CULTURA COLONIAL E INSULARISMO EN
ESPEJO DE PACIENCIA, DE S. DE BALBOA
B. CASTRO MORALES
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
BALBOA y LA CRÍTICA
Silvestre de Balboa Troya y Quesada, fundador de la literatura
cubana, nació en Las Palmas de Gran Canaria seguramente en
1563, según se deduce de su partida de bautismo encontrada por
Agustín Millares Carló). Menos segura es, por ahora, la fecha estimada
para su viaje a Cuba. La ambigüedad de los testimonios de
que se dispone dejan un periodo amplio, desde los años de su adolescencia
hasta los cuarenta o cincuenta años, como franja biográfica
en la que pudo haberse producido su emigración a Cuba. Allí se
estableció como escribano en Puerto Príncipe y casó con un criolla,
Catalina de la Coba, a su vez hija de canario y cubana. Estos datos
biográficos dejan de relieve, como puede apreciarse al superponerlos
al poema Espejo de Paciencia, un rápido acriollamiento de nuestro
poeta, en cuyas octavas reales late ya una sentida identificación con
la isla en la que trabajó y escribió.
Pese a ser el autor del poema fundacional de la literatura cubana,
Balboa sólo ha sido hasta el momento objeto de estudios fragmentarios,
si excluimos la interesante monografía del cubano Enrique
Saínz, Silvestre de Balboa y la literatura cubana2• Para recomponer
el perfil de Balboa y los rasgos de su obra nos vemos obligados
hoy en día a rastrear en las historias de la literatura cubana o canaria,
o con mas profunda información, en artículos sueltos y en las
ediciones críticas que aquí y en Cuba se han hecho sobre
Espejo de Paciencia.
El escaso conocimiento de Balboa tal vez se deba a que el texto
de su poema se dio a conocer tardíamente (la primera edición cubana
es de 1928; en Canarias, más tardíamente aún, fue dado a conocer
en la edición de Lázaro Santana, de 1982)3.
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Es lógico que sean más abundantes las ediciones cubanas, dado
que Espejo de Paciencia, aparte de sus peculiaridades intrínsecas,
es texto fundacional que se alza en un vacío literario de varios siglos.
Menos lógico parece que la crítica canaria, salvando algunas valiosas
excepciones, haya pasado por alto la existencia de este
poeta.
Pueba de este desconocimiento de Balboa por parte de nuestros
estudiosos es el hecho de que, en 1943, José Pérez Vidal creyera
que el poema estaba inédito, y se limitara a reproducir la
caracterización de Menéndez Pelayo, quien a su vez sólo conocía
fragmentos del manuscrito y se había referido a Balboa como «versificador
fácil y castizo y no gongorino»4. María Rosa Alonso, mejor
informada, aclaraba en otro artículo que sí existía una edición
cubanas.
Afortunadamente, a partir de los años sesenta, empezamos a
encontrar artículos que, sin liberarse de ese fragmentarismo, empiezan
a calar más hondo en la obra de Balboa. La crítica cubana y
canaria, que es la que, salvando alguna excepción aislada, se ha ocupado
de este extraño poema, suele subrayar su escasa calidad artística,
así como la deficiente y caótica formación literaria de su autor.
Aun así, se sigue volviendo sobre esta reliquia del siglo XVII con una
curiosidad que no termina por saciarse. Si el poema, el único que se
conoce salido de la pluma de Balboa, resulta deficiente como obra
literaria, ¿a qué se debe ese interés y ese, volver sobre las desiguales
octavas reales en las que a duras penas se narra una aventura nimia
con pretensiones épicas?
No cabe duda de que el Espejo de Paciencia encierra un poder
de seducción que se oculta tras los altibajos de su expresión. Esas
claves de su atractivo radican para nosotros en la excentricidad del
poema, excentricidad que atañe no sólo a lo literario, sino también a
su significación más amplia como producto cultural de una época
que José Lezama Lima definió como «confusa, producto de fuerzas
poderosas pero anárquicas»6.
Nuestra aproximación a Espejo de Paciencia viene motivada
por esa irradiación sugestiva que emana un poema escrito en época
de fuerte normatividad estética y de supremacía de los modelos y
puestos por la retórica de los Siglos de Oro, y que, pese a ello,
rompe moldes y logra imponer el acento de su originalidad. Por
supuesto, tal originalidad no radica en la perfección del producto
literario en sí; creemos que hay que buscarla en esa interacción inne-
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gable entre la historia, la sociedad y las vivencias culturales que
incidieron sobre Balboa a la hora de escribir su poema. Si éste
resulta excéntrico y hasta original, se debe en gran medida a la presión
de aquella época sobre el autor. Por ello, nuestro análisis sobre
Balboa no será formalista ni meramente estilístico. Partimos de la
premisa de que el estilo es la cristalización de una serie de estímulos
extraliterarios que se objetivan en el producto artístico. Algunos de
esos estímulos son los que pretendemos analizar en adelante, con la
confianza de que en ellos, y no sólo en la energía creadora de Balboa,
radican algunos accesos para la comprensión de la obra.
Tal rebeldía contra los modelos, ya en sí llamativa a principios
del siglo XVII, llama la atención al confrontarla con el rasgo más
característico de la sociedad colonial de la América española: un
marcado sentido mimético respecto a la cultura metropolitana.
Ese sentido mimético que rije la vida colonial de ultramar no
sólo se manifestó en lo político y en lo social, sino que impregnó
toda la literatura de las cortes virreinales, alienando al creador respecto
a su realidad americana y vedándole cualquier acceso a su
plasmación. Este fenómeno de estrecha dependencia respecto a la
cultura Metropolitana, que ha llevado a Jean Franco a hablar, refiriéndose
al autor hispanoamericano colonial, de una «imaginación
colonizada»7 , afectó solo en parte a Balboa. Nuestro poeta, por circunstancias
que nos disponemos a analizar en este trabajo, escapó
-no sabemos si consciente o inconscientemente-, a los preceptos
retóricos, ideológicos y sociales vigentes en su época.
BALBOA EN LA CUBA PRECOLONIAL
Espejo de Paciencia reclama una especial atención al medio
político-social que alimentó la materia narrativa del poema. Dada la
preponderancia de su contenido histórico-religioso, y teniendo en
cuenta el interés de Balboa en subrayar la veracidad histórica de los
acontecimientos, resulta ineludible una visión de los inicios de Cuba
como sociedad colonial. Esta visión de la realidad cubana encierra,
creemos, una de las claves para comprender la rareza del
poema.
En la época en que Balboa escribio su poema, Cuba aún no
había madurado como sociedad colonial. Se encontraba entonces en
una fase embrionaria de su evolución que ha sido denominada por
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Raimundo Lazo como «período de antecedentes o de la Factoría
colonial (1492-1790)>>8. La fase colonial, según el historiador
cubano, sólo se alcanza a finales del siglo XVIII. Por lo tanto,Espejo
de Paciencia aparece, -y citamos de nuevo a R. Lazo-, «en un
medio primitivo, aislado, semibárbaro» ,que «se caracteriza por la
falta de toda tradición literaria»9.
A lo largo del siglo XVI Cuba experimentó un accidentado proceso
de colonización, en el que fue primero explotada por sus riquezas
mineras, luego abandonada y, finalmente revalorizada como
punto estratégico de las rutas comerciales transatlánticas.
En efecto, la política inicial de los Reyes Católicos fue partidaria
del aprovechamiento y reparto de la tierra, del asentamiento
mediante la fundación de núcleos de población y de la explotación
de las minas de oro y de plata mediante la mano de obra que proporcionaba
la encomienda de indios. Por el contrario, desde 1516,
fecha en que muere Fernando el Católico, y en los años del gobierno
de la isla por Diego Velázquez, la política imperial se toma expansionista
y fIja sus iras en la conquista de México. Cuba se convierte
en la plataforma para la conquista del continente y el punto de partida
para las expediciones que Velázquez organizó.
A esta época corresponde la patética descripción de la isla que
Bartolomé de Las Casas, la voz más crítica de la Conquista, nos
dejó en su Brevissima relación de la destrucción de las Indias,
situación que él achaca a la matanza masiva de indios por parte de
los españoles, y también a los frecuentes suicidios colectivos ante su
impotencia frente al poderoso enemigo: «... e así asolaron e despoblaron
toda aquella isla, la cual vimos agora poco ha y es una gran
lástima e compasión verla yermada y hecha toda una soledad
»10.
Muerto Velázquez en 1524 la Metrópoli, volcada sobre las
nuevas conquistas, relegó a Cuba al abandono. Las corrientes de
emigración europea ya no pasan por la isla, sino que fluyen directamente
hacia la Tierra Firme, con lo cual la despoblación de Cuba se
hace ostensilble hacia 1530. Por esas fechas, los grupos de indios
que habían huido de la masacre de la conquista refugiándose en las
montañas, se sublevan insistentemente, animados ante la debilidad
militar de la población blanca de la isla.
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AUTONOMIA POLITICA, PIRATAS y CONTRABANDISTAS
Tal debilidad defensiva propició, entre 1550 hasta 1697, frecuentes
ataques de piratas y la proliferación de contrabandistas que,
en contra de los intereses de la Corona, se aprovechaban de los
beneficios materiales de Cuba. Tal vez se deba a la piratería el
hecho de que el ejército español volviese su interés hacia ese territorio
abandonado y decidiese fortificar la ciudad de La Habana. Esta
se convirtió entonces en un centro urbano y mercantil por el que
pasaban las riquezas que viajaban hacia España, y así empezó a
experimentar su despegue material.
Sin embargo, las ciudades del interior continuaban desguarnecidas,
hecho que suponía la continuidad de la piratería y del comercio
de rescate. Nos interesa, por lo que puede iluminar nuestro
estudio el hecho de que el contrabando llegó a instituirse en esas
zonas marginadas de la isla como la fórmula económica alternativa
al poco lucrativo comercio monopolista español. Los historiadores
de esta época de la historia cubana, que coincide con el tiempo en
que Balboa vivió en la isla, están de acuerdo en reconocer que ese
comercio ilegal, tan lucrativo para el contrabandista extranjero
como para el isleño del interior, se produjo como manifestación de la
errónea política económica que entonces regía la isla. Así Raimundo
Lazo nos habla de ese peligroso sistema comercial como algo sostenido
«a despecho de el monopolio mercantil impuesto por la Metrópoli
»ll. Por su parte, Enrique Saínz subraya la disociación existente
entre los intereses del gobierno español y sus normas, frente a los
intereses de los habitantes de Cuba y su praxis comercial:
Los intereses de la colonia y los de la metrópoli son radicalmente
~puestos desde el primer siglo de la colonización. Esta oposición
se hace más aguda en la segunda mitad del siglo (XVI)
porque ya está sustentada por los nacidos en la Isla, mucho
más arraigados en ella que sus antecesores y con una conciencia
más clara de sus necesidades 12.
Este descontento que hemos analizado en lo comercial, se extiende
también a la conducta política de los primeros cubanos. El historiador
otto Olivero nos describe con estas palabras la tensión que
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presidía las relaciones políticas cubanas con el gobierno
español:
Lo típico del siglo (XVI) parece ser una lucha tenaz, que tiene
sus alternativas, por obtener cierta autonomía gubernativa o,
por lo menos, lo que podríamos llamar un gobierno insular.
Comienza realmente muy dentro de los caracteres típicos de la
conquista con las ambiciones autonomistas de Velázquez ante
el centralismo que, de La Española, intentaba ejercer Diego
Colón. Mas tendrá su verdadero «sentido» isleño tanto en las
rivalidades entre municipios y gobernadores, como en la actitud
política que en general parecen asumir procuradores y vecinos...
el factor más destacado de la época es, sin duda, la
constante batalla del municipio -gobierno de la isla- por
mantener sus poderes y privilegios, cualesquiera fueron éstos,
contra la autoridad que representaba el gobernadorl3 •
BALBOA y EL CONTRABANDO
Estos aires autonomistas todavía corrían cuando Balboa, aún
joven, se estableció en Cuba. El hecho de que viviera en el interior,
en la ciudad de Puerto Príncipe, y, tal vez, la permeabilidad que da
la juventud, hicieron que nuestro poeta se identificase pronto con la
realidad del entorno cubano, y que en su poema nos transmitiera la
visión isleña de un criollo más. Procediendo de otra isla, no es de
extrañar su fácil aclimatación.
Lo que sí nos parece asombroso es que el fundador de la literatura
cubana, hasta ahora un oscuro escribano de la ciudad en que
residía, resultara ser, según muestran las últimas investigaciones,
uno de estos comerciantes ilegales que, mediante la práctica del contrabando,
mejoraba sus condiciones de vida. Tal como muestran
estos estudios recientes, entre los cuales hay que destacar el de
César García del Pinol4, Balboa no sólo se dedicaba al contrabando
o comercio de rescate, sino que el protagonista heroico de su poema,
el obispo Cabezas Altamirano, debía su prosperidad económica a
sus actividades lucrativas en el comercio ilegal. De ser ciertas estas
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suposiciones (y la aportación de datos documentales así lo verifican)
el sentido de Espejo de Paciencia cobra un sentido histórico muy
diferente al que hasta ahora ha presentado ante la critica. Su fmalidad .
moral, tan palpable en las octavas de Balboa, pasaría al terreno de
la falsedad y la hipocresía; los méritos artísticos del poema, por otra
parte, serían el resultado de la utilización del arte para dar cuerpo a
una falsificación de la historia. Enrique Saínz nos aproxima al
nuevo sentido que adquiere el poema:
Balboa fue el nuncio de la versión oficial de los sucesos a petición
del mismo obispo, según se infiere de la «Carta dedicatoria
» del poema a Cabezas Altamirano (...) había que hacer
llegar, tanto a las Cortes como a las autoridades de la Isla, una
versión desvirtuada de los hechos para que el contrabando
pudiera mantenerse activo y siguiera rindiendo los frutos acostumbrados.
La inocencia del obispo habría de ser el objetivo
inmediato del poema15 •
Como puede verse, la perspectiva histórica que estos descubrimientos
arrojan, nos obligan a modificar nuestra visión sobre la porción
estrictamente histórica de la obra, aunque también hay que
admitir que la nueva imagen de Balboa, participante en el contrabando
cubano, y artífice a la vez de un poema épico sin grandeza
heroica real, nos vuelve más atractivo, más complejo, al personaje
aventurero y rebelde que, desde Gran Canaria, partió a Arílerica
para fundar, con su oscuro poema, y sin saberlo, la literatura
cubana.
Por otra parte, y aunque no deja de ser asombrosa la revelación
de este poeta-contrabandista, el fenómeno puede entenderse mejor
al contextualizarlo en ese marco socio-político que hemos descrito.
El comercio ilegal era una práctica frecuente, y aunque era delito
que atentaba contra el orden económico español, suponía una fuente
de ingresos para los habitantes de esas zonas marginadas del interior.
Mientras La Habana se enriquecía con el comercio, el isleño
del interior trabajaba en la agricultura y en la ganadería. El tráfico
de cueros y de productos cárnicos era entonces su principal fuente
de riqueza. Por ello resulta lógico que el rescate que los bayameses
pagaron por la libertad del obispo Cabezas Altamirano consistiera
básicamente en cueros y carne. Así nos lo describe Balboa:
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Al fin se concretaron en mil cueros
por el rescate del pastor benigno,
y doscientos ducados en dineros,
cien arrobas de carne y de tocino,
sin otras cosas para los guerreros
que en Yara hicieron tan loco desatino:
que esto del dar allana inconvenientes,
y ablanda a todo género de gentes.
(Obsérvese de paso el pragmático de la reflexión que cierra la
estrofa, propia de un hombre acostumbrado, más que a la contemplación
estética, al negocio material).
Por otra parte, Gilberto Girón, el pirata francés que lleva en el
poema el papel de antihéroe y que muere a manos del negro Salvador
Golomón, pudo ser, antes que secuestrador, un socio eficaz en el
comercio ilegal. Así lo sugiere Otto Olivera:
Lo interesante del caso es que, como ocurría con frecuencia, en
el poema el enemigo de hoy resulta ser el «rescatador» de ayer,
cuya nave, entre otras europeas, se hallaba fondeada en el
puerto de Manzanillo para comerciar con los naturales de la isla.
Así se ilustra en nuestra producción poética hasta esa actitud
última y característica de la rebeldía económica de la época, el
rescate o comercio de contrabando, hecho con buques europeos,
es decir, con los enemigos de la metrópoli16 •
COLECTIVISMO y SENTIMIENTO INSULAR CUBANO
Si en algo coindice plenamente la crítica, es en señalar con
extrañeza cómo Balboa eleva a nivel de héroe colectivo a ese grupo
variopinto que, del lado de los «insulanos», lucha contra el pirata
francés para vengar el secuestro del obispo.
En efecto, aunque Altamirano es el héroe que Balbuena se
esfuerza en proponernos, su presencia en el poema es pasiva. No
guerrea, no realiza otra hazaña que la de sufrir pacientemente, como
un doble de Cristo, el impacto del secuestro. En contraposición, y
fuera de todo didactismo teológico, el grupo de guerreros que manda
Gregorio Ramos contra Girón, se engrandece por la acción, por la
valentía, por la unión solidaria en una aventura arriesgada.
La mezcla racial caracteriza a esos «límites monteros», entre
los que se ,cuentan Rodrigo Martín, «indio gallardo»; «el bravo por-
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tugués Miguel de Herrera; el ya aludido Salvador, negro de nombre
simbólico que Alejo Carpentier evoca en Concierto Barroco; otros
negros esclavos y blancos criollos.
Gran parte del canto segundo está destinado a la enumeración
pormenorizada de los combatientes, ya lo largo de las octavas podemos
apreciar esa mezcolanza racial y social, ese engrandecimiento
de la solidaridad popular frente al enemigo común. Es más, en
alguna ocasión Balboa nos muestra un afán explícito por conferir
grandeza épica a estos hombres superponiéndolos a sus modelos de
la literatura culta. Así pasa ante nuestros ojos Martín García, «con
su pluma de gallo en el sombrero/más galán que Reinaldos ni
Rugero». Los atuendos y las armas de estos hombres, variopintos y
pintorescos, dejan ver que se trata de un improvisado ejército heterogéneo,
en el cual, hombro con hombro, desfila Gaspar Mejía, «que
las minas/descubrió en lo alto de la sierra» junto con «Gonzalo que
de Lagos y Mejías/la fama ilustra y el valor sustenta», y con Miguel,
«con el color de pálido membrillo», «sugeto de Luis Salas/
provisor discreto».
La ausencia de soldados españoles es llamativa, y aunque Gregorio
Ramos, en su arenga antes de la batalla, pronuncia el «Santiago
cierra España», la hazaña está realizada -lo subraya
insistentemente Balboa- por «valientes insulanos», por «gente de
la tierra».
Mientras el poeta precisa la condición cubana, etíope, indígena
o canaria de algunos hombres, no se detiene en darnos la procedencia
de los peninsulares que, si los hay, pasan despercibidos entre una
mayoría de isleños. Citaremos sólo una estrofa significativa:
De Canarias Palacios y Medina
pasan armados de machete y dardo;
Juan Gómez natural, con punta fina,
y Rodrigo Martín, indio gallardo:
cuatro etiopes de color de endrina;
y por la retaguardia, aunque no tardo,
va Melchor Pérez con aguda punta,
que con su amago hiere y descoyunta.
Sobre este fondo de guerreros vinculados a su tierra la mención
excepcional de un «español» es sorprendente, sobre todo cuando lIemos
que es un traidor sorprendido por los isleños en el barco del
pirata francés:
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En esto un español que por su suerte
viene por tangomango del navío,
se echa a nado huyendo de la muerte,
que el miedo solo para huir da brío.
Mas Pedro de Velgara, varón fuerte,
que vio del español el desvarío,
tras él se arroja al agua, y alcanzólo,
y a cuchilladas lo rindió, y matólo.
Como ha señalado Olivera, hubiera sido peligroso para Balboa,
de haber escrito el poema en años de mayor control colonial, presentar
como colaborador del enemigo a un español. El mismo
crítico afirma:
Lo isleño y americano es, en nuestro caso, de la más elaborada
pureza, símbolo de una identificación con el medio y de una no
menor autonomía mental que, sintiéndose indudablemente dentro
del todo español, no dejaba de concebirse como individualidad
dentro del todo)?
Lo insular, lo popular y lo local, con marcado talante autonomista
y con claro sentido solidario son las grandes características de
este Espejo de Paciencia que, si bien refleja en un plano su pertenencia
a una literatura culta bien tipificada, en otro, el más pujante y
vivo de la obra, está reflejando una ideología peculiarizada y con
visos de rebeldía.
LA DEFENSA DEL NEGRO EN «ESPEJO DE PACIENCIA»
Ya hemos hecho alusión a la presencia de un grupo de etíopes
esclavos entre los soldados voluntarios que combaten al pirata
Girón. Su presencia en el poema, teniendo en cuenta la abundante
población negra de Cuba, importada en régimen de esclavitud tras al
extinción de la base india, no sería extraña si no fuera por el peculiar
tratamiento que les da Balboa.
Del fuerte racismo que imperaba en la época nos da testimonio
no sólo el hecho evidente de que la raza negra o india, considerada
inferior y carente de entendimiento, fuese destinada a la esclavitud;
el mismo Balboa, en su poema, nos describe cómo el pirata francés,
se sintió afrentado al ser atacado por el etíope Salvador. Nos presenta
Balboa a Girón «ofendido de un negro con verguenza», doble
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Cultura Colonial e insularismo en Espejo de Paciencia, de S. de... 741
deshonor que sufre el antihéroe, hasta entonces seguro de su
victoria.
La defensa que, en oposición a ese extendido racismo, hace
Balboa del negro, es otro de los rasgos excepcionales de Espejo de
Paciencia. Tan excepcional que algunos estudiosos cubanos del
poema han especulado insistentemente sobre la posibilidad de que
éste sea un invento urdido en el siglo XIX por el grupo revolucionario
de Echevarría y Del Monte. Se ha llegado a pensar que, ante el vacío
literario de la cultura cubana, este grupo de patriotas, o uno de ellos,
«fundó» la literatura cubana con una falsificación en la que proyectaban,
además, sus anhelos revolucionarios. Se ha pensado también
que el mismo grupo se propuso solamente gastar una broma a los
estudiosos que, como nosotros, en la posteridad, nos fascinamos
ante obra tan peculiar.
Incluso un crítico como Enrique Saínz, que ha tomado partido
por la defensa de la autenticidad del poema y por la atribución de su
autoría a Silvestre de Balboa, no oculta cierto recelo al encontrarse
con las octavas en las que el poeta canario canta la liberación
del negro:
Algunas justificaciones de peso tenemos para pensar que esos
versos se deben a Echeverría o a Del Monte más que a Balboa.
La primera sería el canto desbordado al esclavo, que se aviene
muy bien con las ideas del grupo delmontino18 •
Ya que hemos apostado por aceptar a Balboa como autor del
poema, a riesgo de estar siendo burlados, vamos a proponer una
hipótesis que daría coherencia a tal discurso antiesclavista en boca
de Balboa.. Pero antes recordemos las estrofas que ahora nos ocupan.
Aparecen cuando en su narración nos presenta el clímax épico:
cuando el negro Salvador Golomón «le apuntó derecho,/metiéndole
la lanza por el pecho» a Giberto Girón. En el momento en que todos
«aclamaron la victoria» es cuando, interrumpiendo el curso de la
accion, Balboa exclama:
Oh Salvador criollo, negro honrado!
Vuelve tu fama, y nunca se consuma;
que en alabanza de tan buen soldado
es bien que no se cansen lengua y pluma!
y no porque te doy este dictado,
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ningun mordaz entienda ni presuma
que es afición que tengo en lo que escribo
a un negro esclavo, y sin razón cautivo.
y tú, claro Bayamo peregrino,
ostenta ese blasón que te engrandece;
y a este etíope, de memoria digno,
dale la libertad pues la merece.
De las arenas de tu río divino
el pálido metal que te enriquece
saca, y ahora antes que el vulgo hable,
a Salvador el negro memorable
Esta apasionada petición de libertad para Salvador Golomón
puede parecer excesiva en tiempos de Balboa sólo si adoptamos una
perspectiva reducida a la mentalidad colonialista. Pero si tenemos en
cuenta las condiciones sociales, económicas y políticas en las que se
mueve Balboa, su defensa del negro empieza a cobrar coherencia.
y mucho mejor la comprenderemos si asociamos el mensaje de
Balboa con el de otro personaje marginal que le antecedió en tierras
americanas: el del Padre Fray Bartolomé de Las Casas.
Recordemos que Las Casas, fraile con órdenes menores, auxiliar
de la conquista y poseedor de indios en encomienda, sintió en La
Española una transformación interior oyendo como el Padre Montesinos
defendía la dignidad de los indios. Cuando presenció en Cuba
matanzas de indios como la del cacique Caonao, se despertó su sentido
crítico y luchó en América y en España hasta que consiguió la
derogación de la encomienda y la promulgación de las Leyes Nuevas.
Su influencia sobre el Consejo de Valladolid (1552), donde se
debatió la legitimidad de la Conquista, fue decisiva. El eco de ese
debate, la publicación en Sevilla (1552) de sus tratados, entre los
que figuraba la Brevísima relación de la destrncción de Indias,
alcanzó gran temperatura polémica. Lo que la Brevísima cuenta de
la conquista de Cuba nos permite deducir que, aún años después su
presencia legendaria seguiría actuando sobre la mentalidad de los
criollos cubanos de finales del siglo XVI.
En la Historia de Las Casas éste alude no sólo a su actitud
militante en favor de los indios; además nos cuenta cómo, tras defender
erróneamente, en un principio la esclavitud de los negros, pasó a
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denunciar la ilegitimidad de tal práctica. Los capítulos 22, 27, 136 Y
150 de la Historia nos narran el proceso que siguió su visión del
problema racial y esclavista de los negros cubanos.
Estos datos nos permiten evocar la atmósfera de Cuba a finales
del siglo XVI, época en la que Balboa llegó a la isla, y en la que necesariamente
tenía que vibrar el eco de esa voz que, según palabras de
José Juan Arrom, asumió «la crítica moral de la conquista»19 •
En resumen, la consideración de un ideario lascasista en la
mente de Balboa nos parece, dada su permeabilidad hacia todo lo
cubano, mucho más verosímil que la posibilidad ya apuntada de una
interpolación ajena en el poema o de la falsificación íntegra del
mismo.
¿ERASMO EN BALBOA?
El discurso antiesclavista no es el único rasgo de ideología heterodoxa
en el poema de Balboa. Si se lee con atención su dedicatoria
«Al lector» una frase salta inmediatamente a la vista: Balboa dice
haber concebido el poema «para que se note la falta que hace un
bueno en una república». Esta frase nos evoca, más allá de lo que
pueda tener de circunstancial alabanza a su héroe, -el obispo
Cabezas Altamirano- una finalidad más profunda que trasciende
su función inmediata. Recordamos cómo Erasmo, en Lingua, y su
imitador y difusor en España, Pero Mexía, en Silva de varia lección
(1540), establecen las «normas de buen gobierno». Este tema, a su
vez, es desarrollado por Ercilla en algunos exordios morales de La
Araucana, obra que Balboa conoció bien y que en varios aspectos le
sirvió como modelo para su poema.
También es posible relacionar con el pensamiento de Erasmo, o
con alguno de sus seguidores españoles ya mencionados, su concepción
de los milagros. En Ictiofagia sostenía Erasmo que los milagros
eran manifestaciones divinas en los que participa la naturaleza
como instrumento, y que sólo se producen en momentos en que es
necesario revelar la fe a los infieles. El escepticismo de Erasmo
sobre los milagros, vinculados a la superstición y a la fe exterior, se
aprecia también enLa Araucana20. Ercilla describe en su poema un
milagro con laconismo, y, pése a su afán por testimoniar la veracidad
de los sucesos de su narración, en ese caso no se declara testigo
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ocular, sino que se hace eco de algo que le fue referido. Balboa, en el
primer canto de Espejo de Paciencia, nos cuenta cómo, cuando los
hombres de Girón llevaban preso al obispo hasta la nave pirata, se
desencadenó bruscamente una tormenta en el mar. En este caso las
furias marinas se desatan para impresionar a los fieles luteranos que
han raptado al obispo católico:
Embravecióse el mar en aquel punto,
como sentido de la humana afrenta,
y con el viento se hizo contrapunto,
tan triste como suele en gran tormenta.
Todos mostraron el color difunto,
que el miedo de morir, y dar la cuenta,
hace mudar al hombre los intentos,
y mejora de vida y pensamientos.
También es posible vincular a la influencia de Erasmo la considerable
presencia de refranes y proverbios moralizantes en Espejo de
Paciencia. LosAdagia de Erasmo tuvieron gran difusión europea, y
también ocupan un lugar relevante en la obra de Ercilla.
Todos estos elementos significativos nos permiten aventurar una
hipótesis: ¿hay una ideología erasmista en la obra de Balboa?
Somos conscientes de que esta pregunta necesita una meditada respuesta,
y que ésta sólo podrá darse tras un minuciosos estudio de las
obras más difundidas de Erasmo en España y en América. Creemos
que las posibilidades de éxito serán apreciables si pensamos que,
pese a su prohibición, esas obras circulaban en las colonias españolas,
y que otro personaje de la época, Martín Cortés, también autonomista,
poseía en su biblioteca obras de Erasm021 .
AMERICANISMO LITERARIO, INSULARIDAD y SINCRETISMO
Si en lo ideológico Balboa muestra una excentricidad respecto al
pensamiento ortodoxo del colonialismo de la época y conecta con
las tendencias a la marginalidad propias de su condición de isleño
del interior de Cuba, en lo literario su excentricidad respecto a los
modelos imperantes no es menor.
Como poema, épico,Espejo de Paciencia presenta una serie de
desviaciones de la norma que lo sitúan en esa frontera del género
que Pollmann ha denominado «la pérdida de lo épico»22. Este pro-:
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Cultura Colonial e insularismo en Espejo de Paciencia, de S. de... 745
ceso, que en Europa obedece a condicionantes ya establecidos por
este autor, se producen en el poema de Balboa creemos que por la
inconsistencia del tema. Este es a todas luces insuficiente, tal como
lo plantea Balboa, para sustentar un canto con grandeza heroica. El
obispo, desnudo, humillado, sorprendido durante el sueño e inerme
durante todo el transcurso de la acción narrada, no reune condiciones
heroicas. Al menos, no reune condiciones para ser un héroe bélico,
aunque sea un ejemplo moral de paciencia y humildad.
Si alguna grandeza épica tiene el poema ésta radica en el canto
a la valentía de los soldados cubanos, a las descripciones de la batalla,
narradas con plasticídad y soltura. De resto el aliento épico se
diluye en una octavas que oscilan entre la crónica y la ficción sin
definir su verdadera finalidad en el conjunto.
Esta indefinición genérica proviene, en gran parte, del talante
mixtificador de Balboa, capaz de mezclar versos de precisión cronológica
con escenas mitológicas que dan la dimensión imaginativa del
poema. A este respecto es digno de ser reseñado el pasaje en que,
recién liberado de sus secuestradores, el obispo asiste a una fiesta
protagonizada por ninfas, amadríades y otros seres mitológicos.
Aparte de que estos personajes, extraídos del repertorio mitológico
de la época, aparecen sonando marugas (antecesoras de las maracas)
y ataviadas con las faldas índigenas (las naguas taínas) en una
auténtica fiesta tropical, llama la atención cómo Balboa, en un
alarde de verosimilitud, implica al obispo (plano histórico) en esa
acción mitológica (plano imaginario):
Bajaron de los árboles en naguas
las bellas amadríades hennosas,
con frutos de siguapas y macaguas
y muchas pitajayas olorosas.
De viríjí cargadas y de jaguas
salieron de los bosques cuatro diosas,
Dríades de valor y fundamento,
que dieron al pastor grande contento.
Mitología, realidad, tópicos literarios y palabras autóctonas se
conjugan a lo largo del poema en un peculiar conjunto que queda definido
por su sincretismo.y artificiosidad.
Pero la mixtificación y superposición de elementos dispares
forma parte de la fantasía manierista y barroca. En el terreno de las
extravagancias mitológicas recordemos cómo Cervantes y Salazar
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nos pinta unos indios que en la montaña Chaputepec hacen sacrificios
al dios Pan. Enseguida, para disipar dudas añade: «Digo, al
Eterno Pan, que es Uno y Trino». También en Calderón aparecerá
la identificación entre el Pan griego y el Dios cristiano; y por Sor
Juana, en su Divino Narciso, identificará a este personaje con
Cristo, y será capaz de ver, rizando el rizo mitológico, cómo las ceremonias
caníbales de los índigenas mexicanos prefiguraban el sacramento
de la Eucaristía.
En este sentido podemos comprobar que los atrevimientos de
Balboa no se producen en solitario, aunque sí es cierto que en su
pequeño poema la concentración sicrética se toma doblemente
ostensible. Como ha escrito Cintio Vitier, «Balboa abre ya la brecha,
aunque torpemente, para un primer acercamiento a nuestra realidad
natural por encima o por debajo de tantas influencias clásicas,
españolas e italianas acumuladas en su fonnación»23.
Sin embargo, este placer por la enumeración de las voces indígenas
no es nuevo completamente en los inicios de la literatura colonial.
Recordemos cómo el madrileño Salazar y Alarcón, gobernador
de Canarias antes de establecerse en América, introdujo localismos
en sus versos (milpas, chile, ají, tomate). Fascinación similar ante lo
exótico del medio experimentó el sevillano Juan de la Cueva, que, al
estilo de Balboa, enumera los frutos de la tierra: «Mirad aquellas
frutas naturales,lel plátano, mamey, guayaba, anonalsi en gusto las
de España son iguales».
Balboa se suma a estos antecedentes poco frecuentes para inaugurar
un sentido americanista, que, aunque superficial y enumerativo,
le gana terreno incluso al Andrés Bello que, por no escribir
«papas» decía «rubias pomas».
La propensión de Balboa a impregnarse de la esencia americana
puede provenir, evidentemente, de su prolongado contacto con
el ambiente natural cubano; también, como acabamos de ver, es una
respuesta inevitable ante el impacto de lo nuevo. Sin embargo, creemos
que algunos críticos como Raimundo Lazo, Lázaro Satana y el
mismo Luis Diego Cuscoy24 han dado con la clave de esa inclinación
manifiesta hacia la percepción de lo insular. Raimundo Lazo ve
que la insularidad tiende a la confonnación de un carácter antitradicionalista,
a esa liberalidad de la que nos habla Vitier. Dice Lazo
que Balboa «es un canario lo que por otra parte puede explicar su
asimilación a la insularidad americana»25 .
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También Lázaro Santana incide sobre esta condición de Balboa
para explicarse las notas de color local que caracterizan a
Espejo de Paciencia:
¿Cómo pudo Balboa insertar en un contexto épico semejantes
originalidades? Ni siquiera Ercilla, pese a la exactitud inventarial
de su estilo, se atrevió a tanto. Me permito aventurar una
explicación al respecto: porque era canario, y porque había
leído a Cairasco y a Viana26 •
Supone también Santana que la familiaridad con vocablos
guanches, abundantes en la toponimia yen el léxico canario, pudieron
predisponer a Balboa para la asimilación de sus americanismos
por cierta naturalidad.
Todas estas aproximaciones a la significación del poema de
Balboa ya su autor, que inciden en las claves de lo insular, pueden
ser un buen punto de partida para configurar, en un trabajo de mayor
envergadura, el universo creativo de Balboa. La insularidad que asimiló
en Canarias y en Cuba, la permeabilidad a la cultura insular del
momento, la manipulación de los modelos que estudió y transformó,
contribuirán a un conocimiento integral del texto y del contexto
del poema.
Todo ello, previsiblemente, nos conduce a otra clave de la cultura
hispanoamericana desde sus inicios: el sincretismo, que en ese
primer momento formativo se nos aparece como superposición de
elementos dispares.
Severo Sarduy, partiendo de esta característica, ha intentado
una definición de lo cubano que nos parece incitante. En una anotación
de Escrito sobre un cuerpo apunta:
Lo cubano como superposición. No es un azar que Lezama,
que ha llegado a la inscripción, al fundamento mismo de la isla,
a su constitución como diferencia de culturas, nos reconstituya
de ese modo su espacio. Cuba no es una síntesis, una cultura
sincrética, sino una superposición (...) En esta superposición,
en esto también cubana, siempre se desliza, por el impacto
mismo del collage, un elemento de risa, de burla discreta, algo
de «choteo». Ya en nuestro primer poema, Espejo de Paciencia,
de Silvestre de Balboa (160S), lo cubano aparece como
superpuesto y con la misma densidad de Paradiso. La disparidad,
lo abigarrado del pastiche grecolatino y criollo amplía en
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Paradiso sus límites hasta recuperar toda extrañeza, toda exterioridad.
Lo cubano aparece así, en la violencia de ese encuentro
de superficies, como adición y sorpresa de lo heterogéneo
yuxtapuesto (...) El universo de la superposición implica o
coincide con el del barroc027 •
Es muy probable que en esa tendencia a lo yuxtapuesto, a lo
superpuesto, radique la rebeldía y el escape frente a lo impuesto . Tal
libertad soterrada esconde, no cabe duda, valores revolucionarios, y
en el poema de Balboa garantiza su permanente modernidad.
NOTAS
l. MILLARES CARLO, A. y HERNÁNDEZ SUÁREZ, M.: Bibliografía
de escritores canarios (siglos XVI, XVII Y XVIII), 11, B-C. Las Palmas de Gran
Canaria, Museo Canario, 1977.
2. SAINZ, E.: Silvestre de Balboa y la literatura cubana. La Habana, Letras
Cubanas, 1982.
3. SANTANA, L.: Edición crítica de Espejo de Paciencia. Las Palmas,
Edirca, 1981.
4. MENÉNDEZ y PELAYO, M.: Historia de la Poesía Hispanoamericana.
Madrid, Librería General de Victoriano Suárez, 1911, 1, p. 216.
5. Vid. PÉREZ VIDAL, J.: «El poema más antiguo de la Literatura Cubana».
Revista de Historia n.o 61. La Laguna, IX, 1943, pp. 68-70; YALONSO, M.a R.:
«Más sobre Silvestre de Balboa» ,Revista de Historia n.O 64. La Laguna, XI, 1943,
p. 344-346. De la misma autora, vid. «El primer poema de las letras cubanas, obra de
un canario», El Día, Santa Cruz de Tenerife, 24 jun. 1975.
6. LEZAMA LIMA. J.: «Prólogo a una antología», Obras Completas (11)
México, Aguilar, 1977, p. 999.
7. FRANCO, J.: Historia de la literatura hispanoamericana. Barcelona,
Ariel, 1980, p. 19.
8. LAZO, R.: Historia de la literatura cubana (2.a ed.) México, UNA.M.,
1974, p. 18.
9. Ibidem.
10. LAS CASAS, B.: Brevfsima relaci6n de la destrucci6n de las Indias, en
Tratados (1), México, F.C.E., 1965, p. 47.
11. LAZO, R.: op. cit., p. 11.
12. SAINZ, E.: op. cit., p. 15.
13. OLIVERA, O.: Cuba en su poesía. México, Eds. de Andrea, 1965, p.
95.
14. GARCÍA DEL PINO, C.: «El Obispo Cabezas, Silvestre de Balboa y los
contrabandistas de Manzanillo» en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. La
Habana, 66, 3.a época, 17 (2), may-ag. 1975.
15. SAÍNZ, E.: op. cit., pp. 81 ss.
16. OLIVERA, O.: op. cit., p. 31.
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17. Idem, p. 25.
18. SAÍNZ, E.: op. cit., pp. 56 ss.
19. ARROM, J. J.: Esquema generacional de las letras hispanoamericanas.
Bogotá, Inst. Caro y Cuervo, 1963, p. 28.
20. Vid. Isaías Lerner: «Para los contextos ideológicos de La Araucana», en
Homenaje a Ana Maria Barrenechea. Madrid, Castalia, 1984.
21. Vid. Irving LEONARD: Los libros del conquistador. México, F. C.E.
22. POLLMANN, L.:La épica en las literaturas románicas. Barcelona, Ensayos
Planeta, 1974.
23. VITIER, C.:Lo cubano en la poesia. La Habana, Instituto del Libro, 1970,
p. 39.
24. Vid. R. Lazo op. cit., L. Santana op. cit., y L. Diego Cuscoy: «Del Espejo
de Paciencia al Concierto Barroco», El Dia, Santa Cruz de Tenerife, 27 y 28-V1975.
25. LAZO, R.: op. cit., p. 25.
26. SANTANA, L.: op. cit., .p. 19.
27. SARDUY, S.: Escrito sobre un cuerpo. Buenos Aires, Sudamericana,
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