LA EMIGRACION CLANDESTINA
DESDE LAS ISLAS CANARIAS AL URUGUAY
FORMAS DE INCORPORACION SOCIAL
Ensayo de Estudio Cuantitativo
NELSON MARTINEZ DIAZ
PROBLEMAS DE METODOLOGLA
La emigración espanola hacia los países iberoamericanos tuvo kpocas de
gran intensidad a lo largo del siglo XM, pese a lo cual carecemos aún de es-tudios
sistemáticos sobre el tema que nos permitan una aproximación razo-nable
a su dirnensi6n real1. El problema ofrece, en consecuencia, mnas esca-samente
iluminadas por la historiograffa; en particular, la emigración que se
desarrolla en la primera mitad del siglo pasado y cuya importancia, sobre
todo para algunas áreas del territorio e s p ~ o l c, omo Islas Canarias, el País
Vasco y Galicia, resulta indiscutible.
Las razones de tales carencias son múltiples. En primer tkrmino, las po-iíticas.
después de finalizada la guerra de independencia hispanoamericana,
las relaciones oficiales entre Espafía y sus antiguas posesiones de ultramar se
cancelaron, quizá por demasiado tiempo. Conspiraban negativamente, es
cierto, la situaci6n política inestable de las jóvenes repúblicas' independientes
1. El problema se hace más agudo, desde luego cuando de tipos de migración regionai se
trata. Sobre el tema desde el punto de vista de las Islas Canarias -y especialmente acerca de la
emigración clandestina- p o re ha escrito de L q o 1 1 - z c i 1 ; rN?-~mcx sPrTa!ar e! ?r&ajc de GVE-MERO
BALFAGON, Enrique: Ld emz&mOón de los natwrales de lar Islas Canarias a lar repibii~ar
del Rh de h Pha en la primra mitad del siglo XIX. Anuario de Estudios Atlánticos, tomo VI, Ma-drid-
Las Palmas, 1960; MORALES PADRON, Francisco: Lu Canarias y fa politira migrPfona a
Indiar. 1 Coloquio de Historia Canario-Americano, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Cana-na,
1976; BLANCO MON'ESDEOCA, Jaquh: Emigran'ár fwshada: La Pahas-Vemeh. Ibi-dem;
LMARTINEZD IAZ, Neison: Ld inmigran'ár m r i a rn U m g ~dgw rante ia pnmra mitad del
sigo XIX: una mmhdpara el trmprfe aé mfoncu. Revista de Indias, N' 15 1-1 52, Madrid, 1978; y,
I+-iJmellte CPfi&bie p: &.TLpáz7c&= & ~ i i l U & g ~ ~:an T, c ~&sa oraU:& pmf. XEX-NAEvDEZ
GARCIA, Julio: Lr emigrmMhaé las Isla Canaria en el siglo XIX. Ediciones del Cabil-do
Insular de Gran Canaria, 1981. Los capitulas destinados al estudio de la emigración clandesti-na
contienen aportaciones originales que esclarecen muchos aspectos del tema.
y, también, el conflictivo reinado de Fernando W, que produjo secuelas ma-terializadas,
en el largo plazo, en los cambios políticos ocurridos m buena
parte del siglo diecinueve espaiiol. En segundo lugar, la indole misma de la
emigración espaírola durante el período, forzosamente clandestina puesto
que los destinos hacia donde podian dirigirse legalmente isleños o peninsula-res
fueron, en territorio americano, Cuba o Puerto Rico. Salvo licencias es-peciales,
entonces, hasta la Real Orden de 1853 que tan sólo permitió emi-grar
a los habitantes de Islas Canarias habida cuenta, según se afirmaba ofi-cialmente:
«que no sería ya justo mantener subsistente una prohibición abso-luta
que impide a los naturales de Canarias buscar con seguridad el sustento
que no encuentran en su nos encontramos ante un tráfico ilegal de
personas. Y por último, nos enfrentamos con un escaso y disp-so material
D
seriado. En Uruguay, las recopilaciones oficiales hacen su aparición cuando
se crea una sección con ese cometido en la década de los años sesenta del si- E
glo pasado, mientras que en Espaíra las series estadísticas se inician oficial-mente
con el comienzo de los años ochenta. Antes de esos periodos, tanto
Espafia como los pafses iberoamericanos se encontraban en una etapa pre-estadística
que hace muy diffciles las investigaciones de tipo demográfico. E
=
Las personas, no obstante, emigraron. Los hombres atravesaron las $
fronteras en algunos puntos de la geografía española para ello -los vascos, % 0 por ejemplo, embarcaron en Bayona durante los años de mayor control-, o
abandonaron el país desde islas y puertos. Asi llegaron, con mayor o menor E
fortuna, a los lugares elegidos como destino. El historiador se encuentra, por
consiguiente, entre la obstinación de los hechos y la parquedad de las fuen- -
tes. El investigador necesita testimonios oficiales, registros estadísticos, listas $ l
de embarcaciones, de contratistas, etc. Pero, Cqué clase de registros oficiales
podían subsistir en un perfodo como el mencionado, con las insuficiencias 1
anotadas, de personas que, por lo demás, estaban interesados en dejar el me- 2
nor rastro posible de su paso por aduanas y embarcaderos? Y no s610 ellos,
2-- L--L:x- L - J - - 11-- 3- --J- -- --A-L-- --------A:J--
o u ~ Lu~I IIUICI~ LVUUS aqucuu~q uc, uc UII IIIUUU U ULIU, CLL~W'SLII LUIII~~UIIICLKIUS
en ese trasiego humano clandestino.
Nos encontramos entonces ante un problema que opone grandes difi-cultades
para su estudio, pero que reclama investigaciones especificas, preci-samente
por la trascendencia que adquirió, tanto para las zonas de proceden-
.2. Cfr.: NADAL, Jordi: Lapb/aIón espuñola (@los XVI a XX). Barcelona, Arie1,1976 (4s
ediaón), pág. 181.
5 Nelson Martihez DtÍÍ
cia de. la emigración, como para los países receptores de la misma. Debemos,
por lo tanto, escoger caminos menos cómodos que los brindados por la do-cumentación
oficial o el examen de series homogéneas, y elaborar una meto-dología
de acuerdo con nuestros conocimientos actuales del tema. Explotar
fuentes variadas, casi siempre fragmentarias, y si ello es posible, reconstruir
algunas series: listas de pasajeros, edades, profesiones ejercidas en los países
de llegada, nupcialidad, natalidad, para adquirir una visión más detallada
acerca de las opciones de inserción en la sociedad local.
Durante el periodo que nos ocupa, el grueso de los emigrantes partía de
las provincias que hemos mencionado: en ellas, por regla general, tendía a
desplazarse la población rural. Una emigración de esas caracterfsticas, pese a
la singularidad de las decisiones -que con frecuencia, no debe olvidarse, im-plicaron
a toda la familia-, no puede calificarse de espontánea. Exigía una or-ganizaci6n
mínima, traslado de los islefios desde sus pueblos y aldeas, con-centración
en un puerto de mar, y ello quedó a cargo de agentes que se encar-garon
del reclutamiento. Estos eran, obviamente, personas con buenos co-nocimientos
de la región y excelentes relaciones con las autoridades locales,
o fuertes influencias en los centros de decisión de la penhsula3, todo lo cual
les permitfa resolver complejos problemas para hacer viables sus operaciones
de enganche de colonos, aun en los momentos de máximo celo gubernativo4.
La prensa local de la época, las Adas de Ayuntamientos y Cabildos,
pueden proporcionar referencias acerca de la actuación, por fuerza no dema-siado
discreta, de estos personajes, o de embarcaciones destinadas al tráfico
de emigrantes5. Los datos que hemos manejado permiten sugerir que los ar-chivos
notariales de la época pueden contener informaciones de capital im-portancia.
Muchos de los contratistas exigieron del emigrante registrar ante
escribano las obligaciones contraídas por su viaje y el de su familia; una co-pia
de ese contrato era enviada al empresario que recibfa a los colonos en el
lugar de destino. Contratos de ese tipo hemos incluido en el Apéndice de un
3. Vid.: MARTINEZ DIAZ, Nelson: op. cit. En ese trabajo realizamos una descripción del
sistema operativo de los agentes.
4. Cfr.: Corn~pondenac&l ] m M aná Pcín mn su agmte José Crosa m Santa C m d c Tenerjce. Ar--
ch ivo General de la Naci6n. Uruguay. Archivos Partinilares. Juan María Pérez Caja 129, Carpe- ii T..-L:L. r ?. -. P-AAA- A .---2-- T ..- a#--'- m-- A-LL- L I- c--:i:- ~ A - - L D . . A I - - rn r L . iauiviui. w v r v b v p u u u r ur wr- u r ~ u w r v z u r r =u= re& n r u i i v u uc ia i aiiuua r c x w UULIC.
5. Vid: HERNANDEZ GARCIA, Julio: op. ut., págs. 272-277. donde se incluyen varias
denuncias sobre las actividades de estos personajes volcadas en las Actas de los Ayuntamientos
canarios.
trabajo anterior ya mencionado6, e incorporamos otros en el presente. Son
un modelo inapreciable para el estudio de las condiciones que regulaban el
viaje de los colonos: también lo son para el conocimiento de la forma en que
se burlaron las leyes por reprzsentantes de distintos sectores sociales.
Es fhil advertir que conocer la identidad de esos notarios ofrece m-cultades.
La papeleda privada de un contratista uruguayo nos ha permitido
locaiizar algunos de los miembros de número del Colegio de Las Palmas de
Gran Canaria, de Santa C m de Tenerife y de Lanzarote. Pero son tan sólo
ejemplos; sin duda, la investigación en los fondos notariales isleííos propor-cionada
un material rico e insospechado. También puede ofrecemos mues-tras
de contratos entre los agentes de las islas y los patrones de barcos. Por-que
la emigración clandestina, no debe olvidarse, configuró para ciertas per-sonas,
un negocio lucrativo: fueron muchos los que oficiaron de reclutadores
canarios en las distintas islas y los interesaron para navegar hacia el Río de la
Plata o Venezuela, donde los destinaban a algún consignatario con quien ha-bfan
establecido contacto previamente. Este es el caso, según nuestras inves-tigaciones,
de Juan Bautista Vensano, Juan Lenzi y José María Gutiérrez, en
Tenerife; de Mariano Chiafmo y Francisco Rey en Gran Canaria; de Antonio
Morales y Juan Zino en Lanzarote, quienes, entre otros, enviaron embarca-ciones
fletadas con colon& canarios a la consignación de Juan María Pérez o
Sarnuel Fisher Lafone, en Montevideo. La fórmula impiícita en esa relación
comercial: mmignan'ón, nos ofrece una clara idea de que la operación realizada
con sus paisanos era considerada un negocio más.
Hemos trabajado con los papeles particulares de un contratista de colo-nos,
y ello nos ha permitido objetivar el sistema operativo, conocer sus agen-tes
y obtener datos cuantitativos. Pienso, sin embargo, que es necesario
completar esa trama. Deberia investigarse en los archivos, sin aún existen,
de aqueUas familias que han tenido relación con los embarques de colonos y
de las cuales podemos adelantar algunos ejemplos: los Arata en Lanzarote,
duerios de embarcaciones y sncios del ?~l~g-nqJmum Mzd2 P b o P O e! n -
gocio de la emigración; José Crosa, de Santa Cruz de Tenerife, agente reclu-tador
con importantes relaciones en la región y en la península. Esto permi-tida
completar series y reconstruir con mayor nitidez esa parcela de historia
viva, palpitante, y también dolorosa, que fue la emigración clandestina desde
las Islas Canarias.
6. MAR= DIAZ, Nelson: op. al, págs. 391-393.
Otro aspecto del problema, que en esta ponencia tratamos de analizar
en una primera aproximación, es medir la inserción del colono en la sacie-dad
receptora. La localización de listas de nombres y fechas de llegada, en
poder de los contratistas, hubo de ser ampliada con la investigación, ahora
mejor orientada, en archivos oficiales. Hemos acudido a un material que se
ha revelado valioso: los libros de registro llevados por la autoridad policial
en la ciudad de Montevideo durante la primera mitad del siglo pasado.
En un país de intensa confiiaividad política, de reciente formación ins-titucional,
con el estuano del Plata inmerso en el proceso bélico que se co-noció
como la Guerra Grande, la policfa asumió funciones diversa;. Su per-sonal
controlaba los portones de acceso a la ciudad y anotaba prolijamente la
filiación, profesión, lugar de procedencia y de alojamiento en los limites ur-banos
de las personas que provenian del exterior. También llevaba un regis-tro
de los colonos en edad laboral y que adeudaban su pasaje, aunque sólo de
los hombres. Otras funciones eran expedir permisos de venta ambulante,
control de pesas y medidas, asi como concesiones para edificación. En suma,
además de los cometidos propios de la vigilancia policial, concentraba otros
que luego correspondieron a la Intendencia Municipal y a la Dirección de
Migración.
Los padrones de habitantes, en un periodo que podriarnos denominar
de «crecimiento primitivo» de la ciudad, han resultado útiles algunas veces,
aunque menos minuciosos para las exigencias de nuestra investigación que
los registros policiales y con frecuentes omisiones. La ciudad de Montevideo
se vio obligada a levantar varios padrones para conocer la situación del cas-co
urbano y de extramuros en las primeras décadas del siglo. Las razones es-tuvieron
impuestas por necesidades militares y de hacienda pública; contabi-lizar
los hombres y recursos útiles para el ejército, verificar las posibilidades
de aplicar impuestos, analizar el tipo de población que habitaba la ciudad,
etc.
En el archivo de Andrés Lamas hemos consultado, además, importante
documentación. Existen allí manuscritos conteniendo recopilaciones de ci-fras,
parcialmente publicados, y que han sido preparados con datos obteni-dos
durante la época en que el mismo ocupó el cargo de Jefe de Policia de
~ontevideo'. La consulta de la documentación original nos ha permitido
ampliar datos n ~ ~ t i t a t i vy ~P!s& Q~=!GS p u i prefect n21r rr.cestr:. de !!a
inserción del canario en la sociedad local por la via de la formación de fami-lia.
Como se desprende de lo anterior, el trabajo que aquí presentamos em-prende
la tarea de ofrecer un ensayo de cuantificar las variables de incorpo-ración
social del inmigrante canario. Queremos dejar apuntado, asimismo,
que no habremos de referimos a quienes se han destacado por personal rele-vancia.
Estos, que desde luego han existido, son las figuras que primero
atraen la atención, pero también sugieren un sustrato del que emergen y que
resulta poco atendido hasta el presente. Sin duda, este sustrato está confor-mado
por aquellos que se desenvolvieron en condiciones menos brillantes,
pero que contribuyeron con su esfuerzo a la transformación de la sociedad
receptora. Confirman lo que Fernand Braudel ha denominado la microbistooria,
la serie de hechos que forman esa vida cotidiana, en cadena, que culmina por
su persitencia convirtiéndose en la vigorosa estructura de la larga duración.
Esto puede parecer poco atractivo, pero es la realidad histórica lo que debe-mos
conoceg. Debemos saber qué espacio logró ocupar esa inmigración so-metida,
en los primeros años, a un sistema contractual que puede ser carac-terizado
de mhnato y que exhibia, en sus aplicaciones, formas de esclavitud
temprana
EL CONTORNO HISTORICO
Es ya casi tópico señalar que el enfrentamiento entre país legal y país
real, que se materializa a partir de la Constitución de 1830, hace aflorar múl-tiples
contradicciones poniendo a prueba una armazón teórica que no alcan-za,
en la primera etapa institucional, a sofrenar los impulsos de una sociedad
todavía inorgánica. Un ensayista uruguayo ha defmido con lucidez esta
coyunturz «El país que van a constituir -dice Alberto Zum Felde refirién-donse
a los hombres de 1830-, como si fuera una masa neutra que puede
dársele forma y normas que se crea convenientes, tiene sin embargo su cons-titución
real, natural, viva de hecho. Está determinada por todos los factores
que la constituuón escrita y postiza no puede anuiar: sus condiciones econó-
7. A.G.N. Uruguay. Ex-Archivo y Museo Histórico Nacional, Caja 148, Carpeta 6. LA-MAS,
Andrés: Noticias ErtudiítLrcas en ía Repúblim Orienfaí de( Umg~ay. 1850. Allí escribe: das
observaciones que ha podido hacer á estos respeaos el que las ha formado, tomándose el trabajo
de extractar por si mismo los Registros parroquiales, serán, la materia de una obra más extensa»
T .. F.T--.L-- L &->..A T L-- -:A,. -.. LILA..- --A u u ~ n n ~ n",,n-A- n-.&+,, ,U
SiiS ,YV'"'W "S IIIICUCJ LXIlIIeJ llPli i1U" ,,U"YLaUPi pI I X I \ I . Y I V I . Y V > i.r,Y..r.- .
Instituto Histórico y Geogrfico del Uruguay, T.Vi, Montevideo, 1928. No obstante, hemos
peferido trabajar sobre el original de Andrés Lamas.
micas, sus circunstancias históricas, sus caracteres»*.
<Cuáles eran estos factores? Es conveniente, antes de plantearnos el
problema que nos ocupa en esta comunicación, ensayar su somero análisis, a
los efectos de clarificar los hechos que se encabalgan en este contexto histó-rico.
Para comenzar, las dificultades que aguardaban al nuevo estado en su ,
vida constitucional tenían bastante entidad. Una vaga definición del mismo,
ya que era, según el Art. lo de la Constitución de 1830: «la asociación poiíti-ca
de todos los ciudadanos comprendidos en los nueve Departamentos ac-tuales
de su territorio». Esta ambigüedad era un acto obligado ante la impo-sibilidad,
por entonces, de nominar en otra forma parte de las fronteras deli-rnitantes,
en pugna con el poderoso Imperio del Brasil.
T 7 una realidad cauciiiiesca y pastorii dominaba ia vida poiitico-sociai más
allá de los ifmites de Montevideo. El ejercicio de la autoridad constitucional
resultaba, por lo tanto, utópico, sin la cooperación del caudillo que imponía
su prestigio en el medio rural. A ello se sumaba la baja densidad demográfica
que aquejó a la república en sus primeras décadas. En parte, por causa del
prolongado período de luchas armadas en el interior del país: en parte, por la
vigencia de problemas de estructura económica y social que reclamaban ya
medidas urgentes a finales del siglo XVIII~, puesto que la población rural
era, a todas luces, numéricamente insuficiente para cualquier intento de
transformación del sector agrario. Una precaria radicación de sus habitantes,
ocasionada por la escasez de tierras libres, y multitud de confusas situaciones
originadas en la superposición de legislaciones que habfa generado la conflic-tiva
historia de la región -concesiones españolas, reglamentación revolucio-naria,
repartos efectuados por los portugueses-, sirvieron a los propósitos de
hábiles especuladores durante el perfodo independiente. También incidían,
para frenar el desarrollo rural, problemas como la inseguridad de la campa-ña,
y la carencia de rutas eficientes en transportes y comunicaciones, salvo la
vfa fluvial en zonas cercanas al do Uruguay. El total de la población se habia
estimado hacia 1829 en 74.000 habitantes y de ellos 14.000 residían en
8. ZUM FELDE, Alberto: Pmtero histo'n'co del Umguuy. Montevideo, 1963, (4. edición). Pág.
27.
9. Remitimos a los planes para el «arreglo de bs campos)) en la Banda Oriental, que surgie-ron
lpin spiiciiin de hnc¡onarios e~pI?o!esc omo Anmni~P ereirz, La Mmk miiniml de
1794, el proyecto de Joaquin Soria, las ideas de Félix de Azara, de Miguel Lastarria y, finahen-te,
las del capitán Jorge Pacheco. Una sucesión de proyectos que se extiende desde 1794 hasta
1808.
Montevideo; el resto se diseminaba: «en los veinticinco poblados entonces
existentes en el país» lo.
Las posibilidades económicas estaban por entonces reducidas a una
fuente de producción exportable: la ganadería. Y a este sector se remitía la
capacidad exportadora que manifestaba la sociedad uruguaya en sus primeros
años de vida institucional. Los cueros vacunos y de caballo, el tasajo, grasas,
cerdas, y una incipiente producción de lanas. Los mercados estaban limita-dos
por la exigüidad de los rubros de exportación: Inglaterra, Brasil y Cuba,
eran los compradores más importantes. Por lo demás, la balanza comercial
presentaba cifras deficitarias y casi no podía ser de otra manera: en la época,
el pais estaba obligado a adquirir en el exterior numerosos articulas de con-sumo.
Si la ganadería superó con cierta facilidad las secuelas de una prolonga-da
guerra por la conquista de la independencia política, la agricultura, que
habia experimentado a su vez un retroceso considerable, exigfa un periodo
algo más prolongado para lograr un resurgimiento significativo. No se trata-ba
tan sólo de campos desolados, sino de hábitos agricolas olvidados, o sim-plemente
marginados, para empuñar las armas durante largos años; de la es-casez
de recursos; de la menguada población campesina, y de la inestabilidad
política que ha. temer por vidas y cosechas.
El comercio se concentraba en el puerto de Montevideo. Razones geo-gráficas
y continuidad histórica amaban a su favor. La zona limítrofe con
Brasil constituia otra puerta de salida, principalmente para los hacendados
cercanos a la frontera, cuyo ganado en pie alimentaba la producción de los
saladeros en Río Grande Do sulll. .El comercio exterior -anotaba un con-temporáneo-
puede analizarse en dos palabras. Como Montevideo es el único
puerto frecuentado por los buques de ultramar, es, por lo mismo, el depósito
general de todas las mercaderías que se introducen. Los pobladores del inte-rior
están obligados a venir aquí a hacer su aprovisionamiento, aportando en
cambio los productos de sus estancias y de sus saladeros. A esto se limitan to-das
las operaciones comerciales con el interion>12.
10. CASTEUANOS, Alfredo: La Cispkzfina. Lo mdepdzenka y la R@blim mudillcssur
1820- 1838. Montevideo, 1974, pág. 97.
11. El problema tiene sus raices en el período coloniaL A ese respecto, cfr.: REYES ABA-DIE,
Washington; BRUSCHERA, Oscar; MELOGNO, Tabare La Banda Oriental. Pradera-
Frontera-Puerto. Montevideo, 1966.
Una reducida capacidad industrial -puede afirmarse que la industria bá-sica
era la salazón de carnes, para lo cual se contaba con varios estableci-mientos
en los aledaños de Montevideo-, algunas curtiembres, escasos talle-res
artesanales, estaban marcando con claridad el limitado atractivo que pre-sentaba
para el capital local la inversión en las nacientes industrias. Porque
no era, pese a todo, la insuficiente acumulación de capital el factor que re-sentfa
las posibilidades en el terreno industrial El testimonio que hemos ci-tado
antes nos ofrece una imagen de la situación: «Debo indicar también las
operaciones sobre el agio del numerario. Son tal vez las más numerosas, y
sin duda las menos contingentes y más lucrativas, al mismo tiempo. La tasa
de interés del dinero varía desde el 12 hasta el 242 por año; y hay que obser-var
que el interés se toma siempre incluido, es decir, que está capitalizado al
momento del empréstito junto con la suma que constituye el préstamo. Hay
en Montevideo una veintena o treintena de capitalistas que se dedican exclu-sivamente
a este género de operaciones. Es fácil ver los enormes beneficios
que deben obtener, pues sus capitales se duplican más o menos cada 5 aiíos.
No hay comercio ni explotación rural que pueda proporcionar tales ganan-cias
(...) ¿cuál es la causa de esa tasa exorbitante de interés? Seria natural y
razonable atribuirla a la escasez de numerario. Pero sin embargo no es asi,
pues no se nota que se haya hecho sentir hasta el momento en ninguna tran-sacción
(...) Cualquiera sea la causa, deben deplorarse las consecuencias. Es
indiscutible, en efecto, que los beneficios enormes que procuran esas coloca-ciones
de capital todavía son un nuevo alimento para la pereza, y disuaden a
los especuladores de darle una dirección hacia empresas útiles y favorables al
progreso del
Ciudad portuaria Montevideo, centro comercial desde la época colonial,
el grupo social que dominaba su econornfa intentó perpetuar su papel prota-gónico
durante el período independiente. La Constitución de 1830 viene a
configurar esa voluntad: la creación de un modelo lmiítico capaz de producir
las opciones propicias para un núcleo patricio que aspiraba a la consolida-ción
de sus fortunas. Sin duda, la sociedad uruguaya de comienzos del siglo
XIX, pese a su papel destacado en la lucha por la emancipación, no había ex-
12. «Informe del seiior Cdnsul de Francia en Montevideo, M. Raymonde Baradkre, al Minis-terio
cie Reiaciones Exteriores cie Francia. ivíonrevicieo, i834», en CASTCLLAiU'9S, Aürecio R.:
Dos idormes acerca de la República Oriental del Umgtlg en 1834 y 1835. Revista Histdrlca T.
XXVIII, N". 82-84, Montevideo, 1958, pág. 488.
13. Ibídem. Págs. 488-489.
La emigación clandestina Cananm - Umg~ay 12
perirnentado cambios sustanciales de mentalidad, y esto se hace perceptible
en los núcleos privilegiados pese a su radicalización ideológica.
Una burgesia comercial surgida con cierta rapidez, producto de asumir
el papel de agente de los comerciantes monopolistas de Buenos Aires prime-ro,
y de las casas peninsulares más tarde; utilizando toda posibilidad de inter-mediación
con el comercio extranjero y el contrabando, asi como los privile-gios
que proporcionaba al puerto de Montevideo la introducción de exclavos
negros para el virreinato durante el siglo XVIii, irrumpió en el siglo XM
con hábitos de dificil modificación. Y esta mutación era tanto más proble-mática
cuanto el monopolio, Ia especulación con toda suerte de posibilidades
ofrecidas por la penuria de las administraciones oficiales, y Pa inversión en
bienes inmobiliarios, esApecialrnente la tierra, habían labrado considerables
patrimonios14. No puede resultar sorprendente, p r lo tanto, encontrar per-sonajes
de este capitalismo comercial, cuyos apellidos reaparecen en el perio-do
nacional, ocupando escaños en las cámaras legislativas, o en posesión de
cargos rnini~teriales'~.
Durante la presidencia de Oribe y el segundo ejercicio del gobierno en-cabezado
por Rivera los orientales gozaron de cierta estabilidad, interrumpi-da
ocasionalmente por conatos de levantamiento armado en la campaña
Pero los campos no se vieron asolados por el paso de los ejércitos y sus irre-mediables
consecuencias. Esto permitió que se restableciera la existencia de
ganado, y por lo tanto, los saladeros aumentaron su productividad. La Gue-rra
Grande no habia llegado aún a instalarse en territorio uruguayo; en cam-bio
Buenos Aires, plaza que tradicionalmente rivalizaba con Montevideo en
el comercio de Rio de la Plata, sufría el bloqueo naval entre 1838 y 1840,
durante la etapa de la contienda que enfrentó a Francia con la Confederación
Argentina. Este periodo y el siguiente, que llevó la guerra al Litoral argenti-no,
ofrecieron a Montevideo buenas oportunidades para desarrollar sus posi-bilidades
como centro exportador-importador. La economía cobró, asi, un
auge 2- -- ---:.-A'- L ---A 2- h."L.L El ..-,.Ll--- a- 1- ..,.Ll",.x- I I L W ~ L O U U y G N ~ LL U~G L L . ~ UG u a u a j u . LII p u w l L u & a UL L a ~ U U I ~ U V ILIV
me& a plantearse con insistencia
14. El tema es desarrollado en un trabajo que tenemos en preparación: Comercio de ngrosy
perro mmercinl m vú.per(u de La RevoIución On'mtal de 18 1 1.
> - 13. lai es ei caso, a partir Se ia creación Sei estado uruguayo en íS30, de Karnan Massini,
Antonio Domingo Costa, Bernardo P. Berro, Cándido Juanicú, Enazquin, de la Sema, y otros
más.
LA INMIGRACION CANARIA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XM
PROYECTOS Y EMPRETARIOS
En 1834 se puso en marcha un plan para atraer la inmigración, cuyas
caracterfsticas quedaron claramente delineadas. La preferencia del gobierno
se inclinaba hacia los artesanos, peones y trabajadores a quienes pudieran
acreditar buena conducta los cónsules residentes en el territorio uruguayo.
Fue entonces cuando se presentaron: Jorge Tornsquist, proponiendo atraer
la emigración alemana; Samuel Fisher Lafone, que se comprometfa a trans-portar
mil emigrantes desde Islas Canarias, Cabo Verde y provincias vascon-
"ea das. Entre ellos deberian contarse 400 artesanos -alb&les, herreros, car-pinteros,
etc.-; pero además, según Lafone, un elevado número de personas
serían de nacionalidad inglesa.
El tercero de los contratistas fue, en los hechos, Juan María Pérez. Re-sulta
diffcil, sin embargo, encontrar su mención en el periodo, ya que no rea-lid
ninguna propuesta Comerciante, estanciero, propietario de inmuebles
en la capital, hombres de finanzas, ocupa el escaño de diputado por Monte-video
en las Cámaras ~e~is&ivadse sde 1833, y el cargo de Ministro de Ha-cienda
en 1835, durante la presidencia de Manuel Oribe. A partir de ese mo-mento,
precisamente, comienza su actividad como contratista de colonos ca-nario~'~
O.t ros empresarios con casa comercial establecida, o actividades fi-nancieras,
eran Gervasio Burguefio, Doroteo García, José Picabia Herma-nos,
Martfnez y Pezzi, y Patricio Vázquez
La situación especial de los colonos, trasladados hasta Montevideo por
los distintos contratistas, los colocaba casi inermes en poder de quienes les
empleaban haciéndose responsables del pago de sus pasajes a cambio del tra-bajo
del inmigrante. Esta semiesclavitud temporaria constituyó una ventaja
adicional, tal vez inesperada, para el patriciado; pero es indudable que produ-jo
un margen de 'beneficio comerciai para ios empresarios, aunque reducido
más tarde por el conflicto armado y el sitio de la capital. Este tráfico de nue-vo
tipo fue explotado por hombres cuya habilidad en el terreno del comer-cio,
las finanzas y la especulación, no ofrecen duda alguna.
Uno de estos hombres era Samuel Fisher Lafone. Activo representante
del estrato social más poderoso de la jóven república uruguaya, explotaba
toda posibiiidad para arnpiiar ia esfera de sus negocios. De origen inglés, se
16. Vid.: MARTiNEZ DIAZ, els son: 'op. tit.
La emigración cclndestina Canarias - Unrgrray 14
radicó en Montevideo, donde pronto instaló saladero, casa comercial, adqui-rió
campos y ganados, formó parte de una compañfa para la explotación del
lobo marino, posefa acciones de la compañfa de las Islas Malvinas, compró
deuda pública desvalorizada y aguardó el momento propicio -en que los
miembros de su grupo se instalaran en el poder- para reclamar su pago con
apreciables beneficios 17.
Para el mayor éxito de sus operaciones como contratista de colonos ins-taló
un representante en España con la misión de gestionar, al parecer con
bastante fortuna, el embarque de emigrantes de las provincias de Vizcaya,
Guipúzcoa y ~ a v a r r a ' ~E.l mismo obtuvo la firma de un acuerdo que fue ce-lebrado
en Bayona, en 1835, entre D. Juan de Prat del Consejo de S. M. la
Reina Regente de España -que por entonces cumplfa la misión de Cónsul de
Espaíia en Bayana- y Alfredo Gustave Bellemare, representante de la casa
Lafone en Montevideo. Se autorizaba el traslado a Uniguay de habitantes de
las provincias de Vizcaya, Alava, Guipúzcoa y ~ a v a r r a lD~ .e sde esa regióp
dirigió Bellemare varias embarcaciones llevando colonos consignados a la
asa Lafone, la primera de las cuales, el nado inglés Hoelvelin, llegó a Mon-tevideo
en noviembre de 1835.
El contrato suscrito por Lafone con el gobierno uruguayo configura,
sin duda, una muestra excepcional de la capacidad de la burguesfa local para
aprovechar toda posibilidad de beneficios adicionales que el país, acuciado
por los problemas fmancieros, poda a sus alcances. Para una mejor inteli-gencia
de lo anterior, sefíalaremos que el gobierno, apremiado por la caren-cia
de fondos, habfa decidido sacar partido de la tierra pública. La idea era
arrendar aquellas que pertenecfan al estado, colocándolas en enfiteusis a par-ticulares.
El establecimiento de un canon del 2% sobre el capital que estas tie-rras
representaban ofrecfa una eventual solución al erario público. La Ley
refrendando este sistema fue aprobada por el cuerpo legislativo el 14 de
mayo de 1833. La entrega de enfiteusis se haría por cinco años y la venta, de
re&zlfrp, ^~~PcPpr&il^ ~i&d 2 !^S ep~tel l t&O.
17. El tema ha sido anaikado por RODRIGUEZ, Julio C.: Los grandes negocios. Montevideo,
1969.
18. ACEVEDO, Eduardo: Hisfot-ia del Uwgtfg, T. 11. Montevideo, 1929, pág. 193.
19. La noticia apareció en El Universd Montevideo, febrero 22 de 1836, cit. por CASTE-LLA-
NO$ A&& R.: Dm i & m ~ , $g. 784.
20. CRIADO, Aionso: Colea% Legü/lJiva de /a Repúbiicu Ot-ienfd del Uwgxg, T. 1,
1825-1852, Montevideo, 1876, pág. 234.
En 1837, Samuel Fisher Lafone celebra contrato con la administración
por el cual se compromete a traer, por espacio de cinco años y a su costa:
«de Europa y de Canarias personas industriosas y agrícolas que fomentasen
las artes y la labranza». El gobierno debfa pagar ochenta patacones por cada
colono mayor de catorce años y cuarenta por los menores de esa edad. Que-daban
exceptuados los niños de pecho y los mayores de sesenta y cinco dos.
Los colonos firmarlan con el Estado vales a doce, dieciocho y veinticuatro
meses por el pago de sus pasajes.
Pero la llave maestra de este contrato era que Lafone, conocedor de que
un cambio en el gobierno poda alterar estas cláusulas, destinaba por el mis-mo
las sumas producidas por sus expediciones de colonos al lucrativo nego-cio
que estaba reaiizancio con ia tierra publica: ((Este crédito que resuirare
contra el Estado, será admitido por la Tesorerfa general como dinero efecti-vo
para redimir los terrenos del Egido de la nueva Ciudad y cualquiera otra
propiedad pública de este género que á censo hubiese adquirido o adquiriese
en adelante el empresario.- 4") Será también admitido en ese crédito como
dinero en efectivo para redimir del mismo modo las tierras de pastoreo que
el empresario ha adquirido y en adelante adquiriese en enfiteusis por la tasa-ción
que consta en las Escrituras enfitéuticas». (APENDICE, Doc. Q2'.
No sin escándalo, el contrato fue rechazado en el Poder Legislativo al
conocerse sus cláusulas, pero ya el empresario había obtenido la entrega de
algunas tierras en propiedad22. Desde luego, el secretario de estado firmante
del documento arriba mencionado era Francisco Joaquín Muiioz, uno de los
hombres pertenecientes al grupo de especuladores encabezado por Juan Ma-ría
~ é r e zq~ue~, ,co mo sabemos, se encontraba también vinculado al trans-porte
de colonos canarios y a los grandes negocios con el estado.
La actividad desplegada por la casa Lafone en Islas Canarias ha sido do-cumentada
por Julio Hernández ~ a r c i aE~n~ lo. s libros llevados por la Poli-cía
de Montevideo aparecen mencionados el Bergantín Zaragoz~e, n 1838, y
el Unión Frate~nae, n 1842. Se registran asimismo los nombres de los contra-tistas
Martfnez y Pezzi con la Polacra Miolis en 1838; Gervasio Burguefio
con los bergantines Isabel II y Especula6ón, en 1842. Pero la figura descollan-
21. Museo Historico Nacional. Libro 2.570, Samuel Lafone, doc. 4.
23 ACFVFDQ Fdnartln. _Hiro& del Umpcyi T.11; .págs. 293-294.
23. Cfr.:TORRE, Nelson de la; SALA DE TOURON, Lucía; RODRIGUEZ, Julio C.: Des-paés
de Artigar (1820- 1836). Montevideo, 1972, pág. 226.
24. Vid HERNANDEZ GARCIA, Julio: op. cit., pág. 273.
La emigración cbndestina Canarias - Umgq
te en el mismo libro era, sin duda, Juan María ~ é r e z ~ ~ .
Uruguay recibió, en el siglo XIX, una inmigración aluvional que algu-nas
veces cobró proporciones considerables. Esto se hizo aún más percepti-ble
en los dos primeros tercios de la centuria, por el efecto multiplicador que
ejerció sobre la población. Aunque los censos -como se ha señalado critica-mente-
no son demasiado fiables, podemos acudir a sus resultados por su va-lor
indicativo.
Asi, nos encontramos con las cifras del que fue levantado en Montevi-deo,
1843, a escasos meses de comenzado el sitio de la ciudad por las fuerzas
qw cnm=rl~bz Mmo! OGx. Pedemr m&r, ashhne, a !es dates de!
censo de 1852, ordenado para toda la república, aunque presenta conocidas
omisiones en algunos departamentos. Finalmente, poseemos los resultados
del censo de 1860, que aun conteniendo algunos errores es más completo
que los anteriores. Con este último sobrepasamos el periodo que comprende
nuestra investigación, pero eiio nos permite observar el escenario desde una
perspectiva más amplia.
En 1843, la población extranjera residente en Montevideo constituía el
60,58% del total (vid.: cuadro 1); en 1852 había descendido, pero alcanzaba el
45,312 en 1860 ascendia al 47,781. De este último censo poseemos datos
más completos: la población extranjera en el total del país era del 34,85%.
25. El &%o 1836 llegan a su nombre el bergantfn «Lucrecia» y el &dio Oriental»; en 1837 el
«Concordia», en 1838 el &dio Orientab, la goleta espftola «Fortuna», la goleta &Ua Julia», el
bergantín «Libertad»; en 1839 nuevamente el «Umguay>; en 1840, 1841 y 1842, el &dio
Oriental». En total, trece navegaciones transportando colonos canarios consignados a Juan Ma-ría
Pera a-parecen registradas en el libro que analizarnos. Cfr.: A.G.N. Umguay. Fondo Historia
de la AdministraaJn. Libro 967. Polida de Montevideo, Libro de Adeudos de Pasajes de Colo-nos.
1842
CUADRO 1
Población de la República Oriental del Uruguay
Toda la República Montevideo
Poblac. Poblac. Poblac. Poblac. Poblac. Poblac.
Año total nacional extrang. total nacional extrang.
-
m
O
E Fuentes: El Universal, Montevideo, 14 de julio de 1829; Andrks Lamas,« Apuntes Estadísticos E
de ...N en: Revista del Imtztuto Histón'imy Geograyco del Uruguay, Montevideo, 1928, t.VI, W1, pág. 2
E 45; Adolphe Vaillant, Apuntes estadistims y mercantiles sobre la RcpUblica O n ' d l del Uruguay.
1902- 1903 (1). En ciertos casos las cifras totales y las parciales no coinciden porque no se ha
podido identificar la nacionalidad de algunos censados. 3
-
0
m
Si nos atenemos a las cifras del mismo, comprobamos que el 35,91% de
los extranjeros permanecfa en Montevideo. En otras palabras: uno de cada
tres optaba por residir en la capital o sus alrededores. Las razones, para el
periodo, parecen obvias. La emigración inglesa o alemana, y parte de la fran-cesa
era comercial, o procedía de áreas urbanas, expulsada por la inestabili-dad
política, al igual que algunos italianos. La española peninsular y de Islas
Canarias y amplios núcleos de la italiana componfan la emigración rural. En-contraba
en Montevideo, durante ai@ tiempo, ei punto de referencia con
la lejana Europa de donde procedía: era el puerto de mar, via de llegada al
pafs, y de posible regreso. El mundo que se abria más aliá de los iímites de la
capital era desconocido y hostil para el inmigrante, y ello fue particularmente
cierto durante la Guerra Grande.
Por otra parte, el medio urbano de Montevideo y también sus cerca-nfas,
habfan experimentado un notable crecimiento demográfico entre 1830
y 1842, antes del comienzo del sitio de la ciudad. Fue perceptible, a la vez,
un desarrollo de la economía tal como lo demuestra el número de los esta-
bledentos que se abren desde 1837 hasta 1842 (vid. Cuadro Tam-bién
los viajeros ofrecen testimonio de este hecho. Xavier Marmier, un fran-cés
que visita Montevideo en 1850, ve una ciudad castigada por los bombar-deos
de los sitiadores y agotada por los anos de guerra. Pero escribe: «En
1840, la población siempre creciente de Montevideo, se sentfa oprimida en-tre
las antiguas murallas del tiempo de los espaiioles. Hubo que romper las
fortificaciones para dar paso a la ola de inmigrantes que llegaba desde Euro-pa
sin cesar. Derramáronse los extranjeros fuera de los muros como por una
esclusa, y pronto aparecieron en la campaña cantidad de fábricas y almzce-nes.
Fue abierta una calle bastante larga y ancha, que salía desde la brecha
abierta en la muralla y asf se formó una nueva ciudad, activa e industriosa,
que se unfa con la ciudad vieja...»27. Otro viajero, el inglés W. Whittle, con-
2
tabiliza 113 embarcaciones en el puerto, en enero de 1843, poco antes del :- E comienzo del sitio28.
O
?Cuál fue la importancia de la inmigración canaria en las cifras de la po-blación?
La inexistencia de series para el periodo es ya conocida; esto con- f
trasta, sin embargo, con el volumen de la llegada de inmigrantes. Podemos
recurrir, pese a todo, a ciertas estimaciones globales, tarea que hemos reali- 1
zado en un trabajo anterior29, y que siempre configuran una aproximación a
la realidad. - -
En sus Noticias Estadi~ticas, Andrés Lamas evalúa en 48.118 el total de 0
m
E
inmigrantes llegados entre 1835 y 1842; de éstos, 8.200 eran canarios clasií-i-cados
por sexo en 4.900 hombres y 3.300 mujeres30. Sobre el total de inrni-grantes
calculado por Lamas, constituían un 17,04X. Pero aun si acudimos a
-
otras cifras, como las de J. Baines, que estima el total de ,los entrados en $
33.607, y los inmigrantes canarios en 5.152, los últimos serfan el 18,58%. In-cluso
la cifra más baja, que es la de Arsene Isabelle: un total de 28.248 y los
colonos canarios en 4.527, éstos suman el 16,03%P. uede afirmarse, a partir 2
de estas cifras, que la inmigración canaria fue significativa, sobre todo en un
-,(e m ~ w ,n-n emn- l ; t ;emf i o e n m h v o h o ,,; ,;r0x1 ;m&&- o.iV fi&-&: :&qYr M-C..
" ~ " Y L . . " ~ Y U Y L 1 . " YY"1IL"LY"Y Y 1 " Y AY \-I" AL. WU0 Y Y
26. Según E¿ Cadnceo, agosto 27 de 1830, existfan en la Capital y Extramuros por esa fecha 4
estancias, 19 saladeros, 537 chacras y quintas y 38 tambos. CASTELLANOS, Aifredo R.: Hisfo-rza
deldesarro((o ediliicioy nrbmLFfiim de Monfmideo (1829- 19 14). Montevideo, 1971, págs. 30-31.
27. MARMIER Xavier: Bwos Aires? Monte~ideo en 1850. Buenos Aires, 1948. pág. 158.
28. BARRIOS PNTOS, Aníbat: Montevideo vüfo por ios viajeros. Montevideo, 1971, pág. 44.
29. Vid.: MARTINEZ DIAZ, Nelson: op. d.,p ág. 383.
CUADRO II
Establecimientos comerciales e industriales en Montevideo. 1837-1842
Tipo de establecimiento
Almacenes al por mayor
Almacenes al menudeo
Almacenes de efectos navales
Barracas de cueros
Barracas de maderas
R-A,.--,.-
YUUGSULIGJ
Boticas
Caballerizas
Carpinterías
Colchonerias
Confiterías
Fábricas de baúles
Fábricas de paraguas
Fábricas de fideos
Herrerías
Hojalaterías
Panaderías por mayor ,
Perfumerias y peluquerías
Prensas de cueros
Puestos y pulperías
Saladeros
Satrerfas y roperías
Sombrererías
Tiendas de tejidos
Tiendas de modas
Tiendas de zapatos
Tone1eriai
Vandolas o tiendas volantes
Fuentes: Archivo General de la nación. Umguay. Ex-Archivo y Museo Histórico Nacional, Caja
148, Carpeta 6.
Entrada de colonos canarios a Montevideo según diversas fuentes
Año Cifras oficiales Consignados a Juán Maria Pérez (1) Parcial Anual
1835 640 (2)
1836 250 (3) Polacra Oriental «Miolis»
Bergantín «Liberta& (a) «LicurgoL
Bergantín «Indio Oriental
1837 675 (4) Bergantin «Concordia»
Bergantín «Uruguay»
R a--- +L. A-AL nA--.-i..
YCl2&-lLYI ,\*IIIYV V'LCIILa,,,
1838 500 (5) Bergantín goleta «Fortuna»
Bergantín «Uruguay»
Bergantín d a Circunstancia»
Bergantín «Indio Oriental»
Bergantín «Indio Oriental»
Bergantín «Indio Oriental)
Bergantín «Indio Oriental»
~ 3
Total: 2.880
Fuente: 1) Archivo General de la Nación, Seccio'n Archivos Parfiadares, Cga 134, ca>pefa 5; E
Coja 136, ca+fa 4; Caja 128, carpeta 20; Caja 7 36, carpeta 6; Caja 130, c a p a 15. O
2) E¿ Unioer.sa¿, Marzo 30 de 1836, pág. 2, col. 1-2.
3) Eduardo Acevedo, Historia de Unrgrv, cit., tI1, pág. 293. n
E 4) Ibidem. a
5) Cifras de Catalá, en: E. Acevedo, op. cit. tIII, págs. 302-303
n -
cos lugares en el mundo, diría ninguno de su tamafio, donde la comunidad
se forme de tan diferentes naciones. Aquí se pueden encontrar españoles,
brasileiios, italianos, franceses, ingleses, portugueses, hamburgueses, suecos,
prusianos y a veces rusos; también americanos y sardos~~l.
Aun asf, debemos reiterar que las cifras conocidas hasta el momento
son tan sólo aproximativas. El análisis de diversas fuentes -algunas de ellas
30. Cfr.: A.G.N. Ex-A y M.H.N., Caja 148, carpeta 6, cit.
31. BARRIOS PINTOS, AnM loc. cit.
2 1 N e h Martinez Diaz
utilizadas en el presente trabajo-, que aluden a un volumen de inmigrantes
algo más elevado, asi lo demuestra32.
Si nos remitimos a las cifras de colonos que llegaron consignados a
Juan María Pérez, y que se documentan en los archivos de su empresa, ob-servarnos
que en muchas ocasiones superan a las conocidas oficialmente y,
hasta el momento, utilizadas por diversos historiadores.
CUADRO IV
Canaríos llegados a Montevideo (1838-1842)
Islas de procedencia
Edad
.- -
10 - 14
15 - 19
20 - 24
25 - 29
30 - 34
35 - 39
40 - 44
45 - 49
50 - 54
55 - 59
60 - 64
65 - 69
70 y más
Lanza- Tenerife
rote
Fuerte-ventura
Las Proceden- Totales por
Palmas ciae sin edad
identificar
Totales: 188 67 57 12 98 422
% 44,55 % 1588 % 13,51 Oh 2,884 % 23- % 100 %
-- - -
Las cifras se ofrecen a tftuio de muestreo, ya que en la fuente utilizada se inscribfan tan s6b y
paraaimente los colonos con capacidad labor&
Fuente: Archivo General de la Nación. Libro 967. Poliná de Mmtewidco. Libro de Ade~chd e Parajes
de Colaos. 1842.
La emigra~ónc landesfina Canaria - Umgmy 22
Nos encontramos, pese a todo, frente a una limitación: no poseemos la
certeza de que las cifras de Juan María Pérez reflejen cabalmente el volumen
de su empresa. Tampoco se incluyen -por no tener, hasta el presente, acceso
a las fuentes- referencias a los isleños que llegaron en navíos de otros contra-tistas.
Cuando examinamos el Cuadro IIT, surge un hecho ~ i g ~ c a t i vLoa. i n-cidencia
de la actividad de Juan Maria Pérez como contratista de colonos ca-narios
-nos referimos a los datos que hemos podido documentar- sobre el to-tal
de los entrados por el puerto de Montevideo, es del 35%, tomando incluso
la cifra más alta que establece un total de 8.200. Pero en nuestro cálculo he-mos
omitido, por no encontramos en condiciones de desagregrar las cifras,
los ingresados en la polacra espafiola Bella Julia, que aparecen asentados
como ((139 familias)), y los que arribaron en 1845 a bordo del Indio Orimta1,
anotados como ((45 familias)). Existen dificultades insalvables, puesto que
para el contratista la acepción &milia» considerablemente de la em-pleada
en el perfodo para los cálculos censales. Pese a todo, puede estimarse
que la cifra que representan no serfa menor de unas cuatrocientas perso-n
a ~ ~ ~ .
Una muestra de la estructura por edades de la población laboral mascu-lina
procedente de Islas Canarias, aparece representada en el Cuadro IV y el
Gráfico 1, con las limitaciones ya mencionadas. Posee, no obstante, a su fa-vor,
que se trata de un verdadero registro de la mano de obra isleña llegada
al país. La «población» que hemos curnpuisado es de 422 colonos. Si atende-mos
a la cifra más elevada que hemos utilizado -la de Andrés Lamas- y que
calcula en 4.900 los hombres entrados en el perfodo, los datos obtenidas son
el 8,611; una buena muestra para extraer algunas conclusiones.
Los porcentajes del Cuadro IV viener a confirmar las cifras que, como
apreciaci6n provisional por tratarse de datos que procedían de un sólo con-tratista,
ofrecimos anteriorment. 34. Otro hecho constatable es que la isla que
32. Esto se debe, en parte, a que los datos hasta el momento a nuestro alcance proceden de
registros levados en Montevideo. No obstante, se hicieron desembarcas de colonos canarios en
el puerto de Maldonado: unas veces por la demanda local de mano de obra; otras porque era ne-cesario
proceder a una escala forzosa; en algunos casos para eludir las levas que el gobierno de la
Defensa realizaba en la capital con destino z las filas del ejército, hecho que procuraban evitar los
,,+,,+;&"" .." -., -..& -.. -1:-- LLIIL,.Ar aM..X...;r-. ..^.l"--.., -.C. -Ltn..n- rln Inr - .,".Ls.*.- y" .,YC y,"'" "U pus'" '"2 -,""AV' CLU.,",','C"D y.. Cip.*I""'u, ""L,.'I+k UC iPi .,A-pediciones.
Otro aspecto a señalar, es que, con frecuencia, tan sólo se inscribfa al colono que por
su edad laboral era perseguible por pago de deudas.
33. Cfr.: A.G.N. Uruguay. A.P., Juan María Pérez, Caja 136, carpeta 4.
23 Nelron Martrnez Díuz
sigue a Lanzarote en importancia emigratoria es Tenerife (15,88%), luego
Fueaeventura (23,22%). Por supuesto, debe mencionarse un factor que puede
ejercer influencia en los porcentajes obtenidos: un 23,22% de los inscritos lo
han sido bajo la calificación genérica de «canario» y su desagregación podría
hacer variar las cifras.
GRAHCO 1
Estructura por edades de la población laboral masculina
. . .
procedente de Islas Canarias 1838 - 1842.
FUENTE: Cuadro IV
1. Las cifras que componen esta pirámide de edades se han utilizado a tftulo de muestreo atento
a las limitaciones de la fuente, ya sefialadas.
emigran'& ckandedina Canarias - Umguq 24
La pirámide de edades construida con estos datos (Gráfico 1) -y que no
se encuentra afectada por el hecho ya señalado- expresa un importante pre-dominio
de las edades situadas entre los quince y los veinticinco años. Y es
que, aun tratándose de una emigración que se caracterizó por arrastrar fami-lias
completas fuera del país de origen, existió una selección impuesta por las
circunstancias. La reducción de los valores situados por encima de los ven-tincico
años nos indican la adopción de una política a seguir por los contra-tistas
de colonos: era necesario elevar el potencial de fuerza de trabajo em-barcado
en cada viaje, ello aseguraba una colocación más ágil en el mercado
de destino.
LOS DATOS ESTADISTICOS DE / I R E S LAMAS
No existe, hasta el momento, un estudio de las alianzas por matrimonio
entre sectores nacionales y las distintas colectividades extranjeras llegadas al
país. Tampoco es posible recurrir, para establecer esas relaciones, a los datos
oficiales, puesto que éstos remiten tan sólo a dos variables: nacionales y ex-tranjeros
sin clasficar a los últimos por nacionalidad. Si ello ocurre con la
información accesible a partir de la segunda mitad del siglo XM, cuando ha-cen
su aparición en Uruguay los controles estadísticos de población, inútil es
indagar por los datos imprescindibles para la primera mitad del mismo en
tanto no se realice, por equipos de investigadores, una exhaustiva tarea en
los registros parroquiales.
Por consiguiente, el trabajo de recopilación que, aunque con visibles
omisiones, nos ha legado la actividad intelectual de Andrés Lamas se con-vierte
hoy en fuente de suma utilidad. Sus Noticiar Estadsfims hacen posible
ensayar la reconstrucción de una parcela de historia demográfica, aunque
sAb p,? U redccide h h k e y e cezprrn& entemes e! casce zrhme de
Montevideo y la zona del Cordón. Cierto es que nos encontramos con datos
globales, que admiten muy escasa desagregración a los fines del análisis de
los fenómenos experimentados por la demografia de un país en transforma-ción.
Es obvio, asimismo, que si no poseemos un análisis de la estructura de
la población, resulta inviable estudiar, por ejemplo, las tasas de fecundidad,
la KLiP-iülidad efi su ic:aabi, las soltcros, y atras aFraCiafies qüe FITi-tirían
visudizar con mayor claridad la historia social.
25 Nelson Murthez Dhz
En cuanto a la nupcialidad en el periodo, tan sólo estamos en condicio-nes,
al igual que para la natalidad, .de sacar partido de esos datos globales.
Ceñimos, por el momento, a los que ellos revelan puesto que admiten, me-diante
su desarrollo, establecer pautas interpretativas del comportamiento
demográfico de la sociedad y, especialmente, de los inmigrantes canarios.
Establecer, entonces, porcentajes de los matrimonios en que intervienen
contrayentes de las distintas nacionalidades que se agrupaban en Montevideo
y el Cordón, y realizar similar operación con los nacimiento^^^. Sin duda, los
resultados eran útiles a los propósitos de este trabajo.
Las cifras confirman la existencia de ese cosmopolitismo a que se han
referido todos los viajeros que hicieron mención de su paso por Montevideo.
Desde 1830 hasta 1839 se celebraron en el casco urbano y el Cordón 1.465
uniones entre las diversas nacionalidades; de ellas, 703 corresponden a ma-trimonios
clasificados como de cónyuges sudamericanos, por lo que la cifra
incluye a ciudadanos de otros países del continente (Cuadro V y Gráfico 11).
No existe, sin embargo, posibilidad de realizar la desagregación de los datos.
El resto de los matrimonios se encuentra distribuido entre los consu-mados
por parejas europeas pertenecientes a una misma nacionalidad, y por
contrayentes de origen europeo con sudamericanos. Entre los primeros, los
matrimonios espaiioles peninsulares aparecen con una cifra muy exigua, tan
sólo tres. Atento a las fechas de los datos, provisionalmente puede interpre-tarse
como procedente del núcleo que permaneció en el país una vez fmaliza-da
la revolución independentista; por io general familias ya formadas y con
.descendencia criolla36.
34. Vid.: MARTINEZ DIAZ, Nelson: o?. ci%. pág. 388.
35. Las W~cultades que presentan los cuadros de Andr6s Lamas en las columnas que se re-fieren
a negros y pardos, nos impiden realizar desagregaciones y nos han obligado a excluirlos
del actual trabajo. Es imposible, por ejemplo, determinar de qu6 columna deben deducirse los ca-samientos
entre esclavos, entre esclavos y libertas, o entre negros y pardos. Similares problemas
presentan las cifras sobre nacimientos.
Puesto que nuestro propósito es desvelar, con la mayor aproximación posible, la integración
del colono canario, hemos recurrido a los datos que corresponden a sudamericanos de raza blan-a
y a !os mrw.jers. ?ir ro2nPr p ~ ient eosebm 2 Lmzr en SU bmt o para un trabajo de
mayor diente, realizó sobre ellos un análisis más minucioso lo que nos ha permitido, a la vez,
elaborar cuadros y gx&cos decierta utilidad para nuestro tema. Son Cstos, de todos modos, los
datos que revelan la tendencia a la nupcialidad por parte de los inmigrantes del periodo.
CUADRO V
d
Nupcialiclad en Montevideo y El Cordon. 1830-1839
Matrimonios por nacionalidad Número de Análisis de los matrimonios por Número de
matrimonios nacionalidad de ambos cónyuges matrimonios
Hombre Mujer
. ~- - -- . . ---p.--- .- - -- - - - - --
Ambos sudamericanos 703 (1)
Ambos españoles peninsulares 3
Ambos de Islas Canarias 116
Ingleses, franceses, alemanes, rusos, italianos 70
Sudamericanos y españoles peninsulares 195 Espafíol peninsular Sudamericana 191
Brasilefio Espairola peninsular 1
Otros sudamericanos Espairola peninsular 3
Sudamericanos y europeos no espafioles 149 franceses, ingleses,
alemanes, irlandeses,
italianos, portugueses Sudamericana 149
Sudamericanos y canarios 61 Canario Sudamericana 3'1
Urupayo Canaria 14
~ras?leho Canaria 4
Otros sudamericanos Canaria 12
Canarios y españoles peninsulares 71 Español Canaria 71
eninsular
Europeos no españoles y canarios 97 &xopeo no espafiol Canaria 9 7
- -~ --p...-. ~-~ ~~ ~
Total: 1.465 Total: 762
---- .. .. ppp....p.p----- .- ~~ ~ -
1 ) No ha sido pnsible desagregar la cifra Inr nacionalidades; este hecho se repite en los datos expresados como «sudamericano» y uciiropco no cspaliol>,.
Fuente: el cuadro ha sido elaborado sobre la base dc los datos contenidos en: A.G.N. Uruguay, A.P., C q o 148, Carpelo 6, Andrir I.amor. «h'ofih E~ t o d i ~ / i..<., aid~.
GRAPICO 11
Nupcialidad en Montevideo. 1830 - 1839
Ambos cónyuges sudamericanos
I
Ambos cón)ugei canarios
Ambr cónyuges europeos no eipaaoles
t Ambos c6niuges espairales peninsulares
Sudamericanos con espenoles peninsulares
Sudamericanos con europeos no espaaoles
Sudamericanas con canarios
Cananos cm espaiioles peninsulares
Canarios con europeos no esp&oles
Número de
I I 1
matrimonios O 100 200 300 400 500 600 700 800 900 1000
FUENTES: Elaborado sobre la base de los datos contenidos en: A.G.N., Ex-Archivo y Museo '
Histórico Nacional, Caja 148, Carpeta 6.
Por otra parte, la tendencia entre los extranjéros -y aun entre los espa-ñoles
que ilegaron después de 1830-, p e c e haber sido la fusión con el sec-tor
nativo, o con otras nacionalidades. Este hecho sugiere una explicación en
el reducido número de mujeres que, con excepción de los italianos, llegó en
la emigración de Europa continental. Si estudiamos los datos sobre casa-mientos,
los enlaces entre varones procedentes de esa emigración y mujeres
sudamericanas suman 340; los europeos continentales totalizan entre si, por
el contrario, tan sólo 73 uniones (Cuadro V). Sin considerarlo definitivo, es-tas
cifras parecen estar indicando que la inmigración de franceses, alemanes,
ingleses, e incluso la procedente de España peninsular, era mayoritariamente
de hombres solteros o de parejas con escaso número de hijas mujeres. Algu-nos
observadores del perfodo han formulado esta afirmación: «Criollos, espa-ñoles,
italianos, franceses, ingleses, negros y las numerosas cruzas entre
E
blancos, negros e indios se entremezclaban en abigarrada profusión. Como el E
elemento europeo está representado en su mayor parte por hombres, la pro-porción
de mujeres de ese origen resultaba rnfnima en comparación con las f
nativas, sobre todo entre las clases pudientes...»37. SE
En la primera columna del Cuadro V se pueden encontrar, desagrega- 1
das, las cifras de casamientos entre europeos y sudamericanos: suman un to- $
tal de 405, mientras que los que tuvieron lugar entre cónyuges ambos de
-
procedencia europea, son 357. En la segunda columna puede comprobarse
E
que la nupcialidad de varones europeos con. mujeres sudamericanas (371 E
uniones) constituye un 91,60 de su clase, en tanto que los enlaces entre va-rones
sudamericanos y mujeres europeas (un total de 34) llegan sólo al 8,40 -
por ciento. Debe señalarse, además, que treinta de esos últimos tuvieron iu- $ 2 gar con mujeres canarias y los otros cuatro con españolas peninsuiares. n
Si volvemos a examinar los matrimonios contraídos por europeos varo-nes
procedentes de Europa continental, con mujeres del mismo origen, vere- 2
mos que de los 357 extraemos únicamente 73. Los enlaces restantes se reali-
, ,,+-e nA,.~ii,,n -.c,;P ..-, IL-A,, A, 10, T,L, r, , ,~;,y, 11) ;- L a L V I I " L I L L C 'yU"II"0 J "lU,"L"LI I L b 5 A L . A " U" 1a.3 I 0 1 A . 3 U C U l A A l A 0 . "" Y" '" "'-
migración canaria arrastró consigo a familias numerosas e integradas por
personas con edades muy heterogéneas, como puede apreciarse del examen
36. Algunas de esas personas, de gran relieve social y económico, tal es el caso de Doroteo
Ckrciq Romh de j?szga~q~F&ra, ncisce &anic6, jl 111ichcs i t r o~m. .:RE AL DE A&ZUA,
Carlos: E/patn'&úo wmguayo. Montevideo, 196 1.
37. SKOGMAN, C.: Viaje de lafragata Eugma. 185 1- 1853. Buenos Aires, 1942, pág. 45.
de las listas de pasajeros, e incluso de algunos contratos con los agentes y
empresarios (APENDICE, Documentos 2 y 3).
Teniendo en cuenta otras relaciones entre las cifras, se advierte que los
229 matrimonios, contabilizados entre canarios y personas de otras proce-dencias,
suman el 15,67 por ciento del total de las uniones registradas por la
población blanca en la capital, entre 1830 y 1839. Pero la suma total de los
casamientos con participación de cónyuges canarios es de 345 (Cuadro V), y
los porcentajes de uniones entre sí y con distintas coleaividaes suman un
23,55X (Gráfico m). Cifras que están indicando, por parte del núcleo cana-rio,
una fuerte tendencia a la integración en la sociedad receptora.
NATALIDAD
Los datos que poseemos sobre natalidad comprenden un período más
breve: 1835-1839. Pero contienen cifras significativas. En estos cinco años
se produjeron, en Montevideo y el Cordón, 3.829 nacimientos de matrirno-nios
contrafdos entre personas de las distintas nacionalidades. De ese total
1.575 provienen de uniones entre sudamericanos; los 2.254 restantes se dis-tribuyen
de la siguiente manera: 948 nacieron de padres europeos no espa-ñoles,
o de padres canarios. En estos casos, ambos cónyuges tenían la misma
nacionalidad En cambio, 1.306 nacirnient~sp roceden de enlaces entre per-sonas
de diferentes nacionalidades (Cuadro VI). Como puede observarse en
el Gráfico IV, los nacidos de matrimonios con ambos cónyuges sudamerica-nos
ascienden al 41,13 por ciento del totai.
Del estudio de la tasa de natalidad del inmigrante canario, que nos inte-resa
especialmente en este trabajo, pueden establecerse algunas conclusiones.
Los casamientos entre personas de Islas Canarias han dado como resultado,
en el período, 456 nacimientos: el 1 l,9l p r ciento del total en el departa-mento
de la capital del pds. Pero los hijos habidos del con;mto de las alian-zas
matrimoniales de los colonos canarios suman 733 (456 de padre y madre
canarios, 204 de canarios con espaiioles peninsulares y 73 de canarios con
europeos no espaíioles), (Cuadro VI), cifra que asciende al 19,14 por ciento
de los nacidos entre personas de raza blanca entre 1835-1839. Pero hay que
seiialar, además, que hemos excluido un 1,78 por ciento (68 nacimientos)
que se encuentran clasificados como de padres marios y espl_?~!esrn --n--in-~--ll--
lares con otros europeos, ante la imposibilidad de desagregar los datos. El
andlisis precedente demuestra que, entre la población blanca de la época,
La emigra&n clandestina Canarias - Unrguay 28
uno de cada diez niños habfa nacido de padre y madre procedente de las Islas
Canarias, y uno de cada cinco descendía de canario por línea paterna o ma-terna
CUADRO VI
2
Natalidad en Montevideo y El Cordón. 1835-1839
Nacionalidad del matrimonio
Uruguayos (padre y madre)
Brasileflos con hispanoamericanos
Brasileflos (padre y madre)
Otros estados sudamericanos
Uruguayos con otros sudamericanos
Sudamericanos con canarios
Canarios y españoles peninsulares con otros europeos
Canarios (padre y madre)
Canarios con espafíoks peninsulares
Sudamericanos con espafíoles peninsulares
Sudamencmos con europeos no espaííoles
Ingleses, franceses, portugueses, italianos, alemanes,
irlandeses, rusos
Hijos - m
O
-. -
O
Total 3.829
Fuente: A.N.G. Ex-Archhy M m H i s f am Nacirnah Caja 148, C a p a 6 , Andris Lamas, nApwn-tcs
Ertadí5h"W .., cif.
1) En el o+d, el dato aparece como <<padre y madre españolesn. Atento a la cifra de casa-miaitcs
entre españoles peninsulares en el periodo (tan s6lo 3 según el propio Lamas), pa-
:ec= c !m q~e,u . -.te =e, ha resi& ~ p th, Ci_en~mba&n2 hijos dc co!onos & Cenerk y
de España continental. Los hemos introducido en el cuadro según esta pauta
GRAFICO IV
Natalidad en Montevideo. 1835 - 1839
LOS OFICIOS
La inmigración llevaba consigo el estímulo para sectores económicos
como la artesanía, los saladeros y la industria de la cons t rucci~n~E~s .c ierto
que con ella ingresaron núcleos humanos de heterogéneas procedencias y ca-pacidades,
generalmente desplazados de zonas rurales castigadas por diversas
problemáticas; esto coadyuvó, en cierto modo, a la pervivencia de fórmulas
productivas precapitalistas, cuya ruptura no se produce, entre otras razones,
porque existe aún mano de obra con escasas posibilidades de negociar su sa-lario.
Una esclavitud cuya extinción definitiva se postergaba, la existencia del
liberto con reducida experiencia como trabajador libre, la del peón rural, que
debe estar provisto de la papeleta de conchabo para no colocarse en situación m
D
ilegal, y, por último, del inmigrante que se ha embarcado sin medios sufi- E
cientes para saldar el costo de su pasaje y deberá pagarlo en trabajo. En estas O
n condiciones, no estaba en plena posesión de su libertad personal hasta que
-
m
O
E lograba extinguir la deuda. Todo esto generó una oferta de trabajadores a E
2 bajo costo, durante cierto periodo. -E
Y produjo, a la vez, preocupación entre los nativos por la creciente pre-sencia
de inmigrantes. Se aludía entonces al desempleo que amenazaría al 3
-
trabajador crioilo por la excesiva oferta de mano de obra, sobre todo en los Om-sectores
artesanales y los oficios vinculados al desenvolvimiento urbano. E
Pero la prensa nacional sostenía, en diversos artículos, que los problemas no O
eran reales, y que se podía evitar la saturación de la capital canalizando nú- n
cleos de inrnigrantes hacia las zonas rurales, aliviando por otra parte la nece- -E
a
sidad de brazos en el interior del Y en realidad, hacia 1841 el amen- l
n
to de la población extranjera encontraba cómoda ubicación, integrándose a n
n
diversas ocupaciones debido a la prosperidad económica de la plaza, y los sa- 3
larios alcanzaban niveles superiores a los conocidos hasta entonces40. Un ar- o
tf& de De C!aret memima e! c~!~ief imde !a c1nstnicri6~ de! bar& de
Montevideo en la zona cercana al mar, y cuyos predios eran casi todos pro-piedad
de Juan María Pérez. En los trabajos se emplearon numerosos colo-nos
canarios y de otras provincias
38. ODDONE, Juan A,: Laforman'án del Uruguay Moderno. La inmigracióny e/ desavofio emnó-mimy
s o d . Buenos Aires, 1966.
39. ACEVEDU, E.: iíistoria de/ Uruguay. Cit. T. iii, pags. 49-56
40. Ibídem.
41. Cit. por: CANESSA DE SANGUINETTI, Marta: Lo Ciuadad Vieja de Montevideo. Mon-tevideo,
1976, pág. 93
Según Andrés Lamas, aproximadamente el cincuentaa por ciento de los
inmigrantes canarios se radicaron en Montevideo y extramuros. Datos p s -
teriores demuestran que se asentaron, en crecido número, en la zona que se
extendía desde el Cordón hasta los Ifmites del departamento, y se emplearon
alli en las chacras, saladeros, hornos de ladrillo, molinos de atahona y diver-sas
En el Mapa 1, levantado durante el sitio de Montevideo p r
Pedro Pico, es posible apreciar parcialmente esta región, cercada en 1846
por el ejército de Más tarde, los inmigrantes canarios, as{ como los
italianos, se extendieron hacia el vecino departamento de Canelones, avan-zando
desde el cinturón de chacras conformado por el Buceo, Carrasco, Cha-carita
de los Padres y la zona hoy conocida como ~ a r o f i a s ~ ~ .
MAPA 1
Fragmento del Plano Topográfico de la Ciudad y cercanías de Montevideo, en el que
se demuestra las posiciones dc la I'ln7a !( las del Ejercito sitiador. Levantado por el
Agr. Pedro Pico. cn 1 R40.
N e h Martrnez Díaz
0FICN)S URBANOS
El Cuadro VI1 nos proporciona una idea aproximada de la estructura
socio-profesional de la inmigración canaria en Uruguay. Por otra parte, he-mos
reconstruido una lista de vendedores ambulantes, acudiendo a diversas
fuentes, y que no ha sido incorporada al Cuadro anterior. Incluye 42 colonos
llegados al país entre 1838 y 1842 y, en buena lógica, deberian contabilizarse
en el sector urbano. Hemos preferido presentarlos por separado, sin embar-go,
puesto que de ellos poseemos datos más completos y que permiten iden-tificar
isla de procedencia, año y navfo en que llegaron al país, además de los
datos personales (Cuadro ~ 1 1 1 ) ~ ~ .
El núcleo mayoritario de los trabajadores canarios en el medio urbano
parece formado, como puede apreciarse, por los vendedores ambulantes.
Ocupación independiente y de amplia difusión en la ciudad, sin duda, en una
época que alcanzaba los 32.000 habitantes. Los 35 que vendfan pescado in-dudablemente
saiían también a la mar, y están marcando la traslación de las
aptitudes del isleño a una ciudad maritima. A este grupo le sigue, en núme-ro,
los que declararon trabajar en «comercio»; sin duda dependientes en los
múltiples establecimientos, almacenes y barracas, que se establecieron en
Montevideo antes del sitio.
Las catorce personas inscritas como «negociante» debfan poseer algún
pequeño comercio establecido, aunque no estamos en condiciones, desde
luego, de arrojar luz sobre su importancia. Zaguanes, habitaciones a la czlle,
hadan las veces de local comercial y asi aparecen en algunos censos de la
ciudad. Es evidente, asimismo, que los oficios artesanales no componfan un
42. En carta al contratista Don Antonio Morales, entonces en Buenos Aires, escribía Juan
María Pérez: «...a partir del mes de mayo la temporada no es buena para colocar a los colonos
canarios, y en los saladeros y hornos de ladrillos no se necesitan brazos hasta septiembre.» Cfr.:
A.G.N., A.P., Juan María Pérez, Caja i32, carpeta 4.
43. El autor agradece al historiador Aníbal Barrios Pintos, quien le ha hecho llegar una foto-graffa
del mapa de Pedro Pico que se incluye en este trabajo.
44. BARRIOS PINTOS, Aníbal: Canelones. SuproyecciDn en la Hisfona Narionar! T. 1, Montevi-deo,
1981, pág. 38.
45. En 1836 se reglamentó el funcionamiento del Mercado de Montevideo, y entonces se
estableció que: «No se permitirán puestos de carne, pescado, verduras y frutas fuera del merca-do
». Cfr.: CRIADO, Alonso: op. cit., T. 1, pág. 313. Pero entre este año, con una población urba-na
estimada en 23.404 habitantes, y i843 en ia que su cifra ascendfa a 3i.189 (aigunas fuentes
calculan que, en :R40, Montevideo tuvo unos 40.000), sin duda el abastecimiento de la ciudad
superó la capacidad de! local, y volvieron a hacer su aparición los vendedores ambulantes.
La emigra&% clandestia Canarias- Uiuguq 34
sector importante en las direcciones laborales seguidas por ei colono canario.
No faltan en la muestra, pese a todo -contabilizamos nueve artesanos, entre
ellos cuatro zapateros-, pero es seguro que fue un tipo de trabajo monopoli-zado
por los nativos, o por inmigrantes de procedencia urbana, muchas ve-ces
con experiencia señalada en esas tareas.
No obstante, en una sociedad cosmopolita y con estructuras sociales to-davfa
muy permeables -fuera de ciertos niveks en el sector dirigentes-, el in-migrante
isleño supo encontrar espacios en los cuales ejercitar sus capacida-des.
Era, pese a todo, tarea diffcil en el medio urbano, ya que la burguesfa
comercial de la ciudad portuaria posefa los resortes de las actividades más lu-crativas,
y la competencia con los procedentes de otros países era muy acen-tuada.
En iíneas generales, el inmigrante, excepción hecha de que llegara re-presentando
casas comerciales europeas, o en posesión de recursos económi-cos
y amplios conocimientos profesionales, se vefa empujado a las tareas des-deñadas
por los sectores dominantes, o por quienes estaban bien situados so-cialmente.
EN EL MEDIO RURAL
Incorporados al mundo rural, los colonos canarios se encontraban en
un medio que, por su propio origen, reconodan como idóneo para el desa-rrollo
de aptitudes tradicionalmente adquiridas y que, para muchos, multipli-caba
las opciones de progreso económico. Ello, pese a las duras condiciones
en que ingresaba el inmigrante, sometido a contrataciones Ijor terceros, a
causa de las deudas de su pasaje. El ascenso social se apoyaba, sin duda, so-bre
una amplia base de labradores cuyo proyecto vital dificilmente se modifi-caba;
obsérvese que es el único de los oficios que nos muestra componentes
en los tramos de edadd superiores a ¡os 65 años y que aun sobrepasa los 75.
(Cuadro VD).
,-. . 1 1~ - - - reru ue esa wase era psi'oie, todavía, emerger. Como señaiamos antes,
muchos canarios traspasaron los iúnites de Montevideo, desplazándose hacia
otras regiones en busca de tierras, casi imposibles de adquirir en las cerca-nias
de la capital. Lo cierto es que pronto los encontramos diseminados por
el territorio uruguayo, tal como lo testimonian algunos documentos, contra-tando
su trabajo con los estancieros en zonas bastante alejadas por medio de
ios empresarios que ios entraban ai pais46. En muchos casos, ios estancieros
se obligaban al pago de los pasajes del colono, o de éste y su familia, para
Neison Martmrez Diaz
CUADRO VI1
Estructura socio profesional de la inmigración canaria
Sector rural Sector urbano Profesio-nes
iibe-rales
Totales: 70 15 254 7 11 2 40 141 1 2 11 4 3 1 ' 1 2
Fuentes: Archivo General de la Nación. Umguay. Libro 950, Pofida de Montevideo, Entrada de Pa-sajeros.
1836- 1837; Libro 951, Pohá de Montevideo, Entrada de PasBjeros. 1837- 1838; Sección Ex-
Archivo General Administrativo, Libro 374. Pasajems Presentados a la Poliná, 184 1- 1845
--
CUADRO V U
Inmigrantes canarios que participaban la venta ambulante en Montevideo
E Llegada al País O
Nombre
José Alvarez
Juan Arbelo
Manuel Acosta
Marceiino Betancur
Miguel Betancur
Isidro Barreto
Pedro Barreto
Féiix Cabrera
José Camacho
Pedro Cabrera
Pablo Cabrera
Pedro Curbelo
José Maria Cabrera
Domingo Calero
José Ramón Cubas
Juan Delgado
Jerónimo Esquive1
Juán Garcia
Edad Estado
civil
20 Soltero
20 Soltero
20 Soltero
38 Casado
28 Soltero
55 Casado
55 Casado
28 Casado
18 Soltero
48 Casado
49 Casado
28 Casado
14 Soltero
18 Soltero
16 Soltero
20 Soltero
42 Casado
32 Casado
Procedencia
Fuerteventura
Tenerife
Fuerteventura
Lanzarote
Lanzarote
Lanzarote
Lanzarote
Tenerife
Tenerife
Lanzarote
Fuerteventura
Lanzarote
Fuerteventura
Tenerife
Lanzarote
Tenerife
Tenerife
Fuerteventura
Año
1838
1838
1843
1838
1843
1842
1841
1838,
1838
1843
1838
1838
1842
1837
1842
1838
1838
1838
Embarcación
Bella Julia
Indio Oriental
Indio Oriental
Circunstancia
Indio Oriental
Indio Oriental
Indio Oriental
Polacra Miolis
Polacra Mioiis
Indio Oriental
Bella Julia
Indio Oriental
Indio Oriental
Indio Oriental
Isabel 22
Indio Oriental-
Polacra Miolis
Bella Julia
O
Mercancía que vende E
E
2
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Verduras
Verduras
Frutas y verduras
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Francisco Garcia
Antonio Garcfa
Francisco Gil
Antonio González
José Dominguez
Juan Delgado
Francisco Hernández
Pedro Javier
Domingo Lutzardo
Cayetano Ledesma
Miguel de León
José Ramón de León
Marcelino de León
José Martin
Eusebio Medina
Isidro Oliva
Pedro Oliva
José Pérez
Juán Pérez
José Pino
Francisco Perdomo
Francisco Rodrfguez
Antonio Viera
17 Soltero
24 Casado
32 Casado
23 Soltero
26 Casado
20 Soltero
25 Casado
14 Soltero
16 Soltero
28 Casado
15 Soltero
30 Casado
13 Soltero
42 ' Soltero
16 Soltero
73 Viudo
20 Soltero
28 Casado
19 Soltero
47 Casado
30 Casado
26 Soltero
52 Casado
Lanzarote
Fuerteventura
Fberteventura
Gran Canaria
Lanzarote
l'enerife
Lanzarote
Gran Canaria
Lanzarote
l'enerife
1,anzarote
Fberteventura
Lanzarote
Lanzarote
Gran Canaria
Fkerteventura
Fuerteventura
Fuerteventura
Fuerteventura
Gran Canaria
Lanzarote
Tenerife
Lanzarote
U%FY
Bella Julia
Bella Julia
UNP~Y
Indio Oriental
Indio Oriental
Isabel 2.
Libertad
Indio Oriental
Circunstancia
Indio Oriental
Bella Julia
Libertad
Indio Oriental
Indio Oriental
Bella Julia
Bella Julia
Bella Julia
Indio Oriental
Uruguay
Indio Oriental
Polacra Miolis
Indio Oriental
Pescado
Ropa hecha
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Carne salada
Pescado
Pescado
Verduras y quesos
Verduras y quesos
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Pescado
Fuentes: Archivo General de la Nación. Umguay. Fondo IIistoria de la Adminisiración, Libro 98 1, Polictá de Montevideo, Nómina de vendedores umbdan-tes.
1847- 1x50; Juan Marfa Pérez, Libro de mentar de colon6s; Fondo Archivos Particulares, Archivo Juún María Péreq Caja 136, carpefa 4; caja 137, carpe-ta
l.
La emigracih clandestina Canariadlmguay 38
emplear su trabajo en la explotación agricola de tierras cuya producción se
recogía a medias con el inmigrante (Docs. 8 y 9 en el APENDICE).
Hacia 1877 se estimaba que la Colonia Canaria, situada, como la Suiza y
la Piamontesa, en el rectángulo que fomian el río de la Plata al sur, los
arroyos Cufré al este y Rosario al oeste -zona denominada «Rincón del
Rep-, contaba con unas 100 familias4'. Según testimonian otras fuentes, te-dan:
«10.000 acres bajo cultivo y recogen 80.000 medidas de grano»48. En
el departamento de Canelones y San José, siguiendo la misma fuente, nume-rosos
asentamientos canarios producfan trigo y avena49. En 1885, escribfan
los hermanos Mulhall acerca de Canelones: «Es buena tierra para la agricul-tura,
y los cultivadores son, muchos de ellos, colonos de las Islas Canarias,
que si-mhrxn no silo trigoj sino tmhien patatasj melones, vegetales; e
incluso algo de tabaco; encuentran pronto mercado para sus productos ya en
Montevideo o en las villas cercanas al departamento. Las granjas cultivadas
comprenden 187.000 cuadras o 360.000 acres, alrededor de 8 acres por ha-bitante.
El valor anual de los cereales alcanza a 3 millones de pesos»50.
Los peones trabajaban en chacras y estancias, empleados en ocupacio-nes
muy variadas: reparaciones, apertura de pozos, de cercos, acarreo de
agua y lefia, alimentación y cuidado de animales, etc. Su empleo podía ser
permanente, en establecimientos de cierta magnitud, o como jornalero, es
decir, contratado para trabajos a destajo. De todos modos, era una situación
laboral siempre existente en la campaña y que encontraba empleo seguro en
la época de recolección de cosechas.
46. Citamos, como ejemplo, una carta de Juan María Pérez a D. Domingo Meiíaca, en Ta-cuarembó,
de fecha 21 de julio de 1842, una v a comenzado el sitio de Montevideo por las fuer-zas
de Oribe: u Contestando a su apreciable de 30 del ppdo. que he recibido hoy digo á U. que á
la llegada de mi buque sino también de otros varios que han traído colonos canarios, traté de ver
si podía aprontar los que V. me tiene pedidos para remitírselos, pero ha sido absolutamente im-posible
porque ninguno quiere ir al campo más lejos de un par de leguas distante de aqui y mu-cho
menos en tiempo de guerra en que no están tranquilos ni aquf cerca, de modo que es necesa-rio
perder la esperanza de obtemerlos por ningún convenio.)) Cfr.: A.G.N, A.P. Juan María Pé-rez,
Caja 132, carpeta 4. El documento revela que esta contratación era práctica corriente, inte-rrumpida
por la coyuntura bélica
47. BERRA, F. A; PENA, C. M. de; VEDIA, A. de: Album de la Repúbiica Orientaide/ Um-gway
m@pesfo para la Exposición Confinetata/ de Buenos Aires. Montevideo, 1 882, pág. 1 0 1.
48. MULHALL, M. G.; MULHALL, T.: Handbwk 4 tbe River Plat6. Buenos Aires-
London,1885, pág. 601.
49. I b h z , pág. 568.
50. Ib&, pág. 595.
CUADRO IX
Zonas de operatividad de los transportistas canarios
Recsmdo Número
Carreros Cerro Largo Montevideo 12
San Carlos Montevideo 3
Tacuarembó Montevideo 3
Maldonado Montevideo 2
Río Negro Montevideo
Frontera Montevideo
Cumacúa Montevideo
Sauce Montevideo
Puntas del Canelón
Chico Montevideo
Rocha Montevideo
Cerro Largo Montevideo
Río Negro Montevideo
Q"eguay Montevideo
. .- -. . . - ..- ..- - ... --. -..
Fuentes: Las utilizadas en el cuadro VI1
Una fuerte demanda de brazos, pero que exigía alguna especialización,
estuvo provocada por la precariedad de los medios de transporte en la época.
Carreros y troperos desempeñaron, hasta muy avanzado el siglo XIX, un im-portante
papel en la conducción de productos y materias primas hacia los
centros exportadores, y ei trasiado, desde ios núcieos urbanos importantes,
de mercaderías que procedian de los mercados europeos. Desplegaron, en
consecuencia, una actividad bastante intensa. Los veinticinco carreros cana-rios
que hemos detectado indican la asimilación, por parte de muchos colo-nos,
de un oficio singular por las características específicas de la geografía
uruguaya y sus regiones rurales. Esta &rmación adquiere toda su dimensión
cuando examinamos los trayectos recorridos por carretas y conductores
(Mapa 11). Contratados para transportar una carga -cueros, lanas, crines,
productos de las estancias o de los pequeiios establecimientos-, debían con-
La emigración clandestina Canarias-Urugiqr
MAPA II
URUGUAY 1840
Rutas y zonas de operatividad de los transportistas canarios. Cuadro IX.
Carreros
Troperos - - - - - - -
ducirlas, casi siempre, al puerto exportador de Montevideo. Inexcusablemen-te,
el carrero se veía obligado a cruzar con su carga rios y arroyos, muchos
de los cuales arrastraban considerables volúmenes de agua, y esto reclamaba
un perfecto conocimiento de los vados, la fuerza de las crecientes y el estado
de los caminos según las distintas épocas del año. Un error de cálculo supo-nia
la pérdida de la carga o, en el mejor de los casos, el deterioro de la mer-caderia.
Todavia en 1876, un estanciero decia del No Santa Lucia: «...que es
una muralla para Montevideo, y en cuyas márgenes se observan tropas de
carretas y de ganados detenidos por las crecientes, y siguiendo al Río Negro
que divide el país en dos grandes trozos, y después del Yi y todos los de se-gundo
orden, todos perturban el movimiento del comercio ... De los 25
cmz-~s niw r b r ~mp $&~p g p Q ~ C ~~ QQC,P& ~ U Q Str msmrtahan APCAP e!
Y-- --"-*-- r------- -----
departamento de Cerro Largo, cuya ciudad más importante era Melo, uno
desde la frontera con Brasil, tres partian de Tacuarembó, otro desde el Rio
Queguay, cerca del Litoral. Esto suponía cruzar !os rios mencionados más
arriba, y por consiguiente, demandaba mucha pericia y experiencia. De re-torno,
los carreros llevaban mercaderías desde Montevideo, centro importa-dor,
hasta los distintos puntos del interior del país y a las estancias y pu4e-ria~.
El oficio de tropero encerraba, igualmente, complejidades. En princi-pio,
porque era arduo competir con el criollo en la tarea de conducir tropas
de ganado a traves de enormes distancias en la campaña; arrear y enlazar va-cunos
y caballos era algo que el gaucho venía realizando desde el periodo co-lonial.
Requeria, por supuesto, buena información de los trayectos a reco-rrer,
para evitar que los animales perdieran peso antes de llegar al saladero o
al abasto de las ciudades, y también de las caracteristicas de los cauces fluvia-les,
para no perder ganado al atravesarlos. Era necesario un largo entrena-miento
en cabalgar días y semanas, dormir a la intemperie, o alcanzar y apre-sar
las reses que se apartaban de la tropa52.
De una descripción de este oficio, escrita con mucho reahmo, extrae-mos
los siguientes párrafos: «El tropero capaz ha hecho los cálculos para sus
jornadas diarias a fi de parar en buenos pastoreos, de hacer marchas regula-
51. ORDO&UVA, Domingo: PnUaminrtar mrds sobn mzidades z d s y enmo'miuü de la Re-pública
Montevideo, 1892, T. 1, pág. 279.
52 Hemos trazado sobre el mapa las rutas tradicionalmente escogidas por los diversos me-dios
de transporte ya que estimamos que, s& excepcionalmente habrían escogido otras, ya que
cmeros y tmperos peralmente viajaban, por razones de seguridad, formando grupos.
das, cosa de llegar a su destino con los animales enteros)) (...) &De noche es
menester hacer ronda cerrada, esto es, rodear el ganado estrechamente a fin
de que no se desparrame o junte con otro» (...) «La disparada de una tropa
únicamente yendo con ella es que se puede uno dar cuenta de lo que repre-senta
esa desgracia, cuya idea de lo que pueda suceder sigue constantemente
al tropero como una sombra amenazadora^^^.
El cargo de capataz suponía, por la responsabilidad que implicaba, una
suerte de ascenso social. En la época, quien lo ejerciera debfa poseer, no s610
la confianza del propietario del establecimiento rural -un estanciero, por lo
general-, sino también el respeto de los peones a su cargo. Indispensable exi-gencia
era el buen conocimiento de las tareas, variadas y complejas, que se
desarrollaban en una hacienda ganadera, muchas veces extendida a 10 largo
AP ...;la- A- I.-,.+A..-""
UL 11111L5 UL I I L L L L U L 0 3 r
Tenemos, finalmente, hacendados o estancieros, cúspide en esta pirámi-de
social del campo uruguayo. Aunque ambas denominaciones representan
la misma cosa: el propietario de campos y ganados, hemos optado, al elabo-rar
el Cuadro VD, por respetar las anotaciones de la fuente utilizada. Es muy
posible que quienes declararon ser estancieros estaban indicando la posesión
de un establecimiento rural de gran extensión, en tanto que aquellos que ma-nifestaron
ser hacendados reflejaban la situación de pequeño o mediano pro-pietario.
Como es obvio, salvo un inesperado vuelco de la fortuna, esta debe-rfa
ser la situación más corriente, pese a lo cual suponfa un considerable pro-greso
económico y sobre todo en un pafs donde la apropiación de
grandes extensiones de tierra habfa comenzado ya en el periodo coloniaL En
el Cuadro X se encuentra la lista de hacendados y estancieros canarios que
hemos detectado, un número importante si tenemos en cuenta el tamaño de
la muestra -206 personas-, que hemos tomado de la fuente utilizada. Sus eda-des
oscilan entre los 20 y los 52 años, como resulta lógico, los jóvenes son la
descendencia de colonos que, instalados en el pafs, trabajaron duramente
para labrar sus fortunas.
53. BOUTON, Roberto J.: La viaá mrd m e/ Umg~uy. Revista Hist6rica, T. XXM, &S.
114 y SS.
54. Por pequeños que fueran los establecimientos rurales tenfan, en la época, una apreciable
extensión. Según una fuente ya citada: «La extensión de campo de cada Estancia varíadesde 4 6
5 leguas cuadradas, hasta 50 y aún 60. Hay pocas sin embargo por debajo de la primera cifra.
C.o múnmente se calcula que una legua cuadrada de tierra alcanza para el sustento de 1.000 a I.JVV anirnaies.)) Gr.: CASTELLANOS, Kiredo K.: Dos iqórmes ... Kevista i-iistórica, T.
XXVIII, N" 82-84, pág. 467.
Hemos dejado para el final la mención a los que hemos agrupado como
profesionales liberales. Dos de ellos estaban radicados en Maldonado, re-gión,
como indicábamos antes, donde se establecieron muchos inmigrantes
canarios. El Doctor en Leyes que encontramos, Ventura Aguilar es, sin
duda, descendiente de Don Francisco Aguilar, nacido en Santa C m de Te-nerife
en 1776, e instalado en la Banda Oriental a partir de 1809. En Maldo-nado
se destacó por su actuación como hombre de empresa y tuvo un papel
político destacado en la lucha contra la dominación portuguesa. Dos sacer-dotes,
Rafael de Cubas, 61 aííos, en Maldonado, y Fontanas Cullén, 30 afios,
en el pueblo de Porongos, así como un presbítero, de 27 años, Rafael Her-nández,
residente en Minas, cierran esta lista de personas procedentes de Is-l,.,.
f- ,.--.:.- ..
la3 kauaL~ua.
Todo lo desarrollado hasta aquí es el resultado de un ensayo, el de reali-zar
un corte en la sociedad uruguaya de la primera mitad del siglo XIX, con
el apoyo de diversas fuentes, y analizar algunas facetas de la participaci6n del
colono canario. Algunas parcelas del trabajo han podido apoyarse en la cuan-t%
cación de los datos y ello, en definitiva, hizo posible medir de alguna ma-nera
la aportación de la inmigración canaria en la evolución del país a lo lar-go
de una etapa inicial y conflictiva.
CUADRO X
Propietarios mrales de origen canario
Nombre Edad Residencia
... - -.. -
Hacendados: Miguel Curbelo
Francisco Curbelo
Domingo Martinez
Eiderio Carrión
JQCC Cahrpra .
Cayetano Barrero
Domingo Silva
Felipe Betancor
Pedro Delgado
,Manuel Fernando
Antonio 1Apez Perdomo .
20 Minas
25 Minas
50 Minas
50 Minas
23 C e r L~a r-6 "
40 E1 Cordobes
40 Salto
45 Durazno
43 Salto
45 San Carlos
34 Arroyo Grande
Lugares de
procedencia
Canarias
Canarias
Canarias
Canarias
cazarias
Canarias
Canarias
Canarias
Canarias
Lanzarote
Canarias
Estacioneros: Rafael Hernández 23 Solis Grande Canarias
Cristobal Hernández 52 Frontera Canarias
--
Fuentes: Lar urilizadas en el cuadro VI1
MAPA 111
URUGUAY 1840
Ubicación geográfica de los establecimientos de hacendados y estancieros ca-narios.
Según cuadro X.
Hacendados A Estancieros @
APENDICE
DOCUMENTO 1
Contrato suscrito entre el Poder Ejecutivo del Uruguay y Sarnuel Fisher Lafone por el cual
este último se compromete a traer, desde Europa e Islas Canarias, «personas industriosas y agrf-colas
». Los documentos de pago por esa operación los destina Lafone a la adquisicidn de tierras
públicas.
(Hay dos sellos: «1 PESO» / «Los Rematadores 1837)))
EN LA CIUDAD DE SAN FELIPE
y Santiago de Montevideo á veinte y seis dias del mes de Junio de mil ochocien-
-LWA- ~ i c i i i r ry siete. züiíe mi e: iriir-aeb~riíoe scribano y resrigos ai Íinai nombrados, ei
Supremo Poder Ejecutivo de la Republica Oriental del Uruguay, compuesto del Ex-celentisirno
Sefior Vicepresidente de ella Don Carlos Anaya; y de Su Excelencia el
Señor Ministro Secretario del Estado en el Departamento de Hacienda Don Francis-co
J~aquin Muñoz, dijo: Qué, habiendole en trece del precitado Junio Don Samuel
Lafone propuesto que haría por espacio de cinco años venir á su costa de Europa y
de Canarias á esta Republica personas industriosas y agricolas que fomentasen las ar-tes
y la labranza con tal de que por el pasague de cada una de las de catorce años para
arriba le abonase el mismo Gobierno ochenta patacones, y cuarenta por las menores
de dichos catorce; dandosele de todas las que llegasen, al tiempo de fondear los bu-ques
conductores, los necesarios recibos que debfan serle admitidos en Tesoreria
como dinero aplicable á redimir las tierras del Egido, de pastores, y cualquier otra
propiedad publica de esta clase que el proponente tubiese y que pudiese adquirir á
censo y en enfitensis por los valores en que estubiesen escriturados; firmando á de-mas
los colonos la obligacion de pagar al Fisco dentro de doce, diez y ocho y veinte y
cuatro meses de su llegada sus respectivos pasages, pudiendo esto realizado, emplear-se
en donde mejor les conveniese, con derecho, no obstante, el Gobierno de ocupar-los
en su industria antes que á otros, dandoles los mismos salarios que á un particular
y eximiendoles siempre del servicio activo militar: lo cual todo le há sido admitido
con las explicaciones de que; no recivirá el Gobierno los Colonos hasta que la policia
sanitaria les diese entrada, manteniendoios entre tanto á su costa el empresario; y no
rrqa:ii3u-u 1-. L - 1Ub U U ~ U C Sd r Europa sino á razon de uno y tres cuartos inQiDiduos por to-nelada,
y dos los de Canarias; presumiendose ademas que no serán de recivo, 6 pago
de pasague, los niños de pecho, y hombres mayores de sesenta y cinco años; á no ser
que estos formen cabeza de familia de dos personas utiles á lo menos, como tampoco
los de enfermedad habitual fisica 6 moral, y que estarían obligados todos al servicio
militar despues de los primeros seis aiios en que se hallasen aptos para armas llevar;
entendiendose tambien que el salario que ganarian cuando los ocupase el Gobierno
S&% c! c~u.iíueu.iidp~o r este y con ?::os, ;igc:paiidose asi misrnu que ios precios &e ias
tierras á redimir se fijarian por un yuri formal: segun consta tanto lo relatado, como
lo de que Sefior Lafone acomod6 sus propuestas d estas modificaciones del expedien-te
relativo, que, para mejor instmir al actual publico instrumento, se inserta integro
LA emigración cíandestina Canarias- Uruguay 46
en él.= Propca. Excelentisimo Señor = Don Samuel Lafone, ante VExcelencia res-petuosamente
me presento y digo: Que deseando promover por mi parte el aumento
de población de este hermosa pais unica fuente de Su engrandecimiento y prosperi-dad
para que pueda llegar á ser un Estado, fuerte, respetable y rico. Conocido además
las escaseces de brazos que le hace sentir en cualquier empresa industrial y tambien
en la Agricultura; teniendo como tengo la certeza de poder hacer venir de Europa y
las Islas Canarias, gran numero de genre para ambos objetos: propongo á VExcelen-cia
las anticipacjones y armamentos necesarios al objeto, bajo las condiciones siguien-tes=
1" Primero. En el momento de fondar en este puerto un buque: el Gobiemo to-mara
á su cargo el desembarco de todas las personas que condujese en clase de colo-nos,
dandome un recivo por su totalidad.
2' Segundo. Para el pago del pasage de estos colonos, el Poder Ejecutivo, reco-noced
fzyor de! eiiiprejaíio, ochem patacunes pr cada Frsuíi a de Caruíie asos
de ead par3 arriba y solamente cuarenta patacones por los de catorce años para abajo.
3' Tercero. Este credito que resultase contra el Estado, será admitido en la Te-soreria
General como dinero efectivo para redimir los terrenos del Egido de la nueva
Ciudad y cualquiera otra propiedad publica de este genero que á censo hubiese adqui-rido
6 adquiriese en adelante el empresario.
4' Cuarto. Será tambien admitido en este credito como dinero efectivo para redi-mir
del mismo modo las tierras de pastoreo que el empresario ha adquirido y en ade-lante
adquiriese en enfitensis por la tasacion que consta en la escrituras enfitenticas.
5" Quinto. Cada uno de los Colonos que de este modo arribasen á este puerto,
fumaran una obligacion á favor de Tesoro Nacional el pago de su pasage respec-tivo,
á los plazos de doce, diez y ocho y veinte y cuatro meses despues de su^ llegada:
llenando este requisito los colonos podrán conchavarse donde mas le combenga sin
que el empresario tenga ninguna responsabilidad ulterior.
6" Sexto. Si el Gobierno necesitase del servicio de estos colonos para ser ocupa-dos
en sus respectivas industrias, tendrá la preferencia sobre cualquier particular;
pero se pagaran los Colonos si son ocupados, los mismos salarios que les paguen sus
particulares.
7' Séptimo. El presente contrato durará solamente cinco años desde su adop
cion, vencidos los cuales, podrán ambas partes rescindirlo, ó bien establecer otro nue-vo,
bajo otros datos, pero, durante los cinco aílos predichos el Superior Gobiemo es
&!&& a&Titir, h2in !as CIn&C~onPse x~rpsa&sm - !oS p r i q - p r~~~f l i n t!e-~ ~
dos los Colonos que el empresario trajese de los Paises dichos. Los Colonos que por
el presente contrato arribasen d la Republica serán exentos del servicio activo militar.
Su concurrencia y ventajas que ha de producir á este estado la adopción de este
proyecto, no puede desconocer un Gobierno ilustrado y Paternal me asiste, pues la
esperanza, de que VExcelencia lo considerará digno de su suprema aprobaci6n, sin
necesidad de entrar por mi parte en el analisis de las cualidades que le recomiendan.
Por lo tanto A VExcelencia Suplico que habiendome por presentado con la propues-ta
precedente, se Gwa dictar lo que estime de justicia.=
SmuelF.Lafone=-----------------------------------------------
~ e c ~ ~ .
Montevideo Junio trece de mil ochochentos treinta y siete= Apruebase la pro-puesta
que hace Don Sarnuel Lafone con las modificaciones siguientes. Primera: Que
se conciderará el buque fondeado hasta que la Policia sanitaria del Puerto le dé entra-da;
y mientras no llegare este caso, la manutención de los Colonos, y demas gastos
que ocacionaren será de cuenta del empresario; segunda que cada uno de los buques
colonos procedentes de los puertos del continente de Europa, no podrá en ciase de
pasageros sino en proporcion de uno y tres cuartos indibiduos por toneladas y en la
de dos, los que vengan de Islas Canarias, y demas adyacentes al continente de Africa;
Tercera, que no serán de recivo para el Gobiemo los nifios de pecho, ni los hombres
que excedan de la edad de sesenta y cinco años, á no ser que vengan como cabezas de
familia compuesta á lo menos de dos individuos utiles; ni los que padecieran habitual-mente
enfermedad fisica o moral que los inutilise para el trabajo de la industria y de
los artes; cuarta que el precio de las tierras de pastoreo á que se refiere el articulo
cuarto de la propuesta, adquiridas 6 que adquiriese el Sefior Lafone, será, no el de la
tasacion que conste escriturado como enfitenta, sino el que avaiue un Juri nombrado
en conformidad de la Ley de moderada composición, y con arreglo al articulo prime-ro
del decreto de catorce de Marzo de mil ochocientos treinta y cinco. Quinto que
solo por el tiempo de seis años se eximiran del servicio militar los Colonos que por
las Leyes del Pais estubiesen sugetos á hacerlo despues que hayan adquirido el dere-cho
de Ciudadania. Sexto. Que el salario que hayan de ganar los colonos que el Go-bierno
emplease para redimir su redito será convenido y arreglado entre el mismo
Gobierno y dichos Colonos; vajo de estas condiciones y conformidad del proponente,
tomese razón en las Oficinas respectivas y llevese á escritura publica, entregandose
por la escribania correspondiente, testimonio de ella al interesado, y pasandose otra á
esta Secretaria para constancia = Rubrica del Excelentisirno Sefior Vice-Presidente =
Muiioz =
~ o t i ~ " .
El diez y siete notifiqué el antecedente Superior decreto á Don Samuel Lafone,
que expresó conformarse en un todo con lo que el cotiene; lo firma, y doy fé = Lafo-ne
=
Castillo =
Toma de razón.
Montevideo diez y siete de junio de mil ochocientos treinta y siete = Se tomd ra-z6n
en la Contaduria general =
M a n u e l R e i s s i g = - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Sigue la estra. N 67 / 837.
Lo relacionado é inserto, consta del expediente original de su tenor que con la
nota de este otorgamiento y vajo el numero del margen queda archivado en la Escri-bania
del Gobiemo y Hacienda de mi cargo, á que me remito, y de que certifico. Por
ALL. c ..-ea :A- P-L: 2- n-m c I T -r--- J- L
C I U l L V U I L L I V UUpIIVI UUUICIIIU U= U114 p L L G , y UUll OAlIlUG1 LAiUlIC UC id ULrd, Fñ>i
medio de la presente carta publica otorgan que han convenido, ajustado, pactado, y
contratado lo siguiente. =
La emigración ckmdestina CamriBs-Umg.y 48
1" Primero: el Gobiemo recivid en este puerto, y desembarcará de su cuenta,
despues que la Policfa Sanitaria de la entrada, todos los indibiduos artesanos y labra-dores
que, tanto de Europa, como de las Islas Canarias, haga Don Samuel Lafone ve-nir
á sus expensas, por el espacio de cinco años que desde esta fecha durará el presen-te
contrato.
2" Segundo: Los buques de Europa no traheran á su bordo sino 6 razon de uno
y tres cuartos indibiduos por tonelada, y dos los de Canarias e islas adyacentes al con-tinente
de Africa.
3" Tercero - Recibidos que sean dará el Gobiemo á Señor Lafone documento
que valga contra el Tesoro publico ochenta patacones por el pasage de cada uno de
los mayores de catorce años, y cuarenta por el de los que tengan menos de esta edad.
4' Cuarto. Los Colonos firmando á su llegada obligacion de pagar al Tesoro pu-blico
su pasage dentro de los primeros doce, diez y ocho y veinte y cuatro meses de
ella, con cuyo acto quedará el empresario fuera de toda responsabilidad, podrán aco-modarse
en donde mejor les combenga, con derecho, no obstante el Gobierno de
ocuparlos, antes que á otros, en su respectiva industria, abonandoles en tal razon lo
que este y eilos agustasen.
6" Sexto. Serán exceptuados del servicio activo militar los primeros seis aííos
contados desde que esten capaces de hacerlo.
7' Séptimo. La Tesoreria del estado admitirá los referidos documentos dados á
Seiíor Lafone por el pasage de los mencionados Colonos como dinero efectivo aplica-do
solo á redimir los terrenos del Egido, y las tierras de Estancia, 6 cualquier otra
propiedad publica que dicho empresario tenga 6 adquiriese á censo o enfitensis; pero
tasandole las de pastoreo, cuando pagare con aquellos, yuri formado segun la Ley ca-torce
de Mayo de mil ochocientos treinta y tres, que se expedir6 con sujecion al ar-ticulo
primero del decreto general de catorce de Mano de mil ochocientos treinta y
cmco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Con cuyos siete capitulo~m as latamente contenidos y especificados en el cuerpo
de este Escritura, el cual sirve para su explicación en las dudas, queda reducido este
contrato, á instrumento publico; por el cual prometen y se obligan ambos contratos a
cumplir puntual, exacta y respectivamente con lo estipulado en dichos anteriores ar-ticulo~
s, in que por ningun motivo ni pretesto puedan redamarlo ni contradecirlo en
manera alguna; y si lo hicieren quieren y consienten en que no se les oiga en juicio ni
fuera de el como á quien intenta acción y derecho que no le pertenece, y en que sea
visto por el mismo hecho haberlo aprobado y ratificado con mayores vinculos y fir-mezas;
aaacüencio fuerza a fuerza y contrato a contrato. A cuya estabiidad y cumph-miento
obligo Su Excelencia los bienes, muebles y raices del Estado habidos y por
haber, y el Señor Lafone de este vecindario y a quien conozco, los suyos presentes y
futuros segun derecho con poderio y surnision á justicias para que á su observancia
los compelan y apremien por todo rigor legal, via breve y ejecutiva como por senten-cia
difintiva de Juez competente pasada en anterioridad de cosa juzgada, consentida y
no apelada, sobre que renunciaron todas las Leyes y privilegios que pudieran favore-cerles
con ia enioma. En cuyo resrimonio firman, siendo resugos Zion San-tiago
Ferreyro y Don Narciso Tenon del Castillo, vecinos que conozco, de que doy
fe.= Carlos Anaya = Francisco Joaquin Mufioz = Samuel F. Lafone = Ante mi: Ma-nuel
del Castillo: Escribano de Gobierno y Hacienda.=- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Tonelada = Vale y no lo testado = que =
Paso ante mi en el Protocolo á mi cargo; á donde me refiero, de qué certifico; y
en el qué anoté la actual saca para Don Sarnuel Lafone, en estas siete hojas, todas con
mi rubrica, de cuyas las dos primeras son del sello cuarto.
Montevideo, Julio doce de mil ochocientos treinta y siete - - - - - - - - - - - - - - - - -
Museo Histórico Nacional. Uruguay. Libro 2570. S amc ~ e ~ ~ odnocc. ,4 .
DOCUMENTO 11
Lista de pasajeros y cuenta de lo que adeudan por ,su transporte en el
bergantín español Concordia, consignado a Juan María Pérez O
n
--
- m
O Cuenta de los pasajeros que ha llevado para Montevideo el Bergantín E
Concordia, su Cap." Dn Isidro y además en sociedad entre los SSreS E
2
Dn J uan Burone y D." Juan B.^ Vensano.- A saber: =E
3
Hombres e-y
MuchaS Niños Total Importe m
E
mujeres de fletes O
José Antonio Rodríguez
Feliz Alfonso
José Ortega
JosC Antonio Díaz
Mateo de Armas
Francisco Pefia
Juan Farias
?e& In!o.in y en.' Umz.i!ez
José del Sacramento Acosta
José Francisco Roque
José Pérez Sánchez
Vicente Hernández
José Acevedo
Julián Rodríguez
Pedro González
Andrés Chamorro
Simón de Febles
Ambrosio Quintero
José María Cabrera
José de Le6n
Marcial Delgado
Agusth Francisco de la C m
Pablo Alvarez
Manuel González
Juan Dámaso
Francisco González
Nicolás García
Antonio del Castillo
Francisco Rodríguez
Pedro Carvallo
Manuel González
Agusth González
Eugenia Alvarez
Antonia Dfaz Beiio
Marcial Pérez
Domingo Garin
Antonio Amarante
Antonio Hemández
Caridad Borges
Ignacio Trujillo
Pedro Y umero
María Antonia G6mez
Domingo García
Estevan Garcfa
Roque Farías
Domingo Guiilarna
Domingo Machín
Francisco Miguel Rodríguez
Cristóbal Pérez
Ignacio Pérez
Dámaso Toledo
Rám6n Sánchez
Agusth Rodríguez Timuro
Bemarda García
Salvador Xeraya y José Dorta
Domingo Hemández
José Melchor
Francisco de la Pefia
Francisco Rodríguez
Juana Gutiérrez y Domingo
Alberto
Antonio de León
Led.a Rodríguez y Ag."
Rodríguez
María Morales
Felipe Gómez
Juan F.'O Miranda y Gregorio
Cabrera
*D." Salvador Gal, Sebastián
Pérez, Miguel Rodriguez José Cruz, J." Maaín y Man.i Ger-mán
*D." Alonso Méndez y Vicente
U,,*,anl I Ic.Ii,Aa'IUc.L
*D." J." Manreza y Domingo
Alemán
*De cámara habiendo pagado
los 4 últimos anticipadamente
Santa C m de Tenerife 8 de Julio 1837
Juan B. ta Vensano
Contrato suscrito en Las Palmas de Gran Canaria entre emigrantes y agentes navieros, esti-pulando
las condiciones para el trasIado a Montevideo, Fototocopia del original en Documento
rv.
Hay un sello: /«SELLO 2'. 2 rs.ASABEL 21. P.L.G.D. DIOS Y LA CONST.
REYNA DE LAS ESPAI\IAS/AÑO DE 1838»/
En la Ciudad de las Palmas de Canaria á once de Mano de mil ochocientos
treinta y ocho: ante mi el Escribano publico por su Magestad del numero de esta Isla
abajo fumado y testigo que se expresaran comparecieron de una parte Dn Franm Rey
vecino y del comercio de ella, interesado en unión de Dn Ramon Paez C$ lo es del
Puerto de Cabras m Fuerteventura en la Corbeta Espafíola nombrada la Bella Julia,
su capitan Dn Juan José de Sosa, y de la otra Tomas de Leon de ese vecindario, á
quienes doi fe conosco y digeron: Que el citado Buque está proxirno ii hacer viaje a
Montevideo y hm contratado el pasage de Leon y su familia bajo las siguientes con-
Primera Que el citado Tomas de León lievará á su muger y sus hijos uno de
quince años, otro de trece, otro de once, otro de nueve, otro de siete y otro de tres
años; y de consiguiente se consideran el matrimonio como dos pasages, los dos hijos
de trece y quince años otros dos pasages, los dos de nueve á once años medio pasage
cada uno que hace uno; y los dos de tres y siete afios dos tercias partes de otro pasage
que razon de cien' patacones moneda de aquellos Paises hacen quinientos sesenta y
seis y dos tercios patacones cuya cantidad satisfará el Tomas de Leon desde el dia de
su llegada al citado Puerto de Montevideo, pudiendo compelersele a ello ante las au-toridades
y Jueces que deban conocer de esos negocios, y sin poder alegar ni admitir
de ninguna clase de excepcion ni excusa de que pretenda valerse para eludir el cum-
- plimiento inviolable de esta condición.= - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Segunda: Que el Dn Franco Rey se obliga á hacerlos conducir á cargo del mismo
Capitan como pasageros de bodega de esta Isla al citado Puerto de Montevideo dan-doles
buen trato y suministrandoles los viveres necesarios, portandoles del mejor
modo que pueda segun las circunstancias y comprometiendose á tener a bordo un
medicoparaNdardelasenfermedadesqueocuman=------------------------.
Tercera: Que el citado Tomas de Leon y su familia deberan tener su cama y
ropa de su uso con toda la limpieza que se necesita abordo para evitar enfermedades
Cuarta y ultima: Que si por cualquier evento hubiese de parte de las autoridades
alguna dificultad sobre el embarque de pasageros de la expedicion el presente contra-to
quedara sin efecto como sino se hubiese extendido sin que de parte á parte pueda
intentarse la menor reclama ni ninguna clase de indernnizacion. Por tanto al cumpli-miento
de esta escritura se obligan espresamente los contratantes con todos sus bie-nes
presentes y futuros, dan poder á las Justicias y Jueces competentes para que los
apremien á su observancia como por sentencia ejecutoriada renunciaron las leyes fue-ros
y derechos en su fa(v or y la que prohibe este general renunciacion.
Firma el Dn Franco Rey en union del Capitan por la parte que le comprende, no
haciendolo el Tomas de Leon pr qe rnanifesto no saber, a su ruego lo hizo un tgo.
siendolo presentes Dn Manuel Morera, Dn Geronimo Cardoso y Dn Rafael Tegera
vecinos de otra ciudad.= Franco Rey =Juan J. Soria = Como Tgo.= Rafael Tegeras =
Esta conforme esta copia con el instrumento de su razon qe ante mi pasó y qe
da escrito el papel de sello cuarto a que me refiero, en ft? de lo cual y de requerimento
de los otorgantes doi signo y firmo la presente en este del sello segundo dejandolo asi
anotado al margen de su anterior. Cm, Abril de mil ochoc.' treinta y ocho.- - - - - - - - .
En Testimonio [bgy nna níbtica] de verdad.
Sebastian Diaz Esc.*O
Los Escnos publicos del numero desta Isla que aquí firmamos, damos ft? que D."
Sebastian Diaz de quien parece autorizado el documento que antecede es asimismo
Ecno. publico deste propio numero xomo se titula, fiel, legal y de confianza y á sus
semejantes, siempre sele ha dado y dá entera fé credito tanto en Juicio como fuera de
él. Y para que conste donde convenga, damos la presente en esta Ciudad ~e a l ' d ela s
Palmas Isla de Gran Canaria á ocho de Abril de mil ochocientos treinta y ocho =
Nicolás Antonio de Troya. Escno. Pco.
Francisco Cabrera. Escno. Pco.
Francisco Quesada. Escno. Pco.
Archivo General de la Nación. Umguay. Fondo Arcáivos Parficulares, ]luan Maria Pe're~ Caja
136, c a p t a 7
La emigra& clandestina Cunar14s-Uruguay 56
DOCUMENTO V
Contrato suscrito en el Puerto de Arrecife de Lanzarote entre emigrantes y el agente navie-ro
D. Florencio Arata, estipulando las condiciones para el traslado a Montevideo. Fotocopia del
original en Documento 6.
Hay un selío: /«sello 4": 40 M'»/ dSAB. 21 P.L.G.D. DIOS Y LA CONST.
REYNA DE LAS ESP. 1841)) / ((ANO DE 1841)) /
En el Puerto principal de Arrecife Isla de Lmzarote una de las Canarias a once
de Marzo de mil ochocS cuarenta y uno: ante los tgos que se designarán yo Benito
Reyes vecino del lugar de Maguez jurisdicción de Haria en esta Isla por la presente
me obligo á satisfacer y pagar a Dn Florencio Arata de esta vecindad por el flete de
mi persona y el di mi rnuger Maria del Rosario Gonzales y manutencion de los dos
ciento y ochenta pesos de America, cuya cantidad le satisfaré llegados que seamos á
America y al puerto de nuestro destino y al exivo si lo reusare consiento se me apre-mie
por todo vigor de dro. ha que lo haga; pero si por algun accidente no piidiesemos
verificarlo ó no presentase persona de la satisfaccion de Dn Florencio ó de la que ten-go
interds en la expedicion que se constituya pagador al contado de la espresada can-tidad
me obiiy á que no me separase ni :o hara mi muger de los interesados en la es-pedicion
pudiendo estos contratar el trabajo de Ambos y obiigacion á que deve aten-
der la muger con algun propietario de aque Pais que avone y exiva los ciento y
ochenta pesos de America que dejo dicho adeudar al Dn Florencio Arata, en cuyo
trabajo subsistiré yo y mi muger hasta que tengamos pago la cantidad espresada y al-guna
otra que se nos supla para nuestras necesidades y urgencias si exigir del Propie-tario
mas que y6 cinco pesos mensuales por mi trabajo y jornal y nigun jornal mi mu-ger
la manutencion de los dos que será carne fresca 6 legumbres, verduras, gofio, fa-rina
6 galletas y la muger la precisa obigacion de subsistir en mi compania, hacerla
comida y por separado los trabajos interiores de la casa; con lo que cumpliremos inte-rin
el propietario no este realmte reintegrado de las cantidades que exiva á cuyo cum-plimtO
nos obligamos en toda forma de dto; y nos obligamos tambien á que se alguno
de los dos falleciese sin haber satisfecho integramente la parte de su fletamtO y canti-dades
que hubiese percibido para sus urgencias el que superviva de los dos satisfará
en numerario 6 con su trabajo lo que el difunto quedase adeudando por las dos razo-nes
espresadas sin poder oponerse al cumplimtO de todo lo cual nos hacemos respon-sables
y al fin otorgamos contrato ejecutivo en toda forma de derecho, y a la seguri-dad
y fmeza nos obligamos con nuestras personas y bienes muebles y raises habidos
y por haber, y para que nos hagan cumplir en todas sus partes con el tenor de este
documento damos nuestro poder y nos sometemos á los Jueses y Justicias de Policia,
y particularmente á la Intendencia de nuestro fuero, y á las dernas que puedan cono-cer
de nuestras personas y bienes que nos apremien á su observancia y cumpiimiento
como si fuese sentencia djfinitiva de Jues competente contra cada uno de nosotros
dada, consentida y no apelada, que por tal la recivo y renuncio las leyes de mi favor
con la general en forma. En testimonio de lo cual asi lo decimos y otorgamos no fir-mamos
por no saber á nuestro ruego lo hacen uno de los testigos presenciales que lo
son Dn Pedro Vidal, Antonio Perez y Felipe Rodriguez de esta vecindad Haria y la
Villa Capital.
Como tgo. y á ruego
Pedro Vidal [by una níbrica]
[bay un s@o]
Y6 Domingo Cancio Esno. plo por S. M. y uno de los del numero de este parti-do
Judicial de Teguice doy fé haber presenciado el otorgamento de este documento y
en fe de ello lo signo y firmo el mismo &a de su fecha
n,-;,- ,-A--:,
Y U A & . . . L ~ " ;Y*'IUU
Esno p lo [bay una rdbrica].
Queda anotada aif 413 del libro respectivo y se les espidio la papeleta, Montevi-deo,
julio 5 de 1842
V;ma i/gib/e].
Archivo General de la Nación. Uruguay. Fondo Arcbivos PartmIares. Juan Maná Pérer, Cqa
.97 t 7 I , mpia ;.
DOCUMENTO VI1
Convenio celebrado entre Carlos Porro, contratante de colonos procedentes de Islas Cana-rias
y Juan María Pérez
Digo yo el abajo firmado Carlos Porro que por la presente me obligo a pagar al
Sr. Dn Juan Ma Perez cuatro pesos mensuales desde el presente hasta fin de Agosto
del corrte año por cta. del pasage desde Islas CanS á este Puerto de Da Manuela Gor-dillo
y su hijo Dn FanCO Suarez, y pasados estos seis meses, o entregare a esta familia
segun 12 he tomado de la Casa de Sor Perez, o me obligare nuevamte por la cantidad
que me exija este Sor, no quedando exento de este compromiso si esta fama se fuese
de mi casa 6 yo no pudiese presentarlos que entonces me obligo en toda forma á pa-gar
el total de sus pasages. Y a su cumplimto me obligo con mi persona y bienes pre-sentes
y futuros dando poder á las justicias competentes y especiaImfe á la Intenda de
Policia para que me apremie a su observancia siendo de mi cuenta todos los gastos
que demande su curnplimto. Y firmo la presente ante los testigos subscritos en Mon-tevideo
á 45 de Marzo de 1839. - - - - - - - - - - - - - -- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Testigo = Placido de Lara
Carlos Porro
Archivo General de la Nación. Uruguay. Fondo Arcbiuos PatiimIare~].lu an María Pérq Cuja
136, catpeta 7.
DOCUMENTO VlII
Convenio entre Roberto de las Carreras y Juan Montesdeoca, colono canario, para trabajar
tierras en medianerfa, con la obligación de pagar el pasaje a Juan María Pkrez.
Decimos nosotros D. Ramon de las Carreras deste vecindario y Juan Montes-deoca
pasag.O de la Corveta Espaiiola Bella Julia que por la presente nos obligamos
yo el primo á satisfacer al Sor. D." Juan Maria Perez la cantidad de doscientos cua-renta
pesos por el importe del pasage desde Islas CanS á este Puerto del dho. Juan
Montesdeoca y su fama á la que llevo á mi poder para proporcionarles terrenos á me-dias
de 10s productos: cuya cantidad he de pagar en esta forma: ochenta pesos á los
doce meses contados desde esta fha. ochenta á los diez y ocho meses y el resto á los
dos años de ¡a misma fha. y yo Juan Montesdeoca á no separarme con mi fama de los
terrenos del Sor. D. Ramon hasta no haberle satisfecho este desembolso, lo que debe-remos
hacer de la mitad que nos pertenezca de los productos segun las cosechas que
se recojan, obugandonos en codo caso á responder ai Sor. U. juan Maria Pera ciei
pasage de mi citada fama en el caso de que no tenga efecto este contrato. Asi mismo
me obligo yo el Carreras en pagar al Sor. D. Juan Maria á mas del premio correspon-diente
todos los gastos á que mi omision diere lugar. A cuyo cumplirntO ambos juntos
y cada uno por lo que asi toca nos obigamos con nuestras personas y bienes y damos
esta. Montevideo, Agosto catorce de mil ochocS treinta y ocho.
Ramon de las Carreras
Archivo General de la Nación. Uruguay. Fondo Archivos Particulares. Juan María P é q Caja
136, capta 6.
DOCUMENTO IX
Pieza similar a la descrita en el Documento 8.
Decimos nosotros D. Ramon de las Carreras de este vecindO y Manuel Rodri-guez
pasagero de la Corveta Espafiola Beila Julia que por la presente nos obligamos
yo el á satisfacer al Sor. D. Juan Maria Perez la cantidad de quinientos veinte
pesos por el importe del pasage desde Islas Cans a este Puerto del dicho Manuel Ro-driguez
y su fama á la que llevo á mi poder para proporcionarles terrenos á medias de
los productos: cuya cantidad he de pagar en esta forma: ciento setenta y cuatro pesos
a los doce meses contados desde esta fha, ciento setenta y tres a los diez y ocho meses
y el resto a los dos años de la misma ha, y yo Manuel Rodriguez á no separarme con
mi familia de los terrenos del Sor Ramon hasta no haberle satisfecho este desembol-m,
lo que deberemos hacer de la mitad qe nos pertenesca de los productos segun las
cosechas que se recojan, obligandonos en todo caso a responder al Sor D. Juan Maria
Perez del pasage de mi citada familia en caso de que no tenga efecto eSte contrato.
Asi mismo me obligo yo el Carreras en caso de no verificar dichos pagarnentos á los
plazos convenidos á pagar al Sor D. Juan Maria ademas del premio correspondte to-dos
los gastos á que mi omision diere lugar. Y cuyo cumplirntO ambos juntos y cada
uno por lo que a si toca nos obligamos con nuestras personas y bienes y damos esta.
Montevideo A p t o catorce de mil ochocS treinta y ocho.
Ramon de las Carreras
Archivo General de la Nación. Uruguay. Fondo Archivar Particulares. Juan Maná P t e Caja
136, capta 6.
DOCUMENTO X
Manifiesto de la goleta Fortuna, que conduda 236 pasajeros canarios
Manifiesto del Bergantin Goleta Espafíol la Fortuna del porte noventa y cuatro
toneladas de la Matricula de Santa Cruz de Tenenfe perteneciente á D. Francisco Ma.
de León con diez y seis tripulantes incluido el Capitan, procedente de Santa Cruz de
Tenerife con destino á Montevideo con la carga siguiente . . . . . . . . . . . . A SABER.
236 Doscientos treinta y seis pasageros
Lo dernas; viveres, aguada y lastre.
Rancho que sobró
20 veinte qint.s galleta
50 cincuenta de gofio
10 diez de arroz
8 ocho qq.s de frijoles
3 tres qq.s lentejas
3 tres qq.s masas
3 tres qo,S garbanzos
1 1/2 uno y med.O sal
1/2 medio qq.' quesos
3 barriles carne salada
4 cuatro barriles vinagre
1 uno barril vino
16 diez y seis botijas aceyte
12 doce qq.s papas.
M0nt.O 27 de Abril de 1838 = Lorenzo Ruiz
Archivo General de la Nación. Uruguay. Fondo Archivos PatticuIares. Juan Manú Péq Caja
13 6, catpeta 6.