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LA NAVEGACIÓN BRITÁNICA EN AGUAS DEL ARCHIPIÉLAGO CANARIO DURANTE. LA DÉCADA DE 1820 : ALGUNAS CONSIDERACIONES La presente comunicación, de muy cortas pretensiones, no tiene otra meta que la de mostrar algunas de las posibles carac-terísticas del movimiento naval británico por Canarias en el transcurso de aquel decenio. A tal fin, nos hemos servido de los extractos de la correspondencia consular que Otilia Gonzálvez Ponce, en calidad de becaria del Cabildo Insular grancanario, efectuó en el Foreign Ofice con paciencia y rigor. Su estudio no nos faculta para extraer conclusiones definitivas, pero al menos aporta algunas referencias puntuales sobre los intercambios en-tre el Reino Unido y las islas, así como sobre el papel que el ' Archipiélago desempeñó para la flota de S.M. con anterioridad al histórico decreto de Bravo Murillo. La documentación a nuestro alcance es fragmentaria y disper-sa. Disponemos del cómputo global y del cariz de las embarcacio-nes que recalaron en el quinquenio 1820-1824, sin noticias acerca de su procedencia y destino, tonelaje y tripulación, volumen y va-loración de la carga, etc. Lo único que podemos demostrar con tales datos, es la persistencia de la primacía y magnitud que corres-ponde a los puertos tinerfeños, el predominio de los buques mer-cantes y la tendencia a la baja que experimentó dicha bandera al consagrarse la emancipación americana. De julio de 1825 a noviembre de 1826. las revelaciones se toman sin embargo bastante pormenorizadas y nos permiten un análisis más exhaustivo de la cuestión. El lapso es, desde luego, de-masiado breve como para admitir extrapolaciones peligrosas, que pudieran desvirtuar las peculiaridades de aquel período y la idio-sincrasia de otros anteriores o posteriores a él. No es lícito pensar que el comercio exterior canario presentara la fisonomía que aquí se recoge desde la pérdida efectiva de las colonias de Ultramar has-ta las franquicias comerciales de 1852, ni siquiera que haya sido así a lo largo de todo el decenio que nos ocupa. Tampoco es válido Agustín Millares Cantero suponer que fuesen similares las rutas de aquellos veleros antes y después de tan corto paréntesis. La muestra tiene un interés parcial y muy relativo, que a lo sumo habríamos de utilizar para contrastarla con otras aportaciones futuras. Tras verificar el detenido examen de estos temas, inclui-mos en el último apartado informaciones disímiles que dichas fuentes nos brindan. La previsible utilización de Canarias por la Roya1 Navy en algunas de sus actuaciones militares y el empleo de Santa Cruz de Tenerife como observatorio para vigilar las evoluciones de otras escuadras, se suman a diversos episodios relativos al corso americano, la hipotética carestía de los avitua-llamiento~ e n la capital isleña o el naufragio mas espectacular de los acontecidos por entonces. Se trata de un retablo multico-lor, con el que únicamente deseamos enriquecer este artículo y suministrar nuevos hechos o hipótesis de cierta aplicación por otros colegas. El rol del Archipiélago como encrucijada marítima ha dependi-do históricamente de muchos factores, exógenos unos y endógenos otros. La función de escala que cumplían algunos de nuestros encla-ves costeros, estuvo particularmente a merced de las conflagraciones internacionales previas a la paz general de 18 15. Las guerras contra Inglaterra y Francia afectaron ampliamente al tráfico naval, sobre todo las primeras. Nuestro entorno se convirtió reiteradas veces en escenario de frecuentes ataques de diverso signo, que reportaron con-secuencias gravosas para los enlaces con el exterior. El pabellón bri-tánico sólo flameó en 44 ocasiones en Santa Cruz de Tenerife du-rante el quinquenio 1800- 1804, lo que supuso apenas el 8,5 por 100 sobre un total de 5 13 anclajes, permaneciendo en cuarto lugar tras el 43,3 por 100 del español, el 21,O del estadounidense y el 13,8 del galo. La firma del segundo Tratado de San Ildefonso provocó aún un descefisu de la participcióil br;l:ánica y !a &emGnia 2 !es ya=- quis en 1801; una recuperación anglofrancesa trajo consigo la Tre-gua de Amiens, pero en 1804 tendió ostensiblemente a desaparecer al reanudarse la lucha l. 1. Agustin MILLARES CANTERO; Rej7exiones sobre ei comercio exie-rior canario y la burguesía mercantil isleña (1778-1852), Coloquio Internacional de Historia Marítima, V Coloquio de Historia Canario-Americano, en prensa. La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 533 El comercio colonial, base del sistema mercantil isleño, sufrió serios reveses al resentirse los lazos de la metrópoli con América. La invasión napoleónica de la Península Ibérica posibilitó un corto ci-clo favorable para nuestras exportaciones vitícolas y barrilleras, en especial de cara al mercado inglés. El inicio del proceso emancipa-dor americano en 18 10 y la confrontación de 18 12- 18 14 entre Gran Bretaña y los Estados Unidos, volverían a obstaculizar después el normal desenvolvimiento de la navegación2. Aunque a través de Cuba pudieron mantenerse las conexiones con la Unión e incluso reexportarse mercancías locales a los países insurrectos, el comercio canario-americano padeció una fuerte atonía de 18 1 1 a 18 15. Si Es-paña había autorizado ya el trato comercial directo del Reino Unido con las colonias, los criollos fomentaron al punto esas transacciones en detrimento de las islas, que iban a perder así su condición de an-tesala para introdi~cira llí manufacturas textiles o harinas extran_ie-ras. Sin embargo, la merma del interés británico por Canarias desde el punto de vista económico, no tendría un corolario similar en lo tocante a su valor como estación marítima. La Guerra de Indepen-dencia y la alianza anglo-española, reanimaron los tradicionales vínculos del Archipiélago con las Islas Británicas y aquél volvió a ocupar un lugar destacado en la estrategia atlántica de Londres. No tenemos constancia de cuándo empezó el arribo regular del paquete inglés a Rio de Janeiro, aunque ya en junio de 18 13 constituye un fe-nómeno habitual3. El Tratado de Pans arrostró resultados particularmente negati-vos para el comercio exterior isleño, como se sabe. Desde 18 15 se extinguieron las endebles circunstancias que habían posibilitado una fugaz reactivación mercantil, bastante menos intensa de lo que en principio pudiera creerse. La única contrapartida a favor del Archi-piélago que se registra por aquellas fechas, consistió en el coyuntural restablecimiento de las articulaciones con las plazas de Ultramar, asistiéndose hasta 1820 al «canto del cisne)) de nuestros seculares ne- 2. Unos meses antes de estallar el último conflicto, el cierre de los puertos britá-nicos de las «Indias Occidentales», que Londres decretó por tres meses en la pnmave-ra- verano de 1812, amenazó con dejar a Tenerife desabastecida de los cuantiosos man-tenimientos que se importaban aescie aiií. 3. Francisco Escolar y Serrano a Francisco Cabrera y Ayala, Santa Cruz de Tenenfe, 22-VI-18 13, Arch. Juan Antonio Martín Cabrera, Las Palmas. 534 Agustin Millares Cantero xos con Indias. Quizás fuera este el origen de una mayor presencia de navíos británicos por estas latitudes, cifrados en un promedio de 200 anuales. La reincorporación de las islas al dispositivo interoceánico de la flota de S.M. hubo de superar así y todo algunas dificultades. El 27 de diciembre de 18 14, sir H. Wellesley se dirigió al ministro español Ceballos en protesta por el proceder poco amistoso que el coman-dante general Rodríguez de la Buria mostraba hacia su representante consular y oficiales de su marina. El embajador de Gran Bretaña en Madrid reiteró tales quejas el 17 de marzo de 18 15, agregando copia de la correspondencia que sobre el asunto había sostenido con su go-bierno. Al final obtuvo una contestación satisfactoria, comunicándo-sele que nada era más contrario a los deseos del monarca Fernando VI1 que entorpecer la buena armonía entre ambas naciones. La auto-ridad militar recibió severas órdenes para que variase de actitud, las cuales fueron escrupulosamente atendidas por él y sus sucesores a juzgar por la ausencia de nuevas reclamaciones diplomáticas4. Al margen de trabas administrativas y demás escollos que los navegantes foráneos hubieron de sufrir, las pésimas condiciones de los desembarcaderos canarios constituian un peligro potencial digno de tenerse en cuenta. El huracán que el 7 de noviembre de 1826 azo-tó particularmente a Tenerife y Gran Canaria, dejó el triste saldo de 16 embarcaciones destruidas al estrellarse contra las rocas. Ninguna británica se encontraba entre ellas, pero el cónsul Mac Gregor consi-deró oportuno informar a sus superiores de este siniestro para que alertasen a los interesados5. Los inconvenientes no siempre provenía den la parte isleña. Al decir del propio cónsul, los capitanes británicos ignoraban las cos-tumbres del país y las normas burocráticas vigentes, por lo que a su llegada solían tropezar con problemas vanopintos. Para superarlos, 4. Foreign Office (F.O.) 72/l73 (legs. 2 17, 219 y 22 1). Las disposiciones hispá-nicas, conocidas por Wellesley desde 18 15, fueron reiteradas el 8 de enero de 1825. La Buria desempeñó el cargo desde octubre de 181 1 a mayo de 1820, por lo que puede in-ferirse una reproducción de los tropiezos en época de su sucesor. Cf. a propósito de la actuación de aquél, José DESIRE DUGOUR, Apuntes para la historia de Santa Cruz, pp. 248-49. 5. Mac Gr~g nar G. Canning, Santa Cruz de Tenerife, !2-XI-!82h. F.O. 721320 (leg. 258). Siete de aquellas naves sucumbieron en Santa CNZ y las otras nueve en Las Palmas. La navegucidn britanica en aguas del archipiélago Canario ... 53 5 propuso transmitir a todos ellos una circular que les sería entregada por los empleados de Sanidad, indicándoles qué línea de conducta habían de seguir al echar anclas o al saltar a tierra las tripulaciones. El texto de la misma, fechado el 1 de agosto de 1825, previene en torno a los episodios desagradables que brotaban con alguna frecuen-cia, fruto de los malentendidos con el funcionariado local. Entre otros extremos. incluye la prohibición castrense de que la marinería desembarcase tras el ocaso, debiéndose acreditar ante el comandante de guardia los que así lo hicieran" La aplicación de estas reglas pro-bablemente contribuyó a impedir encontronazos fútiles y a crear un clima más propicio al entendimiento entre ambas partes. De cual-quier forma, la buena voluntad de unos y otros no serviría para esti-mular unas relaciones en franca decadencia. Durante el quinquenio 1820-1 824 llegarían a Canarias un total de 607 buques del Reino Unido, de los cuales 501, el 82,5 por 100, arribaron a Santa Cruz de Tenerife y al Puerto de La Orotava. Los enclaves marítimos de las demás islas, con Las Palmas en primer tér-mino, sólo reciben el 17,5 por 100 restante, por lo que la prioridad tinerfeña es bien elocuente (cuadro 1). Por virtud del reglamento de 12 de octubre de 1778, el puerto de Santa Cruz habia sido habilitado junto al de Palma de Mallorca para el comercio con Ultramar. Los productos indianos se introducían regularmente por su aduana y sólo en casos excepcionales eran admitidos en otras. Trasladándonos al cuatrienio 1808- 18 1 1 (extensivo hasta julio de 18 12), es detrás de Cádiz el segundo de entre los diez puertos españoIes implicados en el comercio con La Guaira, con un 6,2 por 100 de los volúmenes de negociado (exportaciones más importaciones)'. Por otra parte, en 1809 ocupa la misma posición en el trafico mercantil con los Esta-dos Unidos, con 33 entradas y ocho saiidas; de ios 43 buques que iie- 6. F.O. 72/306 (legs. 153 y 158). 7. Krnze! LiCEN.4 CALMGRAL, ~ C ~ r ~ ~ c r % ! di ec!? csn mercin entre !A Guaira y España durante la Revolución caraqueña: 1808-1 8 12», en Monlaiban 14, Lniversidad Católica Andrés Bello, Caracas. 1983, pp. 190 y SS. 536 Agustin Millares Cantero gan de España a Nueva York, cinco habían zarpado de Santa Cruz y descargaron 3 15 pipas de vino y 5.005 quintales de sal8. La supremacía insular santacrucera, pues, contaba ya a la altura del tercer decenio del siglo XIX con una firme tradición, basada tan-to en el trasiego colonial como en los intercambios con el norte de Europa, los Estados Unidos o el área mediterránea. Los consulados extranjeros radicaban aquí fundamentalmente9, acrecentándose su prioridad administrativa al sancionársele como capitalidad provin-cial por real decreto de 27 de enero de 1822, tras los precedentes de 18 13 y 182 1 lo. En este último año solicitó su municipalidad el título de puerto de depósito de la clase, que se le concedería con el decreto de 7 de enero de 1822 gracias a las gestiones del diputado Murphy; lo perdió al retornar el absolutismo, como también probablemente el de depósito de 2.a que obtuvo por real orden de 9 de noviembre de 1820 ' l . Con todo, la mengua de su rango no fue el golpe más funesto que recibió Santa Cruz en esta década. De 1820 a 1822, el promedio mensual de buques británicos que anclaban en el Archipiélago descendió de casi 13 a nueve. La ligera recuperación que se produce en el bienio siguiente, dista de alcanzar la cota de partida, quedándose en los 10 arribos de 1824, poco me-nos de la media quinquenal. La caída sería de 1820 a 182 1 particu-larmente sensible en Santa Cruz, que perdió un 42,8 por 100 de los amarres. Los dos emporios tinerfeños verían reducirse en un 23,4 8. Cf. del mismo autor, «El comercio de los Estados Unidos con España y el Caribe a comienzos de la presidencia de Madison: 1809», en ídem, pp. 442-24 y 428-29. 9. A mediados de 1825 se nombró cónsul británico al antedicho F.C. Mac Gre-gor, en sustitución de Bruce, el cual llegó a Santa Cruz el 16 de julio siguiente. El hasta entonces vicecónsul, Duplan, fue destinado a petición de aquél al Puerto de la Orota-va,' con una renta de 900 Non. anuales, falleciendo en septiembre de 1827 y dejando viuda y siete hijos casi en la indigencia. F.O. 72/320 (leg. 190) y Mac Gregor a J. Bid- -!!, Las Pa!fias, 6-?<-!Y2?, F.O. 72/??2 (!eg. 246). 10. Alejandro CIORANESCU, Historia de Santa Cruz de Tenerfe, III (1803-1977), Santa Cruz de Tenerife, 1978, pp. 87-1 10. 1 1. Mediante ella se equiparó con los de La Coruña, Santander, Alicante y Cá-diz, que por otra homónima de 30 de marzo de 1818 habían sido declarados puertos de depósito de manufacturas extranjeras de licito comercio. Esta reivindicación fue re-petida en 1834 y un trienio después, por virtud de la actuación de otro representante, Fe,~ánt'ez de M~:atin, !as Cwks aprnharnlr e! rest&!ecimie~?te de! decrete de ! 822. Cf. Marcos GUIMERA PERAZA, José Murphy (1774-la...?). Su vida, su obra, sus incógnitas, Santa Cruz de Tenerife, 1974, pp. 46-7 y CIARANESCU, pp, 393-94. CUADRO 1 Embarcaciones británicas llegadias en el quinquenio 1820-1824 Santa Puerto Años Cruz de Yo de la Yo Otras Yo TOTAL Tenerife Orotava islas 1820 70 45,45 5 8 37,66 26 16,88 154 182 1 40 36,36 48 43,63 22 20,OO 110 1822 47 43,51 42 38,88 19 1739 1 08 1823 54 46,95 44 38,26 17 14,78 115 1824 5 3 44,16 45 37,50 22 18,33 120 TOTAL 264 43,49 237 39,04 1 06 17,46 607 Fuente: Mac Gregor a C. Canning, Santa Cruz de Tenerife, 11 -VI11- 1825, Foreign Office 72/306 (leg. 168). CUADRO 11 Caracter de las naves que recalan ein Tenerife durante el mismo periodo Santa Cruz Barcos de gue- Buques con ldem rra y transpor- cargamentos que piden TOTAL provisiones TOTAL Fuente: Idem. La navegacion británica en aguas del archipiélago Canario ... 539 por 100 el paso de embarcaciones de esa bandera entre el año inicial y los dos últimos, en que se mantuvo estacionario. La baja de 182 1 y 1822 llegó hasta más del 30 por 100. ESTRUCTURA DE LAS EMBARCACIONES 8.8 I I .O - Navíos mcrcontcs (iiiipori;icifin y cxpori;icii,ii) O - Paquctcs-correos O - Barcos dc gucrrii .O - Buques dc pasüjc O El descenso general de la navegación británica es entonces una nítida secuela de la disminución de los buques con cargamentos que recalaron en Tenerife, según se desprende del diagrama adjunto. En efecto, los demás barcos que acuden a Santa Cmz o al Puerto de la Orotava, sostienen idéntico ritmo o experimentan a lo sumo suaves modificaciones. Lo mismo pudiera decirse de los que fondean en otros surgideros insulares. Todos ellos se sitúan curiosamente en la cifra de 6 1 unidades en 1820, 1822 y 1823, bajando apenas a 56 en 182 1 y 57 en 1824. Los paquetes que hacían escala en la isla picuda no presentan en la práctica ninguna alteración, con una media de un navío mensual por norma. Al contrario, las dotaciones especifica-mente mercantes que entraron en ella bajarían desde un 72,6 por 100 del total en 1820 a un 52,8 en 1822, porcentaje que se elevó al 64,2 del año final. En el cuadro 11 recogíamos precisamente la naturaleza de las La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 54 1 naves que rindieron viaje en Tenerife. Aquellas dedicadas al trans-porte mercantil suponen un monto de 386 en el quinquenio, el 77,O por 100, de las que 3 1 1 trajeron mercancías y sólo 75 vinieron espe-cíficamente a embarcar otras de producción autóctona o de origen indiano. La especialización portuaria insular convirtió a la arteria orotavense en el primer núcleo por lo que al movimiento de cargue-ros respecta, con el 59,4 por 100 del total12. A Santa Cruz, no obs-tante, afluían preferentemente los veleros que solicitaban suminis-tros. Como almacenes de avituallamiento y descarga, las firmas co-merciales extranjeras contaron en ellos con numerosos factores o agentes para tramitar las operaciones a que hubiere lugar. El Puerto de la Orotava es, también, el punto de destino de la mayoría de los paquetes correos, en una proporción del doble frente al estuario ca-pitalino. Éste detenta el control casi absoluto de las expediciones de g x r n y e! trámite de !IS 411- condiician penados o pasajeros y car-gazones hacia las colonias británicas u otros paises13. La atenta observación de las evoluciones que sigue el pabellón británico en los 17 meses transcurridos entre el 1 de julio de 1825 y el 30 de noviembre de 1826, nos va a permitir dilucidar los rasgos de su navegación en aguas isleñas y aprehender las rutas en que se ve-rían inscritos nuestros puertos centrales, y en especial evidentemente los citados por último. Veamos cuáles eran la procedencia y el desti-no de los 106 barcos que en 138 ocasiones anclarían en ellos, con una media de más de ocho arribos mensuales y unos promedios de 157,6 toneladas de registro bruto y once tripulantes entre los 100 en donde se mencionan estos datos. Tan sólo en veinte oportunidades los buques no procedieron del Reino Unido, de las que once partirían de Gibraltar. Londres, por 12. Sólo en 181 1 llegaron a él más de 60 barcos extranjeros, especialmente nor-teamericanos con harinas, millo y otros comestibles. Cf. José Agustín ALVAREZ RIXO, Cuadro histórico de estas Islas Canarias a noticias generales de su estado y acaecimientos mas memorales durante los cuatro años de 1808 a 1812, Las Palmas, 1955, p. 126. 13. De las 55 embarcaciones que se incluyen en esta categoría, 44 eran de guerra y once transbordadores con reclusos o fletes. 542 Agustín Millares Cantero supuesto, detentó una preponderancia absoluta, con 55 travesías (el 39,8 por 100), a las que habríamos de unir las tres que aporta su sa-télite Dover. Después se incluyen los importantes puertos mendio-nales: Falmouth, el gran rival de Bnstol en el comercio ultramari-no, figura con 20; Portsmouth, cuyos astilleros tanto contribuirían al poderío naval inglés desde los días de Nelson, aparece con 16; Ply-mouth, reducto de piratas y exploradores durante la época isabelina, se incluye con cuatro, adjudicándose una a Southampton y Dart-mouth. Igualmente quedan reducidos a otro único testimonio Bristol y Newport, en un momento en que el carbón de Cardiff no era nece-sario en las estaciones canarias por dominar la navegación a vela. El Liverpool algodonero apenas suministra dos exponentes. Aberdeen, Montrose y Peterhead, los emporios pesqueros del litoral oriental es-cosés, quedan respectivamente con una expedición. En la vertiente n n ~ n e c t I~n c ,401 P l x r A e fil~rnn0 1 n ~ ~ nAtOn n rlrtirla A e t t p c A e c n a r h n c : VpUUOCU, lV0 U V A b I J U W L U V l V l l V I p U l l C V U W p U I L I U U U V C l C U U W Y p U W I I V U dos desde Glasgow y uno desde Greenock. Fuera de Gran Bretaña se mentan los cinco que salen de la isla de Jersey y los tres oriundos de Irlanda (Cork y Dublín). En suma, de las Islas Británicas provienen 118 viajes, el 85,5 por 100, aportando Gibraltar el 7,9. Por ultimo, los que vendrían del extranjero se limitaron a los dos de Petersburg (EE.UU.), Bremen y Funchal, más los exclusivos de Saint Petersburg (EE.UU.), Lisboa y Mogador, con el 6,5 por 100 en conjunto. De los 38 barcos destinados a Londres, 30 proceden de allí mis-mo y los restantes son los antedichos de Petersburg, Bremen y Saint Petersburg, agregándoseles otros tres de Liverpool, Southampton y Peterhead. Como tendremos ocasión de contemplar, el trayecto Lon-dres- Tenerife-Londres aparece como el más común para el tráfico de mercancías. La capital británica es a su vez el punto de partida de ocho itinerarios que retornan al territorio de la metrópoli: cuatro a Bristol, dos a Liverpool y uno, respectivamente, a Plymouth y Du-blín. El periplo entre Jersey se verificó en tres momentos y en un cuarto confluyó en BristolI4, donde también rindió viaje uno desde Dubín y otro desde Darmouth. Los últimos que hicieron el trayecto de ida y vuelta entre las Islas Británicas regresarían a Liverpool, Greenock y Cork. Así pues, la línea Reino Unido- Canarias-Reino Unido absorbe 50 travesías, el 36,2 por 100 del total. 14. Aquella isla fue también el destino del Único buque procedente del extranjero (Mogador). La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 543 En tránsito hacía las colonias, las embarcaciones que soltaron amarras en los puertos metropolitanos se detuvieron aquí en 40 ca-rreras, el 28,9 por 100, antes de llegar a sus respectivos destinos. Los retornos desde estas áreas, sin embargo, no tocarían jamás en el Ar-chipiélago. Las posesiones del Pacífico ocupan el primer puesto con doce viajes, de los que ocho se encaminaron específicamente hacia Nueva Gales del Sur. Le siguen después las americanas con los nue-ve de las «Indias Occidentales)) (Jamaica, Barbados, la Trinidad, las Bermudas, etc.), más los que se dirigieron a Honduras Británicas y Canadá (Quebec), con probable alto en el Caribels; la insignifican-cia a que proporcionalmente están constreñidos los primeros, más abundantes en otras épocas, responde a la crisis que en 1807 provocó en las aislas del azúcar)) la abolición oficial del tráfico de esclavos, primer revés decisivo para liquidar su prosperidad ya efímera, en bancarrota a raíz de ia emancipación de 1833. En tercer lugar apaic-cen las africanas merced a Sierra Leona, con nueve recorridos, dán-dose la curiosa circunstancia de que hacia El Cabo sólo figure uno. Las Indias Orientales reúnen ocho finalmente, y aunque no se deta-llan más que tres a la India, con mención expresa de Bombay, cabe creer que la península indostánica abarcase casi todos. Por encima de Londres, Portsmouth aporta el mayor número de travesías coloniales. El derrotero hasta Sierra Leona fue cubierto des-de allí en seis ocasiones y en otras cinco llegó a ser el origen de la na-vegación a Oriente, terminando su participación con dos expedicio-nes al Pacífico Sur. La intervención de Londres es hegemónica en lo que se refiere a las Antillas, pues frente a sus cinco salidas no se apuntan más que las solitarias desde Bristol, Plymouth, Glasgow y, fuera de las Islas Británicas, FunchalI6. Otras cuatro hacia las Indias Orientales y dos a Sierra Leona, además de la que iba a Quebec, ter-minan con su diversificada concurrencia en este renglón. Luego de estos dos grandes emporios ultramarinos se sitúan Falmouth y Dover cor, tres P!p==th y c=& j CQ, RriytO!, G+P~- nock, Liverpool y Glasgow. 15. Suponemos que en el anterior se trata de Belize y no del país de las Provin-cias Unidas de! Centro de América. 16. La segunda o.riginaria del extranjero partió de Lisboa hacia las Indias orienta-les. Entre los puntos de partida y los de llegada, sin duda deben intercalarse otros puertos que nuestras fuentes no citan. Movimiento marítimo británico con escala en Canarias (julio de 1825-noviembre de 1826) Origen Londres Otros puertos Otros puertos Puertos Destino británicos (3b raltar coloniales extranjeros TOTAL Londres .......... 3 O 8 - 13 4 5 5 Otros puertos británicos ........ 3 9 - 2 7 24 6 3 Gibraltar ......... - - 1 O - 1 11 Otros puertos coloniales ........ - - - - - - Puertos extranjeros 5 1 - 2 1 . 9 TOTAL . . . . . . . . . . . 38 18 1O 42 3 O 138 Fuente: Informe del comercio británico en los puertos del consulado de las Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 3 1 -XII- 1825, F.O. 72/320 (legs. 223-226) e Informe delcomercio británico en las Islas t%narias durante el año 1826, 1-11- 1827, F.O. 72/332 (leg. 204). La navegación brilanica en aguas del archipiélago Canario ... 545 Las marchas con rumbo a Australia hacen pensar en el uso ha-bitual del Archipiélago por los transportes de convictos, cuantiosos desde la ocupación de Sidney como establecimiento penitenciario en 1788. El tonelaje medio de ocho buques alcanza las 407 toneladas de registro bruto, prueba de consistir en grandes navíos pertrechados para llevar una suma relativamente alta de viajeros. Nueva Gales del Sur, la primera colonia del país, contaba ya en 1822 con una po-blación próxima a los 24.000 habitantes y, desde 18 13, el acceso a las llanuras de Bathurst y otras zonas de magníficos pastizales convir-tió la cría del cordero en una gran riqueza.A partir de 18 14, los colo-nos, comerciantes y misioneros australianos empezarían a afincarse de forma sistemática en Nueva Zelanda, oficialmente adquirida por Gran Bretaña en 1840. Tasmania fue declarada colonia autónoma en 1825 y Australia occidental en 1829. La pesca de ballenas y focas, asi C G ~ !Gu e xpms ih cemrrcia! que premurven !os cnmercimtes de Sidney, fortalecerían la empresa británica en el Pacífico Sur, consoli-dada al descubrirse en 185 1 los ricos yacimientos de oro de Ballarat. Canarias quedó así inscrita en una de las corrientes colonizadoras que el Reino Unido estimuló con particular denuedo desde los años veinte. Penados y emigrantes confluían en nuestros puertos proba-blemente con bastante periodicidad. De las 29 regatas entre el Reino Unido y el extranjero, todas salvo dos se dirigían a Latinoamérica. Su elevada cantidad procede de los 21 periplos destinados a Brasil, con su principal soporte en el amarre mensual del paquet Falmouth-Rio. Tras estas 17 travesías, las demás son marginales y no presentan regularidad alguna. A Lima partió desde Portsmouth una de ellas y a Valparaíso otra desde Lon-dres. El resto tuvo por dirección ciudades costeras de la fachada atlántica, aunque apenas se consignen Buenos Aires y Caracas (República Unida de Colombia), junto con la que partió hacia La Habana. No deja de ser significativo que el Archipiélago sirviese tan poco a los británicos como trampolín de acceso a las flamantes repú-blicas hispanoamericanas, convirtiéndose por el contrario en parada permanente de una de sus vías regulares al imperio brasileño. La sa-tisfacción que produjo la independencia en los círculos comerciales ingleses, libres por fin de las trabas y restricciones impuestas durante tanto tiempo por Madrid, contribuyó a realzar las funciones de Azo-ics o Madeira en menoscabo de Canarias. C~ a n d o!e s ~ t S p i cm proyectos de reconquista imperial aún animaban a la Corte fernandi-na, las islas no estaban en condiciones después de 1824 para actuar 546 .4gustin Millares Cantero como depósitos en unas relaciones mercantiles pacíficas con los ({súbditos rebeldes)). Sin el paquet del Brasil, Santa Cruz hubiese quedado bastante menos integrada en la ((comunidad atlántica)) bajo control de Londres. Recuérdese cómo la política de Canning frente a América latina acabó convirtiéndola en un coto reservado al comer-cio británico. La única traslación directa con el extranjero fue la que efectuó entre Funchal el buque denominado Ceres, capitán Roche, que llegó a Canarias el 10 de agosto de 1825. Un año después se padeció allí una epidemia de viruela, que obligó a los organismos de Sanidad lo-cales a adoptar las medidas convenientes para evitar un posible con- ,, tagio. Dichas normas contribuyeron a mermar el paso de la bandera - N británica por la provincia. Durante los meses de agosto y septiembre E de 1825 entraron en las islas 20 de esas embarcaciones, que en el O n mismo período de 1826 re redi~jeron a once. El 6 de agosto no fue - m 0 admitida la nave Lively, proveniente de Portsmouth y Funchal, que E E en tránsito a Sierra Leona debió seguir su ruta al otro día. El 7 de S E septiembre se obligó al Ganges a guardar otros ocho de cuarentena, - antes de zarpar hacia las Indias Orientales". 3 Las comunicaciones con Gibraltar se ubican en el seno de los -- tradicionalmente intensivos tratos mercantiles con el mediodía pe- 0 m E ninsular. Los recorridos entre el bastión del Estrecho y las islas fue- O ron obra por lo general de dos barcos: el Josephina, de 96 toneladas, capitán Maggiolo, y el Rinaldo, de 74 toneladas, capitán Murcia, n E con tres viajes cada uno. De los otros cuatro, tres se produjeron en la - a segunda quincena de agosto de 1825 (Dispatch, Little W. y Eliza). A 2 n excepción del arribo del Rinaldo el 20 de febrero de 1826, los de- n n más ocurrieron en los meses estivales. En todos la carga consistió en 3 manufacturas de algodón o lana, cordajes y aceite, estibando a su re- o greso 800 quintales de barrilla y granos por valor de 324.000 rvon. en los cuatro últimos. Al igual que Cadiz, dicha colonia fue emplea-da por los comerciantes canarios para abastecerse de géneros indus-triales, cuando por alguna circunstancia era difícil importarlos direc- 17. Mac Gregor a G. Canning, Santa Cruz de Tenerife, 12-IX-1826. F.O. 72/320 (leg. 250). Se lee aquí que este barco, como el Heron, estuvo destinado al Brasil, lo que no coincide con la relacion puntuai que ei autor eiaboraría a propósito aei movimien-to naval de su país en ese año. Este ejemplo confirma lo que decíamos de las escalas previas, que tanto podían incidir sobre las islas. La navegación britunica en uguas del archipiélago Cunario ... 547 tamente desde Inglaterra. La introducción de artículos de contraban-do en el Archipiélago tuvo también en aquel enclave uno de sus más señeros focos. Recíprocamente, la demanda gibraltareña se surtió en Canarias de cereales sobre todo. Los tres cargamentos del verano de 1826 sugieren malas cosechas de trigo o cebada en el campo andaluz, obligando a traer excedentes grancanarios, majoreros o conejeros l a . Colapsadas ahora las relaciones con el complejo gaditano, re O~PI-6 seguramente un reciclaje del circuito económico que le unía con Canarias, asumiendo Gibraltar el papel de intermediario; o sea, su-plantando a aquél en la tarea de adquirir frutos insulares para redis-tribuirlos por los mercados limítrofes. 18. Fuera de este tráfico directo, la Josephina llegó el 8 de octubre en ruta hacia Río, cargando otros 86.400 rvon. en granos. 548 Agustin Millares Cantero El ejemplo del Josephina y del Rinaldo es ilustrativo de la exis-tencia de buques que periódicamente transitaban por nuestras ba-hías. El que más a menudo nos visitó por entonces fue el Dove, de 132 toneladas, que en calidad de correo del Brasil vino el 5 de julio de 1825 bajo el mando del capitán Crosbie y retornó del 27 de di-ciembre desde Bremen con carga general y a las órdenes de su homó-nimo Mitchell, quien asimismo le condujo después en tres marchas de ida y vuelta desde Londres que aquí recalaron el 7 de enero, el 1 de abril y el 13 de noviembre de 1826. Este trayecto era lógico que contara con embarcaciones especialmente dedicadas a él. La Zephyr, de 104 toneladas, capitán Scott, lo cubriría a finales de agosto y pnn- ,, cipios de noviembre de 1825, así como en las postrimerías de julio D N del siguiente añoI9. Igualmente, la Mary Anne, de 86 toneladas, rea- E lizó idéntica travesía en la segunda semana de febrero y regresó el 17 o n de mayo con dirección a Piymouih, para volver ei 8 de üciubie con - m O similar derrota. El recorrido Gran Bretaña-Canarias-Gran Bretaña EE sería efectuado además en dos momentos por las naves Anne, de 88 S E toneladas, capitán Henderson; Christian, de 92, capitán Creig, y - Orotava, de 9 1, capitanes Gilzean y Al l i ~ o nO~t~ra.s dos unidades, la 3 Young Peggy y la Despatch, pasarían, respectivamente, de las rutas -- Jersey-Jersey y Gibraltar-Gibraltar en 1825 a las de Jersey-Bristol y 0 m E Londres-Londres en 1826 * l . A este itinerario se incorporarían tam- o bien buques que desarrollaban en ocasiones otros más extensos. En-tre principios de agosto de 1 82 5 y abril de 1826, la rota del Nimrod, n E de 74 toneladas, capitán Milue, describió el arco desde Saint Petes- - a burg (Florida, a la entrada de la bahía de Tampa) hasta las islas con 2 n una partida de lino, enfiló en seguida su proa hasta Londres con vino n n y barrilla de producción local, tornó con trigo, lino y aguardiente 3 para llenar sus bodegas con los tres primeros rubros de exportación O 19. Otros barcos destinados a hacer esta guía en 1826 fueron el Courier, de 101 toneladas, capitán Taylor, y el Travefler, de 110, capitán Anderson, con dos entradas cada uno. 20. La primera llegó de Londres vía Liverpool el 30 de noviembre de 1825, para hacer el camino inverso el 30 de marzo. Londres-Londres fue el itinerario de la segun-da al atracar el 14 de julio de 1825, variándole el 6 de noviembre por el de Londres- Brisioi. La tercera sobievirio e: 3 de jülio dc- :E26 desde Soüthamtun a Lufidrcs, cun una inmediata estancia el 28 de noviembre entre dicha megalópolis. 2 1. Aquélla tenía 64 toneladas y estuvo a cargo del capitán Amy; ésta osciló en-tre las 74-81 y fue mandada primero por Aravenna y después por Hutchinson. La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 549 canarios Cjunto a aquéllos, orchilla), desplazarse a Bristol, traer car-bón desde Newport y recudir con vino solamente hacia Cork. Algunas dotaciones navales acometieron tanto la trayectoria noratlántica como el cruce del Océano, ampliando sus periplos. Tras una singladura entre Jersey a las órdenes del capitán Schier, con es-cala el 26 de julio de 1825, la denominada Samuel, de 63 toneladas, emprendió en la segunda mitad de noviembre un raid que la llevaría desde la isla del Canal a Río gobernada por el oficial Le Blanc, luego de su estadía isleña. La Ossian, de 104-1 12 toneladas, capitán Mills, aportó el 30 de octubre siguiendo la línea Londres-Londres, echando ancla otra vez el 3 de mayo siguiente desde Montrose a Petersburg, puerto fluvial en el Appomatox e importante mercado agrícola de Virginia (EE.UU.), desde donde retornó el 9 de octubre con rum-bo a la capital británica2'. En la Nochebuena de 1825 agarró puerto la Thetis, de 16 1 toneladas, en tránsito de Madeira a las Bermudas, la cual hizo otro tanto el 29 de abril de 1826 al trasladarse de Ports-mouth a Buenos Aires. El servicio de correos del Brasil fue desempe-ñado en dos oportunidades por los barcos Freeling, Goldfinch y Emulous, sin que se produzcan otras r epe t i c i~ne s~C~on. la sola ex- 22. Esa localidad sureña estadounidense fue también el objetivo de la Belsie, de 80 toneladas, capitán Easson, que tras soltar amarras en Londres fondeó por aquí el 19 de mayo y reapareció en el tomaviaje el 10 de noviembre. Tanto una como otra trans-portaron fundamentalmente lino y hierro en sus venidas. 23. Dichos buques terminaron por arribar a Santa Cruz en sus viajes de vuelta, prestando con ello un gran favor a los comerciantes que allí operaban y, por extensión, a los de toda la provincia. Las utilidades que producía se multiplicaron al entronizarse la aplicación del vapor. Sus escalas los primeros miércoles de cada mes favorecieron enormemente al comercio local, y los traficantes extranjeros afincados en las islas hi-cieron oír sus quejas cuando en 1850 se intentó, por presión de sus hornónimos brasi-leños, eliminarlas. Procedente de Funchal llego en noviembre a bordo del Esk un agente de la compañía concesionaria, Mr. Liot, y por los resultados se infiere que logró formalizar acuerdos satisfactorios para conservarlas en su novel ruta (Murray a V. Pal-riiersiori, Santa Cruz de Tenerife, ii-Xi-i858, F.0. 7ii77Gj. Una menor comunica-ción entre el Reino Unido y Tenerife, se atrevió a decir a principios de 185 1 el cónsul Murray, no podía ser beneficiosa para Los intereses de aquel país en un momento en que la cochinilla ofrecía amplias posibilidades y el valor de las importaciones británi-cas en el Archipiélago superaba las 100.000 libras esterlinas anuales (idem a idem, 1 1-1- 185 1, F.O. 72/792). Los paquetes del Brasil, entre otras ventajas, habían atraído mas líneas de buques y creado expectativas para captar algunas otras que estaban en estüdio, ai ievaioiar ia expiotación navai cie Santa Cruz. A finaies de aquei año, ei co-merciante santacrucero Agustín Guimerá, vicepresidente de la Junta de Comercio de Canarias, se dirigió a Murray para que demandase de su gobierno la inclusión de la ca- 5 50 Agustin Millares Cantero cepción del Providence, que con sus 678 toneladas sería el de mayor calado de cuantos se incluyen en la nómina'4, ninguno de los que efectuaron viajes interoceánicos fueron vistos nuevamente. La nave-gación británica de larga distancia no presenta siquiera la relativa re-petición que ocasionalmente despunta en el Atlántico. Las embarcaciones de alto bordo, en este caso superiores a las 250 toneladas, intervendrían evidentemente en los trayectos más lar-gos. De las 23 presentes, once marcharían hacia Nueva Gales del Sur, cuatro hacia Sierra Leona, tres a las Antillas y las otras a El Cabo, Bombay, Valparaíso, Río y Belize. Estos «gigantes» no acos-tumbraban surtirse de mercancías autóctonas al tocar en las islas. La única excepción fue la de la nave Retrench, que precisamente em-barcó a mediados de enero de 1826 el más elevado número de pipas de vino de todo el período, las 225 que llevó a Jarnai~a'~S.u s demás cargazones vitícolas, fuera de las 60 pipas que el John acarreó a las «Indias Occidentales» y de las 54 1/2 que llegaron a Bombay a bordo del Crown, no tuvieron importancia y se adquirirían para consumo de tripulantes o pasajeros básicamente. En 52 travesías, los veleros británicos transportaron artículos para los mercados insulares, embarcándolos en otras 108. La primera cifra nos remite en particular a la línea Reino Unido-Canarias- Reino Unido, donde los que vinieron en lastre eran minoría. Si esto es así, 86 llegadas corresponden a paquetes, barcos de guerra, de pre-sidiarios y transportes. Las dotaciones mercantes descendieron en re-pita1 en la nueva línea de paquetes de vapor prevista entre Inglaterra y la costa occi- &fi9! y efi coRtrutacibfi iniciaS- !h &i2 rrpSCifi&de de p ! ! ~(F .O. 72/792). En mayo siguiente tomó puerto allí mismo el mercante español Duque de Rianzares, propiedad de la reciente empresa que cubría el trayecto Marsella- Barcelona-Cadiz-Santa Cruz, para enlazar con los mentados paquetes y embarcar pa-sajeros que venían del Brasil, Uruguay y Argentina (Murray a E. Malmesbury, 3-V-1852, F.O. 72/81 1). 24. Por dos veces pasó en dirección a Nueva Gales del Sur, el 13 de enero y el 13 de miyo de !K?6, r !IS Srdener de !c?r crpitrner Wm c h e ~ py Arc!!ie, r c s p c t i~am~n t e . 25. El día 29 le imitó el Levant, de 18 1 toneladas, que estibó otras 110 1/2 pipas hacia Barbados. La navegación britanica en aguas del archipiélago Canario ... 55 1 lación con cualquiera de los años de la etapa 1820-1824, durante la cual ya conocemos las que recalaron en Tenerife. Apenas en 38 via-jes se trajeron mercancías de enero a noviembre de 182626l,o que su-pone un 42,6 por 100 frente al 69,6 de 1822 en Santa Cruz o el Puerto de la Orotava solamente, mínima de aquel quinquenio. La tendencia decreciente que observamos ahí, se acentuó en los 17 me-ses estudiados por último. La ligera recuperación del pabellón britá-nico que se produce en 1823-1824, no se sostuvo en el bienio si-guiente. Es de suponer que en 1825 la cuantía de estas arribadas que-dase por debajo de la centena, al igual que en 1826. La media men-sual de las 49 del segundo semestre de aquel año y de las 89 de los once meses del posterior, se sitúa en torno a los ocho accesos manti-mos. Las razones fundamentales de tal baja las apuntábamos ya en nuestra ponencia al Coloquio Internacional de Historia Marítima. La Emancipación arrebató a las islas su carácter de factoría en el co-mercio indiano (reexportación de manufacturas textiles o harina de trigo e introducción en Europa de productos coloniales y plata). El fundamento principal del comercio exterior canario, se hundió estre-pitosamente desde que los negociantes foráneos no precisaron de Santa Cruz, La Orotava o Las Palmas en sus transacciones con las colonias ya insurrectas. El estado de guerra que España mantuvo con las nuevas naciones (aún en 1829 se enviarían tropas a México para una absurda expedición de reconquista), obstaculizó las conexiones isleñas con Cádiz y los puertos americanos. La derrota de Ayacucho en diciembre de 1824 y el establecimiento de relaciones diplomáticas en 1825 entre Gran Bretaña y las Repúblicas de Colombia, México y La Plata, sentenciaron el abandono de las islas por parte de muchas embarcaciones extranjeras, no sólo de aquella nacionalidad. La deman-da europea de cultivos dominantes locales descendió notablemente, desde el momento en que dejó de operar la función de escala con In-dias. Los informes que el cónsul británico Mac Gregor suscribe el 1 1 de agosto de 1825 y el 3 1 de marzo de 1826, testimonian hasta qué punto el sistema mercantil insular sufrió al perderse el Imperio. 26. Al contrastar la relación de buques de ese años con las cifras globales de co-mercio, coincide ei número de enrraaas y saiiáas sin contar con diciembre. imagina-mos qu en dicho mes no hubo intercambios con Canarias, pues el informe consular lleva fecha de I de febrero de 1827. 5 52 Agustin Millares Cantero La respuesta canaria a la crisis fue la de incentivar la navegación e impedir un drástico ocaso de las flotas británica, estadounidenses y demás. Desde agosto de 1822, la Junta de Comercio acordó reducir los derechos portuarios que habían de satisfacer los buques e impuso tarifas inferiores, en especial de cara a la importación de géneros de algodón, lino, cordajes y hierro desde el Reino Unido. Londres, en compensación al favor dispensado a su oferta industrial, se avino a moderar las tasas que pesaban sobre nuestras exportaciones vitícolas. Semejantes disposiciones no lograron reanimar el abatimiento de las operaciones mercantiles. Los intendentes impusieron un fuerte gravamen sobre la exportación de productos autóctonos que era con-trario a la legislación vigente, manteniéndole a pesar de los decretos reales que le suprimían. Las reclamaciones que las firmas comercia-les británicas presentaron en octubre de 1826 trajeron consigo el fin de esta arbitrariedad, gracias a la intervención personal del ministro Canning. Rebajados y todo los aranceles, parece que la situación no experimentó variaciones sustanciales y que la atonía mercantil y na-val siguió su curso. El tono pesimista que Mac Gregor empleó el 3 1 de marzo y el 20 de agosto, cuando las empresas de sus paisanos ha-bían reducido a la mitad el volumen de sus transacciones habituales, se reproduce a finales de marzo de 1827, varios meses después de su-primirse el cobro de la imposición ilegal sobre la expedición de mer-cancías. Si nos atenemos a la célebre Memoria de 183 1, las dificulta-des económicas canarias tendieron a agudizarse en las postrimerías de la década2'. Ya indicábamos en la ponencia antedicha que los cálculos sobre el comercio legal distan de reflejar con exactitud el volumen del mo-vimiento mercantil isleño. Los cómputos que mac Gregor suministró al Foreing Office, extraídos de los manifiestos de las aduanas, ocul-tan la importante partida que entrañó el contrabando, evaluada por el cónsul en un tercio del montante de importaciones y exportacio-nes. Las medidas que en 1828 se vio obligado a adoptar el intendente para combatir los negocios matuteros, chocarían con los poderosos intereses británicos a raíz del affaire de la goleta Alfued. Madrid ce-dió ante las presiones de Londres, tolerando en la práctica la conti-nuidad de un trapicheo fraudulento en el que estaban involucrados 27. «Memoria relativa al comercio interior y exterior de las Islas Canarias, 183 ID, en El Museo Canario, no X X X V (Las Palmas, 1974), pp. 185-88. La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 553 comerciantes y capitanes navales del Reino Unido. Las páginas que siguen no reflejan, pues, la cara oculta del comercio canario con el exterior; cuyo enfoque, imposible de apreciar siquiera parcialmente, tal vez obligase a alterar los resultados que los registros legales nos muestran. La caída del tráfico británico al principiar la segunda mitad del decenio debió constituir un fenómeno general que afectó también a otros pabellones. Especialmente grave tuvo que ser la interrupción de los lazos con la España peninsular, fruto de la independencia americana. Durante el último semestre de 1825, los únicos barcos es-pañoles que acuden al Archipiélago lo hacen desde La Habana con azúcar y café, fletando vinos y aguardiente en los r e t o r n~s ?U~n. es-tado de cosas semejante contrasta sobremanera con el de 1800-1 804, en el que los buques hispánicos representarían el 42,3 por 100 de los que llegan a Santa Cruz de Tenerife, con 2 17 sobre un total de 5 13 arribos. Como se aprecia en el cuadro IV, la bandera británica alcanza en el espacio indicado el 62,O por 100 de las naves que pasan por las islas, con el 61,s del tonelaje bruto y el 67,O de las tripulaciones. Muy por detrás aparece la norteamericana, que perdió la hegemonía que circunstancialmente detentó entre los extranjeros al despuntar el siglo. El mundo anglosajón, en definitiva, aporta el 78,4 por 100 del número total de embarcaciones, aglutinando el 79,7 de su arqueo y el 8 1 ,O de sus tripulantes. El pabellón francés quedó en tercer lugar, a bastante distancia de los anteriores, siguiéndole el de las ciudades libres alemanas de Hamburgo y Bremen, el holandés, el español y el sardo. Según hemos dicho a propósito del Reino Unido, no todos los barcos que la documentación recoge tenían un cariz comercial. En ella están agrupados los de varias finalidades y resulta imposible re-conocer la naturaleza de los no británicos, ni aún de forma aproxi-mada. Quizás la proporción de las otras unidades no mercantes haya sido de escaso relieve, con la sola exclusión de las francesas. He-cha esta puntualización, la superioridad británica con respecto al co-mercio exterior canario en el último semestre de 1825 no admite du- 28. Los contactos con Cuba y Puerto Rico se consolidaron en 1827, por media-ción de ios buques de ia empresa habanera que saiían ei primero de cada mes desde La Coruña (de mayo a octubre) y Cádiz (de noviembre a abril). Cf. P. MADOZ, Dicciona-rio ..., to V, p. 403. 5 54 Agustin Millares Cantero das. Bien desde puertos nacionales o extranjeros, su implicación su-puso un 53,2 por 100 del valor total de las importaciones y un 59,O del de las exportaciones, con la totalidad de nuestros rubros en jue-go. Los hilados y tejidos de algodón ingleses, pese a la etracción de la demanda, continuaron invadiendo esta provincia en un monto considerable. Los estadounidenses, a la zaga, proseguirían suminis-trándonos comestibles por excelencia, interesándose como los espa-ñoles que navegaban a Cuba por nuestros vinos y aguardiente^^^. Frente a casi las 3/4 partes de un comercio que dominan británicos y yanquis, los antiguos centros hanseáticos y Francia son quienes úni-camente sostendrían una actividad digna de tenerse en cuenta. Los restantes partícipes quedan reducidos a una concurrencia testimo-nial, con poco más del 1 1 por 100 del valor de las importaciones y el 8,6 del alcanzado por las exportaciones. Es muy revelador que la aportacibn hispna apena siipenre !m nive!es de Holanda y Cerde-ña en el primero de esos capítulos, acabando en el otro a la cola. Los resultados de 1826 vuelven a evidenciamos la neta ventaja británica. Comparándoles con los del lapso anterior, se aprecia un pequeño descenso porcentual del número de barcos, del tonelaje y del valor de la carga introducida, pero sube de manera sustancial (en más de diez puntos) el de la que extraen. En cuanto a los norteameri-canos, que contidan en segunda posición, crece el porcentaje del valor de los cargamentos que desembarcan y se mantiene estaciona-rio el de los que acopian, pese a decaer en proporción la cantidad de buques y su arqueo. El Reino de Cerdeña se erige ahora en nuestro tercer mercado y eventualmente fue esa la tónica de los años venide-ros, a juzgar por la referida Memoria de 183 1; de Génova procedía buena parte del papel consumido en las islas, además de cristalería, lencería y productos de fabricación alemana. La espectacular baja francesa en cuanto a la valoración de las mercancías importadas o exportadas, contrasta con la cota prácticamente similar que conser-van sus en?ba-caci~nesL. i sederia francesa y algunas otras de sus in-dustrias no contaron en Canarias con una clientela notable, abun-dando más entre los buques que enarbolaban su enseña los de la Ar- 29 La corbeta norteamericana Cyane acudió a Santa Cruz procedente de Algeci-ras el 17 de julio, siguiendo rumbo a la costa africana para tomar después a su país. Algunos de estos trayectos, con probabilidad relacionados con la trata negrera, pudie-ron provocar roces con la política británica. Comercio exterior canario en el 2.0 semestre de 1825 E n t r a d a s Origen No barcus Yo Toneladas % Tripulaci~in % Carga Valor (rvon.) % GRAN BRETAÑA Puertos británicos . . . . . . . . 43 54,43 4.857 56,13 422 59,60 Manufacturas, lino y 3.390.930 43,69 aguardiente Puertos extranjeros . . . . . . . 6 739 494 5,71 53 7,48 Manufacturas 745.200 9,60 ESTADOS UNIDOS . . . . . . . 13 16,45 1 S46 17,87 99 13.99 Harina, provisiones y 1.549.350 19,97 aceite CIUDADES HANSEATICAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 3,79 480 535 2 5 333 Manufacturas y provi- 615.780 7,94 sioncs FRANCIA . . . . . . . . . . . . . . . . 7 8,87 552 6,38 34 4,80 Seda, manufacturas, 593.640 7,64 velas y jabón ESPAÑA . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 2,54 172 1,9l9 42 5,94 Azúcar y café 345.510 4,45 HOLANDA . . . . . . . . . . . . . . . 3 3,79 341 3 ,915 20 2,82 Telas y provisiones 284.580 3,66 REINO DE CERDEÑA ..... 2 2,54 210 2,412 13 1,84 Aceite y jabón 237.060 3,05 TOTAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 1 O0 8.652 100 708 100 7.762.050 100 CUADRO IV (continuación) S a l i d a s Origen N* barcos O/O Toneladas % Tripulación o/" Carga Valor (rvnn.) % GRAN BRETAÑA Puertos británicos . . . . . . . . 38 50,OO 4.368 52,7.3 388 56,47 Vino, barrilla y 4.686.840 50,12 orchilla Puertos extranjeros ....... 8 10,53 616 7,43 66 9,6 1 Vino y aguardiente 834.120 8,93 ESTADOS UNIDOS . . . . . . . 13 17,lO 1.546 18,67 99 14,41 Vino y aguardiente 1.768.320 18,92 CIUDADES HANSEÁTICAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 3,95 480 5,7'9 2 5 3,64 Barrilla y orchilla 547.020 5,86 FRANCIA . . . . . . . . . . . . . . . . 7 9,21 552 6,67 34 4,95 Barrilla y orchilla 705.780 734 ESPAÑA . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 2,63 172 2,07 42 6,l 1 Vino y aguardiente 231.030 2,47 HOLANDA . . . . . . . . . . . . . . . 3 3,95 341 4,l 1 20 2,92 Barrilla y orchilla 31 1.850 3,33 REINO DE CERDEÑA . . . . . 2 2,63 210 . 2,53 13 1,89 Barrilla y orchilla 265.500 2,83 TOTAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76 1 O0 8.285 100 687 100 9.350.460 100 Fuente: Informe del comercio. La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 557 mada o los transportes de colonos, por encima de los mercantes. Ho-landa, con sólo un barco menos que en la mitad del año precedente, casi duplicó su contribución proporcional en los valores de las mer-cancías suministradas, aunque disminuye la de sus compras. El trán-sito de naves españolas ha crecido simétricamente, si bien dicho au-mento está localizado en las entradas, decayendo en las salidas. Con casi idéntico flujo marítimo, Hamburgo y Bremen introdujeron me-nores partidas de lino o lencería y adquirieron también otras más pe-queñas de barrilla y orchilla. En resumen, a lo largo de año y medio el Reino Unido aportó un 59 por 100 del movimiento portuario insular, tanto en número de veleros como en toneladas de registro bruto. Los Estados Unidos concurren con un 15-16 por 100, mientras el Reino de Cerdeña se coloca en torno al 7 por 100 y Francia con el 8,6 de los barcos y el 6,2 de! tune!~je. Dos pises cmtro!un a!redrdor de !as 3!4 purtes de! tráfico marítimo y cuatro reúnen sobre el 90 por 100. Es una con-centración muy alta. Con pocas diferencias, el porcentaje que falta se distribuye casi a partes iguales entre las ciudades libres alemanas, Es-paña y Holanda. Nuestros puertos han perdido algo de su cosmopolitismo en re-lación con instantes no lejanos. Las ausencias más sensibles frente al primer lustro del siglo, a partir del recuento de Escolar y Serrano so-bre las recaladas en Santa Cruz de Tenerife, son las de suecos, portu-gueses y daneses, que entonces habían terciado con un 9,l por 100 de los amarres. El deterioro de la empresa nórdica en la costa del Africa occidental, así como la pérdida del Brasil y las dificultades políticas h a s , contribuyeron a que fuese así. El dominio extranjero se tornó apabullante en la nueva singladura, pero está mucho más localizado y gravita sobre Gran Bretaña, que lograría sustituir el rol de la bandera naciona130. Puede decirse que de unas 13 llegadas 30. Esta se recuperaría lentamente en los años venideros, sin alcanzar en Santa Cruz de Tenerife el predominio anterior a la emancipación americana. De 1835 a 1851 entraron en el puerto capitalino un total de 1.490 embarcaciones, de las que 1.362 eran veleros (el 91,4 por 100) y únicamente 128, vapores; es a partir de 1847 cuando empiezan a tener importancia estos últimos, superando a los primeros en 185 1 por un arribo. Los buques nacionales no llegaron a un tercio (487, el 32,6 por IOO), pero de los 1 .O03 extranjeros la mayoría correspondió a los de guerra, correos y trans-portes (725, el 72,2 por 100), dándose entre los españoles una ligera superioridad de CUADRO V Comercio exterior canario en 1826 E N T R A D A S S A L I D A S Origen h'." Valor cairga N." Valor mrga % Toneladas O h */o % 'l'oneladas % % barcos (rvon.:) barcos (rron.) GRAN BRETAÑA 89 58,16 10.343 58,99 6.525.450 48,83 90 %,O6 10.417 59,32 10.189.440 69,59 EE. UU. 2 1 13,73 2.540 14,48 2.941.11 lo 22,Ol 24 15,49 2.882 16,42 2.688.480 18,37 HOLANDA 4 2,62 331 1,89 920.160 6,89 4 2,59 331 1,89 320.400 2,19 ESPANA 7 4,58 928 5,29 731.340 5,47 5 3,22 538 3,06 223.650 1,53 FRANCIA 13 8,49 1.071 6,lO 380.340 2,85 13 8,39 1.071 6,09 171.360 1,18 TOTAL Fuente: Informe del comercio en lospuerlos de las Idas Canarias en el año 1826, Foreign Oflice 72/332 (leg. 209). La navegación britanica en aguas del archipiélago Canario ... 559 mensuales, prácticamente ocho eran de nacionalidad británica, dos norteamericana y una, respectivamente, sarda y francesa. El arqueo medio de las naves alcanzó las 112,8 toneladas y las hanseáticas fue-ron las de mayor calado, figurando detrás por riguroso orden decre-ciente las españolas, norteamericanas, sardas, británicas, holandesas y francesas. El comercio exterior sería, hasta cierto punto, un fiel reflejo del paso de las banderas respectivas durante aquellos meses. Unos dos tercios del valor total de las exportaciones isleñas fueron a parar a manos británicas, las que sin embargo no ofrecieron sino poco más de la mitad del valor de las importaciones. El cónsul Mac Gregor te-nía razón al jactarse de que un 66 por 100 de las ventas locales eran absorbidas por su país y se verificaban fundamentalmente a bordo de sus buques. La distribución de los totales de negociado (importacio-nes más exporturior?rs), h e ! u de! c ~ a d :de~ ! a página sigüiente: La balanza de mercancías resulta con un saldo favorable al Ar-chipiélago de 2,8 millones de rvon., gracias precisamente a la políti-ca británica de invertir la mayoría del capital realizado con sus ena-jenaciones en captar productos agrícolas indígenas pagados en mo-neda de oro o en dólares (pesos fuertes). La problemática que singu-lariza la balanza de renta entre el Reino Unido y Canarias, ya quedó sucintamente expuesta en las Reflexiones ... De considerarse la balan-za de servicios (transferencias, fletes, seguros y demás), este trato ten-los mercantes (259 frente a 228). El restablecimiento de los lazos económicos con Cá-diz y demás, ya despunta aquí en 1836. En el periodo 1840-1847, la media anual de nuestros mercantes fue de 20,8, por la de 12,3 de los buques de otras categorías; dicha situación se invierte en el cuatrienio 1848-185 1, de resultas del descenso de las ventas de cochinilla en los mercados peninsulares. (Cf. MILLARES CANTERO, ci-tando a P.M. RAMIREZ). Si atendemos al conjunto de los puertos canarios y no solo al de Santa Cruz, don-de la presencia extranjera estaba localizada preferentemente, el pabellón nacional debe pasar a primer plano de ordinario. En 1842 recalarían en la provincia 158 naves, de las que 89 enarbolaban aquél, el 56,3 por 100. Las británicas quedaban entonces redu-cidas a 30 y las norteamericanas a 17. Claro que lo que ocurre es que el tráfico entre las Islas Británicas y Canarias ha pasado a manos nacionales, pues, por ejemplo, los ocho buques españoles que anclaron en Las Palmas venían desde Londres con mer-cancías. La capital continua siendo el puerto insular de mayor movimiento, con I I I embarcaciones (109 segun Ramirez), siguiéndole el de La Orotava con 28, Las Palmas con 15 y Arrecife con cuatro (Londres, ZHC1/152 1, p. 26 1). El armador gaditano Luis Crosa dispuso por esas fechas de varios veleros dedicados a comerciar con las islas, y llego a suscribir un contrato para la conducción de correspondencia (MADOZ, ibid.). 560 Agustin Millares Cantero Valor (rvon.) % Reino Unido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26.37 1-.980 58,45 Estados Unidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 .947.260 19,84 Reino de Cerdeña . . . . . . . . . . . . . . . . 2.450.070 5,43 Ciudades hanseáticas . . . . . . . . . . . . . 2.126.160 4,72 Francia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.851.120 4,lO Holanda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.836.990 4,07 España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.53 1.530 3,39 ,, D N E TOTAL 45.115.1 10 1o 0 O dría que ser mucho menos recíproco para las islas. Sea como fuere, la cosas se hubiesen puesto mucho más cuesta arriba para los isle-ños en aquella etapa de contracción mercantil, de actuar los nego-ciantes británicos según la pauta de sus competidores europeos, in-troduciendo provisiones o artículos de lujo y retirando los fondos en metálico tras destinar sumas inferiores a embarcar vinos, barrilla u or-chilla. La única dirección en que la balanza comercial se salda a favor de los canarios será la de Gran Bretaña, con más de 5 millones de non. Los norteamericanos introducen y extraen mercancías prácticamente por el mismo precio, mientras los franceses realizan aquí el 90 por 100 de sus utilidades y los alemanes el 86,9. Sardos, holandeses y, so-bre todo, españoles, tendrían un comportamiento muy distinto, con un sistema muy perjudicial para nuestra precaria economía. Una vez constatada la preeminencia de los británicos en nuestro comercio exterior, pasemos ahora a describir la circulación de los ve-ieros mercanies. Los desplazar~iieiiid e 10s íiauiüs a~igiiadüa~ l a conducción de mercancías, nos van a permitir avizorar la red mer-cantil que tejen en redor de Canarias a lo largo de aquella coyuntura (cuadro VI). Desde la metrópoli se trajeron artículos cuya cotización alcan-zaría el 83 por 100 del total de las importaciones británicas. A las is-las no llegaron productos coloniales embarcados en cualquiera de las posesiones del Imperio, al menos directamente. Gibraltar sería la única colonia que realizaría intecambios de bis a bis con Canarias, y La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 56 1 por ello la hemos individualizado del conjunto. En concepto de pla-za para redistribuir géneros metropolitanos básicamente, proporcio-na nada más que el 6,l por 100 del valor de los bienes importados. La variedad de puertos que vimos al enumerar las travesías proce-dentes de las Islas Británicas, queda constreñida prácticamente a Londres, con el 78,3 por 100 de aquél. Claro que si la isla de Jersey participa con el 4,6 por 100, ello tal vez derive del mero tránsito de buques con otro origen, pese a figurar sólo Newport con un porcen-taje pírrico. Petersburg y Bremen vendrían a ser los enclaves extran-jeros desde donde zarparon tres expediciones mercantiles, por lo que la aportación de productos de fabricación no británica ni si-quiera llegaría al l l por 100 de la cotización nominal que tuvieron los cargamentos desembarcados bajo su enseña. CUADRO VI Movimiento de los buques mercantes británicos desde julio de 1825 a diciembre de 1826 E N T R A D A S S A L I D A S R U T A S N.O de % valor de N . O de O/o valor de barcos la carga barcos la carga Reino Unido-Canarias-Reino Unido . 39 73,45 50 78,49 Reino Unido-Canarias-Colonias . . . . . 3 7,90 29 9,13 Extranjero Canarias-Reino Unido . . . . 3 10,75 6 6,23 Reino Unido-Canarias-Extranjero . . . 2 1,73 17 2,84 Gibraltar-Canarias-Gibraltar . . . . . . . . 4 5,29 4 2,49 Gibraltar-Canarias-Extranjero . . . . . . 1 0,88 1 0,49 Extranjeros Canarias-Colonias . . . . . . . - - 1 0,33 TOTAL 52 1 O0 108 1 O0 Fuente: ídem. 5 62 Agustín Mzllares Cantero La exportación de cultivos dominantes canarios en buques del Reino Unido iba a tener en Londres su principal centro receptor. La capital aglutina el 67,4 por 100 del montante de todas sus adquisi ciones, que en un 19,8 terminó en otros puertos británicos. Sólo los mercados de la metrópoli acogieron remesas de barrilla y orchilla (90.177 y 1.804 quintales, respectivamente), de las que Londres reci bió la mayor cantidad con diferencia (70.120 y 1.580 quintales). Desde allí se reexpedían después hacia Europa o el área colonial al-gunos volúmenes, pero el grueso era retenido en sus propios merca-dos. Los fletes vitícolas, si bien conducidos preferencialmente a las Islas Británicas, también se tomaron al navegar hacia otros puntos: m MD Destino Núm. de pipas % E O Londres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.425 50,78 n-- Otros puertos británicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . i .596 23,67 O m E Colonias (no Gibraltar) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.2 14 17,99 SE Extranjero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 10 7,56 -E 6.745 100,OO 3 Así pues, un 25,5 por 100 del vino que cargan los navíos britá- -- nicos fue a parar a sus posesiones coloniales o al extranjero, cuando 0 m E no se consumió simplemente por pasajeros y tripulaciones. Más que O nada por mediar esta oferta, el valor de los fletamentos no encauza-dos al Reino Unido o Gibraltar llegó al 12,7 por 100 del total. A las n E colonias de las «Indias Occidentales)) (Jamaica, Barbados y la Trini- - a dad, en primer término), se remitieron 679 pipas y a Quebec otras 2 n 100, lo que confiere a las americanas un 1 13 por 100 de la suma en n n cuestión. Una parte considerable de las 205 pipas cargadas hacia Ga- 3 les del Sur, el 3 por 100, fueron reservadas como bastimento o bien O se comercializaron durante el recorrido en otras estaciones. Los bar-cos de la ruta índica saldrían con 151 pipas y los consignados al Africa Occidental con 78, e independientemente de que algunas lle-garan a sus destinos, aquél debió de ser también su empleo. Al mer-cado virginiano de Petersburg serían llevadas 432 1/2 en sus dos úni-cos viajes, lo cual indica ya un propósito de orden mercantil, dife-rente al de las pequeñas y reiteradas partidas de Río de Janeiro o los puertos colombianos y argentinos. Pensamos qioe es importante tener en cuenta. a la hora de cali-brar nuestra comercialización viticola en el exterior, el papel que co-rresponde al abastecimiento de los buques en tránsito y el de la de- La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 563 manda colonial británica en el Caribe, a pesar de la decadencia eco-nómica en que pudieron estar sumidas las «islas del azúcan). Los co-merciantes isleños siempre fueron conscientes de la enorme utilidad de un profuso tráfico naval. Crecientes y regulares arribos significa-ban, amén de garantías para distribuir mejor sus existencias y para una información más rápida y segura, la posibilidad de proveer las necesidades de los barcos con un determinado número de efectos3'. Los precios no permitían, quizás con demasiada frecuencia, compe-tir en condiciones idóneas con otros reductos portuarios, pero el su-ministro de víveres y aguadas reportó contrataciones ventajosas que a veces estimularon la producción agrícola3?. Téngase presente que no todo eran cultivos dominantes en este trasiego. Tres cargamentos de granos a Gibraltar tendrían un coste de 360.000 rvon. y otro que fue a Río se evaluó en 86.400. Además, entre las exportaciones al Rei-m Unidn se inc!~yen ! 39 qiiintz!es de dmendras y ! 5 caja de seda. Es bastante difícil calcular con exactitud la cifra de buques de guerra incluidos en ambas relaciones. En el segundo semestre de 1825, podemos localizar a seis de ellos porque se consigna el número de cañones que portaban los artillados, desde un mínimo de 20 a un máximo de 4233. De los cuatro últimos dio cumplida noticia el cón-sul Mac Gregor, quien al parecer tenía órdenes expresas de informar acerca del paso de unidades de la Royal Navy. De ser así, las comu-nicaciones relativas a determinados veleros que remite a Londres po-cos días después de cada arribo, han de referirse a los de tal condi-ción. Por este procedimiento hemos contabilizado 13 escalas en 1826 y once desde enero de 1827 a junio de 1828, las que sumadas a 3 1. Cf. Pedro M. RAMIREZ, Puertosfrancos. Serie de articulas sobre esta cues-tión, publicados en El Noticioso, periódico de esta Capital, Santa Cruz de Tenerife, 1852, pp. 9-10. El autor escribe en pleno ciclo inaugural de la grana y cuando ya los vinos contaban muy poco en nuestras exportaciones. 32. Cf. Alonso de NAVA Y GRIMON, «Un mal endémico en la economía cana-ria: la extracción de numerario de las Islas», en Tres informes de economia canaria, La Laguna, IY80, pp. 70-73, y «Memona relativa al comercio...», p. 179. 33. Prescindimos del llamado Doris, con la calidad de correodel Brasil del mes de julio a pesar de sus 42 piezas de artillería. 564 Agustin Millares Cantero las anteriores hacen un total de 30 en tres años. Es muy posible que el representante consular no diese cuenta más que de la llegada de los barcos con una significación especial, por lo que la nómina es se-lectiva y de f e c t~os aN~o~ .o bstante, nos atrevemos a aventurar algu-nas hipótesis sobre este punto. La mayoría de las embarcaciones de probable carácter militar, nueve en concreto, iban destinadas a Siera Leona. La Brazen, con 28 cañones, pasó el 16 de septiembre de 1825 y llevaba a bordo 50 hombres de tropa al mando del capitán Cl a p p e r t~nE~n~ .la Lively, no admitida por Sanidad el 6 de agosto de 1826, viajaba el goberna-dor sir N. Cam~ b e l lL~a~ ú.l tima que recaló, la Eden, lo hizo el 22 de agosto de 1827 acompañada del Diadem Transport. Este reducido m MD pero singular movimiento nos induce a creer en la utilización de los E puertos canarios, como auxiliares de Funchal o Cabo Verde, por la no Marina de S.M. en la lucha contra el comercio de esclavos. precisa- -- m mente después de 1820, los núcleos costeros del Africa Occidental, 0 E desde Gambia a la Costa de Oro (dependencia nominal de Sierra E 2 Leona hasta 1850), se convirtieron en importantes bastiones para -E combatir el tráfico esclavista en el Atlántico, orientación que persis- 3 tiría hasta la década de 1880 de consuno con las bases navales galas. - - El aprovisionamiento de tales barcos en las islas debió coexistir con 0 m E el de aquellos otros que transportaban suministros a los colonos de Sierra Leona, antes de que fracasaran allí los intentos de erigir plan- o taciones por falta de mano de obra c~al i f icadaE~l~ i.n terés económi- n E co de la región (cacahuetes y aceite de palma), fue sin embargo lo su- - a ficientemente poderoso como para propiciar el enfrentamiento nl mercantil franco-británico. n n A muy corta distancia, con ocho buques, aparecen los de guerra que navegaban hasta La India. Salvo uno, los demás recalarían entre 5 O noviembre de 1825 y septiembre de 1826, por lo que es factible vin- 34. Ignoramos el destino de dos, el Chanticleer y el Hecla, que desde Portsmouth vinieron el 24 de mayo de 1828. 35. Mac Gregor a G. Canning, Santa Cmz de Tenerife, 16-IX-1825, F.O. 72/306 (leg. 184). 36. Zdem a ídem, F.O. 72/320 (leg. 240). 37. Dicho movimiento quizás tuviera antecedentes desde la época de la Compa- -, íiia de Sierra Leuiia, e,: especia! tras de !a fUndaciSr? de F x e t ~wnE. ! isentimientn de población negra libertada fue continuado después por una nueva entidad, la Institu-ción Africana, que desarrollo en esta zona el grueso de sus actividades. La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 565 cularles a las expediciones bélicas promovidas en relación con lapri-mera guerra birmana y el desembarco en Rangún, previo al Tratado de Yandabo. En la nave Rainbow, que ancló el 17 de diciembre de 1825, marchaba de hecho el general Burke. Liquidado en 1812 el monopolio comercial de la Compañía de las Indias Orientales, ya se sabe cómo el Estado asumió las tendencias expansionistas en la zona y que la Armada británica fue invencible en el Indico. Un tercer dominio colonial, las «Indias Occidentales», aportan a continuación cinco de estas travesías: dos a Barbados, dos a las Bermudas y una a Jamaica. Hacia la primera de dichas islas zarpó el barco de guerra Víctor, capitán Lloyd, a mediados de noviembre de 1827. Con dirección al Pacífico Sur, por el contrario, la Única em-barcación de dicha clase presente es la Adventure en junio de 1 82638. Finalmente, hay otras dos que se desplazaron al Brasil y tres a las re-públicas hispanoamericanas. La Ranger, el 24 de agosto de 1825, traía al cónsul británico del Perú. En otro orden de cosas, la intromisión del corso americano se hizo especialmente sensible en el transcurso de la década por los ma-res isleños. El apoyo tácito a la emancipación de las colonias españo-las por parte de Gran Bretaña y el súbito anuncio del reconocimien-to de tres repúblicas que el ministro Canning realizó en 1825, deja-ron en un principio fuera del ataque de los corsarios rebeldes a los buques que navegaban bajo su pabellón. Las depredaciones maríti-mas de los insurrectos se concentrarían especialmente en el estratégi-co corredor canario-peninsular, para obstaculizar las comunicacio-nes con Cádiz y La Habana. De cualquier forma, pues, el clima de inseguridad que se respiró por estas latitudes acabó por repercutir negativamente en el transporte de mercancías y pasajeros. No siempre eran colombianos o argentinos los que protagoniza-ron estos episodios. En septiembre de 1823, en plena intervención de los «Cien mil hijos de San Luis», una embarcación francesa fue apre-sada por corsanos españoles y llevada a Tenerife. Como quiera que a bordo conducía un cargamento inglés valorado en 1.080.000 Non. y asegurado debidamente, sus dueños exhortaron el apoyo de Canning ante el Tribunal del Almirantazgo español y el envío de una nave a Santa Cruz, con la documentación oportuna para iniciar la reclama- 38. Son estas dos las Únicas naves en donde nos consta su naturaleza militar. Mac Gregor a G. Canning, 12-VI-1826, F.O. 72/320 (leg. 231) y 332 (leg. 248). 566 Agustín Millares Cantero ~ i ó n E~l ~ún.ic o caso en que los súbditos del Reino Unido fueron víctimas directas de los corsarios hispanoamericanos en sus correrías por estas aguas, es más tardío. Ocurrió en julio de 1828, cuando un bergantín argentino saqueó un navío francés y otro británico en las proximidades de Lanzarote, a donde aportarían sus tripulantes en sendas lanchas40. La circunstancia de no contar los Estados Unidos con represen-tación diplomática en las islas, dio ocasión a que Mac Gregor actua-se en defensa de sus intereses, ya públicos o privados. El oficial de marina yanqui John Lyon sirvió como segundo capitán del místico isleño Nuestra Señora de las Nieves, tras de su captura por un corsa-rio colombiano en septiembre de 1825. Mientras navegaba hacia Puerto Cabello, la marinería cautiva consiguió sublevarse y recupe-rar la nao costanera, arrojando por la borda al capitán enemigo y a todos sus hombres. Al norteamericano se le perdonó a cambio de que les condujese a Santa Cruz de Tenerife, en donde terminó preso en el castillo de La Cuesta. Fue entonces cuando se dirigió al cónsul de la nación amiga para que intercediera por él ante Madrid. El 30 de noviembre ofició este último a su embajador John Meade, sin que conozcamos el fruto de sus gestiones ni la suerte del prisionero4'. El propio Mac Gregor informó a Londres de un evento harto re-velador de la inquietud y alarma permanente en que vivían nuestras poblaciones litorales, temerosas de un golpe de mano por parte de los lobos de mar de las referidas repúblicas. Ya Puerto de Cabras ha-bía sufrido una incursión en 18 17 y ocho años después la capital provincial creyó estar expuesta a otra de mayor envergadura. El 11 de octubre de 1825, algunos pescadores alertaron sobre la aparición sospechosa de cierto número de buques perfectamente artillados, que maniobraban al N.E. de la isla. El comandante general Uriarte tomó al punto las precauciones necesarias, distribuyendo en los fuertes las tropas a sus órdenes. En la mañana siguiente fue avistada una fra-gata y tres unidades más pequeñas, que exhibieron bandera española e inmediatamente se dieron a la vela desde que zarpó la fragata fran- 39. F.O. 72/282 (legs. 65 y 71). 40. Mac Gregor a J. Bidwell, 3 1-VII-1828, F.O. 72/344 (leg. 234). 4 i . Eii febrero siguiente, Loridres aprobaría ia conducia de su representante pro-vincial. Por lo visto, Lyon fue atrapado en armas contra España y era conducido al Archipiélago con antelación al apresamiento colombiano. F.O. 72/306 (leg. 194). La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 567 cesa La Nymphe, en ruta hacia La Martinica. Durante varias horas se observó a la flotilla surcando el brazo de mar entre Gran Canaria y Tenerife. La opinión de quienes dijeron que eran corsarios colom-bianos resultó errónea. En realidad, se trataba de un convoy nacional que desde los puertos cantábricos se dirigía a Cuba. El día 14, por fin, entró una escuadra de diez naves con 3.000 soldados a bordo, es-coltada por tres fragatas y un bergantín de guerra42. El hipotético pe-ligro se había esfumado, mas los recelos que suscitó demuestran has-ta qué punto pesaba sobre el ánimo de muchos naturales la amena-zante actividad corsaria de las antiguas colonias. Este acontecimiento nos conduce a otra serie de consideraciones. Canarias tenía un gran interés como base para observar los movimien-tos de las armadas europeas, y los británicos sabnan utilizarla en este sentido con algún provecho. La Roya1 Navy se convirtió en el más po-deroso obstáculo frente a cualquier intentona de las potencias continen-tales para restablecer el dominio ibérico en América. La política auspi-ciada por Canning de cara a la Santa Alianza, obligó a vigilar atenta-mente el paso de los navíos y transportes militares que con relativa fre-cuencia hacían escala en Santa Cruz antes de cruzar el Atlántico. No es casual que Mac Gregor prestase mucha atención a este cometido. Un mes antes del pormenorizado informe en torno al convoy que llevó la zozobra al vecindario capitalino, el cónsul había comu-nicado la llegada del bergantín El Rekmpago, en retorno de la Gran Antilla con veinte oficiales y soldados del regimiento que allí se des-tinó en febrero43. Durante 1828 dio asimismo cuenta del tránsito desde Cádiz a La Habana de la nutrida flota que escoltó El Soberano y de la expedición bajo el mando del general Barradas. La primera, que aportó el 26 de enero, incluía entre otros buques a cinco transportes y en ella se embarcaron 200 isleños; la segunda lo hizo el 8 de junio y estaba compuesta por ocho unidades con 2.100 hombres de tropa44. 42. F.O. 72/306 (les. 188 y 190). La acometida contra la localidad majoma fue obra del bergantín colombiano El Vencedor y dio motivo para una fuerte refriega. C. Vicente MARTINEZ ENCINAS , «Puerto de Cabras: el nacimiento de una capitali-dad6 (11) en La Provincia, Las Palmas, 12-X-1977, p. 29. 43. Mac Gregor a G. Canning, 14-IX-1825, F.O. 72/306 (leg. 182). 44. Mac Gregor a V. Dudley, 26-1-1828, F.O. 72/344 (kg. 179) e idem a J. Bid-weii, 8-Vi-i828, (kg. 223j. CL sobre la uiiiiia, aunque indicando üiia fecha Uifeieíiie, Agustín MILLARES TORES, Historia General de las islas Canarias, to IV, Edirca, pp. 325-26. El 1 de junio había recalado un bergantín de guerra. 568 Agustin Millares Cantero Detrás de la preocupación por seguir los desplazamientos de fuerzas españolas a Cuba, aparece el afh por consignar el desembar-co de aquellas otras que permanecieron en la provincia a modo de reserva. Procedentes de Ceuta vinieron en marzo o abril de 1827 dos batallones con 1.200 integrantes, para reforzar nuestra pobre capaci-dad defensiva45. La circulación de barcos de guerra franceses interesó de forma particularísima a Mac Gregor, como es lógico suponer. Varias dota-ciones de la escuadra apostada en el Brasil, amarraron en Santa Cruz al ir de Toulouse o Brest a Río. Cada una de estas visitas fue pun-tualmente reseñada por el activo diplomático. Con provisiones y contingentes de refresco para dicha columna, ancló el 11 de septiem-bre de 1825 la nave Le Chamean. Otras dos, la Astrolabe y la Anti-gone, lo hicieron el 12 de junio y el 18 de agosto de 1826, respectiva-mente; esta ú!tima, que mandaha e! capitán De Molliert, en compa-ñía de la llamada Le Mense, capitán Genebrias, la cual debía unirse a la guarnición de Valparaíso. En enero de 1827 pasaron cuatro em-barcaciones galas: La Bayonnaise el día 6, seguida el 17 por la Adour, la Endynion y Vigilante. El exponente final, del 1 de junio de 1828, corresponde a una nueva escuadrilla. Menos entidad tuvo el cruce de mercantes, pues con la excepción de la Nymphe apenas se recoge el par que salió otra vez hacia Río en 1826 y 1828, refirién-dose el último a una fragata con refugiados portugueses que capita-neaba Firman Laga~-teA~s~í .y todo, el Archipiélago sirvió a los fran-ceses como apoyatura en su navegación al imperio brasileño y Améri-ca del Sur en general. A tenor de los informes consulares en cuestión, la marina mili-tar holandesa no acostumbró frecuentar nuestros puertos. Las dos únicas visitas son de 1827 y en ambos casos con destino a Batavia. Una escuadra fondeó el 2 de febrero en Santa Cruz y el 2 de junio lo hizo el barco Sheeness, con una partida de 900 soldados47. El 20 de 45. F.O. 72/332 (leg. 215). Probablemente pertenecía a este destacamento la hueste que desertó el 5 de junio, fugindose de La Gomera en un barco de la matrícula de Gibraltar (Mac Gregor a V. Dudley, leg. 223). 46. Mac Gregor a G. Canning, F.O. 72/306 (legs. 180 y 186), 320 (legs. 198, 231 y 242), 332 (legs. 200 y 201) e ídem a J. Bidwell, 344 (legs. 219 y 244). 47. Idem a G. Canning, 2-11-1823, F.O. 72/332 (leg. 210) e &id. a V. Dudley, 2-VI-1827, (leg. 222). La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 569 noviembre de 1826, finalmente, tuvo lugar la recalada de un buque de guerra ruso, el Siviavin, capitán Lupke, que había perdido contacto con una expedición en crucero al Pacífico norte. Tomados los avitua-llamiento~ p recisos, se hizo a la mar sin demora48. Según todos los indicios, la carestía de comestibles y otros géne-ros no contribuyó a favorecer el flujo naval extranjero por Canarias. Sería interesante contar con una tabla comparativa de las cotizacio-nes que en Funchal y en Santa Cruz, La Orotava o Las Palmas te-nían determinados artículos, porque nos permitiría tal vez apreciar una de las razones que durante buena parte del XIX estrangularon nuestra competitividad frente a otras plazas costeras del entorno. El cuadro VI1 recoge los precios de algunas mercancías vigentes en agosto de 1825 en la capital isleña y en la ciudad libre imperial de Bremen. Los primeros los aportó el cónsul general de Holanda, Mr. nAilhu,..c.:itTi i i , ..,.":A-..t- -11: ...-.. -A" A,. +e,." l.."t..-~. 1-m m,..-.xx..A,.m ...----Aa.. IC~ IUCI ILCa lil pul iua a UG rica iuanua , i u ~x ~ u i i u u ap iub~uui del mismo Mac Gregor, que los conocía con certeza por tratarse de su anterior destino. Al decir del agente británico, los productos de pri-mera necesidad y los desembolsos familiares fijos eran en líneas gene-rales un 100 por 100 más costosos en el Archipiélago que en el otrora puerto hanseático, debido fundamentalmente a provenir del exterior la mayoría de las provisiones, con periódicos desabastecimientos, y a las sequías y malas cosechas que a menudo soportaba la agricultura local. Salvo el vino, los víveres son mucho más caros en Santa Cruz y en el caso de la mantequilla la diferencia llegó a ser exorbitante. La carne de ternera y cordero valía también más del doble, la de cerdo y el tocino casi el triple y el jamón alrededor del cuádruple. Asimismo eran bastante más altos los importes del azúcar, café, cacao, té, jabón, velas y queso. Surtirse en los puertos canarios podía resultar, así, una operación muy poco rentable, aunque por vía del contrabando las condiciones podían ser mucho menos onerosas. La burguesía extranjera que se afincó en el Archipiélago, se en-cnntr6 reiterzhs veces lnte e! impe~t ivnd e tener q?ie desemhn!sar fondos más crecidos para conservar su status. Comerciantes, funcio-narios, profesionales y demás, debían reparar en este punto antes de decidir avecindarse definitivamente. El alto coste de la vida en com- 48. Zbid a J. Bidwell, 20-XI-1826, F.O. 72/320 (leg. 261). 5 70 Agustín Milíares Canfero CUADRO VI1 Indice de precios al consumo en agosto de 1825 (en RVON.) remen Santa Cruz Barril de harina de trigo . . . . . . . . . . . 180 360,25 Idem de vino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.620 1 .O80 Docena de huevos . . . . . . . . . . . . . . . . 1,8-2,25 3 Cuarto de leche . . . . . . . . . . . . . . . Idem de mantequilla . . . . . . . . . . . . . 1,8 135,25 Sacodepapas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191,25 294,25 - m 0 Fuente: F.O. 72/306 (leg. 162). Se indica que las cotizaciones en la capital canaria no se consideraban excesivas. paración con otras regiones (Bremen es sólo un exponente, claro está, pero algo significtivo), les obligó a incrementar su tasa de ga-nancia o a exigir mayores emolumentos. Mac Gregor mantuvo a su familia en Bremen con un sueldo anual de 500 libras esterlinas (45.000 rvon.), mientras tal cosa no era viable en Tenerife. En mayo, dos negociantes de procedencia británica emitieron a solicitud suya un testimonio sobre los ingresos que al año requerían para subsistir con la dignidad conveniente a su cargo49. Uno de ellos, asociado a la empresa familiar de Bernardo y Juan Cólogan en el Puerto de la Orotava, cifró sus gastos anuales entre las 700 y 800 libras (63.000-72.000 rvon.), asegurando que era posible desenvolverse con una cuantía algo inferior. El otro, William Davidson, miembro de la firma Le Br ü i~y Da~idjmd e Santa Cmz, e!wS sor e! cont:a,f;,~d i-cha suma a las 800-900 libras (72.000-8 1.000 rvon.), pues su presu-puesto ascendía ya a 600 habitando en casa de su socio con un nú-cleo familiar de siete personas. Mac Gregor solicitó esta última can- 49. F.O. 72/306 (legs. 134- 135). La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 57 1 tidad, y aunque exagerase un tanto, puede decirse que por término medio un burgués necesitaba de 4 a 6.000 non. mensuales para sos-tener su modus vivendi al finalizar el primer cuarto del XIXSO. Si vivir en Canarias suponía para un británico algunos inconve-nientes (las ventajas tendrían que ser más, decididamente), morir re-presentaba otros de igual manera engorrosos. Ni en Tenerife ni en ninguna isla existían por entonces cementerios protestantes. De con-formidad con el articulo 27 del Tratado de Utrecht, el gobierno espa-ñol había concedido el establecimiento de uno en el Puerto de la Orotava, pero todavía en aquella fecha no se había construido por falta de subvenciones. Cuantos protestantes fallecían por aquí, eran enterrados a cierta distancia de los camposantos católicos; un decreto del 11 de abril de 1747 fijó la normativa de tales sepelios. Al no exis-tir pastor anglicano, presbiteriano o de cualquier otra confesión no ro-mana, el cónsul del país al que perteneciese el fallecido leía el oficio fu-nerario. En agosto de 1825 se ahogó precisamente el marinero ingles Ja-mes Nicholson, de Whitby, al nadar hacia una lancha. Su capitán pagó la inhumación, que se hizo bajo superintendencia consularS'. A principios de septiembre de 1827 aconteció el naufragio mas llamativo de la década. En medio de una densa niebla, zozobraría cerca de la costa africana el buque inglés Eliza, que desde Cork via-jaba a Río de Janeiro al mando del capitán John Sarchwell. Merced a la ayuda de tres pesqueros grancanarios se pudo salvar toda la tri-pulación y el pasaje, formado por emigrantes irlandeses. Los 350 náufragos (18 marineros y 332 expatriados, de los que 244 eran hombres, 46 mujeres y 42 niños), llegaron a Las Palmas en unas condi- 50. F.O. 72/306 (leg. 160). Los gastos que exigía el consulado ascendían como mínimo a 50 libras. Los tres conceptos que siguen son indicativos de lo gravoso que era en Santa Cruz cubrir varias de las necesidades privativas de un hogar acomodado, máxime cuando no se disponía de vivienda propia: COSTOS ANUALES (rvon.) BREMEN STA. CRUZ Alquiler de una casa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.700 5.400 Salario de un sirviente . . . . . . . . . . . . . . . . . 360-450 720-78 1 Educación de seis hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.500 9 .O00 En la ciudad alemana, el abono final se refiere a escuelas públicas; al no existir centros cie educación protestante en Tenerife, se precisaba contratar ios servicios de un pre-ceptor. 5 1. F.O. 72/306 (legs. 170, 172 y 174). 5 72 Agustín Millares Canlero ciones calamitosas y pidieron el pronto auxilio de Mac Gregor. El 15 de septiembre, éste comunicó al comandante general Morales que la migración había sido organizada por agentes brasileños sin autoriza-ción gubernamental, por lo que las víctimas del siniestro no podían ser consideradas como súbditos del Reino Unidos2. Lo único que hizo fue trasladarse a la capital grancanaria con 13.500 rvon., recau-dados entre los comerciantes británicos de Tenerife para socorrer a los damnificados. La asistencia resultó insuficiente. Tras pasar vanos días sin recibir alimentación alguna, los hambrientos provocaron al-gunos disturbios. Considerando la peligrosidad del asunto, el cónsul solicitó una nueva colecta de sus Paisanos y pidió instrucciones para la manutención y embarque de los infortunados colonoss3. Los restantes hundimientos de embarcaciones extranjeras no tu-vieron la misma envergadura. La nave francesa Olymphe, que trans-p& ha emigrantes de varias nacienes (cm !? hritánicns entre e!!ns), se fue a pique en los primeros días de noviembre del mismo año. No hubo pérdidas humanas aquí tampoco, atendiéndose a los náufragos en Santa Cruz de Tenerife esta vez 54. La sobrecarga que tradicional-mente traían esta clase de expediciones, las expuso con cierta peno-dicidad a la acción de marejadas y temporales. Sólo a finales de no-viembre de 1828 está documentada la pérdida de un barco de distin-ta índole, al parecer ingléss5. 52. Al principio se pensó que se trataba de un expedición de índole castrense. Morales insistió sin éxito en que se les reconociera aquella ciudadania. Mac Gregor a V. Dudley, 10-IX-1827 e ídem a Francisco T. Morales, Las Palmas, 15-IX, F.O. 72/332 (legs. 226,234 y 236). 53. Mac Gregor a V. Dudley, Las Palmas, 20-IX, F.O. 72/332 (legs. 228). Lon-dres volvió a aprobar en esta nueva oportunidad el proceder de su agente (J. Bidwell a Mac Gregor, Londres, 30-VIII-1828, 344, leg. 174. 54. Mac Gregor a V. Dudley, Santa Cruz de Tenerife, 12-XI-1827, F.O. 72/332 (legs. 250 y 252). 55. Idem a J. Bidwell, 30-XI-1828, F.O. 72/344 (leg. 262).
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Calificación | |
Título y subtítulo | La navegación británica en aguas del archipiélago canario durante la década de 1820: algunas consideraciones |
Autor principal | Millares Cantero, Agustín |
Publicación fuente | VI Coloquio de historia canario - americano |
Numeración | Coloquio 06. Tomo 1 (segunda parte) |
Tipo de documento | Congreso y conferencia |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1984 |
Páginas | p. 0531-0572 |
Materias | Congresos ; Historia ; Canarias ; América |
Notas | Coordinación y prólogo de Francisco Morales Padrón |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 2041315 Bytes |
Texto | LA NAVEGACIÓN BRITÁNICA EN AGUAS DEL ARCHIPIÉLAGO CANARIO DURANTE. LA DÉCADA DE 1820 : ALGUNAS CONSIDERACIONES La presente comunicación, de muy cortas pretensiones, no tiene otra meta que la de mostrar algunas de las posibles carac-terísticas del movimiento naval británico por Canarias en el transcurso de aquel decenio. A tal fin, nos hemos servido de los extractos de la correspondencia consular que Otilia Gonzálvez Ponce, en calidad de becaria del Cabildo Insular grancanario, efectuó en el Foreign Ofice con paciencia y rigor. Su estudio no nos faculta para extraer conclusiones definitivas, pero al menos aporta algunas referencias puntuales sobre los intercambios en-tre el Reino Unido y las islas, así como sobre el papel que el ' Archipiélago desempeñó para la flota de S.M. con anterioridad al histórico decreto de Bravo Murillo. La documentación a nuestro alcance es fragmentaria y disper-sa. Disponemos del cómputo global y del cariz de las embarcacio-nes que recalaron en el quinquenio 1820-1824, sin noticias acerca de su procedencia y destino, tonelaje y tripulación, volumen y va-loración de la carga, etc. Lo único que podemos demostrar con tales datos, es la persistencia de la primacía y magnitud que corres-ponde a los puertos tinerfeños, el predominio de los buques mer-cantes y la tendencia a la baja que experimentó dicha bandera al consagrarse la emancipación americana. De julio de 1825 a noviembre de 1826. las revelaciones se toman sin embargo bastante pormenorizadas y nos permiten un análisis más exhaustivo de la cuestión. El lapso es, desde luego, de-masiado breve como para admitir extrapolaciones peligrosas, que pudieran desvirtuar las peculiaridades de aquel período y la idio-sincrasia de otros anteriores o posteriores a él. No es lícito pensar que el comercio exterior canario presentara la fisonomía que aquí se recoge desde la pérdida efectiva de las colonias de Ultramar has-ta las franquicias comerciales de 1852, ni siquiera que haya sido así a lo largo de todo el decenio que nos ocupa. Tampoco es válido Agustín Millares Cantero suponer que fuesen similares las rutas de aquellos veleros antes y después de tan corto paréntesis. La muestra tiene un interés parcial y muy relativo, que a lo sumo habríamos de utilizar para contrastarla con otras aportaciones futuras. Tras verificar el detenido examen de estos temas, inclui-mos en el último apartado informaciones disímiles que dichas fuentes nos brindan. La previsible utilización de Canarias por la Roya1 Navy en algunas de sus actuaciones militares y el empleo de Santa Cruz de Tenerife como observatorio para vigilar las evoluciones de otras escuadras, se suman a diversos episodios relativos al corso americano, la hipotética carestía de los avitua-llamiento~ e n la capital isleña o el naufragio mas espectacular de los acontecidos por entonces. Se trata de un retablo multico-lor, con el que únicamente deseamos enriquecer este artículo y suministrar nuevos hechos o hipótesis de cierta aplicación por otros colegas. El rol del Archipiélago como encrucijada marítima ha dependi-do históricamente de muchos factores, exógenos unos y endógenos otros. La función de escala que cumplían algunos de nuestros encla-ves costeros, estuvo particularmente a merced de las conflagraciones internacionales previas a la paz general de 18 15. Las guerras contra Inglaterra y Francia afectaron ampliamente al tráfico naval, sobre todo las primeras. Nuestro entorno se convirtió reiteradas veces en escenario de frecuentes ataques de diverso signo, que reportaron con-secuencias gravosas para los enlaces con el exterior. El pabellón bri-tánico sólo flameó en 44 ocasiones en Santa Cruz de Tenerife du-rante el quinquenio 1800- 1804, lo que supuso apenas el 8,5 por 100 sobre un total de 5 13 anclajes, permaneciendo en cuarto lugar tras el 43,3 por 100 del español, el 21,O del estadounidense y el 13,8 del galo. La firma del segundo Tratado de San Ildefonso provocó aún un descefisu de la participcióil br;l:ánica y !a &emGnia 2 !es ya=- quis en 1801; una recuperación anglofrancesa trajo consigo la Tre-gua de Amiens, pero en 1804 tendió ostensiblemente a desaparecer al reanudarse la lucha l. 1. Agustin MILLARES CANTERO; Rej7exiones sobre ei comercio exie-rior canario y la burguesía mercantil isleña (1778-1852), Coloquio Internacional de Historia Marítima, V Coloquio de Historia Canario-Americano, en prensa. La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 533 El comercio colonial, base del sistema mercantil isleño, sufrió serios reveses al resentirse los lazos de la metrópoli con América. La invasión napoleónica de la Península Ibérica posibilitó un corto ci-clo favorable para nuestras exportaciones vitícolas y barrilleras, en especial de cara al mercado inglés. El inicio del proceso emancipa-dor americano en 18 10 y la confrontación de 18 12- 18 14 entre Gran Bretaña y los Estados Unidos, volverían a obstaculizar después el normal desenvolvimiento de la navegación2. Aunque a través de Cuba pudieron mantenerse las conexiones con la Unión e incluso reexportarse mercancías locales a los países insurrectos, el comercio canario-americano padeció una fuerte atonía de 18 1 1 a 18 15. Si Es-paña había autorizado ya el trato comercial directo del Reino Unido con las colonias, los criollos fomentaron al punto esas transacciones en detrimento de las islas, que iban a perder así su condición de an-tesala para introdi~cira llí manufacturas textiles o harinas extran_ie-ras. Sin embargo, la merma del interés británico por Canarias desde el punto de vista económico, no tendría un corolario similar en lo tocante a su valor como estación marítima. La Guerra de Indepen-dencia y la alianza anglo-española, reanimaron los tradicionales vínculos del Archipiélago con las Islas Británicas y aquél volvió a ocupar un lugar destacado en la estrategia atlántica de Londres. No tenemos constancia de cuándo empezó el arribo regular del paquete inglés a Rio de Janeiro, aunque ya en junio de 18 13 constituye un fe-nómeno habitual3. El Tratado de Pans arrostró resultados particularmente negati-vos para el comercio exterior isleño, como se sabe. Desde 18 15 se extinguieron las endebles circunstancias que habían posibilitado una fugaz reactivación mercantil, bastante menos intensa de lo que en principio pudiera creerse. La única contrapartida a favor del Archi-piélago que se registra por aquellas fechas, consistió en el coyuntural restablecimiento de las articulaciones con las plazas de Ultramar, asistiéndose hasta 1820 al «canto del cisne)) de nuestros seculares ne- 2. Unos meses antes de estallar el último conflicto, el cierre de los puertos britá-nicos de las «Indias Occidentales», que Londres decretó por tres meses en la pnmave-ra- verano de 1812, amenazó con dejar a Tenerife desabastecida de los cuantiosos man-tenimientos que se importaban aescie aiií. 3. Francisco Escolar y Serrano a Francisco Cabrera y Ayala, Santa Cruz de Tenenfe, 22-VI-18 13, Arch. Juan Antonio Martín Cabrera, Las Palmas. 534 Agustin Millares Cantero xos con Indias. Quizás fuera este el origen de una mayor presencia de navíos británicos por estas latitudes, cifrados en un promedio de 200 anuales. La reincorporación de las islas al dispositivo interoceánico de la flota de S.M. hubo de superar así y todo algunas dificultades. El 27 de diciembre de 18 14, sir H. Wellesley se dirigió al ministro español Ceballos en protesta por el proceder poco amistoso que el coman-dante general Rodríguez de la Buria mostraba hacia su representante consular y oficiales de su marina. El embajador de Gran Bretaña en Madrid reiteró tales quejas el 17 de marzo de 18 15, agregando copia de la correspondencia que sobre el asunto había sostenido con su go-bierno. Al final obtuvo una contestación satisfactoria, comunicándo-sele que nada era más contrario a los deseos del monarca Fernando VI1 que entorpecer la buena armonía entre ambas naciones. La auto-ridad militar recibió severas órdenes para que variase de actitud, las cuales fueron escrupulosamente atendidas por él y sus sucesores a juzgar por la ausencia de nuevas reclamaciones diplomáticas4. Al margen de trabas administrativas y demás escollos que los navegantes foráneos hubieron de sufrir, las pésimas condiciones de los desembarcaderos canarios constituian un peligro potencial digno de tenerse en cuenta. El huracán que el 7 de noviembre de 1826 azo-tó particularmente a Tenerife y Gran Canaria, dejó el triste saldo de 16 embarcaciones destruidas al estrellarse contra las rocas. Ninguna británica se encontraba entre ellas, pero el cónsul Mac Gregor consi-deró oportuno informar a sus superiores de este siniestro para que alertasen a los interesados5. Los inconvenientes no siempre provenía den la parte isleña. Al decir del propio cónsul, los capitanes británicos ignoraban las cos-tumbres del país y las normas burocráticas vigentes, por lo que a su llegada solían tropezar con problemas vanopintos. Para superarlos, 4. Foreign Office (F.O.) 72/l73 (legs. 2 17, 219 y 22 1). Las disposiciones hispá-nicas, conocidas por Wellesley desde 18 15, fueron reiteradas el 8 de enero de 1825. La Buria desempeñó el cargo desde octubre de 181 1 a mayo de 1820, por lo que puede in-ferirse una reproducción de los tropiezos en época de su sucesor. Cf. a propósito de la actuación de aquél, José DESIRE DUGOUR, Apuntes para la historia de Santa Cruz, pp. 248-49. 5. Mac Gr~g nar G. Canning, Santa Cruz de Tenerife, !2-XI-!82h. F.O. 721320 (leg. 258). Siete de aquellas naves sucumbieron en Santa CNZ y las otras nueve en Las Palmas. La navegucidn britanica en aguas del archipiélago Canario ... 53 5 propuso transmitir a todos ellos una circular que les sería entregada por los empleados de Sanidad, indicándoles qué línea de conducta habían de seguir al echar anclas o al saltar a tierra las tripulaciones. El texto de la misma, fechado el 1 de agosto de 1825, previene en torno a los episodios desagradables que brotaban con alguna frecuen-cia, fruto de los malentendidos con el funcionariado local. Entre otros extremos. incluye la prohibición castrense de que la marinería desembarcase tras el ocaso, debiéndose acreditar ante el comandante de guardia los que así lo hicieran" La aplicación de estas reglas pro-bablemente contribuyó a impedir encontronazos fútiles y a crear un clima más propicio al entendimiento entre ambas partes. De cual-quier forma, la buena voluntad de unos y otros no serviría para esti-mular unas relaciones en franca decadencia. Durante el quinquenio 1820-1 824 llegarían a Canarias un total de 607 buques del Reino Unido, de los cuales 501, el 82,5 por 100, arribaron a Santa Cruz de Tenerife y al Puerto de La Orotava. Los enclaves marítimos de las demás islas, con Las Palmas en primer tér-mino, sólo reciben el 17,5 por 100 restante, por lo que la prioridad tinerfeña es bien elocuente (cuadro 1). Por virtud del reglamento de 12 de octubre de 1778, el puerto de Santa Cruz habia sido habilitado junto al de Palma de Mallorca para el comercio con Ultramar. Los productos indianos se introducían regularmente por su aduana y sólo en casos excepcionales eran admitidos en otras. Trasladándonos al cuatrienio 1808- 18 1 1 (extensivo hasta julio de 18 12), es detrás de Cádiz el segundo de entre los diez puertos españoIes implicados en el comercio con La Guaira, con un 6,2 por 100 de los volúmenes de negociado (exportaciones más importaciones)'. Por otra parte, en 1809 ocupa la misma posición en el trafico mercantil con los Esta-dos Unidos, con 33 entradas y ocho saiidas; de ios 43 buques que iie- 6. F.O. 72/306 (legs. 153 y 158). 7. Krnze! LiCEN.4 CALMGRAL, ~ C ~ r ~ ~ c r % ! di ec!? csn mercin entre !A Guaira y España durante la Revolución caraqueña: 1808-1 8 12», en Monlaiban 14, Lniversidad Católica Andrés Bello, Caracas. 1983, pp. 190 y SS. 536 Agustin Millares Cantero gan de España a Nueva York, cinco habían zarpado de Santa Cruz y descargaron 3 15 pipas de vino y 5.005 quintales de sal8. La supremacía insular santacrucera, pues, contaba ya a la altura del tercer decenio del siglo XIX con una firme tradición, basada tan-to en el trasiego colonial como en los intercambios con el norte de Europa, los Estados Unidos o el área mediterránea. Los consulados extranjeros radicaban aquí fundamentalmente9, acrecentándose su prioridad administrativa al sancionársele como capitalidad provin-cial por real decreto de 27 de enero de 1822, tras los precedentes de 18 13 y 182 1 lo. En este último año solicitó su municipalidad el título de puerto de depósito de la clase, que se le concedería con el decreto de 7 de enero de 1822 gracias a las gestiones del diputado Murphy; lo perdió al retornar el absolutismo, como también probablemente el de depósito de 2.a que obtuvo por real orden de 9 de noviembre de 1820 ' l . Con todo, la mengua de su rango no fue el golpe más funesto que recibió Santa Cruz en esta década. De 1820 a 1822, el promedio mensual de buques británicos que anclaban en el Archipiélago descendió de casi 13 a nueve. La ligera recuperación que se produce en el bienio siguiente, dista de alcanzar la cota de partida, quedándose en los 10 arribos de 1824, poco me-nos de la media quinquenal. La caída sería de 1820 a 182 1 particu-larmente sensible en Santa Cruz, que perdió un 42,8 por 100 de los amarres. Los dos emporios tinerfeños verían reducirse en un 23,4 8. Cf. del mismo autor, «El comercio de los Estados Unidos con España y el Caribe a comienzos de la presidencia de Madison: 1809», en ídem, pp. 442-24 y 428-29. 9. A mediados de 1825 se nombró cónsul británico al antedicho F.C. Mac Gre-gor, en sustitución de Bruce, el cual llegó a Santa Cruz el 16 de julio siguiente. El hasta entonces vicecónsul, Duplan, fue destinado a petición de aquél al Puerto de la Orota-va,' con una renta de 900 Non. anuales, falleciendo en septiembre de 1827 y dejando viuda y siete hijos casi en la indigencia. F.O. 72/320 (leg. 190) y Mac Gregor a J. Bid- -!!, Las Pa!fias, 6-?<-!Y2?, F.O. 72/??2 (!eg. 246). 10. Alejandro CIORANESCU, Historia de Santa Cruz de Tenerfe, III (1803-1977), Santa Cruz de Tenerife, 1978, pp. 87-1 10. 1 1. Mediante ella se equiparó con los de La Coruña, Santander, Alicante y Cá-diz, que por otra homónima de 30 de marzo de 1818 habían sido declarados puertos de depósito de manufacturas extranjeras de licito comercio. Esta reivindicación fue re-petida en 1834 y un trienio después, por virtud de la actuación de otro representante, Fe,~ánt'ez de M~:atin, !as Cwks aprnharnlr e! rest&!ecimie~?te de! decrete de ! 822. Cf. Marcos GUIMERA PERAZA, José Murphy (1774-la...?). Su vida, su obra, sus incógnitas, Santa Cruz de Tenerife, 1974, pp. 46-7 y CIARANESCU, pp, 393-94. CUADRO 1 Embarcaciones británicas llegadias en el quinquenio 1820-1824 Santa Puerto Años Cruz de Yo de la Yo Otras Yo TOTAL Tenerife Orotava islas 1820 70 45,45 5 8 37,66 26 16,88 154 182 1 40 36,36 48 43,63 22 20,OO 110 1822 47 43,51 42 38,88 19 1739 1 08 1823 54 46,95 44 38,26 17 14,78 115 1824 5 3 44,16 45 37,50 22 18,33 120 TOTAL 264 43,49 237 39,04 1 06 17,46 607 Fuente: Mac Gregor a C. Canning, Santa Cruz de Tenerife, 11 -VI11- 1825, Foreign Office 72/306 (leg. 168). CUADRO 11 Caracter de las naves que recalan ein Tenerife durante el mismo periodo Santa Cruz Barcos de gue- Buques con ldem rra y transpor- cargamentos que piden TOTAL provisiones TOTAL Fuente: Idem. La navegacion británica en aguas del archipiélago Canario ... 539 por 100 el paso de embarcaciones de esa bandera entre el año inicial y los dos últimos, en que se mantuvo estacionario. La baja de 182 1 y 1822 llegó hasta más del 30 por 100. ESTRUCTURA DE LAS EMBARCACIONES 8.8 I I .O - Navíos mcrcontcs (iiiipori;icifin y cxpori;icii,ii) O - Paquctcs-correos O - Barcos dc gucrrii .O - Buques dc pasüjc O El descenso general de la navegación británica es entonces una nítida secuela de la disminución de los buques con cargamentos que recalaron en Tenerife, según se desprende del diagrama adjunto. En efecto, los demás barcos que acuden a Santa Cmz o al Puerto de la Orotava, sostienen idéntico ritmo o experimentan a lo sumo suaves modificaciones. Lo mismo pudiera decirse de los que fondean en otros surgideros insulares. Todos ellos se sitúan curiosamente en la cifra de 6 1 unidades en 1820, 1822 y 1823, bajando apenas a 56 en 182 1 y 57 en 1824. Los paquetes que hacían escala en la isla picuda no presentan en la práctica ninguna alteración, con una media de un navío mensual por norma. Al contrario, las dotaciones especifica-mente mercantes que entraron en ella bajarían desde un 72,6 por 100 del total en 1820 a un 52,8 en 1822, porcentaje que se elevó al 64,2 del año final. En el cuadro 11 recogíamos precisamente la naturaleza de las La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 54 1 naves que rindieron viaje en Tenerife. Aquellas dedicadas al trans-porte mercantil suponen un monto de 386 en el quinquenio, el 77,O por 100, de las que 3 1 1 trajeron mercancías y sólo 75 vinieron espe-cíficamente a embarcar otras de producción autóctona o de origen indiano. La especialización portuaria insular convirtió a la arteria orotavense en el primer núcleo por lo que al movimiento de cargue-ros respecta, con el 59,4 por 100 del total12. A Santa Cruz, no obs-tante, afluían preferentemente los veleros que solicitaban suminis-tros. Como almacenes de avituallamiento y descarga, las firmas co-merciales extranjeras contaron en ellos con numerosos factores o agentes para tramitar las operaciones a que hubiere lugar. El Puerto de la Orotava es, también, el punto de destino de la mayoría de los paquetes correos, en una proporción del doble frente al estuario ca-pitalino. Éste detenta el control casi absoluto de las expediciones de g x r n y e! trámite de !IS 411- condiician penados o pasajeros y car-gazones hacia las colonias británicas u otros paises13. La atenta observación de las evoluciones que sigue el pabellón británico en los 17 meses transcurridos entre el 1 de julio de 1825 y el 30 de noviembre de 1826, nos va a permitir dilucidar los rasgos de su navegación en aguas isleñas y aprehender las rutas en que se ve-rían inscritos nuestros puertos centrales, y en especial evidentemente los citados por último. Veamos cuáles eran la procedencia y el desti-no de los 106 barcos que en 138 ocasiones anclarían en ellos, con una media de más de ocho arribos mensuales y unos promedios de 157,6 toneladas de registro bruto y once tripulantes entre los 100 en donde se mencionan estos datos. Tan sólo en veinte oportunidades los buques no procedieron del Reino Unido, de las que once partirían de Gibraltar. Londres, por 12. Sólo en 181 1 llegaron a él más de 60 barcos extranjeros, especialmente nor-teamericanos con harinas, millo y otros comestibles. Cf. José Agustín ALVAREZ RIXO, Cuadro histórico de estas Islas Canarias a noticias generales de su estado y acaecimientos mas memorales durante los cuatro años de 1808 a 1812, Las Palmas, 1955, p. 126. 13. De las 55 embarcaciones que se incluyen en esta categoría, 44 eran de guerra y once transbordadores con reclusos o fletes. 542 Agustín Millares Cantero supuesto, detentó una preponderancia absoluta, con 55 travesías (el 39,8 por 100), a las que habríamos de unir las tres que aporta su sa-télite Dover. Después se incluyen los importantes puertos mendio-nales: Falmouth, el gran rival de Bnstol en el comercio ultramari-no, figura con 20; Portsmouth, cuyos astilleros tanto contribuirían al poderío naval inglés desde los días de Nelson, aparece con 16; Ply-mouth, reducto de piratas y exploradores durante la época isabelina, se incluye con cuatro, adjudicándose una a Southampton y Dart-mouth. Igualmente quedan reducidos a otro único testimonio Bristol y Newport, en un momento en que el carbón de Cardiff no era nece-sario en las estaciones canarias por dominar la navegación a vela. El Liverpool algodonero apenas suministra dos exponentes. Aberdeen, Montrose y Peterhead, los emporios pesqueros del litoral oriental es-cosés, quedan respectivamente con una expedición. En la vertiente n n ~ n e c t I~n c ,401 P l x r A e fil~rnn0 1 n ~ ~ nAtOn n rlrtirla A e t t p c A e c n a r h n c : VpUUOCU, lV0 U V A b I J U W L U V l V l l V I p U l l C V U W p U I L I U U U V C l C U U W Y p U W I I V U dos desde Glasgow y uno desde Greenock. Fuera de Gran Bretaña se mentan los cinco que salen de la isla de Jersey y los tres oriundos de Irlanda (Cork y Dublín). En suma, de las Islas Británicas provienen 118 viajes, el 85,5 por 100, aportando Gibraltar el 7,9. Por ultimo, los que vendrían del extranjero se limitaron a los dos de Petersburg (EE.UU.), Bremen y Funchal, más los exclusivos de Saint Petersburg (EE.UU.), Lisboa y Mogador, con el 6,5 por 100 en conjunto. De los 38 barcos destinados a Londres, 30 proceden de allí mis-mo y los restantes son los antedichos de Petersburg, Bremen y Saint Petersburg, agregándoseles otros tres de Liverpool, Southampton y Peterhead. Como tendremos ocasión de contemplar, el trayecto Lon-dres- Tenerife-Londres aparece como el más común para el tráfico de mercancías. La capital británica es a su vez el punto de partida de ocho itinerarios que retornan al territorio de la metrópoli: cuatro a Bristol, dos a Liverpool y uno, respectivamente, a Plymouth y Du-blín. El periplo entre Jersey se verificó en tres momentos y en un cuarto confluyó en BristolI4, donde también rindió viaje uno desde Dubín y otro desde Darmouth. Los últimos que hicieron el trayecto de ida y vuelta entre las Islas Británicas regresarían a Liverpool, Greenock y Cork. Así pues, la línea Reino Unido- Canarias-Reino Unido absorbe 50 travesías, el 36,2 por 100 del total. 14. Aquella isla fue también el destino del Único buque procedente del extranjero (Mogador). La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 543 En tránsito hacía las colonias, las embarcaciones que soltaron amarras en los puertos metropolitanos se detuvieron aquí en 40 ca-rreras, el 28,9 por 100, antes de llegar a sus respectivos destinos. Los retornos desde estas áreas, sin embargo, no tocarían jamás en el Ar-chipiélago. Las posesiones del Pacífico ocupan el primer puesto con doce viajes, de los que ocho se encaminaron específicamente hacia Nueva Gales del Sur. Le siguen después las americanas con los nue-ve de las «Indias Occidentales)) (Jamaica, Barbados, la Trinidad, las Bermudas, etc.), más los que se dirigieron a Honduras Británicas y Canadá (Quebec), con probable alto en el Caribels; la insignifican-cia a que proporcionalmente están constreñidos los primeros, más abundantes en otras épocas, responde a la crisis que en 1807 provocó en las aislas del azúcar)) la abolición oficial del tráfico de esclavos, primer revés decisivo para liquidar su prosperidad ya efímera, en bancarrota a raíz de ia emancipación de 1833. En tercer lugar apaic-cen las africanas merced a Sierra Leona, con nueve recorridos, dán-dose la curiosa circunstancia de que hacia El Cabo sólo figure uno. Las Indias Orientales reúnen ocho finalmente, y aunque no se deta-llan más que tres a la India, con mención expresa de Bombay, cabe creer que la península indostánica abarcase casi todos. Por encima de Londres, Portsmouth aporta el mayor número de travesías coloniales. El derrotero hasta Sierra Leona fue cubierto des-de allí en seis ocasiones y en otras cinco llegó a ser el origen de la na-vegación a Oriente, terminando su participación con dos expedicio-nes al Pacífico Sur. La intervención de Londres es hegemónica en lo que se refiere a las Antillas, pues frente a sus cinco salidas no se apuntan más que las solitarias desde Bristol, Plymouth, Glasgow y, fuera de las Islas Británicas, FunchalI6. Otras cuatro hacia las Indias Orientales y dos a Sierra Leona, además de la que iba a Quebec, ter-minan con su diversificada concurrencia en este renglón. Luego de estos dos grandes emporios ultramarinos se sitúan Falmouth y Dover cor, tres P!p==th y c=& j CQ, RriytO!, G+P~- nock, Liverpool y Glasgow. 15. Suponemos que en el anterior se trata de Belize y no del país de las Provin-cias Unidas de! Centro de América. 16. La segunda o.riginaria del extranjero partió de Lisboa hacia las Indias orienta-les. Entre los puntos de partida y los de llegada, sin duda deben intercalarse otros puertos que nuestras fuentes no citan. Movimiento marítimo británico con escala en Canarias (julio de 1825-noviembre de 1826) Origen Londres Otros puertos Otros puertos Puertos Destino británicos (3b raltar coloniales extranjeros TOTAL Londres .......... 3 O 8 - 13 4 5 5 Otros puertos británicos ........ 3 9 - 2 7 24 6 3 Gibraltar ......... - - 1 O - 1 11 Otros puertos coloniales ........ - - - - - - Puertos extranjeros 5 1 - 2 1 . 9 TOTAL . . . . . . . . . . . 38 18 1O 42 3 O 138 Fuente: Informe del comercio británico en los puertos del consulado de las Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 3 1 -XII- 1825, F.O. 72/320 (legs. 223-226) e Informe delcomercio británico en las Islas t%narias durante el año 1826, 1-11- 1827, F.O. 72/332 (leg. 204). La navegación brilanica en aguas del archipiélago Canario ... 545 Las marchas con rumbo a Australia hacen pensar en el uso ha-bitual del Archipiélago por los transportes de convictos, cuantiosos desde la ocupación de Sidney como establecimiento penitenciario en 1788. El tonelaje medio de ocho buques alcanza las 407 toneladas de registro bruto, prueba de consistir en grandes navíos pertrechados para llevar una suma relativamente alta de viajeros. Nueva Gales del Sur, la primera colonia del país, contaba ya en 1822 con una po-blación próxima a los 24.000 habitantes y, desde 18 13, el acceso a las llanuras de Bathurst y otras zonas de magníficos pastizales convir-tió la cría del cordero en una gran riqueza.A partir de 18 14, los colo-nos, comerciantes y misioneros australianos empezarían a afincarse de forma sistemática en Nueva Zelanda, oficialmente adquirida por Gran Bretaña en 1840. Tasmania fue declarada colonia autónoma en 1825 y Australia occidental en 1829. La pesca de ballenas y focas, asi C G ~ !Gu e xpms ih cemrrcia! que premurven !os cnmercimtes de Sidney, fortalecerían la empresa británica en el Pacífico Sur, consoli-dada al descubrirse en 185 1 los ricos yacimientos de oro de Ballarat. Canarias quedó así inscrita en una de las corrientes colonizadoras que el Reino Unido estimuló con particular denuedo desde los años veinte. Penados y emigrantes confluían en nuestros puertos proba-blemente con bastante periodicidad. De las 29 regatas entre el Reino Unido y el extranjero, todas salvo dos se dirigían a Latinoamérica. Su elevada cantidad procede de los 21 periplos destinados a Brasil, con su principal soporte en el amarre mensual del paquet Falmouth-Rio. Tras estas 17 travesías, las demás son marginales y no presentan regularidad alguna. A Lima partió desde Portsmouth una de ellas y a Valparaíso otra desde Lon-dres. El resto tuvo por dirección ciudades costeras de la fachada atlántica, aunque apenas se consignen Buenos Aires y Caracas (República Unida de Colombia), junto con la que partió hacia La Habana. No deja de ser significativo que el Archipiélago sirviese tan poco a los británicos como trampolín de acceso a las flamantes repú-blicas hispanoamericanas, convirtiéndose por el contrario en parada permanente de una de sus vías regulares al imperio brasileño. La sa-tisfacción que produjo la independencia en los círculos comerciales ingleses, libres por fin de las trabas y restricciones impuestas durante tanto tiempo por Madrid, contribuyó a realzar las funciones de Azo-ics o Madeira en menoscabo de Canarias. C~ a n d o!e s ~ t S p i cm proyectos de reconquista imperial aún animaban a la Corte fernandi-na, las islas no estaban en condiciones después de 1824 para actuar 546 .4gustin Millares Cantero como depósitos en unas relaciones mercantiles pacíficas con los ({súbditos rebeldes)). Sin el paquet del Brasil, Santa Cruz hubiese quedado bastante menos integrada en la ((comunidad atlántica)) bajo control de Londres. Recuérdese cómo la política de Canning frente a América latina acabó convirtiéndola en un coto reservado al comer-cio británico. La única traslación directa con el extranjero fue la que efectuó entre Funchal el buque denominado Ceres, capitán Roche, que llegó a Canarias el 10 de agosto de 1825. Un año después se padeció allí una epidemia de viruela, que obligó a los organismos de Sanidad lo-cales a adoptar las medidas convenientes para evitar un posible con- ,, tagio. Dichas normas contribuyeron a mermar el paso de la bandera - N británica por la provincia. Durante los meses de agosto y septiembre E de 1825 entraron en las islas 20 de esas embarcaciones, que en el O n mismo período de 1826 re redi~jeron a once. El 6 de agosto no fue - m 0 admitida la nave Lively, proveniente de Portsmouth y Funchal, que E E en tránsito a Sierra Leona debió seguir su ruta al otro día. El 7 de S E septiembre se obligó al Ganges a guardar otros ocho de cuarentena, - antes de zarpar hacia las Indias Orientales". 3 Las comunicaciones con Gibraltar se ubican en el seno de los -- tradicionalmente intensivos tratos mercantiles con el mediodía pe- 0 m E ninsular. Los recorridos entre el bastión del Estrecho y las islas fue- O ron obra por lo general de dos barcos: el Josephina, de 96 toneladas, capitán Maggiolo, y el Rinaldo, de 74 toneladas, capitán Murcia, n E con tres viajes cada uno. De los otros cuatro, tres se produjeron en la - a segunda quincena de agosto de 1825 (Dispatch, Little W. y Eliza). A 2 n excepción del arribo del Rinaldo el 20 de febrero de 1826, los de- n n más ocurrieron en los meses estivales. En todos la carga consistió en 3 manufacturas de algodón o lana, cordajes y aceite, estibando a su re- o greso 800 quintales de barrilla y granos por valor de 324.000 rvon. en los cuatro últimos. Al igual que Cadiz, dicha colonia fue emplea-da por los comerciantes canarios para abastecerse de géneros indus-triales, cuando por alguna circunstancia era difícil importarlos direc- 17. Mac Gregor a G. Canning, Santa Cruz de Tenerife, 12-IX-1826. F.O. 72/320 (leg. 250). Se lee aquí que este barco, como el Heron, estuvo destinado al Brasil, lo que no coincide con la relacion puntuai que ei autor eiaboraría a propósito aei movimien-to naval de su país en ese año. Este ejemplo confirma lo que decíamos de las escalas previas, que tanto podían incidir sobre las islas. La navegación britunica en uguas del archipiélago Cunario ... 547 tamente desde Inglaterra. La introducción de artículos de contraban-do en el Archipiélago tuvo también en aquel enclave uno de sus más señeros focos. Recíprocamente, la demanda gibraltareña se surtió en Canarias de cereales sobre todo. Los tres cargamentos del verano de 1826 sugieren malas cosechas de trigo o cebada en el campo andaluz, obligando a traer excedentes grancanarios, majoreros o conejeros l a . Colapsadas ahora las relaciones con el complejo gaditano, re O~PI-6 seguramente un reciclaje del circuito económico que le unía con Canarias, asumiendo Gibraltar el papel de intermediario; o sea, su-plantando a aquél en la tarea de adquirir frutos insulares para redis-tribuirlos por los mercados limítrofes. 18. Fuera de este tráfico directo, la Josephina llegó el 8 de octubre en ruta hacia Río, cargando otros 86.400 rvon. en granos. 548 Agustin Millares Cantero El ejemplo del Josephina y del Rinaldo es ilustrativo de la exis-tencia de buques que periódicamente transitaban por nuestras ba-hías. El que más a menudo nos visitó por entonces fue el Dove, de 132 toneladas, que en calidad de correo del Brasil vino el 5 de julio de 1825 bajo el mando del capitán Crosbie y retornó del 27 de di-ciembre desde Bremen con carga general y a las órdenes de su homó-nimo Mitchell, quien asimismo le condujo después en tres marchas de ida y vuelta desde Londres que aquí recalaron el 7 de enero, el 1 de abril y el 13 de noviembre de 1826. Este trayecto era lógico que contara con embarcaciones especialmente dedicadas a él. La Zephyr, de 104 toneladas, capitán Scott, lo cubriría a finales de agosto y pnn- ,, cipios de noviembre de 1825, así como en las postrimerías de julio D N del siguiente añoI9. Igualmente, la Mary Anne, de 86 toneladas, rea- E lizó idéntica travesía en la segunda semana de febrero y regresó el 17 o n de mayo con dirección a Piymouih, para volver ei 8 de üciubie con - m O similar derrota. El recorrido Gran Bretaña-Canarias-Gran Bretaña EE sería efectuado además en dos momentos por las naves Anne, de 88 S E toneladas, capitán Henderson; Christian, de 92, capitán Creig, y - Orotava, de 9 1, capitanes Gilzean y Al l i ~ o nO~t~ra.s dos unidades, la 3 Young Peggy y la Despatch, pasarían, respectivamente, de las rutas -- Jersey-Jersey y Gibraltar-Gibraltar en 1825 a las de Jersey-Bristol y 0 m E Londres-Londres en 1826 * l . A este itinerario se incorporarían tam- o bien buques que desarrollaban en ocasiones otros más extensos. En-tre principios de agosto de 1 82 5 y abril de 1826, la rota del Nimrod, n E de 74 toneladas, capitán Milue, describió el arco desde Saint Petes- - a burg (Florida, a la entrada de la bahía de Tampa) hasta las islas con 2 n una partida de lino, enfiló en seguida su proa hasta Londres con vino n n y barrilla de producción local, tornó con trigo, lino y aguardiente 3 para llenar sus bodegas con los tres primeros rubros de exportación O 19. Otros barcos destinados a hacer esta guía en 1826 fueron el Courier, de 101 toneladas, capitán Taylor, y el Travefler, de 110, capitán Anderson, con dos entradas cada uno. 20. La primera llegó de Londres vía Liverpool el 30 de noviembre de 1825, para hacer el camino inverso el 30 de marzo. Londres-Londres fue el itinerario de la segun-da al atracar el 14 de julio de 1825, variándole el 6 de noviembre por el de Londres- Brisioi. La tercera sobievirio e: 3 de jülio dc- :E26 desde Soüthamtun a Lufidrcs, cun una inmediata estancia el 28 de noviembre entre dicha megalópolis. 2 1. Aquélla tenía 64 toneladas y estuvo a cargo del capitán Amy; ésta osciló en-tre las 74-81 y fue mandada primero por Aravenna y después por Hutchinson. La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 549 canarios Cjunto a aquéllos, orchilla), desplazarse a Bristol, traer car-bón desde Newport y recudir con vino solamente hacia Cork. Algunas dotaciones navales acometieron tanto la trayectoria noratlántica como el cruce del Océano, ampliando sus periplos. Tras una singladura entre Jersey a las órdenes del capitán Schier, con es-cala el 26 de julio de 1825, la denominada Samuel, de 63 toneladas, emprendió en la segunda mitad de noviembre un raid que la llevaría desde la isla del Canal a Río gobernada por el oficial Le Blanc, luego de su estadía isleña. La Ossian, de 104-1 12 toneladas, capitán Mills, aportó el 30 de octubre siguiendo la línea Londres-Londres, echando ancla otra vez el 3 de mayo siguiente desde Montrose a Petersburg, puerto fluvial en el Appomatox e importante mercado agrícola de Virginia (EE.UU.), desde donde retornó el 9 de octubre con rum-bo a la capital británica2'. En la Nochebuena de 1825 agarró puerto la Thetis, de 16 1 toneladas, en tránsito de Madeira a las Bermudas, la cual hizo otro tanto el 29 de abril de 1826 al trasladarse de Ports-mouth a Buenos Aires. El servicio de correos del Brasil fue desempe-ñado en dos oportunidades por los barcos Freeling, Goldfinch y Emulous, sin que se produzcan otras r epe t i c i~ne s~C~on. la sola ex- 22. Esa localidad sureña estadounidense fue también el objetivo de la Belsie, de 80 toneladas, capitán Easson, que tras soltar amarras en Londres fondeó por aquí el 19 de mayo y reapareció en el tomaviaje el 10 de noviembre. Tanto una como otra trans-portaron fundamentalmente lino y hierro en sus venidas. 23. Dichos buques terminaron por arribar a Santa Cruz en sus viajes de vuelta, prestando con ello un gran favor a los comerciantes que allí operaban y, por extensión, a los de toda la provincia. Las utilidades que producía se multiplicaron al entronizarse la aplicación del vapor. Sus escalas los primeros miércoles de cada mes favorecieron enormemente al comercio local, y los traficantes extranjeros afincados en las islas hi-cieron oír sus quejas cuando en 1850 se intentó, por presión de sus hornónimos brasi-leños, eliminarlas. Procedente de Funchal llego en noviembre a bordo del Esk un agente de la compañía concesionaria, Mr. Liot, y por los resultados se infiere que logró formalizar acuerdos satisfactorios para conservarlas en su novel ruta (Murray a V. Pal-riiersiori, Santa Cruz de Tenerife, ii-Xi-i858, F.0. 7ii77Gj. Una menor comunica-ción entre el Reino Unido y Tenerife, se atrevió a decir a principios de 185 1 el cónsul Murray, no podía ser beneficiosa para Los intereses de aquel país en un momento en que la cochinilla ofrecía amplias posibilidades y el valor de las importaciones británi-cas en el Archipiélago superaba las 100.000 libras esterlinas anuales (idem a idem, 1 1-1- 185 1, F.O. 72/792). Los paquetes del Brasil, entre otras ventajas, habían atraído mas líneas de buques y creado expectativas para captar algunas otras que estaban en estüdio, ai ievaioiar ia expiotación navai cie Santa Cruz. A finaies de aquei año, ei co-merciante santacrucero Agustín Guimerá, vicepresidente de la Junta de Comercio de Canarias, se dirigió a Murray para que demandase de su gobierno la inclusión de la ca- 5 50 Agustin Millares Cantero cepción del Providence, que con sus 678 toneladas sería el de mayor calado de cuantos se incluyen en la nómina'4, ninguno de los que efectuaron viajes interoceánicos fueron vistos nuevamente. La nave-gación británica de larga distancia no presenta siquiera la relativa re-petición que ocasionalmente despunta en el Atlántico. Las embarcaciones de alto bordo, en este caso superiores a las 250 toneladas, intervendrían evidentemente en los trayectos más lar-gos. De las 23 presentes, once marcharían hacia Nueva Gales del Sur, cuatro hacia Sierra Leona, tres a las Antillas y las otras a El Cabo, Bombay, Valparaíso, Río y Belize. Estos «gigantes» no acos-tumbraban surtirse de mercancías autóctonas al tocar en las islas. La única excepción fue la de la nave Retrench, que precisamente em-barcó a mediados de enero de 1826 el más elevado número de pipas de vino de todo el período, las 225 que llevó a Jarnai~a'~S.u s demás cargazones vitícolas, fuera de las 60 pipas que el John acarreó a las «Indias Occidentales» y de las 54 1/2 que llegaron a Bombay a bordo del Crown, no tuvieron importancia y se adquirirían para consumo de tripulantes o pasajeros básicamente. En 52 travesías, los veleros británicos transportaron artículos para los mercados insulares, embarcándolos en otras 108. La primera cifra nos remite en particular a la línea Reino Unido-Canarias- Reino Unido, donde los que vinieron en lastre eran minoría. Si esto es así, 86 llegadas corresponden a paquetes, barcos de guerra, de pre-sidiarios y transportes. Las dotaciones mercantes descendieron en re-pita1 en la nueva línea de paquetes de vapor prevista entre Inglaterra y la costa occi- &fi9! y efi coRtrutacibfi iniciaS- !h &i2 rrpSCifi&de de p ! ! ~(F .O. 72/792). En mayo siguiente tomó puerto allí mismo el mercante español Duque de Rianzares, propiedad de la reciente empresa que cubría el trayecto Marsella- Barcelona-Cadiz-Santa Cruz, para enlazar con los mentados paquetes y embarcar pa-sajeros que venían del Brasil, Uruguay y Argentina (Murray a E. Malmesbury, 3-V-1852, F.O. 72/81 1). 24. Por dos veces pasó en dirección a Nueva Gales del Sur, el 13 de enero y el 13 de miyo de !K?6, r !IS Srdener de !c?r crpitrner Wm c h e ~ py Arc!!ie, r c s p c t i~am~n t e . 25. El día 29 le imitó el Levant, de 18 1 toneladas, que estibó otras 110 1/2 pipas hacia Barbados. La navegación britanica en aguas del archipiélago Canario ... 55 1 lación con cualquiera de los años de la etapa 1820-1824, durante la cual ya conocemos las que recalaron en Tenerife. Apenas en 38 via-jes se trajeron mercancías de enero a noviembre de 182626l,o que su-pone un 42,6 por 100 frente al 69,6 de 1822 en Santa Cruz o el Puerto de la Orotava solamente, mínima de aquel quinquenio. La tendencia decreciente que observamos ahí, se acentuó en los 17 me-ses estudiados por último. La ligera recuperación del pabellón britá-nico que se produce en 1823-1824, no se sostuvo en el bienio si-guiente. Es de suponer que en 1825 la cuantía de estas arribadas que-dase por debajo de la centena, al igual que en 1826. La media men-sual de las 49 del segundo semestre de aquel año y de las 89 de los once meses del posterior, se sitúa en torno a los ocho accesos manti-mos. Las razones fundamentales de tal baja las apuntábamos ya en nuestra ponencia al Coloquio Internacional de Historia Marítima. La Emancipación arrebató a las islas su carácter de factoría en el co-mercio indiano (reexportación de manufacturas textiles o harina de trigo e introducción en Europa de productos coloniales y plata). El fundamento principal del comercio exterior canario, se hundió estre-pitosamente desde que los negociantes foráneos no precisaron de Santa Cruz, La Orotava o Las Palmas en sus transacciones con las colonias ya insurrectas. El estado de guerra que España mantuvo con las nuevas naciones (aún en 1829 se enviarían tropas a México para una absurda expedición de reconquista), obstaculizó las conexiones isleñas con Cádiz y los puertos americanos. La derrota de Ayacucho en diciembre de 1824 y el establecimiento de relaciones diplomáticas en 1825 entre Gran Bretaña y las Repúblicas de Colombia, México y La Plata, sentenciaron el abandono de las islas por parte de muchas embarcaciones extranjeras, no sólo de aquella nacionalidad. La deman-da europea de cultivos dominantes locales descendió notablemente, desde el momento en que dejó de operar la función de escala con In-dias. Los informes que el cónsul británico Mac Gregor suscribe el 1 1 de agosto de 1825 y el 3 1 de marzo de 1826, testimonian hasta qué punto el sistema mercantil insular sufrió al perderse el Imperio. 26. Al contrastar la relación de buques de ese años con las cifras globales de co-mercio, coincide ei número de enrraaas y saiiáas sin contar con diciembre. imagina-mos qu en dicho mes no hubo intercambios con Canarias, pues el informe consular lleva fecha de I de febrero de 1827. 5 52 Agustin Millares Cantero La respuesta canaria a la crisis fue la de incentivar la navegación e impedir un drástico ocaso de las flotas británica, estadounidenses y demás. Desde agosto de 1822, la Junta de Comercio acordó reducir los derechos portuarios que habían de satisfacer los buques e impuso tarifas inferiores, en especial de cara a la importación de géneros de algodón, lino, cordajes y hierro desde el Reino Unido. Londres, en compensación al favor dispensado a su oferta industrial, se avino a moderar las tasas que pesaban sobre nuestras exportaciones vitícolas. Semejantes disposiciones no lograron reanimar el abatimiento de las operaciones mercantiles. Los intendentes impusieron un fuerte gravamen sobre la exportación de productos autóctonos que era con-trario a la legislación vigente, manteniéndole a pesar de los decretos reales que le suprimían. Las reclamaciones que las firmas comercia-les británicas presentaron en octubre de 1826 trajeron consigo el fin de esta arbitrariedad, gracias a la intervención personal del ministro Canning. Rebajados y todo los aranceles, parece que la situación no experimentó variaciones sustanciales y que la atonía mercantil y na-val siguió su curso. El tono pesimista que Mac Gregor empleó el 3 1 de marzo y el 20 de agosto, cuando las empresas de sus paisanos ha-bían reducido a la mitad el volumen de sus transacciones habituales, se reproduce a finales de marzo de 1827, varios meses después de su-primirse el cobro de la imposición ilegal sobre la expedición de mer-cancías. Si nos atenemos a la célebre Memoria de 183 1, las dificulta-des económicas canarias tendieron a agudizarse en las postrimerías de la década2'. Ya indicábamos en la ponencia antedicha que los cálculos sobre el comercio legal distan de reflejar con exactitud el volumen del mo-vimiento mercantil isleño. Los cómputos que mac Gregor suministró al Foreing Office, extraídos de los manifiestos de las aduanas, ocul-tan la importante partida que entrañó el contrabando, evaluada por el cónsul en un tercio del montante de importaciones y exportacio-nes. Las medidas que en 1828 se vio obligado a adoptar el intendente para combatir los negocios matuteros, chocarían con los poderosos intereses británicos a raíz del affaire de la goleta Alfued. Madrid ce-dió ante las presiones de Londres, tolerando en la práctica la conti-nuidad de un trapicheo fraudulento en el que estaban involucrados 27. «Memoria relativa al comercio interior y exterior de las Islas Canarias, 183 ID, en El Museo Canario, no X X X V (Las Palmas, 1974), pp. 185-88. La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 553 comerciantes y capitanes navales del Reino Unido. Las páginas que siguen no reflejan, pues, la cara oculta del comercio canario con el exterior; cuyo enfoque, imposible de apreciar siquiera parcialmente, tal vez obligase a alterar los resultados que los registros legales nos muestran. La caída del tráfico británico al principiar la segunda mitad del decenio debió constituir un fenómeno general que afectó también a otros pabellones. Especialmente grave tuvo que ser la interrupción de los lazos con la España peninsular, fruto de la independencia americana. Durante el último semestre de 1825, los únicos barcos es-pañoles que acuden al Archipiélago lo hacen desde La Habana con azúcar y café, fletando vinos y aguardiente en los r e t o r n~s ?U~n. es-tado de cosas semejante contrasta sobremanera con el de 1800-1 804, en el que los buques hispánicos representarían el 42,3 por 100 de los que llegan a Santa Cruz de Tenerife, con 2 17 sobre un total de 5 13 arribos. Como se aprecia en el cuadro IV, la bandera británica alcanza en el espacio indicado el 62,O por 100 de las naves que pasan por las islas, con el 61,s del tonelaje bruto y el 67,O de las tripulaciones. Muy por detrás aparece la norteamericana, que perdió la hegemonía que circunstancialmente detentó entre los extranjeros al despuntar el siglo. El mundo anglosajón, en definitiva, aporta el 78,4 por 100 del número total de embarcaciones, aglutinando el 79,7 de su arqueo y el 8 1 ,O de sus tripulantes. El pabellón francés quedó en tercer lugar, a bastante distancia de los anteriores, siguiéndole el de las ciudades libres alemanas de Hamburgo y Bremen, el holandés, el español y el sardo. Según hemos dicho a propósito del Reino Unido, no todos los barcos que la documentación recoge tenían un cariz comercial. En ella están agrupados los de varias finalidades y resulta imposible re-conocer la naturaleza de los no británicos, ni aún de forma aproxi-mada. Quizás la proporción de las otras unidades no mercantes haya sido de escaso relieve, con la sola exclusión de las francesas. He-cha esta puntualización, la superioridad británica con respecto al co-mercio exterior canario en el último semestre de 1825 no admite du- 28. Los contactos con Cuba y Puerto Rico se consolidaron en 1827, por media-ción de ios buques de ia empresa habanera que saiían ei primero de cada mes desde La Coruña (de mayo a octubre) y Cádiz (de noviembre a abril). Cf. P. MADOZ, Dicciona-rio ..., to V, p. 403. 5 54 Agustin Millares Cantero das. Bien desde puertos nacionales o extranjeros, su implicación su-puso un 53,2 por 100 del valor total de las importaciones y un 59,O del de las exportaciones, con la totalidad de nuestros rubros en jue-go. Los hilados y tejidos de algodón ingleses, pese a la etracción de la demanda, continuaron invadiendo esta provincia en un monto considerable. Los estadounidenses, a la zaga, proseguirían suminis-trándonos comestibles por excelencia, interesándose como los espa-ñoles que navegaban a Cuba por nuestros vinos y aguardiente^^^. Frente a casi las 3/4 partes de un comercio que dominan británicos y yanquis, los antiguos centros hanseáticos y Francia son quienes úni-camente sostendrían una actividad digna de tenerse en cuenta. Los restantes partícipes quedan reducidos a una concurrencia testimo-nial, con poco más del 1 1 por 100 del valor de las importaciones y el 8,6 del alcanzado por las exportaciones. Es muy revelador que la aportacibn hispna apena siipenre !m nive!es de Holanda y Cerde-ña en el primero de esos capítulos, acabando en el otro a la cola. Los resultados de 1826 vuelven a evidenciamos la neta ventaja británica. Comparándoles con los del lapso anterior, se aprecia un pequeño descenso porcentual del número de barcos, del tonelaje y del valor de la carga introducida, pero sube de manera sustancial (en más de diez puntos) el de la que extraen. En cuanto a los norteameri-canos, que contidan en segunda posición, crece el porcentaje del valor de los cargamentos que desembarcan y se mantiene estaciona-rio el de los que acopian, pese a decaer en proporción la cantidad de buques y su arqueo. El Reino de Cerdeña se erige ahora en nuestro tercer mercado y eventualmente fue esa la tónica de los años venide-ros, a juzgar por la referida Memoria de 183 1; de Génova procedía buena parte del papel consumido en las islas, además de cristalería, lencería y productos de fabricación alemana. La espectacular baja francesa en cuanto a la valoración de las mercancías importadas o exportadas, contrasta con la cota prácticamente similar que conser-van sus en?ba-caci~nesL. i sederia francesa y algunas otras de sus in-dustrias no contaron en Canarias con una clientela notable, abun-dando más entre los buques que enarbolaban su enseña los de la Ar- 29 La corbeta norteamericana Cyane acudió a Santa Cruz procedente de Algeci-ras el 17 de julio, siguiendo rumbo a la costa africana para tomar después a su país. Algunos de estos trayectos, con probabilidad relacionados con la trata negrera, pudie-ron provocar roces con la política británica. Comercio exterior canario en el 2.0 semestre de 1825 E n t r a d a s Origen No barcus Yo Toneladas % Tripulaci~in % Carga Valor (rvon.) % GRAN BRETAÑA Puertos británicos . . . . . . . . 43 54,43 4.857 56,13 422 59,60 Manufacturas, lino y 3.390.930 43,69 aguardiente Puertos extranjeros . . . . . . . 6 739 494 5,71 53 7,48 Manufacturas 745.200 9,60 ESTADOS UNIDOS . . . . . . . 13 16,45 1 S46 17,87 99 13.99 Harina, provisiones y 1.549.350 19,97 aceite CIUDADES HANSEATICAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 3,79 480 535 2 5 333 Manufacturas y provi- 615.780 7,94 sioncs FRANCIA . . . . . . . . . . . . . . . . 7 8,87 552 6,38 34 4,80 Seda, manufacturas, 593.640 7,64 velas y jabón ESPAÑA . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 2,54 172 1,9l9 42 5,94 Azúcar y café 345.510 4,45 HOLANDA . . . . . . . . . . . . . . . 3 3,79 341 3 ,915 20 2,82 Telas y provisiones 284.580 3,66 REINO DE CERDEÑA ..... 2 2,54 210 2,412 13 1,84 Aceite y jabón 237.060 3,05 TOTAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 1 O0 8.652 100 708 100 7.762.050 100 CUADRO IV (continuación) S a l i d a s Origen N* barcos O/O Toneladas % Tripulación o/" Carga Valor (rvnn.) % GRAN BRETAÑA Puertos británicos . . . . . . . . 38 50,OO 4.368 52,7.3 388 56,47 Vino, barrilla y 4.686.840 50,12 orchilla Puertos extranjeros ....... 8 10,53 616 7,43 66 9,6 1 Vino y aguardiente 834.120 8,93 ESTADOS UNIDOS . . . . . . . 13 17,lO 1.546 18,67 99 14,41 Vino y aguardiente 1.768.320 18,92 CIUDADES HANSEÁTICAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 3,95 480 5,7'9 2 5 3,64 Barrilla y orchilla 547.020 5,86 FRANCIA . . . . . . . . . . . . . . . . 7 9,21 552 6,67 34 4,95 Barrilla y orchilla 705.780 734 ESPAÑA . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 2,63 172 2,07 42 6,l 1 Vino y aguardiente 231.030 2,47 HOLANDA . . . . . . . . . . . . . . . 3 3,95 341 4,l 1 20 2,92 Barrilla y orchilla 31 1.850 3,33 REINO DE CERDEÑA . . . . . 2 2,63 210 . 2,53 13 1,89 Barrilla y orchilla 265.500 2,83 TOTAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76 1 O0 8.285 100 687 100 9.350.460 100 Fuente: Informe del comercio. La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 557 mada o los transportes de colonos, por encima de los mercantes. Ho-landa, con sólo un barco menos que en la mitad del año precedente, casi duplicó su contribución proporcional en los valores de las mer-cancías suministradas, aunque disminuye la de sus compras. El trán-sito de naves españolas ha crecido simétricamente, si bien dicho au-mento está localizado en las entradas, decayendo en las salidas. Con casi idéntico flujo marítimo, Hamburgo y Bremen introdujeron me-nores partidas de lino o lencería y adquirieron también otras más pe-queñas de barrilla y orchilla. En resumen, a lo largo de año y medio el Reino Unido aportó un 59 por 100 del movimiento portuario insular, tanto en número de veleros como en toneladas de registro bruto. Los Estados Unidos concurren con un 15-16 por 100, mientras el Reino de Cerdeña se coloca en torno al 7 por 100 y Francia con el 8,6 de los barcos y el 6,2 de! tune!~je. Dos pises cmtro!un a!redrdor de !as 3!4 purtes de! tráfico marítimo y cuatro reúnen sobre el 90 por 100. Es una con-centración muy alta. Con pocas diferencias, el porcentaje que falta se distribuye casi a partes iguales entre las ciudades libres alemanas, Es-paña y Holanda. Nuestros puertos han perdido algo de su cosmopolitismo en re-lación con instantes no lejanos. Las ausencias más sensibles frente al primer lustro del siglo, a partir del recuento de Escolar y Serrano so-bre las recaladas en Santa Cruz de Tenerife, son las de suecos, portu-gueses y daneses, que entonces habían terciado con un 9,l por 100 de los amarres. El deterioro de la empresa nórdica en la costa del Africa occidental, así como la pérdida del Brasil y las dificultades políticas h a s , contribuyeron a que fuese así. El dominio extranjero se tornó apabullante en la nueva singladura, pero está mucho más localizado y gravita sobre Gran Bretaña, que lograría sustituir el rol de la bandera naciona130. Puede decirse que de unas 13 llegadas 30. Esta se recuperaría lentamente en los años venideros, sin alcanzar en Santa Cruz de Tenerife el predominio anterior a la emancipación americana. De 1835 a 1851 entraron en el puerto capitalino un total de 1.490 embarcaciones, de las que 1.362 eran veleros (el 91,4 por 100) y únicamente 128, vapores; es a partir de 1847 cuando empiezan a tener importancia estos últimos, superando a los primeros en 185 1 por un arribo. Los buques nacionales no llegaron a un tercio (487, el 32,6 por IOO), pero de los 1 .O03 extranjeros la mayoría correspondió a los de guerra, correos y trans-portes (725, el 72,2 por 100), dándose entre los españoles una ligera superioridad de CUADRO V Comercio exterior canario en 1826 E N T R A D A S S A L I D A S Origen h'." Valor cairga N." Valor mrga % Toneladas O h */o % 'l'oneladas % % barcos (rvon.:) barcos (rron.) GRAN BRETAÑA 89 58,16 10.343 58,99 6.525.450 48,83 90 %,O6 10.417 59,32 10.189.440 69,59 EE. UU. 2 1 13,73 2.540 14,48 2.941.11 lo 22,Ol 24 15,49 2.882 16,42 2.688.480 18,37 HOLANDA 4 2,62 331 1,89 920.160 6,89 4 2,59 331 1,89 320.400 2,19 ESPANA 7 4,58 928 5,29 731.340 5,47 5 3,22 538 3,06 223.650 1,53 FRANCIA 13 8,49 1.071 6,lO 380.340 2,85 13 8,39 1.071 6,09 171.360 1,18 TOTAL Fuente: Informe del comercio en lospuerlos de las Idas Canarias en el año 1826, Foreign Oflice 72/332 (leg. 209). La navegación britanica en aguas del archipiélago Canario ... 559 mensuales, prácticamente ocho eran de nacionalidad británica, dos norteamericana y una, respectivamente, sarda y francesa. El arqueo medio de las naves alcanzó las 112,8 toneladas y las hanseáticas fue-ron las de mayor calado, figurando detrás por riguroso orden decre-ciente las españolas, norteamericanas, sardas, británicas, holandesas y francesas. El comercio exterior sería, hasta cierto punto, un fiel reflejo del paso de las banderas respectivas durante aquellos meses. Unos dos tercios del valor total de las exportaciones isleñas fueron a parar a manos británicas, las que sin embargo no ofrecieron sino poco más de la mitad del valor de las importaciones. El cónsul Mac Gregor te-nía razón al jactarse de que un 66 por 100 de las ventas locales eran absorbidas por su país y se verificaban fundamentalmente a bordo de sus buques. La distribución de los totales de negociado (importacio-nes más exporturior?rs), h e ! u de! c ~ a d :de~ ! a página sigüiente: La balanza de mercancías resulta con un saldo favorable al Ar-chipiélago de 2,8 millones de rvon., gracias precisamente a la políti-ca británica de invertir la mayoría del capital realizado con sus ena-jenaciones en captar productos agrícolas indígenas pagados en mo-neda de oro o en dólares (pesos fuertes). La problemática que singu-lariza la balanza de renta entre el Reino Unido y Canarias, ya quedó sucintamente expuesta en las Reflexiones ... De considerarse la balan-za de servicios (transferencias, fletes, seguros y demás), este trato ten-los mercantes (259 frente a 228). El restablecimiento de los lazos económicos con Cá-diz y demás, ya despunta aquí en 1836. En el periodo 1840-1847, la media anual de nuestros mercantes fue de 20,8, por la de 12,3 de los buques de otras categorías; dicha situación se invierte en el cuatrienio 1848-185 1, de resultas del descenso de las ventas de cochinilla en los mercados peninsulares. (Cf. MILLARES CANTERO, ci-tando a P.M. RAMIREZ). Si atendemos al conjunto de los puertos canarios y no solo al de Santa Cruz, don-de la presencia extranjera estaba localizada preferentemente, el pabellón nacional debe pasar a primer plano de ordinario. En 1842 recalarían en la provincia 158 naves, de las que 89 enarbolaban aquél, el 56,3 por 100. Las británicas quedaban entonces redu-cidas a 30 y las norteamericanas a 17. Claro que lo que ocurre es que el tráfico entre las Islas Británicas y Canarias ha pasado a manos nacionales, pues, por ejemplo, los ocho buques españoles que anclaron en Las Palmas venían desde Londres con mer-cancías. La capital continua siendo el puerto insular de mayor movimiento, con I I I embarcaciones (109 segun Ramirez), siguiéndole el de La Orotava con 28, Las Palmas con 15 y Arrecife con cuatro (Londres, ZHC1/152 1, p. 26 1). El armador gaditano Luis Crosa dispuso por esas fechas de varios veleros dedicados a comerciar con las islas, y llego a suscribir un contrato para la conducción de correspondencia (MADOZ, ibid.). 560 Agustin Millares Cantero Valor (rvon.) % Reino Unido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26.37 1-.980 58,45 Estados Unidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 .947.260 19,84 Reino de Cerdeña . . . . . . . . . . . . . . . . 2.450.070 5,43 Ciudades hanseáticas . . . . . . . . . . . . . 2.126.160 4,72 Francia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.851.120 4,lO Holanda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.836.990 4,07 España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.53 1.530 3,39 ,, D N E TOTAL 45.115.1 10 1o 0 O dría que ser mucho menos recíproco para las islas. Sea como fuere, la cosas se hubiesen puesto mucho más cuesta arriba para los isle-ños en aquella etapa de contracción mercantil, de actuar los nego-ciantes británicos según la pauta de sus competidores europeos, in-troduciendo provisiones o artículos de lujo y retirando los fondos en metálico tras destinar sumas inferiores a embarcar vinos, barrilla u or-chilla. La única dirección en que la balanza comercial se salda a favor de los canarios será la de Gran Bretaña, con más de 5 millones de non. Los norteamericanos introducen y extraen mercancías prácticamente por el mismo precio, mientras los franceses realizan aquí el 90 por 100 de sus utilidades y los alemanes el 86,9. Sardos, holandeses y, so-bre todo, españoles, tendrían un comportamiento muy distinto, con un sistema muy perjudicial para nuestra precaria economía. Una vez constatada la preeminencia de los británicos en nuestro comercio exterior, pasemos ahora a describir la circulación de los ve-ieros mercanies. Los desplazar~iieiiid e 10s íiauiüs a~igiiadüa~ l a conducción de mercancías, nos van a permitir avizorar la red mer-cantil que tejen en redor de Canarias a lo largo de aquella coyuntura (cuadro VI). Desde la metrópoli se trajeron artículos cuya cotización alcan-zaría el 83 por 100 del total de las importaciones británicas. A las is-las no llegaron productos coloniales embarcados en cualquiera de las posesiones del Imperio, al menos directamente. Gibraltar sería la única colonia que realizaría intecambios de bis a bis con Canarias, y La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 56 1 por ello la hemos individualizado del conjunto. En concepto de pla-za para redistribuir géneros metropolitanos básicamente, proporcio-na nada más que el 6,l por 100 del valor de los bienes importados. La variedad de puertos que vimos al enumerar las travesías proce-dentes de las Islas Británicas, queda constreñida prácticamente a Londres, con el 78,3 por 100 de aquél. Claro que si la isla de Jersey participa con el 4,6 por 100, ello tal vez derive del mero tránsito de buques con otro origen, pese a figurar sólo Newport con un porcen-taje pírrico. Petersburg y Bremen vendrían a ser los enclaves extran-jeros desde donde zarparon tres expediciones mercantiles, por lo que la aportación de productos de fabricación no británica ni si-quiera llegaría al l l por 100 de la cotización nominal que tuvieron los cargamentos desembarcados bajo su enseña. CUADRO VI Movimiento de los buques mercantes británicos desde julio de 1825 a diciembre de 1826 E N T R A D A S S A L I D A S R U T A S N.O de % valor de N . O de O/o valor de barcos la carga barcos la carga Reino Unido-Canarias-Reino Unido . 39 73,45 50 78,49 Reino Unido-Canarias-Colonias . . . . . 3 7,90 29 9,13 Extranjero Canarias-Reino Unido . . . . 3 10,75 6 6,23 Reino Unido-Canarias-Extranjero . . . 2 1,73 17 2,84 Gibraltar-Canarias-Gibraltar . . . . . . . . 4 5,29 4 2,49 Gibraltar-Canarias-Extranjero . . . . . . 1 0,88 1 0,49 Extranjeros Canarias-Colonias . . . . . . . - - 1 0,33 TOTAL 52 1 O0 108 1 O0 Fuente: ídem. 5 62 Agustín Mzllares Cantero La exportación de cultivos dominantes canarios en buques del Reino Unido iba a tener en Londres su principal centro receptor. La capital aglutina el 67,4 por 100 del montante de todas sus adquisi ciones, que en un 19,8 terminó en otros puertos británicos. Sólo los mercados de la metrópoli acogieron remesas de barrilla y orchilla (90.177 y 1.804 quintales, respectivamente), de las que Londres reci bió la mayor cantidad con diferencia (70.120 y 1.580 quintales). Desde allí se reexpedían después hacia Europa o el área colonial al-gunos volúmenes, pero el grueso era retenido en sus propios merca-dos. Los fletes vitícolas, si bien conducidos preferencialmente a las Islas Británicas, también se tomaron al navegar hacia otros puntos: m MD Destino Núm. de pipas % E O Londres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.425 50,78 n-- Otros puertos británicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . i .596 23,67 O m E Colonias (no Gibraltar) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.2 14 17,99 SE Extranjero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 10 7,56 -E 6.745 100,OO 3 Así pues, un 25,5 por 100 del vino que cargan los navíos britá- -- nicos fue a parar a sus posesiones coloniales o al extranjero, cuando 0 m E no se consumió simplemente por pasajeros y tripulaciones. Más que O nada por mediar esta oferta, el valor de los fletamentos no encauza-dos al Reino Unido o Gibraltar llegó al 12,7 por 100 del total. A las n E colonias de las «Indias Occidentales)) (Jamaica, Barbados y la Trini- - a dad, en primer término), se remitieron 679 pipas y a Quebec otras 2 n 100, lo que confiere a las americanas un 1 13 por 100 de la suma en n n cuestión. Una parte considerable de las 205 pipas cargadas hacia Ga- 3 les del Sur, el 3 por 100, fueron reservadas como bastimento o bien O se comercializaron durante el recorrido en otras estaciones. Los bar-cos de la ruta índica saldrían con 151 pipas y los consignados al Africa Occidental con 78, e independientemente de que algunas lle-garan a sus destinos, aquél debió de ser también su empleo. Al mer-cado virginiano de Petersburg serían llevadas 432 1/2 en sus dos úni-cos viajes, lo cual indica ya un propósito de orden mercantil, dife-rente al de las pequeñas y reiteradas partidas de Río de Janeiro o los puertos colombianos y argentinos. Pensamos qioe es importante tener en cuenta. a la hora de cali-brar nuestra comercialización viticola en el exterior, el papel que co-rresponde al abastecimiento de los buques en tránsito y el de la de- La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 563 manda colonial británica en el Caribe, a pesar de la decadencia eco-nómica en que pudieron estar sumidas las «islas del azúcan). Los co-merciantes isleños siempre fueron conscientes de la enorme utilidad de un profuso tráfico naval. Crecientes y regulares arribos significa-ban, amén de garantías para distribuir mejor sus existencias y para una información más rápida y segura, la posibilidad de proveer las necesidades de los barcos con un determinado número de efectos3'. Los precios no permitían, quizás con demasiada frecuencia, compe-tir en condiciones idóneas con otros reductos portuarios, pero el su-ministro de víveres y aguadas reportó contrataciones ventajosas que a veces estimularon la producción agrícola3?. Téngase presente que no todo eran cultivos dominantes en este trasiego. Tres cargamentos de granos a Gibraltar tendrían un coste de 360.000 rvon. y otro que fue a Río se evaluó en 86.400. Además, entre las exportaciones al Rei-m Unidn se inc!~yen ! 39 qiiintz!es de dmendras y ! 5 caja de seda. Es bastante difícil calcular con exactitud la cifra de buques de guerra incluidos en ambas relaciones. En el segundo semestre de 1825, podemos localizar a seis de ellos porque se consigna el número de cañones que portaban los artillados, desde un mínimo de 20 a un máximo de 4233. De los cuatro últimos dio cumplida noticia el cón-sul Mac Gregor, quien al parecer tenía órdenes expresas de informar acerca del paso de unidades de la Royal Navy. De ser así, las comu-nicaciones relativas a determinados veleros que remite a Londres po-cos días después de cada arribo, han de referirse a los de tal condi-ción. Por este procedimiento hemos contabilizado 13 escalas en 1826 y once desde enero de 1827 a junio de 1828, las que sumadas a 3 1. Cf. Pedro M. RAMIREZ, Puertosfrancos. Serie de articulas sobre esta cues-tión, publicados en El Noticioso, periódico de esta Capital, Santa Cruz de Tenerife, 1852, pp. 9-10. El autor escribe en pleno ciclo inaugural de la grana y cuando ya los vinos contaban muy poco en nuestras exportaciones. 32. Cf. Alonso de NAVA Y GRIMON, «Un mal endémico en la economía cana-ria: la extracción de numerario de las Islas», en Tres informes de economia canaria, La Laguna, IY80, pp. 70-73, y «Memona relativa al comercio...», p. 179. 33. Prescindimos del llamado Doris, con la calidad de correodel Brasil del mes de julio a pesar de sus 42 piezas de artillería. 564 Agustin Millares Cantero las anteriores hacen un total de 30 en tres años. Es muy posible que el representante consular no diese cuenta más que de la llegada de los barcos con una significación especial, por lo que la nómina es se-lectiva y de f e c t~os aN~o~ .o bstante, nos atrevemos a aventurar algu-nas hipótesis sobre este punto. La mayoría de las embarcaciones de probable carácter militar, nueve en concreto, iban destinadas a Siera Leona. La Brazen, con 28 cañones, pasó el 16 de septiembre de 1825 y llevaba a bordo 50 hombres de tropa al mando del capitán Cl a p p e r t~nE~n~ .la Lively, no admitida por Sanidad el 6 de agosto de 1826, viajaba el goberna-dor sir N. Cam~ b e l lL~a~ ú.l tima que recaló, la Eden, lo hizo el 22 de agosto de 1827 acompañada del Diadem Transport. Este reducido m MD pero singular movimiento nos induce a creer en la utilización de los E puertos canarios, como auxiliares de Funchal o Cabo Verde, por la no Marina de S.M. en la lucha contra el comercio de esclavos. precisa- -- m mente después de 1820, los núcleos costeros del Africa Occidental, 0 E desde Gambia a la Costa de Oro (dependencia nominal de Sierra E 2 Leona hasta 1850), se convirtieron en importantes bastiones para -E combatir el tráfico esclavista en el Atlántico, orientación que persis- 3 tiría hasta la década de 1880 de consuno con las bases navales galas. - - El aprovisionamiento de tales barcos en las islas debió coexistir con 0 m E el de aquellos otros que transportaban suministros a los colonos de Sierra Leona, antes de que fracasaran allí los intentos de erigir plan- o taciones por falta de mano de obra c~al i f icadaE~l~ i.n terés económi- n E co de la región (cacahuetes y aceite de palma), fue sin embargo lo su- - a ficientemente poderoso como para propiciar el enfrentamiento nl mercantil franco-británico. n n A muy corta distancia, con ocho buques, aparecen los de guerra que navegaban hasta La India. Salvo uno, los demás recalarían entre 5 O noviembre de 1825 y septiembre de 1826, por lo que es factible vin- 34. Ignoramos el destino de dos, el Chanticleer y el Hecla, que desde Portsmouth vinieron el 24 de mayo de 1828. 35. Mac Gregor a G. Canning, Santa Cmz de Tenerife, 16-IX-1825, F.O. 72/306 (leg. 184). 36. Zdem a ídem, F.O. 72/320 (leg. 240). 37. Dicho movimiento quizás tuviera antecedentes desde la época de la Compa- -, íiia de Sierra Leuiia, e,: especia! tras de !a fUndaciSr? de F x e t ~wnE. ! isentimientn de población negra libertada fue continuado después por una nueva entidad, la Institu-ción Africana, que desarrollo en esta zona el grueso de sus actividades. La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 565 cularles a las expediciones bélicas promovidas en relación con lapri-mera guerra birmana y el desembarco en Rangún, previo al Tratado de Yandabo. En la nave Rainbow, que ancló el 17 de diciembre de 1825, marchaba de hecho el general Burke. Liquidado en 1812 el monopolio comercial de la Compañía de las Indias Orientales, ya se sabe cómo el Estado asumió las tendencias expansionistas en la zona y que la Armada británica fue invencible en el Indico. Un tercer dominio colonial, las «Indias Occidentales», aportan a continuación cinco de estas travesías: dos a Barbados, dos a las Bermudas y una a Jamaica. Hacia la primera de dichas islas zarpó el barco de guerra Víctor, capitán Lloyd, a mediados de noviembre de 1827. Con dirección al Pacífico Sur, por el contrario, la Única em-barcación de dicha clase presente es la Adventure en junio de 1 82638. Finalmente, hay otras dos que se desplazaron al Brasil y tres a las re-públicas hispanoamericanas. La Ranger, el 24 de agosto de 1825, traía al cónsul británico del Perú. En otro orden de cosas, la intromisión del corso americano se hizo especialmente sensible en el transcurso de la década por los ma-res isleños. El apoyo tácito a la emancipación de las colonias españo-las por parte de Gran Bretaña y el súbito anuncio del reconocimien-to de tres repúblicas que el ministro Canning realizó en 1825, deja-ron en un principio fuera del ataque de los corsarios rebeldes a los buques que navegaban bajo su pabellón. Las depredaciones maríti-mas de los insurrectos se concentrarían especialmente en el estratégi-co corredor canario-peninsular, para obstaculizar las comunicacio-nes con Cádiz y La Habana. De cualquier forma, pues, el clima de inseguridad que se respiró por estas latitudes acabó por repercutir negativamente en el transporte de mercancías y pasajeros. No siempre eran colombianos o argentinos los que protagoniza-ron estos episodios. En septiembre de 1823, en plena intervención de los «Cien mil hijos de San Luis», una embarcación francesa fue apre-sada por corsanos españoles y llevada a Tenerife. Como quiera que a bordo conducía un cargamento inglés valorado en 1.080.000 Non. y asegurado debidamente, sus dueños exhortaron el apoyo de Canning ante el Tribunal del Almirantazgo español y el envío de una nave a Santa Cruz, con la documentación oportuna para iniciar la reclama- 38. Son estas dos las Únicas naves en donde nos consta su naturaleza militar. Mac Gregor a G. Canning, 12-VI-1826, F.O. 72/320 (leg. 231) y 332 (leg. 248). 566 Agustín Millares Cantero ~ i ó n E~l ~ún.ic o caso en que los súbditos del Reino Unido fueron víctimas directas de los corsarios hispanoamericanos en sus correrías por estas aguas, es más tardío. Ocurrió en julio de 1828, cuando un bergantín argentino saqueó un navío francés y otro británico en las proximidades de Lanzarote, a donde aportarían sus tripulantes en sendas lanchas40. La circunstancia de no contar los Estados Unidos con represen-tación diplomática en las islas, dio ocasión a que Mac Gregor actua-se en defensa de sus intereses, ya públicos o privados. El oficial de marina yanqui John Lyon sirvió como segundo capitán del místico isleño Nuestra Señora de las Nieves, tras de su captura por un corsa-rio colombiano en septiembre de 1825. Mientras navegaba hacia Puerto Cabello, la marinería cautiva consiguió sublevarse y recupe-rar la nao costanera, arrojando por la borda al capitán enemigo y a todos sus hombres. Al norteamericano se le perdonó a cambio de que les condujese a Santa Cruz de Tenerife, en donde terminó preso en el castillo de La Cuesta. Fue entonces cuando se dirigió al cónsul de la nación amiga para que intercediera por él ante Madrid. El 30 de noviembre ofició este último a su embajador John Meade, sin que conozcamos el fruto de sus gestiones ni la suerte del prisionero4'. El propio Mac Gregor informó a Londres de un evento harto re-velador de la inquietud y alarma permanente en que vivían nuestras poblaciones litorales, temerosas de un golpe de mano por parte de los lobos de mar de las referidas repúblicas. Ya Puerto de Cabras ha-bía sufrido una incursión en 18 17 y ocho años después la capital provincial creyó estar expuesta a otra de mayor envergadura. El 11 de octubre de 1825, algunos pescadores alertaron sobre la aparición sospechosa de cierto número de buques perfectamente artillados, que maniobraban al N.E. de la isla. El comandante general Uriarte tomó al punto las precauciones necesarias, distribuyendo en los fuertes las tropas a sus órdenes. En la mañana siguiente fue avistada una fra-gata y tres unidades más pequeñas, que exhibieron bandera española e inmediatamente se dieron a la vela desde que zarpó la fragata fran- 39. F.O. 72/282 (legs. 65 y 71). 40. Mac Gregor a J. Bidwell, 3 1-VII-1828, F.O. 72/344 (leg. 234). 4 i . Eii febrero siguiente, Loridres aprobaría ia conducia de su representante pro-vincial. Por lo visto, Lyon fue atrapado en armas contra España y era conducido al Archipiélago con antelación al apresamiento colombiano. F.O. 72/306 (leg. 194). La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 567 cesa La Nymphe, en ruta hacia La Martinica. Durante varias horas se observó a la flotilla surcando el brazo de mar entre Gran Canaria y Tenerife. La opinión de quienes dijeron que eran corsarios colom-bianos resultó errónea. En realidad, se trataba de un convoy nacional que desde los puertos cantábricos se dirigía a Cuba. El día 14, por fin, entró una escuadra de diez naves con 3.000 soldados a bordo, es-coltada por tres fragatas y un bergantín de guerra42. El hipotético pe-ligro se había esfumado, mas los recelos que suscitó demuestran has-ta qué punto pesaba sobre el ánimo de muchos naturales la amena-zante actividad corsaria de las antiguas colonias. Este acontecimiento nos conduce a otra serie de consideraciones. Canarias tenía un gran interés como base para observar los movimien-tos de las armadas europeas, y los británicos sabnan utilizarla en este sentido con algún provecho. La Roya1 Navy se convirtió en el más po-deroso obstáculo frente a cualquier intentona de las potencias continen-tales para restablecer el dominio ibérico en América. La política auspi-ciada por Canning de cara a la Santa Alianza, obligó a vigilar atenta-mente el paso de los navíos y transportes militares que con relativa fre-cuencia hacían escala en Santa Cruz antes de cruzar el Atlántico. No es casual que Mac Gregor prestase mucha atención a este cometido. Un mes antes del pormenorizado informe en torno al convoy que llevó la zozobra al vecindario capitalino, el cónsul había comu-nicado la llegada del bergantín El Rekmpago, en retorno de la Gran Antilla con veinte oficiales y soldados del regimiento que allí se des-tinó en febrero43. Durante 1828 dio asimismo cuenta del tránsito desde Cádiz a La Habana de la nutrida flota que escoltó El Soberano y de la expedición bajo el mando del general Barradas. La primera, que aportó el 26 de enero, incluía entre otros buques a cinco transportes y en ella se embarcaron 200 isleños; la segunda lo hizo el 8 de junio y estaba compuesta por ocho unidades con 2.100 hombres de tropa44. 42. F.O. 72/306 (les. 188 y 190). La acometida contra la localidad majoma fue obra del bergantín colombiano El Vencedor y dio motivo para una fuerte refriega. C. Vicente MARTINEZ ENCINAS , «Puerto de Cabras: el nacimiento de una capitali-dad6 (11) en La Provincia, Las Palmas, 12-X-1977, p. 29. 43. Mac Gregor a G. Canning, 14-IX-1825, F.O. 72/306 (leg. 182). 44. Mac Gregor a V. Dudley, 26-1-1828, F.O. 72/344 (kg. 179) e idem a J. Bid-weii, 8-Vi-i828, (kg. 223j. CL sobre la uiiiiia, aunque indicando üiia fecha Uifeieíiie, Agustín MILLARES TORES, Historia General de las islas Canarias, to IV, Edirca, pp. 325-26. El 1 de junio había recalado un bergantín de guerra. 568 Agustin Millares Cantero Detrás de la preocupación por seguir los desplazamientos de fuerzas españolas a Cuba, aparece el afh por consignar el desembar-co de aquellas otras que permanecieron en la provincia a modo de reserva. Procedentes de Ceuta vinieron en marzo o abril de 1827 dos batallones con 1.200 integrantes, para reforzar nuestra pobre capaci-dad defensiva45. La circulación de barcos de guerra franceses interesó de forma particularísima a Mac Gregor, como es lógico suponer. Varias dota-ciones de la escuadra apostada en el Brasil, amarraron en Santa Cruz al ir de Toulouse o Brest a Río. Cada una de estas visitas fue pun-tualmente reseñada por el activo diplomático. Con provisiones y contingentes de refresco para dicha columna, ancló el 11 de septiem-bre de 1825 la nave Le Chamean. Otras dos, la Astrolabe y la Anti-gone, lo hicieron el 12 de junio y el 18 de agosto de 1826, respectiva-mente; esta ú!tima, que mandaha e! capitán De Molliert, en compa-ñía de la llamada Le Mense, capitán Genebrias, la cual debía unirse a la guarnición de Valparaíso. En enero de 1827 pasaron cuatro em-barcaciones galas: La Bayonnaise el día 6, seguida el 17 por la Adour, la Endynion y Vigilante. El exponente final, del 1 de junio de 1828, corresponde a una nueva escuadrilla. Menos entidad tuvo el cruce de mercantes, pues con la excepción de la Nymphe apenas se recoge el par que salió otra vez hacia Río en 1826 y 1828, refirién-dose el último a una fragata con refugiados portugueses que capita-neaba Firman Laga~-teA~s~í .y todo, el Archipiélago sirvió a los fran-ceses como apoyatura en su navegación al imperio brasileño y Améri-ca del Sur en general. A tenor de los informes consulares en cuestión, la marina mili-tar holandesa no acostumbró frecuentar nuestros puertos. Las dos únicas visitas son de 1827 y en ambos casos con destino a Batavia. Una escuadra fondeó el 2 de febrero en Santa Cruz y el 2 de junio lo hizo el barco Sheeness, con una partida de 900 soldados47. El 20 de 45. F.O. 72/332 (leg. 215). Probablemente pertenecía a este destacamento la hueste que desertó el 5 de junio, fugindose de La Gomera en un barco de la matrícula de Gibraltar (Mac Gregor a V. Dudley, leg. 223). 46. Mac Gregor a G. Canning, F.O. 72/306 (legs. 180 y 186), 320 (legs. 198, 231 y 242), 332 (legs. 200 y 201) e ídem a J. Bidwell, 344 (legs. 219 y 244). 47. Idem a G. Canning, 2-11-1823, F.O. 72/332 (leg. 210) e &id. a V. Dudley, 2-VI-1827, (leg. 222). La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 569 noviembre de 1826, finalmente, tuvo lugar la recalada de un buque de guerra ruso, el Siviavin, capitán Lupke, que había perdido contacto con una expedición en crucero al Pacífico norte. Tomados los avitua-llamiento~ p recisos, se hizo a la mar sin demora48. Según todos los indicios, la carestía de comestibles y otros géne-ros no contribuyó a favorecer el flujo naval extranjero por Canarias. Sería interesante contar con una tabla comparativa de las cotizacio-nes que en Funchal y en Santa Cruz, La Orotava o Las Palmas te-nían determinados artículos, porque nos permitiría tal vez apreciar una de las razones que durante buena parte del XIX estrangularon nuestra competitividad frente a otras plazas costeras del entorno. El cuadro VI1 recoge los precios de algunas mercancías vigentes en agosto de 1825 en la capital isleña y en la ciudad libre imperial de Bremen. Los primeros los aportó el cónsul general de Holanda, Mr. nAilhu,..c.:itTi i i , ..,.":A-..t- -11: ...-.. -A" A,. +e,." l.."t..-~. 1-m m,..-.xx..A,.m ...----Aa.. IC~ IUCI ILCa lil pul iua a UG rica iuanua , i u ~x ~ u i i u u ap iub~uui del mismo Mac Gregor, que los conocía con certeza por tratarse de su anterior destino. Al decir del agente británico, los productos de pri-mera necesidad y los desembolsos familiares fijos eran en líneas gene-rales un 100 por 100 más costosos en el Archipiélago que en el otrora puerto hanseático, debido fundamentalmente a provenir del exterior la mayoría de las provisiones, con periódicos desabastecimientos, y a las sequías y malas cosechas que a menudo soportaba la agricultura local. Salvo el vino, los víveres son mucho más caros en Santa Cruz y en el caso de la mantequilla la diferencia llegó a ser exorbitante. La carne de ternera y cordero valía también más del doble, la de cerdo y el tocino casi el triple y el jamón alrededor del cuádruple. Asimismo eran bastante más altos los importes del azúcar, café, cacao, té, jabón, velas y queso. Surtirse en los puertos canarios podía resultar, así, una operación muy poco rentable, aunque por vía del contrabando las condiciones podían ser mucho menos onerosas. La burguesía extranjera que se afincó en el Archipiélago, se en-cnntr6 reiterzhs veces lnte e! impe~t ivnd e tener q?ie desemhn!sar fondos más crecidos para conservar su status. Comerciantes, funcio-narios, profesionales y demás, debían reparar en este punto antes de decidir avecindarse definitivamente. El alto coste de la vida en com- 48. Zbid a J. Bidwell, 20-XI-1826, F.O. 72/320 (leg. 261). 5 70 Agustín Milíares Canfero CUADRO VI1 Indice de precios al consumo en agosto de 1825 (en RVON.) remen Santa Cruz Barril de harina de trigo . . . . . . . . . . . 180 360,25 Idem de vino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.620 1 .O80 Docena de huevos . . . . . . . . . . . . . . . . 1,8-2,25 3 Cuarto de leche . . . . . . . . . . . . . . . Idem de mantequilla . . . . . . . . . . . . . 1,8 135,25 Sacodepapas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191,25 294,25 - m 0 Fuente: F.O. 72/306 (leg. 162). Se indica que las cotizaciones en la capital canaria no se consideraban excesivas. paración con otras regiones (Bremen es sólo un exponente, claro está, pero algo significtivo), les obligó a incrementar su tasa de ga-nancia o a exigir mayores emolumentos. Mac Gregor mantuvo a su familia en Bremen con un sueldo anual de 500 libras esterlinas (45.000 rvon.), mientras tal cosa no era viable en Tenerife. En mayo, dos negociantes de procedencia británica emitieron a solicitud suya un testimonio sobre los ingresos que al año requerían para subsistir con la dignidad conveniente a su cargo49. Uno de ellos, asociado a la empresa familiar de Bernardo y Juan Cólogan en el Puerto de la Orotava, cifró sus gastos anuales entre las 700 y 800 libras (63.000-72.000 rvon.), asegurando que era posible desenvolverse con una cuantía algo inferior. El otro, William Davidson, miembro de la firma Le Br ü i~y Da~idjmd e Santa Cmz, e!wS sor e! cont:a,f;,~d i-cha suma a las 800-900 libras (72.000-8 1.000 rvon.), pues su presu-puesto ascendía ya a 600 habitando en casa de su socio con un nú-cleo familiar de siete personas. Mac Gregor solicitó esta última can- 49. F.O. 72/306 (legs. 134- 135). La navegación británica en aguas del archipiélago Canario ... 57 1 tidad, y aunque exagerase un tanto, puede decirse que por término medio un burgués necesitaba de 4 a 6.000 non. mensuales para sos-tener su modus vivendi al finalizar el primer cuarto del XIXSO. Si vivir en Canarias suponía para un británico algunos inconve-nientes (las ventajas tendrían que ser más, decididamente), morir re-presentaba otros de igual manera engorrosos. Ni en Tenerife ni en ninguna isla existían por entonces cementerios protestantes. De con-formidad con el articulo 27 del Tratado de Utrecht, el gobierno espa-ñol había concedido el establecimiento de uno en el Puerto de la Orotava, pero todavía en aquella fecha no se había construido por falta de subvenciones. Cuantos protestantes fallecían por aquí, eran enterrados a cierta distancia de los camposantos católicos; un decreto del 11 de abril de 1747 fijó la normativa de tales sepelios. Al no exis-tir pastor anglicano, presbiteriano o de cualquier otra confesión no ro-mana, el cónsul del país al que perteneciese el fallecido leía el oficio fu-nerario. En agosto de 1825 se ahogó precisamente el marinero ingles Ja-mes Nicholson, de Whitby, al nadar hacia una lancha. Su capitán pagó la inhumación, que se hizo bajo superintendencia consularS'. A principios de septiembre de 1827 aconteció el naufragio mas llamativo de la década. En medio de una densa niebla, zozobraría cerca de la costa africana el buque inglés Eliza, que desde Cork via-jaba a Río de Janeiro al mando del capitán John Sarchwell. Merced a la ayuda de tres pesqueros grancanarios se pudo salvar toda la tri-pulación y el pasaje, formado por emigrantes irlandeses. Los 350 náufragos (18 marineros y 332 expatriados, de los que 244 eran hombres, 46 mujeres y 42 niños), llegaron a Las Palmas en unas condi- 50. F.O. 72/306 (leg. 160). Los gastos que exigía el consulado ascendían como mínimo a 50 libras. Los tres conceptos que siguen son indicativos de lo gravoso que era en Santa Cruz cubrir varias de las necesidades privativas de un hogar acomodado, máxime cuando no se disponía de vivienda propia: COSTOS ANUALES (rvon.) BREMEN STA. CRUZ Alquiler de una casa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.700 5.400 Salario de un sirviente . . . . . . . . . . . . . . . . . 360-450 720-78 1 Educación de seis hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.500 9 .O00 En la ciudad alemana, el abono final se refiere a escuelas públicas; al no existir centros cie educación protestante en Tenerife, se precisaba contratar ios servicios de un pre-ceptor. 5 1. F.O. 72/306 (legs. 170, 172 y 174). 5 72 Agustín Millares Canlero ciones calamitosas y pidieron el pronto auxilio de Mac Gregor. El 15 de septiembre, éste comunicó al comandante general Morales que la migración había sido organizada por agentes brasileños sin autoriza-ción gubernamental, por lo que las víctimas del siniestro no podían ser consideradas como súbditos del Reino Unidos2. Lo único que hizo fue trasladarse a la capital grancanaria con 13.500 rvon., recau-dados entre los comerciantes británicos de Tenerife para socorrer a los damnificados. La asistencia resultó insuficiente. Tras pasar vanos días sin recibir alimentación alguna, los hambrientos provocaron al-gunos disturbios. Considerando la peligrosidad del asunto, el cónsul solicitó una nueva colecta de sus Paisanos y pidió instrucciones para la manutención y embarque de los infortunados colonoss3. Los restantes hundimientos de embarcaciones extranjeras no tu-vieron la misma envergadura. La nave francesa Olymphe, que trans-p& ha emigrantes de varias nacienes (cm !? hritánicns entre e!!ns), se fue a pique en los primeros días de noviembre del mismo año. No hubo pérdidas humanas aquí tampoco, atendiéndose a los náufragos en Santa Cruz de Tenerife esta vez 54. La sobrecarga que tradicional-mente traían esta clase de expediciones, las expuso con cierta peno-dicidad a la acción de marejadas y temporales. Sólo a finales de no-viembre de 1828 está documentada la pérdida de un barco de distin-ta índole, al parecer ingléss5. 52. Al principio se pensó que se trataba de un expedición de índole castrense. Morales insistió sin éxito en que se les reconociera aquella ciudadania. Mac Gregor a V. Dudley, 10-IX-1827 e ídem a Francisco T. Morales, Las Palmas, 15-IX, F.O. 72/332 (legs. 226,234 y 236). 53. Mac Gregor a V. Dudley, Las Palmas, 20-IX, F.O. 72/332 (legs. 228). Lon-dres volvió a aprobar en esta nueva oportunidad el proceder de su agente (J. Bidwell a Mac Gregor, Londres, 30-VIII-1828, 344, leg. 174. 54. Mac Gregor a V. Dudley, Santa Cruz de Tenerife, 12-XI-1827, F.O. 72/332 (legs. 250 y 252). 55. Idem a J. Bidwell, 30-XI-1828, F.O. 72/344 (leg. 262). |
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