LA CARTA DE COLON DANDO CUEN'rA
DEL DESCUBRIMIENTO EN RELACIÓN
CON LAS ISLAS CANARIAS Y LA GESTIÓN
DE LA BULA DE DONACIÓN
La llamada carta colombina de1 descubrimiento --o mejor, las car-tas
'- cumplió, sin duda, la función de una gran crónica que, como
nunca hasta entonces, divulgaba casi a la vez en distintas partes un
resonante suceso, apenas producido. Como ejemplo de la nueva era,
definía a los hombres cultos de aquel año extraordinario de 1493 no
sólo un acontecimiento de dimen~ión inaudita, como era el haberse a!-
canzado el extremo del ecumene, a través del Océano -es decir, el
Oriente asiático, como se creyó, cerrando así la circunferencia de la
Tierra-, sino también la efectividad de los nuevos medios de difu-sión,
que la imprenta, por las distintas ediciones, pudo demostrar.
1. La bibliografía dedicada a esta cartas es muy abundante, y se vio especialmente
incrementada desde que Cesare de Lollis incluyó los textos en sus valiosos comentarios
en la parte 1, vol. 1, de la Raccolta. Mas cmo está toda ella reseñada y comentada
por D. Carlos Sanz, remitimos a su Bibliografía general de la Carta de Colón. Madrid,
1958. A ello debemos unir sus eruditas aportaciones. La primera fue en su tomo de
Adiciones (Madrid, 1958) a los dos volúmenes de la reimpresión que hizo de la Biblio-theca
Americana Vetustissima de Henry Harrisse, donde ya reprodujo, en su plena dimen-sión,
varias impresiones de la famosa carta, págs. 77 y SS. A ello agregó luego un nuevo
volumen, titulado El gran secreto de la carta de Colón (critica histórica) y otras adi-ciones
a la Bibliotkeca Americana Vetustissima, Madrid, 1959, doncie no sólo reproducía
las impresiones de la misma, sino incluso las páginas de un manuscrito de la crónica
de Bernáldez, donde la parafraseaba, así como, también, en facsímil, el estudio de
GENAROH . VOLAF~[NV arnkagenl, impreso en Valencia en 1859 y otros valiosos testimo-nios.
Desde entonces, D. Carlos Sanz ha publinado varios estudios o reproducciones,
como el interesante folleto, que apareció en Madrid, 1962, titulado La carta de Colón
anunciando el descubrimiento del Nuevo Mundo, 16 febrero - 14 marzo 1493, variante muy
distinta del trabajo que ya publicó, wn el mismo título, en el «Boletín de la Real
Academia de la Historia,, (Madrid), tomo CXXXIX, cuaderno 11, pp. 473-496. Ultima-mente,
en este mismo año de 1976, ha editado nuevamente las reproducciones de todas
las impresiones de las cartas, en pliegos sueltos, de grandes márgenes. Puede afir-ri.
arse asf qae nadie cmx E. Carbs S a x ha ccntribuidc u difundir y pqu!urizar,
generosamente, un texto tan importante, pues incluso en hojas sueltas y láminas repro-dujo
el contenido con fines populares y las portadas o primeras páginas de las impre-siones
de la época, para exposiciones o fines bibliográficos.
2. Las impresiones que nos interesan son las que se hicieron en el mismo 1493:
en Barcelona, una edición en castellano por Posa; en Roma, tres (dos hizo Stephanus
Plannck y una las prensas cie Eucharius Argenteus, las tres en traducción latina de
Cosco, más una cuarta en italiano y en verso; en Amberes, una edición, con tipos de
Thierry Martens, con el mismo texto en latín; en Basilea, una edición, impresa por
Jawbo Wolff -aunque se discute- también en su texto latino; en París, tres ediciones
^..^r^...^^ *^A^^ ^,T..^ :--..^^^" P ..-. ^A nX^-^Li-r iu,,&vai, ruua. iiiipCirGJaJ uuyur i r i a i w i a i i ~ , en Iaiin, y, por u i r i i i i u , la de
Florencia, en verso, como la que se hiciera en Roma, e igualmente en Italiano, por Johan-nes
«el Florentino,,. En total, pues, once veces impresa, en seis ciudades, en el espacio
de unos meses.
Todo fue un gran triunfo de las técnicas de la modernidad, capaz
de crear la conciencia de estar en una nueva edad: la técnica que, por
la navegación, vencía las distancias en el espacio, y la técnica de difu-sión,
universalizando los hechos, con una rapidez, en el tiempo, hasta
entonces inimaginable. Las posibilidades que se abrían -explosión
del pensamiento, circulación de los productos y, sobre todo, la expan-sión
universal, al fin, de la Fe evangélica, retenida durante siglos en
un espacio mínimo y marginal- debieron poner a los hombres de ea-tonces
al borde del estupor. Con razón ha podido hablar Phelan de
que la edad de los descubrimientos, que se inició cuando, a mediados
del siglo X I I I , frailes mendicantes y mercaderes, como los Polo, atra-vesaron
el Asia central para llegar, al fin, al Oriente, ahora pudieron
creerla concluida. Llegaron así a pensar que se cumplía la plenitud, para
ser posible hacer realidad el mandato evangélico de predicar a todas las
gentes. En cunsecuencia, las predicciones escatológicas con el fin de
los tiempos serían posibles a corto plazo, una vez que todo -con la
conversión de los judíos- se hubiera consumado 3. ¿Cabe así pensar
cómo zería recibida la noticia del éxito descubridor en Roma, como
centro que era de Ia cristiandad?
La exaltación sobre la misión que Colón creyó que gravitaba sobte
sus espaldas, en el sentido indicado, es forzoso creer que no quedaría
limitada a sus personales reflexiones. De este presumible clima -aun-que
fuera de ámbito reducido- nos da idea, entre muchos otros testi-monios,
una- carta del Almirante dirigida a los Reyes, antes de empren-der
su postrero viaje, en la que les explicaba la motivación de su
descubrimiento, a causa de «que me abrió Nuestro Señor el entendi-miento
con mano palpable a que era hasedero navegar de aquí a las
Yndias, y me abrió la voluntad para la hexecucion dello, y con este
fuego vine a Vuestras Altezas ...; en solo Vuestras Altezas quedó la
fee y cosancia ¿quien dubda que esta lumbre no fuese del Espiritu
Santo, asy como de mi, el qual con rrayos de claridad maravillosa con-soló
con su santa y sacra Escritura, a vos muy alta y clara, con qua-renta
y quatro libros del viejo testamento, y quatro hevangelios, coi1
veynte y tres hepístolas de aquellos bienaventurados apóstoles, abi-bándome
que yo prosiguiese y d e contino, s i n cesar un momento, m e
abibaban colz gran priesa?» 4.
3. JOHN L. PHELAN: El reino milenario de los franciscanos en el Nuevo Mundo.
México, Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, 1972. en traducción al espa-ñol
de Josefina Vázquez de Knauth. La primera edición en inglés, The Millennial King-
&y" of ?he Frnn&cas in ?,& No,,- Wotld, frrp pIlh!fC2& pcr !a LlniirPrSi&d de Ca!ifGr-nia
en 1956.
4. Raccolta di documenti e studi pubblicati dalla R. Commissione Colombiana pel
Tan convencido debió estar Colón de su papel, como instrumento
de la Providencia, para la apertura de las Indias al Evangelio, que
parece que tuvo la intención de pasar desde Barcelona a Roma para
presentar el éxito de su viaje también al Papa. En carta que en 1502
escribió a Su Santidad, le decía, recordando esos propósitos de 1493:
«Luego que yo tomé esta empresa y fui a descubrir las Indias, propuse
en mi voluntad de venir personalmente a V. Santidad con la relación
de todo. Nasció a ese tiempo [la] diferencia entre el Rey de Portogal
y el Rey e la Reina mis Señores.. . [y] el Rey e la Reina, mis señores,
me reenviaron a priesa a la empresa para descobrir y ganar todo y ansi
non pudo haber efecto mi venida a V. Santidad ... » '. ¡Qué entusiasmo
habría provocado la presentación del descubridor ante el Papa! Lo de-muestra
el favor de que llegó a gozar la carta-relación.
Era lógico que- se diera por descontado el efecto que había de pro-ducir
el relato del descubrimiento en Roma, como en el resto de las
ciudades donde también se imprimió entonces. Sin embargo, para el
historiador esa repentina difusión, precisamente, no es explicable desde
otro ángulo, por lo menos en la forma en que se produjo: mediante
una carta -o cartas- del propio descubridor, impresa tan fulminante-mente.
Pues ¿cómo es posible que -cuando los Reyes españoles no
tenían todavía reconocido ningún derecho sobre las nuevas tierras, es
más, cuando Portugal se disponía a reclamarlas airadamente- pudiera
ser entregada esa carta-informe por sus destinatarios -el escribano de
ración Luis de Santangel y el Tesorero General de Aragón, Gabriel
Sánchez " a instancias desconocidas, para que, con una eficiencia tam-bién
sorprendente, se tradujera y hasta versificara una de ellas, impri-miéndose
en tan distintos lugares inmediatamente? ¿Cómo pudieron
permitirse tal licencia esos 'altos cargos, sin que tengamos la menor
noticia ,de que los Reyes lo consentían o, por el contrario, si no era
quarto centenario della scoperta dell'America, edic. Cesare de Lollis, Roma, 1892-93,
volúmen 11, pp. 79-80. Sin embargo, no deja de ser sorprendente que en Barcelona no
hubiera un recibimiento público, como se supuso, tal como lo puso de manifiesto
ANTONIOR UMEUD E ARMAS:C olón en Barcelona. uAnuario de Estudios Americanos»
(Sevilla), 1 (1944), pp. 431-524.
5. Cfr. en MART~FNE RNANDEDZE NAVARRETCEo: lección de los viajes y descubrirnien-tos
que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV. Madrid, edic. de la
Biblioteca de Autores Españoles, 1954-1955, t. 1, pp. 469-470.
6. ;vliiiu¿io¿ SERRANOY SANZe, n sus Orígenes cie ia áominación españoia en América,
Madrid, 1918, incluye amplios estudios sobre Luis de Santángel (pp. XCVII-VLI), cuyo
cargo venia a ser el de pagador de gastos reales, y sobre Gabriel SAnchez y sus fami-lias
(pp. CLII-CLXXII).
así, movieran un solo dedo contra tal ligereza, cuando estaban, no cabe
duda, ante una seria cuestión de Estado? Por añadidura, puesto que
son dos las cartas, es evidente que nos encontramos ante una rara
coincidencia en el proceder de los destinatarios. ¿Y no aumenta aún
más la extrañeza el que ambos procedieran, sin más, de análoga forma,
confiando una carta por ellos recibida a la imprenta, hasta el extremo
de editarse una de ellas en la propia Barcelona, donde :e encontraban
entonces los Reyes y la Corte, sin que se produjera el menor eco?
Por lo pronto, la coincidencia textual -con pequeñas diferencias,
explicables aparentemente por el hecho de que la carta de Gabriel Sán-chez
se imprimió traducida- hizo pensar a Harrisse que no hubo más
que una carta, la de Luis de Santangel, por creer que ésta era la mi!:-
ma que, enviada a Italia, fue traducida por Cosco. Harrisse atribuye a
éste el que, al no saber el nombre del destinatario, pusiera el de Ga-briel
Sánchez, por conjetura, a quien además le llamó Rafael, prueba
evidente -para Harrisse- de que no figuraba e1 nombre del Tesorero
General. Mas, según lo explicó Serrano y Sanz, ¿cómo era posible quc
siendo el traductor Leandro Cosco aragonés y, posiblemente, de la mic-ma
Zaragoza no supiera el verdadero nombre de tan principal perso-naje,
cuando apenas acababa de llegar de Aragón? 7. Si fue Cosco quien
introdujo el nombre, por considerarle el destinatario, ello prueba, por
sí solo, que no podía serle desconocido.
De otra forma trató de salvar Carlos Sanz todas las dificultades
indicadas, con una solución drástica, al considerar que si los textos son
coincidentes, no es obligado pensar que hubo un solo destinatario, pues
Colón -afirma- debió escribir ciertamente una carta, aun cuando !a
copió varias veces para despacharla -cree que ya desde Lisboa- a
las distintas personas a quienes tuvo interés en hacer llegar la noticia
de su éxito. Así, en paralelo a las cartas enviadas a Santangel y Ga-briel
Sánchez, estima que debió mandar otras a varias personas más,
una de ellas supone hubo de ser el duque de Medinaceli del mismo
modo que cree que fue Colón, aún antes de comunicar la nueva a los
Reyes, quien envió directamente copias de la misma carta a Italia.
7. SERRAIIOY SANZ1 61, p. CL y, sobre Cosco, pp. CLXXVI-CLXXIX.
8. CARLOS ANZ:E 2 gran secreto [i], p. 113. Lo deduce del hecho de que el duque
pudiera escribir al cardenal Mendoza la carta que fecha en Cogolludo a 19 de marzo.
Algo semejante supuso ya Lollis, mas en ese aspecto dcl duque no encontramos alusión
a que hubiera recibido carta alguna de Colón, pues hablando de él lo que dice es que
.puede aver ocho meses que partió [para descubrir] y agora él es venido de buelta a
Lisbona y ha hallado todo lo que buscava y muy complidamente, lo quaf luego yo
(AGSimancas, Esvado i i j , lo yüe q-ü;ere decir, pKLJJdULCl lLA-C , Y-.U-C- -- IIV '- 1s 1L1-a =--D-C-:I +I -C U
-pues lo habría hecho constar de haber sido así-, sino que lo ha sabido, que se ha
enterado a través de quien pudo verle llegar a Lisboa y se lo escribiera.
por la desconfianza que tenla de que don Fernando y doña Isabel ri:,
le cumplieran lo prometido en Santa Fe '.
He aquí, pues, las dos soluciones extremas: una carta y un único
destinatario, para Harrisre; y una carta, con múltiples destinatarios,
para Sanz. En cualquier caso, si todo se redujera a esto, apenas pasa-ría
de ser una mera cuestión erudita, cuando en realidad, por las difi-cultades
apuntadas anteriormente -es decir, el mismo hecho de que
se escribiera una carta comunicando el resultado de la empresa des
cubridora con tan prolijos detalles a personas distintas de los Re-yes
'O-, desde la existencia de la epístola, hasta su entrega a la im-prenta,
nos sitúan ante un problema histórico de indudable impor-tancia.
Quizá el hecho más sorprendente del problema sea la paradoja docu-mental,
puesto que, por un lado, nos encontramos ante la existencia
de dos cartas -coincidentes en su contenido y extrañamente desperso-nalizadas-,
que fueron impresas en tan delicadas circunstancias -me-diando
una firme reivindicación de derechos por parte de Portugal so-bre
las tierras descubiertas, que tan gozosamente se presentaban-, sin
que, por otra parte, haya podido saberse nada de los originales, ni se
9. SANZ: El gran secreto [l], pp. 113, 142, 145, 153 y otras más: *en suma -insiste-,
puede afirmarse que Colón aprovechó el texto que había redactado ...p ara sacar varias
copias, que envió desde Lisboa y desde Palos de Moguer o Sevilla a sus amigos y a los
reyes de España*. Cree Sanz motivado todo ello por el temor de Colón de que no le
cumplieran los reyes las concesiones previstas en las Capitulaciones. Estas conjeturas,
que mencionamos a titulo de curiosidad, no resisten: claro es, un mínimo intento com-probatorio.
¿Cómo iba a permitirse Colón -por lo pronto- una infitielidad como la que
se le atribuye (pp. 123, 125, 142 y otras más) y cómo los reyes iban a permanecer impa-sibles?
Por añadidura, las cartas que se publican en Italia aparecen dirigidas no a los
italianos, a quienes tendría que haberlas enviado, sino siempre escritas -al tesorero
general Gabriel Sbnchez, quien no hubiera sido tampoco indiferente a tal atribución, de
ser falsa. Por añadidura, en una de las copias manuscritas halladas en Italia, consta
que fue éste quien remitió precisamente la carta a su hermano, residente entonces en
Florencia: amandata da1 grande Tresorir &el ditto signor [rey de España] in Fiorenza
al fratello Zoane Sanzio [Juan Sbnchez]~. Este manuscrito, que se conserva en la
Biblioteca Ambrosiana de Milán, vol. R, 113, fue estudiado reiteradas veces (Varnhagen,
R. H. Major y, sobre todo, por Cesare de Lollis, quien le reprodujo en la Raccolta [4],
parte 1, vol. 1, pp. LXIIII-LXX, dedicándole amplios comentarios, así como reciente-mente
Sanz [l], quien también le reproduce, gracias a las copias fotogrhficas facilitadas
por el P. Giacomo Sabatelli, OFM (p. 395).
10. D. ANTONIOB ALLESTEROeSn, su Cristóbal Colón y el descubrimiento de América,
Barcelona, 1945, p. 107, comentan80 el caso de las cartas enviadas a Gabriel Sánchez
v a Luis de Santángel. trató de salvar la dificultad que se derivaba de tal proceder imposi-bie,
y consideró que Colón <supuso que escribirles a ellos era lo mismo que redactar una
carta a los monarcas. Era un medio indirecto de que llegase a los Reyes cuanto quería
comunicar Colón sin los compromisos protocolarios, a los que todavía no estaba habi-tuado..
Sin embargo, el caso es que consta -como es lógicc- que escribió a los Reyes,
como veremos, y además que sabía muy bien cómo escribirles.
conozca huella alguna de que tales cartas fueron vistas por alguien;
sin que Colón se refiriera jamás a esas cartas escritas por él, ni siquiera
indirectamente. Y sin que conozcamos tampoco ninguna otra carta que
10s dos destinatarios pudieran haberse cruzado, antes o después, con cI
Almirante. Los Reyes tampoco aludieron nunca, ni indirectamente, a
tales cartas. Como si mediara una asombrosa conspiración de silencio.
es decir, de hecho, igual que si no hubieran existido jamás. No obs-tante,
en el Archivo de Simancas se guarda un texto manuscrito de
la carta al Escribano de Ración, con letra sin duda alguna de la época,
pero como si fuera una copia, sin ninguna indicación 'l. Ello significa,
evidentemente, que la máquina oficial no fue ajena o indiferente con
tal escrito. Si hubiera sido un asunto particular, los destinatarios ha-brían
guardado tales cartas o, al cabo del tiempo, si no llegaban a des-truirlas,
pasarían con los demás papeles a sus herederos. En una u otra
época, terminarían por desaparecer. Mas, ei hecho de encontrarse ese
texto - e n copia o minuta, pues no está firmado- en un archivo ofi-cial,
al que pasaron los papeIes guardados oficialmente, quiere decir
que tal documento tuvo algún trámite. Lo que no cabe pensar es que
simplemente se copió del impreso para conocimiento de la Corona, pues
en ese caso el impreso de Posa siempre sería mejor, más cómodo de
leer -a pesar de sus defectos- y pertinente prueba de la difusión
dada al documento. ¿Para qué había necesidad de copiarlo? Sin em-bargo,
como veremos, parece evidente que se copió.
Por el contrario, sabemos que Colón escribió a los Reyes al menos
una carta, informándoles también de los detalles del descubrimiento.
De la existencia de esa carta oficial conocemos tantas huellas que cabe
reconstruir su «biografía» desde la misma cuna. Por ejemplo, el P. Las
Casas nos dice c o n la fiabilidad de haber contado con la información
de los hijos de Colón y con los papeles del propio descubridor- que,
después de haber desembarcado el Almirante en Palos, «se despachó
cuan presto pudo para Sevilla, y de allí despachó un correo al rey e
a la Reina, que estaban a la zazón en la ciudad de Barcelona, haciendo
saber a sus Altezas la gran ventura y felice conclusión que Dios le
había dado a su deseado y prometido descubrimiento, y ias nuevas tan
nuevas, y nunca otras tales y tan felices por algún príncipe en los si-glos
pasado oidas ni creidas.. . » ''.
Sabemos también que, el día 22 de marzo, la carta-relación que Co-lón
enviaba a los Reyes pasaba por Córdoba, pues en el libro de actas
1:. AGS., Estado, kg. 1. 2.0, fe!. 164.
12. BARTOLOMDE~ LAS CASAS:H istoria de las Indias, lib. 1, cap. LXXVII. p. 331 del
tomo 1 de la edic. de Millares Carlo, México, 1951.
del cabildo de la ciudad figura consignado: «Comisión a Diego Ro-dríguez
[en el margen]: Estos sennores [del Cabildo] vieron una carta
quenbió colón de las ysIas que falló y la cibdad mandó que se vistiese
al mensajero y se le diese mil1 maravedis para el camino y questos
maravedis sean.. .D. Igualmente conocemos el nombre del portador de
la carta, Fernando de Couantes, pues consta que se le otorgó una gra-tificación
especial a causa «que por dos vecer habeis venido con las
nuevas de las caravelas de las Indias» 13. Mucho nos importa este detd-
Ile de las dos veces que Collantes hizo el camino. La primera -supo-nemos-
para dar aviso inmediatamente a los Reyes de la arribada a
Palos, con el propio Colón de compañero, cuando se trasladaba a Se-
,villa, a la espera de lo que los Reyes mandaran, ante la actitud adop-tada
por el monarca portugués 14. Llevaría entonces la carta extensa y
detallada q e C olón ~UUUie dactar en Sevilla, de d c d e saldría el men-sajero
el mismo 22 de marzo o el dia anterior, fecha más o menos que
tendría la carta.
Muy probablemente, Ia relación para los Reyes llegó a Barcelona
el 29 de marzo, pues este día debe ser el de la verdadera fecha de la
epístola de Aníbal de Zennaro (Januarius) que, con el extracto de las
noticias dadas por Colón, envió desde Barcelona a Milán para su hrr-mano,
embajador allí del duque de Ferrara. En ella decía, inequívoca-mente:
«in lo mese di aghosto pasato, questi signori re, ad pregieri
13. En Josi: MAR~A ASENSIO: Cristóbal Colón, Barcelona, 1891, t. 1, pp. 573-574.
14. En el Diario del viaje figura que decía Colón, en lo anotado el 15 de mano, día
de su arribada a Paios, .que estaba de prapósito de yr a Barcelona por la mar, en la
qual ciudad le davan nuebas que sus altezas estabanx. Si no lo hizo, debió ser por
orden que recibiera en el propio Palos de trasladarse a Sevilla, para esperar allí ins-trucciones,
sin alejarse de aquellos puertos. Presumiblemente, la primera noticia de la
arribada de Pinzón a Galicia se recibiría en Barcelona (ZURITAH:i storia del rey Don Her-nando
el Catholico, Zaragoza, 1580, lib. 1, XXV, fol. 30v.) hacia el 8 o 10 de marzo,
pues si no sabemos exactamente la fecha en que llegó Pinzón a Bayona, hubo de ser
días antes de la entrada de Colón en Lisboa. Desde Barcelona se enviarían entonces
instrucciones a Palos o Sevilla para que, caso de aportar allí Colón, pudiera saberse
enseguida, ddnclosele instnicciones de que esperara órdenes reales en Sevilla. De otra
forma no se explicaría que cambiara tan rápidamente su propósito de presentarse a los
Rryes, cuando tan iiiiereiado habia de esvar cn eiio, hasta ei extremo de tener pre
visto -como lo acabamos de ver- continuar a Barcelona por mar. En cambio, donde
se traslada con toda rapidez, según nos lo cuenta Las Casas, es a Sevilla. Ese enviado
el 10 de marzo a la costa andaluza, a la espera de las noticias de la arribada, pudo ser
Collantes, quien retornaría a Barcelona inmediatamente, pasando por Córdoba el día 22.
Sería ésta la primera vez que llevara nuevas de las carabelas a los Reyes. Después, vol-vería
con la carta real de acuse de recibo, fechada el 30, para retomar a la ciudad
condal, pues había .de volver presto., con nuevas noticias sobre lo que ese puede
aderezar en Sevilla o en otras partes para vuestra tornada a la tierra que hab6is
halladon, de todo lo cual -decían los Reyes en su carta- nescribidnos luego,,. Era su
segunea vez. iiegancio a Barcelona hacia ei i0 o ii cie abrii, preceaienao a Coion, que
no entraba en la ciudad, según la reconstrucción de Rumeu de Armas 141, p. 37, hasta
la úitirna decena de abril .Vid., también, JAIMED ELGADEOl: descubrimiento en Barcelona,
nzaragozas, XXIV, 1966, pp. 57-72.
de uno ditto il Colomba, fuoro contenti che lo preditto armasse quatro
caravelle, ad effecto che ipso diceva volere andare per lo mare magior,
et navigare tanto per ditta linea, per ponente, per fine chez venesse
allo oriente che essendo lo mondo ritondo, per forza haveva de voi-tare
et trovare la parte orientale. Et cussi fece.. .P. Por ello vemos
cómo, a pesar de que afirma Zennaro, en esta misiva, que la carta
que Colón escribió a los Reyes él la había visto -sin duda pudo llegar
cuando era recibido en audiencia-, se advierte que sólo tuvo conoci-miento
de ella, como lo evidencia ese detalle erróneo de las cuatro
carabelas. Cabe por consiguiente deducir que, con el gozo de lo que
en ella se leía, escuchara a don Fernando los comentarios que tales
nuevas merecían 15.
La posibilidad de que este día 29 de marzo fuera la fecha en que
llegó a Barcelona la carta de Colón a los Reyes, se nos reafirma por 2
dos vías: a), el tiempo, pues si pasa el portador de la carta por Cór- N
E doba el día 22 y sabemos que solían necesitarse unos diez días para
llegar de Sevilla a Barcelona, los siete días que median entre ambas {
fechas no constituyen un plazo demasiado corto si tenemos en cuenta
E el factor de extrema urgencia del caso; b), la contestación real, pues E
2 por carta fechada en la ciudad Condal el 30 de marzo, los monarcas
acusaban recibo de la carta al Almirante, diciéndole: «vimos vuestras -
letras y hobimos mucho placer en saber lo que por ellas nos escribis- {
tes y de haberos dado Dios tan buen fin en vuestro trabajo, y enca-minado
bien en lo que comenzastes.. . Por ello recibireis de Nos muchas 1 E
mercedes...», carta en la que le dicen además que deseaban que fuera
rápidamente a Barcelona, aunque dejando en marcha en Sevilla los prz- g
parativos que fueran posibles para partir de nuevo hacia las Indias, en -
plazo breve. Y concluían: «eccribidnos luego con este correo, que ha $
de volver presto» 16. Todo esto encaja exactamente con el comentarla 2
n
que Zennaro hacía a su hermano en la carta mencionada, pues despu6s n
de informarle de que Colón había regresado felizmente, tocando antes
tierra en Lisboa, se agregaba que el Rey -la audiencia que nosotros
suponemos debió ser, como es lógico, con don Fernando- «ha escrito
que inmediatamente venga aquí», sin duda porque delante de él ordc-nara
a su secretario que redactara la carta de acuse de recibo citada.
15. Ya se sabe que esta carta aparece fechada a 8 de marzo, sin duda, como comen-tan
los críticos, por error. HARRI~fEu e el primero en asegurarlo en Cristophe Colomb,
son origene, sa vie, ses voyages, París, 1884, t. 11, pp. 7 y 527. Se pensó, así, que debió
querer escribirse VI11 de abril. Es posible, mas nosotros nos inclinamos a creer que
pudiera ser oivicio dt: ia veintena, ya +e seria XXVIIII de marzc [E).
16. Esta carta la insertó ya LAS CASAS en su Hisforia [121, lib. 1, cap. LXXVII.
página 331.
Por Zurita -como sabemos- tenemos noticia de que antes de
esto les llegaron a los Reyes las novedades comunicadas por Pinzón
desde Galicia y que, cuando estaban a punto de despachar a Lope de
Herrera para Lisboa, con el fin de hacer saber a don Juan 11 la novl-dad
del descubrimiento, «les llegó una letra del dicho Almirante, por
la qual les hazia saber lo mismo [que había adelantado Pinzón] y que
se avia venido por donde el Rey de Portugal estava». Consecuentemen-te,
la notificación que iban a hacerle había de ser sustituida por una
misión distinta, ya que Colón les decía que «le avia visto*. De aquí
que se ordenara entonces a Herrera que pidiera a don Juan 11 «le piu-guiese
defender so grandes penas que ninguno de sus súbditos.. . fuessen
osados de yr ni embiar a aquellas Islas y Tierra firme ..., pues aqueilo
era suyo. .,> . - 17.
lenemos, pues, idea también del contenido de la carta de ColGn
que, como vemos, no se limitaba a dar cuenta de los detalles del des-cubrimiento,
sino que añadía la bien grave noticia de que el rey de Poi-tugal
no estaba dispuecto a admitir la tranquila posesión por Castilla
de lo que acababa de ser hallado al otro lado del Océano.
Por otra parte, en la misma carta impresa dirigida al Escribano de
Ración, en el ánima que se menciona, se dice por Colón que, despu2s
de entrar en Lisboa «acordé escrivir a sus altezas». Y se añade, como
colofón, que «esta carta embió Colón al Escribano de Ración de las
Yslas halladas en las Yndias e otra de sus Altezas» Id.
Mas ¿dónde está esa carta a Sus Altezas? Nadie la ha podido cu-nocer,
pues no ha sido hallada, ni en el Archivo de la Corona de Ara-gón,
donde la buscamos, ni tampoco en el de Simancas, donde igual-mente
fueron infructuosas las pesquisas, sin existir, pues, el menor
vestigio. ¿Cómo es posible que escrito tan importante como el que
puso en marcha, nada menos, que la gestión diplomática de apremio
ante Portugal y la negociación de la bula de concesión ante el Papa
se nos haya esfumado?
Pero así es, con lo que resulta el contrasentido de que de las car-tas
de las que ningún documento habla tengamos nada menos que su
reproducción impresa, difundida en múltiples ediciones, mientras que
era otra carta de la que tanto podemos saber, por las repetidas huellas
dejadas, se nos evaporó inexplicablemente, cuando se trataba de un
17. GER~NIMODE ZURIT[A14 ], lib. 1, XXV, fol. 30 v.
18. Así consta en el manuscrito del Archivo de Simancas C111. En la impresión de
Barcelona, sin duda por error, se altera este texto, para decirse: «Esta carta embiQ
Colón al escrivano de ración de las Yslas halladas en las Yndias. Contenida a otra de
sus Altezas.. Las diferencias en detalles secundarios, de este tipo, no son escasas, dada
las deficiencias tipográficas y erratas que se acumulan en la edición de Pedro Posa.
documento oficial de primerísima importancia que, necesariamente, ha-bía
de ser archivado e incluso utilizado para ajustar las instrucciones
que se dieron a Herrera. Ni una copia siquiera nos quedó de ella.
{Cómo es posible tal paradoja? Sencillamente, porque la realidad no
puede :er la que las apariencias nos ofrecen.
LOS IMPOSIBLES
Todas las ediciones de la famosa carta, hechas en 1493 -que son
las que nos interesan- pueden agruparse en tres «familias». Una es la
cosquiana, por el traductor, el sacerdote aragonés Leandro Cosco, que
hizo la versión latina. Dos veces fue impresa en Roma por Plannck
y una más por Eucharius Argenteus. Esta misma versión latina se re-produjo
en Amberes por Martens; en Basilea, por Wolff, posible-mente;
y en París, con ias tres ediciones hechas por tiuyot Marchant
Dado que los errores acumulados en una de las ediciones de Plannck
se repiten en las reimpresiones no romanas, cabe suponer que fue esa
la que se publicó como primicia en su versión latina 19. Se identifican
todas ellas por figurar dirigida la carta al Tesorero Sánchez y, además,
por la analogía de presentación: con una cabeza que habla del contenido
del impresoz0; en zegundo lugar, la propia carta y, por último, un
epigrama de «R. L. de Corbaria, episcopi Montispalusti» dedicado al
«invictissimum Regen Hispaniarum~, epigrama que las ediciones de Pa-rís
anteponen a las otras dos partes.
Otra «familia» es la datiana, constituida por la carta que versificó
en italiano Giuliano Dati, con tres ediciones en 1493, una en Roma,
fechada en 15 de junio de 1493, y dos en Florencia, fechada una en
la cabeza a 25 de octubre y la otra en el colofón el 26 sin figurar
a quién fue dirigida.
19. ADOLFO DE VARNHAGEvNiz,c onde de Porto Seguro, publicó con el seudónimo de
Genaro H. de Volafán un opúsculo, Primera epístola del Almirante Don Cristóbal
Colón dando cuenta de su gran descubrimiento a D. Gabriel Sánchez, Tesorero de
Aragón, Valencia, 1859, en el que reproducía el texto del manuscrito hallado en un
?omite del Co!egio de Cuenca, en c;istel!ano, qiie coy6 ser el original, a propósito de
lo 'cual venía a sostener que la edición de Plannck en la que, entre otros errores, a
Gabriel Sánchez se le llamaba Rafael, como se omitía el nombre de la reina Isabel,
etcétera, era una degeneración de una edición limpia, quizá la otra de Plannck o la
de Argentes. Dice, en efecto, p. VII, que <<eln ombre de Gabriel Sánchez se encuentra
en las primeras ediciones; aunque luego empezaron a cambiarlo por el de Rafael Sán-chez
..., siendo que en la edición de Eucharius Argenteus se lee Gabriel ... 3.
20. Esta cabeza, en una de las ediciones de Plannck, omite el nombre de la reina
Isabel, al figurar: aEpistola Christofori Colom: cui etas nostra multum debe?: de Insu-lis
Indie supra Gangem nuper inuentis. Ad quas perquirendas octauo antea mense
L-L.U.aY- 4,:Ua:. -C .U ;.,-l,w~;l-,l-.+-. ;CC;-; d .,..- A F-o.v .-~.n.-n- A i Uicnnninri ,rrr -R. -mro- i-c m i c c n r ad Maonificiim
dom Raphaelem Sanxis: eiusdem serenissimi Regis Tesaurarium missa: quam nobilis ac
litteratus vir Aliander de Cosco ad Hispano ideomate in latinum conuertit: tertio kals
Por último, la impresión en castellano, que cuenta en 1493 con una
sola edición: la de Posa, en Barcelona, que aparece con un postescrito
y colofón en el que se indica que el destinatario de la carta fue el Es-cribano
de Ración.
Clasificadas así las cartas impresas, sin prejuzgar la prioridad de
edición que pueda reconocerse entre ellas, intentaremos señalar aque-llos
detalles que parecen contradecir toda verosimilitud, hasta el extre-mo
de ser absolutamente imposibles y sin cuya explicación nos será
difícil comprender la intencionalidad de tales textos. Concretamente,
vamos a fijarnos de momento en el lugar y día en que se fechan.
Las cartas cosquianas, en todas sus ediciones, sin excepción, :e fe-chan
en «Ulisbone, pridie idus Martii», es decir, dándose como escrita
y datada por Colón en Lisboa a 14 de marzo. Sin embargo, si confron-tamos
lo que sobre ese día se consigna en el Bario dei viaje coiom-bino,
resulta imposible tal datación, puesto que en esa fecha no se
encontraba ya Colón en Lisboa. En efecto, después de figurar en el
Diario que a las ocho de la mañana del día 13 había levado anclas
y partía de Lisboa «para ir a Sevilla», se anota en el 14: «ayer [el 131,
después del sol puesto [después de haber navegado todo el día] siguió
su camino al Sur, y antes del sol salido [antes del amanecer del 141
se halló sobre el Cabo de San Vicynte, que es en Portugal. Despues
[ya de día] navegó al leste para yr a Saltes, y anduvo todo el dia con
poco viento hasta agora questá sobre Faro». Y se anotaba a continua-ción
que «despues del sol puesto, navegó su camino hasta el día [ya
amanecido el 15 de marzo] con poco viento y al salir el sol se halló
sobre Saltés». Es decir, que el 14 de marzo Colón ni está en Lisboa
ni siquiera cerca, pues antes de amanecer ese día ya había doblado el
cabo de San Vicente, encontrándose a! atardecer frente a Faro.
Por otra parte, resulta extrañísimo que una carta, en la que se
relate el viaje, pudiera escribirse después de salir de Lisboa con la tran-quilidad
de ánimo que denota, cuando el recibimiento y entrevista con
el rey de Portugal hubo de resultarle a Colón tan preocupante, ya
que al advertirk de que no esraba dispuesto a reconocer ningún dere-
Maij M. cccc. xciij. Pontificatus Alexandri Sexti Anno Primon. En la otra edición de
Plannck, así como en la de Argenteus, no aparecen los defectos que aquí se ven, y
figura: «invictissimorum Fe~nandi ac Helisabet Hispaniarum Regem misus fuerats, tam-bién
<Gabrielem Sanchis» (en la de Argenteus, Sanches) en vez de Raphaelem, del
mismo modo que Leander y no Aliander.
21. En el colofón de la de Roma, se dice: .Finita la storia della inuentione delle
nuoue insule di Channaria Indiane tracte duna pistola di Xpofano cholenbo e per
messer Giuliano dati tradutta di latino in uersi uulgari a laude dela celestial chortee
a consolatione della xpiana religione a preghiera del magnifico chavaliere messer Giovan
filippo del igniamine domestico familiare dello illustrissimo re di Spagna Xpianissimo
a XV de giunio M.ccc.xciii, Rome~.
cho a los Reyes españoles sobre las nuevas tierras, se le disipaba a
Colón el disfrute de sus esfuerzos, pues su almirantazgo y virreinato
se reducirían a la nada. Hacer olvido completo de lo que para Colón
hubo de ser tan desalentador no es comprensible. Así, a la imposibi-lidad
de la datación, correspondía otra imposibilidad psicológica y tex-tual,
en cuanto al contenido de la carta, pues de no ser por esa datación
en Lisboa, nada permitiría suponer en la epístola, no ya la entrevista
con Juan 11, sino ni siquiera la arribada a Portugal, que se silencia
totalmente. Por lógica, pues, resulta forzoso concluir que debemos es-tar
ante una patente superchería.
¿Cómo es posible, entonces, que figure tal fecha en la llamada car.
ta al tecorero Gabriel Sánchez? Se ha dado una explicación: hacer deri-var
esta versión latina de Cosco de la edición castellana de Barcelon-i,
con la que coincide por el contenido y donde aparecen dos dataciones.
Una, la de la propia carta: «Fecha en la caravela'' sobre las ysl~s
de Canaria a XV de febrero año mil cccclxxxxiii». Y otra, al finalizar
el postescrito, que se añade: «Anima que venía dentro en la carta.
Despues desta escripto y estando en mar de Castilla salio tanto viento
conmigo su1 y sueste que me ha fecho descargar los navios pero cori
[corrí] aquí en este puerto de lisbona oy que fue la mayor maravilla
del mundo a donde acordé escrivir a sus altezas. En todas las Yndias
he sienpre hallado y los tenporales como en mayo adonde yo fuy en
xxxiii dias y volvi en xxviii salvo questas tormentas me a detenido
xiii dias corriendo por esta mar: dizen aqua todos los honbres de 13
mar que iamas ovo tan mal yviernono ni tantas perdidas de naves fe-cha
ha quatorze dias de marzo».
Por consiguiente, se quiere suponer que Cosco o el cajista de
Plannck mutiló este final y, prescindiendo de la fechación primera y
de la transcripción del ánima, :e limitó a cerrar el relato con la datación
última - e n Lisboa-, pues como puede verse, coincide exactamente
el día. Mas con esta explicación -muy plausible-, si se relaciona la
versión latina de Cosco con la edición de Barcelona, y se resuelve así
la dificultad de la datación en Lisboa, explicándola como una más de
las muchas erratas de esta impresión, por haberse escrito quatorze por
quatvo -fecha en la que ciertamente entraba Colón en el puerto lis-
22. Realmente. por errata, lo que figura en el texto impreso es .Fecha en la cala-vera...
». Curiosamente, en el texto manuscrito del Archivo de Simancas también se dice
igua:, jj2i0 coi la circunstancia de habcisr cscrito primero bici, <fecha en !a carurrla ... :;,
por inercia, tachándose, para poner exactamente calavera...>>c,o n lo que se nos demues-tra
que este manuscrito se copió del impreso, contra lo que parecía lógico.
boeta 23-, automáticamente nacía una dificultad aún mayor: la de la
fechación propia de la carta a la altura de Canarias.
En efecto, aparte de que -como es bien sabido- Colón no retor-nó
por la vía de Canarias, se añade el imposible de que en la fecha in-dicada
pudiera haberse dedicado a escribir tal carta, ya que, según lo
que podemos leer en el Diario, en ese 15 de febrero estaban todavía
bajo los efectos de la gran tormenta, hasta el extremo de que horas
antes -en el día anterior- se encontraron en situación tan desespe-rada
que, además de los votos que hicieron por su salvación, Colón
decidió dejar constancia de su descubrimiento en un pergamino, en el
que escribió «lo que pudo de todo lo que había hallado», y confiarlo
a un barril que arrojó al mar, ante la inminencia de ser engullidos por
el gran oleaje. Al día siguiente, el 15 de febrero, se consigna en el
Diarzo: «todavía ia mar era aitisima, aunque yva aigo baxándose. . ,, -
Después del sol salido vieron tierra; pareciales por proa al lesnor-deste;
algunos dezían que era la ysla de la madera, otros que era la
roca de sintra en Portugal, junto a Lisboa. Saltó luego el viento por i
proa lecnordeste y la mar venía muy alta del oueste; avría de la ca- O
E
ravela a la tierra 5 leguas. El almirante por su navegación se hallaba
estar con las islas de los Acores, y creya que aquella era una dellas...». =E
Así siguió en la noche «dando bordos por encabalgar la tierra», que E
el sábado 16 ya se conocía ser isla, pero sin poder acercarse por la
cerrazón y «el mucho viento y el mar que llevaba». Este día 16, sá- -
0m
bado, por fin -según se consigna en el Diario- en la noche «reposó
el almirante aIgo, porque desde el miercoles [día 131 no había do:- O
mido ni podido dormir y quedaba muy tullido de las piernas, por estar s
siempre desabrigado al frio y al agua». ¿En ecas condiciones, desde el
martes al sábado, iba a poder escribir Colón tan larga, reposada y go- l
zosa carta el viernes día 15, cuando «todavía la mar era altísima»? n
n
Evidentemente, es imposible concebir tal cosa, cuando todo el texto
trasciende quietud y desbordante alegría, sin la menor incertidumbre, 3
O
tal como la que había obligado, horas antes, a darse por perdidos.
Explicable es que, en tal trance, se escribiera aquel pergamino para
23. Dícese en el Diario, no obstante, que en ese día 4 de marzo pensaron tambikn
perecer, a causa de otra espantable tormenta y que «venido el día, cognosció la tierra,
que era la roca de sintra, ques junto con el río de Lisboa, adonde determinó entrar
porque no podía hazer otra cosa; tan terrible era la tormenta que hazía en la villa de
Cascaes, ques a la entrada del río. Los del pueblo diz que estnbieron toda aquella
~ a ñ m zha ziendo plegarias por e ! ! ~ y , desp&s qmstnbo dentro, wniz 12 gente a verlos
por maravilla de c6mo abían escapado; y así a la ora de tercia [antes del mediodía]
vino [Colón] a pasar a Rastelo dentro del río de Lisboa ... Luego escrivió el almirante
al rey de Portogal. .».
arrojarle en el tonel, pero no que se dedicara Colón a escribir a los
amigos tan larga epístola ipara no poder despacharla!
Hay en todo esto no sólo un imposible, sino además una incoq-gruencia
inexplicable, pues ¿cómo se fecha la carta «en la caravela so
bre la isla de Canaria»? ¿No sabían dónde estaban? Antes de sep,i-rarse
la «Pinta» el 14 de febrero, por la tormenta, debió haber coa-sulta
el día 10 para fijar la posición, ya que consta con todo detalle
que «en la carabela del Almirante carteaban o echaban punto Visence
Yannez y los dos pilotos Sancho Royz y Pero Alonso Niño y Roldari
y todos ellos pasaban muncho adelante de las ysIas de los Acores a!
leste por sus cartas». Es decir, que, situándose en tal latitud, la dis-crepancia
estaba en la distancia que les separaba de la Península, pues
según ellos «antes serían delante [más allá] con ~inco leguas» de
Azores. Respecto a la latitud, la discrepancia apenas se refería a que
para algmos ::fueran en !a comarca de la isla dr la Madera o en e! N2
Puerto Santo», latitud en la que parecía convenir el Almirante, aunque E
a mayor distancia del continente, pues se anota que «el Almirante se O
hallaba ... mucho más atrás quellos, porque esta noche le quedaba la n -
=m
ysIa de Flores al Norte y al leste yva en demanda a Nafe en Africa O
E
y pasaba a barlovento de la isla de la madera, de la parte del norte.. .B.
E
2
Por consiguiente, si desde días atrás venían dudando sobre la situa- =E
ción, tanto en latitud como en longitud, la discrepancia respecto a la 3
Iatitud quedaba limitada por el paralelo de las Azores y otro al sur -
de Madera, pero nunca tanto como para pensar en las Canarias. Entre -
0m
otras razones, porque no podía ni ocurrírseles tal cosa, ya que bien E
sabían que las Afortunadas quedaban incluidas en el circuito de los O
alisios, el que habían seguido en el viaje de ida. n
Pero, según lo que se anota en el Diario de navegación el día 15 E a-de
febrero, esa diferencia de opinión ze había reducido aún más. En l
efecto, seguían sin saber exactamente dónde se encontraban, pero 5'1
n
0
se dice que «despues del sol salido vieron tierra; ~arecialos por prod
al lesnordeste. Algunos dezian que era la isla de la Madera; otros que 3
O
era la roca de sintra en portugal, junto a Lisboa ... El Almirante por navegdc.io ,n se h&bd estar con las yslas 24 de los Acures y creya
que aquella era una dellas...». Así, comentando este caso de incerti-dumbre,
Las Casas, en anotación marginal que hace en su extracto
del Diario, dice: «el almirante andaba muy cierto en lo que abía anda-do
y los pilotos y marineros erraban». Como puede verse, en ningún
24. Aquí hay un tachón de Las Casas, pero no para sustituir un nombre por otro,
sino por haberse adelantado en la transcripción, pues puede leerse .y creya que aquc-lla
... a, que son las palabras que siguen.
destinatario tan fuera de lo normal, como lo es también su fulgrrran~e
y reiterada edición. Ante tales circunstancias, parece indispensable pro-ceder,
con la debida precaución, examinar su contenido, con el fin
de identificar, si ello es posible, los presumibles propósitos hacia los
que apunte, para descubrir así las razones que motivaron todo ello.
En cuanto a las materias sobre las que va informando la carta, la
sucesión expositiva es en cierto modo anárquica, contrastando el hecho
anómalo de que no se diga absolutamente nada del viaje de ida -fuera
de la duración-, así como tampoco del retorno -fuera de lo que quiso
incluirse en el ánzma, de la que además, incomprensiblemente, se pres-cindió
en todas las ediciones latinas-, mientras que se nos describe
no una, sino dos veces, el paisaje de La Española, y más de la mitad
de la carta se dedica a hablar de las cualidades de las gentes, tal como
ri ello fuera lo fundamental. Se intercalan también algunos párrafos so-bre
la inmensidad de ias islas Juana y Española, noticia de ia po-esión
que había tomado el descubridor de una villa grande y de la fortaleza
allí construida 25, del mismo modo que se relaciona lo que podría ofre-cer
a los Reyes de las riquezas de las islas, para concluir con la deli-nición
providencialista de1 acontecimiento.
Por esta somera descripción se comprenderá ya el carácter parcia-
Iísimo del relato, tal como si fueran los indios el objetivo buscado. Si
esto ya reculta sintomático, mucho más lo son los detalles que se ofre-cen.
Así, por ejemplo, lo que se dice sobre la situación de tales tierras,
en forma dispersa, que podríamos concretar en los siguientes puntos:
1 1 9 1
a) Que se encuentran a veinte días de navegación, como figura en
el comienzo de la edición de Barcelona, si bien en las impresiones la-tinas
se dice que fueron treinta y tres 26, cuando en realidad empleó
cuarenta y dos días, descontando los que estuvieron en la escala de La
Goinera -del 9 de agosto al 6 de septiembre 27.
25. *He tomado posesión de una villa grande, a la cual puse nombre la Villa de
Navidad, y en ella he hecho fuerza g fortaleza^, se dice en la carta. Sin embargo, en
el Diario no se habla de esa toma de posesión. si bien se menciona un pueblo dc
Guacana.ari, el 22 de diciembre; como «población muy grande tres leguas de allí,,,
repitiéndose el día 23 «que afirmaban ser la mayor y la mas concertada de calles que
otras [poblacionesl de las pasadas g halladas hasta allí, la cual diz ques de parte de la
Punta Santa, al Sueste cuasi tres leguas*. Navarrete identificó el lugar con el de Gua-rico,
pero Colón no llegó a ir a ella. Es después del naufragio de la Santa Mavia
cuando, el 2 de enero, figura que e1 Almirante encargó se buscara lugar oportuno para
que, a su vuelta, ese asentase una villa.. Y, no obstante, se menciona la milla de
Navidad,, como si existiera -refiriéndose quizá a la función de la Fortaleza sobre la
tierra o solar inmediato, donde se erigiría- el 4 y 8 de enero.
26. Tambikn se da esta duración en el añadido del ánima que se incluyó en la
edición de Rarce!ona
27. Fueron seis días de Palos a Gomera -del 3 al 9 de apost- y 36 de Gomera
a Guanahani, del 6 de septiembre a1 12 de octubre, si bien -por las calmas que tuvo
b) Que se encuentran a 26" de latitud norte +<distante de la lina
iquinocial veinte e seis grades»-, cuando en realidad La Española es-cá
situada entre los 18" y 20". En consecuencia, de esta forma, trasladá-base
la isla de la latitud aproximada del archipiélago de Cabo Verde
a la de las Canarias, más o menos. Como en el Diario es muy distinta
la latitud que se ceñala parece obligado pensar que hubo una mani-pulación
en el texto.
C) Si a esto unimos la data de la carta «sobre la isla de Canaria»
en la edición de Barcelona, tendremos a la vista, en ella, un clarísimo
deseo de presentar el territorio descubierto, en cierto modo, como pró-ximo
a las Afortunadas y en su propia latitud, deseo que, en cambio,
se difumina en las traducciones latinas, donde Cosco no sólo prescinde
de esa datación y referencia a las Canarias, sino que, como vimos, se
m
introdujo la mención del golfo de Cádiz. ¿Por qué esa extraña contra- -
dicción de lo que parecía ser el propósito fundamental? E
O También cabe advertir un interés especiaIísimo en la forma en que n
se nos habla de los indios, aunque en este caso sin contradecirse las
- m
O
E noticias que figuran en el Diario, aunque parece evidente haberse selec- E
cionado las que coinciden en proporcionar determinada impresión. En 2 E
efecto, se insiste en su mansedumbre, buena fe, desprendimiento '',
falta de apego por las riquezas, carencia de vicios -inclu:o se dice 3
que «parece que todos los hombres sean contentos con una muger»--, O-sencillez,
carácter pacífico -sin más armas que cañas 30- y vida co- m
E
munal, pues se dice «ni he podido entender si tienen bienes propios, O
que me pareció ver que aquello que uno tenía todos hacian parte, en
especial las cosas comederas». Si a ello unimos que tales gentes «andan n
E
todos desnudos, hombres y mugere:» 31, parece deducirse que se encon- a
traban en estado de inocencia, tal como se entendía vivieron Adán y n
al salir de Gomera- el viaje no le reemprendió Colón hasta el 8 de septiembre, en cuyo 3
caso y contando únicamente esta parte, si serían aproximadamente treinta y tres los O
días de navegación. Mas, como no se dice desde dónde se cuentan, la impresión que
=nr--n-d--r-i rp la Ipcturz ps haberse gastado e= tiempe desde 12 D--:-c..'- . bLLALiDU,a, !<; que sc
refuerza en la versión latina, al decirse en ella que tal fue el recorrido desde el golfo
de Cádiz xtricesimotercio die postquam Gadibus discessi, in mare indicum perveni ... ».
¿Por qué, si no, en la versión latina se introduce la mencjón del golfo de Cádiz?
28. En el Diario se anota, el 30 de octubre, en el Río Mares, la latitud de 42 O , lo
que extrañó tanto a Las Casas al hacer el extracto que agregó: ....si no está corrupta
la letra de donde traslade esto.. También, estando en 3a costa de Puerto Príncipe
(Cuba), el 21 de noviembre, volvió a señalar la situación de 42 O. El 13 de diciembre,
encontrándose en el puerto de la Concepción, en La Española, hallaron encontrarse a 34 O.
Sobre el particular, ROLANDOA . LAGUARDITAR ~ASE: l enigma de las latitudes de Colón,
dkrdernos Co!o"ic=s:i (Vu!!ade?id), r&m. 1, 1974.
29. En el Diario, también el 22 de diciembre, 26 de diciembre, etc.
30. En el Diario, 12 de octubre, 26 de diciembre, entre otras anotaciones.
31. En el Diario, 12 de octubre, 25 de diciembre, y varias veces más.
Eva en el Paraíso. Así pues, la idea de una sociedad pura y Iimpia,
tal como las primitivas comunidades cristianas, brotaba inmediatamente
de esta lectura, máxime para aquellos hombres del Renacimiento, que
tenían en la mente suposición tan ilusionada como la de la Edad Do-rada.
La interpretación de todo ello sólo podía hacerse desde un plano
de entusiasmo religioso, dado que esa humanidad distanciada -que
permanecía sin vicios en sus costumbres- podría asimilar los princi-pios
del Evangelio con la mejor disposición, con lo que se vería cum-plida
aquella universal conversión del libro del Apocalipsis. Y esto es
lo que se nos dice: «y allenda desto :e farán cristianos», pues «no
conocian ninguna secta nin idolatria, salvo que todos creen que las fuer-
$as y el bien es en el cielo», por lo que sería facilísima la aceptaciGn
«de nuestra santa fe, a la cual son muy dispuestos*. Arí, venía a con-ciuirse
que «toda ia christiandad deve tomar aiegria y iacer grandes
fiestas y dar gracias solennes a la sancta trinidad con muchas oraciones
~olennes por el tanto enxal~amiento que havran, en tornandose tantos
pueblos a nuestra sancta fe».
Es más, el descubrimiento era -de acuerdo con el sentido provi-dencialista-
una resultante de la decisión divina, pues -como se de-cía
en la carta- ha sido «Su Alta Magestad, el cual maravillosamente
todo esto ha dado». Y así inziste al final: «Esto es harto, y eterno Dios
nuestro Señor, el qual .da a todos aquellos que andan su camino victo-ria
de cosas que parecen imposibles: y esta señaladamente fue la una.. .
asi que pues nuestro Redemtor dio esta victoria a nuestros Ilustrisimos - -
rey e reyna e a sus reynos famosos de tan alta cosa...>>.
Así pues, la conclusión parece bien clara: si Dios, mediante el des-cubrimiento,
había dado las Indias a los Reyes españoles, ¿qué había
de hacer el Papa? Aquellos pueblos llevaban siglos esperando la Fz:
¿podía lícitamente serles ahora retrasada? Ciertamente, la doctrina que
tan hábilmente se establece no podía ser más rotunda, puesto que t o d ~
contribuía a demostrar la posibilidad de lo previsto. Incluso la facili-dad
con que los indios aquellos comprendían lo que se les decía, pues
«así fue que luego entendieron y nos a eiios, quando por iengua o señas»
En tan inmensas tierras «todos se entienden, que es cosa muy singii-lar
32, para lo que espero que determinaran sus Altezas para la conver-ración
dellos de nuestra santa fe, a la qual son muy dispuestos».
Por el contrario, retrasar esa relación con los cristianos, es decir,
32. A diferericia de ?o&?s !as dem& noticias sobo los indios, en este c2so si se
contradice lo que figura en el Diario, pues, por ejemplo, frente a la impresión inicial,
el 22 de diciembre, se anota que cuando llegó a la nao de Colón la canoa que despachó
2 8
no incorporar a la soberanía española aquellas tierras, podía tener gra-vísimas
consecuencias, según la situación en que se encontraban ya
aquellas gentes, puesto que allí cerca estaba la isla de 10s Caribes, seres
«muy ferozes los qualles comen carne umana». Por añadidura, «estos
tienen muchas canaus, con las quales corren todas las yslas de Indid,
roban y toman quanto pueden...». En definitiva, «son ferozes entre
estos otros pueblos», reiteradamente calificados de mansos. La conclu-sión
que se derivaba era bien simple, puesto que a la vista estaba SU
riesgo de exterminio o de dominación por gentes que ya sería costoso
someter.
En consecuencia, se descubren así, por un lado, distorsiones eviden-tes
que están en pugna con lo que se dice en el Diario, pero que se en.
caminan a relacionar lo descubierto con las Canarias. Evidentemente,
con el fin de que jurídicamente pudiera argumentarse sobre la exteli-sión
del principio sentado en las paces de Alcacobas, reconociéndose a
Castilla, por parte de Portugal, la plena posesión de las «yslas de Csi-naria
ganades e por ganar...». De aquí el interés en acortar lo más
posible las distancias y en hacer figurar que lo hallado se encuentra
en su misma latitud y ruta %.
Tan manifiesto es el propósito de relacionar lo descubierto con Cd-narias
-y por lo tanto en apoyar el derecho de posesión de las Indias
en el reconocido por Portugal sobre las Afortunadas- que en la ver-sión
versificada de Dati se concluye -en la edición romana fechada
a 15 de junio de 1493- con un «Laus Deo» en el que se dice: «Finita
la storia della inventione delle nuove insule di Cannaria Indiane tracta
duna pistola di Xpofano Cholonbo ... », que en la edición de Florencia,
de 25 de octubre, se convierte en título: «Questa e la hystoria delle
inventione delle diese Isole di Cannaria Indiane extracte duna Epistola
di Christofano Colombo.. . ». Con ello se daba hecha la interpretación
a la que la carta apuntaba, que naturalmente nos demuestra que tal
era la intensionalidad.
Por otra parte, se plantea el problema de la inmediata extenrión
de la fe, en beneficio de la salvación de aquella humanidad en estado
evangélico, en forma casi de necesidad y de urgencia. ¿Cabía ante ello
pensar en las facultades otorgadas a los portugueses tiempo atrás para
Guanacagari cargada de gente, fue difícil saber lo que querían decirle: uprimero que
los entendiese passó alguna parte del día: ni los yndios que1 [Colón] traya los enten-dían
bien, porque tienen alguna diversidad de vocablos en nombres de las cosas...*.
33. El eco de esta doctrina de la proximidad se mantuvo en años sucesivos, como se
ve en el libro de GIACOMOFI LIPPO FORESTI:N ovissime Hystoriarum omnium ..., publi-cado
en 1503, donde se habla del viaje hecho por Colón ainfra modicum spacium mare
prospero navigio perveneren.
llegar a las Indias? Naturalmente, D i ~ sh abía hecho ya su elección y
ante ella no cabía ninguna reserva. Esto es, ni más ni menos, lo que
se está diciendo en nuestra carta. Por consiguiente, si ésta es la inten-cionalidad,
¿hacia qué fin se encaminaba la carta?
La clara tendencia del contenido de la carta apunta, como es evi-dente,
hacia un fin concreto: crear un clima de opinión favorable
otorgamiento a los Reyes españoles de las tierras halladas, lo que hubo
de urgir don Fernando al embajador en Roma, apenas pudo conocer ia
actitud reclamatoria de Juan 11. Es decir, tan pronto tuvo noticia iie
cómo transcurrieron las audiencias concedidas por el rey de Portugal d.
Colón, en el valle del Paraíso. De su alcance, apenas nos deja traslucir
el Diario lo fundamental, aunque también cabe deducir algo más que
una simple curiosidad informativa, pues fueron tres las entrevistas,
mantenidas en días sucesivos. La primera, en la noche del 9 de marzo,
en la cual se planteó ya el problema reivindicativo -«que entendía
que en la capitula~ion que abia entre los reyes y él, que aquella con-quista
le pertenecia»-, mas tras las cortesías del caso se aplazaría en-trar
en el pormenor seguramente por lo avanzado de la hora. La segun-da,
en la mañana del domingo 10, «despues de misa», en la quz,
regún aparece en las cuatro líneas dedicadas a este día, don Juan 11
«departió mucho con el almirante sobre su viaje», es decir, le sometió
a un interrogatorio a fondo, como nos lo confirma Las Casas, que cuen-ta
que «habló mucho con el Almirante, preguntándole y oyendole mu-chas
particularidades (de las tierras, de las gentes, del oro y de perlas,
piedras y de otras cosas preciosas, de los rumbos y camino que habia
llevado y de los que a la vuelta había traido.. .)» 34. La tercera tuvo
lugar al día siguiente, en la mañana del 11 de marzo, con el carácter
de despedida, y en ella el monarca portugués «le dixo algunas cosas
que dixese de su parte a los reyes [españoles], mostrándole [a Colón]
siempre mucho amor??.
Tuvo erta última entrevista, por la tarde, un complemento en c!
monasterio de Villafranca, donde estaba la reina, quien le había <<en-biado
a dezir que no se fuese hasta que la viese».
Pero Colón no estuvo solo en estos días, pues le acompañó -1
seguramente estaría presente en la larga entrevista del día 10- uno
34. LAS CASAS [12], lib. 1, cap. LXXIV, t. 1, p. 324.
de sus pilotos, no sabemos quién, pues tanto pudo ser Sancho Ruiz
como Pero Alonso Niño. Que su presencia no fue meramente pasiva
-como tampoco la de unos indios que también llevó- lo demuestra
el hecho de que se le hiciera dar, de parte del Rey, un regalo espe-cial,
y no precisamente en presencia del descubridor, según parece
deducirse de la forma en que se menciona el caso en el Diario: «diz
que al piloto mandó hazer merced de veynte espadines 35, segúnd supo
el almirante*.
Todo esto nos obliga a pensar que la operación de don Juan 11
fue a fondo, tanto que la alegación de sus derechos fue sólo un des-ahogo
momentáneo de su contrariedad, inmediatamente enmascara-da
36, para predominar -con el afán inquisitivo de todos los detalles
posibles- el halago y hasta quizá las tentativas de seducción, para ei
caso de que íos territorios descubiertos quedaran incluidos en la órbita
portuguesa. Fue, pues, esa estancia en Lisboa mucho más peligrosa
de lo que hemos supuesto.
Al comunicar Colón todo esto a los Reyes, en esa carta que no
conocemos, pero que debió llegar a sus manos el 29 de marzo, provo-caría
en ellos la máxima alarma y, consecuentemente, la reacción lógica,
en busca de las más eficaces contramedidas. ¿En qué pudo poner su
máximo interés don Juan II? Evidentemente, en la situación de aque-llas
tierras, es decir, en su presumible «emparejamiento». ¿Eran o no
islas friííiteras a Canarias o, por el contrario, estaban frente a las Azo-res,
o, mejvr aún, al mediodía? Si tenemos en cuenta que el problema
35. No está claro en el Diario si se produce el hecho, tras haber pernoctado Colón
en Llandra, en su regreso a Lisboa, el 12 de marzo, cuando el escudero del Rey acudió
para ofrecerle la ayuda que precisara, si su deseo era el viajar a Castilla por tierra, lo
rechazó Colón. LAS CASAS, en la Historia C121, lib. 1, cap. LXXIV, t. 1, p. 326, interpre-tando
el correspondiente pasaje del Diario, sitúa el hecho en la despedida del día 11,
como parece lógico, y nos ofrece la equivalencia del regalo: «que eran obra de 20 duca-dos..
Evidentemente, se trataba de una compensación, por la facilidad con que pudieron
sonsacarle. Por otro lado sabemos, también por Las Casas, que incluso a los indios que
llevó Colón con 81 les sometió a un cierto itnerrogatorio, lance que cuenta con todo
detalle: .estando hablando [Juan 111 con el Almirante, disimuladamente [mandó] traer
una escudilla de habas y ponerla en una mesa...e por señas mandó a un indio de
aquellos que con aquellas habas ... señalare aquellas tantas islas de la mar de su tierra,
que1 Almirante decía haber descubierto; el indio ... señaló esta isla Española y la isla de
Cuba y las islas de los lucayos y otras cuya noticia tenia. Notando el rey [de Portu-gal]
con morosa consideración lo que el indio había señalado, casi como un descuido
deshace con las manos lo que el indio había significado. Desde a un rato, mandó
a otro indio que señalase y figurase con aquellas habas él las tierras que sabía que
había por aquella mar ..., el indio, con diligencia ... figuró con las habas lo que el otro
había figurado, y por ventura aiiadib muchas más islas y tierras ..>>.
36. LAS CASAS[1 2], lib. 1, cap. LXXIV, t. 1, p. 324, dice -y sabemos que sus fuentes
tueron directismas- que =el rey [de Portugal] hablaba con cautela y cumplimiento
(y debiale estar dentro el corazón rabiando por haber perdido tal empresa, como
estuvo en su mano), y entonces debía imaginar de estorbar cuando pudiese, y que se
cegase el camino por el Almirante descubierto, para que Castilla no quedase con las
Indiaso.
de la derrota que habría de seguirse fue la causa por la que se cortaron
las negociaciones que Colón tuvo con don Juan 11 en 1484-1485,
cuando le ofreció su proyecto, antes que a nadie, y cuya aceptación é1
condicionó a que no se hiciera el viaje por la ruta de las Canarias "',
por ser de pertenencia castellana, nada puede extrañarnos que pusiera
ahora todo su empeño en ese aspecto. A fin de cuentas, era el punto
débil que tenían los portugueses en su monopolio del Atlántico ms-dio
y meridional 38.
Naturalmente, los Reyes españoles lo sabían muy bien, hasta el
extremo de haber apoyado también en ese punto su soberanía oceá-nica,
que fue invocada en las capitulaciones de Santafé para justificar
el derecho a despachar la expedición descubridora, con las concesiones
otorgadas a Colón, «como señores que son de las dichas mares Ocea-nas
». En el momento en que Portugal iba a iniciar la acción reclama-toria,
tal extremo había de ser explotado al máximo, para gestionar del
Papa la concesión de una bula que arrebatara a Portugal la exclusiva
sobre las Indias, tierras a las que se creía haber llegado.
La carta que Colón escribió en Sevilla -según lo que nos consig-nó
Las Casas 39- para informar a los Reyes de su viaje, y que pasó
por Córdoba el 22 de marzo, daba cuenta detallada tanto del éxito
descubridor como de la actitud reclamatoria de Juan 11. Sabemos que
se detallaban los resultados del viaje, por la carta de Aníbal Januarius
a su hermano - d e la que ya hablamos- en la que le menciona alguno
de los puntos contenidos en la misiva colombina. Y conocemos que
también se relataba la pretensión del rey de Portugal, por lo que con-signó
Zurita ''', como causa del cambio de las instrucciones que los Re-yes
dieron a Lope de Herrera, cuando ya se disponían a despacharle
para Lisboa -tras recibir el aviso de la arribada de Pinzón- con el
fin de «advertirle [a Juan 11] de lo que pasaba en el descubrimiento.. .
para hazello saber al Rey de Portugal», es decir, para llevar a cabo
una misión de notificación. Mas repentinamente todo tuvo que cani-biarse,
porque «les llegó una letra del dicho Almirante, por la qual
les hazia babel.. . que se avfa vciiidu por d~iidc e! Rey de P~rt~g;!
estava y le avía visto», por cuyo motivo encargaban ahora a Herrera
37. Vid. DENETRIOR AMOS:P or qué fuvo Colón que ofrecer su proyecto a Espatia,
.Cuadernos Colombinos. (Valladolid), núm. 3 (1973).
38. Bien claro nos lo dice Lss CAS.4S 1121, lib. 1, cap. LXXIV, t. 1, p. 324, cuando
menciona las preguntas que Juan 11 hizo insistentemente a Colón sobre 40s rumbos
y caminos que había llevado y de los que a la vuelta había traído*.
j9. ¿ns CASAS[ izj, 1, c.a-p. --TA VY AV,T, T T T t . 1. p. 331: xe! A!znirsr,:e se despachd cuan
presto pudo para Sevilla, y de allí despachó un correo al rey e a la reina ... haciendo
saber a Sus Altezas la gran ventura...^.
40. ZURITA [14], lib. 1, cap. XXV.
que pidiera al monarca lusitano que se abstuviera de intervenir en
aquellas partes descubiertas, «pues aquello era suyo y les perteneciai>.
Es más, ordenaban a Herrera que, caso de que al llegar a Lisboa el
rey portugués hubiera despachado ya naves para las tierras descubiet-tas
o se obstinara en seguir adelante los preparativos para tal fin, limi-tara
su actuación a «requerirle con m.ás aspereza».
Naturalmente, en paralelo planteó don Fernando la gestión ante la
Corte pontificia, con el fin de poder oponer títulos semejantes y anulsl-torios
de los que los portugueses pudieran presentar en sus alegacio-nes
reclamatorias, basadas -tal como pudo creerse- en la bula que
Nicolás V otorgó a Portugal para poder llevar su expansión hasta la
India *l. Don Bernardino de Carvajal, obispo de Badajoz, fue el encar-gado
de tal misión, que debió ser iniciada a mediados de abril. Para
favorecer la obtención de esa bula, que resultaba tan necesaria, debió
pensarse en la publicación de la carta colombina, que no podía figurar
dirigida a los Reyes, pues en ese caso quedaría muy disminuida su
eficacia, ya que entonces ella misma denunciaría que se trataba de un
recurso de la política real. Así, se apeló a la utilización del nombre
de Luis de Santangel como destinatario de la epístola, quizá por la
intervención que tuvo en las negociaciones colombinas 42. No sólo la
lógica nos obliga a pensar que tuvieron que ser los Reyes los que
decidieron esta maniobra, sino que además nos lo dice con diciente
claridad Las Casas -aunque no vea exactamente el motivo, que da
envuelto en las más plácidas razones- al manifestar el hecho: «estos
bienaventurados reyes despacharon sus correos con sus cartas, [de]
cómo enviaran a descubrir aquel Nuevo Mundo a este varón egregio,
para tan extraño y nuevo y dificilísimo negocio de Dios escogido, el
cual descubrió tantas y tan felices tierras, llenas de naciones infinitas,
con todo el suceso del viaje y cosas mirables en él acaecidas. El Ro-mano
Pontífice, con todo su sancto y sublime Colegio de los Carde-nales,
oídas nuevas tan nuevas...» 43. Como se advierte, a pesar de ser
41. ANTONIO DE HERRERAen, su Historia general de los hechos de los castellanos
en las Islas y Tierrafirme del mar Océano, dkcada 1, lib. 11, cap. IV, dice -comple-tando
el sentido de simple comunicación de la noticia, de Las Casas- que alos Reyes
Cat6licos, como... Piadosos Príncipes, mandaron al mismo Embajador que suplicase a su
Santidad fuese servido de mandar hacer gracia a la Corona de Castilla y de León de
aauellas tierras descubiertas y que se descubriesen adelante, y expedir sus bulas acerca
de ello».
42. Vid. JUANM ANZANCOri:s tábal Colón: 7 años decisivos de su vida, Madrid, Ed. Cul-tura
Hispanica, 1964. cap. Kiii. Si se compara el contenido de la carta - e n especial
lo relativo a la creencia de que los indios estaban predispuestos a recibir la Fe-, con
Ia base argumenta1 de la concesión pontificia en la bula Inter Cétera, se podrá com-probar
la curiosa coincidencia.
43. Lns CASAS CI21, lib. 1, cap. LXXIX, t. 1, p .336.
breve la referencia, parece evidente la equivalencia con el contenido
de la carta colombina que conocemos.
Como base textual para difundir la información deseada se utilizó,
no cabe duda, la mi~ma carta que Colón escribó a los Reyes desde
Sevilla, llegada a Barcelona -como sabemos- el 29 de marzo. Que
esa es la única explicación posible del que sería de otra forma incom-prensible
atrevimiento de Santangel, por llegar a publicarla, y de la
aparente imprudencia de Colón, por escribirla, lo demuestra el hecho
de ser reconocible en algún párrafo que no se escribe a otra persona
que a los propios monarcas. Tal lo vemos, por ejemplo, en esta frase,
en la que, aludiendo a los indios, se dice: que ellos «se inclinan el
amor e servicio de sus altezas»; como más adelante, al referirse a las
islas vistas, se manifiesta que «de todas tenga tomada posession por
como IUegu se reitera: <y las [ e q p pcr & s ~ ls!-
tezas, qual dellas pueden disponer.. .». Y si cabe pensar, es cierto,
que en estas frares se puede hablar de «Sus Altezas* no dirigiéndose
directamente a los Reyes, sino aludiéndoles en lo que se dice a persona
que esté en relación con ellos, ya se desvanece toda duda cuando, más
adelante, leemos: «... solamente que se a fecho este viage que fue así
de corrida, que pueden ver sus altezas que yo les daré oro quanto
ovieren menester con muy poquita ayuda que sus altezas me daran
agora...». En este caso, como vemos, no cabe ya duda -alguna de que
se trata de una utilización de una carta dirigida a los Reyes.
Y naturalmente, como se consideró que favorecería mucho la dona-ción
que se precisaba aparentando que lo descubierto estaba exacta-mente
en la banda de las Canarias, se fechó la carta justamente así:
«en la caravela sobre las islas de Canaria.. .», eligiéndose sin más un
día previo a la arribada a Santa María de las Azores, sin importar para
nada la tormenta que haría ilógica tal datación, que se silencia totai-mente,
puesto que sólo se habla de una tempestad -ya en el ánima-como
desatada a la entrada en Lisboa, donde se fecha este postescrito.
Esta carta se imprimió tan rápidamente en Barcelona4' que, para
ganar tiempo, ni se corrigió el molde, ni se justificaron las líneas, igua-lándolas
exactamente, ni tampoco se incluyeron muchos de los blancos
que eran necesarios para la debida separación de palabras. Tal es el
cúmulo de erratas que contiene esta impresión, además de la mezcla
44. K. HAEBLER: Sur quelques incunables espagnols relatifs a Chrisrophe Colomb,
Besancon, 1900, donde tras un análisis tipográfico evidencia que el impreso fue hecho en
las prensas de Pedro Posa.
de cuerpos 45, que parece incomprensible 46. Incluso la segunda plana
tiene una línea más, que por añadidura volvió a componerse, pues se
ajusta en la cabeza de la plana tercera lo que ya se decía en la última
de la anterior. Todo nos prueba que se compuso y tiró con la md-xima
urgencia, evidentemente para ser enviada a Italia lo más rápi-damente
posible, sin duda por haber navío a punto de hacerse a la
vela. Por eso no creemos que :e hiciera otra impresión en catalán,
de la que suele hablarse -el bibliógrafo José Porter cree en tal
impresión, según se explica en un artículo publicado en «La Vanguar-dia
» 48-, sin más apoyo que la anotación que hiciera don Hernando
Colón en uno de sus inventarios 49.
Que esa carta se hizo tan rápidamente como decimos lo prueba el
hecho de que estuviera en Italia ya a mediados de abril -práctica-manta
r,,nnAn -1 m;rmn f n l X n lleno o Rorrelnno- niior en el rn-h,,r?
I l l L I I L L . LULIIIU" LI l l l l c l l l l V UVlV'l llL.6'4 '4 Y U L L C . I V I I U , yL2L.s C A L C A Y " I I Y y C i r
dio della Crónica Delfina se menciona -consignándolo en lo que se
refiere al 18 de abril de ese año de 1493- que «Fo leters di Roma del
legato con avisi avuti di Portogallo [donde se fechaba el ánima de la
carta] de la insule hanno trovato le barge del re, che andono in India,
45. K. HAEBLER: Geckichte des Spanischen Frilhdruckes in Stampbaiimen ..., Leip.
zig, 1923.
46. Así JOHN BOYD THACHER: Cristopher Columbus, Nueva York, 1903, consideró
que no pudo ser obra de un verdadero oficial de calidad, en unas prensas como las de
Posa, donde tan bien se trabajaba.
47. Así lo recogi6 también R AM~ NE ZQUERRAen, lo que escribió sobre Santángel en
el Diccionario de His~oria de España, Madrid, 1932, t. 11, p. 1.132. Sin expresar su
opinión, si bien advirtiendo que los partidarios del origen catalán de Colón ahan querido
sacar exageradas conclusionesu.
38. io.asfn VE~~TALLaS :l a b x de .zvdstigación de José Porter: el apellido del descu-brtder
era Colom. Su pt iri~e?d cu?ta escriia d~sde altamar a Lltris de Santángel lo 7ue
en cataIán, «La Vanguardia Española* (Barcelona), 11 junio 1971, articulo que concluía
en el número siguiente.
49. En el Repertorio número 9 de Hernando Colón, en la Biblioteca Colombina, que
Tomas Marin - e l máximo especialista en esta materia- llama Indice General Alfabé
tico, conocido desde fines del siglo pasado como Abecedarium E, en su col. 369, hay
una serie de asientos que ocupan las líneas 17 y siguientes, donde se lee: ~Cristophori
colon epistola de inuentione Indiarum ex hispano ii. latinum traducta per leonardum
de cosco 3028, 2996. 3525, 5205, b. 1533~. Y, más abajo, en la línea 23, sin el menor
resalte, se hace este otro asiento:
<Letra ei.ria$a a! esescri-.ra de ra& 2. 1495, en catdbn, 14743 E n ,
Nada se dice, como se ve, de que el texto estuviera impreso, mientras que, en cam-bio,
con el cuadradito que sigue a la referencia numerica (que remite al Indice numé-rico
de los libros o registro o repertorio 10) se significa el tamaño de la pieza, que es
el 4.0. Sobre este punto consultamos al Dr. Tomás Marín, cuyas indicaciones agradece-mos.
Nos dijo, además, que Dn. Hernando, tan minucioso en todo, dejó de anotar
comentarios descriptivos a las piezas que catalogaba desde el número 4.232, por lo que
no resulta extraño ese silencio. En cualquier caso, parece evidente que a tal pieza no
la dio rango especial. Nosotros consideramos que era manuscrita -no se sabe dbnde
pudo ir a parar- y que probablemente fue una copia que se hizo en versi6n catalana
para c c n o c i ~ i e ~mt cá s ciircctc de algiiiei. de !os que intervinierin, sin^ fue una -min'itl
hecha para facilitar la labor del propio operario, ya que tendría dificultad para com-poner
en castellano, pues no conocemos ninguna otra impresión de Posa que no sea en
latín o catalán. Por eso se deslizan en su impreso palabras que son más catalanas que
a la lettera é data in la charavella sopra l'xola si Canaria a di 13
fevrier pasado».
Esa afirmación de que la carta estaba fechada en la carabela «so-pra
l'xola Canaria a di 15 fevrier passado» no deja lugar a duda de
que se trata de la impresa por Posa, pues como sabemos fue la única
edición que llevó esa data. Y en cuanto a lo que parece decirse de que
la carta había llegado de Portugal, se advierte claramente que se trata
de una confusión, pues como se fechaba el ánima en Lisboa y nada
más se decía en ella de haber llegado el descubridor a algún otro puer-to
de España, se tomó por origen de la misma lo que en realidad era
la data del postscriptum. En poder del embajador español en Roma
-como hemos visto-, no se la difundió, por haber cortado la pre-vista
distribución las nuevas instrucciones, que debieron llegar en se-guida.
En eíecro, ei motivo de tai cambio estaba en ia iiegada a Barce-lona
del caballero Ruy de Sande, enviado del rey de Portugal, quien
planteó la reivindicación indiana en forma muy distinta de como lo
hiciera en la entrevista con Colón del valle del Paraíso, en las cerca-nías
de Lisboa, en la noche del 9 de marzo. Que llegó después de
haberse impreso la carta es evidente, pues sabemos que partió de Lis-boa
el 5 de abril '', por lo que no pudo estar en Barcelona hasta apro-ximadamente
el 15.
La alegación de Ruy de Sande no pudo ser más sorprendente para
don Fernando y doña Isabel, pues -según lo refleja Zurita- en vez
de reclamar todo lo que pudiera hallarse, basándose en los derechos
derivados de la bula de Martín V, expuso de parte del rey lusitano
«que a su puerto de Lisboa fue a aportar con tormenta Don Christoval
Colon su Almirante: y que holgó mucho de le ver, y mandar biea
tratar por ser cosa suya: y asimismo uvo mucho plazer que su nave-gacion
y trabajo no uviese sido sin effeto: especialmente por aver sido
embiado por ellos: de que esperava y tenía por muy cierto, que avien-do
hallado por sus navios islas o tierras que a él en alguna manera
perteneciesen, le mandarian guardar aquella amistad y hermandad que
entre ellos avia: y como él lo haría en semejante caso. Que le avia pla-zido
mucho de la manera que el Almirante tuvo en los mandamientos
del Rey y de la Reyna en lo que al Rey de Portugal cumplía, en seguir
castellanas, así llama a la isla Fernandina como Ferrandina, del mismo modo que hay
otras italianizadas.
50. Z U ~ T AC1 41, parte 1, cap. XXV, fol. 30 r.
su derota y en yr descubriendo desde las islas de Canaria derecho i1
Poniente, sin pasar contra el Medio dia, según lo avia certificado; y
porque no dudava que el Rey y la Reyna tornasen a embiar sus navios
a proseguir e1 descubrimiento de lo que assi tenian hallado, les rogava
muy effetuosamente que les pluguiesse mandarle siempre que guar-dasse
aquella orden, pues quando él embiasse algunos navios a des-cubrir
fuesen ciertos que avia de mandar que no passasen el término
contra el norte, so grandes penas.. .D.
Así pues, don Juan 11, a través de su enviado, no sostenía la pos-tura
que pudo deducirse de la primera entrevista del valle del Paraíso
-de lo que dio aviso Colón-, sino que, apoyándose en la interpre-tación
rígida de las paces de Alcacobas, se mostraba dispuesto a reco-nocer
la pertenencia a Castilla de lo hallado «desde las islas de Cana-rir
dere& u. Pwiente::, par:, recabar ür, respeto absdüto s ~ b r e!a
zona que, de acuerdo con lo dicho en el mencionado tratado ", había
de quedar reservada a su soberanía, al Mediodía de las propias Cana-rias,
que era como él lo interpretaba.
¿Cómo había cambiado de opinión don Juan II? Sin duda, por lo
que pudo deducir del interrogatorio al que sometió a Colón en la se-gunda
entrevista del día 10 de marzo y, sobre todo, de lo que llegó
a entender del piloto que le acompañó. Muy probablemente comprendió
claramente entonces que las islas descubiertas se encontraban en una
latitud más meridional que las Canarias, al Sur del cfrculo del Trópico
de Cáncer -lo que no debió ser difícil-, con lo cual, y después de
haber averiguado la opinión que Colón tenía de las limitadas perspec-tivas
de su recorrido por la costa septentrional de Cuba, remontando
latitud, sus conclusiones hubieron de ser éstas: si de todo lo descu-bierto
se traen -fuera de lo visto hacia el Norte- positivas espe-ranzas,
siendo su situación mucho más meridional que las Canarias,
51. La cláusula VI11 del tratado de paces con Portugal (AGSimancas, Patronatc
Real, 49-44) dice así en su texto castellano: ~Otrosy, quisieron más los dichos sefio-es
Rey e Reina de Castilla ... e prometieron, de agora para en todo tiempo, que non ti :-
barán. malestarán nin ynqnietariín !I pnsesi6n e -si pos=i& e= ~ d :e~ti :: c;: ?o&:
los tractos, tierras, rrescates de Guinea, con sus minas de oro, en qualesquier otras
yslas, costas, tierras descubiertas e por descobrir, falladas e por fallar, yslas de la
Madera, Puerto Santo e Desierta, e todas las yslas de las Apres, e yslas de las Flores,
e asy las yslas de Cabo Verde, e todas las yslas que agora tiene [Portugal] descubir.1
tas, e qualesquier otras yslas que se fallaren e conquirieren de las yslas de Cartayia
para bao contra Guinea, porque todo !o ques fallado, o se fallare conquerir o dzsco
brir en los dichos términos, allende de lo que ya es fallado, ocupado, descobierto, finca
a los dichos Rey e Principe de Portogal e sus rreynos, tirando solamente las yslas de
Canaria. ganadas e por ganar, las cuales fincan a los rreynos de Castillax. El te.to
c ~ t e ! ! r~ati~fic, a rle pnr !OS ?.-;Is Cat6!iccc, e= Toledo, a 6 dc íi'arzu. dc 1429. %E e
Archivo de la Torre do Tambo, gaveta 17, maco 6, núm. 16, fue publicado por FRAN:LS
GARDINERD AVENPORTE: uropean Treaties. , Baltimore, The Cord Baltimore Prr-SS,
1971, 33.
con el reconocimiento de la presunta pertenencia de lo que se encuen-tre
en esa banda, automáticamente hacía suyo todo lo descubierto, sin
más que exigir lo que, excIuido tal espacio «canario», había de corrils-ponderle,
según cabía deducirlo de la interpretación que podía darse
al tratado de Alcaqobas. Con ello, además, se reservaba la excluzividad
sobre las islas de las Especias y la India, que venían situando mucho
más cerca de la línea ecuatorial.
Por consiguiente, para don Fernando y doña Isabel resultaba ahora,
ante el planteamiento hecho por Ruy de Pina, que insistir en la consi-deración
de la «proximidad» canaria y en el paralelismo con las nue-vas
tierras era tanto como abonar la tesis portuguesa. Esto fue lo que
pudo detener la difusión de la carta editada con tanta celeridad en
Barcelona, carta que como vimos estaba ya en poder del embajador a
mediados de abril. Como se remitió a Juan Sánchez a Florencia, tai
como lo prueba ei encabezamiento de la cwpia irico~iipleta de la biblio-teca
Ambrosiana, que dice: «copia de una letra scritta da1 armiralgio
Colon del signor re de cpagna la quaI scrive a la corte regal ad certi
conseieri del signor re, mandata da1 grande Tresorir del ditto sígnor
in fiorenza al fratello Zoane Sanzio», es decir, que remitió el Tesorero
---no se le nombra- a su hermano Juan Sánchez 52.
Consecuentemente, se impuso la variante introducida en la nueva
versión que se hace en latín por el aragonés Leandro Cosco, versión
que te precipita para poder cumplir los fines previstos, cuando quizá
la primera bula Inter Cetera -en la que simplemente se hacía la co;i-cesión
de las tierras descubiertas a los Reyes españoles- estuviera ya
expedida 53. LO que interesaba ahora era, justamente, no sólo la posi
52. Se encuentra este curioso texto manuscrito, que se copió incompleto -pues sc
interrumpe con la frase amolto timorosi»+, en la Biblioteca Ambrosiana de Milán.
R. 113 sup. En otra copia manuscrita del Códice Strozziano 690, en la Biblioteca dt
Florencia, vol. titulado Posteriori di Galileo, fols. 132-134 -que reprodujo Cesare de
Lollis en la Racco!ta y Sanz en El gran secreto- por estar completa vemos que repro-duce
el texto impreso en Barcelona, incluido el ánima, pero sin el colofón «Esta carta
embió Colón al escrivano de racion de las islas halladas en las Indias...)). En cambio,
consta: copia della lettera venuta di Spagna,,, Como también, en el rnismo volumen.
folios 136-137, hay otra copia, donde no se transcribe el ánima, pero quedan las dos
fechas anotadas al final: «Fatta addi 15 di febraio mil ccccxciii ne l'isola di Chanaria
e addi 14 di marzo data in Lisibona,,.
53. Se resuelve en esta bula lnter Cetera, del 3 de mayo, simplemente la concesión
del ámbito descubierto, con posibilidad de extenderse sobre las tierras de aquella
región, pero sin concretar más: a...donamos, concedemos y asignamos todas y cada una
de las tierras e islas supradichas, así las desconocidas como las hasta aquí descubier-tas
por vuestros enviados y las que se han de descubrir en lo futuro, que no se hallen
sujetas al dominio actual de algunos seriores cristianos ... x (Vid. este texto en M.~KUEL
GILIÉXEZ FERN~NDELZas: bulas alejandrinas de 1493 referentes a las Indias, en «Anuario
de Estudios Americanos> (Sevilla), vol. 1 (1944). Como es sabido, el tema de las bulas
alejandrinas cuenta con amplia bibliografía (García Gallo, Leturia, Manzano), por la
polémica suscitada, en la cual no es nuestro propósito incidir, ya que cae al margen
del motivo de nuestro trabajo.
bilidad de retener lo descubierto, sino también evitar la pretensión
portuguesa de interpretar in extensis lo acordado en Alcacobas, puesto
que entonces, además del fundamental problema del trono castellano
disputado, no se trató de otra cosa que de resolver también sobre la
exclusiva -como la deseaba el rey portugués- de la vía de expansión
hacia el Sur 54. A ello se refería la resolución VI11 citada, a1 reconocer
la pertenencia portuguesa -como Portugal renunciaba a interferirse
en Canarias- de aquel ámbito que se definía «de las yslas Canarias
para baxo», efectivamente, pero añadiendo «contra Guinea», es decir,
a lo largo de la costa africana. Esa interpretación in extensis debió
decidirse por don Juan 11 después de escuchar a sus consejeros, de aquí
que se retrasara tanto -hasta el 8 de abril- el envío del comisio-nado
Ruy de Pina. A,: ,,,, UA,C C,.,A, ICUCIuV ,,, 1, I,IL,I,C,V.C,I , ,G,+.,,I ,,L,,, U.L,L CIsVe IIc, ~nsiderSp refe- m
rible eliminar la datación de la carta, como escrita en la carabela «so- -
E bre las yslas de Canaria», puesto que ya no interesaba la fijación del
descubrimiento exclusivamente a ese área. Del mismo modo, se supri-mió
también el ahora peligroso texto del ánima, que calificaba esa
E parte del Océano, por las razones de posesión indicadas, como mar E
2 de Castilla -«estando en mar de Castilla salió tanto viento ... »-, E
puesto que ello suponía que sobre el resto del Océano no se tenía %
ya ningún derecho. 3
Quizá se prefiriera también dar a la carta nuevo destinatario, aun
cuando la inclusión del tesorero pudo también ser debida al hecho de
haber sido él quien remitió la carta a Roma y Florencia, con lo cual, O
al ser mutilada la parte final, quedando sin destinatario, Cosco supuso
que fue él quien la recibió. -E
Sabemos, eso sí, que la traducción fue concluida por Cosco en «ter- a
2 tio Kals. Maij», es decir, el 29 de abril de ese año, y que se imprimió ;
por PIannck, también con tantas prisas -como Posa- que se des-lizaron
los errores de hacer figurar en la cabecera que el viaje fue aus-piciado
por el <(invictísimo Fernando*, olvidando mencionar a doña Isa-be!,
as! cmm se llam6 Rafae! Sanchez a! Tesurero, eii vez de Gatriel.
Como variantes textuales, debe advertirse que se corrige la exce-siva
proximidad de los veinte o treinta días de navegación que fip-raron
en la carta de Santangel, para señalar los «tricesimo tertio diea,
54. ELORENTINOE REEZM BID: LOS descubrimientos en el Atlántico hasta el Tratado
de Tordesillas, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1948, p. 218.
.ii ii r., rrir\c-Flncn- .I -C inr;sinter enkv- n..ntn la -xr:rí, a- T>--~,L.-- A . -- A - . '2. 'U'.+'"" Ur uu.rrivi,a
figuran veinte dias, en las copias, manuscritas, en italiano, del Códice Strozziano 89C.
se escribe, en ambas, XXIII, para escribirse en el manuscrito de la Ambrosiana que
fueron 33, sin duda por recogerse ya la corrección de que hablamos.
diciéndose a continuación cpostquam Gadibus discessi.. . », quizá para
aclarar que no partió la expedición de Canarias, sino de la Península,
lo que no deja de ser sintomático, en concordancia con la misma cir
cunstancia en que vemos fraguada esta nueva versión 56.
Esta carta, ya retocada como vemos, sería, pues, la paralela a la
gestión de la bula de partición, en la que, como se sabe, se modificaba
la anterior resolución de la I n t e ~C eteva del 3 de mayo, para decirse
ahora: << .. . donamos, concedemos y asignamos todas las islas y tierras
firmes descubiertas y por descubrir, halladas y por hallar, hacia el Occi-dente
y Mediodia, fabricando y construyendo una Iinea del Polo Ar-tico,
que es en Septentrion, hasta el Polo Antártico, que es el Medio-dia..
. la cual linea diste de las islas que vulgarmente llamamos Azores
y Cabo Verde cien leguas hacia el Occidente y Mediodia.. . P.
~EA¿IDAD DE LA CARTA, LAS DATAS Y EL VALOR DEL UUCÜXENTL)
En definitiva, la tan famosa carta del descubrimiento fue, en rea-lidad,
un arreglo que se hizo en Barcelona -aún antes de la llegada
del Almirante- con la carta que Colón escribió a los Reyes desde
Sevilla. De ella se eliminaron los párrafos en que se daba cuenta sobre
la actitud del rey de Portugal - c o n los peligros que barruntó-, para
dejarla reducida a lo meramente descriptivo, reduciéndolo a retazos,
para conceder el mayor espacio a lo que se decía sobre la predispo-sición
de 10s indios a aceptar la Fe. Se retocaría, claro es, lo que fuera
necesario, para que así cumpliera el texto los efectos que se buscaban,
antes de que los portugueses pudieran actuar. Así, ante la deslum-brada
curiosidad de Roma, se creaba un sensible contraste entre la
cadena de éxitos de los Reyes españoles, que de un golpe expulsaban
a los musulmanes del último reino islámico de la Península, y tambiCn
de un golpe llegaban a las Indias, mientras que los portugueses todavía
vivían de la esperanza, aunque hacía ya varios años que llegaron 91
Cabo. Naturalmente, en tales condiciones todo cooperaba en favor de
los españoles, que parecían impulsados por una divina predispo:ición.
precisamente, éste era dima dere& e--~-nrlAn--t l*t-~ ael máxime.
Por consiguiente, de esta manera podemos ver a la carta colom-bina
convertida en instrumento de esa política fernandina, siempre tal1
hábil. Así fe nos hace comprensible todo lo que era inexplicable, desde
que supuestamente fuera escrita a personas de la Corte, hasta la ca-
56. Naturalmente, la corrección de las erratas que se deslizaron en la edición de
Plannck obligó a una inmediata reedición, que por si sola demuestra el intéres político
son que se promovfa su difusión y que alguien estaba detrás, dirigiendo la campaña.
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dena de imposibles, que ahora se ven como fruto de la intencionalidad,
ya que incluso la data de Lisboa querría significar una lata conformidad
portuguesa, por lo que no se fechaba al llegar a la ciudad, ya que en-tonces
nada inducía a creer, sino al partir. En este caso, cabe suponer
que el arreglador no advirtió bien el día, presumiblemente porque Co-lón
no expresara en su carta ese extremo con toda claridad, consti-tuyendo
este mismo hecho una prueba más de la manipulación, puesto
que tal equivocación no podía ser obra del Almirante. Lo mismo po-demos
creer de la fecha elegida para datar la carta a la altura de las
Canarias, por no figurar en la epístola colombina la duración de la
tormenta, con la que así iba a coincidir.
No creemos quitar con lo expuesto valor alguno a la carta famosa,
ni desvincularla de Colón -autor de casi todo lo que en ella leemos,
como lo prueba e! Diario-. Ai contrario, as1 dejará: de ser una mera
curiosidad, para quedar incluida, con su intencionalidad, en la circuns-tancia
vivísima del momento de Ia adquisición, así como era también
testimonio del descubrimiento.