EL OBISPO TAVIRA EN CANARIAS
1791-1796
JOSÉ ANTONIOI NFANTFELSO RIDO,o bispo de Canarias
El siglo XVIII en Canarias cuenta con una avanzadilla de ilustrados.
Se trata de un grupo representativo de las nuevas corrientes culturales
y científicas, impulsado por los mejores sentimientos de reforma y pro-greso.
Es una élite formidable, eje de la sociedad canaria. Se podría
resumir su influencia respecto a la vida del ArchipiClago con estas pa-labras:
sus miembros fueron el espíritu crítico de aquellos momentos,
conciencia renovadora de todas las posibilidades abiertas y latentes;
hasta llegar a la proyección de un auténtico programa de desarrollo a
todos los niveles. Miraban a sus idas, pero sin perder de ojo a la Ad-ministración
y a los nuevos compromisos sociales y políticos que anun-ciaban
las nubes sobre la Corte de Madrid. Actuaban, al fin, en cl
meollo de los problemas, en las raíces, en las galerías subterráneas de
la historia canaria lo mismo que a la luz pública, en púlpitos, infor-mes
y memoriales, cátedras y hasta en papeles satíricos.
Y no sólo llegaban sus voces a los puntos neurálgicos de la Monar-quía,
sino que esa élite, con espíritu de grupo y por su propio valer
-sin olvidar las inevitabies intrigas y tirones de levita- ha merecido
por parte de Demerson el mote de honorable «maffia», por la facilidad
con que alcanzaban puestos de indiscutible influencia; hacían
«...gracias a sus méritos -escribe Demerson- brillantes carreras en
la Administraci6n, Ia Iglesia, las Letras y el Derecho, así como en las Mili-cias
» '.
Su caldo de cultivo apropiado eran los pequeños parnasos, claustros
conventuales, sacristías y tertulias, estas últimas de las más concurridas
por un público selecto e inquieto, donde no faltaban distinguidas damas.
El lanzaroteño Clavijo y Fajardo -además de ridiculizar las garambai-nas
de las tertulias madrileñas, llega a decir: «Esta tertulia fue la Es-i
. GLUKUS Ü ~ N ~ K S U Nu.ü n Sanarien "eiaire": 3. Esranisiao de Lugo (ií753-i833p,
Melanges a la memoire de lean Sarrailh, t. 1, París, p. 312.
cuela donde aprendí en seis meses más de lo que me habrían enseñado
en diez años en la Universidad» '. tsatirizaba? Al menos tenemos un
testimonio fidedigno, defensor de estos cenáculos culturales, Viera y
Clavijo, que escribiendo al marqués de Villanueva del Prado le dice:
a , . . caeteris partibus ha civilizado más la tertulia a nuestras islas que
todos los nuevos desengañados de Madrid a la Península. Item, que somos
más universales» 3.
Con motivo de la expulsión de los jezuítas de España, se puso en
movimiento la fuerte reacción en pro de la enseñanza, palanca a los
ojos de los ilustrados -como se sabe- capaz de remover el mundo de
la ignorancia. A tal efecto, el Cabildo Catedralicio de Canarias, el 27 de
abril de 1767, acuerda dirigirse al Rey pidiendo el colegio de Las Pal-mas
para Seminario4. Por su parte, el Ayuntamiento de La Laguna,
el 9 de mayo del mismo año, eleva a la Corte un memorial semejante
para establecer en el antiguo colegio de los religiosos expulros unas
cáredras de Filosofía ivtocierna, Maremáricas y Seulugía 5. Los tráliiites
a que dieron lugar ambas instancias no tuvieron éxito por diversas ra-zones,
entre otras, por la visión pesimista del obispo de entonces, don
Francisco Javier DeIgado y Venegas. Le oprimía el corazón el ana1f~-
betismo, la urgencia de escuelas, y creyó un deber cubrir esta necc-sidad
antes de levantar el vuelo por las cátedras universitarias. Hubo
que esperar al pontificado siguiente, que llevará a cabo un verdadero
despegue de proyectos y realidades a impulso de la mitra de Canarias.
En ese momento histórico, la Iglesia en Canarias lleva a menudo
la iniciativa, está a la cabeza de las «luces» y cumple un papel refor-mista,
de promoción y avance, indiscutible en todos los puntos vitales
del Archipiélago. Esto sucede especialmente en la segunda mitad de
dicha centuria, cuando ocupan la Sede tres obispos que encarnaban
todo lo que bullía en esas fechas en los ambientes universitarios, socia-les
y eclesiásticos de España: el franciscano Fray Juan Bautista Cervera
(1769-1777), el cisterciense Fray Joaquín Herrera de la Bárcena (1779-
1783), y el Prior de Uclés y Capellán de S. M., don Antonio Tavira y
Almazán ( 1791-1796). El paso de estos pastores ha quedado impreso de
tal manera que es imposible tocar un tema relacionado con la fe, la
2. JosÉ CLAVIJOY FAIARDOE: l Pensador Marritense. Discursos críticos, t. 11, Pen-samiento
XVII, De las Tertulias, pp. 54 y 76.
3. VicroR MORALELSE ZCASIO<:L a Ilustración en Canarias., Anuario de Estudios ArIún-rices,
núm. 11, iBr? !%S, p. !!O, citando el «Archivo Rodriguez Moure~.
4. Libro de Actas Capitulares, año 1767. Catedral de Las Palmas.
5 . Acusrfx MILLARETS ORRES:A nales de las Islas Canarias, t. VI , 1750-1799, fol. 70v.
vida, el arte, la industria o la cultura de estas islas sin que aparezcm
dichos prelados como apoyo, promotores, baluartes o pioneros que
abrían camino en dicha centuria.
Entre estos obispos, de visión y tenacidad singulares, tenemos que
distinguir a Fray Juan Bautista Cervera. Además de recorrer el Archi-piélago
hasta donde le fue posible, conoció, bien por sí o por los Visi-tadores
que le acompañaban para acceder a los lugares aás lejanos, todo
lo que de atraso y esperanzas suponían las islas. Su ojo certero descu-brió
donde estaban los espíritus renovadores y se rodeó de un equipo
con el que le fue posible poner en marcha sus ideas ilustradas, las as-piraciones
vanguardistas de sus colaboradores y las disposiciones reales,
venidas a impulsar la promoción del campo y de los pueblos. A él se
debe la erección de la Real Sociedad Económica de Amigos del País,
dada a luz en uno de los salones de Palacio, el día 5 de febrero de 1776.
Las Constituciones fueron aprobadas por Carlos 111 el día 17 de no-viembre
de 1777.
Del mismo modo. Cervera construyó las nuevas instalaciones del
hospital de San Martín, en Las Palmas; presentó uno de los mejores
proyectos de establecimiento de familias y roturación de nuevos cultivos
en los eriales del sur de Gran Canaria, contando con dinero de la Mi-tra.
Si este sueño se hubiese realizado hubiéramos conocido el resurgir
de ese extremo de la isla con un despliegue agrícola, pecuario e indus-trial
tal vez sin precedentes en el Archipiélago. Por último, a él se le
debe la erección del Seminario Conciliar, ayudado por el Cabildo cate
dralicio, clérigos y gran parte de canarios, lanzados a la idea de un
centro cultural del mayor nivel posible en el área universitaria.
Trasladado a Cádiz, le sucedió Fray Joaquín de Herrera de la Bár-cena,
cisterciense, culto y puesto al día en las trincheras más avanzadas
del campo teológico. Fue realmente quien remoldeó el Seminario, con la
especial ayuda de su Secretario, don Antonio Torres, lince y conocedor
de todo lo que bullía en universidades, imprentas, librerías y catálogos
de las obras extranjeras más conflictivas. El claustro de profesores --en
línea con esta directriz- tuvo la constante vigilancia de la Inquisición
y sus luchas, con rebotes en las alturas. Herrera llevó la Mitra con estilo
monacal, pero no minimizó en abcoluto su sello de gran pastor que en-tre
grandes dificultades -de fuera y de dentro- visitó todas las islas,
aunque, como solían muchos obispos, circunscribiéndose a los puntas
centrales y accesibles. Concluyó una tarea que merece la pena sea es-tudiada,
pues reorganizó la Administración de Justicia en su Diócesis,
disponiendo cuanto este difícil campo necesitaba bajo el título: «Erec-ción
y Ordenanzas de la Audiencia Pública del Obispado de Canarias,
formada por el Yllmo. y Rmo. S. D. F. Joachim de Herrera, Obispo de
estas Yslas. Año de MDCCLXXXn 6; además de otras actividades en el
orden espiritual y magisterial, ya que escribió un notable número Je
Cartas Pastorales.
De los tres, sin embargo, el que alcanza rango nacional y pasa a la
historia española con fama es Tavira. Personaje admirado y querido
por la mayoría de sus contemporáneos, discutido por otros, y a parti:
del siglo XIX, bajo la reacción absolutista y el integrismo eclesiástico,
tachado de hereje y a un paso del cisma. Hasta hace poco, ése era el
eco suscitado de ordinario por su nombre, sin que hubiera una inves-tigación
paciente para sacar a la luz su verdadero retrato. No era para
menos. Fue puesto por Menéndez y Pelayo en su galería de heterodoxos
españoles con esta etiqueta: «Tenido por corifeo del partido jansenists
en España, hombre de muchas letras, aún profanas, y de ingenio ame-no;
predicador elocuente, académico, sacerdote ilustrado y filósofo,
como antes se decía, muy amigo de hleléndez.. . y muy amigo también
de los franceses, hasta afrancesarse durante la guerra de la Independen-cia,
logrando así que ei generai Thi'baut, gobernador y tirano de Sü-lamanca,
le llamase el Fenelon español 7.
Con todo respeto para tan insigne figura de las letras españolas,
tengo que subsanar una grave inexactitud histórica al referirse a Tavirñ.
Y es que no fue afrancesado, no pudo serlo, por la sencilla razón dr
que muere el 7 de enero de 1807 en la Sede de Salamanca. Aún faltaba
más de un año para la guerra de la Independencia.
Tampoco estimamos justa la censura sobre la actitud de Tavira
ante el problema de las dispensas de impedimentos matrimoniales -sin
acudir a Roma- que algunos obispos españoles defendieron como fa-cultades
propias, muerto e1 Papa Pío VI, prisionero de los franceses.
Tavira, celoso defensor de la jurisdicción episcopal, defendió tal vi-gencia,
como si el episcopado recuperase algo suyo. Para conocer a
fondo este delicado tema hace falta un estudio serio teológico a la vez
de la disciplina e historia de la Iglesia '. Cuando Menéndez y Pelayo
considera el transfondo de lo que se llamó postura «cismática» de los
obispos implicados en el problema, no retribuyó el justo mérito que
pedía su profunda espiritualidad, ni su gran amor a Ia Iglesia. Es más,
todo lo sentencia con estas palabras: «En el mismo Catecismo, o en
6. Obra manuscrita conservada en la biblioteca episcopal de Palacio.
7. MARCELINMOE N É K D ~ Y PUAYO:H istoria de los heterodoxos españoles, t. V , Ma-drid,
1947, pp. 209-210.
8. A este resp-r*~e s m q i ~ p n r *m?ceo nslukar !a ohra del Pmne LUIS SIERRAS. . J.:
La reacción del Episcopado Espaiiol ante los decretos de Matrimonios del Ministro Ur-yuijo
de 1799 a 1813, Bilbao, 1964.
otros peores, había aprendido el famoso obispo de Salamanca ..., don
Antonio Tavira y Almazán» @.
En cuanto al afrancesamiento, don Marcelino debía referirse - c o n -
fundiendo fechas y acontecimientos- a una carta pastoral que Tavira
dirige a los fieles el 4 de junio de 1801. El motivo de esta pastoral
fue caImar los ánimos de los salmantinos ante ciertos incidentes ocu-rridos
al paso de las tropas francesas camino de Portugal. Tavira, entre
otras cosas, pide respeto y comprensión para los franceses, cualesquie-ra
que fuesen sus ideas; porque así lo pide la caridad: «el idólatra,
el mahometano, el herege -exclama Tavira- todos son nuestros
acreedores» lo. Reconoce el mérito de Napoleón, sin duda por la espe-ranza
que suponía para el triunfo de las nuevas ideas. ¿Qué hubiera
sucedido si llega a vivir cuando estalla el 2 de mayo? ¿Se hubiera
afrancesado? Creo que no; haría lo mismo que su gran amigo Jovelld-nos,
que prefirió al pueblo y a la Monarquía española -aun conociendo
la situación denigrante que mostraba ante el mundo- antes que a1
invasor 'l.
Además, sin una adecuada investigación no puede lanzarse a Ia
posteridad el calificativo de «jansenista», con el que siempre se le ha
conocido. Es necesario saber hasta dónde comulgó con el jansenismo
y si realmente su vendaval reformista era el programa de este aconteci-miento
y fenómeno religioso del siglo XVIII. Se repiten anécdotas, se
recurre más a la memoria que al documento, y así, entre otras curiosi-dades,
es raro no unir a Tavira con las actividades de la Condesa de
Montijo, y las famosas tertulias de su casa, conciliábulos de reformas
y tráfico de libros clandestinos: «El principal foco -según Menéndez
y PeIayo- de lo que se llamaba «jansenismo» 12.
Por otro lado, sepamos desconfiar de las palabras que se ponen en
circulación en un momento concreto para discriminar a los que no pien-san
lo mismo que nosotros, o para deslindar a los ciudadanos en dos
colores, o, en fin, para utilizarla como una palanca o una bayoneta. Esto
sucedió con el término «jan:enista» a fines del siglo XVIII en la socie-dad
española. Mr. Alquiler, embajador de Francia en Madrid hasta e1
mes de enero de 1800, crítico sagaz de la corte de Carlos IV, aporta un
valioso tegimonio a este respecto. Con los ojos bien abiertos, y aún más
9. MARCELINMOE NÉNDEYZ PELAYOo: b. cit, p. 209.
10. ANTONIOT AVIRAY ALMAZANP:a s10ral .del Zlusrrisimo Seiior Don Antonio Tavira
y Almazán, Obispo de Salamanca, del Consejo de S. M., etc., a todos los fieles de su
Diócesis, Madrid, MDCCCI. en la imprenta de la Vda. de Ibarra, p. 10.
11. JULÚIN MARIASL:O S espaiioles, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1966, p. 63 !.La
inocencia tentada>).
12. MARCELINMOE N~KDYE ZP ELAYOo:b . cit., p. 215.
los oídos, capta el sentido de aquel calificativo, talismán para destruir
la buena fama, para atacar mientras y provocar crisis de ministerios:
«JanseniSta d i c e el embajador- es la palabra de que se servían para
influir en el Rey. Este tenía la convicción de que Urquijo era jansenista,
e incluso jefe de una secta; y hoy día se aplica este nombre a quien va a
ser destituido o cuyo lugar se quiere ocupar* 13.
Si este «estigma» marcó a Tavira durante tanto tiempo, era lógico
que dejase en esta Diócesis de Canarias una estela de desprestigio e
impopularidad. Cuando el egregio e inolvidable doctor Pildain, gran
obispo -a quien me cupo la honra de suceder- celebró el centenario
de Monseñor Codina -prelado de esta Diócesis en el siglo pasado-exaltó
como glorioso el epiccopologio canario; pero señaló en este tiem-po
sidéreo del refulgente catálogo, una ruptura escalofriante:
«Y el episcopologio de esta Diócesis ... experimentó un lamentable eclip-se
en el pontificado del tristemente famoso don Antonio Tavira ... Sin gran
a"$.,.?.-"- d.?. :..."-:..-,.:A- ..-AL:" A"..-.- ,....?.+..- ,...l."l d- ,.,.Ll -..-a- 11 ---.. CDLUCIL~V uc uuo++~auwu ~ V U C L J ULLVJ L U L L I L ~ c n v a k ur ~ u a i puiuc urgar ii
ser el estado ideológico y moral de una Diócesis en cuya sede episcopal se
haile un hombre que sea miembro activo de un partido que tiene, como
dos de sus procederes capitales, el de independizar, en cuanto sea viable,
a las diócesis, de la influencia de la Sede Apostólica ... y el de alejar asi-mismo
en la práctica, a los fieles de la recepción de los Santos Sacramentos
de la Confesión y de la Eucaristía» 14.
Sólo la investigación, el desprenderse de nuestras preferencias, de
nuestro lugar concreto, de nuestras ideologías, puede lograrse lo que
decía Fenelon: «El buen historiador no es de ninguna época ni de
ningún país». Ver con la luz de la verdad las cosas y los hombres, sin
temor a lo cierto ni acudir a lo dudoso con ánimo de que parezca en
el tablero de los valores la confusión con lo falso.
Sin embargo, la documentación sobre Tavira se va aireando ya, sa-liendo
del ovido de los legajos con estampa diferente. Hoy contamos
con una tesis sobre su persona y su obra, debida al profesor francés
Joel Saugnieux 15. Pero aún queda un aspecto en su mayor parte iné-dito,
y es el de su poEtific2& en Canarils. E! 2utgy &&cr si
cinco años de intensa vida pastoral dos breves capítulos: e? VI, bajo
13. HASS ROGER MADOL: Godoy. El fin de la vieja España. El primer dictador de
nuestro tiempo, Revista de Occidente, Madrid, 1935, p. 107.
14. AYTONIO PILDAINY ZAPIX~NeO: raci6n Fúnebre en el primer centenario de la
muerte del Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Buenaventura Codina, Obispo que fue de esta
niAceci<,\, A - - Bn!o?in Oficio! do! Ohicpnoio /ip C'mmrinc, XCVIII, enero, 198, 1-2.
15. JOELS AUGNIEUUXn: Prélat Eclaire: Don Antonio Tavira y Almazán (1737-1807).
Université de Toulouse, 1970.
el título «L'Evéque de Canaries (1791-1796). 1, L'Activité Intellectua-
He», y el VII, «II, L'Activité Pastorale». Son cuarenta y siete páginas 16,
incapaces de recoger lo más significativo, lo más original, lo que supuso
todo su programa de iniciativas y realizaciones pastorales que, en las
sucesivas diócesis que rigió -0sma y Salamanca-, no tuvo la ven-tura
de darles cumplimiento. Su quebrantada salud, los cambios en la
política española, los reflujos de la reacción y el progreso, unido a los
acontecimientos de Europa, endurecieron cada vez más los ánimos de
unos y otros, hasta verse obispos, como Tavira, reducidos a un silencio
que los desmoronaron en un momento que tanta falta hacía su voz y
su presencia.
Joel Saugnieux nos presenta la globalidad de la biografía, que es-taba
haciendo falta, de este gran prelado español. Lo hace con acierto
y buen sentido crítico, con verdadero cariño al personaje y un notable
acopio de aparato crítico. Es, en definitiva, un eztudio digno, sensato
y al que hay que recurrir cuando se trate de Tavira. La evidente laguna
que suponen los años en las Islas Canarias, que el propio Joel tiene en
cuenta, parece responder a las dificultades que encontró, según nos
cuenta en una nota a pie de página: «car des archives aussi importantes
que celle de la cathedrale ou celles du Palais Episcopal de Las Palmas
sont dans un état de gran abandon et no sont placé sous la responsa-bilité
de personne» 17. Sin ocultar las deficiencias reseñadas por Joel,
ni entretenerme en hacer un pliego de descargo, tengo que decir que
hace tiempo se viene ordenando con penuria de medios económicos
-entre otras cosas- el fondo documental de la Iglesia diocesana. Pero
la labor pastoral de Tavira no está encerrada en esos archivos; lo he
experimentado personalmente: he consultado archivos parroquiales,
otros de familias particulares, el Archivo Histórico Nacional, el Archivo
Secreto del Vaticano, el del Ministerio de Asuntos Exteriores de España,
la Biblioteca Colombina (Sevilla), libros de Mandatos conservados en
las colecturías parroquiales del Archipiélago, la documentación de la
Real Sociedad Económica de Amigos del País de la Laguna, y de uri
modo decisivo el Museo Canario de Las Palmas, y otras muchas aporta-ciones
de sacerdotes y seglares que me han prestado una ayuda inesti-rnahle
Nilectrn A htwn amigo -AA-- J&l p& exp!~r2T tEmbi& este rice 2 ~ s ~ -
nal, y no pararse ante el desorden y abandono de los que intentó ser-virse.
La ingente obra de Tavira en Canarias está pidiendo una explo-ración
a fondo sobre documentos aún inéditos, y sobre algo decisivo:
su verdadera línea teológica, las fuentes de su pensamiento, de su idea-
16. Ibídem, pp. 101-149.
17. Ibídem, p. 103, nota 8.
rio, y de las líneas maestras de su pastoral. Precisamente, mi mode~ta
aportación -mi futura obra sobre Tavira- quiere ser una llamada
sobre este lustro apasionante de la Iglesia y de la misma historia de
Canarias.
El nombramiento de Tavira para Canarias causó gran extrañeza a
todos los que le conocían y auguraban verlo al frente de una Diócesis.
m lanta era la estima en que se le tenía y el reconocimiento de sus m&
ritos y justa fama. En las declaraciones del proceso consistorial, abierto
en la Nunciatura, queda patente su pública aureola. Uno de los testi-gos,
don Pedro de Alcántara Fadrique, duque y señor de Híjar, llegó
a decir al Nuncio ante las preguntas sobre Tavira: «es sujeto digno de
poner las mayores Mitras del Reino» la. Y de hecho las había, y ya
vacantes, o a punto de ser transferidas a otros prelados, pues no faltaba
.u n. a continua promoción arquiepiscopal. Y así se comentó en los am- brentes y mentideros donde :e «editaba» ia gacetiiia diaria mas goiosa
que corría por salones, rondas y correderas.
Un eco de esa sorpresa, y hasta desconcierto, lo vemos recogido en
«El Libro de Recepciones» de los prelados de esta Diócesis:
«Ultimamente S. M. -dice el referido documento- se sirvió presen-tarlo
para el Obispado de stas Islas, y todos los que conocían los méritos
de nuestro Prelado, envidiaron nuestra suerte, en tanto grado que algunos
dixeron al Rey que merece otra silla más elevada, a lo que S. M. respondió
que 10 quería para la de Canaria>>Iy .
Se afirma que Carlos IV, aconsejado por los canarios residentes en
Madrid, de los que algunos ocupaban altos cargos o gozaban de puestos
de influencia, escogió a Tavira como el hombre indicado para poner
en funcionamiento la tan solicitada Universidad en el Archipiélago. Aun
siendo esto verdad, yo estimo que no fue móvil único por parte del
Monarca, ni siquiera la razón principal de este destino. Fuertes eran
las peticiones y memoriales llegados de las islas por todos los conCtuctos
-a-l -M .- o -n - -a -r- r-a - para q-e !as dotase de est~~diossu periores= Pero otros mti-chos
problemas pastorales requerían a un obispo de la talla de Tavira:
como la mejor reestructuración de parroquias y beneficios, dado el cre-cimiento
demográfico experimentado por entonces; reformar el progra-
18. Proceso Consistorial, 193, fol. 66 vto. Archivo Secreto del Vaticano.
19. iiL,b;~ de !as Kecepciones de !os S&" Pre!rd~s con !S memoria de 13s q ~ hea
tenido esta Sancta Yglesia de Canaria, 1650.. Pontificado de Tavira, fols. 38-39, Palacio
Episcopal.
ma académico y de estudios del Seminario Conciliar; echar nuevas líneas
a la catequesis, predicación, vida sacramentaria y litúrgica; así como
revisar la admin'stración de diezmos, aranceles y mayordomías, fuente
de continuas quejas, recelos y denuncias. No olvidemos la existencia de
un capítulo serio de pobreza -y hasta de hambre-, a cuyo remedio
habían de responder las instituciones eclesiásticas, las asociaciones de
caridad y los bolsillos episcopales. De otra parte, era patente la conti-nua
travesía de buques de todas las nacionalidades, así como la escalada
de extranjeros de diversas religiones que compartían gran parte del vi-vir
diario de muchos puntos de estas islas. A esto hay que añadir la
emigración y salida de familias hacia América. Todo un redoblamiento
de problemas morales que encaraban directamente al obispo. Esta re-vista
de una realidad, a veces desoladora, con horizontes de esperanzas,
con palabras de promesas y, sobre todo, con la firme entrega de hacer
que la Iglesia cumpliera el papel que el momento canario requería, mo-vió
el ,-í generoso de Tavira para esta empresa apostólica en el umbr~l
de América.
En cuanto a la erección de Ia Universidad puso todo su empeño, si
bien es cierto condicionado por los medios a su alcance, la configura-ción
de las siete islas, la encendida rivalidad de dos centros principales
-Gran Canaria y Tenerife-, los enfrentamiento de corporaciones v
otros cuerpos civiles y ecle$iá:ticos, e incluso de la misma gente de la
calle.
Hechas las diligencias oportunas, la Corte solicitó de Roma unas
letras apostólicas, necesario acceso a un título pontificio que se uniera
al regio que ya llevaba el proyectado centro universitario:
«Venidas, en efecto dhas Bulas -escribe don Sixto Román al Rey- se
sirvió V. M. de dar comisión al Rdo Obispo que fue de aquellas Islas,
Dn Antonio Tavira para que con su acreditada prudencia y notoria litera-tura
establecie-e la deseada Universidad, y pusiese corriente su enseñanza* 20.
Por fin llegaron a manos del obispo los documentos con que dar
vida a la Real y Pontificia Univer~idad que los papeles proclamaban:
«Quedo enterado por la carta de V. E. -escribe Tavira a Porlier-- y
copia del RI. Decreto que la acompaña, de que S. M. se ha servido resolver
la erección y dotación de Una Universidad literaria en la Ciudad de la La-guna.
.. y se han dado las correspondientes Orns al Consejo y Colector
General de Espoiios y Vacantes a fin de que se pongan a mi disposición
los caudales que S. M. ha concedido para costear lo material del edilicio y
parte de su dotación y asimismo deque S. M. se ha dignado fiar a mi direc-
20. Memorial de D. Sixto Román y Machado dirigido al Rp.y. Madrid, 31 de julio
de 1798. A. H. N., Consejos. legajo 5.493.
18 1
ción este delicado asunto, y la formación y arreglo de Estatutos y Plan
general de Estudios, para que desde luego pueda dedicarme a trabajar!os,
lo que executaré inmediatamente lleno de consuelo por el bien que resul-tará
a este Pays de una tan benéfica providencia des. M. no menos que de
temor de no poder corresponder conforme a mis deseos a tan honrosa con-fianza
» 21.
A pesar de la fidelidad con que acogía cualquier encargo del Rey
y la diligencia con que lo ejecutaba, en este caso la misión se le hizo
tan peliaguda como arco de iglesia. La génesis fue lenta a medida que
la realidad se iba tocando con las manos. De una parte, oía al Cabildo
catedralicio, los comentarios y discusiones de canónigos, frailes y clé-rigos,
y de otra recibía las consabidas presiones de los interesados de
uno y otro lado. Comprendió que dominaban dos centros de gravedad
-Universidad y Seminario- disputándose la atracción de la vida ca-naria.
Esto le hizo andar con pies de plomo, de manera que un estado
de cosas, a la vez tan violentas por las rivalidades entre Tenerife y Ca-narias,
o las corporaciones o cuerpos civiles y eclesiásticos de amb~s
islas, extremarm su prudencia y maduraron sus dccisicnts.
Tavira, a su vuelta de Fuerteventura y Lanzarote, donde acababa
de hacer la visita pastoral, escribe a la Corte dando cuenta de sus im-presiones
llenas de tri~tezay preocupación por la pobreza y el abandono
en que se hallaban estas islas, sin pretender justificarse por la lentitud
en el asunto de la Universidad. Sin embargo, Madrid urgía. Uno de los
más insistentes en volear al obispo era don Antonio Porlier 22, estrate-gicamente
situado en el miimo cuadro de mando, como quien dice, des-de
donde contesta a Tavira. Después de reconocer su inquietud por las
islas visitadas y animarle a que siga acudiendo a la Corte, pues la voz
de un obispo es siempre oída, se va directo al problema. Entre consejos
y ánimos, le deja caer ciertas intimidaciones, sin olvidar un alerta sobre
los sujetos desafectos a la ubicación de la Universidad en Tenerife, a los
que no debía oir para no hacerles el juego:
«He dexado concluido -le dice Porlier- el expedte del utilísimo esta-blesimto
de la Univd. Los de la Isla de Canaria la quisieran en ese Colegio
seminario, y si así se hiziera vendría a parar con el tpo en que ni Vmd. ni
-CT-IQ" C I T ~ P P E ~ T PtC~ nTlrímC ~mi n n r i n ni e! p&licn iJniuer~fd, como ha F U ~ P - u---- "VA-" ---A--+I._ --A-.A ^__^^_>
dido en la Ciudd de Caracas, donde después de una centina de pleitos, se
han destruido ambos Cuerpos, y por último vendrán a parar en una sepaia
ción, con que uno y otro quedarán debilitados ... Yo espero que teniendo
21. Carta de D. Antonio Tavira a D. Antonio Porlier, Marques de Bajamar. Canarias,
28 de julio de 1792. A. H. N., ibídem.
22. Pere iina senh!anza de P~r!ier, cfr. A~r r c7. r~M ~ r rm- sC A R L ~ :F n w y di una
bio-bibliografía de escritores naturales de las islas Canarias íiglos XVI, XVII y X V I I I ) ,
Madrid, 1932.
Vmd presente este grave inconvente y las demás ventajas que ofrece la Isla
de Tenerife, y Ciudd de la Laguna, con otras consideraciones, que se medi-taron
muy seriamk antes de que S. M. tomase aquella rerolución, persuada
a los de Canaria, a que se dexen de recursos, miren sólo por el bien público
de todas las Islas y no con sus pretenciones a desbaratar un pensamto ya
malisiado, y que por iguales motivos se ha hecho inverificable en más de
tres siglos de Conquista* 23.
La dura labor pastoral de Tavira recorriendo el Archipiélago, no
hizo disminuir lo más mínimo su diligencia por dar fin a la comisión
que se le había remitido y en la que el Rey no dejaba de ser asediado.
Desde la Laguna, a pocos meses ya de su partida para otra diócesis,
Osma, escribe al marqués de Villanueva del Prado, exponiéndole cuan-tas
diligencias había hecho y seguía en pro de la Universidad. Se tra-taba
ahora de los medios económicos, es decir, de «los caudales que
S. M. se sirvió destinar» a la erección de dicho centro, y se apresura
a nombrar tesorero interinamente, hasta que el Rey provea los cargos
que dicha Universidad lleve consig.3. a don Lope de la Guerra y Peña
q ~ eera a! mime tiempe tescrere de! C m d ~ d e R. zscab~e ! obispo,
además de la pericia, la ~eguridad en tan peligroso asunto monetario,
en el que las cuentas limpias y la confianza eran tan exigibles v tan
del estilo de Tavira. En la carta da sus razones y le toca en lo más
vivo a Villanueva del Prado, en su amor al bien público y en el empe-ño
que pone en ver hecha criatura palpitante la ansiada Universidad.
Estaban para cumplirse los cinco años de pontificado en Canarias:
e.. . debiendo procurar -explica Tavira- la mejor custodia de estos
caudales, se me ha ofrecido que podrían tenerla en la misma Arca donde
se guardan los del Consulado, y bajo de las mismas llaves, o en otra que
se coloque en la misma pieza^^.
Sin embargo, las fuerzas del obifpo se iban debilitando tras el pe-noso
itinerario de su Visita, que tuvo un cumplimiento exhaustivo,
desde la predicación a las confirmaciones, desde el examen de archivo
a la conservación de los templos y ermitas, a cada paso oyendo a los
sacerdotes, sacristanes y hasta monaguillos en particular, y buscando
para todo soIuciones pastorales. Las distancias, caminos colgados so-bre
precipicios, veredas y holladeros a lomo de caballerías, desoííando
las cumbres entre centellas de pedernales. Su corazón y su mente que-rían
resistir, pero su cuerpo dijo basta. Continuar una obra de la en-
23. Carta de D. Antonio Porlier a Tavira. Madrid, 29 de septiembre de 1972. Ar-chivo
Diocesano, Las Palmas.
24. Carta de Tavira al <Señor Magistrado de Villanueva del Pradon. La Laguna.
7 de enero de 1796. Borrador existente en el Archivo Diocesano.
vergadura de la proyectada Universidad, a base de prudencia, de paz
frente a tensiones y revueltas, hubiera sido del todo imposible para
un hombre que armonizaba la firmeza con la flexibilidad, la justicia
con la indulgencia; y sobre todo, no puede olvidarse su talento prác-tico,
su experiencia de Salaranca, su visión de los eztudios en España;
en fin. todo se le vino encima y cerró el último pliego con dignidad y
sentimiento.
La Laguna veía que la nave universitaria zozobraba a punto de
encallar, pues, además de la falta de salud del obispo, estaba su mar-cha
a Osma. Por ello, el Iagunero don Sixto Román, Diputado en Mn-drid
en representación de La Laguna, escribe al Rey solicitando con
premura la continuidad de1 ya largo expediente:
e . . . pero por los quebrantos de salud que le sobrevinieron d i c e don
Sixte- y por su promoción al Obispado Je Osma, no pudo ni tuvo tiempo
para executarlo; y de aquí ha resultado estar este importante negocio sus-penso
... siendo cada día más necesario y urgente el establecimiento de !a
Universidad, y tanto que el objeto de promoverlo es e1 pral encargo con
que el exponente ha pacado a esta Corte en calidad de Diputado» 25.
Esta y otras angustioras llamadas a1 corazón de Carlos IV se fue-ron
sucediendo. Y en todo el proceso, siempre quedó una sombra so-bre
Tavira, una duda: ¿pudo hacer algo más? ¿Estaba convencido de
Ias enormes dificultades que aumentaban a medida de los aconteci-mientos
políticos en marcha progresiva? Está por conocerse mejor
la verdadera postura de Tavira respecto de la Universidad de La La-guna.
Entre las opin;ones que han corrido sobre el malogrado fin de
!a comisión encomendada, es importante, a modo de ejemplo, escuchar
A don Francisco María de León en su «Historia de las Islas Cana-rias
»:
«Ocupaba por aquella sazón la mitra de Canaria -dice don Francisco-el
virtuoso y sabio prelado don Antonio Tavira y Almazán que, comisionado
para entender del asunto, tuvo a bien no adelantar paso en él hasta infor-mar
personalmente al ministro, cuando pasase a la Península.. . y si bien
entonces los canarios que ansiaban el establecimiento de la univer idad.
q&á en co"dUcta la de Ius riva!idades is!as dC
la influencia del Cabildo de Canarias. ahora que transcurrido tanto tiempo,
puede juzgarse de los hombres y de las cosas con otra madurez, ahora se
descubre que, conocedor el ceñor Tavira del estado y nulidad de las Ca-narias,
si bien consideró como no útil y desproporcionada una universidad
destinada solamente al estudio de las facultades llamadas mayores, é! quería,
y quería con razón, con sabiduría y con justicia, que en Canarias no se
25. Memorial de D. Sisto Román Machado, ob. cit.
184
planfeate sino un establecimiento proporcionado y correspondiente al estado
y necesidad de las islas, a las ideas de verdadera ilustración, y en suma
un establecimiento que, en concordancia con los adelantos de la ciencia de
aquel siglo, difiriese de la gótica conclusión de las universidades de Es-paña
» 28.
Sin dejar de valorar algunas de las apreciaciones que expone don
Francisco en esta parte de su hiztoria, estimo que Tavira llevó hasta
el último momento de su estancia en la Diócesis la firme resolución
de implantar una Universidad, redactar los Estatutos y componer el
plan completo de estudios. Sabemos cuánto hizo precisamente por el
Seminario para elevar su nivel en todos los sentidos. Es posible que
igual que hoy conocemos su Reglamento, forlralizado a última hora,
ya para partir hacia Osma 27, aparezcan un día los borradores de todo
lo que habría de ser la estructura universitaria proyectada para La
T,aguna. De hecho, tenemos un dato valioso e iluminador de esta fa-ceta
de su inquietud por los estudios y la constante promoción que
sobre ellos desplegaba. Regaló de su propia biblioteca una serie de
obras de gran interés para dotar a ía ansiada Universidad de La La-guna
'*. Lo que descubre su convicción del rango literario que estaba
en provecto. Podemos decir, hoy por hoy, que llegó hasta donde le
permitieron sus incansables trabajos pastorales, su salud y los múlti-ples
ob~táculos congénitos a un Archipiélago. donde la emulación tan-tas
veces frustra la mejor utopía.
Si no pudo cumplir esa misión, puede decirse que ello, aun siendo
tan importante, no disminuye 10 más mínimo el extraordinario valor
de sil tarea pastoral, punto clave en la historia diocesana. Canarias es
Dara Tavira el p r i ~ e rca mpo de acción, la oportunidad que le brinda la
vida para poner er, marcha todo lo que había pensado en su retiro
de Uclés. en su cátedra de Salamanca; todo lo que había predicado
ante el Rev v la nobleza, todo lo aue había leído y guardaba en .u
magnífica biblioteca: todo lo que había traspasado las fronteras, desde
Fr.la -r iua e Italia, err fin, rI ArchipiCIágu fue duíide gastó siis riiejores
energías en favor de una iglesia que pudo ser, una iglesia que por
26. FR~NCISMCOAR ~ADB LMN: Historia de las Islas Canarias, 1776-1868, Aula de Cul-tura
de Tenerife, 1966. pp. 144-145.
27. Jos6 ANTONIO INFANTEFLS ORIDOU:n Seminario de su siglo: entre la lnquisicidn
y las Luces, El Museo Canario. 1977, pp. 131-154.
28. MARCOS MART~NLZG . : La Biblioteca de la Universidad de La Laguna, Aula de
Cultura de Tenerife, 1969, pp. 6-7.
entonces perdimos. De aquí la importancia de este obispo y de este
Pontificado bajo la Ilustración en Canarias.
Sólo voy a exponer a grandes rasgos algunos aspectos, ya que es
imposible dar cuenta del trabajo de invest:gación bastante extenso
que llevo comenzado. Hay que tener en cuenta que si bien son dig-nas
de considerar sus realizaciones pastorales, mucho más lo es su
actitud, su postura ante la realidad de España y de la conflictividad
de las ideas, de cara a la fe y a la misma iglesia.
Antes de su llegada a la Diócesis ya había concebido un esquema
de su tarea pastoral. Dada su exquisita prudencia y talento práctico,
sin embargo, se impuso como condición previa conocer el terreno don-de
iba a desarrollar su misión de obispo. Se rodeó de colaboradores
prestigiosos, unos traídos por él, otros buscados en el clero y casas
religiosas del Archipiélago, hasta obtener un buen acopio de infor-mes.
No obstante, no era esto suficiente.
Las islas de por sí, con su farra de pobreza y abandono, configu-radas
con la génesis volcánica que las elevaba en montañas separadas
por abismos; una sede rodeada por el mar, ya era un dato que desbor-daba
cuanto hubiera pensado mirando el mapa de una diócesis de la
Península. Hay que añadir la distancia, el aislamiento, dominado todo
por un océano teatro de piratas y guerras, cita de múltides bandc-ras
y puente indiscutible para América. Todo, al pensarlo, interpelaba
su programa previsto.
A los pocos meses de su venida comenzó por presentar un boceto
señalando los puntos nucleares de su objetivo diocesano; es cierto que
no lo decía todo -bien lo sabía él-, pero lo consideraba suficiente
para indicar las líneas maestras de su pontificado. Ese boceto es cu
primera carta pastoral a los canarios. La primera y tal vez la única, al
menos que conozcamos; hasta el presente no poseemos ni borradores,
ni esquemas, ni copias manuscritas de otras posibles cartas pastorales
en Canarias. Sí existen decretos, órdenes, comunicados, abundante co-rrespondencia
y documentos de Curia.
En la mencionada carta pastoral -impresa en Tenerife-, fechada
el 15 de febrero de 1792, Tavira trata como obietivos primordial~s
los referentes al Clero, a la educación en la fe, y a la liturgia. Como
para la mayoría de los obispos de su tiempo, éstas eran las preocupa-ciones
más comunes, intentando resolverlas con los medios a su al-cance.
Todos coincidían en que era preferible un clero menos numero-so,
pero más preparado, ya que el modo como se desenvolvía dicho
estamente parecfa m~chas reces una ce!mena siempre movidu, a veces
crujiente y alborotada, entre rezadora y penitencial. Tavira llega a
decir «que la causa de todos los males en el estado eclesiástico es la
muchedumbre de los que entran en él» 29.
Con e1 fin de lograr la mejor preparación de los clérigos restaura
en la Diócesis las llamadas «Conferencias Morales» e introduce refor-mas
en el Seminario. La novedad de este obispo no consiste en la ins-tauración
de las «Conferencias» que ya funcionaban aunque con inter-mitencia~
y gran debilitamiento. Lo nuevo fue el temario, la orienta-ción
y las fuentes que les proporciona. Basta leer los enunciados de
las tesis teológicas y morales, cuestiones litúrgicas de las más avanza-das,
las novedades que corrían por todos los campos de la Iglesia,
surtento de dichas reuniones, para darse cuenta de que se trataba de
un planteamiento eclesial candente, de una apertura a la investigación,
y sobre todo de un afán de reformas para volver a una Iglesia lo más
parecida a la de sus comienzos, como quien necesita el asperge de un
agua pascual. La Inquisición, inquieta por las nuevas líneas que lle-vaba
el Seminario, la defensa de doctrinas sospecho~as en las «Confe-rencias~
y las continuas exposiciones sobre la física experimental, de-fendida
abiertamente en conventos y academias, hizo que surgiesen
conflictos e incluso se abriesen sumarias por el citado Tribunal3".
En cuanto al Seminario -aceptando en principio el esquema aca-démico
por el que ee regía-, pone su sello personal: robustece cl
cuadro de profesores, subraya la vertiente moderna en lo teológico,
marca la directriz de una moral cada vez más lejos de la casuística, in-troduce
modernos métodos pedagógicos -que como avance educativo
eran realidad en esta etapa del siglo XVIII-, aumenta con nuevos li-bros
el fondo de la biblioteca, da un paso adelante en la formación
espiritual y humana de los seminaristas, y como hecho decisivo para la
teología hay que yeñalar la creación de la cátedra de Sagrada Escri-tura.
Toda la inquietud reformista que hacía tiempo se respiraba en el
ambiente y que él había planteado en los distintos planes de estudios
que le encomendaran, como el que hizo a petición de Campomanes para
la Universidad de Salamanca 31, y las propias experiencias de sus años
de catedrático en esta Universidad, lo traslada, hasta donde le fue po-
&!e, a1 Seiliinarie de Cariarias. Para c!!~ redacta =E Re g ! a ~ e c t ~nYl-7 -. -
completa y perfecciona las Constituciones de Cervera -entonces to-
29. ANTONIOT AVIRAY ALMAZAN: Carta Pastoral, impresa, 15 de febrero de 1792, Ar-chivo
Diocesano.
30. Jose ANTONIOIN FANTEFSL ORIDO:U n Seminario de su siglo: entre la Inquisicirln y
las Luces, El Museo Canario, 1977, pp. 103-124.
31. *Copia de el plan, que para la reforma de la Universidad de Salamanca escriviG
el Dr. Tavira, por orden del Ilmo. Sor. Dn. Pedro Rodríguez Campomanes, Fiscal de
la Cámara. Madrid, a 28 de julio de 1767.. B. N. Ms., 20.245, núm. 43.
davía vigente-, pero sin la fortuna tal vez de que llegase a su apli-cacicn.
Porque cuando termina este importante documento ya está a
punto de salir para su nuevo destino, el obispado de Osma; de ma-nera
que lo firma, como si di jéra~os ,p isando ya el buque de su vuelta
a la Península 32. Sin embargo, hemos comprobado que muchas de las
disposiciones contenidas en el Reglamento fueron poniéndose en prác-tica
desde sus primeras visitas al Seminario. Y de lo que no hay duda
es de que e1 espíritu que quiso infundir a las nuevas generaciones de
clérigos intentó realizarlo con el Rector y claustro de profesores.
No se comprendería la labor pastoral de Tavira si no se conoce algo
de su formación y de su ideario. Era profundamente espiritual, toma
el hábito de Santiago, en cuya Orden es elegido Prior de Uclés. Su
~repareción básica era la de un auténtico humanista, bien formado en
lenguas clásicas, amante de la historia y de la arqueología, pero con
espíritu crítico, porque ie repugnaba todo io que oiiese a íabuia o
mito. aunque se tratase de vidas de iantos, a cuyo estilo eran tan da-dos
algunos historiadores y hagiógrafos.
Su línea teológica puede resumirse diciendo que es agustiniana cien
por cien; al rrismo tiempo, se enfrenta con los abusos de la escolástica,
pidiendo una profundización bíblica antes que perderse en las disqui-siciones
de escuela. Su convicción reformadora tiende a buscar por
todos los medios una vuelta a la Iglesia primitiva, un retornar a las
fuentes, para purificar a la Iglesia. Por ello hav esas concomitancias
con otros focos reformistas. como Pistova, o con perFonas como Ques-nel,
Pascal v, aunque de lejos. como el mismo Tansenio. La moral
no podía seguir en la casuíqtica, habiendo una fuente clara donde
beber: la Sagrada Escritura No tiene miedo a los libros, de los que
siempre pide muchos, tratándose de nuevos; tampoco le asusa la cien-ciz.
todo lo contrario, la investigación es necesaria para él, pues Ia
~rerdad se impone a las falsas creencias. Tiene una preocupación espe-cid
en Canarias ante la ipnorancia y la superstición. De aquí la insis-rencia
por es~imuiar a lo< clérigos a que iuchen contra estas lacras
que desvirtúan la fe.
Considero imprescindible hacer referencia -aunque sea mera vi-sión
global -a su biblioteca. Sin duda, puede considerarse entre las
mejores librerías privadas del siglo XVIII.
&onstituciones del Seminario. Reglamento de Tavira. 17 de enero de 1796.. Archivo
Srecretaría de Cámara, Obispado de Canarias.
188
Una vez que Tavira es designado obispo de Canarias -de presen-tación
de S. M.- y hecha aceptación del nombramiento, solicita se
haga solemne inventario de sus bienes como era norma, al entonces
Colector General de Espolios y Vacantes, don Pedro Joaquín de Mur-cia,
el día 1 de agosto de 1791. Hechos los trámites pertinentes, en
presencia del escribano de S. M. don Isidro González Rojo, se solem-nizó
el requerido inventario 33.
Para tasar y describir la librería fue designado como perito don
Juan de Esparza, «Mercader Librero en esta Corte», quien en varias
sesiones llevó a cabo el delicado encargo. Sobre tan importante biblio-teca
espero, con la gracia de Dios, publicar un trabajo, creo de inme-diata
aparición.
Después de una difícil prueba, he intentado identificar las obras
inventariadas, pero no siempre con fortuna, ya que las Actas reseñ,~-
das no suelen ser suficientes. Constaba de un total aproximado de más
de 900 títulos, sin incluir los «veinte y ocho Códices antiguos manus-critos
en vitela fina, casi todos en folio, y de obras estimables, y al-gunas
extremamente raras» 34. Había ediciones en diversas lenguas: en
latín -algunas bilingües, latín y griego- unas 413; en francés, 149;
en italiano, 48; el resto en castellano.
Las materias de que tratan son variables: Teología, Sagrada Escritu-ra,
Filosofía, Santos Padres, Liturgia, tratados de ascética y mística,
maestros de la vida espiritual, Concilios, Derecho Canónico, Lenguas en
su mayor parte clásicas, algunos de lenguas vivas; literatura, si bien está
apenas representada la del siglo XVIII, tanto española como extranjera;
de las ciencias hay un notable signo de su gusto y preparación acerca
de la arqueología, la historia y cuanto hace referencia a la antigüedad;
las publicaciones sobre los movimientos eclesiales y temas candentes
que traían y llevaban los teólogos, academias y Sínodos de los más
avanzados. Poseía una rica colección de ediciones del siglo XVI; abun-dante
bibliografía sobre exégesis y comentarios bíblicos. No faltan cu-riosidades
de interés práctico, así, por ejemplo, sobre el arte de en-señar
a hablar a los mudos, o el arte de la tintura, o del conocimiento
de los libros raros. Era en lo fundamental la biblioteca de un buen
hu~~iariisíad,e un rLe- u! li-u. gu- s- !oliViuJ -u , u3e- un convencido de que la Iglesia,
a través de los concilios había marcado una línea que el tiempo había
ido modificando hasta necesitar una reforma. A la vez, estimaba que
la Biblia tenía que ser más conocida y constituir la fuente del saber
33. ~Invrio de los Vienes Caudales y efectos pertens al Ilmo. Dn. Anto Tavira obispo
electo de Canarias y su Diócesis. Practicado en esta Ca de Madrid, y Aprovado por
1:i Colecturía Genl. de Espolis,. Lego 4.
34. Ibidem, fol. 128.
teológico y de la regla moral. Su fama de hombre «sabio y piadoso»
como tantas veces se repetía, tiene su reflejo indiscutible en esta gran
biblioteca.
Parte de este tesoro bibliográfico se encuentra en la biblioteca
actual del Seminario de Las Palmas, donde pacientemente y con la
ayuda de varios colaboradores, hemos conseguido localizar un buen
número de sus libros 35, que llevan la inscripción de haber sido rega-lados
por él. Pero esto no quiere decir que otros muchos que no lle-van
semejante nota no procedieran también de su biblioteca. Otra
porción de sus libros pasó por donación inter vivos, mediante escri-tura
pública, a la Universidad de La Laguna, en camino de su defini-tiva
creación 36.
Después de esta síntesis de las fuentes, aunque incompleta, que
sustentaron el pensamiento y el espíritu de Tavira, se comprende el
giro teológico y pastoral que plantea. No sólo es efecto de su estudio
y ~ e r i are flexión, sino también de su clara apertura a algo nuevo que
se respiraba en el ambiente.
En definitiva -como iey de toda reforma reiigiosa-, su actitud es
una respuesta a un impulso que exige volver a las fuentes, que pide
renovarse ante el cambio visible de su tiempo. Parece que intuía la
necesaria armonía entre el humanismo y la fe, poniendo la palanca a
aquellos obstáculos que encontraba el paso de las «luces». Su actitud
crítica no proviene, sin embargo, de una resuelta acción sobre las es-tructuras,
ni de lo que llamaríamos hoy del compromiso para cambiar
una deterninada sociedad; sino que Tavira parte primero del dinamis-mo
renovador que viene de lo interior del hombre, sin olvidar que
también su reforma afectaba a la organización de la misma sociedad
española.
Para esta tarea, él echa una mirada atrás -volver a las fuentes y
a la disciplina antigua de las Iglesia-, pero no cae en una vuelta al
pasado, en mantener lo «tradicional» como cayó el integrismo. Todo
lo contrario. Buscando lo genuino de la Iglesia hallaba la verdadera
inspiración renovadora. Ir a lo que él estimaba 10 esencial de la Igle-sia
constituía la mejor identidad de ella frente a un mundo ya convul-
35. La identificación de muchas de las obras del referido inventario ha sido po-sible
gracias a la amabilidad y estudio de las señoritas Aurina Rodriguez y Lola Curiel,
así como a los seiiores don Agustin Alamo, don Uxio Romero, don JosB J a h , don Cris-tóbal
Pérez Rodriguez, don Antonio Macías Hernández, don Celso Navarro Medina y
a un grupo de estudiantes del Seminario Mayor de Las Palmas. De este modo, no sólo
se verificaron citas en la biblioteca del referido Seminario, sino tambih en la Provin-cial
y la Colombina de Sevilla, otras en Roma, La Laguna y Madrid.
36. Escritura ot~rgada ante e! escriban^ .'m Bernardii,~ Tapia, en Umtr C-z de
Tenerife, el día 28 de abril de 1796. Archivo de la Real Sociedad de A. del País de
La Laguna.
sionado en el campo de las ideas y a punto de una revolución con
enorme onda expansiva. El veía en la reforma, en la puesta a punto,
una tarea apremiante y una verdadera esperanza.
Todo esto explica su toma de postura frente a los estudios civiles
y eclesiásticos, pero sobre todo frente a lo pastoral, pues, en definitiva,
tiene que dirigirse y encontrarse con el pueblo, con ese pueblo que
tiene su fe, sus expresiones propias, y en muchos casos, se diría, hasta
su tipo de religión. Es la razón de su lucha a brazo partido con las
falsas creencias, las deformaciones litúrgicas, la descristianización y has-ta
las mismas supersticiones revestidas muchas veces con lo que dio en
llamarse la «fe popular».
Por este motivo, se nota en numerosas decisiones pastorales suyas
una fuerte contrariedad frente a algunas prácticas religiosas popula-res,
observadas especialmente en los tiempos litúrgicos más señalados
o en las solemnidades de ciertas fiestas patronales. A parte de lo que
esto tenía de verdadera purificación litúrgica, no olvidemos el tras-fondo
teológico que lo animaba.
Ahora bien, a Tavira le sucedió como a muchos ilustrados, que
ponía el acento en quitar lo defectuoso, lo erróneo, dejando de lado
algo tan importante como es la expresión religiosa de un pueblo, su
lenguaje, por decirlo de alguna manera, en el que se comunicaba con
los misterios cristianos, las prácticas populares con las que les daba
vida, los valores religiosos tradicionales que constituye, a través de
los siglos, una manera de ser religioso todo un pueblo. Es cierto que
en torno a esta forma de vivir y expresar la fe cristiana hay un con-texto
sociológico fuerte, condicionante, que es carne y piel de ese
mismo pueblo. Tavira fue derecho a la reforma, atendiendo a lo ur-gente,
a liberar deformaciones -algunas muy graves- y a promo-cionar
con nuevo soplo, abriendo camino a la piedad del pueblo cana-rio.
No siempre se entendía a este obispo en su reforma pastoral, pero
no cabe duda de que su brújula marcaba en aquellos momentos -con
sus indiscutibles limitaciones- el norte de la evangelización.
Unos datos pueden darnos idea de lo que venimos diciendo: prs-híbe
el exceso de cirios, sobre todo en los túmulos y funerales, advir-tiendo
que pueden engañarse los fieles, creyendo que a mayor número
de velas más alivio a los difuntos, empeñándose sus pobres bolsillos;
hace caer en la cuenta a su clero del desorden que observa en los tes-tamentos
y mandas pías, donde los encargos de misas son exagerados,
sentando la doctrina de que toda misa vale para todos y no la priva-tiza
el estipendio o los aranceles; es más; aconseja que 109 testadores
no sean tan egoistas al fundar capellanías, pues parece que lo que dis-
frutaron en vida, también lo quieren disfrutar después de muertos.
Quiere que vuelvan la vista a 10s pobres y a las obras benéfico-sociales.
Igualmente corrige cuanto se refiere a los vestidos de imágenes, alha-jas
y adornos, llegando incluso a disponer que se vendan y con el
capital se atiendan o funden escuelas, se paguen maestros y cartilliis
para los niños, dada la falta que había y la ignorancia que le rodeaba.
Insiste en la catequesis y en la predicación, siendo riguroso en la ad-ministración
de sacramentos, para lo cual exigió exámenes presacra-mentales
a toda clase de fieles. En los panegíricos y funciones patro-nales
pidió que se ajustasen a la estricta verdad histórica y abando-nasen
las fábulas y leyendas, traídas sin razón para enaltecer innecesa-riamente
a los santos. Ni que decir tiene que la purificación de :a
liturgia le acarreó muchos sinsabores.
Su plan teológico y pastoral, de cara a una reforma diocesana, re-quería
mover determinadas piezas que no eran los cauces más apro-piados
a su objeto. De este modo concibe una restructuración pastoral
de las islas, cuya organización eclesiástica estaba casyintacta desde los
tiempos de su incorporación a Castilla. Este importante paso no era
fruto solamente de su inquietud, sino también del deseo de cumplir
con fidelidad la legislación vigente urgida a los prelados españoles
por sucesivas órdenes reales. Sin embargo, poner en práctica ese plan
requería un hombre decidido, experto y con gran sentido de la ~astoral
que necesitaba el pueblo concreto.
RESTRUCTURKCPIA~SNT ORAL DE LAS ISLAS
De este modo, Tavira no perdió tiempo. Lo primero que hizo fue
completar el expediente iniciado en pontificados anteriores, acerca de
la erección de nuevas parroquias en la isla de Fuerteventura. Sólo exis-tía
una, en la villa de Betancuria, y dos ayudas de parroquias: una
en el norte y otra en el sur.
Para cumplir su cometido se trasladó a dicha isla, y recorriéndola,
tomando nota aquí y allá, escuchando a unos y a otros, remató el
asunto que ya venía rodando desde el año 1783 37. Como colofón de su
agotadora visita redacta üli memoria! que eíiuia a Carlos IV, e: e1
37. *Orden de la R1. Cámara para erección de la nueva Parroquia de la Antigua en
la Isla de Fuerteventura.* A continuación, en la misma portada, se lee con otro tipo
de letra este añadido: .<Está en este expediente el Plan Beneficia1 y Parroquia1 de !a
Isla de fuerte ventura.^ Archivo Diocesano. Para tan importante tema. cfr. ANTOXIOD E
BETHENCOCRIWTA SSIN: Evoluci6n de las Jurisdicciones Parroquiales de Fuerteventura
durante el siglo XVIII, estudio que tuvo la amabilidad de facilitarme estando aún iné-dito.
Iguaimenre interesa consuiiar cuariíü iiia püblizado Uun Santiagu Czar!: L e h so=
bre la parroquia de Antigua: <Iglesia de la Antigua en Fuerteventurar, Bolerin Oficial
dc la Didcesis de Canarias, año 1973, pp. 131-133, 189-193, 251-255, 385-389, 519-523.
que reestructura los límites de la.; nuevas parroquias. Pero añade algo
nuevo que es un Reglamento según el cual debía regirse toda la acción
pastoral sobre la isla: desmembraciones, dotación beneficial, distribu-ción
de rentas, limosnas, derechos y aranceles. Pero sobre toda esta
trama canónica puso su sello personal: dada la pobreza reinante dis-pone
que no podrá haber nada más que un sacristán y dos acólitos,
salvo en Betancuria; señaló los honorarios que habrían de recibir, ac-tualizados
a tenor de la vida en aquellos momento:. Resuelve viejos
problemas de justicia social que estaban pendientes:
<c.. . respecto de que varioj delos sochantres, sacristanes y monaguillos
- d i c e el obispo- han servido tiempo hace sin percibir cosa alguna, se les
pagará todo el tiempo que sirvieron a proporción del señaiamiento que
ahora se hace, no sólo a los que ahora sirven, sino a los que sirvieron algún
tiempo y se retiraron por no poder s u b s i ~ t i r » ~ ~ .
Y como constante de su concepto de culto, insiste en la prohibi-ción
de gastos innecesarios, del excesivo número de cirios, aclarando
una y otra vez que urgía desarraigar este grave probien?a:
< c . . . la opinión errada en que se está -dice- de que conviene para
sufragio d elas almas de los difuntos llevar en las exequias y funerales un
grande número de luces, causando este error un dispendio inútil y aun per-nicioso
y cruel, porque se e.fuenan aun los más infelices por una mal enten-dida
piedad con los difuntos, aun cuando están padeciendo una extremada
indigencia, y debiendo los párrocos clamar contra este abuso, como contra
tantos otros, que varias causas, y principalmente el interés y la codicia hm
introducido en el pueblo cristiano» 39.
El Reglamento, como la terminación del expediente, lo firma Ta-vira
antes de abandonar Fuerteventura, en la Oliva, en la famosa ca:a
de los Coroneles, donde se hospedaba, enviándolo a Carlos IV con
una carta el día 27 de junio de 1792. El Rey aprueba, tanto el plan
beneficial y parroquia1 como el Reglamento por Real Cédula fechada
en Madrid el día 15 de enero de 1793.
De esta isla pasa a la de Lanzarote, con el mismo fin de visitarla,
conferir órdenes sagradas, confirmar y hacer nuevas parroquias. La
tarea m era ~ a d afá cil, p e s 12 vil!¿i, Tes i se, sefiorid y hermos2, no
tenía de hecho la preponderancia que publicaba i.u rica arquitectura,
sus casonas y su bella torre. Era un pasado ante el crecimiento demo-gráfico
y el desarrollo que iba tomando la isla. Como era obligado,
mandó publicar edictos convocando a los pagos y pueblos para que
38. .Orden de la R1. Cámara., ob. cit., fol. 70, núm. 11.
39. Ibidem, núm. 12.
expusiesen sus razones en orden a desmembrar de la parroquia matriz
cinco nuevas.
Duro fue el proceso en todos los sentidos. El terreno volcánico, !a
diseminación de los fieles, los intereses, las influencias, la resistencia
de los beneficiados y tantos otros obstáculos como tuvo que vencer.
Pero al fin quedó completado el expediente beneficia1 y parroquia1 ".
En sus 126 folios existen valiosos testimonios de la vida de esta isla,
a través de los inevitables datos referentes a vecinos, medios econó-micos,
oficios y otros pormenores que enriquecen la visión sociológica
de Lanzarote a finales del siglo XVIII.
Una vez planteado todo el proyecto parroquial, después de largo
estudio y ajetreo burccrático, redacta Tavira el auto de erección de
las nuevas parroquias en La Laguna con fecha de 30 de noviembre de
1795 41, para enviarlo a la Corte y obtener la aprobación real. Interesa
mucho conocer las observaciones que hace sobre todo lo que ha visto
en la Visita Pastoral con ánimo de que sea conocido por el Rey. Lla-ma
la tención sobre el «triste estado en que había hallado aquella Isla;
que no había más que una parroquia en la villa de Teguise con dos
beneficiados de renta tan pingüe que excedía cada uno en mucho la
de un Canonicato de esta iglesia (la Catedral)» 42. LOS documentos si-guieron
su curso hasta su ejecución definitiva ya en el pontificado de
su sucesor don Manuel Verdugo, por Cédula Real fechada en San Lo-renzo
a 27 de octubre de 1806 43.
Pero como siempre, el instinto pastoral de Tavira y su clara res-piración
por lo humano y lo social, le hizo no conformarse con la frial-dad
de cánones y decretales, y leyes y órdenes reales. El recorrido por
la hermosa isla de los volcanes aviva su conciencia de obispo en aque-llas
circunstancias que vivía España. Por vía de concreción y eficacia,
reunió bajo un mismo fin las instituciones que ya existían, la Herman-dad
del Santísimo Sacrailiento y el Hospital del Espíritu Santo, agre-gados
a una nueva asociación: la Hermandad de Caridad.
Sin entrar en los detalles que toda esta innovación traía consigo,
nos basta advertir qué retend día el obispo con sus reformas. Lanzarote
padecía entonces la terrible prueba de no tener, según palabras de Ta-vira,
«médicos, ni cirujanos, ni más que curanderos* ". Ei abandono
40. <Expediente promovido sobre erección de nueva Parroquia en cada uno de los
quatro Pueblos Arrecife, Sn. Bartoiomé, Tías y Tinajo de la Ysla de Lanzarote. Prin-cipiado
en tiempo del Ilmo. Sor. Plaza y continuado por el Ilmo. Sor. Dn. Antonio
Tavira y Almazán, de resultas de la Sta. y General Visita que personalmente (hay un
roto) de dka Ysla por el año pasado de 1792.~ Archivo Diocesano, Las Palmas.
41. Ibidem, fol. 101.
"q .L<2 -..- c-, ,n, ...- '+L. 'U'UCi,,', I",. 1"I YL".
43. Ibidem, fol. 124.
44. <Libro de lo executado y mandado en Pastoral Visita por el Ilmo. Señor Dn. An-
de la mujer, los hijos ilegítimos y los numerosos expósitos le dolían,
sin contar, llega a decir, «el dolor y amargura que nos han causado
las noticias de algunos tristes y aun atroces sucesos, originados del
descuido y abandono que había en esta parte» Tenía presente los
abortos, negligencias y hasta infanticidios. El amor cristiano de la nUe-va
Hermandad que funda en Teguise, quiere que supla esa ausencia
de amor materno. Ampliaba de tal modo los fines de esta nueva aso-ciación
de caridad que cubriría también los primeros pasos de la en-señanza,
pues había comprobado que no existía «en toda la isla un
maestro de primeras letras, ni una maestra de niñas ... ni habiendo
esperanza de que por la Justicia Real se pueda promover este medio
de educación» 46. Y por si fuera poco, impone a la dicha Hermandad
de Caridad la atención a los labradores menos dotados, a fin de que
les facilitasen préstamos gratuitos con que hacer frente a las incidencix
y catástrofes de la agricultura. ¿Qué dirían los cofrades del Sacra-mento?
Abrirían los ojos deslumbrados ante un obispo que clama por
los pobres y una austeridad en el culto, resaltando la caridad y amor
de Dios hecha obras de misericordia con el prójimo.
Todo su pensamiento quedó plasmado en las Constituciones que
redacta y firma en Teguise, el día 7 de julio de 1792, con el propósito
de que sirviera de modelo a las demás parroquias e islas donde fuese
posible establecerlo. No había duda, luchaba contra una realidad me-tida
en las devociones y en la vida cristiana, el «vano y superfici~l
deseo de dejar memoria de sí», aprovechando los testamentos y man-das
pías, «siendo raro -añade- que se acuerden del socorro a los
pobres» 47. SU paso por la isla fue un auténtico ciclón que conmovía
las raíces del viejo árbol de aquella Iglesia.
Visitada la isla de Gran Canaria, se lleva una impresión dolorosa
del estado en que se encuentran muchos lugares respecto a la deficiente
asistencia espiritual. Al querer buscarle remedio no halla otro más
oportuno que-remodelar las circunscripciones parroquiales, removiendo
la estructura pa~toral, concentrada en determinados beneficios. Debido
a esto, al no haber parroquias erigidas en número suficiente, quedaba
la atención religiosa a merced de las limosnas de los vecinos y a la
dificultad -cuando no negligencia- que encontraban las parroquia
cargadas con la obligación pastoral de pagos y pueblos perdidos por las
cumbres. Tavira ve la situación y se le encoge el alma de amargura.
tonio Tavira y Almazán Obispo de Canarias*, Fol. 24 vto. constituciones de la Herman-dad
de Caridad., art. 13, Archivo Biblioteca Episcopal.
05. IbLdom, fe!. 25. &e~~sti'llci=ile~YiE, . 15.
46. Ibidem, fol. 25 vto. ~Constitucionesu, art. 18.
47. Ibídem, fol. 27. aConstituciones~~a,r t. 24.
Redacta un memorial a la Corte contando todo lo que ha palpado y
cufrido, de tal manera que llega a decir que sufre hasta el extremo de
«ver los párrocos en un estado lastimoso, así por su estrecha y limita-dísima
dotación, como porque puestos en los curatos casi con violen-cia,
y sin examen, porque obliga la necesidad de pasar por encima de
estas precisas formalidades, suelen ser algunos del todo ineptos»
Se imponía elaborar todo un plan beneficia1 para Gran Canaria.
Pero esto era el comienzo de una gran batalla con el Cabildo Catedral,
el verdadero cura párroco de toda la isla desde la Conquista. Y decir
párroco era también decir beneficiario o perceptor de primicias, diez-mos,
obvenciones y demás limosnas. Y sobre todo, era dicho Cabildo
quien poseía los curatos, empezando por el centro pastoral más im-portante,
la parroquia única de Las Palmas, el Sagrario de la Catedral.
Es decir, prácticamente todo, menos los sitios difíciles y pobres, lo
regía el Cabildo, pues «siendo tan cortos y miserables los curatos - d i c e
Tavira- no era apetecible su presentación, no habiendo cosa de igual
amargura para los prelados -continúa el obispo- como yo lo esoy
experimentando, que el buscar sujetos que quieran servirlos» 49. ¿Qué
hacer? Pedir manos libres para rehacer un plan de beneficios y curatos,
con suficiente y justa distribución económica para su mejor dotación.
Pero la muralla que había que derruir necesitaba una fuerza veni-da
de las mismas manos del Rey, como ya :e había hecho en otros obis-pado~.
Y así cree que debe hacer para Gran Canaria:
«Yo no puedo dudar que la N. Cámara deje de resolver lo mismo para
esta Igle-ia por una total identidad de razón; pero si no puede una declara-ción
particular que cierre la puerta a los recursos, nos enlazaremos con ellos
y a tan larga distancia ... se diferirá el remediar unos males que son de
gravísima consideración» 50.
Sólo si S. M. lo declaraba así y lo hacía saber al Cabildo, para que
éste no obstaculizase el progreso, formalizaría el acucia~te Plan Bene-ficial
que proyectaba para Las Palmas y los campos de la isla. El in-forme
y solicitud los firma e1 26 de octubre de 1793. Y comenzaron
los trámites en la Corte: la Cámara manda que lo presentado por Ta-vira
pase ai fiscai, ei 4 de diciembre de1 mismo año; ei Cabildo se
mueve e interfiere el paso, pidiendo ser oído antes de que se apruebe
el dicho plan del obispo; el fiscal declara justa la petición de los ca-nónigos
«sin hacer entre tanto novedad», y que todo se uniera a1
expediente ya en marcha de restructuraciones pastorales de Tavira. Y
48. A. H. N,, Consejos P. de Castiiia, iegajo ib.845
49. Ibidem.
50. Ibidem.
así lo acordó la Cámara el 18 de enero 1794. comunicándo:ele al Ca-bildo
y al obispo en 22 de enero del mismo año 51. No pudo más; su
sueño, su inquietud por remediar tan serios problemas pastorales no
tenían vía libre. Los papeles y el tiempo, la organización y los dere-chos
adquiridos, en fin, una vez más, la realidad y la vida encerrada
en unos cauces resistentes arruinaba los mejores proyectos.
En el mismo sentido de mejorar todo lo referente a la vida cristia-na,
se enfrentó con la pastora1 que se llevaba en Tenerife. Pero -di-vidida
la isla en tres partidos o circunscripciones: Ea Laguna, Taoro
y Daute, se vio en la necesidad de ir despacio, sin extender su pro-yecto
más allá del partido que lo exigía con urgencia: el de La Laguna.
Además, hay que tener en cuenta que Tavira e~taba cansado y enfer-mo,
con el nombramiento incluso de obispo de Osma, en e1 momento
en que redacta el auto decretando el arreglo beneficia1 de dicho partido
de La Laguna. Lleva fecha de 25 de abril de 1796, en Santa Cruz de
Tenerife C m este me i o Reg!arilemo se prepuse !a e:ecc:m. , de parrcq~ias
para descongestionar un Partido cuva extensión parroquia1 hacía que
estuviese pastoralmente mal atendido. Al mismo tiemno lograba una
más justa distribución de cargas y rentas beneficiales. Precicamente el
tocar este punto era levantar los ánimos de los afectados. Por eso hubo
contra este expediente mucha oposición.
Sin embarga, el obispo informa cargado de razones. como el hecho
de que muchos fieles distantes vivan «en el mayor desamparo
sus palabras-, porque no se halla medio para dotar sus párrocos e
iglesias» 53. En contraste, señala el renglón de ingresos por di5tintos
conceptos de las parroquias de la Conce~ción y de Los Remedioq eE T,a
Laguna, así cowo otras muy bien dotadas del Partido.
A pesar de las objeciones puestas al plan beneficial. obtuvo el in-forme
favorable, el 18 de julio de 1796, y la Cámara, ajustándose 21
mismo, expone a S. M. su parecer de que dicho plan de Ta\w' a sea
aprobado. Lo que hizo el Rey 54.
Pero a su sucesor en la sede episcopal, &n Manuel Verdugo, !e
tocó recibir las quejas, reclamaciones y reciirsor desde su misma con-saqración,
antes de llegar al Archipiélago. Se formalizó otro expediente
a base de los descontentos, aduciéndose motivos de toda índole, con
más o menos peso 55. Sin embargo, quedaba mcy firme lo sustancid1
52. Ibídent.
53. Ihi'e???.
54. Ibídem.
55. *Copia del nuevo Reglamento, y Plan beneficia] de1 Partido de La Laguna, en
Tenerife.. Archivo Diocesano, Las Palmas.
del planteamiento de Tavira, dado el crecimiento demográfico de al-gunos
pueblos que dependían de parroquias ensimisrradas en :u culto
y pacífica posesión de diezmos, sin caer en la cuenta del giro que to-maba
la isIa estructurada parroquialmente desde eI año 1533. Verdugo
se hace cargo del problema y va resolviendo sobre la marcha los inevi-tables
problemas que llevan consigo una reforma en ese campo. Uno
de los últimos decretos lo firma en Teror, el día 12 de septiembre de
1812 56. El tiempo daba la razón a Tavira.
En cuanto a la isla de La Gomera, el obispo halló un cuadro lasti-moso
en la vida de aquellos fieles. La villa, San Sebastián, era la ca-beza
religiosa o eclesiástica, dependiendo de sus dos «Beneficiados cu-rados
» la atención pastoral del resto de la isla, sirviéndose de curas
movibles. El desarrollo de ciertos lugares, como Vallehermoso, iba pre-sentando
cada vez más exigencias y atenciones, creciendo la carga de
los fieles, quienes tenían que redoblar sus esfuerzos económicos de
cara a los clérigos, si querían verse más atendidos. Esto IIeva a1 Sín-dico
Persnnern, en nombre de los vecinm de Vallehermoso, a redactar
un memorial dirigido al Rey a fin de que se ponga remedio, dividiendo
los beneficios de la villa, con fecha de 18 de abril de 1792 El alcalde
de Vallermoso recurre a Tavira, enviándole el citado memoria1 58. Una
vez se recibe toda la documentación e informe del obispo en la Cáma-ra,
ésta decide que proceda a la erección y división de Beneficios, con
ios requisitos convenientes '! Tavira, como era de esperar, contesta a!
marqués de Murillo, acusando recibo de cuanto se le dice 'O, pero de-jando
lo concerniente a la división parroquia1 para su momento, es
decir, para cuando visite la isla, cosa que realiza en el año 1794.
Por fin, el 2 de diciembre de 1795, extiende el oportuno decreto
por el que divide los dos beneficios existentes, dejando uno entero
y un medio en la villa, trasladando el otro medio a Vallehermoso,
constituido así en parroquia independiente. A la vez determina la dis-tribución
más equitativa de diezmos y primicias 'l.
Mucho sufrió Tavira en La Gomera, pues su e:tado de isla some-tida
a Señorío y las desavenencias entre los feligreses y e1 sacerdote
encargado de Vaiiehermoso ie hicieron derenerse allí iiiás tiempo d ~ 1
56. Ibidem.
57. .Memorial de los vecinos de Vallehermoso al Rey.. Archivo Diocesano.
58. .Carta de D. Policarpo Cabrera Femándem dirigida a Tavira, el 20 de abril
de 1792. Archivo Diocesano.
59. =Carta del Marqués de Munllo a Taviran, Madrid, 6 de diciembre de 1792. Ar-chivo
Diocesano.
60. .Carta de Tavira al Marqués de Murillox, 20 de febrero de 1793.
61. .Decreto sobre división parroquiala según el plan beneFicia1 establecido para la
isla de la Gomera. Firmado en La Laguna, a 2 de diciembre de 1795. Copia certificada
conservada en el Archivo Diocesano.
previsto. Pudo remediar bastante la situación pastoral, pero conseguir
un alivio en las cargas del Señorío no lo pudo obtener de la Corte,
a perar de su petición. Se le dijo que «por lo tocante al particular,
sobre limitar o restringir e1 privilegio de Casa Diezmera en los territo-rios
que lo intenta V. S. 1. por punto general para esas islas, recurrir
a S. M. si le pareciere» ".
No se olvide la actitud levantisca de los fieles de esta isla, acosa-dos
de un lado y otro por tributos, privilegios en favor del Señorío, y
la necesidad de mantener el servicio de iglesia y la dotación de los
clérigos. Fue famosa la tensión y hasta el tumulto que se promovió
en Vallehermoso contra el cura, precisamente por la negativa a pagarle
lo que creían un abuso, el año de 1787. Las consecuencias de esta triste
situación la recoge Tavira, quien gastó razones y energías para traer
la paz a la parroquia y a la isla. Fue una dura ~ r u e b ahu mana y ~as toral ,
quizá la más seria de su pontificado. Se veía en medio de las reclaml-ciones
de un pueblo v de las exigencias de unas estructuras; quiso ser
ecuánime y buscó por todos loi m~diosla caridad y la jiisticia
Para poner en marcha la reforma de la Diócesis, no bastaba con
firmar decretos desde su palacio. De esto estaba convencido y tenía
conciencia de que semejante obra no la Uevaría a cabo sin conocerl~
palmo a palmo, isla a isla. De aquí su impaciencia por comenzar la
Visita Pastoral, consultando informes y datos y antecedentes de otras
llevadas a cabo por sus predecesores. La preparación le llevó unos
meses.
Quería cumplir fielmente las normas tridentinas a este respecto,
pues gravaba este deber la conciencia de los obispos. Pero, además,
existían unas dispo~iciones reales que instaban con urgencia el cum-plimiento
de la Visita, especialmente la de la Catedral, no sólo por la
importancia de sus cabildos, sino también por las complejas funciones
eclesiásticas, religiosas y económicas que desempeñaban. Y esto venía
a ser, a la vez, fuente de disgustos, de resistencia a la inspección
episcopal y de división en el clero.
Carlos 111, por Real Orden de 20 de abril de 1764 -repetida a
los Cabildos el 24 de abril de 1765- dispuso «como Protector de1
Santo Concilio de Trento~, lo referente a ¡a
62. d a r f a del Marquds de Murillo a Tavira., Madrid,
chivo Diocesano.
Visita Pastoral que los
6 de diciembre de 1792. Ar-
199
prelados habían de hacer a sus iglesias catedrales para «corregir y
reformar.. . los abusos, establecer mejor gobierno eclesiástico» y al
mismo tiempo, como ejemplo edificante, facilitar su imitación en toda
Ia Diócesis 63.
El Rey era conocerdor de la actitud, a veces hostil, con que los
canónigos recibían estas visitas episcopales, con lo que o no se hacían
o se limitaban a meros actos litúrgicos. Por ello exhortaba a los pre-lados
a no demorarlas.
«Muchas veces -dice la Real Orden- no se emprenderán estas vi itas
por el temor de pleitos y cuestiones que fáci!mente se originan sobre su
ejecución; pero ni estos temores pueden embarazar la observancia del Santo
Concilio, ni pueden ser tan invencibles, que no se encuentre remedio capaz
de allanarlos y de..vanecerlos» 64.
Uno de los casos más llamativos, en el mundo eclesiástico de en-tonces,
fue la negativa del Cabildo de la Catedral de Lérida a que su
obispo realizara la dicha visita. En esta situación, la Corte reiteró la
observancia de las Reales Ordenes, ya mencionadas, en virtud de una
real re~olución de 14 de mayo de 1787. Con tal motivo, el Consejo en-vió
una circular a los prelados y Cabildos en 12 de mayo de 1788.
Era necesario conocer estos antecedentes para darnos cuenta del
problema que suponía la Vista a la Catedral canaria. De una parte,
ya había habidc! denuncias .i Madrid s&re !a ritiisrión de las cuentns
y manejo de caudales confiados a la administración del Cabildo; de
otra, la insistencia de las Reales Ordenes sobre el particular. Por este
motivo, en una sesión capitular, los canónigos canarios propusiercn
si se había de «escribir al Rey.. . a fin de que se encargue a N. nuevo
prelado, el Ilmo. Sr. Tavira, Ia visita insinuada por orden de S. M. en
esta igIesia». Después de discutida la proposición, re acordó no se
escribiera al Rey y esperar al obispo. En cambio, sí se acordó escribir
a Tavira para que se interese y examine --dicen los capitulares- :i
subsiste todavía el pensamiento de enviar «un minirtro que visite e
inquiera el rranejo que se observa en los negocios de esta Sta. Iga. y
que siendo así se digne interponer sus respetos para impedir». A1 mis-mo
tiempo le suplican que «tenga a bien determinar que dicha visita
sea lo primero que haga el Sr. Obispo en eFte su obispado* 65.
Llegado el obispo a Las Palmas, comenzaror~ los contactos. Tavira
firma un edicto el día 13 de ma37o de 1792, anunciando al Cabildo
62. Nov. Rec, lib. 1, t. VIII, ley V.
63. Nov. Kec. lib. 1. t. Viii. iev V.
64. Ibid.
65. Cabildo ordinario, celebrado el día 13 de junio de 1791. Libro de Actas Capi-tu!
ares, t. 57. Catedral de Las Palmas.
eclesiástico y a los fieles su propósito, exponiendo las razones canó-nicas
y civiles que lo exigían, así como refiriendo la petición de 10s
canónigos sobre el respecto. Añade algo que puede ser mal interpre-tado,
pues dice: «y no puede dejar de extrañar que no se haya prac-ticado
su Visita en el largo espacio de ciento y catorce años que tanto
hace qe abrió la última en 1668 el R. e IIImo. Sr. Dn Bartholomé
García Ximénem 68.
,:A qué Visita se está refiriendo Tavira? Ciertamente no al aspec-to
litúrgico de la Visita pastoral, pues en este sentido constan variiis
visitas de los obispos a! Cabildo de Las Palmas: la de don Francisco
Tavier Delgado y Venegas, en 17 de febrero de 1764; o la de don
Antonio Martínez de la Plaza, el 19 de octubre de 1786 67. Por lo
tanto, es al otro aspecto, más compIicado y urgente en aquellas cir-cunstancias,
al que se refiere Tavira. Y así, es cierto, hacía poco más
de un siglo que este tipo de Visita no tenía Iugar. Recordó a Garch
Ximénez, porque al realizarla con todas sus consecuencias motivó un
ruido~o pleito, con recursos y providencias. tiempo p disputas, que tu-vieron
ei Nnai de una sentencia en- favor del obispo. haciendose firmes
las veintitrés Constituciones sobre el gobierno del Ilmo. Cabildo Cate-dral
en lo concerniente-a la administración de- diezmos; bienes fundacio-nales,
causas' pías y otros conceptos 68.
Es 'justamente.10 -que quiso hacer ahora Tavira. Sin embargo, Joel
Saugnieuz interpreta que en eyte espacio de un siglo y catorce años, no
hubo Visita pastoral en la Diócesis, atrib~~éndcielset e gran paso {rente
a tan largo abandono 6!, No; constan otras Visitas pastorales, e in-cluso
Tavira toma como modelo y estímulo aquella que Ilevara a cabo
por todo el Archipiélago, Fray Joaquín de Herrera 'O.
Puesto, al fin, .Tavira y su Cabildo- Cateclralicio- de acuerdo. co-menzó
la primera parte, los actos litúrgicos de dicha Visita Pastoral
e1 15 de mayo de 1732; Y. en cucesivas ocasiones, ..tras el nombra~.ri.ento
de una eomisjón de Capitulares, -se dieron los- pasos par? alcanzar la
meta deseada. Aunque el tiempo-y otras circunstahcias- no le perrnitie-
66. E1 edicto se encuentra en el legajo de las Cartas al Cabildo, Archivo secreto 106,
y en el Libro de Actas del Cabildo, 14 de mayo de 1792,' t. 57, Catedral de Las Palmas.
67. .-Noticias v Apuntes cle la Visita. que. hizo en-esta Sta. Iga. Catedral el Ilmo. Sr.
Delgado, a60 de 1764. y *Visitas hechas en la Santa .Iglesia Catedral.. Archivo Dioce-sano.
68. .Antecedentes sobre las veinte y tres Constituciones dadas por el Ilmo. Sr. Obis-po
D. Bartolofd Garcfa Ximbnez sobre el gobierno &el Ilmo. Cabiido Catedral en la de
Ia Causa Decimal, de las mandas pfas,'etc.., legajo 7, Archivo Catedral de Las Palmas.
Me proporciond estos datos don Antonio Hernández Rivero, a quien agradezco su de-licada
atención.
69. JOEL S.~CCNIEL~rXn :P rélai EcIairé: Don Antonio Tavira y Almazún (1737-8071,
Un-iv-e rsite de Toulouse, 1970. p. 136. N. n¿ibro de io executado y mandado en Pastoral Visita por el. Ilmo. Sefior Dn. An-tonio
Tavira y AlrnazAn Obispo de Canarias.. fol. 1, Archivo Secretaria dc Cámara.
ron conseguir su propósito. Sólo pudo lograr componer y firmar un
decreto de 26 de febrero de 1793 reduciendo las cargas de misas, pro-cesiones,
responsos, sufragios y rogativas que afectaban grandemente al
Cabildo con peligro de incumplimiento de fundaciones y últimas vo-luntades,
además de las consecuencias pastorales y económicas que
entorpecían la misión del Cabildo y agobiaban las conciencias 'l. Abier-ta,
pues, la Visita con las solemnidades de rúbrica y terminada la plá-tica
al Cabildo, reunido en la Sala Capitular, procedió a recorrer el
Archipiélago con el mismo deseo de enmendar abusos, restituir la
disciplina de la Iglesia y animar a todos a una vida cristiana cada vez
más profunda y ejemplar.
Comenzó por Fuerteventura, desembarcando el 26 de mayo de 1792
en una reducida playa de Jinijinámar, donde hizo noche bajo unas
tiendas de campaña hasta el amanecer del día siguiente 72. Se recorrió
de sur a norte la isla, terminando en la parroquia de La Oliva el 27
de junio, en que embarca para Lanzarote, desde Corralejo. Desde su
llegada a Arrecife, el siguiente día 28, hasta el 25 de julio, perma-nece
en estos parajes voicanicos, despidiéndose en ia parroquia de
Yaiza 7s.
Su vuelta a Las Palmas le dio un reposo necesario; trabajó incan-sablemente
en los trámites y estudio de los planes de reformas, para
comenzar la Visita de Gran Canaria. Salió para Telde e1 23 de febrero
de 1793 para concluir en la parroquia de San Lorenzo el día 24 de
agosto del mimo año. La isla, con sus difíciles comunicaciones quedó
visitada, como él sabía hacerlo, minuciosa y cordialmente.
Poco después, desoachados los asuntos más perentorios. se embar-ca
para Tenerife en el puerto de la Luz, el día 13 de noviembre. Ya
no volverá más a Las Palmas. seguirá el itinerario pastoral hasta su
demedida como obispo electo de Osrna.
Visitada una parte de Tenerife, deja pendiente el resto Dara acudir
a las otras islas, empezando por la de La Palma. Embarcado en el en-tonces
Puerto de la Orotava, el día 29 de mayo de 1794, llega a dicha
isla el siguiente, día 30. Aquí permaneció hasta el 18 de agosto, metido
de lleno en su agitado y constante caminar, despachando oficios. fir-mando
decretos y manteniendo la correspcmdencia privada y ülicicl yüc
le seguía como su sombra 74
Del puerto de Santa Cruz de La Palma se dirigió, en esa misma fe-
71. Transmito en el Libro de Actas Capitulares, Cabildo de 26 de febrero de 1793,
tomo 58, Catedral de Las Palmas.
72. .Libro de !o eucc~itado y mandado n ob. cit fol. 1.
73. Ibidem. fols. 20v-33.
74. Ibidem, fols. 33v-80 y fols 109~-138
cha del 18 de agosto a la isla del Hierro, que dado su reducido nú-mero
de habitantes le bastaron unos días para cumplimentar todo lo
necesario 75. LO que le permitió salir para la Gomera el día 27 de ese
mismo mes de agosto. Tuvo una penosa travesía. La calma del viento,
la poca destreza del patrón y otras deficiencias pusieron en grave apu-ro
a los viajeros, y no llegó a más gracias al encuentro con otra nave
que los orientó por el verdadero rumbo.
Desde el día 29 de agosto en que llega, hasta el 5 de octubre dura
su visita a la Gomera, isla difícil por muchos motivos: el escarpado
terreno -apenas sin comunicaciones-, la pobreza, las tensiones, los
problemas pastorales, en especial en Villaflor, y otros muchos incon-venientes,
de tal modo que fue un golpe para Tavira7'. Incluso, se
resiente su propia salud. Vuelve a Tenerife y, entre achaques y la tor-menta
de asuntos pendientes, prosigue con trabajo la Visita de esta
isla. En La Laguna, a 30 de diciembre de 1795 firma el último man-dato
pastoral ".
Es irnpertmte dejar resenadc, amqUe SS!= :ea r n q !igerumente, e!
conocimiento que adquirió del Archipiélago este obispo. Sus obse-r-vaciones
y sus experiencias cons~ituyen una valiosa aportación para la
historia de Canarias. Se da cuenta, por ejemplo, del estado de aban-dono
y falta de previsión que respira por todas partes el Archipiélagq
sobre todo en los momentos de peligro que vive durante la guerra
entre Francia y España. Con motivo de una carta del duque de la Al-cudia
-Godoy- pidiendo ayuda económica a la Diócesis Tavira,
sin pérdida de tiempo, escribe al Cabildo Catedra1 poniéndolo en an-tecedentes
y animándolo a responder con los medios a su alcance, y
entre otras cosas le dice:
«Yo conozco bien y acaso ahora mejor que nadie, cuál es la dolorosa
situación de nuestras islas, cuánta su pobreza, cuánto el conflicto y angustia
en que nos veríamos si el enemigo, lo que el Señor no permita por su mi-sericordia,
quisiera invadir nuestras costas y hacer en ellas un desembarco;
cuan faltos de recursos se hallarían los mismos que habían de atender a su
Ciertamente, Canarias no está en condiciones de afrontar
flicto bélico, no ya por ser un punto estratégico sin la debida
un con-defensa,
75. Ibídem, fols. 138-142~.
76. Ibídem, fols. 142v-150.
77. Ibidem, fol. 170v.
78. Carta del Duque de la Alcudia al obispo de Canarias. Aranjuez. a 10 de junio
de 1794. R. Ordenes 1794-1799, Archivo Secretaría de Cámara, Las Palmas.
79. Carta de Tavira al Deán v Cabildo. desde la isla de la Palma. a 25 de iunio
de 1794. Archivo secreto, 106, catedral de ¿as Palmas.
fino por su mismo hundimiento económico. El aspecto que presentan
las Milicias es lamentable, y Tavira se ve en la necesidad de salir ñ1
paso, viendo en qué circunstancias familiares y humanas salen estos
hombres para el campo de batalla. Así se lo hace ver a Godov, res-pondiendo
a su petición de socorro con los bienes de la Iglesia:
«Con Ia salida de las compañías de Milicias de estas i-las -escribe el
obispo- y aún del Batallón de Santa Cruz, se me han recrecido las cargas,
y aun a algs. he hecho señalamiento mensual por el tiempo que estén en
Campaña, y al Coronel que fue mandando las Milicias remití letra abierta
pa. Barcelona, previniéndole que socorriese de mi cuenta a los q. lo nece-sitasen
»
E1 se hace eco de los problemas de sus fieles. Comprende hasta
dónde llega muchas veces el sacrificio de este pueblo. En esas circuns-tancias
de la mencionada guerra, sus consecuencias -ya hu-manas,
familiares o económicas- dirige una súplica al Rey a fin de
que no salgan más hombres para combatir en el Rosellón. Une su voz
a )a del Ayiiniaiiiieiii~ de Teriaife, y de ÜE zodo explicito, seguro de
lo que dice y con una libertad que descubre su independencia exclama:
«La falta de hombres por las continuas emigraciones que ha habido
a las provincias de América es taI que quedan sin cultivo algunas tierras
y que el ministro que expresó a V. M. que podría sacarse esta tropa sin hacer
falta no podía conocer bien sin haber salido ni debiendo salir de la capital
de Canaria por su destino.» Salva la honradez y buena voluntad, sin em-bargo
añade: «pero han podido engañarle las mal seguras noticias e infor-mes
que le diesen»; sin olvidar qué sería del Archipiélago en caso de inva-sión.
Le hace ver, por otro lado, cómo se encuentran tales hombres, de
tal modo «que no parecen -continúa- puedan ser útiles estas Milicias en
largo tiempo por el dilatado viaje de mar, no tener disciplina, como oigo
constantemente que no la tienen para ponerse a la frente del enemigo y
por faltarles casi generalmente vestuario, causas todas que los imposibili-tan
de servir en la presente campaña)b81.
Tavira siempre está entre la espada y la pared. Se le hace duro en-frentarse
con esta realidad de las islas no contando con medios para
paliar tantos problemas. Todo le va afectando, porque no podemos ol-vidar
lo que suponía hacer tal como lo requería una visita pastora1 mi-nuciosa
hasta su agotamiento. Algo cuenta en su correspondencia y
se traduce a cada paso. Hizo una sola cosa su misión pastoral y ru so-licitud
por los problemas de su pueblo:
80. Carta de Tavira al Duque de la Alcudia, fechada en la isla de la Palma. a 14 de
agosto de 1794. Copia existente en el Archivo Diocesano.
81. Memorial de Tavira al Rey. desde la Orotaoa. con fecha 4 de mayo de 1794.
Borrador existente en el Archivo Diocesano.
«Yo he recorrido ya casi todas las islas -dice al Rey en el citado me-morial-
llegando a los pueblos y pagos aun más distantes y casi inaccesi-bles,
aun mejor que los mismos naturales puedo deponer de la extrema
pobreza de los campos sólo tolerable por el alimento parco y frugal a que
se acostumbran y que ni en la Península ni en otra de las regiones que se
conocen se pudiera creer que bastase para la vida» 82.
Todo esto hay que unirlo a los grandes gastos e incomodidades que
suponía una Visita Pastoral. Lo que explica la imposibilidad de llevarla
a cabo algunos obispos, o al menos retardarla o limitarse a los núcleos
principales de cada isla. Cómo se pensaba a este respecto lo vemos tn
el programa de visita que don Juan Agustín Quevedo, desde la Chota-va,
propone al obispo Martínez de la Plaza, inmediato antecesor de
Tavira, en carta de 26 de abril de 1789. Una vez que terminase en la
isla del Hierro -que según él, «sobra tiempo con diez días»- debe
pasar a la Gomera:
e... se visita -escribe don Juan Agustín- una o dos parroquias, las
d m k , c m !as restantes de :a Palrria, se visitan por comisión, y si aun íos
comis-3nados temen por ser preciso transitar caminos inaccesibles, que los
visitan las cabras, o les dejen aquellos lugares para que les sirvan de pastos
y vivan en pueblos de más atencióma3.
Tavira, ni hubiera leído con paciencia esta carta, ni hubiese acep-tado
semejante programa. Se entregaba de corazón y con todas sus
fuerzas. El resultado ya es de suponer, sin blanca y sin salud. Pode-mos
ver algunos de estos detalles, surgidos expontáneamente en su
carta a Godoy:
«Llégase a esto que la Visita es de gravisimo co,to por tantos embarques,
y por los transportes por montañas las más fragosas del Universo, y que la
que yo estoy haciendo, y concluiré detodas las siete Isla; en todo el mes de
octubre, ha sido la más completa desde el tiempo de la Conquista, por q. me
propuse y lo he cumplido hasta ahora con el favor de Dios, no dexar el
más pequeño pago, y aun el más inaccesible sin visitar, en lo que he em-pleado
ya muy cerca de año y medio y puede V. E. inferir qto. se habrá
impedido, así en los viajes, como en el socorro de pobres y reparo de
Iglesias» 84.
Como otros obispos, mandó hacer a su secretario, don Mateo de
Obregón, un interesante diario de esta memorable Visita, que unido
82. Ibidem.
83. Carta de D. Juan Agustin Quevedo desde la Orotava al obispo D. Antonio Mar-tinez
de la Plaza, con fecha de 26 de abril de 1789. Archivo Diocesano.
84. Carta de Tavira al Duque de la Alcudia, de 14 de agosto de 1794, ya citada an-teriormente.
a cartas y documentos correspondientes, forman un rico material de
estudio.
En cuanto al clero, no sólo se preocupó de su formación espiritual
y teológica, sino también de su propia subsistencia. Para ello mandó
hacer un estudio sobre las necesidades personales del clérigo de $u
tiempo, ajustando a ese nivel de vida la llamada cóngrua sustentación.
Los datos ofrecidos al obispo resultan hoy de un interés extraordinario,
sobre precios, coste de vida, ajuar, vivienda, servicio doméstico, ali-mentación,
etc. Retocar este pivote eclesiástico llevaba consigo rli-mover
otras apoyaturas subsiguientes. Por ejemplo, los concursos para
proveer las parroquias. Consiguió mucho en este orden, sobre todo lo
que tanto le preocupaba, en la aptitud e idoneidad.
En su intento de reforma, sin embargo, tropieza con un serio incon-veniente:
el privilegio que gozaba el clero canario, llamado privilegio
de los pilongos. Es decir, que en un concurso para proveer beneficios
vacantes de cualquier parroquia de la Diócesis, tenía preferencia el clé-rigo
bautizado en la dicha parroquia, aunque su preparación fuese muy
inferior a otro concursante, incluso con grados académicos. El proble-ma
era de importancia, dadas las graves consecuencias que llevaba
consigo, especialmente pc;r &:a; a !m ben&ilci~s de ckiges sin la
debida competencia para el ministerio.
Ya antes de Tavira hubo sucesivos intentos de suprimir o al menos
reformar este privilegio, concedido por Carlos V en R. C. de 5 de
diciembre de 1533, que dice expresamente, no sólo acoeteris paribus,
pero aunque haya algún exceso, si no fuese notable». El tiempo afir-mó
cada vez más esta concesión. Carlos 11, por R. C. de 19 de mayo
de 1670 «mandó guardar la misma preferencia de los naturales de los
pueblos» *'.
De nada sirvieron voces como la del obispo Bartolomé García de
Xirnénez, que llevado de la misma inquietud, consultó a la Corte, res-pondiéndole
Carlos 11; con R. C. de 1684 con estas palabras: «que se
ejecutará según y como se ejecuta en el Arzobispado de Granada ...
advirtiendo para mayor claridad, que si como va dicho, hubiese natu-rales
de pila, y lugar donde vaca el beneficio, han de preferir en la
nominación, siendo hábiles y suficientes, a los demás que no fuesen
naturales, aunque sean más relevantes en la suficiencia, y catedrático
de Prima» "".
85. A. H. N. Consejos P. de Castilla, legajo 15.763, exp. fol. 35".
86. Ibidem, fol. 36.
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Incluso el estamento civil se inquietaba por esta excepción, cuyos
resultados veían tan nefastos en la práctica. El Personero General de
la isla de Tenerife, coronel don Matías Franco de Castilla, logró que
a su instancia se abriese un expediente en la Cámara, en virtud de
R. C. de 22 de diciembre de 1765, «sobre que los naturales de cada
una de dichas islas tengan opción y puedan ser nombrados para obte-ner
no sólo los beneficios curados en las parroquias donde se bauti-zaron,
sino también para las otras iglesias indistintamente» 87.
En el informe que emite el entonces obispo de Canarias, don Fran-cisco
Javier Delgado y Venegas, a petición de la Cámara, aborda el
tema con gran precisión y realismo, pidiendo que cesara dicho privile-gio.
Al estimarlo perjudicial, alega que «los naturales se conzideran
con un derecho al beneficio de su Pila, como el de una capellanía de
sangres 88. Y ya sabemos cuánta resistencia se iba despertando frente
a toda vinculación. Su informe va cargado de razones de peso:
«Si todos tuvieran i.m, al derecho -informa este obis~o- v consistiera
su preferencia en el exceso del mérito y aptitud, se pudiera esperar que
hubiera más que se aplicaran: Tendría la Iglesia más en que escoger, la
República más sujetos virtuosos y aplicados y los particulares más fruto
de su aplicación» 89.
Sobre el mencionado expediente no recayó decreto oportuno, «por
no haber parecido parte alguna -dice una nota- a solicitarle, y por-que
consta. .. que después de haberse entablado este recurso se ha eri-gido
Seminario Conciliar en la Ciudad de Canaria» 'O.
Tavira tropieza con la misma piedra. Pero cree que los tiempos han
cambiado y harían posible la supresión del privilegio. Animado con es-peranza
y para descargo de su conciencia lo hace presente al Rey «como
uno de los puntos que piden más urgente remedio en estas islas.. . y
añado -dice- que las islas, lexos de tener interés en que subsista
el derecho de Pilongos, le miran mal y conocen bien todos los incon-venientes
que trahe» 'l.
Su memorial hace una clara exposición de la trayectoria histórica
y de !os Lcsu~tadosIi egativcis que he tenido d derecho &
estos clérigos. Reconoce que en un tiempo fue útil como medio de
procurar párrocos nativos, identificados con la manera de ser de estos
pueblos, frente a peninsulares que nada sabían de estos ambientes isle-
87. Ibídem, fol. 1.
ag. !hilen?. !cfor?lle de Ee!pade y Venegrrs, exp. fo!. 76v.
89. Ibidem, fol. 37v.
90. Ibidem. Nota de la Secretaría. Madrid, 4 de febrero de 1793, exp. fol. 99v.
91. Ibídem. Memorial de Tavira, de 22 de noviembre de 1792, exp. fol. 102v.
ños. Pero en la actualidad sólo produce graves inconvenientes para !a
cura de almas:
«Así se proponen para curas a V. M. -escribe el obispo- los que real-mente
no lo merecen, y la nominación de la R1. Persona recae en sujetos
casi idiotas, que han pretendido los Curatos como pudieran por derecho
de =ngre un vínculo o un Mayorazgo» 92.
La situación era insostenible para éI, dada su mentalidad y su es-píritu
de lograr lo mejor para la Iglesia. No se resignaba a convocar
concurso con este lastre, por lo que hace ver al Rey la actitud de los
mismos alumnos del Seminario, donde Ia vista de ese privilegio frenaba
el impulso de progreso teológico y pastoral que quería mantener:
«Los más sobresalientes - d i c e a S. M.- y que se han educado mejor,
particularmente desde la erección del Seminario Conciliar, se retrahen de
hacer oposición sino hace la casualidad qe. el beneficio de su propio lugar
esté vacante, porque saben que han de ser postergados si concurre un Pi-longo
» 93.
Su petición fechada el 22 de noviembre de 1792, siguió los trá-mites
necesarios, uniéndose al viejo expediente que ya obraba en la
Cámara desde 1765. Aunque se le responde que en lo tocante a este
privilegio no se haga novedad alguna, sin embargo, se le autoriza algo
ciertamente efectivo, y es que en cuanto a la suficiencia de los pilon-gos
se le concede que use «de sus facultades natas para que las iglesias
estén bien y dignamente servidas* 'f Aunque con cierta tristeza. Ta-vira
recibe este comunicado con mayor tranquilidad de conciencia y
responde desde Güimar que queda enterado de la resolución de S. M..
con fecha 28 de diciembre de 1793 95. En consecuencia, para los futii-ros
exámenes, en las provisiones de vacantes, elevó los puntos míni-mos
que habían de obtener los pilongos, sin cuya condición no alcan-zarían
beneficio alguno.
Tavira fue siempre muy sensible a todo lo que fuera promoción,
a todo lo que significara redimir del analfabetismo, de la ignorancia,
o que constituyera un paso hacia el progreso cultural o social. Son
92. Ibidem, fol. 102.
93. Ibídem, fol. 102.
91. Ibídem. Respuesta de la Cámara, Madrid, 3 de octubre de 1793.
95. Ibidem. Contestación de Tavira al MarquCs de Murillo, estando en la Visita
pastoral de Güimar, Tenerife, a 28 de diciembre de 1793.
muchas las ocasiones en que demostró esta pronta disposición suya,
aun a costa de sus propios recursos y de su misma persona.
Cuando la Real Sociedad Económica de Amigos del País, de Las
Palmas, se propuso traer la imprenta, comprendió lo que este paso
significaba para las letras. En dicha ocasión, dirige una carta a Viera
y Clavijo, entonces director de aquella, elogiando el propósito, dando
su parecer en cuanto a la persona del posible impresor y detalles sobre
los caracteres de la ansiada imprenta:
«Por mi parte -le dice- coayuvaré al establecimiento y desde luego
suscribo a todas la; acciones que no se hubieran repartido hasta ahora y
V. S. de hacer presente y asegurar a la Sociedad que me hallaré pronto
pues a concurrir a cuanto crea ser de utilidad pública»96.
De igual modo la Academia de Dibujos, o Real Academia como se
le llamaba, recibió del administrador de Tavira sucesivas entregas para
atender necezidades perentorias, como velas, aceite, arreglo de1 farol,
mecha, papel, etc. En los documentos donde se presentan las cuentas,
consta la firma de Luján Pérez recibiendo estas ayudas del obispo:
«Por quince redes de vellón -se constata en un recibo- que se han
gastado en velas, y tres y medio de plata en azeite, cuyo importe ha satis-fecho
el Sor. Administrador. Con doce pesos y diez reales von. que importa
el salario de seis meses y diez días de asistencia y solicitud en la Real
Academia, hoy 22 de septiembre de 1796»97.
No le faltó la oportunidad de favorecer lo que llamaríamos el des-arrollo
de algunas industrias, para lo que cedió terreno, propios del
Señorío de Agüimes - d e la Cámara Episcopal- a don José Hipólito
Verdugo y Albiturría -hermano de don Manuel, inmediato suceror
de Tavira en la Sede de Canarias-, a fin de que se establecieran unas
salinas, otorgándose la oportuna escritura. En contraprestación se obli-gó
a pagar un canon simbólico, a fin de reconocer el Señorío del Obis-pado.
La cláusula dice:
«Y cumpliendo con lo que ofrecí en mi memorial y con lo prevenido
en el auto de S. 1. otorgo y conozco por esta presente carta que por mí y
en nombre de mis herederos y sucesores y de quien de ellos hubiere causa
desde ahora para siempre jamás, impongo, sitúo y señalo sobre las dos
96. Carta de Tavira a D. José de Viera y Clavij;, desde San Juan de la Rambla,
a 2 cie marzo de i794. ñorrador conservilcio en ei nrchivo Uiocesario.
97. <Cuenta con Dn. Juan Bautista Eduardo y Romero como Administrador de las
Rentas del Ilmo. Sr. Dn. Antonio Tavira ... por lo correspondiente a la de Canaria, en
los años de 95 y 96.. Documento núm. 6. Cuentas del Administrador General de Tavira,
don Tomás Eduardo. Archivo Diocesano.
fanegadas de tierra deslindadas, de que me ha hecho donación el Ilmo.
Sr. D. Antonio Tavira ... y sobre las fábricas de salinas que en ellas ejecute,
tres reales de vellón corrientes o en su lugar una gallina ... en señal del
verdadero señorío y dominio que S. 1. tiene en aquellos terrenos» 98.
Unase a esto el lamento diario de mendigos, enfermos, y el estado
general de pobreza que atravesaban las islas. Tuvo siempre las cuenta
en números rojos, sin levantar cabeza. A veces amenazaba a su mayor-domo
con vender los pontificales, si no le proporcionaba dinero para
socorrer a cuantos acudían a su puerta. No sólo basta con examinar la
contabilidad a través de su pontificado, sino que es más expresivo ec-cuchar
a él mismo, en la carta dirigida a Godoy, al pedirle en nombre
de S. M. ayuda para la guerra:
a... la constituciGn de estas Islas -dice- es tristísima en el día. Aun-que
salen algunos de sus frutos, han menester mucho más de lo que sale
en manufacturas extranjeras. De América nada viene durante la guerra, y
falta todo comercio. Las rentas por consiguiente no se cobran y yo me veo
leno de amargura y angustia en cada hora pa wcorrer tantas necesidades .
tomando fiadas grandes porciones de tales pa. cubrir tanta desnudez de
estos infelices» 99.
A esta desventura se añadía otra, no menos trágica y a la vez en-démica,
la de la prostitución, con su secuela de problemas morales y
familiares. El paso continuo de barcos de diversas nacionalidades, la
emigración a América y a la Península, fomentaban esta derrota hu-mana.
Era un problema en el que se insistía a menudo en informes y
cartas a los sucesivos obispos por parte de los Vicarios:
«Como este pueblo -informa don Antonio Isidro Toledo, Vicario de
Santa Cruz- es el principal de comercio en estas islas, ocurren a él de
todas partes mujeres de esta clase ("vagasn)» ... Y lo más grave que indica.
es que ese número se aumentaba con las casadas, cuyo? maridos se embar-caban
a Indias «que es -dice- el principal destino a que aquí todos se
dedican», y olvidados los maridos de ellas, «no las socorren --continúa el
Vicario- o se quedan para siempre, que es lo más común que aconteco 'O0.
Tl ,a..v:,,u a a,,c..u diS a ccmbatir estos m& desde varios frentes: institu-yendo
asociaciones de caridad para recoger los niños expósitos en las
islas donde no existía esta institución benéfica; protegiendo la casa de
98. Copia de la cláusula conservada en el Archivo Diocesano sin el resto de la men-cionada
escritura.
99. Caria de yavira a: k q ~ dec :a A!czdk, de 14 de agoste de 1794, ya citada an-teriormente.
100. Informe del Vicario de Santa Cruz de Tenerife, de 30 de septiembre de 1779.
Archivo Diocesano.
Recogidas existentes en Las Palmas, y, sobre todo, poniendo remedio,
dentro de lo posible, respecto de la emigración al Nuevo Mundo de
los hombres casados. Expuso a Carlos IV este grave problema de mu-jeres
e hijos abandonados, a lo que el Rey accedió disponiendo nor-mas
bajo las que se regularían las salidas de hombres casados. Pero
ante las nuevas dificultades, los que pretendían contraer matrimonio
buscaron el recurso de casarse con poder, lo cual era otra fuente de
los mismos problemas. El obispo dispuso que ningún párroco acce-diera
a bendecir estos matrimonios, exceptuando casos muy concretos
y especiales lol.
Estallado el conflicto, el Rey puso en movimiento una zerie de
reales órdenes a fin de recabar medios económicos para los cuantiosos
gastos que pesaban sobre España. Godoy envía un escrito a Tavira
- como a !os Ueinás pi-e!ados- hadkiidok presente N problema y los
deseos de S. M., que el obispo transcribe en una carta al Cabildo, aun
pensando que también por otro conducto habrá recibido la misma Real
Orden. Pero le añade Tavira unos razonamientos que refuerza la pe-tición
de la Corte. Sabe muy bien cuánto se juega en esos momentos
España y la misma Iglesia. Para él, la Francia revolucionaria «quitán-dose
abiertamente la máscara con que quería cubrirse para engañar a
los incautos», declaraba «una sangrienta guerra a la Religión ... Los
dieciocho siglos de la Iglesia no presentan una conspiración tan horren-da
contra ella 'O2.
Impresionado por lo que venía del extranjero, tuvo conciencia de
que había llegado la hora de sentirse español y encender en los demás
su espíritu patriótico, así como su defensa de la fe:
«... qué no hará -continúa escribiendo al Cabildo- para extender entre
nosotros un mortal veneno que entrará sobornando al inocente Pueblo con
las dulces voces de libertad e igualdad que él no conocer6 siempre como
nosotros lo vemos, ya que ni significan lo que suenan ní dan lo que pro-l-
I-l*c-L- clln 1-0-2- .
Está clara su postura ante la Revolución y ante la guerra. Por eso
pide a sus canónigos y fieles, que ayuden generosamente y respondan
a la llamada del Soberano:
.1,n.1. ,P,*.,..+Ya de! Vicarie de Pderteiei.krr, d o c t ~ r l r!gadi, e! día 27 de dicizmbrc
de 1793. Conservada en el Archivo parroquia1 de La Oliva.
102. Carta al Cabildo Catedral, de 25 de julio de 1794, ya citada.
103. Ibídem.
«... mas no es posible dejar ahora de hacer el mayor esfuerzo en ob e-quio
de la Religión, del Rey y de la Patria. Yo no puedo ofrecer por mi
parte sino de los granos que tengo en las islas de Fuerteventura y Lanza-rote,
a cuyo fin pido con esta fecha una razón de los que hay, y si el Ca-bildo
determinare esto mismo y quisiere que se haga juntamente entraré
muy gustoso, pero de:.eo pronta contestación porque es negocio que no da
treguas» 'M.
Al duque de la Alcudia le responde sin ocultarle la verdadera si-tuación
de las islas, pero comenzando con un desprendimiento digno y
a la altura de las circunstancias que vivía el obispo:
«. . . no difiero más decir a V. E., que con la mayor brevedad haré poner
en la Tesorería General de estas Islas cien mil rrs. von., y pa. el mes
de Fbo. o Mzo. pondré otros cien mil, tenue y escasa cantidad pa. mis
deseos».'05.
No hay duda de su actitud ante esta guerra. Joel Saugnieux, sin
embargo, interpretando inadecuidimente i_.n incidente de Tavira con
el Ayuntamiento de La Laguna, con motivo de las Rogativas mandadas
celebrar por el Rey pidiendo la ayuda del cielo para las armas espa-ñolas,
llega a decir que Tavira «rcfusa de satisfaire á cette demande». Y
se pregunta: «¿Trahison?». Para el, el obispo mandó celebrar sufragios
p-o.r los difuntos, pero no las preces por la victoria del ejército español. Y la razón que alega es teoiógica: Tavira no acepta ia idea de torcer la
voluntad de Dios para cambiar los acontecimiento, eso era impensable,
y que nadie tiene derecho a acaparar a Dios en beneficio propio: «Aussi
--continúa Joel- fit-il passer son devoir patriotique aprés son devoir
de chretien». Según él, no se trataba de traición, sino de fidelidad al
Evangelio 'O6.
Pero los hechos y los documentos que lo atestiguan, semejante in-terpretación
no responde a la realidad. Tavira cumplió lo mandado y
además con el mismo espíritu evangélico desde el día 10 de mayo de
1793:
«Luego que se tuvo noticia de haber declarado 'S. M. la guerra a la
Francia -comunica en una circular- mandé que ce dixese en la Misa la
colecta pro tempore belli, aunque retardé dar la orden a las demás Islas
hasta la llegada del correo de este mes en que creía se comunicarían las
correspondientes por el Gobierno para hacer Rogativas públicas» 'O7.
103. Carta de Tavira al Duque de la Alcudia. de 14 de agosto de 1794, ya citada.
105. Carta de Tavira al Duque de Alcudia, de 14 de agosto de 1794, !.a citada.
106. JOELS A~GNIEE<XU:n Prélat eclairé. ..s . ob. cit., p. 135.
107. Copia de la Circular dirigida por Tavira a los Vicarios, el día 10 de mayo
de 1793.
Se ajusta en todo su proceder a una Real Orden de 11 de agosto
de 1770, según la cual para las dichas Rogativas solemnes había que
recibir comunicación de la Corte. Y el motivo estaba claro; una Ila-mada
clamorosa al pueblo pondría en peligro muchas cosas, especi~l-mente
el precio del pan, alimentos, etc., así como cundiría el desáni-mo
popular.
Pero, días después, el 18 de mayo, publica un edicto dirigido a
toda la Diócesis, comunicándole el estado de guerra y la necesidad de
responder a la llamada del Rey, acudiendo los fieles a las preces pú-blicas:
«Cumpliendo pues con está soberana y religiosa determinación, manda-mos
queen todas las Iglesias de nro. Obispado se hagan rogativas públicas
por el buen suceso de nras. armas y exhortamos en el Señor a todos los
fieles a conLurrir al mismo fin con sus fervorosas oraciones y ruegos» loB.
Así lo mandó hacer, pues efectivamente había llegado el día 15 una
Real Orden disponiendo esas rogativas públicas. Lo que sucedió es
que ei 23 de abril ei Ayuntamiento de Tenerife se adelantó a dirigir a
los párrocos comunicaciones para que tuvieran lugar e-as solemnidades
públicas. Tavira recurrió al Rey con un memorial, fecha 26 de julio
de 1793, quejándose de lo improcedente de tal determinación sin con-tar
con la autoridad eclesiástica ni ajustarse a lo dispuesto en estas
ocasiones. El resultado de la queja fue favorable a Tavira. reconocién-dosele
su prudencia y su justa resolución:
«. . . habiéndose enterado este Supremo Tribunal de cuanto manifiecta
S. Ilma. resulta de los documentos, y ha expuesto el Sr. Fiscal, ha rcsuelto
se diga al Apuntamiento de dicha ciudad de La Lasuna. . que no procedió
con arreglo a la orden circular de 21 de agosto de 1770 en haber acordado
por sí sólo en 23 de abril de 1973 la función de las rogativas públicas por
los felices sucesos de las armas de S. M.... y que debió esperar la del
Consejo de S. I.... atemperándose en todo a la expresada circular, la que
deberá observar en 10 sucesivo sin dar lugar a quejas» 'Og.
Esta decisión de la Real Cámara, sin saber por qué, Saugnieux ;a
considera dirigida a Tavira, pues dice textualmente: «la Real Cámara
1 . fit sauGir !'éveqUe qi'il avait 4 s'exécuier saris ei sans piain-tes
» "O.
108. Edicto de Tavira dirigido a todos los fieles de la Diócesis, el día 18 de mayo
de 1793. Al margen hay una nota que dice: *Núm. 3.0. Edicto General para Rogativas
ppcas. en toda la Diócecisx. Archivo Diocesano.
109. Carta de B. Muñoz al obispo de Canarias, don Antonio Tavira, de 17 de mar-zo
de 1795, dándole cuenta del resultado de su memorial. Libro de Reales Ordenes
1794-1799. Archivo del Palacio Episcopal.
110. JOEL SAUGNIEU.UXn: Prélat eclaré ., ob. cit., p. 135.
En el memorial que eleva Tavira queda patente su patriotismo y
su verdadero sentido criztiano del amor a su patria, rogando por cl
éxito de sus armas ante el enemigo:
« . o . prediqué con este motivo varias veces en la Iglesia Catedral, como
lo había hecho ya desde que hubo algunos rumores de guerra en los pueblos
que andaba visitando, exhortando a estos naturales.. . haciéndoles ver quan
conforme era a las máximas sublimes del Evangelio, añadiendo quanto en
esta parte me inspiraba sobre el zelo pastoral propio de mi Ministerio, el
que debo yo acaso más que otro ninguno por quanto interese a la Sagrada
Persona de V. M. y a la mayor prosperidad y gloria de sus Reynos y de sus
armas» "l.
Posteriormente, estando Tavira en La Gomera, llegó orden del Rey,
10 de agosto de 1794, para que se celebrasen nuevas Rogativas. El Vi-cario
General, López de Ansó, en nombre del obispo, dispuso que :.e
cumpliese así en !a Dikesis "2. Y en 23 de enero de 1795, el Nuncio
Aportólico, según voluntad del Soberano, participa al clero del Reino
el deseo de S. M. de ofrecer sufragios por las almas de los que murie-ron
defendiendo la Religión, el trono y la Patria l'. Lo que se cum-plió
debidamente en la Diócesis. No hubo, pues, resistencia ni escrú-pulos
ni negativa por parte del obispo, sino todo lo contrario.
Otra cosa era la actitud de Tavira ante las nuevas ideas que circu-laban
como avalancha por todas partes. El distinguía muy bien entre
lo que era asimilable de la nueva Filosofía y lo que era inaceptable;
poseía un claro espíritu de discernimiento, que le impulsaba con for-taleza
a desechar o condenar lo inadmisible .para la sana doctrina. No
le afectaba el vendaval de la Revolución Francesa, bajo el que se agi-taban
en aquellos momentos personas, pensamiento e instituciones. En
las islas, por ejemplo, circulaban los catecismos republicanos, los folle-tos,
pasquines, abanicos, naipes y todo género de propaganda, descii-briendo
al pueblo un nuevo horizonte y una nueva visión de la so-ciedad.
Este ambiente lo palpaba el obispo y pronunciaba la palabra
oportuna. Canarias vivía la inquietud de ese torbellino político, tra-yendo
en ascuas a la Inquisición y a los responsables del orden pú-blico.
Cualquier libro, buque o perrona relacionada con Francia, su
comercio, libros o consulado, era motivo de sospecha y hasta de de-lación.
111. Memorial que Tavira dirige a Carlos IV, con fecha 6 de julio de 1793. Copia
conservada en el Archivo Diocesano.
112. Edicto del Vicario General, Ignacio López de Ansó, de 3 de octubre de 1794.
A..-L:..,. n:nrnrn..ii n L L L , . " " "L"LL.,'a.'".
113. Carta del Nuncio a Tavira, de 23 de enero de 1795. Libro de Reales Ordenes,
1770-1798. Archivo Palacio Episcopal, apéndice.
Pero si la misión pastoral de Tavira pedía meterse en las aguas
revueltas, lo hacía sin titubeos y desafiando cuantas incomprensiones
llevara consigo. Esto explica su postura, para muchos extraña, respecto
de los prisioneros de guerra franceses trasladados a La Laguna. Este
grupo de unos cuatrocientos soldados causaban la alarma y el escáii-dalo
en Tenerife, al decir de la Inquisición, pues tales francese- «han
hablado y hablan -escriben los Inquisidores- descompuestamente de
la libertad, y máximas de su nación» "4. Sus conversaciones, pues, eran
propaganda revolucionaria; lo que escribían, panfletos subversivos; los
visitantes que recibieran, cómplices de perniciosas doctrinas. En fin,
que por todas partes se pedía, algo así como un cordón sanitario que
defendiese del contagio a la población tinerfeña.
La Inquisición los vigilaba de cerca y estaba al tanto incluso de
los menores movimientos. El Comisario de La Laguna avisaba de
cuanto se decía sobre el particular, poniendo en su conocimiento que
entre el obispo y un «Comandante» francés se intercambiaron algunas
cartstr. Fue le suficiente par2 ugpzr,r e! =idG y +$lar más de cerca,
sirviéndose de don José Martínez, racionero de la Catedral, quien fa-cilitó
copias de las cartas. Así lo informa el Tribunal al Consejo de
la Suprema, con detalles que ponen al vivo unas escenas inqu' ietantes
y a la vez entrañables. Logran averiguar que el obispo, a través del
beneficiado más antiguo de la parroquia de los Remedios -¿Renco-mo?-
hiciese saber en su nombre, que «si querían cumplir con el
precepto pascual como católicos, S. Ilma. estaba muv pronto a recibir-los
y administrarle los sacramentos» '15. LOS Inquisidores, a través de
sus enlaces estratégicamente situados, conocían perfectamente los mo-vimientos
de Tavira. Llegan a poner de relieve cuánto significa Este
paso, y manifiestan al Consejo en la mencionada carta, que no han
«podido saber si el Rvdo. Obispo y el Comandante gal. de eitas Islas
han dado cuenta a la Corte sobre este particular del precepto pascual;
quedamos con el cuidado -añaden- de recoger cualesquiera otra carta
que podamos y dar cuenta a V. A. de todo» '16.
Unos doscientos o más de los franceses recibieron los sacramentos.
Pero el resto, por miedo o coscci6n de otros, no Uno de ello:, jown,
doctor por la Sorbona, llamado Pedro Cabantours, se creyó en el de-ber
de advertir a Tavira que los franceses no podían recibir la comu-nión,
pues estimaba que el Papa Pío VI, había DueStO en entredicho
a la Francia revolucionaria. Escribe en latín y llama a Tavira «muy
-1 l.A- .P ..,.+.,c de !S I~q~i s i c iVdne Caíiarias, :e agosto de :, t . :X, fo;. ,S: E;
Museo Canario.
115. Ibidem, fol. 55.
116. Ibidem, fol. 55.
215
sabio y vigilantísimo obispo de las Islas Afortunadas», gratamente im-presionado
por su solicitud pa~toral, su gesto de acercamiento respe-tuoso
y coxprensivo, tan lejos del trato a que otros sometían a él y
a sus compañeros l17. EI obispo le responde, también en latín, razonan-do
su postura y ~Iarificando razonablemente sus argumentos frente a
las alegaciones del francés, intentando convencerle de la poribilidad
del cumplimiento de Pascua "a.
No sabemos si hubo más cartas por medio; según la Inquisición
creía que sí, «pero que el Rdo. Obispo -sigue el informe al Consejo-ha
cuidado de que no se divulguen, por no causar más escándalo» "'.
Ciertamente, se daba cuenta de que pisaba un terreno muy peligroso
Y que tal vez ya estaba comenzando su posible emnapelamiento. Como
la cosa era muy delicada, ya que estaba el Papa por redio, hizo una
expresa aclaración a la Santa Sede en el informe que remite con motivo
(!e la Visita ad Límina:
«Y me parece que de ninguna manera se debe dejar de consignar -es-pone
a Roma- el que hayamos pensado que no se puede negar la Sagrada
Comunión Eucarística, en el próximo tiempo pascua1 a los yoldados fran-ceses
unos cuatrocientos, prisioneros de guerra, custodiados estrechísima-mente
en esta isIa, si la piden de buen grado, y hemos obtenido dcl Jefe
Provincial que les sea permitido asistir a los cultos con una guardia algo
suave ... Temíamos por tanto que si, haciendo demasiado caso a la- opi-niones
preconcebidas de otros que, se decía, iban tomando cuerpo en otras
partes, les rechazáramos no admitiendo sus súplica:, cometíamos un tre-mendo
crimen ... A uno de éstos que se tenía por Prefecto de las Cohortes
Ruthenas, joven ... y de buena fama, le sobrevino el escrúpulo de que
a todos los galos -como él decía- el Sumo Pontífice los había separado
de la comunión de 103 fieles ... quejándose amargamente, nos expuso en
carta escrita en latín ... y hemos creído que había de ser no del todo fuera
del caso el que incluyésemos una copia de nuestra respuesta en esta relacih
y el que la enviáramos a la Sagrada Congregación» Izo.
No conocemos la respuesta de la Santa Sede. Pero con lo recogido,
a grandes rasgos de la documentación existente, podemos comprobar
una vez más la calidad y firmeza, el espíritu apostólico y la genero-sidud
de un ubizpo como Tavira, desafiando comentarios y sabiendo
con claridad resolver situaciones extremadamente delicadas. Pero su
117. Carta de Pedro Cabantours, .Tesorero de las Compañías Ruthenses, y segun-do
Capn. en la primera, sujeto por los españoles a una estrecha prisión en la Ciudad
de La Laguna por un caso de guerra., a Tavira. Papeles EclesiAsticos, 63-3-30-97, Biblio-teca
capitular, ~ e v i l l a .
118. Carta de Tavira a Pedro Cabantours, La Laguna, 14 de octubre de 179.5. Congr.
Conc. Rel. Limina. Canarien.. Dart. 11. Archivo Secreto Vaticano.
119. Cartas de la ~n~uisic'iókd e ~á n a r i a s ,8 de agosto de 1795, ya citada, fol. 55.
120. Relación de Tavira, con motivo de la Visita ad Limina. Congr. Conc. Rel. Lí-mina
Canarien, 1793, Archivo Secreto Vaticano
entrega pastoral y su lúcida mente, siempre lleno del mejor sentido
evangélico, le hacía responder a la altura de las circunstancias.
La Inquisición, por su parte, consta que practicó todas las diligen-cias
pertinentes al ca:o, enviándolas ;il Consejo, pero sin saber por
qué no llegaron a su destino. En enero de 1805, el Tribunal de Cd-narias
tiene que repetir el envío, el correspondiente «testironio por
triplicado del expediente -dice- a que dieron motivo Ias conversa-ciones
del Ilmo. Sr. Obispo de estas islas, don Antonio Tavira, y aho-ra
de Salamanca, con el Jefe militar francés de los prisioneros que en
los años de 1795 residían en La Laguna, que repetimos a consecuencia
de lo prevenido por V. A. en carta de 24 de octubre del año pasado,
avisándonos de no haba recibido el enunciado testirnonion ''l.
Si se le incoó a Tavira un proceso en el Tribunal de la Inquisición,
no hemos logrado comprobarlo. Podemos afirmar, sin embargo, que
aquella le seguía los pasos. Pero hay que saber apreciar su recto dis-cernimiento,
las fronteras teológicas que tocaba con indudable hon-radez
pa: cmsigo mismc y paro- cm !a Iglesia. :U füerte ;:ersonalidad,
y su convencimiento de que como pastor llevaría sobre sus hombros
la carga de incomprensiones, sospechas y rivalidades.
Tavira conocía a fondo la historia y la organjzación interna del
Santo Oficio en Espaiia; manejó documentos, estudiando Reales Cé-dulas,
Ordenes y Constituciones, Decretales y cuantos testimonios vc-rificaban
la misión y regla del Santo Tribunal. Estaba en condiciones
inmejorables para emitir un juicio acertado sobre esta institución. No
discutía el papel que le correspondiera en la Igksia. Al revés, estaba
di~puestoa aceptar las resoluciones emanadas de cualquier Inquisidor,
con tal que se ajustase a su verdadero cometido.
Lo que dicutía Tavira y contra lo que luchaba, era contra las atri-buciones
que se srrogzba; contra !a competencia que no tenía, contra.
los procedimientos y estilos, pues consideraba o merma de la jurisdic-ción
episcopal o de la dignidad del ser humano. En Canarias no v3 a
pensar ni a decir nada que antes no hubiera ya concebido y, de algún
modo, manifestado. No fueron lances imprevixos, ni situaciones que
en otros momentos no hubiera vivido con más o menos intensidad,
con más o menos riesgos. Sus respuestas a los Inquisidores, sus cartas
e informes a la Corte, no fueron improvisaciones sino e! resultado bien
121. Carta de la Inquisición de Canarias, enero de 1805, t. IX, fols. 182v-183, El
Museo Canario.
maduro de quien había meditado ante Dios el modo de ejercerse la
actividad Inquisitorial.
El primer encuentro lo tuvo necesariamente, pues la Inquisición
de Canarias, no más llegar el nuevo obispo, tuvo que comunicarle las
causas de fe que había que votar, para lo que se requería la presencia
del Ordinario, bien personalmente o por representación. Tavira res-ponde
que nombrará como delegado suyo al Vicario General, don Ig-nacio
López de Ansó. Y aquí surge el primer incidente. Don Ignacio,
a pesar de tener la juricdicción ordinaria, tenía que calificarse, pasar
por el trámite de la limpieza de sangre, según normas del Santo Ofi-cio.
Tavira se niega, alegando que su Vicario ya estaba calificado, pues
era de la Orden de Santiago, en la que se requería ese expediente de
nobleza y de tener viejas raíces cristianas. Los Inquisidores acuden ;iI
Consejo Supremo y se le responde por éste, que el Vicario se califi-que
l".
Entre las idas y venidas, intercambios de notas, quejas y visitas,
e! chispo mantuvo una firmeza singulíir. SGE argmxgtoi eran ro-tundos:
«... no puedo dexar de prevenir a V. S. -escribe Tavira al Inquisidor
Decano- que si por la circunstancia de calificado que me indica se entiende
de la de las Pruebas de limpieza por el Sto. Oficio, yo no hallo por donde
se juctifique la necesidad de este requisito con tanto agravio de la Juris-diccion
Ordinaria, ni en ias disposiciones Fonrificias, ni cn las E. Order,zs
que son las únicas fuentes de donde deriva toda la authoridad que exerxe
el Sto. Oficio, cuyos reglamentos privados y económicos que haya podido
hacer para su gobierno no son bastantes pa. imponer a los obispos esta
pesada servidumbre que los apartaría indirectamente, privándolos del derecho
imprescriptible que tienen por la divina authoridad de su institución, de
entender en las causas de Fe» la.
El resultado era de esperar; la Inquisición, siguiendo instrucciones
del Consejo, seguiría comunicándole el día y hora en que había de vo-tarse
una causa de este orden. y el obispo se mantendría en su postura,
sin doblegarse a una condición, según su conciencia y los principios
teológicos básicos, atentatoria a su propia competencia episcopal. Y sz-guro
de cuanto pensaba al respecto, se dirige 31 Rey, exponiendo con
vibrante tono la situación del problema. Hace una síntesis de lo suce-dido
desde su llegada y entra de lleno en los fundamentos de su argrr-mentación:
122. Inquisición de Canarias: uExpedfe sobre que el Ilmo. Sor. Obispo de estas
Islas Dn. Antonio Tavira nombre ordno. y qe. el combrado se califique,,; respuesta de
los señores del Consejo, Madrid. 28 de julio de 1792, fols. 7v-8, El Museo Canario.
123. Ibídem. Carta de Tavira al Inquisidor Decano. Licenciado don Cándído de Ala-rilla,
a 20 de abril de 1792, fol. 1.
«La Iglesia no reconoció -escribe al Monarca- otros jueces de la Fe
que los Obispos, por espacio de doce siglos ... Llenos están los libros, aun
de aquellos que se han empeñado en elevar la jurisdicción de los Inquirido-res,
con mengua y detrimento de la de los Obispos, en que habría bien que
reparar, y en que convendría se hiciera un serio y detenido examen; llenos
están digo, de esta verdad que no pueden dexar de reconocer» lZ4.
Describe un recorrido histórico del proceso que Ilevó a este estado
de cosas y comenta con soltura y doctrina la decisión de Felipe 11, su
Real Cédula de 1572 -el arma esgrimida por el Santo Oficio- por
la que concedía a la Inquisición la facultad de realizar las pruebas de
limpieza de sangre. Pero limitadas a aquellos casos en que se preten-diera
un cargo en el Santo Tribunal, pero no las de Provisores o Vica-rios
Generales, que considera un abuso 125.
Al mismo tiempo que ataca el fundamento en que se asentaban
las pretensiones de la Inquisición, añade algo que quemaba y se iba
haciendo explosivo en el ambiente, las mismas pruebas de limpieza, la
&scriminrción e2tre
«Se han cumplido ya, Señor -sigue diciendo al Rey-, trescientos años
que salieron los judíos de España, y van a cumplirse presto doscientos que
salieron los últimos Moriscos.. . y con todo eso gime todavía baxo esta dura
optrución en sus familias, no sin nota y desdoro de la religión que siempre
ha profesado ... y a cada paso se están desenterrando huesos y volviéndolos
a desenterrar una, y muchas veces, sin que jamás se les dexe en quietud
como si aquellas castas de gentes estuvieran todavía entre nosotros, o como
si por haber poco tiempo que lo estuvieron hubiera que temer efectos de
su infección y mezcla* lz6.
Esta carta, fechada en Canaria, a 27 de septiembre de 1792, era
una llamada de angustia, a sabienda de que no podría tener la res-puesta
que se necesitaba. Los tiempos y la situación española no eran
propicios. Hubo un aliento de esperanza con el cambio de Inquisidor
General, el entonces arzobispo de Toledo, a quien se dirige desde la
Orotava, en abril de 1795. Vuelve a suscitar el tema, porque aunque
habían pasado varios años, la cuestión seguía espinosa y la actitud de
los Inquisidores inflexible, especialmente cuando llegaha la hora de
votar una causa de fe. Y ésta era realmente el motivo que le Ilevó a
escribirle:
«Habiendo yo salido ya hace muy cerca de dos años -dice al Arzobispo
124. Carta de Sa"jra a Qr!m IV, 1 27 & ~ p p t i p ~ . h odp 1792. pqp!:~ X J ~ ~ ~ C SB,