XXI Coloquio de Historia Canario-Americana (2014)
ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, 2016, XXI-070, pp. 1-10 1
© 2016 Cabildo de Gran Canaria. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
ESPACIO PÚBLICO Y RELACIONES INTERGENERACIONALES:
EL CASO DE LA ALAMEDA EN SANTA CRUZ DE TENERIFE
(CANARIAS, ESPAÑA)1
PUBLIC SPACE AND INTERGENERATIONAL RELATIONS: THE CASE OF
LA ALAMEDA IN SANTA CRUZ DE TENERIFE (CANARIAS)
Herminia González Bencomo*; Carmen Gloria Calero Martín**; Carmen Rosa
Delgado Acosta***
Cómo citar este artículo/Citation: González Bencomo, H.; Calero Martín, C. G.; Delgado Acosta, C. R. (2016).
Espacio público y relaciones intergeneracionales: el caso de la Alameda en Santa Cruz de Tenerife (Canarias,
España). XXI Coloquio de Historia Canario-Americana (2014), XXI-070. http://coloquioscanariasmerica.casade-colon.
com/index.php/aea/article/view/9552
Resumen: Los procesos de envejecimiento que afectan a las poblaciones actuales requieren que se incentiven las
relaciones entre generaciones como base sobre la que construir el camino hacia una sociedad para todas las edades.
Dichas relaciones deben traspasar el entorno familiar y establecerse también en los espacios públicos en tanto que
son lugares de convivencia, de encuentro y de interacción social, que implica la reunión de grupos de diferentes
edades usufructuarios de los mismos lugares. Partiendo de encuestas, entrevistas a pequeños grupos y observación
sistematizada, se pretende comprobar si las relaciones que habitualmente mantienen los jóvenes con los mayores
en el ámbito doméstico se reproducen también en un espacio público, en concreto en La Alameda del Duque de
Santa Elena, un lugar céntrico y muy concurrido de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.
Palabras clave: Geografía; intergeneracionalidad; espacios públicos; jóvenes; mayores; Alameda del Duque de
Santa Elena; Santa Cruz de Tenerife
Abstract: Aging processes that affect current populations require intergenerational relationships as a basis on
which to build the path towards a society for all ages are promoted. Interactions should transfer the family envi-ronment
and also operate in public spaces as places that are living, meeting and social interaction, which involves
the gathering of groups of different ages beneficial owners of the same places. Starting from surveys, interviews
with small groups and systematic observation, is intended to check if the relationships usually keep young people
with the greatest in the home are also reproduced in a public space, particularly in La Alameda del Duque de Santa
Elena a central and busy city of Santa Cruz de Tenerife.
Keywords: Geography; intergenerationality; public spaces; young people; greater; Alameda del Duque de Santa
Elena; Santa Cruz de Tenerife
1 Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigación “Ciudad y calidad de vida. El uso social de los espacios públi-cos
abiertos en ciudades españolas” (CSO 2010-19007), financiado por el Plan Nacional de
* Departamento de Geografía e Historia, Universidad de La Laguna. Tenerife. España. Correo electrónico: gonza-lez.
bencomo.22@ull.edu.es
** Departamento de Geografía e Historia, Universidad de La Laguna. Tenerife. España. Correo electrónico: cgcale-ro@
ull.edu.es
***Departamento de Geografía e Historia, Universidad de La Laguna. Tenerife. España. Correo electrónico: cdelga-do@
ull.edu.es
Herminia Gon zález Benco mo; Carmen Gloria Calero Martín;
Carmen Ros a Delgado Acos ta
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Introducción
El proceso de envejecimiento que afecta a las poblaciones actuales convierte las relaciones entre jó-venes
y mayores en una de las bases sobre la que se fundamenta la sociedad inclusiva, una sociedad para
todas las edades, que promueva el intercambio, el diálogo, el apoyo mutuo y la solidaridad entre las gene-raciones.
En el Artículo 16 de la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, Madrid, organizada
por Naciones Unidas, se reconoce «… la necesidad de fortalecer la solidaridad entre las generaciones y
las asociaciones intergeneracionales, teniendo presentes las necesidades particulares de los más mayores
y los más jóvenes y de alentar las relaciones solidarias entre generaciones»2.
Sin embargo, las relaciones entre jóvenes y mayores en las sociedades occidentales no son fáciles de
establecer, pues ambos grupos actúan de formas diversas. El “ciclo de vida” es un concepto caduco y
ahora se pone más el acento en la diversidad de experiencias dentro de un grupo de edad, no existiendo
una relación clara entre la edad cronológica y los comportamientos3. No obstante, a la edad se le ha dado
un carácter fijo y jóvenes y ancianos, en la sociedad occidental, son considerados como económicamente
dependientes y socialmente excluidos. De ahí que la existencia de conflictos, la sensación de amenaza o
los estereotipos de comportamiento extendidos sobre los jóvenes y los ancianos graviten en los análisis
intergeneracionales.
La intergenacionalidad se desarrolla esencialmente en el ámbito de la familia a pesar de las profundas
alteraciones del modelo familiar tradicional. También, de manera inducida, los Programas Intergenera-cionales
que se impulsan desde las Administraciones Públicas consiguen que jóvenes y mayores esta-blezcan
relaciones, favoreciendo actividades de intercambio en lugares específicos, como los centros de
mayores o las asociaciones ciudadanas. Sin embargo, existen otros ámbitos como los espacios públicos
que, por su propia naturaleza, en tanto que son lugares de convivencia, abiertos y heterogéneos, deberían
conjugar relaciones entre personas de distintas generaciones.
Los espacios públicos funcionan como lugares de encuentro e interacción y concentran usuarios de
diferentes edades que comparten estos lugares de forma habitual. Son espacios donde debe primar no
sólo la coexistencia sino la convivencia y deben favorecer las relaciones entre los diversos grupos que
los frecuentan. Sin embargo, la solidaridad entre las generaciones no es fácil, pues están marcadas por
las etapas vitales de cada colectivo. Los jóvenes tienden a desarrollar en los espacios públicos relaciones
con otros jóvenes con los que comparten intereses comunes; al igual que ocurre con las personas mayo-res,
las cuales suelen interactuar con otras de su misma edad.
Pero esto no significa que las relaciones entre jóvenes y mayores no puedan desarrollarse. Partimos
de la base de que las dificultades para establecer relaciones intergeneracionales, que acumulen expe-riencia
y abran la posibilidad de pensar desde otras perspectivas, requieren la apertura de ambos inter-locutores:
los jóvenes y los mayores. Las investigaciones realizadas evidencian que no existe simetría
en las experiencias relacionales. Así, por ejemplo, se sabe que las relaciones intergeneracionales que los
jóvenes establecen con personas mayores configuran de manera decisiva la vida de los y las adolescen-tes.
También se constata que es más fácil para los ancianos establecer relaciones con los más jóvenes
por su mayor disponibilidad de tiempo y la predisposición a compartir las experiencias vividas, siempre
que los jóvenes las demanden y se presten a escucharlos. También los jóvenes son capaces de afrontar
relaciones con personas mayores fuera del entorno familiar, si se encuentren suficientemente motivados.
Junto con el espacio doméstico, el espacio público es el lugar idóneo en donde se puede materiali-zar
la relación intergeneracional. Un espacio público para ser inclusivo debe favorecer el acceso de los
distintos grupos. Sin embargo, la planificación urbana de las últimas décadas ha desarrollado un modelo
basado en la construcción de espacios específicos generacionales, lo que no favorece las relaciones entre
los distintos grupos de edad4. Asimismo, se debe tener en cuenta que la propia ubicación de los espa-cios
públicos, ya sean centrales o periféricos y sus dimensiones física y social son determinantes tanto
en el uso y apropiación, como en las relaciones intergeneracionales que se puedan establecer en ellos.
2 ONU (2003).
3 MONK y KATZ (1993).
4 ENCISO COBAR OS (2012).
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Los espacios públicos de áreas urbanas centrales suelen ser más anónimos, menos identitarios; en ellos
coexisten usuarios muy diversos, muchos de ellos personas de paso —visitantes o residentes—, y, por
tanto, las relaciones intergeneracionales, en principio, son más difíciles de establecer .
Objetivos y metodología
Los objetivos que se plantean en esta comunicación van dirigidos al análisis de las relaciones interge-neracionales
que se producen en el espacio público entre el grupo de jóvenes y el de personas mayores.
Lo que se pretende es comprobar si estas relaciones se producen de forma espontánea en el espacio
público o si, por el contario, son inexistentes. También se reflexiona sobre las diferencias entre las rela-ciones
que se desarrollan en el entorno familiar y las que se puedan dar en otros ámbitos de convivencia
cotidiana, haciendo hincapié en variables transversales como el género y la clase social.
El estudio se realiza desde el enfoque de la intergeneracionalidad, concepto muy arraigado en otras
disciplinas sociales como la sociología y escasamente empleado por los geógrafos5.
Con objeto de aproximarnos a las relaciones intergeneracionales que establecen los jóvenes con los
mayores en los espacios públicos, se estudia, por una parte, las que se construyen en el entorno familiar
con la finalidad de constatar si tienen correspondencia con las que se producen en los espacios públi-cos.
Y, por otro, se sondea sobre las oportunidades que ofrecen los Programas Intergeneracionales en
entornos de vida cotidiana —los centros de mayores—, para el fomento de la interacción entre jóvenes
y mayores, y la posibilidad de trasladar esas experiencias a los espacios públicos urbanos.
Se ha elegido un espacio público, la Alameda del Duque de Santa Elena, situado en el centro de la
ciudad de Santa Cruz de Tenerife, bastante concurrido y frecuentado por ambos grupos de edad. Se pre-tende
comprobar si en La Alameda los jóvenes se relacionan con los mayores, o simplemente comparten
el lugar sin que se produzca ningún tipo de interacción entre ellos, a fin de contrastar si las pautas de
comportamiento familiar se trasladan a los espacios públicos. Asimismo, se indaga sobre la posibilidad
de que secunden estrategias para el intercambio de enseñanzas y de experiencias con los mayores en
dichos espacios, en el caso de que se diseñen desde las Administraciones Públicas locales.
Para el análisis se empleó una metodología combinada cuantitativa y cualitativa. Las técnicas utiliza-das
han sido: visitas exploratorias al espacio público y a dos centros de enseñanza, encuestas a jóvenes
de los dos centros educativos, entrevistas a pequeños grupos de alumnos y alumnas, sondeos de opinión
a mayores en los espacios públicos y entrevistas a responsables, públicos y privados, de los programas
de intergeneracionalidad.
El 45% del alumnado encuestado procede del colegio público Andrés Bello, el 26% del nivel concer-tado
de Secundaria Obligatoria del colegio La Salle y el 27% del nivel privado de Bachillerato del mis-mo
centro educativo. Por edad, el grupo más representativo es el de 15 a 17 años (71,7%) y por género,
el 49,5% son chicos y el 50,5% chicas. En relación al lugar de residencia, el 47,1% vive en la ciudad
consolidada, el 40,4% en la periferia urbana (primera y segunda) y el 12,5% proceden de municipios del
área metropolitana de Santa Cruz. La razón de trabajar con los adolescentes en los centros educativos en
lugar de encuestarlos y entrevistarlos directamente en los espacios públicos, radica en la mayor predis-posición
de los jóvenes a colaborar en la investigación en el marco de una institución cuya dirección y
profesorado colabora y la apoya como una actividad de aprendizaje.
En todos los aspectos analizados, los distintos segmentos de edad, la clase social y, sobre todo el gé-nero,
se utilizaron como variables transversales que introducen disparidades relevantes. Las relaciones
intergeneracionales se valoraron a partir de las posibles interacciones que establecen los jóvenes con
otros usuarios, fundamentalmente con los adultos mayores.
Estas informaciones cuantitativas se matizaron y profundizaron mediante técnicas cualitativas. En
primer lugar se realizaron cuatro sesiones de entrevistas semiestructuradas a conjuntos de 5 jóvenes,
diferenciados por sexos—2 grupos de chicas y 2 de chicos—, con el objetivo de que las respuestas no
se vieran condicionadas por los roles de género. La finalidad era constatar la valoración de los jóvenes
5 HOPKINS y PAI N (2007).
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respecto de las personas de mayor edad, las relaciones habituales en distintos ámbitos de la vida coti-diana
—familiar, centros de día y en el espacio público—, y si estarían dispuestos a participar con los
mayores en actividades de intercambio de experiencias y conocimientos si se planificaran en los espa-cios
públicos.
Estas entrevistas se complementaron con los sondeos de opinión efectuados a los ancianos usuarios
de La Alameda, cuyas manifestaciones fueron grabadas, previo consentimiento, y posteriormente trans-critas.
Se llevaron a cabo un total de 20 sondeos (11 varones y 9 mujeres), en turnos de mañana y de tar-de
y en diferentes días, con la finalidad de constatar las diferencias de género en la percepción que tienen
de los jóvenes, en el tipo de relación que establecen con ellos—tanto en el ámbito familiar como en el
espacio público—, y en su predisposición a compartir actividades comunes con jóvenes desconocidos.
Por último, y con la finalidad de comprobar los resultados de los programas intergeneracionales que
se están llevando a cabo en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, —entre jóvenes y mayores—, y su
viabilidad en el caso de llevarlos a la práctica en los espacios públicos abiertos, se entrevistó al profesor
coordinador del Proyecto de Acción Social del Colegio La Salle y a la coordinadora del Programa de
Mayores del Instituto Municipal de Atención Social (IMAS) del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tene-rife.
El espacio público de observación: la Alameda del Duque de Santa Elena
El análisis empírico reflejará, únicamente, el funcionamiento social de un espacio central de la ciu-dad
de Santa Cruz de Tenerife, utilizado de forma intensiva por numerosos usuarios de características
distintas, y dónde ya se había constatado la presencia asidua de grupos de mayores y de jóvenes6.
La Alameda pertenece al distrito Centro-Ifara de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Desde el punto
de vista urbano, es el más antiguo de la ciudad, un área consolidada a finales del siglo XIX y que fue,
de forma progresiva, densificándose a lo largo del XX. En ella coexisten un conjunto de sectores dife-renciados
desde el punto de vista estructural, morfológico y social que combinan distintas apariencias
y usos residenciales diversos. Por una parte, el sector más antiguo lo constituye el barrio fundacional
desde donde la ciudad se fue prolongando paralela a la costa por el NE, donde se construye La Alameda
del Duque de Santa Elena. El distrito Centro cuenta con un número relativamente reducido de espacios
públicos abiertos si tenemos en cuenta su elevada población y las altísimas densidades: un conjunto de
plazas, plazoletas y paseos conforman la red de espacio públicos abiertos de mayor antigüedad y de más
elevado valor simbólico de la ciudad, que incluso transciende los límites capitalinos. La mayor parte
de estos espacios son utilizados intensamente no sólo por la población del entorno inmediato sino por
habitantes del resto de la ciudad y de otras zonas de la isla de Tenerife. También su posición central y
destacada favorece la presencia de usuarios foráneos que visitan ocasionalmente la ciudad.
Dentro de esta red, La Alameda del Duque de Santa Elena es uno de los espacios más interesantes y
frecuentados por su accesibilidad y su posición en la estructura urbana de la ciudad. Se trata de un lugar
bien percibido, donde se combinan dinámicas distintas derivadas de usos y usuarios diversos.
La Alameda del Duque de Santa Elena se sitúa en la entrada noreste de la ciudad de Santa Cruz de
Tenerife y fue construida en 1787 con la denominación original de Alameda del Marqués de Branciforte.
Concebida como un jardín de verano para las clases acomodadas7 era un recinto rectangular cerrado,
de limitadas dimensiones —unos 1.400 m2 — con una portada monumental, tres calles interiores donde
alternaban los bancos, árboles y fuentes8 Su localización, prácticamente anexa a las dos plazas principa-les
de la ciudad —la plaza de España y la de La Candelaria— y su proximidad al puerto contribuyeron,
desde su inauguración, a que se convirtiera en un lugar muy frecuentado. La instalación de un kiosco y
mesas —popularmente llamado “Los Paragüitas”, que ocuparon una parte importante de su espacio—,
6 GAR CÍA HERERA y otros (2012).
7 GAR CÍA HERERA y otros (2012).
8 QUIR OS (1991), p. 86; CALER O (1993), p. 99; HERZ OG (2005), 3-4, citados por GAR CÍA HERERA y otros
(2012), p. 133.
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incrementaron su uso y la convirtieron en uno de los puntos de encuentro más dinámicos y bulliciosos
de la ciudad a pesar del creciente deterioro que le hizo perder, a lo largo del siglo XX, la portada monu-mental,
gran parte de la balaustrada y del amueblamiento interior.
Figura 1. Situación de La Alameda del Duque de Santa Elena en Santa Cruz de Tenerife
Fuente: Grafcan. Elaboración propia.
En los primeros años del siglo XXI, La Alameda experimenta una remodelación dentro de un pro-yecto
de mayor envergadura que implicó la transformación de todo el frente litoral cuyos objetivos fue-ron,
de una parte, lograr un mayor contacto entre ciudad y el puerto y, de otra, incrementar el atractivo
turístico de Santa Cruz. El proyecto materializó no sólo una profunda transformación morfológica de la
Alameda sino también posibilitó la peatonalización y continuidad entre ésta y las dos plazas próximas
—de España y de la Candelaria—, conformando un amplio conjunto unificado para el tránsito peatonal.
En la remodelación, La Alameda recupera artificiosamente el arco suntuoso de entrada, que intenta
individualizarla, mantiene su trazado rectangular, se le incorpora suelo de tierra batida, mejora las con-diciones
de acceso y conserva el arbolado —insuficiente para las elevadas horas de sol que existen en la
ciudad durante todo el año—.También se le han añadido dotaciones diversas como un parque infantil, un
kiosco y una tienda de recuerdos. Más que una rehabilitación se trata de una profunda renovación que le
ha hecho perder singularidad y la ha convertido en una especie de apéndice del conjunto. La Alameda,
transformada en su estructura y morfología, pierde su función tradicional de estancia prolongada y se
convierte en lugar de paso para los visitantes de la ciudad y de encuentro o de estancia corta para los
ciudadanos. La reciente transformación ha ocasionado, paralelamente, una modificación de los usos y
usuarios tradicionales y parece que, en estos momentos, se encuentra en un proceso de construcción de
una nueva identidad como espacio público.
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Las relaciones intergeneracionales en la Alameda: coexistencia indiferente/no
encuento/desencuentro
La escasez de estudios sobre las relaciones intergeneracionales en el espacio público9 no permiten
generalizar, sin embargo, es fácil detectar la dificultad de encuentro entre ambas generaciones en el
espacio público, fuera de otros ámbitos de proximidad, como el familiar, donde dichas relaciones son
sólidas y habituales. Sin embargo, es deseable que dichas relaciones fluyan en otros lugares, y los espa-cios
públicos —plazas, parques, paseos— se presentan como idóneos no sólo para la coexistencia entre
las distintas edades, sino también para la interrelación y el intercambio de saberes y experiencias, de
aprendizajes diversos y de consolidación de conductas ciudadanas positivas. No obstante, los inconve-nientes
son muchos, al propio diseño físico del espacio —muchas veces inapropiado para las relaciones
entre personas de distintas edades—, se le suman las diferencias de intereses de ambos grupos y los
estereotipos que conducen a recelos preconcebidos.
El uso y la apropiación que jóvenes y mayores hacen del espacio público analizado difieren notable-mente.
Los jóvenes frecuentan con mayor asiduidad La Alameda, sobre todo los que viven en el distrito
Centro en horario de tarde-noche y durante los fines de semana y festivos. Su relación con el espacio
público no se puede desligar de su círculo de amistades, el grupo es el que le da sentido y contribuye a
forjar su identidad10 Se reúnen en grupos de cuatro o de seis amigos y amigas de su colegio o de otros
entornos y sus lugares preferidos son la zona de los bancos y el bar y, en menor proporción, el lago y
los círculos. La estancia es prolongada y la charla y la práctica del skate son las formas de apropiación
más habituales. Su condición de espacio central explica la diversidad de usuarios jóvenes, pues actúa
también como punto de reunión de amistades que viven en diferentes puntos de la ciudad.
No obstante, la profunda renovación que ha experimentado el lugar y las nuevas formas en que los
jóvenes lo utilizan y se apropian de él, ha modificado la identidad tradicional de La Alameda: casi un
80% de los jóvenes encuestados desconocen su denominación, reconociéndolo mayoritariamente como
‘El Plano’ —en referencia a la topografía llana y a la jerga de los skaters—, y en menor proporción
como el ‘Charco’ o la ‘Charca’, —en clara referencia al lago artificial de la plaza de España, colindante
con la Alameda, uno de los hitos más destacados de la renovación de todo el conjunto y también el más
criticado—.
Las personas mayores, en cambio, frecuentan muy poco la Alameda, y los que lo hacen viven en
zonas relativamente próximas y, por tanto, se desplazan caminando. Van de mañana y permanecen entre
media hora y hora y media. La utilizan como un lugar de paso o como zona de descanso en un paseo
más largo. Valoran mucho la seguridad, la accesibilidad y la existencia de arbolado que les permite
descansar a la sombra. Opinan que es ruidosa por el tráfico circundante, por los niños y por la presencia
de adolescentes que practican skate, pero convienen en que, en general, está bien equipada —alguno se
queja de la inexistencia de servicios—. No les gusta la trasformación que ha experimentado —la tierra
y la ‘Charca’— y añoran el diseño anterior al que consideraban más acogedor, popular y concurrido.
Todos recuerdan la antigua denominación ‘Los Paragüitas’ que tenía La Alameda. Para los mayores no
es un lugar de relación con sus iguales, aunque existen esos ‘lugares’ en otras plazas y parques del centro
donde sí se encuentran habitualmente.
En suma, ambas generaciones reflejan diferencias importantes en el uso y apropiación de La Alame-da.
Difieren en los días y los horarios de visita, los mayores la frecuentan más en horarios de mañana y
los jóvenes de tarde, y mientras que para el grupo de los jóvenes es un lugar de encuentro y relación e
incluso algunos practican deporte, los mayores van solos y no se relacionan con nadie: no es para ellos
un lugar de relación sino de descanso y tránsito. También utilizan distintas zonas: los mayores siempre
se sitúan en los bancos, los jóvenes se dispersan más, incluso, ocupan áreas fuera de la propia Alameda.
Los dos grupos consideran que el espacio es confortable aunque los jóvenes son más críticos y mejora-rían
algunos aspectos relativos al equipamiento en general. En ambos casos critican el suelo de tierra.
9 PAI N (2005).
10 PRATS y otros (2012).
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Cada grupo se identifica de forma diferente respecto al lugar: mientras el grupo de mayores manifiesta
cierta nostalgia por la antigua Alameda anterior a la renovación, los jóvenes se apropian del espacio,
cambian su nombre y, sin saberlo, contribuyen a la construcción de una nueva identidad.
Las relaciones intergeneracionales son inexistentes. Domina la indiferencia y si bien no existe conflic-to
sí se percibe cierta hostilidad inducida por comportamientos intergeneracionales estereotipados, tanto
por parte de los mayores, ‘la mayoría de los jóvenes son independientes, van a lo suyo’(Sergio)11;‘van
por su lado’ (Francisco); ‘no hay comunicación, y es lo que debe existir[…] La familia es la que debería
inculcar el valor de los abuelos en los jóvenes’(Pedro);‘la juventud antes se relacionaba más’(Ignacio);
como por parte de los jóvenes, ‘[…] no tenemos relación. Muy rara vez’ (Tano), ‘eso se ve en todos
lados. Igual que hay jóvenes que se ve que no quieren estar con viejos, hay viejos que no quieren estar
con jóvenes’ (Carlos); ‘con los señores mayores algunas cosas no las puedes hacer, que haces con tus
colegas’ (Sergio); ‘cada espacio público tiene su público’ (Sami); ‘tú vas a un sitio que esté lleno de
gente joven y estás más cómodo’ (Víctor).
El ámbito familiar y los proyectos intergenetacionales
Sin embargo, estos mismos jóvenes manifiestan tener unas sólidas relaciones intergeneracionales en el
ámbito de la familia donde la interacción entre ambas generaciones, abuelos y nietos, es de tipo bidireccio-nal
ya que ambas partes se implican en la relación y se benefician de los efectos positivos de la misma: los
abuelos dan cariño, comprensión, cuidados, etc., y al mismo tiempo, reciben compañía, ayuda y entreteni-miento
por parte de sus nietos12 La forma de relación más frecuente es la visita breve 13.
Con mis abuelos tengo relación porque vienen a mi casa o voy yo a comer (Idaira); […] voy a
visitar a mis abuelos los fines de semana (Tanausú).
Lógicamente las relaciones se intensifican cuando la vivienda es compartida por las tres generacio-nes
o cuando los mayores ejercen de cuidadores de sus nietos y al contrario. ‘Yo vivo con mi abuela y
la atiendo’ (Yaiza); ‘para mí mi abuela es como mi segunda madre. Así tengo dos madres’ (Claudia).
Al igual que en el estudio de Kennedy14 y de Pinazo15 la relación más frecuente con los mayores es
la de acompañamiento, y dentro de ésta la de conversar, no obstante los jóvenes no suelen sentirse có-modos
para compartir con ellos sus inquietudes de ahí que, normalmente, se limiten a charlas de asuntos
triviales.
Hablo según el problema […] porque mi abuela tiene una mentalidad muy antigua. Yo hablo
temas de clase (Yaiza); hablamos de lo que se esté hablando en ese momento: del clima, de los
estudios (Sergio). Sin embargo, en general los jóvenes reconocen que los mayores les aportan
experiencia y consejos, una persona mayor es como un libro abierto (Víctor); aprendes cosas
(Carla); te cuentan cosas que aprendes un montón (Sara).
Los sondeos de opinión realizados a los mayores en la Alameda sobre las relaciones con los jóve-nes
en el entorno familiar muestran una percepción muy diferente a las de los jóvenes. Los varones,
reconocen que las relaciones con sus nietos y nietas existen —en mayor medida con éstas últimas—,
pero suponen que sus consejos no suelen ser seguidos. Revelan cierta añoranza por las existentes en el
pasado, cuando las costumbres sociales eran más jerarquizadas y culpabilizan a los padres de la falta
de valores de los jóvenes. Consideran que son mayores los que deben enseñar a los jóvenes y que éstos
11 Se emplean seudónimos para mantener el anonimato de los participantes en los grupos de discusión.
12 JOHNSON (2000).
13 ROBERT O y STR OES (1992) y KENNEDY (1989), citado por PINAZ O y MONTORO (2004).
14 KENNEDY (1992).
15 PINAZ O (2010).
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poco pueden enseñarles. Las abuelas reconocen una relación muy estrecha con sus nietos/as y demues-tran
más comprensión.
[…] Antes se comía en familia y nosotros hablábamos con nuestros padres y abuelos del
pueblo, de la familia. Ahora los jóvenes comen y se van a La Rambla o a la discoteca (Paco);
los jóvenes no se relacionan porque están en su mundo, en internet […] la experiencia de la
persona mayor es lo más importante para mí, yo aprendí de ellos, todo lo que he aprendido es
de la calle y de mis abuelos. De los jóvenes se aprende poco (Pedro).
El ámbito familiar es, pues, el espacio más importante de las relaciones intergeneracionales, donde
observamos que el género marca una diferencia importante: son las abuelas y sus nietas las que desa-rrollan
relaciones más estrechas e íntimas. También, los jóvenes de clases sociales más desfavorecidas
parecen tener una interacción mayor pues suelen compartir la vivienda y/o recibir los cuidados diarios
de sus abuelos. En general, las relaciones son bidireccionales, pues los jóvenes reciben atención, conse-jos
y aprendizaje de los mayores y, éstos, acompañamiento y ayuda, aunque las relaciones pueden llegar
a ser también de conflicto cuando las percepciones sobre las identidades difieren.
El otro ámbito donde se desarrollan relaciones entre jóvenes y mayores es el que propician los Pro-gramas
Intergeneracionales. Estos programas, cuyo objetivo es acercar a las generaciones, se empezaron
a desarrollar en EEUU y Canadá en los años sesenta y setenta del pasado siglo. En Europa han tenido
un desarrollo importante en las últimas décadas para dar respuesta a múltiples problemas derivados de
la escasa integración de la población inmigrante, de la necesidad de potenciar el envejecimiento activo
o de los nuevos roles sociales de las personas mayores16.
En España todas las Comunidades Autónomas han puesto en marcha multitud de Programas Interge-neracionales,
la mayor parte de ellos en espacios cerrados de convivencia ciudadana como los centros de
día de mayores, los centros ciudadanos, los colegios, etc. promovidos por las Administraciones locales
y, en ocasiones, por instituciones privadas.
Varios de los jóvenes encuestados, todos ellos pertenecientes al colegio privado-concertado han par-ticipado
en alguno de estos proyectos de forma voluntaria. La experiencia ha sido enriquecedora para
ambas partes.
Normalmente lo que comparten con nosotros es interesante. Pero hay alguno que habla dema-siado
(Basilio); muchos te cogen aprecio (Tano); yo he aprendido que un mayor es como un
niño: juega al futbol con su nieto, dice palabrotas (Víctor).
Se trata de desarrollar prácticas conjuntas, de distinto contenido, en la que participan activamente
ambos grupos.
De las entrevistas realizadas a jóvenes y mayores se deduce una cierta disponibilidad a relacionarse
en los espacios públicos, desarrollando actividades promovidas desde la Administración, de ocio y de
aprendizaje, en las que ambos grupos generacionales muestren sus habilidades y conocimientos.
En los jóvenes se detectan claras diferencias por género, pues mientras las chicas manifestaron su
predisposición a participar en cualquier tipo de actividad que se promueva, los chicos expresaron reti-cencias
y condicionaron su participación al tipo de actividad que se desarrolle.
Los mayores, por su parte, mostraron mayor entusiasmo por la dinamización y el entretenimiento
que podría significar la realización de actividades intergeneracionales en los espacios públicos: más por
lo que supone de ruptura de la rutina diaria que por las posibilidades de intercambio de conocimientos
entre ambos grupos, pues parten del convencimiento de que a los jóvenes no les interesa lo que digan
ellos y, poco pueden ellos aprender de los jóvenes.
A pesar de las diferencias de opinión entre los dos grupos, es clara la predisposición a establecer
relaciones en el espacio público siempre que éstas contengan aquellos elementos de intercambio, entre-tenimiento
y nuevos aprendizajes.
16 NEWMA N y SÁNCHEZ (2007), p. 53.
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ISSN 2386-6837, Las Palmas de Gran Canaria. España, 2016, XXI-070, pp. 1-10
Conclusiones
Las sociedades occidentales padecen un constante y acelerado proceso de envejecimiento que nece-sita
reforzar actitudes que favorezcan las relaciones intergeneracionales.
Las relaciones intergeneracionales más interesantes son las que se establecen entre jóvenes y perso-nas
mayores, dos grupos muy heterogéneos, aunque con ciertos rasgos como la dependencia económica,
la mayor disponibilidad de tiempo y cierto grado de exclusión social, los convierten en idóneos para que
entre ellos se desarrollen y fortalezcan positivamente las relaciones intergeneracionales.
Los espacios públicos son lugares de socialización, de encuentro e interacción y, desde esta perspec-tiva,
permiten que dos de los grupos que más asiduamente los frecuentan se relacionen ya que ofrecen
condiciones óptimas para su desarrollo.
Como se ha demostrado, las relaciones intergeneracionales existen y son sólidas en ámbitos de proxi-midad,
tal es el caso de aquellas que se desarrollan en el ámbito familiar, y también se producen cuando
se incentivan desde Programas Intergeneracionales, en los que jóvenes y mayores participan activamen-te
y reconocen sus efectos beneficiosos.
Sin embargo, hemos comprobado, que en el espacio público estas relaciones son prácticamente
inexistentes. El funcionamiento de ambos grupos en los espacios públicos es diferente. No hay coinci-dencia
ni en el uso ni en la apropiación que ambos grupos realizan en estos lugares: difieren los horarios,
el tiempo de estancia, los lugares utilizados y, además, se percibe una clara indiferencia, a veces cierta
hostilidad entre unos y otros, en gran parte motivada por la persistencia de ciertos estereotipos de refe-rencia
que impiden una sana interrelación.
Por ello, parece necesario potenciar estas relaciones mediante la puesta en marcha, en los espacios
públicos, de actividades diversas que faciliten la integración generacional. El desarrollo de determina-das
prácticas, la inclusión de mobiliario específico y la adecuación de lugares pueden generar nuevas
formas de relación social entre los jóvenes y los mayores y favorecer, de esta manera, el camino hacia
una sociedad más inclusiva.
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