XXI Coloquio de Historia Canario-Americana (2014)
ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, 2016, XXI-021, pp. 1-8 1
© 2016 Cabildo de Gran Canaria. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
El colonialismo en la práctica y la doctrina del
derecho de gentes del siglo XVI 1
COLONIALISM IN PRACTICE AND DOCTRINE OF
INTERNATIONAL LAW 18TH CENTURY
Elisabetta Fiocchi Malaspina*
Cómo citar este artículo/Citation: Fiocchi Malaspina, E. (2016). El colonialismo en la práctica y la doctrina del
derecho de gentes del siglo XVIII. XXI Coloquio de Historia Canario-Americana (2014), XXI-021. http://colo-quioscanariasmerica.
casadecolon.com/index.php/aea/article/view/9503
Resumen: El propósito de este ensayo es la profundización en el análisis de la esclavitud y del colonialismo, most-rando
como la cuestión colonial había influido —o no— en el desarrollo del derecho de gentes en el siglo XVIII.
Después de trazar el contexto histórico y cultural del Siglo de las Luces europeo, el trabajo se centrará en el estudio
de algunos ilustrativos textos procedentes del derecho internacional y del derecho de gentes publicados en la citada
centuria, entre los que destaca el tratado de Emer de Vattel, Droit des gens, publicado en 1758.
Palabras clave: esclavitud; colonialismo; derecho de gentes; derecho internacional
Abstract: The present paper aims to demonstrated how colonialism had influenced the development of law of
nations and later international law in the 18th century. After outlining the historical and cultural context of the 18th
century the paper will focus the attention on the most important works on the law of nations published during the
Enlightenment, among many Emer de Vattel’s Law of Nations (1758).
Keywords: slavery; colonialism; law of nations; international law
Hay dos conceptos fundamentales en el Siglo de las Luces: el colonialismo y la esclavitud, claves en
la historia política, económica y jurídica de las grandes potencias europeas desde el descubrimiento del
Nuevo Mundo. El siglo XVIII vivió profundamente los primeros conflictos vinculados al colonialismo.
Basta pensar en la guerra de los Siete Años —1756-1763—, cuyos combates tuvieron lugar tanto en
Europa como en las colonias e implicaron a las principales potencias europeas de la época —entre las
cuales cabe mencionar a Gran Gretaña, Prusia, Francia, Austria y Rusia—. La guerra, como es sabido,
finalizó tras las adquisiciones territoriales destinadas a la consecución de la hegemonía en Europa, y, a la
vez, con la consecución del dominio comercial, garantizado por el control del tráfico marítimo ambicio-nado
por Gran Bretaña y Francia —que presenciaba especialmente una primera rivalidad materializada
en la coalición formada por Austria, Francia, Rusia, Polonia y Suecia, frente a la alianza entre Gran Bre-taña
y Prusia, liderada por Federico II—. La Paz de París de 1763 concederá a Gran Bretaña gran parte
del imperio colonial francés, que prácticamente dejará de existir2.
A la vez que eran notorias las ambiciones políticas dirigidas hacia el conflicto bélico y las conquistas
coloniales, se había desarrollado también una primera autocrítica del colonialismo. Un ejemplo funda-mental
de los debates dieciochescos vino de la mano del abad Guillaume-Thomas François Raynal, que
* Investigadora postdoctoral en historia del derecho, Università degli Studi di Milano, Dipartimento di Diritto Privato
e Storia del diritto, via Festa del Perdono 7, 20122 Milano, elisabetta.fiocchi@unimi.it
1 La traducción del original italiano a la lengua española ha sido realizada bajo la supervisión de Belinda Rodríguez
Arrocha.
2 Wadington, (1899-1914); Hal, (1915); Lesafer, (2005), p. 25-41, particolarmente p. 30; Szabo,
(2008).
Elisabeta Fiocchi Malaspina
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en 1772 publicó la Histoire philosophique et politique des établissements et du commerce des Européens
dans les deux Indes. En realidad la obra fue publicada de manera anónima en 1770 y prohibida por el
régimen en 1772. Raynal entonces la volvió a publicar de forma anónima en 1774 y nuevamente fue
incluida en el Indice. Reeditada con su retrato en 1780, la Historia fue quemada públicamente por orden
del Parlamento de París y el autor emprendió el exilio, dada la censura aplicada a su pensamiento. En
1781 huyó a Suiza. Con posterioridad buscó refugio en el entorno de la corte prusiana y, sucesivamente,
marchó a la Rusia de la celebérrima Catalina. Regresó a Francia en 1784, pero con la prohibición de
vivir en París.
La Histoire está considerada propiamente una verdadera enciclopedia del anticolonialismo del siglo
XVIII y se inserta en los denominados « voyages philosophiques », muy difundidos durante la época de
la Ilustración. Representa, por una parte, un pretexto para la reflexión sobre el derecho natural, y, por
otra, una manifiesta denuncia contra el despotismo, el clericalismo, la trata de negros y el colonialismo
europeo3.
En el núcleo del ensayo está presente Europa y el rol que ha desempeñado en la historia: una Europa
paladina de la civilización que viene redimensionada por Raynal, que pone en confrontación la civilidad
europea con las otras civilizaciones e impulsa el debate en relación al concepto de «diversidad»4.
Como ha subrayado Bancareal, uno de los más prestigiosos conocedores de Raynal, en el texto de la
reciente reedición de la Histoire, «lire l’Histoire au XXIe siècle ce n’est pas seulement ouvrir les yeux
sur le siècle des Lumières, c’est appréhender un univers qui commence avec la découverte du Nouveau-
Monde et nous conduit jusqu’à l’actualité la plus contemporaine. C’est aussi se souvenir d’ événements
parfois oubliés qui ponctuent l’histoire du monde et dont les conséquences trop souvent ignorées ont des
répercussion jusqu’à nos jours : 1598- l’édit de Nantes, 1776- la déclaration de l’Indépendance des États
Unis, 1789- La Révolution française, 1794- l’abolition de l’esclavage, 1948- la déclaration universelles
des Droits de l’homme»5.
La monumental obra maestra de Raynal llegó a ser propiamente un verdadero best-seller en las
posteriores décadas del siglo XVIII. En la primera parte el autor quiso esclarecer su trabajo histórico
y político, mientras que en la segunda parte escribió la historia de las dos grandes áreas del planeta, el
oriente y el occidente, reagrupando las dos esferas de la colonización europea.
El tratado constituye un análisis profundo y detallado del problema del colonialismo y de las relaciones
que se establecen entre el Viejo Mundo y América, África y Asia. Raynal es un autor absolutamente
original que analiza de modo crítico el papel y la función civilizadora de Europa en la historia6. Para la
redacción de esta imponente obra se valió del auxilio de una figura central de la ilustración francesa, Denis
Diderot. Como ha sido afirmado por Villari, se asiste a la fusión entre ideal y ciencia. Raynal afronta el pro-blema
de las relaciones internacionales y económicas entre Europa y las Indias orientales y occidentales;
Denis Diderot se centra en la crítica al colonialismo. El resultado es «un equilibrio de tal perfección que
no es fácil diferenciar las páginas de Diderot de las de Raynal»7.
Denis Diderot y Guillaume-Thomas Raynal, en las ediciones de 1774 y de 1780 de la Histoire des
deux Indes y respecto a los términos de “civilisation” y “civilisé” presentan una amplia reflexión sobre la
historia de la expansión europea en las Indias, desde los primeros viajes de los navegantes portugueses del
siglo XV hasta la Revolución Americana. Pero la Europa pionera de la civilización adolece de contradic-ciones;
basta pensar en la legitimación de la trata de negros, en la “guerra justa” practicada sobre todo por
razones inherentes al comercio8. Son refinadas cuestiones jurídicas que hunden sus raíces en aquel sistema
de normas que consideran parte del denominado “derecho de gentes”.
En efecto, no sólo la política, la sociología, la antropología y la filosofía están presentes en esta obra,
sino que también el derecho natural y el derecho de gentes son abordados con un sólido conocimiento
de su dimensión jurídica, sustentada también por el estudio de numerosos tratados jurídicos que habían
3 Feugère, (1913), pp. 343-378; Fiorava nti, (2012).
4 Vilari, (2006), p. 29.
5 Bancarel, (2006), pp. 9-10; Id., (2004), passim; Benot, (2000), pp. 165-171.
6 Vilari, (2006).
7 Ibidem, p. 31.
8 Lüsebrink, (1997), pp. 168-178.
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sido publicados en la citada época. Previamente Montesquieu, en su célebre Esprit des lois —Espíritu
de las leyes—, editado en 1748, había afirmado que:
Considérés comme habitants d’une si grande planète, qu’il est nécessaire qu’il y ait différents
peuples, ils ont des lois dans le rapport que ces peuples ont entre eux ; et c’est le Droit des
Gens. […] Le Droit des gens est naturellement fondé sur ce principe, que les nations doivent se
faire dans la paix le plus de bien et dans la guerre le moins de mal qu’il est possible, sans nuire
à leurs véritables intérêts. Toutes les nations ont un droit des gens ; et les Iroquois même, qui
mangent leurs prisonniers, en ont un. Ils envoient et reçoivent des ambassades ; ils connaissent
des droits de la guerre et de la paix : le mal est que ce droit des gens n’est pas fondé sur les
vrais principes9.
Hasta el siglo XVIII la doctrina jurídica utilizó el término droit des gens, acepción francesa que
sustituyó a la latina ius gentium, para designar el conjunto de reglas sobre las que los estados basan sus
relaciones, con particular referencia a la soberanía de cada uno. La expresión “derecho internacional”
nació, por el contrario, de una aguda reflexión de Jeremy Bentham. Él afirma que el vocablo “internacio-nal”
debe ser reconocido y utilizado como un término nuevo, no sólo como sinónimo de droit des gens,
sino también como branch of law, capaz de albergar en su seno todas aquellas características propias
del law of nations10.
Aunque en el siglo XVIII todavía no se puede hablar de derecho internacional en sentido estricto,
sin embargo, en esta centuria el estudio del derecho de gentes comienza a ser sistemático; particular-mente,
por parte de Emer de Vattel —este año se celebra el tricententario de su nacimiento, ya que vino
al mundo en 1714—. 1758 fue el año en que publicó su Droit des gens ou principes de la loi naturelle,
appliqués à la conduite et aux affaires des Nations et des Souverains.
A modo de síntesis, ha de afirmarse que el Droit des gens está conformado por tres apartados: el
primero está constituido por la definición de ius gentium, en el que se evidencia el difícil equilibrio entre
derecho natural y derecho “voluntario”; el segundo está conformado por el análisis de las relaciones
pacíficas entre las naciones y la búsqueda de normas que puedan tener una real autonomía jurídica;
finalmente, el tercer apartado está vertebrado en torno al análisis de las relaciones conflictivas entre las
naciones y el rastreo de normas que puedan evitar o al menos reducir los “desastrosos efectos de una
guerra”11.
Desde el mismo punto de vista concerniente a la estructura, el Droit des gens está articulado de la
siguiente manera: en el primer libro se efectua el análisis de la «nation considérée en elle-même»; el
segundo libro tiene como objeto la «nation considèrée dans ses relations avec les autres»; en el tercer
libro quedan ilustradas las dinámicas de los conflictos bélicos, prestando particular atención a la guerra
justa, a la guerre en forme, a la posición del enemigo o de las naciones neutrales; por último, en el cuarto
libro Vattel analiza el mantenimiento de la paz a través de los tratados, su ejecución y su observancia, el
rol de los embajadores y sus derechos y deberes12.
Vattel escribió el tratado para los hombres de gobierno y su propósito era el de crear un texto que
fuera fácil de consultar y que contuviera todas las materias que pudieran servir a tal finalidad. Debía ser
útil a modo de brújula para los soberanos13.
En el desarrollo del capítulo I del Libro I del Droit des gens viene abordado el problema de la sobe-ranía
estatal: para Vattel las naciones tienen voluntad propia y poseen tanto derechos como obligaciones.
9 Montesquieu, (1979), p. 127.
10 Bentham, (1970), p. 327.
11 Mancuso, (2002), p. 248.
12 Vattel, E. (1758), L. III, chap. III, IV, V, VI, VII; L. IV, chap. I, III, IV; V, VI.
13 Ibidem, Prèface, p. xxiii: «Le droit des gens est la Loi des Souverains. C’est principalement pour leurs Ministres,
qu’on doit l’écrire. Il intéresse véritablement tous les hommes ; et l’étude de ses maximes convient, dans un pays libre, à tous
les Citoyens. Mais il importerait peu d’en instruire seulement des particuliers, qui ne sont point appelés au Conseil des Nations,
et qui n’en déterminent point les démarches. Si les Conducteurs des Peuples, si tous ceux qui sont employés dans les affaires
publiques daignoient faire une étude sérieuse d’une Science, qui devrait être leur Loi et leur boussole, quels fruits ne pourrait-on
attendre d’un bon Traité du Droit des Gens?».
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El establecimiento de estas obligaciones y estos derechos es el fin último del derecho de gentes. Cada
nación que se gobierna con autonomía, bajo cualquier forma —republicana o monárquica—, sin ser
dependiente de cualquier otro estado, se define como estado soberano y sus derechos son naturalmente
los mismos que los de cualquier otra nación.
Es necesario observar que en el seno de la obra de Vattel no existe una distinción entre «état» o
«nation», pero esta equivalencia es generada por la concepción que el jurista suizo tiene del estado,
entendido como la personificación jurídica de la colectividad popular:
Les nations étant composées d’hommes naturellement libres et indépendants, et qui, avant
l’établissement des sociétés civiles, vivaient ensemble dans l’état de nature, les Nations, ou
les États souverains, doivent être considérées comme autant de personnes libres, qui vivent
entre elles dans l’état de la nature. On prouve en droit naturel, que tous les hommes tiennent
de la nature une liberté et une indépendance qu’ils ne peuvent perdre que par leur consente-ment.
Les citoyens n’en jouissent pas pleinement et absolument dans l’État, parce qu’ils l’ont
soumise en partie Souverains. Mais le corps de la Nation, l’État, demeure absolument libre
et indépendent, à l’egard de tous les autres hommes, des Nations étrangères, tant qu’il ne se
soumet pas volontairement à elles14.
Si para Vattel, por tanto, los estados están conformados por hombres naturalmente libres e indepen-dientes,
del mismo modo también las naciones deben ser consideradas libres e independientes, las unas
de las otras. He aquí que, una vez delineado el llamado sistema interno de un estado, estableciendo
su soberanía y el concepto de constitución, el autor ilustra los tres “objetos” principales de un buen
gobierno: el primero viene definido por la cobertura de las necesidades de una nación, en la que se hace
circular la moneda; el cultivo de la tierra, que viene definido por Vattel como una obligación impuesta
por la naturaleza, la libertad de comercio y también la libertad de poder rechazar el comercio exterior.
Para tal propósito el jurista recuerda la conquista española, anotando que: « Quand l’Espagnol attaquoit
les Américains, sous prétexte que ces peuples refusoient de commercer avec lui, il couvroit d’une vaine
couleur son insatiable cupidité»15. Las naciones tienen necesariamente cuatro características —libertad
natural, independiencia, igualdad y la soberanía que sustancialmente es su común denominador—, pero,
¿en qué modo se relacionan unas con otras?
Europa representa para Vattel un ejemplo de sistema de estados independientes, configurados en una
posición de equilibrio político. En la base de estas teorías hay una postura razonada por parte del autor,
que, tomando conciencia de la realidad política internacional de su tiempo, desarrolla el principio del
equilibrio del poder entre las naciones, que es concebido a modo de alianzas creadas especialmente en
virtud de sus exigencias políticas:
L’Europe fait un système politique, un corps où tout est lié par les relations et les divers inté-rêts
des Nations qui habitent cette partie du monde. Ce n’est plus, comme autrefois, un amas
confus de pièces isolées, dont chacune se croyant peu intéressée au sort des autres, et se mettait
rarement en peine de ce qui ne la touchait pas immédiatement. L’attention continuelle des sou-verains
à tout ce qui se passe, les ministres toujours résidents, les negociations perpétuelles,
font de l’Europe moderne une espèce de république, dont les membres indépendent, mais liés
par l’intérêts commun, se réunissent pour y maintenir l’ordre et la liberté. C’est ce qui a donné
naissance à cette fameuse idée de la balance politique,ou de l’équilibre du pouvoir. On entend
par là trouve en état de prédominer absolument, et de faire la loix aux autres16.
El sistema, tal y como es delineado por el autor, se centra por lo tanto en la actividad de los soberanos
y es construido sobre una trama de continuas negociaciones. En consecuencia “forma una especie de
14 Vattel, E. (1758), L. I, Préliminaires, § 4.
15 Vattel, E. (1758) L. II, Chap. II, § 25.
16 Ibidem, L. III, chap. III, § 47.
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república”, cuyos miembros son independientes pero, al mismo tiempo, vinculados por el interés común
consistente en la preservación del orden y de la paz. Bajo este aspecto, Hurrel ha visto en la obra de
Vattel una determinante contribución ara la concepción dominante en el derecho internacional occiden-tal:
un derecho en el que los estados son actores fundamentales, sobre cuya base debe ser construido un
orden internacional plural17.
Del mismo modo Koskenniemi sostiene que ha sido Vattel el primero en haber “introducido” una
suerte de procesualización del derecho internacional. Si, en efecto, este último debía contribuir a la
estabilización de un orden mundial, esto podría ocurrir a través de la creación de los procedimientos,
merced a los cuales los estados podrían superar sus conflictos. Tales aspectos procedimentales, o sea,
las reglas formales para la conducta de las guerras y para las relaciones diplomáticas, representaron una
característica fundamental del sistema de los estados en los siglos XVIII y XIX18.
Es necesario precisar que el tratado de Vattel obtuvo un éxito insospechado. El número de ediciones
del tratado fue impresionante. El jurista de Neuchâtel, entre las dos centurias citadas, fue considerado
una verdadera y destacada autoridad del derecho de gentes. De hecho, no existió en la época otro tratado
de derecho internacional que fuera más leído o citado que el que Droit des gens. En 1759, en la redac-ción
del Année Littéraire, Élie Fréron escribió que había leído con gusto y placer Le droit y que:
On ne peut s’empêcher d’en ressentir, en voyant défendre les droits de l’humanité et poser ces
principes respectables qui doivent, dans tout les temps et dans tout les cas, diriger la conduite
des maîtres qui nous gouvernent. [...] C’est un des meilleurs ouvrages que nous ayons sur tout
ce qui concerne la science politique du Droit de gens19.
Al mismo tiempo, la obra gustaba muchísimo también a los filósofos: el 21 de junio de 1766, Hennin,
después de encontrar personalmente a Vattel, escribía a Voltaire una carta en la que retrataba al jurista
de Neuchâtel como al autor de un excelente tratado sobre el derecho de gentes, pero también como un
individuo muy valorado por la bondad y la sabiduría de su persona20.
Es posible establecer un paralelismo entre el pensamiento de Vattel y el de Raynal, como dos ejem-plos
de hombres que supieron reflexionar y escribir acerca de las problemáticas de su tiempo, hombres
de excepción que condenaron abiertamente las guerras de conquista pero que al mismo tiempo asu-mieron
el habitual lugar común del siglo de la Ilustración, la visión de las colonias americanas como
inmunes a la verdadera acepción de la conquista europea. Como ha sido recientemente expresado por
Anghie, «Vattel is a complex figure, because he seems to perceive himself as anti-imperialism, and in-deed
is powerful condamning various forms of imperialism»21.
Vattel ubica en el centro de su disertación la soberanía estatal, de la que dependen la tutela de la
integridad territorial, las relaciones comerciales y la expansión colonial. De hecho, rechaza los argu-mentos
sotenidos por los españoles para justificar las guerras contra los indios: su único motivo era la
codicia, oculta tras las aparentes razones del comercio. En el Droit des gens fija los límites precisos a los
derechos de los pueblos. El jurista, en consecuencia, sostiene, de acuerdo con la tradicional perspectiva
iusnaturalista, que las tierras originariamente fueron sujetas a una propiedad común compartida por
todos22. La naturaleza, destinando todas las tierras a las necesidades de los hombres en general, no da
17 Hurrel, (1996), p. 234.
18 Koskenniemi, (1989) p. 96.
19 Fréron, (1759),VIII, p. 48-63.
20 «En arrivant hier de Ferney, j’ai trouvé ici un des mes anciens amis qui a, je crois, l’honneur d’être connu de vous ;
c’est M. Vattel, auteur d’un bon ouvrage sur le droit des gens, mais plus estimable encore par le candeur de son âme et la sagesse
de son esprit. Il a avec lui une très jolie polonaise, dont il a fait sa femme. L’un et l’autre m’ont prié de vous les présenter et,
si vous le permettez, nous prendrons un des jours de la semaine prochaine. Je voudrais bien arriver toujours à Ferney remparé
d’un élu tel que celui que j’ai conduit hier; mais comme il y a plusieurs demeures dans le palais de l’Éternel, les gens de mérite
et les jolies femmes y auront sans doute leur coin»: Lettre dans: Beguelin, (1929), p. 108 e ss. Anche: Aliot, (2010), pp.
31-36.
21ANGHIE, (2011), p. 242; ID., (2001-2002), pp. 513-633; ID., (2005).
22 Gozzi, (2010), pp. 92-95.
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a ningún pueblo el derecho de apropiarse de un país sino para los usos factibles, y no para impedir el
aprovechamiento de los recursos por parte de otros23 ».
En el libro II, capítulo I, titulado Des devoirs communs d’une nation envers les autres ou des offices
de l’humanité entre les nations, Vattel sostiene que «Si une nation est obligée de contribuer de son mieux
à la perfection des autres, elle n’a aucun droit de les contraindre à recevoir ce qu’elle veut faire dans
cette vue. L’entreprendre, ce serait violer leur liberté naturelle. Pour contraindre quelqu’un à recevoir un
bienfait, il faut avoir autorité sur lui; et les Nations sont absolument libres et indépendantes. Ces ambi-tieux
Européens, qui attaquaient les Nations américaines, et les soumettaient à leur avide domination,
pour les civiliser, disaient-ils, et pour les faire instruire dans la véritable religion ; ces usurpateurs, dis-je,
se fondaient sur un prétexte injuste et ridicule»24.
La abierta crítica y condena a la conquista europea halla auna excepción en las colonias de América:
«Les peuples de ces vastes contrées les parcouraient plutôt qu’ils ne les habitaient25.... On ne peut que
louer la modération des Puritains Anglais, qui les premiers s’établirent dans la Nouvelle-Angleterre.
Quoique munis d’une charte de leur souverain, ils achetèrent des sauvages le terrain qu’ils voulaient
occuper. Ce louable exemple fut suivi par Guillaume Penn et la colonie de Quackers, qu’il conduisit
dans la Pennsylvanie»26.
Al mismo tiempo Raynal, en el apartado IX del capítulo XVIII, titulado Colonies Anglaises fondées
dans la Pennsylvanie, dans le Maryland, dans la Virginie, dans la Caroline, dans la Georgie et dans la
Floride. Considérations générales sur tous ces établissements, escribe, al igual que Vattel se ocupa del
buen y del mal gobierno: « ces deux sortes de gouvernement sont également inconnues dans les annales
du monde. Elles ne nous offrent que des ébauches imparfaites, plus ou moins rapprochées de l’atroce
sublimité, plus ou moins éloignées de la beauté touchante de l’un et de l’autre de ces grands tableaux.
Les nations qui ont joué le rôle le plus éclatant sur le théâtre de l’univers, entraînées par une ambition
dévorante, présentèrent de traits de conformité avec le premier [un mauvais gouvernement]. D’autres,
plus sages dans leurs constitutions, plus simples dans leurs moeurs, plus limité dans leurs vues, enve-loppées
d’un bon secret, s’il est permis de parler ainsi, paraissant ressembler davantage au second [bon
gouvernement]».27
Raynal exalta, como Vattel, la personalidad de Penn: «Son arrivée au Nouveau-Monde fut signalée
par un acte d’équité, qui fit aimer sa personne et chérir ses principes. Peu fatissant du droit que lui don-nait
sur son établissement la cession du ministère Britannique, il résolut d’acheter des naturels du pays,
le vaste territoire qu’il se proposait de peupler. On ne fait point le prix qu’y mirent les sauvages: mais
quoiqu’on les accuse de stupidité pour avoir vendu ce qu’ils ne devaient jamais aliéner, Penn n’en eut
pas moins la gloire d’avoir donné en Amérique un exemple de justice et de modération, que les Euro-péens
n’avoient pas même imaginé jusqu’alors. [...]»28.
Con ambos autores nos hallamos en la segunda mitad del siglo XVIII, como ya hemos dicho, en el
contexto de la reciente Guerra de los Siete Años. La Revolución Francesa emergería en el transcurso de
algunas décadas y, durante los trabajos de la Convención, una destacada figura excepcional retomó la
senda del pensamiento de Raynal y, al mismo tiempo, las teorías de Vattel; fue el abad Grégoire (1750-
1831). Éste propuso una Déclaration du droit des gens, simétrica a la declaración de los derechos del
hombre y del ciudadano de 1795. Tal declaración, compuesta por 21 artículos, sanciona numerosos prin-cipios
generales y absolutos, sobre todo en lo que concierne a la renuncia a las guerras de conquista, a la
no intervención y a la libertad de los pueblos. Se inspira con nitidez en las ideas de Vattel, que es citado
en numerosas ocasiones en el texto de su discurso de 1795. Chevalley sostiene que tan sólo es suficiente
leer el título de la Declaración de Grégoire y el título de la obra de Vattel para comprender la medida en
que la Declaración contiene los principios vattelianos:
23 VATTEL (1758), L. I, chap. XVIII, § 208.
24 Ibidem, L. II, Chap. I, § 7
25 Ibidem, L. I, Chap. VII, § 81
26 Ivi.
27 Raynal, (1780), T. IX, p. 3.
28 Ibidem, p. 15.
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On sent qu’il y a communauté d’idées entre le Grégoire suisse et le Vattel français, tous deux
passés de la théologie à l’art de la conduite de peuples, tous deux d’accord pour déplorer avant
tout, Vattel que «la plupart des hommes n’aient qu’une notion vague, très incomplète, souvant
même fausse du droit des gens», et Grégoire que la «masse des hommes soit arriérée sur cet
objet, les publicistes fourmillant d’assertions erronées et immorales. Et pertant avec Vattel de
ce commun dédain pour l’opinion vulgaire, Grégoire suit son guide, et le suit pas à pas».29
En la primera parte Grégoire identifica a los hombres como a miembros que integran la familia
humana universal: «si l’état de nature règne entre les sociétés, elles ne sont pas isolées et naturellement
ennemies, mais liées par la morale universelle, elle-même expression de la raison. Les peuples sont
naturellement indépendants, souverains et égaux. La réciprocité de ces droits et de leur exercice fonde
l’intérêt général de la famille humaine qui est donc supérieur à l’intérêt national particulier».
Desafortunadamente la Declaración nunca fue tomada en consideración.
Con posterioridad el abad Gregoire publicó —en 1808— De la littérature des nègres, ou Recherches
sur leurs facultés intellectueles, leurs qualités morales et leur littérature. Esta obra predente demostrar
la igualdad fundamental de todas las sociedades y de todos los hombres, sosteniendo que todos puedan
adquirir el estadio de evolución cívica presente en las más altas élites culturales europeas. Específica-mente
Gregoire reconstruyó el perfil biográfico de artistas y escritores negros y mestizos, ilustrando los
méritos y las características de sus trabajos. De la littérature halló un éxito inmediato y fue traducida a
las lenguas inglesa y alemana, además de influir en en el movimiento antiesclavista de los siglos XIX y
XX. Su conclusión, como ha afirmado Lüsebrink, no es diferente de la que sostuvieron Diderot y Raynal
en el seno de la Histoire:
Europeos, percataos de lo que sois. Desde hace tres siglos los tigres y las panteras son menos
terribles que vosotros en África; desde hace tres siglos Europa, que se proclama cristiana y
civilizada, tortura sin piedad, sin tregua, en América y en África, a pueblos que considera sal-vajes
y bárbaros. Ha difundido entre ellos la depravación, la miseria y el olvido de todos los
sentimientos de la naturaleza, para aprovisionarse del añil, del azúcar y del café30.
Tres figuras de la talla de Raynal, Vattel y Grégorie, que vivieron en el siglo de la Ilustración
—si bien no se conocieron jamás—, escribieron inspirados, en ámbitos diversos, por el deseo común de
paz y de igualdad, tanto a nivel interpersonal como internacional.
BIBLIOGRAFÍA
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