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XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 LA CALAFATA: HISTORIA DE UN TOPÓNIMO DE BREÑA ALTA (LA PALMA) LA CALAFATA: HISTORY OF A PLACE-NAME OF BREÑA ALTA (LA PALMA) José Eduardo Pérez Hernández Cómo citar este artículo/Citation: Pérez Hernández, J. E. (2020). La Calafata: historia de un topónimo de Breña Alta (La Palma). XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana (2018), XXIII- 013. http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/index.php/CHCA/article/view/10408 Resumen: Es un objetivo común de filólogos, geógrafos e historiadores recopilar y estudiar la toponimia general del territorio como fuente de información y con el fin de preservarla del olvido. En este artículo el historiador fija su atención en el topónimo La Calafata, ubicado en el municipio de Breña Alta en la isla de La Palma. Con ayuda de una variada documentación de archivo de carácter público y privado, estudia en profundidad su origen y significación histórica. Se trata de un topónimo de apodo feminizado que remite al oficio de calafatear barcos de vela. Calafate era el mote de la familia Felipe Carmona, marinos de Santa Cruz de La Palma que destacaron en el tráfico marítimo entre Canarias y América con barcos propios en la segunda mitad del siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX. Palabras clave: Topónimo, La Calafata, apodo femenino, calafate, familia de marinos Felipe Carmona, Breña Alta, siglo XIX. Abstract: It is a common objective of philologists, geographers and historians to collect and study the toponymy of the territory as a source of information and in order to preserve it from oblivion. In this article the historian fixes his attention on the place-name La Calafata, located in the municipality of Breña Alta on the island of La Palma. With the help of a variety of public and private archival documentation, he studies in depth its origin and historical significance. It is a feminized nickname that refers to the craft of caulking sailboats. Calafate (Caulker) was the nickname of the Felipe Carmona family, sailors from Santa Cruz de La Palma, who excelled in maritime traffic between the Canary Islands and America with their own ships during the second half of the 18th century and the first half of the 19th century. Keywords: Place-name, La Calafata, feminine nickname, caulker, family of sailors Felipe Carmona, Breña Alta, 19th century. INTRODUCCIÓN En el marco del proyecto cultural «Memoria Histórica de Nuestros Mayores» puesto en marcha por el ayuntamiento de Breña Alta sobre la base de entrevistas a gran número de personas de la tercera edad del municipio, se entrevistó a Raúl Felipe Díaz (1934) en la Agencia de Empleo y Desarrollo Local en abril de 20051. Aquel encuentro reveló la existencia de un pequeño pero valioso fondo documental propiedad familiar del entrevistado. Hablamos de varios manuscritos, fotografías y otros objetos personales pertenecientes a algunos ascendientes destacados de la familia Felipe en el siglo XIX. Al hacerlo público, don Raúl Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de La Laguna. C/ Prolongación de Strelitzias, 10, 38710, Breña Alta. Tenerife. España. Correo electrónico: joseduph@hotmail.com 1 El propósito era reunir un fondo archivístico sonoro y documental con los testimonios orales de los in-formantes acerca de sus recuerdos de vida, lo cual en primera instancia se tradujo en la edición de un libro; vid. RODRÍGUEZ LORENZO y CONCEPCIÓN FERNÁNDEZ (2007). JOSÉ EDUARDO PÉREZ HERNÁNDEZ 2 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 expresó su deseo de que se diese a conocer el significado histórico de «La Calafata» en Miranda y su adscripción original a la casa y portada de la finca familiar allí situada, pues su anhelo era evitar que la presencia del rótulo «Calafata» en el portón de otra finca vecina pudiese mover a confusión sobre el verdadero epicentro del topónimo. Así, con el objetivo de conocer el origen y significado de esta voz singular del territorio insular, preservarla del peligro de la incorrecta interpretación popular y por añadidura reivindicar la toponimia, por su carácter de patrimonio cultural, como tema atractivo y pertinente para los historiadores, procedimos a investigar a partir de los datos espigados de la propia entrevista a Felipe Díaz y de los documentos más importantes de su archivo familiar (cuyo escaneado gentilmente permitió por el ayuntamiento). Oportunamente se citarán en este trabajo. A continuación buscamos información en las fuentes primarias públicas. En el Archivo Municipal de Breña Alta, los padrones de habitantes y de fincas urbanas y rústicas, la contribución industrial y de comercio, datos de índole judicial y del registro civil de nacimientos, matrimonios y defunciones; en el Archivo General de La Palma, el fondo de protocolos notariales, a la pesca de testamentos y compraventas relativos a la familia Felipe; en el Archivo Municipal de Santa Cruz de La Palma, la colección de expedientes e instancias varios; en el Archivo de la Parroquia Matriz de El Salvador de la capital insular, sus libros sacramentales; en el Archivo Provincial de Las Palmas, un expediente procesal de la sección Audiencia… Reunimos, pues, numerosas piezas para componer el puzzle histórico y biográfico necesario. Los estudios toponomásticos, en mayor o menor medida, son abordados mediante la combinación de la búsqueda archivística y el trabajo de campo (encuesta, entrevista) con independencia de la rama del saber a la que se adscribe el investigador: filología, geografía, historia, botánica2. La primera de estas ciencias viene siendo la reina de tales estudios en el archipiélago canario; a ella pertenecen la mayoría de trabajos publicados en las islas sobre toponimia, en especial por los grupos de investigadores comandados por Trapero, en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y Díaz Alayón en la Universidad de La Laguna. Por ceñirnos solamente a la isla de La Palma, la antedicha filóloga palmera ha centrado en ella buena parte de su investigación toponímica. Consciente de que la vida moderna es una trituradora de nombres de antaño de los pequeños fragmentos del territorio, recopiló y estudió parte de la toponimia menor de la isla, reivindicando su importancia para la historia insular3. Aunque filólogos y geógrafos la reclamen para sí, la toponimia no es campo exclusivo de una sola ciencia humana. El historiador también tiene algo que decir. Quien suscribe descubrió el microtopónimo de «La Calafata» desde muy pequeño, pues formaba parte del camino a la escuela durante sus primeros cinco años de EGB (1974-1979). Había en esta voz sonora y sugestiva una historia olvidada que apetecía conocer. Ahora, después de indagar amplia y profundamente en su significado, reconstruimos efectivamente toda una historia de índole social, económica y familiar detrás de su nombre. UN TOPÓNIMO ENTRE DIEZ MIL La tradición oral ha fijado al territorio multitud de nombres que identifican cada lugar en función de ciertos elementos del paisaje, sucesos locales relevantes, apellidos y sobrenombres de personas antaño allí establecidas, o voces del pasado prehispánico, por citar las raíces más frecuentes de los topónimos. Los mismos ponen de manifiesto la riqueza de la memoria 2 ORTEGA OJEDA y DÍAZ ALAYÓN (2013), pp. 13-33. 3 DÍAZ ALAYÓN (1987); DÍAZ ALAYÓN y ORTEGA OJEDA (2013), pp. 35-55. LA CALAFATA: HISTORIA DE UN TOPÓNIMO... 3 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 colectiva popular y constituyen una parte de nuestro patrimonio histórico que no se debe menospreciar. Al respecto Díaz Alayón escribió: «se echa en falta un análisis amplio y en profundidad de la toponimia menor canaria»; la autora proponía abordar «un objetivo restringido» desde lo particular o concreto4. Treinta años más tarde el déficit de tales estudios menudos continúa. Los rápidos cambios sociales y económicos acaecidos en los últimos decenios, el abandono de la vida del campo y el incremento del transporte mecanizado, ponen en riesgo de pérdida, confusión u olvido muchos nombres de nuestra toponimia tradicional. Porque, como lamenta Afonso Pérez, desaparece aquel vivir pausado de los caminantes que se encontraban por doquier, se hablaban sin prisas y cuyas relaciones personales estimulaban la creación y pervivencia de los topónimos. Se hace necesario su estudio y preservación con el fin de que podamos conservar memoria cabal de ellos.5 La cifra es cercana a diez mil. Nos referimos al corpus toponimicum recopilado por los autores Trapero y Santana Martel para la isla de La Palma (seiscientos topónimos en Breña Alta; no figura el que nos ocupa aquí) a partir de atlas, bibliografía especializada y la propia experiencia investigadora. Es parte de una atractiva página web creada en 2016, «Toponimia de las islas Canarias», que recoge hasta la fecha unos cuarenta mil topónimos ordenados de manera alfabética y por islas y sus municipios, con un amplio glosario de términos6. Constituye una utilísima herramienta de trabajo, si bien no están todos los topónimos que son, obviamente. En la zona de Miranda, medianías del municipio de Breña Alta en la isla de La Palma, encontramos el singular antropotopónimo de «La Calafata», allí donde el camino del mismo nombre enlaza con el camino de Miranda, cerca del núcleo poblacional y la ermita de San Miguel. Se trata de un «topónimo de apodo» derivado de un «topónimo de oficio», en expresión de Díaz Alayón —si bien ni ésta ni otros autores lo han recogido en sus trabajos—, que remite al mundo de los artesanos de la construcción naval a vela. Los calafates cerraban las junturas de las maderas de los barcos con estopa y brea (pez sólida y de color negro que resulta de quemar en horno a propósito la resina de tea extraída de los pinos)7. Aunque también se calafateaban canales, estanques y aljibes, vitales para el abastecimiento de agua en el pasado, fue ante todo una industria ligada al esplendor de los astilleros de Santa Cruz de La Palma en los siglos XVIII y XIX8. Pues bien, en la capital palmera, apellidos como Luján, Ferrer, Batista, Cáceres o Las Casas, por citar sólo algunos, se auparon en la escala social gracias al auge naviero de aquella época y al tráfico mercantil interinsular, americano y europeo en sus propios barcos. Y lo que ahora más nos importa, también los Felipe, al menos desde finales del siglo dieciocho y durante la primera mitad del diecinueve, destacaron en este negocio y forjaron así una saga familiar marinera dividida en varias ramas: Felipe Carmona, Felipe Melián, Felipe Remedios, González Felipe…9 Haremos alto en la primera, toda vez que está en la raíz del topónimo breñusco «La Calafata». 4 DÍAZ ALAYÓN (1988), p. 20. 5 AFONSO PÉREZ (1997), p. 30. 6 TRAPERO, M. y SANTANA MARTEL (2016). Los citados autores razonan por qué no figuran mapas detallados con los topónimos en el punto geodésico exacto de los mismos. No obstante cabría incorporar a esta página web una cartografía toponímica municipal, como recomendaba el geógrafo Afonso Pérez en otro contex-to, al menos con las voces cuya ubicación precisa o por aproximación se conocen, por ejemplo distinguiendo las primeras de las segundas por medio de símbolos o colores específicos. 7 PAIS PAIS y PELLITERO LORENZO (2004). 8 EXPÓSITO LORENZO y QUINTANA ANDRÉS (1996), pp. 643-665. 9 De hecho se tiene constancia del apellido Felipe vinculado a la profesión de marino en la isla de La Palma desde el siglo XVII; vid. CIORANESCU (1992), I, pp. 658-661. JOSÉ EDUARDO PÉREZ HERNÁNDEZ 4 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 ¿Por qué un microtopónimo o topónimo menor que pudiera suponerse costero aparece de forma espontánea tan tierra adentro? Lo veremos en el siguiente capítulo. LA FORJA DEL TOPÓNIMO «LA CALAFATA» Conviene remontarnos a Enrique Buenaventura Felipe Carmona (Santa Cruz de La Palma, 1762-1838), de oficio marino, hijo de Francisco Felipe García y Laureana Pérez Carmona (son los apellidos del padre de dicha señora, pero el segundo prevalece voluntariamente)10. Fue dueño y capitán del bergantín Mozo, barco dedicado a la carrera americana desde 1790 hasta 1802, que terminó sus días en el tráfico interinsular11. Luego poseyó el bergantín Nuestra Señora del Rosario (a) Minerva, con el cual hizo también viajes a América (La Habana, Montevideo) durante la siguiente década, dedicándolo además a la navegación entre las Canarias12. Sabemos que tuvo después sucesivamente por lo menos cinco pequeños bergantines nombrados Victorioso, Esperanza, Caridad, Perla y Fe13; y que perdió dos barcos costaneros (destinados a la pesca del salado en la costa de Berbería), uno apresado por un corsario americano14 y el otro, diez años después, en 1826, naufragado en el puerto de Santa Cruz de La Palma15. Buenaventura casó con Josefa Cárdenas en junio de 1800, de cuya unión nacieron Antonio (16 de enero de 1801), Josefa (14 de julio de 1802, siendo entonces su padre diputado del común en el cabildo palmero), Isabel, Buenaventura (muerto en la niñez), Cayetano, Juana, María de los Dolores y María de la Encarnación Felipe Cárdenas. Sea porque apreciaban el apellido Carmona, (el padre era conocido por Ventura Carmona y sus hijos fueron apellidados así también), sea porque los apellidos maternos aparecen 10 Archivo de la Parroquia de El Salvador de Santa Cruz de La Palma [APES], Bautismos, Libro 13, f. 140 v. Sus padres, Francisco y Laureana, contrajeron matrimonio el 20 de junio de 1745 en la capital palmera; APES, Matrimonios, Libro 6º (1741-1767), f. 34 v. 11 Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, Audiencia, Procesos, Expediente 16.224. 12 Entre los papeles que guardan los descendientes actuales de la familia Felipe, se halla un documento oficial relativo al bergantín Nuestra Señora del Rosario (alias) la Minerva. Es una acreditación firmada por don Juan de Araoz, capitán general honorario de Departamento y de la Marina del puerto de La Habana e isla de Cuba, fechada en La Habana el 23 de mayo de 1803, por la cual don Manuel de Castro, «natural de las Cana-rias», examinado en la profesión de piloto de altura, se le considera suficientemente instruido y capaz para ejer-cer la plaza de «pilotín por escasez» en el bergantín citado, que está próximo a hacer viaje a las Islas Canarias. El manuscrito consta además de posteriores vistos buenos de Araoz para que Castro pudiera hacer sendos viajes en dicho barco entre Tenerife y La Habana, y viceversa, en 1804; y finalmente otros dos vistos buenos no fechados en los que, ya como segundo piloto, es autorizado a navegar en la Minerva con destino a Santa Cruz de Tenerife y Cádiz (firmado por «Vázquez») y al puerto de Montevideo (lleva la firma «Valcárcel»). Archivo de la Familia Felipe (Breña Alta). 13 LORENZO RODRÍGUEZ (2010), pp. 40-42; Archivo Municipal de Santa Cruz de La Palma [AMSCP], Expedientes e instancias varios (1832-1837), Caja 611 (donde Buenaventura Felipe Carmona cita el bergantín-goleta La Fe como de su propiedad en 1832, «que fabriqué […] y tengo destinado a la pesca del sala-do»). La Real Sociedad Cosmológica de Santa Cruz de La Palma registra en su archivo el cuadernillo de bitácora del bergantín Caridad en un viaje de la capital palmera a la costa de Berbería en noviembre de 1822, al mando de Antonio Felipe Carmona, primogénito de Buenaventura Felipe; vid. AGUILAR JANEIRO y MORALES GARCÍA (2008), p. 52. 14 PÉREZ HERNÁNDEZ (2012), p. 1848. 15 AMSCP, Expedientes e instancias varios (1826-1831), Caja 610. Se trata del bergantín Caridad, de 60 toneladas, del tráfico de la pesca del salado a la costa de Berbería, que naufragó el 9 de octubre de 1826 cuando estaba fondeado en el puerto de Santa Cruz de La Palma con todos los pertrechos en bodega para emprender un nuevo viaje. Al parecer la causa fue un fuerte temporal. No se salvó casi nada. Dos meses más tarde, Buenaven-tura Felipe pidió licencia al ayuntamiento de la capital palmera para el corte de maderas adecuadas a la fábrica de un bergantín-goleta de 60 palmos de quilla en el astillero principal de la ciudad, que juzgaba necesario para el abasto del pescado salado en la isla y para la subsistencia de su familia. El nuevo barco construido fue posible-mente el nombrado Fe, que citamos en la nota anterior. LA CALAFATA: HISTORIA DE UN TOPÓNIMO... 5 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 inconstantes en el registro parroquial (Guerra Oropesa, Oropesa Cárdenas, De la Concepción Cárdenas, Sánchez Cárdenas; el correcto sería el tercero de esta relación, pero en el sentir de entonces aquel primer apellido avergonzaba y tendía a esconderse por ser una marca de pecado), lo cierto es que algunos hijos de Buenaventura Felipe, en particular Antonio y Josefa, usaron con preferencia los apellidos paternos. Antonio Felipe Carmona (Santa Cruz de La Palma, 1801-1872) aprendió el oficio de marino de su padre desde la niñez, si bien se presume su formación en una escuela de náutica, aunque desconocemos dónde cursó los estudios. Existe un manuscrito familiar, hoy en poder de sus descendientes, que lleva por título Reglas para hallar la variación de la aguja; se trata de una suerte de manual auxiliar necesario para el gobierno certero y eficaz de cualquier barco, a base de minuciosas anotaciones obtenidas tanto de la mejor bibliografía académica de náutica como de la experiencia de navegante de Carmona hijo, y quizá también del padre, para fijar el rumbo verdadero o corregido de los navíos16. En su juventud además protagonizó el acto heroico de rescatar a un náufrago superviviente de un buque francés que había zozobrado en alta mar, en mitad de una fuerte tormenta que azotaba su propio barco; ello le valió el que la Monarquía francesa lo admitiese en la Orden Real de la Legión de Honor en clase de Caballero el 15 de junio de 182817. Más tarde llegó a ser ayudante militar de marina de La Palma y, en diciembre de 1870, alférez de navío graduado de la Armada Nacional tras haber cumplido diez años de servir destinos como alférez de fragata graduado de la escala de reserva18; también ocupó la presidencia de la confraternidad de San Pedro González Telmo en su ciudad natal. Contrajo primeras nupcias con Josefa Rodríguez Montero, el 9 de febrero de 1824 en Santa Cruz de La Palma, y procrearon tres hijos: María del Pilar (casada con Ambrosio de la Concepción), Víctor (fallecido en la infancia) y Beatriz Felipe Rodríguez, de quien hablaremos más adelante. Enviudó el 20 de marzo de 1830 y volvió a casarse, doce años después, con Tomasa de Paz Fernández. No hubo más hijos. Murió en la capital insular el 21 de agosto de 1872.19 16 El cuaderno manuscrito intitulado en su portada Reglas para hallar la variación de la aguja, seguido debajo, y en más grandes caracteres, del apellido Carmona, por destinarse al uso de los marinos Felipe Carmona de Santa Cruz de La Palma durante la primera mitad del siglo XIX, a nuestro parecer es un compendio de varios manuales académicos de navegación o tratados de pilotaje de la época resumidos en veinticinco páginas y dos hojas sueltas. Contiene datos, cálculos, coordenadas, gráficos y tablas, con ejemplos prácticos sacados de manual y de la propia experiencia de los capitanes Felipe Carmona para el buen gobierno de sus barcos. Los maestros de las escuelas de náutica recomendaban la memorización de esta información, pero no estaba de más disponer de unos apuntes a bordo de los navíos a modo de chuleta. En el manuscrito se cita la célebre obra en cuatro tomos de Gabriel Císcar y Císcar (1759-1829) Curso de estudios elementales de marina, que ha tenido muchas edicio-nes; y hemos identificado la procedencia de las tablas numeradas 27 a 30 que ocupan las cuatro últimas páginas del manuscrito, es decir, las de igual numeración de la «Colección de tablas auxiliares para uso de la navega-ción», anexo final de la obra de Dionisio Macarte Díaz Lecciones de navegación ó principios necesarios a la ciencia del piloto (1801). Archivo de la Familia Felipe (Breña Alta). 17 El documento, manuscrito en castellano, certifica por el mariscal Duque de Carento, ministro de Esta-do, Gran Canciller de la Orden Real de la Legión de Honor, que don Antonio Felipe Carmona, capitán de buque español, ha sido admitido en dicha Orden el 15 de junio de 1828 en clase de Caballero. Y lo firma en París, 26 de junio de 1828, «su Excelencia el Mariscal de Campo Secretario general de la Orden = Vizconde de Saint-Mars». Otro documento oficial, encabezado «Número 713» y «Registrado al folio 34», con la firma del primer secretario de Estado don Manuel González Salmón-Gómez de Silva en Madrid, 2 de agosto de 1828, daba licencia, en nombre de Su Majestad, a don Antonio Felipe Carmona «para usar de las insignias de la Legión de Honor que le ha sido conferida por S.M.C.ma ». Archivo de la Familia Felipe (Breña Alta). 18 El documento oficial, fechado en Madrid el 16 de diciembre de 1870 y firmado por don Francisco Se-rrano Domínguez, regente del reino por voluntad de las Cortes Constituyentes, dice que por resolución de 13 de diciembre de 1870 ha venido en conceder a don Antonio Felipe Carmona la graduación de alférez de navío «que le corresponde disfrutar desde veinte y cinco de Noviembre del año próximo pasado». Archivo de la Familia Felipe (Breña Alta). 19 PÉREZ GARCÍA (2009), p. 137. Asimismo, APES, Matrimonios, Libro 9º (1822-1851), f. 9. JOSÉ EDUARDO PÉREZ HERNÁNDEZ 6 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 Durante su matrimonio Buenaventura Felipe adquirió una hacienda llamada de San Miguel en el pago de Miranda, Breña Alta, una de las mejores zonas agrícolas de la isla y de antiguo asiento patrimonial y de recreo de la elite terrateniente capitalina, cuya finca fue heredada mitad por su esposa y mitad por sus hijos. En marzo de 1847, un mes antes de morir, Josefa Cárdenas vendió a su hija Josefa poco más de un celemín de su parte, que lindaba por el norte y el este con el resto de la hacienda, por el sur con un callejón o serventía, y por el oeste con el camino real20. La compradora fabricó allí una casa con su aljibe y, según la tradición, la habitó con su hermana Flora, ambas solteras y conocidas en el lugar por «las Calafatas». Sin embargo, veremos en otro capítulo que existe una discrepancia entre memoria y documento escrito en lo que se refiere a la identidad de la segunda mujer. El apelativo de «Calafatas», en la memoria actual de la familia, haría referencia a que estas mujeres ejercieron como calafateadoras en el astillero capitalino cuando su hermano Antonio regresaba de sus travesías21. Si bien debe tratarse de un sobrenombre familiar impuesto mucho antes de que aquéllas nacieran. Con toda probabilidad, una o varias generaciones de antepasados de la familia Felipe, antes de constituirse en dueños y capitanes de barcos, fueron artesanos calafates en la ciudad palmera, quedando ligado este oficio en adelante como apodo familiar. Afonso Pérez ha señalado la tradición isleña en la utilización de apodos, no sólo individuales, sino también aplicados a toda la familia y a menudo heredados22. En este sentido, aunque careciendo de referencia directa documental aplicable a Josefa y Flora, parece oportuno apuntar como claros indicios lo que sigue: el cronista Juan Bautista Lorenzo relata, en el primer tomo de sus Noticias, que en agosto de 1800 un buque corsario trató de apresar «el bergantín del Calafate» en el puerto de Tazacorte, del cual era maestre Francisco Felipe, abuelo de las referidas señoras23; en una declaración testamentaria de 1841 la otorgante menciona un «pedazo que compré a las calafatas en la Breña vaja»24; en un testamento de 1850 se cita a «María de la Concepción alias Calafata», nombre con el cual figura en su partida matrimonial (y podría haber sido conocida así) la benjamín de los Felipe Cárdenas, María de la Encarnación25; asimismo, Domingo Felipe Remedios, muerto octogenario en 1866, hijo de Florencio Felipe Carmona y por tanto sobrino de Buenaventura y primo de Antonio, era apodado «Calafate»; y, relativo a su padre, figura anotada la «hacienda de Florencio Calafate» en una escritura notarial de 182826. Téngase en cuenta, además, que la feminización de oficios, apellidos y apodos es un rasgo frecuente de la toponimia canaria27, de lo cual hay muchos ejemplos en la de Breña Alta en el Novecientos: «las Capotas», «la Sacristana», «la Cazadora», «las Coletas», «las Machinas»; etcétera. La memoria colectiva ha fijado que Josefa y Flora pusieron una venta en aquella casa y que tuvieron amplia clientela entre la gente que transitaba por el camino público. Vendían velas moldeadas con cera de abejas, pan de manteca, dulces diversos —algunos con formas de peces—, así como otros productos caseros que las «Calafatas» elaboraban siguiendo un libro 20 Archivo General de La Palma, Protocolos notariales, Escribanía de Antonio López Monteverde, 1847, f. 136 v - 137 v. La escritura de compraventa está fechada en Santa Cruz de La Palma, el 29 de marzo de 1847. El precio del trozo de finca de 1,25 celemines, libre de gravamen, fue de doce pesos corrientes. 21 Antonio Felipe Carmona realizaba travesías interinsulares y transoceánicas. De alguna anotación en su cuaderno manuscrito Reglas para hallar la variación de la aguja se deducen viajes a la isla de Cuba en los pri-meros años 1840. 22 AFONSO PÉREZ (1997), p. 78. 23 LORENZO RODRÍGUEZ (2010), p. 185. 24 AGP, PN, Escribanía de Vicente García González, 1861, f. 486. Declaración testamentaria de Rita An-tonia Hernández, Santa Cruz de La Palma, 25 de junio de 1841. 25 AGP, PN, Escribanía de José María Salazar, 1850, ff. 107-114 v. Cláusula 8ª del testamento del presbí-tero don Francisco González, vecino de Mazo. 26 AGP, PN, Escribanía de Gregorio José Medina, 1828, f. 567. 27 AFONSO PÉREZ (1997), p. 82. LA CALAFATA: HISTORIA DE UN TOPÓNIMO... 7 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 de recetas propio para después cocer a fuego de leña. Despachaban además las viandas típicas del campo palmero de entonces que almacenaban en la lonja: cestas de cebollas, barricas de manteca y carne en salazón, sacos de papas o cereales, garrafones de vino y cajas de tea repletas de higos secos y almendras28. Su hermano Antonio, quien construyera la balandra Virtud a mediados del Diecinueve para el tráfico interinsular29, proveía al establecimiento de pescado salado, dátiles y otras mercancías, según oyó contar Raúl Felipe Díaz a sus mayores. Los documentos de la contribución industrial y de comercio del municipio breñusco confirman la tradición oral: Josefa aparece como panadera ya en 185230; en el decenio siguiente su negocio alcanzó la categoría de venta de víveres y de aguardiente al por menor, y, veinte años más tarde, al final de su vida, lo encontramos convertido en un figón o bodegón, siempre en la casa de Miranda31. De 65 metros cuadrados, planta baja y principal con cubierta a cuatro aguas de madera y teja, la casa constaba de cuatro piezas abajo y las mismas arriba destinadas a habitación. Al pie del camino, la Portada, llamada en su día de Las Calafatas (luego prevaleció el singular), da entrada al sitio donde se levanta la vivienda; tiene muros de mampostería de piedra y barro, y presenta remate liso a dos aguas, sin almenas, con cruz de madera de tea en el centro. La fecha de construcción del edificio —no puede asegurarse que la portada sea de la misma época, aunque lo parece— la establecemos hacia 185032. La casa y la portada persisten todavía junto al citado cruce de caminos, aunque remozadas en fechas recientes; la primera por nuevos propietarios ajenos a la familia Felipe, la segunda por iniciativa municipal (ruta turística de las portadas de Breña Alta). En sus habitaciones, hace mucho tiempo, «las Calafatas» disfrutaron de un mobiliario acorde con la posición acomodada que había alcanzado su familia. Entrevistado en el año 2005, como apuntamos en la introducción, Raúl Felipe Díaz recordaba haber visto cómodas de maderas nobles, camas con doseles, un confidente o sillón de dos cabeceras forrado de terciopelo, alfombras de lana, espejos dorados, valiosos jarrones, quinqués con pie de mármol, reloj de pared y una biblioteca (Josefa Carmona sabía leer y escribir). EL MISTERIO DE LA SEGUNDA «CALAFATA» Llegados a este punto, conviene precisar que muchas veces la tradición oral y los datos históricos no coinciden con exactitud. Nuestra investigación ha tropezado con una dificultad de esta naturaleza; un caso que de manera novelesca podríamos denominar como sigue: El misterio de Flora. ¿Quién era? Según la memoria familiar actual habría sido una hermana de Josefa, también célibe, con quien viviría compartiendo las riendas de la expresada casa-venta de Miranda hasta su muerte ocurrida con bastante antelación a la de aquélla. Ninguna 28 DIEPPA RODRÍGUEZ (2006). 29 AMSCP, Expedientes e instancias varios (1843-1850), Caja 613. La balandra Virtud, de 27 toneladas, fue construida en el astillero de Santa Cruz de La Palma en su mayor parte con fragmentos de otro barco desba-ratado en la marina de la ciudad, el San Benedicto, bergantín-goleta de 97 toneladas que Florencio Felipe Car-mona, tío de Antonio Felipe Carmona, fabricó en el astillero palmero en 1823. El resto de la madera fue cortada en una finca montuosa de don Manuel Antonio Luján y otra parte comprada a don José Rodríguez Corbacho de su propiedad. La balandra fue puesta en la mar el 17 de marzo de 1844. 30 FERNÁNDEZ AFONSO, Antonio: «Contribución industrial y de comercio / Pueblo de Breña Alta», Boletín Oficial de Canarias (14 de diciembre de 1853), p. 4. Fechado en Breña Alta, 20 de febrero de 1852. 31 Archivo Municipal de Breña Alta, Contribución territorial, industrial y de comercio de los años 1863-1865 y 1884, Cajas sin numerar. 32 Una casa existía al menos desde 1856, pues Josefa Carmona, todavía como forastera de Santa Cruz de La Palma, tenía asignadas en esa fecha las cantidades de 150 reales vellón por tierras y 5 reales vellón por su casa en el reparto municipal de la contribución territorial de Breña Alta. JOSÉ EDUARDO PÉREZ HERNÁNDEZ 8 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 hermana de Josefa, sin embargo, fue bautizada como Flora, ni figura nadie de este nombre en la citada vivienda al menos desde los años 1860. Parece tratarse de una persona conocida por un nombre distinto del suyo original, pero ¿quién? La tradición establece dos premisas que deben considerarse seriamente: las dos mujeres estaban unidas por un estrecho vínculo de parentesco, toda vez que las conocían como «las Calafatas»; y la de misteriosa identidad descendió a la tumba primero que la otra. La información de los padrones municipales estrecha el margen de maniobra. Así, pues, no podría tratarse de Juana, única hermana soltera de Josefa, porque falleció más tarde que ésta en la capital y no se tiene constancia de que viviera en la casa-venta de Miranda33; tampoco encajarían sus otras hermanas, pese a que el factor de la soltería no es concluyente. Sólo una mujer responde al perfil buscado: Mauricia [de la Concepción] Cárdenas, tía de Josefa Felipe, quien aparece junto a su sobrina en los padrones más antiguos que se conservan en el archivo municipal y que falleció en la casa de Miranda a los 88 años, el 15 de diciembre de 1871, trece años antes que Josefa. Por tanto, las llamadas Calafatas no serían hermanas, sino tía y sobrina, ni serían ambas solteras, pues Mauricia era viuda sin hijos vivos34. El vacío documental en la década de 1850, en lo que a padrones municipales se refiere, obliga a la cautela y a plantear lo anterior tan sólo como una sugerente hipótesis de trabajo35. De igual modo, con reservas, puede aventurarse en qué momento se comenzó a fijar el topónimo de «La Calafata» en singular. Podría pensarse que fue a partir de 1872, tras la muerte de Mauricia Cárdenas (dando por bueno que ella era Flora), pero desde un decenio antes, Josefa tenía a su lado a su sobrina Beatriz, con quien convivió hasta el fin de sus días. Falta asegurar si esta nueva pareja de tía-sobrina también fue conocida por «Las Calafatas» (es lo más probable). De ser así su evolución al singular empezaría al morir Josefa y, por tanto, Beatriz sería la última de la familia en llevar tal apodo y en dar vida in situ al topónimo. Es posible incluso que ellas le dieran su origen en plural y que Beatriz, nombre raro en aquella época, fuese más conocida como Flora (a su favor tendría el lazo de sangre, la soltería y una larga estancia en la casa de Miranda; pero no encaja con la memoria actual de sus descendientes en lo que respecta a su muerte y a la diferencia generacional entre ambas). 33 Juzgado de Primera Instancia de Santa Cruz de La Palma, Registro Civil, Defunciones, Libro 19, f. 114, partida nº 111. Juana Felipe Cárdenas falleció en la capital palmera el 8 de marzo de 1889, a los ochenta años de edad. No testó. Era viuda del escribano público Pedro López Monteverde. Por otra parte, existe un vacío en los años 1850 por no conservarse los padrones municipales de Breña Alta; ¿cómo descartar que Juana vivió enton-ces allí y que lo que la tradición llama muerte de Flora fue realmente regreso definitivo a la ciudad? 34 Juzgado Municipal de Breña Alta, Registro Civil, Defunciones, Libro 1º, f. 28, partida nº 30. Era hija de don Roque de la Concepción Sánchez y de doña Ignacia Cárdenas de la Guerra, vecinos que fueron de Santa Cruz de La Palma, y viuda de don Antonio Pérez Fundo, con quien había casado en 1806, de cuya unión tuvieron un hijo llamado Pedro, ya fallecido. 35 Las fotografías del archivo de la familia Felipe no resuelven nuestras dudas. Las tres más antiguas, de un intenso color sepia, son retratos individuales de dos damas de mediana edad y de un caballero anciano que datamos entre 1865-1872; la primera fecha, la del establecimiento en Santa Cruz de La Palma del estudio fotográfico cono-cido como Galería de Cristales, en la calle de la Cuna, abierto por el fotógrafo peninsular Santos María Pego en sociedad con el artista palmero Aurelio Carmona López; la segunda fecha, el año de la muerte de Antonio Felipe Carmona, a quien suponemos retratado de uniforme en posición sedente. Al no tener pie de fotos inequívocas sólo podemos fiarnos de la tradición familiar que identifica a Flora en la señora que viste el miriñaque. La mayor parte de las restantes fotografías, sin embargo, corresponden a retratos de niños pequeños y hombres jóvenes de la familia Cuadras Rodríguez, establecidos en Barcelona y emparentados con la familia Felipe de La Palma, pero sólo un tercio de estas veintitrés imágenes identifican por sus dedicatorias a algunos de ellos (José Florencio Cuadras Rodríguez, profesor de gimnasia, cuya abuela materna era hermana de la primera esposa de Antonio Felipe Carmo-na, y los niños de corta edad Federico, Isidro, Eloísa y Alfredo Cuadras). También figura un retrato infantil de Pe-dro Alejandro de Castro López. Otros retratos, incluidos dos parejas de ancianos y un grupo familiar campesino posando en el exterior de su vivienda con sus bueyes de labranza y otros animales domésticos, carecen de identifi-cación. Las fotografías conocidas se enviaron a sus parientes palmeros a partir de 1870. LA CALAFATA: HISTORIA DE UN TOPÓNIMO... 9 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 Beatriz Felipe Rodríguez, hija de Antonio Felipe Carmona, nació en Santa Cruz de La Palma el 14 de septiembre de 1828. Debió de llegar a la casa-venta de Miranda en los primeros años 1860 para vivir con su tía Josefa «la Calafata». Tenía motivos para hacerlo, pues siendo madre soltera enfrentaba un escándalo en la ciudad. Su hijo, fruto de relaciones amorosas con una persona cuyo nombre aun a la hora de testar treinta años más tarde «no le es dado revelar», fue puesto en la Inclusa de la capital y bautizado Inocencio de San Fiel al día siguiente, 29 de agosto de 1862, en la parroquia matriz de El Salvador. Luego fue recogido por una persona de confianza de su madre y llevado a la casa de Miranda36, figurando durante un tiempo como expósito de la Cuna en los padrones locales. Inocencio Felipe crecería rodeado de mujeres: su madre (siempre supo que ella lo era), la tía-abuela Josefa, la tía-bisabuela Mauricia y Juana Concepción Martín, madrina de su bautizo, la fiel sirvienta de la casa que podría haber jugado un papel clave en la ocultación inicial de la identidad del niño. «La Calafata», ya anciana, nombró heredera vitalicia a su sobrina Beatriz37 y dos años más tarde, el 6 de julio de 1883, le vendió la casa y el sitio con la condición cumplida de seguir viviendo en ella hasta su muerte38, acaecida el 3 de mayo de 1885, a los 82 años de edad. Los padrones municipales nos informan que Beatriz Felipe Rodríguez y el joven Inocencio continuaron en la casa de Miranda. Él aparece ya como su hijo natural; su madre así lo reconoció legalmente por escritura pública en 189139. La agricultura era su medio de vida, pues la vieja venta parece haber desaparecido ya (de las ocho piezas de la casa, cuatro bajas se destinaban a ganadería). Cuando falleció doña Beatriz –quizás la última «Calafata»– el 8 de junio de 1897, hacía algunos años que Inocencio Felipe40 había fundado una familia propia en aquella vivienda junto a su esposa Blasina Sicilia González, con quien procreó cinco hijos: Florentina, Beatriz, María de la Concepción (muerta en la niñez), Francisco y María de los Ángeles. LA CRUZ DE LA CALAFATA Los enrames de las cruces de mayo han pervivido como tradición insular sólida en algunos municipios de la isla; en primer lugar en Santa Cruz de La Palma, bajo cuya advocación oficial se fundó la ciudad el 3 de mayo de 1493, y desde donde la devoción de la Cruz se expandió a la comarca limítrofe de las Breñas y Mazo, con el asiento de haciendas y casonas de campo de la elite social capitalina desde el siglo XVII. 36 AGP, PN, Escribanía de Manuel Calero Rodríguez, 1891 (1), ff. 526-529. Testamento de doña Beatriz Felipe Rodríguez, soltera, propietaria. Asimismo, APES, Bautismos, Libro 25, ff. 91v-92. 37 AGP, PN, Escribanía de Melchor Torres Luján, 1881 (1), ff. 77-80. Testamento de doña Josefa Felipe Cárdenas. 38 AGP, PN, Escribanía de Manuel Calero Rodríguez, 1883 (2), ff. 551-554 v. Fechado en Breña Alta, 6 de julio de 1883. La finca, que tenía 1,25 celemines o 5,46 áreas en 1847, había triplicado su tamaño en 1883 (3,64 celemines o 15,92 áreas). Libre de gravamen, Beatriz Felipe la compró por 2.625 pesetas. Poco antes, el 29 de noviembre de 1880, Beatriz y su hermana María del Pilar Felipe Rodríguez (casada con Ambrosio de la Con-cepción, sin hijos, y con domicilio en La Habana desde 1876) se habían repartido los bienes paternos: la hacien-da del barranco de Maldonado y la casa de la calle Real de Santiago nº 72 en Santa Cruz de La Palma, para Pilar, y otros dos inmuebles de la calle Real de Santiago números 52 y 70, para Beatriz; ambos lotes valorados en 6.000 pesetas cada uno; AGP, PN, Escribanía de Melchor Torres Luján, 1880 (2), ff. 1049-1053 v. 39 AGP, PN, Escribanía de Manuel Calero Rodríguez, 1891 (1), ff. 570-572 v. Fechado en Santa Cruz de La Palma, 12 de mayo de 1891. 40 Inocencio Felipe Rodríguez llegó a ser nombrado secretario del juzgado municipal de Breña Alta a fi-nales del siglo XIX, y fiscal municipal en la Segunda República, pero su quehacer cotidiano fue la agricultura. Falleció en su casa de Miranda el 9 de junio de 1954. JOSÉ EDUARDO PÉREZ HERNÁNDEZ 10 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 Resulta curioso que Josefa Felipe Carmona muera justamente un 3 de mayo, el día de la fiesta de la Cruz, de 1885. Y la Cruz de La Calafata se encuentra allí, en el cruce de caminos, muy cerca de la portada de la casa. Puede que su fundación sea posterior o anterior a este hecho luctuoso, sin relación directa con el mismo, y que simplemente adoptase el nombre del topónimo de su enclave. Pero no deben descartarse otras hipótesis como que la Cruz lleva ese apodo porque fue establecida en homenaje a aquella señora en la fecha de su muerte; o acaso porque doña Josefa había sido el alma de su enrame, quien sabe si como recuerdo de su difunta pariente y compañera de tantos años conocida como Flora, o en virtud de promesa anual por la seguridad y el bienestar de su hermano Antonio y demás familiares marinos que arriesgaban sus vidas en el mar. Sea como fuere, en el siglo XIX, en concreto su segunda mitad, parece darse un gran impulso al enrame de las cruces de mayo en Breña Alta. En aquella época entraron en juego dos factores favorecedores. Uno, a manera de contexto general, fue la reacción del catolicismo español frente a los fenómenos del liberalismo y la secularización, que la autoridad eclesiástica tildaba de disolventes de la sociedad tradicional y la influencia de la Iglesia sobre la misma. A fin de evitarlo, en una suerte de cruzada evangelizadora, el mundo católico, también en la isla de La Palma, revitalizó el culto y los templos y las cofradías y hermandades, dio visibilidad a la mujer creyente41 y alas a la religiosidad popular mediante festividades como la Invención de la Cruz. El otro factor, de índole insular palmero, fue la emigración a la isla de Cuba. Las promesas religiosas, entre ellas la de plantar y enramar una cruz todos los años, se incrementaron notablemente tanto por los emigrantes retornados y agradecidos por salvarse de las zozobras del viaje y de las enfermedades padecidas en la Antilla, cuanto por las madres, esposas o hermanas que quedaban en el terruño rogando por la vuelta feliz de sus seres queridos. La memoria viva y los datos fehacientes disponibles confirman el arranque en la segunda mitad del Ochocientos de muchas de las cruces que se enraman actualmente en Breña Alta y Breña Baja. A menudo las fundaron mujeres devotas por cuyos nombres fueron conocidas en un principio: Cruz de Juliana María, Cruz de Floriana, Cruz de Tía González, Cruz de María Barrios, etcétera. Las remesas cubanas propiciaron además el incremento de toda clase de alhajas y monedas de oro en el ajuar de las familias, que extendió la costumbre del enjoyado de las cruces42. Con respecto a la Cruz de La Calafata, Hernández Pérez recoge la tradición oral del lugar según la cual su enrame vagamente es vinculado a alguna persona que ejerció de calafateador y cuyo oficio pasó a modo de apodo a su esposa. La memoria colectiva asimismo remonta la celebración festiva de dicha cruz al siglo XIX; antiguamente era engalanada con telas, forrando el nicho y la escalinata y añadiendo figuras de porcelana, cortinajes, macetas de flores y helechos. El respaldar se introdujo después de nuestra última guerra civil.43 EL ANCLAJE DE «LA CALAFATA» EN LA TOPONÍMIA MUNICIPAL Francisco Felipe Sicilia (1900-1970), dedicado a la agricultura, forjó la postrera generación familiar que habitaría en la casa de La Calafata, unido a su esposa María de las Nieves Díaz 41 PÉREZ HERNÁNDEZ (2007), pp. 238-252. 42 HERNÁNDEZ PÉREZ (2005). El párroco de Breña Alta Luis Vandewalle Carballo, en los años 1940, impulsó la supresión de los nombres de los fundadores en su denominación, de modo que cada cruz fuese del lugar y de todos los vecinos. Asimismo unificó la festividad de la Cruz el 3 de mayo, en vez de la costumbre que se tenía de enramar las cruces escalonadamente durante el mes, e incluso en junio, para prolongar la diversión y rivalizar cada enrame en esplendor festivo. 43 HERNÁNDEZ PÉREZ (2005), pp. 128-129. LA CALAFATA: HISTORIA DE UN TOPÓNIMO... 11 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 Pérez, con quien contrajo matrimonio el 7 de septiembre de 193144, y sus hijos Armando y Raúl Felipe Díaz. La «casa de doña Nieves», como fue también conocida durante los últimos decenios del siglo XX por ser la viuda de Felipe Sicilia su última habitante permanente, fue enajenada junto con el sitio de su enclave a favor de propietarios no relacionados con la familia Felipe. En la década de 2000 la vivienda ha sido remozada y las huertas circundantes convertidas en jardines y huertos de frutales. Tiene actualmente toda la apariencia de una segunda residencia en las medianías con nueva entrada a la misma por el camino de Los Brezos. A pesar de la desvinculación de la familia Felipe con el lugar que impregnó tan singular apodo familiar, el anclaje del topónimo «La Calafata» parece asegurado. Para empezar la portada de la finca, restaurada por el municipio, forma parte de la Ruta de las Portadas de Breña Alta y una cartela anexa la identifica como tal, con texto bilingüe en español e inglés. Su contenido sin embargo es genérico: habla de Lesmes de Miranda, rico mercader del siglo XVI que dio nombre al barrio que lleva su apellido, y del valor simbólico de las portadas en las haciendas del pasado. Por desconocimiento nada se dice en lo concreto a lo apuntado en estas páginas. A unos cincuenta pasos de la portada siguiendo el camino en dirección norte se encuentra el CEIP Miranda. En un tiempo en que tristemente van desapareciendo las viejas escuelas rurales unitarias, la conocida como «escuela de La Calafata» consistente en dos aulas de una planta adosadas (1959) y en fecha posterior un edificio de dos pisos para viviendas de los maestros, con cancha de juegos muy precaria, de poco tiempo a esta parte es un colegio de educación infantil y primaria consolidado, renovado y de bella estampa. Ha ampliado el número de edificios y de aulas, cuenta con buenas instalaciones para la práctica de la educación física y el deporte, y ofrece los servicios de acogida temprana, desayuno y comedor escolar. La voz popular, del mismo modo que cuando quien suscribe acudía a esta escuela de primaria en la segunda mitad de los Setenta, continúa identificándolo como el colegio «de La Calafata». Alrededor de ochenta metros al sur de la portada de referencia, en el camino de Miranda, se ubica otra finca con vivienda y portada rotulada «Calafata». Se trata de una casa de vacaciones llamada «La Calafata», así anunciada en Internet en varios idiomas, con piscina privada y jardín, que se ofrece en alquiler a parejas y familias de cuatro o cinco miembros. Mientras que negocio turístico particular su perdurabilidad es incierta, si bien por el momento permite un alcance planetario del topónimo breñusco. Hasta ahora vimos la pervivencia del topónimo que nos ocupa en el habla cotidiana y en la Red. Pero su anclaje más potente y definitivo es su incorporación a la cartografía municipal en virtud del acondicionamiento del «Camino de La Calafata». El antiguo camino de herradura de Miranda fue conectado mediante una vereda o corta y estrecha pista de dirección este-oeste con la aldea de El Llanito y más tarde con la carretera general del Sur tras llegar ésta a su altura a finales del siglo XIX, constituyendo en su enlace oriental el punto exacto donde se sitúa el topónimo de marras. Pues bien, en 1981 se puso en marcha el proyecto de «Ensanche y asfaltado del camino de El Llanito a Cruz de La Calafata», obra municipal con importante apoyo económico del Cabildo Insular y el Estado, cuyo acta de replanteo fue el 2 de febrero de 1982 y el acta de recepción provisional el 28 de septiembre de 198445. En el mismo decenio de 1980 se realizaron obras de mejora y asfaltado del camino de Miranda a la Cruz de La Calafata y de este punto al Barranco de La Laja por el núcleo de San Miguel, siendo también por entonces remozado el nicho u hornacina de la propia cruz (1984). En nuestros días se ha afianzado como nudo de comunicaciones con un tráfico rodado 44 Juzgado Municipal de Breña Alta, Registro Civil, Matrimonios, Libro 8º, f. 189, número 251. 45 AMBA, Obras municipales, Proyecto de Ensanche y asfaltado del camino de El Llanito a Cruz de La Calafata (1981), Caja (868). JOSÉ EDUARDO PÉREZ HERNÁNDEZ 12 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 notable, figurando el topónimo no sólo en el mapa del territorio sino además en el específico del itinerario de la Cruces de Breña Alta, incluido en el gran panel explicativo anexo a la «Cruz de La Calafata»; y en el de la guía insular de senderismo en tanto que punto de llegada o de partida de dos rutas: las Fuentes de las Breñas (San Pedro-La Calafata) y La Calafata - Pista del Carbonero. En suma, mediado el siglo XIX, dos mujeres de la familia Felipe Carmona conocidas como Las Calafatas, feminización del apodo Calafate, genérico de esta estirpe marinera de Santa Cruz de La Palma, se afincaron en el pago de Miranda en Breña Alta. En una casa junto al camino real, en las cercanías de la aldea y ermita de San Miguel, pusieron una venta de víveres. La voz cuyo estudio hemos realizado nació primero en la oralidad de las sencillas gentes del campo que transitaban por aquel punto (onde disen…). La muerte con mucha antelación de la tía respecto de la sobrina dio pie al arraigo del topónimo en singular. Para entonces el término había anclado en el enrame anual de la cruz de su nombre en el mismo lugar. Ya en el siglo XX, el topónimo empezó a tener vida en la documentación municipal (al menos desde el primer tercio de la centuria que sepamos); luego su sujeción al territorio aumentó con la creación de un grupo escolar de primaria en sus inmediaciones y, en los años 1980, el ensanche y asfaltado del camino público homónimo, que le franqueó la entrada en la cartografía municipal. Por las vicisitudes de la historia insular, el topónimo «La Calafata» dista mucho de estar en peligro de extinción. Pero era necesario afianzar su existencia con el conocimiento de su origen y significado precisos. Parece ser una voz única en el archipiélago canario. No tuvo la misma suerte otro topónimo hermano, la «Cantera del Calafate», situado en las proximidades de la entrada meridional de la ciudad de Santa Cruz de La Palma, y quizás con raíz en la misma familia de marinos que ha desfilado por estas páginas. Desapareció en 1906, año de su voladura con miras a las obras de ampliación del muelle capitalino y la apertura de la carretera de Bajamar. BIBLIOGRAFÍA AFONSO PÉREZ, L. (1997). Góngaro. Origen y rasgos de la toponimia canaria. Oviedo: Cartográfica canaria. AGUILAR JANEIRO, M.C. y MORALES GARCÍA, M.A. (2008). Catálogo del fondo antiguo impreso de La Palma (1764-1950). Archivo y biblioteca públicos «Cervantes». Santa Cruz de La Palma: Sociedad Cosmológica. CIORANESCU, A. (1992). Diccionario biográfico de canarios-americanos. Santa Cruz de Tenerife: Confederación de Cajas de Ahorros, Caja General de Ahorros de Canarias, tomo I. DÍAZ ALAYÓN, C. (1988). Materiales toponímicos de La Palma. 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Calificación | |
Título y subtítulo | La Calafata : historia de un topónimo de Breña Alta (La Palma) |
Autor principal | Pérez Hernández, José Eduardo |
Entidad | Cabildo de Gran Canaria |
Publicación fuente | XXIII Coloquio de historia canario - americana |
Numeración | Coloquio 23 |
Sección | Geografía y organización territorial |
Tipo de documento | Congreso y conferencia |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 2018 |
Páginas | pp. 0178-0190 |
Materias | Congreso ; Historia ; Canarias ; América ; Nombres geográficos ; Breña Alta (La Palma) |
Enlaces relacionados | Enlace al editor : http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/ |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 239616 Bytes |
Texto | XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 LA CALAFATA: HISTORIA DE UN TOPÓNIMO DE BREÑA ALTA (LA PALMA) LA CALAFATA: HISTORY OF A PLACE-NAME OF BREÑA ALTA (LA PALMA) José Eduardo Pérez Hernández Cómo citar este artículo/Citation: Pérez Hernández, J. E. (2020). La Calafata: historia de un topónimo de Breña Alta (La Palma). XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana (2018), XXIII- 013. http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/index.php/CHCA/article/view/10408 Resumen: Es un objetivo común de filólogos, geógrafos e historiadores recopilar y estudiar la toponimia general del territorio como fuente de información y con el fin de preservarla del olvido. En este artículo el historiador fija su atención en el topónimo La Calafata, ubicado en el municipio de Breña Alta en la isla de La Palma. Con ayuda de una variada documentación de archivo de carácter público y privado, estudia en profundidad su origen y significación histórica. Se trata de un topónimo de apodo feminizado que remite al oficio de calafatear barcos de vela. Calafate era el mote de la familia Felipe Carmona, marinos de Santa Cruz de La Palma que destacaron en el tráfico marítimo entre Canarias y América con barcos propios en la segunda mitad del siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX. Palabras clave: Topónimo, La Calafata, apodo femenino, calafate, familia de marinos Felipe Carmona, Breña Alta, siglo XIX. Abstract: It is a common objective of philologists, geographers and historians to collect and study the toponymy of the territory as a source of information and in order to preserve it from oblivion. In this article the historian fixes his attention on the place-name La Calafata, located in the municipality of Breña Alta on the island of La Palma. With the help of a variety of public and private archival documentation, he studies in depth its origin and historical significance. It is a feminized nickname that refers to the craft of caulking sailboats. Calafate (Caulker) was the nickname of the Felipe Carmona family, sailors from Santa Cruz de La Palma, who excelled in maritime traffic between the Canary Islands and America with their own ships during the second half of the 18th century and the first half of the 19th century. Keywords: Place-name, La Calafata, feminine nickname, caulker, family of sailors Felipe Carmona, Breña Alta, 19th century. INTRODUCCIÓN En el marco del proyecto cultural «Memoria Histórica de Nuestros Mayores» puesto en marcha por el ayuntamiento de Breña Alta sobre la base de entrevistas a gran número de personas de la tercera edad del municipio, se entrevistó a Raúl Felipe Díaz (1934) en la Agencia de Empleo y Desarrollo Local en abril de 20051. Aquel encuentro reveló la existencia de un pequeño pero valioso fondo documental propiedad familiar del entrevistado. Hablamos de varios manuscritos, fotografías y otros objetos personales pertenecientes a algunos ascendientes destacados de la familia Felipe en el siglo XIX. Al hacerlo público, don Raúl Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de La Laguna. C/ Prolongación de Strelitzias, 10, 38710, Breña Alta. Tenerife. España. Correo electrónico: joseduph@hotmail.com 1 El propósito era reunir un fondo archivístico sonoro y documental con los testimonios orales de los in-formantes acerca de sus recuerdos de vida, lo cual en primera instancia se tradujo en la edición de un libro; vid. RODRÍGUEZ LORENZO y CONCEPCIÓN FERNÁNDEZ (2007). JOSÉ EDUARDO PÉREZ HERNÁNDEZ 2 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 expresó su deseo de que se diese a conocer el significado histórico de «La Calafata» en Miranda y su adscripción original a la casa y portada de la finca familiar allí situada, pues su anhelo era evitar que la presencia del rótulo «Calafata» en el portón de otra finca vecina pudiese mover a confusión sobre el verdadero epicentro del topónimo. Así, con el objetivo de conocer el origen y significado de esta voz singular del territorio insular, preservarla del peligro de la incorrecta interpretación popular y por añadidura reivindicar la toponimia, por su carácter de patrimonio cultural, como tema atractivo y pertinente para los historiadores, procedimos a investigar a partir de los datos espigados de la propia entrevista a Felipe Díaz y de los documentos más importantes de su archivo familiar (cuyo escaneado gentilmente permitió por el ayuntamiento). Oportunamente se citarán en este trabajo. A continuación buscamos información en las fuentes primarias públicas. En el Archivo Municipal de Breña Alta, los padrones de habitantes y de fincas urbanas y rústicas, la contribución industrial y de comercio, datos de índole judicial y del registro civil de nacimientos, matrimonios y defunciones; en el Archivo General de La Palma, el fondo de protocolos notariales, a la pesca de testamentos y compraventas relativos a la familia Felipe; en el Archivo Municipal de Santa Cruz de La Palma, la colección de expedientes e instancias varios; en el Archivo de la Parroquia Matriz de El Salvador de la capital insular, sus libros sacramentales; en el Archivo Provincial de Las Palmas, un expediente procesal de la sección Audiencia… Reunimos, pues, numerosas piezas para componer el puzzle histórico y biográfico necesario. Los estudios toponomásticos, en mayor o menor medida, son abordados mediante la combinación de la búsqueda archivística y el trabajo de campo (encuesta, entrevista) con independencia de la rama del saber a la que se adscribe el investigador: filología, geografía, historia, botánica2. La primera de estas ciencias viene siendo la reina de tales estudios en el archipiélago canario; a ella pertenecen la mayoría de trabajos publicados en las islas sobre toponimia, en especial por los grupos de investigadores comandados por Trapero, en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y Díaz Alayón en la Universidad de La Laguna. Por ceñirnos solamente a la isla de La Palma, la antedicha filóloga palmera ha centrado en ella buena parte de su investigación toponímica. Consciente de que la vida moderna es una trituradora de nombres de antaño de los pequeños fragmentos del territorio, recopiló y estudió parte de la toponimia menor de la isla, reivindicando su importancia para la historia insular3. Aunque filólogos y geógrafos la reclamen para sí, la toponimia no es campo exclusivo de una sola ciencia humana. El historiador también tiene algo que decir. Quien suscribe descubrió el microtopónimo de «La Calafata» desde muy pequeño, pues formaba parte del camino a la escuela durante sus primeros cinco años de EGB (1974-1979). Había en esta voz sonora y sugestiva una historia olvidada que apetecía conocer. Ahora, después de indagar amplia y profundamente en su significado, reconstruimos efectivamente toda una historia de índole social, económica y familiar detrás de su nombre. UN TOPÓNIMO ENTRE DIEZ MIL La tradición oral ha fijado al territorio multitud de nombres que identifican cada lugar en función de ciertos elementos del paisaje, sucesos locales relevantes, apellidos y sobrenombres de personas antaño allí establecidas, o voces del pasado prehispánico, por citar las raíces más frecuentes de los topónimos. Los mismos ponen de manifiesto la riqueza de la memoria 2 ORTEGA OJEDA y DÍAZ ALAYÓN (2013), pp. 13-33. 3 DÍAZ ALAYÓN (1987); DÍAZ ALAYÓN y ORTEGA OJEDA (2013), pp. 35-55. LA CALAFATA: HISTORIA DE UN TOPÓNIMO... 3 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 colectiva popular y constituyen una parte de nuestro patrimonio histórico que no se debe menospreciar. Al respecto Díaz Alayón escribió: «se echa en falta un análisis amplio y en profundidad de la toponimia menor canaria»; la autora proponía abordar «un objetivo restringido» desde lo particular o concreto4. Treinta años más tarde el déficit de tales estudios menudos continúa. Los rápidos cambios sociales y económicos acaecidos en los últimos decenios, el abandono de la vida del campo y el incremento del transporte mecanizado, ponen en riesgo de pérdida, confusión u olvido muchos nombres de nuestra toponimia tradicional. Porque, como lamenta Afonso Pérez, desaparece aquel vivir pausado de los caminantes que se encontraban por doquier, se hablaban sin prisas y cuyas relaciones personales estimulaban la creación y pervivencia de los topónimos. Se hace necesario su estudio y preservación con el fin de que podamos conservar memoria cabal de ellos.5 La cifra es cercana a diez mil. Nos referimos al corpus toponimicum recopilado por los autores Trapero y Santana Martel para la isla de La Palma (seiscientos topónimos en Breña Alta; no figura el que nos ocupa aquí) a partir de atlas, bibliografía especializada y la propia experiencia investigadora. Es parte de una atractiva página web creada en 2016, «Toponimia de las islas Canarias», que recoge hasta la fecha unos cuarenta mil topónimos ordenados de manera alfabética y por islas y sus municipios, con un amplio glosario de términos6. Constituye una utilísima herramienta de trabajo, si bien no están todos los topónimos que son, obviamente. En la zona de Miranda, medianías del municipio de Breña Alta en la isla de La Palma, encontramos el singular antropotopónimo de «La Calafata», allí donde el camino del mismo nombre enlaza con el camino de Miranda, cerca del núcleo poblacional y la ermita de San Miguel. Se trata de un «topónimo de apodo» derivado de un «topónimo de oficio», en expresión de Díaz Alayón —si bien ni ésta ni otros autores lo han recogido en sus trabajos—, que remite al mundo de los artesanos de la construcción naval a vela. Los calafates cerraban las junturas de las maderas de los barcos con estopa y brea (pez sólida y de color negro que resulta de quemar en horno a propósito la resina de tea extraída de los pinos)7. Aunque también se calafateaban canales, estanques y aljibes, vitales para el abastecimiento de agua en el pasado, fue ante todo una industria ligada al esplendor de los astilleros de Santa Cruz de La Palma en los siglos XVIII y XIX8. Pues bien, en la capital palmera, apellidos como Luján, Ferrer, Batista, Cáceres o Las Casas, por citar sólo algunos, se auparon en la escala social gracias al auge naviero de aquella época y al tráfico mercantil interinsular, americano y europeo en sus propios barcos. Y lo que ahora más nos importa, también los Felipe, al menos desde finales del siglo dieciocho y durante la primera mitad del diecinueve, destacaron en este negocio y forjaron así una saga familiar marinera dividida en varias ramas: Felipe Carmona, Felipe Melián, Felipe Remedios, González Felipe…9 Haremos alto en la primera, toda vez que está en la raíz del topónimo breñusco «La Calafata». 4 DÍAZ ALAYÓN (1988), p. 20. 5 AFONSO PÉREZ (1997), p. 30. 6 TRAPERO, M. y SANTANA MARTEL (2016). Los citados autores razonan por qué no figuran mapas detallados con los topónimos en el punto geodésico exacto de los mismos. No obstante cabría incorporar a esta página web una cartografía toponímica municipal, como recomendaba el geógrafo Afonso Pérez en otro contex-to, al menos con las voces cuya ubicación precisa o por aproximación se conocen, por ejemplo distinguiendo las primeras de las segundas por medio de símbolos o colores específicos. 7 PAIS PAIS y PELLITERO LORENZO (2004). 8 EXPÓSITO LORENZO y QUINTANA ANDRÉS (1996), pp. 643-665. 9 De hecho se tiene constancia del apellido Felipe vinculado a la profesión de marino en la isla de La Palma desde el siglo XVII; vid. CIORANESCU (1992), I, pp. 658-661. JOSÉ EDUARDO PÉREZ HERNÁNDEZ 4 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 ¿Por qué un microtopónimo o topónimo menor que pudiera suponerse costero aparece de forma espontánea tan tierra adentro? Lo veremos en el siguiente capítulo. LA FORJA DEL TOPÓNIMO «LA CALAFATA» Conviene remontarnos a Enrique Buenaventura Felipe Carmona (Santa Cruz de La Palma, 1762-1838), de oficio marino, hijo de Francisco Felipe García y Laureana Pérez Carmona (son los apellidos del padre de dicha señora, pero el segundo prevalece voluntariamente)10. Fue dueño y capitán del bergantín Mozo, barco dedicado a la carrera americana desde 1790 hasta 1802, que terminó sus días en el tráfico interinsular11. Luego poseyó el bergantín Nuestra Señora del Rosario (a) Minerva, con el cual hizo también viajes a América (La Habana, Montevideo) durante la siguiente década, dedicándolo además a la navegación entre las Canarias12. Sabemos que tuvo después sucesivamente por lo menos cinco pequeños bergantines nombrados Victorioso, Esperanza, Caridad, Perla y Fe13; y que perdió dos barcos costaneros (destinados a la pesca del salado en la costa de Berbería), uno apresado por un corsario americano14 y el otro, diez años después, en 1826, naufragado en el puerto de Santa Cruz de La Palma15. Buenaventura casó con Josefa Cárdenas en junio de 1800, de cuya unión nacieron Antonio (16 de enero de 1801), Josefa (14 de julio de 1802, siendo entonces su padre diputado del común en el cabildo palmero), Isabel, Buenaventura (muerto en la niñez), Cayetano, Juana, María de los Dolores y María de la Encarnación Felipe Cárdenas. Sea porque apreciaban el apellido Carmona, (el padre era conocido por Ventura Carmona y sus hijos fueron apellidados así también), sea porque los apellidos maternos aparecen 10 Archivo de la Parroquia de El Salvador de Santa Cruz de La Palma [APES], Bautismos, Libro 13, f. 140 v. Sus padres, Francisco y Laureana, contrajeron matrimonio el 20 de junio de 1745 en la capital palmera; APES, Matrimonios, Libro 6º (1741-1767), f. 34 v. 11 Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, Audiencia, Procesos, Expediente 16.224. 12 Entre los papeles que guardan los descendientes actuales de la familia Felipe, se halla un documento oficial relativo al bergantín Nuestra Señora del Rosario (alias) la Minerva. Es una acreditación firmada por don Juan de Araoz, capitán general honorario de Departamento y de la Marina del puerto de La Habana e isla de Cuba, fechada en La Habana el 23 de mayo de 1803, por la cual don Manuel de Castro, «natural de las Cana-rias», examinado en la profesión de piloto de altura, se le considera suficientemente instruido y capaz para ejer-cer la plaza de «pilotín por escasez» en el bergantín citado, que está próximo a hacer viaje a las Islas Canarias. El manuscrito consta además de posteriores vistos buenos de Araoz para que Castro pudiera hacer sendos viajes en dicho barco entre Tenerife y La Habana, y viceversa, en 1804; y finalmente otros dos vistos buenos no fechados en los que, ya como segundo piloto, es autorizado a navegar en la Minerva con destino a Santa Cruz de Tenerife y Cádiz (firmado por «Vázquez») y al puerto de Montevideo (lleva la firma «Valcárcel»). Archivo de la Familia Felipe (Breña Alta). 13 LORENZO RODRÍGUEZ (2010), pp. 40-42; Archivo Municipal de Santa Cruz de La Palma [AMSCP], Expedientes e instancias varios (1832-1837), Caja 611 (donde Buenaventura Felipe Carmona cita el bergantín-goleta La Fe como de su propiedad en 1832, «que fabriqué […] y tengo destinado a la pesca del sala-do»). La Real Sociedad Cosmológica de Santa Cruz de La Palma registra en su archivo el cuadernillo de bitácora del bergantín Caridad en un viaje de la capital palmera a la costa de Berbería en noviembre de 1822, al mando de Antonio Felipe Carmona, primogénito de Buenaventura Felipe; vid. AGUILAR JANEIRO y MORALES GARCÍA (2008), p. 52. 14 PÉREZ HERNÁNDEZ (2012), p. 1848. 15 AMSCP, Expedientes e instancias varios (1826-1831), Caja 610. Se trata del bergantín Caridad, de 60 toneladas, del tráfico de la pesca del salado a la costa de Berbería, que naufragó el 9 de octubre de 1826 cuando estaba fondeado en el puerto de Santa Cruz de La Palma con todos los pertrechos en bodega para emprender un nuevo viaje. Al parecer la causa fue un fuerte temporal. No se salvó casi nada. Dos meses más tarde, Buenaven-tura Felipe pidió licencia al ayuntamiento de la capital palmera para el corte de maderas adecuadas a la fábrica de un bergantín-goleta de 60 palmos de quilla en el astillero principal de la ciudad, que juzgaba necesario para el abasto del pescado salado en la isla y para la subsistencia de su familia. El nuevo barco construido fue posible-mente el nombrado Fe, que citamos en la nota anterior. LA CALAFATA: HISTORIA DE UN TOPÓNIMO... 5 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 inconstantes en el registro parroquial (Guerra Oropesa, Oropesa Cárdenas, De la Concepción Cárdenas, Sánchez Cárdenas; el correcto sería el tercero de esta relación, pero en el sentir de entonces aquel primer apellido avergonzaba y tendía a esconderse por ser una marca de pecado), lo cierto es que algunos hijos de Buenaventura Felipe, en particular Antonio y Josefa, usaron con preferencia los apellidos paternos. Antonio Felipe Carmona (Santa Cruz de La Palma, 1801-1872) aprendió el oficio de marino de su padre desde la niñez, si bien se presume su formación en una escuela de náutica, aunque desconocemos dónde cursó los estudios. Existe un manuscrito familiar, hoy en poder de sus descendientes, que lleva por título Reglas para hallar la variación de la aguja; se trata de una suerte de manual auxiliar necesario para el gobierno certero y eficaz de cualquier barco, a base de minuciosas anotaciones obtenidas tanto de la mejor bibliografía académica de náutica como de la experiencia de navegante de Carmona hijo, y quizá también del padre, para fijar el rumbo verdadero o corregido de los navíos16. En su juventud además protagonizó el acto heroico de rescatar a un náufrago superviviente de un buque francés que había zozobrado en alta mar, en mitad de una fuerte tormenta que azotaba su propio barco; ello le valió el que la Monarquía francesa lo admitiese en la Orden Real de la Legión de Honor en clase de Caballero el 15 de junio de 182817. Más tarde llegó a ser ayudante militar de marina de La Palma y, en diciembre de 1870, alférez de navío graduado de la Armada Nacional tras haber cumplido diez años de servir destinos como alférez de fragata graduado de la escala de reserva18; también ocupó la presidencia de la confraternidad de San Pedro González Telmo en su ciudad natal. Contrajo primeras nupcias con Josefa Rodríguez Montero, el 9 de febrero de 1824 en Santa Cruz de La Palma, y procrearon tres hijos: María del Pilar (casada con Ambrosio de la Concepción), Víctor (fallecido en la infancia) y Beatriz Felipe Rodríguez, de quien hablaremos más adelante. Enviudó el 20 de marzo de 1830 y volvió a casarse, doce años después, con Tomasa de Paz Fernández. No hubo más hijos. Murió en la capital insular el 21 de agosto de 1872.19 16 El cuaderno manuscrito intitulado en su portada Reglas para hallar la variación de la aguja, seguido debajo, y en más grandes caracteres, del apellido Carmona, por destinarse al uso de los marinos Felipe Carmona de Santa Cruz de La Palma durante la primera mitad del siglo XIX, a nuestro parecer es un compendio de varios manuales académicos de navegación o tratados de pilotaje de la época resumidos en veinticinco páginas y dos hojas sueltas. Contiene datos, cálculos, coordenadas, gráficos y tablas, con ejemplos prácticos sacados de manual y de la propia experiencia de los capitanes Felipe Carmona para el buen gobierno de sus barcos. Los maestros de las escuelas de náutica recomendaban la memorización de esta información, pero no estaba de más disponer de unos apuntes a bordo de los navíos a modo de chuleta. En el manuscrito se cita la célebre obra en cuatro tomos de Gabriel Císcar y Císcar (1759-1829) Curso de estudios elementales de marina, que ha tenido muchas edicio-nes; y hemos identificado la procedencia de las tablas numeradas 27 a 30 que ocupan las cuatro últimas páginas del manuscrito, es decir, las de igual numeración de la «Colección de tablas auxiliares para uso de la navega-ción», anexo final de la obra de Dionisio Macarte Díaz Lecciones de navegación ó principios necesarios a la ciencia del piloto (1801). Archivo de la Familia Felipe (Breña Alta). 17 El documento, manuscrito en castellano, certifica por el mariscal Duque de Carento, ministro de Esta-do, Gran Canciller de la Orden Real de la Legión de Honor, que don Antonio Felipe Carmona, capitán de buque español, ha sido admitido en dicha Orden el 15 de junio de 1828 en clase de Caballero. Y lo firma en París, 26 de junio de 1828, «su Excelencia el Mariscal de Campo Secretario general de la Orden = Vizconde de Saint-Mars». Otro documento oficial, encabezado «Número 713» y «Registrado al folio 34», con la firma del primer secretario de Estado don Manuel González Salmón-Gómez de Silva en Madrid, 2 de agosto de 1828, daba licencia, en nombre de Su Majestad, a don Antonio Felipe Carmona «para usar de las insignias de la Legión de Honor que le ha sido conferida por S.M.C.ma ». Archivo de la Familia Felipe (Breña Alta). 18 El documento oficial, fechado en Madrid el 16 de diciembre de 1870 y firmado por don Francisco Se-rrano Domínguez, regente del reino por voluntad de las Cortes Constituyentes, dice que por resolución de 13 de diciembre de 1870 ha venido en conceder a don Antonio Felipe Carmona la graduación de alférez de navío «que le corresponde disfrutar desde veinte y cinco de Noviembre del año próximo pasado». Archivo de la Familia Felipe (Breña Alta). 19 PÉREZ GARCÍA (2009), p. 137. Asimismo, APES, Matrimonios, Libro 9º (1822-1851), f. 9. JOSÉ EDUARDO PÉREZ HERNÁNDEZ 6 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 Durante su matrimonio Buenaventura Felipe adquirió una hacienda llamada de San Miguel en el pago de Miranda, Breña Alta, una de las mejores zonas agrícolas de la isla y de antiguo asiento patrimonial y de recreo de la elite terrateniente capitalina, cuya finca fue heredada mitad por su esposa y mitad por sus hijos. En marzo de 1847, un mes antes de morir, Josefa Cárdenas vendió a su hija Josefa poco más de un celemín de su parte, que lindaba por el norte y el este con el resto de la hacienda, por el sur con un callejón o serventía, y por el oeste con el camino real20. La compradora fabricó allí una casa con su aljibe y, según la tradición, la habitó con su hermana Flora, ambas solteras y conocidas en el lugar por «las Calafatas». Sin embargo, veremos en otro capítulo que existe una discrepancia entre memoria y documento escrito en lo que se refiere a la identidad de la segunda mujer. El apelativo de «Calafatas», en la memoria actual de la familia, haría referencia a que estas mujeres ejercieron como calafateadoras en el astillero capitalino cuando su hermano Antonio regresaba de sus travesías21. Si bien debe tratarse de un sobrenombre familiar impuesto mucho antes de que aquéllas nacieran. Con toda probabilidad, una o varias generaciones de antepasados de la familia Felipe, antes de constituirse en dueños y capitanes de barcos, fueron artesanos calafates en la ciudad palmera, quedando ligado este oficio en adelante como apodo familiar. Afonso Pérez ha señalado la tradición isleña en la utilización de apodos, no sólo individuales, sino también aplicados a toda la familia y a menudo heredados22. En este sentido, aunque careciendo de referencia directa documental aplicable a Josefa y Flora, parece oportuno apuntar como claros indicios lo que sigue: el cronista Juan Bautista Lorenzo relata, en el primer tomo de sus Noticias, que en agosto de 1800 un buque corsario trató de apresar «el bergantín del Calafate» en el puerto de Tazacorte, del cual era maestre Francisco Felipe, abuelo de las referidas señoras23; en una declaración testamentaria de 1841 la otorgante menciona un «pedazo que compré a las calafatas en la Breña vaja»24; en un testamento de 1850 se cita a «María de la Concepción alias Calafata», nombre con el cual figura en su partida matrimonial (y podría haber sido conocida así) la benjamín de los Felipe Cárdenas, María de la Encarnación25; asimismo, Domingo Felipe Remedios, muerto octogenario en 1866, hijo de Florencio Felipe Carmona y por tanto sobrino de Buenaventura y primo de Antonio, era apodado «Calafate»; y, relativo a su padre, figura anotada la «hacienda de Florencio Calafate» en una escritura notarial de 182826. Téngase en cuenta, además, que la feminización de oficios, apellidos y apodos es un rasgo frecuente de la toponimia canaria27, de lo cual hay muchos ejemplos en la de Breña Alta en el Novecientos: «las Capotas», «la Sacristana», «la Cazadora», «las Coletas», «las Machinas»; etcétera. La memoria colectiva ha fijado que Josefa y Flora pusieron una venta en aquella casa y que tuvieron amplia clientela entre la gente que transitaba por el camino público. Vendían velas moldeadas con cera de abejas, pan de manteca, dulces diversos —algunos con formas de peces—, así como otros productos caseros que las «Calafatas» elaboraban siguiendo un libro 20 Archivo General de La Palma, Protocolos notariales, Escribanía de Antonio López Monteverde, 1847, f. 136 v - 137 v. La escritura de compraventa está fechada en Santa Cruz de La Palma, el 29 de marzo de 1847. El precio del trozo de finca de 1,25 celemines, libre de gravamen, fue de doce pesos corrientes. 21 Antonio Felipe Carmona realizaba travesías interinsulares y transoceánicas. De alguna anotación en su cuaderno manuscrito Reglas para hallar la variación de la aguja se deducen viajes a la isla de Cuba en los pri-meros años 1840. 22 AFONSO PÉREZ (1997), p. 78. 23 LORENZO RODRÍGUEZ (2010), p. 185. 24 AGP, PN, Escribanía de Vicente García González, 1861, f. 486. Declaración testamentaria de Rita An-tonia Hernández, Santa Cruz de La Palma, 25 de junio de 1841. 25 AGP, PN, Escribanía de José María Salazar, 1850, ff. 107-114 v. Cláusula 8ª del testamento del presbí-tero don Francisco González, vecino de Mazo. 26 AGP, PN, Escribanía de Gregorio José Medina, 1828, f. 567. 27 AFONSO PÉREZ (1997), p. 82. LA CALAFATA: HISTORIA DE UN TOPÓNIMO... 7 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 de recetas propio para después cocer a fuego de leña. Despachaban además las viandas típicas del campo palmero de entonces que almacenaban en la lonja: cestas de cebollas, barricas de manteca y carne en salazón, sacos de papas o cereales, garrafones de vino y cajas de tea repletas de higos secos y almendras28. Su hermano Antonio, quien construyera la balandra Virtud a mediados del Diecinueve para el tráfico interinsular29, proveía al establecimiento de pescado salado, dátiles y otras mercancías, según oyó contar Raúl Felipe Díaz a sus mayores. Los documentos de la contribución industrial y de comercio del municipio breñusco confirman la tradición oral: Josefa aparece como panadera ya en 185230; en el decenio siguiente su negocio alcanzó la categoría de venta de víveres y de aguardiente al por menor, y, veinte años más tarde, al final de su vida, lo encontramos convertido en un figón o bodegón, siempre en la casa de Miranda31. De 65 metros cuadrados, planta baja y principal con cubierta a cuatro aguas de madera y teja, la casa constaba de cuatro piezas abajo y las mismas arriba destinadas a habitación. Al pie del camino, la Portada, llamada en su día de Las Calafatas (luego prevaleció el singular), da entrada al sitio donde se levanta la vivienda; tiene muros de mampostería de piedra y barro, y presenta remate liso a dos aguas, sin almenas, con cruz de madera de tea en el centro. La fecha de construcción del edificio —no puede asegurarse que la portada sea de la misma época, aunque lo parece— la establecemos hacia 185032. La casa y la portada persisten todavía junto al citado cruce de caminos, aunque remozadas en fechas recientes; la primera por nuevos propietarios ajenos a la familia Felipe, la segunda por iniciativa municipal (ruta turística de las portadas de Breña Alta). En sus habitaciones, hace mucho tiempo, «las Calafatas» disfrutaron de un mobiliario acorde con la posición acomodada que había alcanzado su familia. Entrevistado en el año 2005, como apuntamos en la introducción, Raúl Felipe Díaz recordaba haber visto cómodas de maderas nobles, camas con doseles, un confidente o sillón de dos cabeceras forrado de terciopelo, alfombras de lana, espejos dorados, valiosos jarrones, quinqués con pie de mármol, reloj de pared y una biblioteca (Josefa Carmona sabía leer y escribir). EL MISTERIO DE LA SEGUNDA «CALAFATA» Llegados a este punto, conviene precisar que muchas veces la tradición oral y los datos históricos no coinciden con exactitud. Nuestra investigación ha tropezado con una dificultad de esta naturaleza; un caso que de manera novelesca podríamos denominar como sigue: El misterio de Flora. ¿Quién era? Según la memoria familiar actual habría sido una hermana de Josefa, también célibe, con quien viviría compartiendo las riendas de la expresada casa-venta de Miranda hasta su muerte ocurrida con bastante antelación a la de aquélla. Ninguna 28 DIEPPA RODRÍGUEZ (2006). 29 AMSCP, Expedientes e instancias varios (1843-1850), Caja 613. La balandra Virtud, de 27 toneladas, fue construida en el astillero de Santa Cruz de La Palma en su mayor parte con fragmentos de otro barco desba-ratado en la marina de la ciudad, el San Benedicto, bergantín-goleta de 97 toneladas que Florencio Felipe Car-mona, tío de Antonio Felipe Carmona, fabricó en el astillero palmero en 1823. El resto de la madera fue cortada en una finca montuosa de don Manuel Antonio Luján y otra parte comprada a don José Rodríguez Corbacho de su propiedad. La balandra fue puesta en la mar el 17 de marzo de 1844. 30 FERNÁNDEZ AFONSO, Antonio: «Contribución industrial y de comercio / Pueblo de Breña Alta», Boletín Oficial de Canarias (14 de diciembre de 1853), p. 4. Fechado en Breña Alta, 20 de febrero de 1852. 31 Archivo Municipal de Breña Alta, Contribución territorial, industrial y de comercio de los años 1863-1865 y 1884, Cajas sin numerar. 32 Una casa existía al menos desde 1856, pues Josefa Carmona, todavía como forastera de Santa Cruz de La Palma, tenía asignadas en esa fecha las cantidades de 150 reales vellón por tierras y 5 reales vellón por su casa en el reparto municipal de la contribución territorial de Breña Alta. JOSÉ EDUARDO PÉREZ HERNÁNDEZ 8 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 hermana de Josefa, sin embargo, fue bautizada como Flora, ni figura nadie de este nombre en la citada vivienda al menos desde los años 1860. Parece tratarse de una persona conocida por un nombre distinto del suyo original, pero ¿quién? La tradición establece dos premisas que deben considerarse seriamente: las dos mujeres estaban unidas por un estrecho vínculo de parentesco, toda vez que las conocían como «las Calafatas»; y la de misteriosa identidad descendió a la tumba primero que la otra. La información de los padrones municipales estrecha el margen de maniobra. Así, pues, no podría tratarse de Juana, única hermana soltera de Josefa, porque falleció más tarde que ésta en la capital y no se tiene constancia de que viviera en la casa-venta de Miranda33; tampoco encajarían sus otras hermanas, pese a que el factor de la soltería no es concluyente. Sólo una mujer responde al perfil buscado: Mauricia [de la Concepción] Cárdenas, tía de Josefa Felipe, quien aparece junto a su sobrina en los padrones más antiguos que se conservan en el archivo municipal y que falleció en la casa de Miranda a los 88 años, el 15 de diciembre de 1871, trece años antes que Josefa. Por tanto, las llamadas Calafatas no serían hermanas, sino tía y sobrina, ni serían ambas solteras, pues Mauricia era viuda sin hijos vivos34. El vacío documental en la década de 1850, en lo que a padrones municipales se refiere, obliga a la cautela y a plantear lo anterior tan sólo como una sugerente hipótesis de trabajo35. De igual modo, con reservas, puede aventurarse en qué momento se comenzó a fijar el topónimo de «La Calafata» en singular. Podría pensarse que fue a partir de 1872, tras la muerte de Mauricia Cárdenas (dando por bueno que ella era Flora), pero desde un decenio antes, Josefa tenía a su lado a su sobrina Beatriz, con quien convivió hasta el fin de sus días. Falta asegurar si esta nueva pareja de tía-sobrina también fue conocida por «Las Calafatas» (es lo más probable). De ser así su evolución al singular empezaría al morir Josefa y, por tanto, Beatriz sería la última de la familia en llevar tal apodo y en dar vida in situ al topónimo. Es posible incluso que ellas le dieran su origen en plural y que Beatriz, nombre raro en aquella época, fuese más conocida como Flora (a su favor tendría el lazo de sangre, la soltería y una larga estancia en la casa de Miranda; pero no encaja con la memoria actual de sus descendientes en lo que respecta a su muerte y a la diferencia generacional entre ambas). 33 Juzgado de Primera Instancia de Santa Cruz de La Palma, Registro Civil, Defunciones, Libro 19, f. 114, partida nº 111. Juana Felipe Cárdenas falleció en la capital palmera el 8 de marzo de 1889, a los ochenta años de edad. No testó. Era viuda del escribano público Pedro López Monteverde. Por otra parte, existe un vacío en los años 1850 por no conservarse los padrones municipales de Breña Alta; ¿cómo descartar que Juana vivió enton-ces allí y que lo que la tradición llama muerte de Flora fue realmente regreso definitivo a la ciudad? 34 Juzgado Municipal de Breña Alta, Registro Civil, Defunciones, Libro 1º, f. 28, partida nº 30. Era hija de don Roque de la Concepción Sánchez y de doña Ignacia Cárdenas de la Guerra, vecinos que fueron de Santa Cruz de La Palma, y viuda de don Antonio Pérez Fundo, con quien había casado en 1806, de cuya unión tuvieron un hijo llamado Pedro, ya fallecido. 35 Las fotografías del archivo de la familia Felipe no resuelven nuestras dudas. Las tres más antiguas, de un intenso color sepia, son retratos individuales de dos damas de mediana edad y de un caballero anciano que datamos entre 1865-1872; la primera fecha, la del establecimiento en Santa Cruz de La Palma del estudio fotográfico cono-cido como Galería de Cristales, en la calle de la Cuna, abierto por el fotógrafo peninsular Santos María Pego en sociedad con el artista palmero Aurelio Carmona López; la segunda fecha, el año de la muerte de Antonio Felipe Carmona, a quien suponemos retratado de uniforme en posición sedente. Al no tener pie de fotos inequívocas sólo podemos fiarnos de la tradición familiar que identifica a Flora en la señora que viste el miriñaque. La mayor parte de las restantes fotografías, sin embargo, corresponden a retratos de niños pequeños y hombres jóvenes de la familia Cuadras Rodríguez, establecidos en Barcelona y emparentados con la familia Felipe de La Palma, pero sólo un tercio de estas veintitrés imágenes identifican por sus dedicatorias a algunos de ellos (José Florencio Cuadras Rodríguez, profesor de gimnasia, cuya abuela materna era hermana de la primera esposa de Antonio Felipe Carmo-na, y los niños de corta edad Federico, Isidro, Eloísa y Alfredo Cuadras). También figura un retrato infantil de Pe-dro Alejandro de Castro López. Otros retratos, incluidos dos parejas de ancianos y un grupo familiar campesino posando en el exterior de su vivienda con sus bueyes de labranza y otros animales domésticos, carecen de identifi-cación. Las fotografías conocidas se enviaron a sus parientes palmeros a partir de 1870. LA CALAFATA: HISTORIA DE UN TOPÓNIMO... 9 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 Beatriz Felipe Rodríguez, hija de Antonio Felipe Carmona, nació en Santa Cruz de La Palma el 14 de septiembre de 1828. Debió de llegar a la casa-venta de Miranda en los primeros años 1860 para vivir con su tía Josefa «la Calafata». Tenía motivos para hacerlo, pues siendo madre soltera enfrentaba un escándalo en la ciudad. Su hijo, fruto de relaciones amorosas con una persona cuyo nombre aun a la hora de testar treinta años más tarde «no le es dado revelar», fue puesto en la Inclusa de la capital y bautizado Inocencio de San Fiel al día siguiente, 29 de agosto de 1862, en la parroquia matriz de El Salvador. Luego fue recogido por una persona de confianza de su madre y llevado a la casa de Miranda36, figurando durante un tiempo como expósito de la Cuna en los padrones locales. Inocencio Felipe crecería rodeado de mujeres: su madre (siempre supo que ella lo era), la tía-abuela Josefa, la tía-bisabuela Mauricia y Juana Concepción Martín, madrina de su bautizo, la fiel sirvienta de la casa que podría haber jugado un papel clave en la ocultación inicial de la identidad del niño. «La Calafata», ya anciana, nombró heredera vitalicia a su sobrina Beatriz37 y dos años más tarde, el 6 de julio de 1883, le vendió la casa y el sitio con la condición cumplida de seguir viviendo en ella hasta su muerte38, acaecida el 3 de mayo de 1885, a los 82 años de edad. Los padrones municipales nos informan que Beatriz Felipe Rodríguez y el joven Inocencio continuaron en la casa de Miranda. Él aparece ya como su hijo natural; su madre así lo reconoció legalmente por escritura pública en 189139. La agricultura era su medio de vida, pues la vieja venta parece haber desaparecido ya (de las ocho piezas de la casa, cuatro bajas se destinaban a ganadería). Cuando falleció doña Beatriz –quizás la última «Calafata»– el 8 de junio de 1897, hacía algunos años que Inocencio Felipe40 había fundado una familia propia en aquella vivienda junto a su esposa Blasina Sicilia González, con quien procreó cinco hijos: Florentina, Beatriz, María de la Concepción (muerta en la niñez), Francisco y María de los Ángeles. LA CRUZ DE LA CALAFATA Los enrames de las cruces de mayo han pervivido como tradición insular sólida en algunos municipios de la isla; en primer lugar en Santa Cruz de La Palma, bajo cuya advocación oficial se fundó la ciudad el 3 de mayo de 1493, y desde donde la devoción de la Cruz se expandió a la comarca limítrofe de las Breñas y Mazo, con el asiento de haciendas y casonas de campo de la elite social capitalina desde el siglo XVII. 36 AGP, PN, Escribanía de Manuel Calero Rodríguez, 1891 (1), ff. 526-529. Testamento de doña Beatriz Felipe Rodríguez, soltera, propietaria. Asimismo, APES, Bautismos, Libro 25, ff. 91v-92. 37 AGP, PN, Escribanía de Melchor Torres Luján, 1881 (1), ff. 77-80. Testamento de doña Josefa Felipe Cárdenas. 38 AGP, PN, Escribanía de Manuel Calero Rodríguez, 1883 (2), ff. 551-554 v. Fechado en Breña Alta, 6 de julio de 1883. La finca, que tenía 1,25 celemines o 5,46 áreas en 1847, había triplicado su tamaño en 1883 (3,64 celemines o 15,92 áreas). Libre de gravamen, Beatriz Felipe la compró por 2.625 pesetas. Poco antes, el 29 de noviembre de 1880, Beatriz y su hermana María del Pilar Felipe Rodríguez (casada con Ambrosio de la Con-cepción, sin hijos, y con domicilio en La Habana desde 1876) se habían repartido los bienes paternos: la hacien-da del barranco de Maldonado y la casa de la calle Real de Santiago nº 72 en Santa Cruz de La Palma, para Pilar, y otros dos inmuebles de la calle Real de Santiago números 52 y 70, para Beatriz; ambos lotes valorados en 6.000 pesetas cada uno; AGP, PN, Escribanía de Melchor Torres Luján, 1880 (2), ff. 1049-1053 v. 39 AGP, PN, Escribanía de Manuel Calero Rodríguez, 1891 (1), ff. 570-572 v. Fechado en Santa Cruz de La Palma, 12 de mayo de 1891. 40 Inocencio Felipe Rodríguez llegó a ser nombrado secretario del juzgado municipal de Breña Alta a fi-nales del siglo XIX, y fiscal municipal en la Segunda República, pero su quehacer cotidiano fue la agricultura. Falleció en su casa de Miranda el 9 de junio de 1954. JOSÉ EDUARDO PÉREZ HERNÁNDEZ 10 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 Resulta curioso que Josefa Felipe Carmona muera justamente un 3 de mayo, el día de la fiesta de la Cruz, de 1885. Y la Cruz de La Calafata se encuentra allí, en el cruce de caminos, muy cerca de la portada de la casa. Puede que su fundación sea posterior o anterior a este hecho luctuoso, sin relación directa con el mismo, y que simplemente adoptase el nombre del topónimo de su enclave. Pero no deben descartarse otras hipótesis como que la Cruz lleva ese apodo porque fue establecida en homenaje a aquella señora en la fecha de su muerte; o acaso porque doña Josefa había sido el alma de su enrame, quien sabe si como recuerdo de su difunta pariente y compañera de tantos años conocida como Flora, o en virtud de promesa anual por la seguridad y el bienestar de su hermano Antonio y demás familiares marinos que arriesgaban sus vidas en el mar. Sea como fuere, en el siglo XIX, en concreto su segunda mitad, parece darse un gran impulso al enrame de las cruces de mayo en Breña Alta. En aquella época entraron en juego dos factores favorecedores. Uno, a manera de contexto general, fue la reacción del catolicismo español frente a los fenómenos del liberalismo y la secularización, que la autoridad eclesiástica tildaba de disolventes de la sociedad tradicional y la influencia de la Iglesia sobre la misma. A fin de evitarlo, en una suerte de cruzada evangelizadora, el mundo católico, también en la isla de La Palma, revitalizó el culto y los templos y las cofradías y hermandades, dio visibilidad a la mujer creyente41 y alas a la religiosidad popular mediante festividades como la Invención de la Cruz. El otro factor, de índole insular palmero, fue la emigración a la isla de Cuba. Las promesas religiosas, entre ellas la de plantar y enramar una cruz todos los años, se incrementaron notablemente tanto por los emigrantes retornados y agradecidos por salvarse de las zozobras del viaje y de las enfermedades padecidas en la Antilla, cuanto por las madres, esposas o hermanas que quedaban en el terruño rogando por la vuelta feliz de sus seres queridos. La memoria viva y los datos fehacientes disponibles confirman el arranque en la segunda mitad del Ochocientos de muchas de las cruces que se enraman actualmente en Breña Alta y Breña Baja. A menudo las fundaron mujeres devotas por cuyos nombres fueron conocidas en un principio: Cruz de Juliana María, Cruz de Floriana, Cruz de Tía González, Cruz de María Barrios, etcétera. Las remesas cubanas propiciaron además el incremento de toda clase de alhajas y monedas de oro en el ajuar de las familias, que extendió la costumbre del enjoyado de las cruces42. Con respecto a la Cruz de La Calafata, Hernández Pérez recoge la tradición oral del lugar según la cual su enrame vagamente es vinculado a alguna persona que ejerció de calafateador y cuyo oficio pasó a modo de apodo a su esposa. La memoria colectiva asimismo remonta la celebración festiva de dicha cruz al siglo XIX; antiguamente era engalanada con telas, forrando el nicho y la escalinata y añadiendo figuras de porcelana, cortinajes, macetas de flores y helechos. El respaldar se introdujo después de nuestra última guerra civil.43 EL ANCLAJE DE «LA CALAFATA» EN LA TOPONÍMIA MUNICIPAL Francisco Felipe Sicilia (1900-1970), dedicado a la agricultura, forjó la postrera generación familiar que habitaría en la casa de La Calafata, unido a su esposa María de las Nieves Díaz 41 PÉREZ HERNÁNDEZ (2007), pp. 238-252. 42 HERNÁNDEZ PÉREZ (2005). El párroco de Breña Alta Luis Vandewalle Carballo, en los años 1940, impulsó la supresión de los nombres de los fundadores en su denominación, de modo que cada cruz fuese del lugar y de todos los vecinos. Asimismo unificó la festividad de la Cruz el 3 de mayo, en vez de la costumbre que se tenía de enramar las cruces escalonadamente durante el mes, e incluso en junio, para prolongar la diversión y rivalizar cada enrame en esplendor festivo. 43 HERNÁNDEZ PÉREZ (2005), pp. 128-129. LA CALAFATA: HISTORIA DE UN TOPÓNIMO... 11 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 Pérez, con quien contrajo matrimonio el 7 de septiembre de 193144, y sus hijos Armando y Raúl Felipe Díaz. La «casa de doña Nieves», como fue también conocida durante los últimos decenios del siglo XX por ser la viuda de Felipe Sicilia su última habitante permanente, fue enajenada junto con el sitio de su enclave a favor de propietarios no relacionados con la familia Felipe. En la década de 2000 la vivienda ha sido remozada y las huertas circundantes convertidas en jardines y huertos de frutales. Tiene actualmente toda la apariencia de una segunda residencia en las medianías con nueva entrada a la misma por el camino de Los Brezos. A pesar de la desvinculación de la familia Felipe con el lugar que impregnó tan singular apodo familiar, el anclaje del topónimo «La Calafata» parece asegurado. Para empezar la portada de la finca, restaurada por el municipio, forma parte de la Ruta de las Portadas de Breña Alta y una cartela anexa la identifica como tal, con texto bilingüe en español e inglés. Su contenido sin embargo es genérico: habla de Lesmes de Miranda, rico mercader del siglo XVI que dio nombre al barrio que lleva su apellido, y del valor simbólico de las portadas en las haciendas del pasado. Por desconocimiento nada se dice en lo concreto a lo apuntado en estas páginas. A unos cincuenta pasos de la portada siguiendo el camino en dirección norte se encuentra el CEIP Miranda. En un tiempo en que tristemente van desapareciendo las viejas escuelas rurales unitarias, la conocida como «escuela de La Calafata» consistente en dos aulas de una planta adosadas (1959) y en fecha posterior un edificio de dos pisos para viviendas de los maestros, con cancha de juegos muy precaria, de poco tiempo a esta parte es un colegio de educación infantil y primaria consolidado, renovado y de bella estampa. Ha ampliado el número de edificios y de aulas, cuenta con buenas instalaciones para la práctica de la educación física y el deporte, y ofrece los servicios de acogida temprana, desayuno y comedor escolar. La voz popular, del mismo modo que cuando quien suscribe acudía a esta escuela de primaria en la segunda mitad de los Setenta, continúa identificándolo como el colegio «de La Calafata». Alrededor de ochenta metros al sur de la portada de referencia, en el camino de Miranda, se ubica otra finca con vivienda y portada rotulada «Calafata». Se trata de una casa de vacaciones llamada «La Calafata», así anunciada en Internet en varios idiomas, con piscina privada y jardín, que se ofrece en alquiler a parejas y familias de cuatro o cinco miembros. Mientras que negocio turístico particular su perdurabilidad es incierta, si bien por el momento permite un alcance planetario del topónimo breñusco. Hasta ahora vimos la pervivencia del topónimo que nos ocupa en el habla cotidiana y en la Red. Pero su anclaje más potente y definitivo es su incorporación a la cartografía municipal en virtud del acondicionamiento del «Camino de La Calafata». El antiguo camino de herradura de Miranda fue conectado mediante una vereda o corta y estrecha pista de dirección este-oeste con la aldea de El Llanito y más tarde con la carretera general del Sur tras llegar ésta a su altura a finales del siglo XIX, constituyendo en su enlace oriental el punto exacto donde se sitúa el topónimo de marras. Pues bien, en 1981 se puso en marcha el proyecto de «Ensanche y asfaltado del camino de El Llanito a Cruz de La Calafata», obra municipal con importante apoyo económico del Cabildo Insular y el Estado, cuyo acta de replanteo fue el 2 de febrero de 1982 y el acta de recepción provisional el 28 de septiembre de 198445. En el mismo decenio de 1980 se realizaron obras de mejora y asfaltado del camino de Miranda a la Cruz de La Calafata y de este punto al Barranco de La Laja por el núcleo de San Miguel, siendo también por entonces remozado el nicho u hornacina de la propia cruz (1984). En nuestros días se ha afianzado como nudo de comunicaciones con un tráfico rodado 44 Juzgado Municipal de Breña Alta, Registro Civil, Matrimonios, Libro 8º, f. 189, número 251. 45 AMBA, Obras municipales, Proyecto de Ensanche y asfaltado del camino de El Llanito a Cruz de La Calafata (1981), Caja (868). JOSÉ EDUARDO PÉREZ HERNÁNDEZ 12 XXIII Coloquio de Historia Canario-Americana ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, (2018), XXIII-013, pp. 1-13 notable, figurando el topónimo no sólo en el mapa del territorio sino además en el específico del itinerario de la Cruces de Breña Alta, incluido en el gran panel explicativo anexo a la «Cruz de La Calafata»; y en el de la guía insular de senderismo en tanto que punto de llegada o de partida de dos rutas: las Fuentes de las Breñas (San Pedro-La Calafata) y La Calafata - Pista del Carbonero. En suma, mediado el siglo XIX, dos mujeres de la familia Felipe Carmona conocidas como Las Calafatas, feminización del apodo Calafate, genérico de esta estirpe marinera de Santa Cruz de La Palma, se afincaron en el pago de Miranda en Breña Alta. En una casa junto al camino real, en las cercanías de la aldea y ermita de San Miguel, pusieron una venta de víveres. La voz cuyo estudio hemos realizado nació primero en la oralidad de las sencillas gentes del campo que transitaban por aquel punto (onde disen…). La muerte con mucha antelación de la tía respecto de la sobrina dio pie al arraigo del topónimo en singular. Para entonces el término había anclado en el enrame anual de la cruz de su nombre en el mismo lugar. Ya en el siglo XX, el topónimo empezó a tener vida en la documentación municipal (al menos desde el primer tercio de la centuria que sepamos); luego su sujeción al territorio aumentó con la creación de un grupo escolar de primaria en sus inmediaciones y, en los años 1980, el ensanche y asfaltado del camino público homónimo, que le franqueó la entrada en la cartografía municipal. Por las vicisitudes de la historia insular, el topónimo «La Calafata» dista mucho de estar en peligro de extinción. Pero era necesario afianzar su existencia con el conocimiento de su origen y significado precisos. Parece ser una voz única en el archipiélago canario. No tuvo la misma suerte otro topónimo hermano, la «Cantera del Calafate», situado en las proximidades de la entrada meridional de la ciudad de Santa Cruz de La Palma, y quizás con raíz en la misma familia de marinos que ha desfilado por estas páginas. Desapareció en 1906, año de su voladura con miras a las obras de ampliación del muelle capitalino y la apertura de la carretera de Bajamar. BIBLIOGRAFÍA AFONSO PÉREZ, L. (1997). Góngaro. Origen y rasgos de la toponimia canaria. Oviedo: Cartográfica canaria. AGUILAR JANEIRO, M.C. y MORALES GARCÍA, M.A. (2008). Catálogo del fondo antiguo impreso de La Palma (1764-1950). Archivo y biblioteca públicos «Cervantes». Santa Cruz de La Palma: Sociedad Cosmológica. CIORANESCU, A. (1992). Diccionario biográfico de canarios-americanos. Santa Cruz de Tenerife: Confederación de Cajas de Ahorros, Caja General de Ahorros de Canarias, tomo I. DÍAZ ALAYÓN, C. (1988). Materiales toponímicos de La Palma. 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