XXI Coloquio de Historia Canario-Americana (2014)
ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, 2016, XXI-074, pp. 1-12 1
© 2016 Cabildo de Gran Canaria. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
* Alumna de doctorado en la Universidad de La Laguna y colaboradora en el Museo Arqueológico Benahoarita; correo
electrónico: nuriaalvarezrodriguez@gmail.com
** Inspector de Patrimonio de la isla de La Palma.
*** Odontólogo colaborador en el Museo Arqueológico Benahoarita.
VIDA Y MUERTE DE LOS ABORÍGENES EN EL BARRANCO DEL
ESPIGÓN (PUNTALLANA, LA PALMA)
LIFE AND DEATH OF THE ABORIGINES IN THE BARRANCO
DEL ESPIGÓN.(PUNTALLANA, LA PALMA)
Nuria Álvarez Rodríguez*; Jorge Pais Pais**; Antonio Moreno González***
Cómo citar este artículo/Citation: Álvarez Rodríguez, N.; Pais Pais, J.; Moreno González, A. (2016). Vida y
muerte de los aborígenes en el Barranco del Espigón (Puntallana, La Palma). XXI Coloquio de Historia Canario-
Americana (2014), XXI-074. http://coloquioscanariasmerica.casadecolon.com/index.php/aea/article/view/9555
Resumen: El Barranco del Espigón ocupa un lugar sobresaliente dentro de la etapa prehispánica palmera debido
al hallazgo de una importante necrópolis en la que aparecieron restos humanos momificados, siendo estos los úni-cos
de estas características que hoy en día se conoce su procedencia exacta. Este artículo intentará hacer un breve
recorrido sobre las formas de vida de los benahoaritas en el Barranco del Espigón así como un pequeño estudio
preliminar de los restos óseos humanos encontrados.
Palabras clave: La Palma; Puntallana; arqueología; yacimiento funerario; momia; bioantropología
Abstract: El barranco del Espigón holds a prominent place within prehispanic age, in La Palma, due to the dis-covery
by an important necropolis which appeared mummified human remains, these being the only ones with
these features nowdays it knows their exact origin. This article will try to make a brief rout above ways on life of
“Benahoritas” in El Barracon del Espigón and make a small preliminary study about human bond found.
Keywords: La Palma; Puntallana; archeology; burial site; mummy; bioanthropology
El hábitat, la explotación económica y las crencias mágico-religiosas
de los Benahoaritas que vivieron en el Barranco del Espigón
El Barranco del Espigón, situado en el centro geométrico del municipio de Puntallana, tiene un re-corrido
muy corto, puesto que su nacimiento apenas alcanza la cota de los 600 metros. Nuestro estudio
se va a centrar en el tramo medio y en las inmediaciones de la necrópolis del Espigón. Este sector que-da
delimitado al oeste por un gran salto de agua que da origen a un ancho y profundo tajo que muere,
aproximadamente, en la carretera de Bajamar-Martín Luis.
La parte más alta de este tramo del barranco apenas ha sido alterada en la etapa histórica debido a la
gran altura y verticalidad de los riscos que han impedido su abancalamiento para crear vetas de cultivo
de secano o de regadío. Estas circunstancias han hecho que la vegetación presente un buen estado de
conservación, constituyendo un magnífico ejemplo de lo que debieron ser los bosques termófilos que
cubrían las medianías del primitivo cantón de Tenagua (actual municipio de Puntallana). La vegetación
arbustiva alcanza una densidad inusitada que conforma una maraña impenetrable que dificulta sobre-manera
el tránsito por las laderas de la margen izquierda del barranco, donde se concentra la mayor
densidad de yacimientos arqueológicos.
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Las especies vegetales más abundantes son las retamas, cornicales, tasaigos, tajinastes, incienso,
vinagreras, higuerillas, verodes, etc. De los árboles típicos de los bosques termófilos sólo se conservan
ejemplares aislados de palmeras, dragos y sabinas colgadas de los riscos más inaccesibles. De estas es-pecies
se obtuvo la materia prima para hacer parte del ajuar funerario que acompañaba a la momia del
Barranco del Espigón, así como el chajasco sobre el que se depositaron los cadáveres, como veremos
más adelante. Asimismo, en la vertiente de solana, margen izquierda, aparecen abundantes y frondosas
matas de cardones. Finalmente, también nos encontramos con ejemplares de pinos que, sin duda, antaño
fueron mucho más abundantes de lo que podemos apreciar en la actualidad (imagen 1).
Imagen 1. Vegetación del Barranco del Espigón
Los trabajos de excavación se llevaron a cabo a mediados de la década de los 70 del siglo XX y, des-graciadamente,
nunca se ha publicado un trabajo en condiciones sobre este importante descubrimiento. Es
más, ni siquiera se sabe dónde están los diarios de excavaciones, así como parte del ajuar funerario. Los
únicos datos conocidos, hasta la fecha, son las escasas líneas que transcribimos a continuación:
(…) En esta cueva, bajo una fina capa de tierra mezclada con excrementos de aves se encon-traron,
sin conexión anatómica, restos óseos humanos pertenecientes a varios individuos, y
al fondo de la cueva, y a un mismo nivel, los cadáveres que conservan restos de piel en algu-nas
partes de su cuerpo. Aparecen cubiertos en parte por pieles de animales perfectamente
curtidas y cosidas y atados con cuerdas vegetales. Uno de los cadáveres estaba en posición
decúbito supino, y decúbito lateral flexionado el otro, el cual, cuando se inició la excavación,
carecía de parte del tórax y de las extremidades superiores. Ambos descansaban directamente
sobre el suelo rocoso, sobre el cual en algunas partes se habían colocado hojas de pino y de
otras especies vegetales. El único ajuar que se les puede asociar son algunas “mocas”. Se ha-llaron,
además, en las proximidades de los restos humanos fragmentos cerámicos sin decorar,
“mocas”, patellas, punzones, un pequeño cuenco de madera y algunas ramas de palmera y de
otros árboles, en ocasiones atadas con cuerdas vegetales.1
Puntallana es uno de los municipios palmeros de los que aún no se ha realizado la Carta Arqueo-lógica.
Por tanto, los datos que vamos a aportar en este trabajo son provisionales y están sometidos a
verse alterados en cuanto se lleven a cabo las prospecciones arqueológicas sistemáticas que este enclave
1 HERNÁNDEZ PÉREZ (1977), p. 45.
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funerario se merece. Los escasos conocimientos que tenemos de este asentamiento permanente se han
extraído de nuestras visitas a estos parajes intentando localizar, precisamente, la ubicación exacta de
la necrópolis del Barranco del Espigón excavada por Mauro Hernández Pérez y Dimas Martín Socas.
Antes de continuar, hemos de dejar constancia de que todavía desconocemos cuál fue la cavidad en la
que estaban depositados los numerosos restos humanos que se extrajeron del yacimiento. Sin embargo,
en las numerosas veces que nos hemos acercado a este lugar hemos descubierto interesantes y abundan-tes
vestigios que nos permiten hacernos una idea, del hábitat, las costumbres funerarias y las creencias
mágicos religiosas de los benahoaritas que vivieron en el Espigón.
Este tramo reúne una serie de condiciones medioambientales que lo convierten en ideal para el asen-tamiento
permanente de los antiguos palmeros. Su economía, fundamentalmente pastoril, encontraba
abundantes y jugosos pastizales durante la mayor parte del año. Cuando estos empezaban a escasear,
a inicios del verano, existían rutas naturales, de fácil acceso, que les permitían subir a los campos de
pastoreo de alta montaña en los bordes de la Caldera de Taburiente. Además, la proximidad de la costa
les concedía el privilegio de aprovechar sus recursos alimenticios en cualquier momento, especialmen-te
en la época estival cuando escaseaban otro tipo de viandas. Conchas de lapas, burgados y púrpuras
que aparecen no solo en el interior de las cuevas sino por todas las laderas del barranco lo corroboran.
Por tanto, los moradores de este poblado de cuevas tenían bien cubierto el suministro de cuatro de sus
alimentos esenciales: la carne, la leche, el pascado y el marisco. A ello debemos añadir la facilidad de
las comunicaciones con otros parajes del cantón de Tenagua al estar emplazado en el centro geométrico
del mismo. También tenían asegurado el suministro de agua, que es otro de los parámetros primordiales
para explicar la distribución de los principales asentamientos benahoaritas. En este sentido, y en el es-tado
actual de la investigación arqueológica, desconocemos la existencia de fuentes en el Barranco del
Espigón, si bien a escasa distancia hacia el sur se encuentra el Barranco del Agua, donde este líquido tan
preciado es abundante y constante a lo largo de todo el año.
La parte más alta del poblado se extiende por la zona baja y media de las laderas de la margen iz-quierda
del barranco. Algunas de las cuevas de habitación son bastante grandes y espaciosas, presen-tando
unas magníficas condiciones de habitabilidad en cuanto a luminosidad, exposición y protección
contra las inclemencias del tiempo. El mejor yacimiento habitacional que conocemos ha sido, en buena
medida, saqueado. Aunque, paradójicamente, los destrozos provocados por los expoliadores permiten
hacernos una idea del tiempo durante el cual se habitó la cueva, así como sus hábitos alimenticios. Estos
datos los podemos extraer de la estratigrafía, de más de un metro de espesor, que ha dejado al descu-bierto
estos trabajos clandestinos. Los sedimentos están separados por gruesas capas de cenizas de los
que sobresalen numerosos restos arqueológicos de todo tipo. Los fragmentos de cerámica nos indican
una ocupación continuada durante un amplio período de tiempo que, como mínimo, abarcó las fases
cerámicas II, III y IV (entre el año 400 y 1493, aproximadamente).
La otra parte del poblado se sitúa aguas abajo del grupo descrito anteriormente y en la otra margen
del barranco. Se trata de una gran cantidad de cuevas, covachas y cejos que se extienden por la parte
media-baja de los riscos. Su estado de conservación es muy precario, ya que han sido intensamente
reutilizadas en la época histórica como pajero y corral. El relleno arqueológico, en su mayor parte, se ha
vaciado para utilizar como suelo agrícola y abono en las plataneras aledañas.
Uno de los datos más sorprendentes de la prehistoria canaria en los últimos años ha sido la identifi-cación
de las pieles que envolvían a la momia del Espigón como pertenecientes a ciervos.2 Esta especie,
que nunca ha estado presente en la isla, pudo ser traída, ya en forma de piel, por los primeros aborígenes
que arribaron a la isla, tal y como indica la cerámica de la fase I asociada a este enterramiento. La impor-tancia
de este pellejo fue tal que sirvió de mortaja al personaje más importante del poblado, como parece
indicarlo el hecho de que, en principio, sólo dos individuos fuesen momificados.
El ajuar funerario de la necrópolis del Barranco del Espigón, según la cita textual contenida en este
mismo apartado, estaba formado por una serie de objetos de uso personal y cotidiano sobre los que
podemos extraer una serie de conclusiones sobre la explotación de la vegetación de la zona. Así, por
ejemplo, el cuenco de madera pudo ser realizado en madera de sabina, muy apreciada en ebanistería
2 El Día, 15 de octubre de 2010, p. 22.
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hasta tiempos muy recientes. Por otro lado, las cuerdas trenzadas que sujetan las pieles que envolvían a
la momia pudieron extraerse de las hebras, finas y duras, que forman las hojas de los dragos (imagen 2).
Los cadáveres estaban colocados sobre una especie de chajasco que, entre otras plantas, estaba formado
por hojas de palmera, tal y como se puede apreciar en los restos que aparecen en el Museo Arqueológico
Benahoarita (Mab) en Los Llanos de Aridane. Estas tres especies arbóreas forman parte, aún hoy, de los
vegetales que cubren el cauce y las laderas del Barranco del Espigón.
Imagen 2. Cuerdas encontradas en la momia del Espigón.
En medio del poblado de cuevas de la margen izquierda del barranco, a escasos metros del supuesto
yacimiento excavado por Mauro Hernández Pérez y Dimas Martín Socas, y en la orilla superior de los
riscos, apareció una nueva cueva funeraria que, aún hoy, es el yacimiento de esta tipología mejor con-servado
que hemos visto nunca en la isla.3 Esta circunstancia se debe a las dificultades y peligrosidad
de su acceso. Cuando lo visitamos estaba prácticamente intacto, apreciándose claramente los restos de
dos personas colocadas una encima de otra. Los restos arqueológicos superficiales consistían en piezas
líticas de basalto gris y basalto vítreo, algunas conchas de lapas, fragmentos óseos de ovicápridos y unos
fragmentos de cerámica únicos en la etapa prehispánica palmera, puesto que su decoración consistía en
una especie de lunares circulares que sobresalen de la superficie lisa de los cuencos. También debemos
destacar la presencia de una gran cantidad de carbones, así como trozos de hojas de palmera sobre los
que parece se depositaron los cadáveres, exactamente igual que sucede con los restos momificados de-positados
en el Museo Arqueológico Benahoarita.
Pero el Barranco del Espigón, no sólo fue un espacio de vida y muerte, sino que también existieron
una serie de yacimientos para establecer una comunicación con los dioses para que éstos les favorecie-sen
con sus dones que, esencialmente, serían lluvias abundantes. Varios de estos yacimientos fueron
descubiertos en mayo de 2011.4 El conjunto más espectacular se sitúa en la parte superior del lomo que
delimita la margen izquierda del barranco a lo largo de unos 30 metros de recorrido y ocupando toda su
anchura que, en este punto, alcanza los 10 metros. El terreno está formado por un gran afloramiento de
toba en el que se labraron gran cantidad de cazoletas, de diferentes formas y tamaños, cúpulas y cana-lillos
verticales, un gran canalón central, un petroglifo cruciforme, una pequeña covacha artificial, etc.
3 Este yacimiento fue descubierto por un grupo de escaladores de San Andrés y Sauces y Puntallana a finales de la
década de los 80 del siglo XX.
4 En el hallazgo participaron Carlos Asterio Abreu Díaz, Nuria Álvarez Rodríguez , Felipe Jorge Pais Pais y Carlos
Cecilio Rodríguez López.
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Podría tratarse de una especie de almogarén muy similar a los encontrados en el barranco de Izcagua
(Puntagorda), Barranco de Fagundo (Garafía), etc. La panorámica que se domina desde este punto es
enorme hacia los 4 puntos cardinales, incluyendo todo el cauce del Barranco del Espigón. Entre los
restos arqueológicos superficiales cabe destacar un gran fragmento de cerámica decorado con unas aca-naladuras
superficiales de trazo irregular (Fase cerámica I).
Imagen 3. Necrópolis del Espigón.
Imagen 4. Cavidad artificial en el almogarén del Barranco del Espigón.
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A unos 100 metros al este del conjunto anterior descubrimos un nuevo grupo de canalillos y cazoletas
que tiene como soporte una plancha de toba de unos 15 metros de largo por 4 metros de anchura. Las
cazoletas son circulares y ovales, con diámetros que oscilan entre los 20 y 10 centímetros. Están unidas
por estrechos y poco profundos canalillos (imagen 5). Los restos arqueológicos superficiales estaban
formados por fragmentos de cerámica sin decoración, piezas líticas de basalto gris y trozos de conchas
de lapas. Al igual que sucedía en el almogarén también hay un pequeño grabado cruciforme.
Imagen 5. Canalillos y cazoletas en el Barranco del Espigón.
Sobre los ocupantes de la Necrópolis del Espigón
Centrándonos ya en los restos humanos encontrados en el yacimiento del Espigón, en su interior se
localizaron al menos restos de 15 individuos siendo los fémures, húmeros y tibias derechas las que nos
ha dado el número mínimo de individuos. Hay que señalar que estos son resultados preliminares ya
que una parte de los materiales bioantropológicos se encuentran actualmente en los fondos del Museo
Arqueológico Benahoarita (Mab) y otros en los almacenes de la Universidad de La Laguna. Es por ello
que las conclusiones todavía están pendientes de revisión.
En el Mab se encuentra expuesta la famosa momia localizada en la necrópolis del Espigón (imagen
6). Se trata de un individuo, probablemente masculino, de aspecto grácil y de aproximadamente más de
35 años de edad. Junto a ella aparecieron las extremidades inferiores de otros restos momificados adulto
que destaca por presentar una fractura sin fusionar en uno de sus fémures. Este hecho demostraría que no
sería el único individuo que habría sufrido un proceso de momificación natural o antrópica5. El estudio
de este material se muestra complejo ya que presenta una atmósfera protectora que impide su análisis
en profundidad.
5 No se ha efectuado un estudio minucioso para poder establecer si el proceso de momificación fue natural o producto
de la mano del hombre. Hay que tener en cuenta que el primero de los casos consiste en la desecación del cadáver en lugares con
humedad relativa, temperaturas elevadas y abundante aire. En cambio, la momificación antrópica es la realizada por el hombre
con el fin de conservar y mantener el cuerpo lo más parecido a su forma en vida.
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Imagen 6: Momia del Espigón.
Imagen 7. Restos momificados con fractura.
Sin incluir los restos anteriormente mencionados, se cuenta con un número amplio de huesos huma-nos,
aproximadamente 1400, destacando las costillas como las más numerosas seguida muy de cerca
por las vértebras6. Posteriormente nos encontraríamos con las falanges proximales de las manos y de los
pies, clavículas, húmeros…etc. Esto no es raro si tenemos en cuenta que las costillas son huesos planos
muy frágiles al igual que las vértebras.
Con respecta a la existencia de cráneos o mandíbulas, en los fondos del Mab solo contamos con el
propio cráneo de la momia pero si tenemos constancia de la existencia de al menos tres cráneos y nueve
mandíbulas de las cuales una es de un individuo infantil.
El estado de conservación de los materiales en su conjunto es bueno. Para ello, cuando fueron anali-zados
los restos de forma preliminar, se les aplicó tres categorías consistentes en bueno, regular y malo
según su estado de fragmentación. El resultado fue el siguiente: el 72,50% responde a huesos en un
buen estado de conservación, el 10,91% presenta un estado regular y por última, el 10,34% están muy
fragmentados.
Si hablamos sobre el sexo y al igual que sucede con la edad, nos encontramos con unos de los pro-blemas
más graves que supone el abordar este tipo de materiales y es que los restos no fueron individua-lizados
tras su excavación. Simplemente nos encontramos con un amasijo de huesos dividido en cajas
según su tipología. Es por ello que solo podemos saber el sexo y la edad de algunos fragmentos óseos y
no de un esqueleto completo.
A partir de lo mencionado y excluyendo a la momia que ya se señaló anteriormente que posiblemente
fuera un individuo masculino de 35 años de edad, los coxales que se conservan suficientemente com-pletos
para darnos información sobre el sexo nos indican que posiblemente 5 pertenecieron a individuos
femeninos y 5 a individuos masculinos. Si usamos las mandíbulas, según su morfología podríamos decir
que de los nueve maxilares inferiores, posiblemente 3 pertenecerían a individuos femeninos y 5 indivi-duos
masculinos. La novena mandíbula es de un individuo infantil (imagen 8).
La presencia de subadultos es un hecho importante ya que, para la isla de La Palma se conoce muy
pocos casos: principalmente en La Baranda (Tijarafe) y Huerto de Los Morales (Garafía). Además de
estos individuos, nos encontramos restos tanto de juveniles como de adultos jóvenes (imagen 9) y de
seniles (imagen 10) por lo que está presente en la necrópolis todos los grupos de edades.
Con respecto a las patologías, tras un estudio muy preliminar y sin incluir ahora mismo las enferme-dades
bucales7, las vértebras son las que presentan el mayor porcentaje de patologías (tabla 1) asociadas
a enfermedades articulares degenerativas como la artrosis afectando tanto a las carillas articulares como
a los cuerpos vertebrales.
6 78 cervicales, 123 dorsales y 65 lumbares en buen estado de conservación
7 En el apartado siguiente serán mencionadas
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Imagen 10: Mandíbula senil con reabsorción.
Imagen 8. Mandíbula infantil.
Imagen 9: Mandíbula de adulto joven.
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Vértebras
Tipo de vértebra N N total. % patología
Cervicales 78 63 89,77%
Dorsales 123 58 47,15 %
Lumbares 65 40 61,54 %
Tabla 1. Vértebras con presencia de patologías.
Son las cervicales las que presenta un porcentaje mayor de patologías siguiéndole las lumbares indi-cándonos
que son las dos zonas del esqueleto axial que responde a un mayor estrés, posiblemente mecá-nico,
que se ve agravado con la edad. Entre las dorsales nos encontramos dos casos en el que se produce
la fusión de dos cuerpos vertebrales y de carillas articulares (imagen 11 y 12). La presencia de nódulos
de Schmorl así como de un posible prolapso discal está presentes en la muestra.
Imagen 11 y 12. Ejemplo de cuarto vértebras dorsales, dos fusionadas por el cuerpo y otras dos fragmentadas fusionadas
por las carillas articulares.
Hay que señalar que la artrosis o enfermedades degenerativas también se observan en otros huesos
como sucede en húmeros, clavículas, escápulas, etc. llegándose a apreciar tanto porosidades como for-maciones
de osteofítos o incluso eburnaciones.
Los pequeños golpes y las fracturas también son visibles. La misma momia presenta una posible
fractura de tabique nasal así como pequeños marcas de golpes apreciables en el frontal de su cráneo. Hay
que destacar también una fractura de fémur sin fusionar presente en una de las piernas que se encuentran
asociada a la momia así como de escápula donde la mayor parte del cuerpo de la misma nunca se fusionó
pero presenta signos de supervivencia .
El estudio dentomaxilar de las muestras
El material óseo y dental del área máxilo-craneal disponible para el estudio no es particularmente
abundante. El análisis se ha realizado en la única muestra disponible de cráneo —el de la “momia del
Espigón”— y de alrededor de unas cincuenta piezas dentarias, dispersas y descontextualizadas, no aso-ciadas
a ningún individuo concreto.
En líneas generales, el estado del cráneo de la momia es aceptable, sin embargo el hecho de que todo
el esqueleto esté conservado en una urna con atmósfera protectora, impiden que el estudio se pueda
realizar en unas condiciones óptimas. Dentro de las muestras de los dientes descontextualizados, encon-
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tramos diferentes estados de conservación. Algunas piezas permiten un análisis con cierta profundidad,
mientras que otras no soportan ni siquiera un identificación anatómica fiable.
La observación directa ha sido la metodología empleada en el análisis de la “momia”. Aparte de la
valoración in situ, se ha procedido a la utilización de videos en HD y fotografías en macro para su pos-terior
visualización. En el estudio de las piezas dentarias dispersas no hemos tenido este problema, por
lo que la aproximación al material de estudio ha sido el adecuado. Aparte de instrumentación básica de
exploración odontológica, se ha utilizado un microscopio lupa Celestron modelo profesional 44206 de
sesenta aumentos.
El número de objetos de estudio de la muestra no es lo suficientemente amplio, ni el muestreo res-ponde
a la aleatoriedad que permitiría un estudio de inferencia estadística que permitirán conclusiones
generalizadas sobre este yacimiento, y menos sobre las posibles características de los antiguos poblado-res
de esta zona de La Palma. A pesar de esta circunstancia, el análisis descriptivo de las características
anatomopatológicas dento—maxilares de los restos disponibles suponen una aceptable base de cono-cimiento
para posteriores análisis comparativos antropológicos y, lo más importante, aporta detalles
sutiles que permiten ir avanzando tímidamente en el necesario estudio bioantropológico y arqueológico
en la isla de la Palma.
La momia del Espigón
Como ya se comentó anteriormente, el cráneo de estos restos se apoya sobre el esplacnocráneo iz-quierdo.
Asumiendo que la posición mantenida es la misma que en el proceso tafonómico y teniendo
en cuenta la poca visibilidad de la zona izquierda del cráneo, todas la alteraciones óseas encontradas en
este sector maxilofacial se adjudican a procesos postmorten hasta que en un futuro se pueda estudiar la
momia en mejores condiciones.
En líneas generales, y en base solamente al estudio dentomaxilar, la estimación inicial superficial in-dicaría
que estamos antes un individuo varón de una edad estimada de más de 35 años. Salvo un proceso
de alteración ósea de naturaleza quística de origen dentario a nivel de la tuberosidad del maxilar superior
derecho, no se aprecia —en las circunstancias de exploración anteriormente reseñadas— otro tipo de
patología en esta zona anatómica. Sin ánimo de ser exhaustivos, la descripción del estado odontológico
de este individuo es el siguiente (se utiliza para la descripción de las piezas la nomenclatura internacio-nal
por cuadrantes numéricos, Sistema dígito dos o binumérico de la Federación Dental Internacional):
• Existencia de restos radiculares del 17, alteración de origen antemortem y asociada a una
reabsorción ósea apical de origen odontogénico con fistulización ósea evidente. En principio
habría que asumir que la alteración de este molar no parece debida de manera primaria a
caries, sino a la destrucción producida por un gran grado de atrición o desgaste con posterior
alteración cariogénica. Esta conclusión viene apoyada en la abrasión generalizada de las
piezas presentes en el individuo objeto de estudio y en la ausencia aparente de caries.
• Ausencia de origen postmortem de 12,11,21,23,35,34,32,31,41,42,43,44,45. Se aprecia asi-mismo
la ausencia de las piezas 24 a 28. Al corresponder este segundo cuadrante a la zona
de apoyo del cráneo en su posición actual y, supuestamente, a su posición tafonómica, no se
puede apreciar con seguridad si estas pérdidas dentarias fueron antemortem. Parece vislum-brarse
cierta reabsorción ósea con desaparición de los lechos alveolares que podrían indicar
pérdidas anteriores al momento de la muerte, pero debido a la imposibilidad de la explora-ción
apropiada es difícil aseverar este hecho.
• En principio, y en las condiciones de observación antes descritas, no se aprecian caries —al
menos grandes cavidades cariogénicas— en las piezas presentes en la muestra. Resulta harto
complicado el intentar dilucidar si existen caries incipientes interproximales a la distancia de
la observación y a pesar de haberse usado iluminación complementaria.
• A nivel de 36,37 y 46 se observa reabsorción de hueso periodontal, con ligera exposición de
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furca a nivel del 36 y sendas reabsorciones de la lámina vestibular de las raíces mesiales de
ambas piezas.
• Destaca el hecho de un gran grado de abrasión dental oclusal, este desgaste se aprecia a nivel
de las superficies masticatorias de los molares presentes, y también en el canino permanente
superior derecho (13). Esta circunstancia, junto con la reabsorción ósea alveolar periodontal
concomitante, manifiestan un trauma oclusal importante, destacado indicador de estrés debi-do
a factores ambientales y nutricionales; y defendido por algunos autores como variable de
estudio a la hora de conocer la edad del individuo.
• Vinculado estrechamente a estas últimas apreciaciones, se observa la pérdida de esfericidad
y un marcado aplanamiento del cóndilo mandibular derecho. Esta alteración parece ser más
debida a causas de estrés funcional que a alteraciones óseo degenerativas. El cóndilo izquier-do
no se puede estudiar adecuadamente.
Las piezas dentales
Se describen a continuación, de manera agregada, las piezas dentales provenientes de este yaci-miento
y disponibles para el estudio. Es evidente que las conclusiones a las que se podríamos llegar
tras el análisis de este conglomerado de restos, totalmente descontextualizados en lugar y en tiempo, no
soportarían un análisis científico. Sin embargo, si merecen un análisis de sus características y una intere-sante
comparación —meramente descriptiva y sin ningún ánimo inferencial— con las piezas dentarias
presentes en la “momia”.
El conjunto de piezas dispersas está compuesto por 53 dientes en diferente estado de conservación.
La descripción conjunta es la que sigue: catorce premolares, diez molares, cinco caninos, diecinueve
incisivos: todas estas piezas permanentes. Existen también un canino y tres incisivos deciduos corro-borando
la existencia de individuos subadultos. De todas estas muestras, existe caries en ocho de ellas.
Aparecen además nueve molares con un grado avanzado de desgaste, doce piezas con hipoplasia y cinco
con sarro.
Las piezas temporales o deciduas encontradas merecen un comentario aparte. Tras el estudio del de-sarrollo
radicular de los incisivos y del canino, junto con la exploración bajo microscopio de las ligeras
facetas de desgaste del canino temporal y basándonos en el conocido esquema de Schour y Massler,
podemos estimar la edad de la muerte de este individuo en 4 años (+- un año).
Es obvio pensar, debido a que no existe una memoria descriptiva de las excavaciones, que algunas de
las piezas dispersas, pertenecientes al conjunto de restos dentales descritos someramente en los párrafos
anteriores, pueden pertenecer a la conocida como “momia del espigón”. Por otro lado, no se aprecian
hipoplasias marcadas en las piezas dentarias implantadas en el alveolo de la momia, aunque es imposi-ble
apreciar a ciencia cierta, desde la distancia de observación que impone la urna de protección, si las
piezas presentes en esta “momia” muestran o no el grado sutil de la hipoplasia (la hipoplasia dental es
un reconocido marcador de estrés nutricional, considerada por algunos autores como un indicador tan
relevante como las líneas de Harris óseas).
Asumiendo los obstáculos antes reseñados para un razonamiento deductivo científico, si conside-ramos
que es factible plantear una hipótesis diferenciadora basada en estos hallazgos, en cuanto a la
comparación de las piezas dentales “dispersas” y las presentes e implantadas en el lecho alveolar. Parece
razonable pensar —siempre con las consabidas reservas ya recalcadas repetidamente— que las piezas
dentarias presentes en el individuo “momia” presentan un bajo nivel de caries, un mayor grado de atri-ción
dental y menos hipoplasia ,comparativamente hablando, con respecto al conglomerado de piezas
“esparcidas”.
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Nuria Álvarez Rodríguez; Jorge Pais Pais; Antonio Moreno González
XXI Coloquio de Historia Canario-Americana (2014)
ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, 2016, XXI-074, pp. 1-12
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