INOCULACION Y VACUNA ANTIVAROLICA
EN CANARIAS 1760 - 1830
Antonio de Béthencourt Massieu
l. CONSIDERACIONES GENERALES
Jordi Nada1 describe de esta manera una de las mutaciones más
importantes en la historia de la epidemiología. ((Hasta 1720- 172 1, la peste
había sido el más cruel de todos los males, y el mayor enemigo del linaje
hi?rr.ur?c. A purtir de ~qi?r!!ur fechur huy ur? rr!exvc de seguderes. Aheru es
la viruela el peor de los frenos, el más contrario a la población y el
Estadonl. Entre otras citas contemporáneas espigadas por este autor,
tenemos que la viruela denominada ((Heredes de los niños)), ((guadaña
venenosa que siega sin distinción de clima, rango, ni edad, la cuarta parte
del género humano)), ({más universal que la peste, sin ser inferior a ella por
los estragos que produce»2.
La viruela, que puede manifestarse en forma aislada o adquirir las más
catastróficas características de una epidemia es enfermedad virásica. Se
transmite por simple contacto con el enfermo, por vía respiratoria o
puede ser trasplantada por objetos diversos, especialmente las manufactu-ras
de lana. Su variedad más peligrosa -nos dice Pérez Moreda3- es la
Variola maior con una mortalidad entre los afectados del 20 al 40%. Su
forma leve, la Variola minor, solo provoca una mortalidad del 1 % de los
enfermos. Afirman los especialistas que en el setecientos era difícil escapar
a su contagio en los centros urbanos, la mortalidad media alcanzaba al
15% de los enfermos, o sea de la totalidad de la población, y que una
proporción semejante ((serían castigados mas o menos gravemente por las
complicaciones derivadas de la enfermedad, arrastrando su huella en
dire:sas deformaciones fisicss y sobre todu en :a c e g ~ e r a » ~Pa. ra poner
freno a tan asolador azote no hubo otro remedio inicial que el aisla-miento.
Es conocido como a partir de 1721 comenzó en Inglaterra a
practicarse la inoculación. Inoculación que no significaba una completa
((Historia de la población española)), en la Historia de la población inundialde REIN-
!!,*.!?.E, M. J AP,ME?!UAL'E, A. - Baiceiona, iSá.6, 634.
? Op. cit. 634-37.
3 La crisis de la mortalidad en la España interior (siglo X VI-XIX) Madrid, 1980. 73-74.
4 Op. cii. 351.
garantía contra eventuales riesgos y que solo tuvo cierta acogida entre las
capas superiores de la sociedad5. El paso definitivo en la lucha antivarió-lica
estaba reservado al Dr. Jenner. En 1796 daba a luz su descubrimiento
de la vacuna. Consiste en introducir en el hombre el CON,-pox de las vacas.
2. LA INOCULA CION EN CANA RIAS
El progreso de este sistema fue lento y donde quiera encontró resisten-cia.
En Francia, por ejemplo, no tuvo regular acogida hasta avanzada la
segunda mitad de la centuria, en la que Voltaire, La Comdomine y Turgot
contribuyeron a su propagación. En España la repulsa fue tenaz. Rumeu
de Armas y los autores que acabo de citar hablan con profusión de la
polémica sobre la inoculación. Polémica sostenida no solo entre científi-cos,
sino incluso entre clérigos, pasando así del campo médico a la opi-nión
pública6. El ámbito de incertidumbre fue contagiado a la Adminis-tración
que no se atrevió a realizar una campaña sobre la conveniencia de
esta práctica inmunológica. No es este momento adecuado para adentrar-nos
en la cronología de su implantación. Pérez Moreda avanza que posi-blemente
la aguda mortalidad desencadenada por la viruela en los últimos
años de la década de los 60, dispuso el ánimo más favorablemente a la
inoculación a partir de 177 17. Tan solo en noviembre de 1798, con un
espectacular desfase, Carlos IV ordenó que en todos los hospitales, hospi-cios
y casas de misericordia se pusiera en práctica la inoculación~.
Las Islas Canarias fueron alcanzadas por reiteradas epidemias de
viruela a lo largo del siglo XVIII, aunque no produjeron mortandades
elevadas. Para Santa Cruz de Tenerife Cioranescu da cuenta de brotes en
1709, 1720, 173 1, 1744 y 17599. No escapa a este azote Santa Cruz de la
Palma, al menos, en dos ocasiones. La primera, del 17 de abril al 19 de
La bibliografía sobre el tema es inabarcable. Me reduzco por no incluir amplias
r.e. f.e.r encias, a NADAL, op. ciz. 635 y SS.; PEREZ MOREDA, op. cit. 350 y SS. y BOSCH MILLARES, J.: ~ i s t o r i ad e ;a medicina en Gran Canaria. Las Paimas, i%7, 2 vols., iom :l,
345-46.
6 RUMEU DE ARMAS, A. Lo inoculación y la vacuna antivaridlica en España (Datos
para la historia de la medicina en los siglos X V l l l y XIX). Valencia, 1940 - NADAL, J. y op.
cit., 635-37. La polémica más dura entre científicos fue la sostenida entre Timoteo OScanlan
y Francisco Salvá y Campillo en la década de los 80 y la de los eclesiaticos P. Rodríguez,
Benedictino aragonés, frente al licenciado Goarriz, teólogo navarro, «La inoculación antiva-rió!
ica en España»: Capitulo 3.0 de la obra de RUMEU DE ARMAS, ya cit., 29-38.
Op. cit. 354-55.
8 NADAL, op. cit. 637 y PEREZ MOREDA, op. cir. 357-59
Historia de Sanra Cruz de Tenerife. Sta. Cruz de Tf., 1976-79. 4 vols.: tni. 11. 237.
junio de 1720, con 104 víctimas. La segunda, del 25 de agosto al 17 de
noviembre de 1759, con 81 bajas, niños en su mayor parteL0.
Frente a los cinco embates contabilizados en los ochenta primeros
años de la centuria, el archipiélago sufre cuatro en solo las Últimas dos
décadas.
La de 1780 ataca en forma más generalizada las islas centrales y de
mayor población. Penetra por Santa Cruz de Tenerife, transportada por
el correo que Ilegó de la Península el 3 de junio. Por agosto alcanzaba
a La Laguna, donde merodeó hasta noviembre, ocasionando 300 muertos
en la ciudad y 240 en la plaza de Santa Cruz. Aquí, proporcionaimente,
fue más asesina". A comienzos de agosto salta a Las Palmas; aparece
en las proximidades de la plaza de San Antonio Abad, y enseguida
brota en otros lugares de la ciudad. Fue aquí más benigna, pues só-lo
produjo 53 defunciones, de ellas 33 infantes. Como se observará la
mejoría de los convalecientes que eran inoculados, ésta se puso en prác-rica.
Duró tres meses y afectó con mayor intensidad n ias meciianías y
cumbres a causa del calor reinante'2. También se vi6 afectada por el
contagio La Palma. Aquí, como afirma Antonio Macías, llegó a pro-ducir
ciertas alteraciones en las coordenadas demográficas. Alteraciones
que de alguna manera se reiteran, en forma muy suave en 1784 y con
mayor intensidad en 178713.
En este último año vuelve a Las Palmas, cobrándose la vida de 118
10 No fueron demasiado mortíferas. La ((epidemia catarral~q ue sobrevino en la isla a
fines de 1767 y se prolongó a los primeros meses del siguiente, produjo en la ciudad 115
muertos y 490 en la Isla. Cifras tan alarmantes provocaron la bajada de la Virgen de las
Nieves. Tuvo muy poca trascendencia, la denominada puntada pulmonar con 39 fallecidos
entre noviembre-marzo, 1762-63. LORENZO RODRIGUEZ, fr. B.: Noticias para la histo-ria
de la Isla de la Palma. La Laguna, 1975. Tom. 1, pp. 10 y 23.
11 CIORANESCU: Op. cit. tom. 11, 354.
12 CHlL Y NARANJO, G.: Estudios climatolOgicos. Mns. en «El Museo Canario)).
Capt. XXX: Introducción de la vacuna en Gran Canaria, fols. 469-491. ROMERO Y CEBA-LLOS,
J.: Diario y relaciones de los viajes, 2 vols., tom. 465 (mns. en «El Museo Canario»).
No sólo menciona !a epidemia sino que da la receta de una purga ideada por el Dr. Belio,
que se usó con un cierro éxito con ios convaiecientes. BOSCH M í i i A K E S , J.: üp. m. ii,
345. BOSCH MILLARES Y BOSCH HERNANDEZ, J.: La medicina en la Provincia de
Las Palmas desde su origen hasta fines del siglo XIX. L. P. de G. C. 1981; 33-34.
13 «En una información demográfica controvertida», capt. 1 de la tesis, de Antonio
MACIAS HERNANDEZ. En el exhorto hecho al pueblo por e! párroco Manuel Díaz,
exclamaba, ((Acordaos ... de aquellos años de horror y tristeza, de aquellos años de 1787 y 88
en que el funesto contagio de las viruelas nos arrebató una parte muy considerable de
nimr!ror riix!abanoc y en !os ria!es, no s6!0 !as m-dres viernn I S??% tienes hies p l s x en Un
instante de sus brazos a la muerte, sino también las esposas a sus amados esposos y éstos a
aquellas, muchas veces con el fruto de sus entrañas)). Sermón pronunciado el 1.1.804. El
texto en GUERRA, Juan Primo de la: Diarios. 1800-1810, S. C. Tf. 1976. 2 vols. tom. II.
242.
niños'4. La mayor fuerza en La Palma, nos la da la cifra de 145 víctimas,
la mayoría inocentesl5.
Conclusión interesante: a veces funcionan correctamente los cordones
sanitarios y el aislamiento marítimo, que se montaba entre las islas al
menor síntoma de alarma. También que, a mayor extensión y diversifica-ción
en marcos geográficos en Europa y Africa, más vulnerable se nos
presentan las islas. Así, por ejemplo, en este año de 1787, Santa Cruz de
Tenerife es contagiada mediante un barco procedente de Bojador. Este
puerto vuelve a ser alcanzado, años más tarde, en 1798'6.
En Canarias la inoculación comenzó a generalizarse sin un relativo
retraso. Un médico inglés, en tránsito, la realizó en Santa Cruz de Tene-rife
durante la epidemia de 1759 con alguna repercusión positiva. Viera y
Clavijo al hacer la biografía del religioso dominico fr. Agustín Veraü nos
asevera que siendo estudiante había inoculado a sus hermanitos con toda
felicidadl'. Pronto debió ser práctica habitual, pues sabemos que en Las
Palmas fue un remedio puesto en práctica durante las epidemias de
viruela de 1780 v 178818.
Para confirmar lo anterior es curioso señalar como el médico tiner-feño
Juan Perdomo fue el introductor de la inoculación antivariólica en
Venezuela. Había obtenido Perdomo su título del Real Protomedicato el
22 de octubre de 1762, después de cursar estudios en Sevilla y Granada.
Regresó a Canarias y com&nzó a ejercer su profesión junto con su padre
que era médico de su pueblo, de Garachico. Seguramente aprendió de él
la nueva técnica. En 1765, embarcó en uno de los navíos del comercio
indiano para La Guaira. Al llegar a Caracas se encuentra con la ciudad
arrasada por una espantosa epidemia de viruela que producía una elevada
mortandad desde hacia tres años. Se calcula hoy que la mortalidad
alcanzó al 36 % de la población. El hecho de desembarcar y entrar en liza
contra el azote, parece confirmar el aserto de llevar aprendida la inocula-li
POCH MILLARES Y POCH HERNANDEZ J. Ob. cit.
15 LORENZO RODRIGCIEZ, J. B.: Op. cit. p. 29. Los cadáveres de los niños amortaja-dos
amanecian en las puertas de los templos ((sin poder llegar a saber quienes eran los
padres. En una noche depositaron seis en la Iglesia de El Salvador)).
l b El primer envite nos dice CIORANESCU, alarmó tanto al vecindario, que se organi-zaron
procesiones y rogativas en la iglesia de San Sebastián. Su titular fue elegido como
intercesor, tom. 11, 278.
1' CIORANESCU: Op. cir. tom. 11, 237. VIERA Y CLAVIJO, J.: Noticias de la His~o-ria
General de las Islas Canarias. Madrid, 1978, 2 toms. 11, 420-21 y RU M EU DE ARMAS,
A.: Op. cit. 16.
18 BOSCH MILLARES, F.: Op. cil. tom. 11, 345. En la obrita de este autor, en colabo-ración
con BOSCH HERNANDEZ (Nota 12), aseveran que cuando en 1780 «la ciudad
queda invadida, ... y cómo existían varios convalecientes que habían obtenido la mejoría
gracias a la inoculación, esta se impuso, a pesar de ser considerada por algunos como
contrarias a las máximas de la religión y humanidad)).
ción desde Canarias. Entre 1766 y 1771 es fama que vacunó a más de
cinco mil personas, desde las capas superiores de la sociedad, los mantua-nos
hasta los pobres y esclavos que le traían a la capital desde las planta-ciones'g.
El mérito de este médico intelectualizado, ilustrado y volteria-no20
es grande, pues, gracias a su aportación, Venezuela fue, después de
Chile, la primera región donde fue introducida la inoculación en Indias2'.
3. ARRIBO DE LA EXPEDICION REAL A TENERIFE
Si, como hemos visto, la inoculación en la Metrópoli tropezó con un
inconveniente y un clima polémico e indeciso, la vacuna de Jenner, por el
contrario, va a ser introducida con aplauso generalizado desde 1800.
Contó para ello con el apoyo de la ciencia médica y el de las autoridades,
estimuladas por las graves epidemias de uno y otro signo que sufre la
Península y el Imperio, en donde destaca la violéntisima de viruela desen-cadenada
en 1802 en Bogotá.
Las alarmantes novedades procedentes de Nueva Granada impulsan al
Gobierno de la nación encabezado por Godoy, al envío de una expedición
científica a América y Filipinas para difundir la vacuna. Corre la organi-zación
a cargo de una Junta presidida por el famoso Gimbernart y colo-can
al frente de la misma al alicantino Francisco Xavier Belmis. El
modelo de esta empresa está inspirado, en opinión de Nadal, en la misión
señalada por el Gobierno de Londres a los médicos Marche11 y Watker de
vacunar a todos los súbditos británicos en el Mediterráneozz.
' 9 Diario de Madrid, 3.6.1790 BOSCH MILLARES, J.: La calle Perdotno y el origen de
su nombre, Las Palmas, 1964, 56-7. Id. id.: Historia de la Medicina, tom. 11, 345-46. El
estudio más completo sobre este personaje es el discurso de FERNANDEZ, David W.: Juan
Perdonero introductor de la variolización en Venezuela. Caracas. 1979,20-28. El Lic. Salas
escribía en 1804. ((Efectivamente, Perdomo estableció el precio de diez pesos macuquinos
por cada inoculación», lo que prueba con el ansia que era demandada. RUMEU DE
ARMAS, ob. cit. 21.
20 FERNANDEZ; D. W.: 0,~ci.t. , 19-20. Las actividadesi lectura de obras prohibidas,
proceso por la Inquisición, su regreso a Canarias, período en la cárcel y convento de San
Francisco, en FERNANDEZ Y BOSCH MILLARES.
2' En efecto, en 1765, un año antes, practicó la inoculación antivariólica fr. Pedro
Manuel Chapano, de la Orden de San Juan de Dios, en Chile. En las capitales de los
virreinatos, se introdujo: 1777 en Buenos Aires; 1778, en Lima; 1792, en Bogotá y casi a fines
de siglo en Méjico. Discurso citado en FERNANDEZ, 20-21.
" NADAL. J.: OD. cit. (Cap. V. «La real expedición para propagar la vacuna en Amé-rica
», págs. 51-58 de la Ob. cit.). Además de las obras mencionadas de RUMEU DE ARMAS
y PEREZ MOREDA, véanse PAZ, Príncipe de la (GODOY, M.): memorias crí~icws y
apolog4ficas del reinado del Señor D. Carlos IV. Madrid, 1965, 2 vols., 1, 406. DlAZ DE
YRAOLA, G.: La vuelta al mundo de la expedición de la vacuna. Sevilla, 1948 ALFONSO
La labor de vacunación en Canarias, encomendada a la expedición
real y su consolidación por el Comandante General, resultó facilitada por
la R. O. de 3 de octubre de 1799. En ella se reordena la salud pública. Cesa
en su responsabilidad los Cabildos insulares y recae en la Junta Superior
de Sanidad a establecer en Santa Cruz de Tenerife con la finalidad de
coordinar las Juntas subalternas establecidas en cada una de las islas. La
novedad fue interpretada por la Ciudad de La Laguna como un nuevo
despojo a favor de los activos santacruceros23.
Antes de proseguir convendría subrayar que del recibimiento apoteó-sico
con que fue recibida la expedición real, no hay por qué inferir que el
descubrimiento de la vacuna fuera desconocido en Canarias o que no se
hubiera hasta entonces puesto en práctica la novedad inmunológica. El
Vizconde del Buen Paso nos muestra su preocupación y conocimiento
sobre el descubrimiento de Jenner, con motivo de comentar las novedades
que de Europa trae el recién llegado Domingo Saviñón. Y anota con
cierta satisfacción como su madre hizo que el hijo de Nicolasa, una criada,
fuese vacunado por ei Dr. Saviñón. «Ha seguido su curación con ia misma
facilidad que los demás niños del país, en quienes se ha efectuado este
des~ubrimiento))~~.
Por tanto, se realiza con frecuencia, y la practica cotidianamente el
mencionado Saviñón. Y no solo esporádicamente, sino en auténtica cam-paña,
como la realizada en el Puerto de la Cruz en 1803, en que fueron
vacunados al menos 395 niños. La operación fue financiada mediante la
aportación de los más acaudalados de la localidad25.
ENRIQUE. Y llegó la vida. Estampas deldescubrimiento antivariólico. Buenos Aires. 1950.
LASTRES, F. B.: La viruela, la vacuna y la expedición,filantrópic.a,e n Arch. Iberoameri-cano
de Hist. de la Medicina 11 (1950) 86-87. Para la estancia en Tenerife reunen informa-ción,
además los libros citados de CIORANESCU y BOSCH MILLARES, CHlL y
NARANJO, G. le dedica los fols. 469-482 de su mns. Además LEON [Y XUAREZ DE LA
GUARDIA], F. M.: Apuntes para la historia de las Islas Canarias, 1777-1868. S.C.T., 1966,
58-59 y MILLARES TORRES, A.: Historia General de las Islas Canarias, Las Palmas,
1893-95: 11 vols. tm. VIII, 87-SS. RUMEU DE ARMAS, Op. cit. 52. BELMIS haba
estado repetidamente en América y había traducido del francés el Tratado teórico-práctico
de la vacuna de MOREAU DE LA SARTHE.
23 LEON, F. M.: Apuntes cit. 59.
24 GUERRA, J. P. de la: Diarios, 1.1.803, 2.8.803, tom. 1 pp. 151 y 201.
25 ALVAREZ RIXO: Memoria de los sucesos más memorables acaecidos en el Puerto
de La Orotava en este siglo XIX. Escribe en el capto 111 de su manuscrito: «Trájose a este
Puerto el pus de la vacuna por primera vez en dicho año de 1803, por suscripción de los
vecinos pudientes, vacunándose trescientos noventa y cinco niños, antes que la hubiese
remitido nuestro Soberano ... y se continuó esta benéfica operación en abril del año siguiente
de 1804». Apud MILLARES CARLO, A. y HERNANDEZ SUAREZ, M.: Bihliografia de
escritos canarios (siglos XVI. XVII y X VIII). Las Palmas, 1975, tom. 1, p. 1 3 1.
Si tenemos en cuenta que los habitantes del Puerto de la Cruz fueron vacunados en una
triple campaña: 1803 expedición real y abril de 1804, no comprendemos cómo GUIMERA
RAV 1 N A, A,: Burguesía extranjera y comercio atlántico: El comercio de Canarias con
Pita. Lleva a bordo, además del director, cuatro facultativos, dos
practicantes, tres enfermeros y 22 niños del hospicio de la ciudad, selec-cionado
entre aquellos que no hubieran padecido la viruela. Durante la
travesía iban siendo inmunizados mediante la técnica de brazo a brazo.
Con la natural anticipación el Comandante General, había recibido
instrucciones precisas del ministro José Antonio Caballero. Don Fer-nando
Cagigal de la Vega tomó su papel de director de orquesta con el
mayor entusiasmo. Objetivo: vacunar el máximo de personas durante la
estadía de la expedición en el puerto. Pero sobre todo, se le encomendaba,
la de las clases más menesterosas y numerosas, porque «son acreedores de
su Real Beneficiencia~. Se le responsabiliza del depósito, distribución y
conservación de ((algunos vidrios)) con la cepa por el Archipiélago, así
como del reparto de unos pocos de los 500 ejemplares impresos del tra-tado
sobre la vacuna, traducido por el propio Belmiszh.
Con el fin de entusiasmar al personal, Cagigal montó una verdadera
campaña de mentalización. Convocó a las fuerzas vivas de la isla a una
reunión en su propio palacio. En la misma se acordó invitar a los cabildos
de las distintas islas para que con tiempo tomaran las providencias conve-nientes
al caso. Al de La Laguna, le encarece, además el alquiler de una
casa, suficiente para alojar y mantener a los niños y el equipo sanitario de
la expediciónz7.
La casa estaría situada en Santa Cruz a causa de la necesidad de
responsabilizar en el futuro al médico del hospital militar de todo lo
referente a la vacunaciónz8. El Cabildo aceptó la honrosa misión y comi-sionó
para todo lo necesario a los regidores don Francisco de Tolosa y
don José de Monteverde. Consciente Cagigal de que sólo con una buena
campaña propagandística se aseguraría el éxito, vuelve a reunir en su
residencia a los notables para pronunciarles un patriótico discurso. Usó
todo medio a su alcance para movilizar a la opinión y desterrar el menor
asomo de desconfianza o escepticismo del puebo, ya
Indias en elsiglo XVllI(1703-1771). Tesis doctoral inédita. Universidad Complutense 1982,
tom. 1, 78 y nota 152) sostiene que la epidemia de viruela en 1804 «asoló la población». Fue
frenada por el espíritu filantrópico de Bernardo Cologan Valois, quien «equipó un hospital a
su costa en una de sus casas del Puerto, en donde se atendieron 600 pacientes, gastando más
de 3.000 pesos)). No ponemos en duda la generosidad de don Bernardo, ni que la epidemia
asolara al Puerto, pero no pudo ser en ese año, en 1804 ya que según el mismo autor
Cologan murió en 1798 y además toma la noticia de unos Anales de ALVAREZ RIXO,
«Año 1791: ¿Será ésta la que sobrevino en 1787 o en el 84?
1' DOC. cit.
'8 Cartas cruzadas entre el Cabildo y el Comandante General, L. L. 20.10. y S.C.T.,
25.10.803 Ob. cit.. 471-472.
q u e sus ideas y conocimientos están muy lejos de ver el bien: y las i n n o ~ a -
ciones jamás fueron bien admitidas. 1.a costumbre manda al común de los
hombres y casi siempre tenemos por mejor lo que practicaron nuestros
abuelo^))^^.
A este discurso, añadió un bando que fue profundamente difundido"'.
La víspera de arribar la expedición real, el 8 de diciembre, Santa Cruz
celebra con alegría, iluminaciones y refresco la concesión del villazgo". Al
siguiente y después de nueve días de navegación, al anochecer, la fragata
María Pita embocaba el puerto. En medio del entusiasmo general, el
marqués de Casa Cagigal recibe con ternura en el embarcadero el primero
de los niños coruñeses. El resto de las autoridades, por estricto orden
jerárquico, repetían hasta 22 veces la operación. Fueron rendidos honores
militares a la expedición y se organiza una comitiva para dirigirse a la
casa habilitada. El Cortejo, amenizado por la banda de música del Bata-llón
de Canarias, avanzaba en medio de vivas y aplausos, cohetes y las
saivas ciei Zasiiiio principal. Cereiiioiiia y alegría fueroii coiiip:it;les es:a
vez con eficacia: a pesar de ser noche cerrada, una hora más tarde estaban
vacunados diez niños pertenecientes a las mejores familiasi?.
Ante tal cúmulo de muestras de simpatía, Belmis quiso corresponder
con el ofrecimiento de subir a vacunar a La Laguna, para evitar a padres y
niños la incomodidad de desplazarse hasta el puerto3).
En Santa Cruz el equipo médico trabajó de duro en la vacunación
brazo a brazo y en la instalación de un centro donde conservar y repodu-cir
el benefactor pus. Sobrevino alguna curiosidad, como la publicación
por parte del ciudadano Gros, q u e hace en estas Islas funciones de
comisario de relaciones comerciales de Francia)), carta al Comandante
General solicitando licencia para vacunar a una hija del ciudadano Mar-celín.
Carta retórica y llena de elogios y alabanzas al progreso, la ciencia,
Carlos IV, y el propio General, junto a la misma va respuesta, en la que
Casa Cagigal subraya que «mientras Inglaterra y Francia se aprestaban
para derramar sangre y difundir el terror y la guerra, ésta (España) solo
trata de conducir la salud y la vida»34. El día de los Santos Inocentes se
celebró una función de acción de gracias, seguida de un festín y rematada
?Y El párrafo cit. es de su discurso y lo reproduce puntualmente CHIL y NARANJO.
3' El bando, fechado en 17.1 1.803 y que comienza: ((Pueblos de todas ellas (las islas)
corred a presentar vuestros inocentes hijos a los brazos de la salud. que nuestro Rey ... » Loc.
cit.
31 GUERRA, J. P. de la: Op. rir. 12.12.803 torn. 1, 219.
?? CHiL y XARANJO, G.: Gp. ri:. 47!-73 y GliE?.!?.A., J. P. de 12: Qn. c.:!.. !2.!2.803.
torn. 1. 219.
3) CHIL Y NARANJO: Op. rir., 437-475.
'"UERRA, J. P. de la: 0 1 ~( ? t . , 28.12.803, rom. 1. 223-4.
ya de noche con la colocación en la fachada de la residencia del Coman-dante
General de un Víctor. El autor de los versos fue el presbítero
Pedro Murga35.
4. LOS EXPEDICIONARIOS EN LA LAGUNA
El 15 de diciembre era fijado en la Ciudad el anuncio de la próxima
subida a la ciudad para vacunar a los niños comarcanos. El Cabildo
dispone rendir un cálido homenaje a Balmis y sus compañeros. Se habili-taron
las casas de Mesa, situadas en la calle de la Carrera. En tres ocasio-nes
Laguna recibió a huespedes tan ilustres.
El 26, lunes, subieron muy de mañana los profesores y durante todo el
día vacunaron gran concurso de niños y muchachos, que acudían de la
ciudad y los campos acompañados de sus padres. No sabemos el número
de los beneficiados, aunque sí que los médicos llevaban un registro meti-culoso,
en el que anotaban el nombre del vacunado, los de sus padres y el
lugar y fecha de nacimiento36.
El siguiente, martes, fue el de la recepción oficial. Balmis y los médicos
vestían brillantes uniformes. En la Iglesia de la Concepción hubo función
precedida de acción de gracias, predicando el ilustre franciscano, fr. Gre-gorio.
Siguió un banquete en las casas de Mesa, con asistencia de los
miembros de la corporación, clero, nobleza y personas de distinción. El
regidor Juan Tabares lee una «oración gratulatoriau, escrita por uno de
los profesores, y Belmis explica en forma pormenorizada cuanto podía
interesar sobre la importancia de las vacunas y objetivos de la expedición.
Elogia al Doctor Domingo Saviñón, a cuya competencia y conocimientos
queda la prosecución de la vacuna y conservación del caldo de cultivo,
según cuenta un testigo de excepción3'. No fue posible prolongar la
sobremesa, porque la llegada de los niños de Las Palmas, reclama la
presencia de los vacunadores.
Belmis, y sus compañeros volvieron una vez más a La Laguna, invita-dos
por el Corregidor. Se trata de una excursión para disfrutar del monte
de Las Viercedes, eli cuiiipafiia de los maqüeses de Vil:aliüeua del Tiado
y Las Palmas, los regidores Ventura Salazar y Juan Tabares, entre otros
distinguidos capitulares y vecinos38.
35 GUERRA, J. P. de la: Op. cif., 31.12.803 y 1.1.804. Ob. cit., 224-25. Reproduce el
texto del poema del victor, que comienza:
«A Carlos Quarto, el rey más ilustrado
y de la más cordial filantropía...».
36 GUERRA, J. P. de la: Op. cit., 19,26, y 27.12.803. Tomo 1, 221 y 222.
'7 Op. cit., 28.12.803, Tom. 1, 224.
'"p. cit., 3.1.804, Tom. 1, 226.
5. GRAN CANARIA Y LA VACUNA
El objetivo del marqués de Casa-Cagigal no se circunscribía, natural-mente,
a la isla de Tenerife. Para ello y con tiempo instruyó a las autorida-des
responsables de cada una de las islas, responsabilizandoles del éxito
de la operación. Para ello, reciben información, bandos, texto de sus
discursos, etc ... Lo importante era que de cada una enviaran a Santa Cruz
un grupo de niños para ser inoculados brazo a brazo y garantizar después
la conservación del caldo de cultivo. Esto solo se obtendría con el envio de
un médico y una persona idónea, capaces de aprender todo lo necesario.
Solo me han llegado noticias de Gran Canaria, Lanzarote y La Palma,
pero seguro que el beneficio alcanzó a alguna más.
El Comandante General dió cuenta en la «isla redonda)) del proyecto a
la Audiencia y Cabildo. Como era factible que quedara
((asegurada la vacuna fresca que podía conservarse largo tiempo en estas
Islas, si todos contribuimos a ver realizadas las paternales intenciones),
enviaban algunos «vidrios» y cuatro ejemplares del tratado de Moreau de
la Sarthe. Para asegurar el éxito de la campaña en Gran Canaria, incita al
Cabildo para que enviara unos cuantos niños con sus padres con el fin de
ser vacunados y propagar, gracias a ellos, los beneficios con mayor seguri-dad.
¿Como no iba a colaborar el cabildo grancanario, si el lagunero
hacía frente a los gastos ocasionados por tan prolongada estancia?
Sin embargo, el Comandante General recomendaba que el tema del
viaje de los niños fuera tratado con cautela, pues ya se habían disparado
alarmantes rumores y bulos, porque
«los mal intencionados, los ignorantes, los excesivamente tímidos habían
esparcido voces en ocasiones que traen graves perjuicios a la causa pública.
Entre otras, como la de que esta Expedición debe llevarse niños de estas
Islas. Y ella, aunque es falsa, aterra a los padres que ignoran que S. M. no
quiere que se verifique sin su consentimiento^^^.
Acordó el pleno fletar una embarcación para trasladar a Santa Cruz
siete niños acompañados por sus padres, como medida precautoria, que
fueron generosamente gratificados por el obispo Manuel Verdugo Albitu-rría.
Bosch Millares, que sigue en parte a Chil, nos describe así los
acontecimientos:
CHIL Y NARANJO, G.: Op. <ir., 473-75.
290
((Marcharon también don Agustin Collado, como cirujano, un practi-cante
y el escribano mayor, siendo despedidos por una representación de la
ciudad. Terminadas las correspondientes operaciones, regresaron a esta
ciudad el 2 de enero de 1804, siendo recibidos por el Obispo, Corregidor y
numeroso acompañamiento en el sitio denominado Molino de Viento. Una
vez en la puerta de Triana, se hizo una salva de 15 cañonazos por los
castillos de Santa Ana, Mota y una goleta de Guesala. Más tarde, se
incorporaron las personas más caracterizadas, tanto eclesiásticas como
seglares hasta la casa del Corregidor, donde era tanta la gente presente que
apenas se podía caminar por las calles. En el balcón de la casa estaba
alojada una orquesta que no acaba de tocar mientras duro la ceremonia^^^).
6. LA VACUNA EN LANZAROTE
dos lanzaroteños ... (que) tenían benéficos sentimientos, gratitud y aprecio
por el interés que el Soberano tomaba en su bien ..., y discernimiento para
comprender que era bueno, cuando en otras de nuestras Islas tuvo sus
contradicciones, efecto de ideas rancias y t e r c a s ~ ~ ' ,
decidieron prestar su entusiasta colaboración.
Muy a fin de año el alcalde mayor, Bartolomé Torres y regidores
dispusieron el embarque «de cinco niños de la clase pobre, a fin de que
vinieran vacunados». Pero el Cabildo carecía de fondos que permitiera
equipar a los chicos y abonar jornales al médico, dificultad superada
gracias a la aportación filantrópica de los clérigos4*. Don Cristóbal de la
Cueva fce el médico asignado y «el Doctor en Medicina, Don Pedro
4(1 BOSCH MILLARES, F.: Historia Tom. 1, 349 y CHIL Y NARANJO, G.: Mus. cit.,
475 y SS. MILLARES TORRES, A., en tomo y Op. cit. 68, añade el hecho curioso de que los
siete niños, de vuelta, entraron en la ciudad en el coche del Sr. Obispo, benefactor de los
mismos, ALYARE¿ KiXO, José ~gus t in:H istoria de! Puerto de ~r r e c t f ec opia mecano-gráfica.
«El Museo Canario)). Fols. 90 y SS. Dedica este autor los apartados 6 y 7 del capt. X
a la viruela. Confiesa que muchas de estas noticias están tomadas de la «obrita» de fr.
Bcrnardino ACOSTA BRITO. La Vacuna o el Patriotismo Lanzaroteño. Sobre el fraile,
MILLARES CARLO, A. y HERNANDEZ SUAREZ, M.: Op. cit. 1,20. ALVAREZ RIXO
es autor contemporáneo preocupado por las epidemias; produjo obras como Noticias del
origen .y utilidad de las cuarentenas de los Lazaretos y tambikn el establecimiento y atribu-ciones
de la Junta de Sanidad en las Islas Canarias, que lamentablemente no ha tenido
ocasión de consultar.
4 1
4' ALVAREZ RIXO: Historia, cit. fols. 90-91. Fueron éstos, los beneficiados Antonio
Cabrera y Domingo de la Cueva, el comisario de la Inquisición, don José Fco. y un sobrino
de igual nombre, ayudante de milicias.
Suárez, persona de carácter excelente e instruido, natural de Cádiz, quiso
emular a los naturales y fue gratis»43.
Los vecinos de Arrecife fueron levantados al amanecer de uno de los
primeros días de 1804 por los cañonazos de la Goleta Bárbara, propiedad
de don José de Armas. Reitera salvas al cruzar ante la lancha y en el
momento en que los chicos eran desembarcados de la falúa. Con la nove-dad,
en Puerto Naos había una gran concurrencia de público y autorida-des.
En una carroza preparada y adornada por Don José de Armas fueron
conducidos a la Iglesia, donde entonaron solemne Tedeum. En casa espe-cialmente
acondicionada fueron atendidos con generosidad. El estruendo
artillero continuó a la tarde. Al fijar bandera el castillo de San Gabriel
con tres disparos, fue respondido por el de San José, la goleta y hasta el de
Santa Bárbara de la villa de Tegnise. Las descargas se repitieron «a cada
operación en los muchachos de la vacuna)), cuando el médico Pedro
Suárez realizó las cinco primeras i n o c u l a~i o n e sU~~n .t estigo de excepción
fray Bernardino Acosta, no puede por menos de apuntar:
«Era preciso haber en la cabeza acostumbrada a este estruendo, como la
tiene el Reverendo Autor y los Militares de entonces, que sin duda parece
que creían ser la cosa eficaz para la operación; o lo más cierto, para con tal
aparato adular al Comandante General que también festejó por este estilo
al arribo de la ~acuna»~j.
Pero tanto entusiasmo, fue superado en la villa de Tegnise. Entraron
los chicos en el coche del brigadier de la Armada Rafael Clavijo, entonces
ausente. Danzas, música, Iuminaria, hasta ((Alameda artificial)). También
una curiosa representación alegórica en la que «la Princesa de Tegnise con
el Blasón de la Isla, seguida de parte de aquella milicia, va a congratularse
con la llegada de la Vacuna a su Imperio . . . ~ ~ 6 .
44 Costearon e1 aderezo de la casa ~Manuel Alvarez, Francisco Aguilar. Presidieron el
desembarco el cura Francisco Acosta, el alcalde real Lorenzo Cabrera. el gobernador'de las
armas Luis Cabrera, el subteniente José de Cunas. Manuel Alvarez. José del Castillo y otros
de la gente principal. Op. (,ir. fol. 91.
" 0.. cit. 92-93. NO me resisto a reproducir esta copla Tan graciosa. una de las que se
entonaron aquella noche:
«Las Cuatro partes del Orbe / respondiendo está plazer; : todo es gozo. todo es gloria, /
todo dicha, todo bien, / venid, llegad, / volad, corred, / oid, y atended, ; y de tanto gozo la
causa sabréis».
7. LA PALMA
Aunque en Santa Cruz de La Palma el entusiasmo fue compartido por
las autoridades, surge entre la población la suspicacia y hasta la resisten-cia.
La fuerte personalidad de párroco, tan progresista, ilustrado y liberal,
como Manuel Díaz Hernández va a salvar la operación. De no haber
mediado su influencia, prestigio y sabiduría, en La Palma se hubieran
quedado sin el caldo antivariólico. Los niños llegaron a Tenerife cuando
la María Pita había zarpado, y tuvieron que ser vacunados por sanitarios
locales47.
Y ésto no ocurrió por falta de previsión. Ya en 30de noviembre el
Síndico Esteban Martínez Pintado se preocupa del tema. La dificultad
estaba en !a carencia de dinero y la imposihi!idad de acudir a !os *obran-tes
de propios)) sin previa autorización del regente de la Audiencia. En el
Cabildo de 16 de diciembre se acuerda que los niños vayan acompañados
del cirujano Matías Saveta. La Junta de Sanidad designaría los niños
expósitos. El regidor don José Sánchez se ofreció a acompañarlos a su
costa y solicitó que el Alcalde eligiera unos niños que acompañaran a los
señalados por la Junta de Sanidad. Finalmente. acordaron tomar del arca
insular 200 pesos: cien en concepto de honorarios del médico y los otros
para el gasto de los niños48.
Aunque el ayuntamiento considera el regreso de los chicos vacunados
como un .«extraordinario beneficio que la Providencia nos dispensa)),
tanto que acuerda acudir en corporación a recibirlos y acompañarlos a la
parroquia de El Salvador, donde se entonaría en acción de gracias un
Tedeum. Sin embargo, «entre estos habitantes existía la duda y abrigaba
el temor de enviar.a sus hijos a Santa Cruz»@.
A despejar incógnitas subió al púlpito el 1Qde enero de 1804 el
párroco Manuel Díaz. Pronunció un memorable y apasionante sermón,
no despojado de retórica. En él, felicita y elogia a los padres decididos a
embarcar a sus hijos. Recuerda horrores pasados. Desvanece prejuicios,
aclara desinforrnaciones. Sostiene su fe en el progreso y las bondades
derivadas del mismo, al tiempo que alaba sin tasa el amor y preocupacio-nes
del soberano por sus desvalidos vasallos, sin escatimarlos al celo del
generals0. Como observa el Vizconde del Buen Paso, toda la pieza va
47 GUERRA. J. P. de la: 0,~c.i t. 15.1.804. 1, 227-28.
4UORENZO RODRIGUEZ: Apartado ((123 - Vacunan, de la op. cir.
49 Op. y loc. cizs. El acuerdo sobre el ceremonial de la recepción y Tedeum se tomó en
Cabildo celebrado en 28.1.802.
so Sobre Manuel Díaz y el Grupo liberal palrnero en el primer tercio del siglo XIX, PAZ
SANC H EZ, M. A. de: Masones y comuneros de La Palma. Notas para una inrerpreración
hisrárica. Rev. Hist. Can., n.Q 1.971 (1978) 95 y SS. y Los origenes de la Masonería en La
fundada «sobre ideas exactas e ilustrados, que hacen honor a aquel céle-bre
eclesiástico»5', quien llevado de su enstusiasmo por la novedad,
vacunó con sus propias manos a centenares de infantes en La Palma.
Actitud, labor y conceptos del párroco, tan de agrado del marqués de
Casa-Cagigal, que lo felicito muy efusivamente, porque
«Dar a l César lo que es del César y saber unir los sagrados intereses de
nuestra religión Santa con los respetables del interés social, es mucho, sin
duda; pero canonizados, digamósle así ..., con aquella elocuencia sagrada ...,
es afirmar todo lo sublime del misterio sacerdotaln5?.
La fragata María Pita zarpaba el día de Reyes con rumbo a Puerto
Rico. Poco después arribaban los chicos palmeros. Tuvieron que ser
,vacunados por los profesores santacruceros. No por ello, fueron menos
agasajados que sus predecesores. Buen Paso comenta: «Se dice que damas
de aquella ciudad (de San Miguel) se esmeraron en adornarlos; que traen
gorras, bordadas en ellas armas de la Isla»53. Al regreso a su Isla
fueron recibidos por sus paisanos con el ceremonial acordado.
8. EL BALANCE
La expedición de Balmis, tras una estadía de 27 días, cubierta con
éxito su primera etapa, continua su periplo. Exito en un doble aspecto,
difusión del nuevo método, y el hecho de que no hubiera sobrevenido en
el Archipiélago ni un solo accidente. Ya que los ((niños vacunados por los
profesores de la expedición han pasado la erupción felizmente~54.
Palma y Manuel Díaz Hernández. en Homenaje a Alfonso Trujillo, S. C. Tf., 1982, 2 vols.,
tom. 11, 225-276. La novedad de los mismos me dispensa acumular bibliografía.
El sermón fue reproducido por Leopoldo de LA ROSA OLIVERA en su edición del
Diario de J. P. de la GUERRA, tom. 11, 241-44. lnteresa el tono de justificación por el hecho
de que los párrocos utilicen el púlpito para pregonar los beneficios de un descubrimiento.
Cita a los de las cercanías de Ginebra, los de muchos lugares de Francia y especialmente el de
Braum en Gebing, cercano a Viena. Merece ser destacado un párrafo coincidente con
. . apreciaeiories de: Generzl. Eici as:: <ijConqük:adorcs de !e Tierra, hombres fe:~ces Inhcma-nos
que habéis formado tantas expediciones inhumanas con el fin de adquirir en la Historia
un nombre ilustre, los humanos harán odiosa a las generaciones futuras vuestra nueva, al
paso que honrará a Carlos 1V por una expedición pacifica y bienhechora, cuyos primeros
héroes son veintidos inocentes que llevan sucesivamente en sus brazos, no el hierro destruc-tor,
de que no son capaces, sino el consuelo y alivio de la Humanidad)). 224.
51 GUERRA, J. P. de la: Op. cit., 28.1.804. 1.; 228. En 12.1 1.806 dice el Vizconde del
c~i r2D iaz: dicho ec!esiástico se hace cada día mas admirable por su instrucción. talentos.
su conocimiento de idiomas, música y aún construcción de fortepianosrr. Op. cit. 322.
52 CHIL Y NARANJO, Ms. cir., 481-82.
53 GUERRA J. P. de la: Op. cit., 15.1.804, 1 , 227-28.
54 Op. y loc. cit.
Por todos sitios surgen muestras de satisfacción. En La Laguna al
recibir la felicitación de su corporación los comisionados del Cabildo
propusieron a sus compañeros que la institución asumiera los gastos
ocasionados por la estancia de Ia expedición, y así fue aprobado aunque
superaban en bastante el medio millar de pesos55.
No había transcurrido un mes de la partida y los caballeros de La
Orotaba celebraban el 5 de febrero una serie de festejos en acción de
gracias. Acudieron muchos laguneros. Además de las funciones de la
Iglesia, se reunieron para un acto mundano en casa situada en Ia Calle del
Colegiosh.
Al hablar de homenajes, no podemos dejar de señalar como contra-punto
la presencia del escribano del Puerto de la Cruz José Alvarez de
Ledesma. Fue enemigo acérrimo de la práctica inmunológica. Conside-raba
que el proceso iba no solo contra la Naturaleza sino contra el orden
sobrenatural, ya que vacunar era dirigirse contra y resistir la voluntad del
supremo Hacedor. Por tanto, nuestro autor viene a engrosar la numerosa
literatura negativa de la época. Escribió varias «obritas» que nos han
llegado57. Pero como cambiar es de sabios, el escribano portuense no
persiste en su error. Según Alvarez Rixo, a la sazón Alcalde de la locali-dad,
cuando en 1828 «se experimentó el contagio de la viruela, después de
casi treinta que no la había habido en estas Islas, y me conta que hizo
vacunar a alguno de sus hijos)+.
55 Mns. cit. CH IL Y NARANJO, 478-479. Reproduce la cuenta de los gastos presentada
en Cabildo por los Comisionados. Se desglosa:
Ps. Rs. pta. Cuartos
- Manutención y casa puesta en Santa Cruz ...... 333 4 -
- Convites y cenas al Director e individuos de la
expedición que subieron a La Laguna.. ......... 160 6 7
- Transportarlos desde Santa Cruz y coste de varios
efectos remitidos a La Laguna ................. 33 - I I
- Gastos en la función de la Iglesia .............. 58 7 10
TGTAL ......................... COL L
3
JO" : 2
5"UERRA, Op. cit., 3 y 15.1.804, 1. 229. La reunión mundana tuvo lugar «en la casa
donde murió don Francisco Benitez, en frente del Colegio». Fue amenizado por la banda del
.Batallón de Canarias.
5' ALVAREZ RIXO, F. A.: Memoria de los sucesos, cit. cap. 11. Las obras manuscritas
contra la viruela de ALVAREZ DE LEDESMA, P.: Cuadernos contra eluso de la vacuna...
. .. ,i,,nn,l,i or inhlnr in l 9 n ~ A l.inra-D. : .,-. n: L... ~ ...Y..UV ... I V Y 7 , A4 n l v a t C ~L\S AV. U ~ J C U I J V w o r r tu V U C U ~ Uu 'escuhier~a.v
recomendada. Mns. 46 horas en la Bibl. Mun. de Santa Cruz de Tenerife y Disertacih
conlra la vacuna ... en que quiere prohar que itnpidiéndose los esrranos de la Viruelo se
resiste la voluntadde Dios ... Mns. 14 pp. E.M.C. Fondo de Mafiote. cfr. también MILLA-RES
CARLO, Op. cit. 1, 132.
'X ALVAREZ RIXO: Memoria, cit.
El beneficio fue mucho más extenso, porque el impulso fue aprove-chado
para montar un centro profiláctico y crear una preocupación ante
la enfermedad. De tal forma que el Archipiélago se vio libre de su conta-gio
durante el primer cuarto del siglo que se iniciaba.
Según noticia difundida en periódico madrileño de la época, en Santa
Cruz de Tenerife, y con el asesoramiento de Belmis,
«Se ha establecido una casa de vacunación a cargo de los doctores Joaquín
Viejobueno y don Juan García. Se halla montada bajo un orden y regla-mento
admirables por su buen gobierno y economía de los gast0s»5~.
De otro lado, con el objeto de asegurar los resultados y proseguir la
campaña, el famoso médico establecido en las Islas, Dr. Bandíni Gatti,
imprimió en 1804 una breve y clara instrucción divulgadora sobre la
forma de inmunizar y ventajas de la vacuna. Circuló profusamente y lo ha
reproducido el Dr. Boch Millares en su Historia de la Medicina en Gran
Canariabo. Simultánea y paralelamente el profesor Domingo Saviñón
escribía en La Laguna <(un plan, en que propone algunos remedios para la
conservación de la vacuna en la provincia de Canarias»6'.
El interés prendió de tal forma que el propio marqués de Casa Cagigal
trata de establecer para el archipiélago un censo de las vacas de leche, con
objeto de estudiar la posibilidad de
«propagar por medio de una vacuna sucesiva en las mismas vacas el pre-cioso
fluido preservativo de la viruela natural»h?.
Comisiona para el intento en Gran Canaria al capitán de milicias
Agustin de la Rocha63, a quien le remite modelo de un formulario al que
debe ajustar la encuesta, pasaporte y cartas auxiliatorias para el coman-dante
de la isla, alcaldes reales y párr0cos6~.
En Tenerife el Comandante General designa al Dr. Domingo Saviñón
para una misión semejante y con «una asistencia de dos duros diarios)).
Recorre muchos parajes de la Isla a la búsqueda de viruelas en las vacas.
su La noticia está fechada en S. C. Tf., 14.6.804, y la recoge CHIL en Mns. <.fr. 481,
confirmándola J. P. de la GUERRA, Op. cit., 28.1.804, p. 208.
M) CHIL Y NARANJO, Op. cir., 11, 350-52.
61 GUERRA, [.o(,. cir.
62 Casa Cagiga1.a Agustín de la Rocha. S. C. T., 14.6.804. Mns. cir. de CHIL, 481-82.
6.' A través de la información de los alcaldes, debería averiguar de los propios dueños si
alguna vez han visto en las vacas granos o pustuias, especiaimente en ios meses de mayo y
siguientes, datos de los que se puede inferior que «han padecido el verdadero cwupox (sic),
que es el que se trata de reproducir». Carta cit. El subrayado es mío.
64 La operación estaba apoyada desde el inicio por la Audiencia y el Corregidor para
quienes recibe cartas con instrucciones. Loc. cir.
En Guamasa fueron hallados algunos ejemplares. También realizó obser-vaciones
de interés al respecto65.
Desconocemos, y es de lamentar, el resultado de estas campañas. Sin
embargo, podemos afirmar que la infraestructura del montaje, todo lo
imperfecto que se quiera, funcionó durante bastante tiempo, a pesar de la
Guerra de la Independencia, en contraste con lo ocurrido en la Península.
Al fortificar la situación inicial, 1803-04, vino desde el Gobierno de la
R. C. de 21 de abril de 1805 por la que se ordenaba que «en los hospitales
de las capitales de España se destina una sala a conservar el fluido
vacuno»bb. R. C. completada en el mismo año con una Circular despa-chada
a las provincias peninsulares y ultramarinas para generalizar la
vacunación~67. Acción de política sanitaria provocada por la grave crisis
económica y epidémica de 1804, aunque ésta careciera de una connota-ción
específicamente variólica, según Pérez de Moredaba.
Es natural que una guerra, como la de la Independencia, produjera un
deterioro grave en el campo de la prevención sanitaria, como en otros
muchos de la vida nacional. Sin embargo, en Canarias no ocurrió así y el
deterioro fue más tardío.
9. UNA CA MPAÑA DE VACUNACION MASIVA:
GRAN CANARIA 1817-19
En conformidad con lo expresado, encontramos en Santa Cruz de
Tenerife funcionando un Establecimiento de la vacuna, instalado en 1804
con asesoramiento de Belmis. Fue creado, nos dice Chil para
«su conservación y propagación (de la vacuna), costeándose los gastos que
ocasionaba de los fondos de Propios de Tenerife, Gran Canaria, Lanzarote
y La Palma. Continuó en aquel estado hasta el año 1812. Las circunstancias
políticas y epidémicas (Guerra de la Independencia y fiebre amarilla) por-que
atravesaron las Islas le privaron los fondos necesarios y el Estableci-miento
concluyó))~9.
GUERRA, J. P. de la: Op. cit., 12.5.804; tom. 1, 245.
NADAL, Op. cit. 639.
67 LOC. cit.
Op. cit. 420. Ver la Instrucción de la Junta Suprema Gubernativa de Sanidad de
septiembre de 1805.
m CHIL Y NARANJO, G.: Mns. cit., 481-83.
En Las Palmas se mantuvo la alerta contra el virus variolico. El
Cabildo creó el cargo de cirujano encargado de la viruela, que en 1807
recayó en Leonardo Pirez. Se mantuvo en su desempeño, al menos hasta
18 19. Su obligación consistía en vigilar el buen estado del fluido y nos
asegura que vacunaba con prontitud en la Ciudad, tanto que en 1817
consideraba que apenas faltarían los recién nacidos, habiendo realizado
campañas en los medio rurales, sin ningún fracaso70. Esta preocupación
por parte de los médicos de las capitales de las islas es confirmada por
Francisco María León7'.
Terminada la Guerra de la Independencia, el Gobierno volvió sobre el
tema. Por R. C. de 1814 se declaró la vacuna obligatoria para «los parvu-los
durante los dos primeros meses de su vida». Unica norma vigente
hasta 187 1, porque el proyectado Código Sanitario redactado en 1822 no
pasó de meras intenciones. Tampoco la obligatoriedad para los reclutas
del Ejército, decretada en 1832 y reiterada con tanta frecuencia, debió,
precisamente por su reiteración, ser un modelo de incumplimiento. Tanto
que, segíin Monleau, de los recién nacidos en 1866, el 58% no fueron
vacunados. No era pues, precisamente extensa esta práctica a nivel nacio-nal,
a la vez que se realizaba, con notorias defificiencias72. La lucha
antivariólica queda reducida a la iniciativa de médicos y autoridades
locales o provinciales.
En esta línea tenemos la campana de prevención masiva realizada en
Gran Canaria bajo la dirección del corregidor Salvador de Terradas,
presidente de la Junta de Sanidad, en 1817-18 y perfeccionada en el
siguiente.
Pertenecía Terradas a ese tipo de funcionario eficaz que trata de servir
a la población encuadrada bajo su mando y obedecer las órdenes de
superiores, aunque con exigencia de aplausos y certificados en busca de
ascensos en carrera73.
70 Declaración testimoniada del cirujano Leonardo Pérez. L.P. 10.8.817. Dice: Periodo,
1807-1817 en el que «ha procurado con todo el esmero posible desempeñar el dicho cargo ...,
conservar el pus o materia de la que se hace uso y que tiene encargado el Supremo Consejo
de Castilla, siendo tan crecido el número de vacunados que juzga que en esta capital sólo se
h.a!!a:: sin vacs::ar !es recie:! nacids, prdiende asegurar ceri respecte a !es campes y srs
Pueblos que son muchos a los que se han hecho con el mismo feliz éxito, las mismas
aplicaciones)). «Las Palmas. 1817. El Corregidor de Las Palmas dando cuenta de la inocula-ción
realizada en la Isla, quedando muy pocos sin vacunar)). A(rchivo) H(istóric0) N(acio-nal)
Consejos suprimidos. Leg. 3.341 n.Q 13.
71 «Conservase con esmero la vacuna por muchos años en los pueblos principales de la
Provincia, a cargo de sus médicos titulares; empero, poco a poco, y con la ausencia del mal
fueronse olvidando sus beneficios». Ob. cit. 58.
72 Nos dice PEREZ MOREDA que al abandono, había que añadir que «un importante
porcentaje de los vacunados murieron a pesar de todo, lo que prueba la poca extensión de la
práctica y las deficiencias de su aplicación». Op. cit. 389-640.
73 Ni éste ni otros servicios, como veremos, le sirvieron en demasía. A comienzos de 1818
sufrió una hemiplejia o perlesia, complicada con un padecimiento de hígado. El médico del
Una circular del Consejo de Castilla de 14 de agosto de 1815 recor-daba
a las autoridades provinciales la conveniencia de que cumplieran lo
dispuesto en la R. C. del año anterior, sobre vacunación de niños. Salva-dor
de Terradas no duda en contestar:
q u e en esta Isla quedan pocas personas sin que gocen tan importantes
beneficio, quedando a mi cuidado de que sean vacunados los pocos que
Esta afirmación contenía una gran dosis de frívola gratuidad. Aunque
había ordenado al Cirujano Leonardo Pérez realizar una campaña por
toda la isla, solo alcanzó a inmunizar a ((cuatro mil y pico niños)). Infor-maciones
procedentes de varias localidades denunciaban gran cantidad de
niños sin vacuna's. Terradas llegó al convencimiento de la necesidad de
realizar una campaña exhaustiva. . L. as causas que dificultan cualquier
oijeia~ióii de este tipu, eraii pievisibk. igania criiie ios núcieos de
población; una orografía abrupta, incómoda para el traslado de tiernos
infantes; un «habitat» disperso y la ignorancia, el abandono y hasta la
resistencia de los padres a las innovaciones.
Pero el corregidor procedió con energía, impulsado por unos princi-pios
que herían su condición de escrupuloso funcionario. Las motivacio-nes,
las da él mismo a conocer: van desde las meramentes humanitarias76
hasta intentar preservar a la población no sólo de las marcas físicas de la
viruela, sino de las complicaciones generadas como secuelas secunda-
Cabildo eclesiástico, don Nicolás Negrín nos dice: «Atendiendo a que la Perlesia es la
enfermedad a que más se propande en el País y que en él observamos diariamente que
imprime vestigios de esta naturaleza que, salvo ser difíciles de borrar, suelen disponer el
cuerpo para nueva invasión de la enfermedad)). A.H.N. Consejos. Leg. 3.4.60 n.9 10.
Tenia a la sazón el corregidor 36 años y había servido durante la Guerra de Independen-cia
en Palencia. De la enfermedad quedó con cierta torpeza en el lado izquierdo, muy
notoria en el párpado superior que se le caía hasta cerrarle el ojo. Solicitó con este motivo
seis meses de licencia para acudir a los baños de Arnadillo (Logroño), pero el Consejo no se
aclaró con la Audiencia. L. P. 11.2.8 18. Lee. cit.
74 S. Terradas al Secretario del Consejo Muñoz. L. P. 26.8.717 A.H.N. Consejos Leg.
4341 n.9 13.
75 Las noticias recibidas de los pueblos «no fueron tan exactas que dejasen de quedar
crecida punción de niños sin que hubiesen presentado a gozar de un beneficio que solamente
un efecto de preocupación, la más conocida, pudiera retraer a sus Padres a presentar a sus
hijos». S. Terrada a la Junta de Sanidad. L. P. 28.10.817. Leg. cit.
l0 ii... e! c&!eb:e Jennei ... (que) he cuiísegüido coi¡ iü esiüdio liberar a miiioncs cie niños
de la desoladora epidemia de viruela». (Orden Circular del Corregidor a los Alcaldes reales.
L. P. 20.10.8 18 (Leg. cit.). La vacuna preserva «a los Pueblos del azote cruel que amenaza a
los niños ..., pues la viruela natural propagada o extendida es causa de semiepidemia ... de los
innumerables inocentes que condena al sepulcro ... » (Auto del Corregidor. L. P. 11.3.819
A.H.N. Consejos. Leg. 3540 n.o l.
rias77, pasando por las de raíz política y socio-económica7*, sin olvidar ei
dolor de las familias o la necesidad de romper en los padres el abandono
consecuente de su igno~ancia tradicional79.
Montó la campaña en dos fases. Convocó en cada una a la población
por medio de una amplia responsabilidad compartida en el éxito:
«quiera el Cielo que unido yo a la vigilancia y exactitud de V., consigamos
desterrar una preocupación tan radicada en los Pueblos, y que debía estar
extinguida en vista de los anteriores felices resultadosn80;
pero a la vez se muestra amenazador con ellos en caso de tibieza, los
denunciará al Rey para ser castigados por ineptitud; y con los padres, si
tratan de evitar a.sus hijos la vacuna, porque en ese caso «yo mismo
pasaré violentamente a que se ~erifique»8~.
La primera fase dura casi once meses. Del 19 de octubre de 1817
al 9 de septiembre del siguiente. La vacunación, conforme al plan previsto
se ieaiizt en ia capital y una veiriíena de puebios. Las inmunizaciones
fueron realizados por el cirujano Leonardo Pérez y su ayudante Vicente
Carvajal. La cifra de vacunados, controlada por el fiel de fechos de cada
localidad, alcanzó a 11.714, la casi totalidad de niños, y más específica-mente
los situados entre 6 y 12 años.
La segunda fue de perfeccionamiento. La precedió una campaña de
propaganda; el cabildo, para
77 L. lejos de acarrear los perjuicios, se les proporciona el que no queden desfigurados
con la viruela natural y que con esta enfermedad se propagasen otras (enfermedades) perni-ciosas
para el todo de los habitantes de esta Isla ... » (Circular a los alcaldes, cit.) Y librar «a la
Isla de las enfermedades que son subsecuentes a aquel contagio». (Terradas al Cabildo L. P.
28.10.817. Leg. cit.). «Y lo peor y más malo: que aquellos humores (variólicos) traen consigo
otras enfermedades, cuyos progresos se han visto afligir a varios reynos del globo)) (Auto del
Corregidor, cit.).
,o «Qut: adernPs de ¡os iiiriümerables iliociiiie~q üe condücc al scpü!cro, sc priva a! ReJ,
N. S. y al Estado de los brazos que puedan serle útil)). (Circular de los Alcaldes, cit.) EL
Consejo de Castilla «espera continúe (la vacunación) en lo sucesivo, porque con ello se
interesa el bien del Estadon. El Consejo a Terradas, Md. 4.12.8 18. Leg. cit.
79 «No hay duda que los Padres de familia pueden llamarse felices con el descubri-miento))
al contemplar vencida la epidemia, «que separaba de la sociedad de los padres a sus
tiernos hijos)). (Circular a los Alcaldes, cit.). Y «la mayor parte de los Padres, cubiertos de las
mtigiias preocupaciones, se retraen de presentar a sus hijos a que gozen de un beneficio)).
(Loc. cit.).
80 Circular a los Alcaldes, cit.
({instruir al público por medio de unos cartelones del beneficio que los ha
dispensado la liberal mano del Corregidor~n?,
decidió costear el importe de los mismos. Tuvo lugar en la primavera y
gran parte del verano de 1819. Ahora se concentrarán los no vacunados
en 9.6 15 localidades, elegidas como centros inmunológicos en función de
averiguaciones realizados y el fácil acceso comarcal a las mismas (Veáse el
cuadro adjunto).
NIÑOS VACUNADOS EN LA ISLA DE GRAN CANARIA
DESDE EL 19-10-1817 AL 22-8-1819
Localidades
1 Las Palmas
2 San Lorenzo
3 Arucas
4 Firgas
5 Moya
6 Galdar
7 Agaete
8 Teror
9 San Mateo
10 Santa Brígida
1 1 Valsequillo
12 Tejeda ,
13 Artenara
14 La Aldea
15 Mogán
16 San Bartolomé
17 Santa Lucía
18 Aguimes
19 Ingenio
20 Telde
Fecha del Fecha del
testimonio VacunadosVacunador testimonio VacunadosVacunador
TOTALES 11.711
L. P.
L. P.
L. P.
L. P.
L.P.
L. P.
L. P.
L. P.
L. P.
L.P.
V.C.
V.C.
V.C.
V.C.
V.C.
v. C.
V.C.
L. P.
L. P.
L. P.
X* Acta de la Sesión del Ayuntamiento, L. P. 15.10.818. Leg. 4.341. n.Q 13.
30 1
Si a los 5.7 14 vacunados de esta segunda fase, añadimos los 1 1.71 7 de
la primera y los cuatro mil y pico iniciales, tendremos un total de más dc
21.500 inmunizados en tres años. Cifra muy alta, porque representa más
del 25 % del total de una población, que en esa fecha evalúa el propio
cabildo insular en 80.000 habitantesXs. Cifra todavía más impresionante si
tenemos en cuenta que de alguna manera venía practicándose la vacuna-ción
antivariólica desde 1804 y con alguna mayor sistematización desde
1807, en que el Cabildo encargó de este menester al cirujano Leonardo
Pérez.
La vacunación, por tanto, podemos considerarla total. Como datos
complementarios indicaremos la satisfacción que produjo su eficacia
tanto a la junta de Sanidad insularg4, como al Ayuntamiento de la ciu-dad85.
En efecto, los miembros de esta corporación no pueden por menos
de felicitarse por verse libre la isla de la amenaza de semejante estrago, de
las enfermedades subsecuentes o secundarias de la viruela, del hecho que
no se hubiera producido una sola complicación o muerte de los recién
inmunizados y, sobre todo, del cambio de la mentalidad de los padres
respecto a la prevención sanitaria, al abandonar las viejas rutinas86.
Es éste, y en este campo un momento esperanzador. El grupo que
ejerce el poder se encuentra satisfecho del camino emprendido y, sus
resultados, de la fe en los métodos pedagógicos (los cartelones) y su
preocupación «por no disfrutarse en las demás islas este beneficio por falta
de pago», tanto que el corregidor entró en contacto con las Juntas de
Sanidad insulares para enviar cepa antivariólica con el fin de que todo el
archipiélago quedara libre de la amenazas7.
83 He tomado esta cifra del acta del Cabildo en su sesión de 7.12.819. (A.H.N. Consejos
Leg. 3.540 n.Q 1). A pesar de su redondeo, me parece más real que la que pudieramos derivar
de la dada por Garcia Escolar en sus Esradísricas, tan infravalorizadas y los dados para 1835
por Francisco Maria León, que no son otras sino las del Vecindario conservado en El Museo
Canario, utilizado por HERRERA PIQUE, en su Lo Ciudad de Los Palmas. Noticia
histórica de su urbanización L.P.G.C., 1978, 156 y SS. El mismo autor dio noticia del
vecindario en Aguayo n.Q 52 (1974).
84 Actas de la Junta de Sanidad. L. P. 18.10.818 y 4.12.819. Legs. 3.341, n.Q 13 y 3.540
n.Q 1, respectivamente. Estaba constituida la Junta por el provisor vicario General don
Andrés Arbelo, el doctoral don Graciliano Afonso, el cura del sagrario Juan Ramirez, el
regidor Policarpo Padrón, los diputados del común José Kavarro y Manuel Lugo; Cipriano
Avilés, y Felipe Massieu, José López, el capitán del puerto Antonio Gil y el Síndico perso-nero,
Marcial Delgado.
85 Actas del Ayuntamiento, Sesiones de 28.10.817, 21.9.818, 15.10.818, en Leg. 3.341, n.Q
13 y 7.12.819 en Leg. 3.540, n.Q l. Asisten a la última de las sesiones, los regidores Verdugo,
Policarpo Padrón, Francisco Campos, José Naranjo, los diputados del común Patrocinio
Kusseil y Manuel de Lugo y e¡ sindico ivíarciai üeigado.
86 Actas del Ayuntamiento, cits., y muy especialmente Memorial del Ayuntamiento del
Consejo de Castilla, L. P. 10.12.8 19. A. H. N. Consejos, leg. 3.540 n.9 1.
87 Acta de sesión del ayuntamiento, L.P. 15.10.818 ya cit.
Finalmente, y como no podía ser menos, Junta de Sanidad y Ayunta-miento
encarecen ante el Consejo de Castilla los relevantes méritos del
Corregidor. Mérito que no sólo se circunscriben al éxito de sus campañas
antivariólicas, sino también, a su energía y cuidado frente a la epidemia de
fiebre amarilla, que procedente de la Baja Andalucía estuvo en un barco a
las puertas y en el puerto de Las Palmass8, así como la enorme actividad
desarrollada para poner en estado de defensa la ciudad de Las Palmas
ante la presencia y bloqueo de su puerto, como consecuencia de merodear
una corbeta de guerra argentina, La Unión, en ruta a Sudamérica y otros
gestos de buen gobiernosg, hacen que el Ayuntamiento, cosa en verdad
insólita, pida al Consejo y al Monarca que se prorrogue a Terradas por
otro mandato en la Corregiduria, se esperaba por momentos su sustitu-ción.
Sin embargo, el triunfo de Riego y con él el advenimiento del
régimen liberal impidieron que nuestro personaje gozara de las mieles del
triunfogo.
88 Se refiere a la energía mostrada por Terradas con motivo del peligro de contagio en
Las Palmas. Interesa como botón de muestra sobre el buen funcionamiento de las medidas
para establecer el cordón sanitario y aislamiento, como único remedio válido ante el peligro
de contagio.
Aunque los documentos hablen de peste bubónica, lo que padecían en Cádiz y la baja
Andalucía por entonces era una epidemia de fiebre amarilla. El 21 de septiembre de 1819
fondeó a un tiro de cañón ante el puerto Las Palmas-San Telmo el bergantín San Miguel,
propiedad del natural y vecino Manuel Sánchez. Durante la travesía había fallecido don
Nicolás Monteverde y otros tripulantes y pasajeros presentaban síntomas sospechosos. El
peligro era más grave por las relaciones del propietario y su hijo en la plaza. Al conocerse la
noticia cundió el temor y los bulos. El Corregidor como presidente nato de la Junta de
Sanidad maniobró con energía y sin darcuenta a la Audiencia, lo que suscitó un fuerte
choque de jurisdicciones. El San Miguel, escoltado por dos lanchas fue dirigido a Santa
Cruz de Tenerife. Puesto bajo vigilancia, fue reconocido como infecto e incendiado con su
cargamento. Parece que el Corregidor no se separó de'ia; playas, mientras no se perdió en el
horizonte. ((Las Palmas. 18 19. Representación del Ayuntamiento de Las Pa!mas dando
cuenta de los relevantes servicios del Corregidor don Salvador de Terradaso. A. H.N; COI~SP-..?
10s. Leg. 3.540 n.o l.
89 Entre los muchos servicios, algunos con aportaciones de dinero de su bolsillo, figuran
«la composición de caminos, calles, cárcel, etc., que son de consideración por la falta de
fondos públicos, ... y ... haber recaudado la contribución general del Reyno, haciendo
depositar, además, en iesoreria, sin atropeiiamiento de ios vecinos, multitud de caudales
con que se ha enriquecido el Real Erario». Ayuntamiento al Consejo de Castilla, L. P.
10.12.819 Leg. cit.
90 El memorial va firmado por Patricio Russell y José Navarro. Auto de la sala de
Gobierno del Consejo, Med. 4.3.820, por el que se acuerda enviar el expediente al fiscal, José
García de la Torre, a quien le fue recogido en 1.4.1820, por órdenes de 12 y 21.5.82. Leg. cit.
10. ENTRE EL TEMOR Y LA DES1L)IA
Vimos como a nivel nacional fue bajándose la guardia en la lucha
antivariólica. No sólo por carecer de una legislación adecuada, sino por-que
la desidia y falta de responsabilidad implicaban un abandono, refor-zado
por los frecuentes accidentes mortales derivados de descuidos.
Entre nosotros, el Dr. Chil hizo el elogio de Ruiz Zorrilla por su
exposición al Monarca sobre la lamentable situación a que se había Ile-gado
en España en el campo de la inmunología antivariólica en contraste
con la actividad desplegada en los años iniciales del siglo y con los méto-dos
en Europa. De este análisis no salía bien parado nuestro país, ni aún
comparándole con el caso irlandés. En consecuencia, solicita la creación
de un Instituto Nacional de Vacuna, que se vio materializado, al menos en
el ámbito legislativo, con el Real Decreto de 24 de julio de 187191.
A pesar de su elogio al Decreto, el Dr. Chil no puede por menos de
cuestionar la eficacia del mismo en Canarias.
«¿Qué resultado ha dado este decreto? Ninguno: por lo menos en Gran
Canaria y lo mismo en las demás Islas, donde las autoridades y los pueblos
continuan en el mayor indiferentismo al tratarse de un asunto tan vital
como la salud»Y2.
Aunque no he tenido demasiada suerte a la hora de reunir noticias, las
halladas me permiten aseverar que el ánimo de autoridades y población,
entre 1820 y 187 1, osciló constantemente entre el temor frente a la epide-mia
y la desidia en combatirla.
En efecto, la lucha no fue decidida y continua, y el abandono y des-preocupación
fue grande. Adelantamos que la viruela merodeó constante-mente,
pero sin gran virulencia. Cobrábase vidas entre tiernos infantes no
imnunizados y dejaba ineludible su marca en muchos rostros.
La desasistencia, después del Tr i e ~ i oli beral, fue mayor en Tenerife
que en Gran Canaria. Según Cioranescu, hacia 1822, la vigilancia en
aquella era extremada y severas las cuarentenas en caso de sospecha, por
encontrarse el ámbito meaiterráneo contagiado de fiebre amariiia'j.
Esta situación de alarma, con los inconvenientes que acarrea a la vida
comercial y la inseguridad provocada por la clausura de la Casa de la
Vacuna, incitaron al Conde del Valle Salazar a presentar en la sesión del
91 Mnr. ci!. de CH!L V NARANJO, fo!~. 488-491
92 Mns. cit., 491. Este párrafo está añadido de otra mano al texto inicial. Da la impresión
que es un último comentario de pluma del Dr. Chil, en un capitulo puesto en limpio por un
amanuense.
93 Historia de Sanra Cruz de Tener[fe, ya cit. tom. IV, 91.
Cabildo, celebrada el 22 de diciembre de 1824, una moción solicitando el
restablecimiento de la institución sanitaria. Acordaron solicitar un infor-me
del médico titular Dr. D. Bartolomé Saurín. Confiesa éste que se
inspira en modelos europeos y más especialmente en el establecimiento de
Marsella que dirigió durante tres años.
Después de teorizar sobre la oposición que los avances y descubri-mientos
en Medicina y Ciencias Naturales encuentran frente a la incré-dula
y rutinaria realidad social, reconoce que la amenaza de una
catástrofe epidémica por la viruela es grave, aunque Tenerife haya esca-pado
milagrosamente hasta el presente. Para evitar males y lágrimas
propone: 1.QSolicitar de la Península o Francia una docena de vidrios
impregnados con virus eficaces y de 200 a 300 vidrios para conservar y
difundir el pus entre las localidades y 2.0 Instalar una casa o estableci-miento
público para la vacuna, con un director, un practicante y un ama
para que cuide de su conservación y economía doméstica94.
,A- perzy de t l n útiles c ~ ~ s e i nnnc r e p ~ s b !cs h>ipnisi EtPnCiener.s i n JVU --- --
embargo, en Las Palmas se produjo una denuncia enérgica sobre la cues-tión,
en busca de una solución definitiva. Navarrete, el fiscal de la Audien-cia,
a comienzos de 1825, declara ante la Sala que ha llegado a sus oídos:
«Que de presente no solo no se hace vacuna, asi en esta ciudad sino que
aún ha llegado a faltar el pus para conservarla. Como, por demás, sucede lo
mismo en las demás Islas, pide se sirva V. E. (la Audiencia) mandar que los
Ayuntamientos de sus capitales)),
establezcan de inmediato Casas para la vacuna y que el resto de las islas y
pueblos tengan vidrios con vacuna y sean nombrados individuos respon-sables
de su conservación. Y si faltara vacuna en buen estado en el Archi-piélago,
se solicita con urgencia en Cádiz u otro lugar95.
Desconozco si existió razón de causa efecto entre estas denuncias y
medidas subsecuentes, y la epidemia de viruela que circuló por alguna
isla, según apunta Fernando del Busto para 1825. La califica de wangre-nasa
» y parece que como consecuencia ({murieron bastantes personas»96,
expresión que en verdad no nos aclara su intensidad.
94 Informe del Doctor B. Saurin L. L. 3.5.825 en Mns. cit. de CHIL Y NARANJO, fols.
484-86. Además de lo dicho en el texto, debería estar provisto de hilas y lienzos necesarios,
así como de algunas medicinas imprescindibles, caso de surgir un pequeño accidente. La
vacuna seria gratuita para los hijos de los menos pudientes y los padres los presentarían
dentro del horario. Quedaba fijado el papel del facultativo director en lo tocante a la
administración, declarar los aptos y no aptos para recibir la vacuna y su presencia obligato-ria
en el momento de verificarse la vacuna.
95 Navarrete, fiscal, ante la Sala. L.P. 26.1.825. Mns. cit. fol. 386-87.
96 BUSTO Y BLANCO, F.: Topografía medica de las islas Canarias, Sevilla, 1864, 2 1 1.
BOSCH MILLARES, J. y BOSCH HERNANDEZ, J.: Op. cit. p. 42.
Autores próximos a estos acontecimientos en el Archipiélago parecen
coincidir en afirmar que estas medidas decretadas por la Audiencia fueron
las últimas de cierta eficacia. Después, poco a poco y a causa precisa-mente
de la ausencia del azote, la práctica antivariólica fue relegándose.
Al menos, para la mayoría de la población, a lo qué contribuyó la des-preocupación
de los barberos-vacunadores nombrados y gratificados por
los Ayuntamientosg7. El fenómeno es paralelo y sincrónico con lo que
ocurre en la Península. Aún sobrevinieron dos epidemias de viruelas:
«Los amigos franceses -nos dice Cioranescu- fueron, sin embargo,
los que introdujeron desde Toulon, a fines de 1827, una epidemia que duró
casi un añ0~98.
El capitán de una fragata gala juró que venía libre de contagio. La
credibilidad se pagó cara, pues la viruela se propagó con fuerza, calculán-dose
«en unos 250 individuos el número de enfermos que fallecieron)),
amén de ios numerosos isieños que iievaron ia marca incieiebie ae ia
enfermedad. Repitió en 1828 causando gran mortandad99.
La última de estas epidemias probablemente alcanzó al archipiélago
en 1859. De ella carecemos casi de noticias. Apenas sabemos que fue
introducida por una fragata procedente de La HabanalOO. Ello hace pen-sar
que no debió producir excesivas bajas y que únicamente atacara a
niños recién nacidos. Carecen de carácter epidémico los escarceos de 187 1,
que apenas sirve de pretexto para que ejerciera filantropía primero el
limosnero y enseguida la Logia Teide 53'0'.
Finalmente, es preciso señalar la conveniencia de realizar una investi-gación
en el ámbito regional con toda clase de fuentes documentales. Es
importante determinar la incidencia de los distintos tipos de epidemia en
la mortalidad en general y más específicamente en la infantil. En Cana-rias,
como en el resto de la Península, es sólo durante el tránsito de la
97 «Conservóse con esmero la vacuna por muchos años en los pueblos principales de la
Provincia, a cargo de sus médicos titulares, empero, poco a poco y con la ausencia del mal
fuer in o!vidados SUS h ~ n ~ f i c imL»F ON, F. M op. cil. 58 Coinciden con la aseveracihn
anterior, y añade la laxitud de los barberos-ciru-ianos municipales. CHlL Y NARANJO,
Mns. cir. 488.
'48 op. <.;l., IV, 91.
99 Loc. cit. LEON F. M.: Op. cit. 59, aunque señala como año de la epidemia el de 1828,
que fue cuando más fuerza alcanzó, lo mismo BUSTO Y BLANCO: Op. <,ir., 21 1-12. Y
BOSCH MILLARES y BOSCH HERNANDEZ: Op. cit.. p. 42.
101 PAZ S ANCH EZ, M. A. de: Hisforia de la Franctnasoneríu en las lslus Canarias.
Siglos XYIII, XIX y XX. Universidad de La Laguna, 1982. Tesis doctoral inédita, 2 vols. tom. 1,
334. Fue galardonado con el ((Premio de Investigación Viera y Clavijon, Las Palmas.
pasada centuria a la presente, cuando se produjo el cambio de la demo-grafía
del antiguo régimen a la moderna, en conformidad con el modelo
diseñado por Pérez Moreda para la España interior y periféricaI0?. En el
mismo valora la incidencia de la viruela. Tesis que confirma, aunque en
campo más generalizado, Eugenio Burriel para Canariasl()j.
i[)z PEREZ MOREDA: Op. cir., 422. Este autor siguiendo a Elvira Ramos asegura que
algo parecido ocurre en la periferia; para la región valenciana la mortandad infantil descen-dió
de un índice oscilante entre 214 y 180 por mil para el decenio 1861-1871, a valores
comprendidos entre 140 y 100 por mil, a partir de 1903.
103 «Población subdesarrollo: la evolución moderna de la población en Canarias)), 1956,
p. 28-29; y ((Natalidad y mortalidad en Canarias: la dinamica demográfica de la ciudad de
L2s Pa!maw, !3 !-182, pp. !@!5 !. T r a b ~ j ~insc! l'irles en SI! !I!xn, C_n,n_nrk,w: h!úi;.i:k 7
agriculfura en una sociedad dependiente. Barcelona. 1982.
FUENTES. A.H.N. Consejos Legs. 3341 n.o 13 y 3540 n.Q l.
Elaboración propia.