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XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 ESFUERZO, CABALLERÍA Y CRUZADA: ¿UN MODELO MEDIEVAL DE LIDERAZGO MILITAR PROYECTADO A LAS INDIAS?1 ENDEAVOUR, CHIVALRY AND CRUSADE: A MEDIEVAL MODEL OF MILITARY LEADERSHIP TRANSFERRED TO INDIAS? Víctor Muñoz Gómez Cómo citar este artículo/Citation: Muñoz Gómez, V. (2020). Esfuerzo, caballería y cruzada: ¿un modelo medieval de liderazgo militar proyectado a las Indias? XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana (2018), XXIII-088. http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/index.php/CHCA/article/view/10484 Resumen: En este artículo se estudiarán las características del mando militar desempeñado por los reyes de Castilla durante la Baja Edad Media en relación con su ejercicio en las campañas contra los musulmanes entre el reinado de Alfonso XI y la conquista de Granada. Estas cualidades se hallaron fuertemente vinculadas a un discurso legitimador de la monarquía en torno a los principios de la “recuperación de España”, la Cruzada y la Caballería. Dicho discurso de servicio a Dios y la Iglesia, el rey y el reino fue asumido y adaptado por los Reyes Católicos y los monarcas de la casa de Austria al servicio de sus proyectos expansivos en Europa, el Mediterráneo y también las Indias. A partir de su análisis en los textos cronísticos de los siglos XIV y XV, se propone la hipótesis de que si ese modelo medieval de liderazgo militar monárquico, ligado al citado marco ideológico, pudo ser integrado por los capitanes de la conquista en América, viéndose recogido en los relatos de las crónicas de Indias. Palabras clave: Rey, Mando militar, Castilla, América, Reconquista, Cruzada, Caballería, Crónicas. Abstract: This papers aims to study the features of the military command that was exerted by the kings of Cas-tile in Late Middle Ages with respect to its performance during the campaigns against the Muslims from the king Alfonso XI’s reign to the conquest of Granada. These military traits were strongly bound to the notions of ‘resto-ration of Spain’ (restauratio Hispaniae, ‘Reconquista’), Crusade and Chivalry. The discourse of service to God and the Church, the King and the realm was taken over and adapted by the Catholic Kings and the monarchs of the House of Austria in service of the Spanish expansionist designs in Europe and, the Mediterranean as well as in the Indias. Thanks to its analysis on 14th-15th centuries chronistical texts, we wonder if this medieval model of monarchical military command, linked to the mentioned ideological framework, could have been assumed by the captain of the Conquest in America and was reflected in the narrative of the ‘Crónicas de Indias’. Keywords: King. Military command, Castile, America, Reconquista, Crusade, Chivalry, Chronicles. INTRODUCCIÓN En su obra Orbe Indiano, David Brading entendió en la justificación que Gonzalo Fernández de Oviedo, primer cronista de Indias hacía al iniciar su Historia Natural y General de las Indias —basada en el falso Berosio, publicado por Annio de Viterbo en 14982, y que identificaba las Antillas con las islas Hespéridess, hipotéticamente descubiertas por el hispano * Investigador contratado. Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas-Universidad de La Laguna. Facultad de Geografía e Historia. Campus de Guajara, s/n. 38071. San Cristóbal de La Laguna. Tenerife. España. Teléfono: +34922318930; Correo electrónico: vmg1981@gmail.com 1 Este trabajo forma parte del proyecto de investigación Solidaridad y/o exclusión en las fronteras marí-timas. Castilla en la Baja Edad Media (Ref. HAR 2013-48433-C2-2-P), financiado por el Ministerio de Econo-mía y Competitividad. 2 GONZÁLEZ DÍAZ (2012), pp. 509-514. © 2019 Cabildo de Gran Canaria. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional. VÍCTOR MUÑOZ GÓMEZ 2 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 rey Hespero en la Antigüedad3— una clara continuidad conceptual entre el pasado medieval de los reinos cristianos de la Península Ibérica y la nueva expansión iniciada durante la monarquía de los Reyes Católicos sobre América. Al fin y al cabo, a través de este alambicado razonamiento, no hallaríamos sino un estado de opinión más profundo por el cual «…la ocupación del Nuevo Mundo por los españoles debía considerarse la reconquista de antiguos dominios ibéricos…»4. El objeto de estas páginas no es, en todo caso, el debate en torno al concepto historiográfico de “Reconquista” y los procesos históricos a los que remite. En torno a esta discusión, me interesa aquí llamar la atención sobre una de las acepciones del término, que justamente remite al plano ideológico de legitimación de la guerra expansiva liderada por de las monarquías cristianas del norte de la Península Ibérica sobre los territorios musulmanes andalusíes en términos de restauratio Hispaniae, es decir, de recuperación del reino perdido de los godos a manos de los infieles5. Este principio, a partir de los siglos XI y XII, fue integrando de forma progresiva elementos del discurso de guerra santa y cruzada alimentado desde el papado alrededor de la recuperación de Tierra Santa, la lucha contra los enemigos no cristianos y la defensa de la Cristiandad. De este modo, desde el siglo XIII y, sobre todo, el siglo XIV, en la monarquía castellano-leonesa —la que de forma más intensiva asumió como propia esa misión de la “restauración de España”—, los argumentarios de guerra santa y de guerra justa para la recuperación de la tierra invadida ilegítimamente por un enemigo extranjero tendieron a subsumirse el uno en el otro, apoyándose mutuamente a la hora de justificar el liderazgo de los reyes en unas empresas expansivas hacia el sur contra los oponentes granadinos y norteafricanos que cumplían al servicio de Dios y la Iglesia, del propio rey y del reino6. Precisamente, sobre ese papel del monarca como caudillo del reino y comandante de la hueste frente a los musulmanes me gustaría centrar este trabajo. No en vano, en el medievo ibérico, la función del rey como tal líder militar de sus vasallos y naturales, muy particularmente en las acciones de guerra con el Islam, resultó ser una de las principales que correspondían al ejercicio del poder regio y sobre la que en gran medida se justificaba su autoridad y prestigio, presente y para la posteridad, en la ostentación de tal dignidad7. Así, el rey y la imagen de él al frente de la hueste —al servicio de la derrota de los musulmanes muy particularmente— venía a constituirse en un modelo, de gobernante y en el propio ejercicio de las armas para la comunidad del reino, que en el caso de Castilla alcanzó en buena medida su culmen en la figura de Fernando el Católico durante la guerra de conquista de Granada (1482-1492). La escenificación y comunicación de las cualidades virtuosas que adornaban al rey guerrero se convirtieron así en uno de los pilares legitimadores del poder de la monarquía castellana en la Baja Edad Media8. 3 FERNÁNDEZ DE OVIEDO, G. (1851-1855), vol. I, pp. 14-18. 4 BRADING (1991), pp. 47-48. 5 Valga señalar que convengo a considerar las dinámicas de ocupación militar y organización social del espacio por parte de las sociedades cristianas feudales de la Península Ibérica a despecho de las de al-Andalus como insertas en un proceso más global de expansión de la sociedad feudal cristiana occidental desde la Plena Edad Media, si bien con sus especificidades, mejor que como un fenómeno original y genuinamente hispánica, diferenciado de otros casos europeos. Sobre estos debates y estas posturas, amén de la cuestión del discurso de la “recuperación de España”, BARLETT (1993), TORRÓ (2000), O’CALLAGHAN (2003), GARCÍA FITZ (2010), RÍOS SALOMA (2011), en particular p. 30 y ss., RÍOS SALOMA (2013). 6 La bibliografía al respecto es muy abundante. Un buen ejemplo de ello en las referencias de la nota ante-rior, AYALA MARTÍNEZ (2015) o HENRIET (2015). Valga remitir a una síntesis al respecto en TINOCO DÍAZ (2012); TINOCO DÍAZ (2017), pp. 33-68. 7 MARAVALL (1981), p. 263. 8 NIETO SORIA (1993). ESFUERZO, CABALLERÍA Y CRUZADAS... 3 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 Mi intención es, pues, tratar de poner en relación ese modelo de mando militar regio castellano, conformado en torno a los enfrentamientos con los musulmanes, y la idea de continuidad “reconquistadora” que Brading interpretaba en las palabras del cronista Fernández de Oviedo acerca de los fenómenos de exploración, conquista y colonización de América por los españoles desde el final del siglo XV y los inicios del siglo XVI. Así, en un ejercicio que se mueve a medio camino entre los estudios históricos y literarios, se pretende hacer repaso al conocimiento actual acerca de las características militares que correspondían a los monarcas de Castilla a lo largo de los siglos XIV y XV y su articulación armónica alrededor de los ideales que afectaron a la guerra contra el Islam en la Península Ibérica. Para ello, recurriré a su análisis a partir de los testimonios plasmados en la narrativa cronística regia desde la época de Alfonso XI hasta la de los Reyes Católicos. La selección de estas fuentes obedece, en fin, a dos motivaciones. La primera es de tipo teórico-metodológico. No en vano, estos relatos se hallaban caracterizados por el poderoso sentido ideológico de los mismos, resultando una “lógica social” de dichos textos bien integrada con los valores de construcción y legitimación de la centralidad de la monarquía en la cúspide de la sociedad feudal tardomedieval, justamente propugnados desde los entornos regios castellanos desde época de Alfonso X y que progresivamente terminarían imponiéndose en el conjunto del reino9. A resultas de ello, habrán de ser particularmente aptos para aproximarnos a la elaboración de las representaciones militares vinculadas a las empresas “restauradoras” y cruzadas de las guerras contra los musulmanes que aquí interesan. La segunda nos permitirá formular una hipótesis de trabajo. De existir tal modelo de representación del liderazgo militar y ser aprehensible a través de la cronística castellana bajomedieval, ¿es posible tratar de hallar, dentro del nuevo contexto de expansión europea, mediterránea e indiana de la monarquía española de los Reyes Católicos y sus herederos y de los valores que la alumbraron, un trasvase de esas cualidades guerreras y de mando a los capitanes de la conquista americana? Para ello, la comprensión de las posibles influencias del género historiográfico bajomedieval en la escritura de las llamadas “crónicas de Indias”, continuidades, evoluciones y rupturas pasa a ser un reto de primer orden. “RECONQUISTA”, CRUZADA Y CABALLERÍA: LOS HECHOS DE ARMAS DE LOS REYES DE CASTILLA CONTRA LOS MUSULMANES El origen del modelo El punto de partida de este análisis ha de colocarse en el reinado de Alfonso XI (1312-1350). Esto no solo se debe al rotundo éxito de sus campañas contra los musulmanes, coronadas fundamentalmente con la victoria del Salado (1340) y la conquista de Algeciras (1344) resultado de ello el final de las intervenciones norteafricanas en la Península Ibérica, el control efectivo para los cristianos del estrecho de Gibraltar y el sometimiento efectivo al vasallaje de Granada respecto del rey de Castilla10. Las iniciativas de Alfonso XI fueron fundamentales a la hora de definir los principios que sustentarían la guerra contra los musulmanes hasta el final del siglo XV, dando lugar igualmente a un esfuerzo historiográfico de primer orden para fijar el discurso bélico frente al Islam propugnado por la monarquía, 9 GÓMEZ REDONDO (1989); SPIEGEL (1990); GÓMEZ REDONDO (2000); WARD (2000); FUNES (2003); VALDALISO CASANOVA (2007); VALDALISO CASANOVA (2010), pp. 155-192; VALDALISO CASANOVA (2015). 10 MANZANO RODRÍGUEZ (1991); LADERO QUESADA (2005); ARIAS GUILLÉN (2012). VÍCTOR MUÑOZ GÓMEZ 4 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 colocado al servicio de la superioridad de su poder11. No en vano, la Crónica de Alfonso Onceno y el Poema de Alfonso XI fueron las primeras obras donde el vocabulario de la cruzada se integró junto al de la “recuperación de España” en la justificación de la guerra contra los musulmanes en la Península Ibérica, con referencias claras a su consideración no solo como guerra justa y en servicio a Dios, la corona y la tierra del reino, sino también como “guerra santa” o “santa lid”, “cruzada” o “romería”. La inclusión de acciones con un claro valor simbólico, como el acto de la toma de la cruz por el rey antes de salir a campaña, la presencia del pendón de la Cruzada junto al del rey y el de Santiago o los pendones concejiles en ella o la fastuosa embajada remitida al papa Benedicto X en Avignon tras el triunfo del Salado son una buena muestra de esa integración de los valores cruzados, a través de los cuales Alfonso XI se presentaba no solo como cabeza de su reino sino también como paladín de la Cristiandad en un momento de franca reafirmación de la ideología de cruzada en el Occidente latino12. Ambos textos, por otro lado, otorgaban un papel de enorme relevancia al espíritu y los valores de la caballería en el desempeño del esfuerzo bélico del rey, como ejemplo a sus vasallos. Sobre todo el Poema incidía en el esfuerzo de Alfonso XI y sus caballeros en un sentido más claramente épico y heroico, tanto por la implicación en la cruzada por el rey, o por la invocación a reverdecer las hazañas y la fama ganada por los monarcas antepasados de don Alfonso, hasta el mismo linaje de los godos, y de héroes como el propio Cid: la propia participación de este en un ethos caballeresco a imitar, pues. De un modo u otro, esta narrativa muestra cómo la guerra contra los musulmanes se convirtió en un elemento central del ideario monárquico de superioridad del poder real y restauración de la justicia en su reino, en el que la misión ancestral de la restauratio Hispaniae, la defensa cruzada de la Cristiandad y el liderazgo caballeresco iban de la mano, representados por Alfonso XI y a transmitir a la posteridad13. Esto no evitaba, en todo caso, que la actitud en la dirección de las operaciones de asedio y batalla campal por parte del rey que era reflejada en estas narraciones se articulara como un balance entre la implicación activa y arrojada en el combate, adecuada a la idea de la honra caballeresca, y una pragmática prudencia a la hora de evaluar riesgos y evitar posibles descalabros para los castellanos en situaciones de desventaja táctico o logística que vinieran amenazasen la seguridad y los intereses del rey y del reino14. Este thopos literario, recogido en otras crónicas contemporáneas del siglo XIV, que oponía los deberes del caballero con la lógica de gobierno y mando militar correspondiente a un monarca, será reproducido de manera continua en contextos similares de guerra contra Granada en la cronística castellana posterior, obedeciendo a los dilemas de definición de las virtudes caballerescas y del mando en la tratadística de re militari bajomedieval europea y castellana y que tendieron a reforzar progresivamente esa noción de la prudencia como valor positivo del caballero15. Cuando durante el reinado de su hijo Enrique II (1366/1369-1379) —otro reputado comandante militar, por otra parte— se elaborase la Gran Crónica de Alfonso XI, pese a que la consolidación de este en el trono y la justificación de sus derechos legítimos a él tras la derrota y asesinato de su hermanastro Pedro I alejaron a Castilla de cualquier iniciativa agresiva sobre Granada, era claro que el modelo de realeza pero también de caballero y caudillo contra el Islam esforzado y comprometido con esta misión que encarnara Alfonso XI se había constituido como un arquetipo a seguir para sus sucesores. Otro tanto podía decirse 11 Para estos textos historiográficos, CERDÁ Y RICO (1787); VICTORIO (1991). 12 FERNÁNDEZ GALLARDO (2010); RODRÍGUEZ-PICAVEA (2010); ARIAS GUILLÉN (2011); NUSSBAUM (2012); ARIAS GUILLÉN (2016). 13 VAQUERO (1984); GÓMEZ REDONDO (1999), pp. 1.265-1.266 y 1.276-1.281, FERNÁNDEZ GALLARDO (2010); NUSSBAUM (2012). 14 ARIAS GUILLÉN (2009). 15 GÓMEZ MORENO (1995); RODRÍGUEZ VELASCO (1996); FERNÁNDEZ GALLARDO (2013). ESFUERZO, CABALLERÍA Y CRUZADAS... 5 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 de la definición de la guerra contra Granada para la restauración de la España perdida por el visigodo Rodrigo como guerra santa y empresa caballeresca, aspectos que, de hecho, en la Gran Crónica eran formulado de forma mucho más clara16. El desarrollo del discurso restaurador, cruzado y caballeresco Durante el siglo XV se observó la reanudación por parte de la monarquía castellana de retomar la guerra contra los musulmanes y revitalizar el discurso reivindicativo de este proyecto. Aunque los resultados militares globales durante los reinados de Juan II y Enrique IV pueden ser calificados como discretos, a razón de la discontinuidad de las pocas campañas organizadas por la Corona y del territorio conquistado a los granadino, lo cierto es que las acciones militares comandadas desde la monarquía contra los musulmanes sí tuvieron una notable relevancia en la definición del discurso legitimador regio y así fueron bien reflejadas en la cronística de este siglo17. Así, el infante Fernando ‘el de Antequera’, tío y regente de Juan II quien entre 1407 y 1410, en su condición de más importante pariente regio, hizo del liderazgo en la guerra contra el Islam al servicio de la monarquía el eje central de legitimación de su propia autoridad en el reino. El recurso efectivo a la doble justificación de la restauratio Hispaniae y de la cruzada resultó notablemente enriquecido, mostrándose como un príncipe elegido por la Providencia y directamente protegido por la Virgen María para tal misión y vehiculando los aspectos devocionales y caballeresco de tal esfuerzo vehiculado a través de la orden de caballería por él fundada, de la Jarra y el Grifo. Además, en términos simbólicos, la exhibición de objetos como la espada Lobera, el pendón de San Isidoro de León o “de Baeza” o el de la cruzada, junto con el tradicional del Apóstol Santiago, permiten reconocer la representación del entronque con una herencia en esta línea recibida de los monarcas castellanos antepasados suyos, muy particularmente en las personas y obras de Fernando III y Alfonso XI. Por otro lado, aunque no contaba con experiencia militar previa al inicio de la campaña de 1407, su ejercicio del mando y la coordinación de abastecimiento, cabalgadas, asedios y batalla campal es globalmente elogiado en la Crónica de Juan II, reafirmando la imagen de prestigio militar que pretendía exhibir y que se vio coronada con la conquista de Antequera18. La exitosa implicación en la sucesión del trono de Aragón, lograda en 1412, detuvo la continuación de cualquier acción ofensiva contra Granada, si bien la expectativa de su reanudación siguió siendo uno de los pilares en el control de la regencia en Castilla hasta su muerte en 141619. Aunque en buena medida ni Juan II ni Enrique IV reivindicaron explícitamente el modelo de liderazgo representado por el infante Fernando, a resultas de los conflictos civiles que los enfrentaron con los hijos de este, los infantes de Aragón, durante la primera mitad del siglo XV, esto no evitó que, en ambos casos, el discurso reactualizado en los años de regencia de aquel fuera recurrentemente manejado por ambos monarcas y que la voluntad teórica de culminar con la conquista de Granada fuera un factor propagandístico relevante en ambo reinados. En el caso de Juan II, su implicación directa en campaña se limitó a una fugaz entrada en la frontera 16 Para la edición de la Gran Crónica, CATALÁN (1976). 17 Igualmente, para el seguimiento del conjunto de los conflictos entre Castilla y Granada a lo largo del siglo XV, LADERO QUESADA (2002). Véanse también, para la regencia del infante Fernando ‘el de Anteque-ra’ en la minoría de edad de Juan II GONZÁLEZ SÁNCHEZ (2016). MUÑOZ GÓMEZ (2016), y para el reina-do efectivo de Juan II y el de Enrique IV, SUÁREZ FERNÁNDEZ (1954); PORRAS ARBOLEDAS (1993); MARTÍN (2003); ECHEVARRÍA ARSUAGA (2004). Acerca de las treguas entre Granada y Castilla, MELO CARRASCO (2015). Mientras, sobre la evolución política interna del reino de Granada durante el siglo XV, PELÁEZ ROVIRA (2009). Acerca de las treguas entre Granada y Castilla, MELO CARRASCO (2015). 18 GARCÍA DE SANTA MARÍA (1982). 19 MUÑOZ GÓMEZ (2013); MUÑOZ GÓMEZ (2015); MUÑOZ GÓMEZ (2016), pp. 99-138. VÍCTOR MUÑOZ GÓMEZ 6 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 granadina en el verano de 1431, realizando en ella prácticamente sus primeras armas. El liderazgo de aquellas acciones culminadas en la batalla de la Higueruela correspondió prioritariamente a su privado, el condestable Álvaro de Luna. La delegación ritual del rey en el condestable que es transmitida por los distintos textos cronísticos que la describen la campaña20, en todo caso, no impidieron a Juan II beneficiarse de su reconocimiento como rey cruzado, más allá del limitado alcance de estas acciones bélicas o del resultado conjunto de la política respecto a Granada en su reinado. No puede negarse, en todo caso, que fue el condestable quien pudo arrogarse en el prestigio de liderazgo mesiánico, cruzado y caballeresco para el reino en ese objetivo justo y sacralizado de recuperación de España frente a los musulmanes, escenificando así su preeminencia en el orden político del reino21. Mientras, por lo que respectó a Enrique IV, este no solo reunía a su ascenso al trono en 1454 ya una cierta experiencia de combate, labrada a partir de 1439, sino que entre 1455 y 1458, en 1462 y 1464 encabezó diversas expediciones militares en la frontera granadina y se implicó en el sostenimiento de sus capitanes fronteros frente a los nazaríes. Aunque los relatos cronísticos referidos a su reinado se hallan profundamente divididos en la calificación del monarca a causa del contexto casi continuo de desorden y rebelión que se sucedió desde 1465 a su muerte en 1474 y por la problemática de la legitimación del acceso al trono de su hermanastra Isabel tras la posterior guerra de sucesión, lo cierto es que Enrique IV alcanzó un notable éxito al propiciar con su estrategia militar un sustancial avance de las posiciones castellanas fronterizas —con hechos como las tomas de Archidona o Gibraltar— pero también al renovar la imagen del rey caballero cristiano y cruzado empeñado en la “recuperación de España”, preludiando en buena medida muchos de los elementos de este discurso que alcanzarían su culmen en el reinado de los Reyes Católicos22. Es cierto que el proceder táctico de Enrique IV en campaña destacó por su prudencia, eludiendo la confrontación directa en campo abierto con los granadinos e insistiendo en las talas en su territorio con el fin de debilitar progresivamente su resistencia. Sin embargo, contrasta notablemente el relato de Alonso de Palencia y, en menor medida, de Diego de Valera, que insisten en la falta de arrojo e incluso la cobardía de Enrique IV al implicarse solo en batidas de exploración de poco riesgo y dignidad para un caballero y un rey, pese a llegar a ser herido en una de estas escaramuzas23, del presentado por Diego Enríquez del Castillo, elogiando junto a su participación en estas cabalgadas, el buen juicio del monarca y su preocupación por las vidas de sus hombres al evitar choques que pudieran ser desfavorables24. De cualquier forma, el desenvolvimiento personal continuado de Enrique IV en la que era definida ya como bellum divinum, guerra divinal, una misión providencial de Castilla para con su historia y el destino de la Cristiandad frente a sus enemigos, no pudo dejar de ser elogiada por tratadistas como Alonso de Cartagena, Rodrigo Sánchez de Arévalo, el predicador Alonso de Espina o los cronistas que se ocuparon de su reinado desde posturas casi antagónicas, Diego Enríquez del Castillo y Alfonso de Palencia25. Fue, además, durante su reinado cuando por primera vez la culminación de las empresas granadinas del rey de Castilla fueron 20 PÉREZ DE GUZMÁN (1779); GARCÍA DE SANTA MARÍ (1891); BARRIENTOS de (1946); CA-RRILLO DE HUETE (2006). Estos aspectos son particularmente evidentes en la propia obra cronística protago-nizada por Álvaro de Luna [CARRIAZO (1940a), capítulos XXXIV-XXXIX]. 21 NIETO SORIA (2010). 22 TINOCO DÍAZ (2017), pp. 255-276. 23 Ejemplos de ello en PALENCIA (1904-1908), vol. I, p. 72, VALERA (1941), p. 22. En relación a las críticas de Alonso de Palencia y Diego de Valera al modo de guerrear de Enrique IV, GÓMEZ REDONDO (2007), pp. 3.522-3.526. 24 Ejemplos en ENRÍQUEZ DEL CASTILLO (1994), pp. 20, 23. 25 En torno a la cronística del reinado, véanse al menos PALENCIA (1904-1908); SÁNCHEZ PARRA (1991); VALERA (1941); ENRÍQUEZ DEL CASTILLO (1994); PALENCIA (1998-1999). ESFUERZO, CABALLERÍA Y CRUZADAS... 7 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 programáticamente conectadas un fin ulterior de continuación de esa lucha de los cristianos contra los musulmanes del norte de África como vía alternativa para el acceso a la recuperación de Jerusalén, introduciendo este factor más la cruzada en el discurso monárquico castellano de la guerra contra los musulmanes. En efecto, su presentación como paladín de la Cristiandad, respaldada por el papado, marcó un hito en una época de franco avance turco en el Mediterráneo oriental y los Balcanes, logrando la expedición de hasta diez bulas de Cruzada por parte del papa Calixto III, la administración de las órdenes militares en sus reinos por diez años en 1456 o el simbólico galardón con el estoque pontificio por dos veces, en 1458 y entre 1467 y 146926. La culminación del ideal durante la monarquía de los Reyes Católicos Al fin, fue durante el reinado de los Reyes Católicos que el discurso legitimador de la guerra contra los infieles, que alcanzó tanto desde el punto de vista restaurador como desde el de tipo cruzado su forma más acabada y rica hasta aquel entonces pero también una apertura hacia un nuevo horizonte de proyección universal al que aspiró la monarquía de los reyes de Castilla y Aragón. No me extenderé aquí en los pormenores de la guerra de Granada27, centrándome en abordar la figura militar de Fernando el Católico y su puesta en relación con el programa monárquico marcadamente neogoticista en que se encuadró el conflicto desarrollado entre 1482 y 1492 hasta la última conquista de Granada28. En este sentido, al rey Fernando correspondió el desempeño del liderazgo y el mando militar efectivo más efectivo frente al papel organizativo, de asistencia a la hueste y también, en el plano piadoso y devocional asumido por la reina Isabel29. Este reparto de funciones entre los titulares de la monarquía se optimizó, a partir de la herencia discursiva, simbólica y representativa labrada desde época de Alfonso XI al servicio de un ideal que solo se dirigía hacia la expulsión de España de los invasores islámicos sino al propio restablecimiento de un orden hispánico común bajo los reyes de Castilla y Aragón en todos los órdenes, incluido el de la unidad cristiana de su monarquía y el propio papel de los reyes en defensa del conjunto de la Cristiandad frente a la amenaza islámica, reavivada tras la toma de Otranto de 1480, y el liderazgo de la cruzada que programáticamente recuperaría Jerusalén30. Fernando, en ese papel de caudillo militar, fue presentado como ejemplo de príncipe guerrero y gobernante, cuya figura venía precedida por una poderosa aura de mesianismo profético que hundía sus raíces en esa tradición catalano-aragonesa de naturaleza escatológica desde finales del siglo XIII, ligada a la venida del rey que acabaría con el Islam, reconquistaría Jerusalén y reformaría la Iglesia, gobernando la Cristiandad en la unidad de la fe como el monarca universal que remite al emperador de los últimos días31. Dentro de este orden, en el ejercicio práctico de las arma, Fernando el Católico resultó el comandante más experimentado de todos los soberanos castellanos aquí analizados desde 26 WARMINGTON (2000), pp. 123-128; ECHEVARRÍA ARSUAGA (2004). 27 QUESADA (1967); PÉREZ (1988); LADERO QUESADA (2001); RIBOT GARCÍA, VALDEÓN BARUQUE y MAZA ZORRILLA (2007); LADERO QUESADA (2014). 28 Sobre la figura de Fernando el Católico es ineludible acudir a la obra de BELENGUER CEBRIÀ (1999). Para la ingente bibliografía generada en los últimos años y, más en particular, en relación con el centena-rio de su muerte, valga remitir a las referencias recogidas en FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2017), pp. 15-19. 29 FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2017), p. 22; TINOCO DÍAZ (2017), pp. 335-387, 421-438. 30 PEINADO SANTAELLA (2000); FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2017), pp. 19-31; TI-NOCO DÍAZ (2017); FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2015); FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2017), pp. 19-31. 31 MILHOU (1983); AURELL (1997); DURAN GRAU y REQUESENS (1997). VÍCTOR MUÑOZ GÓMEZ 8 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 Alfonso XI. Había adquirido su primera experiencia de combate en 1465 en la guerra civil catalana y de mando desde 1475 en la guerra de sucesión al trono de Castilla, ampliándola y perfeccionándola sobre la base de reveses y triunfos a lo largo de ella, durante la guerra de Granada y aun en la campaña del Rosellón de 150332. De este modo, alcanzó un enorme prestigio militar que combinó habitualmente la implicación audaz en acciones de combate de forma personal con las labores de coordinación y supervisión de las operaciones. El pulso entre estos dos perfiles del ethos caballeresco que venía definiéndose durante el final de la Edad Media, el del esfuerzo y el riesgo y el de la prudencia en el cálculo del riesgo al servicio de fines superiores, es bien reflejado en las narraciones de Alonso de Palencia como Diego de Valera y Fernando del Pulgar en acciones como los cercos de Vélez Málaga, Málaga o Baza33. Pese a que el perfil de dirección táctica y estratégica por parte del rey Fernando fue adquiriendo progresivamente mayor protagonismo durante los años de la conquista de Granada34, ambas facetas aparecen celebradas en las crónicas, encarnando extraordinariamente como comandante las virtudes tanto de gobierno correspondientes al príncipe como las de capitán y, en conjunto, de caballero. Cabe, entonces, recapitular que, en torno a Fernando el Católico durante la guerra de Granada cristalizó la forma más acabada de un discurso en que la noción de la restauratio Hispaniae, en su confluencia con los valores de la Cruzada y la defensa y expansión de la Cristiandad frente a sus enemigos en la Edad Media tardía aportó todo un cuerpo ideológico de liderazgo en tal esfuerzo de guerra de conquista. La cronística regia permite comprobar, como testimonio crucial en la definición y difusión del mismo cómo, al menos desde Alfonso XI en la primera mitad del siglo XIV, este fue bien representado por los reyes de Castilla como caudillos militares, en torno a principios de servicio a Dios y a la Iglesia, al rey y al reino, esfuerzo y honra caballerescos y rememoración de la fama alcanzada por sus antepasados en pos de tales principios. Más aún, que no solo fue una de las bases de su propia legitimidad monárquica sino un modelo a seguir para los miembros del linaje regio, sus vasallos y súbditos en el servicio a la Corona y el propio ensalzamiento de su dignidad social. La resignificación de todo este cuerpo doctrinal durante el reinado de los Reyes Católicos, culminada la guerra de Granada y abiertas sus estrategias expansivas a los escenarios mediterráneo-italiano y atlántico, llevarían a enlazar esta noción de la guerra contra los musulmanes y su liderazgo con una suerte de teórica comunidad de intereses en torno a la idea de monarquía cristiana universal respaldada por el papa. La misma, de una parte, lo reconocía a los monarcas españoles y particularmente a Fernando el Católico, como su defensor, salvador de Italia y defensor del Orbe frente a los enemigos infieles —pero también cristianos que no aceptasen la autoridad temporal papal— y, de otra parte, sancionaba las expediciones castellanas hacia las Indias en tanto forma de expansión de la Cristiandad mediante la evangelización de sus pobladores35. De este modo, el sustrato ideológico monárquico de la guerra hispánica contra los musulmanes durante la Baja Edad Media, eminentemente castellano pero reactualizado a partir de influencias catalano-aragonesas y suritálicas, alcanzado el que parecía su culmen en el espacio peninsular ibérico, se abría hacia un nuevo horizonte abierto al Mediterráneo y al Atlántico que acabaría heredando el emperador Carlos y la casa de Austria. 32 MAS CHAO (1992). 33 PULGAR (2008), pp. 266-267; VALERA (1927), p. 275; PALENCIA (1998), p. 404. 34 TINOCO DÍAZ (2017), pp. 414-415, 421-438. 35 FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2015); FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2017), pp. 19-31. ESFUERZO, CABALLERÍA Y CRUZADAS... 9 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 CRÓNICAS BAJOMEDIEVALES Y “CRÓNICAS DE INDIAS”: ¿UNA RELACIÓN POSIBLE? Llegados a este punto, aunque los derechos de los reyes de España sobre las Indias tuvieran más que ver con la legitimidad reconocida al dominio de aquellas tierras de cara la evangelización de sus pobladores nativos a partir de las bulas del papa Alejandro VI que con el fantástico —e interesado— descubrimiento de las Antillas por el hispano Hespero esgrimido por Gonzalo Fernández de Oviedo, lo cierto es que, a juzgar por el punto de vista de este autor, la idea de continuidad del ideal conquistador hispánico en los confines del Occidente latino de origen medieval sí parecía mostrar una notable vigencia en las primeras décadas del siglo XVI. Sin duda, la historiografía regia castellana de los siglos XIV y XV participó de la fijación y transmisión social de un modelo de virtud militar y ejercicio del mando que bebía directamente de los ideales aristocráticos de la caballería de su época. Cabe entonces preguntarse si, en efecto, el ejemplo de las cualidades militares y de mando que se ha rastreado a partir de la historiografía real castellana de los siglos XIV y XV puede sondearse de algún modo en las fuentes disponibles como un espejo para los capitanes que protagonizaron las empresas de conquista en el Nuevo Mundo. Así, ha de partirse de que los diferentes textos narrativos elaborados entre el siglo XVI y las primeras décadas del siglo XVII e incluso durante el siglo XVIII que han sido catalogados bajo el epíteto de “crónicas de Indias” responden formalmente a una tipología diversa en la que, por otro lado, es difícil establecer claras distinciones entre los textos a los que se reconoce un carácter claramente literario y aquellos otros en los que este no es fácilmente detectable o se niega frente a su condición fundamentalmente documental. Más todavía, José Carlos González Boixo advertía sobre el valor historiográfico de no pocos poemas épicos y de su posible consideración dentro de estos textos, amén de lo mucho que queda por hacer a la hora de considerar tanto las posibles relaciones de esa narrativa indiana con la tradición historiográfica antigua, medieval y renacentista contemporánea, con la narrativa de ficción y la posibilidad de que terminara generando un modelo propio36. No obstante, los principales estudios que se han ocupado de la clasificación de estos textos y del análisis de sus características literarias, pese a que no eluden que la tradición historiográfica medieval castellana condicionó vivamente el sentido de la cronística americana —providencialismo, “nacionalismo”, expansionismo, moralismo— aun integrando influencias humanísticas, no dejan de considerar menor su impronta frente al de otras influencias. Ha predominado el interés por las de carácter clásico y humanístico, aunque también se ha considerado el de algunas de origen medieval, ligada a la materia de la mirabilia, y más notablemente de a referentes procedentes del romancero o de modelos épicos como los del Cid o el Bernardo del Carpio reinterpretados en sus versiones impresas del final del siglo XV y del siglo XV o la lírica renacentista. Dentro de estas, en todo caso, ha destacado la relevancia otorgada al papel de la literatura de caballerías en la configuración del universo mental de los autores indianos37. Así, sirva como ejemplo, podemos retornar a Gonzalo Fernández de Oviedo. En efecto, el mesianismo y el providencialismo histórico en torno a la misión que correspondía a Castilla en América se hallaban insertos en su proyecto historiográfico38. Más, los valores y actitudes mostrados por los infanzones, hidalgos y caballeros que aparecen en su Historia Natural y General de las Indias (honor, valor, audacia, 36 GONZÁLEZ BOIXO (1999). No entraré en la problemática consideración literaria de las “crónicas de Indias”, si bien conviene revisar a este respecto trabajos como los de PUPO WALKER (1982); GONZÁLEZ ECHEVARRÍA (1984) o AÑÓN Y BATTCOCK (2013), junto a dossier por estas últimas autoras coordinado en dicha revista con el título Las crónicas coloniales desde América: aproximaciones y nuevos enfoques. 37 MIGNOLO (1982), pp. 57-117; ANTELO IGLESIAS (1989); LEONARD (1992), II The Romances of Chivalry, SERNA (2003), pp. 60-69. 38 O’GORMAN (1979), pp. 64-70. VÍCTOR MUÑOZ GÓMEZ 10 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 coraje, esfuerzo, fidelidad al rey y rebeldía hacia sus superiores directos y, en principio, legítimos), igualmente evocan muchos delos principios que hemos podido analizar en la cronística castellana bajomedieval. Sin embargo, la explotación de este nexo aún no se ha llevado a cabo frente a la profundización en los vínculos literarios arriba señalados39. De un modo u otro, algunas voces han llamado la atención sobre la evolución de los procedimientos narrativos y las estrategias en la organización de los textos de la cronística medieval castellana y su influjo en los relatos historiográficos indianos. De este modo, no hace muchos años, Leonardo Funes animaba a continuar el estudio de estos aspectos a partir de un repaso de las cuestiones temáticas del relato histórico proyectado, del papel asumido por el narrador en el mismo o de los recursos integrados en la narración cronística, desde los referentes latinos de la cronística alto y plenomedieval hasta la consolidación del ciclo cronístico regio castellano con Pero López de Ayala y la posterior multiplicación durante el siglo XV de las narraciones de contenido historiográfico en prosa. La progresión desde la concepción universalista de la narración histórica a discursos vinculados al conjunto de España como “ente supranacional” y al reino, la monarquía, el linaje o la comunidad, la mayor sofisticación adquirida en la búsqueda de equilibrio entre el objetivo ideológico perseguido en la crónica y el afán de objetividad y neutralidad en la relación de los hechos acontecidos por parte del narrador, la propia adquisición de protagonismo de este como yo enunciador en primera persona y copartícipe del relato tanto en la crónica real como en la de tipo particular, en la biografía caballeresca y el relato de viajes desde finales del siglo XIV o la multiplicación de recursos narrativos del más diverso origen manejados en su elaboración (el exemplum o el plactus, relatos hagiográficos, milagros marianos, visiones oníricas, material de tipo genealógico, léxico político, del registro jurídico de la feudalidad o notarial, etc.) ayudan a comprender mejor los productos historiográficos generados por Fernández de Oviedo o Bernal Díaz del Castillo como partícipes de una evolución del género historiográfico castellano40. Por tanto, y ya concluyendo, es posible afirmar que, pese a las dificultades a afrontar, existe un campo abierto a la exploración de una relación real entre la narrativa historiográfica bajomedieval castellana y las “crónicas de Indias”. Ciertamente, estos vínculos se establecieron dentro de un contexto literario durante los siglos XV y XVI de intensa intertextualidad entre obras de géneros muy diferentes, tanto líricas como en prosa, y que participaban en diverso grado de la pervivencia de modelos medievales o de las distintas influencias de tipo humanístico, en el cual ha de ser analizado convenientemente el peso del género cronístico castellano heredado desde, al menos, el siglo XIV. En cualquier caso, como vengo defendiendo, parece claro que muchos de los valores militares y sociales de los que participaron los capitanes y gente de armas de las expediciones de exploración y conquista en Indias como la búsqueda de la fama y el honor, el valor, la audacia, la prudencia, la fidelidad al rey y a la patria, el servicio a Dios y a una causa justa —cuando no sacralizada— bien pueden rastrearse a través de las continuidades, transformaciones y rupturas entre la narrativa cronística castellana bajomedieval y la de Indias41. Creo que estamos ante una vía de extraordinaria riqueza aún por explotar a la hora de conocer mejor la transmisión, redefinición y generación de prácticas, conceptos, instituciones y modelos, sin duda literarios y discursivos 39 COELLO DE LA ROSA (2005); COELLO DE LA ROSA (2006), pp. 47-53; COELLO DE LA ROSA (2012). 40 FUNES (2010). 41 Sigue siendo de referencia como punto de partida para un trabajo de estas características la obra de GRUNBERG (1993). Los ideales de servicio a Dios y al rey y de búsqueda de riqueza, honra y gloria señalados por el autor francés entre los motores ideológicos que alimentaban a los expedicionarios de la conquista (pp. 51- 79), a tenor de lo expuesto, bien merecen una revisitación en torno a su construcción conceptual desde tiempos medievales y su integración en los procesos de contacto e imposición de los españoles sobre las poblaciones nativas americanas. ESFUERZO, CABALLERÍA Y CRUZADAS... 11 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 pero también socio-políticas, económicas y culturales a caballo entre el Medievo y la Modernidad entre ambas orillas del hemisferio atlántico hispano. BIBLIOGRAFÍA FUENTES CRONÍSTICAS CARRIAZO, J. de M. (ed.) (1940a). Crónica de don Álvaro de Luna, condestable de Castilla, maestre de Santiago. Madrid, España: Espasa Calpe. CARRILLO DE HUETE, P. (2006). Crónica del halconero de Juan II. 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Calificación | |
Título y subtítulo | Esfuerzo, caballería y cruzada : ¿un modelo medieval de liderazgo militar proyectado a las Indias? |
Autor principal | Muñoz Gómez, Víctor |
Entidad | Cabildo de Gran Canaria |
Publicación fuente | XXIII Coloquio de historia canario – americana |
Numeración | Coloquio 23 |
Sección | Las fronteras ultramarinas : el Atlántico en los orígenes de la monarquía hispana |
Tipo de documento | Congreso y conferencia |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 2018 |
Páginas | pp. 1110-1125 |
Materias | Congreso ; Historia ; Canarias ; América ; España ; Siglos VIII-XV |
Enlaces relacionados | Enlace al editor : http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/ |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 283648 Bytes |
Texto | XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 ESFUERZO, CABALLERÍA Y CRUZADA: ¿UN MODELO MEDIEVAL DE LIDERAZGO MILITAR PROYECTADO A LAS INDIAS?1 ENDEAVOUR, CHIVALRY AND CRUSADE: A MEDIEVAL MODEL OF MILITARY LEADERSHIP TRANSFERRED TO INDIAS? Víctor Muñoz Gómez Cómo citar este artículo/Citation: Muñoz Gómez, V. (2020). Esfuerzo, caballería y cruzada: ¿un modelo medieval de liderazgo militar proyectado a las Indias? XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana (2018), XXIII-088. http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/index.php/CHCA/article/view/10484 Resumen: En este artículo se estudiarán las características del mando militar desempeñado por los reyes de Castilla durante la Baja Edad Media en relación con su ejercicio en las campañas contra los musulmanes entre el reinado de Alfonso XI y la conquista de Granada. Estas cualidades se hallaron fuertemente vinculadas a un discurso legitimador de la monarquía en torno a los principios de la “recuperación de España”, la Cruzada y la Caballería. Dicho discurso de servicio a Dios y la Iglesia, el rey y el reino fue asumido y adaptado por los Reyes Católicos y los monarcas de la casa de Austria al servicio de sus proyectos expansivos en Europa, el Mediterráneo y también las Indias. A partir de su análisis en los textos cronísticos de los siglos XIV y XV, se propone la hipótesis de que si ese modelo medieval de liderazgo militar monárquico, ligado al citado marco ideológico, pudo ser integrado por los capitanes de la conquista en América, viéndose recogido en los relatos de las crónicas de Indias. Palabras clave: Rey, Mando militar, Castilla, América, Reconquista, Cruzada, Caballería, Crónicas. Abstract: This papers aims to study the features of the military command that was exerted by the kings of Cas-tile in Late Middle Ages with respect to its performance during the campaigns against the Muslims from the king Alfonso XI’s reign to the conquest of Granada. These military traits were strongly bound to the notions of ‘resto-ration of Spain’ (restauratio Hispaniae, ‘Reconquista’), Crusade and Chivalry. The discourse of service to God and the Church, the King and the realm was taken over and adapted by the Catholic Kings and the monarchs of the House of Austria in service of the Spanish expansionist designs in Europe and, the Mediterranean as well as in the Indias. Thanks to its analysis on 14th-15th centuries chronistical texts, we wonder if this medieval model of monarchical military command, linked to the mentioned ideological framework, could have been assumed by the captain of the Conquest in America and was reflected in the narrative of the ‘Crónicas de Indias’. Keywords: King. Military command, Castile, America, Reconquista, Crusade, Chivalry, Chronicles. INTRODUCCIÓN En su obra Orbe Indiano, David Brading entendió en la justificación que Gonzalo Fernández de Oviedo, primer cronista de Indias hacía al iniciar su Historia Natural y General de las Indias —basada en el falso Berosio, publicado por Annio de Viterbo en 14982, y que identificaba las Antillas con las islas Hespéridess, hipotéticamente descubiertas por el hispano * Investigador contratado. Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas-Universidad de La Laguna. Facultad de Geografía e Historia. Campus de Guajara, s/n. 38071. San Cristóbal de La Laguna. Tenerife. España. Teléfono: +34922318930; Correo electrónico: vmg1981@gmail.com 1 Este trabajo forma parte del proyecto de investigación Solidaridad y/o exclusión en las fronteras marí-timas. Castilla en la Baja Edad Media (Ref. HAR 2013-48433-C2-2-P), financiado por el Ministerio de Econo-mía y Competitividad. 2 GONZÁLEZ DÍAZ (2012), pp. 509-514. © 2019 Cabildo de Gran Canaria. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional. VÍCTOR MUÑOZ GÓMEZ 2 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 rey Hespero en la Antigüedad3— una clara continuidad conceptual entre el pasado medieval de los reinos cristianos de la Península Ibérica y la nueva expansión iniciada durante la monarquía de los Reyes Católicos sobre América. Al fin y al cabo, a través de este alambicado razonamiento, no hallaríamos sino un estado de opinión más profundo por el cual «…la ocupación del Nuevo Mundo por los españoles debía considerarse la reconquista de antiguos dominios ibéricos…»4. El objeto de estas páginas no es, en todo caso, el debate en torno al concepto historiográfico de “Reconquista” y los procesos históricos a los que remite. En torno a esta discusión, me interesa aquí llamar la atención sobre una de las acepciones del término, que justamente remite al plano ideológico de legitimación de la guerra expansiva liderada por de las monarquías cristianas del norte de la Península Ibérica sobre los territorios musulmanes andalusíes en términos de restauratio Hispaniae, es decir, de recuperación del reino perdido de los godos a manos de los infieles5. Este principio, a partir de los siglos XI y XII, fue integrando de forma progresiva elementos del discurso de guerra santa y cruzada alimentado desde el papado alrededor de la recuperación de Tierra Santa, la lucha contra los enemigos no cristianos y la defensa de la Cristiandad. De este modo, desde el siglo XIII y, sobre todo, el siglo XIV, en la monarquía castellano-leonesa —la que de forma más intensiva asumió como propia esa misión de la “restauración de España”—, los argumentarios de guerra santa y de guerra justa para la recuperación de la tierra invadida ilegítimamente por un enemigo extranjero tendieron a subsumirse el uno en el otro, apoyándose mutuamente a la hora de justificar el liderazgo de los reyes en unas empresas expansivas hacia el sur contra los oponentes granadinos y norteafricanos que cumplían al servicio de Dios y la Iglesia, del propio rey y del reino6. Precisamente, sobre ese papel del monarca como caudillo del reino y comandante de la hueste frente a los musulmanes me gustaría centrar este trabajo. No en vano, en el medievo ibérico, la función del rey como tal líder militar de sus vasallos y naturales, muy particularmente en las acciones de guerra con el Islam, resultó ser una de las principales que correspondían al ejercicio del poder regio y sobre la que en gran medida se justificaba su autoridad y prestigio, presente y para la posteridad, en la ostentación de tal dignidad7. Así, el rey y la imagen de él al frente de la hueste —al servicio de la derrota de los musulmanes muy particularmente— venía a constituirse en un modelo, de gobernante y en el propio ejercicio de las armas para la comunidad del reino, que en el caso de Castilla alcanzó en buena medida su culmen en la figura de Fernando el Católico durante la guerra de conquista de Granada (1482-1492). La escenificación y comunicación de las cualidades virtuosas que adornaban al rey guerrero se convirtieron así en uno de los pilares legitimadores del poder de la monarquía castellana en la Baja Edad Media8. 3 FERNÁNDEZ DE OVIEDO, G. (1851-1855), vol. I, pp. 14-18. 4 BRADING (1991), pp. 47-48. 5 Valga señalar que convengo a considerar las dinámicas de ocupación militar y organización social del espacio por parte de las sociedades cristianas feudales de la Península Ibérica a despecho de las de al-Andalus como insertas en un proceso más global de expansión de la sociedad feudal cristiana occidental desde la Plena Edad Media, si bien con sus especificidades, mejor que como un fenómeno original y genuinamente hispánica, diferenciado de otros casos europeos. Sobre estos debates y estas posturas, amén de la cuestión del discurso de la “recuperación de España”, BARLETT (1993), TORRÓ (2000), O’CALLAGHAN (2003), GARCÍA FITZ (2010), RÍOS SALOMA (2011), en particular p. 30 y ss., RÍOS SALOMA (2013). 6 La bibliografía al respecto es muy abundante. Un buen ejemplo de ello en las referencias de la nota ante-rior, AYALA MARTÍNEZ (2015) o HENRIET (2015). Valga remitir a una síntesis al respecto en TINOCO DÍAZ (2012); TINOCO DÍAZ (2017), pp. 33-68. 7 MARAVALL (1981), p. 263. 8 NIETO SORIA (1993). ESFUERZO, CABALLERÍA Y CRUZADAS... 3 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 Mi intención es, pues, tratar de poner en relación ese modelo de mando militar regio castellano, conformado en torno a los enfrentamientos con los musulmanes, y la idea de continuidad “reconquistadora” que Brading interpretaba en las palabras del cronista Fernández de Oviedo acerca de los fenómenos de exploración, conquista y colonización de América por los españoles desde el final del siglo XV y los inicios del siglo XVI. Así, en un ejercicio que se mueve a medio camino entre los estudios históricos y literarios, se pretende hacer repaso al conocimiento actual acerca de las características militares que correspondían a los monarcas de Castilla a lo largo de los siglos XIV y XV y su articulación armónica alrededor de los ideales que afectaron a la guerra contra el Islam en la Península Ibérica. Para ello, recurriré a su análisis a partir de los testimonios plasmados en la narrativa cronística regia desde la época de Alfonso XI hasta la de los Reyes Católicos. La selección de estas fuentes obedece, en fin, a dos motivaciones. La primera es de tipo teórico-metodológico. No en vano, estos relatos se hallaban caracterizados por el poderoso sentido ideológico de los mismos, resultando una “lógica social” de dichos textos bien integrada con los valores de construcción y legitimación de la centralidad de la monarquía en la cúspide de la sociedad feudal tardomedieval, justamente propugnados desde los entornos regios castellanos desde época de Alfonso X y que progresivamente terminarían imponiéndose en el conjunto del reino9. A resultas de ello, habrán de ser particularmente aptos para aproximarnos a la elaboración de las representaciones militares vinculadas a las empresas “restauradoras” y cruzadas de las guerras contra los musulmanes que aquí interesan. La segunda nos permitirá formular una hipótesis de trabajo. De existir tal modelo de representación del liderazgo militar y ser aprehensible a través de la cronística castellana bajomedieval, ¿es posible tratar de hallar, dentro del nuevo contexto de expansión europea, mediterránea e indiana de la monarquía española de los Reyes Católicos y sus herederos y de los valores que la alumbraron, un trasvase de esas cualidades guerreras y de mando a los capitanes de la conquista americana? Para ello, la comprensión de las posibles influencias del género historiográfico bajomedieval en la escritura de las llamadas “crónicas de Indias”, continuidades, evoluciones y rupturas pasa a ser un reto de primer orden. “RECONQUISTA”, CRUZADA Y CABALLERÍA: LOS HECHOS DE ARMAS DE LOS REYES DE CASTILLA CONTRA LOS MUSULMANES El origen del modelo El punto de partida de este análisis ha de colocarse en el reinado de Alfonso XI (1312-1350). Esto no solo se debe al rotundo éxito de sus campañas contra los musulmanes, coronadas fundamentalmente con la victoria del Salado (1340) y la conquista de Algeciras (1344) resultado de ello el final de las intervenciones norteafricanas en la Península Ibérica, el control efectivo para los cristianos del estrecho de Gibraltar y el sometimiento efectivo al vasallaje de Granada respecto del rey de Castilla10. Las iniciativas de Alfonso XI fueron fundamentales a la hora de definir los principios que sustentarían la guerra contra los musulmanes hasta el final del siglo XV, dando lugar igualmente a un esfuerzo historiográfico de primer orden para fijar el discurso bélico frente al Islam propugnado por la monarquía, 9 GÓMEZ REDONDO (1989); SPIEGEL (1990); GÓMEZ REDONDO (2000); WARD (2000); FUNES (2003); VALDALISO CASANOVA (2007); VALDALISO CASANOVA (2010), pp. 155-192; VALDALISO CASANOVA (2015). 10 MANZANO RODRÍGUEZ (1991); LADERO QUESADA (2005); ARIAS GUILLÉN (2012). VÍCTOR MUÑOZ GÓMEZ 4 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 colocado al servicio de la superioridad de su poder11. No en vano, la Crónica de Alfonso Onceno y el Poema de Alfonso XI fueron las primeras obras donde el vocabulario de la cruzada se integró junto al de la “recuperación de España” en la justificación de la guerra contra los musulmanes en la Península Ibérica, con referencias claras a su consideración no solo como guerra justa y en servicio a Dios, la corona y la tierra del reino, sino también como “guerra santa” o “santa lid”, “cruzada” o “romería”. La inclusión de acciones con un claro valor simbólico, como el acto de la toma de la cruz por el rey antes de salir a campaña, la presencia del pendón de la Cruzada junto al del rey y el de Santiago o los pendones concejiles en ella o la fastuosa embajada remitida al papa Benedicto X en Avignon tras el triunfo del Salado son una buena muestra de esa integración de los valores cruzados, a través de los cuales Alfonso XI se presentaba no solo como cabeza de su reino sino también como paladín de la Cristiandad en un momento de franca reafirmación de la ideología de cruzada en el Occidente latino12. Ambos textos, por otro lado, otorgaban un papel de enorme relevancia al espíritu y los valores de la caballería en el desempeño del esfuerzo bélico del rey, como ejemplo a sus vasallos. Sobre todo el Poema incidía en el esfuerzo de Alfonso XI y sus caballeros en un sentido más claramente épico y heroico, tanto por la implicación en la cruzada por el rey, o por la invocación a reverdecer las hazañas y la fama ganada por los monarcas antepasados de don Alfonso, hasta el mismo linaje de los godos, y de héroes como el propio Cid: la propia participación de este en un ethos caballeresco a imitar, pues. De un modo u otro, esta narrativa muestra cómo la guerra contra los musulmanes se convirtió en un elemento central del ideario monárquico de superioridad del poder real y restauración de la justicia en su reino, en el que la misión ancestral de la restauratio Hispaniae, la defensa cruzada de la Cristiandad y el liderazgo caballeresco iban de la mano, representados por Alfonso XI y a transmitir a la posteridad13. Esto no evitaba, en todo caso, que la actitud en la dirección de las operaciones de asedio y batalla campal por parte del rey que era reflejada en estas narraciones se articulara como un balance entre la implicación activa y arrojada en el combate, adecuada a la idea de la honra caballeresca, y una pragmática prudencia a la hora de evaluar riesgos y evitar posibles descalabros para los castellanos en situaciones de desventaja táctico o logística que vinieran amenazasen la seguridad y los intereses del rey y del reino14. Este thopos literario, recogido en otras crónicas contemporáneas del siglo XIV, que oponía los deberes del caballero con la lógica de gobierno y mando militar correspondiente a un monarca, será reproducido de manera continua en contextos similares de guerra contra Granada en la cronística castellana posterior, obedeciendo a los dilemas de definición de las virtudes caballerescas y del mando en la tratadística de re militari bajomedieval europea y castellana y que tendieron a reforzar progresivamente esa noción de la prudencia como valor positivo del caballero15. Cuando durante el reinado de su hijo Enrique II (1366/1369-1379) —otro reputado comandante militar, por otra parte— se elaborase la Gran Crónica de Alfonso XI, pese a que la consolidación de este en el trono y la justificación de sus derechos legítimos a él tras la derrota y asesinato de su hermanastro Pedro I alejaron a Castilla de cualquier iniciativa agresiva sobre Granada, era claro que el modelo de realeza pero también de caballero y caudillo contra el Islam esforzado y comprometido con esta misión que encarnara Alfonso XI se había constituido como un arquetipo a seguir para sus sucesores. Otro tanto podía decirse 11 Para estos textos historiográficos, CERDÁ Y RICO (1787); VICTORIO (1991). 12 FERNÁNDEZ GALLARDO (2010); RODRÍGUEZ-PICAVEA (2010); ARIAS GUILLÉN (2011); NUSSBAUM (2012); ARIAS GUILLÉN (2016). 13 VAQUERO (1984); GÓMEZ REDONDO (1999), pp. 1.265-1.266 y 1.276-1.281, FERNÁNDEZ GALLARDO (2010); NUSSBAUM (2012). 14 ARIAS GUILLÉN (2009). 15 GÓMEZ MORENO (1995); RODRÍGUEZ VELASCO (1996); FERNÁNDEZ GALLARDO (2013). ESFUERZO, CABALLERÍA Y CRUZADAS... 5 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 de la definición de la guerra contra Granada para la restauración de la España perdida por el visigodo Rodrigo como guerra santa y empresa caballeresca, aspectos que, de hecho, en la Gran Crónica eran formulado de forma mucho más clara16. El desarrollo del discurso restaurador, cruzado y caballeresco Durante el siglo XV se observó la reanudación por parte de la monarquía castellana de retomar la guerra contra los musulmanes y revitalizar el discurso reivindicativo de este proyecto. Aunque los resultados militares globales durante los reinados de Juan II y Enrique IV pueden ser calificados como discretos, a razón de la discontinuidad de las pocas campañas organizadas por la Corona y del territorio conquistado a los granadino, lo cierto es que las acciones militares comandadas desde la monarquía contra los musulmanes sí tuvieron una notable relevancia en la definición del discurso legitimador regio y así fueron bien reflejadas en la cronística de este siglo17. Así, el infante Fernando ‘el de Antequera’, tío y regente de Juan II quien entre 1407 y 1410, en su condición de más importante pariente regio, hizo del liderazgo en la guerra contra el Islam al servicio de la monarquía el eje central de legitimación de su propia autoridad en el reino. El recurso efectivo a la doble justificación de la restauratio Hispaniae y de la cruzada resultó notablemente enriquecido, mostrándose como un príncipe elegido por la Providencia y directamente protegido por la Virgen María para tal misión y vehiculando los aspectos devocionales y caballeresco de tal esfuerzo vehiculado a través de la orden de caballería por él fundada, de la Jarra y el Grifo. Además, en términos simbólicos, la exhibición de objetos como la espada Lobera, el pendón de San Isidoro de León o “de Baeza” o el de la cruzada, junto con el tradicional del Apóstol Santiago, permiten reconocer la representación del entronque con una herencia en esta línea recibida de los monarcas castellanos antepasados suyos, muy particularmente en las personas y obras de Fernando III y Alfonso XI. Por otro lado, aunque no contaba con experiencia militar previa al inicio de la campaña de 1407, su ejercicio del mando y la coordinación de abastecimiento, cabalgadas, asedios y batalla campal es globalmente elogiado en la Crónica de Juan II, reafirmando la imagen de prestigio militar que pretendía exhibir y que se vio coronada con la conquista de Antequera18. La exitosa implicación en la sucesión del trono de Aragón, lograda en 1412, detuvo la continuación de cualquier acción ofensiva contra Granada, si bien la expectativa de su reanudación siguió siendo uno de los pilares en el control de la regencia en Castilla hasta su muerte en 141619. Aunque en buena medida ni Juan II ni Enrique IV reivindicaron explícitamente el modelo de liderazgo representado por el infante Fernando, a resultas de los conflictos civiles que los enfrentaron con los hijos de este, los infantes de Aragón, durante la primera mitad del siglo XV, esto no evitó que, en ambos casos, el discurso reactualizado en los años de regencia de aquel fuera recurrentemente manejado por ambos monarcas y que la voluntad teórica de culminar con la conquista de Granada fuera un factor propagandístico relevante en ambo reinados. En el caso de Juan II, su implicación directa en campaña se limitó a una fugaz entrada en la frontera 16 Para la edición de la Gran Crónica, CATALÁN (1976). 17 Igualmente, para el seguimiento del conjunto de los conflictos entre Castilla y Granada a lo largo del siglo XV, LADERO QUESADA (2002). Véanse también, para la regencia del infante Fernando ‘el de Anteque-ra’ en la minoría de edad de Juan II GONZÁLEZ SÁNCHEZ (2016). MUÑOZ GÓMEZ (2016), y para el reina-do efectivo de Juan II y el de Enrique IV, SUÁREZ FERNÁNDEZ (1954); PORRAS ARBOLEDAS (1993); MARTÍN (2003); ECHEVARRÍA ARSUAGA (2004). Acerca de las treguas entre Granada y Castilla, MELO CARRASCO (2015). Mientras, sobre la evolución política interna del reino de Granada durante el siglo XV, PELÁEZ ROVIRA (2009). Acerca de las treguas entre Granada y Castilla, MELO CARRASCO (2015). 18 GARCÍA DE SANTA MARÍA (1982). 19 MUÑOZ GÓMEZ (2013); MUÑOZ GÓMEZ (2015); MUÑOZ GÓMEZ (2016), pp. 99-138. VÍCTOR MUÑOZ GÓMEZ 6 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 granadina en el verano de 1431, realizando en ella prácticamente sus primeras armas. El liderazgo de aquellas acciones culminadas en la batalla de la Higueruela correspondió prioritariamente a su privado, el condestable Álvaro de Luna. La delegación ritual del rey en el condestable que es transmitida por los distintos textos cronísticos que la describen la campaña20, en todo caso, no impidieron a Juan II beneficiarse de su reconocimiento como rey cruzado, más allá del limitado alcance de estas acciones bélicas o del resultado conjunto de la política respecto a Granada en su reinado. No puede negarse, en todo caso, que fue el condestable quien pudo arrogarse en el prestigio de liderazgo mesiánico, cruzado y caballeresco para el reino en ese objetivo justo y sacralizado de recuperación de España frente a los musulmanes, escenificando así su preeminencia en el orden político del reino21. Mientras, por lo que respectó a Enrique IV, este no solo reunía a su ascenso al trono en 1454 ya una cierta experiencia de combate, labrada a partir de 1439, sino que entre 1455 y 1458, en 1462 y 1464 encabezó diversas expediciones militares en la frontera granadina y se implicó en el sostenimiento de sus capitanes fronteros frente a los nazaríes. Aunque los relatos cronísticos referidos a su reinado se hallan profundamente divididos en la calificación del monarca a causa del contexto casi continuo de desorden y rebelión que se sucedió desde 1465 a su muerte en 1474 y por la problemática de la legitimación del acceso al trono de su hermanastra Isabel tras la posterior guerra de sucesión, lo cierto es que Enrique IV alcanzó un notable éxito al propiciar con su estrategia militar un sustancial avance de las posiciones castellanas fronterizas —con hechos como las tomas de Archidona o Gibraltar— pero también al renovar la imagen del rey caballero cristiano y cruzado empeñado en la “recuperación de España”, preludiando en buena medida muchos de los elementos de este discurso que alcanzarían su culmen en el reinado de los Reyes Católicos22. Es cierto que el proceder táctico de Enrique IV en campaña destacó por su prudencia, eludiendo la confrontación directa en campo abierto con los granadinos e insistiendo en las talas en su territorio con el fin de debilitar progresivamente su resistencia. Sin embargo, contrasta notablemente el relato de Alonso de Palencia y, en menor medida, de Diego de Valera, que insisten en la falta de arrojo e incluso la cobardía de Enrique IV al implicarse solo en batidas de exploración de poco riesgo y dignidad para un caballero y un rey, pese a llegar a ser herido en una de estas escaramuzas23, del presentado por Diego Enríquez del Castillo, elogiando junto a su participación en estas cabalgadas, el buen juicio del monarca y su preocupación por las vidas de sus hombres al evitar choques que pudieran ser desfavorables24. De cualquier forma, el desenvolvimiento personal continuado de Enrique IV en la que era definida ya como bellum divinum, guerra divinal, una misión providencial de Castilla para con su historia y el destino de la Cristiandad frente a sus enemigos, no pudo dejar de ser elogiada por tratadistas como Alonso de Cartagena, Rodrigo Sánchez de Arévalo, el predicador Alonso de Espina o los cronistas que se ocuparon de su reinado desde posturas casi antagónicas, Diego Enríquez del Castillo y Alfonso de Palencia25. Fue, además, durante su reinado cuando por primera vez la culminación de las empresas granadinas del rey de Castilla fueron 20 PÉREZ DE GUZMÁN (1779); GARCÍA DE SANTA MARÍ (1891); BARRIENTOS de (1946); CA-RRILLO DE HUETE (2006). Estos aspectos son particularmente evidentes en la propia obra cronística protago-nizada por Álvaro de Luna [CARRIAZO (1940a), capítulos XXXIV-XXXIX]. 21 NIETO SORIA (2010). 22 TINOCO DÍAZ (2017), pp. 255-276. 23 Ejemplos de ello en PALENCIA (1904-1908), vol. I, p. 72, VALERA (1941), p. 22. En relación a las críticas de Alonso de Palencia y Diego de Valera al modo de guerrear de Enrique IV, GÓMEZ REDONDO (2007), pp. 3.522-3.526. 24 Ejemplos en ENRÍQUEZ DEL CASTILLO (1994), pp. 20, 23. 25 En torno a la cronística del reinado, véanse al menos PALENCIA (1904-1908); SÁNCHEZ PARRA (1991); VALERA (1941); ENRÍQUEZ DEL CASTILLO (1994); PALENCIA (1998-1999). ESFUERZO, CABALLERÍA Y CRUZADAS... 7 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 programáticamente conectadas un fin ulterior de continuación de esa lucha de los cristianos contra los musulmanes del norte de África como vía alternativa para el acceso a la recuperación de Jerusalén, introduciendo este factor más la cruzada en el discurso monárquico castellano de la guerra contra los musulmanes. En efecto, su presentación como paladín de la Cristiandad, respaldada por el papado, marcó un hito en una época de franco avance turco en el Mediterráneo oriental y los Balcanes, logrando la expedición de hasta diez bulas de Cruzada por parte del papa Calixto III, la administración de las órdenes militares en sus reinos por diez años en 1456 o el simbólico galardón con el estoque pontificio por dos veces, en 1458 y entre 1467 y 146926. La culminación del ideal durante la monarquía de los Reyes Católicos Al fin, fue durante el reinado de los Reyes Católicos que el discurso legitimador de la guerra contra los infieles, que alcanzó tanto desde el punto de vista restaurador como desde el de tipo cruzado su forma más acabada y rica hasta aquel entonces pero también una apertura hacia un nuevo horizonte de proyección universal al que aspiró la monarquía de los reyes de Castilla y Aragón. No me extenderé aquí en los pormenores de la guerra de Granada27, centrándome en abordar la figura militar de Fernando el Católico y su puesta en relación con el programa monárquico marcadamente neogoticista en que se encuadró el conflicto desarrollado entre 1482 y 1492 hasta la última conquista de Granada28. En este sentido, al rey Fernando correspondió el desempeño del liderazgo y el mando militar efectivo más efectivo frente al papel organizativo, de asistencia a la hueste y también, en el plano piadoso y devocional asumido por la reina Isabel29. Este reparto de funciones entre los titulares de la monarquía se optimizó, a partir de la herencia discursiva, simbólica y representativa labrada desde época de Alfonso XI al servicio de un ideal que solo se dirigía hacia la expulsión de España de los invasores islámicos sino al propio restablecimiento de un orden hispánico común bajo los reyes de Castilla y Aragón en todos los órdenes, incluido el de la unidad cristiana de su monarquía y el propio papel de los reyes en defensa del conjunto de la Cristiandad frente a la amenaza islámica, reavivada tras la toma de Otranto de 1480, y el liderazgo de la cruzada que programáticamente recuperaría Jerusalén30. Fernando, en ese papel de caudillo militar, fue presentado como ejemplo de príncipe guerrero y gobernante, cuya figura venía precedida por una poderosa aura de mesianismo profético que hundía sus raíces en esa tradición catalano-aragonesa de naturaleza escatológica desde finales del siglo XIII, ligada a la venida del rey que acabaría con el Islam, reconquistaría Jerusalén y reformaría la Iglesia, gobernando la Cristiandad en la unidad de la fe como el monarca universal que remite al emperador de los últimos días31. Dentro de este orden, en el ejercicio práctico de las arma, Fernando el Católico resultó el comandante más experimentado de todos los soberanos castellanos aquí analizados desde 26 WARMINGTON (2000), pp. 123-128; ECHEVARRÍA ARSUAGA (2004). 27 QUESADA (1967); PÉREZ (1988); LADERO QUESADA (2001); RIBOT GARCÍA, VALDEÓN BARUQUE y MAZA ZORRILLA (2007); LADERO QUESADA (2014). 28 Sobre la figura de Fernando el Católico es ineludible acudir a la obra de BELENGUER CEBRIÀ (1999). Para la ingente bibliografía generada en los últimos años y, más en particular, en relación con el centena-rio de su muerte, valga remitir a las referencias recogidas en FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2017), pp. 15-19. 29 FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2017), p. 22; TINOCO DÍAZ (2017), pp. 335-387, 421-438. 30 PEINADO SANTAELLA (2000); FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2017), pp. 19-31; TI-NOCO DÍAZ (2017); FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2015); FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2017), pp. 19-31. 31 MILHOU (1983); AURELL (1997); DURAN GRAU y REQUESENS (1997). VÍCTOR MUÑOZ GÓMEZ 8 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 Alfonso XI. Había adquirido su primera experiencia de combate en 1465 en la guerra civil catalana y de mando desde 1475 en la guerra de sucesión al trono de Castilla, ampliándola y perfeccionándola sobre la base de reveses y triunfos a lo largo de ella, durante la guerra de Granada y aun en la campaña del Rosellón de 150332. De este modo, alcanzó un enorme prestigio militar que combinó habitualmente la implicación audaz en acciones de combate de forma personal con las labores de coordinación y supervisión de las operaciones. El pulso entre estos dos perfiles del ethos caballeresco que venía definiéndose durante el final de la Edad Media, el del esfuerzo y el riesgo y el de la prudencia en el cálculo del riesgo al servicio de fines superiores, es bien reflejado en las narraciones de Alonso de Palencia como Diego de Valera y Fernando del Pulgar en acciones como los cercos de Vélez Málaga, Málaga o Baza33. Pese a que el perfil de dirección táctica y estratégica por parte del rey Fernando fue adquiriendo progresivamente mayor protagonismo durante los años de la conquista de Granada34, ambas facetas aparecen celebradas en las crónicas, encarnando extraordinariamente como comandante las virtudes tanto de gobierno correspondientes al príncipe como las de capitán y, en conjunto, de caballero. Cabe, entonces, recapitular que, en torno a Fernando el Católico durante la guerra de Granada cristalizó la forma más acabada de un discurso en que la noción de la restauratio Hispaniae, en su confluencia con los valores de la Cruzada y la defensa y expansión de la Cristiandad frente a sus enemigos en la Edad Media tardía aportó todo un cuerpo ideológico de liderazgo en tal esfuerzo de guerra de conquista. La cronística regia permite comprobar, como testimonio crucial en la definición y difusión del mismo cómo, al menos desde Alfonso XI en la primera mitad del siglo XIV, este fue bien representado por los reyes de Castilla como caudillos militares, en torno a principios de servicio a Dios y a la Iglesia, al rey y al reino, esfuerzo y honra caballerescos y rememoración de la fama alcanzada por sus antepasados en pos de tales principios. Más aún, que no solo fue una de las bases de su propia legitimidad monárquica sino un modelo a seguir para los miembros del linaje regio, sus vasallos y súbditos en el servicio a la Corona y el propio ensalzamiento de su dignidad social. La resignificación de todo este cuerpo doctrinal durante el reinado de los Reyes Católicos, culminada la guerra de Granada y abiertas sus estrategias expansivas a los escenarios mediterráneo-italiano y atlántico, llevarían a enlazar esta noción de la guerra contra los musulmanes y su liderazgo con una suerte de teórica comunidad de intereses en torno a la idea de monarquía cristiana universal respaldada por el papa. La misma, de una parte, lo reconocía a los monarcas españoles y particularmente a Fernando el Católico, como su defensor, salvador de Italia y defensor del Orbe frente a los enemigos infieles —pero también cristianos que no aceptasen la autoridad temporal papal— y, de otra parte, sancionaba las expediciones castellanas hacia las Indias en tanto forma de expansión de la Cristiandad mediante la evangelización de sus pobladores35. De este modo, el sustrato ideológico monárquico de la guerra hispánica contra los musulmanes durante la Baja Edad Media, eminentemente castellano pero reactualizado a partir de influencias catalano-aragonesas y suritálicas, alcanzado el que parecía su culmen en el espacio peninsular ibérico, se abría hacia un nuevo horizonte abierto al Mediterráneo y al Atlántico que acabaría heredando el emperador Carlos y la casa de Austria. 32 MAS CHAO (1992). 33 PULGAR (2008), pp. 266-267; VALERA (1927), p. 275; PALENCIA (1998), p. 404. 34 TINOCO DÍAZ (2017), pp. 414-415, 421-438. 35 FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2015); FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES (2017), pp. 19-31. ESFUERZO, CABALLERÍA Y CRUZADAS... 9 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 CRÓNICAS BAJOMEDIEVALES Y “CRÓNICAS DE INDIAS”: ¿UNA RELACIÓN POSIBLE? Llegados a este punto, aunque los derechos de los reyes de España sobre las Indias tuvieran más que ver con la legitimidad reconocida al dominio de aquellas tierras de cara la evangelización de sus pobladores nativos a partir de las bulas del papa Alejandro VI que con el fantástico —e interesado— descubrimiento de las Antillas por el hispano Hespero esgrimido por Gonzalo Fernández de Oviedo, lo cierto es que, a juzgar por el punto de vista de este autor, la idea de continuidad del ideal conquistador hispánico en los confines del Occidente latino de origen medieval sí parecía mostrar una notable vigencia en las primeras décadas del siglo XVI. Sin duda, la historiografía regia castellana de los siglos XIV y XV participó de la fijación y transmisión social de un modelo de virtud militar y ejercicio del mando que bebía directamente de los ideales aristocráticos de la caballería de su época. Cabe entonces preguntarse si, en efecto, el ejemplo de las cualidades militares y de mando que se ha rastreado a partir de la historiografía real castellana de los siglos XIV y XV puede sondearse de algún modo en las fuentes disponibles como un espejo para los capitanes que protagonizaron las empresas de conquista en el Nuevo Mundo. Así, ha de partirse de que los diferentes textos narrativos elaborados entre el siglo XVI y las primeras décadas del siglo XVII e incluso durante el siglo XVIII que han sido catalogados bajo el epíteto de “crónicas de Indias” responden formalmente a una tipología diversa en la que, por otro lado, es difícil establecer claras distinciones entre los textos a los que se reconoce un carácter claramente literario y aquellos otros en los que este no es fácilmente detectable o se niega frente a su condición fundamentalmente documental. Más todavía, José Carlos González Boixo advertía sobre el valor historiográfico de no pocos poemas épicos y de su posible consideración dentro de estos textos, amén de lo mucho que queda por hacer a la hora de considerar tanto las posibles relaciones de esa narrativa indiana con la tradición historiográfica antigua, medieval y renacentista contemporánea, con la narrativa de ficción y la posibilidad de que terminara generando un modelo propio36. No obstante, los principales estudios que se han ocupado de la clasificación de estos textos y del análisis de sus características literarias, pese a que no eluden que la tradición historiográfica medieval castellana condicionó vivamente el sentido de la cronística americana —providencialismo, “nacionalismo”, expansionismo, moralismo— aun integrando influencias humanísticas, no dejan de considerar menor su impronta frente al de otras influencias. Ha predominado el interés por las de carácter clásico y humanístico, aunque también se ha considerado el de algunas de origen medieval, ligada a la materia de la mirabilia, y más notablemente de a referentes procedentes del romancero o de modelos épicos como los del Cid o el Bernardo del Carpio reinterpretados en sus versiones impresas del final del siglo XV y del siglo XV o la lírica renacentista. Dentro de estas, en todo caso, ha destacado la relevancia otorgada al papel de la literatura de caballerías en la configuración del universo mental de los autores indianos37. Así, sirva como ejemplo, podemos retornar a Gonzalo Fernández de Oviedo. En efecto, el mesianismo y el providencialismo histórico en torno a la misión que correspondía a Castilla en América se hallaban insertos en su proyecto historiográfico38. Más, los valores y actitudes mostrados por los infanzones, hidalgos y caballeros que aparecen en su Historia Natural y General de las Indias (honor, valor, audacia, 36 GONZÁLEZ BOIXO (1999). No entraré en la problemática consideración literaria de las “crónicas de Indias”, si bien conviene revisar a este respecto trabajos como los de PUPO WALKER (1982); GONZÁLEZ ECHEVARRÍA (1984) o AÑÓN Y BATTCOCK (2013), junto a dossier por estas últimas autoras coordinado en dicha revista con el título Las crónicas coloniales desde América: aproximaciones y nuevos enfoques. 37 MIGNOLO (1982), pp. 57-117; ANTELO IGLESIAS (1989); LEONARD (1992), II The Romances of Chivalry, SERNA (2003), pp. 60-69. 38 O’GORMAN (1979), pp. 64-70. VÍCTOR MUÑOZ GÓMEZ 10 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 coraje, esfuerzo, fidelidad al rey y rebeldía hacia sus superiores directos y, en principio, legítimos), igualmente evocan muchos delos principios que hemos podido analizar en la cronística castellana bajomedieval. Sin embargo, la explotación de este nexo aún no se ha llevado a cabo frente a la profundización en los vínculos literarios arriba señalados39. De un modo u otro, algunas voces han llamado la atención sobre la evolución de los procedimientos narrativos y las estrategias en la organización de los textos de la cronística medieval castellana y su influjo en los relatos historiográficos indianos. De este modo, no hace muchos años, Leonardo Funes animaba a continuar el estudio de estos aspectos a partir de un repaso de las cuestiones temáticas del relato histórico proyectado, del papel asumido por el narrador en el mismo o de los recursos integrados en la narración cronística, desde los referentes latinos de la cronística alto y plenomedieval hasta la consolidación del ciclo cronístico regio castellano con Pero López de Ayala y la posterior multiplicación durante el siglo XV de las narraciones de contenido historiográfico en prosa. La progresión desde la concepción universalista de la narración histórica a discursos vinculados al conjunto de España como “ente supranacional” y al reino, la monarquía, el linaje o la comunidad, la mayor sofisticación adquirida en la búsqueda de equilibrio entre el objetivo ideológico perseguido en la crónica y el afán de objetividad y neutralidad en la relación de los hechos acontecidos por parte del narrador, la propia adquisición de protagonismo de este como yo enunciador en primera persona y copartícipe del relato tanto en la crónica real como en la de tipo particular, en la biografía caballeresca y el relato de viajes desde finales del siglo XIV o la multiplicación de recursos narrativos del más diverso origen manejados en su elaboración (el exemplum o el plactus, relatos hagiográficos, milagros marianos, visiones oníricas, material de tipo genealógico, léxico político, del registro jurídico de la feudalidad o notarial, etc.) ayudan a comprender mejor los productos historiográficos generados por Fernández de Oviedo o Bernal Díaz del Castillo como partícipes de una evolución del género historiográfico castellano40. Por tanto, y ya concluyendo, es posible afirmar que, pese a las dificultades a afrontar, existe un campo abierto a la exploración de una relación real entre la narrativa historiográfica bajomedieval castellana y las “crónicas de Indias”. Ciertamente, estos vínculos se establecieron dentro de un contexto literario durante los siglos XV y XVI de intensa intertextualidad entre obras de géneros muy diferentes, tanto líricas como en prosa, y que participaban en diverso grado de la pervivencia de modelos medievales o de las distintas influencias de tipo humanístico, en el cual ha de ser analizado convenientemente el peso del género cronístico castellano heredado desde, al menos, el siglo XIV. En cualquier caso, como vengo defendiendo, parece claro que muchos de los valores militares y sociales de los que participaron los capitanes y gente de armas de las expediciones de exploración y conquista en Indias como la búsqueda de la fama y el honor, el valor, la audacia, la prudencia, la fidelidad al rey y a la patria, el servicio a Dios y a una causa justa —cuando no sacralizada— bien pueden rastrearse a través de las continuidades, transformaciones y rupturas entre la narrativa cronística castellana bajomedieval y la de Indias41. Creo que estamos ante una vía de extraordinaria riqueza aún por explotar a la hora de conocer mejor la transmisión, redefinición y generación de prácticas, conceptos, instituciones y modelos, sin duda literarios y discursivos 39 COELLO DE LA ROSA (2005); COELLO DE LA ROSA (2006), pp. 47-53; COELLO DE LA ROSA (2012). 40 FUNES (2010). 41 Sigue siendo de referencia como punto de partida para un trabajo de estas características la obra de GRUNBERG (1993). Los ideales de servicio a Dios y al rey y de búsqueda de riqueza, honra y gloria señalados por el autor francés entre los motores ideológicos que alimentaban a los expedicionarios de la conquista (pp. 51- 79), a tenor de lo expuesto, bien merecen una revisitación en torno a su construcción conceptual desde tiempos medievales y su integración en los procesos de contacto e imposición de los españoles sobre las poblaciones nativas americanas. ESFUERZO, CABALLERÍA Y CRUZADAS... 11 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-088, pp. 1-16 pero también socio-políticas, económicas y culturales a caballo entre el Medievo y la Modernidad entre ambas orillas del hemisferio atlántico hispano. BIBLIOGRAFÍA FUENTES CRONÍSTICAS CARRIAZO, J. de M. (ed.) (1940a). Crónica de don Álvaro de Luna, condestable de Castilla, maestre de Santiago. Madrid, España: Espasa Calpe. CARRILLO DE HUETE, P. (2006). Crónica del halconero de Juan II. 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