ESTADO ACTUAL DE LA INVESTIGACION
SOBRE EL ARCHIPIELAGO CANARIO PREHISPANICO
Nuestro conocimiento sobre el pasado prehispánico canario, tal
como afirmamos en pasados Coloquios de Historia Canario-americana
(Hernández Pérez: 1980 a y 1982), se apoya en una serie de fuentes
que, si bien son independientes entre sí, en nuestro caso las podemos
considerar como complementarias y perfectamente enlazadas.
Estas fuentes, que en los últimos años han conocido un notable im-pulso
como consecuencia del interés público por estos temas, en a. lgu. na ocasi& & cc rnydS purti&s:a, pUe&n se: ag~pa&s en Ivs ~;g~;efi-tes
apartados.
Para Canarias poseemos un conjunto no muy numeroso, pero sí sig-nificativo,
de fuentes escritas, cuya importancia ya fue señalada por al-gunos
de nuestros historiadores clásicos del último tercio del siglo XIX,
como se puede comprobar en las Historia Generales de G. Chil y Na-ranjo
o A. Millares Torres.
Esta información es valiosa, abundante y a menudo contradictoria,
debiéndose analizar en el contexto en que se escribió y no extrapolar los
datos narrados. Sus autores, con culturas muy diferentes a las indígenas,
en algún caso intentan explicar las estructuras sociales, políticas y eco-nómicas
de los canarios mediante esquemas extrainsulares, lo que debe
tenerse siempre presente.
1. 1 .-Autores clásicos
Las fuentes escritas sobre Canarias en los autores grecolatinos han
ocupado de forma directa o marginal, al hablar de la navegación antigua
o del vecino continente, a historiadores y lingüistas de las más diversas
nsicinna!idrdes, recegiéndese esta bih!isgrafia es J. hia B!Azq~ez (!!?77),
donde también se reseñan los hallazgos de ánforas romanas estudiadas
por A. García Bellido, E. Serra Rifols y M. Pellicer Catalán.
Esta información escrita es muy fragmentaria y su valor, aparte de
confirmar la presencia de romanos en aguas de Canarias, sobre el mundo
aborigen es escaso, con la excepción del texto de Plinio, que J. M." Bláz-quez
reestudia (1977), modificando algunas de las interpretaciones he-chas
sobre el mismo texto por J. Alvarez Delgado (1954). De él nos
interesa destacar su cita referida a Gran Canaria sobre la existencia de
«vestigios de construcciones», texto que tendremos ocasión de comen-tar
más adelante.
1. 2.-Primeros viajeros y Cronistas
La información debida a los autores de este epígrafe ha sido amplia-mente
utilizada, aunque con desigual fortuna. Es importante la aporta-ción
portuguesa (Ca da Mosto y Zurara;especialmente) y la relación de
N. Recco. Entre las Crónicas deben seíialarse las francesas (Le Cana-rien),
estudiadas por A. Cioranescu y E. Serra Rifols (1964)) y las Anó-nimas,
dedicadas preferentemente a Gran Canaria, publicadas por F. Mo-rales
Padrón (1978 a). Debe destacarse, asimismo, la información sobre
Canarias en los Cronistas de Indias y de los Reyes de Castilla.
El conjunto es notable v se debe valorar críticamente su aportación.
Las Crónicas son «la historia de un drama, porque es la historia de. la
desaparición de un pueblo. Este pueblo no nos ha dejado su visión de
la conquista* (Morales Padrón: 1978 a, pp. 15). Son, por tanto, parti-distas.
En todas estas Crónicas, como opina E. Serra Rafols para las fran-cesas
(1964, pp. 146), el interesado por la vida indígena se encuentra
decepcionado. Son historias evenenciales, aunque en éstas y más aún en
las cada vez menos Anónimas se dedique algunos capítulos a analizar
las costumbres indígenas.
No pueden incluirse en este apartado a los autores de finales del si-glo
XVI y los del siglo XVII (Abréu, Espinosa, Torriani, Viana, Sede-ño,
Escudero, Marín ...) que no conocieron a los aborígenes. A estos
autores podemos considerarlos como relatores o historiadores primitivos
y su inf~rmación dehe tenerse presente en todo intento de reconstruc-ción
del mundo aborigen. A. Sedeño y P. Gómez Escudero, considerados
durante mucho tiempo como Cronistas, han sido justamente valorados
por A. Morales Padrón (1975 a). La importancia de J. Abréu y Galindo,
A. Espinosa y L. Torriani es indudab!emente mucho mayor, ya que ofre-cen
abundantes datos sobre las poblaciones prehispánicas de las Cana-rias
Occidentales, tomados de una Crónica hoy perdida. Las relaciones
entre estas obras han sido destacadas por A. Ruméu de Armas (1975,
pp. 8-13) y A. Cioranescu, en su estudio crítico y publicación de dichas
obras. Nos interesa destacar, además, que fueron los primeros en pre-
guntarse por el origen de los pueblos canarios, tal como afirmábamos en
otra ocasión (Hernández Pérez: 1980 a, pp. 19) y en utilizar, especial-mente
por parte de A. Espinosa, la tradición oral.
Los repartimientos de tierras v aguas, acuerdos de los Cabildos y los
documentos particulares, ofrecen una interesante información sobre la
situación del aborigen en los momentos iniciales de la colonización. La
documentación es amplia y se conserva en archivos insulares, en especial
en Tenerife, y extrainsulares. La transcripción de estos documentos de
los siglos XV y XVI ha sido una de las aportaciones más importantes
de la historiografía canaria. Estas colecciones documentales, publicadas
preferentemente por el Instituto de Estudios Canarios de La Laguna en
su serie Fontes Rewm Canariavum siguiendo la línea de investigación
marcada por E. Serra Rafols. permiten conocer el proceso de aculturación
del indígena y la formación de la nueva sociedad canaria Documentos lo-calizados
en archivos peninsulares ofrecen menos información etnográ-fica,
aunque en algún caso permiten evaluar de modo aproximado el nú-mero
de indígenas, de los que se reseña el nombre en muchas ocasiones,
vendidos como esclavos.
Toda esta documentación apenas ha sido utilizada hasta ahora por
el investigador del pasado prehispánico canario, aunque diversos autores
inéditos, de M. Lobo Cabrera, el especialista más destacado sobre el
han venido señalando su importancia, comprobada en los estudios, aún
siglo XVI del Archipiélago canario.
La importancia de las fuentes lingüísticas para explicar el origen y
poblamiento prehispánico canario viene siendo señalada, al menos desde
finales del siglo XIX, por todos los investigadores. De ahí los sucesivos
intentos de elaboración de listas de palabras? tomadas de la toponimia,
de los antropónimos y de algunas frases presentes en las Crónicas. Las
aportaciones más recientes son las de D. J. Wolfel (1964), J. Alvarez
Delgado (1979), A. L. Cubillo Ferreira (1980) y B. Pérez y Pérez (1981).
Coincidimos con este último autor en que «estas voces -topónimos y
antropónimos-, de extraña y difícil pronunciación, toman inmediata-mente
en b ~ c ade !os españo!es tifi marcham~d e cast&si~aci6ii, que las
transforma, perdiendo ya parte de su sonido aborigen. Esta desvirtuali-zación
fonética se incrementa luego, desde muy temprano (finales del XV
hasta adentrado el XVI), de manos de una antojosa arbitrariedad orto
gráfica por escribanos públicos de la época, en datas, protocolos, etc.,
hasta el punto de que un mismo topónimo o antropónimo, por deterioro
de la escritura, resulte inidentificable y, ante la duda, catalogado como
nombre de lugar o de persona diferente, siendo en realidad el mismo. ..
Tal fenómeno de deteriorización también suele ocurrir a la inversa, para
palabras castellanas.. ., las cuales llegan erróneamente a ser sospechosas
como guanchew (Pérez y Pérez: 1981, pp. 8-9).
Tras el estudio de los restos de la lengua aborigen, que ha ocupado
junto a científicos a aficionados y charlatanes, como señaló en un lúcido
y crítico artículo D. J. Wolfel (1958)) en el que muchos de los argu-mentos
aducidos podrían volverse en contra suya, la casi totalidad de
los lingüístas emparentan la lengua aborigen canaria, dividida en dia-lectos
insulares que explican las dificultades de los indígenas de las di-versas
islas para entenderse entre sí, con la lengua beréber norteafricana.
Es indudable que nos estamos refiriendo a la población existente en las
iSlZSp fi p! memento de SU CGEY-r"i--l-l.;' ~Nt~A PGP& p ~ e ~ issi ~Ils r nnhln- - '- y"..-..
ciones anteriores hablaban esta lengua u otra, que sería sustituida en un
momento no precisado, pero dentro de nuestra Era, por aquélla.
La arqueología canaria ha conocido en los últimos años un extra-ordinario
impulso con la incorporación de un número cada vez mayor
de investigadores, con planteamientos metodológicos muy diversos que
van desde los partidarios de una arqueología tradicional a los de la
«New Archeology», la realización de excavaciones arqueológicas en todas
las islas y la generalización del uso de análisis radiocarbónico para data-ciones
absolutas.
Los resultados de estas nuevas aportaciones no pueden esperarse en
tan corto espacio de tiempo, por la lentitud inherente a la investigación
arqueológica que exige detenidos análisis a realizar por especialistas de
diversas ciencias, a menudo fuera del Archipiélago, tales como C-14, pa-linológicos,
antropológicos.. . No compartimos, por tanto, la afirmación
de que la investigación prehispánica canaria se encuentre en un punto
muerto (González y Tejera: 1981, pp. 23). En este sentido analizaremos
aquí la aportación arq~~eológicean los diez últimos años, remitiendo para
conocer la situación en aquel momento a las publicaciones de M. Pelli-pnt.
( 1 Q LQT . 1 Q 7 i i m1 7 ~ k n c ~ ~ ~ ~nnnn ocl , ~ e ; n nrn~nc+ ;ni<onr r;nontnr c.4 , L/"/ y '. / , L,, IIIU..I,"., U.. ..u:',., \iVI'..ILLUIVII..U ..VI.LII.LlLIII " I 5 U I L C U .
111. 1 .-Excavaciones arqueológicas
Hasta 1970 sólo L. Diego Cuscoy había realizado en Canarias exca-vaciones
arqueológicas en las que se aplicara una rigurosa recogida de
información, ya que los otros investigadores se habían limitado, en su
gran mayoría, a la recuperación indiscriminada de materiales mediante
el vaciado, a veces con el auxilio de dinamita o maquinarias, de los ya-cimientos.
A partir de la aludida fecha, y más intensamente desde 1975, las ex-cavaciones,
ahora con un mayor rigor científico (González y Tejera: 1981,
pp. 23; Martín de Guzmán: 1977 a, pp. 20-21), fueron más abundantes,
poniéndose al descubierto interesantes secuencias estratigráficas en islas
donde antes se había negado su existencia -Gran Canaria y El Hierro-o
completando las conocidas hasta el momento -Tenerife y La Palma-.
Por las razones aducidas más arriba de algunas de ellas apenas tenemos
información. No obstante, a modo' de avance en unas ocasiones y más
exhaustivamente en otras, existen Memorias de excavaciones o resúme-nes
de éstas, para las excavaciones en los yacimiento de Zonzamas (Dug
Godoy: 1975, 1976 a y 1977), en Lanzarote; La Atalayita (Castro Al-fin:
1975, 1976 y 1981) y Cueva de los Idolos (Castro Alfin: 1977 a),
en Fuerteventura; Guayedra (Martín de Guzmán: 1977 b, 1977 c,
1977 d, 1980 y 1981), San Nicolás de Tolentino (Jiménez y Arco: 1979
y 1981; Arco, Hernández, Jiménez y Navarro: 1981), Los Barros de Ji-námar
(Navarro Mederos: 1977 b), Hormiguero de Casablanca (Navarro
Mederos: 1979; Arco, Hernández, Jiménez y Navarro: 1981), Arteara
(Schlueter: 1981), Gua~adeque (Hernández Pérez: 1980 a y 1982 b),
Tejeda (Hernández Pérez: 1980 a y 1982 b) y El Pajar de Arguineguín
(Hernández Pérez: 1980 a, 1981 y 1982 b; Arco, Hernández, Jiménez
y Navarro: 1981), en la isla de Gran Canaria; La Enladrillada (Diego.
Cuscoy: 1972 b), Los Cabezazos (Diego Cuscoy: 1975 b), Cueva de La
Arena (Acosta y Pellicer: 1976), Ladera de Chabaso (Lorenzo, Navarro
y Guimerá: 1976), Cueva de Chajora (Lorenzo Perera: 1976), Urbani-zación
Las Cuevas (Lorenzo Perera: 1977) y Guargacho (Diego Cuscoy:
1978): en Tenerife; Arguamul (Acosta, Hernández, Navarro: 1977) y:
Fortaleza de Chipude (Pellicer Catalán: 1979) en La Gomera; Hoyo de.
los Muertos (Diego Cuscoy: 1975 a; Galand: 1975; Diego y Galand:
1975) y El Julan (Hernández Pérez: 1982 a) en El Hierro; Los Guin-c
h o ~(P ellicer y Acosta: 1975), El Humo (Pellicer y Acosta: 1975), Bel-maco
(Hernández Pérez: 1977 y 1980 a) y Cueva de la Higuera (Mar-tfn
~c&~gUe z?:4 f4e),e ~ i& & La MmaEs. otras miicliase -va-,
ciones sólo poseemos referencias por artículos en la prensa local y en'
las Memorias anuales de El Museo Canario, además de los informes:
preliminares preceptivos remitidos a la Subdirección General de Ar-queología.
Se han iniciado, asimismo, excavaciones arqueológias en monumen-tos
históricos -iglesia de la Asunción y Torre del Conde, en La Go-mera-,
continuando la línea de investigación de una arqueología his-tórica
que debería proseguirse, iniciada por los hermanos Serra Rifols
con la excavación del yacimiento hethancuriano del Rubicón, en Lan-zarote.
111. 2 .-Dataciones absolutas
Se han multiplicado en los últimos años las dataciones absolutas. En
el 111 Coloquio de Historia Canario-americana recogimos (Hernández
Pérez: 1980 a, p. 24-25) 39 dataciones absolutas, de las que la mayoría
procedían de excavaciones recientes. Con posterioridad a aquel inven-tario
se han publicado siete nuevas dataciones para Gran Canaria (Arco,
Hernández, Jiménez y Arco: 1981)) una para Tenerife (Arco Aguilar:
1982) y tres inéditas para La Palma, obtenidas en el yacimiento de
Belmaco que se contraponen a las ya publicadas del mismo yacimiento
(Hernández Pérez: 1977, pp. 9)) ya que la columna estratigráiica estaba
datada entre el 800 y el 1020 d.C., mientras las nuevas dataciones abar-can
del 630 d.C. (Nivel IV) al 980 (Nivel 1).
El aspecto más destacable de estas dataciones en su gran moder-nidad,
cuando al menos algunos de los elementos culturales aborígenes
parecen, por sus paralelos con otros norteafricanos, más antiguos que
las fechas propuestas. En efecto, sólo dos dataciones son anteriores a
nuestra Era. Proceden -540 a. C. y 20 a. C.- de la Cueva de la Are-na
de Barranco Hondo, en Tenerife (Acosta y Pellicer: 1976), aunque
estas dataciones no sean aceptadas por otros investigadores (Diego Cus-coy:
1978 a, pp. 11-13).
Dentro de las más recientes dataciones es de gran interés la obte-nida
en San Nicolás de Tolentino, en Gran Canaria. Un fragmento de
madera de una casa de piedra seca fue datada en el 60 d. C. (Arco, Her-nández,
Jiménez y Navarro: 1971, pp. 73). Las casas de Gran Canaria,
sin embargo, se suponían (Pellicer Catalán: 1972) introducidas desde
el Norte de Africa y Sáhara conjuntamente con los túmulos de ente-rramiento,
muy avanzado en el 1 milenio d. C. Esta datación y la del
400 d. C. de El Pajar de Arguineguín, en la misma isla (Hernández Pé-rez:
1981 a, pp. 496; Arco, Hernández. Jiménez y Navarro: 1981,
nn 751, si bien pmeneren 5i miderzs cuya muerte twn !=par en lar r r -
aludidas fechas y pudieron utilizarse posteriormente, nos permite su-poner
la llegada a Gran Canaria al menos en los inicios de nuestra Era
de estos elementos culturales -casas y túmulos-, y bien pudieran re-ferirse
a ellas el texto de Plinio, citado más arriba, cuando reseña que
Juba 11 encontró en las costas grancanarias vestigios de construcciones.
No habría que descartar, por otro lado, que «factores tan presentes
y activos en el Archipiélago, incluso en tiempos recientes, como el
vulcanismo o la radioactivación de los suelos, sean los responsables de
la contaminación de las muestras y, en consecuencia, alteren los resul-tados
radiométricos obtenidos en los laboratorios» (Martín de Guz-mán:
1978, pp. 150). Así podríamos explicar las dataiiones post-con-quista
para yacimientos prehispánicos de la isla de La Palma (Pellicer
y Acosta: 1975; Hernández Pérez: 1977, pp. 8), la modernidad de las
restantes y, quizás, las contradicciones existentes en las dataciones ab-solutas
de un mismo yacimiento.
111. 3.-Cartas Arqueológicas y estudios de elementos culturales
m Aras la creación del Eepartamento cie Arqueoiogía y Prehistoria de
la Universidad de La Laguna, M. Pellicer Catalán (1969 y 1972) se pro-puso
la elaboración mediante Memorias de Licenciatura o Doctorales
de la Carta Arqueológica del Archipiélago canario y el estudio lo más
exhaustivo po+ble de los diversos elementos culturales aborígenes.
Se han realizado contribuciones a las cartas arqueológicas de las
islas de Lanzarote (D. Martín Socas), Fuerteventura (D. Martín Socas),
Gran Canaria (P. Cabrera Almeida, M. Pons Forcada, J. F. Navarro
Mederos y Comisión Arqueológica de El Museo Canario), Tenerife
(M." C. Jiménez Gómez, M. Lorenzo Perera y A. Tejera Gaspar), El
Hierro (M." C. Jiménez Gómez), La Gomera (J. F. Navarro Mederos)
y La Palma (M. S. Hernández Pérez). No obstante, sólo se han publi-cado
parcialmente las de La Palma (Hernández Pérez: 1972) y Tene-rife
(Jiménez, Tejera y Lorenzo: 1973).
También los diversos elementos culturales han sido sometidos a
profunda revisión, tras, en algún caso, un detenido y exhaustivo inven-tario.
En muchas ocasiones estos estudios pueden adolecer de un tipo-logismo
estéril y de conclusiones escasamente espectaculares. Se debe
tener presente, sin embárgo, que éste es paso previo para poder realizar
un montaje teórico posterior y que en la mayoría de los materiales uti-lizados
existentes en nuestros Museos se carece de la menor informa-ción
acerca de las circunstancias de su hallazgo, cuando no se ignora la
prireclencir. cmctetu.
En esta revisión de los diversos estudio arqueológios analizaremos
las aportaciones a cada uno de los elementos culturales indígenas. De-bemos
destacar, asimismo, que en algunas de las síntesis regionales o
insulares (véase 111. 4) se aborda el estudio de los aludidos elementos
culturales. Por este motivo en este epígrafe sólo se indicarán los títulos
monográficos sobre cada tema.
Pueden encontrarse interesantes consideraciones sobre este tema en
las Memorias de excavaciones, reseñadas más arriba, especialmente re-feridas
a cuestiones constructivas o a la relación hábitat-medio geográ-fico,
poco valorada hasta el momento y en la que, al menos en nuestra
opinión, pueden encontrarse respuestas a algunas de las diferencias lo-cales
existentes en el hábitat prehispánico insular.
M." C. Jiménez Gómez (1975) se ha ocupado brevemente de las ca-racterísticas
del hábitat de la isla de Tenerife, mientras D. Martín So-cas
y M." D. Camalich Massieu (1975) han analizado el de todo el
Archipiélago.
El enteramiento canario prehispánico ha sido tratado en diversas
ocasiones por M." C. del Arco Aguilar (1972, 1975, 1976 y 1981),
quien ha realizado un inventario de los yacimientos sepulcrales, al tiem-po
que establecía su tipología, estudiaba los ritos e intentaba mediante
paralelos con el Norte de Africa y Sáhara, siguiendo en parte a inves-tigadores
anteriores como L. Balout, G. Camps, G. Souville o M. Pelli-cer
Catalán, establecer unas cronologías para su introducción en Ca-narias,
las cuales, en base al estado actual de nuestros conocimientos,
podemos seguir manteniendo con la excepción, quizás, de la establecida
para los túmulos grancanarios si se tiene en cuenta lo afirmado más
arriba sobre las casas de piedra seca de la isla, con las que parecen aso-ciados,
si bien es verdad que las recientes dataciones de túmulos (Arco,
Hernández, Jiménez y Navarro: 1981, pp. 74) se aproximan a las teo-rías
antes propuestas y a las obtenidas desde antiguo para la zona de
Gáldar y Agaete (Hernández Pérez: 1980 a. pp. 24).
Los tipos y ritos sepulcrales han sido también analizados por otros
autores. Entre los resultados más interesantes se encuentran los referi-dos
a la isla de La Gomera y los derivados de los ritos de cremación y
momificación. De los tipos de tumbas y de la posición del cadáver se
ha podido distinguir para aquella isla (Navarro Mederos: 1977 b y
1981, pp. 38-39) d ~ gsru pos claramente diferenciadosju no de los cua-les
inhuma a sus muertos en posición de decúbito supino, señalada tam-bién
excepcionalmente para Tenerife (Lorenzo, Navarro y Guimerá:
1976; Arco Aguilar: 1976), Gran Canaria (Arco Aguilar: 1980) y La
Palma (Hernández Pérez: 1980 a, pp. 86). Esta posición en la inhu-mación
del cadáver permite realizar precisiones cronológicas en tomo
al poblamiento insular. Sin embargo, antes de fijar conclusiones apresu-radas
habría que establecer diferencias entre cadáveres momificados (La
Palma, Gran Canaria y Tenerife, con la excepción de Chabasco) y no
momificados (La Gomera y Chabasco) y analizar si el medio puede con-dicionar
la posición del cadáver.
El rito de la momificación, muy abundante en Gran Canaria y Te-nerife,
ha generado numerosas opiniones en torno a las causas sociales,
raciales o culturales de su presencia, un resumen de las cuales puede
encontrarse, con la bibliografía correspondiente, en M." C. del Arco
Aguilar (1976), a la que debe unirse como aportación más significativa
la de L. Diego Cuscoy (1976 a). El hallazgo de dos momias en una cue-va
de Puntallana, en La Palma, se revela como un notable hallazgo
(Hernhdez Pérez: 1977, pp. 45) aún no valorado suficientemente. E1 *;+, A, 1" . , ,,,,"P.,, A, 1,- ,"AxT.,-ae a,+-, 1,- "L?...:-,--- m.., 1 . UI AlLW UL Ia C I L I I I a b l W I I UL IWD CCIUUYCILD L I I L L L 1WD L I V U I I g C I I L J YUL IU
calizamos en La Palma por primera vez en el Archipiélago canario
(Hernández Pérez: 1972, pp. 562-563 y 1977: pp. 44-45), ha sido
puesto en duda por algún investigador (Arco Aguilar: 1976, pp. 23),
aunque otros hayan constatado su presencia en la cueva de habitación
de Belmaco, en La Palma (Diego Cuscoy: 1975 c, pp. 287), y Pino
Leris, en Tenerife (Arco Aguilar: 1976, pp. 23), si bien de este último
yacimiento por las circunstancias del hallazgo no puedan obtenerse con-clusiones
apresuradas (Hernández Pérez: 1980 a, pp. 32-33).
La cerámica es el útil que, por sus especiales características, permite
una mayor precisión cronológica y cultural; de ahí que sea considerado
en todo estudio arqueológico como fósil director. En los últimos años
se le ha dedicado en Canarias un especial interés, analizando tanto la
prehispánica como la tradicional, esta última en búsqueda de sus raíces
aborígenes o como resultado de renacimiento de los estudios etnográ-ficos
en toda España.
La cerámica prehispánica ha sido sometida a una tipología, en la
que prevalecen los criterios geométricos, matizados en algún caso con
el empleo de una terminología usual en la investigación canaria. La de
Tenerife, que había sido estudiada por L. Diego Cuscoy (1968 b), fue
gb,nipi& pfi C G ~ ~ T tQi p s ynu.Ar-~iynuAr-u i n n l ~ c ny..nLr R. &nZd!3 .LAnthE (1972).
Este mismo autor estudia la colección conservada en el Museo Cana-rio
de Las Palmas en base a la cual establece una tipología para la isla
de Gran Canaria (González Antón: 1973). En ambos casos, ante la
ausencia de excavaciones sistemáticas y por el tipo de colecciones en la
que basa su estudio, no se aborda en profundidad el origen y crono-logía
de estas cerámicas, que fueron objeto de su Tesis Doctoral, de
la que se ha publicado un resumen (1980), estableciendo algunas con-clusiones
que, al menos en nuestra opinión, son discutibles. Como lo
son las elaboradas por nosotros para La Palma (Hernández Pérez:
1977), en base a las estratigrafías de nuestras excavaciones, que habría
que materializar tras los resultados de otras realizadas por nosotros
con posterioridad y de la más reciente de J. F. Navarro y E. Martín
en una cueva de habitación en Los Sauces. Para La Gomera, J. Navarro
Mederos realizó cna aproximación tipológica (1977 a), descartando la
existencia de algún tipo de cerámica, como la cardial, y manteniendo,
aunque mucho más matizadas, las similitudes entre las cerámicas de ,,
esta isla y Tenerife. Para esta última isla M. Arnay de la Rosa re- -
E
cientemente dedicó, en Tesis Doctoral aún inédita, un detenido estu- O
din tiPn!@rrcQ 2 fin? co!PcciSn de casi l.000 vasos cpyámiws pr^re&n- n--
tes de las Cañadas del Teide. La tipología resultante, basada en crite- m
O
E rios geométricos y con el empleo de computádoras, puede servir de E
2
base para un estudio más amplio de toda la cerámica prehispánica de E
Tenerife.
-
Especial importancia por la pervivencia de formas prehispánicas y 3
del tipo de cocción practicado en algunas de las islas revisten los estu-
- -
0
dios de las cerámicas tradicionales canarias, objeto de varias publica- m
E
ciones recientes (González. Antón: 1977 y 1979; Cuenca Sanabria: O
1980, 1981 a, 1981 b y 1981 c). n
111. 3.4.-Arte rupestre
El arte rupestre ha sido objeto de numerosos estudios, siendo tam-bién
abundante el número de yacimientos inventariados que en la ac-tualidad
superan el centenar. Se carece de la publicación de un Corpus,
que en 1973 fue presentado por este autor como parte de su Tesis DOC-toral
y que se ha ampliado extraordinariamente con los hallazgos pos-teriores.
La pintura, en especial la Cueva Pintada de Gáldar (Gran Canana),
ha sido estudiada por A. Beltrán Martín (1974 a ; Beltrán y Alzola:
1974), con cuyas conclusiones cronológicas discrepamos en algunos
puntos (Hernández Pérez; 1981 a, pp. 496-497).
Lnr grnhndnc ~qertrec hnn cidn ang!izndoe en repetidus ccasims
y desde diversos ángulos -estudios globales, insulares, tipológicos, cro-nológicos,
de significado ...- por A. Beltrán Martínez (1971 a, 1971 b,
1973, 1974 b, 1975, 1979 y 1981), L. Diego Cuscoy (1973), M. S.
Hernández Pérez (1971, 1972, 1973, 1975 b, 1977 b, 1979 b, 1981 a,
1981 b y 1982 a) y M. S. Hernández Pérez y D. Martín Socas (1980).
Una parte importante de estos grabados está ocupada por las ins-cripciones
Iíbicas, las cuales, además de en las publicaciones antes alu-didas
sobre los grabados, han sido analizadas aisladamente por R. Sprin-ger
(1980) y L. Galand (1973), que ha transcrito la única inscripción
canaria sobre la madera de un «chajasco» procedente de una cueva se-pulcra1
herreña (Galand: 1975;' ~ i e y~ Goala nd: 1975).
111. 3.5.-Otros objetos muebles
Criterios tipológicos, previo inventario en algún caso, se han apli-cado
al estudio de los restantes elementos culturales muebles de los
aborígenes canarios.
La industria ósea de Tenerife ha sido sistematizada tipológicamente
por M. Lorenzo Perera í iW3 j. B. Galváii Santos ha examiliado exha~s-tivamente
la opinión de los cronistas, viajeros e historiadores primitivos
y realizado un inventario y estudio tipológico excelente de la industria
ósea (1979) y del junco y la palma (1980) de todo el Archipiélago.
La misma autora se ha ocupado de la industria Iítica. Su estudio
permanece inédito y sus conclusiones deberán pcnerse al día tras los
hallazgos en yacimientos de Gran Canaria. Tenerife y La Palma de úti-les
retocados en basalto y obsidiana. Estos hallazgos, en algunos casos
perfectamente estratificados, modifican radicalmente las opiniones exis-tentes
que negaban la técnica de la talla entre los aborígenes canarios.
Los adornos han sido estudiados por M." C. Jiménez Gómez (1975 a
y 1980).
Los ídolos, localizados hasta hace muy poco exclusivamente en
Gran Canaria, donde se han localizado en los últimos años numerosos
ejemplares (Naranjo Suárez: 1973; Navarro Mederos: 1977 b) en su
gran mayoría inéditos, han sido hallados, asimismo, si bien con tipo-logia
muy diferente a aquellos en Fuerteventura (Castro Alfin: 1977 a
y i977 'o) y en Laiizamte (Dig Gvdq: 1976). &- !os &!os grenca-narios
se ha ocupado A. Beltrán Martínez (1974 a y 1976).
111. 4.-Sintesis generales e insulares
En la última década son escasos los estudios generales sobre Pre-
1n isroria canaria y relativamente mis abüiidaiiies :as ilisülaies.
En el 111 Coloquio de Historia Canario - americana realizamos
(1980 a) una aproximación al poblamiento prehispánico del ArchipiC-
lago en base a las aportaciones posteriores al artículo de síntesis de
M. Pellicer Catalán (1972), que abre la nueva década objeto del pre-sente
análisis.
También en libros colectivos dedicados preferentemente a estudiari-tes
de E. G. B. se han dedicado algunos capítulos a las Canarias pre-hispánicas.
Nuestra concepción sobre estos temas (Hernández Pérez:
1980 b) en algunos puntos discrepan con los contenidos en otras publi-caciones
del mismo carácter.
Las síntesis insulares son más abundantes. L. Diego Cuscoy inició en
este campo, como en otros muchos, esta línea con su estudio sobre Te-nerife
(1968 a), modélico y aún no superado, en especial en el deta-llado
análisis de la relación hombre-medio, donde se podría encontrar
respuesta a ciertas características culturales indígenas.
La Palma fue estudiada por nosotros (1977) en base a los resul-tados
de las últimas excavaciones, pudiéndose establecer diversos y
bien diferenciados horizontes culturales. Las conclusiones obtenidas y
&unos & 10s' p!afitex&ntos de &&u 1;i?bficu&~ siefi.?Uo m&-
ficados parcialmente en la nueva edición que preparamos.
M. Tejera Gaspar ha realizado una breve síntesis de la Prehistoria
de Tenerife (1977) y M." C. Jiménez Gómez de las islas de Gran Ca-naria
y El Hierro, siguiendo ambos autores planteamientos tradicio-nales.
C. Martín de Guzmán (1977 a) ofrece un análisis novedoso sobre
la Prehistoria de Gran Canaria con el establecimiento de varios hori-zontes
culturales, discutibles en nuestra opinión, pero fuertemente in-novador
en sus planteamientos y métodos de análisis que abren unas
líneas de investigación no señaladas hasta el momento para Canarias.
La Prehistoria de Gran Canaria y Tenerife ha sido objeto de un
estudio (González y Tejera: 1981), profundamente crítico con la inves-tigación
canaria realizada hasta el momento, con un planteamiento de
tipo etnohistórico, próximo a los utilizados por L. Diego Cuscoy, y la
utilización de las fuentes escritas.
IV. ANTROPOLOG~A
Los estudios antropológicos sobre las poblaciones prehispánicas ca-narias
han sido cultivados con desigual fortuna e intensidad.
IV. 1 .-Antropología fisica
El estudio de los restos humanos aborígenes, el conjunto de fósiles
humanos más numeroso del mundo, viene ocupando desde el último
tercio del siglo XIX a diversos autores (Diego Cuscoy: 1975 c, con
abundante bibliografía sobre estas investigaciones). Primero R. Ver-neau
y más recientemente M. Fusté e 1. Schwidetzky han fijado las ba-ses
de la moderna investigación antropológica canaria, con el estableci-miento
de dos tipos humanos principales, que están siendo revisados
en la actualidad en base a los restos humanos conservados en el Museo
Canario de Las Palmas por M." D. Garralda.
Algunos restos humanos procedentes de recientes excavaciones han
sido estudiadas por el antropólogo granadino M. García Sánchez (1976,
1977, 1978 y 1981).
La pervivencia de los caracteres físicos aborígenes en la población
actual, destacada, entre otros autores, por S. Bertlielat, R. Verneau y
M. Fusté, ha sido reestudiada por 1. Schwidetzky (1975). . .
De la psleopatología aborigen, objeto de un detenido' estudio de
J. Bosch Millares (1975), se han ocupado asimismo P. J. Pérez (1976
y 1981) y M. García Sánchez (García, Jiménez y Arco: 1980).
IV. 2.-Etnología
El análisis de las estructuras sociales. económicas y religiosas ha in-teresado,
al menos en un plano etnográfico y en menor medida que
otros temas, a los investigadores canarios.
Estudios generales sólo han sido realizados por F. Morales Padrón
(1978 b), apoyándose en la documentación escrita, y por D. Martín
Socas (1975) para las islas de Lanzarote y Fuerteventura. No obstante,
en todas las obras de síntesis generales o insulares se abordan estos
temas, destacando entre ellas algunas publicaciones de L. Diego Cus
coy y la de R. González Antón y A. Tejera Gaspar (1982).
El análisis de cada uno de estos temas suele ser abordado, tras la
consulta de las fuentes escritas: al tratar de algunas construcciones o
de determinados hallazgos. Es el caso de la religión, analizada, si bien
parcialmente, por L. Diego Cuscoy al publicar el yacimiento de Guar-gacho
(1978 a) y por otros autores al estudiar los grabados rupestres
o los ídolos.
La economía prehispánica de Gran Canaria ha sido estudiada con
la ccnsU!ta de escritas, ififGrmacidi, arciUco&ica Y &
materiales por D. Martín Socas (1980), haciendo lo mismo para Te-nerife
M." C. del Arco Aguilar (1982), donde da a conocer los resul-
tados, de excepcional importancia, de los análisis de los restos vegeta-les,
y animales procedentes de una cueva de habitación de Icod.
Se puede afirmar que la investigación sobre el pasado prehispánico
canario no se encuentra en un punto muerto. Los estudios son, desde
planteamientos dispares, numerosos y las conclusiones. como ocurre
en una ciencia joven, están en continua revisión. Es cierto que no se
puede dar respuesta a la serie de preguntas claves. No se puede afirmar
con certeza de dónde y cuándo llegaron las poblaciones prehispánicas
ni su grado de desarrollo cultural. Cada investigador propone una hipó-tesis
que necesita sea verificada con una mayor aportación de documen-tación.
Las hipótesis son diversas, si bien en los últimos años se limi-tan
a completar o modificar ligeramente las propuestas anteriores.
Es indudable que estas hipótesis a modo de respuestas no satisfacen
ni a los investigadores ni a la demanda popular, intensamente acrecen-tada
en los últimos años, hasta el punto que se ha convertido en la
preocupación más notoria de amplios sectores de la población canaria.
Preocupación patente en los numerosos artículos de divulgación, no
reseñados aquí, aparecidos en la prensa diaria o en la revista Aguayvo
(Las Palmas), la publicación de manuscritos (Grau Bassas: 1980), la re-edición
de algunas obras del siglo XIX, como las de M. Millares To-rres
(1975-1977) con comentarios de numerosos especialistas actuales:
S. Berthelot (1978 y 1980) y R. Verneau (1980), la sensibilidad mos-trada
por el hallazgo de nuevos vacimientos y la conservación de otros
y las visitas a los Museos insulares, los cuales han sufrido en algún caso
una necesaria revisión con la adecuación de sus salas.
Si, como se afirmaba más arriba, la investigación canaria se encuen-tra
en un momento, por emplear una frase tópica, de crisis, ésta es
sólo de crecimiento y éste siempre lleva parejo unos problemas que
conviene abordar. Este fue el motivo de una reunión celebrada en el
Museo Canario de Las Palmas en octubre de 1981 por un grupo, des-graciadamente
no todos, de investigadores del pasado prehispánico ca-nario.
El documento final de aquella reunión. del que se hizo amplio eco
los medios de comunicación social, trataba de fijar las líneas generales
en las que a juicio de los reunidos debería asentarse la investigación
sobre el pasado canario. Estos puntos, a modo de perspectivas para un
futuro, son los siguientes:
«l. Fijar como objetivo básico el estudio del poblamiento abori-o-"
TI &lrrnl!e en xnz las r\Prn o n n l imn r l n . rnn JAq J y"" """""""U" '"U
criterio global con vistas a obtener el máximo de información que se
pueda captar. La única vía posible es a través del análisis de excavacio-
nes sistemáticas y de los materiales depositados en museos y colecciones
particulares, muchos de ellos sin información precisa de su origen, que
luego han de ser contrastados con la documentación aportada por las
Crónicas de .la conquista y las de otras fuentes documentales existentes.
Esta visión se ampliará a todos aquellos períodos históricos donde la
actuación del arqueólogo es necesaria, como restauración de iglesias,
castillos y otros monumentos.
2. Se establecen como principios básicos la necesided de una pla-nificación
de la investigación más uniforme y racional que la realizada
hasta el momento, donde la cooperación entre los distintos equipos de
trabajo sea efectuada con vistas a obtener unos resultados más positivos
por el contraste de criterios. Esta planificación, unida a una transparencia
en la información, redundaría en una visión más completa y contrastada
de los distintos aspectos y fenómenos inherentes a la realidad aborigen
sin que ello vaya en detrimento de una pérdida de la libertad de investi-
~grihn,q ~ !ees reunides dec!graren unánimemente teme e s exid. o------
Pero esta investigación es necesario que se realice aplicando las más
modernas corrientes metodológicas, al mismo tiempo que se profundice
en el conocimiento de aquellas áreas geográficas donde se observa una
cierta relación o paralelismo cultural directo con el mundo prehispánico
de las distintas islas.
Por último, se decide recomendar la importancia que tiene la rápida
publicación de los resultados provisionales obtenidos, en la espera de su
estudio definitivo, tanto en revistas especializadas como en otros medios
de difusión social.
3. La situación de patrimonio arqueológico se encuentra en la ac-tualidad
en una fase de recuperación de yacimientos, si bien de forma
muy lenta; de ahí la conveniencia de solicitar de los organismos públicos,
sean estatales o locales, una colaboración más estrecha que la actual para
evitar el continuo destrozo, ruina o desaparición de este patrimonio.
debido a obras, saqueos vandálicos de excavadores clandestinos y colec-cionistas
o por e! uso de si1 entorno como hasimero:
La ayuda de los organismos oficiales no sólo debe centrarse en evitar
los destrozos de este patrimonio, sino, también, orientarse a la restaura-ción
y consolidación de aquellos monumentos que están sometidos a un
proceso de degradación o de los descubiertos en las excavaciones, pues
se da la situación contradictoria de construcciones identificadas durante
los trabajos que en un plazo de tiempo muy corto se desmoronan ai ca-recer
de la cobertura de protección necesaria tras su puesta al descubier-to.
Ante esta situación sólo se admitían dos opciones, o bien se dejaban
las edificaciones al descubierto para que puedan ser contempladas públi-camente,
o bien, al término de los trabajos de excavación deben ser cu-biertas
de nuevo como única vía de conservación y referencia para las
generaciones futuras.
Era criterio de los reunidos que de no llevarse a cabo una política
de conservación y restauración, lo más adecuado sería no excavar.
Un problema que exige urgentes medidas en cuanto al patrimonio,
además de los ya expuestos, radica en la actuación de los excavadores
clandestinos, pues e! nivel de destrozos que están provocando en el Ar-chipiélago
es muy elevado y se corre el grave peligro de que en unos
pocos años, probablemente menos de una generación, no existan yaci-mientos
intactos. salvo csporádicos hallazgos, donde se puedan ir concre-tando
y perfilando In complejidad ciilttiral del mundo aborigen, de una
manera sistemática y con bsse de referencia estratigráfica.
4. Otro problems grave que tiene planteado el patrimonio arqueo-lógico
del Archipiélago es el de la conservación de los materiales. En
efecto, Canarias debido a su condición de insularidad necesita contar
con un museo en cada una de las islas, que controle y se encargue de con-servar
los restos puestos al descubierto, active la investigación arqueoló-gica
de esa isla p sirva como centro de exposición, estudio y difusión de
los materiales insulares.
Los museos reciben una escasa subvención económica para hacer fren-te
a los gastos de mantenimiento, adecuación y seguridad de las instala-ciones
materiales, sean de exposición, catalogación, restauración y de-pósito,
así como para el personal imprescindible para un funcionamiento
adecuado.
Es de esperar que en el futuro los organismos estatales, regionales,
provinciales, insulares y locales puedan desarrollar una política más co-herente
que la efectuada hasta el momento, de defensa del patrimonio
monumental, así como museística, mediante la dotación, mejora y ade-cuación
de los museos existentes y promuevan la creación de un museo
dinámico y moderno en cada una de las islas donde no lo hay, como úni-ca
vía válida para intentar paliar los problemas que aquejan a la prehis-toria
del Archipiélago.»
Nuevas perspectivas, pues, se abren en la investigación del pasado
prehistórico insular. La toma de conciencia de los problemas y los nue-vos
estudios darán respuesta, aunque sólo sea parcialmente, a la serie
de lagunas que ofrece nuestro conocimiento de poblamiento prehispánico
del Archipiélago canario.
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