ARTE EN CANARIAS: ESTADO DE LA CUESTION
CARMEN FUGA GONZÁLEZ
La investigación en el campo de la Historia del Arte está adqui-riendo
en Canarias un creciente auge con el paso de los años. Partien-,,
do de una pequeña base bibliográfica, se ha llegado a analizar el patri-monio
en relación a las distintas facetas de las Artes, atendiendo a su
propia división, así como a los estilos y cronología, y alcanzando una
diversidad en los puntos de vista que ha enriquecido el acervo cul-tural.
En ese desarrollo de la bibliografía especializada en el tema han
cambiado los enfoques, en razón de la misma fecha de las publicacio-nes
y de la distinta formación de sus autores, contribuyendo todos a
su transformación.
El Archipiélago no ha contado con tratadistas de arte en pleno
siglo XVII, al contrario de lo que aconteció en Sevilla con Francisco
Pacheco, en Madrid con Vicente Carducho o en Aragón con Jusepe
Martínez. Hay que esperar al Setecientos y al fenómeno de la Ilustra-ción
para hallar inicios de esta faceta. Es entonces cuando surge la
primera biografía de un artista, merced al lagunero D. Lope Antonio
de la Guerra, que realiza para la Sociedad Económica de Amigos del
País de Tenerife el Elogio fúnebre de D. José Rodriguez de la Oliva,
al fallecer éste en 1777. Por primera vez un escultor o pintor merece
la atención de un escritor, aunque sólo sea como loa necrológica, sin
propósito de ser impresa.
Eruditos como Viera y Clavijo, que versaron sobre la producción
literaria, se olvidaron sin embargo de la artística. Lo que en el caso
del Arcediano de Fuerteventura resulta más grave, teniendo en cuenta
sus cualidades para la descripción de monumentos, como demostró en
su periplo europeo, y el ambiente familiar, donde su hermana María
era escultora aficionada.
Datos interesantes para las Bellas Artes aparecen reflejados de un
modo marginal en el Diario (Apuntes curiosos) de José Antonio de
Anchieta, entre los años de 1731 y 1767, afectando a La Laguna.
Algo similar acontece con las memorias en forma de Diario de D. Juan
Primo de la Guerra, tercer vizconde de Buen Paso; en ellas recoge
anotaciones sobre los pintores Juan de Miranda y Luis de la Cruz,
dado que abarcan desde 1800 hasta 1810. Un conjunto artístico fue
objeto de estudio ya en fecha relativamente temprana, al publicar en
1819 D. Antonio Pereira Pacheco y Ruiz la Noticia histórica de la erec-ción
de la Santa Iglesia Catedral de San Cristóval de Muy Noble y
Leal Ciudad de La Laguna de Tenerije.
. Las primeras biografías de artistas no fueron editadas en las Islas
hasta el siglo XIX. De Bartolomé Martínez de Escobar (Telde, 1798)
se publica en Santa Cruz de Tenerife en 1850 su Memoria de D. José ,,
Luján Pérez, escultor, arquitecto y maestro de Dibujo. Poco después, D
E E. Agüsth Mi!!ares Tmres (1826-1896) 2:: a c~mxere n Lm Pdt=as O
sus Bzografías de canarios célebres, cuya primera edición tuvo lugar n--
en 1872, y la segunda, aumentada, en 1878-1879, incluyendo las del m
O
E
pintor Juan de Miranda, el arquitecto Diego Nicolás Eduardo y el SE escultor José Luján Pérez. -E
Dado que Millares Torres era grancanario eligió para sus investi-gaciones
a figuras relacionadas con Las Palmas: Juan de Miranda, que 3
nació en esa población en 1723; el racionero Eduardo, que trazó los
- -
0
planos para la conclusión de la catedral, y Luján, el celebrado ima-m
E
ginero de Gáldar. Pero, al ser Diego Nicolás Eduardo natural de La O
Laguna, donde intervino en las obras de la iglesia de Nuestra Señora n
de la Concepción, trabajar Miranda en Santa Cruz de Tenerife, y ser -E
solicitado Luján Pérez desde muchos lugares, se puede indicar que a
2 esos textos son un fundamento importante para todo el ámbito insu- n
lar, dentro de las limitaciones de la época. n
Al tratar de Ia personalidad de este autor, A. Millares Cantero y O3
J. R. Santana Godoy lo han calificado como «un intelectual de clase
media que protagonizó las contradicciones de nuestra burguesía liberal
decimonónica, compuso música, escribió novelas, cuentos, dramas y
poemas, participó en la fundación o reorganización de varias socie-dades,
dirigió periódicos y pudo, contra viento y marea, dejar cons-tancia
de una singular tarea historicista que se proyecta en ámbitos
Uivrisüs» (Iíitiüdü~iióiia la Iíkioria G c n d de l ú ~IS IÜXC únúriüj de
A. Millares Torres, Las Palmas de Gran Canaria, t. 1, 1975). A la for-mación
europea de Chil y Naranjo, que sólo ocasionalmente roza lo
artístico (Estudios históricos), opone Millares formulaciones de auto-didacta.
El planteamiento de D. Agustín ante el objeto de este análisis
queda ejemplificado en los párrafos con los que comienza su biografía
de Miranda, donde afirma:
«Hay, en general, en el organismo de los canarios una pre-disposición
al cultivo de las bellas artes que les hace aptos, con
un poco de esfuerzo, para apreciar las inspiradas combinaciones
de los sonidos, el feliz maridaje de los colores y los suaves y
atrevidos contornos de la belleza humana modelados en bronce,
madera o piedra.
Sin embargo, tal era hasta el pasado siglo el aislamiento en
que vivían que, si alguno llevaba en su cerebro algún germen
de música, de pintura o de estatuaria, debió su semilla morir
en flor, sin encontrar atmósfera en que desarrollarse ni ocasión
oportuna para fructificar.»
AnXnirnnr n m r r n r l n p r e n l n c o r t ; n i l n c niie se p&!iCurefi sGhre urtis. """'."""U y""'Y"u.." ."U CLIC..UI"U y.2-
tas (Juan de Miranda y Luis de la Cruz entre otros) en el periódico
«El Ramillete),, que vio la luz en Santa Cruz de Tenerife entre agosto
de 1866 y abril de 1867. Mas no sería extraño que la pluma de Mi-llares
estuviera vinculada con algunos de sus escritos.
Los periódicos y revistas han sido un excelente vehículo para la
expansión de los estudios artísticos ya desde el Ochocientos. De aqué-llas
ha versado Juan Rodríguez Doreste (Las Revistas de Arte en Ca-narias,
«El Museo Canario», Las Palmas de Gran Canaria, números
93-96, enero-diciembre de 1963, pp. 47-104), señalando que entre 1785
y 1936 han surgido en el Archipiélago unas seiscientas publicaciones
entre diarios, semanarios, revistas literarias y profesionales; e indica
asimismo: «Las más antiguas son de contenido misceláneo: historia,
ciencias, literat'iiri y artes. P Q Ca ~p oco v& especi&9ndnse hasti. CE!-
minar al comienzo de nuestra última guerra civil, lindero temporaI
de este trabajo, con una revista, Gaceta de Arte, que fue y sigue sien-do
gloriosamente excepcional no ya en los anales canarios, sino en la
misma historia literaria de nuestra patria grande».
Entre esas publicaciones cabe destacar «La Aurora. Semanario de
iireramra y artes». que apareció en Santa Cruz de Tenerife en septiem-bre
de 1847 y dejó de imprimirse en noviembre de 1848. En varios
números consecutivos se diserta sobre el gusto, afirmando que es una
«cualidad que no debe confundirse con la sensibilidad». Bajo el epí-grafe
de las Bellas Artes se presentan artículos sobre escultura, pin-tura,
dibujo, grabados, música y teatro; en sus páginas se incluyó tam-bién
la crítica de la Exposición celebrada por la Sociedad de Bellas
Artes en la capital tinerfeña.
Después de otros intentos similares surge en la misma ciudad la
«Revista de Canarias», que se mantiene desde diciembre de 1878 has-ta
abril de 1882, siendo fundada y dirigida por Elías Zerolo y He-rrera.
En ella se recogió la participación del pintor palmero Manuel
González Méndez, con dos obras, en la Exposición Internacional de
París, en 1878. Asimismo se informa de la Exposición de Bellas Artes
inaugurada en Santa Cruz de Tenerife en 1880; se exhibieron 314
cuadros, entre tablas, lienzos y cobres, así como 93 dibujos, esculturas,
acuarelas y otros objetos, aunque la catalogación fue todo lo ,variopinta
que era de esperar para la época, lo que no pasó desapercibido para
Zerolo. Este, en su crítica, anota una serie de nombres que es indicativa
de los conocimientos que en aquellos años se tenía de la pintura ca-naria;
entre ellos estaban Miranda, Luis de la Cruz, Valentín Sanz,
González Méndez, Robayna, Cirilo Truilhé, Filiberto Lallier, De la
Peña, González Romero, Marcos Baeza, así como los dibujantes Eduar-do
Rodríguez, Ernesto Menéndez, etc., estos últimos colaboradores en
los periódicos de la centuria.
Entre esas publicaciones se hallaba «La Ilustración de Canarias»
(1882-1884), en la que se insertó buen número de grabados, al prin-cipio
ejecutados fuera de las Islas y luego en Tenerife por Romero,
dando ocasión a los dibujantes tinerfeños para divulgar sus obras.
A finales de siglo se editó en la capital tinerfeña «Gente Nueva»
( 1899-190 1 ), con abundantes caricaturas, firmadas por «Crosita» (Die-go
Crosa) y litografiadas por A. Delgado y Angel C. Romero. Trazó
también caricaturas Manuel Reyes para «Florilegio», que apareció en
Las Palmas entre 1913 y 1915. Tanto Crosita como Manolo Reyes
y otros pintores (Juan Davó, Pedro de Guezala, Bonnín, López Riiiz,
Borges, etc.) intervinieron en la confección del semanario modernista
«Castalia» (Santa Cruz de Tenerife, 1917).
Otras revistas se han interesado en el Archipiélago por las noticias
y acontecimientos artísticos, tales fueron «Ecos» (Las. Palmas de Gran
Canaria, 1915-1919) y «Hespérides» (Santa Cruz de Tenerife, 1926).
«La Rosa de los Vientos» (Tenerife, 1927), con ilustraciones de Gue-zala
y Xavier Casais, fue sin embargo eminentemente literaria. Es,
sh &da, &aretu de Arte?? 11 q ~ ehz &s i n& m z p t rzngo mi -
versal.
Se editó «Gaceta de Arte» en Santa Cruz de Tenerife entre 1932
y 1936, siendo su objetivo primordial el situar a la cultura insular
en un nivel de vanguardia, de manera que se manifestaba partidaria
de los movimientos de avanzada estética en aquella década. Apareció
por los mismos años en que se formaba el GATEPAC (1930; Grupo
de Artistas y Técnicos Españoles para la Arquitectura Contemporánea),
se fundaba ADLAN (1932, Amigos de las Artes Nuevas) y se impri-mía
el único número de la revista «Arte» (1932, órgano de la Asocia-ción
de Artistas Ibéricos). Al igual que esos grupos, se promovía una
información de la vanguardia con carácter internacional, de ahí que
se haga constar: «Conectados a la cultura occidental queremos tender-nos
sobre todos sus problemas, en el contagio universal de la época,
sin huir el pensamiento, sin buscar refugio en tratamientos históricos
para los fenómenos contemporáneos». Por su parte el GATEPAC de-claraba:
«Es nuestra intención celebrar conferencias, exposiciones, pro-yecciones
de films, reuniones periódicas entre los socios y adheridos
para cambiar impresiones y discutir los problemas técnicos, ideas nue-vas,
legislaciones, formar una biblioteca especializada, etc.; que mues-tren
la considerable labor que se ha hecho en muchos países y dar
cuenta de los estudios y trabajos que realice el gmpo».
Esa identidad de intereses no impide que se observen en la Gaceta
contradicciones en sus propuestas sobre racionalismo arquitectónico,
surrealismo y expresionismo, entre sus ideas acerca de formalismo, fun-cionalidad
y no figuración.
El papel de Eduardo Westerdahl como director fue básico y ha
determinado en gran medida su consolidado prestigio como crítico de
arte más allá de las fronteras locales. Westerdahl fue uno de los fun-dadores
de ADLAN y su inquietud artística ha promovido en Tenerife
una interesante actividad en el campo de la plástica.
111
El avance en los estudios de historia del arte no fue impulsado
sin embargo por las revistas de tipo literario, poco propensas a his-toricismos,
sino por las instituciones culturales, destacando en este sen-tido
El Museo Canario y el Instituto de Estudios Canarios, cuyas pu-blicaciones
junto con la «Revista de Historia» han constituido una
trilogía fundamental pata la investigación en el segundo tercio del
siglo XX.
. IDa G..I,U +L-a,lL:lLl, ulcu 1I,- VD CVIIIICLIIUJ U1E- c-a-a- c--c-Li.i.r-:u- ua iLiaei-i c--u--i-i-L-1r-1il-i piauu 1la-eclosión
de diferentes trabajos en los que sus autores han desvelado
datos biográficos, más que estilísticos, de distintos artistas, o docu-
mentación de signo artístico. En este sentido ha de recordarse a Juan
Bautista Lorenzo Rodríguez ( 184l-l908), quien aportó en 1901 una
serie de noticias sobre imagineros de La Palma (Nicolás de las Casas,
Manuel Díaz, Marcelo Gómez Carmona ...) en el periódico «La De-fensa
», de la capital de esa isla; otros artículos suyos se presentaron
en «La Solución» y «Fénix Palmense».
En la siguiente década Santiago Tejera Quesada da a conocer su
libro Los grandes esczdtores. Estudio histórico-crítico-biográfico de don
José Luján Pérez, editado en Madrid en 1914.
Por los mismos años el clérigo D. José Rodríguez Moure ( + 1936)
inicia su serie de trabajos acerca del pasado tlnerfeño: Historia de la
devoción del pueblo canario a Nuestra Señora de Candelaria (1913);
Datos históricos del Templo Catedral de Terzerife (1914), Historia de
la parroquia Matriz de Nuestra Señora de la Concepción de La Laguna
( 1915), hasta llegar a su Guía histórica de La Laguna (1935), ya bajo
el patronazgo del Instituto de Estudios Canarios. Las obras de RO-dríguez
Moure son fundamentales para conocer el patrimonio de la
Ciudad de los Adelantados.
Pero los estudiosos del pasado dejaron su aislamiento para incor-porarse
a institucicnes culturales, cuvas publicaciones periódicas les
permitían la divulgación de sus rastreos en los archivos.
El Museo Canario fue fundado en Las Palmas el 2 de septiembre
de 1879 e inaugurado el 24 de mayo de 1880. Su creación se basó
en la labor del doctor D. Gregorio Chil y Naranjo (1834-1904), cuyas
investigaciones antr~poló~icash,is tóricas y de ciencias naturales abo-caban
a la Sociedad hacia unos objetivos marcados por dichas mate-rias.
De ahí derivan sus colecciones arqueológicas, antropológicas, etc.,
así como sus fondos bibliográficos, de archivos y hemeroteca.
Su actividad en el campo de la Historia del Arte se ha manifestado
sobre todo a partir de las conferencias y de Su revista homónima. En
1960, al salir los dos tomos de ésta en homenaje a Simón Benítei Pa-dilla,
se anunciaba el nombre del nuevo director, Agustín Millares
Carlo, reasumiéndose los fines previstos en su andadura:
«dotar a la investigación canaria en todos sus aspectos de un
X--ram-n-n-- de pntiia! dif'isi<jn> complementado con las ediciones
anejas que vayan aconsejando la importancia y la oportunidad
de otros trabajos originales. Y no sólo en el campo de la inves-
tigación histórica y científica, sino también en el área de la crea-ción
literaria-ensayo, crítica, poesía, etc., tan fecunda en nuestras
Islas y tan desprovista hasta ahora de eficaz estímulo y adecuada
protección ».
En la revista de «El Museo Canario» se han insertado excelentes
artículos de los estudiosos del Archipiélago, caso de José Miguel Al-zola
y su Iconografía de la Virgen del Pino, Jesús Hernández Perera
Sobre los arquitectos de la Catedral de Las Palmas, Juan Rodríguez
Doreste y La Escuela de Artes Decorativas de Luján Pérez, Enrique
Marco Dorta con Planos y dibujos del Archivo de la Catedral de Las
Palmas, Antonio Ruiz Alvarez en Estampas históricas del Puerto de la
Cruz. En torno a la imagen del Gvan Poder de Dios, Joaquín Artiles
sobre El Convento de Nuestra Señora de las Nieves en Agüímes, Ro-berto
Roldán Verdejo sobre Una e~nzita majorera: Santa Inés, Juan
Bosch Millares y El Hospital del Espiritu Santo en la isla de Lanzaro-tei
etc., etc.
En 1924 se fundó en La Laguna la «Revista de Historia* (actual
«Revista de Historia Canaria»), vinculada muy pronto a la Facultad
de Filosofía y Letras del distrito universitario. A su frente figuraban
en distintos puestos directivos José Peraza de Ayala y Vallabriga,
Dacio V. Darias y Padrón y Buenaventura Bonnet y Reverón. En sus
páginas hallaron eco las investigaciones históricas, genealógicas, antro-pológicas,
etc.
En sus números se registró una verdadera profundización del pa-sado
canario, sobre todo en las décadas de 1940 y 1950, bajo la di-rección
del catedrático de la Universidad de La Laguna Dr. D. Elías
Serra Ráfols. Si bien el objetivo principal no era el patrimonio artís-tico,
también se trató de éste por parte de historiadores no especiali-zados
en el tema. Ya en los primeros ejemplares se acogieron escritos
de Lorenzo Betancort sobre la capital majorera: El convento de la Ma-dre
de Dios de Miraflores, de Teguise, El Cristo de ta Vera-Cruz de
Teguise. En 1942 Buenaventura Bonnet presentaba sus Notas sobie
algunos templos e imágenes sagradas de Lanzarote v Fuerteventara,
señalando:
'PQr iE&cyciSn de! se5=r &canG de l:, Facu!tad de Fi!osofia
y Letras de la Universidad de La Laguna, mi estimado amigo
don Elías Serra y Ráfols, formé parte de la misión acordada por
'aquella Facultad para estudiar prehistoria, arte, lingüística y bo-tánica
en las islas de Lanzarote y Fuerteventura, misión que te-nía
por objeto recoger notas y antecedentes, visitar los lugares
de la primera conquista, etc., y que habrá de repetirse para com.-
pletar dichos trabajos en un futuro próximo.»
Ese texto informa de la amplitud de miras de ese grupo de perso-nas,
vinculadas a la Facultad de Filosofía y Letras, cuyos estudios
daban a conocer a través de la «Revista de Historia»; todas las islas
eran atendidas, de modo que desde Gran Canaria mandaba artículos
Sebastián Jiménez Sánchez, Enrique Marco Dorta enviaba documen-tación
desde Sevilla sobre el templo catedralicio de Las Palmas, Darias
y Padrón trataba de Gomera, etc.
Al cumplirse un cuarto de siglo de su edición, teniendo en cuenta
el lapsus de los años 30, el Director exponía las mejoras previstas en
el capítulo artístico:
«Ese aumento de ilustración gráfica se debe a la colabora-ción
del Laboratorio de Arte de nuestra Facultad, organizado por
el añorado Dr. Láinez Alcalá, con el apoyo, también, del Cabildo
Insular. Un artículo de Historia o de crítica de arte aparecer6
copiosamente ilustrado, a ser posible en cada número. Esas fo-tografías,
normalmente de arte isleño, interesan al archivo que
del mismo va formando dicho Laboratorio y por él son costea-das,
con ventaja para la Revista y renovada actividad para aquel
servicio. La reseña crítica de la vida artística de Tenerife ha sido
encomendada a una firma especializada e independiente, de bien
ganado prestigio por esas cualidades. Otro acreditado crítico nos
suministra una reseña breve de esas actividades en Gran Canaria.
Y, en fin, un joven estudiante, con competencia y entusiasmo
poco frecuentes se ha encargado de una sección fija de crítica
musical, que ya venía exigiendo la categoría alcanzada por las
manifestaciones del divino arte en esta Isla.»
Respecto a la persona elegida para hacer la crítica artística de Te-nerife,
pronto se supo su identidad, porque ya en ese año de 1949
aparece firmada por Eduardo Westerdahl. Desde entonces la andadura
de la «Revista de Historia» no ha cesado y a finales de la década de
1970, al darle nuevo ímpetu bajo la dirección de D. Antonio Bethen-cm::
y Ma s s i e ~ ,s e j m c r p r ~ r mU !U evtensl re!rciSn de co!íihoradnrer
varios miembros del Departamento de Historia del Arte de la Facultad
de Filosofía y Letras en la Universidad de La Laguna.
En 1932 tuvo lugar en La Laguna la fundación del Instituto de
Estudios Canarios. En 1944 sale a la luz el número 1 de su revista
«Tagoro», en cuyo prólogo el Director, Andrés de Lorenzo Cáceres,
incluye entre otros párrafos los siguientes:
«Los estudios canarios han disfrutado, hasta ahora, de dos
movimientos bien caracterizados: el enciclopedista del siglo XVIII
y el romántico y postromántico del siglo XIX; aquél de tipo
universalista y éste de matiz regionalista».
«Hasta ellos casi sólo la Historia mereció la atención de per-sonalidades
aisladas, sin que un movimiento trascendente, una
cultura, fuera posible, rota la unidad de las ciencias en el XVIII
y quebrada la unidad política en el XIX.
Cualquiera que sea la excelencia de las obras que uno y otro
hayan producido, sea ei que fuere ei merito de ios caracteres
que les informaron, claro está que una cultura viva no puede ya
basarse sobre tales patrones.
Necesitamos una .cultura calada de emoción popular y sujeta,
al mismo tiempo, al rigor científico, pero llena sobre todo de
estímulos, y aún más de maternidad, capaz de producir y no en-cerrada
en estériles narcisismos».
Al autor de estas líneas, A. de Lorenzo Cáceres, lo calificó S. Pa-drón
Acosta «de prosista mágico, de hombre dinámico y de isleño de
pura cepa)), adjetivos que mereció en su gestión de Director del Ins-tituto
de Estudios Canarios, así como en su labor frente a «Tagoro».
Se complementa esa actividad con sus artículos en la prensa diaria,
entre los que.cabe mencionar los que versan sobre Don Fernando de
la Guerra y el pintor Rodriguez de la Olzva, Una colección de retratos
en mil ochocientos, Del templo parroquial de Teguise, etc.
El Centro ha sacado asimismo un anuario titulado «Estudios Ca-narios
», donde se reflejan las actas, memorias, sesiones científicas y
resúmenes de los cursos impartidos. En ellos han aparecido comuni-caciones
interesantes sobre conferencias que afectan al tema artístico,
entre ellas están las de Jesús Hernández Perera sobre Miniaturas del
«Libro de Horas» de la Universidad de La Laguna, Joos van Cleve
y el tt+pticc flmmnco de Aggeté, T~bern~cupUIc~s ~ ~ C Z A J dPe~ 'Q.?'JmPer ife
y Gran Canaria, El tesoro artistico de la isla de El Hierro, Esculturas
flamencas en La Palma, La arquitectura canaria y Portugal; de Eduar-do
Westerdahl Oramas sobre La pintura de Oscar Dominguez; de Mi-
guel Tarquis García acerca de La plástica canaria del siglo XVIII, de
Manuel Martín González. . .
En 1942 el Instituto editó el cuaderno de Alfredo Torres Edwards
(1889-1943) en torno a La pintura en Canarias. En él su autor plantea
una amplia visión del tema, basándose en ocho figuras, entre las que
incluye al anónimo retratista que más tarde sería identificado por otro
estudioso con Alonso Vázquez, confundiendo datos del artista sevilla-no
de ese nombre con otro homónimo tinerfeño. Torres Edwards ex-pone
allí: «No es mi propósito, al tratar de la pintura en Canarias,
hacer su historia detallada, con la cronología minuciosa de nuestros
artistas y sus obras. Queda esto para el investigador erudito, con el
acumulamiento de fechas y rebusca de datos que nos aclarasen el pro-ceso
de los cuadros y, todavía más, llegasen a descubrirnos los que
aún puedan permanecer desconocidos en ignorados lugares. Historia
interesante y que está todavía por hacer. Me limitaré a recoger para
mi tema la obra pictórica más conocida, desarrollada en Canarias co-mo
expresi&i iníerpiepaii"a de la visión de niiesíios artiStaSD. Como
pintor que era, prefirió dar su visión personal de la plástica insular,
marcada según él por la fuerza de la luz.
Con el Instituto de Estudios Canarios se relacionan ya desde tem-prana
fecha todos los nombres de la Cultura en el Archipiélago. Desde
José Rodríguez Moure hasta Elías Serra Ráfols, Dacio V. Darias y
Padrón, Emeterio Gutiérrez López, José ~e r a z ad' e Avala y Vallabriga,
sin olvidar los nombres de los grancanarios Simón Renítez Padilla,
Agustín Millares Carlo, Eduardo Benítez Inglott, Néstor Alamo Her-nández,
el palmero Elías Santos Abreu, y así una larga lista de nom-bres
conocidos.
La celebración de los -cincuenta años de su fundación permitirá
aún más evaluar la fructífera senda recorrida por el Centro, no sólo
en el plano histórico y artístico sino también en el científico.
En el capítulo de las personalidades individuales merece un apar-tado
especial el sacerdote D. Sebastián Padrón Acosta (1900-1953),
que a sus dotes poéticas unió sus publicaciones sobre los vates cana-rios,
sin marginar el rastreo de los archivos y de las hemerotecas. Se
puede afirmar que fue recopilador de la bibliografía insular de índole
artística en su libro El paisaje canario del siglo XIX y la pintura de
Valentin Sanz, desarrollo de la conferencia impartida en el Círculo de
Bellas Artes de la capital tinerfeña el 23 de noviembre de 1949, con
motivo del primer centenario del nacimiento del mencionado paisa-jista.
En dicha obra dedica un capítulo a «la investigación isleíía del
presente siglo acerca de artistas canarios de las centurias pasadas».
En ese apartado son muy significativas sus palabras:
«Es el siglo actual la época en que más investigaciones se
han realizado en torno a la vida y obra de los artistas canarios.
Acaso haya sido causa fundamental de ello la existencia, en la
Universidad de La Laguna, de la Facultad de Filosofía y Letras,
que ha despertado y encauzado en la juventud isleña la curio-sidad
científica, ordenada y sistematizada, y dirigida hacia los
valores de la cultura canaria; hecho que, por otra parte, ha te-nido
la virtud de servir de estímulo a hombres pertenecientes
a otra generación, en especial a los escritores nacidos a fines del
siglo XIX y principios del presente.
Ha influido también en ello la creación del Instituto de Es-tudios
Canarios, cuyo director, don Andrés de Lorenzo Cáceres,
ha sido espíritu vigilante C...].
El fenómeno registrado es induhitah!~. E! entilsizsmn pnr 12
investigación -investigación acerca de la vida y obra de los
artistas tinerfeños- nunca tuvo el auge que tiene en el siglo
en que vivimos. La Revista de Historia de nuestra Facultad de
Filosofía y Letras, El Museo Canario de Las Palmas y la prensa
diaria acusan el hecho a que vengo refiriéndome».
Precisamente uno de los artífices de ese avance fue el propio Pa-drón
Acosta, cuya labor en el hallazgo de datos sobre constmcciones
religiosas, escultores, pintores y orfebres es incuestionable. Las pági-nas
de los diarios recogen a lo largo de la década de 1940, sobre todo,
el quehacer cotidiano de quien supo valorar con justeza lo que el arte
canario suponía. No fue dado a los inútiles ni a comparaciones fáciles
sobre el patrimonio insular y el de otras regiones o países; por el con-trario,
se mantuvo en los límites del dato, interpretándolo con el cri-terio
amplio de quien manifiesta una especial sensibilidad hacia los
fenómenos culturales. Padrón Acosta no oculta las fuentes en que se
basa para sus asertos: sino que; al igual que todo buen investigador,
es diáfano a la hora de darlas a conocer.
Al hacer la reseña necrológica de este erudito en la «Revista de
Historia», María Rosa Alonso destacó que en su producción había di-versos
capítulos referentes a: 1) trabajos de investigación artística; 2)
trabajos de investigación histórica; 3) trabajos de investigación litera-ria;
4) an:~lo~las5; ) obras de creaciUc Uieraiia.
Mostraba una especial preferencia por el Ochocientos y su Retablo
canario del siglo XIX es buena pnieba de ello, a pesar de estar dedi-
cado no a artistas sino a figuras de todo orden. Su conocimiento de la
pintura de esa época era muy grande, como lo manifestó en el libro
dedicado al centenario de Valentín Sanz; pero también expresó su sa-ber
acerca del Setecientos en sus análisis biográficos y estilísticos de
los pintores José Rodríguez de la Oliva, Juan de Miranda, Cristóbal
Afonso y Luis de la Cruz, con el que se adentra ya en la siguiente
centuria. E incluso se remontó a un pasado más remoto en sus Apzln-tes
históricos sobre la Parroquia Matriz de Santa Cruz de Tenerife.
Trató el tema arquitectónico no sólo en esos artículos, sino que son
primordiales los que dedicó a Diego Nicolás Eduardo, el artífice es-tudiado
anteriormente por Millares Torres. En cuanto a la escultura
son representativos sus trabajos sobre los imagineros palmeros, así
como de Luján Pérez, Miguel Arroyo, Fernando Estévez, etc., parti-cularmente
de este último.
Por todo ello su nombre debe figurar en los anales de la bibliografía
artística de Canarias.
Ha sido frecuente el que algunos clérigos hayan investigado sobre
el pasado insular, dando a conocer sus hallazgos. Esto no es extraño,
teniendo en cuenta la importancia del patrimonio eclesiástico. Aparte
de los ya citados, D. José Rodríguez Moure y D. Sebastián Padrón
Acosta, debe recordarse a otros. Así, D. José García Ortega (Teror,
1891-La Laguna, 1957), por comisión del Obispado Nivariense, visitó,
en unión de Darias y Padrón, las parroquias tinerfeñas? con el fin de
inventariar las obras de arte existentes, siendo autor asimismo de un
trabajo sobre Nuestra Señora del Pino (Historia del culto a la vene-rada
imagen de la Patrona de la Diócesis de Canarias). D. José TrujiUo
Cabrera en su Guía de la Diócesis de Tenerife incluvó datos conocidos
sobre las imágenes y piezas de orfebrería de los templos. Por su parte
fray Diego de Inchaurbe y Aldape se interesó por los conjuntos fran- -
ciscanos, de los que aportó noticias en su libro Historia de los con-
-te: de &;lt~~ l ü r ü& Le Lagzm y de San Pedro .Qóste! y 3rrn
Cristóbal de Garachico, publicado en Sevilla en 1943, al que se aña-dieron
otros escritos.
Un puesto importante entre ellos ocupa D. Pedro Hernández Be-nítez
(1895-1968), que se interesó particularmente por la ciudad de
Telde, donde fue párroco de la iglesia d e San Juan Bautista. Pertene-ci6
a distintas instituciones cuituraies, entre eiias Ei Museo Canario
y el Instituto de Estudios Canarios, siendo su obra más sobresaliente
3a que lleva por título Telde, editadá en 1958. Otros estudios suyos
versan sobre El retablo flamenco de San Juan de Telde, El Santo Cristo
del Altar mayor de la ciudad de Telde (Canarias), etc. Aunque tuvo
preferencia por los temas histórico-artísticos y arqueológicos, la serie-dad
de sus planteamientos le remonta de los contenidos simplemente
locales, otorgando categoría, a sus aportaciones bibliográficas.
De modo similar D. Joaquín Artiles ha dado a las imprentas dis-tintos
artículos centrados en otra localidad grancanaria, que figura en
los títulos de éstos: El «Libro de gasto ordinario» del Convento de
Nuestra Señora de las Nieves de Agüimes, El Convento de Nuestra
Señora de las Nieves de Aguimes (ambos publicados en «El Museo
Canario»), y El templo parroquial de la villa de Agüimes (en el «Anua-rio
de Estudios Atlánticos»).
Ya en fecha reciente, 1970, el canónigo D. Santiago Cazorla, en
unión de 1. Quintana, ha pesentado la Virgen del Pino en la Historia
de Gran Canaria. Y D. José Siverio ha tratado de Los conventos del
Realejo.
Miirhnr de eytny zct~res m se 2 les !imites de Izs
Bellas Artes, pero las tratan con abundancia .de aportaciones inéditas.
Las décadas del segundo tercio del siglo XX contemplaron la pre-sencia
de personas interesadas por el pasado insular en su vertiente
patrimonial, tanto en Gran Canaria como en Tenerife.
En esta última isla participó intensamente en dicho quehacer Da-cio
V. Darias y Padrón (1880-1960), cuyas Noticias generales históri-cas
sobre la isla del Hierro son pieza insustituible para la consulta.
Fue además hombre preocupado por múltiples aspectos del conjunto
monumental: De nuestros pintores de antaño. Los dos pintores apelli-dados
Principes, El pintor Quintana y su familia, El convento domi-nico
de Hermigua, Vilaflor y su parroquia, El Santo Cristo de Gara-chico,
son algunos de los epígrafes suyos en la prensa diaria. Esa labor
se ve ejemp!i!?c& en SE inten~enciSne n e! magnn d u m e n de !-,!F i k
toria de la Religión en Camarias, editada en Santa Cruz de Tenerife
en 1957, incluyendo la labor de otros dos autores, uno de ellos el men-cionado
Rodríguez Moure.
El otro nombre que figuró en ese texto fue Luis Benítez Inglott,
que realizó allí un «Resumen histórico del Templo Catedral de Las
Palmas». Esos apellidos se repiten en la persona de Eduardo Benírez
Inglott (1877-1956), el cual fue Director de El Museo Canario, así
como del periódico «La Provincia*; entre sus artículos cabe reseñar
la Historia de la capilla de Animas de la Catedral de Las Palmas y su
Historia de la parroquia de San Francisco de Asis de Las Palmas.
Natural de Gran Canaria, como los dos anteriormente citados, fue
Néstor Alamo, nombrado Cronista Oficial de esa isla. De su pluma
salieron múltiples escritos, entre los que tiene un encanto especial
su rememoración de El Gabinete Literario. Crónica de un siglo (1844-
1944), que en forma de folletón publicó en el «Diario de Las Palmas».
Todo el espíritu de una época emerge de sus líneas, dibujando un pa-norama
completo de la población. Pero Néstor Alamo fue además el
artífice de artículos como el dedicado en el «Anuario de Estudios At-lánticos
» a El Obispo Verdugo y sus retratos, o los que aparecieron
en los periódicos de dicha ciudad.
Un espacio no meramente local ni tampoco restringido a una época
es el que abarca María Rosa Alonso en su Indice cronológico de pin- m
tores canarios, con sus correspondientes Rectificaciones y adiciones, D
E
que se imprimieron en la «Revista de Historia», unos años antes de O
que Pu&Sr? Acestr.! !e~J2ruu c uYn su re!nción & rrtistas e] ]hrQ n-- m
sobre El paisaje canario del siglo XIX y la pintura de Valentin Sanz. O
La escritora tinerfeña hizo mención también de los imagineros en nota
a pie de página, todo lo cual tiene un indudable valor por cuanto
se trata de las primeras compilaciones en la bibliografía artística del
Archipiélago. María Rosa Alonso ha tenido particular vocación lite-raria,
pero ello no ha sido óbice para mostrar interés por las artes
plásticas, de ahí sus aportaciones en este sentido con artículos como
El triptico de la parroquia de Taganana o Don Luis de la Cruz detrás
de un piano de cola.
En realidad, las noticias sobre conjuntos arquitectónicos o sobre
escultores, orfebres y pintores se hallan a veces en textos de variado
contenido, así sucede con los «Datos sobre la Catedral de Las Palmas
de Gran Canaria recopilados por Simón Benítez Padilla para el arqui-tecto
D. Luis Bellido, 1946», insertos cn la Descripción histórica y
geográfica de las Islas Canarias acabada en 1737, de Pedro Agustín
del Castillo, en edición hecha en Madrid en 1948-1950.
De Gira parte, gran cantidad de artínilm periodísticos que so-bre
temas artísticos aparecen por estos años en los diarios locales im-posibilitaba
ofrecer una visión de conjunto a los lectores. Nombres
como los de Sebastián Jiménez Sánchez y Pedro Tarquis, en Las Pal-mas
y Santa Cmz de Tenerife, afloran constantemente al tratar de
las piezas de valor que encierran las distintas parroquias del Archi-piélago.
En las décadas de mediados de esta centuria la labor de las perso-nalidades
individuales coexiste con la de las sociedades culturales, im-bricándose
en muchas ocasiones. Ese es el caso de Antonio Ruiz Al-varez
(1917-1973), quien fue uno de los fundadores y primer Secre-tario
del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, establecido en
el Puerto de la Cruz. Este Centro mostró el deseo de incluir a las
artes plásticas en su seno, de modo que la fundación Westerdahl se
inscribió en este aspecto.
Antonio Ruiz Alvarez indagó sobre todo la historia del Puerto
de la Cruz y alguna otra población del Norte de Tenerife, por ejemplo
en sus Estampas históricas del Puerto de la Cruz, aparecidas en el pe-riódico
tinerfeño «La Tarde», o en artículos de la «Revista de His-toria
» (En torno al imaginero isleño don Luis Cabeza y Viera), el
«Anuario de Estudios Atlánticos» (El Puerto de la Cruz: la bateria
de Santa Bárbara o del Muelle), del periódico «El Día» (El Puerto de
la Cruz en 2750), «El Museo Canario» (En torno al ingeniero canario
don Agustín de Bethencourt y Molina), etc.
La familia Tarquis ha estado relacionada con las empresas artísticas
de Tenerife desde finales del siglo XIX, citándose los nombres de al-gunos
de sus miembros en cuanto a la Escuela de Artes y Oficios, así
como respecto al Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de
Tenerife. Entre ellos han destacado por sus estudios Miguel Tarquis
García y Pedro Tarquis Rodríguez.
La temprana muerte de Miguel Tarquis García (1923-1968) im-pidió
que su labor fuera más extensa, pero no dejó de fructificar con
resultados inmejorables, que se traducen particularmente en la consul-ta
obligada de su «Archivo-Legado», que guarda el Departamento de
Historia del Arte de la Universidad de La Laguna. La deuda con él
contraída por parte de todos cuantos han acudido a esos ficheros y bi-blioteca
es inmensa, porque ha permitido a los investigadores univer-sitarios
no partir de cero, sino hacerlo sobre una firme y ancha base.
Con la Universidad estuvo vinculado durante los años en que para
e! L2LkratafiG de Arte efec:Ud :areas de c!4s&aci6G acGpiu
gráfico.
Desde 1964. fue Director del Museo Municipal de Bellas Artes de
la capital tinerfeña, cargo que anteriormente había recaído en su pa-
dre, D. Eduardo Tarquis Rodríguez. Su vivencia de la plástica insular
le indujo a no encerrarse en el estudio del pasado, sino que, además,
fue fundador del gnipo «Nuestro Arte», con otras personas.
Sus intervenciones en los periódicos fueron muchas y con Antonio
Vizcaya Cárpenter fue autor del volumen con Documentos para la His-toria
del Arte en Canarias. 1, previsto como inicio de una serie, que
no llegó a ser continuada. En el prólogo de ese texto el entonces Ca-tedrático
de la Universidad de La Laguna, Dr. D. Juan José Martín
González, escribió:
. , «Para nadie es un secreto que el estudio del arte canario se
halla en gran parte por hacer. Diríamos que son cuatro las clases
de publicaciones que en un futuro inmediato han de acometerse:
documentos, Catálogo Monumental, monografías y guías. Y sin
duda de ningún género situamos en primer término la publica-ción
de documentos, porque ellos son el punto de partida, el
usiderc? E& cUp-,a-,UllrLnV d e 11. histcxia. Por fertuna, los archivos de
las Islas se han conservado bien. Material documental, por lo
tanto, existe en cantidad para despejar muchas incógnitas del
arte canario. Además, el documento en el Archipiélago es de no-toria
importancia para el esclarecimiento de la verdad histórica;
mucho más que en la Península».
Y señala también el Dr. Martín González en dicho prólogo (1959)
lo penoso de explorar en esas fuentes y el grave escollo que suele
constituir la edición, nada vistosa, de estos repertorios. A pesar de
todo ello, Miguel Tarquis fue un infatigable rastreador de fondos iné-ditos.
Precisamente en ese libro su labor se conjuntó con la de Antonio
Vizcaya, cuya Tipografía canaria es obra magna, el cual versó en varios
artículos periodísticos del patrimonio artístico (Imaginería canaria. La
Dolorosa de Tejina, obra de talla del Maestro Luján, El escultor DO-mingo
Pérez Donis).
Miguel Tarquis tuvo una gran sensibilidad para la plástica, lo que
dern~str6e n rus escrit~s,t anto sobre esnltura como acerca de la pin-tura:
Semana Santa en Tenerife, El pintor Juan Manuel Rodríguez 30-
tas Ghirlanda, son algunos títulos destacables.
Por su parte, Pedro Tarquis Rodríguez se ha convertido en el pa-triarca
de este tipo de estudiosos, por su edad y por su constante
trabajo. Hijo de D. Pedro Tarquis Soria, uno de los fundadores del
Museo ivíunicipai de Bellas Aries de S m ~ aC mz de Tzmrife, naci5 ei,
1886 en el seno de una familia y un ambiente propicios para su vo-cación.
Los mejores aciertos suyos son aquellos en que se ciñe a los datos
y margina las interpretaciones estilísticas. Por ello seguramente deba-mos
considerar en primer lugar su Diccionario de arquitectos, alarifes
y canteros que han trabajo en las Islas Canarias, que, impreso en va-rios
tomos del «Anuario de Estudios Atlánticos», abarca desde el Qui-nientos
hasta el Ochocientos, incluyendo ambas centurias. El registrar
esa gran cantidad de nombres es ya tarea inmensa, máxime teniendo
en cuenta que lo hace apoyado en datos de primera mano, extraídos de
distintos archivos.
Recopilaciones de artículos periodísticos suyos son libros como Ri-queza
de los templos de Tenerife. Su historia y sus fiestas, o el dedi-cado
a Antigüedades de Garachico. En el primero de ellos, el arcipreste
D. José Trujillo Cabrera señaló en el prólogo algunas facetas relativas
al autor:
«En efecto, D. Pedro Tarquis Rodríguez nace trayendo a la
vida la vocación por la belleza en cualquiera de sus manifestacio-nes,
y esta vocación la cuida durante su existencia con cariño y
esmero. Lo vemos con algunos datos extraídos de su curriculum
vitae. Después de su primera enseñanza en Santa Cruz de Te-nerife,
cursó el Bachillerato en el colegio de Segunda Enseñanza
que dirigía don Ireneo González, aprendiendo al mismo tiempo
en la Academia Municipal, Dibujo de figura y paisaje y luego in-terpreta
al óleo el natural. Obtiene luego, por oposición, una
plaza en el Cuerpo de Telégrafos. Desde 1911 presta sus servi-cios
en tan honrosa profesión en Santa Cruz de Tenerife, pero su
vocación artística permanece latente en su alma, sin ánimo ni vo-luntad
para renunciar a ella. La pintura, la música y las letras
le subyugan. En 1916 vuelve a sus pinceles vencido por el arte
de la luz y las sombras».
Toda una larga vida ha prestado al estudio del arte en Canarias,
de ahí que no exista apartado al que no haya contribuido de alguna
manera: desde trabajos sobre pintores como Cristóbal Ramírez hasta
Eduardo Rodríguez Núñez; desde su Biografía del escultor Fernando
Estéuez (1 788-1 854) hasta Juan González Puga.. . Es incontable el nú-mero
de sus artículos en los diarios tinerfeños, particularmente en «La
Tarde». Seguramente por esa prolijidad es poco claro a la hora de si-tuar
las fuentes en que se basa, al contrario de Padrón Acosta o su
sobrino Miguel Tarquis. Una forma literaria apegada a los modos de
finales de siglo entorpece la lectura. Pero, por encima de todo ello,
sobresale su capacidad de trabajo, el tesón en la rebusca de los archivos
parroquiales, lo que constituye una constante en su biografía.
XII
El papel cultural del Patronato de la «Casa de Colón», con la pre-sencia
del Dr. de Armas Ayala, ha sido muy importante en Las Pal-mas
de Gran Canaria. En 1955 nace bajo el mecenazgo de esa Institu-ción
el «Anuario de Estudios Atlánticos», dirigido por el Catedrático
de la Universidad Complutense Dr. D. Antonio Rumeu de Armas,
quien, al presentarlo, afirmó:
«El ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS, de acuerdo ,,
con su emblema, que así lo patenriza, escoge como motivo cen- E
traI de sus investigaciones y estudios Ias Islas Canarias, pero no O
con un sentido localista e introvertido, sino para exaltar lo que =
hay en ellas de grandeza y dimensión universal. Su lema reza: m
O
E 'Fortunae insulae Orbis novi pons'; es decir, las islas converti- E
2
das en siete pilares de un puente imaginario tendido por Dios E
para unir en estrecho vínculo, el Viejo Mundo -Europa, Africa,
Aria- cnn el Nievo -América y Ocmnía- No hay en ello 3
exageración, pues desde su remoto origen geológico hasta nues- e-tros
días se han mantenido fieles a su ecuménico destino». m
E
O
Quizás por esas premisas de su fundación, el Anuario ha acogido
artículos de gran entidad, en los que los temas trascienden muchas
veces del ámbito insular; es el caso de La escultura genovesa en Tene-rife
por J. Hernández Perera, Los maestros fundidores canarios en Ve-nezuela
y Domingo Gutiérrez el maestro del rococó en Venezuela por
Carlos F. Duarte, Escultura funeraria episcopal por A. Rumeu de Ar-mas,
etc., sin olvidar las monografías sobre artistas, por ejemplo de El
escultor Francisco Alonso de la Raya por D. Martínez de la Peña y
González, Nuevos datos sobre la vida y obra del pintor Gaspar de Que-vedo
por C. Fraga González, Antonio Sánchez González, pintor ador-nista
y conspiradov por el ya citado J. Hernández Perera. Son muchos
los aspectos artísticos tratados en dichos volúmenes.
Conectados con el Patronato de la Casa de Colón están asimismo
10s C010~ui03 de Historia Canario-Aiiiericaiia, cüya Uiizc&h lleve, d
Catedrático de la Universidad de Sevilla Dr. D. Francisco Morales Pa-drón.
Las actas publicadas recogen las ponencias de los participantes,
siendo muy valioso el capítulo dedicado a las obras artísticas. En él se
insertan las dedicadas a Papeles de la Academia de Bellas Artes santa-crucera
en la Universidad de Sevilla por el Dr. de la Banda y Vargas,
Elementos decorativos indianos en el retablo canario por A. Trujillo
Rodríguez, Esculturas americanas en Canarias por D. Martínez de la
Peña y González, Encargos artísticos de las «Doce Casas* de La Oro-tava
en el siglo XVíI por C. Fraga González, La arquitectura del Avun-tamiento
de Las Palmas por F. G. Martín Rodríguez, Arquitectura
militar de Santa Cruz de Tenerife: Copitania General de Canarias por
A. M. Díaz Pérez, La arquitectura del Mando Económico en la ciudad
de Las Palmas por M. 1. Navarro Segura, Elizabeth Illuway por J. L.
García Pérez, Elementos arquitectónicos del gótico en Las Palmas por
F. Galante Gómez, Nuevos datos artisticos de la parroquia de Punta.
llana (La Palma) por M. Rodríguez González, La arquitectura del Re-nacimiento
en la ciudad de Las Palmas por J . S. López García, Aspec-tos
artísticos de la parroquia de Nuestra SeEora del .Rosario. Barloven-to
(La Palma) por G. Fuentes Pérez, Estudio iconopáfico de la obra
pictdrica de Cnstdbul ,F;Tern.í.'nded~ e Qui:zta:za pcr T. A. C- erra L ~ ~ c z ,
Notas para la historia del convento de Srin ~ernardino de Sena, orden
de Santa Clara, de Las Palmas, por E. Pérez Herrero.. .
Si el Patronato de la Casa de Colón es fruto del apoyo prestado
por el Cabildo Insular de Gran Canaria, la «Colección Guagua» surge
de la aportación conjunta de la Mancomunidad de Cabildos, Plan Cul-tural
y Museo Canario. En ella han aparecido textos que en breve
síntesis exponen el contenido de obras mayores; es el caso de El re-tablo
barroco en Canarias por A. Trujillo Rodríguez, Aspectos de la
arquitectura mudéjar en Canarias por C. Fraga González, o Ln arqui-tectura
de Las Palmas en el primer tercio del siglo XX por S. 'Pérez
Parrilla. Este profesor de la Escuela Superior de Arquitectura en la
Universidad Politécnica de Las Palmas, de la que es Vicerrector, es el
autor del voluminoso libro sobre Arquitectura racionalista erz Canarias
1927-1939, editado asimismo en dicha ciudad por el Plan Culti~ral.
En la «Colección Guagua» se incluyen otros títulos, como son los
de Manolo Millares por Eduardo Westerdahl, La pintura de Cuadros
de Animm por J= Estarriol Jiménez, Ln pi~tzdra de Antonio PadrSn
por Lázaro Santana, Arquitectura de la postguerra en Canarias por
M. 1. Navarro Segura, El imaginero José Luján Pérer (1 756-7825)
por José Miguel Alzola. Este último es autor asimismo de excelentes
trabajos sobre Historia de un cuadro. El Niño Enfermo (1971) y sobre
lconografia de la Virgen del Pino, publicada en 1960 en «El Museo
Canarioj>, de cuya Illstituci,/jn es =irector.
En cuanto a los fondos pictóricos de la Casa de Colón debe des-tacarse
la labor de Hilda Mauricio, mencionada en otro apartado.
XIII
Otras Entidades se han interesado en los últimos años por la labor
cultural de signo artístico. En este sentido es preciso mencionar la se-rie
«Archivo Histórico*, que promueve el Colegio Oficial de Arqui-tectos
de Canarias, a través de la sede provincial de Las Palmas. En
ella han aparecido sendas publicaciones, destacables particularmente
por lo que representan en el ámbito profesional: el deseo de preser-var
y conocer un pasado patrimonial. Los textos corresponden a Mi-guel
Rodríguez Díaz de Quintana sobre Los arquitectos del siglo XIX
(1978) y a José Miguel Alonso Fernández-Aceytuno con Estudio sobre
arquitectura popular. Fuerteztentura (1979).
La Caja General de Ahorros y Monte de Piedad de Santa Cruz de
Tenerife ha editado una amplia colección de monografías sobre pinto-res
ya fallecidos, con motivo de presentar sendas exposiciones sobre
su obra. En esa lista se incluyen las referidas a Francisco Bonnin, sen-timental
y acuarelista por A. Trujillo Rodríguez, Angel Romero Ma-teos.
Análisis del costumbrismo en la pintura canaria por F. Castro
Borrego, Manuel González Ménder (1843-1909) por Faly Gutiérrez
Gordiilo, Carlos Chevilly (1918-1378) por Luis Ortega Abraham, Al-fredo
de Torres Edwards (1889-1943) por Eliseo Izquierdo, Antonio
González Suárez (1 915-1 975).
Dicha Entidad ha editado asimismo 12 Historia de Santa Cruz (en
4 tomos) por Alejandro Cioranescu. Se trata de una obra monumen-tal,
en la que los aspectos artísticos afloran con el resto de las facetas
que constituyen el latido vital de la ciudad a lo largo de los siglos.
El Dr. Cioranescu es autor de otros libros en los que ha reflejado
igual interés por el pasado tinerfeño, por ejemplo: La Laguna. Guia
histórica y monumental, o Garachico (dentro de la serie «Enciclopedia
Canaria»). La valía de estos trabajos es incuestionable.
En esta línea cabe recordar el volumen sobre La Ciudad de Las
Palmas. Noticia histórica de su urbanización, escrito por Alfredo He-rrera
Piqué y publicado por el Ayuntamiento de esa población. En el
prefacio el autor señala: «Contemplé hace ya bastante tiempo la idea
de reconstruir el desarrollo urbano de Las Palmas con motivo de la
lectura de un texto de Ortega y Gasset, a través del cual el filósofo
español alentaba al lector interesado a ocuparse en el estudio de la
morfología de las ciudades. Ello coincidió con un momento de divul-gación
de las corrientes de crítica en torno a la ciudad moderna, las
p2ulps ~p !!p?~rgfi 2 ifiteresmne por e! ~hanlsmo c~ntemporáneo».
«En este sentido me parece, igualmente, innecesario dejar sentado que
la documentación y las fuentes -tanto de obra impresa, como no im-
presa- aquí utilizadas son inéditas, bien en el exacto e íntegro sentido
de este vocablo, bien en cuanto sirven de sustentación al tema desarro-llado
».
Herrera Piqué es el Director de la revista «Aguayro», que kdita la
Caja Insular de Ahorros en la provincia de Las Palmas de Gran Ca-naria.
En ella se suelen incluir artículos acerca de aspectos aSísticos,
interviniendo el mismo Director con algún trabajo (Juan de Miranda),
F. Galante Gómez, J. S. Upez García, Michel Bernier, etc. ,
Con ocasión de sendas exposiciones el Banco de Santander ha im-preso
los catálogos respectivos, correspondientes a las muestras orga-nizadas
en Santa Cruz de Tenerife (Veinticinco pintores canarios, 1979)
y Las Palmas (Trece pintores grancanarios, 1981), realizados por un
considerable número de colaboradores.
XIV
«El Aula de Cultura de Tenerife es un Servicio del Excmo. Ca-bildo
Insular de Tenerife para la difusión, promoción, fomento y coor-dinación
de la vida cultural de la Isla» (Artículo l." de los Estatutos
del ACT). Esta Institución ha asumido la tarea de publicar muchos
de los trabajos de carácter científico, humanístico y divulgador que
se realizan en el Archipiélago.
En el caso de los referidos al Arte, ha editado dos tipos de libros:
de una parte, aquellos que constituyen el resultado de una investiga-ción
profunda. Se inscriben aquí los titulados La arquitectura mudéjar
en Canarias por C. Fraga González, Arquitectura doméstica canaria
por F. G. Martín Rodríguez, La pintura del siglo XIX en Canarias por
M. Alloza Moreno, Elizabeth Murray: un nombre en el siglo XIX por
J. L. García Pérez, etc.
De otra parte, ha propiciado una colección sobre artistas canarios,
en la que se inscriben las monografías sobre Manolo Ramos, su vida
y su obra por C. Pérez Reyes, Mariano de Cossio, su vida y su obra
por A. M. Arias de Cossío, José Aguiar, su vida y su obra, así como
El paisajista M. Martín González por C. N. Crespo de las Casas, Frag-mentos
y reflexiones sobre la obra de José Abad por Kevin Power.
Son libros de abundante número de láminas, con la idea de una fácil
visualización.
E! h!r. de Cdmi. t.mbi4n ha cre& !a serie &ncdnr.da <<En-ciclopedia
Canaria», de presentación muy correcta y elección de temas
muy cuidada. En ella han visto la luz títulos muy interesantes, tanto
acerca de aspectos concretos de las Bellas Artes, como de poblaciones
determinadas. Deben recordarse en este sentido los textos siguientes:
Arte gótico en Canarias por A. Trujillo Rodríguez, Arquitectura neo-clásica
en Canarias por C. Fraga González, o Garachico por A. Ciora-nescu,
El Bando de Daute y La Orotava hasta 1650 por L. de la Rosa
Olivera, Apuntes históricos del pueblo de Buenavista por N. Díaz Dor-ta,
etc.
Las siglas ACT porta asimismo la «Biblioteca de Autores Cana-rios
», en la que se halla el Diario de D. Juan Primo de la Guerra,
tercer Vizconde de Buen Paso, edición e introducción a cargo de
D. Leopoldo de la Rosa Olivera, el cual dio a conocer las noticias de
arte y arqueología extraídas de esas memorias en el «Anuario de Es-tudios
Atlánticos». El autor de este trabajo ha manifestado 'su interés
por estos temas en otras publicaciones: Noticias históricas de la Parro-quia
de Sau Bartolorné en Tejina y En torno a don Manuel Antonio m
de la Cruz, ambos en la «Revista de Historia*. -
Mención especial merece la reciente edición en dos volúmenes del E
«Homenaje a Aifonso Trujilio iiodríguem, que conrinúa ia serie bri- O
n llantemente iniciada con el «Homenaje a Sabino Berthelot~.E n el pri- -
m
O
mer tomo de aquella publicación se recoge un extenso número de co- E
E
laboraciones sobre el arte en las Islas, ciiya calidad mala los avances S
E
que en esta materia se vienen realizando. -
Entre las actividades del Aula de Cultura ocupa un lugar preferen- 3
te el que afecta a las Exposiciones de Restauraciones en Tenerife, cu- --
yos catálogos y preparación se han debido a J. Hernández Perera y
0
m
E
R. Delgado Rodríguez. A través de esas campañas ha habido descubri- O
mientos cruciales, como el que hizo el Dr. Hernhdez Perera de la iden-tificación
de Ambrosio Francken como autor del lienzo sobre la «Santa n
E Cena», de la iglesia de Santo Domingo en Santa Cruz de La Palma. -
a
Todo ello indica la importancia de esa Institución en el ámbito nl
cultural de las Islas. n
n
3
O
Frente al mecenazgo de las Entidades debe destacarse también la
tarea, muchas veces callada, que acometen muchos estudiosos en eí
espacio geográfico de una localidad, comarca o isla. Este es el caso de
Alberto José Fernández Garcia en La Palma, de la que ha escudriña¿o
su pasado en múltiples trabajos, bien sea en forma de libro cYantuario
de Nuestra Señora de las Nieves), bien a través de artículos periodís-ticos:
Iconograjia del antiguo templo de Breña Baia, Festividad del
Corpus Christi en Santa Cruz de La Palma, Ermita de Nuestra Señora
del Carmen [en la capital de la isla], Semana Santa en la Villa de
San Andrés y otras noticias histórico-religiosas, Santa Lacia, en Pun-tallczna,
etc.
En relación con la misma isla sobresale la creación del Museo de
Arte Sacro, con la entusiasta participación de buena cantidad de per-sonss,
entre ellas muchos jóvenes.
Ya en Tenerife, llama la atención la aportación que sobre la his-toria
artística de Icod efectúan Eduardo Espinosa de los Monteros y
Moas (El altar y retablo de Santa Rosa de Viterbo en la iglesia de San
Framisco de lcod entre otros artículos) y Juan Gómez Luis-Ravelo
(Datos históricos de la imagen del Cristo yacente, de Icod, entre otros
títulos). Fruto de su interés y de la Asociación para la Defensa del
Patrimonio Artístico y Documental de Icod son las magníficas muesi
tras organizadas allí: «Exposición: Pintura y escultura de los siglos
XVI-XVII y XVIII. Icod 1974», «Exposición. Arte del siglo XVIII
en Icod, 1980», cuyos catálogos son fiel prueba de la importancia de
esos actos, como lo han sido actos similares en otros lugares («Expo-sición
Sacra de la obra de Luján Pérez. Organizada para conmemorar
el Segundo Centenario de su Nacimiento>>p, atrocinada por el Ayunta-miento
de Las Palmas de Gran acnaria).
En cuanto al Valle de Taoro es muy importante la producción es-crita
de Manuel Rodrígxz Mera, por el rigor de rus investigaciones,
A él se debe el texto sobre La Orotava y sus fiestas. Noticias para su
historia, y artículos diversos (Apuntes históricos sobre templos y puo-cesiones
en la Villa...). Domingo Hernández Perera es el autor del
libro acerca de El centro histórico de la Villa de La Orotava, estudio
muy completo sobre el tema, habiendo llevado a cabo anteriormente
algunos trabajos de esta índole, publicados en los diarios tinerfeños
(La iglesia de Buenavista y su Patrona).
Guillermo Camacho y Pérez Galdós es un nombre que va stsociado
a la investigación del patrimonio de Los Realejos, pues a su pluma
pertenecen los trabajos acerca de .La iglesia de Santiago dei! Realejo
Alto y La iglesia parroquial de Nuestra Sefioua de la Concepción del
Realejo de Abajo. Algo similar acontece con Sergio F. Bonnet Suárez,
ya citado por su artículo de Tacoronte y sus templos, al que se ha aña-dido
recientemente el relztivo a Notas históricas de la iglesia y cov-vento
agustino de Tacoronte. De Buenavista del Norte ha tratado U1-
piano Pérez Barrios. De la Ciudad de los Adelantados versa el libro
La Lag¿ina, la íjiuieiida tti.a&cioiia; g; lo; prG&eííj6; de oti.Raíz&.ac~d~e;2l
espacio urbano por Adrián Alemán de Armas, autor asimismo del titu-lado
Masca, cuyo éxito prueban las dos ediciones hechas.
Interesante es el artículo de Roberto Roldán Verdejo Una ermita
majorera: Santa Inés, publicado en «El Museo Canario», al igual que
los de Juan Bosch Millares sobre Hospitales de Gran Canaria y El hos-pital
del Espiritu Santo en Ea isla de Lanzarote. En relación con el
Museo de Bellas Artes en la Casa de Colón debe citarse asimismo la
labor de Hilda Mauricio (La obra pictórica de N. Massieu y Matos,
Las Palmas, 1977. Redacción y catalogación).
XVI
La crítica de arte cumple una función social que incide en la com-prensión
de los fenómenos estéticos contemporáneos. En el Archipié-lago
la figura señera en este capítulo es la de Eduardo Westerdahl, ya
mencionado anteriormente. De gran prestigio fuera de las fronteras
insulares, se asienta éste en su labor al frente de «Gaceta de Arte» y
sus contactos con la vanguardia, siendo unos de los fundadores de
ADLAN y de la llamada Escuela de Altamira; sus publicaciones van
más allá de la plástica en Canarias, como lo prueba su volumen sobre
Pablo Serrano. Representativo del modo de pensar suyo es el texto
que escribió acerca de Juan Ismael («Obra pobre», Tenerife, 1980),
de quien dijo:
«En el fondo un autodidacta. Una de sus mayores glorias es
no haber sido aceptado por la Academia, en relación con la Es-cuela
de Bellas Artes donde unos profesores adocenados le que-rían
hacer un dibujo de una escayola griega. Tampoco Manolo
Millares pasó por esta horma (horma de zapato). Pretendió ob-tener
un título a cambio de su libertad. Por fortuna no lo acep-taron
en el gremio de los repetidores de oficio. Hoy lo podemos
observar en su completa dimensión, liberado de trabas y de fal-sas
y escolásticas presiones, de disciplinas que hubieran dado a
su creación el anonimato de un copista sin revolución interior,
inánime y castrado».
En Las Palmas mora Lázaro Santana, atraído por la obra de Plá-cido
Fleitas, Pedro González, Antonio Padrón, Juan Guillermo, Ma-nolo
Millares, Cristino de Vera. Precisamente al tratar de este último
escribió L. Santana:
La cfiica sku!ogis~a, vigente dUrantr e! i;asa&
hincapié en el estudio de Ia personalidad de un autor como fuen-te
casi única para desentrañar la significación de su trabajo. 'Sea
cual sea el tema -afirmaba Croce- sólo es una proyección de
la vida interior del artista'. Sin embargo, la tendencia de la crí-tica
contemporánea, quizás como reacción ante aquel exclusivis-mo
restrictivo, rechaza toda exégesis que tenga su fundamento
en motivaciones personales del artista. Aquí, como ocurre en
todo problema de extremos, la solución suele hallarse justamente
en adoptar una actitud ecléctica equidistante de ambos, aceptan-do
de los dos aquello que mejor convenga. Una pintura es, en
efecto, 'colores y formas reunidos según cierto orden', análisis
de 'elementos y valores plásticos'; mas también es cierto que tal
pintura, además de ser todo eso, ha sido motivada por concre-tos
estados de ánimo, tendencias sicológicas, etc. de manera que
el estudio de la misma no sólo debe atender a la valoración de
su estructura puramente plástica, sino también a desvelar cuanto
atañe a su significado sicológico, al que nos llevará e1 conoci-miento
íntimo de la personalidad del artista».
La crítica en Canarias ha propendido a situarse en dos puntos bá-sicos:
el de los que se aferran a las vanguardias y el de los que buscan
la «canariedad» dentro de posturas de avanzada. Aquéllos pueden estar
representados por D. López Torres, Westerdahl o los protagonistas
del PIC. en Santa Cruz de Tenerife, Lo- otros: hallan eco en las ideas
de Domingo Doreste y la Escuela de Luján Pérez en Las Palmas.
Pero además queda una pléyade de firmas que a lo largo de distin-tas
décadas se han asomado a las páginas de los periódicos: desde Vi-cente
Borges, Alfonso O'Shanahan, Ventura Doreste. .. hasta Faly Gu-tiérrez,
Zaya, etc., etc. Todo un capítulo que escapa del alcance de
estas páginas.
XVII
Sin duda, es la Universidad de La Laguna la que ha contribuido
en mayor medida al conocimiento y catalogación de los conjuntos y
obras artísticas existentes en Canarias. Esa aportación se ha centra-lizado
a través del Departamento de Historia del Arte, en la Facultad
de Filosofía y Letras, ya desde temprana fecha.
En los primeros tiempos, en torno a 1940, se hizo cargo de la do-cencia
el profesor D. José María Balcells Pinto (1891-1970), que había
1 l . 1. T . .. 1 A 1 . 1 . . 1 T T - f c1.1 1. n.-
~ K auJx1 ~1a1U- T nlsLur1a an Arte lvleuiiivai en la universiuaa ae Dar-celona.
En la de La Laguna tuvo primeramente las clases de Arqueolo-gía
clásica y de Epigrafía en la Sección de Filología Clásica, pero en
las largas etapas en que quedó vacante la Cátedra de Historia del Arte
realizó dichas funciones el Dr. Balcells. Fue además profesor de His-toria
del Arte y Arqueología Sagrada en el Seminario Diocesano del
Obispado Nivariense. Ejerció la docencia hasta jubilarse en 1963, ha-biendo
realizado algunas publicaciones, por ejemplo sobre Las tablas
de Taganana en la «Revista de Historia».
El primer titular de la Cátedra fue el Dr. D. Rafael Láinez Alcalá,
que la ocupó en 1945, permaneciendo como titular durante un curso.
Apenas recién llegado intervino en la actividad cultural del Distrito
Universitario, marchando a Las Palmas a impartir una conferencia en
el Gabinete Literario, allí anunció su deseo de crear un Catálogo Ar-tístico
del Archipiélago, que constara de tres secciones: bibliográfica,
fotográfica y documental. Su pronta marcha impidió que estos obje-tivos
se hicieran realidad bajo su dirección.
El siguiente titular fue el Dr. D. Felipe María Garín y Ortiz de m -
Taranco, que no llegó a instalarse en La Laguna. No fue hasta 1957
que fue nombrado nuevo Catedrático, esta vez en la persofia del O
Dr. D. Juan josé Marrín Gonzáiez, que permaneció hasta i959 en n
-
=m
las Islas. En ese espacio de tiempo dio a conocer un trabajo que ha O
E
sido fundamental para la bibliografía insular, titullado El pintor canario E
2
Cristóbal Herndndez de Quintana, seguido de Nuevas cbras de Crzr- =E
tóbnl Hcrizárzdez de Quintana.
3
El Dr. Martín González publica también respecto a la escultura un -
artículo importante: La influerzcia de Montañés en Tenerije, inserto en -
0m
el «Archivo Español de Arte» del Instituto Diego Velázquez (Consejo E
Superior de Investigaciones Científicas). Reflejo de su interés por el O
arte en Canarias es el hecho de que en su manual de Historia del Arte, n
en sendos volúmenes, incluya referencias a éste. Otras publicaciones E a-realiza
en su etapa tinerfeña sobre temas no estrictamente insulares, l
por ejemplo Lo hispánico en Pablo Picasso. n
0
En 1960 accede a la Cátedra el Dr. D. Jesús Hernández Perera, 3
natural de La Orotava, y que había cursado sus estudios en la Facul- O
tad de Filosofía y Letras de la Universidad lagunera. Estas dos cir-cunstancjas
avalaban su interés por el patrimonio artístico del Archi-piélago,
pero a ello se sumaba el haber completado su formación en
Madrid, dc modo que aportaba una visión de los fenómenos estilísticos
lejana de localismos, peligro que acecha siempre al restringirse a U13
espacio geográfico. Esto no podía suceder tras efectuar trabajos sobre
Escultores florentinos en EspaCa, Velázquez y las joyas o Lc obvc de
Adriaen Isenbrant e:$ España. por sintetizar en algunos títulos.
Sus estudios sobre el pasado insular no podían faltar, teniendo u113
brillante culminación con su libro de Orfebreda en Canarias, tema que
prácticamente agotó. A ello se suman los títulos que, en elevado nú-mero,
se han ido citando en páginas ante~iores; desde La parroquia de
la Concepción de La Orotava. Apuntes histórico-artisticos, Planos de
Ventura Rodriguez para la Concepción, en La Orotava, La Catedral
de Santa Ana y Flandes, Los retratos reales de Luis de la Cruz y Ríos,
Ventura Rodriguez y la fachada de la Catedral de La Laguna, hasta
César Manrique y los artículos anteriormente citados.
Fundamental ha sido, por otra parte, su intervención en la orga-nización
y redacción de catálogos de cuantas muestras se organizaron
durante la etapa en que transcurrió su docencia en Canarias: $Icono-grafía
de la Candelaria», «Exposición de Arte Sacro. Cincuentenario
de la Catedral de La Laguna», «Homenaje a Montañés*, «La ~nmacu-lada
en Tenerife~, «Pintura religiosa de los siglos XVI-XVIII. La
Orotava», «Retratos Reales*, «Restauraciones en Tenerife». . .
En 1972 el Dr. Hernández Perera ocupó una de las cátehas de la
Universidad Complutense, tras haber sido nombrado sucesivamente
Decano de la Fatvltad de Filosofía y Letras, Yicerrector y ñector de
la Universidad de La Laguna. Sin embargo, su conexión con la. histo-ria
artística de las Islas no finalizó con su marcha, de modo que ya
en Madrid sigue dirigiendo Tesis Doctorales y Memorias de Licencia-tura
sobre esos temas.
Con el citado profesor partieron dos colaboradores: la Dra. D." Ana
María Arias de Cossío y el Dr. D. Carlos Pérez Reyes. Ambos han
visto publicados sendos libros por el Aula de Cultura de Tenerife, y
el Dr. Pérez Reyes obtuvo con otros autores el Premio «Viera y Cla-vijo
» del Cabildo Insular de Gran Canaria por su estudio sobre «La
escultura contemporánea en Canarias». Por su parte, la Dra. Arias de
Cossío ha proseguido su actividad profesional en torno a la pintura
española del siglo XIX.
Durante el curso 1971-1972 fue Profesor Agregado de Historia
del Arte Moderno y Contemporáneo, en La Laguna, el Dr. D. Víctor
Nieto Alcaide, autor de un texto sobre Pedro González, editado por
el Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife.
Los siguientes titulares de la Cátedra y la Agregación, respectiva-mente,
fueron el Dr. D. Rogelio Buendía Muñoz y el Dr. D. Enrique
Valdivieso González, quienes insistieron en solicitar la Sección de His-toria
del Arte en la Universidad lagunera, lo cual fue concedido.
Durante el curso 1977-1978 fue Catedrático de este Centro el
Dr. D. Ant~niod e 1~ Rinda y V-irg-ir, niyo interds rw- e! p-itrimini~
canario se ha reflejado en los distintos estudios publicados: Papeles
de la Academia de Bellas Artes santacrucera en la Universidad de Sevi-
lla, Un posible Esquive1 en la parroquia lagunera de la Concepción,
Documentación referente al Seminario de la Purísima Concepción de
Gran Canaria, etc. Su marcha a la Universidad de Sevilla no significó
una ruptura con Canarias, sino que permanece vinculado al Archipié-lago
por su participación en distintas actividades (Coloquios de His-toria
Canario-Americana, «Homenaje a Alfonso Trujillo Rodríguem,
etcétera).
Profesor Agregado y Catedrático de este Departamento ha sido su-cesivamente
el Dr. D. Juan José Junquera Matos, cuya relación con
las Islas se establece tras su partida mediante la dirección de sendas
Tesis Doctorales.
Por su formación en Italia y Bélgica, por sus publicaciones cabe
destacar la presencia del Dr. D. Domingo Martínez de la Peña y Gon-zález,
autor de trabajos como El escultor Martin de Andzijar, Las cu- m
0"
biertas de estilo portugués en Tenerife, El alfir en Canarias, Pinturas E
mejicanas del siglo XVIII en Tenerife, La Pintura Flamenca y Cana- O
rias: 'la Encmrtación', de la igtesia de San Marcos, en Ico~', inspirada n
-- m
en una obra de Martín de Vos, Un episodio de la conquista de Cana- O
E
rias, en una famosa pintura renacentista de los Países Bajos, aparte de E
2
otros ya mencionados. -E
El inesperado óbito del Dr. D. Alfonso Trujillo Rodríguez (1932- 3
1979) truncó una carrera abocada a nuevos frutos. Profesor Adjunto -
numerario, escribió diversas obras que hablan de su laboriosidad, so-
-
0
m
E bresaliendo entre ellas El retablo barroco en Canarias (Premio «Viera
y Clavija» del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1973), en dos tomos;
O
6
sin olvidar por ello otros libros: Francisco Bonnín, sentimental y acua- n
E relista, Agrupación de acuarelistas canarios, San Francisco de La Oro- -
a
tava, Visión artística de la Villa de la Orotava, Arte gótico en Cana- l - rias, etc. n
n
La Dra. D." María del Carmen Fraga González estudia la historia 3
del arte en las Islas en sus relaciones con la Península Ibérica en es- o
tudios como La mquitectura mudéjar en la Baja Andalucía y Arqui-tectura
mudéjar en Canarias, Carpintería mudéjar en los archipiélagos
de Madeira y Canarias, Santa Bárbara de Icod y el arte de Duque Cor-nejo,
Esculturas de la Virgen de Guadalupe en Canarias. Tallas seui-llanas
y americanas. Otras publicaciones suyas son Plazas de Tenerife,
Plazas de Las Palmas, Gaspar de Queuedo. Pintor del siglo XVII,
Guía didáctica del Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife.. .,
udezás de Inr menci~nildnc interiormente.
El Dr. D. Fernando Castro Borrego se ha especializado en pintura
contemporánea, realizando trabajos como el denominado Oscar DO-
minguz y el Surrealismo, aparte de su libro sobre Angel Romero Ma-teos,
ya citado, o sus artículos en publicaciones varias (Gaceta de Arte
y su ~igu~t'ficacióelzn la historia de la cultura canaria (1932-36), Cana-rias
y Latinoamérica. Relaciones artísticas durante el siglo XX y pro-blemas
de una alternativa cultural, etc.). En cuanto al Dr. D. Fernando
Gabriel Martín Rodríguez publica particularmente de arquitectura, con
alguna excepción en otros terrenos (Hacia un cine canario: La alterna-tiva
latinoamericana); en el capítulo de las construcciones ya se ha
nombrado en páginas anteriores su Arquitectura doméstica canaria o
La arquitectura del Ayuntamiento de Las Palmas, debiendo indicar en
esta misma línea su artículo La arquitectura en la coyuntura de la riva-lidad
politica: el caso de Icod y Garachico. La Dra. D." Rosario Alva-rez
Martínez presta atención a los temas relativos a la Historia de la
Música, que constituye un capítulo importante de fa Sección de His-toria
del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad.
tica de Canarias requiere, sin límites insulares.
Los D. Alberto Darias Príncipe y D." ivíaría isa'bei Tia-varro
Segura se han especializado asimismo en el tema arquitectónico;
el primero de ellos sobre Arquitectura del siglo XX. Primera etapa
(1900-1930) y la segunda acerca de Arquitectura del siglo XX en Ca-narias
(1927-1980)) epígrafes de sus capítulos en Noticias de la Histo-ria
de Canarias, bajo la dirección de D. Sebastián de la Nuez Caballero
(Madrid, 1981). El profesor Darias, en colaboración con D." Teresa
Purriños Corbeíla, es autor de un estudic. sobre Los Silos; tiene tam-bién
trabajos sobre la isla de Gomera. La profesora Navarro Segura
ha sido mencionada anteriormente por sus publicaciones sobre la ar-quitectura
racionalista y las construcciones de postguerra.
El profesor D. Francisco Galante Gómez ha tratado de la arqui-tectura
gótica en Canarias, tema sobre el que ha visto impreso el ar-tículo
acerca de Elementos arquitectónicos del gótico en Las Palmas.
Por su parte el profesor D. Gerardo Fuentes Pérez ha tratado del pa-trimonio
artístico de la parroquia de Barlovento en La Palma y sobre
la imagen de Nuestra Señora del Rosario del Realejo Bajo. Las profe-soras
D." Cíementina Calero Ruiz y Dea Margarita Rodríguez González
tienen vanas publicaciones, entre las que deben señalarse, respectiva-mente,
las denominadas Manuel Antonio de la Cruz, pintor portuense
(1750-1809) (Premio «Alvarez Rixo*, del Ayuntamiento del Puerto
de la Cruz) y Estudio histórico-artistico de la parroquia de Arafo.
Este fin ~ c ~ t i t ~sez~r.=m~ de las ifiiestiga&.?rs
realizadas, e impresas, por parte de los miembros del Departamento
de Historia del Arte, puesto que su mención completa sería excesiva-
mente larga y prolija, ya que en ocasiones intervienen muchos de ellos
en ediciones colectivas, por ejemplo en la Historia del Arte en Cana-rias,
dirigida por Lázaro Santana (Las Palmas de Gran Canaria, 1982).
Sin pertenecer al Departamento de Historia del Arte, se vinculan
a éste las publicaciones de J. L. García Pérez sobre Elizabeth Murray,
J. Estarriol Jiménez sobre La pintura de los Cuadros de Animas en
Tenerife, A. M. Díaz Pérez La arquitectura militar en Santa Cruz de
Tenerife: Capitanía General, M. J. Riquelme Pérez en Estudios histó-rico-
artistico de las ermitas de Santa Maria de Gracia, San Benito Abad
y San Juan Bautista. La Laguna (Premio «Elías Serra Ráfols~, del
Ayuntamiento de La Laguna), etc.
Con la Universidad de La Laguna ha de relacionarse la labor del
docente de la Escuela de Profesores de Educación General Básica en
Las Palmas de Gran Canaria, Dr. D. Manuel Lobo Cabrera, historia-dor
especializado en la decimosexta centuria, a quien se debe el libro
Aspectos artisticos de Gran Canaria en el siglo XVI. Documentos para
su historia. Por último, no debe olvidarse el papel que en el futuro
han de desarrollar los profesores y licenciados de la recién creada Fa-cultad
de Bellas Artes.
Pero el quehacer llevado a cabo por la Universidad de La Laguna
no puede dejar de lado el llevado a cabo por profesores de otros Cen-tros,
destacando los nombres del Marqués de Lozoya y de D. Enrique
Marco Dorta, Catedráticos de la Universidad Complutense ya falleci-dos.
El Marqués de Lozoya en su Historia del Arte Hispánico escribe
ampliamente de las Islas, acerca de cuyo arte trató en distintas ocasio-nes
(El arte peruano y sus posibles relaciones con Canarias, Impresiones
artísticas de una excursión a Canarias, La huella portuguesa en las Islas
Canarias, etc.). El Dr. Marco Dorta, tinerfeño de nacimiento, se refie-re
al Archipiélago en artículos como Pedro de Llerena, arquitecto de
la Catedral de Las Palmas, Planos y dibujos del Archivo de la Catedral
de Las Palmas, etc.; incluso en su libro Cartagena de Indias. La ciudad
y sus monumentos menciona a las Islas, al igual que las recuerda en
su Arte en América y Filipinas, al hablar de la arquitectura en Cuba y
- - Venezueia. También ei Dr. Sanfhez Canton en su estudio de ia escui-tura
y pintura del siglo XVIII, en la colección «Ars Hispaniaep, cita
a Luján Pérez, al igual que hace Gaya Nuño en el tomo correspondien-te
al Arte del siglo XIX, respecto a Luis de la Cruz.
Por último, es de esperar que las recientes aportaciones de profe-seres
& la unio&&d Politécnica de Las Palmas (Escuela Superior
de Arquitectura), en las figuras de los Dres. Pérez Parrilla y Jiménez,
así como de D. Juan Sebastián López García y D." Rosario Alemán
Hernández, continuarán en auge creciente, hasta llegar a formar' con
la Universidad de La Laguna la sólida base que la investigación artís-tica
de anarCias requiere, sin límites insulares.
CARMENF RAGAG ONZÁLEZ
Departamento de Historia del Arte
Universidad de La Laguna
Junio de 1982