XXI Coloquio de Historia Canario-Americana (2014)
ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, 2016, XXI-003, pp. 1-9 1
© 2016 Cabildo de Gran Canaria. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
*Antropólogo y Psicólogo. Correo elecrónico: hugo.fernandez.robayna@hotmail.es
** Historiador. Departamento de Historia Antigua. UNED. Correo elecrónico: glaux@hotmail.com
REPRESENTACIONES MITOLÓGICAS E IDENTIDAD CULTURAL DE
LA ISLA DE GRAN CANARIA
MYTHOLOGICAL REPRESENTATIONS AND CULTURAL IDENTITY IN
GRAN CANARIA ISLAND
Hugo Fernández Robayna*; Adexe Hernández Reyes**
Cómo citar este artículo/Citation: Fernández Robayna, H.; Hernández Reyes, A. (2016). Representaciones mi-tológicas
e identidad cultural de la isla de Gran Canaria. XXI Coloquio de Historia Canario-Americana (2014),
XXI-003. http://coloquioscanariasmerica.casadecolon.com/index.php/aea/article/view/9485
Resumen: La idea representativa que tiene una comunidad sobre sí misma deviene de un tiempo fuera del tiempo
y ejerce su influencia sobre un grupo y sobre un espacio definido. En el caso de la isla de Gran Canaria podemos
apreciar que tales cuestiones generan cierta problemática, la cual no reside precisamente en las representaciones
o en la identidad en sí, sino en saber analizar, comprender, manejar y enseñar convenientemente el sentido de
las mismas. Interpretando nuestra realidad desde un punto de vista crítico, la identidad cultural grancanaria ha
experimentado muchos cambios desde su conquista hasta la actualidad, los cuales han influido en la psicología
(conducta) de sus habitantes y por ende en la imagen de la misma; en cómo se la vio, visto y se la ve.
Palabras clave: mitología; representación cultural; identidad cultural; arte; Gran Canaria
Abstract: The representative idea a community has of itself evolves into a time out of time and has an influence on
a group in a defined space. In the case of the island of Gran Canaria we can notice that such matters create a certain
quandary which is not based on the representations or the identity themselves, but on knowing how to analyse, how
to understand, how to handle and how to teach their meaning conveniently. From a critical point of view of the
interpretation of our reality, the cultural Grancanarian identity has undergone several changes from its conquest to
this day; these changes have influenced both the psychology (behaviour) of its inhabitants and therefore its image
in the past and nowadays.
Keywords: mythology; cultural representation; cultural identity; art; Gran Canaria
Una de las aspiraciones fundamentales de este artículo es la de aunar Mitología, Catarsis e Identidad
para, a la vez que se revisitan antiguas cuestiones, ofrecer algunas respuestas, pistas y herramientas para
la construcción cultural.
Hércules, Aquiles, Ulises. Grandes viajeros que se ven obligados a poner a prueba su resistencia
para cumplir con un destino que sólo pueden intuir, cuyo anhelo no pueden soslayar. En el caso de
Ulises, para volver a su patria; Hércules para cumplir con su naturaleza divina, quizá, como ese gran
viajero que también fue Alejandro Magno, porque no podía vivir sin otro horizonte que el de ser digno
hijo de su padre y vencer, asimismo, al tiempo, por trascendencia y por fama; es el mismo afán que
persigue Aquiles, que, aun como conquistador de tierras ignotas, cambia una larga vida por un luengo
recuerdo. Es curiosa la vinculación de estas figuras con Zeus como conquistador de la inmortalidad,
concepto que parece evocarse en el horizonte que conforman el cielo y el medio acuático. Hércules
es también importante como símbolo e interpretación de medios geográficos, porque, como Aquiles
—entre el Mediterráneo y el Pontus Euxinos o Mar Negro—, no sólo se encuentra entre dos mares:
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es el que separa la misma tierra entre Europa y África para que Mediterráneo y Atlántico se encuen-tren.
Es interesante hacer notar aquí cómo el viaje, arquetipo de vida, es algo que siempre cambia
al viajero, acaso le hace madurar como rito de paso, relacionado con ciclos paradigmáticos e indivi-duales.
En los encuentros entre lo individual y lo social, incluso entre dos o varias culturas —ciclos
paradigmáticos— se producen a menudo conflictos, transformación y síntesis de elementos en prin-cipio
contrarios. Desde el ´Graecia Capta´ de Horacio hasta la Conquista de Canarias en sí y como
ensayo de la conquista del continente americano —amparadas ambas en parte por el afán de evange-lización,
otra cultura, la del Cristianismo, que conquistó a la conquistadora romana—, la aculturación
—afortunadamente no es completa, y los habitantes de cada región han de decidir su identificación
con la cultura invasiva o la oposición de algo que les defina como pueblo; se produce, como decimos,
esta mixtura, que traerá consecuencias en la formación de la identidad y los deseos de emancipación,
en distinto grado según las épocas—, de, por ejemplo, canarios modernos y criollos —impulsores es-tos
últimos de la independencia americana con respecto a la Corona Española—, sin olvidar todos
los posteriores contactos que, con el fin de labrarse un futuro, realizan americanos, canarios y resto
de españoles modernos —es decir, durante los dos últimos siglos pasados—; algunos serán Aquiles,
otros, Ulises, es decir, algunos fundarán nuevos hogares en las tierras de acogida y otros retornarán a
su hogar de origen tras un periplo vital. Como sabemos, —por lo que se ha dado en llamar síndrome de
Ulises—, la construcción identitaria en este caso será más onerosa pero, con toda seguridad, más rica
por la mayor variedad y profundidad de elementos, comparación y unión de significados, que es una de
las acepciones de símbolo. Este resultado de síntesis en principios antitéticos también lo encontramos
en la idea de pensamiento postformal de Piaget, como grado de abstracción suma, con lo que lo mítico
salva la distancia de ese estigma de primitivismo, tocando, en su fuerza como herramienta cultural e
identitaria, el cénit de las contribuciones antropológicas que un pueblo puede hacer como regalo a sí
mismo y en calidad de contribución inigualable al acervo universal. El término Catarsis (del griego
κάθαρσις kátharsis, purificación) aparece en la definición de tragedia en la Poética de Aristóteles como
purificación, parcial o total: emocional, corporal, mental y espiritual; individual y social. A través de las
vivencias de la compasión y el miedo (eleos y phobos), los espectadores de la tragedia purifican el alma
de esas pasiones, logrando liberación, revelación o epifanía. Según Aristóteles, la Catarsis es la facultad,
en la tragedia, de redimirnos (o “purificar”) de las propias bajas pasiones, al verlas proyectadas en los
personajes de la obra, conociendo el castigo merecido e inevitable de éstas, pero sin exponernos direc-tamente
a él; al involucrarse en la trama, la audiencia puede experimentar dichas pasiones junto con los
personajes, evitando que cometamos los errores que conducen a un destino infausto, incrementándose
el autoconocimiento, personal y cultural, idealmente, de una manera universal. Esta identificación, esta
empatía emocional, trascendental, con los personajes —muchas veces semidioses o héroes, con lo cual
recogerían la idea liminal piagetiana— de las obras de teatro clásicas, en nuestra opinión, no es baladí
ni caprichosa: la mitología grecorromana se caracteriza por humanizar a dioses, héroes y monstruos,
algo que es ya de por sí interesante a la hora de acercarnos a su contenido artístico, emocional, moralista
si se quiere, a la par que nos hermana con personajes que se nos presentan como poderosos en cuanto
a capacidades y destinos. Cuando uno lee, contempla, asiste, se imagina, por ejemplo, los ´trabajos de
Hércules´ no es sólo la carga narrativa la que nos llega: también que hasta el hijo de Zeus —la naturaleza
doble de Herakles, como el rol de los sacerdotes de distintos cultos, nos sirve de puente, de mediador, de
facilitador, de místico psicopomopos, si se quiere, entre los miembros de las dos naturalezas, lo superior
y lo inferior, lo más consciente y lo que no lo es tanto. El Arte, los Mitos, las expresiones plásticas y del
lenguaje que usamos para trascender lo puramente sensible pero sin negarlo nos ayudan a ir más allá de
la comunicación —interna y externa— de la realidad cotidiana, en expresión y recepción, en búsqueda
de significados, en construcción del aquí, del ahora, del yo, del nosotros, del tiempo limitado.
Es hora de detenernos en los misterios que, sobre el origen de las sociedades de las Islas Canarias,
siguen siéndolo. ¿Cómo se realizó el poblamiento en estas Islas? ¿De dónde venían? ¿Cuándo empeza-ron
a venir, qué ideas y prejuicios traían? ¿Con qué conocimientos, medios contaban? ¿Fue un pobla-miento
buscado, planeado, o, por el contrario fue fortuito o forzado por otros pueblos? ¿Hubo poblado-res,
colonizadores primigenios para todas las islas o fue diferente para cada una de ellas, llegaron a
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convivir varios pueblos de diferentes orígenes en la misma isla antes de los europeos modernos? ¿Con
qué identidad llegaron, cuáles desarrollaron, llegaron a formar una común para cada isla y para el archi-piélago?
¿Qué es lo propio del pueblo canario en cuanto a imaginario, valores, forma de vivir, de pensar,
de sentir, de transmitir a otras generaciones y visitantes y lugares y tiempos? ¿Qué es lo que nos acerca
a otros pueblos, qué nos hace diferentes y por tanto atractivos hacia el Otro y viceversa? Podemos ade-lantar
algunas hipótesis sobre el origen de los indígenas canarios previos a la conquista europea medie-val
y moderna: Es posible que no todas las Islas fueran pobladas a la vez, según distintas dataciones
cronológicas de la Historia Antigua, en un ámbito temporal no muy extenso. Otra posibilidad es la del
poblamiento por parte de tribus norteafricanas, apoyada por restos lingüísticos (topónimos, antropóni-mos,
frases, nombres de objetos, alimentos, animales y otros) de escritura alfabética rupestre y de otros
materiales arqueológicos y etnológicos de cada cultura insular. Por otro lado, dada la casi total carencia
de técnicas y medios autóctonos de navegación antes de la venida de europeos medievales y modernos,
una vía de consideración es la del traslado forzado de habitantes norteafricanos en embarcaciones de
culturas más desarrolladas técnicamente de la Antigüedad: la hipótesis del traslado de norteafricanos por
romanos —por castigo o bien por interés de poblamiento de zonas alejadas del Imperio— en tiempos del
emperador Trajano. O bien la relacionada con el desarrollo de civilizaciones mediterráneas conocedoras
de tribus protohistóricas norteafricanas y los resultados de estos contactos. La identidad canaria, partien-do
de unos orígenes aún bastante neblinados —expresión que ya empleara el psicólogo Manuel Ale-mán—,
ha de enfrentarse a múltiples desafíos heredados de la Historia —como lugar de encuentro cul-tural
de tres continentes entre los que sirve de puente, y no sólo— para poder construir una sólida Me-moria
Histórica y Cultural, en cuanto a lo temporal, y en la realidad física de insularidad atlántica en lo
físico. El diálogo ha de estar, pues, asegurado, entre presentes, pasados y futuros y el espacio como
realidad y como vivencia. Las Ciencias Sociales buscan encontrar unos puntos de referencia para la in-terpretación
y análisis sistemático, estructural, de la identidad e identidades sin negar la individualidad.
Por lo tanto, toman como elementos esenciales las creencias, tecnologías, formas de percepción, tradi-ciones
orales (mitos, leyendas, relatos, etc.), costumbres, religiones… Dichos elementos aportan luz al
estudio conformando la misma base de las interpretaciones. La identidad se forma de manera compleja,
heterogénea y dinámica, más aún cuando hablamos de nuestra sociedad que es tan diversa y pluricultu-ral,
formada por personas de las que se pueden extraer complejos esquemas multivariable. La identidad
como proceso: según el sociólogo Bolzman (1996), la identidad como un proceso dinámico, que expre-sa
a la vez continuidad y cambio en la experiencia de y por los actores sociales, la agencia de los mismos
y de las sociedades que crean y con las que se encuentran; la identidad como relación dinámica entre
atributos desde el interior/exterior, cómo se viven éstos y definen a través de palabras, acciones. Qué
historias contamos y nos contamos acerca de nosotros mismos: la narrativa asociada a la conciencia
cuya visión privilegia la misma Psic. Cogn. como instrumento terapéutico y que los antropólogos reco-gen;
la comunicación oral tradicional es la más primigenia e intuitiva, y la de la primera fase de la edu-cación
desde siempre. Este proceso es a la vez reajustado, reconstruido, reinterpretado y reelaborado a
partir de elementos constitutivos y constituciones de los actores sociales, de acuerdo a la identidad,
como decimos, pluridimensional, de los valores impuestos, aceptados, aquéllos que son creados y re-creados
—como nuevos usos, acciones, neologismos— y los que mantenemos. El concepto de identidad
es importante para la Ciencias Sociales, como decíamos, centrándonos en la Antropología y la Psicolo-gía,
puesto que engloba una serie de categorías sociales y culturales; por lo tanto es necesario no apartar
dicho concepto de las investigaciones como herramienta estratégica: en efecto, ayudará a entender las
manifestaciones políticas, ideológicas y socioculturales de los pueblos. La identidad, y su búsqueda,
podemos considerar, conforman horizontes innatos, imprescindibles; cuentan con una función clara, dan
Norte a nuestro modo de ser y de entendernos, fundamentándose en parte en nuestro “origen”, que no
tiene por qué ser pulcramente “objetivo”, pues en gran medida desconocemos toda la cadena casuística;
es un pilar incuestionable para conocernos, reconocernos y darnos a conocer, en nuestros viajes o en los
de otros, para defender los valores y/o para darnos la posibilidad de cambiar aquéllos con los que no
estamos de acuerdo: tradiciones, formas de vida… y examinar elementos constitutivos —constituciones
primordiales que se encargan de mantener la continuación y alianza entre los miembros de la sociedad,
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de manera personal, espacial y temporal, intergeneracionalmente—, y buscar un sentido vital colectivo
para un desarrollo con horizonte común —o al menos clarificarlo en una o varias posibilidades—, que
permita articular y sumar esfuerzos para el beneficio expandido y colectivo, concomitante con el indivi-dual.
En la vinculación de varios conceptos que hemos manejado —no olvidemos que uno de sus signi-ficados
primordiales es unión—, el símbolo parece recoger el testigo tanto de las ideas de Jung como de
Piaget: unen presente, pasado y futuro en una suerte de sustrato común o inconsciente colectivo en la
búsqueda de ese sentido vital, que puede incluir tanto elementos mitológico, subjetivos como más reco-nocidamente
objetivos —es decir, puede reunir tanto Memoria Histórica como Historia basada en datos
contrastables—, para conformar una identidad, una unión, un significado. Es interesante hacer notar que
el hecho de que el origen del pueblo canario se encuentre en la bruma de las interpretaciones a veces
pueda parecernos un hecho que genera inconsistencia pero que esa misma realidad pueda abrirnos un
campo multifacetado de maneras de construir la memoria a través de las vivencias, una manera de pasar
de la legitimidad del origen a la legitimidad de la propia construcción, re-evocando la figura de ese Hér-cules
que, como un personaje importantísimo de nuestro bagaje cultural europeo, se erige en liberador
del Mediterráneo hacia el Atlántico, lo cual no puede sino invitar a imaginar la comunicación de los
pueblos de este mar más allá de sus ´columnas´. En la realidad de los canarios contemporáneos es, pues,
difícil encontrar un referente de identificación, elementos claros relacionados con nuestro ser, desde los
orígenes y desde nuestra realidad de hoy y del imaginario de nuestra memoria como sociedad más allá
de nuestras particularidades geográficas, marítimas, eólicas, climáticas. Otra de las razones está en la
atomización como archipiélago, y una más en la gran cantidad de influencias que, tanto ayer como hoy
nos llegan desde el exterior, desde las conquistas hasta la realidad de que gran parte de nuestra economía
se basa en el turismo. ¿Cómo es posible definir culturalmente al/ a la Canario/a? ¿Cómo isleños de ori-gen
multiprobable, europeos cercanos a África, con acento iberoamericano; españolidad por azar? Cul-tura
mediterránea rodeada de océano… Habitantes a tiempo completo de un destino que es temporal
para los demás, por ser destino turístico… Más allá de las identidades que se han pretendido crear en
nuestro archipiélago, por motivos económico-políticos, el medio físico es algo real, objetivo, innegable,
y, a la vez, es vivido de manera diferente, con distintos matices por vivencias, intereses, tiempo y cir-cunstancias.
Uno de los elementos de análisis y vivencia más directos e intuitivos será pues, aquello que
nos rodea, que compartimos y a la vez nos separa del resto del mundo: el Océano Atlántico. Como se
verá, el Atlántico puede ser, dependiendo de cómo se perciba, Murus —barrera—, Pontus —deidad
preolímpica que reunía los aspectos peligrosos de la mar—, u Océano —siendo el río primigenio que
conecta los territorios del planeta—, a la manera de los griegos; según las narraciones extraordinarias de
grandes viajeros que surcaron las aguas de las Islas Afortunadas en la Antigüedad: búsqueda
del Oricalco, Las Manzanas de Oro, Odiseo en las Islas Afortunadas —naufragio/destino/Nausicaa,
los feacios, el viajero en busca del Paraíso… Podríamos, de disponer de más espacio,
hacer una comparativa mítico-cultural entre archipiélagos atlánticos
—Azores, Madeira, por ejemplo—; y abordar más pormenorizadamente los mitológicos —Atlántida,
San Borondón…—. Desde el origen aún no totalmente esclarecido de los antiguos pobladores de Cana-rias,
hemos de aceptar que el mito aparece entretejido en nuestras primeras representaciones, pudiéndo-se
barajar diversos casos míticos: el Mito del Buen Salvaje, la pureza de un pasado perdido
—que entronca con el mito de la Atlántida—, una cultura ¿Prístina? Pre-europea, Libertad pre-conquis-ta
¿Canarias como Paraíso o como destierro, el re/descubrimiento y conquista de las Canarias desde
Europa y el mito de Ulises: viajar, arriesgar la vida, cumplir con el destino y volver para contarlo, junto
con el Atlántico y las Canarias como rito de paso hacia las Indias… y su vinculación identitaria con la
emigración y los “indianos”, los emigrantes canarios en América, los que volvieron y los que se queda-ron:
Ulises y Aquiles. Hércules como creador mítico de la comunicación entre Mediterráneo y Atlántico:
dioses por origen, dioses por gesta, Canarias como Paraíso, Canarias como exilio cultural, Canarias
como nostalgia: Unamuno, Pérez Galdós, Tomás Morales. El Atlántico: pontus, murus, océano para
cristianos, murus para islámicos.
La manera más reconocible, universal, a nivel simbólico, de la influencia de nuestra realidad física en
nuestras vidas acaso sea la de la vertiente artística, en combinación con la búsqueda de la belleza, de lo
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estético, desde lo particular de unos artistas que se reconocen, que se hermanan, que viven la experiencia
de la Catarsis hasta la originalidad, particularidad y universalidad de los símbolos que manejan, de los
significados que ofrecen. Los artistas, por cuanto cuentan con el reconocimiento de sus hermanos de
territorio, en su tiempo y más allá de su época —recordemos lo que decía Italo Calvino de que un clá-sico
es aquella obra que aún no ha terminado de decir todo lo que tiene que decir— devienen heraldos,
portavoces de la memoria emocional, identitaria. Más allá de las diversas maneras de vivir la atlanti-cidad
en sus diversas costas e islas, contamos, en la isla de Gran Canaria, entre muchos otros, con dos
embajadores de excepción: el pintor Néstor Martín—Fernández de la Torre y el poeta Tomás Morales1.
En cuanto a lo oceánico como símbolo, contamos con sobradas referencias para desgranar sus múlti-ples
acepciones. Desde lo arquetípico junguiano, es decir, de las ideas ancestrales en forma de símbolos
y signos que encontramos en varias culturas y a través del tiempo —y aún en análisis oníricos—, las
asociaciones entre lo líquido, lo marítimo, lo oceánico entroncan con la idea de la Madre: está relacio-nada
con grandes instituciones sociales y culturales como la Iglesia, la universidad, la ciudad, el país
—en que el concepto Patria reúne a un tiempo el Padre pero representado en femenino, es decir, une lo
patriarcal con lo matriarcal—. Recipiente y Cornucopia son dos elementos que nos remiten al medio
físico como continente y como dador de vida y de los medios para su sustento. César Manrique, como
otro artista total, ofrece una visión de las influencias entre lo exterior e interior en su arquitectura, que
parece sintetizar poderosamente la vivencia de lo paisajístico. De este modo, gracias a las interpretacio-nes
del psiquiatra y reconocido estudioso de la mitología y los símbolos Carl Gustav Jung tenemos que:
Lo «maternal»: por antonomasia, la mágica autoridad de lo femenino; la sabiduría y la altura
espiritual más allá del intelecto; lo bondadoso, protector, sustentador, lo que da crecimiento,
fertilidad y alimento; el lugar de la transformación mágica, del renacer; el instinto o impulso
que ayuda; lo secreto, escondido, lo tenebroso, el abismo, el mundo de los muertos, lo que
devora, seduce y envenena, lo angustioso e inevitable. C. G. Jung. Los arquetipos y lo incons-ciente
colectivo. (pág.79)
En nuestra búsqueda y construcción de identidad, las Crónicas de la Conquista de Canarias reco-gen
más información que relacionan lo arquetípico del Océano y la Madre junto con las acepciones
que hemos analizado: Ídolo de Tara —abundancia, cornucopia, madre—, Harimaguadas —lo femenino
protegido y protector—, matriarcado ancestral de los indígenas (mejor el vocablo aborigen) prehispá-nicos…
En la colección pictórica de “El Poema de la Tierra” de Néstor de la Torre podemos interpretar
el feliz encuentro entre los principios masculino y femenino —Guanartemes y Harimaguadas, por nom-brar
dos símbolos de la unión entre lo real y lo mítico— suponiendo una revisitación de la unión entre
Hermes y Afrodita, Mercurio y Venus, al evocar nuevamente el imaginario grecolatino, como veremos
más adelante. Ahondemos en lo que sabemos acerca de la Religión y el Mito de los antiguos canarios:
en concreto, en Gran Canaria, aunque algunas de estas prácticas se dan en otras islas del Archipiélago:
“bautismo” —aunque los diversos autores no se ponen de acuerdo en la carga mística de tal ritual o si
se trata meramente de una costumbre o de la conveniencia de un baño protector del neonato— de recién
nacidos por parte de Marimaguadas, Harimaguadas o Maguas, según Gómez Escudero/ invocación de
temporales y lluvias en la mar golpeando con palos y profiriendo gritos, según Abreu Galindo, junto
con libaciones, también según Gómez Escudero y la Crónica Ovetense y según Crónica Matritense,
ceremonia oficiada por Faycán/ y los baños de las Harimaguadas, en el Norte de G.C., rapto de Tenes-oya,
sobrina del Guanarteme —petición también de temporales, según crónica Ovetense. El Acorán o
Alcorán mecanicista, como otro elemento importantísimo de las creencias prehispánicas, revela un claro
monoteísmo, el de un culto a una deidad que gobierna el medio físico y los elementos, según Torriani
1 “¡Atlántico infinito, tú que mi canto ordenas!/ Cada vez que mis pasos me llevan a tu parte, / siento que nueva sangre
palpita por mis venas/ y, a la vez que mi cuerpo, cobra salud mi arte…/ El alma temblorosa se anega en tu corriente. / Con
ímpetu ferviente, / henchidos los pulmones de tus brisas saladas/ y a plenitud de boca, / un luchador te grita ¡padre! desde una
roca/ de estas maravillosas Islas Afortunadas…”
Oda al Atlántico, Canto XXIV, Las Rosas de Hércules. Tomás Morales (1884-1921)
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“En efecto, entre ellos no hubo idolatría ni predicación evangélica, sólo que, al igual de los atenienses
adoraban un Dios desconocido e invisible, y le hacían sacrificio. Lo consideraban inmenso y lo creían en
todas las cosas; pero no como hombre, ni como alma del mundo, como lo comprendía Varrón, sino como
mente divina que gobierna los cielos y las estrellas y los elementos, según lo confesaban los platónicos,
los estoicos y los pitagóricos.” De nuevo referencia a la cultura mediterránea clásica, y un símbolo que
aúna el control del medio físico, ante el que se practican libaciones y rituales de fecundidad y lluvias,
desde las interpretaciones que hicieran los europeos que participaron en la Conquista2.
Otros autores que, en lo literario, podemos citar son Saulo Torón y Cairasco de Figueroa, en sus ejem-plos
de inspiración paisajística; en lo escultórico, Chirino y su plástica representación de las corrientes
y del viento a través de sus espirales: el Atlántico como símbolo es tan rico e inagotable como para
permitir representaciones concomitantes entre varios artistas que experimentan la misma realidad bajo
diferentes ópticas unidos en el horizontes de lo identitario, como son los grancanarios Tomás Morales y
Néstor de la Torre en sus versos y pinceladas: El Simbolismo es evidente en un artista tan representativo
para Gran Canaria y para Canarias en general como es Néstor de la Torre, continuador de la aportaciones
de prerrafaelitas y simbolistas en pintura y de interpretación de los llamados parnasianos; más allá de la
alta calidad técnica, subyace una manera de representar que intenta tender un atlántico puente entre la
canariedad y la universalidad, digno contrapunto y reflejo fiel de otro grancanario universal como es el
poeta modernista Tomás Morales3.
Tomás Morales y Néstor de la Torre, pues, no reniegan de tendencias artísticas del continente eu-ropeo
para definir los sentimientos a través del medio natural atlántico, algo que entronca con lo que
comentábamos de la idea postformal piagetiana y con la lectura de lo específico de las representaciones
canarias desde el lenguaje de los mitos grecolatinos. Algunas de las composiciones de Néstor de la To-rre,
como nos recuerda Elena Morales en la publicación “Perfiles de Canarias”, le sirven al autor para
vehicular su mundo interior a través de una amante pareja, con seguridad un símbolo de los arquetipos
masculino y femenino, con mujeres de fuerte complexión —quizá influencia de Buonarroti— y hom-bres
con cierta feminidad en las formas —como unión de modernos principios masculino y femenino,
brillante y oscuro, dicotomías que también encontramos en el Taoísmo—, tal y como recordábamos en
referencia al Poema de la Tierra. En lo oceánico de su obra encontramos pasión, placer, dolor, paisaje,
fauna, vegetación indisolublemente unido a lo humano. Sus propuestas visuales son elegantes y lumino-sas,
voluptuosas, carnales, vivas, la búsqueda de lo variado, lo emocional lo bello.
Su colección de Poema del Atlántico, en sus dos colecciones de “Horas” y “Aspectos”, refleja incom-parablemente
el simbolismo de la unión entre lo humano y el medio acuático en el que habita, siendo
la Isla y su entorno, tierra y agua —los mismos nombres de las colecciones de Néstor de la Torre y los
mismos principios de la vida—, las primeras ideas de unión de contrarios que llaman nuestra atención.
Una de las interpretaciones posibles para la cuádruple colección de las Horas, como sugiere su nombre,
es temporal, el de las Edades de la Humanidad: desde el amanecer hasta el ocaso de la vida de cada uno
de nosotros, algo que sirve, asimismo, para enmarcar ciclos más generales que tengan que ver con los
paradigmas sociales, históricos, científicos. Las figuras humanas en estos cuadros no son optimistas, no
se refleja la idea de Hespérides o Paraíso terrenal —algo que sí encontramos en el Poema de la Tierra—,
más bien se enfatiza la idea de vida como lucha, como combate contra los elementos, que bien podría
reflejar los desafíos vitales como reflejo de los peligros de la mar y la navegación. Emplea para ello un
óleo vibrante, lleno de fuerza, curvas voluptuosas que llegan a tener formas modernistas, uniendo repre-
2 “El mar: el gran amigo de mis sueños, el fuerte/ titán de hombros cerúleos e inenarrable encanto: / en esta hora, la
hora más noble de mi suerte, / vuelve a henchir mis pulmones y a enardecer mi canto…/ El alma en carne viva va hacia ti, mar
augusto, / ¡Atlántico sonoro! Con ánimo robusto, / quiere hoy mi voz de nuevo solemnizar tu brío. / Sedme, Musas, propicias
al logro de mi empeño: / ¡mar azul de mi Patria, mar de Ensueño, / mar de mi Infancia y de mi Juventud… mar Mío!”
Canto I Oda del Atlántico. Tomás Morales (1884-1921)
3 “¡De allá vino la práctica del valiente ejercicio!/ Las gloriosas columnas del Hércules fenicio/ vieron la subitánea/
invasión con que, ebrias de bravura indomable, / hollaron impetuosas con viento favorable la onda midacritánea/ - con tan
fastuoso orgullo que a la soberbia enoja -/ las corsarias galeras de HaradínBarbarroja, / para quien era estrecha la mar me-diterránea…”
Canto XX Oda del Atlántico. Tomás Morales (1884-1921)
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sentación figurativa y metáfora: no trata de representar de manera naturalista —sin dejar de exhibir un
estilo figurativo detallado, en general, las especies animales están sobredimensionadas; en “La Noche”
están dramatizadas para dar mayor sensación de amenaza— ni personas individuales: la carga simbo-lista
es más importante que el realismo. Dos características parecen especialmente importantes: salvo
en Tarde, en el que parece subrayarse la soledad humana, en el resto de representaciones encontramos
varias figuras humanas, lo que parece apuntar a una carga social en la representación; por otra parte
las especies animales aparecen sobredimensionadas, acaso para acercar a la vez su reflejo a las figuras
humanas, convertirlos en imágenes más evidentes y configurarlos como desafíos vitales que señalába-mos.
El valor de lo Atlántico es innegable y, como elemento, abre puertas a diversas interpretaciones
metafóricas más allá del medio natural: es marco y a la vez personaje insoslayable para el isleño. La otra
colección de Néstor, del Poema del Atlántico, la de “Aspectos”, subrayan lo universal de las emociones
reconocibles a través de todos nosotros por medio de lo solar, de lo inmenso del Atlántico canario, que
parece fundirse con el cielo para dar mayor reflejo de experiencia subjetiva, onírica, pero también para
fundir presente y futuro reflejado a través del simbólico horizonte. Son óleos densos, plásticos, figura-tivos
sin necesidad de ser hiperrealistas, pues lo que interesa nuevamente es el símbolo, la evocación
emocional a medio camino entre el mundo interior y exterior, esto es, que tienen tanto que ver con lo
universal emocional como con el perspectivismo propio de una percepción particular: la de la geografía
canaria. En esta segunda serie contamos con el reflejo del optimismo, la alegría, pero también la lucha,
la amenaza y la quietud —en Mar en calma, al que es posible identificar una aceptación de la muerte
enlazando con Noche, de la anterior serie, y símbolos de cruz cristiana en la disposición de los cuerpos
representados—. Aquí lo importante parece ser la asociación de la rica emocionalidad humana repre-sentada
a través de los movimientos —y lo dinámico cobra aquí una inusitada importancia, llegando a
recordar a Turner— de las mareas y a la quietud o inquietud del propio océano, es decir, lo irrenunciable
de las influencias internas y externas que en muchas ocasiones se unen para que nuestra percepción se
encuentre íntimamente ligada al medio físico. ¿Qué podemos adelantar de estas representaciones de
los óleos de Néstor de la Torre como propiamente Atlánticos? La atlanticidad se deja sentir en la repre-sentación
del agua como horizonte, como abismo —una de las características asociadas a este océano
según los antiguos—, como deudor de unas mareas que son mucho más intensas, en su naturaleza oceá-nica,
que las del Mediterráneo. Algunas pistas para encontrar lo propio grancanario, canario, isleño, las
tenemos en la propia revelación reflejada de Néstor como grancanario a través de una visión que sólo
él podía ofrecer, y que, como isleño, se proyecta rodeado de un océano dramático, tan inspirador de
movimiento, como de quietud, luz, oscuridad… Apreciamos tanto en su pintura como en los versos de
Morales la unión de la realidad física y subjetiva. Hallamos, para todos los que nos sentimos reflejados,
simbolizados, reunidos en ellos, la Catarsis; y, de este modo, nos encontramos más claramente con no-sotros
mismos. Reanudamos, celebrando la coincidencia estilística y temática de ambos autores al dar
voz a su realidad física y cultural, el maridaje entre las pinturas del bien llamado “Poema del Atlántico”
de Néstor de la Torre y las diferentes secciones o cantos de la “Oda al Atlántico” de Tomás Morales, más
detenidamente, con lo que esperamos que quede reflejadas, nunca mejor dicho, las numerosas percep-ciones
que ofrecen una realidad tan poliédrica como reconocible de la identidad atlántica, en este caso,
grancanaria, pero que puede ser tomada, como cualquier manifestación artística, como universal en la
cornucopia de símbolos que ofrece. La economía de espacio que nos solicitan para el presente artículo
nos obliga a referirlos únicamente en una nota4.
La obra de Néstor de la Torre, como ilustre testigo de la vivencia del habitante del Atlántico, nos
invita a analizar la vivacidad de lo simbólico; como portavoz de un tiempo más allá del tiempo, pode-mos
afirmar que se halla de rabiosa actualidad por cuanto su obra acuática se encuentra como parte del
paisaje de la Capital grancanaria, de cara al Atlántico desde la Playa de Las Canteras, donde sirve de
homenaje y cultural reflejo. Otros ejemplos de expresión artística, en Gran Canaria, relacionada con
4 Poema del Atlántico, El Amanecer y el Canto VII/ Poema del Atlántico, El Mediodía y el Canto XIX/ Poema del
Atlántico, El Atardecer y el Canto III/ Poema del Atlántico, La Noche y el Canto X II/ Poema del Atlántico, Mar en reposo y el
Canto II/ Poema del Atlántico, Bajamar: Canto VIII/ Poema del Atlántico, Pleamar: Canto IX/ Poema del Atlántico, Borrasca:
Canto XXI.
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Hugo Fernández Robayna ; Adexe Hernández Re yes
XXI Coloquio de Historia Canario-Americana (2014)
ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, 2016, XXI-003, pp. 1-9
lo Atlántico, los tenemos en la del “Neptuno”, del artista Luis Arencibia Betancort, en el municipio
de Telde y la de “Exordio, el Tritón”, de Manolo González —inspirado por la “Oda al Atlántico”, en
la Laja, a las puertas de la capital, sin olvidar la “Lady Harimaguada” de Chirino en la misma ciudad
—que nos recuerda el vínculo entre lo ritual y lo oceánico y es símbolo del Festival de Cine de la ca-pital
grancanaria— o “El Atlante”, de Tony Gallardo, obras todas ellas que parecen evocar las letras de
Morales:
(…) ¡Recios trabajadores de la mar! ¡Marineros! / ¡El Tritón, con su rúbrico caracol, os saluda!
“Oda al Atlántico”, Las Rosas de Hércules
Tomás Morales (1884-1921)
Conclusión
Dado que una de las características principales de la gran raza humana es la de convertir una necesi-dad
en virtud o arte, algo que entronca con la freudiana “sublimación” —por ejemplo, el desarrollo de
la caza como subsistencia a actividad lúdica, la revisitación de la competición bélica en pacífico torneo
deportivo, la influencia de la culturas de pueblos después de la conquista, como ocurriera con Egipto,
Grecia, y después, el Cristianismo, en el seno de Roma, la realización personal a través del trabajo crea-tivo…—,
existe la posibilidad de emplear la conciencia neblinada (como bien expusiera Alemán) y los
múltiples orígenes como punto de partida para desarrollar la agencia social determinante para participar
en las vías de identidad. Esto es, en suma, vivir el Atlántico como Océano y no como Pontus —a no ser
que las dificultades que entraña cruzarlo sean vividas como un positivo cambio vital, tras el rito de paso
que supone este desafío— o Murus o barrera, sin tener que renunciar a ninguno de los elementos que
pueden conformar la base cultural: los tres continentes, europeo, americano y europeo, amalgamados
por la herencia española y europea, lo oceánico como fundamento para redimensionar el mito de Ulises
y el de Hércules. Dado que la Memoria Histórica, al estar nuestra andadura temporal limitada y condi-cionada
por los registros de los conquistadores —incompletos en sí a nuestros ojos—, se halla en una
posición incierta, es necesario reconquistarla a través del espacio natural y cultural como comunidad e
insertarla en tantas realidades como sea posible, puesto que si una definición se construye entre lo que es
y lo que no es, debemos buscar lo que podría ser por pura decisión y por puro acto antes que esperar que
se decida en el exterior, sin que ello devenga en práctica excluyente y aprovechando las mareas de visi-tantes
a Canarias para conocer otras realidades y darnos a conocer. Como traslación cartesiana y ejerci-tando
un sano locus de control cultural, podemos buscar los cimientos en lo innegable: el medio físico,
y a partir del mismo construir nuestra realidad, nuestra identidad, como un pacto social rousseauniano
a través de los sentimientos de pertenencia a todos los símbolos y percepciones a los que no queremos
—o no nos podemos permitir— perder, renunciar y escribiendo, pintando, expresándonos, en suma, por
medio de todas las manifestaciones posibles, ya sean documentales, sociales y/o artísticas para forjar
una memoria histórica y cultural en la que vernos reflejados, representados, identificados, de un modo
más completo, de forma total. En otras palabras, una realidad, como espacio, nos sirve como medio de
expresión y de comunicación, de escenario en el que sentir nuestra realidad vital y de fundamento para
construir nuestra identidad: somos atlánticos por paisaje, por vivencia, y podemos decidir cómo inte-grar
los relatos de nuestra Historia y de nuestra Memoria Histórica para reconocernos en el presente y
proyectarnos hacia el futuro: cultura europea-americana en una realidad oceánica vecina a África con
la fortuna de recibir miles de visitantes al año de otras latitudes, con un clima subtropical-desértico y
la variedad interinsular. Podemos resignarnos a que las respuestas continúen latentes, neblinadas, dado
el ingente número de componentes culturales y el origen nunca del todo aclarado, que vengan más allá
de nosotros o bien ensayar nuestras propias cuestiones y empezar a responderlas. A medida que nos
expresemos, como sucede con Néstor de la Torre, con Tomás Morales, con Chirino y con muchos otros,
podremos oír nuestra propia voz y podemos reconocernos en las de los demás, para salvar la distancia
que nos separa del Otro como modo de entenderlo y entendernos y forjar una comunidad que sea algo
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REPRESENTACIONES MITOLÓGICAS E IDENTIDAD CULTUR AL DE LA ISLA DE GRAN CANARIA
XXI Coloquio de Historia Canario-Americana (2014)
ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, 2016, XXI-003, pp. 1-9
más que sociedad, aprovechando también que las realidades marítimas unen tanto como parecen separar,
o más. Nosotros somos los que decidimos cómo cocinar nuestros propios ingredientes como mitólogos
modernos de nuestra propia realidad, de nuestra propia Catarsis en presente y en futuro: de los Trabajos
de Hércules al Jardín de las Hespérides, para que, como esos Hércules, Aquiles y Ulises, como esos
sátiros nestorianos, tan reales a través de la creación y re-creación emocional y mitológica, encontremos
nuestra identidad tanto en nuestro destino —que en tantas ocasiones es ese hogar del que podemos sen-tirnos
alejados, alienados— como en nuestro viaje.
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