandestinidad se
endurecen paulatinamente, pues como reconoce el propio Antonio
Tejera Afonso, «las puertas se iban cerrando, la gente daba marcha
atrás», fruto del recrudecimiento y la eficacia de la represión desatada,
de la consolidación militar y política del nuevo estado y de la
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sistemática persecución a que son sometidos los dirigentes anarquistas
aún en libertad. Martín Seasols busca efímeros refugios en Tacoronte,
en el mismo Santa Cruz y hasta en las zonas montañosas del
Sur. Otros optan por permanecer escondidos en los barrios obreros
de la capital o en las zonas boscosas de Anaga. Antonio Vidal Arabí
habrá de empreder la huida a bordo de un barco y el resto de los
implicados va siendo poco a poco apresado y reducido a prisión. A
partir de la casi totalidad de ellos seta capturada y constituirá la
base humana de los Consejos de Guerra que se celebran a principios
de enero y finales de febrero del año entrante y en los que son condenados
a distintas penas algo más la persecución serán detenidos a lo
largo"de 1937 o muertos en algunos de los múltiples tiroteos que los
enfrentan con las fuerzas militares, falangistas o de Acción Ciudadana
y de la Guardia Civil, caso de Francisco Bethencourt, abatido
por ésta en Taganana en el mes d~ junio. Descabezado, por tanto, el
movimiento anarquista, se aleja cualquier posibilidad de resistir a la
implantación de la Dictadura en Tenerife. Algunos intentos posteriores,
como el de liberar a los presos recluidos en Fyffes por parte
de un grupo de soldados, serán cortados de raíz y sellados con severas
condenas18 •
CONCLUSION
La primera cuestión que salta a la vista del historiador de este
período es, sin duda alguna, la falta de correspondencia aparente
entre el desarrollo alcanzado por el movimiento obrero tinerfeño a lo
largo del quinquenio republicano y la debilidad de su oposición al
golpe de estado de 1936. Una vez que se profundiza en el estudio,
empero, se llega a comprender que la falta de correspondencia no es
tal, pues ese desarrollo precedente se había dado sobre unas bases
políticas e ideológicas que, de manera general, no lo capacitaban
para dar una respuesta diferente a la sublevación militar. Es decir, el
programa político que guía la acción de la mayor parte del movimiento
obrero tinerfeño no le permite, por una parte, entender la
trascendencia histórica del golpe de estado y, por otra y consiguientemente,
hacerle frente. Respecto a lo primero, muestran una evidente
incomprensión del hecho de que el movimiento militar no es un simple
golpe de fuerza, sino el fruto de la decisión firme de la clase dominante de
prescindir de la forma democrática de estado e instaurar otra de
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carácter dictatorial. Esta circunstancia será aún más palpable entre
los republicanos de izquierda, quienes, de manera harto ingenua,
tratan de negociar una devolución del poder a las autoridades civiles.
Una actitud similar a la puesta en práctica por sus correligionarios
en otros lugares del país, pero encadenada a todas luces para
afrontar la situación. Actitud, en ambos casos, determinada en gran
medida por el reconocido temor a una irreparable reacción
obrera.
Respecto a lo segundo, hay que decir que el movimiento obrero
tan sólo estaba habituado a una lucha reivindicativa que giraba en
tomo a la mejora de las condiciones de trabajo, pero carecía de la
preparación política necesaria para actuar en consonancia con la
importancia del episodio histórico que ahora presencia.
Este predominio de los hábitos reformistas, de estrecho horizonte,
combinado con las tendencias conspirativas tan propias del
ideario anarquista harán impracticable la adopción de la única
medida capaz de hacer abortar el golpe de estado en Tenerife,
medida que allí donde se impuso impidió que la sublevación tuviera
éxito, a saber, la movilización amplia de las masas obreras y populares,
el impulso de de una verdadera insurrección, similar a las que
tuvieron lugar en ciudades como Barcelona o Madrid. En Tenerife,
por el contrario -y con la excepción de la precaria intervención
cenetista en los hechos de la Plaza de la Constitución-, ya desde la
misma tarde del 18 de julio el Comité de Defensa Confederal parece
desentenderse de cualquier empresa insurreccional y la reemplaza
por una actividad conspirativa cuya improcedencia e ineficacia se
harán patentes muy pronto.
No debemos dejar de considerar, asimismo, otros factores
de orden secundario que también tuvieron intervención en esta coyuntura.
En primer lugar, la excesiva confianza en que el golpe sería
sofocado en la Península y que a las Islas correspondía, únicamente,
aguardar el desenlace de los acontecimientos; este sentimiento generalizado
contribuyó a paralizar tanto a los sectores obreros como a
republicanos y socialistas. En segundo lugar, la rápida y hábil actuación
de los militares sublevados, que de una manera precisa ocupan,
sin dejar fisuras, los enclaves esenciales de la capital y del resto de la
Isla y proceden de inmediato a neutralizar mediante detenciones a la
oposición. En tercer lugar, la propia endeblez del plan trazado por la
CNT para reconquistar el territorio; a la ya aludida debilidad del
apoyo social, hay que añadir la escasez de armamentos y la genera-
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lización de toda una serie de indiscreciones que a los pocos días
habían conseguido que el plan circulara por amplios sectores de la
población tinerfeña y que los posibles ejecutores fueran paulatinamente
capturados, dando lugar a situaciones como ésta: «000 el día
veinte del pasado mes de julio con conocimiento del procesado
MoGoGo, de que en la casa de Bo situada en el Puente Zurita repartían
pistolas para los simpatizantes y adheridos a la rebelión contra
el Ejército, 10 comunicó así a los también procesados adheridos
L.GoDo y F.R.Po, todos 10 que se personaron en el indicado lugar
con objeto de hacerse de armas 10 que no pudieron conseguir por
haber sido detenido momentos antes el MoGoGo»o O también: «000 el
repetido D.G. con anterioridad adherido a la rebelión, se dedicó a
hacer propaganda en favor de los rebeldes diciendo delante de distintos
paisanos que en los Cuarteles se estaba preparando un
levantamiento»19 •
En resumen, tanto la clase obrera como la pequeña burguesía
republicana tinerfeña se mostraron incapaces, tras el 18 de julio de
1936, de presentar la necesaria resistencia como para que el golpe
de estado no se consolidara en la Isla. Faltas, una y otra, de la capacidad
política requerida por las circunstancias, al golpe de estado
seguirá una sistemática represión cuyo objetivo es cortar de raíz los
progresos logrados por el movimiento obrero en los cinco años precedentes,
a la vez que deshacerse de aquéllos que no renuncian a la
conservación de la forma estatal previa.
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NOTAS
M. A. Cabrera Acosta
1. Su participación está relatada en su obra «Actuaciones y notas de mi vida
en relación a Dios y a la Patria», Obras Completas, T. 11, Santa Cruz de Tenerife,
1967, pp. 156-193. En sus páginas omite, claro está, su pertenencia al Bloque Constituyente
en los meses que preceden a la 11 República y la adhesión a ésta durante los
primeros meses de su existencia.
2. QUINTERO ESPINOSA, T. (1980): La guerra fratricida, Santa Cruz de
Tenerife, pp. 31-32.
3. Ibíd., pp. 28-29.
4. Archivo de la Prisión Provincial de Santa Cruz de Tenerife, leg. 81, ex. 17720
(en adelante citaremos A.P.P.). Para todo lo relacionado con este acontecimiento
habrá de tenerse en cuenta, también,La Tarde, 25,29 Y30 de septiembre y 1Y7 de
octubre de 1936. La única cuantificación de las personas concentradas en la Plaza de
la Constitución que conocemos nos la ha proporcionado SAHAREÑO, J. (1937):
Villa Cisneros (deportación y fuga de un grupo de antifasctistas), Valencia, p.
6.
5. ZURITA SOLER, V. (1937): En Tenerife planeó Franco el Movimiento
Nacionalista, Santa Cruz de Tenerife, pp. 25-28. La versión de lo sucedido dada por
un «veterano anarquista» en La Samba, n.O 26, verano 1986, p. 11.
6. A.P.P., lego 67, ex. 133-29 (bis).
7. La Prensa, 28 de julio de 1936.
8. Ibíd., 29 de julio de 1936. En parecidos términos se expresará al día
siguiente: «Los pocos indecisos y vacilantes que aún quedan se empiezan a convencer
de que el paso decisivo está dado y no se puede volver atrás. La masa obrera ha aceptado
también sin reservas el nuevo estado de cosas y persistiendo en la actitud serena
y plausible que ha observado desde que comenzara el movimjento, se ha reintegrado a
sus actividades, convencida de que va camino de conquistar las libertades que ambicionaba
por el camino que menos pudiera pensar» (Ibíd., 31 e julio de 1936).
9. Ibíd., 23 de julio de 1936.
10. A.P.P., lego 82, ex. 179-72.
11. Ibíd., lego 73, ex. 144-8 y lego 91, ex. 187-41.
12. Sobre el Puerto de la Cruz,Ibíd., lego 83, ex. 170-3, lego 95, ex. 197 bis-32.
Sobre Garachico, lego 52, ex. 102-48.
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La resistencia al golpe de estado de 1936 en Tenerife 829
13. Uno de los más significativos en lbíd., leg. 55, ex. 108-26.
14. La Prensa, 2 28 de julio de 1936.
15. Según la sentencia del Consejo de Guerra, constituían su armamento:
«Sesenta y nueve pistolas Astra, cinco Campo Giro, una Star, cinco fusiles y carabinas,
una pistola Puma, un revólver, ciento diez y siete bombas, ciento veintiséis petardos,
seiscientos noventa y un cartuchos de pistola, ochenta y dos cargadores de éstas,
trece cápsulas de barreno, treinta y nueve cartuchos de dinamita, cuatro mil doscientos
cuatro cartuchos de fusil, una caja de cebos, un sable, un soldador, un soplete y
diversos ingredientes para la fabricación de las bombas» (A.P.P., leg. 77, ex. 15963).
No hay razón alguna para dudar de la veracidad de estos datos; al menos en lo
que a las pistolas se refiere las cifras coinciden con las proporcionadas,por uno de los
implicados, Antonio Tejera Afonso (Conversación grabada el 11 de julio de
1985).
16. A.P.P., leg. 77, ex. 159-63. Otra de las octavillas reza: «¡A los Soldados!
¡Al pueblo! La pronta caída de este infierno que es Tenerife se aproxima a pasos agigantados.
No sólo porque pronto actuará la Escuadra y la Aviación del Gobierno,
sino que con la sola acertada medida de desvalorizar la moneda, no pueden comprar
en el extranjero las mercancías necesarias para la plaza y que ya van siendo escasas,
más que garantizando las compras en oro. AdelÍlas como las mujeres principales
regiones y Puertos de la Península están en poder del Gobierno, Tenerife no podrá
recibir alimentos de ella. Ya habéis visto cómo las fatídicas fuerzas de Franco han
pedido víveres a esta Plaza. Aparte de que lo que quieran para la fuga (sic), el valor del
oro recaudado no asciende más que a cincuenta mil pesetas. ¿Has pensado pueblo el
hambre que te espera de seguir la situación en manos de esa canalla fascista? ¿Has
pensado soldado lo que te espera de no rebelarte antes de que el Gobierno arrase los
Cuarteles con su escuadra y la aviación. ¡Piénselo y decidete a la rebelión!- ¡Soldados!
¡Pueblo! decidete a la lucha por tu (borroso) (sic). ¡Abajo el fascismo y
viva la libertad!».
17. Asi se revela en una carta interceptada por la politica; en ella se lee: «oo. me
dijo que te mandara a decir que la C.N.T. se lanza a la calle de 25 a 28, que tienen
ametralladoras y armas suficientes, bajan del Norte, asi es que no veo la hora que llegue
el martes para ver si esto se termina de una vez y acaban con todos los crimínales»
(A.P.P., leg. 42, ex. 64-25.)
18. A.P.P., leg. 71, ex. 155-24. El complot, de mayo de 1937, aparece así descrito
en la sentencia correspondiente: «Que por los elementos marxistas que prestaban
su servicio militar y que pertenecían al Batallón de Infantería Tenerife 38
alojados en los Almacenes conocidos por de "PEDRO DUQUE", se planeó un complot
encaminado a lograr la liberación de los detenidos gubernativos y judiciales que
se encontraban en la Prisión Militar establecida en los llamados salones de FYFFES
de esta Capital, persiguiendo como finalidad el asaltar distintos establecimientos militares
de la Plaza y apoderarse de ésta derrocando a los mandos legítimos, cooperando
así con quienes detentan la dirección de la España no liberada. Que con la expresada
finalidad se difundieron en el expresado Cuartel noticias derrotistas para el Ejército
Nacional y se concertaron diversos elementos del citado Batallón solicitando la colaboración
de diversos militares y celebrando distintas reuniones para tratar de realizar
sus propósitos, señaladamente una en la citada Prisión de Fyffes, con ocasión de
prestar servicio de Guardia los conflagrados.»
19. A.P.P., leg. 77, ex. 159-63.
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